Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
el aumento de casos
Los casos de adolescentes en crisis están aumentando. Si bien
había muchos problemas antes de la pandemia, ahora todo se
acentuó.
Hace unas semanas, en un colegio del centro, una alumna detectó que una de sus
compañeras pasaba mucho tiempo en el baño. También advirtió que tenía cierto
rechazo a la comida. Ante la sospecha, le pidió ayuda a una profesora. A partir de
ahí, intervino la psicóloga de la institución y se contactó a la familia para ayudar a la
estudiante.
La preocupación por la imagen corporal, según explicó, es una cuestión que gana
cada vez más terreno entre los adolescentes, quienes están siempre muy expuestos
a las redes sociales. Muchos se obsesionan por lograr cumplir ciertos estándares de
belleza que se imponen en estos espacios, remarcó. Además, están en una edad de
muchos cambios corporales e inestabilidad emocional. “Un estudio realizado en una
institución educativa secundaria mostró, por ejemplo, que el 68% de los alumnos se
sentía con sobrepeso y, en consecuencia, se sometía a dietas restrictivas, realizaba
ejercicios en exceso o hacía un monitoreo constante de sus comidas y las calorías”,
contó.
Si bien -según aclaró- esto no significa que todos ellos van a desarrollar un trastorno
de la alimentación; hay que estar atentos a las señales que nos dan los chicos (Ver
“Signos: ¿Cómo reconocer...?”). “Y principalmente buscar ayuda psicológica cuando
notamos algo preocupante”, remarcó.
“El uso de los filtros en las fotos generan una percepción irreal del otro. El público
que consume las redes, aun sabiendo que muchas publicaciones son fotos
“retocadas”, puede incurrir en algunas conductas poco saludables, entre ellas una
alimentación restrictiva o compensatoria”, explica.
Murcho agrega que también en internet suelen circular muchos mitos: “que la fruta
es mala, la harina es mala, cenar es malo, etcétera”. “Esto afecta un montón en la
alimentación y también en la imagen corporal porque hay muchos filtros”, señala la
licenciada, a quien le diagnosticaron anorexia a los 15 años. También sufrió bulimia.
Llegó a estar internada por una grave deshidratación. A los 22 comenzó a hacer
varios tratamientos que lograron mejorar su calidad de vida. A los 25 años se recibió
de licenciada en Nutrición. Desde su lugar y utilizando las redes (@nutricion.ag),
decidió contar su experiencia para ayudar a otros. Para entender mejor, usa la
imagen de un iceberg: “lo que se ve de un trastorno alimentario es la punta que sale
a la superficie, no lo que está abajo: ahí están traumas no resueltos, problemas para
relacionarse, conflictos familiares, bullying, baja autoestima, entre otras cosas”.
Como padres es muy difícil registrar todo lo que hacen los hijos en las redes
sociales. “Pero sí podemos hablar en las casas, tratar de no hacer comentarios
relacionados al cuerpo del otro, darle confianza a los hijos para que nos cuenten si
sienten algún problema. No es necesario hablar de hacer dietas o del peso. En
cuanto a las redes, hay que aconsejarles que no crean en todo lo que ven, que si se
sienten mal ante algunos posteos, eliminen esa cuenta de su lista. Todos somos
diferentes, y es imposible ser una copia fiel de otra persona”, aconsejó. Por último
dijo: “es fácil caer en un trastorno alimentario si la persona es vulnerable. Por eso
hay que tener mucho cuidado con las dietas restrictivas, porque uno no sabe si
puede caer en un TCA o no. Y es muy fácil entrar y difícil de salir”.
- Vigorexia: obsesión por desarrollar cada vez mas masa muscular, sin notarlo en el
espejo. Nunca es suficiente, llegando a consumir anabólicos, esteroides, etcétera, y
condicionando su vida.
- Pica: ingesta de sustancias no comestibles como tierra, arcilla, hielo, etc, sostenido
en el tiempo y de manera frecuente.