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Historia Social General

3.2. El ciclo de las revoluciones burguesas


La caída de Napoleón llevó a la definición de un nuevo orden europeo, tarea
que quedó a cargo de los vencedores: Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia.
Dos -Austria y Rusia- constituían monarquías absolutas; Inglaterra, por el
contrario, como vimos, era una monarquía limitada por un Parlamento. Pru-
sia era la nación menos significativa; sin embargo, al reconocérsele el papel
de “gendarme” sobre las fronteras francesas, creció su papel internacional
y su influencia sobre los otros Estados alemanes. En síntesis, el nuevo or-
den constituyó un compromiso entre liberales y partidarios del antiguo régi-
men, compromiso que no significó equilibrio ya que, como lo demostraron
las reuniones del Congreso de Viena (1815), el peso predominante se volcó
hacia las viejas tradiciones.
El primer problema que tuvieron que afrontar fue el de rehacer el mapa
de Europa: el objetivo era consolidar y acrecentar territorialmente a los ven-
cedores y crear “estados-tapones” que impidieran la expansión francesa.
Polonia fue distribuida entre Rusia y Prusia -que también obtuvo Sajonia-, sin
escuchar los clamores polacos a favor de su autonomía. Inglaterra obtuvo
nuevas posesiones coloniales y Austria ganó algunas regiones italianas,
aunque vio disminuir su influencia dentro de los estados alemanes frente al
nuevo peso que ganaba Prusia. Holanda y Bélgica se unieron en un sólo rei-
no, lo mismo que Noruega y Suecia. En Italia, fuera de las regiones bajo
control austríaco, subsistía una serie de estados menores. España y Portu-
gal mantuvieron sus límites, mientras Francia volvía a los que tenía antes de
la Revolución. Pero este mapa europeo dejó planteados problemas, como la
cuestión de la “formación de las naciones”, que frecuentemente reaparece-
rán a lo largo del siglo.
La obra del Congreso de Viena fue completada por la iniciativa del zar de Ru-
sia, Alejandro I: la Santa Alianza. Orlado por el misticismo de su autor, el proyec-
to proponía la alianza de los monarcas absolutistas en defensa de sus princi-
pios religiosos y políticos contra los ataques de una ola liberal que -con razón-
se pensaba que no estaba totalmente aniquilada. El misticismo de Alejandro I
no cuadraba con un espíritu realista y práctico como el de Metternich, canciller
de Austria, pero este aceptó la propuesta: desde su perspectiva, se trataba de
contar con un instrumento que permitiera intervenir en la política europea
(1815). Pese a que estuvo listo el instrumento con el que se intentaría imponer
el antiguo orden, la tarea no fue sencilla, ya que la sociedad se encontraba
profundamente transformada.

3.2.1. Las revoluciones de 1830

Las bases de las revoluciones: liberalismo, romanticismo, nacionalismo


La cerrada concepción política que se intentaba imponer, las intenciones de
retornar al absolutismo, desató en la sociedad intensas resistencias. Las
ideas difundidas por la Revolución -la libertad, la igualdad- habían alcanzado
suficiente consenso y el grado de madurez necesaria para agudizar el clima
de tensión social y política. De este modo, ante la “restauración”, se polari-
zaron los liberales que aspiraban imponer los principios revolucionarios. El
panorama se complejizaba además por los movimientos nacionalistas que
surgían en aquellos países que se sentían deshechos u oprimidos por los
repartos territoriales del Congreso de Viena.

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En algunos lugares, como en Italia y en Alemania, el liberalismo confluyó


con el nacionalismo ya que, para poder constituir las unidades nacionales,
era necesario expulsar a monarquías extranjeras o liberarse de los poderes
autocráticos que dominaban. Para luchar por estos principios, surgieron so-
ciedades secretas que adoptaron distintas formas de organización y distin-
tos nombres. Entre ellas, las más conocidas fueron las logias masónicas y
sociedades como la de los carbonarios, llamadas así en Italia porque sus
miembros se reunían en los bosques para escapar del control de las autori-
dades austríacas. En Francia se organizó la charbonnerie, según el modelo
italiano, integrada sobre todo por jóvenes universitarios y militares de filia-
ción bonapartista. Los objetivos que perseguían estas sociedades eran va-
riados pero coincidían en líneas generales. En Italia y Alemania, aspiraban a
la unificación de la nación bajo una monarquía constitucional o -como aspi-
raban los grupos más radicalizados- bajo un gobierno republicano. En Fran-
cia y en España, buscaban establecer un gobierno que respetara los princi-
pios liberales. Pero en todas partes su característica fue la organización
secreta, una rígida disciplina y el propósito de llegar a la violencia, si era ne-
cesario, para lograr sus objetivos.
Ya en torno a 1820 se dieron los primeros síntomas de que era imposi-
ble retornar al pasado según el proyecto de la restauración absolutista. Una
revolución liberal en España -que por un breve tiempo impuso una Constitu-
ción a Fernando VII- y el levantamiento de Grecia que se independizó del Im-
perio turco constituyeron los primeros signos. Los movimientos y también
las ideas que los sustentaban -el liberalismo, el romanticismo, el nacionalis-
mo- alcanzaban su madurez.
El liberalismo -un término amplio e impreciso- era una filosofía política
orientada a salvaguardar las libertades, tanto las políticas y económicas ge-
nerales como las que debían gozar los individuos. Como política económica,
el liberalismo logró su mayor madurez en Gran Bretaña. Los principios del
laissez-faire formulados por los fisiócratas franceses y también por Adam
Smith, en La Riqueza de las Naciones, llegaron a su mayor desarrollo con la
obra de economistas como David Ricardo. Sostenían que las leyes del merca-
do actuaban como las leyes de la naturaleza, que “una mano invisible” hacía
coincidir los objetivos individuales y los objetivos sociales. De allí la negativa
a toda intervención estatal que regulara la economía: esta intervención sólo
podía quebrar un equilibrio natural. El Estado debía limitarse a proteger los
derechos de los individuos. Era además el sistema ideológico que más se
ajustaba a las actividades y objetivos de las nuevas burguesía.
El liberalismo también se constituyó en un programa político: libertad e
igualdad civil protegidas por una Constitución escrita, monarquía limitada,
sistema parlamentario, elecciones y partidos políticos eran las bases de los
sistemas que apoyaban la burguesía liberal. Pero también el temor a los
conflictos sociales, llevó a una concepción restringida de la soberanía que
negaba el sufragio universal: el voto debía ser derecho de los grupos res-
ponsables que ejercían una ciudadanía “activa”, de quienes tenían un deter-
minado nivel de riqueza o de cultura, es decir, la burguesía del dinero y del
talento. Desde nuestra perspectiva contemporánea, este liberalismo que im-
plicaba una democracia restringida, resulta limitado e incluso notablemente
conservador; sin embargo, en su época, en la medida que fue la base de la
destrucción del antiguo régimen, constituyó indudablemente una fuerza revo-
lucionaria.

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Pero el liberalismo también se combinó con otras tradiciones intelectua-


les. En efecto, el pensamiento que se había acuñado en el siglo XVIII, el ra-
cionalismo y el materialismo propios de la Ilustración, también había desper-
tado reaccciones. De este modo, el rechazo al racionalismo analítico y la
exaltación de la “intuición,” y de las viejas tradiciones medievales se trans-
formaron en las principales características del romanticismo. Las primeras
manifestaciones de esta nueva corriente fueron literarias, y se advierten es-
pecialmente en Inglaterra, pero poco después se propagarán por toda Euro-
pa adquiriendo formas diversas.
En Francia, el romanticismo constituyó, originariamente, un movimiento
tradicionalista en reacción contra la Revolución francesa. Es el caso de Cha-
teaubriand, católico y monárquico, dedicado a exaltar el medioevo -hasta en-
tonces despreciado- en sus principales obras, buscando exaltar el espíritu
nacional. Pero también fue romántico Víctor Hugo, republicano, liberal y revo-
lucionario.

“El Romanticismo, tantas veces mal definido, no es, después de todo, otra cosa
que el liberalismo en literatura... La libertad en el arte, la libertad en la sociedad,
he ahí el doble fin al cual deben tender, con un mismo paso, todos los espíritus
consecuentes y lógicos; he ahí la doble enseña que reúne, salvo muy pocas inte-
ligencias, a toda esa juventud, tan fuerte y paciente, de hoy; y junto a la juven-
tud, y a su cabeza, lo mejor de la generación que nos ha precedido...”

Victor Hugo: Prefacio a la primera edición de Hernani, 1830.

La exaltación del espíritu nacional, y la búsqueda de sus orígenes, permitió


que el romanticismo prendiera fuertemente en aquellos países que se con-
sideraban desmembrados u oprimidos por la dominación extranjera. En esta
Escuchar 3.9. Tema
línea, el polaco exiliado en Francia, Federico Chopin; o Luis Beethoven, cons- musical de Federico
tituyeron grandes exponentes del romanticismo musical. Chopin: La Polonesa .
Pese a las diferencias ¿qué tenían en común los diversos exponentes del
romanticismo? El reemplazo de los mesurados modelos clásicos por un es-
tilo apasionado y desbordante; la decisión de romper con los viejos moldes.
De allí que, más que un conjunto coherente de ideas, el romanticismo cons-
tituyó una actitud. Era romántico sufrir, rezar, combatir, viajar a tierras lejanas
y exóticas, comunicarse con la naturaleza, buscar el sentido de la historia.
Era romántico leer sobre el medioevo y la antigüedad clásica. Era romántico
amar apasionadamente, más allá de los patrones morales y convencionales.
En síntesis, era el desafiante rechazo a todo lo que limitase el libre albedrío
de los individuos.
En este contexto, la época fue favorable para los inicios del nacionalismo.
Era aún un término confuso, que aludía más a un sentimiento que a una
doctrina sistemáticamente elaborada. Pero lo cierto es que en muchos paí-
ses europeos -y con mayor fuerza en los que se consideraban oprimidos- co-
menzaba a agitarse la idea de la nación. Comenzaba a conformarse la con-
ciencia de pertenecer a una comunidad ligada por la herencia común de la
lengua y la cultura, unida por vínculos de sangre y con una especial relación
con un territorio considerado como “el suelo de la patria”. En síntesis, cultu-
ra, raza o grupo étnico y espacio territorial confluían en la idea de la nación.
Pero también el nacionalismo alcanzó repercusiones políticas. Se considera-

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ba que el Estado debía coincidir con fronteras étnicas y lingüísticas, y funda-


mentalmente, se afirmaba el principio de la autodeterminación: el gobierno
que dirigía a cada grupo “nacional” debía estar libre de cualquier instancia
exterior.
Uno de los centros del nacionalismo europeo fue París, en donde se en-
contraba exiliado José Mazzini, que había constituido el grupo revolucionario
la Joven Italia, destinado a luchar por la unificación de los distintos estados
de la península y por su organización en un régimen republicano y democrá-
tico. Pero fue, sobre todo, en las Universidades alemanas donde se dieron
las formulaciones teóricas más completas que permitieron generar en el áni-
mo de sus compatriotas la idea de una “patria” unitaria. Dicho de otro mo-
do, el nacionalismo -como el liberalismo y el romanticismo- fue un movimien-
to que se identificó con las clases letradas.
Esto no significa que no hubiese vagos sentimientos nacionales entre los
sectores populares urbanos y entre los campesinos. Sin embargo, para es-
tas clases, sobre todo para las masas campesinas, la prueba de la identifi-
cación no la constituía la nacionalidad sino la religión. Los italianos y espa-
ñoles eran “católicos”, los alemanes “protestantes” o los rusos
“ortodoxos”. En Italia, el sentimiento nacional parecía ser ajeno al localismo
de la gran masa popular que ni siquiera hablaba un idioma común. Además,
el hecho de que el nacionalismo estuviese encarnado en las burguesías
acomodadas y cultas era suficiente para hacerlo sospechoso ante los más
pobres. Cuando los revolucionarios polacos, como los carbonarios italianos
trataron insistentemente de atraer a sus filas a los campesinos, con la pro-
mesa de una reforma agraria, su fracaso fue casi total. Y este es un dato de
las dificultades que implicará la “construcción de las naciones” en el marco
de las revoluciones burguesas.

Los movimientos revolucionarios de 1830

HOBSBAWM, ERIC J (1997), Cap.6: “Las Revoluciones”, en: La


era de la revolución, Buenos Aires, Crítica, pp. 116-137.

En Francia, tras la caída de Napoleón, los viejos sectores sociales y políticos,


los ultras, habían desencadenado una violenta reacción antiliberal intentando
restaurar los principios del absolutismo. Pero eran muchas las dificultades
para retornar al antiguo orden: la sociedad se había transformado y los prin-
cipios de la revolución se habían extendido. De allí, la intensa resistencia.
Luis XVIII había intentado, con oscilaciones, una política conciliatoria. In-
cluso había concedido una Carta Constitucional en la que se admitían con li-
mitaciones algunos derechos consagrados por la Revolución de 1789. Pero
la situación cambió después de la muerte de Luis XVIII (1824). Su sucesor
Carlos X, más compenetrado de los principios del absolutismo, desencade-
nó una persecución contra todo lo que llevara el sello del liberalismo que
provocó el desarrollo de una oposición fuertemente organizada. Se prepara-
ban así los ánimos para una acción violenta que no tardó en llegar.
Cuando Carlos X promulgó, sin intervención del parlamento, en julio de
1830, un conjunto de medidas restrictivas sobre la prensa y el sistema elec-
toral, un levantamiento popular estalló en París. La represión fue impotente
y el combate, durante tres días -27, 28, y 29 de julio- se instaló en las ca-

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lles. Tras la abdicación del rey, ante el temor de que la participación popular
desembocara en el retorno de la república jacobina, los liberales más mode-
rados se apresuraron a otorgar al duque Luis Felipe de Orleans -notoriamen-
te liberal- la corona de Francia.
Luis Felipe, el “rey burgués” -tanto por sus ideas como por su estilo de vi- Ver mapa 3.10: Las
da-, juró la Constitución (9 de agosto de 1830). El nuevo monarca recibía su revoluciones de 1830.
titularidad no por un designio divino ni en una herencia histórica depositada
en su familia, sino de la voluntad de los representantes del pueblo en ejerci-
cio pleno de la soberanía nacional. De este modo, según los principios del li-
beralismo, se volvía a instalar una monarquía limitada sobre la base del su-
fragio restringido. Pero esto también significaba la derrota definitiva de las
aristocracias absolutistas.
La agitación revolucionaria de 1830 no se limitó a Francia, sino que fue
el estímulo para desencadenar otros movimientos que se extendieron por
gran parte de Europa, incluso a Inglaterra, donde se intensificó la agitación
por la reforma electoral que -como vimos- culminó en 1832. Pero los movi-
mientos fueron particularmente intensos en otros países, donde los princi-
pios del liberalismo coincidían con las aspiraciones nacionalistas.
La remodelación del mapa de Europa que había hecho el Congreso de
Viena había unificado a Bélgica y Holanda. Pero todo separaba a los dos paí-
ses, la lengua, la religión e incluso, la economía. En efecto, la burguesía bel-
ga había comenzado su industrialización y reclamaba políticas proteccionis-
tas, mientras que los holandeses, con hábitos seculares de comerciantes,
se inclinaban por el librecambismo. Estas cuestiones, combinadas con el in-
cipiente nacionalismo, fueron las que impulsaron la revolución en Bélgica.
La libertad de prensa y la libertad de enseñanza que reclamaban los católi-
cos -para impedir que el gobierno holandés propagara el protestantismo por
medio de los programas escolares- fueron las banderas de lucha. De este
modo, los belgas proclamaron su independencia y un Congreso constituyen-
te convocado en Bruselas eligió a Leopoldo de Sajonia-Coburgo, su primer
monarca. Era la segunda vez que, en la oleada revolucionaria de 1830, un
rey recibía sus poderes de un parlamento que representaba a la nación.
También en septiembre de 1830 estallaron motines en las ciudades del
centro de Alemania, en noviembre la ola revolucionaria alcanzó a Polonia, y a
comienzos de 1831 se extendió a los estados italianos. Pero estos movi-
mientos fueron sofocados. Los príncipes alemanes reprimieron a los libera-
les y controlaron fácilmente los focos de insurrección. Los revolucionarios
polacos e italianos fueron impotentes frente a los estados absolutistas -Ru-
sia y Austria, respectivamente- a los que estaban sometidos. Las diferencias
dentro de las fuerzas movilizadas, entre la burguesía y las masas populares
por un lado, entre quienes aspiraban a reformas más radicales y entre los li-
berales que aspiraban únicamente a modernizar el sistema político, por
otro, fueron factores que debilitaron a los revolucionarios. Sin embargo,
quedaba el impulso para un nuevo asalto.

3.2.2. Las revoluciones de 1848: “la primavera de los pueblos”

De las revoluciones de 1830 sólo había quedado un testigo, Bélgica, inde-


pendiente y con una Constitución liberal. En Francia, el viraje conservador -
como veremos- de la monarquía de Luis Felipe de Orleans suponía para mu-
chos la traición a la revolución que lo había llevado al trono. En Italia, los

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austríacos mantenían su férrea presencia; en Alemania, se posponían los


ideales de unidad nacional mientras en muchos estados los príncipes gober-
naban con un régimen prácticamente absolutista; en Polonia, los rusos ha-
bían suprimido todas las libertades. Pero en 1848 se intentó el nuevo asal-
to: las similitudes con las revoluciones del 30 fueron muchas, pero también
se registraban significativas diferencias.

Las nuevas bases revolucionarias: democracia y socialismo

Los movimientos de 1848 fueron básicamente movimientos democráticos.


En efecto, frente a ese liberalismo político que se definía por oposición al
Antiguo Régimen, las revoluciones del 48 buscaron profundizar sus conteni-
dos. Se comenzó a reivindicar la implementación del derecho de voto para
todos los ciudadanos: no había democracia sin sufragio universal. En el mis-
mo sentido, se prefería hablar de soberanía popular en lugar de soberanía
nacional. Según se observaba, el término “nación” parecía referirse a una
entidad colectiva abstracta; en la práctica esa soberanía era ejercida nada
más que por una minoría. El término “pueblo,” en cambio, subrayaba la tota-
lidad de los individuos; el “pueblo” al que invocaban los revolucionarios del
48 era el conjunto de los ciudadanos y no una abstracción jurídica. Y si el li-
beralismo se había inclinado por las monarquías constitucionales como for-
ma de gobierno, esta democracia consideraba a la república como la forma
política más idónea para el ejercicio del sufragio universal, la soberanía po-
pular y la garantía a las libertades. Pero había más. Se comenzaba a acusar
al liberalismo de predicar una igualdad estrictamente jurídica, de igualdad
ante la ley, pero de permanecer insensible ante los contrastes sociales de ri-
queza-pobreza, cultura-analfabetismo. Era necesario también luchar por la
reducción de las desigualdades en el orden social.

AGULHON, MAURICE (1973), Cap. 1: “¿Por qué la República?”


(traducción al castellano), en: 1848 ou l´apprentissage de la
République, Paris, Seuil.

Incluso, ya había comenzado a pronunciarse la palabra socialismo. En Fran-


cia, por ejemplo, Charles Fourier fue uno de los principales exponentes de lo
que se llamó el “socialismo utópico”. En su obra El nuevo mundo industrial
(1820) había denunciado la propiedad privada, la competencia y la libertad
de comercio como las bases de la desigualdad social. Pero Fourier no sólo
criticaba sino que también proponía un proyecto para construir una sociedad
racional y armónica -el nuevo mundo industrial- basado en el principio de
cooperación. También Etienne Cabet rescataba las ideas comunitarias pre-
sentes en las viejas utopías para formular en su novela Viaje por Icaria
(1841) un proyecto de sociedad comunista. Pero fue tal vez Louis Blanc
quien mayor influencia ejerció en la formación del socialismo francés: en su
obra, Organización del Trabajo (1840) proponía, como medio para transfor-
mar la sociedad y suprimir el monopolio burgués sobre los medios de pro-
ducción, la creación de “talleres sociales”, cooperativas de producción mon-
tadas con créditos estatales. En síntesis, delegaba en el Estado la tarea de
la “emancipación del proletariado”.

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Pero no se trataba sólo de pensadores teóricos. Desde 1830, habían sur-


gido organizaciones de trabajadores -embriones de los futuros sindicatos- y
periódicos como el Journal des Ouvriers y Le Peuple se transformaban en los
canales de difusión de las nuevas ideas. De este modo, Auguste Blanqui -
que a diferencia de los otros socialistas propiciaba la insurrección armada
como único método válido para la toma del poder político- inspiró un movi-
miento organizativo. Mientras las agrupaciones carbonarias republicanas re-
clutaban a la burguesía letrada (profesionales, estudiantes universitarios),
las organizaciones blanquistas como las Sociedades de las Familias, reclu-
taban adeptos entre los sectores populares y el incipiente proletariado fran-
cés. En este sentido, las nuevas ideas reflejaban las transformaciones de la
sociedad. En Francia -como veremos en la Unidad 4- estaba iniciándose el
proceso de industrialización. Es cierto que aún primaban las antiguas for-
mas de trabajo en los talleres tradicionales, pero la mecanización de las in-
dustrias del algodón y la lana y, posteriormente, la construcción de los ferro-
carriles habían comenzado a conformar el núcleo inicial de la clase obrera.

Si bien su doctrina, considerada la base del pensamiento anarquista, fue sistemati-


zada en la segunda mitad del siglo XIX, la obra de P. J. Proudhon, ¿Qué es la pro-
piedad? (1840), causó un fuerte impacto en los medios socialistas. Fuertemente an-
tiautoritario, Proudhon consideraba que la propiedad privada implicaba la
negación de la libertad y de la igualdad, categorías que constituyeron el núcleo de
su pensamiento. Para él, la única forma de asociación válida era la que derivaba
del espíritu solidario, es decir, el mutualismo. Organizaciones de autogestión eco-
nómica y autoadministración política debían multiplicarse por todo el territorio con
independencia de todo estatismo. De allí surgiría un estado de no gobierno, la
anarquía, al cual atribuía una carga de orden capaz de contraponerse al desorden
dominante en la economía burguesa.

Los movimientos revolucionarios de 1848

El gobierno de Luis Felipe, apoyándose en grupos de la burguesía financiera,


controlaba un gobierno en el que la participación electoral estaba restringida
a quienes tenían derecho de voto, el país legal. Pero el descontento crecía ali-
mentado por las sospechas de que la administración estaba corrompida y el
Estado se dedicaba a beneficiar a especuladores y financistas. La situación
se agravaba por la crisis económica que afectaba a Europa. En efecto, desde
1846, una drástica reducción en la cosecha de cereales había desatado olea-
das de agitación rural. Pero también el alza de los precios de los alimentos y
la reducción del poder adquisitivo también habían generado, en las ciudades,
la crisis del comercio y de las manufacturas, con las secuelas de la desocu-
pación. Es cierto que las revoluciones estallaron, en 1848, cuando la situa-
ción económica había comenzado a estabilizarse, pero la crisis, al erosionar
la autoridad y el crédito del Estado, intensificó y sincronizó los descontentos
preparando el terreno para la propaganda subversiva. En síntesis, las conse-
cuencias de crisis se combinaban con el descontento político.
En ese contexto, la oposición al gobierno de Luis Felipe comenzó a reali-
zar una “campaña de banquetes” donde se reunían los representantes de
los distintos sectores políticos para tratar temas de la política reformista,

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fundamentalmente, la cuestión de la ampliación del derecho de sufragio. El


22 de febrero de 1848, la prohibición del ministro Guizot de uno de esos
banquetes, que debía celebrarse en un restaurant de los Campos Elíseos,
fue la señal para el estallido: durante dos días la muchedumbre se adueñó
de las calles, levantó barricadas en los barrios de París y, en la noche del
24, asaltó las Tullerías. Ante el curso que habían tomado los acontecimien-
tos, Luis Felipe abdicó. La presión popular impidió que se tomara una solu-
ción tibia: se proclamó la República y se estableció un Gobierno provisional
donde se vislumbraba el compromiso entre todos los sectores que habían
participado en el levantamiento. En efecto, el Gobierno, presidido por el poe-
ta Alphonse Lamartine estaba compuesto por republicanos liberales, demó-
cratas, socialistas e incluso por un representante de los obreros de París.
Se elaboró un programa que establecía el sufragio universal, la abolición de
la esclavitud en las colonias, la libertad de prensa y de reunión, la supresión
de la pena de muerte. Pero también se introdujeron los reclamos socialis-
tas: derecho al trabajo, libertad de huelga, limitación de la jornada laboral.
Para atender las demandas sociales se estableció una comisión que funcio-
naba en Luxemburgo, presidida por Louis Blanc, y para paliar el problema
del desempleo se crearon los Talleres Nacionales.
Pero pronto comenzaron las dificultades. Quienes aspiraban a la repúbli-
ca “social” pronto fueron confrontados por quienes aspiraban a la república
“liberal”. Las elecciones de abril fueron la prueba decisiva: 500 escaños pa-
ra los republicanos liberales, 300 para los monárquicos y 80 para los socia-
listas establecieron el límite. Las elecciones demostraban el débil peso que
aún tenía la república, que los sentimientos monárquicos aún tenían raíces
vivas. Pero sobre todo demostraban el temor de los franceses a la república
“social”. El gobierno de Lamartine evolucionó entonces hacia políticas más
conservadoras. Se elaboró un proyecto de construcción de ferrocarriles para
atemperar la desocupación y, fundamentalmente, para alejar de París a los
obreros ferroviarios; y, en segundo lugar, se comenzó a preparar la disolu-
ción de los Talleres Nacionales, centros de propaganda socialista.
Las medidas tomadas por el gobierno de Lamartine dieron lugar a mani-
festaciones de descontento que pronto se transformaron en un estallido so-
cial (junio de 1848), que fue violentamente reprimido por Cavaignac, minis-
tro de guerra. Se terminaba así toda expectativa sobre la “república social”.
El tono autoritario que fue adquiriendo el gobierno se expresó también en la
nueva Constitución (noviembre de 1848) que confería fuertes poderes al
Presidente de la República y había borrado de su preámbulo toda declara-
ción sobre el derecho al trabajo. A fines de año, asumía la presidencia Luis
Napoleón Bonaparte, apoyado por el Partido del Orden cuyo programa defen-
día la propiedad, la religión, el reestablecimiento de la guillotina y negaba el
derecho de asociación. En síntesis, el temor a la “república social” había lle-
vado a la burguesía francesa a abrazar la reacción.
Los acontecimientos franceses fueron inseparables de la ola revoluciona-
ria que agitó a Europa en 1848. Italia, los territorios alemanes, Prusia, el im-
perio austríaco se vieron agitados por movimientos que mostraban caracte-
rísticas comunes: a las reivindicaciones políticas, se agregaba la
insurrección social. En Italia se sumaba el componente nacionalista, la ex-
pulsión de los austríacos, como paso para la unificación. Pero las insurrec-
ciones populares, que siguiendo los postulados de Mazzini, se produjeron
en Florencia, Venecia, Roma -de donde debió huir el Papa- y otras ciudades

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italianas pronto fueron sofocadas por la flota austríaca y el ejército francés


que envió Luis Napoleón Bonaparte. Después de los fracasos del 48, única-
mente el reino de Piamonte-Cerdeña, bajo el reinado de Víctor Manuel III,
contaba con una Constitución liberal. De allí saldrán las bases para la pos-
terior unificación (1870).
La agitación revolucionaria también se propagó a Austria y a los estados
alemanes. Mientras el pueblo de Viena se levantaba en armas y obligaba a
huir al canciller Metternich, en otras regiones del Imperio -Bohemia, Hungría
y los estados italianos del norte- estallaban las insurrecciones. En Prusia, la
sublevación de Berlín exigió al rey una constitución, mientras los demás es-
tados alemanes se movilizaban y los partidarios de régimen constitucional
reunían en Francfort un congreso con el objetivo de unificar Alemania. Pero
los soberanos absolutistas se apoyaron mutuamente para frustrar a los re-
volucionarios, de este modo, los levantamientos fueron sofocados por las
fuerzas de las armas.
Las revoluciones del 48 rompieron como grandes olas, y dejaron tras de
sí poco más que el mito y la promesa. Si había anunciado la “primavera de
los pueblos”, fueron -en efecto- tan breves como una primavera. Sin embar-
go, de allí se recogieron enseñanzas. Los trabajadores aprendieron que no
obtendrían ventajas de una revolución protagonizada por la burguesía y que
debían imponerse con su fuerza propia. Los sectores más conservadores de
la burguesía aprendieron que no podían más confiar en la fuerza de las ba-
rricadas. En lo sucesivo, las fuerzas del conservadurismo deberían defender-
se de otra manera y tuvieron que aprender las consignas de la “política del
pueblo”. La elección de Luis Napoleón -el primer jefe de Estado moderno
que gobernó por medio de la demagogia- enseñó que la democracia del su-
fragio universal era compatible con el orden social. Pero las revoluciones del
48 significaron fundamentalmente -al menos en Europa occidental- el fin de
la política tradicional y demostraron que el liberalismo, la democracia políti-
ca, el nacionalismo, las clases medias e incluso las clases trabajadoras
iban a ser protagonistas permanentes del panorama político.

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148 Historia de la Argentina, 1806-1852

notablemente el comercio exterior y obligó a invertir import~ntes re- 6. La unidad imposible


cursoS en el sostenimiento del ejército. El empréstito de la Banng Bro-
thers se convirtió rápidamente en un negoci~ ruinoso tanto para los
prestamistas como para el estado. ~
En este contexto, es obvio que la predominancia de la eco~omla bo-
naerense sobre el resto de las regiones se basó en la poseslOn. ~~ un
puerto privilegiado que, a través del comercio marítimo, le perrrutlo ab-
sorber los recursos de su Aduana y capitalizar en su provecho los bene-
ficios obtenidos a través del librecambio. Por esta razón, la Aduana y la
En 1824 se reunió un nuevo Congreso Constituyente con el
libre navegación de los ríos fueron siempre los grandes tema~ que en-
objeto de procurar una organización nacional. Allí, se dividieron
frentaron a Buenos Aires con el resto de las provincias, esp~Cla~~ente
las posiciones entre los unitarios, defensores de un régimen
las del litoral, detalle no menor a la hora de discutir la organlZa~on. ~o­
centralizado, y los federales, propulsores de un régimen que
lítica de un estado futuro organizado sobre la base de una constltuclOn.
pretendía dotar de mayor autonomía a las provincias. Los pri-
meros dominaron la política del Congreso, pero fracasaron en
sus objetivos. La Constitución dictada en 1826 fue rechazada
por la mayoría de las provincias, al tiempo que la guerra contra
el Brasil y la guerra civil en el interior terminaron por disolver el
Congreso y el poder nacional recién creado. Las provincias
regresaron a su anterior situación de autonomía y se dividieron
en dos grandes bloques: la Liga Unitaria del Interior y la Liga
Federal de las Provincias del Litoral. Ambos bloques se enfren-
taron en una guerra que terminó con la derrota de la Liga
Unitaria, al mando del general paz.

Un nuevo intento de unidad constitucional

Del consenso político a la división de la elite bonaerense


A partir de la sanción de la ley electoral de 1821 se realizaron
elecciones todos los años para renovar los miembros de la Sala de Repre-
sentantes de Buenos Aires. El Partido del Orden, gracias al control que
mantenía sobre algUnos sectores clave (especialmente el ejército y las mi-
licias), y también por haber estimulado la participación al sufragio para
que, a través de la soberanía del número, el gobierno gozara de una legi-
timidad irreprochable, logró multiplicar el índice de votantes en ciudad
y campaña y ganar las elecciones en los primeros años. Pero en 1824 le
disputó el triunfo un grupo de oposición con arraigo en los sectores po-
pulares urbanos que, escindido del Partido del Orden y organizado por
líderes como Manuel Dorrego y Manuel Moreno, alcanzó a ocupar una
150 Historia de la Argentina, 1806-1852
La unidad imposible 151

parte de los escaños de la Sala. Esta primera escisión de la elite dirigente


bonaerense se acentuÓ cuando se produjo la sucesión del gobernador,
Reunión del Congreso General Constituyente
una vez concluido el periodo de tres años para el cual había sido desig-
El Congreso General Constituyente de 1824 se reunió en el edificio
nado Rodñguez. Al elegir al nuevo titular del poder ejecutivo, la Sala de
destinado a la celebración de las sesiones de la Sala de Representantes
Representantes y el grupo que, reunido en torno a Rivadavia, había ma-
de Buenos Aires, construido en 1821. La obra fue dirigida por el
nejado los hilos del poder durante aquellos años, mostraron sus prime-
arquitecto francés Próspero Catelin y, según destacaba la prensa de
ros desencuentros. La designación del general Juan Gregorio Las Reras
aquellos días, se trató del primer edificio construido para tai Objeto "entre
puso en evidencia las tensiones en el interior del Partido del Orden: Ri-
todos los pueblos de América que habían luchado por su emancipación".
vadavia se retiró del gobierno e inmediatamente emprendió viaje hacia
Actualmente puede visitarse en la Manzana de las Luces de la ciudad de
Europa; lo reemplazó en su función tutelar Manuel GarCÍa.
Buenos Aires.
La situación se vio agravada cuando la coyuntura internacional obligó
a la elite bonaerense a tomar decisiones respecto de la futura organiza-
ción del país. La posibilidad de que Gran Bretaña reconociera la inde-
pendencia a través de la firma de un tratado de paz y amistad requería
una unidad político-estatal de la que el Río de la Plata carecía. Por otro
lado, la ocupación brasileña de la Banda Oriental se había convertido
en un fuerte elemento de presión, capitalizado por la oposición por-
teña al Partido del Orden. A través de la prensa periódica, los líderes de
esta oposición acusaban al gobierno de Buenos Aires de haber abando-
nado a su suerte a los compatriotas orientales. Ambas cuestiones actua-
lizaron, en un clima de cierta urgencia, el debate en torno a la reunión
de un nuevo congreso de todas las provincias para establecer definitiva-
mente una constitución nacional.
La convocatoria al Congreso Constituyente realizada por el gobierno
de Buenos Aires hizo renacer las diferencias entre las provincias y, en
cada una de ellas, entre diversas formas de concebir la organización del
futuro estado. El Congreso inició sus sesiones el 16 de diciembre de
1824, con diputados elegidos por las provincias en número proporcio-
Facsímil de la primera página de una de las actas de sesiones del
nal a su población; desde el comienzo se puso de manifiesto una mayor
Congreso General Constituyente, 1824-1827. . . .
gravitación de la delegación porteña.
La primera disposición tomada por el Congreso fue dictar la Ley
Por la Ley Fundamental, el gobernador Las Reras quedó a cargo de las
Fundamental. Dicha ley declaró constituyente a la asamblea y estableció
relaciones exteriores -hasta tanto se eligiera presidente- y con facultad
que, hasta que se sancionara una constitución, las provincias se regirían
de hacer propuestas al Congreso y de ejecutar sus decisiones. Las lleras
por sus propias instituciones, delegando provisoriamente las funciones
se encargó de comunicar a las provincias la nueva situación, dejando
del poder ejecutivo nacional en el gobierno de Buenos Aires. Pocos
claro que respetaría las peculiaridades y autonomía de cada una de
días después se firmó el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación
ellas, con 10 que renunciaba a toda intervención del poder nacional. La
con Gran Bretaña, en el que se ratificó el reconocimiento de la inde-
sanción de la Constitución quedaba postergada, a la espera de un mo-
pendencia de las Provincias Unidas (ya lo habían hecho Brasil y Estados
mento más favorable, y una vez dictada -siempre y cuando se alcanzara
Unidos en 1822) yen el que Inglaterra obtuvo el tratamiento de "na-
el consenso requerido- debía ser elevada a los gobiernos provinciales,
ción más favorecida".
152 Historia de !a Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 153

que podrían rechazarla y permanecer al margen de la unión p~rse­ "federales". Cabe destacar que, a diferencia de la década precedente. el
guida. La Ley Fundamental y la actitud asumida por Las lleras ~xhlben modelo de referencia de estos últimos era más claramente el de Estados
la aún prudente y cautelosa posición del gobierno de Buenos Aires y de Unidos y que las autonomías eran reclamadas ya no para las ciudades,
los. diputados bonaerenses, que predominó en el Congreso durante la sino para nuevos sujetos políticos, constituidos en provindas. Si bien
primera etapa de su desarrollo. esta escisión no se tradujo en la identificación de porteños-unitarios
Sin embargo, la inicial concordia se fue erosionando por diversas ra- versusprovincianos-federales (ambas tendencias tenían defensores· y de-
zones. Por un lado, la creciente independencia de criterio del goberna- tractores en cada territorio) ni en la existencia de una organización en
dor Las Heras irritaba al séquito más cercano a Rivadavia, en particular polos de agregación partidarios que fuera más allá del debate en torno
a los diputados bonaerenses del Congreso Constituyente, que espera- a la forma de gobierno (de hecho, los debates del Congreso muestran
ban proponer al ex ministro de gobierno de Buenos Aires como futuro un complejo mapa de adhesiones y lealtades en el que la independen-
presidente del país constituido. Por otro lado, crecía en Buenos Aires el cia de opinión de muchos diputados frente a determinados proyectos
ambiente belicista frente a la situación de la Banda Oriental, 10 cual vol- puntuales era frecuente), lo cierto es que estas divisiones revelaban la
vía urgente la creación de un poder ejecutivo nacional perma~ente. A creciente polarización del espacio político.
fines de 1825, el Congreso dispuso doblar el número de sus mIembros. En ese contexto, el hecho de que la elite dirigente de la provincia de
Con este gesto los diputados por Buenos Aires buscaron reforzar su Buenos Aires abandonase definitivamente la precaria unidad que había
control y reemplazar así la moderación por actitudes más radicales. La alcanzado con el Partido del Orden -escindiéndose entre quienes apo-
nueva elección favoreció al grupo porteño liderado por Rivadavia, aun- yaban la política rivadaviana y unitaria y quienes se replegaban en la
que permitió también el ingreso de algunos líderes de la oposición por- provincia, bajo el liderazgo del gobernador Las Reras, y veían con ma-
teña, como Dorrego y Moreno, en representación de otras provincias. los ojos la empresa nacionaIizadora de sus antiguos aliados- complicaba
aún más las cosas. Las tensiones latentes terminaron de dividir las opi-
Unitarios y federales niones cuando RivadaVia, tres días después de asumir, presentó al Con-
El 6 de febrero de 1826, el Congreso dictó la Ley de Presidencia, que greso el proyecto de Ley de Capitalización. En él se declaraba a Buenos
creaba un ejecutivo pennanente. Bernardino Rivadavia, recién desem- Aires capital del poder nacional, a la que se subordinaba un territorio
barcado de su viaje a Europa, fue nombrado presidente. A esa altura de federal que iba desde el Puerto de Las Conchas (Tigre) hasta el Puente
los acontecimientos, las tensiones en el interior del Congreso eran evi- de Márquez y desde allí, en línea paralela al Río de la Plata, hasta Ense-
dentes. El vocero de la oposición al grupo rivadaviano en el debate de nada. La provincia de Buenos Aires, separada del distrito federal, se re-
la Ley de Presidencia fue Moreno, quien esgrimió que ésta violaba la organizaba en dos nuevos distritos: la provincia del Salado, con capital
Ley Fundamental por la cual se habían limitado las atribuciones del en Chascomús, y la del Paraná, con capital en San Nicolás. Los impulso-
Congreso. La presidencia nacía como una magistratura destinada a per- res del proyecto debieron enfrentar la oposición del sector federal,
durar en el futuro ordenamiento constitucional, tergiversando de esta cuyo vocero fue Moreno, y la de diputados de distintas provincias, como
manera el propósito original de consenso. Gorriti y Funes, e incluso la del propio Juan José Paso, representante
Rivadavia debió asumir su cargo en un clima cargado de tensiones in- por Buenos Aires, que advertía los efectos perniciosos de privar a la es-
ternas y conflicto externo. Brasil había declarado la guerra en diciem- tructura económica provincial de su tradicional unidad entre ciudad y
bre de 1825, cuando el Congreso aceptó a incorporación de la provin- campaña.
cia oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Por otro lado, la La promulgación de la Ley de Capital en marzo de 1826 terminó ais-
Asamblea replicaba las divisiones de antaño al constituirse ahora dos lando al grupo unitario rivadaviano de sus antiguos apoyos. Por un
partidos con nombre propio: quienes pretendían instaurar una forma lado, al suprimirse las instituciones de la provincia creadas en 1821, y
de gobierno de unidad y centralizada pasaron a ser denominados "uni- quedar disuelta la Sala de Representantes de Buenos Aires y cesante el
tarios", y quienes buscaban organizar una forma de gobierno que res- Ejecutivo provincial ejercido por Las Heras, creció la irritación de mu-
petara las soberanías de las provincias continuaban bajo el nombre de chos de los miembros de la elite política porteña. Mucho más alar-
154 Historia de la Argentina, 1806-1852
La unidad imposible 155

mante para los intereses económicos locales fue que la provincia per- provincias, recordando las nefastas experiencias vividas en el Río de la
diera, con la federalización del territorio asignado a la capital, la princi- Plata l~~go de los fallidos intentos de imponer regímenes centralizado-
pal franja para el comercio ultramarino y, con ella, la fuente más impor- r~s: CritIcaron, además, la restricción del régimen representativo, al ex-
tante de recursos fiscales, la Aduana, ahora en manos del gobierno c Ulr del derecho de voto a criados, peones, jornaleros, soldados de lí-
nacional. Así~ pues, a la oposición federal se le unieron los sectores eco- nea y los considerados "notoriamente vagos". Luego de acalorad
nómicamente dominantes de la provincia. Los Anchorena, los Terrero, d~bates, la votación fue concluyente: cuarenta y tres diputados se ex;~
los Rosas, dueños de grandes estancias en la campaña bonaerense, se dle:~n a favor del proyecto, frente a once que se opusieron. La Co~sti­
encargaron de levantar petitorios en la campaña para evitar la sanción tuclOn fue sancionada el 24 de diciembre de 1826; en ella se advertía
de la Ley de Capitalización, que reduciría la posibilidad de expandir sus entre muchas otras variaciones, un doble desplazamiento respecto de l~
negocios, en la medida en que los intereses del campo se hallaban ar- aprobada en 1819. Por Un lado , había un camb,·o de nomOInaCIon .• Im-
.
ticulados con los del comercio urbano. Por eso, entendían indispensa- por~~te, con el reemplazo del nombre de Provincias Unidas de Sud-
ble sostener la unidad entre ciudad y campaña, y de este modo defen- amenca por el de República Argentina. Por el otro, frente al silen~io
der el proceso de ocupación y expansión territorial iniciado entonces. respecto de la definición sobre la forma de gobierno en la carta d
De manera que, con la Ley de Capitalización, el grupo unitario que 1819, en el ~tículo? de la Constitución de 1826 se declaraba explícita~
aún dominaba el Congreso se lanzó a concretar su aventura nacionali- mente que la naCIOn argentina adopta para su gobierno la forma re-
zadora, haciendo caso omiso de la creciente oposición de la Asamblea. presentativa republicana~-consolidada en unidad de régimen".
Su próxima tarea era dictar una constitución. A comienzos de 1825, No obstante, la nueva república nacía en un clima político interno y
cuando aún predominaba una actitud moderada en el interior del Con- exte~no, que presagiaba un mal futuro para sus posibilidade: de subsis-
greso, el sector unitario había promovido una consulta a las diferentes tenCIa. En el plano interno, para esa fecha, la reacción en las provincias
provincias para que se expidieran en torna a la la futura organización y~~ estaba en marcha. Desde Córdoba, Bustos lideraba una férrea oposi-
del estado. Las respuestas recibidas, y evaluadas al año siguiente, dieron CIOn a la nueva constitución y a la persona del presidente. Sus intentos
el siguiente resultado: seis provincias se pronunciaron por el sistema fe- de hegemonizar un bloque enfrentado al Congreso y a la política de
deral (Entre Ríos, Santa Fe, Santiago del Estero, San Juan, Mendoza y Buenos Aires habían fracasado al no obtener el apoyo de las ..
del . . prOVInCIaS
Córdoba, que rectificó un primer dictamen en favor del sistema unita- f Noroeste. Desde La RioJa, Facundo Quiroga mantenía un equilibrio
rioL cuatro lo hicieron por un sistema unitario (Tucumán, Salta,]ujuy avorab~e a~ Congreso, apoyando incluso, a comienzos de 1826, el régi-
y La Rioja) y seis remitieron la decisión del asunto al Congreso (Co- ~en umtano propuesto. Muy poco tiempo después, la relación del rio-
rrientes, Catamarca, San Luis. Misiones, Montevideo y Tarija). La Asam- Jan7.con Buenos Aires exhibió un notable giro que transformó el mapa
blea Constituyente, en la que el sector unitario tenía mayoría, quedaba p.~h~co general. El desenlace se produjo a partir de la conflictiva situa-
como árbitro de la organización definitiva. A tal efecto, se dispusieron ~lOn lnter~a de las provincias de Catamarca y San Juan, en las que dis-
los diputados a estudiar el proyecto de constitución. tI~~ faCCIones se disputaban el poder, y donde participaron luego La
Rio~: y Mendoza. Finalmente, la guerra civil se desató cuando Rivadavia
La Constitución de 1826 enV1~ al ~eneral Lamadrid a reclutar tropas para la guerra contra el
En septiembre de 1826, la Comisión de Negocios Constitucionales dio BrasIl, y este se apoderó del gobierno provincial de Tucumán atra-
a conocer un proyecto. Aunque sus miembros afirmaron haber tomado yend~o bajo su ór.b~~ al gobernador de Catamarca. Facundo QUir~ga se
como base la Constitución de 1819, su centralismo había sido relativa- lanzo con sus mIlIclas so?re Catamarca primero, donde depuso al go-
mente atenuado con la creación, en las provincias, de consejos de admi- bernador, sobre Tucuman luego, venciendo a Lamadrid sobre San
nistración electivos con derecho a proponer ternas de candidatos para Juan, imponiendo un gobernador, y finalmente sobre Santiago del Es-
la designación de los gobernadores por parte de las autoridades nacio- tero, ~ara c~laborar con Felipe Ibarra y derrotar definitivamente a La-
nales. De cualquier manera, los diputados federales argumentaron que madnd. QUlroga se erigió así en el árbitro de las relaciones de poder
la carta orgánica propuesta avasallaba los derechos soberanos de las del Noroeste y rompió definitivamente con Buenos Aires para acercarse

J_
156 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 157

por fin a Córdoba. A comienzos de 1827, varias provincias (Córdoba, La Una simple y rigurosa federación sería la forma menos adaptable a
Rioja, Santiago del Estero, San Juan) habían rechazado la Constitución nuestras provincias, en el estado y circunstancias del país y mientras el
dictada pocos meses antes y al presidente en funciones, Bernardino Ri- Congreso ha fijado constantemente su consideración en las grandes
vadavia. Entre tanto, el litoral se reacomodaba también al nuevo con- razones, que contradicen una semejante forma, no ha perdido jamás de
texto interprovincial. Santa Fe, gobernada por Estanislao López, dejó vista lo que todo patriota argentino debe reputar como el más grande y
de apoyar a Buenos Aires cuando la posición unitaria del Congreso di- más caro interés de la República: la consolidación de nuestra unión, a la
vidió al Partido del Orden. cual están íntimamente ligadas nuestra prosperidad, nuestra felicidad,
nuestra seguridad, y nuestra existencia nacional. Sí, nuestra existencia,
ciudadanos. No es posible proveer a estos objetos, sino fijando un poder
central; pero un poder bienhechor, capaz de fomentar; e incapaz de
Un poder central y bienhechor contrariar los principios de bienestar de cada provincia. Justo es qUE¡
En el Manifiesto del Congreso General Constituyente dirigido a los corramos en pos de la libertad y de la felicidad, por las cuales hemos
pueblos de la República Argentina se intentaba mostrar las ventajas de la hecho tan grandes sacrificios; pero no corramos tras nombres vanos y
forma de gobierno adoptada: estériles: busquemos en su realidad las cosas. No están en la federación
"En cuanto a la administración interior de las provincias, examinad precisamente los bienes de la libertad y de la felicidad, a que aspiramos:
atentamente todo el contesto de la sección séptima, que establece sus repasad los tiempos, y las naciones, y os presentarán tristes ejemplos de
bases y organiza su régimen, y hallareis todas las ventajas, que han muchas que, gobernadas bajo formas federales, han sido más esclavas
podido ser objeto de vuestros deseos. Quizás excedan las esperanzas de que bajo el poder terrible de los déspotas del Asia. Así sería la nuestra
aquellos mismos pueblos que buscaban exclusivamente en la federación bajo una federación mal organizada. Gravad, ciudadanos, en vuestros
la garantía de Sus intereses locales, Reservando la Constitución a cada ánimos esta profunda verdad: es libre y feliz un gobierno que deriva sus
una de las provincias la elección de sus autoridades, pone en sus manos poderes de la voluntad del pueblo, que los conserva en armonioso
todos los medios de hacer su bien. Quedan constitucionalmente en plena equilibrio y que respeta inviolablemente los derechos del hombre. Juzgad
posesión de sus facultades para procurarse la prosperidad posible. después si tiene estos caracteres el gobierno que os ofrece la
aprovechando los favores de su clima, la riqueza de sus frutos, los constitución presente".
efectos de su industria, la comodidad de sus puertos, y cuantas mejoras
puede pro~eter a un puebla libre la fertilidad del suelo, de mancomún "Manifiesto del Congreso General Constituyente a los Pueblos de la
con la actividad del hombre. ¡Provincias, pueblos, ciudadanos de la República Argentina", 24 de diciembre de 1826, en Emilio Ravignani,
República Argentina! Ved aquí resuelto sencillamente el gran problema Asambleas Constituyerotes Argentinas, tomo 6, 2a parte, Buenos Aires,
sobre la forma de gobierno, que ha inquietada la confianza de algunos, y Instituto de Investigaciones Históricas de la facultad de Filosofía y Letras,
ha suscitado los temores de otros. Vuestros representantes, ligados como UBA, 1939 (el destacado es del texto)."
vosotros a la suerte de la Patria, por idénticos títulos, por iguales
intereses, han entresacado todas las ventajas del gobierno federal, En el plano externo, la situación también era desfavorable: el agrava-
separando sólo sus inconvenientes; Y han adoptado todos los bienes del miento de la situación en la Banda Oriental había llevado a la declara-
gObierno de unidad, excluyendo únicamente cuanto pueda ser perjudicial ción de guerra contra el Brasil. Ésta se produjo luego de la aventura
a los derechos públicos e individuales, Como las abejas industriosas que, -conocida como la campaña de los 'Treinta y tres orientales"-liderada
extrayendo el jugo de diversas flores, forman su delicioso panal, así, por el coronel oriental Juan Antonio Lavalleja, quien desembarcó en la
escogiendo los bienes, y segregando loS males de los diversos elementos costa uruguaya en abril de 1825 y declaró la incorporación de la Banda
de los gobiernos simples, han constituido un gobierno compuesto, Oriental a las Provincias Unidas. Con esta actitud Lavalleja buscaba pre-
conforme a las circunstancias de! país, pero esencialmente libre, y sionar al Congreso reunido en Buenos Aires para obtener una declara-
protector de los derechos sociales. ción contundente respecto de la ocupación brasileña. De hecho, lo 10-
158 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 159

gró. Los diputados se vieron compelidos a resolver la incorporación de la guerra contra el Brasil
la Banda Oriental a las Provincias Unidas y aclararle al emperador bra- Rivadavia. ya en funciones de presidente, designó al general Carlos de
sileño que tal decisión estaría respaldada por la fuerza. Esto pro~ocó, Alvear jefe del ejército, convertido en Ejército Nacional por ley del
como era de esperar, la declaración de guerra por parte del BrasIl, en Congreso en mayo de 1825. Al almirante Guillermo Brovvn se le enco-
diciembre de 1825. mendó la creación y dirección de las fuerzas navales. Aunque durante
el año 1826 no se llevaron a cabo acciones bélicas decisivas, la,s repercu-
siones de la declaración de guerra se hicieron sentir internamente.
como consecuencia del bloqueo naval impuesto por la escuadra brasi-
los Treinta y tres orientales leña al Río de la Plata. Esto impedía la llegada de barcos al puerto y, en
Luego de controlar parte de la campaña de la Banda Oriental, la . consecuencia. la posibilidad de comerciar con el extranjero, deterio-
campaña de los Treinta y tres orientales, bajo la jefatura de Juan Antonio rando las finanzas tanto privadas como públicas. En febrero de 1827,
Lava1!eja, antiguo oficial artiguista exiliado en las provincias rioplatenses, los ejércitos se enfrentaron en Ituzaingó, donde la derrota brasileña fue
dio lugar a un movimiento de rebelión contra la ocupación brasileña. total. Pero ni este triunfo ni los obtenidos por las fuerzas navales de
Poco después de iniciada la campaña, Lavalleja convocó a los cabildos y Brown en los primeros meses de 1827 fueron suficientes para ganar la
formó un gobierno provisional que se instaló en La Florida. guerra o, al menos, para romper el bloqueo. Mientras tanto, t¡l comer-
cio local se hundía y la crisis se hacía sentir en todos los niveles sociales
repercutiendo en el ya debilitado gobierno central.
Inglaterra, que -ya había enviado una misión diplomática a cargo de
lord Ponsonby para mediar en el conflicto, redobló sus esfuerzos bajo
la presión de los intereses ingleses instalados en el Río de la Plata. que
veían sus negocios arruinados con la prolongación del bloqueo y de
una guerra que, desde el punto de vista bélico, no parecía tener resolu-
ción definitiva en el corto plazo. Inglaterra proponía, como eje de la
negociación. que la Banda Oriental nQ perteneciera ni al Imperio del
Brasil ni a la novel República Argentina: su independencia era conside-
rada la mejor prenda de conciliación entre las fuerzas beligerantes.
Pero el enviado del gobierno, Manuel García, se excedió en sus instruc-
ciones y firmó un acuerd'o preliminar de paz en el que aceptaba la Ín-
corporación de la Banda Oriental al Imperio y la libre navegación de
los ríos. Era un triunfo diplomático absoluto del emperador del Brasil.
De regreso en Buenos Aires, García sometió el acuerdo a la considera-
ción del Congreso y del presidente. En una situación de absoluta debi-
lidad. producto de la oposición de las provincias a la Constitución dic-
tada poco tiempo antes, la guerra civil desatada en el interior y la falta
de apoyo en la misma Buenos Aires, Rivadavia decidió desconocer una
paz tan deshonrosa y renunció a su cargo de presidente en junio de
1827. El Congreso aceptó el rechazo del acuerdo y también su renun-
cia. y designó presidente provisional a Vicente López y Planes.
B Juramento de los treinta y tres orientales. Juan Manuel Blanes, óleo. A esa altura, las divisiones en el interior del Congreso entre unitarios
Museo Nacional de Bellas Artes, Montevideo." y federales se habían trasladado a todas las provincias, alcanzando una
La unidad imposible 161
160 Histor¡a de la Argentina, 1806-1852

La guerra civil
virulencia hasta entonces desconocida. El nuevo presidente pasó a ser
una figura simbólica. Su autoridad no era acatada en las provincias ni el
El legado del fracaso constitucional
Congreso representaba la ''voluntad general" de éstas. Tal descrédito
condujo a la renuncia del presidente provisional y a la disolución del Luego de la disolución del Congreso Constituyente, en junio de 1828 se
Congreso. Ambas autoridades morían de muerte natural y, junto con reunió una convención en Santa Fe, con pretensiones de concretar la
ellas, la última tentativa, durante la primera mitad del siglo XIX, de tarea incumplida Pero la iniciativa quedó frustrada casi de inmediato.
conformar una unidad político-constitucional con las provincias que Las rencillas internas dentro del propio campo federal condujeron a
habían quedado del anterior virreinato. que la convención se disolviera dos meses después. Las provincias regre-
saron, pues, a su anterior condición de autonomía y Buenos Aires vol-
vió a la situación institucional previa a la Ley de Capitalización.
En ese escenario, cabe preguntarse qué había cambiado con la nueva
El tñunfó de Ituzaingó, y después
acefalía del poder central con relación a 1820. En primer lugar, eÍ Ca-
A pesar del optimismo provocado por el triunfo de ltuzaingó, la flota bildo capitalino ya no existía para ocupar provisionalmente el poder. Su
brasileña, estacionada en Montevideo, Colonia y la isla Martín García, supresión,junto a la de la mayoría de los cabildos del resto de las pro-
contaba con ochenta barcos de guerra y más de veinte fragatas, vincias, exhibía una de las transformaciones sucedidas en esos años. Las
corbetas y bergantines. Frente al bloqueo impuesto por Brasil, algunos bases del poder político e institucional se habían reconfigurado al con-
empresarios particulares comenzaron a armar buques corsarios en los formarse las repúblicas provinciales e integrarse los espacios urbanos y
que los tripulantes tenían derecho al botín. La guerra de corso se libró en rurales a través de los entramados jurídicos sancionados durante la dé-
naves pequeñas que actuaban dando golpes sorpresivos. cada. Este proceso mostraba un desplazamiento del poder desde los tra-
dicionales espacios urbanos coloniales hacia un nuevo espacio político
en el que la campaña comenzaba a cobrar mayor relevancia. Las impli-
cancias de ese desplazamiento podían advertirse en distintas esferas.
En el plano de la economía, la desestructuración de los circuitos
mercantiles coloniales con la pérdida del Alto Perú y la declaración del
libre comercio volcaron, visiblemente en el caso de Buenos Aires y más
tarde en el resto del litoral, el motor del crecimiento económico hacia
la prodúcción ganadera destinada al mercado atlántico. En el plano
de la política, el desplazamiento se expresó en todas las provincias.
Desde el punto de vista institucional, los espacios rurales pasaron a te-
ner un estatus de pleno derecho en la representación política que,
aunque minoritaria respecto de las ciudades en muchos casos -como
10 fue en la misma Buenos Aires durante la década de 1820-, ponía en
~videncia la transformación ocurrida desde el período colonial, cuando
las campañas no eran más que territorios dependientes de la jurisdic-
ción de los cabildos. Desde el punto de vista de las prácticas, si bien la
emergencia de caudillos regionales coexistió con el creciente proceso
de institucionalización política, nadie podría negar que, en el nuevo
papel que jugaron después de 1820, se hacía ostensible un cambio sig-
El general Alvear en Ituzwngó (detalle). E. Boutique, óleo. Biblioteca nificativo en la reconfiguración de las bases de poder. En tales transfor-
Nacional, Buenos Aires. I maciones -catalogadas por algunos historiadores como procesos de
162 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 163

"ruralización"- se expresan nuevas relaciones entre sociedad, econo- Las elecciones se realizaron en un ambiente de creciente tensión; la
mía, política y territorios_ votación dio.el triunfo al Partido Federal, cuyas filas se engrosaron con
De manera que la nueva acefalía del poder central se produjo en un los disidentes del Partido del Orden. La Sala designó a Manuel Dorrego
escenario muy distinto al de 1$20. Buenos Aires ya había comprendido gobernador de la provincia de Buenos Aires, quien frente a la acefalía
muy bien las ventajas de la autonomía. Tan eficiente había sido ese del poder central debió asumir- provisoriamente el manejo qe las rela-
aprendizaje que la aventura nacionalízadora del grupo unitario le hizo ciones exteriores, según lo estipulado en la Ley Fundamental dictada
perder a éste el apoyo de sus principales bases de poder entre la elite en 1825 por el Congreso, de reciente disolución. Esto implicó haéerse
política y económica de la provincia. Las provincias, a su vez, comenza- cargo de finalizar la guerra y firmar la paz con el Brasil. El escenario he-
ron a advertir las dificultades de vivir en el marco de una autonomía redado era por cierto muy complejo. A pesar de haber sido uno de los
absoluta, sin recursos con los cuales sos~enerse; la conformación de li- líderes más proclives al desenlace bélico con Brasil y crítico mordaz de
gas interprovinciales evidenciaba tal debilidad. Cualquier pacto que la gestión rivadaviana desde 1824, Dorrego reconocía que no se podía
implicara organizar constitucionalmente el país debía partir de esta prolongar más tiempo la situación de guerra y menos aún la de un blo-
asimétrica correlación de fuerzas. Buenos Aires, a diferencia de 10 que queo absolutamente ruinoso para el Río de la Plata. La propuesta britá-
sucedía en la década revolucionaria, ya no estaba dispuesta a recon- nica de dar la independencia a la Banda Oriental parecía la salida más
quistar su antiguo papel de capital a cualquier precio. Las elites provin- decorosa y la única opción de lograr la paz. Con este propósito, Do-
ciales se debatieron de allí en más dentro del dilema que implicó recla- rrego envió una misión diplomática que, en agosto de 1828, finalmente
mar el autogobierno de sus asuntos locales sin renunciar a que la firmó un tratado de paz sobre la base de la independencia absoluta de
provincia más poderosa decidiera legar la parte más rica de su territo- la Banda Oriental. Así nacía, pues, la República Oriental del Uruguay.
rio para sostenerlas. La firma del tratado disparó conflictos latentes. A la dificil situación
interprovincial y a la división facciosa entre unitarios y federales, se le
Buenos Aires recupera sus fronteras provinciales sumó el descontento de algunos jefes del ejército que lucharon contra
En pos de restituir las instituciones provinciales suprimidas con la Ley el Imperio del Brasil, quienes no le perdonaban a Dorrego la firma de
de Capitalización, se convocó a elecciones para designar a los diputa- un tratado que consideraban deshonroso. Parte del grupo unitario de
dos bonaerenses que debían conformar la Sala de Representantes y Buenos Aires -desplazado del gobierno provincial luego de las eleccio-
elegir nuevo gobernador. Pero el clima electoral ya no era el que rei- nes- aprovechó este descontento para derrocar al gobernador. Lide-
naba a comienzos de la década. La división entre unitarios y federales rado por el general Juan Lavalle, quien, una vez finalizada la guerra,
cristalizada en el Congreso Constituyente se trasladó a la provincia y acababa de bajar con su división del ejército a la ciudad de Buenos Ai-
exacerbó el espíritu de facción, situación que se expresó en el estilo res, se produjo un movimi~~-nto militar de signo unitario que el1 º de di-
adoptado por la prensa periódica yen la creciente violencia e intole- ciembre de 1828 destituyó a Dorrego de su cargo y disolvió la Sala de
rancia que impregnaron los diferentes momentos del acto electoral. Si Representantes electa pocos meses antes. Dorrego debió huir en busca
bien la prensa ya estaba familiarizada con las polémicas y los fuertes de auxilio hacia la campaña, donde se hallaba Juan Manuel de Rosas,
debates en sus páginas, el tono beligerante expresado luego de 1827 comandante de milicias de la provincia de Buenos Aires.
anunciaba una radicalización de las divisiones -tanto en la elite diri- Rosas había sido designado en aquel cargo por el efimero presidente
gente como entre los publicistas que se convertían en sus voceros- Vicente López y Planes y ratificado por Manuel Dorrego cuando fue un-
muy distintas de aquellas que habían segmentado al cuerpo político gido gobernador. Cabe destacar que, hasta la reunión del Congreso
durante la feliz experiencia rivadaviana. Por otro lado, los mecanismos Constituyente de 1824, y más precisamente hasta el debate de la Ley de
utilizados para difundir las listas de candidatos y hacer propaganda Capitalizacíón, Rosas no había ocupado cargos políticos en el gobierno
electoral, así como los que se pusieron en juego en la conformación de ni había mostrado signos de hostilidad hacia la elite gobernante. El rá-
las mesas, la movilización de los votantes y la realización de los escru- pido ascenso de su carrera política comenzó cuando, desplazado Do-
tinios, exhibieron una beligerancia desconocida hasta ese momento. rrego del poder, asumió el doble papel de defensor del orden en la
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164 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 165

campaña y árbitro de la conflictiva situación creada entre unitarios y fe- quien finalmente fue capturado. Luego de ciertos desacuerdos sobre la
derales, identificándose cada vez más claramente con los segundos. actitud a tomar frente al prisionero, Lavalle decidió ejecutarlo. El fusila-
miento de Dorrego, el 13 de diciembre de 1828, no hizo más que exacer-
bar los conflictos y dar inicio a una guerra civil que mantuvo en vilo a
Buenos Aires durante más de seis meses. Los unitarios tenían controlada
Atuendo utilizado por los soldados federales la ciudad gracias al apoyo que recibieron de algunas divisiones del ejér-
Los signos de división facciosa comenzaron a expresarse en nuevos cito regular, y los federales dominaban la campaña con sus miliciás. Rosas
símbolos identitarios que penetraban en los distintos estratos sociales. La buscó el apoyo de Estanislao López y, luego de algunos enfrentamientos,
forma de vestirse para ir a votar, ocasión en la que el frac y la levita logró derrotar a Lavalle en Puente de Márquez, el 29 de abril de 1829.
presuponían el voto unitario, mientras que la chaqueta el voto federal, o
las consignas que los sufragantes proclamaban a viva voz Pactos y bloques regionales
-identificándose, en cada caso, con alguna de las dos facciones en El 24 de junio se firmó el Pacto de Cañuelas entre los líderes de lós ban-
pugna ("¡Vivan los federales! ¡Mueran los de! frac y la levita!", "¡Viva dos enfrentados: Rosas y Lavalle. Así, se ponía fin a las hostilidades y se
Dorrego, mueran los de casaca! ¡Viva el bajo pueblo!')- evidencian los· asumía el compromiso de convocar a elecciones para formar nueva Sala
cambios prodUCidos en el universo político. de Representantes, que a su vez designaría al gobernador de Buenos Ai-
res. Lo que no se supo públicamente es que Rosas y Lavalle firmaron
una cláusula secreta en la que se comprometieron a asistir a dichas elec-
ciones con una lista unificada de candidatos que debía intercalar miem-
bros moderados del bando unitario y federal respectivamente. A pesar
de los esfuerzos realizados por los firmantes, dicha lista no fue respe-
tada en los comidos. Los diferentes grupos de la elite porteña se resis-
tieron a tal unificación y se lanzaron a conquistar votos el día 26 de ju-
lio de 1828, cuando se realizaron las elecciones. Como era de esperar,
la violencia estuvo a la orden del día y Lavalle anuló las elecciones. Al
borde una vez más de la guerra civil, se arribó a un nuevo pacto en Ba-
rracas, el 24 de agosto, por el cual ~e nombró gobernador provisorio al
general Juan José Viamonte, un federal moderado que debía hacer
cumplir el Pacto de Caij.uelas.
A esa altura, era el comandante general de la campaña el que se ha-
bía convertido en el árbitro de toda esta conflictiva situación. Luego de
debatir con el gobernador provisorio cuáles serían las medidas más
convenientes, la decisión no fue convocar a nuevas elecciones, sino res-
tituir la misma Junta de Representantes derrocada por el motín militar
del 1Q de diciembre de 1828 para que ésta designara gobernador. Así,
Dibujo coloreado de Durant Brager. ..6 exactamente un año después de su disolución, volvió a reunirse la Sala
y nombró casi por unanimidad (treinta y dos votos sobre treinta y tres
Lavalle, por su parte, luego de hacerse nombrar gobernador a través de diputados) al nuevo titular del poder ejecutivo provincial: Juan Manuel
un mecanismo de dudosa legitimidad (convocó a una asamblea popu- de Rosas.
lar que lo designó a "mano alzada"), delegó el mando en el almirante Mientras Buenos Aires parecía de este modo regresar a un clima de
Brown y salió a la campaña en una implacable persecución de Dorrego, orden, la situación en el interior distaba mucho de ser armoniosa. El
166 Historia de la Argentina, 1806~ 1852
La unidad imposible 167

conflicto interprovincial reapareció una vez más y la guerra civil se rea- Confederación sin Constitución
nudó con especial virulencia. Pese a las victorias militares obtenidas por
Facundo Quiroga luego de oponerse abiertamente a los unitarios, en La Liga del Interior
1829 las provincias del interior estaban lejos de conformar un bloque El vertiginoso éxito obtenido por el general Paz con fuerzas militares
homogéneo. Aunque las provincias andinas -La Rioja, Catamarca y tan reducidas sólo se explica por la debilidad del bloque adversario.
Cuyo- continuaban bajo el control del caudillo riojano, no sucedía lo Paz avanzó militarmente sobre Bustos y obtuvo una victoria decisiva
mismo con Salta y Tucumán. La primera seguía en manos de sectores en San Roque, en abril de 1829. Ésto condujo a Bustos a retirars~ a La
unitarios; en la segunda, el gobernador impuesto por Quiroga, Javier Rioja y a buscar refugio en Quiroga, y le proporcionó a Paz una sólida
López, comenzó a distanciarse de él. En Santiago del Estero, Felipe Iba- base de operaciones, además de la adhesión de las provincias de Tu-
rra mantenía una posición relativamente neutral. mientras que en Cór- cumán y Salta.
doba, Bustos no lograba controlar la situación interna, aunque ratificó En junio de 1829, Facundo Quiroga, quien aún dominaba el frente
su alianza con el riojano. andino, avanzó sobre Córdoba Con una fuerza de unos cinco mil h~m­
De hecho, el conflicto abierto ~stalló a partir de la situación cordo- bres. Pese a que el ejército comandado por paz se reducía a la mitad de
besa. Mientras que en Buenos Aires los unitarios liderados por Lavalle efectivos (incluyendo los refuerzos enviados desde Salta y Tucumán), el
habían sido vencidos por las fuerzas federales, el general unitario José general cordobés demostró sus superiores dotes de estratega venciendo
María paz intentó revertir la hegemonía lograda por los federales avan- al caudillo riojano en La Tablada. A comienzos de 1830, Quiroga volvió
zando sobre Córdoba, su provincia natal. En verdad, en 1820, el gene- a invadir Córdoba, pero nuevamente resultó vencido por las fuerzas de
ral Paz, junto con Bustos, había conducido la sublevación de Arequito. paz en la batalla de Oncativo.
Ambos se habían opuesto a enfrentar con su columna del ejército del La principal consecuencia del triunfo del general cordobés fue la
Norte a las fuerzas federales que acechaban Buenos Aires, y habían constitución de un bloque. opositor en todo el interior que, en nombre
acordado instalar en el gobierno cordobés a los jefes de la facción fede- del unitarismo, intentaría erradicar a los federales del conjunto del te-
rallocal que hasta ese momento intentaban aliarse con las fuerzas arti- rritorio. En verdad, ambos bandos eran sumamente heterogéneos: ni
guistas. Pero el acuerdo duró muy poco: Bustos decidió alzarse con el los unitarios liderados por paz tenían fuertes coincidencias respecto de
poder y distanciarse de los federales de su provincia y del general Paz, la futura organización del país bajo un régimen de uriidad, ni menos
quien se identificaba entonces con la fuerza federal local cordobesa. aún acordaban los federales en torno al significado que le daban a este
Más tarde, en la guerra contra el Brasil, paz dirigió una de las columnas ténnino. Tal como demuestra la correspondencia entre Rosas, López y
del ejército; una vez terminado el enfrentamiento, regresó de la Banda Quiroga -principales líderes del federalismo-, eran pocos los puntos en
Oriental, aunque más tardíamente que los dirigentes responsables del común respecto de la futura convocatoria a un Congreso Constituyente
golpe del I "de diciembre de 1828 en Buenos Aires. ya las decisiones que allí,deberían tomarse. De hecho, luego de la diso-
En aquellos años, paz había abandonado su antigua filiación federal, lución del Congreso Constituyente, los términos "unitario" y "federal"
aunque las coincidencias con los unitarios al mando de Lavalle y sus ya no referían tanto a los modelos constitucionales o formas de go-
aliados porteños no eran muchas. Su proyecto era avanzar sobre Cór- bierno en debate COmo a los alineamientos políticos más contingentes,
doba y derrocar a su tradicional rival, el gobernador Bustos. Sin em- que no escondían disputas facciosas o personales. En el marco de ese
bargo, al no encontrar en Buenos Aires el apoyo que esperaba para di- soterrado desplazamiento, los bandos enfrentados en la guerra civil de
cho avance -ya que las fuerzas de Lavalle estaban jaqueadas por los esos años se identificaron respectivamente con unitarios y federales.
federales al mando de Rosas-, el general cordobés conformó un pe- Frente a este nuevo mapa político, al general paz no le quedaban ma-
queño ejército -constituido básicamente por ex combatientes de la gue- yores alternativas que buscar apoyo en las provincias del interior para
rra contra el Brasil- y en abr~l de 1829 avanzó por el sur de Santa Fe neutralizar el avance de las fuerzas federales y consolidar así su autori-
hasta penetrar en su provincia natal. dad en Córdoba. Se lanzó entonces a trascender la esfera provincial, va-
liéndose de las alianzas previas. El general Lamadrid -quien~ como ya
168 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 169

se mencionó, había participado en años anteriores en los conflictos del de Quiroga. Habiéndole dichQ que de qué provenía ese miedo, siendo
interior a favor del grupo unitario del Congreso- se apoderó de San así que los cordobeses tenían dos brazos y un corazón como los
Juan y La Rioja, mientras otras divisiones ocuparon Mendoza, San Luis, riOjanos, balbuceó algunas expresiones, cuya explicación queda
Catamarca y Santiago del Estero. El poderío de Quiroga parecía des- absolutamente saber. Me contestó que habían hecho concebir a los
truido frente al avance de Paz. paisanos que'Ouiroga traía entre sus tropas 'cuatrocientos capiangos',
lo que no podía menos que hacer temblar a aquéllos. Nuevo asombro
por mi parte; nuevo embarazo por la suya; otra vez exigencia por la
mía; y fínalmente, la explicación que le pedía. Los 'capiangos' según él,
Facundo Quiroga en las memorias del general Paz o según lo entendían los milicianos, eran unos hombres que tenían la
6n sus Memorias Póstumas, el general paz dejó testimonio de las sobrehumana facultad de convertirse, cuando lo querían, en
"creencias populares" que circulaban en torno a la persona de Facundo ferocísimos tigres, 'y ya ve usted -añadía el candoroso comandante-
Ouiroga: que cuatrocientas fieras lanzadas de noche a un campamento
"En las creencias populares con respecto a Ouiroga, hallé también un acabarán con él irremediablemente'. Tan solemne y grosero desatino no
enemigo fuerte a quien combatir; cuando digo populares, hablo de la tenía más contestación que el desprecio o el ridículo; ambas cosas
campaña, donde esas creencias habían echado raíces en algunas partes empleé, pero Isleño conservó su impasibilidad, sin que pudiese
y no sólo afectaban a la última clase de la sociedad. Ouiroga era tenido conjeturar si él participaba de la creencia de sus soldados, o si sólo
por un hombre inspirado; tenía espíritus familiares que penetraban en manifestaba dar algún valor a la especie para disimular la participación
todas partes y obedecían a sus mandatos; tenía un célebre 'caballo que pudo haber tenido en su deserción; todo pudo ser".
moro' {así llaman al caballo de un color gris} que, a semejanza de la
cierva de Sartorio, le revelaba las cosas más ocultas y le daba los más José María Paz, Memorias póstumas (1855), Buenos Aires, Emecé,
saludables consejos; tenía escuadrones de hombres que, cuando los 2000.1'
ordenaba, se convertían en fieras, y otros mi! absurdos de ese género.
Citaré algunos hechos ligeramente, que prueban lo que he indicado. A mediados de 1830, los unitarios victoriosos buscaron institucionalizar
Conversando un día con un paisano de la campaña, y queriendo el éxito obtenido a través de la formación de una liga de provincias que,
disuadirlo de su error, me dijo: 'Señor, piense usted lo que quiera, pero la además de comprometerse a convocar a un congreso nacional para dic-
experiencia de años nos enseña que el señor Ouiroga es invencible en la tar una constitución, le entregó al gobernador de Córdoba el supremo
guerra, en el juego (y, bajando la voz, añadió), en el amor. Así es que no poder militar con plenas facultades para dirigir el esfuerzo bélico y le
hay ejemplo de batalla que no haya ganado; partida de juego que haya retiró a Buenos Aires la' representación de las relaciones exteriores.
perdido; (y, volviendo a bajar la voz) ni mujer que haya solicitado, a quien Quedaban naturalmente excluidas de esta liga Buenos Aires y las pro-
no haya vencido'. Como era consiguiente, me eché a reír con muy vincias del litoral: el país se dividía así en dos bloques antagónicos, que
buenas ganas; pero el paisano ni perdió su serenidad, ni cedió un punto mostraban puntos de debilidad interna.
de su creencia. La Liga del Interior estaba montada sobre un fuerte control militar
Cuando me preparaba para esperar a Quiroga, antes de La Tablada, en cada una de las provincias ganadas a la anterior influencia del caudi-
ordené al comandante don Camilo Isleño, de quien ya he hecho llo riojano, refugiado ahora en Buenos Aires. Esto indicaba la existen-
mención, que trajese un escuadrón a reunirse al ejército, que se hallaba cia de diversos grupos que se oponían a la ocupación. por lo que no les
a la sazón en el Ojo de Agua, porque por esa parte amagaba el resultaba fácil obtener los recursos necesarios para mantener a las tro-
enemigo, A muy corta distancia, y la noche antes de incorporárseme, pas en el terreno: si los ocupantes no gozaban del consenso necesario
se desertaron ciento veinte hombres de él, quedando solamente treinta, de parte de la población, en particular de las elites locales poseedoras
con que se incorporó al otro día. Cuando le pregunté la causa de un de los recursos requeridos, difícilmente podrían consolidar su poder en
proceder tan extraño, lo atribuyó a miedo de los milicianos a las tropas el interior.

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170 Historia de la Argentina, 1806-1852 La unidad imposible 171

Por otro lado, si el dominio federal parecía más sólido en e1litoral, lo dejaría aislado del resto de las provincias. Era preferible, entonces,
no lo era la unión que existía entre sus provincias. En Entre Ríos, la si- ceder en algunos puntos para avanzar en otros.
tuación era de absoluta inestabilidad, dadas las disputas regionales sus-
citadas entre distintos caudillos y grupos de la elite provincial. Santa Fe El Pacto Federal
y Corrientes, aunque más consolidadas internamente, bregaban por El 4 de enero de 1831 se firmó el Pacto Federal. Su misma denomina-
reunir un congreso constituyente que dictara una carta orgánica consa- ción pone de manifiesto, una vez más, el uso indistinto que se hacía de
grando el principio de organización federal. Finalmente, Rosas, a .trav~s los v~ca~los. federal y confedera!. En su artículo lOse estableció que las
de maniobras dilatorias y argumentos que apelaban a la convemenCIa pro~~Ias SIgnatarias expresaban voluntad de paz, amistad y unión, re-
de esperar el "momento oportuno", se negaba de manera categórica a c~~oC1endose recíprocamente libertad e independencia, representa-
reunir dicho congreso. clOn,Y derechos. En el artículo 16, se incluyó una vaga y ambigua refe-
En ese contexto, y como inmediata respuesta al pacto que unió a las ren~l~ respec~o a l.a futura reunión de un congreso -vaguedad ~que
provincias del interior, Buenos Aires retomó la iniciati~ c~n el ob~etivo exlnbIa las reticenCIas de Buenos Aires a concretar la iniciativa-, el cual
de formar una alianza ofensiva y defensiva de las provmc!as del htoral debería adoptar el principio federal. Asimismo, se estipulaba que la
para enfrentar el poderlo del general Paz. Convocó a~í al ~obern~ado.r ~amblea Constituyente debía consultar "la seguridad y engrandeci-
de Santa Fe y a un representante de Corrientes para dISCUtIr los ternu- mIento general de la República, su crédito interior y exterior, y la sobe-
nos de un futuro tratado. En esa discusión quedó de manifiesto la disi- ranía, libertad e independencia de cada una de las provincias". Esta
dencia entre Pedro Ferré, representante de Corrientes, y Juan Manuel convocatoria, así como la facultad de declarar la guerra y celebrar la
de Rosas con respecto a la futura organización del país. Estaba en juego paz y de disponer medidas militares quedaban en manos de una Comi-
la opción de dictar una constitución y sus consecuencias económicas. sión Representativa de los Gobiernos de las Provincias Litorales (con re-
Luego de varias gestiones, en mayo de 1830 se firmó un ~rimer ?,a- sidencia en Santa Fe), integrada por un diputado de cada una de las
tado entre Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, del que quedo exclUIdo provincias signatarias. El Pacto fue firmado por Buenos Aires, Santa Fe
Entre Ríos, dada la convulsión interna que sufría en ese momento por y Entre Ríos; Corrientes se negó en principio a ser incluida~ por no con-
el alzamiento de López Jordán. Al resolverse la situación entrerriana, se tener el tratado definiciones más contundentes respecto del futuro con-
consideró necesario firmar un nuevo tratado, por lo que los delegados greso. De inmediato, se iniciaron las operaciones militares para vencer
de las cuatro provincias se reunieron en Santa Fe. Comenzaban así las a la Liga del Interior.
tratativas de lo que daría como resultado la firma del Pacto Federal. Allí Estanislao López asumió el mando supremo de las fuerzas federales y
quedaron al desnudo las disidencias entre Corrientes y Bue~os Ai:es. El Rosas comandó la reserva desde San Nicolás. Mientras López rehuía el
delegado correntino, Pedro Ferré, pretendía acelerar lo mas posIble la a
enfrentamiento con paz la espera de los resultados de la ofensiva ini-
organización nacional para lograr con ella una redistribución de los re- ci.ada por Facundo Quiroga en el sur de- Córdoba, el caudillo riojano
cursos aduaneros, garantizar la libre navegación de los ríos Uruguay y hIZO una campaña relámpago y recuperó en pocos días parte del te-
Paraná y establecer cierto proteccionismo económico que evitara la rreno perdido: en marzo tomó Río Cuarto, ganó a su paso la adhesión
ruina de las economías regionales. Santa Fe y Entre Ríos se sentían na- d~ San Luis y conquistó Mendoza. Hacia fines de ese mes~ Quiroga do-
turalmente atraídas por tales planteos, aunque preferían no asumir una mmaba Cuyo: quedaba expedito el camino hacia La Rioja y Córdoba.
postura extrema en pos de mantener una alianza que les ~resultaba be- ~n .ese momento, la suerte le jugó al general paz una mala pasada: de-
neficiosa. Buenos Aires no aceptaba los planteos de Ferre porque con CldIdo a atacar a López, fue tomado prisionero. En campos del Río
ellos veía cuestionados los principios sobre los cuales se montó su cre- Tala, Paz se acercó a un pequeño bosque, convencido de que estaba
ciente poderío económico: el librecambio, su dominio sobre el comer- ocupado por sus propias tropas. Enorme fue la sorpresa cuando descu-
cio exterior y su monopolio aduanero. En medio de este forcejeo, Ro- brió que se trataba de fuerzas enemigas, que no dudaron en tomarlo
sas evaluó el peligro que significaba retirarse de la alianza e inducir así prisionero. Allí comenzó la rápida caída de la Liga del Interior. CorIÍa
a las províncias del litoral a firmar la paz con la Liga del Interior, lo cual el mes de mayo y, a pesar del golpe de gracia que significó atrapar al ge-
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172 Historia de la Argentina, 1806~ 1852 La unidad imposible 173

neral Paz, era necesario un ataque frontal a sus tropas para evitar una de la difusión del Romanticismo comenzaría a imponerse este prinCipio,
guerra de desgaste demasiado larga. Lamadrid, quien había reempla- cuya general difusión constituirá el supuesto universal de existencia de las
zado a Paz en la dirección del ejército, fue vencido por Quiroga en la naciones contemporáneas hasta la actualidad. Según su periodización, el
Ciudadela de Tucumán en noviembre de 1831. uso del término "nación" en tiempos de la Independencia y en los años
El desmoronamiento de la Liga del Interior dejó a buena parte del que corren hasta el Pacto Federa! de 1831 responde a una noción que
territorio bajo el control de los tres principales líderes federales: Rosas. presuPo~ía negociar los términos contractuales de una asociación pOlítíca
Quiroga y López. En consonancia con las disidencias internas. durante entre entidades soberanas, con dimensión de ciudad o de provincia. A tal
los años siguientes se disputaron entre los tres la hegemonía regional. efecto, Chiaramonte sostiene que es en esa clave que hay que entender
Quiroga volvía a dominar el frente andino y acrecentaba su tradicional la. conformación de la llamada "cuestión nacional" durante ese período, y
inquina contra el gobernador santafecino; López introducía su cuña en afIrma: "Los que debatían al respecto participaban de un universo cultural
Córdoba, apoyando al nuevo gobernador Reinafé (ya que Bustos había hispanoamericano, con fuerte conciencia de ello, pero pertenecían a t
muerto en su destierro santafecino) y colocaba-en Enn-e Ríos a su acó- sociedades con vida política independiente expresadas en estados que,
lito, Pascual Echagüe; Rosas buscaba consolidar internamente su poder aunque llamados provincias, y con diverso grado de éxito para encontrar
en Buenos Aires, mientras desarrollaba estrategias de alianza en pos de institucionalmente su pretensión estatal, eran también independientes y
convertirse en el supremo árbitro de la futura confederación. soberanas. Y es esta circunstancia, la de la existencia en la primera mitad
del siglo de diversos pretendientes a la calidad de estados libres
autónomos y soberanos que negociaban la Constitución de una 'naCión
rioplatense -una nación en el sentido de darse un mismo conjunto de
Temas en debate leyes y un gobierno común-, !O que la tradición historiográfica elaborada a
Las discusiones entre los principales representantes de las provincias p~rtir de la segunda mitad del siglo olvidará, obsesionada por dibujar los
litorales en ocasión de la firma de! Pacto Federa! han sido analizadas ongenes de la nación en términos de lo que, a partir del Romanticismo, se
desde las nuevas perspectivas historiográficas que cuestionan la entendería por tal: la inserción políticamente organizada en la arena
preexistencia de la nación en la coyuntura revolucionaria y el fenómeno internacional de una nacionalidad preexistente".
del caudillismo como explicación unívoca del proceso de fragmentación Estos postulados renovaron notablemente las vIejas perspectivas
territorial producido a partir de 1820. Se destaca. en este sentido, la heredadas del siglo XIX a la vez que despertaron nuevas discusiones
interpretación ofrecida por José Carlos Chiaramonte acerca de los entre los historiadores. Tales debates giran en torno a si la aceptación de
debates que enfrentaron a Corrientes y Buenos Aires hacia 1831. Allí, !a inexistencia de una nacionalidad argentina antes de la formación del
además de anudarse las pOlémicas en torno a la politica económica y la estado nacional puede' negar la existencia de otras identidades colectivas
posibilidad de constituir una unidad nacional, el autor advierte los cambios que abarquen al conjunto del territorio rioplatense desde el momento
producidos en esa coyuntura. Refiriéndose a la firma del Pacto Federal, mismo de la revolución. Un debate aún abierto que presenta distintas
señala: "Este episodiO muestra que mientras la que había sido la cuna y miradas sobre el problema: mientras algunas interpretaciones enfatizan
más firme sostén de las tendencias centralistas, Buenos Aires. se los aspectos jurídico-políticos o económicos del proceso histórico, otras
refugiaba como ya vimos en el autonomismo, Corrientes, la más tenaz ponen de re~eve sus dimensiones socioculturales.
defensora de su autonomía estatal, había pasadO a convertirse en paladín
de la inmediata organización nacional". Desde esta perspectiva, este viraje Los textos citados corresponden a José Carlos Chiaramonte, Ciudades
en las posiciones no significa, sin embargo, que las demandas de provincias, estados: odgenes de la Nación Argentina, BIblioteca del '
organización nacional por parte de algunas provincias respondieran al Pensamiento Argentino 1, Buenos Aires, Ariel, 1997. 4iT
moderno "principio de las nacionalidades", entendido como el sentimiento
de pertenencia a una comunidad que comparte una misma lengua, Una vez culmina.das las acciones militares) Corrientes advirtió el riesgo
religión, valores y costumbres comunes. El autor sostiene que sólo a partir de quedar exclUIda del Pacto Federal y decidió suscribirlo, un camino
174 Historia de la Argentina, 1806-1852

que más tarde fue imitado por el resto de las provincias. El Pacto se 7. la Buenos Aires federal
convirtió entonces en un nuevo escenario de disputa: esta vez, entre los
líderes federales vencedores. El motivo de debate fue la Comisión Re-
presentativa y las facultades que se le confenan. Rosas se opuso a la con-
tinuidad de la Comisión, ya que no sólo comperla con sus atribuciones
de delegado de las relaciones exteriores, sino que además le quitaba el
control del futuro congreso. Dado que se hallaba reunida en Santa Fe, la
Comisión le daba a López un poder potencial del que Rosas recelaba. La
correspondencia de quien era gobernador de Buenos Aires en esos mo-
mentos revela su hostilidad ante la posibilidad de reunión de un con- En 1829, la Sala de Representantes designó gobernador de la
greso constituyente y las estrategias por él utilizadas con el objeto de di- provincia de Buenos Aires a Juan Manuel de Rosas. Su ges,tión
latar lo más posible su convocatoria. Para ello apelaba al argumento de estuvo marcada por algunos cambios sustanciales, entre los
que las provincias no estaban preparadas para constituirse, afirmaba que que se destacan la delegación de facultades extraordinarias al
era conveniente que se manejaran a través de pactos y tratados parciales poder ejecutivo y la desaparición del Partido Unitario del esce-
recíprocos y enfatizaba la necesidad de lograr una pacificación defini- nario polítiCO provincial. Sin embargo, a partir de 1830, el triun~
tiva Estas premisas mostraban el fuerte interés de Rosas y su séquito más tante Partido Federal porteño comenzó a fracturarse. Este pro-
cercano por seguir monopolizando los recursos porteños en exclusivi- ceso se acentuó cuando Rosas, terminado su mandato, recha-
dad. La puja culminó cuando Rosas decidió retirar el diputado por Bue- zó la reelección y emprendió la Campaña al Desierto, con el fin
nos Aires de la conflictiva Comisión Representativa y no volver a reem- de avanzar sobre la frontera indígena y consolidarla. Entre 1833
plazarlo. La Comisión se disolvió a mediados de 1832. y 1835. los conflictos dentro del Partido Federal bonaerense
A partir de ese momento, la convocatoria a un congreso constitu- alcanzaron una virulencia desconocida, a la vez que se reaviva-
yente quedó bloqueada indefinidamente debido a la tenaz oposición ron los enfrentamientos entre algunas provincias. En 1835, el
de Buenos Aires. Las provincias se rigieron por una laxa organización caudillo riojano Facundo Quiroga, enviado desde Buenos Aires
confederal en la que cada una mantenía, supuestamente, su indepen- como mediador, fue asesinado en una emboscada.
dencia y soberanía, delegando en Buenos Aires la representación de las
relaciones exteriores. No obstante, como se verá luego, se trató de una
confederación bastante peculiar que traducía la asimétrica correlación El ascenso de Juan Manuel de Rosas
de fuerzas entre Buenos Aires y el resto de las provincias, así como los
dilemas que de esa asimetría derivaban. De hecho, al dejar de existir la El Restaurador de las Leyes
comisión representativa, dotaba a una de las provincias firmantes de un En el marco del conflictivo contexto interprovincial ya des-
poder mucho mayor que las otras. Pero no sólo eso. La peculiaridad de cripto, entre 1829 y 1832 se desarrolló el primer gobierno de Rosas en
esa confederación fue que la proclamada soberanía e independencia la provincia de Buenos Aires. Su designación a la Primera Magistratura
de cada una de las partes se vio reiteradamente limitada no sólo por el provincial estuvo acompañada de nuevos rituales públicos tendientes a
manejo que oportunamente Rosas hizo de las relaciones exteriores, exaltar, por un lado, el papel del comandante de campaña en la pacifi-
sino también por la intervención que interpuso en ellas a través de muy cación de la provincia, luego de la guerra interna desatada con el golpe
Q
diversos mecanismos. El Pacto Federal, suscrito entonces como una dell de diciembre de 1828, y a mostrar, por el otro, la hegemonía del
alianza provisoria, se convirtió por la fuerza de los acontecimientos en partido gobernante. Rosas fue presentado ante la opinión pública co-
uno de los únicos fundamentos institucionales que reguló las relaciones mo el defensor de las instituciones ultrajadas por el motín unitario y
interprovinciales hasta la sanción de la Constitución Nacional en 1853. como el único capaz de controlar la conflictiva situación generada en la
provincia luego de la muerte de Dorrego. A tal efecto, la Legislatura
176 Historia de !a Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 177

aprobó un proyecto en el que honraba la actuación de Rosas durante Partido del Orden. De manera que todo el esfuerzo del gobierno para
ese período, lo ascendía a brigadier general y le confería el título de controlar ]a oposición tenía lugar en un contexto en el que el Partido
Restaurador de las Leyes. Con ello se buscaba destacar la ruptura pro- Unitario se hallaba absolutamente desarticulado en Buenos Aires. A
vocada por los unitarios al suprimir las instituciones provinciales funda- pesar de los triunfos de la Liga Unitaria del Interior, los principales lí-
das en 1821 y el papel de Rosas, que vendría a restablecerlas según las deres porteños de esa tendencia se hallaban fuera de las fronteras de
leyes fundamentales dictadas durante la década de 1820. la provincia.
En ese clima, los unitarios fueron demonizados y responsabilizados
por todos los males de la provincia. En mayo de 1830, en plena guerra
contra la Liga del Interior, el gobierno de Rosas dictó un decreto que
establecía "que todo el que sea considerado autor o cómplice del su- Los funerales de Dorrego
ceso del día l' de diciembre de 1828, o de alguno de los grandes aten- El coronel Manuel Dorrego había sido fusilado por orden del general,
tados cometidos contra las leyes por el gobierno intruso que se erigió Lavalle en la localidad de Navarro. En diciembre de 1829, sus restos
en esta ciudad en aquel mismo día... será castigado como reo de rebe- fueron exhumados por orden del nuevo gobierno a cargo de Juan
lión, del mismo modo que todo el que de palabra o por escrito o de Manuel de Rosas y trasladados, en una solemne ceremonia, a la ciudad
cualquier otra manera se manifieste adicto al expresado motín". Así, se de Buenos Aires. El funeral duró varios días, ya que el cortejo fúnebre
desconocían las cláusulas de paz firmadas entre Laval1e y Rosas en 1829, recamó diversas iglesias, especialmente preparadas para el evento,
en las que ambos se habían comprometido a respetar una amplia am- donde se celebraron oficios religiosos en honor al ex gobernador federal.
nistía, y se cercenaba la libertad de prensa y expresión. De hecho, du- En la misa llevada a cabo en la Catedral, la urna funeraria fue depositada
rante la gestión de Dorrego, ya se había limitado la libertad de prensa en un catafalco de más de 13 metros de altura, decorado por esculturas
establecida por ley en 1821, tendencia que fue acrecentándose durante dolientes, piras y lámparas ardientes, y enmarcado por colgaduras
el primer gobierno de Rosas. El control que el partido gobernante bus- negras. Dicho catafalco había sido diseñado por el arquitecto italiano
caba sobre cualquier conato de oposición a través de leyes y decretos se Cario Zueehi, llegado a las costas del Río de la Plata a mediados de
complementó con otros gestos que intentaban demostrar la hegemonía 1826 y contratado por el gobierno de Dorrego en 1828 para
del Partido FederaL El más representativo fue el uso de la "divisa desempeñarse como inspector del Departamento de Ingenieros. Pero su
punzó", símbolo de adhesión al federalismo, que consístía en una cinta obra más significativa fue la que desarrolló en los años siguientes como
colorada y ancha de pocos centímetros de largo. que los hombres lleva- escenógrafo urbano, dedicado especialmente a realizar las decoraciones
ban en el pecho o en el sombrero y las mujeres, por lo general, en el ca- efímeras para diversos aconteci~ientos públicos, como las fiestas
bello. Poco después de asumir la gobernación, Rosas dictó un decreto patrias. Entre ellas figura el citado catafalco, destinado a realzar el
por el cual se obligó a todos los empleados públicos de la provincia a acontecimiento pÚblico más imponente de la época. Los funerales de
utilizarla. Con el correr de los años llegó a ser una imposición para Dorrego, que finalizaron con la sepultura de sus restos en el cementerio
todo ciudadano que no quisiera ser tildado de opositor al gobierno ... del Norte (actual Cementerio de la Recoleta), lograron un gran impacto
y sufrir las consecuencias. entre la población. Rosas supo aprovechar la popularidad del líder federal
Cabe aclarar que, a esa altura de los acontecimientos, el Partido Uni- fusilado para inscribir en ella su nueva gestión . ..IJíT
tario de Buenos Aires parecía definitivamente vencido. El fracaso de su
política en el Congreso Constituyente y la derrota sufrida por el movi- Sin embargo, la aparente hegemonía federal en Buenos Aires no conse-
miento de Lavalle habían dejado el camino libre al Partido Federal. guía ocultar los conflictos y disidencias en su seno. Las diferencias entre
Muchos unitarios habían partido a un exilio en el que la nueva Repú~ el grupo federal más antiguo. que había liderado Dorrego, y sus nuevos
blica Oriental del Uruguay ofició de principal receptora, otros se lla- integrantes se manifestaron apenas asumió Rosas. Muchos de los últi-
maron a silencio y no pocos pasaron a engrosar el Partido Federal por- mos provenían de. los sectores económicos dominantes de la provincia,
teño, luego de las divisiones producidas dentro del ya desaparecido que se habían alíneado en este bloque después de la fallida federaliza-
178 Historia de la Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 179

ción de Buenos Aires. A pesar de los grandiosos funerales que el nuevo vez lograda la pacificación, estas facultades no fueron renovadas por la
gobernador le brindó a Dorrego al hacerse cargo de la Primera Magis- Legislatura, ni tampoco solicitadas por ninguno de sus miembros.
tratura, la disputa entre ambos grupos se expresó muy rápidamente. El En 1829, apenas Rosas fue designado gobernador, el diputado An-
principal escenario del conflicto fue la Sala de Representantes; la ~ca­ chorena presentó un proyecto de ley en el que solicitó el otorgamiento
sión, el debate en torno al otorgamiento de las facultades extraordma- de facultades extraordinarias al poder ejecutivo, argumentando supues-
rias al gobernador. tos peligros desde el contexto externo de la provincia. Los éxitos del ge-
neral paz en el interior eran presentados como una fuerte amenaza al
orden interno provincial, lo que volvía necesario afianzar las atribucio-
nes del gobernador por un tiempo limitado. Anchorena se encargó de
justificar el proyecto apelando a diferentes ejemplos históricos en los
que los gobernantes habrian actuado de manera similar (la república
romana era uno de ellos) ya la exaltación de la figura de Rosas, único
capaz -según se desprendía de esta argumentación- de controlar la
conflictiva situación. El primo del gobernador le recordaba a la Sala los
distintos momentos en que Rosas había "salvado" a la provincia del caos
y la anarquía -destacando su participación, y la de sus milicias de cam-
paña,junto a Martín Rodríguez en la resolución de la crisis del año 20-;
buscaba con ello doblegar una opinión que no era unánime.
Una vez concluida la presentación del proyecto, algunos miembros
de la Sala cuestionaron la propuesta. El diputado Aguirre señaló la con-
tradicción de otorgar a Rosas el título de Restaurador de las Leyes para
luego violar las normas en nombre de la amenaza externa a la provin-
cia; el diputado García Valdez destacó el peligro que representaba para
Catafalco diseñado por Garlo Zucchi en la Catedral metropolitana para las garantías individuales ampliar las facultades del gobernador; el di-
los funerales de Dorrego. En el pedestal, ubicado en el crucero central de putado Escola cuestionó el principal argumento de Anchorena, al sos-
la Catedral metropolitana para los funerales de 00rre90, se leía la tener que la amenaza a la provincia no era ni tan grave ni tan inmi-
siguiente inscripción: "Descansa mientras que la República Argentina nente. Tales personajes no pertenecían al derrotado Partido Unitario,
preconiza tus servicios". sino al triunfante federalismo porteño. De hecho, Rosas y su séquito
más cercano debieron enfrentarse desde el momento mismo de la
Las facultades extraordinarias asunción con un Partido Federal fragmentado, reticente a acatar en si-
El otorgamiento de facultades extraordinarías a miembros de los po- lencio los deseos del gobernador. No obstante, luego de dos días de de-
deres ejecutivos que se sucedieron en el Río de la Plata despué~ de la bate, la Sala de Representantes aprobó el proyecto de facultades ex-
revolución no era una novedad: ya había sido ensayado en dIversas traordinarias tal como había sido presentado: se revestía al gobernador
oportunidades, aunque siempre por tiempo limitado, con carácter de de tales poderes por el término de un año, exigiéndosele una rendición
excepción y en circunstancias que supuestamente justificaban su conce- de cuentas ante la Legislatura una vez concluido dicho período. Sin em-
sión. Por ejemplo, en 1813, la Asamblea Constituyente dotó de tales fa- bargo, el día de la votación, no todos estuvieron presentes en la Sala:
cultades al Triunvirato, frente a la amenaza de la guerra contra los rea- doce diputados quisieron demostrar con su ausencia la disidencia al
listas; y en 1820, en medio de la crisis que azotaba a Buenos Aires, la proyecto, iniciándose con este hecho una tensa relación entre el poder
Sala de Representantes otorgó facultades extraordinarias al gobernador ejecutivo y algunos miembros federales de la Legislatura.
Martín Rodríguez hasta tanto cesara la amenaza externa e interna. Una
-~-~

180 Historia de la Argentina, 1806~ 1852 La Buenos Aires federal 181

gobierno de Buenos Aires se hallaba revestido de facultades


extraordinarias, y los de las demás provincias litorales, sí no 10 estaban
libertades versus despotismo ya, 10 estarían acaso pronto, y sancionar en estas circunstancias el
En una primera etapa, el debate sobre las facultades extraordinarias artículo en discusión sería ampliar de tal modo la autoridad ejecutiva que
presentó una antinomia fundamental: sus defensores la planteaban en por nada que hubiese que temer de ella, no por esto dejarían de quedar
términos de libertad individual versus orden público, mientras que sus en un mal punto de vista los que hubiesen formado un poder tan
detractores la definían como la oposición entre libertad individual bajo el ilimitado bajo todos respectos, como el que era librado a la ciencia y
imperio de la ley versus dictadura. A partir de 1831, el debate se conciencia de! gobierno, pues que los abusos que pudiesen cometerse
desplazó hacia la discusión sobre la división de poderes, en particular serían tanto más terribles y funestos, cuanto que eran -legalizados".
hacia la relación entre la Sala de Representantes y el poder ejecutivo
ejercida por el gobernador. Cabe recordar que, desde 1821 y hasta nado de sesiones de la Sala de Representantes de Buenos Aires, tomo
1829, la Legislatura había ocupado el espacio centra! del engranaje 12, sesión del 26 de enero de 1831 .....
político provincia!; en ese contexto, el otorgamiento de facultades
extraordinarias al gobernador y la posterior ampliación de sus La situación se tornó más tensa en 1830, cuando la Sala, que contaba
atribuciones rompían con lo que ya era considerado una conquista del aún con una mayoria favorable al gobernador, aprobó la ampliación de
régimen republicano fundado diez años antes. El poder legislativo veía las facultades extraordinarias por tiempo indeterminado. Así, se le
disminuir considerablemente su protagonismo en la escena política otorgaba a Rosas la posibilidad de actuar según "le dictaran su ciencia _
provincial al resignar el poder de iniciativa e incluso la capacidad de fijar y conciencia", tomando las medidas que creyera más conducentes a la
la duración de las facultades que, supuestamente, se habían otorgado pacificación de la provincia hasta tanto cesara el estado de amenaza ex-
con carácter de excepción. Cuando, luego de los debates, la condición terna. A fines de 1831, volvió a discutirse el mismo asunto, dado que el
de excepción se asumió por "tiempo indeterminado", los diputados general paz ya había sido derrotado: desaparecía así el principal argu~
comenzaron a redefinir sus argumentos colocando como eje de la mento de los leales a Rosas para renovar las facultades extraordinarias.
deliberación la división de poderes. No obstante, ni Rosas ni su séquito más cercano parecían dispuestos a
En ocasión de la firma del Pacto Federal, el conflicto entre el gobernador abandonarlas y, menos aún, a seguir gobernando sin ellas. Argumen~
y algunos diputadOS de la Sala -que pretendían modificar la redacción de tando peligros inminentes, el gobierno evaluó -la oposición en la Sala a
ciertos artículos- se hizo más abierto. La indignación de Rosas provenía la renovación de tales facultades como una muestra de deslealtad a la
no sólo del intento de modificar un acuerdo que consideraba de su persona de Rosas. En ese contexto, la Sala fue cambiando su composi-
propia factura, sino además del tipo de cuestionamiento formulado. Los ción, ya que los diputadOS se renovaban por mitades en elecciones
diputados buscaron corregir los artículos que hacían sospechar el anuales, según estipulaba la ley electoral de 1821. Las filas de los fede-
ejerciciO de un poder discrecional en manos del Ejecutivo. En este rales opositores a las facultades extraordinarias se fue engrosando, y Ro-
sentido, fue especialmente discutido el artículo 7 del tratado, que sas, advertido de que la opinión de la Legislatura le era desfavorable,
prometía "no dar asilo a ningún criminal que se acoja a una de ellas (de decidió devolver tales facultades a la Sala en mayo de 1832. Argumentó
las provincias firmantes) huyendo de las otras dos por delito, cualquiera entonces que este gesto respondía a la "divergencia de opiniones" y no
que sea, y ponerlo a disposición del gobierno respectivo que lo reclame al cese del estado de amenaza. Así, el gobernador puso en escena un ri-
como tal". En este punto, se opusieron no sólo quienes ya 10 habían tual que repetiría a lo largo de sus diversos gobiernos: negándose a asu-
hecho al otorgamiento y ampliación de las facult~des extraordinarias, sino mir dichos poderes no pretendía más que el pedido explícito por parte
también algunos de los que hasta muy poco tiempo atrás habían sido de la Sala. De becho, un grupo de diputados fieles a los designios de
sus más férreos defensores. El caso más paradigmático fue el de! Rosas propuso la renovación de las facultades extraordinarias, pero en
diputado Sáenz de Cavia, quien, en la sesión celebrada el 26 de enero esta ocasión la estrategia fue poco exitosa. La votación le dio una abru-
de 1831 en la Sala de Representantes, afirmaba, alarmado, "que el madora mayoria a los federales opositores.
182 Historia de la Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 183

Un nuevo modo de hacer política supuestamente prescindente respecto de la lucha facciosa para extre-
En diciembre de 1832, la Sala reeligió a Rosas en el cargo de goberna- mar el faccionalismo. De este modo, obligó a los unitarios a retirarse
dor, aunque sin acordarle las facultades extraordinarias; éste no aceptó del espacio político y a los federales a disciplinarse tras las condiciones
un nuevo mandato. Los federales opuestos a las facultades extraordina- impuestas por su liderazgo. Pero los problemas surgieron dentro del
rias no cuestionaban el prestigio del gobernador ni su capacidad de li- mismo grupo que lo había encumbrado. Si bien Rosas procuró contro-
derazgo (de hecho, todos aceptaban su candidatura a la reelección), lar al máximo las elecciones y las manifestaciones públicas en todos sus
pero no estaban dispuestos a admitir su ilimitada vocación de poder. De escenarios, no tuvo demasiado éxito puesto que no logró imponer las
manera que, luego de insistir varias veces en el ofrecimiento, la Legis- listas con sus propios candidatos. La dificultad residía en disciplinar a la
latura decidió elegir como nuevo gobernador a Juan Ramón Balcarce, elite dirigente, habituada a disputar los espacios de poder, y renuente
un general que acababa de participar en la guerra contra Paz. a aceptar un liderazgo unipersonal.
En esa coyuntura parecía quedar claro que el liderazgo de Rosas no El! nombre de la restauración de las leyes, Rosas supo aprovechar el
podía ser fácilmente sustituido si se pretendía mantener cierta unidad legado institucional de la época de Rivadavia para poner en funciona-
dentro del Partido Federal. A la vez, era evidente que Rosas intentaba miento un sistema de dominación política que, lejos de sus propósitos
construir dicho liderazgo sobre bases muy diferentes de las que habían originales, lo ubicaba a él como principal-y pretendidamente único-
dominado la lógica de hacer política en los años 20. Colocado por en- depositario -del poder. En la denominación de "Restaurador" con que
cima de las facciones -en pugna y utilizando su prestigio como defensor se presentaba a sí mismo en los papeles públicos se conjugaban nume-
de la seguridad de la 'campaña, había arribado a la posición pública más rosos significados: por un lado aludía a las leyes promulgadas desde la
encumbrada sin contar con un historial que lo colocara dentro de la revolución, que los unitarios habían violado en 1828; por otro, hacía re-
elite que había hecho de la revolución su propia carrera política. Es ferencia a las innovaciones introducidas durante su gobierno; por mo-
más, fue esa misma condición la que hizo valer para convertirse tan rá- mentos parecía designar un orden moral trascendente, mientras que a
pidamente en líder del Partido Federal. La hostilidad de Rosas hacia las veces apuntaba no tanto a la naturaleza de las leyes sino a su implemen-
prácticas encarnadas por la elite dirigente, a través de las cuales sus tación eficaz. Más allá de estos contenidos, la figura del Restaurador de
miembros acostumbraban disputar los espacios de poder luego de de- las Leyes evidenciaba también la convicción de que, restableciendo un
liberar y negociar las listas de candidatos a las elecciones y el reparto de orden legal históricamente existente, que no se correspondía ni con el
cargos, expresa su rechazo a la dinámica de funcionamiento de un régi- antiguo orden colonial ni con el posrevolucionario, sino con lo que re-
men donde predominaba una lógica de negociación interpares. La acti- sultó de la confluencia de ambos luego de dos décadas de vida política
tud de Rosas en los pactos de Cañuel.as y Barracas celebrados en 1828 independiente, era posible alcanzar una gobernabilidad impensable en
evidencia su escasa disposición a ampliar el número de interlocutores el marco de un orden constitucional moderno.
para negociar la salida del conflicto, poniendo en acto una práctica po~ Así, durante la primera gestión de Rosas, la dinámica de funciona-
lítica concebida en términos pactistas. En ella, sólo los líderes visibles miento del régimen político provincial fue mutando. Esto pone en evi- .
de los grupos enfrentados estaban habilitados a definir quiénes ocupa- dencia que dicho régimen no fue el producto de la aplicación de un
rían el poder y bajo qué formas accederían a él; se intentaba, además, proyecto elaborado de antemano, sino de un proceso de construcción
reemplazar un mooo de hacer política basado en la disputa de grupos gradual que debió adaptarse a las cambiantes coyunturas. El desarrollo
por otro fundado en la decisión unilateral y unipersonal de dos indivi- de los acontecimientos y la percepción que de ellos tuvieron los grupos
duos abocados a pactar en nombre de todos. dirigentes jugaron un papel fundamental en la configuración de las
Esta forma de entender el ejercicio de la política fue resistida por prácticas políticas. De hecho, el intento de imponer un modelo político
uno y otro bando. Así lo demostraron las elecciones del 26 de jnlio de basado en la preeminencia del Ejecutivo y en la eliminación de la com-
1829, que fueron anuladas por no haberse respetado la lista única con- petencía electoral y la deliberación pública fue muy resistido en esos
feccionada por Rosas y Lavalle. Esta negativa se puso aún más en evi- años, y debió enfrentarse con otras opciones políticas dentro del propio
dencia cuando Rosas, ungido como gobernador, abandonó la actitud Partido Federal.
184 Historia de !a Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 185

El federalismo bonaerense dividido electorales. En junio se realizaron elecciones complementarias; antes


de su finalización, el gobernador suspendió el acto comicíal aducíendo
Proyectos constitucionales en disputa hechos de violen cía. La sospecha de que dicha suspensión fue la res-
La elección de Balcarce contó con la anuencia d y Rosas. El ex goberna- puesta del gobierno frente a un triunfo seguro de los rosistas resintió
dor consideró que el general recientemente designado para el ejercicio aún más las relaciones entre ambos grupos.
de la Primera Magistratura era una persona fácilmente dominable, que
aceptaria de buen grado el control que pretendía ejercer desde las som-
bras. Decidido a esperar una coyuntura más favorable, en la que no du-
daba que sería nuevamente llamado a ocupar el cargo de gobernador El control desde el desierto
con el ejercicio de las facultades extraordinarias, Rosas reasumió su Carta de Juan Manuel de Rosas a Vicente González enviada desde Río
cargo de comandante general de campaña y se lanzó a concretar una Colorado en julio de 1833:
empresa largamente proyectada. Antes de abandonar su rol en el go- "Entre la correspondencia pública que vino por la administración de
bierno, había hecho aprobar un proyecto de expedición contra los in- Correos venían cartas particulares de algunos amigos que contenían
dios que habitaban las tierras situadas al norte del río Negro, con el fin asuntos reservados. Esto me parece malo y creo conveniente diga Ud.
de extender la frontera e incorporar nuevas tierras a la esfera de pro- de mi parte a Encarnación que les prevenga, que el quince y el treinta de
ducción. Ésta se organizó en los primeros meses de 1833 y partió en cada mes debe Ud. mandar a la ciudad una persona de confianza para
marzo de ese mismo año. El ex gobernador se alejaba así del escenario que reciba la correspondencia secreta de !os amigos, y la entregue a Ud.
político bonaerense, confiado en poder controlar la situación, pues quien tiene encargue mío de mandármela, con persona de confianza. [... ]
contaba con un gobernador dócil a sus directivas. Los intrusos que hablen en mi favor, y en contra de los 10gistas, es
Apenas partió la comitiva al desierto, las tensiones se agravaron. Ni conveniente hacerlos correr entre amigos y enemigos. Conviene se
Balcarce era tan dócil como Rosas pensaba, ni menos aún lo era el ge- generalice titularme El Restaurador de las Leyes, y así ponerme en los
neral Enrique Martínez, primo del nuevo gobernador, quien pasó a sobres y encabezamiento de los oficios, etc.: Al Restaurador de las
ocupar el Ministerio de Guerra. Martínez estaba decidido a hacer una Leyes, Brigadier Don Juan Manuel de Rosas.
política independiente y restarle poder a Rosas, para lo cual se valió de Dirá Ud. que de cuándo acá salgo deseando títulos: yo le diré que
los recursos del Ministerio y de la división entre diputados leales a Ro- porque en el día se debe trabajar en cuanto se pueda, para que los
sas y federales independientes en la Legislatura. enemigos no nos acaben junto con nosotros a la Patria.
A mediados de 1833, ambos bandos se enfrentaron en las elecciones A las madres y patronos de los libertos dígales Ud. que están muy
para renovar los representantes de la Sala, y armaron sus propias listas: hombres de bien y valientés, y que pronto se irán a sus casas lo que se
los llamados "federales císmáticos", aquellos que no respondían a las di- acabe la Campaña a ser fekes con sus bajas para que nadie se meta
rectivas de Rosas y que eran mayoría en la Legislatura, y los "federales con ellos y trabajen libremente. Copia de este artículo pase Ud. a
apostólicos", leales al ex gobernador. Todas las cartas remitidas por Rosas Enca~nación, para que eUa y Dña. María Josefa así se los haga presente
durante su expedición al desierto exhibían el propósito de manejar a las madres de dichos libertos, e igualmente a sus patrones.
desde la distancia los hilos de la política interna de Buenos Aires y de des- Dice bien Encarnación que los nuestros se darían amarrar como Dorrego
plazar a quienes él mismo h?bía denominado "decembristas unitarios". por las Leyes. Vale que yo les escribí algo fuerte estímulándolo, etc. Era
Las elecciones le dieron finalmente el triunfo a la lista de los federa- gracioso verlos y aún ahora quién sabe cuántos serán los escrúpulOS, y
les disidentes o "lomos negros" -tal como fueron llamados a partir de entretanto, habiendo cesado la dictadura, el Gobierno está haciendo lo
esa elección, debido al color de sus boletas de candidatos-, reafrrmán- que yo con ella no me atreví a hacer. CuHen les nevó armamento, etc., etc.,
dose así su hegemonía en la Sala de Representantes. El ministro Martí- y se fue golpeando la boca diciendo que había jugado a su gusto con el
nez no era ajeno a este triunfo: había apoyado a los cís~áticos, movili- Gobernador. ¿Y con qué facultad ha dispuesto de esos artículos etc.,
zando a las tropas en las elecciones y buscando controlar las mesas etc.? ¿Cómo, y con qué autoridad tiene presos con grillos esos paisanos

TI
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del asunto de las elecciones, después de las 48 horas, en cuyo término traba escasa adhesión a la sanción de una constitución, tanto a nivel na-
deben pasar a los jueces. etc.? Pero así por este estilo es escandaloso lo cional como provinciaL No obstante, este proyecto no era más que un
que hacen y entretanto los nuestros, como dice Encarnación muy bien, conjunto de principios formulados de manera ambigua, que procuraba
estaban dejándose amarrar con las indicadas leyes. Es preciso detener el movimiento liderado por los cismáticos en favor de una
desengañarse que al pícaro y traidor es necesario hacerle la guerra sin constitución. La propuesta de estos últimos era sancionar una carta or-
pararse en la decencia con que debe hacerse entre caballeros. gánica que, además de garantizar la división de poderes y las libertades
El Gobernador en una que me ha escrito y que no pienso contestar, individuales, estableciera explícitamente que el cargo de gobern~dor
muestra claro el veneno que tiene contra mis amigos, y que es todo de sólo se ejercería por tres años, sin posibilidad de reelección por el tér-
los enemigos. Entre otras cosas graciosas se queja de que no le mandé mino de seis años. Además, el proyecto prohibía específicamente el
a él directamente la correspondencia; pero no lo contará por más que se otorgamiento de facultades extraordinarias al poder ejecutivo, hiriendo
rasque, tanto más cuanto que hace mérito de haber mandado al Señor de muerte la vocación hegemónica de Rosas.
Guido un paquete que por equivocación le llevaron de la administración
de Correos siendo rotulado al Sr. Guido. Por lo visto el mérito será en no la Revolución de los Restauradores
haber cometido la periidia y escándalo de abrirlo. Mas de aquí deduzca Promediando el año 1833, la suerte parecía estar echada. Debían discu-
Ud. que la Administración de Correos tendría orden de mandar al fuerte tirse los dos proyectos de constitución presentados y votarse luego en
todo paquete que fuese mío, quizás para fundar despuéS la queja. una Legislatura con amplia mayoría de federales cismáticos. La disputa
Deduzca también lo conveniente que es la medida de mandar la se expresaba a través de una prensa por completo facciosa: las acusacio-
correspondencia por persona de confianza según queda indicado. nes cruzadas entre diarios adictos al gobierno y periódicos rosistas al-
Basta por ahora, pues que ya es preciso despachar al pobre Rosas que canz9 una virulencia similar a la .desplegada en 1828. En octubre de
no poco tendrá que contarle. 1833, un confuso episodio encendió la llama: el gobierno dispuso una
Expresiones a los amigos y deseando como siempre su completa salud serie de procesos a diferentes periódicos y papeles públicos, incrimi-
mande como guste a su afmo. amigo nando primero al que llevaba el nombre de Restaurador de las Leyes, pas-
Juan Manuel de Rosas" quín de tendencia rosista. La noticia inquietó a algunos habitantes de
los suburbios y de la campaña, porque creyeron que se juzgaría aJuan
Extraído de Marceja Ternavasio, La correspondencia de Juan Manuel de Manuel de Rosas, no al periódico .. Este equívoco fue capitalizado por
Rosas, Buenos Aires, Eudeba, 2005. ¿¡¡¡r los apostólicos, quienes movilizaron a sus seguidores a la Plaza de la Vic-
toria para demostrar su oposición al gobietno. Los rosistas fueron repri-
La derrota de los apostólicos y la suspensión de las elecciones comple~ midos por la policía; conducidos por algunos militare's apostólicos, hu-
mentarias acrecentaron el clima de violencia en la ciudad de Buenos Ai~ yeron a Barracas, donde se organizaron para enfrentar a las fuerzas del
res. Con mayoría de cismáticos en la Legislatura, Rosas corría el serio gobierno, a las que vencieron con rapidez.
riesgo de perder toda posibilidad de recuperar el poder y veía alejarse Este episodio, que se conoce bajo el nombre de "Revolucfón de los
sus expectativas de asumir nuevamente la Primera Magistratura, con las Restauradores", obligó al ministro Martínez y al gobernador Balcarce a
facultades extraordinarias conferidas en su primer gobierno. En ese renunciar. Quedaba demostrado el creciente aislamiento del gobierno,
momento se discutían en la Sala dos proyectos de constitución para la que no contaba ya con el indiscutido apoyo de los diputados cismáticos.
provincia de Buenos Aires, presentados respectivamente por cada uno Balcarce había sido fácilmente influido por su primo, el ministro Martí-
de los bandos enfrentados. Cabe recordar al respecto que la provincia nez, quien se había independizado tanto de la tutela de Rosas, como de
se regía por las leyes fundamentales dictadas después de 1821 y carecía los miembros de la Sala que pretendían limitar la hegemonía de aqué1.
de una carta orgánica, a diferencia de la mayoría de las provincias por En noviembre, la Legislatura designó a Juan José Viamonte en el cargo
entonces. El proyecto presentado por el diputado Anchorena no sus- de gobernador, pues contó con los votos mayoritarios de los diputados
citó un real entusiasmo en su primo,]uan Manuel de Rosas, quien mos~ cismáticos frente al candidato de los apostólicos, el general Pinto.
188 Historia de la Argentina, 1806-1852 l La Buenos Aires federa! 189

Viamonte debió asumir su cargo en un clima poco favorable. Aunque En ese contexto, los federales opositores a Rosas comenzaron a transi-
los lomos negros habían sufrido una derrota con la Revolución de los tar el mismo camino recorrido por los unitarios a partir de 1829: el
Restauradores, mantenían aún mayoría en la Legislatura. El nuevo go- exilio. La provincia de Entre Ríos y la Banda Oriental del Uruguay cer
bernador quiso desarrollar una política conciliadora entre ambos ban- menzaron a recibir a federales disidentes, mientras el gobierno de Via-
dos, tal corno lo había hecho entre unitarios y federales en su interinato monte se debilitaba cada vez más. La violencia llegó a su clímax en abril
de 1829, pero no eran momentos de moderación. Los leales a Rosas, al de 1834, cuando Bernardino Rivadavia regresó a Buenos Aires luego de
advertir la imposibilidad de recuperar el poder perdido a través de las retirarse de la vida política y de un largo exilio en Europa. El ex ·presiM
elecciones, se lanzaron a implementar una nueva estrategia: amedren- dente no fue bien recibido: en medio de amenazas e insultos, debió
tar a los opositores a través de acciones directas. Como su líder estaba abandonar nuevamente el país luego de ser expulsado por el gobierno,
aún en campaña contra los indios, Encarnación Ezcurra se encargó de cuyos miembros fueron presionados para tomar tal decisión. BloM
organizar a algunos fieles seguidores en una suerte de club que adoptó queado políticamente y agotado de enfrentar una gestión plagada de
el nombre de Sociedad Popular Restauradora. Formada en ese mo- dificultades, Viamonte renunció en junio de 1834. f

mento por un reducido grupo de fanáticos partidarios de Rosas, cuyo Una vez alejado Viamonte del cargo, la Sala eligió como nuevo ger
componente popular la distinguía de los clubes o asociaciones creados bernador a Juan Manuel de Rosas. Sin embargo, dado que la designa-
antes de esa fecha, se constituyó inmediatamente en instrumento de te- ción no incluía el otorgamiento de las facultades extraordinarias, éste
rrorismo político. Sus miembros se dedicaron a dar muestras de apoyo puso en marcha el ritual de la renuncia, tal como lo había hecho dos
al ex gobernador, gritando vivas a Rosas en las calles, concurriendo a la años antes. Dado que la Sala no estaba dispuesta a entregar tales facul-
Sala de Representantes para presionar a los cismáticos, atacando las ca- tades -evitando de este modo reeditar el conflicto suscitado entre 1829
sas de los opositores y llegando incluso a apedrear o balear a algunos de y 1832-, decidió nombrar gobernador a Manuel Vicente Maza, íntimo
ellos. Desde las sombras, la Sociedad Popular intentaba revertir un amigo de Rosas y presidente de la Legislatura. La única función que se
equilibrio político hasta ese momento favorable a los ~ismáticos, ape- le encomendaba al nuevo gobernador era allanar el camino para el re-
lando a la amenaza y la violencia física. greso triunfal de Rosas.

la Campaña al Desierto
Mientras estos episodios se sucedían en el escenario porteño, Rosas se
hallaba en plena campaña de expansión de la frontera. El objetivo de
la empresa era asegurar, mediante una expedición militar, la posesión
pacífica de las tierras gan~das al indio en la década precedente yavan-
zar sobre el territorio situado al norte del Río Negro. En esos años, la
expansión ganadera, facilitada por el fluido vínculo que los grupos
hacendados de la provincia mantuvieron con el comercio internacio-
nal, había encontrado un respaldo explícito por parte del gobierno.
De hecho, la expedición dirigida por Rosas era una muestra más de
este apoyo.
El proyecto, además de estar solventado por el fisco de la provincia
de Buenos Aires, s,uponía la colaboración de otras provincias amenaz,a-
Retrato de Encarnación Ezcurra. Como esposa de Rosas, se convirtió en das por el avance indígena y del propio gobierno de Chile. La columna
el principal agente electoral de los apostólicos, siguiendo para eUo las occidental debía estar comandada por el general Aldao, la del centro
recomendaciones de su marido, enviadas por correspondencia desde el por el general Ruiz Huidobro, la oriental por Rosas, y Facundo Quiroga
Sur, en plena Campaña al Desierto. sería el comandante en jefe de la expedición. En realidad, poco de esto
190 Historia de la Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 191

pudo cumplirse. Quiroga se hallaba en Buenos Aires, enfermo: actuaba


a la distancia, con cierto desgano. La falta de recursos hizo fracasar a la
columna central y le restó fuerzas a la occidental. Los fondos prometi- Temas en debate
dos por el gobierno de Buenos Aires tampoco fueron los esperados: el En las versiones historiográficas tradicionales, el tema de la frontera
conflicto interno del federalismo porteño se trasladó a la preparación indígena fue tratado como un problema exclusivamente bélico. La
de la campaña contra los indios, con opiniones divididas respecto de la frontera aparecía como un espacio vacío sometido a la conquista
oportunidad del proyecto. El ministro de Guerra, Martínez, le retaceó territorial desde el punto de vista militar y a la ocupación económica para
apoyo a'la empresa, buscando con ello desplazar a Rosas del poder po- su explotación. Se consolidó así la imagen de un desierto ocupado sólo
lítico; por otro lado, el ex gobernador no dejaba de quejarse de esta si- por tribus nómadas o seminómadas dedicadas a la caza y el pastoreo y,
tuación, culpabilizando al ministro del posible fracaso de la campaña. básicamente, al pillaje. En las últimas dos décadas, dicha imagen ha sido
sometida a crítica, gracias a la confluencia de historiadores, antropólogps
y etnólogos. La frontera indígena dejó de ser considerada como un límite
o separación y comenzó a estudiarse como un área de interrelación entre
dos sociedades distintas, en la que se produjeron intensos intercambios
económicos, sociales, polítiCOS y culturales.
Tales intercambios fueron consolidándose durante la época colonial,
cuando extensas regiones de América del Sur quedaron fuera del control
directo de los europeos. Pero, mientras que en el períodO colonial los
intentos de penetrar en la frontera indígena no buscaban ocupar el
territorio, sino mantener en equilibrio su relación con los espacios
colonizados, después de la revolución y de la independencia, los
gobiernos criollos y las elites dominantes buscaron expandirse sobre
dichas áreas con el objeto de colocarlas bajo su dominio. La creciente
inserción en el mercado mundial y la expanSión ganadera dieron lugar a
empresas de expansión que, como la liderada por Juan Manuel de
Rosas en 1833, no dejaron de lado la pOSibilidad de una coexistencia
Condecoración entregada a Juan Manuel de Rosas por la Sala de pacífica con algunas parcialidade~ indígenas al implementarse estrategias
Representantes de Buenos Aires en honor al éxito de su campaña contra de negociación con los ltamados "indios amigos" en la provincia de
los indios. Buenos Aires.
Así, pues, los nuevos estudios sobre la frontera revelan un mundo
Finalmente, pese a todas estas dificultades, en marzo de 1833 la expedi- mucho más heterogéneo del que nos pintó la historiografía tradicional
ción partió. La reticencia del gobierno de BaIcarce a enviar los recursos -que presentó a las sociedades indígenas como meramente
necesarios fue suplida por la colaboración de los hacendados más pode- depredatorias- al mostrar el complejo sistema de intercambios que
rosos de Buenos Aires~ que realizaron aportes a título privado con el ob-. vinculó tanto a las distintas unidades del mundo indígena entre sí como
jeto de garantizar la .ampliación de la frontera económica y evitar los con la sociedad criolla. . . ,
malones que asolaban la región. A esta altura de los acontecimientos, a
los hacendados que colaboraron con la empresa no les importaban las La expedición partió desde Los Cerrillos, una de las estancias de Rosas,
banderías políticas; viejos unitarios que habían apoyado al Partido del con mil quinientos hombres. A comienzos de mayo alcanzaron el Río
Orden no dudaron en solventar una acción que consideraban indispen- Negro y, a fines de ese mes, la isla Choele-Choel, punto clave de las co-
sable para sus intereses. municaciones entre los indígenas de la Pampa y los de ]a Patagonia an-
I
J_.
192 Historia de la Argentina, 1806-1852 La Buenos Aires federal 193

dina. Las columnas avanzaron por el Oeste hasta la confluencia de los Luego de la firma del Pacto Federal y de la derrota del general Paz,
ríos Neuquén y Limay, y por el Noroeste hasta el no Atuel, donde llega- el orden federal parecía asegurado en todo el territorio. Al igual que en
ron a la división de Aldao, sin que se presentaran mayores dificultades Buenos Aires, los grupos identificados con el Partido Unitario Pabían
desde el punto de vista militar. La expedición fue aprovechada, además, sido desplazados. Pero esta situación no garantizaba la estabilidad. En
para llevar a cabo un relevamiento del terreno recorrido. el litoral, después de la disolución de la Comisión Representativa
La empresa logró incrementar las comunicaciones con Bahía Blanca creada por el Pacto Federal, Estanislao López comprendió que no po-
y Patagones y asegurar las tierras ya conquistadas, a través de una polí- dría extender su influencia sin la anuencia de Buenos Aires. La situa-
tica que combinó la fuerza militar con la negociación pacífica. De he- ción entrerriana le demostraría los límites de su poder en la región.
cho, gracias a las negociaciones de Rosas con las diferentes parcialida- Pascual Echagüe, gobernador de Entre Ríos gracias a la amistad que lo
des indígenas se logró pacificar la frontera por varios años. Aunque unía con López, comenzó a tomar cierta distancia respecto de su pro-
después de 1840 hubo algunos episodios violentos en la línea móvil tector. López no perdió tiempo e intentó persuadir a Rosas de la nece-
que separaba a los indios del mundo de los blancos, fue después de la sidad de promover un cambio en Entre Ríos. Argumentos no le faÍta-
caída de Rosas que el avance indígena se convirtió en una verdadera ban: Echagüe, además de recibir a muchos seguidores del general Paz
amenaza. en su provincia -dándoles no sólo asilo sino haciendo de muchos de
Un año después, la expedición culminó con el retorno triunfal de ellos consejeros políticos directos-, se había convertido también en re-
Rosas. El ex gobernador cosechaba así no sólo el apoyo y agradeci- ceptor de la emigración de los federales disidentes de Buenos Aires. Ro-
miento de los sectores propietarios, sino también los frutos de su aleja- sas, sin embargo, prefirió adoptar una política más cauta, ganándose de
miento del conflictivo escenario político porteño. Al título de Restaura- esa manera la fidelidad del gobernador entrerriano.
dor de las Leyes otorgado en 1829 se le sumó ahora el de conquistador En el interior, la situación era·aún más inestable. Quiroga mantenía
del desierto: comenzaba a consolidarse la tendencia del culto a su per- su influencia, aunque las situaciones provinciales no siempre estaban
sona. El proyecto de erigir un monumento conmemorativo en honor al consolidadas. Su estadía en Buenos Aires desde 1833 le dificultaba el
ejército expedicionario fue utilizado para exaltar la figura de Rosas, control de los conflictos internos de cada región. Las familias y grupos
quien durante el año 1834 se vio favorecido con la sanción de una ley desplazados del poder no siempre aceptaban pasivamente la hegemo-
a través de la cual la Sala de Representantes le concedía en propiedad, nía de los nuevos personajes al frente del gobierno, quienes, en nom-
a él y a sus descendientes, la isla Choele-Choel. Las fiest~s mayas y las bre de su adhesión al federalismo, intentaban hacer su propio juego.
fiestasjulias de 1834 incorporaron un ingrediente nuevo en su organi- Tal era el caso de Córdoba, por ejemplo, donde gobernaba Reinafé.
zación: el homenaje a la expedición de 1833, centrado en la exaltación Después de la derrota del general Paz, la imposición de un caudillo ru-
de la figura de Juan Manuel de Rosas y no en la realización de una gesta ral en la Primera Magistratura cordobesa no dejó de provocar tensiones
colectiva. entre los tradicionales grupos de elite urbanos. En 1833 se organizó
una conspiración contra el gobernador, que no logró derrocarlo; todas
las sospechas recayeron en la Legislatura cordobesa y en el eventual
Un orden inestable apoyo de Quiroga. El riojano no ocultaba su irritacíón frente al acerca-
miento entre Reinafé y el gobernador santafecino.
Un mediador para las provincias en conflicto En el resto de las provincias también se sucedían situaciones conflic-
El gobierno de Maza en Buenos Aires se vio plagado de dificultades. tivas. Quizá la más recordada sea la que tuvo lugar en 1834 entre el go-
Rosas comenzaba a desconfiar de él, creándose a su alrededor un vacío bernador de Salta, el general Pablo Latorre, y el de Tucumán, Aiejan-
político insuperable. El nuevo gobernador no encontraba ministros dis- dro Heredia. En noviembre de aquel año, Heredia le había declarado
puestos a acompañarlo, al tiempo que la derrota de los cismáticos era la guerra a Latorre. El gobierno porteño, en manos de Maza, fue rápi-
total. Bajo ese clima enrarecido, un acontecimiento externo a la provin- damente advertido del conflicto desatado en el interior. Aplicando las
cia precipitó los hechos. cláusulas del Pacto Federal, el gobernador de Buenos Aires decidió
'1 La Buenos Aires federal 195
194 Historia de la Argentina, 1806-1852
1 bernación, no sólo había cambiado el estilo de hacer política, sino que
ofrecer la tarea de mediador a Facundo Quiroga, cuyo prestigio en el se había instalado la convicción de que el orden sólo podía ser federal.
interior era indiscutible. El riojano aceptó el ofrecimiento, entrevistán- Pero se trataba de un régimen federal peculiar. Si bien desde e! punto
dose con Rosas antes de partir a su misión. Rosas, más preocupado por de vista jurídico se consagraba en términos confederales, otorgaba al
evitar una posible alianza entre Quiroga y los gobiernos de las provin- ejecutivo bonaerense facultades -entre ellas la de representac~ón de los
cias del interior que reeditara el debate en torno a la sanción de una asuntos exteriores- para cuya ejecución no debía consensuar con nin-
constitución nacional, insistió en incluir en las instrucciones oficiales la guna representación de las provincias.
mención a dicho problema. Quiroga debía intentar persuadir a los go-
biernos del interior de la inconveniencia de convocar a un congreso,
argumentando que el momento no era oportuno. Poc~ ~tes de pa.r:ir,
Rosas le entregó una carta, donde volvía sobre su pnnclpal obseslOn:
evitar el dictado de una constitución.

Barranca Yaco
Fmalmente, el riojano partió desde Buenos Aires. Al pasar por Santiago
del Estero, supo que el gober~ador salteño había muerto en manOS d~
un movimiento opositor dentro de su propia provincia. Luego de deh-
berar con los gobernadores de Santiago del Estero, Tucumán y Salta, lo-
gró la firma de un tratado de amistad entre las tres ~rovincias. y em-
prendió el regreso a Buenos Aires. A pesar de ha~er sIdo adve:udo de
una posible emboscada en Córdoba, Facundo Qmroga se nego a cam-
biar el itinerario del viaje. Así fue como encontró la muerte en Ba-
rranca Yaco el 16 de febrero de 1835.
Con la tragedia de Barranca Yaco se redefmió súbiran:ente e.l m~pa
político. Por un lado', quedaba vacante el liderazgo regIOnal eJ:rc.ldo Asesinato de Facundo Quíroga en Barranca Yaco. Grabado de época.
por Quiroga en las provincias del interior. En el litoral, las polemIcas
entre Corrientes y Buenos Aires en ocasión de la firma del Pacto Fede- A su vez, la voluntad de muchos grupos provinciales de abandonar esa
ral habían quedado acalládas luego de la derrota del general paz y de precaria condición confed~ral para alcanzar la unidad constitucional,
la creciente hegemonía de Rosas. En Buenos Aires, el tantas veces aven- que en su mayoría proclamaban de carácter federal, se vio constante-
tado fantasma del caos encontró en la muerte del caudillo riojano una mente vetada por la negativa de Rosas y su séquito más cercano a reu-
prueba irrefutable. La Legislatura porteña temió volver a recrear la nir un congreso a tal efecto. De hecho, más allá de los argumentos es--
"anarquía del año 20" o los enfrentamientos de 1828, por lo que es- grimidos, la negativa de Rosas a dictar una constitución nacional no
tuvo dispuesta a renunciar a su iniciativa y protagonism~, y entreg~ a era ajena al ~onsenso existente entre los sectores dominantes de la
Rosas los poderes tantas veces reclamados. Luego de mas de un qUIn- provincia de que, con ella, Buenos Aires perdería el monopolio eco-
quenio de disputas en torno a las atribuciones del poder ejecutivo, la nómico-comercial del que gozaba. Los sectores más vinculados a la ex-
Sala de Representantes volvió a elegir a Rosas como gobernador. ce- pansión ganadera y al comercio internacional no querían renunciar
diéndole no sólo las facultades extraordinarias, sino además la suma ni al ejercicio autónomo de su soberanía ni a los beneficios económi-
de! poder público. ., cos de ella derivados.
A partir de 1835, el orden que se impuso en toda la confederaClon
parecía no reconocer más que un líder indiscutido: Juan Manuel de Ro-
sas. Durante los años transcurridos entre su primera y su segunda go-
T
196 Historia de la Argentina, 1806-1852 I La Buenos Aires federal 197

En ese "guase" los Marquez


te demoran el auxilio
El asesinato de Juan Facundo Quiroga en un romance popular dándole tiempo a los gauchos
que se hallen bien prevenidos.
Madre mía del Rosario!
Madre mía, mi señora! En este Barranca Yaco
Vaya contar la desgracia dic!3n que lo han de matar
de Juan Facundo Quiroga. la gente de Santos Pérez
y de Benito Guzmán.
Madre mía del Rosario!
Madre mía de Luján! En ese Barranca Yaco
Vaya contar la desgracia donde se pierden los hombres,
que ha tenido el general. dicen que van a matar
una partida de hombres.
Cuando salió el general,
ausente de'su familia, -A la carga, dijo Pérez,
ya [e anunciaba el destino militares advertidos!
de que iba a perder la vida. aquí muere, hoy fenece
un general asesino!
Ya marcha para Santiago.
como lo cuenta el autor. Roque Junco le decía:
iba el general ansioso -Un error he cometido:
de paz y de religión. a Ouiroga lo hemos muerto,
siendo un padre tan querido.
A la vuelta de su viaje.
le armaron revolución: Santos Pérez le decía:
uno de los Reinafé, -Para mí no hay compasión.
para matarlo a traición. En el punto que yo me hallo
no conozco que haiga dios.
Ya hicieron rodar el coche
por la senda del camino. Entre toda la partida
En frente del totoral se hallaban de confusiones,
un vaso de agua ha pedido. de ver a Ouiroga muerto
temblaban los corazoneS'.
Roque Junco y Pablo Junco:
enos fueron los bomberos, Extraído de Gustavo Paz, Las guerras civiles (1820-1870), Buenos Aires,
como eran tan advertidos, Eudeba,2007.4IT
ahí iban junto con ellos.
En esos años, Buenos Aires consolidó más que nunca su hegemonía.
Pero, a diferencia tanto de la década revolucionaria, cuando para 10-
198 Historia de la Argentina, 1806-1852
1
I
grarlo hizo valer su condición de capital. como de la dé~ada de. 1820,
8. Rosas y el rosismo
cuando aun descubriendo los beneficios de la autonomIa, la ehte bo-
naerense se dividió al lanzarse los unitarios a institucionalizar aquella
condición, con la creciente hegemonía de Rosas, la provincia ej~rció
un dominio sobre el conjunto de los territorios sin reclamar la calIdad
heredada de su breve historia virreinal. No sólo porque con ese re-
clamo recrudecerían los conflictos -tal como argumentaba Rosas- o
porque los sectores más beneficiados con la .autonomía per~e~an los
privilegios alcanzados en tan poco tiempo. smo porque se aSlstla : un
nuevo descubrimiento: invocando la identidad federal, su nuevo hder En 1835, Juan Manuel de Rosas fue electo por segunda vez
podía ejercer un dominio territorial más allá de las fronteras. pr~vincia­ gobernador de Buenos Aires. En esta oportunidad la Sala ,de
les a través de mecanismos que combinaban los pactos, las Intngas, la Representantes le delegó la suma del poder público. Durante los
amenaza del uso de la fuerza y la movilización de las tropas. El orden pñmeros años de su segundo gobierno, Rosas fue construyendo
que comenzaba a imponerse hizo de la consigna federal un uso tan un régimen republicano de tipo unanimista y plebiscitario en la
ambiguo como eficaz a la hora de disciplinar la tormenta legada por la provincia de Buenos Aires. a la vez que buscó extender su poder
revolución. al conjunto de las provincias. Haciendo uso de la atribución de
las Relaciones Exteriores de la Confederación y de otros meca-
nismos en los que se combinaban la búsqueda de consenso y la
coerción, se configuró un orden federal peculiar, en el que se
consolidó la hegemonía de Buenos Aires y la de su primer man-
datario.

La república unanimista

La suma del poder público


Cuando el 7 de marzo de 1835 la Sala de Representantes eli-
gió por segunda vez como~Gobernador y Capitán General de la Provin-
cia de Buenos Aires al brigadier general don Juan Manuel de Rosas, uti-
lizó una fórmula novedosa que no dejaba dudas respecto del enorme
poder que se le otorgaba al ejecutivo. No sólo la designación se hacía
por el término de cinco años, modificando, de ese modo, la ley de elec-
ción de gobernador dictada en 1823, en la que se estipulaban tres años
de duración en dicho cargo, sino que se depositaba "toda la suma del
poder público" de la provincia en la persona de Rosas durante "todo el
tiempo que ajuicio del gobernador electo fuese necesario", sin contem-
plar más restricciones que la de "conservar, defender y proteger la reli-
gión Católica Apostólica Romana" y la de "defender y sostener la causa

i nacional de la Federación que han proclamado todos los pueblos de la


República". Así, el ejercicio de la suma del poder público no tenía lími-

. _. . _.~---~_._-~-_ ~ _~_.~----~._._-~~-_ _ -
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200 Historia de la Argentina, 1806-1852 Rosas y el rosismo 201

tes temporales -como sí los había tenido la delegación de las :acu~tades Ahora bien, si la estructura resultante de la confluencia de tan diversos
extraordinarias en su primer gobierno- ni límites en sus atrIbUCIOnes, elementos se resiste a definiciones taxativas, es cierto también que, aún
excepto las recién citadas. De hecho, éstas se convirtieron en instru- aceptando que el rosismo no fue sólo Rosas, el orden instaurado en
mentos de poder en manos de Rosas. La religión católica se erigió"e~ esos años no puede ser estudiado sin contemplar la centralidad de su fi-
una usina proveedora de lenguajes que colaboraron a reforzar el regl- gura. El componente de unanimidad unido a la dimensión plebiscitaria
men unanimista, basado en la idea de que todos y cada uno de los que del régimen -basada en el constante incentivo por parte del gobierno
integraban la comunidad política debían apoyar al gobierno, mientras para movilizar a la población en apoyo del líder federal- hicieron de
que la Federación, identificada como causa nacional, asumió contorn~s Rosas una pieza clave de la nueva legitimidad.
ambiguos en cuyas grietas se consolidó un sistema de poder, centrah- Sin embargo, la unanimidad, tan buscada como proclamada, no
zado en la figura de Rosas, que excedió los límites de las fronteras de pudo imponer un orden exento de conflictos. Por el contrario, todo el
Buenos Aires para extenderse a toda la Confederación. período de hegemonía rosista, que se extendió hasta 1852, estuvo maf"-
Este esquema planteaba desde su inicio una compleja relación entre cado por la inestabilidad, los conflictos bélicos y las disputas políticas.
Rosas y e111amado "régimen rosista". ¿En qué" consistió dicho régimen La extrema faccionalización del período precedente fue más que
para que su calificación derivara de un nombre propio? ¿Qué ~sgos nunca potenciada y convertida en un instrumento de poder a través del
distinguieron al rosismo de 1829 del de 1835? A lo largo de los sIglos cual se intentó anular cualquier tipo de oposición, tanto en el interior
XIX Y XX, la historiografía dio diversas respuestas a esta pregunta: de la provincia de Buenos Aires como en el conjunto de la Confedera-
desde considerar al fenómeno rosista como ejemplo clásico de caudi- ción. Pero ese recurso, que llevó a Rosas a catalogar de "salvajes", "im-
llismo personalista y autoritario, o bien como versión criolla de un dic- píos" e "inmundos"unitarios a cuantos intentaron desafiar su voluntad,
tador moderno, hasta concebirlo como paradigma de un régimen em- fue a la vez un acicate para los opositores que, excluidos del espacio po-
peñado en defender la soberanía nacional. lítico, buscaron derrocar al líder federal apelando a alianzas que invo-
lucraron tanto a grupos descontentos de diferentes provincias como a
gobiernos extrartieros. Resulta dificil, pues, en esta larga- etapa, distin-
guir entre conflictos internos y externos a la Confederación. La con-
Temas en debate fluencia de emigrados opositores en países limítrofes con fuerzas proce-
En los últimos años, gran parte de la historiografía ha revisado los dentes de la Confederación Peruano-Boliviana, de Uruguay, Francia,
tradicionales abordaJes sobre el períodO rosista y ha coincidido en subrayar Inglaterra o Brasil evidencian. tanto la precariedad de las móviles fron-
la clave republicana del régimen. Esto puede leerse tanto en la perspectiva teras de las nuevas repúblicas americanas como la imbricación entre
de un discurso que apeló a los tópicos del republicanismo clásico -cuyas facciones locales y externas.~
ralces se remontan a la república romana- como en la utilización de Tal como se configuró luego de 1835, el régimen rosista recogió ras-
muchos de los instrumentos jurídicos procedentes de las repúblicas gos ya presentes desde 1829, pero fue modificándose de acuerdo con las
modernas inauguradas con las revoluciones atlánticas. Ambas posiciones distintas coyunturas. Sus vaivenes pueden describirse mediante una rá-
son complementarias, porque procuran demostrar que el rosismo no fue ni pida periodización. Entre 1835 y 1839, se asistió al momento de cons~
una tiranía que despreció el sistema institucional republicano en sus trucción de un nuevo orden marcado por el creciente control del espa-
distintas vertientes, ni una repúblíca liberal dispuesta a proteger las cio público y político, sin alcanzar todavía los niveles de violencia y
libertades individuales de los miembros de la comunidad política. Además, ejercicio de la coerción exhibidos entre 1840 y 1842. Los intentos por
porque admiten el alto componente de invención de! rosismo, que consolidar el régimen unanimista y plebiscitario en la primera etapa fue-
combinó elementos de matriz republicana con nuevos dispositivos de ron contestados por movimientos opositores procedentes tanto de la
control y legitimación de! poder, y viejas pr$-cticas y costumbres muy provincia de Buenos Aires como de otras, así como también de emigra-
arraigadas en la sociedad. Tal conjunción vuelve prácticamente imposible dos en países extr~eros. La confluencia de tales movimientos con en-
definir de manera unívoca el fenómeno abierto en 1835.1 frentamientos bélicos en el plano externo -la guerra contra la Confede-

--- -rr
202 Historia de la Argentina, 1806* 1852 Rosas y el -rosjsmo 203

ración Peruano-Boliviana y el bloqueo francés- derivaron en un se- nmesto que allí es universal ese mismo sentimiento que anima a todos
gundo momento, conocido como la «etapa del terror", especialmente ál- los porteños en general". El gobernador había decidido realizar el ple-
gido entre 1840 y 1842. Si bien a partir de esa fecha siguió una etapa de biscito -una práctica por cierto novedosa- para reforzar aún más la le-
mayor calma dentro de la provincia, no ocurrió lo mismo con los con- gitimidad de su designación y la de las atribuciones conferidas. Los re-
flictos interprovinciales y externos. De hecho, el período aquí tratado no sultados fueron aplastantes: más de nueve mil votantes dieron su apoyo
conoció una fase de paz prolongada. Tal vez en este dato resida una de a la ley del 7 de marzo; unos pocos -menos de una decena- votaron por
las tantas paradojas del rosismo: a medida que se sucedían las disputas la negativa. El 13 de abril de 1835, Rosas prestó juramento frente a la
en cada uno de los planos señalados, destinadas a derrocar o al menos Sala de Representantes y asumió el cargo de gobernador.
a socavar el poder de Rosas, el régimen parecía salir cada vez más cons~ Se abría entonces una nueva modalidad para expresar el consenso.
lidado. Tanto fue así que, promediando la década de 1840, la mayona La posibilidad de disentir públicamente, o incluso de manera velada,
-propios y ajenos- creía que dicho sistema estaba destina~~ a perd~rar con el gobierno pasó a ser asunto riesgoso. Los signos de adhesión al
por un largo tiempo; al menos, por todo el tiempo que VIVIera su lidero régimen se multiplicaban: a través del uso de la divisa punzó -obliga-
torio desde 1832 para la población porteña, aunque la presión en
torno a su uso aumentó a partir de 1835-, de una forma de ''vestir fe-
deral", que incluía el tradicional poncho y chaqueta, utilizados básica-
mente por los sectores populares, pero también mediante sombreros,
guantes o peinetones con la estampa de Rosas, o bien la exhibición
de objetos de uso cotidiano como vajilla, monederos y relicarios con
su retrato.

Papel timbrado utilizado durante el gobiemo de Juan Manuel de Rosas,


1849. CEDODAL, Buenos Aires.

la visibilidad del consenso


Durante los días 26, 27 y 28 de marzo de 1835 se celebró en Buenos Ai-
res un plebiscito con el fin de "explorar la opinión de todos I.os ci~da­
danos habitantes de la ciudad respecto de la ley del 7 del cornente en
la que se delegó la "suma del poder público» en la persona de Juan Ma-
nuel de Rosas. La convocatoria alcanzó sólo a la ciudad, ya que se ape-
laba a la presunción de que la campaña era "unánimemente" leal a Ro-
sas. La Gaceta Mercantil, en su edición del 12 de abril de 1835, lo
justificaba en estos términos: "no habiéndose consultado la opinión de
los habitantes de la campaña, porque además del retardo que esto ofre- Guante de seda con el retrato de Juan Manuel de Rosas, década de
cería, actos muy repetidos y testimonios inequívocos han puesto de ma- 1840. Colección Porcel, Buenos Aires.

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204 Historia de la Argentina, 1806-1852 Rosas y el rosismo 205

La voluntad de hacer visible el consenso se valió también de otros instru- y conocer quiénes acudían al acto para demostrar públicamente su
mentos, como las elecciones periódicas y las celebraciones festivas. En el adhesión al jefe.
plano electoral, la unanimidad fue producto de una ardua tarea a través
de la cual Rosas logró reemplazar la lógica política instaurada en la
época rivadaviana y vigente hasta 1835, fundada en la deliberación de las
listas de candidatos en el interior de la elite, por un sistema de lista única La lista única
en el que todos debían votar "sin disidencias". El control personal que Carta de Juan Manuel de Rosas a destinatario desconocido, 3 de
Rosas ejerció sobre los actos comiciales -desde la confección de las listas diciembre de 1843:
de candidatos, su distribución entre agentes encargados de movilizar a "Remito a Ud. la carpeta del año pasada en todo lo relativo a las
los votantes, la formación de las mesas, y la imposición de los rituales elecciones para que luego de recibir la presente se ocupe sólo y
que debían acompañar al acto electoral-logró consolidarse recién des- puramente de este asunto; y que en su virtud, mañana lunes haga dar I
pués de 1838. Hasta esa fecha se observan todavía algunas votaciones en principio a la impreSión de [as listas y me las vaya mandando sin un sólo
disidencia con la lista oficial que, aunque muy minoritarias, revelan cier- momento de demora, procediendo Ud. en todo de conformidad a las
tas· grietas en el régimen, que no serian toleradas luego de 1840. órdenes que se registran en la misma carpeta para las ¡¡stas del año
Respetando parcialmente la letra de la ley electoral de 1821, Rosas anterior indicado, de 1842,
continuó celebrando anualmente las elecciones para renovar los dipu- Todo lo que en ella desempeñó el general Edecán On. Manuel Corvalán
tados de la Sala de Representantes. La Legislatura se vació, pues, de ahora debe entenderse mandando cumplir en todo y para todo, al oficial
aquellos personajes que habían hecho de la revolución su propia ca- escribiente Dn. Carlos Reymond, por hallarse aquél enfermo.
rrera política, para acoger a sectores más vinculados al poder econó- Para llenar el vacío que ha dejado el fallecimiento del Coronel On. Antonio
mico-social o a militares y sacerdotes leales al gobernador, todos perso- Ramírez, puede poner al ciudadano On. Tiburcio Córdoba.
najes que operaban casi como una junta electoral de segundo grado, al Va colocado el ciudadano Dn. Juan Alsina en la 8 0 sección, y el
ocuparse de designar -de manera absolutamente previsible- al gober- ciudadano Dn. Miguel Riglos en la 11°, a que aquél pertenecía
nador y renovar sus poderes extraordinarios en cada ocasión. La Sala He mandado hoy el decreto a la imprenta para que se publique en La
perdió su centralidad y, aunque siguió sesionando durante todo el pe- Gaceta de mañana lunes 4, y también lo he mandado al editor del Oíario
ríodo en el que Rosas gobernó la provincia y ejerció la representación de la Tarde para que así mismo sea publicado en el de mañana lunes.
exterior de la Confederación, sus atribuciones se vieron francamente Son las doce de la noche y como nada ha venido de Ud. sobre este
devaluadas. Este particular mecanismo electoral se combinó, además, asunto, considero que Ud. me en~endió ma! ayer o que habrá habido
con los frecuentes plebiscitos realizados durante el período en los que alguna equivocaCión o extravío del oficio de Ud. Quiero decir que
los habitantes de la provincia -organizados por las autoridades menores esperaba las circulares que necesito precisamente para despacharlas
del régimen- reclamaban la reelección de Rosas con la suma del poder antiCipadamente a la campaña porqtle ya el tiempo es corto para las
público. Tales reclamos tenían su origen, por lo general, en el ya men- secciones más distantes, y por eUo mañana mismo luego que reciba las
cionado ritual que incluía la renuncia al cargo por parte de Rosas y su circulares que Ud. me mande las haré marchar; y luego mañana mismo
posterior asunción en nombre del deber y de la razón pública. enseguida si empiezan a venir las listas de las secciones más retiradas
Su obsesión por mantener y controlar la práctica del sufragio expresa las iré también sin demora alguna haciendo caminar con los hombres
la búsqueda de una legitimidad fundada en el orden legal preexistente que para todo tengo desde hoy muy prontos.
y la vocación por hacer del régimen un sistema capaz de singularizar el Así todo quedará bien y no habrá falta pues procediéndose de este modo
mando y la obediencia. Los actos comiciales le servían para reivindicar tendrán lugar sin atraso alguno las elecciones en toda la campaña".
su proclamado apego a las leyes, demostrar -hacia el interior y hacia el
exterior de la Confederación- el consenso del que gozaba, movilizar a Secretaría de Rosas, Archivo del Instituto Ravignaní, 1842-1843, carpeta
un crecido número de habitantes con el objeto de plebiscitar su poder 20, n° 47, legajos 264-65. 4!1'
Rosas y el rosismo 207
206 Histoña de la Argentina, 1806-1852
festaciones escritas fueron sometidas a la censura. Si bien la tendencia
Según revelan diversos testimonios, en varias ocasiones se suspendió a controlar la prensa se había iniciado en 1828, a partir de 1835 se
el acto comicial por mal tiempo y lluvia, desplazándolo a la siguiente reimpuso la vigencia de la ley dictada en 1832 -durante el primer go-
semana, con el objeto de que los sufragan tes pudieran asistir y ratifi- bierno de Rosas- que legalizaba un fuerte control estatal. Con este
car con su presencia la delegación de la soberanía en el cuerpo de re- instrumento en sus manos, el gobierno fue cercenando de manera
presentantes que el gobernador ungía de antemano al confeccionar creciente la libertad de expresión, aunque cabe destacar que hasta
las listas. 1838 existieron ciertas filtraciones. Aun cuando era claro que 'no se
En ese contexto, las abstenciones electorales eran leídas como oposi- toleraban disidencias en los periódicos, es cierto también que todavía
ciones en potencia, prestándose tanta atención a aquellas como a la no se les exigía -como sí ocurrirá después de 1839- reiteradas mues-
participación entusiasta de un nutrido universo de votantes. Las absten- tras de adhesión al régimen. Si en esos primeros años era posible leer
ciones le recordaban a Rosas que su liderazgo no era indiscutido, y lo noticias políticas y comentarios en la prensa circulante, luego se asis-
irritaba enormemente no poder obtener un caudal de votos tal que hi- tirá a una monótona y reiterativa propaganda oficial. Rosas cóntó
ciera olvidar las divisiones que, aunque larvadas, existían en la socie- para ello con un grupo de publicistas y colaboradores encargados de
dad. Si bien la unanimidad lograda era, en gran parte, producto de la editar los periódicos del régimen. Sin duda, el más destacado fue el
amenaza de coerción ejercida por el aparato del estado, expresaba al napolitano Pedro de Angelis, redactor de la Gaceta Mercantil, el perió-
mismo tiempo un apoyo, en especial de los sectores populares, nunca dico oficial más importante de la época, y del.ArchivoAmericano~ publi-
visto en los períodos precedentes. cación trilingüe destinada a mostrar las bondades del régimen a los
Este respaldo se ponía en escena, además, durante las fiestas federa- países y le:ctores extranjeros. Además de este periodismo "culto", Ro-
les, organizadas y celebradas por el gobierno tanto en el ámbito urbano sas buscó la colaboración de periodistas "populares" para difundir
como en el rural para conmemorar diversas fechas, afianzando así la consignas propagandísticas entre estos sectores. En esas páginas se re-
identidad federal y la lealtad a Rosas. Ya no sólo se celebraban las tradi- producían textos en prosa o en verso, escritos en un lenguaje directo
cionales fiestas mayas y juBas, sino también el honor y la gloria de los y fácil de recordar.
generales de los ejércitos que habían defendido la causa federal, o la vi- En sintonía con lo que ocurría en la prensa, las asociaciones de la so-
sita de un líder federal de otra provincia, o el fracaso de algún atentado ciedad civil fueron sometidas a un creciente control, en especial des-
contra Rosas. Otras celebraciones eran usadas para expresar la con- pués de 1839. A partir de entonces, las pocas que funcionaban en la ciu-
tienda principal entre unitarios y federales; por ejemplo, las de Seman~ dad de Buenos Aires movilizaban sobre todo a extrartieros, mientras
Santa, cuando en la quema pública el Judas de trapo adoptaba la vestI- que las creadas durante la época rivadaviana fueron desapareciendo.
menta celeste y las patillas típicas de los unitarios, o los carnavales, Rosas impuso la necesid(ad de autorización previa para realizar cual-
donde se representaba la vejación de los señores de levita y frac ... Así, quier tipo de reunión, y ya en 1837 denunció a los miembros del Salón
pues, se asistió a un cambio profundo en los rituales cívicos, al exa~tarse Literario de Marcos Sastre como enemigos de la Federación. En dicho
hasta el grotesco la figura del gobernador -nunca hubo tal prolIfera- Salón se reunían los jóvenes que conformaron la generación romántica
ción del retrato de un personaje público como en esos años- y al evo- en el Río de la Plata -conocida como la "Generación del 37"-, entre
carse en ellos un orden a la vez republicano y federal, que superaba am- quienes se encontraban Esteban Echeverría, líder del movimiento, Juan
pliamente las fronteras de Buenos Aires. Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Félix Frías, José Mármol y Vi-
cente Fidel López. Había, además, asistentes pertenecientes a la gene-
La intolerancia al disenso ración anterior que,junto a la más joven, debatían las novedades litera-
La contracara del consenso fue la creciente amenaza de castigo a los rias y filosóficas procedentes de Europa,
disidentes. Para ello se apeló a diversos instrumentos de control -so-
bre la prensa periódica, el derecho de reunión, las asociaciones y es-
pacios públicos-, a la depuración de la administración pública y a U?
aparato represivo cada vez más sofisticado. Más que nunca, las manl-
208 Historia de la Argentina, 1806-1852 Rosas y el rosismo 209

rectamente por el gobernador a partir de ternas propuestas por los jue-


ces salientes. Las condiciones que debían reunir eran, básicamente, fi-
La prensa rosista delidad y lealtad a la causa federal. Los testimonios revelan el control
El periodismo popular de! rosismo se difundió especialmente entre 1830 que Rosas ejercía directamente en la gestión de cada uno de ellos,
y 1840. Entre los principales títulos de los periódicos populares caben como también el de estos jueces sobre las poblaciones a su cargo.
destacar: El torito de los muchachos, El gaucho, La gaucha, El toro de
once, De cada cosa un poquito, Don Cunino, Los muchachos, La
Ucucha, El avisador, Ef gauchO restaurador.
En la primera aparición de Ef gaucho restaurador de! 16 de marzo de Rosas y los africanos
1834 puede leerse Jo siguiente: "Nos hemos decidido a arrostrar las Las asociaciones de africanos desempeñaron un papel muy importante
dificultades e inconvenientes que ofrece, muy especialmente en el día, la en la movilización partidaria de adhesión a Rosas y la Federación, Rosas
carrera de escritor público, con la mira patriótica de sostener la gran solía frecuentar las celebraciones de las naciones africanas, algo criticado
causa nacional, a cuyo glorioso triunfo tenemos la satisfacción de haber con énfasis por sus opositores. La oposición veía en aquellas
contribuido. -Somos restauradores: ésa es nuestra fe pOlítica. Somos manifestaciones un signo de inversión social y sospechaba que Jos
justos admiradores de las eminentes virtudes cívicas del restaurador de descendientes de africanos eran delatores de unitarios.
las leyes d. Juan Manuel de Rosas: ésta es nuestra simpatía
predominante. No capitulamos ni capitularemos con los que quieren
contramarchar a este respecto. El gobierno mismo en su marcha
tortuosa no se escapará de nuestra censura legal ... Marcharemos con la
opinión y la justicia ... ".

Extraído de Jorge Myers, Orden y vírtud. B dicurso republicano en el


régimen rosista, Bernal, Universidad de Ouilmes, 1995.6

En un ambiente tan hostil. la juventud estudiantil comenzó a abandonar


la práctica de reunión en los cafés, en tanto que la denominada "gente
decente" tendió a volver a las antiguas formas de sociabilidad en las tradi-
cionales tertulias, encuentros en los barrios, en los atrios de las iglesias, Agradecímiento de los esclavos a Rosas. Prat, óleo. Al?
paseos por la alameda, etcétera. Las únicas formas asociativas que sobre-
vivieron durante el rosismo fueron las sociedades africanas -en las que se Pero, sin duda, el sistema coercitivo más conocido de la experiencia ro-
agrupaban los negros según sus etnias de origen para contribuir a su de- sista fue el que encarnó la Sociedad Popular Restauradora, conformada
fensa mutua y defender la liberación de los esdavos- con las que Rosas en 1833, que tuvo como brazo armado a la Mazorca. Sfbien ambas or-
mantuvo una clásica relación de protección a cambio de fidelidad. ganizaciones estaban en un principio unificadas, luego de 1835 las dis-
El control sobre la sociedad se ejercía tanto desde los ID:ás altos car- tinguió el hecho de que la Mazorca, como ala ejecutora, era la encar-
gos de la administración pública de la provincia, que fue sometida a gada de cometer asesinatos y torturas, y que casi todos sus miembros
una profunda depuración en todos sus niveles, como desde los más ba- eran parte de la policía. De esta manera, el aparato coercitivo del ro-
jos. En tal sentido fue clave el papel de los jueces de paz, en especial en sismo estuvo constituido, por un lado, por la maquinaria legal que fun-
la campaña. Éstos actuaban como autoridades máximas en sus distritos, cionaba a través de la policía -formada por un cuerpo de comisarios
puesto que reunían múltiples funciones: políticas, de baja justicia, de con jurisdicción en la ciudad de Buenos Aires, mientras que en la cam-
hacienda, de policía y a veces militares. Los jueces eran designados di- paña dichas funciones recaían en los jueces de paz- y, por otro lado,
210 Historia de la Argentina,· 1806-1852
Rosas y el rosismo 211

por la Mazorca que, como grupo parapolicial, operaba desde las som-
bras, de manera ilegal, y con un vínculo con el gobernador que nunca bilidades militares. Así, las expresiones de disenso fueron gradualmente
llegó a dilucidarse por completo. De hecho, la policía actuaba bajo las erradicadas de la provincia de Buenos Aires, a la vez que se procuró im-
órdenes del poder ejecutivo, que al absorber la suma del poder público poner la unanimidad federal fuera de sus fronteras.
podía decidir ejecuciones a voluntad; la Mazorca, en cambio, lo haCÍa
aparentemente de manera autónoma, lo cual permitió que el gobierno
justificara sus acciones en diversas oportunidades como excesos popu- La Santa Federación
lares, desvinculados de la persona de Rosas.
El orden republicano y federal que el gobierno evocó permanente-
mente a través de sus publicistas en la prensa periódica, en las procla-
mas y mensajes emitidos y en las fiestas federales presentaba significa-
dos diversos. Por un lado, la república pareCÍa a veces reducirse a 16s
contornos de la provincia de Buenos Aires y, otras, extenderse más allá
de sus fronteras. El orden republicano se fundaba tanto en los disposi-
tivos de las mode~nas experiencias atlánticas, con una legitimidad ba-
sada en un régimen representativo con elecciones periódicas, como en
tópicos del republicanismo clásico, según ha destacado Jorge Myers en
su clásico libro Orden y virtud. Éstos pueden reconocerse en el uso de fa-
cultades extraordinarias que se delegaban para salvar a la república, en
el ideal de un mundo ruráJ estable y armónico, en la imagen de una re-
pública constantemente amenazada por grupos de conspiradores iden-
tificados siempre con los "salvajes unitarios", y en la idea de un orden
que debía garantizarse a través de una autoridad destinada a calmar las
pasiones y hacer obedecer la ley.
Ese orden se pro.clamaba federal. y, si bien el componente federal del
rosismo fue siempre impreciso y ambiguo, no quedan dudas de que alu-
Degollamiento de una familia frente al cementerio del Norte. Acuarela día a toda la Confederación. Rosas logró crear un poder de fucto tejiendo
sobre papel. una complicada red de relaciones que le permitió ejercer el control so-
bre los gobiernos provincial~s, al tiempo que, en el discurso político, en-
El ejercicio de la coerción se completaba con el cuerpo de milicias de fatizaba la autonomía de las provincias. Para ello se valió de tácticas que,
ciudad y campaña y con el ejército regular al servicio de la causa fede- transmitidas a través de sú correspondencia o de sus ejércitos, combina-
ral. Ambas instituciones tuvier:on en esos años mayor peso en la cam- ban la búsqueda de consenso a través del VÍnculo personal con goberna-
paña que en la ciudad; el centro más destacado fue el campamento de dores, caudillos O personajes menores, con una fuerte dosis de amenaza
Santos Lugares, cuartel general de Rosas, símbolo de las tropas federa- de coerción si el destinatario de turno no acataba sus directivas. Las fuen-
les que defendían a la ciudad y su gobierno. La población de Buenos tes abundan en intrigas, delaciones, complots y en un uso, por momentos
Aires se vio sometida a una elevada cuota de servicios militares y asistió, sutil, de estrategias discursivas tendientes a engendrar sospechas entre los
como en la época de las guerras de independencia, a una creciente mi- destinatarios de los mensajes, intentando con esto hacer depender sólo
litarización de su vida cotidiana, especialmente entre los sectores popu- del gobernador de Buenos Aires las potenciales relaciones que pudieran
lares. Los ejércitos federales reclutaban soldados en forma constante, entablar entre sí sus interlocutores provinciales. La representación ele-
recayendo sobre los regulares o de línea el mayor peso de las responsa- gida para las fiestas mayas de 1839 expresa el complejo vínculo que unió
a Buenos Aires con el resto de la Confederación durante el rosismo.
212 Historia de la Argentina, 1806-1852 Rosas y e! rosismo 213

Ahora bien, ese localismo que parecía colocar no sólo a Buenos Aires
como ciudad rectora de la Santa Federación, sino a Rosas como su
Un Júpiter desde el Olimpo constructor, se revelaba en toda su potencia al acompañar la tercera
En la celebración del 25 de mayo de 1839, la Pirámide de Mayo erigida fecha inscripta -5 de octubre de 1820- con la imagen de Júpiter como
en 1811 fue engalanada de la siguiente manera: en sus cuatro frentes se emblema de! orden. El momento en que se recordaba tanto la primera
leía Dorrego, Quiroga, López, Heredia. Cuatro representantes del Partido aparición pÚblica de Rosas como el año en el que Buenos Aires supo.
Federal de diferentes provincias, fallecidos en distintas circunstancias: convertir su derrota en victoria, cuando fue pacificada la provincia, se
Manuel Dorrego, ejecutado por el movimiento militar de signo unitario simbolizó con el dios que llevaba en sus manos el cetro del Olimpo y el
liderado por Juan Lavalle en 1828; Facundo Quiroga, asesinado en una rayo. Dos atributos que Rosas pudo finalmente desplegar desde el
emboscada en 1835; Estanislao López, caudillo federal de la provincia de Olimpo de Buenos Aires en 1835 (última fecha evocada) a través de un
Santa Fe, gobernador entre 1819 y 1838, año de su muerte; Alejandro dominio que se basó tanto en el nuevo arte de la política, por medio del,
Heredia, gobernador de la provincia de Tucumán, asesinado en 1838. A US? de la suma del poder público en Buenos Aires y el manejo de las
su vez, en los cuatro frentes de la pirámide figuraban cuatro fechas relaciones exteriores de todas las provincias, como en la utilización de
emblemáticas: 25 de mayo de 1810, 9 de julio de 1816, 5 de octubre de sus ejércitos y milicias que, como el rayo de Júpiter, podían castigar,
1820 y 13 de aben de 1835. amedrentar, amenazar y convencer a todos aquellos que en el territorio
A primera vista, la inscripción con los nombres de los líderes federal(~s de de la Confederación osaran disputarle el dominio.
las provincias exhibía la evocación de la llamada "Santa Federación" al
reconocer en ellos un fuerte protagonismo. Pero este reconocimiento por
parte del gobierno de Buenos Aires hacia las provincias no presuponía
que la antigua capital se colocara en pie de igualdad dentro de la
Federación. En las fechas e imágenes que acompañaron a esos nombres
se vuelve claramente visible el pape! que Buenos Aires se otorgó a sí
misma, y en particular el que se adjudicó Rosas. Si bien figuraban dos
fechas conmemorativas de todo el territorio rioplatense -la revolución de
1810 y la declaración de la independencia de 1816-, las otras dos
fechas inscriptas eran de carácter absolutamente local y porteño: el 5 de
octubre de 1820 marcaba la primera intervención pública de Rosas,
cuando con sus milicias de campaña colaboró con el gobernador Martín
Rodríguez para pacificar la provincia de Buenos Aires, luego de nueve
meses de anarquía, y el. 13 de abril de 1835 recordaba la fecha en la que
Rosas asumió por segunda vez la gobernación de Buenos Aires con la
suma de! poder público. Incluso en las fechas patrias por antonomasia, Plaza de la Victoria en los festejos del 25 de mayo de 1844. Jules
1810 y 1816, Buenos Aires y su gobernador se hacían presentes en la Daufresne y Alberico 1s01a, 1844, litografía. COlecc~ón particular, Buenos
ornamentación de la pirámide introduciendo junto a la primera fecha, la Aires.
figura alegórica de la ley, debajo de la cual se ubicaba la fuerza con los
santos del ejércitc expedicionario de los Desiertos del Sur en 1833-1834 De la imagen de la Atenas del Plata se regresaba así a la de una Roma
comandado por Rosas, y, junto a la segunda fecha, la figura de la republicana. Sólo que, en este caso, a diferencia de la década
independencia representada por el genio de la guerra y de la paz, en revolucionaria, Roma no sólo desplegaba sus ejércitos, sino que se
cuya base aparecía la provincia de Buenos Aires con las armas y los afirmaba sobre la figura de un gobernante con poderes excepcionales,
santos del ejérCito expedicionario. destinado a "salvar" la república de conspiradores y enemigos. l '
214 Historia de la Argentina, 1806* 1852
'1 Rosas y el rosismo 215
I
Así, pues, tanto el uso del término "Federación" como el de "Confedera- B.uen.0s Aires, y más específicamente sobre su Primera Magistratura,
ción" siguieron siendo muy flexibles durante esos años y funcionaron ejercIda a través de un régimen unanimista y plebiscitario centrado en
como una especie de gran paraguas con que reemplazar el vínculo cons- J la figura de Juan Manuel de Rosas. Así, en esta etapa, el gobierno de
titucional que Rosas se negaba a dar al país. Si en el periodo precedente Buenos Aires se lanzó a reconquistar el territorio de la ahora llamada
el gobernador había revelado su reticencia a dictar una constitución, Federación, aunque sin pretender erigirse en capital. Todo 10 contrario:
luego de 1835, el tema directamente dejó de formar parte de la agenda. Rosas se negó sistemáticamente a convocar a un congreso constitu-
Ese ambiguo componente federal presuponía varias cosas. En primer lu- yente, pese a la insistencia de muchos gobernadores y caudillos fede-
gar, un orden supraprovincial que, si bien no se traducía en una consti~ rales de provincia, quienes sin embargo poco a poco fueron acallando
tución nacional, tampoco era reductible al manejo de las relaciones ex- sus voces en pos de la aceptación de ese orden de facto. La provincia
teri.9res por parte del gobernador de Buenos Aires. Aun cuando la podía ser el centro de la Federación, dominar desde su propio escena-
gestión de las relaciones exteriores constituyó para Rosas la cima del sis~ rio al conjunto del país, sin perder por eso los beneficios que deriva-
tema federal que preconizaba, al mismo tiempo fue incrementando las ban de su autonomía. Ser ciudad rectora sin pagar el costo de ser ~a­
funciones a su cargo. Esto no siempre se debió a una efectiva delega- pital y evitar repartir los recursos que podía usar la provincia para su
ción de facultades: en muchas ocasiones fue el propio gobierno por- único provecho fueron datos insoslayables a la hora de discutir una
teño el que, fundándose en doctrinas esgrimidas según la ocasión, in- organización nacional.
tervino directamente en asuntos comunes a todas las provincias, entre
los cuales se destacaron, por ejemplo, el ejercicio del derecho de patro- El nuevo orden en las provincias
nato y el juzgamiento de los acusados de crímenes contra la nación. En diciembre de 1835, con el propósito de apaciguar los reclamos, el
A su vez, el componente federal, tal como lo entendía el rosismo, im- gobierno de Buenos Aires sancionó una Ley de Aduana, con la cual se
plicaba la extensión del sistema unanimista impuesto en Buenos Aires a intentaba atenuar los efectos más perniciosos sufridos por las provincias
todo el territorio de la Confederación. Desde la ciudad rectora, ejem- a partir de la vigencia dellibrecambio y negociar así un intercambio
plo de virtud republicana que debían seguir las provincias si pretendían que, aunque seguía siendo desigual respecto de los beneficios obteni-
alcanzar la madurez necesaria para darse una constitución nacional, no dos por Buenos Aires en la medida en que no afectaba el exitoso
se toleraría ninguna administración unitaria. Esta pretensión se hizo rumbo ganadero y exportador de su economía, evitaba que la salida
efectiva a través de una de las atribuciones que se autoadjudicó Bue- constitucional siempre postergada se constituyera en la única alterna-
nos Aires o, más específicamente, su gobernador: el derecho de inter- tiva para lograr la paz con los gobiernos provinciales. El criterio protec-
vención en la organización política de las provincias. Según la teoría cionista utilizado en esta ocasión, ,al establecer aranceles para ciertos
jurídica, la intervención en los poderes políticos de las provincias se productos de importación que podían competir con producciones loca-
produce dentro de un sistema federal de gobierno y no en una confe- les de algunas regiones -incluida Buenos Aires-, revela además el obje-
deración, como se titulaba entonces la liga de las provincias rioplaten- tivo que persiguió el rosismo al intentar dar mayor equilibrio a las ba-
ses o argentinas. De hecho, el Pacto Federal de 1831 no contemplaba lanzas de pago de las provincias, siempre deficitarias. Si bien la ley
tal derecho. Sin embargo. constituyó una práctica muy frecuentada por sufrió varias correcciones a partir de su sanción, y su implementación
Rosas luego de 1835. no cumplió con los objetivos propuestos debido a los conflictos que en-
Si regresamos, entonces, a la imagen de la Pirámide de Mayo, cuando frentó la Confederación luego de 1838, es oportuno subrayar la proyec-
se engalanó para las fiestas homónimas de 1839, se hacen visibles cada ción política que el gobierno pretendió lograr, en especial luego de los
uno de los rasgos descriptos, en especial el desplazamiento que conver- debates generados en ocasÍón de la firma del Pacto Federal de 1831.
tía a Buenos Aires en centro de la Santa Federación. Una federación En este sentido, la Ley de Aduana fue uno de los muchos mecanis-
que no era estrictamente un orden confederal ni un sistema federal de mos utilizados por el gobierno de Buenos Aires para mantener cierto
gobierno, sino una compleja ingeniería política que presuponía un or- equilibrio en el sistema de poder de la Confederación. Claro que no to-
den supraprovincial que reposaba sobre la provincia más poderosa, dos los métodos fueron tan pacíficos y diplomáticos.
216 Historia de la Argentina, 1806-1852

Rosas y Heredia
II Rosas y e! rosismo 217

Movido de estas consideraciones es que no he tenido a bien publicar su


última correspondencia oficial, sin embargo de serme muy satisfactoria
en lo substancial, porque sé que de éstos, que algunos llaman pelillos
cuando son más que trenzas de pelo en nuestras circunstancias
Carta de Juan Manuel de Rosas a Alejandro Heredia, 16 de julio de 1837.
"Mi querido amigo:
Para asegurarse por todos los flancos contra estos pérfidos manejos, no
I actuales, habían de tomar materia los unitarios logistas para trabajar en
su inicuo plan de desacreditarlo a Ud. entre Jos federales. Y así le he de
basta que Ud. se libre al testimonio íntimo de su conciencia y a la estimar me diga con franqueza si me autoriza en este caso y
substancia de las cosas; es necesario dar a éstas una ostensibilidad I cualesquiera otro en lo sucesivo para publicar sus comunicaciones
entusiástica, que lo presente a Ud. siempre lleno y siempre ocupado de! oficiales con las correcciones que yo crea conveniente, sin variar la
espíritu de Federación y de la Causa Federal; por lo mismo es de sustancia de su contenido. Pues aunque no dudo que después de estas
absoluta necesidad que en sus oficios y proclamas y en todos los actos
oficiales suene siempre la Federación con calor, procurando hacer
I amistosas indicaciones, que me induce el particular afecto que le
profeso, y la confianza y franqueza con que creo debemos comunicarnos
mención de ella cuantas veces sea posible con especia! aplicación al en los asuntos de la República, Ud. se esforzará en ajustarse a ellas, por
caso o asunto de que se trate, y esto aunque parezca que es con alguna e! convencimiento de su utilidad y necesidad. Pero considerando por la
machaca o violencia, porque esa misma machaca prueba ante la experienCia que tengo en mí mismo que no siempre podrá Ud. prevenir
generalidad del pueblo que la Federación es una idea que ocupa y algunos descuidos, u omisiones de los redactores ni estar en todos los
reboza el corazón del que habla. golpes y puntos que convendrá emitir según los casos y circunstancias
Hago a Ud. esta indicación, porque noto que en sus oficios y proclamas que ocurran, le pido esta autorización no sólo para la predicha última
no resuena tanto como es preciso la voz y Causa Santa de la correspondencia, sino para las demás en lo sucesivo, bien con la precisa
Federación, y que por ejemplo al decir todo argentino, los buenos restricción de no variar la substancia de su contenido.
argentinos, todo patriota, los buenos patriotas, no dice Ud. todo Las dos proclamas que ha dirigido Ud.; una a los argentinos y la otra a
argentino federal, los buenos argentinos federales, todo patriota federal, los chicheños y tarijeños, me han parecido muy buenas, lo mismo que la
los buenos patriotas federales, sobre Jo que sé yo que se fija mucho la de su hermano señor don Felipe, en Salta, con motivo del aniversario del
atención por federales y unitarios, aquí y en casi todas las provincias de 25 de Mayo. El único pero que les encuentro es que nada se les diga a
la Repúblíca; porque aquéllos no tienen por buen argentino, ni por buen los unitarios; y no abundar más en ellas el eco de la federación, y ahora
patriota, como no deben tenerlo, al que hoy día no es federal, y éstos más que nunca debe resonar en todas las cosas y por todas partes,
para encubrirse de que son unitarios, y haciendo desprecio de la pues que por sí soja esta voz es ul!a centella que con sólo su ruido
clasificación de federal, usan de voces desnudas, buen argentino, buen estremece al Cholo Santa- Cruz, y que por donde quiera que pasa le
patriota, las que por lo mismo si antes tenían entre nosotros una trastorna y deshace todas sus maniobras. Yo, pues, colocado en el Jugar
significación noble, hoy la tienen muy ambigua y sospechosa. de nuestro compañero- el señor don Felipe, además del encabezamiento
Yo bien veo que esto depende las más veces de los redactores que o introducción establecida: ¡Viva la Federación!, habría agregado a la
miran equivocadamente estas circunstancias como pequeñeces e conclusión un ¡Viva la Confederación Argentina! y un ¡Mueran los
impertinencias que nada importan, y que un gobernador abrumado unitarios! Nada de particular quiere decir que mueran los unitarios,
incesantemente con una multitud de atenciones que lo ocupan no puede porque esto no es decir muera fulano o determinadas personas, sino
siempre advertir semejantes omisiones. Pero es necesario hacer algún solamente manifestar diciéndolo, el deseo de que mueran civilmente o
esfuerzo particular a este respecto, ya encargando seria y que sea exterminado para siempre el feroz bando unitario.
encarecidamente a los redactores que no descuiden estos puntos, ya Me he extendido más de lo que pensaba en esta carta, pero no he
fijando en ellos mucho la atención, aunque sea con retardo de! podido evitarlo por haber tocado puntos en eUa sobre lo que me cuesta
despacho, porque creo que esto es menos malo que e! dar curso a las mucho suspender la pluma. Tal vez Ud. me clasificará allá en su interior
redacciones con los defectos indicados. de minucioso y majadero; mas esto será por no haberse hallado en el
218 H¡storiade la Argentina, 1806-1852 Rosas y el rosismo 219

teatro en que me hallo hace muchos años, ni ver las cosas desde el lugar colocando en las provincias vecinas gobernadores adictos: en Salta a su
en que las estoy viendo. Sea de esto lo que fuera está Ud. en el deber hermano, Felipe Heredia, y en Jujuy -que acababa de separarse como
de dispensarme su indulgencia, pues no obro por otro impulso que el provincia autónoma de la jurisdicción de Salta- a Pablo Alemán. Otro
vivo deseo del acierto en beneficio general del país y particular de Ud., tanto hizo con Catamarca, y en cada una de estas provincias t;:olocó a
que quisiera tuviese el mejor éxito en la importante empresa que le he ministros tucumanos para colaborar con los gobernadores adictos. No
encomendado en nombre de toda la Confederación Argentina. obstante, la desconfianza generada por tales muestras de autonomía y
Que Dios permita a Ud. la mejor salud y acierto alumbrándole la senda poder no impidió que Rosas aceptara el liderazgo de Heredia, más allá
de su marcha pública es el voto de su atento compañero y amigo. de plantear ciertas reticencias.
Juan Manuel de Rosas." En otras provincias, el gobierno de Buenos Aires intervino directa-
mente, como fue el caso de San Juan, donde el gobernador desde 1834,
Extraído de Marcela Ternavasio, La correspondencia de Juan Manuel de Marón Yanzón, fue acusado de unitario y obligado a abandonar el
Rosas, Buenos Aires, Eudeba, 2005 . .JltII" cargo, primero a través de una correspondencia amenazante y, luego,'
de la movilización de los ejércitos. Ejemplos similares abundan en otras
El gobernador de Buenos Aires procuró desde un comienzo extender provincias. En el litoral, la situación se complicó más aún, como COnse-
su dominio sobre las provincias y establecer las bases de la nueva fede- cuencia de la muerte, en 1838, de Estanislao López, paladín del federa-
ración. El caso de Córdoba lo ilustra muy bien. Luego del asesinato de lismo en la región y leal a Rosas -entre otras razones, porque su defici-
Quiroga, Rosas utilizó sus atribuciones como encargado de las relacio- tario fisco sobrevivía en gran parte gracias a, los subsidios enviados
nes exteriores para presionar al gobernador de esa provincia, Reinafé, desde Buenos Aires- y porque la república unanimista se vio asediada
a quien se le atribuía la instigación del crimen del caudillo, a que aban- desde diversos frentes. Sin embargo, a partir de esa fecha, los desafíos
donase el cargo y se sometiera a un tribunal confederaL Luego, no re- al orden rosista, lejos de debilitar al régimen impuesto 'en esos años en
conoció a ninguno de los sucesivos gobernadores nombrados por la toda la Confederación, lo consolidaron en sus aspectos más autoritarios
Sala de Representantes cordobesa y presionó a través de las armas para y a la vez plebiscitarios.
que la designación recayera en el comandante Manuel López, acólito
leal a Rosas durante su larga gobernación de más de quince años en la
capital mediterránea. El gobernador de Buenos Aires se hizo cargo del
juicio a Reinafé y a los imputados del crimen de Quiroga, que culminó
con un castigo ejemplar: todos fueron colgados y exhibidos en la Plaza
de la Victoria, y su imagen, difundida en grabados a cargo de la im-
prenta del estado de Buenos Aires.
De hecho, la muerte del caudillo riojano hahía dejado vacante e11i-
derazgo regional en las provincias del interior. Quien se perfilaba para
sustituirlo era Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán desde 1832. I
Heredia, identificado plenamente con el Partido Federal, comenzó sin
J
embargo a tejer tul sistema de alianzas por medio de una estrategia que
no gozaba del beneplácito de Rosas. Ésta consisóa en implementar la
fusión de partidos, lo cual implicaba cierta tolerancia haCia personajes
comprometidos con un pasado tUlitario. De Heredia recelaban Rosas y
otros líderes federales del interior, como Felipe Ibarra, gobernador de
Santiago del Estero, y Estanislao López. de Santa Fe. Todos veían con
algo de alarma cómo, desde Tucumán, Heredia extendía su dominio,
I
I
9. De la república del terror
a la crisis del orden rosista

A partir de 1838, el régimen rosista sufrió diversos-embates


internos y externos. Los intentos de crear un orden federal un~~
nime fueron resistidos por movimientos opositores, dentro y
fuera de la provincia de Buenos Aires. Las alianzas, que involu-
craron a distintas provincias y a países extranjeros, no lograron
derrocar en los primeros años de la década de 1840 a quien
detentaba el mayor poder de la Confederación. El régimen de
terror impuesto en esa coyuntura consiguió "pacificar' la pro~
vincia de Buenos Aires, pero no alcanzó a erradicar las resisten-
cias. La acción de los opositores en el exilio se volvió cada vez
más activa, aunque el régimen parecía salir siempre consolida-
do de los asedios. No obstante, hacia 1850, la vieja rivalidad
entre Buenos Aires y el litoral se reavivó. Desde la provincia de
Entre Ríos. Justo José de Urquiza lideró una alianza con la pro~
vincia de Corrientes. con Uruguay y el Brasil que terminó con el
largo período de hegemonía de Rosas, al derrotar a sus ejérci-
tos en la batalla de Caseros.

La república asediada

Los frentes de conflicto


El primer frente que Rosas decidió desafiar fue el de la gue-
rra contra la Confederación Peruano-Boliviana en 1837. Si bien el deto-
nante fue la cuestión de Tarija, reclamada por Salta y retenida por Boli-
via, las motivaciones para la guerra fueron múltiples. De hecho, la
formación de dicha confederación en 1836, liderada por el mariscal
Andrés de Santa Cruz, hacía temer tanto a Chile como a la Confedera-
ción Argentina una ruptura del equilibrio en las frágiles fronteras su-
damericanas, en pleno proceso de conformación. Esto llevó a que Chile
le declarara la guerra a Santa Cruz y solicitara el apoyo de Rosas, quien,

Tr
222 Historia de la Argent¡na, 1806-1852
De la repúbl¡ca del terror a la crisis del orden rosista 223
alentado por Alejandro Heredia -ferviente partidario del conflicto-,
aceptó el desafio. Aunque Rosas era consciente de que detrás de la pos- cente, con el bloqueo iniciado al puerto de Buenos Aires en marzo de
tura belicista de Heredia se escondía el afán de consolidar su propio li- 1838 los conflictos quedaron anudados. La presencia francesa esti-
derazgo en las provincias del Noroeste, también estaba convencido de muló la esperanza de los unitarios afincados en Montevideo de que el
que Santa Cruz brindaba protección a sus enemigos unitarios. Heredia régimen rosista llegara a su fin: Rivera le declaraba la guerra a Rosas
quedó, pues, al mando del ejército, cuyo papel fue, no obstante, casi por intervenir en la política interna oriental a favor de Oribe, y el lito-
irrelevante en el resultado final de la guerra. La victoria chilena en fun- ral rioplatense se convirtió en un escenario de disputas que jaqueó la
gay en enero de 1839 terminó con la Confederación Peruano-Boli- unanimidad que Rosas intentaba imponer.
viana; Heredia fue asesinado poco antes del desenlace. De hecho, el bloqueo peIjudicaba notablemente los intereses econó-
En tanto, en el litoral se superpusieron varios conflictos simultáneos. micos del litoral. Por eso, las provincias de Santa Fe y Corrientes le re-
En primer lugar, el que debió enfrentar la Confederación frente al blo- clamaron a Rosas por el peIjuicio que les causaba un conflicto origi-
queo francés del puerto de Buenos Aires en 1838. Si bien las razones nado en un problema que comprometía sólo a Buenos Aires. Estanislao
del bloqueo derivaban de un antiguo reclamo diplomático, se cruza- López envió a Domingo Cullen como comisionado para transmitir tales
ron entonces con asuntos de política interna en la República Oriental reclamos e informó de sus gestiones al gobernador de Corrientes, Ge-
del Uruguay y con la acción de los unitarios que se habían exiliado allí. naro Berón de Astrada. Pero López murió en junio de 1838, en medio
El conflicto diplomático respondía a una exigencia del gobierno fran- de las gestiones, dejando como legado un vacío de poder y una gran in-
cés, que desde la década de 1820 pretendía recibir el trato de "nación estabilidad, que Rosas aprovechó para intervenir en la política de la
más favorecida", tal como 10 había obtenido Gran Bretaña en 1825. provincia. Si bien Domingo Cullen fue elegido gobernador por la Sala
Ello implicaba gozar de ventajas comerciales y de la exención de cual- de Representantes de Santa Fe, Rosas desconoció tal nombramiento y,
quier tipo de servicio de armas para los franceses radicados en Buenos en alianza con el gobernador de Entre Ríos, Pascual Echagüe, impuso
Aires, exención otorgada durante el gobierno de Lavalle, pero desco- a Juan Pablo López, hermano de Estanislao, como nuevo mandatario
nocida por Rosas ya en su primer gobierno. Desde ese momento, Fran- santafecino. Cunen fue acusado de unitario; en su huida, encontró pro-
cia había presionado para obtener una respuesta favorable a su re- tección en Santiago del Estero con Ibarra. Reparo sin embargo efí-
clamo, hasta que la muerte en una prisión porteña del artista francés mero, puesto que, presionado por Rosas, Ibarra debió entregar a Cu-
Cesar Bacle, a comienzos de 1838, desembocó en el endurecimiento nen, quien fue fus~lado por orden del gobernador de Buenos Aires en
de las posiciones y en el bloqueo. junio de 1839.
Ahora bien, tal como había ocurrido con el conflicto contra el ma- Mientras tanto~ el gobernador de Corrientes, luego de expresar su
riscal Santa Cruz, sospechado de proteger y ayudar a los unitarios, en oposición a la polí rica de Rosas y a los peIjuicios que le traía aparejado
este caso el bloqueo estaba vinculado con la política uruguaya,-puesto el bloqueo francés, y al quetlar aislado, luego de la muerte de López y
que Montevideo se había convertido en el principal destino de los emi- del desplazamiento de Cullen, buscó aliarse con Rivera y con los france-
grados de la Confederación: los unitarios, los federales cismáticos y ses. En este caso, Berón de Astrada no hacía más que retomar viejos re-
muchos otros sospechados de enemistad con Rosas. ¿Cuál era, enton- clamos correntinos, ya expresados por Pedro Ferré en los debates en
ces, la conexión entre estos eventos? En primer lugar, se destaca la cre- torno al Pacto Federal de 1831: la exigencia de la libre navegación de
ciente intervención del gobernador de Buenos Aires en la política los ríos, el reparto de los ingresos de la Aduana de ultramar y la pronta
oriental al apoyar a Manuel Oribe, presidente de la república uru- sanción de una constitución nacional. Pero el gobernador de Corrien-
guaya hasta 1838, con el objeto de que por su intermedio se debilitase tes corrió igual suerte que Cullen: fue vencido y muerto en la batalla de
la presencia y el poder de los emigrados, embarcados en esos años en Pago Largo en marzo de 1839 por las tropas comandadas por el entre-
una fuerte propaganda antirrosista. El opositor a Oribe, Fructuoso Ri- rriano Pascual Echagüe. Ese enfrentamiento dejó como legado no sólo
vera. buscó la protección de Francia para desplazar a aquél del cargo. centenares de correntinos degollados -una muestra de crueldad que
En este punto, si bien el apoyo del gobierno francés a Rivera fue reti- expresaba la extrema virulencia de los conflictos en esos años-, sino
ta..-nbién la creación de un gobierno adicto a Rosas.
224 Historia de la Argentina, 1806-1852 De la república del terror a la crisis del orden rosista 225

La oposición en Buenos Aires de querer asesinar al gobernador. Aunque no existen indicios acerca del
En ese contexto, el líder del movimiento decembrista de 1829, el ge- real asidero de tal sospecha, es oportuno destacar que. si bien los fusila-
neralJuan Lavalle. encabezó una campaña militar para derrocar a Ro- mientos decretados por el gobernador en uso de sus poderes extraordi-
sas c~n el apoyo de los ·emigrados en Montevideo, de Fructuoso Ri- narios ya habían tenido lugar en el escenario público porteño, éste fue el
vera y de Francia. Su campaña comenzó en julio de 1839 desde primer asesinato a cargo de los mazorqueros luego de 1835. El crimen,
Ñlartín García. Si bien el objetivo inicial era desembarcar en Buenos sin embargo, no parece haber sido ordenado por Rosas, lo cual pone. en
Aires, donde esperaba recibir apoyo de una población descontenta, evidencia que, al menos en ese momento, tanto la Sociedad Popular Res-
ansiosa de encontrar un "libertador", decidió penetrar primero en tauradora como la Mazorca podían actuar con cierta autonomía en nom-
Entre Ríos y luego en Santa Fe. Pronto advertiría que ni en estas pro- bre de una ciega defensa de su líder.
vincias ni en la de Buenos Aires encontraría el recibimiento esperado. La Sociedad Popular Restauradora aprovechó este episodio para agi-
Razones no le faltaban a estas poblaciones para adoptar tal actitud, es- tar a la población, en particular a los sectores populares, y avivar la sen-
pecialmente en Buenos Aires, donde se habían vivido otros conflictos sación de peligro para la república y su líder federal, amenazados cons-
no menos virulentos. tantemente por conspiradores unitarios. La prensa periódica y toda la
maquinaria del régimen se puso en marcha para extremar aún más el
faccionalismo e instaurar un clima de terror en la población, dejando
claro cuál sería el destino de quienes desafiaran el poder del goberna-
dor. Las fiestas realizadas para celebrar el fracaso de la conspiración
fueron un vehículo fundamental para exhibir ese espíritu de amenaza,
en un marco de clima festivo.
Pacificada la ciudad, pocos meses después el conflicto surgió en la
campaña de Buenos Aires. Fue justamente en el sur ganadero, en los
partidos de Dolores y Chascomús, base de apoyo del rosismo hasta poco
tiempo antes, donde se generó un movimiento armado contra Rosas.
Para esos hacendados, el bloqueo francés venía a· arruinar sus expecta-
tivas de ganancia basadas en la exportación; y la contribución directa
que el gobierno intentaba imponer amenazaba aún más las esperanzas
de engrosar sus ingresos. Además, el, movimiento contaba con el apoyo
Asesínato de Manuel Vicente Maza. Benjamin Franklin Rawson, 1860, de la supuesta invasión que tealizaría LavalIe desde la campaña de Bue-
óleo sobre tela. Col. Complejo Museográfico Provincial "Enrique nos Aires. Ahora bien, el itinerario de Lavalle cambió sobre la marcha
Udaondo", Buenos Aires. al ingresar por Entre Ríos, y el alzamiento que estalló en el sur bonae-
rense a fines de octubre de 1839, con fuerzas improvisadas formadas
El primero de ellos fue la llamada "conspiración de Maza", en la que es- por milicias, hacendados, peones y grupos indígenas, fue rápidamente
tuvieron comprometidos varios jefes militares. El coronel Ramón Maza, reprimido por los regimientos de frontera y sus cabecillas pasados por
hijo del presidente de la Legislatura de Buenos Aires, era el cabecilla de las armas. Mientras los acusados de "traidores a la patria" eran severa-
este movimiento que, bajo la forma de un alzamiento militar, pretendía mente castigados, los defensores de la Santa Federación comenzaron a
derrocar al gobernador. La conspiración. estuvo lista para junio de 1839, ser premiados, ya no sólo con menciones honorificas, sino con las más
pero una denuncia no sólo la llevó al fracaso, sino que desató una reac- apetecibles recompensas en tierras, confiscadas sin más a los participan-
ción amplificada. Los cabecillas fueron arrestados, Ramón Maza fusilado tes de la rebelión.
por orden de Rosas, y su padre, Manuel Vicente Maza, asesinado por
miembros de la Mazorca, sospechado de participar en la conspiración y
226 Historia de la Argentina, i 806-1852 De la república del terror a la crisis del orden rosista 227

sitores a Rosas se tradujo en una alianza, la Coalición del Norte, lide-


rada por los gobiernos de Tucumán y Salta, que recibió la adhesión de
Temas en debate Catamarca, La Rioja y Jujuy. La Coalición pretendía denunciar los ma-
Una de las imágenes historiográficas tradicionales más difundidas es la nejos autoritarios del gobernador de Buenos Aires, retirarle los atribu-
que identificó la gestión de gobierno de Rosas con la de un patrón que tos de las relaciones exteriores y extender su poder sobre el resto de las
dominó el país como si se tratara de una gran estancia. Tal perspectiva provincias para derrocarlo. Contaba para ello con el apoyo de los unita-
-que privilegió su condición de hombre de campo y representante directo rios emigrados, de muchos que conformaban la generación romántica,
de los intereses del sector terrateniente- no sólo minimizó los conflictos y de la expedición de LavalIe. Pero si bien la Coalición, al mando del
que Rosas mantuvo con algunos sectores propietarios de la provincia, general Lamadrid, pudo dominar gran parte de las provincias del in te-
sino también la dimensión política de! proceso de! que fue principa! rior -excepto Cuyo- durante el año 1840, ni Lavalle pudo unírseles, de-
protagonista. Si bien los nuevos aportes realizados desde la historia bido a los sucesivos fracasos en sus campañas, ni su expansión estapa
económica, social, política y cultura! no niegan la existencia de fluidos destinada a perdurar. Los ejércitos enviados desde Buenos Aires, al
vínculos entre el gobernador y los sectores rurales en ascenso, en plena mando ahora de Manuel Oribe -desplazado de su cargo en la república
expansión ganadera, revelan al mismo tiempo que las relaciones entre oriental por su enemigo, Fructuoso Rivera-, dieron por tierra con la Co-
ambos fueron muy complejas y dependieron de las distintas coyunturas. alición del Norte. La represión instaurada en las provincias rebeldes por
En esta dirección, frente a las perspectivas que intentaron explicar tos las fuerzas de Oribe es recordada por su extrema crueldad, mientras que
vínculos de subordinación y lealtad a Rosas en una clave que reproducía las ya despojadas fuerzas de Lavalle, en constante retirada, fueron derro-
en el plano político la relación socia! patrón-peón, se tiende ahora a tadas, y su líder encontró la muerte enJujuy, en octubre de 184l.
prestar mayor atención a variables que no se reducen a la esfera privada. El fin del asedio al orden rosista en las provincias del Norte se pro-
El papel de los jueces de paz de campaña, por ejemplo, muestra que la dujo en un momento en el que Rosas capitalizaba a su favor el cese del
autoridad derivaba más de su posición institucional que del lugar que bloqueo francés, luego de la firma del tratado entre Mackau, represen-
ocupaba en la esfera social. La obediencia que se les rendía se debía tante de Francia, y Arana, ministro de Relaciones Exteriores de Rosas,
fundamentalmente a que monopolizaban todas las atribuciones del poder en octubre de 1840. Al tratado se había llegado luego del deterioro de
públiCO en su jurisdicción. Así, pues, cuando el juez de paz de un partido los negocios de hacendados y comerciantes, que habían visto obstaculi-
de campaña repartía las boletas con el candidato oficial para una zadas sus posibilidades de exportación. como también del peIjuicio que
elección, no hacía más que actualizar su papel institucional, ejercido sufrió el fisco de Buenos Aires, dependiente de los derechos de comer-
como autoridad del distrito. El mismo juez -que cobraba impuestos, cialización. No obstante, Rosas hab~a adoptado la estrategia de resistir
ejercía justicia, enrolaba en las milicias o actuaba con funciones de el bloqueo, a la espera de que un mayor acercamiento con Gran Bre-
policía- preSidía luego la mesa en la que los pobladores debían emitir taña empujara a los franceses a una decorosa retirada. Su táctica resultó
públicamente su voto. AIP' exitosa, en la medida en que la formación de un nuevo gabinete en
Francia condujo a que su gobierno evaluara que los costos de mantener
La consolidación del régimen y el terror el bloqueo e inmiscuirse en los asuntos facciosos internos de la política
Una vez pacificada la provincia -de hecho, luego de estos dos alzamien- rioplatense eran mayores que los posibles beneficios. El tratado Mac-
tos en ciudad y campaña, no hubo ningún otro movimiento en Buenos kau-Arana estipuló la devolución de Martín García y el levantamiento
Aires para derrocar a Rosas-, el desafío"a la autoridad porteña quedó del bloqueo a cambio del goce de los derechos reclamados para los ciu-
planteado en el interior. La guerra contra la Confederación Peruano- dadanos franceses.
Boliviana había dejado como legado en el Norte -donde el descontento Si bien el tratado no proporcionaba nada extraordinario a la Confe-
de las provincias, en las que recayó casi toda la responsabilidad del con- deración Argentina -excepto la regularización del comercio y de toda
flicto bélico, era evidente- una situación de gran inestabilidad. A co- la actividad económica dependiente de la exportación-, las celebracio-
mienzos de 1840, la insatisfacción de algunos grupos provinciales opo- nes y festejos que siguieron a su firma expresan la capacidad del régi-
228 Historia de la Argentina, 1806-1852

men rosista para convertir cada uno de los enfrentamientos en triunfos


de las fuerzas federales contra los acérrimos enemigos de la Confedera-
l
I
De la república del terror a la crisis del orden rosista 229

teño, había derrotado a Pascual Echagüe en Caaguazú en noviembre


de 1841. La acción del general Paz se encuadró en una alianza con el
ción. y no sólo eso: a partir de esa fecha, el régimen demostró una gobernador de Corríentes, Pedro Ferré, y con el de Santa Fe, Juan Pa-
enorme capacidad para ímponer el terror como forma de lograr la una- blo López, para exigir una vez más la organización constitucional del
nimidad esperada. país. El santafecino no demostró gran fidelidad hacia el gobernador de
Buenos Aires y fue vencido por los ejércitos de Oribe y Echagüe ~n abril
de 1842. Por otra parte, la alianza no prosperó debido a las desavenen-
cias entre paz y Ferré, pasando el primero a Montevideo. Pascual Echa-
La propaganda antirrosista güe fue designado gobernador de Santa Fe: de este modo, se sellaba la
Así como el régimen rosista desplegó su propaganda pOlítica a través de unanimidad rosista en la provincia.
la prensa periódica oficial, la oposición también buscó ocupar espacios
en la prensa desde el exilio. Se destaca, en este sentido, la publicación
de dos periódicos que, aunque efímeros, muestran el clima exacerbado
de violencia y terror de aquellos días. El Grito Argentino y Muera Rosas
fueron editados por los enemigos de Rosas exiliados en Montevideo. De!
primero se publicaron 33 números, entre el 24 de febrero y el 30 de junio
de 1839; del segundo, 13 números, entre el 23 de diciembre de 1841 y
el 9 de abril de 1842. La furibunda propaganda antirrosista estaba
destinada, básicamente, a los sectores populares, tal como exponía en
su primer número El Grito Argentíno: "este papel no es para los hombres
instruidos, los cuales no necesitan de él; sino para los pobres, para los
--. IUllllll

PATRIA! l.lBERTAD!-.

No. l'
-I!!§-',

__ CONSTl't'UCION!

•••••••.••• 1dONTBVIDEO, DrC1EMSltE 23- DE leH ............... : ..


ignorantes, para el gaucho, para el changador, para el negro, para el
mulato~. Conscientes del consenso que Rosas había alcanzado entre
estos sectores, los periódicos desplegaron las diatribas de la oposiCión a Portada del periódico Muera Rosas. Incluida en Rosas en las láminas de
través de una iconografía que presentaba a Rosas y sus seguidores El Grito Argentino, Buenos Aires, 1974.
como monstruos dedicados a sembrar el terror y la muerte entre la
población. Las imágenes apelaron a la caricatura con leyendas curvas Tales hechos desataron nuevas ~scenas de terror en Buenos Aires. En
-que anticipaban el globo de las historietas ilustradas-, en las que el abril de 1842, la Mazorca s~ adueñó de las calles: se repitieron los ase-
Restaurador de las Leyes era representado sistemáticamente sinatos, tOrturas y atentados. El papel de Rosas en todos estos eventos es
alcoholizado, rodeado de calaveras y demonios, robando los dineros oscuro. Si bien no era ajeno a las matanzas, tampoco es posible diluci-
públiCOS y ejecutando actos sanguinarios o violentos. .4T dar si fue él en persona quien las ordenó y cuál fue su grado de respon-
sabilidad frente a sus fanáticos seguidores que, en algunos casos, actua-
El mes de octubre de 1840 estuvo marcado por los asesinatos, atenta- ban con cierta autonomía en su sed de venganza. Lo cierto es que este
dos, torturas y encarcelamientos de supuestos unitarios en la ciudad de nuevo terror cerró una etapa de la que el regirnen salió consolidado. La
Buenos Aires. Aunque no se sabe a ciencia cierta cuál fue la cantidad de" unanimidad federal y la lealtad a Rosas se extendió, pues, a todo el te-
muertes producto de la acción directa de la Mazorca, el clima de terror rritorio, luego de vencer el último foco disidente del litoral. En diciem-
que había creado no tenía precedentes. La misma escena se repitió bre de 1842, el ejército de Rivera, en unión con Corrientes, fue abatido
luego en el interior, cuando las fuerzas de Oribe derrotaron a la Coali- por las tropas de Oribe; de esta manera, la díscola provincia del litoral
ción del Norte, y en la misma Buenos Aires, en marzo de 1842, cuando quedó bajo la égída de Buenos Aires, mientras que la oposición se re-
llegó la noticia de que el general Paz, luego de huir de su arresto por- dujo a Montevideo, refugio de exiliados.

TI ~-
230 Historia de la Argentina, 1806-1852
1I De la república del terror a la crisis del orden resista 231

Sala de Representantes el diputado Garrigós- "pues no se había visto


hasta hoy una manifestación en masa de toda la población, pidiendo la
reelección del jefe de estado", No cabe duda de que con este gesto se
buscaba cierto tipo de legitimación, en la medida en que la ley estipu-
laba que la elección del gobernador estaba en manos de la Sala, adicta,
por otro lado, a Rosas. Sin embargo, si la amenaza latente era la c;lelibe-
ración en el interior de una elite siempre dispuesta a dividirse en faccio-
nes y de la cual la Legislatura actuaba como caja de resonancia, lo que
se perseguía con esta especie de consulta popular era la autorización
del mundo elector y el reforzamiento del vínculo directo entre pueblo
y gobernador.

la máquina infernal
El intento de asesinato a Rosas, que llevó a la Sala a proponer a su hija
como sucesora, se prod!,.Jjo con el envío desde Montevideo de la
llamada Umáqulna infernal", dest'lnada a matar a quien la abriera. La
Imagen de Rosas rodeado de calaveras aparecida en Muera Rosas. recibió Manuela Rosas, quien salvó su vida porque el mecanismo de
Incluida en Rosas en las láminas de El Grito Argentino, Buenos Aires, disparo falló.
1974.

Pacificación y crisis

la paz de los cementerios


Después de 1840, el régimen consolidó su maquinaria unanimista y ple-
biscitaria en Buenos Aires, una maquinaria ya muy aceitada que parecía
funcionar casi de manera automática. Las manifestaciones rituales, que
hicieron de cada fiesta CÍvica o religiosa una ocasión para renovar las
adhesiones al régimen, se mimetizaron con los actos electorales y los
plebiscitos celebrados durante el período. Aunque nunca se repitió la
experiencia de 1835, sí se aplicaron estrategias que asumieron la forma
de la tradicional petición. En 1840, por ejemplo, vencido el periodo
para el cual Rosas había sido designado gobernador, las autoridades lo-
cales (por sugerencia de ciertos diputados de la Sala), instaron a los ha-
bitantes de ciudad y campaña a firmar peticiones en las que se solici-
taba la reelección de Rosas con los mismos poderes conferidos cinco
años atrás. Se reunieron más de dieciséis mil firmas en toda la provin-
cia, acontecimiento considerado "histórico" -tal como afirmaba en la Museo Histórico Nacional, Buenos Aires ....
232 Historia de la Argentina, 1806~ 1852 De la república del terror a la crisis del orden rasista 233

sin distinción de ninguna clase, peones, patrones, sirvientes, hombres de


color y blancos, chilenos, mendocinos, y de todas las otras provincias,
De plebiscitos y peticiones 2- Conforme se hayan reunido, les hará Ud. la siguiente pregunta: si
Lc;lS actas de las peticiones en las que se reclamaba la reelección de quieren que el ilustre general Rosas gobierne o no la República, si le
Rosas con poderes extraordinarios exhiben, a diferencia de [a quieren acordar un voto de confianza absoluto, y si es su voluntad
documentación sobre las elecciones anuales, modalidades de expresión conceder al ilustre general todas las facultades, poderes y derechos que
de [a opinión en las que se estaba lejos de la movilización requerida en tiene la provincia para que use de estas facultades según lo juzgue
los comicios, En las peticiones de 1840, por ejemplo, en la parroquia de conveniente para la felicidad de la Confederación.
la Goncepción, las nueve firmas que [a encabezaron correspondían al juez 3- Hecha la anterior pregunta, hará Ud. que todos los hombres que
de paz, dos comisarios, el cura de la parroquia y cinco personalidades de estén por la afirmativa [... ] pongan su firma en el cuaderno que se
la Sociedad Popular Restauradora. Luego aparecían fórmulas como las adjunta ... Para los que no sepan firmar [...] pondrá su nombre y apellidO
siguientes: "el teniente corone! a nombre de él y de cinco oficiales y ciento [...] y una cruz chica en seña! de asentimiento,
veinte individuos de tropa, Celestino Vázquez"; trescientas trece firmas a 4- A los que se nieguen a firmar las anteriores proposiciones, los
ruego (o por encargo a terceras personas); pliegos con listas de nombres apuntará Ud, en una lista aparte y le remitirá Ud. al gobierno junto con la
con una rúbrica al final que suscribía por todos enos; o "individuos que otra lista en un pape! aparte [...] El gobierno de la provincia quiere que
han prestado su voto y no saben firmar'. De un tata! de mil ciento ningún ciudadano por pobre y desvalido que sea se quede sin firmar".
sesenta y tres peticionarios en esa parroquia, sólo trescientos dieciocho La petición-plebiscito fue realizada como indicaban las instrucciones,
firmaron personalmente, Algo parecido ocurrió en esa misma ocasión en presentándose un hecho curioso que ilustra los acontecimientos, A las
el resto de [as parroquias de la ciudad, en algunas de las cuales formas peculiares de expresar ¡as firmas -ya relatadas en el petitorio de
figuraban, como en la de San Nicolás, los miembros de las naciones 1840-, se le sumó la intervención del ministro británico, al comunicarle al
africanas Burundi, La Womber y la Conga. De la primera se agregaba el gobierno que varios súbditos ingleses residentes en Buenos Aires lo habían
acta de la reunión realizada en su seno, en la que se expresa: "Esta es consultado "para saber la conducta que debían adoptar con respecto a
señor la voluntad éxpresa de toda esta Nación [Burundij, y la prueba de ·invitaciones que habían recibido para firmar la petición" destinada a ser
eno es que remito la adjunta lista con sus nombres, previniendo que el presentada a,la Sala para que Rosas no abandonara el gobierno. Rosas no
que no supo firmar hizo el signo que se presenta y fe de todo lo autoriza tardó en contestarle diciéndole que aun cuando los extranjeros residentes
nuestro secretario". Ya se ha hecho referencia a los vínculos entre Rosas no debían tener injerencia en los asuntos del país, no por ello les estaba
y las naciones africanas. Ahora bien, lo que por cierto evidencian estas vedado firmar "solicitudes", siempre que se realizaran "gustosamente" y
actas es una modalidad plebiscitaria menos trabajosa que la requerida con el "previo permiso ae la autoridad ejecutiva", El affaire culminó con la
por las elecciones, y menos restrictiva desde el punto de vista formal. confección de una nota firmada por setenta y seis comerciantes ingleses,
Aunque de manera informal, es claro que muchas veces los sufragantes redactada en inglés y enviada a su Majestad británica, quien la envió con
no se ajustaban a la ambigua condición de "hombre libre o avecindado" copia y traducción al ministro de Relaciones Exteriores del Río de la Plata.
-según estipulaba la ley de elecciones-, pero en el caso de las peticiones La nota estaba lejos de asumir el tono adulatorio, faccioso e inflamado de
no hubo limitación alguna desde el punto de vista legal para expresar el la petición popular presentada en ese mismo momento en la Sala por los
apoyo al gobernador. De hecho, firmaban hombres libres o esclavos, jueces de paz de ciudad y campaña, pero no dejaba por ello de prestar su
nacionales o extranjeros, avecindados o transeúntes, cálido apoyo a la reelección del gobernador,
En 1849 se reeditó la convocatoria a una nueva petición, con
características que la ubican entre el tradicional petitorio y el plebiscito, La documentación citada se encuentra en el Archivo General de la
Entre las instrucciones para su realización figuraban las siguientes: Nación, Sala X, Juzgados de Paz, Citados en Marcela Ternavasio, La
"1_ Reunir las fuerzas de línea y milicias de ese departamento y que todos Revolución del voto. Política y elecciones en Buenos Aires, 1810-1850,
los ciudadanos que existan en él, desde la edad de 15 años para arriba, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2002. 411'
'1
i
234 Historia de la Argentina, 1806-1852 De la república del terror a la crisis del orden rasista 235

Ahora bien, el ritual plebiscitario no habría sido lo suficientemente cuadra de la república oriental; como éste se negó, la flota anglofran-
convincente si no le seguía, una vez más, la renuncia tantas veces reite- cesa bloqueó el puerto de Buenos Alres entre 1845 y 1848. Nuevamente
rada por el gobernador -que por otro lado había dado origen a la esce- quedaban anudados los conflictos facciosos internos con los internacio-
nificación de las peticiones- y la exigencia de ser reemplazado. Este nales, y una vez más se vieron deteriorados los negocios de hacendados
gesto, fundado siempre en razones personales y domésticas -vinculadas y comerciantes, las economías provinciales y el fisco de Buenos Aires.
a su salud y necesidad de reposo después de tantos "sacrificios" en la Pero la estrategia de resistir el bloqueo, ya utilizada entre 1838 y 1840,
función pública-, obligaba a la Sala a duplicar la apuesta y a invocar el volvió a dar sus frutos a un régimen que no dejaba pasar ninguna de es-
mandato del pueblo, para que Rosas aceptara el cargo. El ritual de la re- tas ocasiones para convertir las aparentes derrotas en victorias. Con el
nuncia dio lugar a una fórmula intermedia que salvaba la formalidad levantamiento del bloqueo, Rosas logró, entre otras cosas, que frente al
legal-tan cara al Restaurador de las Leyes- al tiempo que perpetuaba constante reclamo de la libre navegación de los ríos, las potencias admi-
la situación de indefinición y, en consecuencia, de reclamo plebiscita- tieran que la navegación del río Paraná era un problema interno/a la
rio: Rosas no aceptaba ser elegido por un nuevo período de cinco años, Confederación.
sino que prorrogaba su mandato por el término de seis meses. A co-
mienzos de 1841, una vez renovada la Legislatura, Rosas aceptó una
nueva prórroga luego de los reiterados pedidos de la Sala y de sus re-
nuncias "indeclinables", ciclo que se repetía en forma anual. El rechazo Combate de Obligado, 1845
a una nueva elección de carácter definitivo -con el respectivo jura- En la batalla de la Vuelta de Obligado, ocurrida el 20 de noviembre de
mento al cargo que establecía la ley- dejaba en vilo a toda la sociedad 1845 en aguas de! río Paraná, se enfrentaron la Confederación y la
política, provocando con ello respuestas cada vez más contundentes de escuadra anglo-francesa. Allí, 1as fuerzas europeas lograron romper el
adhesión personal al jefe de gobierno. Entre ellas, cabe destacar la ela- bloqueo del paso hacia el Norte.
borada en el seno de un grupo de conspicuos federales, quienes luego
de un supuesto intento de asesinato de Rosas, propusieron designar
como sucesora en caso de muerte del gobernador a su hija Manuelita.
Estos devaneos seudomonárquicos, inspirados en una especie de regla
de sucesión hereditaria a la criolla, aun cuando eran rechazados públi-
camente por su principal destinatario, ponen en evidencia el clima vi-
vido en aquellos años.
El orden y la paz alcanzados en Buenos Aires se extendieron al con-
junto de la Confederación. Los conflictos y las mayores amenazas luego
de 1843 estuvieron ubicados fuera de las fronteras de la república una-
nimista. Montevideo fue el centro de una disputa que involucró no sólo
a los exiliados y al gobierno de ese país sino, una vez más, a fuerzas ex-
trar~jeras. El sitio de la capital oriental mantenido por las tropas de
Oribe -que duró nueve años-- estuvo apoyado por la intervención de Combate de Obligado. Manuel Larravide, 1891, óleo sobre cartón.
Rosas al intentar bloquearla con su escuadra. Tal intervención desató la Colección Zurbarán, Buenos Aires. ,1'
reacción de Francia e Inglaterra que, en esta ocasión, decidieron llevar
a cabo un bloqueo conjunto para defender los intereses de los países Así, luego de 1848, el orden federal liderado por Rosas parecía inven-
neutrales, perjudicados en sus negocios con el puerto oriental. En tal cible. Las provincias habían sido gradualmente domesticadas -ya nadie
decisión influyeron las presiones ejercidas por los exiliados antirrosistas se atreVÍa a alzar la voz para reclamar una constitución- y en Buenos Ai-
en Montevideo. Ambas potencias le exigieron a Rosas el retiro de su es- res reinaba una paz que, si bien se asemejaba a la de los cementerios,
236 Historia de la Argentina, 1806-1852 De la república del terror a la crisis del orden resista 237

revelaba también cierta relajación de los controles, producto segura- La idea estacionaria, la idea española, saliendo de su tenebrosa guarida,
mente de la convicción de Rosas y sus más fieles seguidores de haber al- levanta de nuevo triunfante su estólida cabeza y lanza anatemas contra el
canzado la unanimidad tan buscada. Buenos Aires parecía gozar más espíritu reformador y progresivo:
que nunca de ser centro de una república no constituida. Pero su triunfo será efímero. Dios ha querido, y la historia de la
humanidad lo atestigua, que las ideas y !os hechos que existieron
La batalla de las ideas desaparezcan de la escena del mundo y se engolfen por siempre en.el
Así como, en esta última etapa, los desafíos armados al orden rosista abismo del pasado. como desaparecen una tras otra las generaciones.
procedieron de fuerzas externas a la Confederación, los que se libraron Dios ha querido que el día de hoy no se parezca al de ayer; que el siglo
en el plano de las ideas también tuvieron su origen fuera de las fronte- de ahora no sea una repetición monótona del anterior; que lo que fue no
ras. Encarnadas por quienes se habían exiliado, en especial en Uruguay renazca; y que en el mundo moral como en el físico, en la vida del
y Chile, las batallas intelectuales -que por cierto no estuvieron desvin- hombre como en la de los pueblos, todo marche y progrese. todo sea I
culadas de los movimientos militares organizados para poner fin al ré- actividad incesante y continuo movimiento.
gimen- se tradujeron tanto en virulentas diatribas contra Rosas como La contrarrevolución no es más que la agonía lenta de un siglo caduco,
en proyectos de país para cuando la caída del rosismo se concretara. Si de las tradiciones retrógradas del antiguo régimen, de unas ideas que
bien la propaganda antirrosista estuvo liderada, en un principio, por tuvieron ya compjeta vida en la historia. ¿Quién violando la ley de Dios
los emigrados de origen unitario, e incluso por los federales cismáticos, podna reanimar ese espectro que se levanta en sus delirios, envuelto ya
el protagonismo que fueron adquiriendo los jóvenes románticos a me- en el sudario de la tumba? ¿El esfuerzo impotente de algunos espíritus
dida que se vieron obligados a exiliarse fue notorio. En una primera obcecados? ¡Quimera!
etapa, la nueva generación condenó los peores resabios de la herencia La revolución ruge sordamente en las entrañas de nuestra sociedad. Ella
española al tiempo que procuraba diferenciarse de la generación pre- espera para asomar la cabeza la reaparición del astro generador de la
cedente, tanto en términos intelectuales -al recusar la matriz neoclásica patria; ella afila en la oscuridad sus armas y aguza sus lenguas de fuego
y materialista predominante en el período rivadaviano y absorber las en las cárceles donde la oprimen y le ponen mordaza; ella enciende
nuevas ideas del romanticismo, socialismo, sansimonismo y eclecti- todos los corazones patriotas; ella madura en silencio sus planes
cismo, entre otras corrientes- como en términos políticos -al pretender reformadores y cobra en el ocio mayor inteligencia y poderío.
superar la antinomia entre unitarios y federales para proponer una La revolución marcha, pero con griUos. A la joven generación toca
nueva concepción de lo que debía ser la nación-o El tema de la nación despedazarlos y conquistar la gloria de la iniciativa en [a grande obra de
fue central para esa generación, puesto que entre sus principales obje- la emancipación del espíritu americano, que se resume en estos dos
tivos, y en sintonía con los movimientos románticos del Viejo Mundo, problemas: emancipación política y emancipación social.
estaba el de alcanzar un profundo conocimiento de la realidad local en El primero está resuelto, falta resolver e[ segundo."
todas sus dimensiones para definir una identidad nacional, base de sus-
tentación del estado y de un país nuevo como el que se suponía debía Esteban Echeverría, fragmento del Dogma socíafista. Extraído de José
emerger luego de la revolución. Carlos Chiaramonte, Ciudades, provincias, Estados: orígenes de la
Nación Argentina, Buenos Aires, Arial, 1997. ¿¡¡y

Pero los avatares políticos experimentados durante el rosismo, que con-


La Joven Generación dujeron a los jóvenes románticos a compartir la experienda política del
"El gran pensamiento de la revolución no se ha realizado. Somos exilio con quienes pertenecían al viejo tronco unitario, atenuó la idea de
independientes pero no libres. Los brazos de la España no nos oprimen, que era necesario alcanzar una síntesis entre federales y unitarios para
pero sus tradiciones nos abruman. De las entrañas de la anarquía nació lanzarse a luchar políticamente contra el régimen. De hecho, luego de
la contrarrevolución. 1839, la Generación del 37 estuvo involucrada en las dispulas facciosas y
238 Historia de la Argentina, 1806~ 1852 De la república de! terror a la crisis de! orden rosista 239

cooperó con los movimientos armados para derrocar a Rosas. A partir de que los que hasta hoy hemos hecho". Pero antes de aceptar la existen-
1842, el grupo comenzó a dispersarse geográficamente: no sólo Chile cia de este misterio, Sarmiento había intentado explicar el fenómeno
pasó a ser uno de los principales receptores de los jóvenes exiliados -aun~ rosista en su célebre ensayo Civilización y Barbarie. Vida de Juan Facundo
que muchos quedaron en la más. convulsionada República Oriental, Quiroga, publicado en su exilio chileno en 1845. Entre las claves inter-
como fueron los casos de José Mármol, Bartolomé Mitre y Esteban Eche~ pretativas que ofreció a sus lectores -exacerbadas a través del uso deli-
verría-, sino que algunos comenzaron a emprender viajes más ambicio-- berado de un lenguaje destinado a la propaganda política- se revela la
sos, tanto a Europa como a los Estados Unidos: Domingo Faustino Sar- tensión de quien no podía más que admitir que Rosas era una excep-
miento,Juan Bautista Alberdi yJuan María Gutiérrez, entre otros. ción o una anomalía respecto de esa modalidad de caudillo que parecía
Las experiencias vividas en esas geografias fueron cruciales para quie~ imperar desde tiempo atrás. La diferencia que separaba a Rosas de los
nes estaban atentos a las novedades procedentes de otras latitudes y dis- demás caudillos del interior se plasmaba en el contraste con Facundo
puestos a adoptar aquellas que les resultaran funcionales a los proyec- Quiroga. Mientras Rosas era retratado como quien había sistematizaQ.o
tos de país diseñados en esos años. Para los que recalaron en Chile, la barbarie, premt?ditando todas sus acciones "salvajes" bajo una lógica
como los tres últimos personajes citados, la posibilidad de habitar en un de cálculo en términos de costos y beneficios, Quiroga representaba la
país que había alcanzado la estabilidad política bajo un régimen conser- espontaneidad animal del mundo ruraL Si Rosas simbolizaba la astucia
vador con un alto grado de institucionalización influyó notablemente sofisticada que sólo podía derivar de la civilización, el resultado -esto
tanto en sus perspectivas ideológicas hacia el futuro como en sus posibi- es, el rosismo- era u~ híbrido en el que se fusionaban ciudad y campo,
lídades de sobrevivir en el oscuro presente. Insertós en el aparato buro- civilización y barbarie.
crático chileno y profesionalizados de manera creciente en la actividad Sobre ese híbrido y sobre el diagnóstico de que el orden impuesto
periodística, los emigrados argentinos se destacaron por su capacidad por Rosas dejaba un legado imposible de ignorar debían construirse los
para absorber las más-modernas novedades literarias y filosóficas, 10 proyectos de un país futuro. Sin embargo, para que tales proyectos pu-
que, muchas veces, los llevó a chocar con sus pares chilenos, de un es- dieran encontrar canales de realización era necesario eliminar a quien
tilo cultural más tradicional y católico. Algunas de esas novedades eran dominaba la geografía y el escenario de la nueva y proyectada nación
incorporadas con entusiasmo, mientras que otras generaron una fuerte argentina.
reacción, como fue el caso de las revoluciones europeas de 1848 que,
especialmente en Francia, mostraron un rostro amenazante al expre- la batalla final: Caseros
sarse en un virulento conflicto sociaL Juan Manuel de Rosas fue destituido de su cargo de gobernador y en-
En un contexto tan cambiante a nivel internacional y aparentemente cargado de las relaciones exteriores, de la Confederación en febrero de
estancado en el interior de la Confederación, al promediar la década 1852, al ser derrotado en la'batalla de Caseros por las fuerzas aliadas de
de 1840, la esperanza de ver constituida la nueva nación argentina -ya Entre Ríos, Corrientes, Brasil y Uruguay, comandadas porJusto José de
plenamente madurada como proyecto de aquella generación, más allá Urquiza. Luego de haber dominado la Confederación argentina du-
de las diversas trayectorias individuales de sus miembros - parecía una rante más de dos décadas, su poder se desmoronó por iniciativa de un
quimera. Rosas había impuesto un orden que, según podían advertir líder federal del litoral que desde 1841 gobernaba la provincia de Entre
sus enemigos, no se fundaba sólo en el terror -tal como denunciaban Ríos. Urquiza, representante en su provincia de la unanimidad del régi-
en todas sus diatribas-, sino también en un consenso de difícil explica- men cuando asumió su cargo, se mantuvo leal a Rosas durante el trans-
ción. Sarmiento fue, sin dudas, uno de los que mejor pudo advertir esta curso de la década de 1840. Pero durante ese período, otros cambios
paradoja, cuando, al poco tiempo del derrocamiento del régimen ro- comenzaron a afectar de manera más silenciosa el orden impuesto
sista, afirmó: "Rosas era un republicano que ponía en juego todos los desde Buenos Aires. Mientras que la provincia hegemónica venía expe-
artificios del sistema popular representativo. Era la expresión de la vo- rimentando un exitoso proceso de expansión ganadera, en gran parte
luntad del pueblo, y en verdad que las actas de elección así 10 'muestran. gracias a la crisis que sufrieron con las guerras de independencia y las
Esto será un misterio que aclararán mejores y más imparciales estudios guerras civiles las provincias naturalmente destinadas a vivir un proceso
240 Historia de la Argentina, 1806-1852 De la república del terror a la crisis del orden rosista 241

similar, como eran los casos de Entre Ríos y la Banda Oriental, durante firma de los tratados que culminaron con el bloqueo anglofrancés, Bue-
los años 40, Entre Ríos lograba recuperarse económicamente de la de- nos Aires y el imperio brasileño quedaron libres para enfrentarse en el
vastación sufrida luego de 1810. Tal recuperación actualizó las viejas escenario siempre disputado: la Banda Oriental. Brasil apoyaba al go-
disputas entre la ex capital y el litoral. El monopolio ejercido por la pri- bierno de Montevideo; Rosas, a Oribe. La pretensión de Brasil en su en-
mera respecto al comercio ultramarino, la Aduana y la libre navegación frentamiento con Rosas era mantener asegurada su provincia más me-
de los ríos se convirtió, finalmente, en una de las causas detonantes del ridional, Río Grande do Sul, y lograr la libre navegación del rlo Paraná.
conflicto que derrocó a Rosas. Rosas evaluaba esta pretensión como una muestrámás de las apetencias
del imperio brasileño y de su ancestral deseo expansionista sobre el Rio
de la Plata.
A comienzos de 1851, las tensiones latentes confluyeron en un conflicto
abierto. Al rompimiento de relaciones entre la Confederación Argen-
tina y el Brasil se sumó el pronunciamiento de Urquiza del 12 de mayo
de 1851. Las bases de la coalición antirrosista quedaban configuradas.
Con el pronunciamiento, el gobernador de Entre Ríos aceptó literal-
mente el ritual de la, renuncia, tantas veces escenificado, en el que Ro-
sas declinaba la representación de las relaciones exteriores de toda la
Confederación. Urquiza reasumió tales' facultades, delegadas siempre
en el gobierno de Buenos Aires, y expresó su aspiración de ver consti-
tuido el país. Consciente' de que este gesto significaba una declaración
de guerra al régimen, el gobernador de Entre Ríos esperaba que el
resto de las provincias se unieran a su desafio. Pero sólo Corrientes se
adhirió al pronunciamiento, mientras en Buenos Aires el hecho fue
aprovechado, como tantas otras veces, para reavivar la movilización po-
pular en apoyo a Rosas. Urquizafue tildado de "loco" Yla ex capital vol-
vió a vivir las ya conocidas muestras de adhesión federal.
Sin embargo, esta vez, lejos consolidar el régimen, la alianza de Ur-
quiza con Corrientes y luego con Brasil y Uruguay, sellada a fines de
. mayo de 1851, darla por tierra con un gobierno que hasta poco tiempo
antes parecía destinado a perdurar.
La campaña militar se inició en Montevideo. A esa altura, algunos de
los exiliados, como Sarmiento y Mitre, se unieron al llamado "Ejército
Caricatura de la época. Sátira de Urquiza. Grande" comandado por Urquiza, como también algunos oficiales de--
sertores del e:jército rosista. Sin embargo, a medida que Urquiza se acer-
De hecho, la llamada "guerra grande" en Uruguay y el bloqueo anglo- caba a Buenos Aires, no encontraba más que una actitud hostil por
francés en Buenos Aires habían estimulado la economía entrerriana. parte de los pobladores de la campaña. Rosas no sólo poseía un ejército
Sus estancieros -entre los que se encontraba el propio Urquiza- se ha- muy poderoso, sino que seguía manteniendo en su provincia un apoyo
bían convertido en los proveedores de la sitiada Montevideo. Por ello, incondicional por parte de gran parte de la población. Finalmente, los
el gobernador más poderoso del litoral tenía sumo Ínterés en sostener ejércitos se enfrentaron a 30 kilómetros de Buenos Aires.
el tráfico costero con la capital uruguaya. Por otro lado, desde tiempo
atrás, Rosas mantenía con Brasil una situación conflictiva. Luego de la

,.
De la república del terror a la crisis del orden rosista 243
242 Historia de la Argentina, 1806~ 1852

El reclamo acerca de sus bienes y la protesta escrita en tres idiomas


que distribuyó en Europa y América no lograron revertir la medida: Ra-
sas sufrió en carne propia la misma política que había aplicado a sus
Caseros
EI3 de febrero de 1852, casI cincuenta mil hombres se hallaban en el enemigos durante su administración. Las penurias económicas fueron
campo de batalla. Aunque repartidos paritariamente en los dos bandos, un tema constante en sus cartas del exilio, como también las quejas y
las tropas de Rosas no pudieron resistir el ataque del ejército comandado críticas hacia aquellos parientes y amigos que, una vez caído en desgra-
por Urquiza. La victoria fue rápida y hubo alrededor de doscientas bajas. cia, le negaron su ayuda. No obstante, supo agradecer a Urquiza, su
Pocas horas después, la ciudad de Buenos Aires fue saqueada por oponente, el haber intentado restituirle sus propiedades y el envío re-
soldados dispersos de uno y otro bando, mientras Urquiza establecía su gular de una suma de dinero que el vencedor de Caseros le giró a título
comando general en Palermo, en la qU? había sido residencia y sede personal. Una de las tantas paradojas de los vaivenes políticos experi-
gubernamental de Rosas durante toda su gestión. mentados en aquellos tormentosos años.

Carta de Juan tylanuel de Rosas a Justo José de Urquiza


Southampton, 22 de abril de 1865.
"Grande y buen amigo:
A virtud de la carta de V. E, febrero 11 último al Señor General Dn. Dionisia
de Puche, que me remitió nuestra apreciable amiga la Sa. Da. Pepita
Gómez, me doy ya por recibido de las mil libras esterlinas (lC1000), que V.
E me prometió en su muy interesante carta febrero 28 de 64, como
asignación anual, que me sería continuada mientras fuera posible a V. E.
El señor General Puche ha cumplido con fina exactitud y sin demora la
orden de V. E., Luego que la recibió me escribió adjuntándome una letra a
mi favor, que sin demora fue aceptada por una respetable casa en
Londres, y que por ello no dudo, habrán sido ayer o lo serán hoy,
Batalla de Caseros. Anal del combate. Juan Manuel Blanes, 1856-1857, . recibidas esas mi! libras, por la persona a quien la endosé. Reitero a V. E.
óleo sobre tela. Col. Palacio San José, Museo y Monumento Histórico mi más entrañable y expreSiva gratitud. En su fuerza, yen su seguridad,
permítame V. E. agregar algunas palabras referentes a mi situación.
Nacional "J. J. de Urquiza", Entre Ríos. I
Si era demasiado crítica cuando la primera vez acudí a V. E., el tiempo
La rápida y contundente derrota del ejérc~t~ de Rosas ~n Caseros -pro- pasado desde entonces la haría extrema. Desde mediados de 64 realicé
ducto en gran parte de los errores estrateg1cos cometIdos por sus tro- el pensamiento en retirarme a vivir en esta chacra, que arriendo y cultivo,
pas- condujo al Restaurador de las Leyes a embarc~rse inme~atamente librándome así de los gastos, aunque moderados, de la casa que ocupé
hacia Inglaterra, no sin antes embalar y llevar conSIgo su cO~lOsa docu- doce años en la ciudad de Southampton. Rematados los muebles que
mentación. Los documentos oficiales de los años de su gobIerno (que allí poseía, si con su producto pude pagar una parte de mis
incluían cartas y notas recibidas, y copia de las que él había escrito o compromisos, seguí deudor de otras sumas de que ya había dispuesto
dictado) llenaron diecinueve cajones. Rosas partió al exilio, que se pro- para atender a mis necesidades más urgentes. Establecido en esta
longó hasta su muerte, en 1877, con muy eSCasos recurSOS; una v:z
InS- residencia me reduje a la atención inmediata y personal de la labranza
contrayendo para ello, además también, otros precisos e indispensables
talado en Inglaterra, no le fue posible vivir de las rentas de sus tierras
compromisos pecuniarios, que requerían doble contracción.
porque éstas le fueron confiscadas.
244 Historia de la Argentina, 1806-1852

En esta situación, a principios de este año, una parte del establecimiento, Epílogo
que consistía en una lechería subarrendada, pereció por incendio, con
ganados, útiles, y demás, según lo exp!ica el panfleto adjunto:
Este contraste fue repuesto en parte por el seguro que, si algo me ayudó
para devolver parte del capital invertido, al mismo tiempo me privó de la
principal entrada semanal para atender a !os trabajos y a mis mezquinos
gastos de subsistencia.
Mis apuros, en tal estado, eran ya en el mayor extremo.
En estos momentos pues. el auxilio que VE. ha puesto en mis manos
me ha tranquilizada, cuando con él salgo por ahora de lo más urgente. En 1852,]uan Bautista Alberdi, uno de los más conspicuos re-
De la verdad de este relato y de que hoy mi subsistencia sólo depende presentantes de la Generación del 37, publicó en ValparaÍso Bases y purt-
de mi trabajo personal diario son testigos el vecindario y el país entero tos de partida para la (ffganización política de la República Argentina. En esta
donde resido. Así puede sentir v.E. la conciencia y la satisfacción de que obra, inspiradora de la Constitución sancionada en 1853, afirmaba que
todo auxilio "en mi obsequio es acuerdo de verdadera caridad. en la ya no había lugar para una discusión sobre la forma de gobierno,
puesto que el republic;:anismo se había impuesto en los hechos, y pre-
adversidad de mi destino.
Mi gratitud para mis favorecedores es sin reseNa y nada podrá sentaba la disyuntiva entre "federación" y régimen de "unidad" como
satisfacerme más como poder obtener los medios de llenar mis una herencia del pasado que era preciso conciliar a través de mecanis-
compromisos, y de dar pruebas a V.E. de mi perdurable agradecimiento y mos de ingeniería constitucional. En el plano del régimen político y su
de mis verdaderos deseos de serIe útil.
distribución territorial, Alberdi postulaba que "la federación no será
Juan Manuel de Rosas"
una simple alianza entre provincias independientes", sino que "la Repú-
blica Argentina será y no podrá ser menos de un estado federativo, una
Extraída de MarceJa Temavasio, La correspondencía de Juan Manuel de república nacional, compuesta de varias provincias, a la vez indepen-
Rosas, Buenos Aires, Eudeba, 2005.4l?' dientes y subordinadas al gobierno general creado por ellas".
Si bien la indeten:ninación de los términos "federacíón", "confedera-
El fin del orden rosista abría una nueva etapa. Todo indicaba que, con la ción" y "sistema federal" parecía conservar aún cierta vigencia -puesto
desaparición de quien había obstaculizado la organización constitucio- que tanto el proyecto de constitución presentado por Alberdi en 1852
nal definitiva del país -que luego de tantos avatares parecía haber adop- como la Constitución sancionada en,1853 mantuvieron el nombre de
tado una geografía más o menos estable, identificada desde hacía varios Confederación Argentina utilizado durante el régimen rosista-, no ca-
años con la llamada Confederación Argentina-, el camino hacia su insti- bía duda de que, en ambos casos, se imponía un régimen federal de
tucionalización quedaba allanado. Sin embargo, éste demostró ser más gobierno, a semejanza del modelo de la Constitución Federal de los
sinuoso de lo que predeCÍan las versiones más optimistas. Las dificulta- Estados Unidos de 1787. El margen de autonomía de las provincias
des no derivaron sólo de los enconos y resentimientos, legado de tantos quedaba atenuado por una serie de atribuciones delegadas al gobierno
años de enfrentamientos facciosos y guerras civiles, sino de problemas central mientras que el fuerte presidencialismo era controlado en un
que, con la caída de Rosas, no habían quedado resueltos. Entre ellos, la aspecto fundamental: la Constitución de 1853, en su artículo 29, prohi-
dificil relación de Buenos Aires con el resto de las provincias seguía vi- bió la delegación de facultades extraordinarias y la suma del poder pú-
gente. Los debates abiertos en torno a la organizacíón nacional, aun blico, tanto por parte del Congreso al ejecutivo nacional como de las le-
cuando plantearon nuevos desafíos, no pudieron soslayar el dilema ya gislaturas provinciales a los gobernadores.
configurando con la revolución: defmir la distribución del poder entre Tal exclusión ponía de manifiesto la particular aversión dejada como
territorios ahora dispuestos a formar un estado y una nación argentina. herencia por el pasado inmediato y el dilema de asegurar que el go-
bierno central -y, en especial, el presidente de la república- se convir-
4
El apogeo del mundo burgués (1848-1914)

4.1. El triunfo del capitalismo


La segunda mitad del siglo XIX corresponde indudablemente a la época del
triunfo del capitalismo. El triunfo se manifestaba en una sociedad, que ha-
biendo asumido los valores burgueses, consideraban que el desarrollo eco-
nómico radicaba en las empresas privadas competitivas y en un ventajoso
juego entre un mercado barato para las compras -incluyendo la mano de
obra- y un mercado caro para las ventas. Se consideraba que una economía
sobre tal fundamento, y descansando sobre una burguesía cuyos méritos y
energías la habían elevado a su actual posición, iba a crear un mundo no só-
lo de riquezas correctamente distribuidas sino también de razonamiento,
ilustración y oportunidades crecientes para todos. Con el capitalismo triunfa-
ban la burguesía y el liberalismo, en un clima de confianza y optimismo que
consideraba que cualquier obstáculo para el progreso podía ser superado
sin mayores inconvenientes.

4.1.1. Capitalismo e industrialización

En la segunda mitad del siglo XIX, el mundo se hizo capitalista y una signifi-
cativa minoría de países se transformaron en economías industriales. Es
cierto que, por lo menos hasta 1870, Inglaterra mantuvo su primacía en el
proceso de industrialización y su indiscutible hegemonía dentro del área ca-
pitalista. La misma industrialización que -como veremos- comenzaba a gene-
rarse en el continente europeo amplió la demanda de carbón, de hierro y de
maquinarias británicas. Incluso, la prosperidad permitía una mayor demanda
de bienes de consumo procedentes de Inglaterra. De este modo, una rama
tradicional como la textil experimentó un notable progreso basado en la ma-
yor mecanización de la producción: entre 1857 y 1874 el número de telares
mecánicos se había elevado en un 55%. La minería y la siderurgia por su
parte también mantenían un elevado nivel de crecimiento: hacia 1870 toda-
vía más de la mitad de la producción mundial de hierro procedía de Inglate-
rra. Esta primacía industrial estaba además complementada con el predomi-
nio en el comercio internacional.
Sin embargo, la posición inglesa parecía amenazada. La misma “revolu-
ción industrial” había desencadenado procesos de industrialización en un
puñado de países europeos como Francia, Bélgica, Alemania, a los que pron-
to se agregarían otros, ubicados fuera de Europa, como Estados Unidos y Ja-
pón. Eran sin duda una minoría de países, en un mundo que continuaba
siendo predominantemente rural, pero sus efectos resultarían notables.
En Francia, durante el período del Segundo Imperio, al calor de la prospe-
ridad económica de los años 1850-1870 y por políticas que la favorecían, la

213
Universidad Virtual de Quilmes

industria pudo conformar una estructura productiva moderna donde se impu-


so el sistema fabril. Es cierto que -a diferencia de lo que ocurrió en Inglate-
rra o en Alemania- la producción en pequeña escala perduró con tenacidad.
Mientras la industria moderna se concentraba en algunos puntos -París,
Lyon, Marsella, la Lorena-, en el resto de país se mantenían las viejas es-
tructuras productivas. La clave para explicar la lentitud de la industrializa-
ción francesa puede encontrarse en la sociedad agraria: el predominio de la
pequeña propiedad frenaba la conformación del mercado interno y el éxodo
de la población del campo. Hasta fines del siglo XIX, Francia continuaba
siendo un país mayoritariamente rural.
Sin embargo, el impulso para la industrialización provino de las políticas
del Estado y de sus necesidades estratégicas. Dicho de otra manera, el im-
pulso dado por el Segundo Imperio a la construcción de ferrocarriles -al otor-
gar favorables condiciones a las empresas concesionarias, garantizar a las
líneas recién construidas un beneficio del 4% sobre el capital, otorgar prés-
tamos que cubrieran buena parte de la inversión inicial- sentaron las bases
de la industria francesa. En efecto, el desarrollo ferroviario trajo aparejado
una gran demanda para la siderurgia y estimuló las inversiones hacia la in-
dustria pesada. Incluso, el grueso de la producción metalúrgica se concen-
tró en grandes empresas cuyas fábricas no tenían precedentes en Inglaterra
tanto por su tamaño como por su organización.
La primera etapa de la “Revolución industrial” inglesa -la de los textiles-
Ver Unidad 3. se había basado en innovaciones tecnológicas sencillas y de bajos costos
pero éste no era el caso de Francia que se incorporaba al proceso de indus-
trialización en una etapa mucho más compleja -la de los ferrocarriles- y que
exigía una gran acumulación de capitales. Sin embargo, el obstáculo pudo
ser superado por la capacidad de adaptación del sistema bancario francés
que pudo concentrar el capital repartido entre millares de pequeños ahorris-
tas y orientarlo hacia las actividades productivas. En este sentido, el siste-
ma bancario francés parecía mostrarse más permeable a los requerimientos
de la industria que el sistema británico. No sólo la alta banca tradicional
orientó parte de su cartera de créditos al sector industrial sino que aparecie-
ron nuevas casas bancarias adaptadas a tal fin. Es el caso, por ejemplo del
Credit Mobilier, fundado en 1852 por los hermanos Pereire, que estimuló el
ahorro para volcarlo hacia las empresas ferroviarias e industriales. Incluso,
la ley de 1867 por la que el Estado autorizó la libre constitución de socieda-
des anónimas fue un instrumento que permitía canalizar el pequeño ahorro
y concentrar capitales para la inversión.
De este modo, a partir de las iniciativas del Estado y de la participación
del capital bancario, a pesar de las dificultades que a partir de 1870 pudie-
ron afectar el desarrollo del capitalismo industrial francés, éste mantuvo su
ritmo de constante crecimiento. Así, en los primeros años del siglo XX, Fran-
cia poseía ya el perfil de un país industrial moderno.
La industrialización alemana -con su principal polo en Prusia- también
arrancó en la década de 1850 estrechamente ligada al desarrollo de una
red ferroviaria que, hacia 1870, era la más densa del continente. La cons-
trucción de ferrocarriles permitió cuadriplicar la producción de hierro entre
1850 y 1870, y en este último año, Alemania ya ocupaba el segundo lugar
entre los países europeos productores de hulla. Incluso, la industria química
tuvo un importante desarrollo en la década de 1860 a través de la explota-
ción de las potasas de Stassfurt. De este modo, Alemania más que ningún

214
Historia Social General

otro país europeo, pudo basar su proceso de industrialización en la industria


pesada, en la mecanización intensiva y en el pronto desarrollo de grandes
establecimientos fabriles. En esta línea, su industrialización alcanzó un rit-
mo extraordinario: en 1893, Alemania ya superaba a Inglaterra en la produc-
ción de acero, y en 1903, en la producción de hierro.
¿Cuáles fueron los factores que impulsaron el acelerado desarrollo del ca-
pitalismo industrial en Alemania? En primer lugar, a diferencia de Francia, el
mundo rural no constituyó un obstáculo para la industria. La concentración de
la tierra en grandes propiedades y la modernización de la agricultura -que llevó
a los terratenientes a racionalizar sus explotaciones mediante la mecaniza-
ción- obligó, sobre todo en las regiones orientales, a millones de trabajadores
agrícolas a abandonar el campo. Muchos emigraron al exterior, pero también
muchos fueron absorbidos por Berlín, Hamburgo y los nuevos centros indus-
triales de Alemania occidental, sobre todo en la región del Rhur, formando una
importante reserva de mano de obra para la industria en expansión.
En segundo lugar, como en el caso de Francia, el sistema bancario tuvo
una activa participación en la financiación de la industria. Ya desde la déca-
da de 1840 los bancos privados jugaron un importante papel en la moviliza-
ción del capital necesario para financiar la primera etapa de la expansión fe-
rroviaria. Después de 1850 se fundaron también nuevos bancos con
orientación industrial que mostraron gran capacidad de organización de pro-
moción de las compañías industriales en las regiones de Renania-Westfalia,
Silesia y Berlín. En 1870 se promulgó la ley que autorizaba la formación de
sociedades anónimas - en ese año en Prusia surgieron 41 sociedades- que
actuaron como un poderoso agente de concentración de capitales dirigido
además a la industria de la construcción, la minería, la metalurgia y el textil.
KEMP, TOM (1976),
Además, también en el caso de Alemania, favoreció el desarrollo de la in-
Cap. 3 “El desarro-
dustrialización un marcado intervencionismo estatal. Ya desde antes de la llo económico francés ¿una
unificación política, el gobierno de Prusia vinculaba estrechamente el proble- paradoja?” y Cap. 4 “El na-
ma de la formación y expansión del Estado alemán con el desarrollo econó- cimiento de la Alemania in-
dustrial”, en: La Revolución
mico, principalmente, industrial. El objetivo era obtener una creciente autar- industrial en la Europa del
quía económica y un eficaz poderío militar. En este sentido, el Estado siglo XIX, Barcelona, Fon-
participó directamente en la construcción de las líneas ferroviarias percibi- tanella, , pp. 79-166.
das como un instrumento de unificación política y económica. Además, ase-
guró los instrumentos jurídicos necesarios para la expansión de la gran em-
presa y subsidió el surgimiento de actividades industriales consideradas
estratégicas para la seguridad nacional.
Si bien sólo una minoría de países se transforma en economías indus-
triales, la expansión del capitalismo transformado en un sistema mundial
dejaba pocas áreas que no estuvieran bajo su influencia. El mundo parecía
transformarse a un ritmo acelerado. En primer lugar, las ciudades crecían.
Es cierto que aún Europa continuaba siendo predominantemente rural. Pero
el crecimiento de la población (por mejoras en la alimentación y en la higie-
ne) y la introducción de la mecanización en el campo generaba un exceden-
te de mano de obra que no podía ser absorbido por las tareas rurales. Y es-
to produjo un éxodo de población rural. Muchos emigraron al extranjero -fue
la época de las grandes oleadas migratorias a América y a Australia-, pero
también muchos otros se dirigieron a las ciudades, donde la oferta de traba-
jo era creciente y los salarios superiores.
De este modo, las ciudades comenzaron a crecer, pero como señala
Hobsbawm no era sólo un cambio cuantitativo, las ciudades mismas se

215
Universidad Virtual de Quilmes

transformaban rápidamente convirtiéndose en el símbolo indudable del capi-


talismo. La ciudad imponía una creciente segregación social entre los ba-
rrios obreros y los nuevos barrios burgueses, con espacios verdes, con resi-
dencias iluminadas a gas y calefacción, y de varios pisos desde la aparición
del “ascensor”. Incluso, los proyectistas urbanos consideraban que el peli-
gro potencial que significaban los pobres podía ser mitigado por la construc-
ción de avenidas y boulevares que permitieran contener toda amenaza de
sedición. Y en ese sentido, la remodelación de París podía ser considerada
paradigmática.

HOBSBAWM, ERIC J. (1998), Capítulo 12: “Ciudad, industria y


clase obrera”, en: La Era del Capital, 1848-1875, Buenos Ai-
res, Crítica, pp. 217-238.

En las ciudades también comenzaban a transformarse los métodos de circu-


lación y distribución de mercancías. La aparición de los “grandes almace-
Ver imagen 4.1. Las
grandes tiendas nes” o “grandes tiendas” fue una novedad en París en 1850, que pronto se
extendió a otras ciudades como Berlín y Londres. El objetivo de estos “gran-
des almacenes” era que el capital circulara rápidamente, era necesario ven-
der mucho, por lo tanto era necesario vender más barato.
Y esto transformó la circulación de los productos de consumo y significó
la ruina de muchos pequeños comerciantes e incluso de artesanos que to-
davía habían podido sobrevivir.
Ver imagen 4.2. La es-
tación ferroviaria Pero antes que la ciudad, era el ferrocarril el símbolo más claro del capi-
talismo triunfante.
No sólo hubo una ampliación notable de las vías férreas (en Europa, de
1.700 millas en 1840, se pasa a 101.000 millas en 1880), sino que los fe-
rrocarriles presentaron mejoras considerables en su construcción. Aumenta-
ron la velocidad y volumen de carga y los trenes para pasajeros ganaron en
confort: se diferenció entre los vagones de primera y segunda clase -en otra
muestra de segregación social-, al mismo tiempo que aparecían los cocheca-
mas, los vagones restaurantes, la iluminación a gas, los sistemas de cale-
facción. Incluso se dio una mayor seguridad y regularidad en la circulación,
sobre todo después de la generalización del telégrafo.
Los ferrocarriles, como ya señalamos, tuvieron un importante papel eco-
nómico en la construcción del capitalismo industrial. Constituyeron un multi-
plicador de la economía global a través de la demanda de productos meta-
lúrgicos y de mano de obra. Pero también permitieron unificar mercados de
bienes de consumo, de bienes de producción y de trabajadores. En síntesis,
el ferrocarril desde 1850 fue el sector clave para el impulso de la metalúrgi-
ca y de las innovaciones tecnológicas. Y este papel lo cumplió hasta 1914,
en que cedió su lugar a las industrias armamentistas.
La construcción de ferrocarriles se vinculó estrechamente con el desarro-
llo de la navegación marítima. En rigor, muchas de las redes ferroviarias fue-
ron suplementarias de las grandes líneas de navegación internacional. En
América Latina, por ejemplo, los ferrocarriles unían a las regiones producto-
ras de materias primas con los puertos que comunicaban con los países in-
dustrializados. También en Europa, las redes ferroviarias terminaban en
grandes puertos con instalaciones adecuadas para permitir la atracada de

216
Historia Social General

navíos de gran envergadura. Porque también la navegación había sufrido


cambios. Se aplicaba el vapor, y los barcos aumentaron sus dimensiones
permitiendo transportar mayores volúmenes.
La construcción de grandes navíos también produjo modificaciones en
otros aspectos. Su construcción exigía grandes volúmenes de capitales por
los costos de producción que indudablemente estaban fuera del alcance de
los armadores tradicionales que paulatinamente fueron desplazados. Estos
fueron reemplazados por empresas de nuevo tiempo que concentraban gran-
des capitales. En síntesis, la industria naviera -como la construcción de fe-
rrocarriles- actuó como una factor de concentración del capital (problema so-
bre el que volveremos).
Estas transformaciones en el sistema de comunicaciones consolidaron el
capitalismo y le otorgaron una dimensión mundial. Permitieron que se mul-
tiplicaran extraordinariamente las transacciones comerciales -entre 1850 y
1870, el comercio internacional aumentó en un 260%- permitiendo que prác-
ticamente el mundo se tansformara en una sola economía interactiva. Era
un sistema de comunicaciones que no tenía precedentes en rapidez, volu-
men, regularidad, e incluso bajos costos. Las redes que unía al mundo ten-
dían a acortarse.

Ante un mundo que se achicaba, en 1872 Julio Verne (1828-1095) imaginó La


vuelta al mundo en ochenta días, aún incluyendo las innumerables peripecias
que debía sufrir su infatigable protagonista Phileas Fogg. ¿Cuál fue su recorrido?
Fogg viajó de Londres a Brindisi en barco a vapor y en tren; luego volvió a em-
barcarse para cruzar el recién abierto Canal de Suez y dirigirse a Bombay; desde
allí, por vía marítima llegó a Hong Kong, Yokohama y, cruzando el Pacífico, a
San Francisco en California. En el recientemente inaugurado ferrocarril que cru-
zaba el continente norteamericano -y desafiando peligros como los ataques in-
dios y las manadas de bisontes- llegaba a Nueva York, desde donde nuevamente
en barco a vapor y en tren retornaba a Londres. Todo esto le llevó a Phileas Fogg
exactamente 81 días incluyendo las múltiples aventuras -exigidas por el suspenso
de la novela- vividas. ¿Hubiera sido posible hacer ese trayecto en 80 días, veinte
años antes? Indudablemente no. Sin el Canal de Suez ni ferrocarriles que cruza-
ban el continente, sin la aplicación del vapor en las comunicaciones un viaje se-
mejante -sin contar los días de puerto ni las aventuras vividas- no podía durar
menos de once meses, es decir, cuatro veces el tiempo que empleó Phileas Fogg.
El ejemplo de la novela de Verne nos sirve para mostrara qué queremos decir
con que el “mundo se achica”. Pero también podemos preguntarnos por qué Ver-
ne imaginó tal aventura. En ese sentido, Verne fue un hombre de su tiempo. El te-
ma de los viajeros, de aquellos que corren riesgos desconocidos -misioneros y ex-
ploradores en Africa, cazadores de mariposas en las islas del sur, aventureros en el
Pacífico- era un tema que apasionaba a los hombres de la época. Y esto era tam-
bién consecuencia del “achicamiento” del mundo: el hombre común -desde la sala
de su casa, en un confortable sillón, leyendo un libro- podía vivir el proceso y des-
cubrir regiones del mundo hasta entonces desconocidas.

Como decíamos, las redes que unían al mundo comenzaban a acortarse, y


en este sentido tuvo una importancia fundamental, el telégrafo. Era un in-
vento reciente (1850) y alcanzó gran difusión a partir del momento en que
se solucionó el problema del tendido de los cables submarinos: en 1851 se

217
Universidad Virtual de Quilmes

unían Dover y Calais; en 1866, Europa y los Estados Unidos; en 1870, la red
llegaba a Oriente. El telégrafo tuvo una indudable importancia política y eco-
nómica. Permitía a los gobiernos comunicarse rápidamente con los puntos
más alejados del territorio y permitía a los hombres de negocios estar al
tanto de la situación de los mercados y la cotización del oro aún en lugares
muy distantes. Pero el uso más significativo del telégrafo ocurrió a partir de
1851, cuando Reuter creó la primera agencia telegráfica, configurando la no-
ticia. ¿Esto qué significaba? Que sucesos que ocurrían en los puntos más
lejanos de la tierra podían estar a la mañana siguiente, en la mesa del de-
sayuno de quien estaba leyendo el diario. De este modo, se daba algo que,
pocos años antes, estaba totalmente fuera de la imaginación de la gente.
La información estaba dirigida además al gran público -favorecida por los
progresos de la alfabetización- que permitía a la gente dejar de vivir en una
escala local, para vivir en una escala mayor, la escala del mundo.
Ver mapa 4.3. El mun-
En síntesis, esta revolución de las comunicaciones permitían transformar
do en movimiento.
al globo en una sola economía interactiva y darle al capitalismo una escala
mundial.
Pero al mismo tiempo el resultado era paradójico: cada vez iban a ser
mayores las diferencias entre aquellos países y regiones que podían acce-
der a la nueva tecnología y aquellas partes del mundo donde todavía la bar-
ca o el buey marcaban la velocidad del transporte. El mundo se unificaba pe-
ro también se agudizaban las distancias.
La expansión del capitalismo industrial también estuvo estrechamente
vinculado con una aceleración del progreso tecnológico. En efecto, cada vez
fue más estrecha la relación que se estableció entre ciencia, tecnología e in-
Ver Unidad 3. dustria. La Revolución industrial inglesa se había desarrollado sobre la base
de técnicas simples, al alcance de hombres prácticos con sentido común y
experiencia; en cambio, en la segunda mitad del siglo XIX, el avance de la
metalurgia, la industria química, el surgimiento de la industria eléctrica se
desarrollaban sobre la base de una tecnología más elaborada. Los “inven-
tos” pasaban ahora desde el laboratorio científico a la fábrica. Dicho de otra
manera, el laboratorio del investigador pasaba a formar parte del desarrollo
industrial. En este sentido, el caso del célebre Louis Pasteur (1822-1895) -
uno de los científicos más conocidos entre el gran público del siglo XIX- es
ejemplificatorio: atraído por la bactereología a través de la química indus-
trial, a él se le deben técnicas como la “pasteurización.”
En Europa, los laboratorios dependían por lo general de las Universidades u
otras instituciones científicas, aunque se mantenían estrechamente vinculados
a las empresas industriales; en Estados Unidos, en cambio, ya habían apareci-
do los laboratorios comerciales que muy pronto hicieron célebre a Thomas Alva
Edison (1847-1931) y a sus investigaciones sobre electricidad. Y esta relación
entre ciencia, tecnología e industria planteó una cuestión fundamental: los sis-
temas educativos se transformaron en elementos esenciales para el crecimien-
to económico. A partir de este momento, a los países que les faltase una ade-
cuada educación masiva y adecuadas instituciones de enseñanza superior les
habrá de resultar muy difícil transformarse en países industriales, o por lo me-
nos, quedarán rezagados. Y esto también permite explicar el atraso relativo que
Inglaterra comenzó a mostrar frente a Alemania donde los estudios universita-
rios fueron claramente orientados hacia la tecnología.
Y la clara vinculación entre ciencia, tecnología e industria también causó
un profundo impacto en las conciencias. La ciencia, transformada en una

218
Historia Social General

verdadera religión secular, fue percibida como la base de un “progreso” in-


definido. Desde esta perspectiva se consideraba que no existía obstáculo
que no pudiera ser superado. Ciencia y progreso se transformaron en dos
conceptos fundamentales dentro de la ideología burguesa.

4.1.2. Del capitalismo liberal al imperialismo

La “gran depresión”

A pesar del optimismo y de los éxitos obtenidos, las dificultades no dejaban


de plantearse. Tal como lo había previsto Sismondi (1772-1842), uno de los
primeros críticos de la naciente economía capitalista, ésta se vio sometida a
crisis periódicas, crisis inherentes a un sistema que se autocondenaba a
momentos de saturación del mercado por el crecimiento desigual de la ofer-
ta y la demanda. De este modo, a los períodos de auge le sucedían períodos
de depresión en la que los precios caían dramáticamente e incluso muchas
empresas quebraban. A diferencia de las crisis anteriores -hasta la de 1847-
que eran crisis que se inciaban en la agricultura y que arrastraban tras de sí
a toda la economía, estas otras eran ya crisis del capitalismo industrial que
se imponía a toda la vida económica. Sin embargo, parecía que las mismas
crisis generaban los elementos de equilibrio: cuando los precios volvían a
subir, se reactivaban las inversiones y comenzaba nuevamente el ciclo de
auge. De este modo, las crisis eran percibidas como interrupciones tempo-
rales de un progreso que debía ser constante. Dentro de la expansión de los
años que transcurrieron entre 1850 y 1873, caracterizados por el alza cons-
tante de precios, salarios y beneficios, las crisis de 1857 y 1866 pudieron
ser consideradas como manifestaciones de desequilibrios propias de una
economía en expansión.
Sin embargo, hacia los primeros años de la década de 1870, las cosas
cambiaron. Cuando la confianza en la prosperidad parecía ilimitada se pro-
dujo la catástrofe: en Estados Unidos 39.000 kilómetros de líneas ferrovia-
rias quedaron paralizadas por la quiebra, los bonos alemanes cayeron en un
60% y, hacia 1877, casi la mitad de los altos hornos dedicados a la produc-
ción de hierro quedaron improductivos. Pero la crisis tenía además un com-
ponente que preocupaba a los hombres de negocios y que les advertía que
era mucho más grave que las anteriores: su duración. En efecto, en 1873
se iniciaba un largo período de recesión que se extendió hasta 1896 y que
sus contemporáneos llamaron la “gran depresión”.
La caída de los precios, tanto agrícola como industriales, era acompaña-
da de rendimientos decrecientes del capital en relación con el período ante-
rior de auge. Ante un mercado de baja demanda, los stocks se acumulaban,
no sólo no tenían salida sino que se depreciaban; los salarios, en un nivel
de subsistencia, difícilmente podían ser reducidos; como consecuencia, los
beneficios disminuían aún más rápidamente que los precios. El desnivel en-
tre la oferta y la demanda se veía agravado por el incremento de bienes pro-
ducidos como consecuencia de la irrupción en el mercado mundial de aque-
llos países que habían madurado sus procesos de industrialización. La edad
de oro del capitalismo “liberal” parecía haber terminado. Y esto también iba
a afectar la política.
En efecto, la crisis había minado los sustentos del liberalismo: las prácti-
cas proteccionistas pasaron entonces a formar parte corriente de la política

219
Universidad Virtual de Quilmes

económica internacional. De este modo, ante la aparición de nuevos países


industriales, la depresión enfrentó a las economías nacionales, donde los
beneficios de una parecían afectar la posición de las otras. En síntesis, en
el mercado no sólo competían las empresas sino también las naciones. Pe-
ro si el proteccionismo fue casi una reacción instintiva frente a la depresión
no fue sin embargo la respuesta económica más significativa del capitalis-
mo a los problemas que lo afectaban. En el marco de las economías nacio-
nales, las empresas debieron reorganizarse para adaptarse a las nuevas ca-
racterísticas del mercado: intentando ampliar los márgenes de beneficios,
reducidos por la competitividad y la caída de los precios, la respuesta se en-
contró en la concentración económica y en la racionalización empresaria.
En primer lugar, se aceleró la tendencia a la concentración de capitales,
es decir, a una creciente centralización en la organización de la producción.
En Francia, por ejemplo, en 1860 había 395 altos hornos que producían
960.000 toneladas de hierro colado, en 1890 había 96 altos hornos que
producían 2.000.000. En síntesis, la producción aumentaba, mientras que
el número de empresas disminuía. Si bien el proceso no fue universal ni irre-
versible, lo cierto es que la competencia y la crisis eliminaron a las empre-
sas menores, que desaparecieron o fueron absorbidas por las mayores; las
triunfantes grandes empresas, que pudieron producir en gran escala, abara-
tando costos y precios, fueron las únicas que pudieron controlar el mercado.
En segundo lugar, la concentración se combinó dentro de las grandes em-
presas con políticas de racionalización empresaria. Esto incluía una moder-
nización técnica que permitía lograr el aumento de la productividad (y dar a
la empresa un mayor poder competitivo). Pero además la racionalización in-
cluía la llamada “gestión científica” impulsada por F. W. Taylor. Según Taylor,
la forma tradicional y empírica de organizar las empresas ya no era eficien-
te, era necesario por lo tanto darle a la gestión empresarial un carácter más
racional y científico. Para ello elaboró una serie de pautas para lograr un ma-
Ver Unidad 5.
yor rendimiento del trabajo. De este modo, el taylorismo se expresó en mé-
todos que aislaban a cada trabajador del resto y transferían el control del
proceso productivo a los representantes de la dirección, o que descompo-
nían sistemáticamente el proceso de trabajo en componentes cronometra-
dos e introducía incentivos salariales para los trabajadores más productivos.
Como veremos más adelante, a partir de 1918 el nombre de Taylor fue aso-
ciado al de Henry Ford, identificados en la utilización racional de la maquina-
ria y de la mano de obra con el objetivo de maximizar la producción.

La época del imperialismo

Desde algunas perspectivas, el imperialismo fue la más importante de las


salidas que se presentaba para superar los problemas del capitalismo des-
pués de la “gran depresión”. Los historiadores han debatido si ambos fenó-
menos podían vincularse. Indudablemente no puede establecerse un nexo
mecánico de causa-efecto. Sin embargo, también es indudable que la pre-
sión de los inversores que buscaban para sus capitales salidas más produc-
tivas, así como la necesidad de encontrar nuevos mercados y fuentes de
aprovisionamiento de materias primas pudo contribuir a impulsar políticas
expansionistas que incluían el colonialismo. Además, en un mundo cada vez
más dividido entre países ricos y países pobres había muchas posibilidades
de encaminarse hacia un modelo político en donde los más avanzados domi-

220
Historia Social General

naran a los más atrasados. Es decir, había muchas posibilidades de trans-


formarse en un mundo imperialista.
De este modo, los años que transcurren entre 1875 y 1914 constituyen Ver mapas 4.4. África
el período conocido como la época del imperialismo, en el que las potencias (1880) y 4.5. África
(1914).
capitalistas parecían dispuestas a imponer su supremacía económica y mili-
tar sobre el mundo. Era, en este sentido, una nueva forma de imperio sus-
tancialmente diferente de las otras épocas imperiales de la historia. Duran-
te esos años, dos grandes zonas del mundo fueron totalmente repartidas
entre las potencias más desarrolladas: el Pacífico asiático y África. No que-
dó ningún Estado independiente en el Pacífico, totalmente dividido entre bri-
tánicos, franceses, alemanes, neerlandeses, estadounidenses y, en una es-
cala más modesta, Japón; en la primera década del siglo XX, África
pertenecía -excepto algunas pocas regiones que resistían la conquista- a los
imperios británico, francés, alemán, belga, portugués, y español.
De este modo, amplios territorios de Asia y de África quedaron subordina-
dos a la influencia política, militar y económica de Europa. También a Améri-
ca Latina llegaron las presiones políticas y económicas, aunque sin necesi-
dad de efectuar una conquista formal. En este sentido, los Estados
europeos parecían no sentir la necesidad de rivalizar con los Estados Uni-
dos desafiando la Doctrina Monroe.

La Doctrina Monroe, que se expuso por primera vez en 1823, -y que se sintetizaba
en la consigna “América para los americanos”- expresaba la oposición a cualquier
colonización o intervención política de las potencias europeas en el hemisferio oc-
cidental. A medida que los Estados Unidos se fueron transformando en una poten-
cia más poderosa, los europeos asumieron con mayor rigor los límites que se les
imponían. En la práctica, la Doctrina Monroe fue interpretada paulatinamente co-
mo el derecho exclusivo de los Estados Unidos para intervenir en el continente
americano.

El fuerte impacto que el desarrollo imperialista produjo entre sus mismos


contemporáneos explica el rápido surgimiento de distintas teorías que bus-
caban interpretarlo. Era, a los ojos de estos contemporáneos, un fenómeno
nuevo que incorporó el término imperialismo al vocabulario económico y po-
lítico desde 1890. Cuando los intelectuales comenzaron a escribir sobre el
tema, la palabra estaba en boca de todos, y según el economista británico
Hobson señalaba en 1900, “se utiliza para indicar el movimiento más pode-
roso del panorama actual del mundo occidental”. Si bien en la obra de Karl
Marx (que había muerto en 1883) no se registra el término imperialismo, las
interpretaciones más significativas del fenómeno surgieron del campo del
marxismo, desde donde sus teóricos intentaban explicar las nuevas caracte-
rísticas que asumía el capitalismo.
Dentro del marxismo, la interpretación clásica fue la formulada por Lenin.
Desde su perspectiva, el imperialismo constituía “la fase superior del capi-
talismo”, y estaba referido a la baja tendencial de la tasa de ganancia por la
competencia creciente entre capitalistas. En la medida en que la competen-
cia capitalista dejaba paso a la concentración y a la formación de “monopo-
lios” -y estos podían influir sobre las políticas del Estado- era cada vez más
necesario buscar nuevas áreas de inversión que contrarrestara la tendencia

221
Universidad Virtual de Quilmes

FIELDHOUSE, DAVID decreciente de la tasa de ganancia que se daba en las metrópolis. De este
K. (1977), Capítulo modo, el “capital financiero”, producto de la fusión entre el capital bancario
4: “Interpretaciones políti-
cas, populares y periféricas y el capital industrial intentaba asegurarse el control de los mercados a es-
del imperialismo”, en: Eco- cala mundial. También hubo -y hay- teorías que interpretaban al imperialismo
nomía e imperio. La expan- buscando, sobre todo, criticar la interpretación marxista. Estas trataban fun-
sión de Europa, 1830-1914, damentalmente de negar las raíces económicas del fenómeno para buscar
Madrid, Siglo XXI, pp. 74-
101. explicaciones de otra naturaleza, estratégicas, políticas, culturales e ideoló-
gicas.
Sin embargo, independientemente de las opiniones que pueda provocar
la interpretación de Lenin, resulta indudable que sus mismos contemporá-
neos atribuyeron al imperialismo razones económicas. El británico liberal J.
Hobson (1900) partiendo del subconsumo de las clases más pobres inter-
pretaba al imperialismo como la necesidad de buscar mercados exteriores
en donde vender e invertir. Pero a diferencia de Lenin que presentaba al im-
perialismo un elemento estructural del desarrollo capitalista, Hobson consi-
deraba al fenómeno como una “anomalía” que era necesario corregir a tra-
vés del aumento de la capacidad de consumo de los trabajadores -ligado a
la función decisiva del gasto público- que permitiera un constante crecimien-
to y una regular absorción de la producción sin necesidad de recurrir a la ex-
pansión imperialista.
Como señala Eric J. Hobsbawm, el imperialismo estuvo ligado indudable-
mente a manifestaciones ideológicas y políticas. Las consignas del imperia-
lismo constituyeron -como veremos- un elemento de movilización de los sec-
tores populares que podían identificarse con la “grandeza de la nación
imperial”. Ningún hombre quedó inmune de los impulsos emocionales, ideo-
lógicos, patrióticos e incluso raciales, asociados a la expansión imperialista.
En forma general, en las metrópolis, el imperialismo estimuló a las masas -
sobre todo a los sectores más descontentos socialmente- a identificarse
con el Estado, dando justificación y legitimidad al sistema social y político
que ese Estado representaba. Pero esto no implica negar las poderosas mo-
tivaciones económicas de tal expansión. Sin embargo, según Hobsbawm, la
clave del fenómeno no se encuentra en la necesidad de los países capitalis-
tas de buscar nuevos mercados ni de nuevas áreas de inversiones, tal como
sostenía la teoría clásica de Lenin. En rigor, el 80% del comercio europeo -
inmportaciones y exportaciones- se realizó entre países desarrollados y lo
mismo sucedió con las inversiones que se efectuaban en el extranjero. De
este modo, la clave del fenómeno radica, desde la perspectiva de Hobs-
bawm, en las exigencias del desarrollo tecnológico.

HOBSBAWM, ERIC J. (1989), Cap. 3 “La era del imperio”, en: La


era de imperio (1875-1914), Barcelona, Labor, pp. 56-84.

En efecto, la nueva tecnología dependía de materias primas que por razones


geográficas o azares de la geología se encontraban ubicadas en lugares re-
motos. El motor de combustión que se desarrolló durante este período nece-
sitaba, por ejemplo, petróleo y caucho. La industria eléctrica necesitaba del
cobre y sus productores más importantes se encontraban en lo que en el si-
glo XX se denominaría “tercer mundo”. Pero no se trataba sólo de cobre, si-
no también de oro y de diamantes y de metales no férreos que comenzaron

222
Historia Social General

a ser fundamentales para las aleaciones de acero. En este sentido, las mi-
nas abrieron el mundo al imperialismo y sus beneficios fueron suficiente-
mente importantes como para justificar la construcción de ramales ferrovia-
rios en los puntos más distantes.
Independientemente de las necesidades de la nueva tecnología, el creci-
miento del consumo de masas en los países metropolitanos significó la rá-
pida expansión del mercado de productos alimenticios. Y ese mercado se
encontraba dominado por productos básicos como cereales y carne, que se
producían a bajo costo y en grandes cantidades en diferentes zonas de
asentamiento europeo en América del Norte y América del Sur, Rusia, Aus-
tralia. Pero también comenzó a desarrollarse el mercado de los productos
conocidos desde hacía mucho tiempo como “productos coloniales” o de “ul-
tramar”: azúcar, té, café, cacao. Incluso, gracias a la rapidez de las comuni-
caciones y al perfeccionamiento de los métodos de conservación comenza-
ron a afluir los frutos tropicales (que posibilitaron la aparición de las
“repúblicas bananeras”). En esta línea, las grandes plantaciones se trans-
formaron en el segundo gran pilar de las economías imperialistas.
Estos acontecimientos, en los países metropolitanos, crearon nuevas po-
sibilidades para los grandes negocios, pero no cambiaron significativamente
sus estructuras económicas y sociales. En cambio, transformaron radical-
mente al resto del mundo, que quedó convertido en un complejo conjunto de
territorios coloniales o semicoloniales. Y estos territorios progresivamente
se convirtieron en productores especializados en uno o dos productos bási-
cos para exportarlos al mercado mundial y de cuya fortuna dependían casi
por completo. Pero los efectos sobre los territorios dominados no fueron só-
lo económicos, sino que también afectó a la política y produjo un importan-
te impacto cultural: se transformaron imágenes, ideas y aspiraciones, a tra-
vés de ese proceso que se definió como “occidentalización”.
En rigor, el proceso de “occidentalización” afectó exclusivamente al redu-
cido grupo de la “elite colonial”. Algunos recibieron una educación de tipo
occidental conformando una minoría culta a la que se le abrían las distintas
carreras que se ofrecían en el ámbito colonial: era posible llegar a ser profe-
sional, maestro, funcionario o burócrata. Pero la creación de una “elite colo-
nial” occidentalizada también podía tener efectos paradójicos. En este sen-
tido, el mejor ejemplo lo ofrece Mahatma Gandhi: un abogado que había
recibido su formación profesional y política en Gran Bretaña. Sus mismas
ideas y su método de lucha, la resistencia pasiva, era una fusión de elemen-
tos occidentales -Gandhi nunca negó su deuda con Ruskin y Tolstoi- y orien-
tales. Munido de tales instrumentos pudo transformarse en la figura clave
del movimiento independentista de la India. Y su caso no es único entre los
pioneros de la liberación colonial. En síntesis, también el imperialismo creó
las condiciones que permitieron la aparición de los líderes antiimperialistas
y también generó las condiciones que permitieron que sus voces alcanzaran
resonancia nacional.

4.2. Las transformaciones de la sociedad


En una Europa que se volvía capitalista e industrial, la sociedad también se
transformaba rápidamente. Un primer análisis muestra a dos clases que se
desarrollaban y afirmaban: la burguesía y el proletariado. Sin embargo, es-

223
Universidad Virtual de Quilmes

to no impide desconocer la diversidad de condiciones y el pluralismo que


reinaba en la sociedad. Muchos ignoraban que su existencia acabaría por
extinguirse y pugnaban por mantener sus posiciones en el nuevo orden:
aristócratas y campesinos a la defensiva, artesanos a punto de desapare-
cer. En una sociedad profundamente heterogénea, clases recién formadas
convivían, no sin compromisos, con otras que aún sobrevivían y se negaban
PALMADE, GUY (1978),
Capítulo 3: “La so- a no estar. Como señala Palmade, tal vez una sola línea divisoria estaba ní-
ciedad y los grupos socia- tidamente clara para los contemporáneos: la barrera que separaba a aque-
les”, en: La época de la bur- llos considerados “respetables” de los que no lo eran. Por un lado, la gen-
guesía, Madrid, Siglo XXI,
pp. 133-164.
te “respetable” -desde la pequeña burguesía hasta la más alta nobleza-
que admitía un código común donde se fundían los viejos valores aristocrá-
ticos y las nuevas virtudes burguesas. Por otro lado, los excluidos, los tra-
bajadores manuales. Y dentro de cada uno de estos dos grandes sectores,
mil signos distintivos, símbolos y comportamientos separaban y definían a
las clases.

4.2.1. El mundo de la burguesía

La burguesía era indudablemente la clase triunfante del período, pero ¿es


posible hablar de una “burguesía” unida, coherente y consciente de su po-
der? O, tal vez, ¿es preferible hablar de “burguesías”? Una parte de la bur-
guesía se beneficiaba con el desarrollo capitalista, de la que era el motor, y
ocupaba un lugar en las esferas dirigentes. Pero subsistía también una bur-
guesía tradicional, lejos del humo de las fábricas, en pequeñas ciudades de
provincia, que vivía de rentas y se mantenía en contacto con el mundo rural.
En Inglaterra, por ejemplo, la burguesía se llamaba a sí misma, “clase me-
dia” y ésta englobaba a los ricos industriales, a los prósperos comerciantes,
a profesionales como médicos y abogados, y en un nivel inferior a una pe-
queña burguesía de tenderos, maestros, empleados. Los límites parecían
imprecisos.
Sin embargo, fue posible definir esos límites. Como señala Hobsbawm,
en el plano económico, la quintaesencia de la burguesía era el “burgués ca-
pitalista”, es decir, el propietario de un capital, el receptor de un ingreso de-
rivado del mismo, el empresario productor de beneficios. En el plano social,
la principal característica de la burguesía era la de constituir un grupo de
personas con poder e influencia, independientes del poder y la influencia
provenientes del nacimiento y del status tradicionales. Para pertenecer a
ella, era necesario ser “alguien”, es decir, una persona que contase como in-
dividuo, gracias a su fortuna y a su capacidad para mandar sobre otros hom-
bres. Pertenecer a la burguesía significaba superioridad, era ser alguien al
que nadie daba órdenes -excepto el Estado y Dios-. Podía ser un empleado,
un empresario, un comerciante pero fundamentalmente era un “patrón”: el
monopolio del mando -en su hogar, en la oficina, en la fábrica- era fundamen-
tal para definirse. Y esto alcanzaba incluso a otros sectores, cuya caracteri-
zación no era estrictamente económica. En efecto, el principio de autoridad
no estaba -ni está- ausente en el comportamiento del profesor universitario,
del médico prestigioso o del artista consagrado. Como señala Hobsbawm,
tal como Krupp mandaba sobre su ejército de trabajadores, Richard Wagner
esperaba el sometimiento total de su audiencia.

224
Historia Social General

HOBSBAWM, ERIC J. (1998), Capítulo 13: “El mundo burgués”,


en: La Era del Capital, 1848-1875, Buenos Aires, Crítica, pp.
239-259.

De este modo, si algo unificaba a la burguesía como clase, eran comporta-


mientos, actitudes y valores comunes. Confiaban en el liberalismo -aunque,
como veremos, cada vez con mayores límites-, en el desarrollo del capitalis-
mo, en la empresa privada y competitiva, en la ciencia y en la posibilidad de
un progreso indefinido. Confiaban en un mundo abierto al triunfo del em-
prendimiento y del talento. Esperaban influir sobre otros hombres, en el te-
rreno de la política, y aspiraban a sistemas representativos que garantiza-
sen los derechos y las libertades bajo el imperio de un orden que
mantuviese a los pobres -las clases “peligrosas”- en su lugar. Era una clase
segura y orgullosa de sus logros.
Nadie dudaba de que entre los logros del mundo burgués de la segunda
mitad del siglo XIX se encontraba el espectacular avance de la ciencia. Des-
de las nuevas concepciones que se iban elaborando, la ciencia podía cons-
tituirse en la base de un progreso indefinido, pero también podía desempe-
ñar otro papel: tenía la capacidad para dar las respuestas a todas las
incógnitas, incluso a aquellas reservadas a la religión. Y en este sentido re-
sultó paradigmática la figura de Charles Darwin (1809-1882) y el impacto
que produjo la teoría de la evolución.
En efecto, Darwin se transformó en una figura pública de amplio renom-
bre y su éxito se debió a que el concepto de evolución, que ciertamente no
era nuevo, podía dar una explicación- muchas veces vulgarizada hasta el ex-
ceso- del origen de las especies en un lenguaje accesible a los hombres de
la época ya que se hacía cargo de uno de los conceptos más entrañables de
la economía liberal, la competencia. La teoría implicaba además una belige-
rante confrontación con las fuerzas de la tradición, del conservadurismo y,
fundamentalmente, de la religión. De esta manera, si el triunfo de los evolu-
cionistas fue rápido, esto se debió no sólo a las abrumadoras pruebas cien-
tíficas -como la existencia del cráneo del hombre de Naentertal (1856)- sino
fundamentalmente al clima ideológico del mundo burgués.
En rigor, también la izquierda recibió alborozadamente el embate al tradi-
cionalismo que significaba la teoría de la evolución. Karl Marx dio la bienve-
nida a El origen de las especies, como “la base de nuestras ideas en cien-
cias naturales” y ofreció a Darwin dedicarle el segundo volumen de El
Capital. Y el amable rechazo de Darwin -hombre de una izquierda liberal pe-
ro en absoluto un revolucionario- a tal oferta no impidió, sin embargo, que
muchos marxistas, como Kautsky y la socialdemocracia alemana fueran ex-
plícitamente darwinistas. Pero esta afinidad de los socialistas con el evolu-
cionismo no negó la encendida defensa que asumió la burguesía de una
nueva teoría que daba nuevas respuestas. Todos coincidían en que la Cien-
cia desplazaba a la Religión.
Pero, en el mundo burgués, algo más llevaba al entusiasmo evolucionis-
ta. La imagen liberal de una sociedad abierta al esfuerzo y al mérito contras-
taba con la creciente polarización social. A comienzos de siglo, los hombres
habían considerado a sus riquezas -que crecían día a día- como el premio
que les otorgaba la Providencia por sus vidas laboriosas y morales; pero los Ver Unidad 3.

argumentos de la ética de la moderación y del esfuerzo ya no eran visible-

225
Universidad Virtual de Quilmes

mente aplicables a esa opulenta burguesía, muchas veces ociosa, dispues-


ta a la ostentación y a disfrutar sus fortunas, viviendo de rentas, en sus con-
fortables residencias campestres. A lo sumo, podían ser aplicados para ex-
plicar las diferencias entre la esforzada pequeña burguesía, y las masas
proletarias consideradas por definición “peligrosas”, ebrias y licenciosas.
De allí, la importancia de teorías alternativas, que con un fundamento
“científico” pudieran explicar la superioridad como resultado de una selec-
ción natural, trasmitida biológicamente. En síntesis, la superioridad de la
burguesía como clase comenzó a ser considerada como una determinación
de la biología. El burgués era, si no una especie distinta, por lo menos
miembro de una clase superior que representaba a un nivel más alto de la
evolución humana. El resto de la sociedad era indudablemente inferior. Sólo
faltaba un paso para alcanzar el concepto de “raza” superior. Para los some-
tidos sólo quedaba el camino de la aceptación de su propia inferioridad y del
acatamiento de la dominación burguesa. Y esto no sólo incluía al conjunto
de las clases “peligrosas”, sino también a las mujeres de todas las clases
sociales.
PERROT, MICHELLE
¿Cuál era el papel que debían desempeñar las mujeres en el mundo bur-
(1987), “La famille
triomphante”, en: Philippe gués? Estas mujeres de la burguesía debían fundamentalmente demostrar
Ariès et George Duby (dir.), la capacidad y méritos de los varones, ocultando los suyos en el ocio y en el
Histoire de la vie privee. Vol. lujo. Su posición de superioridad social sólo podía ser demostrada a través
IV: De la Revolution à la
Grande Guerre, París,
de las órdenes que impartían a los criados, cuya presencia en los hogares
Seuil, pp. 93-104. distinguía a la burguesía de las clases inferiores. Y este ámbito de acción
era el de la familia burguesa, un tipo de estructura familiar que se consolidó
en la segunda mitad del siglo XIX: una autocracia patriarcal, apoyada en una
red de dependencias personales.
No deja de resultar sorprendente que esta estructura familiar y los idea-
les de la sociedad burguesa se presenten como absolutamente contradicto-
rios. El ideal de una economía lucrativa, el hincapié en la competencia indi-
vidual, las relaciones contractuales, el reclamo de libertades y de
oportunidades para el mérito y la iniciativa que proclamaban las burguesías
liberales eran negados sistemáticamente dentro del ámbito familiar. El pater
familias era la cabeza indiscutible de una jerarquía de mujeres y niños con-
solidada sobre la base de vínculos de dependencia. Y la red culminaba en
su base con los criados -la “servidumbre”- que, pese a su relación de asala-
riados, por la convivencia cotidiana no tenían con su “señor” tanto un nexo
monetario como personal. En síntesis, el punto crucial es que la estructura
de la familia burguesa contradecía de plano a la sociedad burguesa, ya que
en ella no contaban la libertad, ni las oportunidades, ni la persecución del
beneficio individual.
Ver imagen 4.6. El
En rigor, la estructura familiar basada en la subordinación de las mujeres
mundo burgués: Wi-
lliams P. Frith: Many no era algo nuevo. La cuestión radica en advertir su contradicción con los
Happy Returns of the ideales de una sociedad que no sólo no la destruyó ni la transformó sino
Day (Horogate, Art que reforzó sus rasgos, convirtiéndola en una isla privada inalterada por el
Gallery).
mundo exterior.
Incluso, parece advertirse la búsqueda de un contraste deliberado: si las
metáforas de guerra acudían para describir al mundo público -la economía,
la política- las metáforas de armonía, de paz y de felicidad eran las que des-
cribían al mundo doméstico. Es posible que la desigualdad esencial sobre la
que se basaba el capitalismo competitivo del siglo XIX encontrase su nece-
saria expresión en la familia burguesa: frente a la inseguridad, la inestabili-

226
Historia Social General

dad y la competencia, frente a vínculos que tenían su única expresión en el


dinero, era necesario forjarse la ilusión de un mundo seguro, estable, basa-
do en dependencias no monetarizadas. Era necesario crear el ámbito del
“reposo del guerrero”. Pero la familia burguesa también cumplió otro papel.
Núcleo básico de una red más amplia de relaciones familiares, permitió a al-
gunos, como a los Rothschild y a los Krupp, crear verdaderas dinastías a tra-
vés del intercambio de mujeres -vírgenes intocadas- y dotes. Y estas alian-
zas e interconexiones familiares dominaron muchos aspectos de la historia
empresarial del siglo XIX.
La vida familiar se desarrollaba en hogares donde la decoración se so-
breañadía como un elemento que enmascaraba la función. La impresión más
inmediata del interior burgués de mediados de siglo es el apiñamiento y la
ocultación, una masa de objetos cubiertos por colgaduras, manteles, cojines,
empapelados, fuese cual fuese su naturaleza, manufacturados. Ninguna pin-
tura sin su marco dorado, ninguna silla sin tapizado, ninguna superficie sin
mantel o sin un adorno, ninguna tela sin su borla. Pero los objetos eran algo
más que útiles o signos de confort, eran los símbolos del status y de los lo-
gros obtenidos. De allí el abigarramiento de los interiores burgueses.
Pero había algo más. Los objetos debían ser sólidos- término usado elo-
giosamente para caracterizar a quienes los construían-, estaban hechos pa- Ver imagen 4.7. El
mercado del arte: Ju-
ra perdurar y así lo hicieron. Pero también debían expresar aspiraciones vita- les Voirin: Une vente
les más elevadas y espirituales a través de su belleza. aux enchères, 1880
La dualidad, solidez y belleza expresaba la nítida división entre lo corpo- (Nancy, Museo Histó-
ral y lo espiritual, lo material y lo ideal, típica del mundo de la burguesía, rico de Lorraine).

aunque en realidad todo dependía de la materia y únicamente podía expre-


sarse a través de la misma o, en última instancia, a través del dinero que
podía comprarla.
El hogar era también la fortaleza que salvaguardaba la moralidad. La dua- GAY, PETER (1992),
lidad entre materia y espíritu que caracterizaba al mundo burgués, la necesi- Capítulo 2: “Dulces
comuniones burguesas”, en:
dad de enmascaramiento fue denunciada como una hipocresía omnipresen- La experiencia burguesa. De
te en el mundo burgués. Y esto resultaba particularmente notable en el Victoria a Freud, I. La edu-
ámbito de la sexualidad. El mismo Sigmund Freud, en 1898, no dudó en ca- cación de los sentidos, Méxi-
lificar como “hipócrita” la moral sexual de su tiempo. co, Fondo de Cultura Eco-
nómica, pp. 103-158.
En rigor, el problema es más complejo. Si la duplicidad de normas y el en-
mascaramiento parecían ineludibles en algunas situaciones, como en el ca-
so de la homosexualidad, en general se aceptaban explícitamente ciertas re-
glas de comportamiento: la castidad para las mujeres solteras y la fidelidad
para las casadas; libertad sexual para los hombres solteros -con el límite de
las muchachas solteras de la burguesía- y tolerancia con la infidelidad de los
casados, siempre y cuando esta infidelidad no pusiese en peligro la estabili-
dad de la familia burguesa. Tal vez, la hipocresía surgía cuando suponía a
las mujeres -supuestamente despojadas de erotismo- completamente aje-
nas al juego sexual.
Sin embargo, estas normas no ocultan que el mundo burgués parecía ob-
sesionado por el sexo. Y esto es particularmente visible en los modos de
vestir, donde se conjugaban poderosos elementos de tentación y prohibi-
ción. Al mismo tiempo que se hacía gran ostentación de ropajes, que deja-
ban pocas partes del cuerpo visibles, la moda marcaba hasta el exceso las
características sexuales secundarias: la barba y el vello de los hombres; el
cabello, pero también los senos, las caderas y las nalgas de las mujeres
destacados por moños y artificios. Como señala Hobsbawm, el impacto que

227
Universidad Virtual de Quilmes

produjo el cuadro de Manet, Desayuno sobre la hierba (1863), derivó del con-
traste entre la formalidad de los trajes masculinos y la desnudez de la mu-
jer. Si el mundo burgués, a través de la dualidad permanente entre espíritu y
materia, afirmaba que las mujeres eran básicamente seres espirituales, es-
to implicaba que los hombres no lo eran. De este modo, la atracción física
obvia entre los sexos encajaba dificultosamente en este sistema de valores.
Y la ruptura de estas normas podía llevar a la hipocresía, pero fundamental-
mente a la angustia personal. La represión de los instintos se consideró un
valor elevado sobre el que descansaba la civilización. Y sobre este principio,
Freud construyó su teoría.
Si, como ya señalamos, en el mundo burgués se consideraba que la cien-
cia era la clave de todo progreso y tenía la posibilidad de dar todas las res-
puestas, resultó indudable, durante este período, el descenso del peso de la
religión. Darwin había derrotado a la Biblia. Entre los varones de la burguesía,
el indiferentismo, el agnosticismo e, incluso, el ateísmo eran las actitudes do-
minantes. El progreso implicaba la ruptura con las viejas creencias y con las
Iglesias, consideradas baluartes del oscurantismo y la tradición. De este mo-
do, contra las Iglesias, y fundamentalmente la católica que se reservaba el
derecho a definir la verdad y el monopolio de los ritos de pasajes -como bau-
tismos, casamientos y entierros-, se elevó una ola de anticlericalismo.
En rigor, el fenómeno no fue exclusivo del mundo burgués. Las ideologías
de izquierdas -el marxismo, el anarquismo, el socialismo- compartían este
belicoso anticlericalismo. No fue por azar que un herrero socialista de la Ro-
maña, de apellido Mussolini, llamase a su hijo, Benito, en honor a Juárez, el
anticlerical presidente mexicano. Indiscutiblemente, la religión estaba en de-
clive también en las grandes ciudades que crecían rápidamente y donde, co-
mo las estadísticas lo demostraban, la participación en el culto parecía re-
traerse. No sólo la ciencia había abatido a la teología, sino que las
costumbres urbanas parecían alejarse de las prácticas y la moral religiosa.
Empero, las religiones persistieron. Entre la misma burguesía liberal co-
menzó a registrarse cierta nostalgia por las viejas creencias. En primer lu-
gar, el frío racionalismo liberal no proporcionaba un sustituto emocional al ri-
tual colectivo de la religión. Comenzaron entonces a surgir ciertos
“sustitutos”, como complejos rituales laicos -alrededor del Estado, por
ejemplo- y nuevas formas religiosas, más acordes a los nuevos tiempos. En
este sentido, resulta notable el desarrollo alcanzado por el espiritismo den-
tro del mundo burgués: en una época que descreía de los “milagros”, el es-
piritismo ofrecía la ventaja de asegurar una tranquilizadora supervivencia del
alma, sobre las “bases” de la ciencia experimental. Pero había algo más en
esa nostalgia de las religiones. En el mundo burgués, comenzó a valorarse
el papel tradicional de la religión como instrumento para mantener en el re-
cato a los pobres -y a las mujeres de todas las clases sociales- siempre pro-
clives al desorden. Las Iglesias comenzaron a ser valoradas como pilares de
la estabilidad y la moralidad frente a los peligros que amenzaban el orden
burgués.

4.2.2. El mundo del trabajo

Una clase irrumpía en este período como capaz de desafiar al mundo bur-
gués: la clase obrera. Y su importancia no era sólo cualitativa sino también
cuantitativa ya que, entre 1850 y 1880, esta clase representaba en toda Eu-

228
Historia Social General

ropa entre la cuarta y la tercera parte de la población. Sin embargo, si bien 4.8. La persistencia
con el ocaso del viejo trabajo artesanal y el paso del taller a la fábrica mo- del trabajo artesanal:
trabajo sobre metal,
derna, las condiciones de vida obrera habían tendido a uniformarse, aún se
1879.
trataba, en muchos aspectos y en muchos lugares, de una clase en forma-
ción. Como Federico Engels señalaba en La situación de la clase obrera en
Inglaterra (1845): “La condición proletaria no existe en su forma clásica
completamente acabada excepto en el Imperio Británico y en particular, en
Inglaterra”. En Francia, por ejemplo subsistía con tenacidad un artesanado,
organizado en gremios con costumbres y tradiciones que los constituían en
una especie de microsociedad.
De este modo, si bien era ya posible definir la situación de los obreros
desde el punto de vista económico -formación de un mercado de trabajo
asalariado, concentración en grandes centros industriales, trabajo disciplina-
do a máquina-, desde una perspectiva social, muchos de los trabajadores
aún no podían ser incluidos estrictamente dentro de esa definición económi-
ca de la clase obrera.
Sin embargo, pese a la variedad de situaciones, las condiciones de vida HOBSBAWM, ERIC
tendían a uniformarse: tras varias generaciones, los trabajadores acabaron (1987), Capítulo 9:
“La formación de la cultura
por acostumbrarse a la vida de la ciudad, una vida apartada de las tradicio- obrera británica”, en: El
nes rurales, siendo hijos de obreros y habiendo comenzado a trabajar desde mundo del trabajo, Barce-
su infancia. La clase obrera adquiría cada vez un perfil más definido. lona, Crítica, pp. 216-237.
Pero esta uniformidad no impide distinguir que la misma clase obrera dis-
taba de ser una clase homogénea. En la cúspide parecían ubicarse los obre-
ros “especializados” aquellos capaces de fabricar y reparar las máquinas.
Eran los que indudablemente recibían un mejor pago, los que se encontra-
ban en una mejor posición para “negociar” con los patrones. Muchos de
ellos aspiraban a “mejorar”: obtener las condiciones de vida de la pequeña
burguesía, lograr que sus hijos abandonaran el trabajo manual e ingresaran
entre los trabajadores de “cuello blanco” participando así de los sectores
“respetables”. Y, en efecto, la prosperidad del período, la alfabetización y el
desarrollo del sector terciario les permitió a algunos conseguir, sobre todo
en ciertos países como Inglaterra, lo que era considerado un claro signo de
ascenso social.
Por debajo de los trabajadores especializados, se ubicaba la gran masa
de los obreros y obreras de fábrica, con jornadas de trabajo de 15 o 16 ho-
ras diarias, con situaciones de trabajo precarias, bajo la amenaza de las pe-
riódicas crisis de desempleo. En Francia, por ejemplo, en 1857, la mitad de
los obreros debieron abandonar sus puestos de trabajo, mientras el precio
de los alimentos aumentaba bruscamente a raíz de las malas cosechas.
Dentro de esta masa obrera, tanto en Francia como en Inglaterra, todavía se
registraba una fuerte presencia de mano de obra femenina e infantil. En la
industria algodonera, por ejemplo, las mujeres ocupaban la mitad de los
puestos de trabajo y los niños una cuarta parte.
Pero había además, por debajo de la masa de obreros o obreras de fábri-
ca, un tercer escalón: los recién emigrados del campo. Fue el caso, por
ejemplo, de Irlanda que tras la crisis de la papa (1845) enviaba a Inglaterra
cada año 50.000 trabajadores nuevos. Eran quienes por su indigencia y su
resignación podían aceptar cualquier trabajo, por duro que fuese, a cambio
de un salario irrisorio. Pero, por esto mismo, cumplían un papel fundamental
en el desarrollo del capitalismo industrial: eran quienes, por su constante
oferta de mano de obra barata, contribuían a mantener el bajo nivel salarial.

229
Universidad Virtual de Quilmes

Eran muchas veces peones que no tenían un trabajo fijo, trabajaban esporá-
dicamente en la construcción de ferrocarriles, en la excavación de las gran-
des ciudades, en la descarga de navíos.
Indudablemente, en el mundo del trabajo las condiciones de vida eran di-
fíciles. Sin embargo, la prosperidad del período tendió a mejorar relativamen-
te estas condiciones. Hubo progresos en la seguridad e higiene del trabajo,
y comenzó a disminuir el empleo infantil. La jornada laboral tendió a reducir-
se, en parte por las presiones sindicales, pero también porque el aumento
de la productividad permitía que en un tiempo menor los obreros produjeran
más. En Alemania -y esta fue su originalidad- incluso la clase obrera mostra-
ba ventajas decisivas sobre las demás: desde 1880 y 1890 comenzaron a
implementarse sistemas de seguros en relación con situaciones de enfer-
medad, accidentes, invalidez y vejez; aunque también es cierto que la aplica-
ción de esta legislación social vio limitada su aplicación por la falta de ins-
pecciones adecuadas. De un modo u otro, en toda Europa, el capitalismo
desenfrenado tendía a suavizarse: comenzaba a admitirse que un obrero
cansado producía menos valor, que un niño deformado en las minas o en el
trabajo fabril nunca llegaría a ser un eficaz trabajador robusto.
Durante este período también aumentaron los salarios. Si bien para la
masa de obreros y obreras de fábrica este aumento implicó sólo un peque-
ño aumento sobre el costo de vida, benefició notablemente al sector de “es-
pecializados”: entre 1850 a 1865 los salario aumentaron en un 25% mien-
tras que el costo de vida ascendía un 10%. Y en esto, Karl Marx, en una
carta a Engels en 1863, encontraba una de las razones de lo que calificaba
el aburguesamiento de esa “aristocracia” del trabajo que aspiraba a “mejo-
rar”: “La larga prosperidad ha desmoralizado terriblemente a las masas”.
También hubo mejoras parciales en las viviendas y en las ciudades obre-
ras. En Francia, algunos empresarios protestantes de Mulhouse fueron res-
ponsables de la construcción de bloques de casas obreras, cómodas y sa-
nas, rodeadas de jardines. Pero estas expresiones paternalistas -que
también se podían registrar en Alemania- eran excepcionales. Fueron funda-
mentalmente las administraciones municipales -como en el caso de Inglate-
rra- las que empezaron a preocuparse por el urbanismo y a crear instalacio-
nes colectivas -iluminación, limpieza- que introducían progresos en la vida
cotidiana. En síntesis, la mejoría de las condiciones de vida fue indudable
pero también es cierto que fue un movimiento irregular que afectó funda-
mentalmente al sector de obreros “especializados.” Eran muchos los que to-
davía permanecían en el hacinamiento y la inseguridad.
Pese a las diferencias internas que se registran en el mundo del trabajo
¿es posible hablar de los “obreros” como una única clase?, ¿cuál es el ele-
mento que los unifica? Como señala Hobsbawm, pese a estas diferencias,
el artesano “especializado”, con un salario relativamente bueno, y el traba-
jador pobre, que no sabía dónde obtendría su próxima comida, se encontra-
ban unidos por un sentimiento común hacia el trabajo manual y la explota-
ción, por un destino común que los obligaba a ganarse un jornal con sus
manos. Se encontraban unidos también por la creciente segregación a que
se veían sometidos por parte de una burguesía cuya opulencia aumentaba
espectacularmente y se mostraba cada vez más cerrada a los advenedizos
que aspiraban al ascenso social. Y los obreros fueron empujados a esta
conciencia común no sólo por la segregación sino por formas de vida com-
partidas, no sólo en el espacio de la fábrica o el taller sino fundamentalmen-

230
Historia Social General

te en espacios de sociabilidad -en los que la taberna, que fue llamada la


“iglesia del obrero”, ocupó un lugar primordial- que llevaron a conformar un
modo de pensar común.

HOBSBAWM, ERIC J. (1998), Cap. 12: “Ciudad, industria y clase


obrera”, en: La Era del Capital, 1848-1875, Buenos Aires, Crí-
tica, pp. 217-238.

La posibilidad de mejorar las condiciones de vida se abrió también median-


te la organización colectiva. En Inglaterra, comenzó a desarrollarse un sindi-
calismo -despojado de toda connotación política- lo suficientemente fuerte
como para poder presionar a los patronos, con tal éxito que la huelga mu-
chas veces no era más que una amenaza. Pero este sindicalismo estaba re-
servado para la elite obrera, para los “especializados” que se negaban a
aceptar en sus filas a aquellos trabajadores no calificados por el temor a
perder capacidad de presión. En rigor, recién en 1889, después de una huel-
ga de estibadores londinenses, el sindicalismo se abrió a la masa no espe-
cializada. En el continente, en cambio, la situación fue diferente.
En efecto, en Francia, después de las revoluciones del 48, las organiza-
ciones obreras habían quedado estrictamente controladas. Algunas sobrevi-
vieron como mutuales y sociedades de socorros mutuos, aunque también
es cierto que tras esta fachada se encontraban asociaciones de resistencia
a los empresarios. Incluso, muchas de ellas seguían fieles a la idea de
Proudhon de que las sociedades de producción y de ayuda mutua podían ser Ver Unidad 3.
eficaces instrumentos para abolir el trabajo asalariado. Y en estas formas
organizativas predominaba una clara desconfianza hacia el liberalismo bur-
gués y fundamentalmente indiferencia frente al juego político electoral. En
Alemania, hacia 1860, comenzaba a registrarse -a diferencia del apoliticis-
mo de los sindicatos ingleses- un nuevo brote socialista. Pero no fueron só-
lo los obreros de las grandes empresas quienes estuvieron en su cabeza, si-
no que fueron fundamentalmente los viejos artesanos -más cultos, más
organizados y más descontentos- los que constituyeron el punto de partida
del socialismo. Sobre esta base, en 1863, se fundaba la Unión de Asocia-
ciones de Trabajadores alemanes que, algunos años más tarde (1875), se
habrá de transformar en el Partido Obrero Socialdemócrata. Nacía así el pri-
mer gran partido socialista europeo, que muchos otros, incluido Lenin, algún
día querrán imitar. Pero no se trataba aún de un socialismo “revolucionario”.
Era un socialismo que trataba de utilizar al máximo los recursos de la demo-
cracia para actuar sobre el Estado, promover reformas y dar a la clase obre-
ra una influencia política.
La clase obrera que se constituyó en este período fue la fuerza social vi-
sualizada como “peligrosa” para el orden constituido. Muchos contemporá-
neos reconocían la gravedad de la “cuestión social” y vivían con el temor a
un levantamiento. La memoria de las revoluciones -de la del treinta y de la
del cuarenta y ocho- estaba aún suficientemente fresca, de allí que, pese a Ver Unidad 3.
la seguridad de la burguesía en su fortaleza y en sus logros, el miedo a la in-
surrección siempre estuvo presente. Sin embargo, la época no fue favorable
para revoluciones. Después de 1848, el potencial movimiento revolucionario
se encontraba desarmado. Según Karl Marx, exiliado en Londres desde

231
Universidad Virtual de Quilmes

1849, la derrota del 48 se debía a que el movimiento había surgido prema-


turamente, a causa de la crisis económica, pero la clase obrera no tenía aún
la coherencia ni la conciencia para encabezar un ciclo revolucionario. Desde
su perspectiva, era necesario por lo tanto abocarse a la organización y la es-
pera de una nueva coyuntura en las crisis cíclicas del capitalismo. Pero pron-
to advirtió que la espera iba a ser larga. Marx tuvo entonces un período de
intervalo político -con muchas horas transcurridas en la biblioteca del Museo
de Londres- que le permitieron madurar su teoría: de esos años fueron la
Contribución a la Crítica de la Economía Política (1858) y el primer tomo de El
Capital (1867).

PALMADE, GUY (1978) Capítulo 3, Sección IV: “Movimientos e


ideologías sociales”, en: La época de la burguesía, Madrid, Si-
glo XXI, pp. 196-212.

ABENDROTH, Sin embargo, también comenzaron a surgir algunas iniciativas en materia de


WOLFGANG (1983), organización que culminaron, en Londres, en 1864, con la formación de la
Capítulo 2: “La Asocación
Internacional de Trabajado- Asociación Internacional de Trabajadores (conocida posteriormente como la
res”, en: Historia social del Primera Internacional). La iniciativa surgió de algunos sindicalistas ingleses,
movimiento obrero, Barce- movidos por preocupaciones inmediatas, y de exiliados franceses, de miras
lona, Laia, pp. 35-50.
más largas y doctrinarias. Para los primeros, el objetivo era presionar a la
burguesía apoyando huelgas de dimensión europea; para los segundos, se
trataba de lograr la emancipación de los trabajadores a través de una prime-
ra etapa de educación política de las masas. De este modo, la Internacio-
nal reunió a grupos de distintas vertientes e incluyó a Marx, responsable de
la redacción del Manifiesto Inaugural, en el comité organizativo.
4.9. La Asociación In- La organización de la Internacional indudablemente fue motivo de profun-
ternacional de Traba-
da preocupación para quienes la visualizaron como un conjunto de miles de
jadores Delegados al
IV Congreso de la In- conspiradores que se movían en las sombras prontos a derribar el mundo
ternacional, Basilea, burgués. Sin embargo, estos temores, ¿estaban justificados?, ¿cuál es el ba-
1869. lance que puede hacerse de la experiencia que constituyó la Internacional?
Es cierto que pudo apoyar eficazmente huelgas en 1867 y en 1868 y que se
constituyó en un indudable polo de atracción para los sindicatos europeos.
Pero también sus limitaciones fueron muchas. Sus acciones fueron muchas
veces paralizadas por las interminables discusiones entre Marx y los anar-
quistas; pero, además, si su objetivo era organizar al movimiento obrero ejer-
ció mucha menos influencia sobre los obreros de las nuevas industrias mo-
dernas que sobre los artesanos o de las manufacturas en regresión.
En rigor, la mayor debilidad de la Internacional procedió de su mismo “in-
ternacionalismo”, que se estrelló contra el carácter nacional de los sindica-
tos. De este modo, pese a las constantes admoniciones sobre el carácter
sin fronteras del proletariado, como de su clase adversaria, la burguesía,
cuando estalló la guerra franco-alemana (1870), los trabajadores se asumie-
ron primordialmente como franceses o alemanes y partieron al frente a lu-
char contra un enemigo que incluía a su propia clase. Los socialistas debie-
ron entonces enfrentar el problema de las nacionalidades, anunciando los
Ver Unidad 5. desgarros de 1914. De este modo, en 1872, la Asociación Internacional de
los Trabajadores dejaba de existir: no pudo sobrevivir al impacto de la guerra
franco-prusiana, ni al fracaso de la Comuna de París (1871).

232
Historia Social General

En efecto, la guerra franco-prusiana había sido seguida de un singular


acontecimiento: la Comuna de París (marzo-mayo de 1871), en el que mu-
chos de sus contemporáneos no dejaron de señalarla como un espectacular
episodio de la “lucha de clases”. ¿Cuáles fueron las causas de la subleva-
ción? Evidentemente, la Internacional ejerció muy poca influencia sobre ella.
Al terminar la guerra, en París, la federación de la guardia nacional trató de
conservar las armas que poseía, y poner a buen seguro los cañones com-
prados gracias a una suscripción pública. Algunos quizá pensaban en opo-
nerse a la ocupación de una parte de París por parte de los prusianos tal co-
mo rezaba una cláusula del armisticio. De este modo, cuando el nuevo jefe
del gobierno francés, Thiers envió tropas para retirar los cañones, una mu-
chedumbre enardecida ejecutó a dos generales, sin que nadie haya dado la
orden (marzo de 1871). Comenzaba así, el conflicto entre un gobierno con-
servador -Thiers debió huir y refugiarse en Varsalles- y el “pueblo” de París,
a través de una revuelta espontánea, de objetivos poco claros, y de carácter
popular y pequeñoburgués más que estrictamente obrero. La dirección pron-
to quedó a cargo no tanto de los socialistas participantes de la Internacional
-algunos fueron elegidos como miembros del Consejo que gobernaba la Co-
muna-, sino de los jacobinos fascinados por los recuerdos de las imágenes
Ver Unidad 3.
de las jornadas de 1789.
Los logros de la Comuna fueron modestos. Se adoptó la bandera roja, se
tomaron algunas medidas anticlericales -incluida la ejecución del Arzobispo
de París- y algunas pocas medidas sociales, como la supresión de los alqui-
leres. Sin embargo, pese a esta modestia y a su brevedad -menos de tres
meses-, la Comuna se transformó en un símbolo de la “lucha de clases”. El
terror que inspiró en los gobiernos se reflejó en la brutal represión que si-
guió: 47.000 personas fueron juzgadas, 7.000 deportadas o exiliadas, fue
incalculable el número de muertos. Incluso, su recuerdo llevó a que en
1873 se formara la Liga de los Tres Emperadores (Alemania, Austria y Rusia)
para defenderse de ese radicalismo que amenazaba tronos e instituciones.
Pero también fue un símbolo para la izquierda: Lenin, después de octubre de Ver Unidad 5.
1917, contaba los días para finalmente poder decir “Hemos durado más
que la Comuna”.
La Comuna fue fundamentalmente un símbolo. Con ella terminaba la épo-
ca de las grandes insurrecciones. El socialismo de la década de 1880 ya no
esperaba una pronta instauración de la nueva sociedad. Su éxito todavía se
limitaba a algunos sectores restringidos del proletariado y a una importante
capa intelectual, pero su influencia era todavía muy escasa sobre las am-
plias masas que conformaban el mundo del trabajo.

4.2.3. Un mundo a la defensiva: aristócratas y campesinos

Las aristocracias europeas, si bien en retirada desde 1830, conservaban


aún una importante cuota de poder. Hasta la década de 1880 dieron la tóni-
ca en los círculos mundanos de París, Londres, Berlín o Viena: la obra litera-
ria de Proust todavía rememoraba a esa aristocracia de salón que lanzaba
sus últimos fulgores hacia finales del siglo. El poder de esta aristocracia se
sustentaba, en parte, en su riqueza. La explotación de sus tierras continua-
ba, en efecto, proporcionándole grandes rentas. En Inglaterra, por ejemplo,
aún después de la industrialización, las mayores fortunas continuaban sien-
do las de los Pares del Reino. Pero también continuaban conservando una

233
Universidad Virtual de Quilmes

PALMADE, GUY (1978): importante cuota de influencia política: en el mundo rural ejercía un sólido
Capítulo 3: “La so- poder de hecho. En Francia, por ejemplo, si bien allí la nobleza había perdi-
ciedad y los grupos socia-
les”, en: La época de la bur- do antes que en otras partes sus privilegios legales, hacia 1870 ocupaba
guesía, Madrid, Siglo XXI, una décima parte de los puestos de alcaldes de pueblo.
pp. 133-164. En la segunda mitad del siglo XIX, la más poderosa e influyente de las
aristocracias europeas era, sin duda, la aristocracia inglesa. Era un grupo
Ver Unidad 3.
que había sabido adaptarse a la nueva situación, y que había hecho un si-
tio a la alta burguesía - a los gentlemen-, conformando poco a poco, sin
descartar diversas vías como la del matrimonio, una nueva elite dirigente
que asumió gran parte de las tradiciones aristocráticas. La aristocracia ale-
mana era mucho más conservadora pero también más débil que la inglesa,
entre ella sólo un grupo contaba, la nobleza prusiana de los Junker que
controlan una importante parte del suelo a donde habían podido introducir
un verdadero capitalismo agrario. Si bien no era una nobleza siempre anti-
gua -algunos burgueses habían logrado introducirse en ella por vía del ma-
trimonio o por compra de tierras- mantenía un cerrado espíritu de casta,
desprecio por la burguesía industrial y liberal, una actitud fuertemente con-
servadora en materia política y religiosa y gusto por el arte militar. Y tam-
bién era la que controlaba gran parte de los puestos de la administración
imperial.
En Francia, la aristocracia constituía una clase heterogénea en la que se
codeaban la nobleza anterior a 1789, con la creada por Napoleón I durante
el Imperio y la más reciente de la Restauración (1815-1830). Incluso, cerca
de ellos se ubicaban aquellos burgueses muy ricos que habían tomado la
costumbre de vivir como nobles: retirados en fincas campestres, transcu-
rrían sus existencias ociosas. Pero si bien el poder efectivo de la aristocra-
cia se había diluido después de 1830, continuaba manteniendo una impor-
tante cuota de prestigio social. De este modo, resultaba casi “natural”
confiarles el destino del país en las horas graves: frente a crisis sociales -
tanto después de la revolución del cuarenta y ocho como de los aconteci-
mientos de la Comuna de París (1871)-, los nobles ingresaron masivamen-
te en las Asambleas nacionales elegidos por el sufragio universal. Incluso,
hacia fines del siglo, si bien ya no ocupaban altos cargos administrativos,
de sus filas se reclutaban oficiales y embajadores.
Como señala Palmade, resulta curiosa esta supervivencia aristocrática
en el mundo burgués. Es tal vez una supervivencia que pone en relieve los
límites de la conquista burguesa. La burguesía experimentaba una especie
de complejo de inferioridad frente a las jerarquías heredadas del pasado. Y
más que derribarlas totalmente buscaba imitarlas e insertarse en ellas.
Aunque la burguesía poseía el poder económico, no titubeaba en conferir a
las antiguas elites cierta delegación del poder político y administrativo. Sin
embargo, tampoco hay dudas de que la aristocracia constituía una clase en
retirada cuya influencia decrecía paulatinamente hacia fines del período.
En la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, el mundo campesino con-
tinuaba siendo una sólida realidad. En rigor, la excepción la constituía Ingla-
terra: el campesinado, hacia 1880, constituía sólo un 10% de la población
activa. Allí se había impuesto una empresa agrícola que ya no mantenía nin-
guna relación con las tradiciones rurales sino que era un apéndice del mun-
do urbano e industrial, obedeciendo a las normas de gestión de cualquier
otra empresa. De este modo, Inglaterra abría una vía que habrán de seguir
los países del continente europeo con un siglo de atraso.

234
Historia Social General

La situación de Alemania y de Francia era, sin duda, diferente a la ingle-


sa. Es cierto que las transformaciones de la agricultura que posibilitaron la
industrialización alemana -de las que los Junkers muchas veces tomaron la
iniciativa- habían producidos profundos cambios en el mundo rural. Sin em-
bargo, en algunas regiones, la presencia campesina aún era notable. ¿Cuál
era la situación de este campesinado? Resulta difícil generalizar sobre situa-
ciones muy diversas. No se puede considerar con la misma medida a la pe-
queña choza de las landas de Hannover y a la gran explotación de Sajonia,
ni al viticultor de la Moselle y al campesino de los macizos montañosos. En
todas partes, sin embargo, parecía predominar un pequeño campesinado
propietario que explotaba personalmente la tierra con la ayuda familiar. Su
situación podía ser compleja -dificultades de comunicación por la falta de ca-
minos comunales-, pero la secularización no alcanzaba a modificar las cos-
tumbres y las viejas fiestas campesinas jalonaban el ciclo del trabajo. Pese
a los años difíciles por la competencia extranjera, como entre 1870 y 1890,
gracias a una adaptación rápida y constante, a la cooperación y el crédito
agrícola, el campesinado alemán resistía y lograba sobrevivir.
Francia, por su parte, era un país de campesinos -entre 1850 y 1880
constituyen la mitad de a población activa- hostiles a toda innovación. Entre
ellos hay muchos propietarios, pero también colonos o arrendatarios instala-
dos en las tierras de nobles o burgueses. Fuertemente individualistas -a di-
ferencia de los alemanes- los campesinos franceses se negaban a cualquier
tipo de cooperación. Esto no significa que su situación fuese fácil: la mayor
parte de los campesinos -que cultivaban menos de 10 hectáreas- obtenía
una renta inferior a la de los trabajadores urbanos en términos monetarios.
Sin embargo, la comparación no es totalmente válida: los campesinos obte-
nían alimento de sus huertos, consumían lo que producían, obtenían made-
ra en el bosque más próximo, satisfechos de no tener ningún patrón que di-
rigiese su trabajo. De este modo constituían un mundo estable, sin
reivindicaciones especiales.
En síntesis, frente a las transformaciones económicas y sociales que se
vivían en Europa las clases sociales del antiguo orden buscaban sobrevivir,
procurando adaptarse o presentando resistencia frente a los cambios. Y la
inercia muchas veces triunfaba sobre las innovaciones. Pero también es
cierto que, pese a todas las resistencias, la expansión capitalista cambiaba
al mundo y consolidaba el apogeo de la burguesía.

4.3. Las ideas y los movimientos políticos y sociales

4.3.1. Las transformaciones del liberalismo: democracia y


nacionalismos militantes

Junto con la burguesía, también había triunfado su principal fundamento


ideológico, el liberalismo. Programa político y económico, se proponía condu-
cir a Europa a un futuro mejor borrando todos los obstáculos que se oponían
a ese avance. Sin embargo, este programa comenzó a encontrar resisten-
cias, y sufrir enconadas críticas que provenían tanto de la izquierda como de
la derecha. De este modo, estas resistencias y los mismos cambios que vi-
vía la sociedad no dejaron de impactar sobre un liberalismo que comenzó
también a sufrir transformaciones.

235
Universidad Virtual de Quilmes

En los últimos decenios del siglo XIX, cabían pocas dudas de que el libe-
ralismo era el programa que se había impuesto en gran parte de Europa Oc-
cidental. Era además el programa que gozaba de mayor prestigio: se lo con-
sideraba una fuerza progresista, la única con posibilidades de éxito para
desplazar a los resabios del tradicionalismo. En rigor, casos como las mo-
narquías absolutas de la Rusia de los Zares y del Imperio austrohúngaro
eran casos extremos, excepcionales, y percibidos como anacrónicos. Pero
también es cierto que en Europa occidental, las fuerzas conservadoras, que
aún mantenían algunas posiciones de poder, no dudaron en alinearse para
atacar al liberalismo, considerado como una doctrina errónea y peligrosa,
que irremediablemente conduciría a la destrucción del orden social.

MOMMSEN, WOLFGANG (1973), Parte A, Cap. 1 “Las ideologías


políticas”, en: La época del Imperialismo, Madrid, Siglo XXI,
pp. 5-34.

De un modo u otro, era indudable que este conservadurismo se encontraba


en retirada. Sus argumentos tradicionales como el origen divino del poder
político y del orden social establecido, y la legitimidad exclusiva del derecho
tradicional perdían cada vez más fuerza en un mundo que se transformaba
rápidamente. De esta manera, frente al liberalismo, los conservadores sólo
podían proceder por reacción, sin alcanzar propuestas positivas: frente al
“progreso” hacían hincapié en el “orden” y la “estabilidad”; y oponían las
“tradiciones” frente a todo lo que significara cambio o novedad. Pero este
conservadurismo en retirada encontró algunas fortalezas desde las cuales
resistir. Y una de ellas fueron las Iglesias.
En efecto, el anglicanismo en Inglaterra, el protestantismo en Alemania y
el catolicismo, en los países latinos -fieles a las monarquías- pronto se
transformaron en baluartes del conservadurismo. Todas estas Iglesias eran
profundamente antiliberales, aunque sólo la mayor de ellas, la Iglesia católi-
ca se pronunció explícitamente en contra del liberalismo. En 1864, el papa
Pío IX había publicado el Syllabus, en el que se condenaban los errores mo-
dernos. En el documento se enumeraba ochenta errores: entre ellos, el “na-
turalismo” -la negación de la acción de Dios sobre el mundo-, el “racionalis-
mo” -el empleo de la razón sin referencia a Dios-, el “indiferentismo”
-considerar equivalentes a todas las religiones- la “enseñanza secular”, y la
“separación de la Iglesia y el Estado”. El último de los errores señalados era
precisamente el liberalismo.
La Iglesia podía ejercer una influencia conservadora sobre la sociedad en
la medida en que, a pesar de la innegable secularización, aún mantenía cier-
tos controles. Y estos eran ejercidos sobre todo a través de la familia bur-
guesa, institución conservadora en sí misma. La Iglesia introducía en el
mundo burgués efectivas quintacolumnas a través de la piedad tradicional
de las mujeres, y ejercía su influencia a través del control de las ceremonias
de bautismo, casamientos y entierros, y de una cuota considerable de la
educación. Pero también es cierto que ya hacia la década de 1880, la Igle-
sia, bajo el embate de los liberales había perdido muchos de estos contro-
les: no sólo la enseñanza comenzó a secularizarse, sino que fue el Estado
el responsable de llevar los registros de nacimientos, matrimonios y muerte.

236
Historia Social General

Parecía que el conservadurismo poco podía hacer frente al avance arrollador


del liberalismo.
En rigor, muchas veces, las viejas capas aristocráticas podían mantener-
se, adaptándose a la nueva situación, a través de alianzas con la burguesía
y con sectores del campesinado. Sin embargo, esta no era la estrategia de
aquellos sectores del conservadurismo reacios a toda transacción con el
mundo “moderno”. Para ellos, aún quedaban bastiones que les permitían
salir en defensa de sus posiciones. Y el principal de estos bastiones fueron
las fuerzas armadas. La marina en Inglaterra y los ejércitos en el continente
-particularmente en Alemania- fueron el refugio donde se perpetuaban las
tradiciones aristocráticas, en un mundo burgués que incluso comenzaba a
democratizarse.
El gran avance del liberalismo no se hizo sin conflictos. Y el principal pro-
blema que se planteó a la burguesía liberal fue precisamente el de la demo- HOBSBAWM, ERIC J.
(1989), Cap. 4: La
cracia. Estaba cada vez más claro que las “masas”, es decir, los “no respe- política de la democracia”,
tables”, la misma clase obrera, constituían un amplísimo sector que cada en: La era de imperio
vez más contaba en política. Estaba bastante claro que, tarde o temprano, (1875-1914), Barcelona,
Labor, pp. 85-112.
todos los sistemas políticos tendrían que darles un lugar. Y esto era algo
que aterrorizaba a los “respetables”, quienes consideraban a las masas ig-
norantes y peligrosas por definición. El problema radicaba en que el liberalis-
mo, por un lado, carecía de reservas teóricas sólidas contra los avances de
la democracia. Si sus fundamentos políticos eran la participación de la “na-
ción” -entendida como el conjunto de ciudadanos- en la vida política, y la de-
fensa de los derechos individuales, el liberalismo ofrecía argumentos muy
pobres para negar derechos políticos, como por ejemplo, el sufragio.
Se reconocía la necesidad de ampliar el derecho al voto, pero el proble-
ma que se planteaba era ¿hasta qué límite? Dentro de la masa, ¿cuáles
eran los sectores que podían considerarse “respetables” y cuáles eran las
clases “peligrosas”? Era tal vez posible movilizar a una pequeña burguesía
a la que le era difícil decidir a quién temía más si a los ricos o al proletaria-
do. Indudablemente, la pequeña propiedad necesitaba igual defensa que la
gran propiedad frente a las amenazas del socialismo; los empleados de
“cuello blanco” necesitaban diferenciarse de los simples trabajadores ma-
nuales. Incluso, algunos conservadores estaban dispuestos a más: Bis-
marck, por ejemplo, confiaba en la lealtad tradicional de un electorado de
masas y consideraba que el sufragio universal fortalecería más a la izquier-
da que a la derecha (aunque también es cierto que prefirió no correr riesgos
y mantuvo en Prusia un sistema que le permitía un estricto control sobre los
votos).
Ya en el reavivamiento de las presiones populares en la década de 1860
hizo imposible que la política se aislara del debate sobre el sufragio univer-
sal. Y la mayoría de los Estados occidentales tuvieron que resignarse a lo
inevitable: durante este período, en casi todos los Estados europeos se rea-
lizaron ampliaciones más o menos significativas del derecho al voto. Hacia
1873, únicamente la Rusia de los Zares y el Imperio turco eran los únicos
países que se mantenían como autocracias, sin ninguna forma de participa-
ción política. En la década de 1870, había habido una amplia extensión del
sufragio -en teoría, el sufragio universal para los varones- en Francia, Alema-
nia, Suiza y Dinamarca. En Gran Bretaña, las leyes de 1867 y 1883 cuadru-
plicaron prácticamente el número de electores. En 1894, en Bélgica una
huelga general para obtener la reforma electoral permitió que el número de

237
Universidad Virtual de Quilmes

votantes pasara del 4% al 37% de la población masculina. En 1907, el sufra-


gio universal se estableció en Austria y, en 1913, en Italia.
Y esta ampliación del sufragio se debió no sólo a las carencias teóricas
del liberalismo y a las presiones que llegaban desde abajo sino al contun-
dente hecho de que las burguesías necesitaban la “fuerza del número”. En
efecto, ni las viejas aristocracias ni las burguesías constituían mayorías, no
contaban con la “fuerza del número”. Pero la diferencia radicaba en que las
aristocracias no necesitaban de esa fuerza: ejercían influencia de hecho y
estaban parapetadas en instituciones que la protegían del voto. Las mismas
monarquías -la forma predominante de gobierno en Europa- les daba un apo-
yo político sistemático. Pero la burguesía, si bien confiaba en su riqueza, en
su destino histórico y en ideas que eran los fundamentos de los Estados
modernos representativos, necesitaban de los votos: necesitaban, por lo
tanto, movilizar a los “no burgueses”, a esas masas trabajadoras que cons-
tituían las mayorías. Y si el liberalismo se convirtió en una fuerza política
considerable esto fue posible precisamente por su capacidad para movilizar
también a las capas más bajas de la burguesía y de los trabajadores manua-
les. Y evidentemente el éxito les sonrió: por lo menos en las primeras déca-
das de este período, los liberales, partido clásico de las burguesías indus-
triales y comerciantes se mantuvieron en el poder, salvo interrupciones
ocasionales, en Inglaterra, Holanda, Dinamarca, Bélgica y Austria.
De un modo u otro, en este proceso de democratización, el liberalismo
fue sacudido profundamente. Algunos, a partir de 1895, como Samuelson y
Hobson, en Inglaterra, y Friedrich Naumann, en Alemania, comenzaron a
plantear la necesidad de una renovación del liberalismo. No sólo aspiraban
a realizar el principio de la soberanía mediante el sufragio universal, sino
que también comenzaron a considerar anticuados algunos principios libera-
les como el del laissez faire, principios que debían ser sustituidos por un
vasto plan de “reformas” políticas y sociales bajo la responsabilidad del Es-
tado. Consideraban que el liberalismo debía ser adaptado a las necesidades
de la sociedad generada por la industrialización; consideraban además que
este reformismo atraería a vastas capas de la población y permitiría acabar
con las supervivencias del poder aristocrático. En síntesis, desde el libera-
lismo comenzó a conformarse una rama más democrática, que fue califica-
da como radical, progresista, o reformista.
Sin embargo, las tendencias ideológicas y políticas de la época fueron
por una dirección opuesta. Muchos temían que la democratización conduje-
ra irremediablemente al reino del terror de las masas. De allí que la burgue-
sía liberal comenzara a mirar cada vez con más simpatía al conservaduris-
mo. Sobre todo después de los acontecimientos de la Comuna de 1871, el
empuje liberal fue perdiendo fuerza: concentró sus esfuerzos en mantener
las posiciones conquistadas. Y en este proceso, el conservadurismo prove-
yó a un liberalismo cada vez más conservador algunos conceptos políticos
claves, entre ellos, el del nacionalismo.
El nacionalismo había sido un concepto que en sus orígenes se vincula-
ba con el liberalismo y la democracia. La idea de nación, como comunidad
de todos los ciudadanos políticamente maduros estuvo ligada a los princi-
Ver Anexo: Acerca de
las unificaciones de pios liberales y democráticos: el liberalismo italiano, por ejemplo, concebía
Italia y de Alemania. la unidad nacional y la libertad política como dos aspectos que no podían
separarse. Sin embargo, término mismo de nacionalismo no apareció hasta
en las postrimerías del siglo XIX. Comenzó a emplearse para definir grupos

238
Historia Social General

de ideólogos de derecha, en Francia y en Italia, quienes agitaban la bandera


nacional contra los extranjeros, los liberales y los socialistas. Y este empleo
no fue arbitrario. La idea de la nación -que novedosamente se definía en tér-
minos étnicos y, especialmente lingüísticos- se transformó no sólo en una
fuerza aglutinante para amplios sectores sociales, sino que convirtió en una
militante ideología se adueñó de la derecha política.
Indudablemente, la idea de nación fue un factor aglutinante. Con el declive
de las comunidades reales a que estaba acostumbrada la gente -la aldea, la
familia, la parroquia, el barrio, el gremio- comunidad imaginaria de la “nación”
llenaba ese vacío. Esto indudablemente estuvo vinculado al fenómeno caracte-
rístico del siglo XIX, de la “nación-Estado”. Era el Estado el que creaba la na-
ción: a través de los controles burocráticos de los nacimientos, por ejemplo,
era quien otorgaba la “nacionalidad”. Pero había más, habiéndose debilitado
los antiguos nexos sociales, el Estado debía mantener la cohesión creando
nuevos nexos de lealtad. No sólo los símbolos nacionales se multiplicaron si-
no que la misma instrucción pública estatal, al difundir la unidad lingüística e
ideológica, se transformó en un agente indispensable de la construcción de la
nación. Como señala Hobsbawm, hasta el triunfo de la televisión, ningún me-
dio de propaganda podía compararse con la eficacia de las aulas.
Pero fue fundamentalmente el conservadurismo, atrincherado en las fuer-
zas armadas, el que configuró un nuevo concepto de nacionalismo agresivo HOBSBAWM, ERIC J.
(1991), Chap. 4
y militante. Dicho concepto se basaba en la idea de la “grandeza de la na- “The Transformation of Na-
ción”, grandeza que se establecía a partir de la “superioridad” de una na- tionalism”, en: Nations and
ción sobre las otras. Y hay un ejemplo paradigmático: fue en estos años Nationalism since 1780.
cuando la canción Deutschland Über Alles (Alemania sobre todos los demás) Programme, Myth, Reality,
Cambridge-New York,
se consagró como el himno nacional alemán. Cambridge University Press,
Y este agresivo nacionalismo pronto se vinculó con el imperialismo: para 1870-1918, pp. 101-130.
ser una “gran” nación, no era suficiente ser una potencia europea, era nece-
sario ser una “potencia mundial”. Se consideraba que únicamente las nacio-
nes capaces de transformarse en imperios se impondrían en el futuro: los
imperios coloniales eran la condición de la grandeza nacional. El adveni-
miento de este nacionalismo imperialista y militarista provocó un cambio en
la conciencia política europea. Y la burguesía liberal aceptó gustosamente
esta ideología conservadora que les daba la justificación ideológica de la ex-
pansión imperialista.
Este nacionalismo agresivo y militante -que contaba muchas veces con el
entusiasta apoyo de las masas-, daba, de este modo, su fundamento al im-
perialismo. Este se apoyaba en la “superioridad” de los conquistadores. El
mismo “humanitarismo” del poeta inglés Rudyard Kipling (1865-1936), so-
bre “la responsabilidad del hombre blanco”, es decir, sobre el deber de
transmitir a los pueblos conquistados los avances de la civilización europea,
se apoyaba en la firme convicción de la “superioridad” de unos y la “inferio-
ridad” de los otros. E incluso, esto recibió la aprobación “científica” de los
social-darwinistas, que trasladaron la doctrina de la “lucha por la existencia”
a la vida de las naciones: de allí se justificaba el dominio que los “superio-
res” podían y debían ejercer sobre los “inferiores”.
En esta línea, el concepto de nación pronto derivó en el de raza. Las ra-
zas blancas, y en especial las arias, parecían estar llamadas a dominar a los
pueblos de color gracias a su “superioridad” y mayor cultura. Dentro de es-
te clima de ideas, el antisemitismo comenzó a extenderse por toda Europa
hacia la década de 1880. En nombre de la “nación” se renovaron entonces

239
Universidad Virtual de Quilmes

los antiguos postulados que reclamaban la asimilación de los judíos en las


diversas naciones, a través de la renuncia a sus peculiaridades culturales y
religiosas. Sin embargo, esto también tuvo otros impactos: hacia mediados
de la década de 1890, Theodor Herzl iniciaba el movimiento sionista entre
los judíos, en nombre de un nacionalismo hasta ese momento desconocido.
Escuchar temas mu- Pero también el antisemitismo se profundizó. En muchos lugares de Euro-
sicales 4.10. a 4.13.
Richard WAGNER: El pa, junto con las exigencias de asimilación, aparecieron nuevas voces que pe-
anillo del Nibelungo dían la exclusión radical de los judíos del cuerpo de la “nación”. Aparecieron
(fragmentos de la te- incluso quienes llegaban a formular oscuras amenazas de exterminio a aque-
tralogía: El oro del
llos que no decidiesen emigrar voluntariamente. Y este clima de ideas permite
Rhin, La Walkiria, Sig-
frido, y El ocaso de los valorar el significado del affaire Dreyfus (1894). En efecto, cuando el oficial
dioses). francés Alfred Dreyfus fue acusado y condenado por espionaje -a pesar de los
fuertes debates y las denuncias de intelectuales como Emile Zola- pocos du-
daron de su culpabilidad: su condición de judío era la causa de su condena.
El terror a la democratización, el violento nacionalismo, el racismo fue-
ron elementos que confluyeron en un conservadurismo radical, de extrema
derecha, que en Francia encontró una cabeza indiscutible en Charles Mau-
rras. Desde 1899, Acción Francesa propiciaba la creación de un Estado cor-
porativo de carácter autoritario, basado en una idea monárquica de matriz
clerical, mientras difundía una ideología de fuerte atracción emocional, don-
de las denuncias sobre la “decadencia burguesa” se confundían con la
apología de un militante nacionalismo. Desde la perspectiva de Acción
Francesa, la nación era el valor supremo, posición que la llevó a considerar
-cuando el capitán Dreyfus fue rehabilitado (1906)- que un error de la justi-
cia carecía de importancia si este servía a los intereses de la nación. De
este modo, a fines del siglo XIX, en Europa se comenzaba a conformar una
derecha que, en muchos aspectos, parecía anunciar el clima de los futuros
años de entreguerras.

4.3.2. El desafío a la sociedad burguesa: socialismo y revolución

Como señala Mommsen, mientras entre fines del siglo XIX y comienzos del si-
glo XX se conformaba la derecha que constituiría la principal amenaza al libe-
ralismo y la democracia, también dentro de la izquierda se agrupaban contrin-
cantes en un número cada vez más considerable. Como en los años
anteriores, las tendencias ideológicas fueron variadas: anarquistas y socialis-
tas, sindicalistas y reformistas debatían ardorosamente las formas que debía
asumir la liberación del proletariado del “yugo” de la sociedad burguesa. Sin
embargo, pronto el horizonte ideológico se clarificó: un socialismo de tipo
marxista se ponía a la cabeza de los distintos grupos de izquierda.
Había, por supuesto excepciones, en España, Italia y Rusia, es decir, so-
ciedades con un fuerte componente rural y escaso desarrollo industrial, el
“socialismo científico” de Marx y Engels, con su profecía del triunfo del pro-
letariado, tenía mucho menos cabida que la imagen de una sociedad des-
centralizada, con cooperativas agrícolas e industriales autónomas. De allí la
persistencia del anarquismo. También Inglaterra constituyó un caso aparte:
tras la derrota del cartismo, el movimiento sindical aspiraba a discretas re-
Ver Unidad 3. formas sin conmover el sistema establecido. Y esta tendencia quedó clara-
mente expresada en la orientación del Partido Laborista, fundado hacia fines
del siglo: política social reformista en el marco del sistema parlamentario y
apoyo recíproco entre partido y sindicatos.

240
El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 341
340 Historia argentina: una mirada crítica

A éste no le gustaban los candidatos que se estaban postulando V. Economía y sociedad (1860-1880)
(Mitre por el Partido Nacionalista, y Alsina, por el Autonomista) y
propuso a Avellaneda, que había hecho una brillante labor como mi- l. La Argentina en el mercado mundial
nistro de Instrucción Pública. Por la presión de Mitre, Avellaneda de-
La Argentina liberal posterior a Caseros había elegido insertarse en
bió renunciar al ministerio para iniciar su campaña por el interior. Al-
el1nercado n1undial a través dellibrecan1bio, con1o productora de ma-
sina se dio cuenta nuevamente de que, siendo su partido casi exclusi-
terias primas e importadora de productos elaborados. En ese momen-
vamente porteño, no podría ganar, y apoyó a.Avellaneda.
to en Europa se estaban desarrollando nuevas transformaciones en la
~n febrero ~e1874 se hicieron las elecciones para diputados, y en
industria, debido a la aplicación para la producción de adelantos cien-
abn_l para pr_es1dente. En las primeras hubo grandes discusiones por tíficos y tecnológicos n1ás o n1enos recientes; esto se conoció como la
las 1rregulandades en los comicios. El fraude y la violencia no eran segunda revolución industrial. La fuerza motriz que había generado el
nuevos en las elecciones. Se dictó una nueva ley electoral en 1873, movimiento de las máquinas de la primera revolución industriat el
donde se establecía que cada unidad, cada parroquia, juzgado de paz vapor, iba a ser reemplazado por la electricidad y el petróleo, aunque
o departamento constituían secciones electorales, donde se inscribían al principio en muy pequeña escala. En los antiguos territorios mexi-
l~s ciudadanos varones 1nayores de 17 años que supieran leer y escri-
canos conquistados por Estados Unidos en la primera mitad del siglo
bir; el voto no era obligatorio, y las mesas receptoras tenían demasia- XIX (Texas y California) se instalaron las primeras refinerías de petró-
das facultades para recibir o rechazar sufragios. El voto se expresaba leo. Las máquinas, de 1nayor precisión y automáticas, aceleraban la
en una boleta blanca donde constaba el non1bre del votante, número producción. Se perfeccionaron los métodos de producción del acero
de il:scripción en el Registro Cívico y a favor de quién se expedía. La por lo que se incrementaron extraordinariamente los productos fabri-
cantidad de sufragantes habilitados eran mínima, teniendo en ·cuenta cados en este 1naterial.
q_ue en ese momento el 77 % de la población era analfabeta (Panettie- Argentina no tenía esta tecnología, ni científicos ni técnicos forma-
n, 1982). El sistema se seguía prestando a maniobras para falsear los dos para estos saberes, y consideraba que dedicarse a la industria era
resultados. un esfuerzo excesivo, que requeriría de1nasiadas inversiones y ningu-
Si. bie~ en las elecciones presidenciales Avellaneda y Mariano na ganancia al principio. Por ello prefirió dedicarse a aquello en lo
Acosta tnunfaron ampliamente, los resultados fueron muy parejos en cual tenía la ganancia asegurada fácihnente: la agroexportación. Para
cuanto a la elección de diputados, y el Congreso tardó demasiado en no quedarse atrás en el uso del vocabulario industriat se hablaba, por
expedirse: la diferencia por la que ganó el autonomismo frente al na- ejemplo, de la "industria pastoril". Alberdi, como la 1nayoría de la
cionalismo era menor a 300 votos. Los nacionalistas comenzaron la gente de las élites dirigentes, propició la economía agropecuaria en
r~belión: José C. Paz publicó un manifiesto revolucionario en sep- aras de la división internacional del trabajo:
tiembre, y distintos militares se sublevaron, entre ellos los generales
Arredondo (Córdoba y Mendoza) y Rivas (en Azul, Buenos Aires). Son las campañas las que tienen los puntos de contacto y mancomuni-
Avellaneda debió asumir el 12 de octubre en medio de la sublevación dad con la Europa industrial, comercial y marítima, que fue la promo-
mitrista: a fines de ese mes el general Mitre se había puesto al frente tora de la revolución, porque son ellas las que producen las materias
primas, es decir, la riqueza, en cambio de la cual Europa suministra a
de: ~-ovimiento. Pero estos generales fueron vencidos por militares
la América las manufacturas de su industria. Las campañas rurales re-
mas JOVenes con nuevas estrategias: el teniente coronel Arias en Bue- presentan lo que Sudamérica tiene más de serio para Europa.
nos Ai::_es y el coronel_Julio A. Roca en el interior del país. El papel de-
sempenado por este ultimo en la derrota de los sublevados es uno de
los factores que lo llevó a su postulación para el siguiente período
presidencial.
El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 343
342 Historia argentina: una mirada crítica

2. La propiedad de la tierra 3. El auge del lanar

Hasta mediados del siglo XIX resultó relativamente fácil ocupar La industria textil europea, especialmente la inglesa, estaba en ex-
un pedazo de tierra, debido a la existencia de una gran cantidad de pansión. Para proveer a sus industrias, necesitaba grandes cantidades
tierras públicas y a la falta de explotación de muchas tierras con due- de algodón, que importaba del sur de Estados Unidos, y de lana. Ha-
ño, quienes -aunque de mala gana- permitían ocupantes. Después de cia mediados del siglo XIX Argentina estába convirtiéndose en uno de
Caseros, las sucesivas administraciones favorecieron la propiedad sus proveedores de lana: Inglaterra en 1846 importó lana por el valor
de 29 millones de libras esterlinas. Con la guerra civil norteamericana,
privada de la tierra. Aunque algunos presidentes (como Sarmiento y
o Guerra de Secesión entre el este industrial y el sur esclavista y algodo-
Avellaneda) o gobernadores (como Carlos Casares) quisieran desa-
nero, Estados Unidos cesa sus exportaciones de algodón, por lo que
lentar la especulación y fomentar la colonización agraria al estilo nor-
crecen abruptamente las compras de lana argentina por parte de Ingla-
teamericano, el resultado de sus políticas estuvo lejos de aquel. mode-
terra, que en 1865 adquiere lanas por 161 millones de libras (Brai-
lo (Sábato, 1989). Sarmiento, por ejemplo, había propuesto la crea-
ción de centros agrícolas a lo largo del Ferrocarril Oeste, y Carlos Ca- lovsky, 1982).
La ganadería vacuna estaba en expansión, pero más lo estaba ·la
sares quería el asentamiento de población en zonas rurales, pero en
ovina: entre 1852 y 1853 se exportó lana por la cuarta parte del valor
cuarenta años sólo se fundaron las colonias agrícolas de Baradero,
de las exportaciones vacunas; en 1862/1863 ya lo había igualado, y en
Chivilcoy y Olavarría. Las urgencias fiscales llevaban muchas veces a
1872/1873 el valor de la lana superaba entre un 50 y un 60% a las ex-
la venta de las tierras a través de leyes poco elaboradas que en oca- portaciones de origen bovino. La mayor demanda de lanas trajo como
siones ni siquiera traían tantos recursos financieros y sí favorecían a consecuencias que se refinaran las razas y se les dedicaran los mejores
los latifundistas. Los especuladores compraban grandes extensiones campos, con pastos más tiernos, enviando a las vacas a los más leja-
de tierras en regiones de la frontera a muy bajo precio y, cuando és- nos. Se difundió el uso del alambrado, a fin de poder controlar mejor
tas se podían incorporar a la producción gracias a la extensión de las las majadas, y se pobló más la campaña, porque el ganado ovino re-
vías y 1o a las campañas contra los indígenas, las vendían con gran- quiere de mayor cantidad de mano de obra.
des ganancias. Es por ello que estos terratenientes presionaban a los Cuando hubo caída de precios de la lana, como consecuencia de
gobiernos para que pusieran en venta las tierras públicas. crisis europeas o de una mayor oferta por la incorporación de otro país
Hubo leyes de venta de tierras públicas en 1857 (cien leguas cua- productor, el efecto en nuestro país fue o bien mayor oferta de lana
dradas, o sea 2.500 km2), 1859 (otras cien leguas), 1864 (dos millones (para compensar la pérdida por el menor precio), o bien el sacrificio de
de hectáreas, que eran todas las tierras fiscales disponibles dentro de animales para vender sus cueros y sebo.
1~ línea de fronteras, pero el precio era muy alto, por lo que se ven-
dieron pocas), 1867 (casi un millón de hectáreas), 1871 (venta de tie-
rras fuera de la línea de fronteras, sin límite en cuanto a la extensión 4. La Sociedad Rural Argentina
a ~dquirir por cada particular) y 1878 (se ofrecían todas las tierras pú-
blicas, dentro y fuera de la frontera, para financiar las campañas con- Estados Unidos se había convertido en nuestro segundo compra-
tra los indios). Se daba prioridad a los ocupantes para adquirir hasta dor de lanas en importancia. Cuando finalizó la guerra civil nortea-
ocho mil hectáreas, pero el resto iba a remate, pudiendo los compra- mericana con el triunfo del este industrialista, Estados Unidos volvió
dores adquirir hasta treinta mil hectáreas en una misma sección. Con a venderle a Europa su algodón. Ante la crisis de 1866, impuso me-
las ventas de 1871 y 1878 se consolidó la concentración de la propie- didas proteccionistas para favorecer el desarrollo de la producción
d.~d en pocas manos, fenómeno que se dio en gran parte de la exten- ovina, asignando fuertes aranceles aduaneros (1867). Los precios de
swn al sur del río Salado (Sábato, 1989; Barba, 1997; Panettieri, 1982). la lana bajaron. Esta situación perjudicaba nuestra producción lane-
ra, que ya estaba dificultada por la crisis monetaria de 1865166: la
344 Historia argentina: una mirada crítica El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 345

suba del valor del papel moneda argentino había hecho que aumen- ción industrialista. El grupo estaba formado por jóvenes políticos, en
taran los costos con respecto a lo que se podía obtener por la venta general republitanos, que habían formado el Club Electoral: Del Valle,
de la lana en el extranjero, y las ganancias disminuyeran abrupta- Alem, Pellegrini, Rocha. Demostraban que el librecambio era la teoría
mente. que le convenía a Inglaterra mientras sus industrias fueran predomi-
Es por _esto que los ganaderos se plantearon medidas para mejorar nantes, pero que nosotros debíamos ser proteccionistas, como lo fue
y modernizar ~a ~xplotac_ión agropecuaria en nuestro país y lograr un Inglaterra en la época de Cromwell. A fin de sostener esta doctrina,
desarrollo capitalista. A fin de organizarse, fundan en 1866la Sociedad Carlos Pellegrini afirmó, en 1875:
Rural Argentina, con el objetivo de diversificar la producción. Como
resp~esta, se impulsó la industria lechera y la agricultura. Su primer [En el Parlamento Inglés] uno de los ilustrados defensores del libre-
presidente fue José Martínez de Hoz, pero quien n1ás se destacó en el cambio decía: "Que él quería, sosteniendo su doctrina, hacer de la In-
glaterra la fábrica del mundo y de la América la granja de Inglaterra",
se~tor de los nuevos ganaderos fue Eduardo Olivera, su secretario.
y decía una gran verdad, Sr. Presidente, que en gran parte se ha reali-
C?hvera fustigó c?ntra el librecambio -que en realidad siempre había
zado, porque en efecto nosotros somos y seremos por mucho tiempo,
s1do y pronto sena nuevamente la niíl.a mimada de los agroexportado- si no ponemos remedio al mal, la granja de las grandes naciones manu-
res- Y propuso la cría de distintos animales como el cerdo, la cabra de factureras (citado por Galletti, Ibarguren y Mallo, 1970).
~1;gora, aves de corral y gusanos de seda, así con1o también la planta-
Clan de bosques, que ayudaría a proteger la tierra contra la erosión Las industrias tradicionales argentinas en la década del 70 eran la
(~hiara1nonte, 1986). En los Anales, revista de difusión de sus ideas, se saladeril -que siguió exportando tasajo a los países esclavistas hasta
divulgan nuevas técnicas, modos de modernización de las estancias fines del siglo pasado-, la vitivinícola en la región de Cuyo y la azuca-
mestizaje del ganado y soluciones a problemas prácticos de los gana~ rera en Tucumán. La primera estaba en decadencia, porque su produc-
deros. Desde allí se promovió la industrialización de los productos ción era para abastecer un mercado externo cada vez más restringido:
agropecuarios a fin de abastecer el mercado local; se fomentó la ün- la esclavitud se estaba aboliendo en todos los países del mundo, y pa-
portación de maquinarias, equipo y capitales para desarrollar indus- ra los países "civilizados" no era un alimento apetecible. Las otras dos
trias extractivas y la exportación de minerales además de los tradicio- industrias dedicaban su producción al mercado interno. Ninguna de
n~l~~produc~~s agropecuarios (Galletti, Ibarguren y Mallo, 1970), y se las tres formaba parte del Club Industrial que se organizó en 1875 soli-
p1d10 pr~tecCion para la industria ganadera y rebaja de aranceles a sus citando la protección de sus industrias. Éste estaba compuesto por pe-
exportaciOnes. No es que hubieran dejado de ser liberales: esto res- queíl.ísimos industriales, "esforzados artesanos, extranjeros en su ma-
pondía a tma s_ituación transitoria; ni tampoco que estuvieran pensan- yoría, dueíl.os de talleres 1nanufactureros" (Galletti, Ibarguren y Mallo,
do_ e1: c/onvertirse en un país industrial. Pero al menos sus planteas 1970) pertenecientes a los rubros de alin1entación, calzado, vestido (y
~m~c.1d1an con los de aquellos industriales interesados en proteger las también artesanos y profesionales) que se quejaban de la falta de cré-
1nc1p1entes fábricas argentinas. dito por no disponer de la garantía requerida por el Banco. No consti-
tuían un grupo de presión a nivel económico, pero trataron de hacer-
se conocer a través del periódico El industrial. Allí exponían sus pro-
5. Las industrias y el proteccionismo blemas: falta de capitales, exceso de in1puestos, carencia de una edu-
cación técnica, preferencia de los consumidores por los productos ex-
A raíz de la crisis de 1866 se gestó entre los políticos un movimien- tranjeros y ausencia de una política aduanera proteccionista (Galletti,
t~ ~r?~ec~ionista,_ dirigido por Vicente Fidel López, que se opmúa a la Ibarguren y Mallo, 1970).
div1s10n InternaciOnal del trabajo planteada por Inglaterra. López era Entre los pioneros de la industria nacional y socio ftmdador del
desde 1874 el titular de la cátedra de Econo~ía Política en la Facultad Club Industrial, se destaca Bagley, que se había iniciado Inodestamen-
de Derecho (todavía no existía la Facultad de Ciencias Económicas) y te en 1864 con su licor Hesperidina, que vendía junto con galletitas pa-
tanto desde allí como desde su banca en el Congreso defendía la po~i- ra pron1ocionar la bebida (citado por Chiaramonte, 1986).
346 Historia argentina: una mirada crítica
El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 347

Debido a las posturas proteccionistas de sectores ganaderos, indus-


expropiarlo con un 20 % de indemnización. En 1874 uno de los rama-
triales y políticos, se votó en 1876 una ley de Aduanas con altos gravá-
les ya llegaba hasta Dolores, y el otro a Las Flores.
menes. Las importaciones disminuyeron mucho y el gobierno nacio-
nal se lamentó por recaudar menos de lo previsto durante dos años,
aunq~: ~uizás esta disminución fue producto de la menor capacidad
7. La política inmigratoria
adquisitiva producto de la crisis económica que había comenzado en
1874. De acuerdo a los testimonios de los opositores a que se volvieran
El proyecto liberal de país plasmado en la Constitución de 1853 re-
a rebajar los aranceles, esta ley aduanera proporcionó un impulso a
quería de inmigración; por eso en su Preámbulo se estableció que
una serie de industrias livianas de alimentos, vestimenta y mobiliario.
nuestro país asegura la libertad no sólo para nosotros sino "para to-
dos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino".
6. La expansión del ferrocarril En el artículo 25 se aclara que la inmigración que debe fomentar el go-
bierno es la europea, aunque no puede restringir la entrada de extran-
jeros que quieran labrar la tierra,_ mejorar las industrias o enseñar las
El primer tramo de ferrocarril se había instalado en Buenos Aires
ciencias y las artes.
e~ 1857, y su ex~e~sión fue al principio muy lenta (14 kilómetros por El lema de Alberdi era "Gobernar es poblar",. porque sostenía que
ano) .. S~ ~eno.mino FerroLwrnl Oeste, y tuvo el apoyo del Estado, que
el inmigrante cumpliría una doble función: por un lado, ocupar pues-
lo eximio de Impuestos territoriales y aduaneros a cambio de trans-
tos de trabajo vacantes creados por una economía más dinámica, y
portar sin cargo la correspondencia, el material bélico y los soldados
por otro, educar con el ejemplo. Más importante q.ue la instru~c-ión e~
del gobierno. Las élites bonaerenses lucraron con el paso del ferroca-
las escuelas era la "educación de las cosas", es decir, la transmitida di-
rril ~or sus tierras, que pasaron a multiplicar su valor, influyendo en
rectamente por una gran cantidad de inmigrantes, transformando los
ocasiones para que justamente transite por sus dominios y no por
hábitos y costumbres de nuestra población y adaptándolos. a la n~e­
otros, de modo de ser algunos de ellos los beneficiados (Salcedo,
va sociedad moderna, que tuviera ferrocarril, agricultura, comerciO,
1995). En 1863 pasó a manos de la provincia de Buenos Aires, tras al-
etcétera.
gunas dificultades financieras. Bajo el Estado tuvo superávit, y pron-
to se extendió hasta la frontera indígena. Para Sarmiento, la inmigración era fundamental en un plan de co-
lonización programada. Según Alberto J. Pla, esta política favorece el
El Ferrocarnl Central Argentino, que iba de Rosario a Córdoba ha-
desarrollo capitalista y la creación de una clase media en el campo.
b.í~ sido p:o~ectado bajo la Confederación de Urquiza, pero la situa-
cion economica no permitía brindarle garantías de un rendimiento La colonización es el intento del desarrollo de una política capitalista en
mínimo; por ello su construcción se demoró hasta 1862. Se le ofrecía el campo. Se intenta establecer al pequeño propietario, se quiere con-
a la empresa constructora un incentivo en tierras de "veinte cuadras trapesar la estructura latifundista tradicional, no modificarla estructu-
de fo~1dos a cada lado del camino", teniendo el gobierno que proveer- ralmente. Y, en esa política de contrapeso, se tiende a impulsar una co-
los: SI no fuese~ del Estado, éste debía expropiarlas y entregárselas: lonización que establezca al pequeño propietario rural, a desarrollar
en total, el gobierno le entregaba 389.000 O. La condición era poblar- una pequeña propiedad. En definitiva, a crear una clase media rural.
las, pero no se había estipulado fecha en el contrato, por lo que Ave-
llaneda protestó ante las Cámaras en 1879. La política argentina sobre inmigración tuvo dos etapas: la prime-
Para la construcción del Ferrocarnl Gran Sud de Buenos Aires ra, de promoción oficial, tenía como objetivo la colonización que in-
(C?nstitución, Lon1as de Zamora, San Vicente, Cañuelas y Chasco- tenta asentar el inmigrante en el campo; se da especialmente durante
mus), no se entregaban tierras, salvo las del derecho del paso mismo. las presidencias de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. La segunda, ya
Se acordaba una garantía del 7% sobre el capital invertido durante con la gran inmigración (década del80 a 1915), es espontánea o incen-
cuarenta años, pero el gobierno fijaba los precios y tenía el derecho de tivada por empresas de colonización privada.
348 Historia argentina: una mirada crítica
El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 349

Mitre organizó agencias de inmigración para atraer inmigrantes a


nuestras tierras/ pero éstas procedían en muchos casos inescrupulosa- 8. Prejuicios y reacciones contra los inmigrantes
n1ente porque/ como cobraban porcentajes por persona embarcada/
prometían condiciones de vida en nuestro país que después no se Muchos de los que llegaban no eran trabajadores califica~os/ Y los
cumplían. Un ministro italiano protestó denunciando estos manejos. criollos sentían que les hacían la competencia porque los duenos de ~~s
Para promover la colonización/ el gobierno otorgaba tierras a un estancias preferían a los inmigrantes. Como afirma Eduardo Gutle-
contratista/ pero éste a su vez podía establecer convenios de diferen- rrez/ en Juan Moreira (1879):
tes condiciones con los colonos: por ejemplo Aarón Castellanos fijó
cláusulas adicionales mediante las cuales los colonos le debían ceder En la estancia, como en el puesto, prefieren al suyo [del gaucho] tra-e!
bajo del extranjero, porque el hacendado que tie~~ peones del_ pa1s ~s­
w1 tercio de sus cosechas durante cinco años. Estos pagos se realiza- tá expuesto a quedarse sin ellos cuando se mov1hza la guardia naciO-
ban en general por adelantos realizados a los colonos por sus pasajes/ nal 0 cuando son arriados como carneros en una campaña electoral.
vestidos y herramientas/ por lo que cobraban además intereses. Los
contratistas en muchos casos desvirtuaron el objetivo del gobierno Los peones vascos, irlandeses y alemanes fueron ~uienes_ se ocu~a­
con sus condiciones excesivas y sus engaños a los inmigrantes. Por ron en muchos casos de las ovejas, por lo que los cnollos, s1~ tra~aJO,
eso muchos extranjeros no tuvieron estímulo para radicarse en el in- tomaron represalias contra ellos. En esta situación es que se 1nscnben
terior/ y los que iban/ rara vez lograban ser propietarios: cuando no los crímenes de Tandil de 1872 (Nario, CEAL).
llegaban a ser arrendatarios (que alquilaban campos para trabajar) o
medieros (que compartían las ganancias de su producción con el due-
íl.o de los campos)/ debieron trabajar como peones rurales asalariados 9. La situación de los gauchos
en las grandes estancias que existían en la provincia de Buenos Aires.
La ley de Inmigración de Avellaneda/ de 1876/ trató de proteger al Si bien a principios del siglo XIX se habla del gaucho como dell~a­
inmigrante/ estableciendo comisiones dependientes del Departainen- bitante libre de la campaí1a, que no está bajo patrón salvo tempora_na-
to Centrat intentando controlar los fraudes y asegurándole aloja- mente y que se encuentra en muchos cas~; fuer/a _de la ley, para fina-
miento durante cinco días después de arribado al país y traslado has- les de siglo se aplica el término "gaucho genencan1ente a_ la gente
ta el pw1to de residencia. Una Oficina de Trabajo ubicaría a los solici- del campo más allá del matiz despectivo o de las connotacwnes ne-
tantes en puestos/ o controlaría los conchabes si los inmigrantes lo so- gativas qu~ a veces tiene (De la Fuente, 1998). Se le decía gaucho al
licitasen. habitante pobre del campo, adicionándole en muc~os casos/ las _c:,rac-
De acuerdo con el censo de 1869/ en el país había aproximadamen- terísticas de rústicos e ignorantes,~ cuando no de chusm~ ebr~a · El
te 212.000 extranjeros/ un 12 % de la población total (1.900.000 perso- gobierno nacionat que luchaba contra las montoneras del1ntenor r~­
nas). Si bien había más mujeres argentinas (debido a ''las guerras re- beldes a su autoridad, asociaban" gaucho// con "bandido//. Los caudi-
petidas que diezman en flor la población varonil de nuestras genera- llos que tuvieron a su lado gauchos revaloriz~ron :st~ palabra, c~~o
ciones//)/ la mayoría de los inmigrantes eran hombres. Venían muchos Güemes, 0 el Chacho Peñaloza, que se defima a s1 m1smo :omo un
"trabajadores golondrina//' que llegaban por un trabajo ocasional y gaucho//. Quienes estaban con ellos en las montoneras ten1an, en su
luego regresaban a su país de origen. En la década del 70/ el año que mayoría, ocupaciones definidas (como artesanos, talabarteros, tren-
más inmigrantes se quedaron en el país (según el saldo entre inmi- zadores, arrieros, criadores y peones asalariados) y eran casados/ He-
grantes y emigrantes) fue en 1873/ con 58.000 personas. Con la crisis do una vida estable. Consideraban su participación en la monto-
van dl . /
que siguió/ disminuyó la cantidad/ que recién en 1884 se lograría al- nera como una especie de servicio militar que hacían en a 1eswn _a
canzar nuevamente. un jefe, por lo que eran recmnpensados gen~ral~ente c?n buena ali-
mentación (carne, que escaseaba en las prov1nc1as cordllleranas), ro-
pa y a veces paga. Conservaban la jerarquía militar alcanzada por sus
350 Historia argentina: una mirada crítica El triunfo de Buenos Aires y la construcción del Estado argentino (1861-1880) 351

actuaciones, y eran castigados por los jefes o el caudillo en caso de sa- VI. Nicolás Avellaneda (1874-1880)
queos o violaciones a la propiedad privada. El caudillo debía procu-
rar que se mantuviera el orden establecido, para preservar la econo- 1. Conciliación y reconciliación en el autonomismo
mía regional. Por eso acusaban con tanta indignación al ejército na-
cional que los iba a reprimir y no respetaba nada. A veces eran tenta- Avellaneda había llegado a la presidencia con el aval de agrupacio-
dos por la paga para ingresar en los ejércitos unitarios o del gobierno nes políticas de diferentes provincias, y del autonomismo p~rte~~- No
nacional, pero también era frecuente que éste no cumpliera luego con formaban un partido político unificado, pero ésa era la asp1racwn de
sus compromisos. Avellaneda, que en su manifiesto del18 de marzo había afirmado que
En la provincia de Buenos Aires no era mejor la situación del gau- se habían refundido en él "importantes y numerosas fracciones políti-
cho. José Hernández, desde el periódico El Río de la Plata (1869), em- cas de Buenos Aires. Podemos ahora llamarnos un Partido Nacional
prende su defensa. Sostiene que hay que subdividir la tierra lo más sin que la geografía nos contradiga" (citado por Pannettieri, 1986).
posible y ocuparse de los pobres; que se deben fomentar también co- Avellaneda logró imponer su autoridad por la fuerza de las armas,
lonias con los gauchos y protegerlos contra el abuso de autoridad que y persiguió en Santiago del Estero a quienes habían sido un baluarte
cometen los jueces de paz o los comandantes de campaña. del nacionalismo mitrista. Sin embargo, para lograr una verdadera pa-
cificación, después de que el Consejo de Guerra condenó a los milita-
res sublevados al destierro, llevó adelante una política conciliadora
10. Los negros de Buenos Aires comenzando por conmutar las penas y luego promulgando una ley de
amnistía a los insurrectos.
En 1853 se había declarado la abolición de la esclavitud, cuando ya El Partido Nacionalista seguía en la oposición y en la conspiración,
los esclavos que existían tenían más de cuarenta años. Los hombres por lo que Avellaneda, de acuerdo con autonomistas moderados (co-
de color sufrieron los mismos abusos que el gaucho, siendo enrolados mo el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Carlos Casa:~s),
por la fuerza en las compañías de frontera para defender los intereses trató de limar las asperezas modificando la ley electoral. Se abollo la
de los ganaderos y latifundistas contra los indios. También fueron to- lista única, dando oportunidad a la oposición de obtener bancas en el
mados como soldados para la guerra contra el Paraguay, y sobreviven Congreso a pesar de no tener la mayoría y eligiendo representa~tes
muy pocos: la población de color en Buenos Aires está formada ape- por circunscripciones electorales, lo que le da~a mayores ~porturuda­
des a partidos minoritarios que tenían mayona en deterrmnadas loca-
nas por unas seis mil personas. En 1871la fiebre amarilla hace estra-
lidades.
gos entre los más pobres, que tienen peores condiciones de vivienda
Finalmente, el mitrismo aceptó la conctliación. Se levantó el estado
y sanitarias: entre ellos están los negros (Rodríguez Molas, 1984).
de sitio, se reincorporaron los militares separados, e ingresaron alga-
Diezmados por las guerras o las pestes, los que sobrevivieron comen-
binete ministerial de Avellaneda figuras nacionalistas como Gutiérrez
zaron a luchar por sus derechos a través de periódicos como La raza
africana o sea El demócrata negro, o El Proletario. En la Constitución se y Elizalde. .. . . .~ ,
Pero no todos los autonomistas admitieron la conCihacwn: los mas
había reconocido finalmente la igualdad y libertad de todos los habi-
jóvenes y progresistas se separaron del autonomisn:o,_creando el Par-
tantes de la Nación argentina, pero en salones y cafés continuaba la
tido Republicano. Entre sus dirigentes estaban Anstobulo del Valle,
segregación. Actualmente muchos de sus descendientes, mezclados Leandro N. Alem, Roque Sáenz Peña, Lucio V. López, Pedro Goye~a,
por generaciones con otros criollos, mestizos e indios, ya no se distin- José M. Estrada, y contaban con el apoyo de Sarmiento, que afirmaba:
guen del resto de la población nativa.
Las conciliaciones alrededor del poder público no tienen más resulta-
do que suprimir la voluntad del pueblo para sustituirlo por la volun-
tad de los que mandan (nota en El Nacional, citada por Panettieri, 1986).
FRIVOLA Y CASQUIVANA, MANO DE HIERRO EN GUANTE DE SEDA
Una propuesta para conceptualizar el término oligarquía en América Latina

A Patricia Funes, amiga, crítica, interlocutora y estímulo.

Waldo Ansaldi*

ELEMENTOS PARA UNA CONCEPTUALIZACION DIFERENTE

Estimo conveniente una redefinición teórica del término oligarquía, con el objeto de
convertirlo en un concepto, en una categoría analítica. Consecuentemente, sostengo aquí que:

1) oligarquía no es una clase social;

2) en tanto categoría histórica (descriptiva o identificatoria), oligarquía es un término


polisémico, unívoco;

Edición electrónica en http://www.catedras.fsoc.uba.ar/udishal 2


Waldo Ansaldi. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptuar el término oligárquico en América Latina.
3) oligarquía es una categoría política que designa una forma de ejercicio de la
dominación, caracterizada por su concentración y la angosta base social, es decir, por la exclusión
de la mayoría de la sociedad de los mecanismos de decisión política; es fundamentalmente
coercitiva y cuando existe consenso de las clases subalternas, éste es pasivo;

4) la dominación oligárquica puede ser ejercida por clases, fracciones o grupos sociales
(incluyendo redes familiares) diversos, v. gr., terratenientes no capitalistas, terratenientes
capitalistas, burgueses y/o una alianza de clases o fracciones de ellas;

5) siendo una forma de organización y ejercicio de la dominación y no una clase,


oligarquía define un tipo de régimen o de Estado, el régimen o Estado oligárquico, al cual no se
opone el régimen o Estado burgués o capitalista, sino el democrático; dicho de otro modo, la forma
contradictoria de la oligarquía como dominación política es la democracia;

6) la dominación oligárquica se construye a partir de la hacienda, considerada matriz de


las sociedades latinoamericanas; en tal sentido, la institución familia constituye el locus inicial de
gestación de las alianzas de "notables", transferido luego a otras instituciones semipúblicas o
prolongación pública del espacio privado (clubes de diverso tipo) y/o esencialmente públicas
("partidos" y sobre todo el Parlamento);

7) el ejercicio oligárquico de la dominación genera un modo de ser también oligárquico, en


cuya definición intervienen valores tales como linaje, tradición, raza, ocio, dinero.

Provisoriamente definido, el concepto oligarquía designa una forma o un modo de ejercicio


de la dominación política por un grupo minoritario perteneciente a clases sociales que detentan
poder económico y social, modo cuyas características son:

1) base social angosta (burgueses, hacendados, plantadores, mineros, comerciantes);

2) reclutamiento cerrado de los designados para funciones de gobierno, basado en


criterios de apellido o linaje, tradición, familia o parentesco (carnal, espiritual (compadrazgo), o de
alianza por unión matrimonial), prestigio, amistad, dinero, a los que pueden añadirse, en algunos
casos, ascensos por habilidad política, méritos militares y/o matrimonio (de un modo diferente al
antes señalado casamiento de consortes pertenecientes ambos a familias tradicionales), núcleo
reducido de integrantes (notables);

3) exclusión de los disidentes o de la oposición considerada –con razón o sin ella– radical
o peligrosa y cooptación de los individuos (transformismo molecular) o grupos potables,
moderados o asimilables (transformismo orgánico);

4) combinación de centralización y descentralización en el ejercicio del poder político,


mediante clientelismo, burocracia y mecanismos de control intraoligárquico;

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Waldo Ansaldi. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptuar el término oligárquico en América Latina.
5) mecanismos de mediaciones y de lealtades familiares o grupales–personales, más que
partidarios;

6) autoritarismo, paternalismo, verticalismo;

7) autopercepción positiva de la condición de naturalmente elegidos para ejercer el


gobierno de los hombres y de la sociedad;

8) limitación efectiva (no siempre ni necesariamente en términos legales o jurídicos) del


derecho de sufragio, de elegir y de ser elegido;

9) predominio de la dominación sobre la dirección en el plano político, no reducido a la


coerción o violencia física, pues ésta va acompañada de una constante, cotidiana violencia
simbólica;

10) frecuente organización del Estado como "Estado capturado", lo que se traduce, entre
otras consecuencias, en un Estado central, más que nacional, cuestión ésta que debe conectarse
con

11) la definición de un pacto oligárquico que expresa ciertos tipos de relaciones


interregionales, que a veces es un delicado equilibrio entre ellas (caso de Brasil durante a
República Velha), mientras otras es la subordinación de varias regiones a una más dinámica que
se constituye en espacio articulador de un bloque histórico de alcance nacional (tempranamente
en el caso del valle central en Chile, más tardía y costosamente en el de Buenos Aires en
Argentina), o bien combina más mal que bien espacios conflictivos (con diferentes características,
en Colombia, Ecuador y Perú).

La oligarquía constituye una forma de ejercicio de dominación política de clase en América


Latina, situada históricamente entre, circa, 1880 y 1930–40, aunque en algunos casos
(manifiestamente en El Salvador y Perú) prolongada aún más. Ello significa que, en términos
generales, corresponde al período de economías primarias exportadoras, en el cual el motor del
crecimiento económico se encuentra en el exterior, depende de la demanda de las economías
industrializadas del centro del sistema capitalista mundial. La dominación oligárquica se ejerce en
el interior de sociedades estructuralmente agrarias, fuertemente estratificadas, con prácticas
paternalistas que funcionan en la doble dimensión de a) transmisión de la dominación central
(nacional) sobre los espacios locales y de morigeración del autoritarismo estatal y b) de equilibrar
intereses nacionales y locales. La dominación oligárquica es una red tendida vertical,
jerárquicamente, combinando centralización y descentralización entre grupos dominantes de
diferente alcance (nacional, regional, provincial o estadual o departamental, local), clientelismo y
burocracia, con mecanismos de control intraoligárquico. Oligarcas, coroneles, gamonales,
caudillos, caciques, compadres y clientes constituyen los sujetos partícipes de la forma oligárquica
de ejercicio de la dominación política.

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Waldo Ansaldi. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptuar el término oligárquico en América Latina.
El dominio oligárquico no se ejerce en todos los países de igual modo, ni formal ni
realmente. En materia de centralización/descentralización de las decisiones políticas pueden
hallarse situaciones de 1) gran descentralización, fuerte peso de los poderes locales y regionales
como principales centros de poder (Colombia, Ecuador, Perú), 2) tendencia a una aparente
paradoja: el poder central se refuerza gradualmente por causa y a pesar del refuerzo de los
poderes locales (Brasil), 3) tendencia al debilitamiento de los poderes locales y fortalecimiento del
poder central (Argentina, Venezuela), 4) primacía temprana y excepcional del poder central (Chile).
Un caso diferente es (5) el de Bolivia, donde la denominada Guerra o Revolución Federal,
encabezada por el Partido Liberal, en 1899, significa el desplazamiento de la capital del país de
Sucre a La Paz, manifestación en el plano jurídico–político del pasaje de la minería de la plata a la
del estaño, que implica una redefinición espacial (geográfica y social) de la dominación; con el
triunfo liberal, La Paz, Oruro, Cochabamba o, si se prefiere, el espacio minero del estaño, articulan
un nuevo núcleo de poder, concentrado en la primera de estas ciudades, que es sede de un poder
político ejercido de modo oligárquico por un grupo de paniaguados (La Rosca) de un más reducido
grupo de propietarios mineros absentistas ("los barones del estaño").

En la dominación oligárquica, en términos generales, la concentración del poder en un


núcleo pequeño de personas es muy alta, mas el espacio de aplicación de ese poder es reducido.
De alli la necesidad de articular poder central y poderes locales. Se trata, entonces, de una
estructura piramidal en la cual cada nivel dispone de capacidad de dominio altamente concentrado
y de alcance limitado, variables según la posición que se ocupe en tal pirámide, pero también
según las sociedades. El vértice puede ser unipersonal –ocupado por tiempo determinado (es el
caso de algunos presidentes, que ocupan ese espacio mientras dura su mandato) o
indeterminado, traspasando los límites formales de su mandato (como el general Julio A. Roca en
Argentina)– o pluripersonal, a menudo familiar, en cualesquiera de las formas señaladas, (como en
el caso de los Aycinena, en Guatemala, los Aspíllaga y los Pardo, en Perú, o los Errázuriz
Echaurren, en Chile). Se trata, siempre, de un primus inter pares, que los brasileños denominan o
grande coronel o bien o coronel dos coronéis (entre los cuales excelente ejemplo es Delmiro
Gouveia, mucho más destacable por su origen humilde: hijo natural, empleado ferroviario, pequeño
comerciante, hasta llegar a poderoso empresario de comercio, agricultura, ganadería, industria
fabril y energética en los estados de Pernambuco, Alagoas y Bahía). También es posible distinguir
mecanismos de sucesión, formales e informales, pacíficos y violentos (estos últimos sobre todo,
pero no exclusivamente, en los niveles inferiores).

La dominación oligárquica es simultáneamente concentrada y fragmentada y en ella el


espacio público es privatizado. Tal privatización ocluye la posibilidad de estructurar la vida pública
–la política como res pública– y de intervención estatal para administrar democráticamente los
conflictos más significativos de la sociedad, coherente con la "captura" del primero por la clase o
fracción dominante.
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Waldo Ansaldi. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptuar el término oligárquico en América Latina.
El proceso que culmina en la instauración de la dominación oligárquica a escala nacional
suele ser el pasaje de una situación de dominios oligárquicos provinciales, estaduales o regionales
enfrentados entre sí (luchas ínter oligárquicas) a una situación de confluencia en una única
estructura de dominio que se expande y es reconocida como tal en todo el espacio geográfico–
social del país, lo que hace desaparecer o, más a menudo, atenúa la lucha ínter oligárquica, que
se convierte en lucha o conflicto intra oligárquico. Este pasaje no es igual en todas las sociedades,
ni se construye simultáneamente (temprano en Chile, tarde en Bolivia y Perú), pero siempre es un
proceso violento (militar) que concluye estatuyendo un pacto de dominación –el pacto oligárquico–,
estructurado de modo muy simple mediante un trípode: 1) representación igualitaria de las
oligarquías provinciales, estaduales o departamentales –tal como se expresa en la composición
del Senado–, sin dejar de reconocer la desigualdad real que existe entre ellas –la que es
consagrada en los criterios de designación del número de diputados, en los cuales el quantum
demográfico tiende a coincidir con poderío económico y/o político–, 2) papel moderador del
gobierno central, para el caso de exacerbación del conflicto intra oligárquico, 3) Parlamento, y más
específicamente el Senado, como garante del pacto de dominación, instrumento útil en caso de
veleidades reformistas más o menos audaces por parte del Poder Ejecutivo (como se aprecia
paradigmáticamente en el caso peruano, o en el argentino durante la primera presidencia de
Hipólito Yrigoyen), sin excluir la posibilidad de una "solución" fuera de la institucionalidad política,
jurídicamente normada, como la recurrencia al golpe de Estado (destitución del presidente peruano
Guillermo Billingürst), o al asesinato (tal el caso del boliviano Manuel Isidoro Belzú) o a una
combinación de uno y otro (como en el del también boliviano Mariano Melgarejo, aunque estos dos
ejemplos, de 1865 y 1871, en rigor corresponden al período de pasaje a un único poder
oligárquico). El golpe de Estado es la vía por excelencia en, y desde, la crisis de 1930.

La construcción de un único poder político central constituye un efectivo pasaje de una


situación de soberanía múltiple a una de monopolización del poder, especialmente en dos de las
capacidades fundamentales del Estado moderno, las de monopolizar la violencia legítima y la
percepción tributaria. Ese proceso que culmina en el pacto de dominación oligárquica se desarrolla
pari passu y entramado con el avance de la inserción de las economías latinoamericanas en el
sistema capitalista mundial qua productoras de materias primas e importadoras de capital y
manufacturas, según los parámetros de la teoría de las ventajas comparativas, que estatuye
relaciones de dependencia o, según la conocida expresión de Tulio Halperin Donghi, el orden
neocolonial. En todo caso, hay un rico y complejo proceso de dialécticas internas y externas que
redefine la totalidad de las relaciones entre clases a escalas nacionales o de las sociedades
latinoamericanas e internacional. El pacto oligárquico resuelve el problema en el interior de ellas,
convirtiendo a algunas clases (en proceso de reestructuración) en dominantes, mientras en el
plano de las relaciones entre clases dominantes europeo–occidentales y norteamericana y clases
dominantes latinoamericanas, éstas son, en rigor, dominantes dependientes.

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Waldo Ansaldi. Frívola y casquivana, mano de hierro en guante de seda. Una propuesta para
conceptuar el término oligárquico en América Latina.
El proceso puede ser analizado y explicado mejor en términos de revolución pasiva,
síntesis de cambios y continuidades, de transformaciones en las permanencias, simbiosis de
economía capitalista y economía y comportamientos sociales no capitalistas, o de revolución y
restauración, cuestión cuyo tratamiento excede los límites de este artículo. En todo caso, la
revolución pasiva que protagonizan las clases dominantes latinoamericanas tiene componentes
que van más allá de lo estrictamente político–estatal, resuelto en el modo de dominación
oligárquica, y definen imaginarios sociales y símbolos, como también comportamientos colectivos,
sintetizables en la expresión modo de ser oligárquico, donde la frivolidad es una nota distintiva,
como lo son la posesión y el uso de los valores fundamentales: el apellido, el ocio, el dinero, la
raza.

La frivolidad se aprecia en el comportamiento cotidiano: vestimenta, lenguaje, poses,


hábitos, modas... Pero esa apariencia frívola, que semeja una actitud de laisser passer, esconde,
detrás de la seda, una mano férrea.

Oligarquía es fragmentación y exclusión en todos los campos: geográfico, social, político,


cultural. La combinación da como resultado, en definitiva, una categoría sociopolítica. La oligarquía
es la forma de la dominación política de clases estructuralmente débiles. Fuertes en el plano rural,
erosionadas en el plano urbano, de las oligarquías latinoamericanas puede decirse, en términos
del Gabo García Márquez, que son estirpes condenadas a cien años de soledad que no tienen una
segunda oportunidad sobre la tierra.

Buenos Aires, julio de 1991.

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA:
Bobbio, Norberto: "Oligarquía", en N. Bobbio y N. Matteucci (dirs.), Diccionario de
política, Siglo XXI Editores, México, 3ª ed., t. II, pp. 1118–1122.

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Capítulo 8

La Argentina oligárquica
(1880-1916)

l. Paz y administración

l. El segundo pacto colonial (imperialismo y dependencia)

El último cuarto del siglo XIX se caracterizó por la transformación


del capitalismo: debido al crecimiento industrial (que se da, más vigo-
rosamente que en Inglaterra, en Estados Unidos y en Alemania) y a las
crisis periódicas, las empresas se concentraron en pocas manos, for-
mándose monopolios (una empresa que domina su rama de produc-
ción) y oligopolios (pocos propietarios hegemónicos en cada sector). És-
tos imponen condiciones de compra y de venta, y determinan muchas
veces los precios. Los grandes capitales industriales se fusionan con
los bancarios, surgiendo el captfalfinanciero. No sólo exportan produc-
tos industriales, sino también capitales, en forma de inversiones y de
préstamos (Tur, 1971). Los países que desarrollan la segunda revolu-
ción industrial compiten entre sí por las áreas de influencia en el resto
del mundo, en algw1os casos teniendo el control económico y sólo par-
cialmente político (neocolonialismo), y en otros territorios (generalmen-
te africanos y asiáticos, pero también americanos y de Oceanía) im-
plantando el dominio colonial directo. Este período es reconocido
como la era del imperialismo, siendo los países industriales calificados
como metropoltfanos, imperialistas o l-YJ!onialistas, y los que están someti-
dos a sus decisiones económicas y1o políticas, dependientes o margziza-
les.
Al elegir nuestras élites insertarnos dentro del esquema de división
ziztenzacional del trabajo -propuesto por Inglaterra- como productores
de materias primas, quedamos automáticamente inscriptos como de-
pendientes en la nueva economía mundial: pasamos a depender de sus
La Argentina oligárquica (1880-1916) 373
372 Historia argentina: una mirada crítica

capitales, de su tecnología, de sus industrias, de sus precios de cmn- e Las montoneras federales ya eran cosa del pasado: por la represión
pra, de sus préstamos y de los intereses fijados para éstos. Por supues- llevada a cabo durante la presidencia de Mitre, los movimientos
to, si se eligió la dependencia era porque le convenía a un importante que hubo en la de Sarmiento y Avellaneda no eran como para po-
sector de nuestra burguesía terrateniente: obtenían grandes ganancias ner en peligro la estabilidad institucional. .,
con facilidad y con poco riesgo. Es por eso que se habla de un nuevo • Se había arrebatado al indígena la inmensa extension de la pampa,
pacto colonial: la antigua sumisión a España se había trocado por otra a necesaria para el proyecto agroexportador que se es~aba desarro-
Inglaterra (Halperín Donghi, 1986). En esta época, Estados Unidos va llando. Faltaba tern1inar de apropiarse de la Patagonia y del Cha-
a luchar a brazo partido para conseguir un lugar en nuestro país, pe- co, para lo cual se dispusieron las fuerzas nacionales. .
ro todavía su influencia va a ser muy limitada. • La inmigración estaba aportando la mano de obra necesan~ par~ el
Sin embargo, no todo le saldrá bien a la oligarquía que es la dueña proyecto agroexportador: el país se autoabasteciendo. ~e trigo, e In-
de los destinos del país: si bien el pacto consistía en que las élites loca- cluso quedaban algunas cantidades para la exportacwn, que pron-
les produjeran las materias primas, los capitalistas extranjeros se van to, con la gran inmigración, se multiplicarían.
adueñando de las actividades vinculadas al transporte y a la comercia- • La crisis económica iniciada en 1873 se había ido superando, Y
lización, y luego también de gran parte de los medios de producción pronto se iniciaría (en 1882) una etapa expansiva sin precedentes.
(tierras, minas, fábricas). Según Halperín Donghi, en ciertas áreas de
An1érica, "ya hacia 1910, la alianza entre intereses metropolitanos y Pese a que Roca no tenía oposición -contaba con el apo~o de l.a ~i­
clases altas locales ha sido reemplazada por una hegemonía no com- ga de Gobernadores de todo el país y había venc~do la res~s-tei:cia ~e
partida de los primeros". Y, para peor, las nacientes clases medias (sur- Buenos Aires-, prefirió reforzar su poder por medio de un eJercito au~
gidas, entre otros factores, de la inmigración y de la escolarización de más eficaz y adicto (para lo cual repartió tierras públicas e~tre los ofi-
grandes masas de población) solicitan, cada vez con mayor presión, la ciales que participaron en las campañas), y del avasallar~nento de l.as
participación en el poder político. Las clases altas, al fin de este perío- autonomías provinciales, centralizando aún más la ~utondad. de~ EJe-
do, van a tener que conceder una paulatina democratización. cutivo y consolidando el Estado nacional. Las. eleccwnes ~e siguieron
asegurando por medio del fraude y la violencia, y el Pa~tld~ ~utono­
mista Nacional (PAN) se convirtió en una suerte de partido unico, do-
2. El régimen roquista minado por el presidente de la nación (Tur, 1971!. . , .
El Estado fuerte en manos de una oligarquia probntanica era la
Roca llegó al gobierno para consolidar ese futuro brillante que la condición necesaria para la expansión de los capitales ingleses en
oligarquía creía que tendría en sus manos para siempre. Era el proyec- nuestro país. Inglaterra lo apoyó con sus préstamos, que eran p~rt~ de
to de las élites que habían llevado a Sarmiento, Mitre y Avellaneda al la doble política imperialista: exportación de capita~es y for~a.lecimien­
poder, y que a esta altura tenía ya muchos inconvenientes soluciona- to de los Estados nacionales incondicionales. Sarmiento, cntico ya del
dos, o en vías de solución: régimen en esta etapa, lo definió interpretando el lema "Paz Y Admi-
nistración" como "Empréstitos y remingtons".
• Se aprobó la cesión del municipio de Buenos Aires como Capital
Federal de la República Argentina. La capital de la provincia de
Buenos Aires sería una ciudad fundada a tal efecto: la ciudad de La 3. El proyecto de la generación del 80
Plata, cuya piedra fundamental fue colocada por el gobernador
Dardo Rocha en 1882. Estuvo lista como para que las autoridades Se conoce como generación del 80 a tm grupo de periodistas, po~íti­
provinciales se trasladaran en abril de 1884. En 1887 se amplió el cos, escritores y científicos que comenzaron a destacarse en esta de~a­
distrito de Capital Federal, cediendo la provincia los municipios de da. Si bien siguieron teniendo influencia personalidades de generacio-
Belgrano y San José de Flores, que pasaron a integrarse al área me- nes anteriores como Sarmiento (de importancia en el Consejo General
tropolitana. de Educación, quien murió en Paraguay en 1888), Mitre (que siguió en
374 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 375

periodismo, participando en la política y escribiendo historia hasta su nantes. Según Osear Terán (Terán, 1987), "el positivismo configuró la
muerte, en 1906) y Vicente Fidel López (continuó también con la re- matriz mental dominante durante el período 18.80-1910", aunque exis-
dacción de historia y falleció en 1903), ya no tenían un rol directivo. tiera una gran superposición de ideologías, y tomó el rol activo de le-
Entre los principales representantes de la denominada generación 11
gitimar un Estado fuertemente centralizado, consolidando la idea de
del 80" figuran Julio A. Roca, Carlos Pellegrini, Manuel Quintana y nación. El pensamiento cientificista del positivismo no dejó de lado el
Roque Sáenz Peña, que llegaron a la presidencia; Eduardo Wilde, Mi- análisis de las trabas que se oponían al progreso, pero las diagnostica-
guel Cané, Onésimo Leguizamón, que defendían una política laicizan- ba teniendo en cuenta que la sociedad era un organismo vivo, y las di-
te; Pedro Goyena y José Manuel Estrada, que se distinguieron por su ficultades, enfermedades. Uno de los factores sociales que explicaban
defensa ~el catolicismo ante las leyes laicas; José María Ramos Mejía, el atraso era el racial: el evolucionismo darwinista aplicado a la socie-
Agustín Alvarez, Carlos Octavio Bunge y José Ingenieros, que se ins- dad humana creaba los argumentos racistas de la supervivencia de las
cribieron dentro del positivismo argentino; Aristóbulo del Valle y 11
razas más fuertes y de la influencia negativa de las razas inferiores",
Leandro N. Alem, que pasaron a la oposición del régzinen, fundando la como la negra, la indígena o sus variantes mestizas.
Unión Cívica Radical. De todos modos, el pensamiento racista no era unánime. Uno de
No todos los miembros de esta generación pensaban lo mismo; es los más preclaros pensadores americanos, el cubano José Martí, ya en
más, algunos se diferenciaban bastante, teniendo posiciones políticas esa época sostenía lo que hoy está comprobado científicamente: la ra-
confrontadas. Pero tenían algunas características comunes, como una za humana es una sola. Y afirmaba que las cuestiones raciales no tie-
ideología liberal en lo económico, acordando en la modernización del nen sentido, porque no hay razas, sino sólo modificaciones del hom-
país y en su inserción en la economía mundial teniendo un papel bre: "Enfermizos pensadores ... atan y enredan razas que no existen
agroexportador. En cuanto a lo político, la mayoría sentía que el papel más que en el papel" (citado por Stabb, 1969).
directivo debía seguir pasando por pocas manos, defendiendo una
postura oligárquica, para lo cual se continuaba empleando el fraude.
Otros sentían que estos métodos que llevaban a una democracia restníz- 4. La transformación argentina y los intereses extranjeros
gida no eran propios de una sociedad que se estaba modernizando, y
propugnaban una apertura electoral: algunos, pensando que de todos El proyecto agroexportador estaba inserto dentro de la economía
modos conservarían el poder (los notables); los otros, teniendo como mundial: proveer de materias primas a los países industrializados, ya
o?Jetivo que .el poder cambiase de manos, ampliándose la participa- sea para sus industrias o para su alimentación y contribuir como mer-
Cion a las recientemente surgidas clases medias. Quienes pensaban así cado a las compras de sus productos manufacturados. Pero necesitá-
recién lograron imponerse al final del período liberal conservador, para bamos transformarnos y modernizarnos para poder cumplir con ese
transformarlo en otro de democracia de masas. papel. Las innovaciones se fueron dando durante treinta años: la uni-
El positivismo1 (actitud filosófica que procura atenerse a los datos de ficación del país, con la pacificación a la fuerza bajo la ideología libe-
la experiencia y se opone al empleo ilimitado de la razón) vigente en ral; la conquista de nuevos territorios para expandir la agricultura y la
Europa se dio tanto en la Argentina como en otros países latinoameri- ganadería; el ferrocarril, para que la explotación de tierras con produc-
canos, cumpliendo el papel de interpretar a nuestra realidad nacional tos para la exportación fuera rentable; la inmigración, para que hubie-
y fundamentando ideológicamente la hegemonía de las clases domi- ra gente que trabajase esas tierras, instalar y manejar los ferrocarriles
y las nuevas herramientas y maquinarias que ayudaban a una mayor
producción. Todo con el concurso de los intereses europeos y nortea-
mericanos: los préstamos para equipar el ejército, los fusiles reming-
l. Sistema formulado por A. Comte, según el cual el hecho es la única realidad científica
ton para someter a los indígenas y a los rebeldes en general, los ferro-
Y la filosofía es la ciencia que coordina los resultados de las ciencias particulares (Biagini e~ carriles fabricados por los ingleses con la nueva tecnología siderúrgi-
Di Tella, 1989).
ca de la segunda revolución industriat las empresas comerciales y na-
La Argentina oligárquica (1880-1916) 377
376 Historia argentina: una mirada crítica

vieras, los bancos y las nuevas compañías que se instalaban de acuer- tencia fueron los argentinos, porque los ii1gleses seguían ganando con
do a la exportación de capitales del recienten1ente surgido capitalismo el transporte (Panettieri, 1986).
financiero oligopólico.

6. La red ferroviaria
5. El frigorífico: el retorno del vacuno
Los ferrocarriles experimentaron un crecimiento explosivo a partir
Las exportaciones de lana habían crecido, pero los precios habían de 1880: de 2.313 km la red ferroviaria pasó a tener 9.432 km en 1890
bajado. Por su mayor requerimiento en el exterior, en nuestro país la y 16.562 en 1900. La mayoría del kilometraje estaba ubi~ado en la re-
oveja había desplazado a1 vacuiLo de las mejores tierras, las más cerca- gión pampeana, convergiendo en forma de embudo hacm los puertos
nas al puerto. Pero esta situación empezó a cambiar cuando surgió el de Buenos Aires y Rosario, y algunas líneas hacia Bahía Blanca. J?u-
sistema de conservación por medio del frío. El primer buque frigorífi- rante la presidencia de Juárez Celman se privatizaron los ferrocarnles
co arribó a nuestra costa en 1876, y comenzó la transformación de que estaban en manos del Estado: el de la provincia de Santa F~. . a una
nuestra ganadería. Se inició un proceso de desmenízización: se comen- empresa francesa, y tanto el Andino y Central Norte (de la Nacio~) co-
zó a criar ovejas Lincoln, más importantes por su carne que por su la- mo el Ferrocarril Oeste (de la provincia de Buenos Aires) se enaJena-
na, en lugar de las Merino (para lana), que fueron desplazadas a laPa- ron a w1 consorcio británico. Esta transferencia del transporte estatal a
tagonia. compañías extranjeras perjudicó al país, ya que _ror un lado. aumenta-
Al principio el buque frigorífico empleaba un sistema de enjdado a ron las tarifas y los productos del interior (por eJemplo los vinos cuya-
cero grado, y a veces, si se producían demoras, se podía echar a per- nos) no pudieron competir con los extranjeros en la región dellit~ral;
der la carne; luego se inventó el congelado a temperaturas de menos por otro lado, el gobierno garantizó ganancias a las empresas pnva-
treinta grados, y se fue perfeccionando el sistema. Entre 1882 y 1884 se das, y éstas abultaban las cuentas de los gastos para que siempre los
instalaron tres frigoríficos: en San Nicolás (de capital argentino), en números les dieran a su favor.
Cainpana y en Avellaneda (ingleses). En esa prin1era etapa se prefirió
el ganado ovino por ser más convenientes los animales pequeños. Sin
embargo, todavía era más importante la exportación de tasajo de los 7. 1nmigración y expansión triguera
saladeros a países esclavistas y de ganado en pie a países limítrofes.
Cuando se cerró el mercado brasileño, se empezó a mestizar el gana- La expansión de las áreas cultivadas se desarrolló as~ciada a las ~o­
do vacuno con la raza Shorthorn, y comienza la exportación de gana- lmuas agrícolas, y éstas se desarrollaron donde los gobiernos provin-
do en pie a Europa. Recién después de 1900 -cuando Inglaterra cierra ciales las protegieron: en Santa Fe, sur de Córdoba y E~t~e. ~íos. En
la in1portación de ganado en pie aduciendo una enfermedad vacw1a, Buenos Aires, los ganaderos estaban en contra de la subdivlsion de las
y sólo pern1ite animales congelados-, se instalan otros cinco frigorífi- tierras para la agricultura. En cambio, en Santa Fe ~abía. en 1889 n:ás
cos en nuestro país. Las exportaciones de la industria frigorífica, las de doscientas colonias agrícolas que cultivaban casi la mitad del tngo
carnes envasadas y el ganado en pie tuvieron el apoyo del gobierno, del total de la producción nacional. Fue desde el puerto de Rosario
con exenciones impositivas. En esta segunda etapa se emplazaron fri- que comenzó la exportación de trigo en 1878. Luego fueron s~rgiendo
goríficos norteamericanos, con mejores técnicas de congelado, aprove- allí mismo molinos harineros (casi todos a vapor), que fabncaban la
chamiento íntegro del animal y fabricación de subproductos; para li- harina cerca de las chacras, para facilitar el transporte.
quidar a la con1petencia inglesa y criolla, pagaron mayores precios por La transformación agrícola en la provincia de Buenos Aires se rea-
el ganado en una "guerra de las carnes", hasta que hicieron un acuer- lizó cuando se refinó el ganado vactmo, requiriendo mejores pasturas,
do en 1911 con porcentajes de los distintos sectores (con mayor pro- alambrados, aguadas, etcétera, comenzando las prácticas agrícolas ex-
porción para los norteamericanos). Los que perdieron en esta campe- tensivas con los alfalfares para alimentar los ganados, y continuando
378 Historia argentina: una mirada crítica
La Argentina oligárquica (1880-i916) 379

con el ~rigo. E~ poco más de diez años Buenos Aires pasó de cultivar ciques Calfucurá y Mariano Rosas, y llevándose los restos (por un in-
del1.8 Yo del tn?o (1895) al41 % (1908). Al implementarse un sistema
terés "científico") al museo de La Plata. Calfucurá era el que le había
r~tativo ~e cu~tivos para aprovechar mejor el suelo, también se empe-
solicitado a su sucesor no entregar Carhué; Mariano Rosas, el que ha-
zo a cultivar ~Ino (como oleaginosa) y avena (para forraje).
bía advertido: Hermano, cuando los cristianos han podido, nos han muer-
. Gran cantidad de c~lonos no accedían a la propiedad de la tierra,

to. Y si maiiana pueden matarnos a todos, nos matarán". A muchos indí-


siendo so~amente medieros o arrendatarios, con períodos cortos de
genas los confinaron en" colonias" o "reservas", o los trasladaron pa-
a::endamiento (el propietario arrendaba muchas veces con la condi-
cion de que se dejara el campo sembrado con alfalfa, para aprovechar- ra servir cont.o mano de obra barata, semi esclava, a los hombres en
la con el ganado) lo que transformaba a los campesinos en semi-nóma- ingenios azucareros y obrajes madereros, y a las mujeres y niñas co-
des. Según el censo de 1914, sobre 75.500 chacareros arrendatarios mo sirvientas, separando las familias, desintegrando sus núcleos, in-
ap~rceros ~medieros, el17% había hecho el contrato por cinco años~ corporándolos en forma forzada a nuevos hábitos de vida. Las epide-
mas, ~114 .y~ de tres a cuatro años, y el 56% por menos de tres años. mias ayudaron aún más al exterminio.
Esta situacion es la que provoca la reacción de los agricultores en San- Para financiar la campaña contra los indígenas se había puesto a la
ta Fe en 1912. venta la tierra a conquistar, en "lotes" de cuatro leguas cuadradas co-
mo mínimo. En diciembre de 1880 se suspendió esta venta por haber
cubierto ya los gastos, y se devolvieron a las provincias las tierras ce-
8. Consecuencias de la conquista de la Patagonia didas y no empleadas por el gobierno nacional. Menos de cuatrocien-
tas personas adquirieron más de ocho millones y medio de hectáreas,
. Roca había llegado hasta el río Negro. Faltaba apoderarse de las la mayor parte de ellas situadas en la actual provincia deL~ Pampa.
tierras de los a:aucano~ ~e. ~a cordillera y las de la Patagonia. El gene- Muchos de los territorios no vendidos fueron repartidos entre los mi-
ral Conrado VIllegas dingio dos expediciones, la primera hasta el la- litares y responsables de la conquista, según su graduación y jerar-
go Nahuel Huapi en 1881, y la segunda a lo largo de la Cordillera de quía: a los herederos de Adolfo Alsina, 15.000 hectáreas; a los jefes de
l~s Ande~. En 1883 y 1884 el general Vintter logró vencer la resisten- fronteras, 8.000; a los jefes de regimiento o batallón, 5.000, decrecien-
Cia de quienes preferían ¡¡morir peleando antes de vivir como escla- do las cantidades hasta los soldados, que recibían 100 hectáreas para
vos" (Liborio Justo, 1979), y en 1885 declaró finalizada la lucha. chacra y tm cuarto de manzana. Pero muchos de los que tenían terre-
. En seis ~f\os hab~a~ ~uerto 2.500 indígenas, y se les había despo- nos más o menos bien ubicados cerca de algún ramal ferroviario fue-
!a
Jado d~ tierra y dividido políticamente los territorios ocupados. La ron presionados para venderlos a los terratenientes o especuladores,
poblacion nativa fue reemplazada por colonos, existiendo latifundis- y los que estaban muy aislados no tenían posibilidades de explotar-
tas ause~tistas. Los grandes cacicazgos habían terminado, y con ellos los, por lo que debieron venderlos a bajos precios a quienes ya eran
comenzo la desintegración cultural y el sometimiento de los indíg _ dueños de grandes extensiones. Por este tipo de reparto, se entrega-
nas. La ~~lítica del gobierno era justamente aniquilar a los caciqu:s ron a 541 personas casi cinco millones de hectáreas.
de pres::gio: de sesenta, sólo cinco murieron de muerte natural, el res- Se respetarían esos derechos a los ocupantes de tierras públicas en
to muna en combate, en el exilio o ejecutados (Martínez Sarasola territorios fuera de la línea de frontera, pero que tenían títulos otor-
1992!. Otros permanecieron presos en Retiro y en Martín García, ~ gados por gobiernos de provincias, siempre y cuando se presentasen
confinados a cargo de intendentes militares, con la presencia de un al Poder Ejecutivo a revalidar sus títulos dentro de un corto plazo.
sacerdot~ que se debía hacer cargo de la conversión (ése fue el desti- Muchos se apoderaron por este medio de tierras que no ocupaban, in-
no, por eJe:r:plo, de los indios de Catriel). Quizás para profundizar la ventando testigos y comprando funcionarios corruptos. De este mo-
deculturacion borrando el sentimiento de identidad cultural, se pro- do, se cedieron 3.300.000 hectáreas.
fanaron los cementerios indígenas, deshaciendo las tumbas de los ca-
380 Historia argentina: una mirada crítica
La Argentina oligárquica (1880·1916) 381

9. Los ingenios tucumanos bamos a la industritZ!ización porque nos conformábamos con proveer
materias primas y la democrtZcitZ lzbe;nl que pregonaban se practicaba
En Tucumán (provincia de la que son oriw1dos Roca y Avellaneda) sólo en fonna restringida. Entre los aspectos que sí se llevaron ade-
los grandes propietarios de ingenios son ayudados por una política lante, están algunos que habían comenzado a ser puestos en práctica
crediticia y aduanera que contribuye a su crecimiento, así como a la por Rivadavia, pero luego se frenaron, como la seculariztZción2 en los
progresiva monopolización del rubro: finalmente, en 1894 la produc- cementerios y la centralización de diversas instituciones en el Estado.
ción supera al consumo interno. El Centro Azucarero Argentino, que La Iglesia estaba encargada de registrar los nacimientos, las defun-
nuclea a los dueños de los ingenios, logra tarifas ferroviarias reduci-
ciones y los matrimonios; los maestros debían ser católicos, puesto
das. Con tanta protección del Estado, las ganancias son muy grandes.
que la enseñanza de la religión era obligatoria en las escuelas (excep-
Los pequei\os productores se transforman en simples proveedores de
to en las privadas, por lo que distintas colectividades extranjeras te-
caña para los ingenios; los cañeros trabajan en condiciones infrahuma-
nas, con salarios bajísimos, de sol a sol, sin atención médica y en for- nían sus escuelas particulares, donde se diftmdía su propio culto). Es-
Ina estacional. El pago con bonos a ser canjeados por mercadería en tas funciones, que ya existían en algunas instituciones provinciales,
proveedurías de la empresa los convierte en mano de obra semiescla- pasaron al Estado nacional: la Ley de Registro Civil (octubre de 1884)
va. Entre los trabajadores hay indios traídos de la Patagonia, además hizo que una institución nacional, con delegaciones provinciales, se
de gente del noroeste. hiciera cargo de la inscripción de los nacimientos y las defunciones;
la Ley de MtZtninonio Ciwl (1888) obligó a que los casamientos también
se realizaran por el registro civil. Por pocos votos, no se aprobó la ley
10. El desarrollo mendocino de divorcio, que sí se estableció en el Uruguay. El proceso de secula-
rización no fue tan completo en nuestro país como para separar Esta-
A la zona cuyana fueron a establecer sus bodegas muchos inmi- do e Iglesia, y el presidente de la república debió ser católico hasta la
grantes italianos, que se debieron esforzar para sacar gana~1cias: sus reciente reforma constitucional de 1994.
productos competían desfavorablemente en Buenos Aires con los im- La Ley 1420 de Educación Común estableció, entre otras disposicio-
portados, debido a las altas tarifas ferroviarias. Los bodegueros com- nes, la enseñanza laictZ (es decir, no religiosa, lo que no es lo mismo
pran uva a los propietarios que no tienen posibilidad de industriali- que "atea"). En algunas provincias se habían dictado leyes de educa-
zarla, pero no existe la concentración monopólica y el desarrollo tan ción, pero no había ninguna en común para toda la nación. Las pro-
notorio que se da en Tucumán. Sin embargo, aumentan mucho las vincias del litoral (no así las del interior, más conservadoras), que es-
áreas sembradas y los vinos mendocinos van ganando el mercado in- taban recibiendo un gran caudal inmigratorio, consideraban necesa-
terno.
ria una ley que estableciera la enseñanza laica en las escuelas del Es-
tado. En la década de 1860, en Santa Fe se había llevado adelante una
política secularizadora (que pasaba al Estado instituciones o tareas que
antes estaban en manos de la Iglesia, disminuyendo su poder y con-
11. la política laicista y la educación
trol sobre la soCiedad civil), pero después se había retrocedido en ese
aspecto (Puiggrós, 1996).
l. La centralización secularizadora

Las élites querían la transformación de la Argentina en un país


moderno, pero no tomaban en cuenta todas las características de la 2. Secularizar: transformar lo religioso en laico; cambiar las normas religiosas por prin-
modenudad: accedíamos al capitalismo en forma dependiente, no llegá- cipios morales o jurídicos. Laico: que prescinde de la instrucción religiosa.
380 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 381

9. Los ingenios tucumanos bamos a la industrialización porque nos conformába1nos con proveer
materias primas y la democracia liberal que pregonaban se practicaba
En Tucumán (provincia de la que son oriundos Roca y Avellaneda) sólo en fonna restringida. Entre los aspectos que sí se llevaron ade-
los grandes propietarios de ingenios son ayudados por una política lante, están algunos que habían comenzado a ser puestos en práctica
crediticia y aduanera que contribuye a su crecimiento, así como a la por Rivadavia, pero luego se frenaron, como la secularizaczon2 en los
progresiva monopolización del rubro: finalmente, en 1894 la produc- cementerios y la centralización de diversas instituciones en el Estado.
ción supera al consumo interno. El Centro Azucarero Argentino, que La Iglesia estaba encargada de registrar los nacimientos, las defun-
nuclea a los dueños de los ingenios, logra tarifas ferroviarias reduci- ciones y los matrhnonios; los maestros debían ser católicos, puesto
das. Con tanta protección del Estado, las ganancias son muy grandes.
que la enseñanza de la religión era obligatoria en las escuelas (excep-
Los pequeños productores se transforman en simples proveedores de
to en las privadas, por lo que distintas colectividades extranjeras te-
caña para los ingenios; los cañeros trabajan en condiciones infrahuma-
nían sus escuelas particulares, donde se diftmdía su propio culto). Es-
nas, con salarios bajísimos, de sol a sol, sin atención médica y en for-
tas funciones, que ya existían en algunas instituciones provinciales,
Ina estacional. El pago con bonos a ser canjeados por mercadería en
pasaron al Estado nacional: la Ley de Registro Civil (octubre de 1884)
proveedurías de la empresa los convierte en mano de obra semiescla-
va. Entre los trabajadores hay indios traídos de la Patagonia, además hizo que una institución nacional, con delegaciones provinciales, se
de gente del noroeste. hiciera cargo de la inscripción de los nacimientos y las defunciones;
la Ley de Matninonio Ciwl (1888) obligó a que los casamientos también
se realizaran por el registro civil. Por pocos votos, no se aprobó la ley
1O. El desarrollo mendocino de divorcio, que sí se estableció en el Uruguay. El proceso de secula-
rización no fue tan completo en nuestro país como para separar Esta-
A la zona cuyana fueron a establecer sus bodegas muchos inmi- do e Iglesia, y el presidente de la república debió ser católico hasta la
grantes italianos, que se debieron esforzar para sacar gana~1cias: sus reciente reforn1a constitucional de 1994.
productos competían desfavorablemente en Buenos Aires con los im- La Ley 1420 de Educaczon Comzin estableció, entre otras disposicio-
portados, debido a las altas tarifas ferroviarias. Los bodegueros com- nes, la enseñanza lml..'a (es decir, no religiosa, lo que no es lo mis1no
pran uva a los propietarios que no tienen posibilidad de industriali- que "atea"). En algtu1as provincias se habían dictado leyes de educa-
zarla, pero no existe la concentración monopólica y el desarrollo tan ción, pero no había ninguna en común para toda la nación. Las pro-
notorio que se da en Tucumán. Sin embargo, aumentan mucho las vincias del litoral (no así las del interior, más conservadoras), que es-
áreas sembradas y los vinos mendocinos van ganando el mercado in- taban recibiendo un gran caudal inmigratorio, consideraban necesa-
terno. ria una ley que estableciera la enseñanza laica en las escuelas del Es-
tado. En la década de 1860, en Santa Fe se había llevado adelante una
política secularizadora (que pasaba al Estado instituciones o tareas que
antes estaban en manos de la Iglesia, disminuyendo su poder y con-
11. La política laicista y la educación
trol sobre la soCiedad civil), pero después se había retrocedido en ese
aspecto (Puiggrós, 1996).
l. La centralización secularizadora

Las élites querían la transformación de la Argentina en un país


n1oderno, pero no tomaban en cuenta todas las características de la 2. Secularizar: transformar lo religioso en laico; cambiar las normas religiosas por prin-
modernidad: accedíamos al capitalismo en forma dependiente, no llegá- cipios morales o jurídicos. Laico: que prescinde de la instrucción religiosa.
382 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 383

2. La oposición católica está en discordancia con las presiones del sector católico conservador,
y continúa difundiendo sus opiniones sobre educación a través de El
Si bien la Iglesia como institución tomó una postura conservadora Nacional. ,
Í·

y opositora a las leyes que incrementaban el poder del Estado en des- El ministro de Educación, Pizarra, convocó a un Congreso Pedagógi-
medro de su área de influencia, no todos los católicos lo eran: había co, que se reunió en 1882 y fue inaugurado por el nuevo ministro que
n1uchos que estaban de acuerdo con una política más tolerante, más lo reemplazó, Eduardo Wilde. En realidad, el gobierno prefería no
progresista, que tuviera en cuenta los problemas de la sociedad. Sin debatir sobre enseñanza laica o religiosa, pero al ser planteada en el
e1nbargo, las voces católicas que más resonaron fueron las antagonis- Congreso la eliminación de la enseñanza del catecismo en las horas de
tas al proyecto oficial: Félix Frías, José Manuel Estrada, Pedro Goyena. clase, el sector católico se retiró al perder la votación. Se debatieron,
Los grupos católicos se expresaron a través de los periódicos La Unión entre otras propuestas, aspectos sobre centralización y descentraliza-
y La Voz de la Iglesia, y fundaron la Asociación Católica de Buenos Aires. ción de la enseñanza, el papel del gobierno nacional, las provincias y
Al ser la ley de educación nacional, no se pudo imponer directa- las municipalidades, la formación de los docentes, modalidades que
mente en el resto de las provincias, y la Iglesia presionó para mante- incorporaría el sistema educativo, salud y mobiliario escolar y la inje-
ner la enseñanza religiosa. En Córdoba, monseñor Clara, del obispa- rencia del Estado en los libros de lectura (Puiggrós, 1996). La ley 1.420
do, prohibió a los católicos enviar a sus hijos a la Escuela Normal don- de Educación Común, laica, gratuita y obligatoria se aprobó en junio de
de había maestras nortean1ericanas (no católicas); al ser separado Cla- 1884. La educación sería obligatoria para los niños de seis a catorce
ra por el gobierno, el delegado apostólico monseñor Matera intervino años de edad, se propiciaba la enseñanza mixta, se suprimían los pre-
en Córdoba, apoyando lo actuado por Clara. Tras un cruce de notas, mios y se desterraban los castigos aflictivos y humillantes, así como se
Matera fue expulsado por el gobierno, así como fueron suspendidos el imponía la vacunación antivariólica. En la ley se privilegió la centrali-
obispo de Salta, los vicarios de Santiago del Estero y de Jujuy, y los zación de la educación y su subordinación a la burocracia, a través de
profesores universitarios que habían protestado por la medida (entre un sistema de inspección. Organismos que no estaban dentro de ese
los que se encontraba José Manuel Estrada). La ruptura de relaciones esquema, como las sociedades populares de educación y las biblioteLtzS po-
con el Vaticano duró dieciséis años, hasta que fueron recompuestas en pulares, eran promovidos por la ley pero como organismos comple-
la segunda presidencia de Roca. mentarios. No se ocupó de la Enseñanza Media, que quedó sin una le-
gislación específica.
En 1885 se sancionó la ley Universitaria, n° 1.579, conocida como Ley
3. El Congreso Pedagógico y la Ley de Educación Avellaneda porque fue él quien la propulsó. Introducía los principios
de autonomía universitaria (aunque en forma parcial), la elección de
Si bien el ministro de Instrucción de Avellaneda había visto la ne- autoridades por parte de la comunidad universitaria, la formación de
cesidad de hacer una ley de educación acorde al modelo educativo li- una Asamblea Universitaria y de un Consejo Superior. El Poder Ejecu-
beral que se estaba difundiendo en el mundo (por el cual se establecía tivo Nacional conservaba para su manejo importantes atribuciones le-
una educación gratuita, obligatoria y laica), la necesidad fue imperio- gislativas, financieras y políticas.
sa cuando se capitalizó la ciudad de Buenos Aires y el gobierno nacio-
nal debió ocuparse de las escuelas que en 1880 entraban bajo su órbi-
ta. Continuaba rigiendo la ley de enseñanza de 1875, por la cual la 4. Debates en torno a la educación técnica
educación primaria era gratuita y obligatoria. Como primera medida,
el gobierno de Roca creó un Consejo Nacional de Educación y Sarmien- En la década del 80, mejorada la situación de los sectores agroex-
to, que hasta ese momento era Director General de Escuelas de la pro- portadores, había decaído el ímpetu proteccionista de la década ante-
vincia de Buenos Aires, pasa a ser Superintendente de Escuelas del rior, y no se fomentaba la industria. Sin industria, no tenía sentido la
distrito federal. Sarmiento luego se retira de la función pública porque enseñanza técnica. Sin embargo, el ministro Manuel Pizarra quiso di-
384 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 385

versificar los estudios secundarios, estableciendo escuelas de enseñan- quienes se beneficiaron extraordinariamente por su cercanía al poder,
za técnica y profesional en edificios diferentes de los orientados hacia ya sea mediante leyes que favorecían sus negocios, o directamente por
lo humanístico. Le solicitó asesoramiento a Sarmiento, superintenden- corrupción. Dio lugar a las privatizaciones de los ferrocarriles y otros
te general de Escuelas, pero éste desestimó el proyecto: emprendimientos del Estado:

[Argentina] no será en largo tiempo país industrial. Fáltanle brazos, La industria privada construye y explota sus obras con más prontitud
instintos o tradiciones industriales, carbón, caídas de agua y leña como y economía que los gobiernos, porque no se encuentra trabada como
motores. Cuando una industria ofrece utilidad se piden por el correo éstos por la limitación de los presupuestos y por las formalidades lega-
las máquinas y los maquinistas sobran para montarlas[ ... ] Una fábrica . les que impiden aprovechar los momentos oportunos y tomar con ra-
que se instale, construirá y compondrá máquinas de vapor sin necesi- pidez disposiciones convenientes (citado por Floria, y García Belsunce,
dad de que sean argentinos el director o los obreros mecánicos (citado 1971). '
por Tedesco, 1982).
Se privatizaban las empresas, pero el Estado seguía otorgando nu-
Sarmiento consideraba que era mejor invertir el dinero en asilos merosas concesiones para construir ferrocarriles, todas con garantía
para niños y jóvenes vagabundos y huérfanos. Pizarra insistió en su estatal de ganancias aseguradas, liberación de impuestos y cesión de
proyecto, pero tanto él como la solicitud de Roca en 1899 de que estu- tierras fiscales (Brailovsky, 1982). Según afirma Ricardo Caillet-Bois, el
vieran ligados la educación y la economía, creando escuelas prácticas, monto de la deuda interna y externa era importante, y su estado era
fueron desoídos por las cámaras. caótico en el momento de traspasarle el poder Roca a Juárez Celman,
pese a que el primero había afirmado que el país se hallaba en la eta-
pa más brillante de su historia (citado por Panittieri, 1986). Se fomen-
tó la especulación, y se aumentaron los empréstitos solicitados, ganan-
111. La Revolución del 90 do con ello un núcleo reducido de intermediarios y comisionistas.
Después de la caída del presidente, el Weekly Bulletin de Londres reve-
l. El Unicato de Juárez Celman ló que la Casa Baring le había pagado a Juárez Celman 100.000 libras,
y 80.000 a su ministro Wilde para obtener el contrato de obras sanita-
Cuando finalizaba la presidencia de Roca, en Buenos Aires prefe- rias (citado por Tur, 1971). Las consecuencias negativas de la política
rían un candidato porteño: Dardo Rocha, gobernador de Buenos Aires de esta oligarquía fueron concentrando las críticas opositoras a fines
y fundador de La Plata. Pero Roca impuso a su concuñado, el cordo- de la década del80.
bés Miguel Juárez Celman, que asumió en 1886. Éste había tenido fun-
ciones en la política provincial cordobesa, tomando medidas liberales
y secularizadoras, y luego pasó a ser senador nacional. Roca, conoci- 2. La crisis
do como "El Zorro// por su astucia, pensaba seguir manejando los hi-
los del poder a través del Partido Autonomista Nacional. Pero Juárez La especulación desenfrenada y la constante emisión de billetes es-
Celman quiso tomar también el control del PAN, por lo que se encon- taba produciendo inflación, pero no se tomaron medidas contra la
tró con la resistencia de Roca. Juárez Celman removió a los goberna- misma, porque beneficiaba a los exportadores agropecuarios, quepa-
dores provinciales que no le eran adictos, como en Córdoba, Tucumán gaban de este modo más barata la mano de obra. En la Bolsa de Co-
y Mendoza, desplazando las élites roquistas. Roca se alejó entonces mercio se especulaba con las acciones y el oro, que subían y bajaban,
del gobierno y del país, y Juárez Celman se transformó en el"único", enriqueciendo a algunos y quebrando las fortunas de otros. Cada vez
por lo cual su régimen se denominó popularmente Unkllfo. era mayor el monto de valores negociados: 1886, 177 millones de pe-
Si bien su política en líneas generales continuó con la trazada por sos; 1887,254 millones; 1889,432 millones (Brailovsky, 1982). Se hacían
Roca, se movió con un reducido círculo de influencias y favoritos, maniobras financieras para tratar de engañar a una mayoría, jugando
386 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 387

públicamente al alza de las acciones y clandestinamente a la baja, y ga- tóbulo del Valle (que representaba a sectores ganaderos, algunos ex re-
nar con la diferencia. En un momento el escándalo fue tal que el go- publicanos, no roquistas) y Leandro N. Alem (que era el portavoz de
bierno clausuró la Bolsa en 1889 mediante la policía armada con la pequeña burguesía urbana y estaba respaldado por orilleros). Tam-
remingtons. bién había otros opositores: los grupos católicos, contrapuestos a la
Los bancos contribuían a la situación, porque cada provincia y ca- política laicista, como Pedro Goyena y José Manuel Estrada, y los mi-
da grupo financiero tenía su propia máquina de imprimir billetes con tristas.
garantía de la nación; las emisiones eran autorizadas por el gobierno Un grupo de avanzada, constituido por jóvenes universitarios y
aun sin tener el debido respaldo en oro, porque se otorgaban présta- profesionales, formó la Unión Cívica de la Juventud con un mitin en el
mos a sus amigos. El dinero se aplicaba muchas veces a la especula- Jardín Florida (calles Florida y Córdoba) en septiembre de 1889. En
ción en tierras, cometiéndose en numerosas oportunidades fraudes. menos de un año pudieron juntar en un acto más de diez mil adheren-
Las condiciones para la crisis estaban dadas en la Argentina, cuan- tes (según algunas fuentes, al desfile concurrieron unas 30.000 perso-
do se desató en Europa. Una de las afectadas por la crisis fue la Baring nas), y el13 de abril de 1890 se constituyó la Unión Cívica como parti-
Bros. de Inglaterra, que se encontró en serias dificultades financieras y do político moderno. Quitaron "de la Juventud", formando una junta
consultiva con algtmos personajes famosos, entre los que se contaban
presionó a la Argentina para que le pagase lo adeudado. Al importar
Mitre, Bernardo de Irigoyen y Vicente Fidel López, una junta ejecuti-
Europa alimentos baratos, habían bajado los precios también de los
va presidida por Leandro N. Ale m, y una de propaganda,. con Luis
productos agrícolas de allá y también disminuyeron los salarios. La
Sáenz Peña. Querían sufragio sin fraudes ni violencias, verdadera au-
explotación que se estaba dando hacia la clase obrera y campesina eu-
tonomía para las provincias, plena vigencia de la Constitución. Como
ropea por parte de los grandes capitales, hizo que muchos optasen por
sabían que con ese gobierno sus objetivos nunca se cumplirían, se de-
emigrar hacia América en general, o se vieran involucrados en am-
dicaron a conspirar contra él. La crisis económica que se desató preci-
plios movimientos de protesta social. pitó el desencadenamiento de la revolución.
En 1890, los precios de nuestros productos de exportación bajaron
abruptamente (un 35 %) mientras que los de los artículos industriali-
zados se mantuvieron o subieron; si bien el monto total de las expor- 4. La revolución: un triunfo roquista
taciones no bajó tanto, esto se debió a que aumentaron muchísimo las
cantidades exportadas. El déficit comercial se seguía cubriendo con la El general Manuel J. Campos debía ser el jefe militar de la revolu-
contratación de nuevos empréstitos. ción. Una vez triunfante, las autoridades serían Alem como presiden-
El gobierno se justificó argumentando que la crisis era producto de te y Mariano Demaría como vicepresidente. Mitre, que prefería no ver-
los desajustes producidos por el vertiginoso progreso económico, la se involucrado en nuevos levantamientos en contra del orden estable-
expansión excesiva del crédito y la especulación. cido, optó por irse del país mientras se desarrollaba la revolución. No
estaba de acuerdo con Alem, ya que éste pertenecía al ala intransigen-
te del partido, y Mitre era conciliador.
3. La Unión Cívica La rebelión comenzó el26 de julio, pero no salió como estaba pre-
vista. Falló la conducción de Campos, quien fue acusado de haber he-
La política oligárquica de Juárez Celman había ido unificando a la cho un acuerdo con el mitrismo y 1o con Roca y Carlos Pellegrini (vi-
oposición de la pequeña, mediana y alta burguesía; las clases obreras cepresidente de Juárez Celman) quienes no estaban de acuerdo con el
se encontraban ausentes de este movimiento, comenzando huelgas en presidente y se verían muy beneficiados con su caída. Cerca de mil
contra de la carestía de la vida, la desvalorización del peso y las abru- personas estaban en la sublevación, entre civiles (que se distinguían
madoras jornadas de trabajo. A las reuniones en contra del juarismo por el uso de boinas blancas) y militares. Allí, por algún motivo, Cam-
asistían algunos grandes estancieros (como Pereyra Ira ola o Anchare- pos no atacó a las fuerzas gubernamentales, sino que los intimó aren-
na) que se sentían identificados con las denuncias efectuadas por Aris- dirse. La parálisis de los "rebeldes" llevó al ejército que defendía lapo-
388 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 389

sición oficial a la victoria, conducidos por el general Levalle (ministro décadas del siglo XX por nacionalistas xenófobos.
de Guerra) y Carlos Pellegrini. Hubo más de cien muertos y cientos de
heridos; los sublevados debieron firmar la capitulación. Si no podemos levantar ahora al pueblo de su postración, es porque no
Desde el Senado, se forzó la renuncia del desprestigiado Juárez hay pueblo. Los 200.000 extranjeros que residen entre nosotros no son
Celman. El senador Pizarra expresó que "¡La revolución está vencida, pueblo (El Nacional 7 de febrero de 1879).
pero el gobierno ha muerto!" Juárez Celman tardó unos días en acep-
El pueblo judío esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y acu-
tar lo inevitable, pero finalmente renunció, el6 de agosto de 1890. Asu- mulando millones, rechazando la patria en que nace y muere por un
mió el mando su vicepresidente, Carlos Pellegrini, que debía completar ideal que baña escasamente el Jordán, y a la que no piensan volver ja-
el mandato hasta 1892. Julio A. Roca fue su ministro del Interior. Ha más[ ... ] ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia,
sido un triunfo para ambos, sin haberse comprometido en contra de se levanta un grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogi-
las instituciones. do y carece del sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la
tierra, el culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde
quiera que se producen (El Censor, 1886).

IV. Inmigración y política Estos conceptos venían de Europa, en donde se estaba formando la
base ideológica de la cual surgiría Hitler. Sarmiento no era el único
l. La inmigración no deseada que opinaba así; José Manuel Estrada y Julián Martel (en su obra La
Bolsa, que retrata el clima vivido en la crisis del 90), acusaban a los ju-
Los estadistas querían inmigración europea. Pero, después de díos "dueños de las finanzas". Ricardo Rojas, en su prólogo a Condi-
treinta años de política inmigratoria, entre la inmensa cantidad de in- ción del extranjero en América (1928), afirma elogiosamente:
migrantes que estaba llegando, había muchos "indeseables". ¿Por
El mismo que antes censuró nuestros defectos sociales en el indio, en el
qué? Los motivos variaban según el gusto. En ese momento, en Euro-
gaucho, en el español y en el criollo de las ciudades, para abrir paso a
pa se difundían las teorías raciales justificadas "científicamente" en el la inmigración, tuvo la suficiente libertad mental y acierto político pa-
darwinismo y en el evolucionismo cultural, que hablaban de "razas ra censurarlos en el "gringo", cuando la emigración ya realizada plan-
inferiores". Eran falsas, pseudo científicas, pero en ese momento mu- teó nuevos problemas morales a la nacionalidad argentina.
chos creyeron en esas teorías que respaldaban la dominación de un
grupo humano por otro. Unos hablaban contra los inmigrantes italia- Según Alberdi, no se debía buscar pobladores de la Europa del sur
nos y españoles, por ser más incultos; otros defendían justamente esa (España e Italia) porque esos vendrían solos; había que "hacerse po-
inmigración y atacaban la de los grupos que no tenían la misma reli- blar de preferencia por la Europa del Norte, si aspira a ser libre y rica.
gión que la mayoría de los argentinos (judíos o protestantes). Otros, Debe buscar su educación y desarrollo liberal en el trato saludable y
protestaban porque los inmigrantes no eran empleados sumisos sino fecundo de la Europa del frío". Antes de la conquista de Roca, había
altivos y orgullosos (no como "los viejos criados fieles que entreví en afirmado: "En vez de dejar esas tierras a los indios salvajes, que hoy
los primeros años en la casa de mis padres" o como "aquellos esclavos las poseen, ¿por qué no poblarlas con alemanes, ingleses y suizos?".
emancipados que nos trataban como a pequeños príncipes", según Las consecuencias de no llevar un control sobre los inmigrantes
Miguel Cané). Muchos, porque entre ellos venían sindicalistas, socia- que llegaban, eran negativas: "poblar es asolar".
listas y anarquistas a concientizar a los demás obreros, perturbando la
paz de los patrones con sus reclamos. Algunos, como Sarmiento en su Poblar es apestar, corromper, embrutecer, empobrecer el suelo más ri-
vejez, consideraban que tanta cantidad de inmigrantes podía poner en co y más salubre, cuando se le puebla con las inmigraciones de la Eu-
peligro nuestra nacionalidad. Sus argumentos, reunidos en el libro ropa atrasada y corrompida. Aunque la Europa sea lo que hay de más
Condición del extranjero en América, fueron utilizados en las primeras civilizado en la tierra, no es civilizado por eso todo lo que es europeo.
388 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 389

sición oficial a la victoria, conducidos por el general Levalle (ministro décadas del siglo XX por nacionalistas xenófobos.
de Guerra) y Carlos Pellegrini. Hubo más de cien muertos y cientos de
heridos; los sublevados debieron firmar la capitulación. Si no podemos levantar ahora al pueblo de su postración, es porque no
Desde el Senado, se forzó la renuncia del desprestigiado Juárez hay pueblo. Los 200.000 extranjeros que residen entre nosotros no son
Celman. El senador Pizarra expresó que "¡La revolución está vencida, pueblo (El Nacional 7 de febrero de 1879).
pero el gobierno ha muerto!" Juárez Celman tardó unos días en acep-
El pueblo judío esparcido por toda la tierra ejerciendo la usura y acu-
tar lo inevitable, pero finalmente renunció, el6 de agosto de 1890. Asu- mulando millones, rechazando la patria en que nace y muere por un
mió el mando su vicepresidente, Carlos Pellegrini, que debía completar ideal que baña escasamente el Jordán, y a la que no piensan volver ja-
el mandato hasta 1892. Julio A. Roca fue su ministro del Interior. Ha más[ ... ] ahora mismo, en la bárbara Rusia, como en la ilustrada Prusia,
sido un triunfo para ambos, sin haberse comprometido en contra de se levanta un grito de repulsión contra este pueblo que se cree escogi-
las instituciones. do y carece del sentimiento humano, el amor al prójimo, el apego a la
tierra, el culto del heroísmo, de la virtud, de los grandes hechos donde
quiera que se producen (El Censor, 1886).

IV. Inmigración y política Estos conceptos venían de Europa, en donde se estaba formando la
base ideológica de la cual surgiría Hitler. Sarmiento no era el único
l. La inmigración no deseada que opinaba así; José Manuel Estrada y Julián Martel (en su obra La
Bolsa, que retrata el clima vivido en la crisis del 90), acusaban a los ju-
Los estadistas querían inmigración europea. Pero, después de díos "dueños de las finanzas". Ricardo Rojas, en su prólogo a Condi-
treinta años de política inmigratoria, entre la inmensa cantidad de in- ción del extranjero en América (1928), afirma elogiosamente:
migrantes que estaba llegando, había muchos "indeseables". ¿Por
El mismo que antes censuró nuestros defectos sociales en el indio, en el
qué? Los motivos variaban según el gusto. En ese momento, en Euro-
gaucho, en el español y en el criollo de las ciudades, para abrir paso a
pa se difundían las teorías raciales justificadas "científicamente" en el la inmigración, tuvo la suficiente libertad mental y acierto político pa-
darwinismo y en el evolucionismo cultural, que hablaban de "razas ra censurarlos en el "gringo", cuando la emigración ya realizada plan-
inferiores". Eran falsas, pseudo científicas, pero en ese momento mu- teó nuevos problemas morales a la nacionalidad argentina.
chos creyeron en esas teorías que respaldaban la dominación de un
grupo humano por otro. Unos hablaban contra los inmigrantes italia- Según Alberdi, no se debía buscar pobladores de la Europa del sur
nos y españoles, por ser más incultos; otros defendían justamente esa (España e Italia) porque esos vendrían solos; había que "hacerse po-
inmigración y atacaban la de los grupos que no tenían la misma reli- blar de preferencia por la Europa del Norte, si aspira a ser libre y rica.
gión que la mayoría de los argentinos (judíos o protestantes). Otros, Debe buscar su educación y desarrollo liberal en el trato saludable y
protestaban porque los inmigrantes no eran empleados sumisos sino fecundo de la Europa del frío". Antes de la conquista de Roca, había
altivos y orgullosos (no como "los viejos criados fieles que entreví en afirmado: "En vez de dejar esas tierras a los indios salvajes, que hoy
los primeros años en la casa de mis padres" o como "aquellos esclavos las poseen, ¿por qué no poblarlas con alemanes, ingleses y suizos?".
emancipados que nos trataban como a pequeños príncipes", según Las consecuencias de no llevar un control sobre los inmigrantes
Miguel Cané). Muchos, porque entre ellos venían sindicalistas, socia- que llegaban, eran negativas: "poblar es asolar".
listas y anarquistas a concientizar a los demás obreros, perturbando la
paz de los patrones con sus reclamos. Algunos, como Sarmiento en su Poblar es apestar, corromper, embrutecer, empobrecer el suelo más ri-
vejez, consideraban que tanta cantidad de inmigrantes podía poner en co y más salubre, cuando se le puebla con las inmigraciones de la Eu-
peligro nuestra nacionalidad. Sus argumentos, reunidos en el libro ropa atrasada y corrompida. Aunque la Europa sea lo que hay de más
Condición del extranjero en América, fueron utilizados en las primeras civilizado en la tierra, no es civilizado por eso todo lo que es europeo.
390 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 391

Para las élites también fue negativa la inmigración en cuanto a que rio general a José Ingenieros. En su programa mínimo figuraba la lu-
sus hijos, ya argentinos, les estaban cuestionando el privilegio de go- cha por la jornada de ocho horas, mejores condiciones de trabajo, su-
bernar solos el país, muchos de ellos, educados por la escuela pública presión de impuestos indirectos (que gravan a toda la población, y que
y que habían ascendido socialmente debido a su constante trabajo. por consiguiente son más perjudiciales a los más humildes), estableci-
miento de impuestos a la gran propiedad y a la herencia, s.eparacjón
entre la Iglesia y el Estado, ley de divorcio y, finalmente, la "disolución-
2. Los socialistas en la Argentina del ejército y la entrega de armas al pueblo" que luego fue retirada del
programa. ·
También el socialismo fue introducido en nuestro país como un re- En 1904 Alfredo Palacios se convierte en el primer diputado socia-
flejo del pensamiento europeo. Cuando en Europa se estaba difun- lista en la historia argentina, electo gracias a que la ley electoral vigen-
diendo el socialismo utópico en la primera mitad del siglo pasado, Este-
te en ese momento establecía la representación por circunscripciones
ban Echeverría publicó su Dogma socialista (más que socialista, asocia- electorales, y él salió elegido por el distrito de La Boca (con gran can-
cionista, propio de los reformadores sociales de esa época). Con el sur- tidad de inmigrantes y descendientes de los mismos). En 1912, con la
gimiento del socialismo cientfflco (en 1848 se publica la primera edición
Ley Sáenz Peña, el Partido Socialista obtuvo dos bancas en la Cámara
del Manifiesto Comunista de Marx y Engels), sus ideales de una socie-
de Diputados: Alfredo Palacios y Juan B. Justo; en 1913 otras dos ban-
dad más justa para las clases trabajadoras fueron adoptadas por algu-
cas, y en 1914 lograron mayoría en Capital Federat con siete cargos.
nos intelectuales como Juan B. Justo y José Ingenieros, y por n1J.mero- Pero en el interior del país su doctrina no estaba difundida entre los
sos inmigrantes. El socialismo había surgido como respuesta a la ex- trabajadores, la mayoría nativos. Sin embargo, su victoria causó gran
plotación que los industriales ejercían sobre los obreros; sus adeptos alarma entre las élites dirigentes: los senadores (entre ellos un radicat
rechazaban la propiedad individual de los medios de producción y los José C. Crotto) se reunieron para tratar de buscar soluciones. Se pro-
abusos a los que los trabajadores eran sometidos por los capitalistas, y puso revisar la universalidad del voto establecido en la Ley Sáenz Pe-
luchaban por mejores condiciones de trabajo y de vida. En 1864 Marx ña, y calificar el voto de los extranjeros nacionalizados. Finalmente, es-
fundó en Londres la Pnínera Internacional, asociación de trabajadores tas reformas nunca fueron tratadas (Panettieri, 1896).
para difundir el ideario socialista y coordinar el accionar de las fuer-
zas obreras de todo el mundo. Las diferencias con Bakunin (fundador
del comunismo anárquico o anarquismo) hizo que ésta -se disolviera. La
3. Los anarquistas
Segunda Internacional surgió en París en 1889, sosteniendo la participa-
ción de los socialistas como partido político dentro de las reglas de
El anarquismo -que seguía los postulados de Bakunin- se comenzó
juego democrático: así se formó la socialdemocracia europea, de donde a difundir en nuestro país aproximadamente en 1870, entre los obre-
abrevó nuestro Partido Socialista, fundado en 1896.
ros de las "sociedades de resistencia", gracias a la propaganda de los
Antes de 1870 se destacó el periódico El Proletario; después, en destacados anarquistas europeos Enrico Malatesta y Pietro Gori. Con-
1890, el Club Socialista Alemán Vorwiirts fundó el Comité Internacional
sideraban que los socialistas, que confiaban en la acción legislativa,
Obrero, que ese año celebró por primera vez el acto del 1o de mayo en
eran "reformistas" no revolucionarios, por lo que pensaban que su ac-
nuestro país con la presencia de unos dos mil trabajadores. Se fundan
tuación dentro del campo "burgués" del Congreso era una traición al
en esta época los periódicos El Perseguido y El Obrero, correspondien-
proletariado. Ellos optaban por la acción directa y por la huelga gene-
tes a dos tendencias obreras distintas. En 1894 el médico socialista
rat a la que consideraban el método más eficaz para lograr sus objeti-
Juan B. Justo produce el periódico La Vanguardia, comenzando a orga-
vos. Trataban de que los obreros se organizacen en sindicatos o gre-
nizar el Partido Socialista en Argentina. Con las características de los
mios, "para combatir con.éxito a la clase capitalista".
partidos políticos modernos, se aprobó en un congreso la declaración
Su lucha era internacional: sostenían que "las fronteras· que sepa-
de principios y el programa mínimo, y se eligió como primer secreta- ran a los pueblos no tienen razón de ser para los que no reconocen otra
392 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 393

patria que el mundo entero, para los que no ven en los hombres naci- se difundió entre los trabajadores argentinos a principios de este siglo.
dos en otros países, enemigos, sino hermanos" (Matsushita, 1986). Disidentes con los socialistas, pensaban que ;¡los sindicatos y no el
Las diferencias entre los grupos anarquistas, socialistas y sindica- partido político son el arma principal de la lucha proletaria". A dife-
listas retardaron la organización del movimiento obrero. rencia de los anarquistas, les parecía válida la acción política para lu-
Las élites dominantes consideraban al anarquismo más como una char por mejores condiciones de trabajo -presionando para conseguir
"lacra social" que como una ideología política. En Europa y en los Es- leyes laborales-, pero sólo como un medio, sin comprometer la actua-
tados Unidos, los anarquistas habían asesinado, mediante atentados, a ción de los sindicatos con la lucha parlamentaria ni ser condicionados
primeros mandatarios de varios países entre 1881 y 1901 (el zar de Ru- por los partidos políticos. Es decir que "los sindicalistas no confiaban
sia, el presidente francés, la emperatriz austríaca, el rey italiano y un tanto en el parlamento como los socialistas, pero tampoco aceptaban
presidente norteamericano); aquí los anarquistas habían hecho atenta- el antipoliticismo del anarquismo, asumiendo una postura intermedia
dos, fracasando en el intento contra algunos presidentes, pero logran- entre ambas tendencias" (Matsushita, 1986). Esta corriente quiso unir
do su objetivo contra el coronel Ramón Falcón (quien murió junto a su al movimiento obrero, tratando de atenuar la lucha entre anarquistas
secretario), quien había sido responsable de la represión en Buenos Ai- y socialistas para lograr conquistas entre todos. Con este objetivo se
res. celebró un congreso en 1907, pero los anarquistas lo hicieron fracasar.
Dos años más tarde, se logró congregar varias entidades autónomas
con la UGT, por lo que se pasó a denominar CORA (Confederación
4. Las primeras organizaciones sindicales Obrera Regional Argentziza), pero la mayoría de los anarquistas siguió
en la FORA. La fusión de ambas entidades se logró recién en 1914, ba-
A fines del siglo pasado, nuestro país tenía un limitado pero inci- jo este último nombre y con predominio sindicalista.
piente desarrollo industrial. Tal como estaba ocurriendo en Europa,
los trabajadores comenzaron a agremiarse para protegerse entre ellos,
defender los salarios y mejorar las condiciones de trabajo. La primera 5. La Ley de Residencia
entidad obrera en Buenos Aires fue la Sociedad Tipognfjica Bonaerense
(1857) que veinte años más tarde dio lugar a la Unión Tipogrtfjica. Ésta En 1902 se organizó la primera huelga general. La respuesta del go-
organizó en 1878 la primera huelga de repercusión en el país. bierno (que había empleado en numerosos casos la represión violenta)
Pronto surgieron otros gremios, que fundamentalmente eran de fue primero declarar el estado de sitio y luego legislar en contra de los
ayuda mutua, aunque a fines del siglo se multiplicaron las huelgas. inmigrantes que habían participado de la huelga. Por la Ley de Reszden-
Entre las asociaciones constituidas en la década del 80 estaban la cia el Poder Ejecutivo tenía la atribución de expulsar del país a los ex-
Llnión Obreros Panaderos, Sociedad de Obreros Molineros, Unión Oficiales tranjeros que perturbaran el orden público, y de impedir la entrada a
Yeseros, Sociedad Obreros Tapzceros, Sociedad de Mayorales y Cocheros de aquéllos que por sus antecedentes pudieran ponerlo en peligro.
Tranvías, Sociedad de Resistencia de Obreros Marmoleros, La Fraternzdad El diario La Prensa, en 1903, comentó la forma en que actuaba Roca
(conductores y foguistas ferroviarios). En la década siguiente comen- con respecto a los obreros, contradiciendo lo que afirmaba en sus dis-
zaron las tentativas de reunir los sindicatos en una central obrera, con cursos.
la Federación de Trabajadores de la Región Argentziza (1891); tanto éste co-
mo otros intentos tuvieron efímera duración. La Federación Obrera Ar- Afirma el Presidente en su mensaje que el Gobierno aplicó con la ma-
gentina (FOA) creada por los anarquistas en 1901, cambió su nombre yor moderación el estado de sitio y la ley de extrañamiento, cuando los
por el de FORA (le agregó la palabra "Regional") en 1904. Los socia- hechos que son de notoriedad pública deponen que esas medidas fue-
ron en sus manos instrumento de terror, que la policía esgrimió, en
listas fundaron la UGT ( Llnión General de Trabajadores), pero en 1906
cumplimiento de órdenes superiores, con la arbitrariedad ~ás extre-
fueron desplazados de la conducción por los sindicalistas.
mada; cuando se impidió en absoluto el ejercicio del recurso de habeas
Los sindkalistas constituyeron una tercera corriente ideológica que
394 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 395

cOJpus, garantía suprema de la libertad individuat y se sustrajo de la no también "toda asociación o reunión de personas que tenga por ob-
jurisdicción de los jueces establecidos por la Constitución a los que jeto la propagación de las doctrinas anarquistas o la preparación e ins-
eran objeto de las persecuciones gubernamentales; cuando se probó en tigación a cometer hechos reprimidos por las leyes de la N ación, y la
repetidas ocasiones que los expulsados eran hombres tranquilos y la- autoridad local procederá a la disolución de las que se hubiesen for-
boriosos, arraigados de largos años en el país, padres de hijos argenti- mado e impedirá sus reuniones". Asimismo, se establecía la pena de
nos, y a pesar de todo se les arrancó de sus hogares y se condenó a sus muerte para los delitos que hubiesen producido la muerte, graduán-
familias a la más espantosa miseria; cuando muchos de los que sufrie- dose el resto de las condenas a reclusión entre uno y veinte años de
ron los rigores de esa ley de excepción acreditaron, al llegar a los pun-
prisión (Salas,1996).
tos de destino, que habían sido víctimas de una negra injusticia, y sus
clamores provocaron en todos los países cultos un movimiento univer-
sal de protesta; y cuando la crueldad y las arbitrariedades llegaron a tal
extremo que los mismos órganos oficiales hubieron de reconocer que la
ley adolecía de defectos, que convenía corregir, para cohonestar de es- V. La expresión de la nueva sociedad
ta suerte el uso apasionado y violento que se había hecho de sus dispo-
siciones draconianas (citado por Panettieri, 1982). l. La pintura

Hacia fines del siglo XIX muchos de los artistas formados en Euro-
6. La Ley de Seguridad Social (1910) pa estaban de regreso en la Argentina. La tendencia de ese momento
era mostrar temas de historia, de género costumbrista, de crítica so-
La celebración del 1° de mayo de 1909 terminó en una masacre cial. Muchas son pinturas realizadas en Europa, donde se daba un rea-
(ocho obreros muertos y cientocinco heridos). Los trabajadores res- lismo atenuado, alejado del impresionismo.
pondieron inmediatamente con una huelga general de siete días, y en Entre estos artistas se encuentra Reina/do Giudici (1853-1921) de
noviembre un anarquista asesinó al encargado de la represión, coronel quien una de las telas más recordadas es La sopa de los pobres (1894,
Ramón L. Falcón. El gobierno, que estaba preparando los festejos pa- MNBA). Esta obra fue pintada en Venecia, y antes de regresar a Bue-
ra la gran conmemoración del Centenario de la Revolución de Mayo, nos Aires obtuvo varios premios en Europa. Representa a un grupo de
no quería complicaciones, por lo que declaró el estado de sitio y habi- personas de diversas edades compartiendo una humilde comida ga-
litó un buque de la Armada como prisión para activistas políticos. nada con el duro trabajo. L~ego Giudici se dedicó a temas históricos y
Alentó los atentados contra los periódicos de izquierda La Protesta gauchescos, y a paisajes de las sierras de Córdoba. En un momento de
(anarquista) y La Vanguardia (socialista), pese a que este último había crisis, con huelgas y anarquismo, en que los inmigrantes se concentra-
rechazado la violencia como método de lucha (Salas, 1996). ban en Buenos Aires y sus alrededores, era importante volver a temas
La CORA llamó a la huelga general para forzar la derogación de la heroicos para afirmar la nacionalidad y lograr que los inmigrantes y
Ley de Residencia. Esto no se logró. Por el contrario, con la excusa de sus hijos (ya eran el34% de la población) se identificaran con su nue-
una bomba que fue colocada en el Teatro Colón (que según algunas va patria. ·
versiones de la época, habría sido colocada por el oficialismo para jus- Eduardo Sívori (1847-1918); hijo de comerciantes, se inició tardía-
tificar las leyes represivas), se sancionó rápidamente la Ley de Segurz'- mente en la pintura. Luego del primer aprendizaje en Buenos Aires,
dad Social. Entre los proyectos presentados en el Congreso, algunos viajó a París en donde residió durante ocho años. Allí pintó Le lever de
proponían que ntoda persona que profese ideas avanzadas en materia la bonne (El despertar de la criada, 1887, MNBA), donde una mujer
de organización social y anarquistas, sindicalistas" debían registrarse desnuda está retratada de forma naturalista, sin estilización, sentada
en la Policía; si no lo hacían, podían ser desterrados o ir prisioneros sobre la cama y comenzando a vestirse. Sívori donó esta tela a la So-
entre diez y veinte años. La Ley de Seguridad Social que se aprobó, ciedad Estímulo de Bellas Artes, pero no pudo ser exhibida pública-
más "moderada", no sólo prohibía la entrada de anarquistas al país si- mente para no provocar escándalo.
402 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 403

se ridiculiza el personaje y el acento del italiano (que habla el cocoli- VI. Desarrollo y crisis de la política oligárquica
clze), del español y del turco.
Carlos Mauricio Paclteco (1881-1924) introducirá en su sainete Los l. Presidencia de Carlos Pellegrini
disji-azados el personaje patético, el anti-héroe que deberá usar una
máscara para sobrevivir. Dará un paso hacia el grotesco, en cuyo gé- A fin de asegurarse la estabilidad de su gobierno, Carlos Pellegrini
nero se destacará Armando Discépolo (1887-1971). Él tomará estos mis- integró su gabinete con conocidas figuras de distinta extracción: el ex
mos personajes del sainete pero con una función trágica. Estos inmi- presidente Julio A. Roca (PAN), Levalle (el general que derrotó a la re-
grantes viven situaciones dramáticas en sus miserables entornos, en volución radical), José María Gutiérrez y Eduardo Costa (dos viejos
su lucha por sobrevivir, y también surgen conflictos generacionales mitristas), y el anciano historiador y economista Vicente Fidel López,
con los descendientes que buscan integrarse a una clase media na- cuyo hijo estuvo en la revolución. Para mostrar su buena voluntad ha-
ciente. cia la Unión Cívica, el Congreso aprobó el proyecto de ley de amnistía
Discépolo escribe su primera obra en 1910, Entre ellzierro, que es- para los revolucionarios presos presentado por Dardo Rocha.
trena Pablo Podestá. Hasta 1934 estrenará casi una obra por año, al- A fin de superar la crisis económica y pagar la deuda externa, Pe-
gunas en colaboración con su hermano Enrique Santos y con Rafael J. llegrini reunió a comerciantes, banqueros y estancieros y les solicitó
de Rosa. Entre sus obras más conocidas están los sainetes Mustojá y un empréstito interno, para devolver a corto plazo:
Babzlonia y los grotescos Mateo/ El organito/ Stifano y Relojero. Después
Necesitamos de ocho a diez millones de pesos para pagar en Londres
de 1934 se dedicó a la dirección escénica. Ausente durante años de las el 15 del corriente mes, es decir, de aquí a nueve días, el servicio de la
carteleras porteñas, se revalorizó su obra en las décadas del 70 y 80 deuda exterior y la garantía de los ferrocarriles: en el Banco Nacional
debido a nuevos intereses sociales y nuevas concepciones estéticas. no· tenemos nada; si no pagamos seremos inscriptos en el libro negro
de las naciones insolventes. Sólo la ayuda de todos los que están en
condiciones de hacerlo puede salvarnos: ¡reclamo de Uds. esta ayuda
7. El nacimiento del cine en nombre de la patria! Se trata de una contribución inmediata y reser-
vada, porque si divulgamos lo que pasa, agravaríamos con elpánico,
En 1896 se proyectaron en el Teatro Odeón de Buenos Aires las pri- hasta hacerlo incurable, el mismo mal que tratamos de remediar.[ ... ] El
resultado de la suscripción me dirá cuál es la confianza que inspiro y
meras películas de los hermanos Lumiere. El negocio del cine estaba
determinará mi aceptación o renuncia del gobierno (citado por
a cargo de comerciantes extranjeros quienes en 1897 proyectaron La Brailovsky, 1996).
bandera argentina, la primera película hecha en nuestro país. Durante
un decenio se filmaron actualidades tales como visitas oficiales, festi- Brailovsky supone que esta suscripción debe haber resultado un
vidades y tomas de paisajes. negocio redondo para quienes participaron en la misma, porque no
El cine con argumento comenzó con El fusilamiento de Don-ego en fueron publicadas las condiciones en que los particulares hacían este
1908, hecho al estilo de los dramas históricos que venían de Francia e préstamo al Estado, y porque logró convencer "en media hora" a los
Italia. El éxito de esta película mostró las posibilidades comerciales magnates, recaudando mucho más de lo solicitado.
del cine y se instaló el primer estudio. Para no gastar dinero hasta superar la crisis, se suspendieron las
La primera guerra mundial (1914-1918) trajo aparejada la menor obras públicas, como las del puerto de Buenos Aires, la apertura de
entrada de la producción cinematográfica europea, con lo cual hubo Avenida de Mayo, los edificios del Congreso y del Correo, y la exten-
más demanda del mercado argentino. Nobleza gaucha (1915), tomada sión de líneas ferroviarias (Panettieri, 1986).
de un episodio del Martín Fierro, tuvo buenas ganancias y alentó la Entre las medidas positivas adoptadas estuvo la fundación del Ban-
incipiente industria. co de la Nación Argenttíza, que resultó estatal y no privado porque en
medio de la crisis no hubo financistas argentinos ni extranjeros que
404 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 405

quisieran poner capital. Creó la Caja de Conversión para regular la ri- concurre Hipólito Yrigoyen, aclarando que va a título personal, sin re-
queza pública. Rescindió el contrato de obras públicas, que había fir- presentar a su partido), pero no se ponen de acuerdo. Yrigoyen mani-
mado Juárez Celman de forma poco conveniente para el erario nacio- festó que la reunión no tenía sentido y que lo único que debía hacer el
nal, así como también canceló las concesiones ferroviarias cuyos con- gobierno era garantizar la libertad electoral.
cesionarios no habían cumplido con algunas cláusulas del contrato. Surgió en ese momento el Partido Modernista con algunos ex auto-
También sacó de la venta las tierras públicas de la Patagonia. Por su nomistas, varios de ellos antiguos juaristas; su líder era Roque Sáenz
actuación en la presidencia, a Pellegrini (apodado u el Gringo" por ser Peña. A los dirigentes del PAN no les gustó esto, y Roca negoció con
hijo de un italiano) se lo apodó u piloto de tormentas". el padre de Roque, Luis Sáenz Peña, para que éste se presentase como
candidato de la conciliación (acuerdo Roca-Pellegrini-Mitre). Al acep-
tar, su hijo renunció a su propia postulación. A fin de asegurar el re-
2. Las maniobras de Roca y la Unión Cívica Radical sultado de las elecciones, y acusando a los radicales de conspirar en
contra del gobierno, Pellegrini impone el estado de sitio, manda dete-
La Unión Cívica había surgido en oposición a Juárez Celman, al- ner a todos los jefes radicales (menos a Yrigoyen), junto con los mili-
bergando en su seno a distintos sectores, entre ellos al conciliador mi- tares sospechosos de conspiración, y clausura periódicos y revistas sa-
trismo. Leandro N. Alem quería diferenciar el accionar de este nuevo tíricas. Así las cosas, el radicalismo se abstiene y triunfa la fórmula del
partido político de la política de los antiguos clubes, y evitar al mismo acuerdo, Luis Sáenz Peña-José Evaristo Uriburu.
tiempo los manejos de Roca. Por ello sugirió que se reuniera una Con-
vención Nacional en Rosario para designar a los futuros candidatos
para las elecciones presidenciales de 1892. La fórmula votada de este 3. La débil presidencia de Luis Sáenz Peña
modo fue Bartolomé Mitre-Bernardo de Irigoyen.
Como tenían posibilidades de· triunfar, y Roca quería evitar una Luis Sáenz Peña asumió en 1892 sin un partido político que lo res-
ruptura en la oligarquía que favoreciera justamente esa victoria, tuvo paldara, fruto de un acuerdo entre notables. Como presidente real-
wi.a reunión con Mitre donde le manifestó que el roquismo estaba de mente no tuvo poder, y es por eso que existió durante su gobierno una
acuerdo con su candidatura, pero no aceptaban la de Bernardo de Iri- figura similar a la de un primer ministro, encargado de la formación
goyen; el autonomismo proponía, en cambio, a José Evaristo Uriburú. del gabinete. Pero ni siquiera esta figura tuvo estabilidad: Quintana
El sector liderado por Alem se opuso al acuerdo concertado por el ocupó el cargo en dos oportunidades, Miguel Cané apenas unos días,
mi trismo. En junio de 1891 se hicieron dos reuniones paralelas, que se- y quien más se destacó en esa función fue Aristóbulo del Valle. Ha-
llaron la división de la Unión Cívica: biendo participado en la Revolución del90, Pellegrini supuso que es-
te personaje moderado de la oposición tendría el apoyo de cívicos y
• El mitrismo, que al aceptar el acuerdo conformó la Unión Cívica radicales. Del Valle solicitó la colaboración de ambos grupos, pero los
Nacional y proclamó la fórmula a Mitre-Uriburu. Se los denominó radicales se negaron a formar parte del gabinete, por querer acceder al
u cívicos". poder sólo a través de elecciones limpias (o de una urevolución", si lo
• La intransigencia, no acuerdista, dio origen a la Unión Cívica Radi- anterior no era posible).
cal; y eligió como candidatos a Bernardo de Irigoyen y Juan M. Ga- La situación del país era inestable, plagada de rebeliones provincia-
rra. Sus partidarios fueron apodados u radicales". les. Cuando, en julio de 1893 Leandro Alem fue electo senador por Ca-
pital Federal, el radicalismo supuso que ahora tendría la suficiente
Al haber dos fórmulas, iba a existir lucha electoral entre partidos, fuerza como para triunfar en una revolución.
que era lo que Roca quería evitar. Sin contar con el apoyo de muchos Las sublevaciones radicales empezaron en distintos puntos, triun-
autonomistas e incluso de algunos mitristas, Mitre renuncia a su can- fando en San Luis y en Santa Fe (tras una cruenta lucha, con cien
didatura. Pellegrini hace una reunión de notables en su casa (a la que muertos y muchos más heridos); en Buenos Aires, la situación fue más
406 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880-1916) 407

complicada, y Del Valle logró neutralizarla. provincia de Buenos Aires. Hay que tener en cuenta que dos grandes
Los revolucionarios tomaron preso a Pellegrini, pero Yrigoyen or- figuras (Del Valle y Alem) habían muerto en 1896. Gran parte de los
denó liberarlo. Los radicales le propusieron a Del Valle formar parte radicales estuvo de acuerdo con las paralelas (especialmente el mode-
del golpe, nombrándolo como presidente del nuevo gobierno, pero rado Bernardo de Irigoyen, llamado coalicionista), pero Hipólito Yri-
Del Valle no aceptó: uNo doy el golpe de Estado porque soy un hom- goyen se opuso. Debido a la intransigencia de muchos radicales y a
bre de Estado" (Floria y García Belsw1Se,1971). Sin embargo, debió re- los manejos de Pellegrini, la política de las paralelas fracasó: con el
nunciar a su ministerio Qunto con los demás miembros del gabinete) acuerdo de Pellegrini, Bernardo de Irigoyen fue elegido gobernador
por la oposición de Pellegrini y de Sáenz Peña. de la provincia de Buenos Aires, pese a que no tenía mayoría propia
Quintana asumió la función, y se encargó de la represión, impo- (habían ganado los cívicos).
niendo nuevamente estado de sitio, interviniendo las provincias su- La Unión Cívica Radical había dejado de existir, pero sus adeptos
blevadas y venciendo las nuevas insurrecciones radicales en Santa Fe continuaban nucleados en torno a Hipólito Yrigoyen, quien se encar-
y Tucumán (producidas en septiembre). Cuando hubo elecciones los gó de reorganizar el radicalismo constituyendo el Comité Nacional
radicales triunfaron en Catamarca y Buenos Aires (1893 y 1894), pero en 1904 y preparando la revolución de 1905.
no pudieron asumir al ser anuladas en el primer caso, y hecho un Gracias a sus maniobras, Julio A. Roca fue elegido sin problemas
acuerdo en el Colegio Electoral (elecciones indirectas) en el segundo. para una segunda presidencia, teniendo como vicepresidente a Quir-
Tras esto, el radicalismo vuelve a la conspiración. Cuando se proyecta no Costa. Te1úa mayoría propia en el Congreso: de 120 diputados, 80
en el Congreso la ley de amnistía para los radicales presos, ~áenz Pe- eran del PAN.
ña renw1cia porque no acepta amnistiar a los revolucionarios.
El conflicto con Chile no se había solucionado con el acuerdo firma-
El vicepresidente José Evaristo Uriburu asume la presidencia hasta
do en 1881, que el gobierno chileno había aceptado presionado por la
completar el mandato (1898). Durante su período, se realiza el Segun-
Guerra del Pacifico o Salitrera que estaba llevando contra Bolivia y Pe-
do Censo Nacional (1895), donde se vio que la población se había dupli-
rú.3 Las diferencias por la Puna de Atacama habían sido resueltas du-
cado desde la realización del primero, constituyendo los inmigrantes
rante el gobierno de Luis Sáenz Peña, dividiéndose el territorio de
casi w1 tercio del total de los habitantes. Con esos datos, se reforma la
Atacama por los más altos puntos de la cordillera. 4 Pero con respecto
Constitución (1898) para modificar la base de habitantes por diputado
a la delimitación del sur, donde se había acordado que la frontera pa-
(33.000 y fracción mayor de 16.500), y darle elasticidad a esta propor-
ción de acuerdo a futuros censos. saría por í/las altas cumbres que dividan aguas", la divisoria de aguas
no coincidía con las altas cumbres al sur del paralelo 40°. Los argen-
tinos tomaban como base a las vertientes que cayeran de las altas
4. El conflicto con Chile y la segunda presidencia de Roca cumbres, y los chilenos a la divisoria de aguas, quedando en disputa
94.000 km2 • Durante la presidencia de Uriburu se resolvió que la rei-
La nueva elección presidencial estuvo atravesada por el conflicto na de Inglaterra arbitraría si los peritos Francisco P. Moreno (argenti-
con Chile, que Roca supo aprovechar a su favor para ser nominado no) y Diego Barros Arana (chileno) no llegaban a entenderse. Mien-
candidato del PAN. En 1898los postulantes de este partido eran Ro- tras tanto, comenzaba la carrera armamentista entre Chile y Argenti-
ca y Pellegrini, pero debido a la posible guerra, y con la gran habili- na. En nuestro país se procedió a modernizar el ejército creando la Es-
dad de Roca para dirigirla y 1o negociar las condiciones de paz, Pelle- cuela Superior de Guerra que contaba con asesores alemanes (1899), de
grini le cedió el lugar. modo que numerosos oficiales viajaron a Alemania para perfeccio-
Mitre no estaba de acuerdo con una segunda presidencia de Roca, narse. En 1901 el Congreso sancionaba la Ley Orgánica del Ejército
y propuso a través del diario La Nación una "acción paralela" de la que imponía el servicio militar obligatorio o conscripción.
oposición, mediante el acuerdo entre cívicos y radicales. Esto fue cono- El presidente chileno Errazuriz era pacifista, aunque estaba pre-
cido como la política de las paralelas: los radicales impondrían su can- sionado por un importante sector belicista. Para forzar un acuerdo,
didato a presidente (Bernardo de Irigoyen) y los cívicos el suyo en la Roca le propuso un encuentro en el sur al que concurrieron ambos
410 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880·1916) 411

alguien se levanta en ese momento y pregunta: ¿y de qué manera se va micios honorables. "Si el gobierno nos da garantías concurriremos a
a realizar ese programa? ¿Es acaso cobijando todas las oligarquías y las urnas."
aprobando todos los fraudes y todas las violencias?, ¿es acaso arrebatan- Enfermo de cáncer, Sáenz Peña debió delegar el mando en nume-
do al pueblo sus derechos y cerrando las puertas de toda reclamación? rosas oportunidades en su vicepresidente, hasta que murió en 1914.
Sin embargo, su obra más trascendental, llevada adelante a través de
Pero Pellegrini murió al mes siguiente, repentinamente (julio de tres proyectos de ley, fue concretada en febrero de 1912, con la promul-
1906). Ese año también murieron otros notables: Mitre en enero, Quin- gación de la Ley 8.871 de voto universal, secreto y obligatorio, conoci-
tana en marzo, Bernardo de Irigoyen en diciembre. Esto fue aprove- da como Ley Sáenz Peíia.
chado por Roca para perjudicar al Presidente: el accionar de los legis- La última ley electoral aprobada había sido la de 1903, por la cual
ladores roquistas en contra del Poder Ejecutivo inmovilizó el Congre- se había estable~ido que podía ser elector todo argentino mayor de 18
so. No daban quórum5 ni aprobaban el presupuesto. Figueroa Alcorta años de edad o ciudadano naturalizado que no tuviese incapacidades
optó por clausurar las sesiones extraordinarias; al negarse a hacerlo legales y estuviera inscripto en el Registro Cívico Nacional. Se imple-
los legisladores, intervino con el jefe de policía (Ramón Falcón) cerran- mentaba de este modo un padrón permanente, que se actualizaría ca-
do el Congreso. Los gobernadores de las provincias, temiendo tam- da cinco años. Se le entregaba al sufragante una libreta con varias ho-
bién la intervención, optaron por obedecer al Presidente, quien ahora jas en blanco, que era obligatoria para el desempeño de empleos pú-
sí tenía n1ayoría (1908). Figueroa Alcorta se abocó así a preparar los ac- blicos. En cuanto a los distritos electorales, proclamaba el sistema uní-
tos por el Centenario de la Revolución de Mayo, programado desde nominal: se dividía el territorio en tantas circunscripciones como can-
que asumió el poder. Quería mostrar al mundo que Buenos Aires era didatos a diputados hubiese, votándose de este modo sólo uno por cir-
la "París de Sudamérica" invitando a distintas autoridades a los feste- cunscripción. Éste fue el sistema por el cual Alfredo Palacios salió ele-
jos (concurrió sólo la Infanta Isabel de Barbón, tía del rey español Al- gido diputado por La Boca. Sin embargo, tuvo poca duración, cam-
fonso XITI) y a numerosas personalidades de las artes, ciencias y letras, biándose tras tres elecciones nuevamente por el sistema de pluralidad
realizando distintas exposiciones y ceremonias durante el año, ubican- de sufragios (cada distrito presentaba la lista completa de diputados,
do monumentos en distintos puntos del país y modernizando la ciu- y ganaba la lista que obtuviera mayor cantidad de votos).
dad de Buenos Aires. Para tener tranquilidad con respecto a la oposi- La Ley Sáenz Peña buscó perfeccionar este sistema. Por un lado, el
ción de los anarquistas y sindicalistas, optó por una represión brutal y padrón electoral se confeccionaría sobre la base del registro militar
un estado de sitio que duró cinco meses. Sin embargo, la iluminación (votaban sólo los varones). Por otro, el Poder Judicial Federal era el
de los edificios públicos sólo fue parcial, ya que fue saboteada por los que debía organizar y supervisar las elecciones. El sistema elegido fue
trabajadores eléctricos (Salas, 1996). de lista incompleta, mediante el cual se le daba un tercio de las bancas
a la minoría, siempre que hubiera tenido al menos un 25% de los vo-
tos. Es decir, ya la lista que obtenía el primer lugar no tenía todos car-
6. La Ley Sáenz Peña gos, sino que se admitía en parte al partido que salía segundo. Y, para
"crear al sufragante", ya que el pueblo, acostumbrado a que su volun-
El candidato de los notables triunfó sin oposición: los radicales pro- tad no era decisoria, no concurría a votar, se impuso el voto obligato-
clamaron la abstención electoral. Roque Sáenz Peña asumió el 12 de rio. El voto optativo o voluntario favorece a las oligarquías, ya que los
octubre de 1910, con Victorino de la Plaza como vicepresidente. Le ha- partidos con considerables medios económicos pueden movilizar ma-
bía propuesto a Yrigoyen integrar su gabinete con dos ministros radi- yor cantidad de votantes, haciéndolo sólo con los que son adeptos.
cales, pero él no aceptó, diciendo que no buscaba ministerios s.ino co- Esta ley se hizo pensando en que de este modo el radicalismo, ob-
teniendo la minoría, integraría el gobierno y dejaría de molestar con
4. Mayoría absoluta (la mitad más tmo) del total de los miembros de las cámaras, reque-
revoluciones. Cuando Sáenz Peña dijo "Quiera [mi país] votar", nun-
ridos para poder sesionar. ca pensó que sus opositores ganarían las elecciones.
412 Historia argentina: una mirada crítica La Argentina oligárquica (1880·1916) 413

7. El grito de Al corta Al morir Roque Sáenz Peña, lo sucede su vicepresidente Victorino


de la Plaza. El país disfrutaba de una situación próspera, y el descu-
La situación de los campesinos reflejaba el problema de la desi- brimiento de yacimientos petrolíferos en Comodoro Rivadavia augu-
gualdad en la tenencia de la tierra. Si bien hemos visto que gran parte raba una buena explotación del producto. De la Plaza se preocupó por
de los agricultores eran inmigrantes o hijos de inmigrantes, la mayo- los asuntos económicos y financieros, y fue visto por la opinión públi-
ría no era propietaria: cultivaban mediante el sistema de arrendamien- ca como uun conservador resignado a llevar adelante una política re-
to o de aparcería (entregaban al dueño una proporción, a veces mayor formista que no compartía". Insistió en la necesidad de "reconstruir
del 50 °/o de lo producido) que era sumamente inestable. Los arrenda- los partidos tradicionales" a fin de contribuir a la "estabilidad de las
mientos eran por plazos cortos, y había monopolistas que acopiaban instituciones", cumpliendo el deseo de Pellegrini y de Sáenz Peña de
granos, manteniendo los precios de compra bajos para ganar con la di- permitir elecciones limpias, "satisfaciendo así una ansiada aspiración
ferencia. Menos de seiscientos propietarios poseían casi un quinto de nacional" (Floria y García Belsunce, 1971). La muerte de Roca en octu-
la extensión total de la tierra, y sólo el31 %de las fincas eran cultiva- bre de 1914 termina de marcar el final de una época.
das por sus dueños (Rock, 1991b). Muchos de los colonos no tenían si-
quiera un contrato que los protegiera de la arbitrariedad de los propie-
tarios.
La situación de los agricultores se agravó cuando en 1911 hubo una
pésima cosecha. En 1912, aunque la cosecha fue exitosa, los precios ba-
jaron y no pudieron enfrentar las deudas atrasadas. Por ello unos 2.000
colonos de Alcorta, provincia de Santa Fe, se unieron para solicitar li-
bertad para trillar y desgranar, contratos de arrendamiento de cuatro
años como mínimo y reducción del porcentaje del terrateniente al 25
%de la cosecha. El movimiento se extendió por el sur de Santa Fe,
Córdoba, norte de Buenos Aires, Entre Ríos y La Pampa. El radicalis-
mo progresista de Santa Fe formó una comisión mediadora represen-
tando al gobierno, y logró contratos como mínimo de tres años y el
arrendamiento por el 30% de la cosecha (Cavilliotti, CEAL). Es por
ello que el radicalismo tuvo muchos votos en la región cerealera, y en
1912la UCR le gana a Lisandro de la Torre, de la Liga del Sur, DelaTo-
rre era un ex radical escindido en 1897, que tenía arraigo en los comer-
ciantes de Rosario y en los colonos del sur de la provincia de Santa Fe.

8. El ocaso del régimen

La aplicación de la Ley Sáenz Peña hizo que los radicales abando-


naran la abstención, pese a las reticencias de Yrigoyen. Tuvieron éxito
resonante en varios lugares (aunque también fracasos), y el ver que
era posible ganar hizo aumentar el caudal de adherentes. El levanta-
miento de la abstención los favoreció, porque hubo quienes se alejaron
del radicalismo por su constante abstencionismo.
5
El siglo XX: la sociedad contemporánea
(1914-1991)

5.1 El mundo en crisis (1914-1945)

5.1.1. 1914: continuidades, rupturas y significados

¿El año 1914 puede ser considerado un punto de inflexión en la historia? En


rigor, muchos de los elementos que caracterizan al siglo XX, se originaron en
el medio siglo que va desde la gran depresión a la guerra mundial: los mo-
dernos partidos políticos, los sindicatos obreros, los sistemas de tipo repre-
sentativo, la internacionalización de la economía, concepciones de la socie-
dad, el cine, el psicoanálisis, el automóvil, etc. Muchos elementos parecen
indicar más continuidades que rupturas. De un modo u otro, 1914 fue con-
siderado un punto de inflexión por sus propios contemporáneos. Para la ma-
yor parte de los europeos de la época, 1914 significaba el fin de una era. La
pregunta entonces es ¿por qué los contemporáneos vivieron así esta fe-
cha?, ¿cuáles son las razones de ese significado?
Hacia 1914, nos encontramos con un mundo (sobre todo en las áreas
geográficas que interesan para nuestro análisis, Europa y Estados Unidos)
densamente poblado. La población europea, por ejemplo, había ascendido
de 200 millones en 1800, a 430 millones en 1900. Y esto sin tener en
cuenta los movimientos migratorios que habían trasladado europeos a Amé-
rica y Australia. Era un mundo cada vez más integrado por el movimiento de
personas, de bienes, de capitales, de servicios y de ideas. Movimientos que
se vieron favorecidos por la transformación de las comunicaciones: el ferro-
carril, los barcos a vapor, el automóvil, y fundamentalmente, el teléfono y el
telégrafo, elementos básicos para la comunicación de masas. Y esta inte-
gración estaba dada por la expansión del capitalismo que, ya nadie dudaba,
se había transformado en un sistema mundial.
Era un mundo integrado pero a la vez dividido en sociedades “avanza-
das” y “atrasadas”, en regiones económicamente ricas y pobres, en países
política y militarmente fuertes y débiles. Este panorama de integración y di-
ferenciación, que estuvo ya claramente esbozado antes de 1914, se acen-
tuó en forma notable durante el siglo XX. La relación de la renta per capita,
por ejemplo, entre países “desarrollados” y “subdesarrollados” fue, en
1880, de 1 a 2; en 1913, de 1 a 3; en 1950 de 1 a 5, y en 1970, de 1 a 7.
En síntesis, las diferencias se hicieron cada vez más notable.
Esta diferenciación es económica pero también política. El desarrollo tec-
nológico, por ejemplo, en los países avanzados no tiene sólo implicancias
económicas, sino también militares. Cuando Napoléon invadió Egipto, fran-
ceses y mamelucos se enfrentaron con equipos militares más o menos se-

299
Universidad Virtual de Quilmes

mejantes. Pero esta relación de fuerza fue transformada con la industrializa-


ción: para los países “avanzados” fue cada vez más fácil conquistar a un
país “atrasado”. Incluso, después de 1914, la relación entre los países
avanzados quedó expresada en términos militares y de capacidad bélica en
una tendencia que llegó hasta el desarrollo de la tecnología nuclear: el mun-
do se dividió en áreas que se reconocían en términos de misiles, de acuer-
do con su capacidad destructiva. De esta manera se enfrentaron Estados
Unidos y la Unión Soviética, hasta alcanzar niveles como el proyecto de la
Guerra de las Galaxias durante el gobierno de Ronald Reagan.
En 1914 ya era muy claro que existían países avanzados y países atrasa-
dos, sólo que sus límites no estaban claramente establecidos. Muchas zo-
nas de Europa todavía estaban afuera del límite del desarrollo capitalista.
Rusia por ejemplo, era un país “atrasado”, área además de inversión impe-
rialista para los capitales franceses. Su desarrollo era incomparablemente
inferior al de los Estados Unidos que en 1914 tenía un ritmo de industriali-
zación que permitía prever su futuro de gran potencia. Sin embargo, ningún
contemporáneo culto dudaba de que Rusia (o por lo menos la intelectuali-
dad rusa) constituía uno de los más poderosos bastiones de la cultura euro-
pea. Eran nombres de las postrimerías del siglo XIX y de comienzos del siglo
XX, Dostoievsky, Tchaicovsky, Tolstoi, Borodin, Chejov, Rimski-Korsakov, etc.
Eran además nombres incomparables con los pocos que podían proporcio-
nar los Estados Unidos: el escritor Mark Twain y el poeta Walt Whitman. In-
cluso, el novelista estadounidense Henry James (que muere en 1916), se
había radicado en Gran Bretaña en búsqueda de un clima intelectual más fa-
vorable para la creación literaria. En síntesis, para cualquier europeo culto,
Estados Unidos era sinónimo de salvajismo mientras que Rusia era un rele-
vante centro intelectual. Indudablemente, los límites se clarificaron en los
años siguientes.
El mundo “avanzado” se caracterizaba por una serie de procesos que co-
menzaron antes de 1914 y que se intensificaron a lo largo del siglo XX. En
primer lugar, el crecimiento de las ciudades, procesos de urbanización liga-
dos a la industrialización, a la transformación de las estructuras agrícolas, a
la mayor complejidad de los servicios y de la administración privada y esta-
tal. En segundo lugar, el desarrollo de modelos de instituciones deseables:
un país debía constar de un Estado territorial homogéneo y soberano e inte-
grado por “ciudadanos”, es decir, individuos con derechos legales y políti-
cos. En rigor, estas dos cuestiones se vinculaban con la irrupción de las ma-
sas, fenómeno que se dio desde las postrimerías del siglo XIX y que
caracterizó al desarrollo de todo el siglo XX. Por un lado, las ciudades eran
cada vez más conglomerados de individuos, donde se visualizaba con mayor
nitidez la presencia de la gente “común”; por otro lado, todo el mundo occi-
dental (incluyendo a Rusia, desde 1905) avanzaba hacia un sistema político
basado en un electorado cada vez más amplio, dominado por el peso de esa
misma gente “común”.
Esta irrupción de las masas tuvo como corolario la movilización política
de las masas, fundamentalmente en épocas eleccionarias. Esta moviliza-
ción implicó el desarrollo de partidos y organizaciones de masas, políticas
de propaganda y desarrollo de medios de comunicación masivos. La prensa
“popular”, en los años previos al año 914, alcanzó una importancia funda-
mental para los políticos que debían dirigirse a electorados cada vez más
masivos.

300
Historia Social General

¿Quiénes integraban esta gente “común” o esta masa? Por un lado, la


clase obrera; pero sobre todo los hombres y mujeres integrantes de una
nueva clase media de “cuello blanco” (empleados de la administración pú-
blica y privada, por ejemplo) que procuraban diferenciarse de la clase obrera
(de la que frecuentemente habían salido) a través de la educación, de for-
mas de vestirse y de vida diferentes. Y no sólo aspiraban a diferenciarse de
la clase obrera sino que también aspiraban a ascender socialmente a los
estratos superiores (ascenso que logran algunos a través de la educación
universitaria, por ejemplo). Pero muchos, la mayoría, se sentían entrampa-
dos entre los ricos y los obreros y defendieron sus posiciones a través de
distintas manifestaciones ideológicas, que, como veremos integraban ele-
mentos como la xenofobia y el antisemitismo. El caso Dreyfus (1994-1906) Ver Unidad 4.
constituye en este sentido un ejemplo significativo.
Los sectores dirigentes no tenían problemas en ampliar los marcos de la
participación en tanto pudieran mantener los controles. En este sentido, la
gente pequeña se transformó en la base de sus operaciones, la destinataria
de un discurso demagógico que apelaba a sus principales temores. Más
problemática era la inclusión en el sistema político del socialismo y del mo-
vimiento obrero. Ya desde fines del siglo XIX y comienzos del XX, se diseña-
ron entonces dos tipos de estrategias: en primer lugar, la incorporación de
los sectores más moderados al sistema parlamentario, lo que provocó el
aislamiento de las minorías más radicalizadas que aspiraban a una salida
revolucionaria; en segundo lugar, ante la convicción de que cuanto menos
fueran los descontentos, menores serían los problemas: una salida fue el
desarrollo de programas de asistencia social, que se alejaban del liberalis-
mo clásico y preanunciaban algunas políticas del Estado de Bienestar. Hacia
comienzos de siglo, el triunfo de este sistema de participación política am-
pliada llevó cada vez más a identificar la democracia con la estabilidad eco-
nómica del capitalismo.
La irrupción de las masas era también signo de que los viejos mecanis-
mos de subordinación social habían dejado de existir. Las antiguas lealta-
des campesinas, las relaciones personalizadas de la aldea o aún de la fábri-
ca desaparecían y eran cada vez más reemplazadas por la imagen de una
abstracta subordinación de hombres (las mujeres carecían de derechos polí-
ticos) supuestamente iguales frente al Estado. El problema era entonces có-
mo asegurar la lealtad de los ciudadanos al Estado o, dicho de otra manera,
HOBSBAWM, ERIC J.
como construir la legitimidad del Estado. Y esto se vincula, como dice Hobs-
(1983), “Introduc-
bawm, con la “invención de las tradiciones”, tion: Inventing Traditions”,
“tradiciones” difundidas por el Estado, a través de circuitos instituciona- HOBSBAWM, ERIC J. and
les, como por ejemplo, las escuelas. Es importante recordar que una tradi- RANGER, TERENCE (ed.):
The Invention of Tradition,
ción, si bien hace alusión al pasado, no es un trozo inherte de ese pasado, Cambridge-New York,
sino una selección intencional que hace referencia al presente. En síntesis, Cambridge University
toda tradición tiene fundamentalmente un significado contemporáneo. Estas Press, pp. 1-14.
“tradiciones” se expresaron en la creación de símbolos y ritos que configura-
ron el cuerpo de la nación. Los años previos a la guerra (1890-1914) fue el
período de auge de la creación de símbolos patrios o de apropiación o de in-
corporación de símbolos: fue el caso, por ejemplo, de la Marsellesa, que de
himno jacobino o “rojo” se transformó en el himno nacional de Francia (lo
que a su vez llevó a que el movimiento obrero tuviera que crear un contra-sím-
bolo, la célebre marcha “La Internacional”). Pero el “patriotismo” también se Ver Unidad 4.
confundió con un nacionalismo que sufrió profundas transformaciones.

301
Universidad Virtual de Quilmes

ANDERSON, BENE- Un nacionalismo con prejuicios raciales prendió en amplios sectores de


DICT (1993) Comu- las masas, antes y después de la Gran Guerra. El prejuicio racial permitía a
nidades imaginadas. Refle-
xiones sobre el origen y la la gente común, a los pequeños que aspiraban al ascenso social, participar
difusión del nacionalismo, de una ilusoria superioridad y, de este modo, canalizar resentimientos. Di-
México, Fondo de Cultura cho de otra manera, permitía compensar la inferioridad social con la ilusión
Económica. de la superioridad racial. El antisemitismo además no sólo permitía esta
compensación, sino que también podía exculpar de males al capitalismo. Al
estar dirigido fundamentalmente hacia los banqueros y empresarios, a quie-
nes se identificaba con los prejuicios que el capitalismo infligía la gente co-
mún, era fácil desplazar las responsabilidades.
La xenofobia y el nacionalismo afloraron en sus peores expresiones a co-
mienzos de la guerra. A pesar de que la Internacional, e incluso el Papado,
recomendaron la neutralidad y la pacificación, los europeos marcharon con
fervor patriótico a la guerra. Los estados pudieron probar la lealtad de los
ciudadanos con una guerra que permitió construir la imagen de un “noso-
tros” víctima de una agresión, frente a un “otro” que representa una amena-
za mortal para los valores que encarna el “nosotros”.
Pese a las permanencias, los contemporáneos percibieron el estallido de
la guerra, y los años subsiguientes, como una ruptura. ¿Por qué? Porque las
burguesías habían vivido durante la última década del siglo XIX anunciando
un cataclismo, la guerra o la revolución. Y durante esos años se cumplieron
sus peores pesadillas: estalló la Gran Guerra y en Rusia se impuso la revo-
lución bolchevique.
¿Por qué las burguesías habían esperado un cataclismo? Pese a la ex-
pansión económica que Europa vivía desde de 1890, la burguesía habían vi-
vido su situación como algo cada vez más incierto. En primer lugar, había si-
do desplazada de la influencia política por el ascenso de las masas. Excepto
un grupo que se constituyó en “grupo dirigente” o “clase política”, la burgue-
sía había dejado de pesar políticamente en un mundo que debía contar con
Ver Unidad 4. el apoyo de las mayorías. De allí, su abandono del liberalismo y su refugio
en el conservadurismo. Pero en segundo lugar, el propio status de la burgue-
sía estaba puesto en duda en una sociedad donde el ascenso social y la de-
saparición de las antiguas jerarquías tornaban a las diferencias de clase en
algo cada vez más borroso. La sociedad de 1914 era una sociedad que le
costaba reconocerse. La misma sociología de comienzos de siglo expresa
esta visión con sus interminables debates sobre clases y status social, con
el tácito objetivo de reclasificar a la sociedad.
Por un lado, los límites entre burguesía y aristocracia eran cada vez
más difusos: la burguesía no desdeñaba los títulos de nobleza y el dinero
era un criterio de aristocracia que opacaba los viejos criterios de naci-
miento y la herencia. Pero también eran cada vez más borrosos los crite-
rios que separaban a la burguesía de las otras clases subalternas. La difi-
cultad comenzaba con la expansión del sector terciario, de un trabajo que
era subalterno y asalariado pero que no era trabajo manual y que exigía
cierta calificación y cierta educación formal. Y es importante el reconoci-
miento que de sí mismos hacen esos sectores: como señalábamos, se
negaban a ser considerados clase obrera y aspiraban, aún a costa de
grandes sacrificios, a incorporar el estilo de vida de las clases respeta-
bles. De este modo, la movilidad social, por un lado, y, por otro, la difusión
de ciertos modos de vida asociados a la burguesía, como el acceso a una
educación formal (incluso, universitaria), ciertas formas de ocio (como el

302
Historia Social General

turismo o la práctica de un deporte) comenzaban a borrar los límites de


clases.
A esto se sumaba la aparición de grupos sociales nuevos vinculados con
la complejización de la administración pública y privada: profesionales de al-
to rango, ejecutivos asalariados (como los gerentes) y los funcionarios más
elevados que muy pronto se confundieron con los empresarios estrictamen-
te burgueses. En síntesis, la identidad burguesa había entrado en crisis.
La idea de ruptura expresa fundamentalmente esta crisis de la identidad
burguesa. Y la cuestión aparecía claramente esbozada en el campo de la
cultura. En efecto, la alta cultura dejó de ser un coto de la burguesía. La
educación de masas amplió el campo a nuevos sectores sociales: la músi-
ca, la ópera, el ballet comenzaron a ampliar su público. Cada vez más era el
número de niñas de familias, que buscaban signos de respetabilidad social,
abocadas al estudio del piano. Pero la democratización de la cultura se dio
fundamentalmente sobre la base de la combinación entre tecnología y des-
cubrimiento del mercado de masas. La edición de novelas baratas y la apa-
rición de la industria discográfica fueron un claro ejemplo de esto.
Pero tal vez el signo más importante de esta democratización de la cultu-
ra que sintetizaba tecnología y mercado de masas fue la aparición del cine.
La cinematografía apareció poco antes de 1914 y, después de la guerra, se
difundió espectacularmente como la forma de cultura popular por excelen-
cia. La expansión del cine fue un fenómeno sin precedentes dentro del cam-
po de la cultura por la universalidad que alcanzó. Las primeras imágenes en
movimiento fueron exhibidas en ferias de diversiones entre 1895 y 1896 en
París, Berlín y New York. Sólo diez años después, ya casi todas las ciudades
europeas y de Estados Unidos contaban con numerosas salas de cine que
apuntaban a un público popular. Además, el cine se mostró muy pronto co-
mo un buen negocio y generó una auténtica industria: Universal Films, War-
ner Brothers y Metro-Goldwyn-Mayer fueron las tres empresas cinematográfi-
cas que se iniciaron en Estados Unidos en 1905. En 1912 ya es establece
el film star system, sistema que creaban los estudios Universal para su prin-
cipal star, Mary Pickford. Dicho de otra manera, ya antes de 1914 se esbo-
zaba el reinado del cine de Hollywood. Era todavía cine “mudo” (el cine so-
noro recién comenzará en la década de 1920) lo que constituía una ventaja
porque estaba libre de las restricciones idiomáticas.
Además de esta democratización de la cultura, otra área donde se expre-
sa la crisis de identidad es en el ámbito de las ideas, o en un sentido más
general, de las concepciones del mundo. Las ideas del progreso, percibido
como un progreso indefinido, y de la ciencia, los principios del positivismo y
del evolucionismo habían sido los principios rectores del pensamiento en la
segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, en los años previos a 1914, el
sentimiento de la proximidad del cataclismo llevaron a perder confianza en
la razón y la idea del progreso indefinido. Las preocupaciones pusieron en-
tonces el acento en lo irracional. Cobraron cada vez más importancia aque-
llos aspectos de la realidad que aparecían como ocultos o inexplicables. Di-
cho de otra manera, la preocupación por lo desconocido o por lo
incomprensible ocupaba el primer plano. De allí el éxito que alcanzó Sig-
mund Freud.
Freud, psiquiatra austríaco -a través del psicoanálisis, una teoría y una te-
rapéutica- señalaba en que lo racional sólo podía ser explicado por las mani-
pulaciones de lo oculto, es decir, del inconsciente. Las teorías de Freud tu-

303
Universidad Virtual de Quilmes

vieron un alto impacto en ciertas elites ilustradas que ya hacia 1918 comen-
zaron a incorporar a su lenguaje términos psicoanalíticos. Y este éxito se
debió no sólo a esta intención de develar lo oculto, de rescatar la importan-
cia de la irracionalidad, sino también porque Freud incluyó, como punto cen-
tral de su teoría, otra de las problemáticas que preocupaba a sus contempo-
ráneos: la sexualidad. Freud fue percibido como aquel que rompía con los
tabúes sexuales, que indagaba en un campo de la conducta humana que
también pertenecía al campo de lo oculto.
Si la aparición del psicoanálisis, con su eje en la importancia de la irra-
cionalidad, es uno de los indicios de la crisis de la identidad de la sociedad
burguesa, otro indicio de esta crisis lo encontramos en los desarrollos de la
sociología, a partir de los primeros años del siglo XX. Dos fueron los nom-
bres de los sociólogos más significativos: Emile Durkheim (francés) y Max
Weber (alemán). La principal pregunta que, cada uno por su lado, intentaba
responder fue ¿cómo mantienen la cohesión las sociedades cuando desapa-
recen de ellas los antiguos elementos de cohesión, como, por ejemplo, la
costumbre? La pregunta estaba referida precisamente a las sociedades de
masas y la preocupación fundamental era tratar de mantener bajo control
los cambios sociales, cómo manejar las situaciones de “anomia”, es decir,
de falta de normas. Y no es casual que ambos, Durkheim y Weber -pese a
ser hombres manifiestamente ateos- hayan centrado sus estudios en el te-
ma de la religión, para sostener que toda sociedad necesitaba de una reli-
gión o de un sustituto de religión para poder mantener su cohesión.
En síntesis, fue esta crisis de la identidad social lo que llevó a la espera de
un colapso expresado en la guerra o en la revolución y ambas llegaron final-
mente: la guerra en 1914 y la revolución en 1917. De allí la percepción de es-
tos años como una ruptura, como el fin de una época y el comienzo de otra.

5.1.2. La guerra y la revolución

1914: el comienzo de la guerra

Ver Unidad 4. El mismo desarrollo capitalista había conducido a la expansión imperialista


y a la rivalidad entre potencias. Y finalmente, condujo al enfrentamiento bé-
lico. Esto no significa que los hombres de negocios conscientemente hayan
querido la guerra; de hecho, eran quizá de los pocos que no la querían: sa-
bían que la guerra significaba el disloque del mundo de los negocios y la
quiebra de los mercados. Estaba muy claro, que por el desarrollo tecnológi-
co alcanzado, por la capacidad de los Estados para movilizar a sus ciudada-
nos y enviar ejércitos a grandes distancias, la guerra que se anunciaba se
presentaba como la más destructiva de bienes y de vidas. Sin embargo, el
mismo desarrollo económico había generado una serie de rivalidades que
presentaban la guerra como la única vía posible para ajustar las diferencias.
Frente a Gran Bretaña se levantaba Alemania cuyo poder económico y su
crecimiento industrial la habían colocado como la primera potencia del con-
tinente europeo. Cada vez más se identificaba a las grandes potencias por
su poder económico, pero también por su poder político, militar y tecnológi-
co. Y esta fusión entre poder económico y poder político-militar hizo al con-
flicto inevitable.
Hasta ahora la diplomacia, estableciendo claramente sus objetivos (de-
terminando por ejemplo cuáles eran las zonas de influencia de cada país),

304
Historia Social General

había limado las rivalidades, había puesto límites a la expansión. Sin embar-
go, la lógica de la acumulación capitalista era diferente a la lógica de la po-
lítica. La acumulación capitalista implica la ausencia de todo límite. Para la
Standard Oil, por ejemplo, su expansión dependía del control del petróleo es-
té donde esté, independiente de todo control diplomático y de toda zona de
influencia. La Standard Oil no buscaba petróleo en las zonas de influencia,
sino que procuró que el Estado estableciera su zona de influencia allí donde
hubiera petróleo. Dicho de otra manera, los antiguos límites impuestos por
la diplomacia tendían a desaparecer.

HOBSBAWM, ERIC (1995), Capítulo 1: “La época de la guerra to-


tal”, en: Historia del siglo XX, 1914-1991, Barcelona, Crítica,
pp. 29-619.

Dentro de esta lógica, la rivalidad de Gran Bretaña y Alemania se intensificó Ver mapa 5.1. La gran
cuando Alemania no respetó sus viejos límites de potencia continental y co- guerra
menzó la construcción de una gran armada que fue percibida como una
amenaza por el Imperio británico. En medio del clima de nacionalismos triun-
fantes, esta pérdida de límites transformó a las viejas rivalidades entre paí-
ses (como por ejemplo la de Francia y Alemania después la guerra de fran-
coprusiana) en dos bloques rígidos y cada vez más hostiles: por un lado,
Gran Bretaña, Francia y Rusia; por otro, Alemania y el Imperio Austro-Húnga-
ro (posteriormente durante el transcurso de la guerra, Estados Unidos e Ita-
lia se habrán de agregar a los primeros y Bulgaria y el Imperio otomano, a
los segundos).
En medio de una creciente tensión internacional, la crisis de los Balca-
nes encendió la pólvora. En 1908, el Imperio austro-húngaro había anexado
las provincias servias de Bosnia y Herzogovina. El 28 de junio de 1914, el
archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador Francisco José y he-
redero del trono, fue asesinado en Sarajevo, por los nacionalistas servios. El
incidente llevó entonces a que el Imperio austro-húngaro declarase la guerra
a Servia. Crisis políticas semejantes ya habían ocurrido y se habían zanjado
con pactos diplomáticos más o menos satisfactorios para las partes afecta-
das. Pero las intenciones de las cancillerías europeas de lograr un nuevo
equilibrio no funcionaron. Sería además demasiado simplista pensar que los
gobiernos estaban ansiosos por ir a la guerra para superar sus problemas
internos (en Francia, el debate por el servicio militar; en Inglaterra, la cues-
tión irlandesa). Lo cierto es que los países europeos se vieron atrapados en
una dinámica que los llevó a un enfrentamiento de proporciones inéditas.
Rusia, sostenida a su vez por las diplomacias británica y francesa, decla-
ró su apoyo a Servia. De este modo, el 28 de julio de 1914 cuando las tro-
pas imperiales atacaron el territorio servio, comenzaba la guerra, conocida
por sus contemporáneos como la Gran Guerra. Sólo en dos semanas cinco
millones de hombres habían sido movilizados, agrupados en unidades milita-
res, equipados para la guerra y enviados a las fronteras, en medio de un cli-
ma de patriotismo casi religioso. Las pocas voces que llamaban a la paz no
fueron escuchadas sino incluso violentamente silenciadas: Jean Jaurés, ca-
beza del Partido Socialista francés, fue asesinado por un fanático naciona-
lista (julio de 1914).

305
Universidad Virtual de Quilmes

En realidad, se esperaba que la guerra fuera muy breve. Cada uno de los
Estados Mayores había preparado un plan ofensivo que les permitiera ganar
una batalla decisiva en el menor tiempo posible. Pero en contra de lo espe-
rado, tras la batalla del Marne (septiembre de 1914) que estabilizó el frente
occidental, la guerra se prolongó hasta 1918. La moderna tecnología -la
aviación fue empleada en los últimos años del conflicto- o, para suplirla, in-
mensos contingentes de soldados (como los ocho millones de rusos en el
frente oriental) constituyeron la maquinaria más mortífera conocida hasta el
momento. De este modo, el fin del largo conflicto bélico mostraba a una Eu-
ropa destruida, con campos calcinados, ciudades desvastadas y una pobla-
ción marcada por la muerte: la guerra había cobrado más de ocho millones
de vidas.
Indudablemente, la vida en las trincheras para los hombres que habían
estado en el frente había sido muy dura. Pero la guerra también había afec-
Ver imágenes 5.1. y
5.2. sobre Las formas tado profundamente a la población civil. Y a medida que pasaba el tiempo y
de la vida cotidiana las condiciones se volvían cada vez más difíciles, las consignas nacionalis-
durante la guerra tas que habían apoyado al conflicto se volvían cada vez más vacías de con-
tenido. Para mantener la maquinaria bélica, los gobiernos necesitaban con-
trolar todo el aparato productivo. La economía de guerra implicó entonces
una estricta planificación -que se dio en Alemania en su máxima expresión-
que supeditaba el abastecimiento de la población a las necesidades del
frente. Pero también el bloqueo económico fue un arma de guerra. No sólo
se buscaba dificultar el aprovisionamiento de repuestos y suministros milita-
res al enemigo, sino también la extensión del hambre entre los civiles como
eficaz medio de desmoralización. La situación era tal que hasta para los
propios jefes militares resultaba evidente que no se podía sostener por mu-
cho tiempo el esfuerzo que la guerra implicaba: las protestas no tardarían
en llegar. Y así fue. Es cierto que, desde el punto de vista de la política in-
terna, los gobiernos trataron de mantener la paz interior para canalizar todas
las energías disponibles hacia la guerra. Pero esto no impidió que desde la
izquierda, se tratara de canalizar el descontento. En tal clima, en 1917, en
Rusia, estallaba la revolución: era el primer desafío abierto al capitalismo.
Las peores pesadillas de la burguesía parecían haberse cumplido.

La revolución rusa de 1917

El análisis de la revolución rusa remite necesariamente a dos cuestiones: la


situación de guerra que, como señalamos, agudizó los conflictos sociales y,
sobre todo, las condiciones específicamente rusas que llevaron a un movi-
miento revolucionario. ¿Cuál era la situación de Rusia entre fines del siglo
XIX y comienzos del siglo XX? Comparada con otros países de Europa occi-
dental, la Rusia zarista mostraba un notable atraso: un Estado autocrático
se centraba en la figura del zar que ejercía un poder absoluto basado en el
principio del derecho divino de los reyes. Ese Estado se apoyaba sobre una
sociedad fuertemente polarizada: una aristocracia que basaba su poder y su
riqueza en la tierra y un campesinado, que hasta 1861 había estado some-
tido a la servidumbre.
La permanencia del sistema zarista y la posición privilegiada de la aristo-
cracia en la sociedad rusa parecía verse favorecida por la falta de una bur-
guesía fuerte, comparable con la de Europa occidental. Sin embargo, vincu-
lados a las Universidades, en las últimas décadas del siglo XIX comenzaron

306
Historia Social General

a surgir algunos grupos de intelectuales, la intelligentsia, que pronto se reco-


nocieron como un factor dinámico dentro de la sociedad. Si bien estaban in-
fluenciados por ideas “occidentalistas” e incluso socialistas, no constituían
un grupo homogéneo. Los narodnik (Amigos del Pueblo) consideraban que la
vía capitalista no proporcionaba un modelo válido, ya que la única fuerza re-
volucionaria en Rusia la constituía el campesinado. Incluso, muchos comba-
tían la idea de un proceso de industrialización porque consideraban que só-
lo conduciría al empobrecimiento y la miseria del campesinado. Para estos
grupos, el modelo de socialismo estaba dada por el mir, la comunidad rural
rusa. Para otros, en cambio, fascinados por los éxitos de Europa occidental,
defendían la industrialización. Consideraban que esta sería el camino no só-
lo de modernizar Rusia, sino también -según los principios marxistas- de
crear un proletariado como clase revolucionaria.
Más allá de sus diferencias, estos grupos adoptaron similares formas:
Ver Unidad 4.
organizaciones secretas, rígidamente centralizadas y disciplinadas, que se
consideraban el motor de la actividad revolucionaria destinada a derribar el
régimen zarista (era un modelo de acción que tal vez Lenin tuvo en cuenta
cuando planteó su tesis del partido como “vanguardia”).
Y sus acciones pronto se dejaron sentir: en 1881, el zar Alejandro II -que
había efectuado algunas reformas destinadas a la modernización, como la li-
beración de los siervos- caía asesinado por la bomba de un terrorista.
Su sucesor, Alejandro III puso fin a todo intento de modernización y con-
centró sus esfuerzos en restaurar los principios autocráticos. Para acabar
con las influencias occidentales, llevó a cabo un plan de “eslavificación”.
Para ello, se iniciaron los pogroms contra los judíos y se prohibieron las
lenguas que no fueran la rusa y las religiones que no fueran la ortodoxa
(situación que afectó particularmente a algunas regiones comprendidas
dentro del imperio zarista, como el caso de Polonia). En 1894, la llegada
al trono de Nicolás II no mejoró las cosas: el nuevo zar continuaba conven-
cido de que era la voz de Dios la que lo convocaba para mantener el poder
autocrático.
Sin embargo, paulatinamente la sociedad rusa comenzaba a transformar-
se. Desde 1890, capitales franceses habían sido invertidos en Rusia. Se co-
menzó a llevar a cabo la construcción de los ferrocarriles -impulsados por
las necesidades estratégicas del Estado- que activó la industria y el comer-
cio. Se empezaron a explotar las minas de carbón y de hierro en Ucrania y
en los Urales; aparecieron fábricas en Kiev, en San Petesburgo y en Moscú
que comenzaron a adquirir la forma de ciudades industriales. De este modo,
la incipiente industialización comenzaba conformar una burguesía, muy pe-
queña numéricamente y muy débil, que pronto asumió las ideas del liberalis-
mo. Comenzaba a exigirse participación política dentro de un sistema cons-
titucional que limitase el poder monárquico. Con ese objetivo se formó el
Kadete (Partido Demócrata Constitucional), que aspiraba a conformar un es-
tado semejante a los de Europa occidental.
Pero la industrialización también llevó a la formación de un proletariado.
Era también débil numéricamente, se encontraba concentrado en las pocas
ciudades fabriles y estaba bajo la constante presión de los campesinos que,
empujados por la miseria, se incorporaban al mercado de trabajo urbano.
Sin embargo, a pesar de que las organizaciones obreras debieron permane-
cer clandestinas y moverse en marcos restrictivos -los sindicatos estaban
prohibidos-, ya en 1890 comenzaron las primeras oleadas de huelgas. En

307
Universidad Virtual de Quilmes

Ver Unidad 4. ese clima, en 1897, se fundaba el Partido Obrero Socialdemócrata ruso que
aspiraba, como su modelo alemán, a transformarse en un gran partido de
masas.
En 1905 estalló el movimiento que llevó a algunos teóricos del marxis-
Ver Unidad 4. mo, como Rosa Luxemburgo, a analizar el carácter revolucionario de las
huelgas. En efecto, en enero de 1905 (el “domingo sangriento”) una masiva
manifestación fue reprimida duramente por las tropas zaristas: el saldo fue
más de cien muertos y miles de heridos. La indignación provocó una ola de
huelgas en las ciudades y levantamientos campesinos. Carecían de objeti-
vos claros, pero una resolución de la Universidad de San Petesburgo -apro-
bada por unanimidad por alumnos y profesores- se los proporcionó: se exi-
gía la convocatoria a una asamblea constituyente, libertad de prensa,
derecho de asociación y de huelga.
Mientras el movimiento de protesta se profundizaba -comenzaron a orga-
nizarse los primeros soviets, es decir consejos elegidos por los trabajadores
en las distintas fábricas-, una serie de derrotas durante la guerra ruso-japo-
nesa mostraba las deficiencias internas del aparato estatal, sin que el go-
bierno zarista se atreviese a emplear la fuerza para reprimir. Ante la situa-
ción dada, el zar Nicolás debió hacer algunas concesiones, incluida la
formación de la Duma, la asamblea legislativa. Sin embargo, la composición
de esta permitía comprobar la ruptura entre la autocracia y la sociedad. La
elección -179 representantes del Kadete, 94 representantes campesinos,
18 socialdemócratas y solo 15 fieles al zarismo- mostraba el abismo que
se abría entre la Duma y el Zar. Ante la situación, Nicolás II no dudó. Una
vez que hubo contado con capacidad represiva, disolvió la Duma para convo-
car otra de clara composición aristocrática (1907).

CARR, EDWARD H. (1993), La revolución rusa: De Lenin a Sta-


lin, Madrid, Alianza, pp. 11-113.

La guerra acentuó el descontento y la conflictividad. En febrero de 1917, la


falta de abastecimiento de pan en Petrogrado -la capital había eslavizado su
nombre en 1914- impulsó una huelga que, después de inútiles intentos de
represión, desembocó en una abierta insurrección. En rigor, la fragilidad del
régimen quedó de manifiesto cuando las tropas del zar, incluso los siempre
leales cosacos, se negaron a atacar a la multitud y comenzaron a fraternizar
con ella. Intentando salvar lo que se podía salvar, la Duma solicitó la abdica-
ción de Nicolás II, que fue depuesto sin ninguna resistencia, y designó en su
lugar a un Gobierno Provisional. Su objetivo era crear una Rusia liberal con
un régimen constitucional.
Pero ello no ocurrió. Lo que sobrevino fue un vacío de poder, en el que
convivían un impotente Gobierno Provisional, por un lado, y por otro, una
multitud de soviets. Como señala Carr, se había establecido “un doble po-
der”. Sin embargo, los soviets que surgían espontáneamente no tenían obje-
tivos demasiado nítidos. Diferentes partidos revolucionarios -bolcheviques,
socialdemócratas y otras organizaciones menores que emergían de la clan-
destinidad- intentaban conseguir que se adhirieran a su política, pero lo úni-
co que quedaba claro era que los soviets ya no aceptaban ninguna autori-
dad, ni siquiera la de los dirigentes revolucionarios. La exigencia de los

308
Historia Social General

pobres urbanos era conseguir pan y de los obreros, mayores salarios y jorna-
das de trabajo reducidas. Y en cuanto al 80 por ciento de la población rusa
que vivía de la agricultura reclamaba, como siempre, la tierra. Y todos coin-
cidían en el deseo de que concluyera la guerra.
En contra de la imagen de Lenin que construyó la mitología de la guerra 5.4. Lenin, líder revo-
fría -que lo presentó como un hábil organizador de golpes de estado-, el único lucionario, se dirige a
una audiencia cada
capital con que contaban los bolcheviques fue el conocimiento de estas aspi-
vez más amplia desde
raciones que les indicó cómo proceder. (Incluso cuando Lenin comprendió un camión, 1917.
que los campesinos deseaban la tierra, aún en contra del programa socialis-
ta, no dudó en comprometerse con el individualismo agrario). Las consignas
“Pan, Paz y Tierra” y “Todo el poder a los Soviets” articulaban las difusas as-
piraciones de las masas. De allí que los bolcheviques de Lenin pudieran cre-
cer de unos pocos miles en marzo, a casi 250.000 en julio de 1917.
En el mes de octubre, el afianzamiento de los bolcheviques en las princi-
pales ciudades rusas, especialmente en Petrogrado y en Moscú, y el debili-
tamiento del Gobierno Provisional -sobre todo cuando debió recabar el apo-
yo de las fuerzas de los soviets para sofocar un intento de golpe
encabezado por un general monárquico- llevó entonces a la decisión de la
toma del poder. El comité central de los bolcheviques aprobó la insurrección
armada y se constituyó un Buró político -integrado entre otros por Lenin, Sta-
lin y Trotsky- responsable de llevarla a cabo. Pocos días más tarde, en una
rápida operación, cuidadosamente planificada, los bolcheviques ocuparon
los principales centros de poder de Petrogrado, y se hicieron del control ab-
soluto de la capital. En rigor, dado el vacío existente, se trató más de ocupar HOBSBAWM, ERIC
el poder que de tomarlo. Como señala Hobsbawm, hubo más heridos duran- (1995), Capítulo 2:
te el rodaje de Octubre, el gran film de Eisenstein (1927) conmemorativo de “La Revolución Mundial”,
la revolución, que en el momento de la ocupación del Palacio de Invierno. en: Historia del Siglo XX,
1914-1991, Barcelona, Crí-
Para los bolcheviques había sido muy fácil derrocar al Gobierno Provisional. tica, pp. 62-91.
Sustituirlo, establecer un control efectivo sobre el caos en el que estaba su-
mido el vasto territorio, y establecer un nuevo orden iban a resultar tareas
mucho más complejas.

La construcción del mundo soviético

En un principio, los países de Europa occidental observaron la revolución en


Rusia, como un suceso con escasas posibilidades de éxito. (El mismo Lenin
parecía no tener demasiada confianza cuando transcurridos dos meses y
quince días pudo observar con orgullo y alivio: “Hemos durado más que la
Comuna de París”). Hubo que afrontar duras tareas: el fin de la guerra, las
difíciles relaciones con Alemania, las amenazas contrarrevolucionarias, la
caótica y brutal guerra civil. En contra de los pronósticos, la revolución so-
brevivió aunque también salió de allí profundamente transformada.
Si bien los bolcheviques tenían el control de la capital, quedaba, no obs-
tante, el resto del país: un país inmenso, en el que muy pronto las fuerzas
combinadas de las nacionalidades descontentas con la opresión rusa, los
partidarios del zarismo y los simplemente opositores al partido bolchevique
dieron lugar a un extenso frente armado que chocaría con el nuevo poder en
una guerra civil que se prolongó durante tres años. Pero también estaba el
frente externo. La imperiosa necesidad de Rusia de poner fin a la sangría
que significaba la guerra permitió que Alemania impusiera en la paz de
Brest-Litovsk (3 de marzo de 1918) condiciones que les hicieron perder terri-

309
Universidad Virtual de Quilmes

torios que significaban las tres cuartas partes de recursos mineros. (Si bien
también es cierto que la derrota alemana a fines del mismo año hizo que se
paliaran parcialmente esas condiciones).
Frente a la situación de inestabilidad, ganar la guerra a los enemigos in-
ternos se había transformado en el objetivo principal, aunque para ello se
sacrificaran algunos de los principios revolucionarios. Trotsky organizó el
Ejército Rojo según los más estrictos criterios de disciplina, pues era la efec-
tividad lo que contaba. A su vez, el poder político se desplazó desde los So-
viets -teóricamente los órganos supremos-, al Partido Bolchevique, y dentro
de él, a un reducido núcleo con Lenin a la cabeza. De este modo, el nuevo
régimen iba en marcha hacia un Estado autoritario, fuertemente centraliza-
do, inflexible con quienes discutían su estrategia, sus tácticas y sus medios.
Pero también había otras dificultades. El total desorden de la economía con-
dujo a adoptar, desde 1918, drásticas medidas que posteriormente se cono-
cieron como el “comunismo de guerra”. Se nacionalizó la industria y todo el
aparato productivo y la asignación de la mano de obra quedó bajo la depen-
dencia de las necesidades del Estado. Para muchos, este “comunismo de
guerra” significaba un avance hacia el socialismo, en la medida que la eco-
nomía ya no dependía del mercado. Sin embargo, tras la guerra civil, esta
imagen utópica chocó con la realidad de una economía devastada.
De este modo, hacia 1921, la NEP (Nueva Política Económica) introducía
cierta flexibilidad anteponiendo la mejora de las condiciones de vida, aun-
que para ello debiera recurrir a la admisión de algunas fórmulas de propie-
dad privada y de mecanismos de mercado. En síntesis, la NEP constituyó
una forma de compromiso entre la industria nacionalizada y las explotacio-
nes campesinas privadas. Se trataba fundamentalmente de generar estímu-
los a la agricultura: los campesinos luego de pagar al Estado un impuesto
en “especie” podían vender en el mercado. Esto incluso constituía un estí-
mulo para la industria liviana. Pero el proceso de recuperación económica
que se había iniciado se vio ensombrecido por el comienzo de la larga y fa-
tal enfermedad de Lenin (mayo de 1922).
5.5. Stalin (Josip Vis- La ausencia de Lenin había permitido a Stalin convertirse en una figura
sarionovich Djgassh-
dirigente dentro del Partido Comunista de modo tal que, tras la muerte del
vili, 1879-1953).
fundador de los bolcheviques (1924), pudo ascender al poder, desde donde
profundizó la vía autoritaria.
El problema que se debía afrontar era indudablemente el de la industriali-
zación. En 1927, la ruptura de relaciones con Gran Bretaña y la amenaza de
la guerra centró la atención en la defensa militar, y las necesidades de rear-
me reforzaron la causa de un rápido desarrollo de la industria pesada. Tam-
bién se planteaba el problema de la desocupación, cuya principal causa era
la superpoblación rural. La solución parecía residir en la creación de nuevas
empresas industriales que absorbieran la mano de obra desocupada.

CARR, EDWARD H. (1985), “Reflexiones sobre la industrializa-


ción soviética”, en: EDWARD H. CARR, 1917. Antes y después,
Madrid, Sarpe, pp. 137-155.

Pero la industrialización exigía también otros cambios. Exigía transferir recur-


sos y producir alimentos para una creciente población urbana. El problema

310
Capítulo 9

Las primeras presidencias radicales


(1916-1930)

l. Yrigoyen en el gobierno

l. ¿Cuál era el programa del partido?

Después de que la Convención Nacional de la UCR decidiera par-


ticipar en las elecciones de 1916 con la fórmula Hipólito Yrigoyen-Pe-
lagio Luna, el radicalismo dirigió un manifiesto a la población convo-
cando a los comicios, estableciendo sus propósitos:

El país quiere una profunda renovación de sus valores éticos; una recons-
titución fimdnmentn/ de su estructuro moral y material vaciada en el mol-
de de sus virtudes originarios[ ... ] La Unión Cívica Radical es la Nación
misma bregando desde hace veinticinco años por libertarse de gobier-
nos usurpadores y regresivos. Es la Nación misma, y por serlo, caben
en ella todos los que luchan por elevados ideales que animan sus pro-
pósitos y consagran sus triunfos definitivos. Es la Nación misma que
interviene directamente en la lucha cívica con el propósito de constituir
un gobierno plasmado según sus bases institucionales constitutivas,
sus principios y sus idealidades (citado por Del Mazo, 1983).

En esta convocatoria, ratifican lo expresado en otros momentos: la


no exclusión de ningún argentino que quiera solidarizarse con la cau-
sa del "perfeccionamiento moral y político", ni siquiera desechando a
quienes en otro momento fueron adversarios. Si bien se llamaban "ra-
dicales" eran concientes de que no estaban proponiendo una política
revolucionaria. Es por ello que en 1891 en un diario partidista habían
publicado:
Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 423
422 Historia argentina: una mirada crítica

[... ] pedir ahora lo elemental en materia de libertad y garantías electo- 2. Las elecciones de 1916
rales es una intransigencia tan grande, y una temeridad tan imperti-
nente, que ya no puede hacerse con la sencillez de los tiempos viejos. La Ley Sáenz Peña había permitido el triunfo radical en algunas
Para tan poca cosa es necesario titularse radicales. 1 provincias, y el socialista en Capital Federal (en 1913 y 1914). Pero es-
te último partido -que se había escindido dando lugar al Partido So-
Esta política de no elaboración de un programa específico, ni si- cialista Argentino de Alfredo Palacios- no tenía posibilidades de
quiera económico, generó opositores dentro del mismo partido; en triunfar en el interior del país, y sí lo tenían la UCR y el partido con-
1909, un disidente, Pedro Malina, había afirmado: servador.
La UCR tenía fuerza en las clases medias urbanas y rurales del li-
Somos individualistas y socialistas, federalistas unitarios, liberales y toral -especialmente de la región cerealera-, así como también en las
conservadores, creyentes y descreídos, religiosos y ateos. ¿Qué vínculo dos provincias más industrializadas, Mendoza y Tucumán; contaba
nos une entonces? En la actualidad no tenemos más que éste: el odio a además con algunos votantes de clase obrera. Los conservadores do-
la camarilla gobernante, todos nuestros discursos lo respiran. ¿Qué ha- minaban las demás provincias del interior y los sectores ganaderos. El
ríamos si mañana llegáramos al gobierno? Desgarrarnos, por una par-
problema para estos últimos fue que se presentaron divididos: el
te; exhibir en las alturas nuestra: pobreza o divergencia de doctrina y
conservar por otra el régimen existente con hombres nuevos (Panettie-
Partido Demócrata Progresista (que surgió de la Liga del Sur y conta-
ri, 1986). ba con distintas fuerzas conservadoras, como los partidos Liberal y
Autonomista de Corrientes, Partido Popular y Unión Conservadora
Yrigoyen le había respondido que no hacía falta un programa toda- de Mendoza, Concentración de Catamarca) con la fórmula Lisandro
vía, porque lo importante era regularizar la cuestión institucional: de la Torre-Carbó, y el partido conservador de Buenos Aires, que pen-
saba captar a los disidentes radicales santafesinos y maniobrar con los
Tal es el estado actual de la República, y extraviados viven los que pi- demócrata progresistas.
den programas a la Causa Reivindicadora, como exigencia legal y co- Las elecciones fueron reñidas, y a pesar de que Yrigoyen salió pri-
mo sanción de justicia; me hace el efecto del mandatario pidiendo ren- mero, no contaba con la mayoría absoluta en el Colegio Electoral. Pe-
dición de cuentas al mandante o el reo interrogando y juzgando al juez. ro los disidentes radicales dieron sus votos a Hipólito Yrigoyen, y se
El funcionamiento regular de las instituciones, repito, es lo fundamen- frustró el intento conservador de estar nuevamente en el poder. Yrigo-
tal de esta hora, y el día en que se obtenga, el mismo Partido Radical yen-Luna asumieron el mandato el12 de octubre de 1916.
(de ello soy un convencido propagandista) concretará más su progra-
ma inicial con fórmulas que, traducidas en funciones de gobierno de le-
galidad, que entonces han de existir, pueden ser benéficas, mientras
que ahora resultarían inocuas o contraproducentes al no armonizar con 3. La minoría en el Congreso
el conjunto.
Yrigoyen llegó al gobierno pero no al poder, ya que respetó al Con-
Probablemente Yrigoyen temía que, si definía el programa, no cap- greso. que le era adverso. En 1916 sólo había cuarenta y cinco diputa-
taría todo el electorado necesario para llegar al gobierno. De hecho, dos radicales contra setenta opositores, y cuatro senadores contra
una vez en el gobierno, las medidas adoptadas hicieron que una par- veintiséis. Si bien aumentó la proporción de radicales en las elecciones
te del radicalismo se fuera diferenciando, hasta escindirse en 1924. para diputados de los años siguientes, tuvo la oposición del Senado, y
sin ambas cámaras no se podían sancionar leyes. Sabiendo que el go-
bierno radical con pocos fondos estaría limitado, el Congreso domina-
do por conservadores le negó dinero para proporcionar créditos a los
agricultores, e incluso hubo años en que directamente no se aprobó el
l. Rndietlf significa drástico, extremista
presupuesto anual; Yrigoyen se tuvo que arreglar utilizando el dinero
424 Historia argentina: una mirada crítica
Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 425

por simple resolución del gabinete. De los 89 proyectos de ley eleva- 4.281 violaciones a leyes laborales. No se tenían en cuenta muchas le-
dos al Congreso en su primera presidencia, sólo fueron aprobados 26, yes sancionadas durante ese siglo, como la de descanso dominical, tra-
algunos tras mucha insistencia, otros eran asuntos no tan importantes bajo de mujeres y de menores, etcétera.
para su política. Es por ello que afirmaba que a su gobierno deberían Con relación a los gobiernos anteriores, Yrigoyen cambió el trato
juzgarlo no sólo por los hechos sino también por las intenciones. con los gremios, intentando el diálogo y el arbitraje. Algunos autores
señalan el hecho de que trató de evitar la violencia, y otros afirman
que sólo empleó el diálogo donde le convenía ganar los votos obreros;
4. Intervenciones a las provincias
que no hizo lo mismo con gremios cuya mano de obra era mayorita-
riamente extranjera, o militante socialista o anarquista. Finalmente, es-
Una de las promesas electorales era el respeto por las autonomías tán los que señalan que su buena voluntad fue quebrada por la erup-
provinciales. Una vez en el mando, sostuvo que el respeto debía ser ción de numerosos réclamos, que transformaban la vida argentina en
hacia los pueblos, no hacia los gobiernos, y por consiguiente tenía la un caos, y debió obedecer a las presiones de los poderosos, que que-
obligación moral de proceder a la tarea reparadora que se había pro- rían intervenir para calmar la situación: de 80 huelgas que hubo en
puesto: que hubiera elecciones limpias, sin fraudes. Para ello era nece- 1916 (con 24.321 huelguistas) se pasó al año siguiente a 138 (con
saria la intervención de las provincias, a fin de garantizar la libertad 136.062 huelguistas) y en 1919 a 367 (con 308.967 adherentes). Los nú-
electoral. Intervino provincias por decreto en unas quince oportunida- meros bajaron drásticamente cuando comenzó a aplicarse la represión.
des; apenas cuatro veces las intervenciones fueron h~chas por ley, es Las huelgas que comenzaron a probar la paciencia de Yrigoyen
decir, constitucionalmente. Para intervenirlas, Yrigoyen lo hacía du- fueron la de la Federación Obrera Marítima (1916) y la de los ferrovia-
rante la época de receso del Congreso, entre el1 o de octubre y el 30 de rios (1917) donde se aplicó el arbitraje, favoreciendo a los trabajado-
abril; los interventores debían normalizar la situación, convocar a co- res. Cuando, en ramales ferroviarios ingleses, empeoraron las condi-
micios y acatar su resultado, sea cual fuere: lo que interesaba era aca- ciones de los trabajadores y se lanzaron a la huelga, la patronal creó
tar la soberanía popular. Por estas medidas fue muy criticado por sus una Asociación Nacional del Trabajo, a fin de defender sus propios in-
opositores. tereses, y se contrataron rompehuelgas, comenzando la represión más
sistemática.
En diciembre de 1918 comenzó la huelga en los talleres metalúrgi-
5. La política laboral: entre la protección y la represión cos Vasena, que culminaría en la denominada Semana Trágica en enero
de 1919. El origen de la protesta estuvo en el hecho de que, cuando au-
La política radical fue reformista, pero no al punto de transformar mentó el precio de las materias primas, los patrones bajaron los suel-
las estructuras sociales del país. Se intentó mejorar, mediante la inter- dos para mantener sus ganancias. Los obreros exigían aumento de
vención del Estado, la situación social de las clases desprotegidas, sueldo, jornada de ocho horas, pago de horas extras, abolición del tra-
aunque con reformas parciales: se sancionaron la ley de alquileres, le- bajo a destajo (por cantidad de producción realizada) y reincorpora-
yes de jubilación para algunos sectores (bancarios, servicios públicos ción de compañeros despedidos por realizar actividad es gremiales.
y reforma de la de los ferroviarios; no todos gozaban de este benefi- Los directivos contrataron rompehuelgas y matones armados para
cio); ley de trabajo a domicilio (1918); reglamentación del pago de sa- evitar la huelga. Los carros con materiales eran custodiados por poli-
larios para que se realizara en moneda nacional (1925); prohibición de das, y en un tiroteo murió uno de ellos, por lo que las "fuerzas del or-
trabajo nocturno en las panaderías (1926); jornada laboral de ocho ho- den" les prepararon una emboscada. Una enorme multitud acompañó
ras (1929). Existió la intención de dictar un código de trabajo, pero los el entierro de los sindicalistas muertos, pero fue atacada a tiros desde
distintos proyectos no fueron sancionados por el Congreso. Además, los talleres; muchos grupos reaccionaron violentamente, y la ciudad
constantemente los empresarios violaban las leyes obreras: solamente fue un caos durante una semana, hasta que se desató la represión con-
en 1928 en Capital Federal, el Departamento de Trabajo comprobó junta de policías, bomberos armados y ejército. La respuesta obrera
426 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 427

fue la huelga general, pero la violencia costó la vida a cientos de per- carne, por lo que casi la mitad de la tierra destinada a cereales fue de-
sonas. Los empresarios armaron, con el consenso y el entrenamiento dicada a los alfalfares (para alimento vacuno). Muchos campesinos
del ejército, bandas parapoliciales que atacaron a rusos y judíos en ge- debieron emigrar a las ciudades.
neral, acusándolos de umaximalistas" (comunistas) y a catalanes, por En 1919la Federación Agraria encabeza una huelga en la zona mai-
11
ser anarquistas". Estos grupos se organizaron luego en la Liga Patrió- cera, por los bajos precios y un gran excedente, pidiendo la rebaja en
tú.:u Argentina. Sus integrantes fueron reclutados entre los sectores me- los arrendamientos y la división de la tierra (Cavilliotti, CEAL). Entre
dios, y la consigna era la defensa del orden, de la propiedad y de la na- los huelguistas había jornaleros anarquistas, y chacareros que no lo
cionalidad, entendida ésta con un criterio xenofóbico y excluyente. eran. La fuerte represión del gobierno se desató con la excusa de que
Otras situaciones de represión indiscriminada del Ejército y de gru- eran llmaximalistas", pero después de esto el Congreso sancionó en
pos civiles armados se dieron con las huelgas en las compañías que- 1921 una Ley de Arrendamientos que tenía en cuenta la mayoría de los
bracheras La Forestal (en el Chaco santafecino) y Las Palmas (Chaco) y reclamos de los colonos.
en las de la Patagonia entre 1920 y 1921.

6. La política agraria 7. La política indígena

Yrigoyen había contado con los votos de los colonos, y trató de sa- Según Martínez Sarasola, al tratar de hacer una política novedosa,
tisfacer sus reclamos solicitando fondos para programas de coloniza- dirigida a los sectores sociales tradicionalmente marginados, también
ción en tierras del Estado, así como también un banco del Estado que los indígenas fueron tenidos en cuenta. Se fomentó la explotación de
ayudara a resolver los problemas de los agricultores, pero dijimos que sus productos textiles, se habló de la ureparación cultural", y en el Có-
no contó con el aval del Congreso para los créditos. Lo más importan- digo de Trabajo presentado en 1921 se protegía el trabajo indígena,
te en este sentido fue la creación en 1920 de un Banco Hipotecario víctima de numerosos abusos, y se establecía que no se debería hacer
Agrícola, a fin de que los colonos pudieran adquirir, a través de prés- ninguna diferencia entre los trabajos del indio y el de los restantes
tamos, campos en los territorios nacionales (Rack, 1991b). Entre los ob- obreros. Sin embargo, hemos visto que el Código de Trabajo no fue
jetivos que se había propuesto Yrigoyen estaban: aprobado; el proyecto específico con relación a las comunidades indí-
genas fue vuelto a presentar en 1927, señalándose los padecimientos
• Detener la dilapidación de la tierra pública. 11
que sufrían los indios explotados por empresarios sin escrúpulos que
• Proceder al rescate de la que había sido ilegítimamente enajenada.
aprovechan su trabajo sin darles otra paga que la de unos cuantos li-
• Defender del despojo, en todo el país, al productor de las pequeñas
tros de alcohol" y de las mujeres, sometidas a la trata de blancas. Tam-
explotaciones (Del Mazo,1983).
poco fue aprobado.
Es decir que frenó la entrega indiscriminada de las tierras públicas
a grandes terratenientes y recuperó millones de hectáreas que no ha-
bían sido vendidas correctamente (la mayoría situadas en la Patago- 8. La Reforma Universitaria
nia), a través de un decreto donde se establecía la caducidad de las
concesiones violatorias de la ley. Además, dispuso el estudio agronó- En 1918 había tres universidades nacionales (Buenos Aires, Córdo-
mico de la tierra, para que el gobierno conociera la calidad y caracte- ba y La Plata), y dos provinciales, que entre 1920 y 1922 pasarían a ser
rísticas de la tierra pública. nacionales: la de Tucumán y la del Litoral. A principios de siglo se ha-
Pero vimos que el gobierno no pudo satisfacer inmediatamente a bían fundado los primeros centros de estudiantes en la Universidad
los colonos, y la situación era difícil para ellos (según Romero, el go-
11
de Buenos Aires: en Medicina (1900), en Ingeniería (1903) y en Dere-
bierno fue poco sensible a sus reclamos"). Durante la Primera Guerra cho (1905); la FUA (Federación Universitaria Argentina) se concretó en
Mundial disminuyeron los pedidos de cereales y aumentaron los de 1918, nucleando a las distintas federaciones y organizaciones estu-
428 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 429

diantiles de las diferentes universidades. • Alemania/ Austria-Hungría y Turquía.


El movimiento estudianttl reformista surgió en Córdoba en junio de • Francia, Inglaterra, Rusia, Servía, Montenegro, Bélgica, Japón, Ita-
1918/ y se expandió a otras universidades argentinas y latinoamerica- lia y, en 1917, Estados Unidos (cuando se retira Rusia por la revo-
nas. Comenzó reclamando la participación estudiantil en la vida uni- lución comunista, y son atacados por submarinos los barcos nortea-
versitaria/ haciendo del estudiante el centro del acto educativo e inte- mericanos). ·
grándolo en el funcionamiento y gobierno de la universidad. Reivin-
dicó la autonomía universitaria/ el derecho a darse su propio gobierno Yrigoyen continuó la política de neutralidad que había asumido la
y a regular su funcionamiento. Su objetivo fue abrir la enseñanza a las Argentina con su presidente anterior, Victorino de la Plaza. En este ca-
distintas tendencias, aceptando a todos los pensadores que tuvieran so, "neutralidadn no significaba "equidistancian, sino simplemente no
autoridad moral o intelectual para enseñar en sus aulas; propugnaban, participación en el conflicto bélico (Argentina seguía manteniendo su
por consiguiente, la libertad de cátedra, la asistencia libre, la docencia dependencia económica con Inglaterra y actuando como proveedora
libre, la periodicidad de la cátedra, los concursos para la distribución de alimentos). Cuando Alemania inició la guerra submarina (1916) en
de cargos, la publicidad de los actos universitarios, la gratuidad de la respuesta al bloqueo marítimo inglés, le avisó a Argentina que sus bar-
enseñanza, los seminarios y formas de enseñanza donde el estudian- cos serían atacados si cruzaban por la zona de bloqueo, e Yrigoyen le
tado tuviera posibilidad de intervenir positivamente, y la extensión respondió que ajustar~a su conducta a "los principios y normas funda-
cultural por fuera de la estructura universitaria. En suma, la democra- mentales de derecho internacional/f. No declaró la guerra -como lo hi-
tización de la enseñanza universitaria (Lejarraga, Roulet y Kei- cieron muchas de las naciones americanas-, a pesar de haber sufrido
ner,Po/émica n° 58). el hundimiento de dos barcos, y pidió el desagravio a Alemania y la
El Congreso de Reforma Lbziversitaria se llevó a cabo un mes más tar- reparación material del daño causado, pese a las presiones de los dis-
de/ en un ambiente convulsionado por la actividad estudiantil, sancio- tintos sectores que apoyaban a Inglaterra.
nando las bases del gobierno democrático de las universidades, con la Argentina se benefició económicamente por su neutralidad, ya que
participación de todos los profesores, estudiantes y graduados. Alemania debió reconocerle su derecho a la libre navegación.
El gobierno radical apoyó a los estudiantes, y luego implementó es-
tas reformas en las otras universidades nacionales.

11. El nacionalismo durante los gobiernos radicales


9. La neutralidad argentina en la Primera Guerra Mundial
l. Los grupos nacionalistas
La "Gran Guerran comenzó en junio de 1914 entre Austria y Servía,
pero se fueron incorporando a la contienda distintos países, hasta A comienzos del siglo pasado, el nacionalismo aparecía ligado al
transformarse en "mundialn. La causa principal fue la rivalidad entre ideal liberal de la organización de los Estados; con el romanticismo, el
los distintos Estados europeos, derivada de sus ambiciones imperialis- concepto se fue transformando, asociando las ideas de nación y de ra-
tas y de su antagonismo en la competencia por el mercado, por lo que za hasta degenerar por completo en este siglo en el nazi-fascismo (véa-
se había desarrollado, desde finales del siglo pasado, una carrera ar- se capítulo III, apartado VI.1). Hemos visto en el capítulo anterior que
mamentista entre las principales potencias. Otras causas fueron las as- a fines del siglo pasado muchos antiguos liberales fueron tomando
piraciones de autonomía y 1o independencia de distintos grupos étni- rasgos xenófobos, temiendo por la pérdida de la identidad argentina
cos sometidos por las potencias, y también el nacionalismo revanchis- al ver que los inmigrantes traían otras costumbres, otras ideologías.
ta de franceses y alemanes. Los países en guerra se enfrentaron en dos Los gobiernos se dedicaron a cimentar la nacionalidad a través de la
bandos: enseñanza de la historia y la geografía, y de la celebración de las· efe-
mérides patrias. Yrigoyen estatuyó el"Día de la Razan y prefirió ne-
430 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 431

gociar con los obreros que eran argentinos, y no tanto con gremios que 2. El HDía de la Raza"
tenian mayoría de extranjeros,
Entre quienes soste1úan postulados nacionalistas, estaban los que De acuerdo con la postura de sectores que decían tener la verdad
atacaban la "dependencia del extranjero" como Ricardo Rojas, que re- sobre la naturaleza e identidad del ser argentino, se instituyó el "Día
chazaba "el abyecto vasallaje de nuestras clases intelectuales". Tam- de la Raza". Hoy se sabe que ese concepto está equivocado, porque la
bién Manuel Gálvez empezó a sentir que "gobernar es argentinizar". raza humana es una sola2 y además se acepta que una celebración de
Fueron dando los pasos iniciales del nacionalismo de derecha que ha- estas características es arbitraria y excluyente de muchos grupos hu-
ría eclosión después, al tocar temas como tradición, hispanidad, espín._ manos que, o estaban desde antes que los españoles, o vinieron poste-
tualidad y orden. riormente a poblar nuestra tierra, por lo que se trata de cambiarle el
Se comenzó a hablar de "antiimperialismo", lanzando fundamen- sentido.
talmente los dardos contra Estados Unidos, porque el comercio con es-
te país nos resultaba desfavorable en la balanza comercial; aunque el
volumen de intercambio con Inglaterra era muy importante, al menos 3. Economía y nacionalismo
ésta nos compraba carnes y cereales, equilibrando la balanza.
La encarnación chauvinista de la nacionalidad se plasmó en la Liga a) Las repercusiones económicas de la guerra en la Argentina
Patriótica Argentina, dirigida por Manuel Carlés y surgida en enero de
1919, con la violenta represión a los obreros en la Semana Trágica. Su La política exterior independiente de Yrigoyen quedó sólo en el
extremismo intolerante era para salvar "el Orden y la Tradición Nacio- plano de las relaciones internacionales; el radicalismo no pudo y 1o no
nal", de acuerdo a los criterios de los grandes propietarios. supo escapar de la dependencia económica europea y de los efectos
Hacia fines de la década de 1920 surgen los denominados naciona- negativos de la guerra.
listas "de derecha": · Si bien al principio de la guerra mundial Argentina estaba en un
momento de depresión económica debido al descenso de los precios
[... ]un conjunto heterogéneo de grupos culturales y políticos, que com- de los productos de exportación y la paralización en un primer mo-
parten algunos elementos político-ideológicos comunes, tributarios de mento de todo el comerCio exterior, poco a poco la situación se fue re-
ideas europeas, cuya difusión realizan principalmente a través de es- cuperando. Los ciclos económicos fueron primero de depresión, entre
critos y publicaciones periodísticas. Todos ellos se caracterizan por su 1913 y 1917, seguida por un ciclo de recuperación y auge hasta 1921,
oposición al proceso de modernización iniciado en 1880, su crítica al una nueva recesión hasta 1924, y nueva expansión que duró hasta
sistema liberal, al positivismo y al socialismo, su exaltación de la nacio- 1929, año en que comenzó la gran crisis.
nalidad y su adhesión al catolicismo (Piñeyro, 1997).
El auge a que los precios de las exportaciones aumentaron por la
Publicaban sus ideas en La Nueva República (diciembre de 1927) y demanda de los beligerantes. Las inversiones británicas habían cesado
Criterio (marzo de 1928). Entre sus representantes podemos mencionar
a Leopoldo Lugones, Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Juan E. 2. El18 de agosto de 1964, 22 estudiosos de todas las partes del mundo suscribieron
Carulla y César Pico. De este núcleo emergerán, unos años más tarde, tmánimemente tma declaración de la UNESCO sobre las razas, que sostiene~ entre otros
los primeros historiadores revisionistas. poshtlados, que todos los seres humanos vivientes pertenecen a una única especie denomi-
Elitistas y despectivos hacia las clases obreras, muchos nacionalis- nada Horno Sapiens y descienden de un tronco común. Queda en controversia la cuestión
de la manera y el momento en que se habrían diversificado los diferentes grupos humanos.
tas de derecha identificaron "democracia de masas" con "demagogia", Las diferencias entre los seres humanos se deben a diferencias en la constitución heredita-
y consideraron al radicalismo como una administración de "plebe- ria y a la acción del ambiente sobre el potencial genético. La mayor parte de estas diferen-
yos", por lo que apoyaron e incluso participaron del golpe militar con- cias dependen de la interacción de las dos clases de factores mencionadas. Existen claras di-
ferencias físicas medias entre las poblaciones que viven en diferentes regiones del globo.
tra Yrigoyen. En este aspecto coincidían con los conservadores. Muchas de ellas son de naturaleza genética y consisten, a menudo, en variaciones de fre-
cuencia de los propios caracteres hereditarios.
432 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 433

por completo durante la guerra, disminuyendo la participación del ca- e) La intervención del Estado en empresas
pital extranjero con relación al nacional en nuestra economía, pero au-
mentando en proporción las inversiones norteamericanas, especial- Yrigoyen quiso desarrollar una política nacionalista tratando de
mente en la industria frigorífica, beneficiada por la demanda crecien- que el Estado tuviera participación directa en sectores clave de la eco-
te de la guerra. Sin embargo, en la postguerra -a partir de 1921- dis- nomía, como los transportes (ferrocarriles y flota mercante) y el petró-
minuyó la demanda por la acumulación de stock en Europa, por lo leo. Su proyecto de creación de una Flota Mercante fue reiteradamente
que bajaron los precios de los vacunos. boicoteada en los aspectos más importantes por el Congreso, y sólo
logró iniciarla, con la compra de algunos barcos para el transporte ce-
b) La protección a la industria realero.
Con respecto a los ferrocarriles, dispuso la caducidad de las conce-
Durante la guerra aumentaron muchísimo los precios de los pro- siones ferroviarias que no habían cumplido con los contratos; debido
ductos manufacturados, y al mismo tiempo no alcanzaban a cubrir a las presiones nacionales y extranjeras, sólo pudo limitar su expan-
nuestras necesidades. Esto hubiera sido una buena oportunidad para sión futura y controlar los aumentos de las tarifas, para que su activi-
desarrollar nuestra industria, pero ésta era dependiente de las máqui- dad no fuera perjudicial a los intereses nacionales.
nas y los insumas importados. En 1918 se prohibe la exportación de Se preocupó por extender los ramales ferroviarios a aquellas zonas
metales no trabajados y chatarra, a fin de cubrir la materia prima para que lo necesitaban para el desarrollo regional. Con el fin de estimular
la industria nacional, ya que las metalúrgicas estaban siendo perjudi- la producción del noroeste, comenzó la línea de Salta a Antojagasta (Chi-
cadas por la falta de materia prima y de equipos. Además, el gobierno le), que pasando por San Antonio de los Cobres, llegaría al paso fronte-
lanzó una campaña publicitaria a fin de modificar los hábitos de con- rizo de Huaytíquina; luego se modificó este recorrido, llegando a Socom-
sumo de la población, que estaba acostumbrada a los productos ex- pa (el recorrido que actualmente hace el tren a las nubes). También pro-
tranjeros. Gracias al "proteccionismo objetivo de la guerra" (Cavilliot- yectó la construcción del trasandino del sur, uniendo Bahía Blanca con
ti, CEAL), crece fundamentalmente la industria alimenticia (frigorífi- el sur de Chile, vía Zapa/a, bordeando el lago Nahuel Huapi.
cos y molinos), la ganadera (lanas y cueros), la textil y la mecánica. La Respecto del petróleo, impulsó la producción a fin de competir con
disminución notoria de la importación de carbón inglés para las má- · el importado; dio mayor importancia a la Dirección General de Petróleo,
quinas a vapor trajo como consecuencia la producción de carbón vege- que en 1922 se transformaría en Yacimientos Petrol(feros Fiscales (YPF).
tal en Santiago del Estero y Chaco; así como el desarrollo de la explo- Durante la presidencia de Alvear, YPF se desarrolló gracias a la direc-
tación petrolera. Esta política proteccionista estaba de acuerdo con las ción del coronel Enrique Mosconi. En 1929, durante la segui:tda presi-
aspiraciones de la UIA (Unión Industrial Argentina) que quería aran- dencia de Yrigoyen, se construyó el primer oleoducto en Comodoro
celes sólo para los productos que compitieran con los nacionales. En Rivadavia, proyectando su llegada a Bahía Blanca. En su segundo
1923 las importaciones de productos extranjeros volvieron a alcanzar mandato, Yrigoyen propuso el monopolio estatal del petróleo, proyec-
el nivel anterior a la guerra; Alvear siguió entonces por un tiempo con to que tuvo la oposición de los norteamericanos (especialmente de la
el proteccionismo, aumentando derechos de aduana, pero más tarde compañía petrolera Standard Oí!) y de sus aliados vernáculos. El incre-
esta política fue abandonada. De todos modos, aun sin una política in- mento de la producción nacional posibilitó que YPF regulara el precio
dustrial, la industria continuó en crecimiento, en muchos casos debido del petróleo, obligando a las empresas extranjeras a bajar el precio del
a la inversión de capitales extranjeros, primordialmente norteamerica- litro de nafta. La política petrolera nacionalista fue una de las princi-
nos. Éstos invirtieron en nuevas ramas, como productos químicos o pales causas del derrocamiento de Yrigoyen.
petróleo, así como también compraron empresas locales que antes per- En cuanto a las tierras ptíb!ícas, hemos visto que recuperó tierras del
tenecían a los ingleses. Exportadores agropecuarios diversificaron su Estado y controló su venta.
producción con la industria, como Bunge y Born, que instaló primero
la fábrica de pinturas Alba, y unos años más tarde la textil Grafa.
434 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 435

4. Política exterior nacionalista • No tuvo oposición en el Congreso.


• Concurrió al Congreso a inaugurar las sesiones (no como Yrigo-
Como ya dijimos, Argentina mantuvo la neutralidad durante la yen, que mandaba su mensaje escrito) y se ajustó a las normas le-
Primera Guerra. Cuando ésta finalizó (1918), Argentina aceptó la for- gales,· asistiendo sus ministros a las interpelaciones a las que eran
mación de la Sociedad de las Naciones, pero sostuvo que "tratándose convocados.
de una Liga que ha de establecer la paz futura de todas las naciones, • Sólo w1 ministro de Alvear era yrigoyenista: el ministro de Obras
no cabe distingos entre beligerantes y neutrales". Al no haber igualdad se Públicas (Romero, 1994).
fue de la Liga, ya que quería que la nueva organización internacional • No dispuso intervenciones federales por decreto.
estuviera basada en la justicia, siendo una entidad universal indepen- • · Se acercó a los conservadores.
diente, y no como garantía del Tratado de Versalles, a beneficio de los • Mejoró la relación con las Fuerzas Armadas, que se habían equipa-
vencedores (Del Mazo, 1983). De este modo, la política exterior de Yri- do adecuadamente bajo la conducción de su ministro de Guerra,
goyen se diferenció de la de sus antecesores, siendo realmente neutral. general Justo.
Asimismo, por el mismo concepto de justicia, fue opositor al pacto • Insistió en el Congreso para que Argentina retornara a la Liga de
Argentina-Brasil-Clule (ABC) firmado por su antecesor en 1915, debi- las Naciones.
do a que éste colocaba a las naciones en un plano de superioridad con • Permitió la derogación de la ley de jubilaciones de empleados y
respecto a los otros estados latinoamericanos. Propuso la reunión de obreros de empresas particulares (Luna, 1986).
w1 Congreso Continental de Repúblicas Americanas Neutrales (1917) • N o reglamentó la ley antimonopólica, por lo que quedó práctica-
que fue boicoteado por los Estados Unidos y fracasó. También se opu- mente anulada.
so a la intervención nortean1ericana en Santo Domingo. • Saboteó la Reforma Universitaria, enviando intervenciones a las
Por su política nacionalista, los sectores argentinos ligados a otras Universidades de La Plata y del Litoral.
naciones lo tildaron de distintos modos: los liberales lo acusaron de • Se paralizó la construcción de los ferrocarriles a Huaytiquina, a Za-
germanijzlo, y para los comunistas era anglijzlo en 1921 y fascista en pala y Madryn-Esquel-Jacobacci. ·
1930 (Cavilliotti, CEAL). • Restringió los gastos públicos, eliminando cargos administrativos
que habían sido nombrados por Yrigoyen (Rack, 1991b).
• Hizo campaña contra la corrupción administrativa, concretando
purgas y despidos~
111. La presidencia de Alvear
• Ordenó los gastos del Estado, reduciendo la deuda flotante.
l. Continuidad radical y diferencias entre Alvear e Yrigoyen
Con respecto a la situación económica durante el período de Al-
La Convención Radical eligió, con el visto bueno de Yrigoyen, la vear, difieren las ópticas de Rack, que resalta el momento de crisis en
fórmula Maree/o T. de Alvear- Elpidio Gonzá!ez. Tras seis años de gobier- que asumió Alvear y las medidas que tomó para superarla, y Luna,
no radical, el triunfo de la UCR sobre la opositora Concentración Nacio- quien afirma que
nal fue rotundo.
Diplomático radical en París, Alvear era un aristócrata afrancesa- [... ] la de Alvear fue una presidencia suertuda, deslizada suavemente
en años de gran prosperidad sin sobresaltos ni dificultades. El período
do, de una personalidad muy diferente a la de Yrigoyen. AlgUI).os his-
de 1922-1928 estuvo ubicado cómodamente entre dos crisis: la de pos-
toriadores resaltan la continuidad entre la política de Alvear e Yrigo-
guerra yla que afligió al mundo desde 1929. Al llegar Alvear al poder,
yen, por ejemplo, con respecto al petróleo (expandiendo YPF y cons- la economía argentina se había ajustado sobre bases reales, tras el de-
truyendo la refinería en La Plata), a la creación de la Fábrica Mzlitar de sarrollo artificial provocado por la guerra mundial.
Aviones (1927) y a algunas leyes laborales. Otros, en cambio, destacan
las innumerables diferencias: Según Félix Luna, Alvear se diferenció de Yrigoyen tanto en hechos
Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 437
436 Historia argentina: una mirada crítica

libertinos") es expulsado del PS y se funda así el Partido Socialista In-


concretos que significaban posiciones opuestas, como en no hacer, no
dependiente. Con la nueva división del PS, 3 éste pierde las elecciones
continuar con la "voluntad de emancipación que encarnaba el radica-
en Capital en 1928. Juan B. Justo (que muere ese año) responsabilizó
lismo". Lo malo fue que al apoyarse en un ala partidaria opositora al
por el fracaso a los libertinos.
yrigoyenismo, contribuyó a la división del radicalismo.

2. La división del radicalismo


IV. La segunda presidencia de Yrigoyen
Al echar de los cargos a muchos yrigoyenistas, Alvear perdió el
control del partido, que se dividió en dos bandos irreconciliables: l. Un nuevo mandato con dificultades

• los yrigoyenistas, calificados como personalistas por los opositores. Los antipe:sonalistas votaron por la fórmula Leopoldo Me/o- Vicente
• los antipersonalistas, al que adhirieron conservadores y el sector eli- Gallo (Frente Unico); con el apoyo de Alvear, de los conservadores y de
tista del Partido Radical. un sector de los socialistas, pensaban que tendrían el triunfo asegura-
do. Yrigoyen -acompañado en la fórmula por Francisco Beiró-, tenía ya
En 1923 Alvear parecía inclinado hacia los antipersonalistas, con su 76 años; su abrumador triunfo (cercano al60% del total de los votos)
ministro del Interior Vicente Gallo (que encabezaba la línea opositora desconcertó a los opositores. En su primer gobierno había obtenido el
junto con Leopoldo Mela). voto mayoritario de las clases medias; ahora ganaba también los de la
Al dividirse el partido radical, y salir del mismo los antipersonalis- clase obrera. Esto había sucedido porque los obreros pudieron compa-
tas-formando en 1924la Unión Cívica Radical Antipersonalista-, Alvear rar ambos tipos de gobiernos radicales, y quisieron frustrar la reacción
preHrió quedarse dentro de la UCR: no quiso emplear los métodos de oligárquica. El sector conservador, que criticaba las consecuencias de-
nombramientos en cargos a antipersonalistas ni intervenir la provin- mocratizantes de la Ley Sáenz Peña, poco a poco se puso a preparar el
cia de Buenos Aires, ya que había criticado esto mismo en Yrigoyen. golpe.
Por ello, Gallo renunció, y Alvear quedó en el medio de ambas postu-
Ya por entonces el Congreso estaba lleno de chusmas y guarangos
ras.
inauditos. Se había cambiado el lenguaje parlamentario usual, por el
habla soez de los suburbios y los comités radicales. Las palabras que
soltaban de sus bocas esos animales, no habrían podido ser dichas nun-
3. El Contubernio
ca ni en una asamblea salvaje del África o del Asia. En el Congreso ya
no se pronunciaban solamente discursos, sino que se rebuznaba
Los antipersonalistas se aliaron en el Congreso a los conservadores y·
(Bosch, citado por Quattrochhi-Woisson, 1995).
a los socialistas, todos opuestos a Yrigoyen. Esta alianza fue denomi-
nada por ellos Concordancia, pero los radicales la denominaron Contu- La UCR contaba con la mayoría de las bancas de diputados (91 a
bernio, que significa "confabulación", o "componenda" con fines poco 67) pero la minoría en Senadores (donde había siete radicales, nueve
honorables. En las elecciones para diputados nacionales de 1926 se conservadores, nueve antipersonalistas y un socialista). Al principio la
unieron también radicales de las provincias que se habían enemistado
con Yrigoyen, como el sector de los Cantoni en San Juan y el de los
Lencina en Mendoza. El Contubernio logró mayoría en once distritos,
pero la UCR ganó en Capital Federal, Buenos Aires, La Rioja y Cata- . 3. En 1915 Alfredo Palacios había fundado el Parttdo Socia/istn Argentino, que se di-
suelve en pocos años; Palacios retorna al PS en 1931. En 1918 otro grupo de expulsados
marca, demostrando que seguía siendo la principal fuerza política.
del PS por estar en disidencia con la conducción del partido, forman el Parfldo Socinlista
El Partido Socialista sufre las consecuencias de la participación en el Internacionn/, que apoyaba a la revolución rusa de 1917 y que más tarde formaría el Par-
Contubernio: el grupo que favorecía dicha política (conocido como "los ttdo Comunista.
438 Historia argentina: una mirada crítica Las primeras presidencias radicales (1916-1930) 439

actitud fue de normal cooperación para la sanción de leyes como la dos los diferentes de ser los causantes de sus males) y el engrandeci-
de jornada legal de trabajo, previsionales y de censo ganadero nacio- miento externo como nación o imperio. Los nacionalismos se convier-
nal, pero luego comenZaron a trabar la labor del Congreso, quedando ten en monstruos de intolerancia y en justificación de cualquier acto
sin sancionar leyes como las de defensa sanitaria, un convenio comer- discriminatorio.
cial con Inglaterra y el proyecto de nacionalización del petróleo. Para
lograr mayoría en el Senado y destrabar las leyes necesitaba contro-
lar las legislaturas provinciales. Pero la forma en que se hizo no me- 3. ¿Qué hizo Yrigoyen frente a la crisis?
reció la aprobación de la mayoría: en Mendoza, el líder Carlos W.
Lencinas fue asesinado (Rock, 1991b), y con respecto a los senadores La Caja de Conversión era la institución donde se podían cambiar
sanjuaninos, éstos fueron impugnados tras un largo y arduo debate los "pesos papel" por "pesos oro", es decir, ca~nbiar billetes por me-
en el Congreso. Estaba próximo a tener la mayoría en el Senado, por tálico. Había estado cerrada desde la Primera Guerra Mundial, pero
lo que se proyectaba para 1931 volver a votar las leyes sobre naciona- en el gobierno de M.T. de Alvear se había reabierto. ¿Qué hacían con
lización del petróleo. Y los sectores ligados a los intereses norteame- eso los capitalistas? Pedían préstamos en nuestros bancos, porque la
ricanos no estaban dispuestos a permitirlo. Cada vez era mayor el tasa de interés era baja, compraban dólares u oro, y lo transferían a
descrédito que se le endilgaba a las acciones yrigoyenistas en los me- cuentas bancarias en el extranjero (por ejemplo en Nueva York, don-
dios, acusándolo como mínimo de ineficiente, sino de corrupto. de el interés era mucho mayor). El efecto era negativo para el país: se
descapitalizaba. Los norteamericanos, retiraron los capitales inverti-
dos entre 1927 y 1928, y los volvieron a invertir en Estados Unidos, en
2. La crisis económica de 1929 el fenómeno de "repatriación de capitales". Nuestros burgueses, sin
pensar en nuestro país, también hicieron lo mismo. Por eso Yrigoyen
La gran excusa para el golpe de Estado fue la inoperancia del vie- en 1929 cerró nuevamente la Caja de Conversión, a fin de que cesara
jo presidente Hipólito Yrigoyen frente a la crisis económica que está- la evasión especulativa.
bamos sufriendo en la Argentina. En realidad ese problema no era un Pero Yrigoyen, en un gran escándalo público, fue acusado por sus
producto nuestro, sino una consecuencia de la situación de los países compatriotas de no saber nada de economía, y Federico Pinedo -que
más poderosos. luego, en 1933 y en 1962, sería ministro de Economía- protestó por la
En los Estados Unidos, hasta 1929 la especulación había sido el medida, diciendo que la crisis mundial estaba a punto de ser supera-
gran negocio: cada pequeño ahorrista invertía en acciones en la Bolsa da. Nada más lejos de la realidad.
de Nueva York, tratando de ganar con el alza de las mismas. Pero el
alza era ficticia, hasta que se derrumbaron los precios, todos trataron
de vender al mismo tiempo y los bancos quebraron por no disponer
de fondos. La ola expansiva de las quiebras llegó a Europa, y con ella V. Arte y cultura en este período
los suicidios, el hambre, la desocupación, la mortalidad infantil y el
aumento de las enfermedades endémicas en todo el mundo. l. Los "Artistas del Pueblo"
Se temió con esto un estallido mundial del comunismo, por la can-
tidad de huelgas y la situación favorable para la explosión social, y Apartándose de la tónica de "Nexus" (ver capítulo anterior), otros
los líderes del mundo capitalista reaccionaron con desesperación e pintores buscaron propuestas más progresistas, como Ramón Silva,
irracionalidad, fomentando el fanatismo y la violencia como válvula Walter de Navazio y Valentín Thibon de Libian. Estos pintores, cuya
de escape a las tensiones sociales, la expansión del país hacia otras posición era contraria a la Academia, mostraron una actitud más in-
fronteras, la búsqueda del enemigo interno (acusan a los judíos y ato- trospectiva, desligándose de los temas del pasado histórico. Trabaja-

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