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Las acciones del Congreso se guiaron por dos principios: la legitimidad monárquica, que se
manifestó en la reposición de todos los reyes depuestos por la Revolución y por Napoleón y el principio de
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equilibrio, que se concretó en un reparto proporcional del territorio entre las potencias ganadoras. El
resultado fue el nuevo mapa de Europa con el cual se pretendía asegurar la paz y la estabilidad en el
continente. Francia se redujo al territorio que ocupaba en 1789 y en sus fronteras se crearon pequeños
estados para impedir una nueva expansión. Rusia y Austria incorporaron nuevos territorios a sus dominios e
Inglaterra consolidó su hegemonía marítima y comercial.
Los monarcas a los que el Congreso devolvió su trono, abolieron las constituciones que habían
promulgado los revolucionarios y volvieron a implantar el absolutismo político, dando inicio así a la etapa
conocida como la Restauración. Sin embargo, en la importancia de la ley como reguladora de las
relaciones sociales no se volvió atrás. La amplia arbitrariedad con la cual durante el Antiguo Régimen se
habían comportado no sólo los reyes, sino todos aquellos que disponían de algún poder no fue restaurada.
En su lugar, se mantuvo en dominio de la ley instaurada por los revolucionarios franceses.
Las alianzas internacionales.
El orden establecido en Viena requería de un organismo que le otorgará respaldo y seguridad para su
funcionamiento. De allí que los países que conformaban las grandes potencias de la época, Rusia, Austria y
Prusia, firmaran un pacto denominado La Santa Alianza. Originalmente, la alianza tenía un carácter
místico, ya que pretendía la creación de un nuevo orden político basado en la aplicación de los principios
cristianos, pero acabó convirtiéndose en el instrumento para la conservación de las monarquías absolutas.
La Santa Alianza proclamó el principio de intervención que autorizaba la represión de los
movimientos sociopolíticos de cualquier país cuando un gobierno no lo conseguís por sus propios medios.
El sistema de la alianza se consolidó con el ingreso de nuevos miembros como Inglaterra, Francia y
España.
Los errores de la política restauradora.
La acción restauradora solo se preocupó de la creación de equilibrio político ignorando y repudiando
totalmente el principio del liberalismo y el nacionalismo, fuertemente arraigados en los pueblos europeos a
partir de la Revolución Francesa.
El Congreso de Viena, al no considerar los ideales de los pueblos, mantuvo fragmentados algunos
estados como Italia y Alemania y unidos, contra su voluntad a otros como Bélgica y Finlandia. Esta
situación originó el desarrollo de una serie de movimientos de carácter nacionalista o patriótico en los
países divididos y anexados con el objetivo de conseguir su unidad e independencia, como, así también,
movimientos liberales para defender las conquistas revolucionarias.
El temor de la revolución social inclina a los liberales a interpretar en sentido restrictivo la soberanía
nacional, con la negación del sufragio universal, solo poseen derecho de voto los grupos con el
determinado nivel de riqueza o de cultura.
Así se resumen los postulados del liberalismo de principios del siglo XIX:
- Constitución escrita
- Monarquía limitada
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- Elecciones y partidos políticos
- Sufragio censitario
- Descentralización
- Igualdad jurídica y desigualdad social.
Por otro lado, el movimiento de la Restauración había sofocado desde 1815 todas las ansias
nacionales de los pueblos; hacía 1830 los anhelos de independencia nacional rebrotan y constituyen otra
fase de los movimientos revolucionarios con tendencias del nacionalismo, en los que estallan la rebeldía de
los patriotas italianos contra la opresión austriaca, la de los polacos contra el despotismo ruso y la de los
belgas reclamando la separación de Holanda.
En todos los pueblos europeos y con mayor fuerza en los oprimidos, se suscita la conciencia de
pertenecer a una comunidad ligada por una herencia común de lenguaje y cultura, unida por vínculos de
sangre y en una especial relación con el suelo patrio.
En esta época se desarrolla la idea de Volkstum, nación – pueblo, grupo histórico, frente a la noción
de Estado que se consideraba una creación artificial.
El nacionalismo se robusteció a raíz de las revoluciones liberales burguesas. En lugar de los
vínculos personales en que sustentaba la lealtad al señor feudal o la sumisión al monarca absoluto, se
abrió camino un nuevo tipo de relación: la del ciudadano libre dentro del marco del Estado
nación, formado por una unidad compuesta de elementos comunes como la lengua, la cultura y la historia.
Los límites del territorio albergaban un Estado constituido por una colectividad claramente diferenciada de
otras. El nacionalismo no nació en siglo XIX, sino que hundía sus raíces en los siglos
bajomedievales como elemento de reacción al feudalismo. La Revolución Francesa intensificó el
movimiento como medio de exaltación de la nación frente a la monarquía absoluta.
Napoleón alentó los nacionalismos: en Italia criticó la presencia de los austríacos y ayudó a crear un
reino nacionalista en Nápoles dirigido por Murat, un general suyo. Pero al mismo tiempo, el
imperialismo agresivo que llevó a cabo estimuló los movimientos nacionalistas en su contra, como en el
caso ruso, español o alemán (éste último abanderado por Prusia).
Con la Restauración el nacionalismo constituyó una fuerza opuesta a los intentos de una ordenación
artificial de los estados; ocurrió con los belgas, incómodos en su integración con Holanda; también con los
polacos, que rechazaron la dependencia del Imperio Ruso; checos y húngaros, por su parte, intentaban
desligarse del Imperio Austríaco.
El paradigma del nacionalismo europeo lo constituyeron las unificaciones de Italia y Alemania,
ambas con un marcado carácter centrípeto frente a los movimientos independentistas que se desarrollaron
en los dominios austríacos y turcos.
Se distinguen dos tipos de nacionalismo en el siglo XIX:
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1. El nacionalismo liberal o "voluntarista": Su máximo defensor fue el filósofo y
revolucionario italiano Mazzini. Éste consideraba que una nación surge de
la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren
de convivir y ser regidos por unas instituciones comunes. Es pues, la persona quien de
forma subjetiva e individual decide formar parte de una determinada unidad política
a través de un compromiso o pacto.
Desde ese punto de vista cualquier colectividad era susceptible de convertirse en
nación por deseo propio, bien separándose de un estado ya existente, bien
constituyendo una nueva realidad mediante la libre elección. La nacionalidad de
un individuo estaría por lo tanto sujeta a su exclusivo deseo. Este tipo de
nacionalismo fue el que se desarrolló en Italia y Francia, muy influido por las ideas
de la Ilustración.
2. El nacionalismo conservador u "orgánico": Sus principales valedores fueron Herder
y Fichte ("Discursos a la nación alemana", 1808). Según ellos, la nación conforma
un órgano vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en
una lengua, una cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo
largo de un largo proceso histórico. La nación posee una existencia objetiva que está
por encima del deseo particular de los individuos. El que pertenece a ella lo seguirá
haciendo de por vida, con independencia del lugar donde se encuentre. Sería -sirva el
ejemplo- como una especie de "carga genética" a la que no es posible sustraerse
mediante la voluntad. Este tipo de nacionalismo fue el esgrimido por la mayoría de
los protagonistas de la unificación alemana.
Las aspiraciones liberales y nacionalistas prendieron solo en una minoría instruida de la sociedad.
Pero en las revoluciones de esta época se expanden en una atmosfera de descontento popular, alimentado
por los problemas sociales que suscita la revolución industrial.
En julio de 1830, cuando estalla la revolución en Paris, el precio del pan se había elevado, era
evidente la falta de trabajo y la miseria de las clases inferiores. Confluyen todos los elementos de una típica
crisis de subsistencia con el agravante de la primera crisis financiera del sistema industrial dado que en
1825 estalla en Londres la crisis con la falta de rentabilidad de las inversiones y la subsiguiente quiebra de
varias empresas, con la consecuencia del aumento del desempleo entre la clase obrera.
El ciclo revolucionario de 1820.
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En los primeros años de la década de 1820 se produjo una ola de revoluciones que afectó al sur de
Europa.
El primer movimiento revolucionario tuvo lugar en España con el levantamiento del coronel Riego,
quien restableció la Constitución de Cádiz de 1812 (La Pepa) derogada por Fernando VII, rey de España, en
su retorno al trono en 1815. La labor de Riego fue frenada por la oposición de la nobleza, la Iglesia y el
mismo rey. A esto se sumó la división de los propios liberales entre moderados y radicales. Finalmente, en
1823, Fernando VII tuvo que recurrir a la Santa Alianza para imponer el retorno del Absolutismo en
España.
Desde España, la revolución se extendió a Italia, Portugal y Grecia. Los dos primeros movimientos
fracasaron a causa de la intervención de los ejércitos de las potencias absolutistas; mientras que la
sublevación de los griegos contra el Imperio Turco triunfó porque se apoyó en un levantamiento popular y
porque contó con el apoyo de Rusia e Inglaterra, naciones interesadas en los dominios del Imperio Turco.
El ciclo revolucionario de 1830.
El ciclo revolucionario de 1830 tiene dos protagonistas principales: Francia, donde las ideas
liberales llevaron a la primera elección de un monarca por su pueblo en la Historia de la Humanidad y
Bélgica, donde las ansias nacionalistas de su población lograron la separación de Holanda y la
conformación de una nación independiente con la primera constitución de corte liberal del periodo.
En Francia, la monarquía de Carlos X había sido, con respecto a la Carta de 1814 otorgada por
Luis XVIII, una regresión de las libertades de los ciudadanos. Carlos X quería afirmar un gobierno
absolutista por lo que publicó en julio de 1830 unas Ordenanzas que suspendían la libertad de prensa. En
respuesta, el pueblo parisense inicia el 27 de julio las “tres jornadas gloriosas” en las que aparece, de
nuevo, la bandera republicana.
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Dos elementos fundamentales pueden distinguirse en la revolución francesa de 1830: el elemento
político ejemplificado en la confrontación entre un monarca absolutista y un pueblo movilizado por la
filosofía liberal de participación popular y no concentración del poder y el elemento social, con la
reivindicación de pleno empleo y salario justo por parte de la masa proletaria. A pesar de la conjunción de
las clases sociales, después del derrocamiento del monarca absoluto, representación del enemigo para
ambas clases pero por motivos diferentes, las discrepancias salieron a la luz y las perturbaciones de 1832,
obligaron a los liberales a volcarse hacia un absolutismo por el miedo extremo a una revolución obrera.
Mientras estos acontecimientos se desarrollaban en Francia, al norte, los ideales nacionalistas de los
belgas provocaron el movimiento revolucionario que llevó a su posterior independencia.
En 1830, Bélgica poseía un mayor desarrollo industrial que Holanda y tenía más población. Todo
los separaba: la economía, la religión, la lengua. Aunque en el Parlamento el número de diputados belgas
era igual al de los holandeses, solo uno de los ministros del gabinete era belga; los nacionalistas belgas
argumentaron que Bélgica, más que unida estaba sometida.
El 25 de agosto estalla la revolución en Bruselas y el rey Guillermo I envía a las tropas para reprimir
el levantamiento. Este hecho precipita las cosas y un gobierno provisional declaró la independencia el 4 de
octubre, con el apoyo de Francia.
El conflicto se internacionalizó: las dos Europas políticas tomas postura: Francia apoyando a los
belgas y Rusia, se convierte en la esperanza de los holandeses. Talleyrand, embajador francés consigue la
reunión de una conferencia internacional en la capital inglesa que reconoce la independencia de Bélgica con
una serie de condiciones: la neutralidad perpetua, la aceptación de la exclusión del territorio de
Luxemburgo y Limburgo y el compromiso de pagar los 16/31 de la deuda de los Países Bajos.
A pesar de que se considera a las Revoluciones de 1848 como “la primavera de los pueblos” y que
se extendió por la mayoría de las naciones europeas desde Francia hasta Hungría, todas las convulsiones de
esta época fracasaron rotundamente por diversos motivos:
- La situación económica mejoró y los campesinos temerosos de que una revolución de mayor
alcance pudiera quitarles los derechos adquiridos se retiraron.
- La burguesía temía al movimiento proletariado por lo que prefirió una alianza con la monarquía.
- Se dio una solidaridad incuestionable entre los diferentes monarcas absolutos para solucionar los
problemas internos de cada estado.
- La insolidaridad entre los revolucionarios de los diferentes países.
- Todos los ejércitos tenían generales aristocráticos que estaban unidos a las monarquías
absolutas.
Sin embargo, el balance no fue de fracaso total. En Francia, Luis Napoleón restableció el sufragio
universal; en Italia el Piamonte se configuró como un reino constitucional y liberal en torno al cual se
produciría 20 años después la unificación del país; en Alemania se comprende que es Prusia el único estado
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que puede liderar la unificación del país. Las lecciones son muchas y la repercusión del 48 se detecta en
movimientos y acontecimientos de la segunda mitad del siglo XIX.
DOCUMENTOS HISTORICOS:
DOCUMENTO 1:
"La historia de las ideas políticas en el siglo XIX está dominada por el progreso del liberalismo en el
conjunto del universo. El liberalismo triunfa en Europa occidental; se propaga en Alemania y en Italia,
donde el movimiento liberal está ligado estrechamente al movimiento nacional; gana la Europa oriental
(lucha de “eslavófilos” y “occidentales”); penetra, bajo su forma europea, en los países de Extremo Oriente,
que se abren al comercio occidental; las repúblicas latinoamericanas se otorgan Constituciones liberales,
inspiradas en la Constitución de Estados Unidos.
En cuanto a Estados Unidos, aparece como la tierra de elección del liberalismo y de la democracia,
eficazmente conciliados. De considerar solamente las doctrinas, cabría la tentación de dejar a un lado la
aportación de Estados Unidos; pero lo que importa es la imagen de Estados Unidos, no las obras doctrinales
—relativamente poco numerosas y poco originales— que allí salen a la luz. Sin duda, la imagen que los
liberales europeos adoptan, con frecuencia está muy lejos de corresponder a la realidad. El mismo
Tocqueville, más que describir la realidad americana, interpreta los Estados Unidos a la luz de sus propias
convicciones. La referencia a Estados Unidos adopta, pues, la forma de un mito o de una serie de mitos,
cuya historia desde comienzos del siglo XIX es muy instructivo seguir.
El siglo XIX es, ante todo, el siglo del liberalismo, Pero ¿de qué liberalismo? Son necesarias aquí algunas
distinciones.
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según los países. En Francia el liberalismo permanece, en conjunto, estrechamente vinculado a la defensa
de los intereses (“Bajo la guardia de nuestras ideas, venid a colocar vuestros intereses”, dice irónicamente el
liberal Charles de Rémusat). Pero mientras que el liberalismo francés apenas evoluciona y lleva la impronta
de un orleanismo congénito, Inglaterra conoce varias tentativas para ensanchar y revisar el liberalismo,
especialmente en la época de Stuart Mill y, más tarde, en los últimos años del siglo XIX. El socialismo
francés del siglo XIX constituye una reacción contra el liberalismo burgués, en tanto que el socialismo
inglés está impregnado en gran medida de liberalismo: el hecho es particularmente claro entre los fabianos.
El liberalismo inglés es más inglés que burgués, siendo el imperialismo su término normal; el liberalismo
francés es más burgués que francés, y, dedicado a conservar, vacilará en conquistar, por lo que el Imperio
colonial francés será obra de algunos individuos.
3.º Liberalismo y libertad.
En el siglo XVIII se hablaba indistintamente de libertad y de libertades; y el liberalismo aparecía como la
garantía de las libertades, como la doctrina de la libertad. La confusión de los tres términos (liberalismo,
libertades y libertad) es manifiesta en la monarquía de julio. Pero en la misma medida en que el liberalismo
aparece como la filosofía de la clase burguesa, no asegura más que la libertad de la burguesía; y los no-
burgueses, por ejemplo, Proudhon, tratan de establecer la libertad frente al liberalismo.
Por consiguiente, existen, por lo menos, dos clases de liberales: los que piensan -como dirá más tarde Emile
Mireaux en su Philosophie du libéralisme (1950- que el “liberalismo es uno porque la libertad humana es
una”, y los que no creen en la unidad de la libertad humana y piensan que la libertad de unos puede alienar
la libertad de otros.
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De esta forma, la unidad del liberalismo, al igual que la unidad del progreso, se nos presenta como un mito.
El liberalismo ofrece aspectos muy diversos, según las épocas, según los países y según las tendencias de
una misma época y de un mismo país."
Jean Touchard. Historia de las ideas políticas. 1961.
DOCUMENTO 2:
“Una nación es la asociación de todos los hombres que, agrupados por la lengua, por ciertas condiciones
geográficas o por el papel desempeñado en la historia, reconocen un mismo principio y marchan, bajo el
impulso de un derecho unificado, a la conquista de un mismo objetivo definido. (...) La patria es, ante todo,
la conciencia de la patria.”
Mazzini. ¿Qué es una nación?
DOCUMENTO 3:
Somos un pueblo de 21 a 22 millones de hombres, conocidos desde tiempo inmemorial con un mismo
nombre -el pueblo italiano-; vivimos entre los límites naturales más precisos que Dios haya trazado jamás
-el mar y las montañas más altas de Europa-; hablamos la misma lengua,(...) tenemos las mismas creencias,
las mismas costumbres y hábitos, (...) nos sentimos orgullosos del más glorioso pasado político, científico y
artístico que se ha conocido en la historia europea (...).
No tenemos ni bandera, ni nombre político, ni un puesto entre las naciones europeas (...) Estamos
desmembrados en ocho Estados (...) independientes unos de otros, sin alianza, sin unidad de destino, sin
relación organizada entre ellos (...). No existe libertad ni de prensa, ni de asociación, ni de palabra, (...);
nada. Uno de estos Estados que comprende la cuarta parte de la península, pertenece a Austria: los otros
padecen ciegamente su influencia.
Mazzini. “Italia, Austria y el Papa”.
DOCUMENTO 4:
“Todos los que hablan un mismo idioma (...) hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de
lazos invisibles (...) de modo que los hombres no forman una nación porque viven en este o el otro lado de
una cordillera de montañas o un río, sino que viven juntos (...) porque primitivamente, y en virtud de leyes
naturales de orden superior, formaban ya un pueblo.
Así la nación alemana, gracias a poseer un idioma y una manera de pensar comunes, hallábase
suficientemente unida y se distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa...”
Fichte. “Discursos a la nación alemana, 1807"
DOCUMENTO 5:
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"Quien habia nacido dentro del ámbito de la lengua alemana era considerado ciudadano por partida doble;
por una parte, era ciudadano del Estado en que había nacido, a cuya protección era encomendado; por otra,
era ciudadano de toda la patria común de la nación alemana. [. .. ] De la misma manera que, sin lugar a
duda, es cierto que, allí donde hay una lengua específica, debe existir también una nación especifica con
derecho a ocuparse de sus asuntos con autonomía y a gobernarse ella misma, puede a su vez decirse que un
pueblo que ha dejado de gobernarse a sí mismo tiene también que renunciar a su lengua y confundirse con
el vencedor a fin de que surjan la unidad y la paz interior (..)"
Johann Gottlieb Fichte. Discursos a la nación alemana. 1808.
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DOCUMENTO 6:
“En nombre de la muy Santa e indivisible Trinidad. SS.MM. El Emperador de Austria, el Rey de Prusia, y
el Emperador de Rusia, como consecuencia de los grandes acontecimientos que han señalado Europa en el
curso de los tres últimos años (...). En consecuencia, Sus Majestades han convenido los artículos siguientes:
Art. I. Conforme a las palabras de las Santas Escrituras, que ordenan a todos los hombres mirarse como
hermanos, los tres monarcas contratantes permanecerán unidos por los lazos de una verdadera e indisoluble
fraternidad y se considerarán como patriotas, se prestarán en toda ocasión y en todo lugar asistencia, ayuda
y socorro...
Art. II. En consecuencia, el único principio en vigor, ya sea entre dichos gobernantes, ya sea entre los
súbditos, será el de prestarse recíprocamente servicio.
Hecho, triplicado y firmado en París el año de gracia de 1815, el 26 de septiembre. Francisco, Federico-
Guillermo y Alejandro."
DOCUMENTO 7:
“En general, cada día me convenzo más de que el único remedio que se puede oponer a este mal (la
propagación de las ideas liberales) que amenaza la tranquilidad interior de todos los estados, no puede
encontrarse más que en un acuerdo perfecto entre todas las potencias, que deben reunir francamente todos
sus medios y esfuerzos para ahogar por todas partes ese espíritu revolucionario, que los tres últimos del
reinado de Napoleón en Francia han desarrollado con más fuerza y peligros que en los primeros años de la
Revolución Francesa.”
Metternich al general Vicent (junio de 1817). Extraído de Bertier de Sauvigny: La Sainte Alliance.
DOCUMENTO 8:
“Ningún gobierno puede atribuirse el derecho a intervenir en los asuntos de otro Estado independiente. El
derecho de intervención bien entendido se extiende únicamente a los casos extremos en los cuales, a causa
de revoluciones violentas, el orden público se halla tan quebrantado en un Estado que el gobierno pierde la
fuerza (...). En este estado de cosas, el derecho de intervención corresponde de forma tan clara indudable a
todo gobierno expuesto a los peligros de ser arrastrado por un torrente revolucionario, como a un particular
le corresponde el derecho de extinguir el fuego de una casa próxima para impedir el alcance a la suya”
Cortés Salinas: “Restauración y primeras oleadas revolucionarias 1815-1830".
DOCUMENTO 9:
“Españoles: Cuando vuestros heroicos esfuerzos lograron poner término al cautiverio en que me retuvo la
más inaudita perfidia, todo cuanto vi y escuché, apenas pisé el suelo patrio, se reunió para persuadirme que
la nación deseaba ver resucitada su anterior forma de gobierno (...) Me habéis hecho entender vuestro
anhelo de que restableciese aquella constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue
promulgada en Cádiz el año de 1812 (...) He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre
su más firme apoyo (...) Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional (...)”
Manifiesto Fernandino, 10 de marzo de 1820.
DOCUMENTO 10:
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“Nosotros, descendientes de los sabios y nobles pueblos de la Hélade, nosotros que somos los
contemporáneos de las esclarecidas y civilizadas naciones de Europa (...) no encontramos ya posible sufrir
sin cobardía y autodesprecio el yugo cruel del poder otomano que nos ha sometido por más de cuatro siglos
(...). Después de esta prolongada esclavitud, hemos decidido recurrir a las armas para vengarnos y vengar
nuestra patria contra una terrible tiranía.
La guerra contra los turcos (...) no está destinada a la obtención de ventajas para una parte aislada del
pueblo griego; es una guerra nacional, una guerra sagrada, una guerra cuyo objeto es reconquistar los
derechos de la libertad individual, de la propiedad y del honor, derechos que los pueblos civilizados de
Europa, nuestros vecinos, gozan hoy”.
Asamblea Nacional Griega, 27 de enero de 1822. Proclamación de la independencia de Grecia.
DOCUMENTO 11:
“Las revoluciones de 1848, pues, requerirían un estudio detallado por estados, pueblos y regiones. No
obstante, cabe decir que tuvieron muchos aspectos en común, como que ocurrieron simultáneamente, que
sus destinos estaban unidos y que todas ellas tenían un carácter y estilo comunes, una curiosa atmósfera
romántica y utópica, y una retórica similar, para la que los franceses inventaron la palabra qurante-huitard
(*cuarenta y ochista). Cualquier historiador lo reconoce de inmediato: las barbas, los chales, los sombreros
de ala ancha de los militantes, las banderas tricolores, las barricadas, el sentido inicial de liberación, de
enorme esperanza y de confusión optimista. Era la primavera de los pueblos y, como ocurre con la estación,
no perduró (...). Todas ellas se desarrollaron y languidecieron rápidamente, y en la mayoría de los casos de
manera total.”
Eric J. Hobsbawn. La era del capitalismo.
DOCUMENTO 12:
“Las revoluciones del 48 cuentan con un componente social nuevo y de gran importancia para el desarrollo
de futuros acontecimientos en Europa: se trata del proletariado, que asciende con fuerza y con conciencia
de clase; y considera necesaria su intervención en el Estado para poder llevar a cabo reformas de tipo
social, como la limitación del horario de trabajo, el salario mínimo, etc.
Así pues, los conflictos sociales se presentan en 1848 como una lucha de clases triangular, con dos
burguesías (la grande y la pequeña) y la masa popular. Contra la gran burguesía se hará la revolución de
febrero, aunque después las dos burguesías volverán a soldarse ante el peligro social y aislarán a su vez al
proletariado.”
Droz: Restauración y revolución en Europa, Madrid, Siglo XXI, 1984.
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Se imprime el cuestionario y se realiza en hojas aparte. Se entrega bien engrampado junto con las
hojas del cuestionario. FECHA: 8/06/2018. ANTES DE LAS 8:00 A.M.
.
10. Explica qué supuso la Restauración, desde el punto de vista político, territorial, ideológico y estratégico (congresos y
alianzas).
11. Analiza y comenta este texto, situándolo en su contexto histórico. ¿Fueron aplicadas en la realidad estas ideas?
“ Ningún gobierno puede atribuirse el derecho a intervenir en los asuntos de otro Estado independiente. El derecho de
intervención bien entendido se extiende únicamente a los casos extremos en los cuales, a causa de revoluciones violentas, el
orden público se halla tan quebrantado en un Estado que el gobierno pierde la fuerza (...). En este estado de cosas, el derecho de
intervención corresponde de forma tan clara indudable a todo gobierno expuesto a los peligros de ser arrastrado por un torrente
revolucionario, como a un particular le corresponde el derecho de extinguir el fuego de una casa próxima para impedir el alcance
a la suya”
Cortés Salinas: “Restauración y primeras oleadas revolucionarias 1815-1830".
12. Distingue entre las revoluciones de 1830 y la de 1848, desde el punto de vista del tipo de sufragio. Explica en qué consisten
dichos tipos.
13. ¿Cuál fue el balance de las revoluciones de 1848, desde el punto de vista social, territorial y político?
20. Distingue las diferencias que existen entre los procesos de unificación de Italia y Alemania, desde el punto de vista de su
cronología, ideólogos, protagonistas, estados en torno a los que se aglutina y tipo de regímenes políticos que surgen tras dichos
procesos.
21. Analiza y comenta el siguiente texto:
“Todos los que hablan un mismo idioma (...) hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles (...) de
modo que los hombres no forman una nación porque viven en este o el otro lado de una cordillera de montañas o un río, sino que
viven juntos (...)porque primitivamente, y en virtud de leyes naturales de orden superior, formaban ya un pueblo.
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Así la nación alemana, gracias a poseer un idioma y una manera de pensar comunes, hallábase suficientemente unida y se
distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa...”
Fichte. “Discurso a la nación alemana, 1807".
22. Analiza y comenta el texto.
“Una nación es la asociación de todos los que, agrupados ya sea por la lengua, sea por ciertas condiciones geográficas, sea por el
rol que les ha sido asignado en la historia, reconocen un mismo principio y marchan, bajo el derecho de un imperio unificado, a
la conquista de una sola meta definida.”
Mazzini, 1834.
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1.7.1. EL PENSAMIENTO OBRERO:
Las nuevas circunstancias económicas y sociales del capitalismo propiciaron el nacimiento
de ideologías y movimientos protagonizados por la clase obrera.
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A lo largo del siglo XIX se fueron gestando reflexiones intelectuales que ponían en evidencia y
criticaban las contradicciones del proceso de industrialización y las injusticias inherentes al capitalismo.
Surgieron iniciativas reivindicando el igualitarismo y la solidaridad, ideas que se englobaron bajo el
amplio epígrafe de "Socialismo", en cuyo seno pueden distinguirse tres amplias corrientes:
1. Socialismo utópico
El término socialismo utópico fue acuñado en 1839 por Louis Blanqui, aunque alcanzó notoriedad
tras el empleo que de él hicieron Marx y Engels en su "Manifiesto Comunista". Éstos consideraban que los
pensadores utópicos, aunque bienintencionados, pecaban de idealismo e ingenuidad. Para impedir ser
confundidos con ellos, etiquetaron su propia teoría con el calificativo de "científico". Propiciaron el
nacimiento de ideologías y movimientos protagonizados por la clase obrera.
La expresión "utopía" significa plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como
irrealizable ya desde el mismo momento de su formulación. Proviene de "Utopía", obra escrita por Tomás
Moro, intelectual, político y humanista inglés (S. XV-XVI). En ella teorizaba acerca de una isla de ese
nombre que era ideal y perfecta. Cronológicamente las ideas del socialismo utópico alcanzaron su madurez
en el período comprendido entre 1815 y 1848 (fecha de publicación del Manifiesto Comunista).
Los socialistas utópicos formaron un grupo de pensadores heterogéneo. Sin embargo tuvieron en común
una serie rasgos, en gran medida influidos por las ideas de Rousseau.
La importancia de la naturaleza estaba muy presente en sus ideales, aunque ello no fue obstáculo
para que fuesen favorables a la industrialización y el maquinismo.
Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano se
relacionase en paz, armonía e igualdad.
Sus metas habrían de alcanzarse mediante la simple voluntad de los hombres, es
decir, pacíficamente, de ahí que sus seguidores se opusieran a las revoluciones y a acciones como
la huelga.
Pusieron al descubierto y denunciaron los perniciosos efectos del capitalismo, pero no investigaron
sobre sus causas profundas.
Con el fin de paliar las injusticias y desigualdades emprendieron diversos planes, en los que
primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.
Pensadores utópicos
Robert Owen: Fue un empresario, fabricante de hilaturas de algodón. En su fábrica escocesa
de New Lanark puso en práctica una serie de medidas que mejoraron significativamente las condiciones de
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vida de sus obreros, tales como la reducción de la jornada de trabajo, salarios más dignos, educación
infantil, etc. El éxito lo animó a crear en USA una comunidad ideal, New Harmony, que sin embargo
constituyó un fracaso. Su pensamiento y praxis influyeron de forma relevante en el cooperativismo.
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contradicciones y planteando los medios para su destrucción. El marxismo se alejaba de los postulados
teóricos, reformistas, idealistas y supuestamente irrealizables del socialismo utópico.
La Revolución de 1848 constituyó un momento clave en el desarrollo de esta nueva corriente
socialista pues, una vez frustrada, el marxismo reemplazó al socialismo utópico como corriente ideológica
obrerista dominante, erigiéndose en motor y referente de buena parte de los movimientos revolucionarios
de la segunda mitad del siglo XIX y XX. Fue precisamente en 1848 cuando se publicó el "Manifiesto
comunista”, la obra más conocida del marxismo.
Las ideas marxistas no conforman un bloque unitario, pues los escritos de Marx han
ido completándose con el tiempo y han sido objeto de notables revisiones.
El socialismo científico o marxismo presenta influencias de corrientes anteriores, destacando las
que proceden de la filosofía alemana hegeliana (materialismo dialéctico), la del ideario de revolucionarios
como Babeuf y la de activistas obreros como Blanqui.
En sus escritos "Tesis sobre Feuerbach" (1845), "Miseria de la Filosofía" (1847), el ya
aludido "Manifiesto Comunista" y sobre todo "El Capital", Marx y Engels desarrollaron una teoría en la
que destacan los siguientes aspectos:
a) El materialismo histórico
Para el marxismo, son las circunstancias materiales y no las ideas o la voluntad de los hombres las
que determinan los hechos históricos. En tal sentido, diferencia entre infraestructura (la
economía) y superestructura (la organización del Estado, los aspectos políticos, jurídicos, ideológicos, el
pensamiento filosófico, las creencias religiosas, la producción artística, las costumbres, etc).
Entre ambas instancias existe una estrecha relación dialéctica. La infraestructura económica constituye la
base de la historia y genera unas determinadas relaciones de producción. Las variaciones en la
infraestructura provocan a su vez cambios en la superestructura, pero no de forma mecánica automática,
sino que cada instancia ejerce una peculiar influencia sobre la otra. A largo plazo, sin embargo, el
papel determinante corresponderá a la infraestructura.
Esta dinámica hay que situarla en el influjo que ejerce sobre el marxismo la teoría del
proceso dialéctico de Hegel. Según este filósofo cada hecho o circunstancia (tesis) lleva en su seno su
propia contradicción (antítesis). De la pugna entre ambas surge una nueva realidad (síntesis) que implica la
superación de las anteriores y que a su vez se transforma en una nueva tesis.
La humanidad ha pasado por varios estadios con diferentes estructuras y sus propias
contradicciones: sociedad comunitario-tribal, esclavista, feudal y capitalista. En ésta última la burguesía
ha creado unas condiciones (económicas, legales, unos modos de vida y hasta la religión) que le permiten
prosperar material y socialmente, pero a costa del proletariado. Del mayor o menor desarrollo del
movimiento obrero depende que la clase trabajadora reconozca cuáles son realmente sus intereses y luche
por ellos a través de la acción revolucionaria.
Sin embargo, a fines del siglo XIX (a partir de la II Internacional), Eduard Bernstein, miembro
del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), desde una postura menos radical y más conciliadora, sostuvo
que los partidos revolucionarios podían y debían, según las circunstancias, intervenir en el sistema político
democrático y liberal, utilizando como principal arma para conseguir sus aspiraciones, el sufragio
universal. Afirmaba que las predicciones realizadas por el marxismo respecto a la progresiva pauperización
de los trabajadores eran erróneas y que los obreros habían mejorado objetivamente su situación respecto a
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tiempos pretéritos. Se habría de este modo una vía no revolucionaria que perseguía cambios no radicales,
sino graduales y pacíficos.
El revisionismo despertó airadas críticas en el seno de los sectores más izquierdistas del
marxismo (Rosa Luxemburgo, Lenin, etc.), Sin embargo, jugó un importante papel en la política del siglo
XX, muestra de ello es la labor ejercida por partidos hoy plenamente consolidados y activos en Europa,
tales como el Partido Laborista Británico, el mencionado Socialdemócrata Alemán (SPD) o el Partido
Socialista Obrero Español, entre otros.
3. Anarquismo:
La economía capitalista e industrializada del siglo XIX, organizada en torno a los principios del
liberalismo, consagraba la existencia de dos clases sociales: la trabajadora, desprovista de los medios de
producción y forzada a vender su fuerza de trabajo, y la burguesa, dueña de esos medios e inclinada a
incrementar sus beneficios a costa de las condiciones salariales y laborales de la primera. Cada vez más se
extendió la percepción de que el capitalismo consagraba unas injustas desigualdades que había que
eliminar.
El movimiento obrero surgió de esas condiciones, pero alcanzó mayor o menor fuerza en función
del grado de desarrollo industrial de los países. Los primeros movimientos de masas de carácter moderno
se originaron en Inglaterra. Cristalizaron en episodios como la destrucción de máquinas (Ludismo) y la
creación de las Trade Unions, primeras asociaciones de carácter sindical. El que el fenómeno se produjese
en Inglaterra y no en otro país se debió a su carácter de pionera de la industrialización. Más tarde,
estructurados en torno a la ideología marxista, surgieron partidos de extracción obrera que jugaron un
importante papel en la acción política y social.
creación. Los viejos artesanos perdieron sus negocios y cayeron en el desempleo. La agitación que
afectó inicialmente a la industria textil se extendió también al campo, donde el supuesto
cabecilla "Capitan Swing" y sus seguidores dirigieron su ira contra las trilladoras incorporadas a
las labores agrícolas. Las acciones contra las máquinas constituyeron el precedente de otras
venideras, esta vez mejor organizadas, dirigidas, no contra las máquinas, sino contra sus
propietarios. El ludismo reunía algunos rasgos característicos de los motines del Antiguo Régimen,
frecuentes en períodos de crisis de subsistencias. Coincidió con ellos en la espontaneidad y en la
ausencia de una ideología política definida que los vertebrase. Pero al tiempo, presentaba modernas
peculiaridades propias de los movimientos obreros de la segunda mitad del siglo XIX. El
movimiento alcanzó su cénit coincidiendo con los altercados que se desarrollaron
en Inglaterra durante los años 1811 y 1812, reprimidos con suma dureza por el gobierno, a raíz de
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los cuales fueron detenidos y juzgados numerosos revoltosos, de los que unos treinta fueron
condenados a la horca. Otros países padecieron similares desórdenes: fue el caso de Francia (entre
1817 y 1823), Bélgica, Alemania o España (Alcoy en 1821 y Barcelona en 1835).
Uno de los rasgos distintivos del socialismo de todo signo fue su carácter internacionalista. Carlos
Marx y otros pensadores sostenían que, al margen de la nacionalidad a la que perteneciesen, los
trabajadores de todo el mundo sufrían los mismos problemas.
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Fruto de esa idea, surgieron organizaciones que intentaron servir de enlace entre grupos de
trabajadores de diferentes países en pos de la consecución de la revolución universal. De entre estas
iniciativas destacaron dos:
- La Primera Internacional Obrera (1864-1876) La Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT) o I Internacional Obrera, adoptó como sede la ciudad de Londres y estuvo integrada por partidos,
sindicalistas, socialistas, anarquistas y asociaciones obreras de variado signo. El encargado de redactar sus
estatutos fue Carlos Marx.
Las diversas tendencias y sensibilidades que recogió, obstaculizaron en gran medida su
funcionamiento. En 1868, a raíz de la incorporación de Bakunin, la AIT sufrió una polarización que
condujo a enfrentamientos entre dos tendencias irreconciliables: por un lado, la anarquista (con Bakunin a
la cabeza), por otro, la marxista, cuyo liderazgo intelectual ostentó Marx.
Episodio decisivo en la división del movimiento internacionalista lo constituyó el fracaso de
la Comuna de París (1871), experiencia de carácter revolucionario que surgió tras la derrota
de Sedán (1870) sufrida por las tropas francesas de Napoleón III frente a Prusia. Como consecuencia, el
Segundo Imperio Francés dejó de existir (el emperador abdicó), abriéndose paso la III República. Durante
los primeros meses de ésta, la agitación política y social hizo estallar en París una revolución que condujo a
la instauración de una Comuna obrera. Tras poco más de dos meses de autogestión, las autoridades
republicanas, encabezadas por Thiers, reprimieron sangrientamente la primera tentativa de poner en
práctica por vez primera una sociedad liderada por la clase trabajadora.
El fiasco de la Comuna de París agravó los enfrentamientos en el seno de la Internacional. En el
Congreso de La Haya (1872), los anarquistas fueron expulsados de la organización, que pasó a ser
controlada por los marxistas hasta su disolución en 1876. Las razones que llevaron a ese enfrentamiento
pueden resumirse en las siguientes:
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