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SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ DE ZIPAQUIRÁ

PATRÍSTICA
I TEOLOGÍA
JOHN NOVA PAMPLONA, PBRO FECHA: 09 OCTUBRE DE 2020
HELMER FABIÁN DE LA RUE LEÓN

La vida de Moisés
San Gregorio de Nisa, quien es el autor de la obra ‘La vida de Moisés’, nació en Cesarea
de Capadocia, es Padre y Doctor de la Iglesia, es hermano de San Basilio. Se dice que fue
maestro de retórica y su esposa era Teosebia. En el 371 aceptó el obispado de Nisa, pero fue
dirimido de cargo por acusaciones de los arrianos, pero en el 378 el emperador Teodosio se lo
devolvió. Se le reconoce por su participación en el Concilio de Constantinopla en el año 381;
además de la obra puesta en contexto, también escribió las ‘Homilías sobre el Cantar de los
Cantares’.
En esta obra es esencial decir que toma en consideración fragmentos del Libro del Éxodo,
donde se narra la historia de Moisés, pero también el Libro de Números, para resaltar todo el
proceso del Pueblo de Israel, en su experiencia al vivir la Antigua Alianza.
Es interesante la visión que se tiene del varón (hombre) en la época en la cual fue escrito
este libro. En principio, se aclara el contexto donde nació Moisés, puesto que el Faraón de aquél
entonces había decretado asesinar a todos los varones que naciesen. Claramente, determinar el
sexo de una persona no corresponde directamente a sus padres, sino que tal aspecto es fruto de la
genética y por supuesto de Dios.
Sin embargo, el autor presenta una dicotomía entre el nacimiento físico y el nacimiento
espiritual; si bien, a lo largo de la vida biológica y psicológica de todo ser humano hay una
evolución, a veces para bien o para mal, esto para Gregorio es un continuo nacimiento.
Así ocurre con el nacimiento espiritual, que es libre y no está determinado por otros seres
corporales y por tal razón somos nuestros propios padres y somos lo que queremos ser. En este
nacimiento espiritual, se puede escoger ser varón o hembra, virtud o vicio respectivamente.
Como es natural, después del nacimiento vienen una serie de cuidados necesarios para que
la persona pueda sobrevivir, pues así también, en ese nacimiento espiritual es necesario cultivar
ciertas virtudes, para que, igual que Moisés no seamos llevados por las fuertes corriente de agua
del río de la vida:
Por eso, después de haber compartido la vida con la princesa de los
egipcios, en cuanto sirvan de provecho los bienes que esto procura, hay que volver
con prontitud a lo que es verdaderamente la madre. Por lo demás, nunca estuvo
realmente separado de ella Moisés, pues continuó su crianza al pecho de la propia
madre. Esto nos enseña, a mi parecer, que mientras nosotros nos instruimos en la
cultura profana, no debemos destetarnos de la leche nutritiva de la Iglesia. Leche
son los usos y costumbres que alimentan nuestra alma, la fortifican y dan medios
para subir a las alturas.
Cierto que se halla entre dos enemigos quien estudie textos profanos y
doctrina tradicional al mismo tiempo. La práctica de religiones extranjeras está en
oposición con la doctrina de los hebreos; multiplica sus esfuerzos con el fin de
aparecer más potente que la de Israel. Esa impresión ha dado a muchos hombres
superficiales, que han abandonado la fe tradicional para seguir la de sus
adversarios. Así han faltado a las enseñanzas de sus padres. (Ibíd. Pág. 69-70)
También es fundamental la comparación que hace con Cristo, por un lado, está un hombre
virtuoso, elegido por Dios para guiar a Israel hacia la libertad física, como consecuencia de una
larga esclavitud en Egipto; por otro, aquel Hombre que, siendo Dios al mismo tiempo, también
liberó a su Pueblo de la esclavitud del pecado que lo ha atado por muchos años.
De igual modo, ya en el éxodo propiamente de Israel por el desierto, tiene de por sí un
significado profundo, desde la preparación para salir a caminar, durante el camino la renuncia
tantas cosas que hacían el paso más pesado, difícil y que, al fin de cuentas no eran necesarias.
Claramente para Gregorio, aquello que nos ata es el pecado, que nos impide caminar hacia la
libertad que se encuentra solamente en Dios. Aquel pueblo se abandona y la única certeza que
tiene la Palabra de Yahvé, donde ha prometido una tierra que mana leche y miel; así lo expresa el
autor:
Si el hombre se abstiene de los incentivos del mal y se orienta
interiormente hacia el bien dando las espaldas al vicio, su alma, de cara a los viene
futuros, es como un espejo limpio en que se reflejan las imágenes y formas de
virtud que Dios infunde. Acude entonces a su lado el ángel, que es en realidad un
hermano del hombre, por cuanto el alma es razón e inteligencia. Como queda
dicho, acude en ayuda nuestra siempre que estamos cerca del Faraón.
No quiero decir que haya riguroso paralelismo entre la narración histórica y
esta interpretación espiritual. Mas no debería ser pretexto para rechazarlo de
conjunto. Ténganse en cuenta siempre el fin que nos hemos propuesto seguir a lo
largo de esta expresión. Como dijimos en la introducción, se presenta la vida de
grandes hombres, ejemplo de virtud para sus descendientes. (Ibíd. Pág. 77).
Empero, hay un hecho peculiar y muy significativo dentro de toda la Historia de
Salvación, la gran llegada al monte Sinaí donde Moisés sube y recibe las tablas de la ley. Es en
este momento donde Dios pacta con su pueblo, se da aquella alianza que nos presenta el profeta
Jeremías: “Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo" Jr 7,23. Pero desde antes, Dios
cobijó y cuidó a su pueblo, de día como nube, de noche como fuego.
Queda así expuesto los inicios de la Revelación que se consumará con la venida de Jesús
al mundo; en su Pasión, Muerte y Resurrección. Desde entonces, ya se veía aquel amor
incondicional del Padre, a pesar de todas las infidelidades del Pueblo, que incluso, llevaron a
Moisés a romper las Tablas de la Ley, pero también intercedió por sus hermanos.

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