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CAMILO MACCISE, OCD

VIVIR EN LA INSEGURIDAD

DESAFÍO ESPIRITUAL PARA LA VIDA CONSAGRADA

Instituto Teológico de Vida Religiosa

Religioso Bizitzaren Teologi Institutoa

Apdo. 86 – Gastéiz/Vitoria 2005

1
Introducción

El Congreso internacional de vida consagrada, celebrado en Roma del 22 al 27 de


noviembre de 2004, en su Declaración final recuerda que “desde hace tiempo, algo nuevo
está naciendo entre nosotros, al compás de otras realidades que mueren (obsoletas tradiciones
y estilos, instituciones mortecinas). Nos afecta la agonía de lo que muere y la confianza de lo
que nace. Aunque no acabamos de ver claro aquello que el Espíritu está haciendo nacer en la
vida consagrada, sin embargo ya identificamos algunos brotes de novedad... Aunque [el
Espíritu] es imprevisible como el viento y no sabemos de dónde viene ni hacia donde va,
hemos escuchado el murmullo de su voz en la voz de los signos de los tiempos y de los
lugares... Un modo de entender y vivir la vida consagrada que dio frutos abundantes en el
pasado, está cediendo el paso a otro más en sintonía con lo que ahora nos pide el Espíritu...
Quizás más que en otras épocas experimentamos nuestras pobrezas y limitaciones. En medio
de ellas resuena la voz del Señor ¡no temas, yo estoy contigo!”.

Esta confianza en la bondad y en la fidelidad de Dios no eliminan, sin embargo, la


incertidumbre que produce en nosotros sentimientos de inseguridad. Vivimos en un cambio
de época y todo cambio produce ese efecto. Es normal una reacción de resistencia al cambio
porque las estructuras y formas culturales comunican seguridad y dan identidad a los grupos
humanos. Por ello se dice que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. Es más
fácil continuar con las formas existentes que crear otras nuevas. Lo que se hace
habitualmente libera del esfuerzo psicológico por inventar nuevos cauces. Igualmente hay
presiones que obstaculizan el cambio como las que originan personas inseguras y
temperamentalmente conservadoras. Ellas defienden la estabilidad como condición para su
identidad personal.

La situación en la que estamos viviendo constituye un desafío espiritual para la vida


consagrada. Para enfrentarlo con las actitudes evangélicas contamos con la palabra de Dios y
con la experiencia espiritual de los místicos. La escucha de la palabra de Dios es algo tan
fundamental y esencial en la vida cristiana que está ligada a todo el proceso de crecimiento y
desarrollo de la vida religiosa personal y comunitaria. De la fidelidad a la palabra de Dios
dependen la creatividad y el dinamismo espiritual de la vida consagrada y el cumplimiento de
su misión. La palabra de Dios, viva y eficaz (Heb 4,12), exige respuestas vitales que
conducen a la madurez de la vida cristiana, que se resume en el seguimiento de Jesús.

La palabra de Dios, a partir de su sentido literal, ofrece desde una relectura, un mensaje
para el presente que puede ser percibido en contacto con la problemática de la vida. La
relectura bíblica parte de la convicción de que la Biblia no es un libro cualquiera de la
antigüedad; es un libro que para el creyente contiene la palabra de Dios que resuena dentro de
la comunidad a la que pertenece y de las circunstancias en las que vive, con fuerza
cuestionadora. La Biblia es un libro que se conserva siempre vivo dentro de la comunidad de
creyentes que se acerca a él, lo lee, lo interroga, busca su luz. Por ello, iremos a la Escritura
para encontrar en ella claves de interpretación para este tiempo de inseguridad y
orientaciones para enfrentarla a partir de una actitud espiritual.
2
Por otro lado, los místicos, como testigos privilegiados de la experiencia cristiana nos
ofrecen también claves vitales para asumir los desafíos que se van presentando en nuestra
historia.

En estas páginas ofrecemos unas claves de interpretación que, a la luz de la experiencia


bíblica y de los místicos nos puedan ayudar a vivir la inseguridad de nuestro tiempo como
una gracia fecunda y una experiencia de Dios, Señor de la historia y de la de nuestros
institutos y de la nuestra personal.

Presentaremos cuatro claves de interpretación desde la Biblia y de la experiencia de


algunos místicos. Lo haremos desde la perspectiva del desafío que implican. Hablaremos
sucesivamente del desafío del éxodo y de la noche oscura; del desafío del exilio y del resto
(identificado especialmente con los “anawim” o “pobres de Yahvé”) y de la actitud de
pobreza espiritual; del desafío espiritual de la experiencia de Dios y de la búsqueda de sus
caminos; del desafío del profetismo y de escuchar y poner en práctica la palabra de Dios.

3
Capítulo 1

El desafío de éxodo y de noche oscura

Cuando reflexionamos sobre la realidad actual de la vida consagrada, especialmente en los


países del primer mundo, viene espontánea a nuestra mente la experiencia del éxodo. Ella
ilustra por analogía nuestra situación y nos da, al mismo tiempo, las bases para una
espiritualidad característica y apropiada, que brota de los mismos hechos iluminados por la
fe.

1. El tema del éxodo en la Biblia

a) Los tres éxodos

El tema del éxodo en la Escritura es uno de los temas claves, tanto en el antiguo como en
el nuevo testamento. Lo encontramos en todos los libros. El hecho de que Yahvé sacó al
pueblo de Egipto, lo liberó y lo introdujo en la tierra de promisión es la base de la fe de Israel.
Por eso, no es de extrañar que los acontecimientos del éxodo sean mencionados
continuamente en los escritos bíblicos históricos, proféticos y didácticos. Hay salmos enteros 1
dedicados a recordar en forma de plegaria y de alabanza la maravillosa liberación operada por
Dios a favor de su pueblo. Las mismas fiestas religiosas de Israel, primitivamente fiestas
agrícolas naturales evolucionan en su significado y se convierten en memoria de los
acontecimientos del éxodo: pascua, Pentecostés, tabernáculos e incluso el sábado2.

En el nuevo testamento el tema del éxodo sigue siendo uno de los principales. En los
sinópticos existe todo un trasfondo de este hecho en la historia de la salvación para presentar
a Cristo como el nuevo Moisés, que viene de Egipto, que pasa por el desierto y el Jordán, que
vence las tentaciones y pruebas del desierto y se manifiesta como el verdadero hijo de Dios y
el auténtico Israel. En san Juan existe una continua alusión a los temas del éxodo a través de
símbolos: la tienda, la serpiente, el maná, el agua, la luz. Para san Pablo, la vida cristiana es
un éxodo3. Él interpreta los hechos del éxodo y los aplica a la Iglesia, nuevo pueblo de Dios
en marcha. Para el autor de la carta a los hebreos, el pueblo que sale de Egipto es la imagen

1
Por ejemplo, los salmos 77, 78, 81, 95, 105, 106.
2
Cf. Ex 16,17-30.
3
Cf. 1 Cor 10,1-11; 5,6-13; 2 Cor 3, 6-18.
4
de la nueva humanidad en camino hacia la verdadera tierra de promisión y de descanso 4. En
el Apocalipsis, toda la historia humana aparece como una liberación. Al final de ella el
pueblo de Dios cantará el cántico de Moisés y del cordero5.

El tema del éxodo, que recorre todas las páginas de la Biblia, se encuentra concentrado de
manera especial en tres momentos centrales de la historia de la salvación: la salida de Egipto,
el regreso de la cautividad y el éxodo escatológico o liberación total de la humanidad,
anunciada en el antiguo testamento y realizada en el nuevo mediante el misterio pascual de
Cristo, su éxodo de la muerte a la vida; de este mundo al Padre. Podemos, por tanto, hablar de
un triple éxodo o de una triple intervención divina liberadora.

b) Elementos constitutivos del éxodo

En los tres éxodos tenemos otros tantos momentos a través de los cuales se realiza: un
salir, un entrar y un camino intermedio que conduce de un punto a otro; de una situación a
otra totalmente diversa.

Un salir que lleva implícitas las ideas de un nacer, de un cambio de residencia. Este salir
es algo concreto: salir de la esclavitud a la libertad mediante una intervención divina que
saca;

Un entrar que completa el movimiento de salir. De otra manera, sería un vagar. Y se entra
en la tierra, objeto de la promesa y herencia gratuita.

Un camino que es un tiempo intermedio; tiempo de prueba establecido por Dios y


caracterizado por las infidelidades del pueblo y la fidelidad y triunfo definitivo de Yahvé.

En el primer éxodo se sale de Egipto para ir a la tierra prometida, y el camino intermedio


es el desierto. Se sale de la esclavitud para entrar en el servicio de Dios a través de un tiempo
de prueba.

En el segundo éxodo se sale de Babilonia para volver a la tierra, a la patria, por un camino
intermedio en el desierto, un camino que se transforma y florece.

En el tercer éxodo, Cristo sale de este mundo para volver a su Padre, pasando por el
camino y la prueba de la pasión y la muerte. Con el éxodo de Cristo comienza la última salida
o liberación, la de todo el pueblo de Dios, que no es algo pasado, sino presente (se está
realizando continuamente) y futuro (se consumará en la parusía).

c) Enseñanzas del éxodo

La riqueza espiritual del tema del éxodo es inmensa y las enseñanzas que se derivan de él
para la vida cristiana y para la vida consagrada son muchas y de capital importancia en el
momento en que vivimos. Nos limitaremos a examinar el primer éxodo, modelo de las demás
intervenciones salvíficas de Dios. Y, dentro de ese primer éxodo, el tiempo intermedio, el
camino del desierto, que nos da la clave para una espiritualidad en este tiempo de
4
Cf. Heb 4, 1-9; 10, 25-34.
5
Cf. Ap 15,3.
5
inseguridad. El tiempo del desierto es interpretado en los mismos libros bíblicos, que son una
reflexión, inspirada por Dios, sobre los sucesos de la historia de la salvación que lo revelan y
sus designios. En narraciones históricas, en parénesis, en meditaciones y oraciones se trata de
profundizar en el significado de ese período capital en la historia del pueblo. Podemos
expresar así las conclusiones fundamentales a las que llegan los autores inspirados:

- el tiempo del desierto es un tiempo de prueba, en el que la persona humana debe


decidir, manifestarse, optar, guardar o rechaza los mandatos divinos: “Acuérdate de
todo el camino que Yahvé, tu Dios, te ha hecho hacer estos cuarenta años por el
desierto, para humillarte y probarte, para conocer los sentimientos de tu corazón y
saber si guardas o no sus mandamientos”6;

- el tiempo del desierto es un tiempo de formación bajo la acción pedagógica de Dios,


que acompaña al pueblo: “Sacó a su pueblo como un rebaño, los condujo como grey
por el desierto, y los guió seguros y sin temor, mientras tragaba el mar a sus
enemigos”7. “El te afligió, te hizo pasar hambre, y te alimentó con el maná, que no
conocieron tus padres, para que aprendieras que no sólo de pan vive el hombre, sino
de cuanto procede de la boca de Yahvé... para que reconocieras que Yahvé, tu Dios,
te instruye como instruye un hombre a su hijo”8;

- el tiempo del desierto es un tiempo orientado a conseguir el bien del pueblo: “te
humilló y probó para hacerte feliz en tu porvenir”9;

- el tiempo del desierto es un tiempo saturado de dificultades externas e internas que


se oponen a la auténtica salvación del pueblo. Entre las personas y cosas que buscan
oponerse a la acción liberadora de Dios están el faraón quien, por motivos de
seguridad militar y de explotación económica se resiste a dejar salir al pueblo 10. Están
también los magos que responden a los signos de Moisés con otros signos
maravillosos11 para impedir que el pueblo salga. Están también los elementos
naturales, el cosmos: el mar que les sale al encuentro como un obstáculo insuperable;
el desierto mismo con sus carencias e inhospitalidad. Las dificultades externas no son
las únicas, ni las más temibles. Las peores son las internas. Las de los mismos
liberados que protestan continuamente12, más todavía, que ven a la tierra de la
esclavitud como la tierra prometida 13, e interpretan el camino del desierto, el éxodo
que se realiza, como un camino de antisalvación, como un plan de muerte en lugar de
plan de vida14.

2. Espiritualidad del éxodo


6
Dt 8,2.
7
Sal 78, 52-53.
8
Dt 8,4-5.
9
Dt 8,16.
10
Cf. Ex 1,10-11.
11
Cf. Ex 7, 7-13.
12
Cf. Ex 16,2-3; 17,2-3.
13
Cf. Nm 14, 3.
14
Cf. Nm 14,2-4.
6
La espiritualidad del éxodo está constituida por valores puestos de relieve como
experiencia y por las exigencias que de ella se derivan para la actitud del pueblo ante el Dios
que salva.

a) Valores del éxodo

El primer valor de la experiencia del éxodo es el descubrimiento de Dios como un Dios


que salva y que libera: “El pueblo respondió: ‘lejos de nosotros abandonar a Yahvé para
servir a otros dioses. Porque Yahvé nuestro Dios es el que nos sacó, a nosotros y a nuestros
padres, de la tierra de Egipto, de la casa de la servidumbre, y el que delante de nuestros ojos
obró tan grandes señales y nos guardó por todo el camino que recorrimos y en todos los
pueblos por los que pasamos”15. Y ese Dios salva y libera porque elige gratuitamente16 y para
hacer una alianza con el pueblo17. Así se revela como padre, pastor y rey de Israel18.

Al mismo tiempo que se descubre a Dios, el éxodo hace que el pueblo tome conciencia de
su dimensión comunitaria. Dios más que sacar individuos y liberarlos, saca y libera a todo el
pueblo. Esta idea de solidaridad fundamentará las leyes que dicen relación con el prójimo 19.
La profunda experiencia de lo que significaban esclavitud y liberación preparó al pueblo para
comprender el sentido de servir a Dios. La liberación no fue otra cosa que un paso de la
servidumbre de Egipto al servicio de Dios en la libertad. Estos valores que parten de un
hecho concreto expresan una realidad permanente: Dios es siempre el Dios que salva; el
prójimo es siempre el hermano, miembro del mismo pueblo liberado; el servicio de Dios es
siempre la liberación de la esclavitud y la condición de la alianza.

b) Las exigencias del éxodo

De todo esto brotan muchas exigencias. Ellas nos dan las líneas maestras de la
espiritualidad del éxodo. Las principales son las siguientes:

- la espiritualidad del éxodo es, ante todo, una espiritualidad de fe practicada en sumo
grado y en el pleno sentido bíblico: un apoyarse en Dios, la Roca, aunque todo
parezca desaparecer bajo los pies. La salida de Egipto, la permanencia en el desierto,
las tentaciones, las pruebas, las luchas a que el pueblo viene sometido, todo está
orientado a una respuesta de fe renovada y continua. La misma presencia de Dios es
algo que, con frecuencia, no aparece clara y evidente; algo que hay que aceptar,
fiados en la palabra de Yahvé;

- de manera especial es una espiritualidad de esperanza. El camino del desierto es


precisamente el camino de la no-posesión, del aún no, algo transitorio. Todo en él
está orientado hacia lo definitivo: la tierra prometida. Existe una tensión superada por
la esperanza. Una esperanza que, al mismo tiempo que ejercicio de paciencia
perseverante, y de acción es una expectación permanente que se apoya con confianza

15
Jos 24,16-17.
16
Cf. Dt 7,7-10.
17
Cf. Ex 19,4-6.
18
Cf. Ex 4,22; Os 11,1-4; Ex 15,18.
19
Cf. por ejemplo Ex 22,20.
7
en la misericordia y fidelidad divina, que no cambian ni se modifican por las
infidelidades del pueblo;

- El desierto, ruptura con todo, soledad, propicia la intimidad con Dios el único apoyo
del pueblo que peregrina. La espiritualidad del éxodo es una espiritualidad de
intimidad con Dios. Es precisamente por esto por lo que, especialmente los profetas,
lo presentan como la época ideal en la que las relaciones entre Dios y su pueblo,
descritas bajo la imagen del matrimonio, conocieron una perfección y totalidad no
repetidas después;

- La espiritualidad del éxodo es también una espiritualidad comunitaria. Hoy la


llamaríamos eclesial y de comunión. Es dentro del pueblo y en cuanto se forma parte
de él como cada uno es llamado a la tierra prometida. Es con todo el pueblo y no con
individuos aislados con los que Yahvé hace la alianza;

- Por último, la espiritualidad del éxodo es una espiritualidad de liberación. Ruptura


con un modo de ser y de vivir, para ser y vivir de una manera totalmente nueva.

La espiritualidad del éxodo puede resumirse diciendo que es una espiritualidad del
desierto. La dimensión espacial del desierto: aridez, soledad, inhospitalidad, oposición hacen
suponer de inmediato la reacción de una persona humana: miedo, desconfianza, inseguridad.
Sólo la fe, la esperanza en Dios, una intimidad con Él y la solidaridad con otros convierten
esas deficiencias y peligros del desierto en una fuente de riqueza espiritual.

3. En la perspectiva de la noche oscura

El tema del desierto ha marcado fuertemente la experiencia vital y el mensaje doctrinal de


S. Juan de la Cruz. Él utiliza el símbolo del desierto en conexión con la purificación y la
noche oscura. Lo relee y lo transforma en categoría espiritual. El desierto, en la doctrina del
santo “es un paradigma espiritual que resume perfectamente las etapas del proceso de
crecimiento cristiano que Juan de la Cruz describe: llamada de Dios, salida (éxodo) en
búsqueda de la libertad (Subida I) aprendizaje de la soledad como libertad del corazón y la
mente (Subida II-III) noche y desierto como prueba de resistencia y de fidelidad (Noche I y
II) como espacio de renovación de la alianza (Cántico B) y lugar de purificación del amor
para ser al fin también espacio de soledad, del secreto y de la intimidad de los amantes
(Cántico B 13-22) y escondrijo de la exclusividad, la totalidad y la intimidad del amor
místico (Cántico B 23-40). En Llama (3,38) se hace una rápida lectura alegórica de toda la
historia esquemática del éxodo trasponiéndola a su propia aventura espiritual y a su
experiencia mística en general. Las equivalencias que importan son el hijo de Dios, es el
pueblo de Israel, es el alma que sale de la esclavitud (la etapa del sentido) y entra por el
desierto en la tierra prometida”20.

Se habla con razón de la noche oscura colectiva que atraviesan también los grupos, la
Iglesia, la sociedad. A esos niveles se perciben los mismos síntomas de la noche individual
que describe S. Juan de la Cruz: oscuridad y sin sentido, cansancio, desencanto, inseguridad y
poca esperanza de soluciones. El Santo nos invita a vivir un camino de fe, esperanza y amor,
20
G. CASTRO, Desierto, en E.PACHO (dir.) Diccionario de S. Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos, 2000,
p. 394.
8
que nos puede abrir nuevos horizontes y hacer caer en la cuenta de que aunque la noche sea
larga, después llegará una alborada luminosa. Es el tiempo de promover una espiritualidad de
la esperanza, fundamentada en la centralidad de Cristo y en el compromiso con la persona
humana y con la historia de la vida consagrada. Hay que vivir una espiritualidad del amor y
de la gratuidad. Los místicos son testigos privilegiados del misterio de Dios que nos pueden
dar luz en medio de la oscuridad.

Podemos decir que hay una analogía entre las noches sanjuanistas y la noche de
purificación que atraviesa la Iglesia y la vida consagrada en el mundo de hoy. Una noche del
entendimiento, de la voluntad y deseo y de la memoria. Noche del entendimiento que se
manifiesta en el ejercicio universal de la crítica. San Juan de la Cruz habla de la necesidad de
una crítica de nuestras representaciones y de una superación de las mismas en la
contemplación de la fe. Noche de la voluntad y deseo, que sube de las profundidades mismas
de la voluntad, del inconsciente, y que se pregunta por las motivaciones de su fe. San Juan de
la Cruz invita a superar sin cesar el deseo; a permanecer siempre insatisfechos. Noche de la
memoria, que aparece en el oscurecimiento del lenguaje tradicional, que se efectúa por la
llamada desmitologización. La tradición sería la memoria. La noche por la que pasa,
conduciría a una liberación del apego y la posesión de lo pasado21.

Juan Pablo II ha utilizado también la imagen de la noche oscura para referirse a los
sufrimientos y oscuridades del mundo moderno: “Nuestra época ha conocido tiempos de
sufrimiento que nos han hecho comprender mejor esta expresión y darle un cierto carácter
colectivo. Nuestra época habla del silencio o de la ausencia de Dios. Ha conocido tantas
calamidades, tantos sufrimientos infligidos por las guerras y las matanzas de tantos seres
inocentes. El término noche colectiva ahora lo usamos para todo lo de la vida y no sólo para
una fase del viaje espiritual. Se recurre a la doctrina del Santos como respuesta a este misterio
insondable del sufrimiento humano. Me refiero al mundo específico del sufrimiento...
Sufrimiento físico, moral, espiritual, -como la enfermedad, como las plagas del hambre, la
guerra, la injusticia, la soledad, la falta de sentido de la vida, la fragilidad de la existencia
humana, el doloroso conocimiento del pecado, la aparente ausencia de Dios- son para el
creyente experiencias purificadoras a las que se puede llamar noche de la fe. A esta
experiencia san Juan de la Cruz le ha dado el nombre simbólico y evocador de noche oscura,
y la refiere explícitamente a la inquietante oscuridad del misterio de la fe. Él no intenta darle
respuesta al terrible problema del sufrimiento en el orden especulativo; pero a la luz de las
Escrituras y de la experiencia descubre algo de la maravillosa transformación que Dios
efectúa en la oscuridad, puesto que,... cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los
males bienes’ (CB 23,5)”22.

La noche oscura “se ha convertido en un paradigma simbólico válido para la descripción


y la comprensión de fenómenos vitales, históricos, eclesiales y hasta sociales de nuestro
tiempo. Encuentran aplicación muchos elementos de las descripciones sanjuanistas, los más
dramáticos y tremendos son preferidos para hablar de la noche colectiva de los excluidos y
acallados, para describir los efectos devastadores del espíritu en la secularización, para
entender la presente crisis colectiva de civilización en cambio profundo y acelerado, para
comprender, quizás como una oportunidad para la purificación de algunas expresiones
sociológicas de la fe, el fenómeno llamado ‘silencio o ausencia de Dios’, para hablar con
21
Cf. Actualité de S. Jean de la Croix. Recueil des études presentes au Congrès de La Plesse (Angers) et publié
sous la direction de Lucien-Marie, O.C.D. et Jacques-Marie Petit, O.C.D., Paris, 1970.
22
JUANPABLO II, Carta Apostólica, Maestro en la fe (1990), nn. 22-23.
9
respeto y seriedad en fin de la situación de oprimente exclusión de muchos pueblos, a la vez
creyentes y oprimidos, que padecen silenciamiento y dura servidumbre en muchas regiones
del mundo, para hablar de nuestro perenne e impotente enfrentamiento a la fatal y ominosa
presencia del mal en el mundo. La noche oscura de Juan de la Cruz se revela valiosa no sólo
por su vigor descriptivo, su profundidad simbólica y su belleza literaria, sino por su fuerza
esperanzada y esperanzadora, por su enérgica y lúcida afirmación de la victoria final del amor
y la libertad en todo proceso humano que permanezca abierto al misterio de Dios. Apuesta y
afirmación que no le resultó barata al autor. Fuerza liberadora y esperanzada que le viene de
su dimensión cristiana y pascual”23.

4. Espiritualidad del éxodo y de la noche oscura y vida consagrada

La vida consagrada como toda vida cristiana es una vida en éxodo. La vida cristiana
comienza con el bautismo y termina con la muerte y la resurrección (realización plena del
misterio pascual). Los años que vive la persona constituyen el camino, el tiempo intermedio,
el desierto. Este tiempo intermedio es para todos un tiempo de prueba, un tiempo de
formación bajo la acción pedagógica de Dios, orientada siempre para el bien de las personas.
En este tiempo se repiten las características del desierto del éxodo. La vida consagrada
colectivamente está atravesando por una época de éxodo: “En algunas regiones del mundo,
los cambios sociales y la disminución del número de vocaciones está haciendo mella en la
vida consagrada. Las obras apostólicas de muchos institutos y su misma presencia en ciertas
iglesias locales están en peligro. Como ya ha ocurrido otras veces en la historia, hay institutos
que corren incluso el riesgo de desaparecer... los dolorosos momentos de crisis representan un
apremio a las personas consagradas para que proclamen con fortaleza la fe en la muerte y
resurrección de Cristo, haciéndose así signo visible del paso de la muerte a la vida”24.

La espiritualidad del éxodo es una invitación para que la vida consagrada se apoye en Dios
en estos momentos cruciales de su historia. Hay que creer firmemente en el Señor de la
historia. Es necesario practicar la fe que acepta la prueba, la aparente lejanía de Dios, la
oscuridad. Espiritualidad de esperanza, la espiritualidad del éxodo recuerda que no hay que
ser ni tristemente pesimistas ni ingenuamente optimistas, sino personas de esperanza. Una
esperanza que se apoya en la bondad y fidelidad de Dios, que escucha el clamor de los que
sufren. No hay que olvidar tampoco que el tiempo del éxodo, el tiempo del desierto, fue un
tiempo en el que Dios vivió en intimidad con su pueblo.

La espiritualidad del éxodo es una espiritualidad de liberación que nos pone delante las
dificultades externas e internas de toda liberación. Ellas vuelven a estar presentes entre
nosotros. Los magos, los faraones, los elementos cósmicos toman diverso rostro, pero
existen: secularismo, activismo, tradicionalismo, individualismo. Pero, también en la vida
consagrada los obstáculos más temibles son los internos: el buscar la seguridad y el éxito
fuera de Dios que salva; el juzgar el camino que recorre ahora la vida consagrada en la Iglesia
como un camino de perdición cuando, en los planes de Dios, es un camino de purificación y
salvación.

La vida cristiana y la vida consagrada están llamadas a testimoniar la acción liberadora de


Dios y a cooperar con ella, a través del kerigma: el anuncio de la liberación que Cristo nos
trajo. Esa liberación de Dios comienza en el éxodo y se continúa en la pascua; a través de la
23
G. CASTRO, art. cit. en o.c., pp. 1060-1061.
24
VC 63.
10
diaconía o servicio que busca reconciliar los grupos divididos y a través de la koinonía, la
vida de comunión en la diversidad dentro de la Iglesia y de la vida consagrada25

El hecho del éxodo con su profundidad a distintos niveles de intensidad y de tiempo, por
ese repetirse en la vida del cristiano y de la persona consagrada de situaciones semejantes a
las del acontecimiento bíblico, le da una dimensión universal y le confiere, aun hoy en día,
una fecundidad creadora y hace que su mensaje sea válido para todas las épocas. Por eso,
con razón, los judíos dicen en la celebración de la pascua: “en todos los siglos, cada uno de
nosotros tiene el deber de considerarse como si él hubiera salido de Egipto... No son
solamente nuestros padres los que han sido liberados, sino también nosotros hemos sido
liberados”26. Y la liturgia actualiza y hace presente el acontecimiento del éxodo en la noche
de pascua: “Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los
hiciste pasar a pie el Mar Rojo”27.

Para la reflexión personal y comunitaria

1. ¿Qué aspectos de la espiritualidad del éxodo consideras más importantes para vivir la
inseguridad de este tiempo de transición en la vida consagrada?

2. ¿Cuáles son los principales obstáculos externos para abrirnos a los nuevos caminos
para la vida consagrada en los esfuerzos de fidelidad creativa?

3. ¿Cuáles son los principales obstáculos internos que nos impiden entrar por los
caminos de la refundación?

Capítulo 2

El desafío del exilio y de la pobreza espiritual

Inmediatamente después del Vaticano II se hablaba de la renovación de la Iglesia y de la


vida consagrada en la línea del éxodo entendido como ruptura con ciertos aspectos del
pasado; como salida hacia nuevos horizontes; como liberación de cosas secundarias. Ahora
se usa más la clave del exilio para interpretar el momento en que vivimos.

1. El tema del exilio y la pobreza en la Biblia

El exilio implica ante todo, pérdida de seguridades y al mismo tiempo purificación,


interiorización, nueva actitud espiritual. En el exilio aparece el resto como elemento esencial
de la esperanza bíblica. En el exilio este grupo aprende a perder la seguridad en sí mismo y
abrirse con confianza a Dios (en su bondad y fidelidad deposita su esperanza) y a ser
solidario con el prójimo28. Es el grupo formado por los anawim o “pobres de Yahvé”29. La
experiencia del destierro, con sus carencias materiales y espirituales, hizo madurar a muchos
judíos. La pobreza material con sus dolorosas implicaciones y la inseguridad de no contar con
25
Cf. H. COX, La ciudad secular, Barcelona, 1968, pp. 147-170.
26
A.HANGHI – I. PAHAL, Prex Eucharística, Friburgo, 1968, p. 24.
27
Cántico “Exultet”.
28
Cf. Sal 131.
29
Cf. Is 49,13; Sal 18,28; 149,4.
11
el templo, lugar de la presencia de Yahvé hizo surgir este movimiento. Quienes pertenecían a
él se abrían a la acción de Dios, aceptaban sus limitaciones y esperaban con una esperanza
activa en Él. El II Isaías anuncia el regreso del exilio a esos pobres de quienes Yahvé se ha
compadecido30. Esta pobreza material-espiritual garantiza la ayuda de Dios y su protección 31
y es fuente de paz32.

En el NT las bienaventuranzas son la proclamación de una nueva noticia. Y ésta comienza


con el anuncio de la dicha de los pobres, porque el Señor los ha escogido para hacerlos entrar
en el reino. Más que marcar una norma de vida cristiana, las bienaventuranzas son una
proclamación de la acción de Dios a favor de los hombres. La formulación de la primera
bienaventuranza es diversa en el evangelio de Mateo y en el de Lucas. En este último
tenemos simplemente “bienaventurados los pobres”33. Mateo, más explícitamente en la línea
del AT, precisa: “bienaventurados los pobres en el espíritu”34. Decimos más explícitamente,
porque también Lucas indica que esos pobres a los que Cristo se dirige son sus “discípulos”
y, por consiguiente, personas que se han abierto a la acción de Dios y confían en él.

Cristo no sólo proclamó bienaventurados a los pobres. Él se presentó como el Mesías de


los pobres35. Nace pobremente y practica la pobreza36. Se describe como un “anaw”: “manso
y humilde de corazón”37. Su madre, María, es presentada dentro de la corriente espiritual de
los “anawim”38. Dentro de este contexto, la bienaventuranza de los pobres es una invitación a
la alegría por haber sido escogidos para participar en los bienes del reino.

El exilio no es sólo un acontecimiento externo. Es una experiencia espiritual. Quienes se


encuentran en esa situación son personas que, aunque han tenido que cruzar fronteras,
continúan teniendo en su corazón vínculos espirituales y nostalgia de lo que han dejado del
otro lado. Sufren por lo que han perdido y que sigue formando parte de su identidad. La vida
consagrada ha tenido que marcar nuevamente los confines a partir de una situación de exilio.
Se necesita tener una profunda espiritualidad para afrontar los nuevos confines y fronteras.
Las experiencias nuevas hechas con discernimiento orante, lejos de hacer perder la identidad,
pueden llevar a conservarla en forma renovada. El exilio es ocasión para retomar el camino
con esperanza, para enfrentar el desafío constante de lo esencial, para crecer y madurar en la
fe y en el conocimiento de Dios, a la vez que para descubrir los condicionamientos históricos
y su diseño salvífico.

2. Caminar en la fe

30
Cf. Is 49,13.
31
Cf. Sal 34,7; 40,18; 109,31; 138,6.
32
Cf. Sal 131.
33
Lc 6,20.
34
Mt 5,3.
35
Cf. Lc 4,18.
36
Cf. Lc 2,7; Mt 8,20; 13,55.
37
Mt 11,29.
38
Cf. Lc 1,46-55.
12
Al igual que en la espiritualidad del desierto del éxodo, la situación de exilio exige un
ejercicio profundo de fe, entendida no sola ni principalmente como creer verdades. Desde el
punto de vista bíblico la fe es una apertura a Dios, una disponibilidad frente a sus caminos.
De hecho, en el AT las palabras que se usan para indicar esta actitud se derivan de la raíz
aman que significa apoyarse en algo sólido como una roca. La otra raíz, batah, significa
tener confianza. Tener fe quiere decir, en realidad, estar seguros porque estamos apoyados
sobre una roca que es Dios. Y de ahí nace un sentimiento firme, una actitud llena de
confianza y de seguridad.

a. El camino de fe de Abrahán

El modelo de fe por excelencia en el A.T. es Abrahán y como tal viene presentado también
en el NT Dios llama a Abrahán en las circunstancias concretas de la vida, como ha llamado a
cada persona humana: “Yahvé dijo a Abram: ‘vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de
tu padre, a la tierra que yo te mostraré” 39. Dios le pide a Abrahán que abandone en cierto
modo su identidad: la casa de su padre, su país, su parentela y le exige que vaya a una tierra
desconocida. La respuesta de Abrahán fue una respuesta de fe: “marchó, pues, Abrahán,
como se lo había dicho Yahvé”40. Él no tenía ni tierra, ni hijos, por consiguiente no tenía
esperanza, y eso poco que le daba seguridad se lo habían quitado. Se le pide a través de las
circunstancias de la vida que inicie un nuevo camino por una ruta diversa y él lo acepta con
fe. Sabemos que en la persona de Abrahán está incluida la esperanza de un pueblo, la
experiencia de una comunidad de creyentes. Por ello no es sólo la experiencia de un
individuo sino la experiencia de un grupo que, en la mentalidad semita podía ser concretizado
en una persona.

Las cartas a los romanos, a los gálatas y a los hebreos subrayan la grandeza de la fe de
Abrahán. En la carta a los gálatas, Pablo explica en qué sentido Abrahán es nuestro padre en
la fe y cómo la alianza de Dios es una alianza prometida. No es un contrato. Se trata de algo
que Dios ofrece a Abrahán no en virtud de sus obras. Es un don que él acoge con fe: Abrahán
“esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones, según le
había sido dicho: ‘así será tu descendencia’. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin
vigor –tenía unos cien años- y el seno de Sara, igualmente estéril; en presencia de la promesa
divina, la incredulidad no le hizo vacilar, antes bien, su fe le llenó de fortaleza y dio gloria a
Dios, persuadido de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido. Por eso le fue reputado
como justicia. Y la Escritura no dice solamente por él que le fue reputado, sino también por
nosotros, a quienes ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos que Aquel que resucitó
de entre los muertos a Jesús, Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados, y fue
resucitado para nuestra justificación”41.

En la carta a los hebreos se habla de una nube de testigos, de la fe de los Padres, y de


Abrahán se dice que “por la fe, al ser llamado por Dios, obedeció y salió para el lugar que
había de recibir en herencia, y salió sin saber a dónde iba. Por la fe, peregrinó por la Tierra
Prometida como en tierra extraña, habitando en tiendas, lo mismo que Isaac y Jacob,
coherederos de las mismas promesas. Pues esperaba la ciudad asentada sobre cimientos, cuyo
arquitecto y constructor es Dios”42.

39
Gen 12,1.
40
Gen 12,4.
41
Rm 4,18-25.
42
Heb 11,8-10.
13
En la situación de exilio en que vivimos podemos reconocer en Abrahán un modelo de la
fe que se nos pide como vida consagrada en este tiempo de transición. Como él debemos ser
personas que se ponen en camino aun cuando no tengamos plena seguridad; personas que
confían en Dios y que saben esperar sin detenerse. En el Génesis tenemos lo que se llama el
“ciclo de Abrahán” en los capítulos 11-25. Es aleccionador constatar en esos textos que, en
las diversas etapas de su vida, Abrahán llega a un lugar provisional, construye un altar,
ofrece un sacrificio, se dirige a Dios en la oración y luego vuelve a ponerse en camino hacia
otro sitio. Tenemos aquí todo un programa de vida para las personas consagradas, llamadas a
la disponibilidad para vivir desapegadas de esquemas, estilos de vida, organización,
estructuras.

b. La fe en el Nuevo Testamento

La fe entendida como apertura, como confianza en Dios, que sabe aceptar las sorpresas
de Dios y se pone en camino esperando contra toda esperanza es uno de los temas centrales
del NT que constituye la plenitud de la revelación. Nos encontramos con una fe que se centra
en la persona de Jesús y en él se apoya con seguridad y confianza., porque en Jesús Dios se
ha revelado no en forma fragmentaria como en el pasado sino plenamente: “pues todas las
promesas hechas por Dios han tenido su sí en Él; y por eso decimos por él ‘Amén’ a la gloria
de Dios”43. En el NT tenemos en Pablo y en Juan maestros de una fe que, antes de ser
expresada en sus escritos, fue vivida como experiencia.

1) Pablo, maestro de la fe

Pablo llega a la fe no a través de etapas sucesivas sino por el encuentro con una persona
viva: Jesús. Su experiencia en el camino de Damasco cambió totalmente su existencia. Él
manifiesta su fe en el abandono y la disponibilidad del siervo a favor de su Señor. De esto
habla explícitamente en forma provocatoria. Lo hace al principio de la carta a los gálatas:
“Pablo, apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por
Jesucristo y Dios Padre... Porque os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por
mí, no es cosa de hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo”44. Pablo manifiesta su fe en Cristo abandonándose a su servicio, con
una disponibilidad de siervo. Acepta también su vida de predicador y los sufrimientos que
conlleva, conservando su fe hasta el final de su vida: “Porque estoy a punto de ser derramado
en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición,
he llegado a la meta, he conservado la fe”45. Pablo experimenta la potencia de Dios en su
propia debilidad y vive la fe en comunión con Cristo por el bien de los demás.

La doctrina que Pablo nos enseña con relación a la fe la podemos sintetizar en algunas
frases densas de contenido: la fe es el principio de la justificación; por medio de ella nos
reconciliamos con Dios obteniendo la justicia. Esa justicia es Dios que salva. Gracias a la fe
recibimos a ese Dios que nos libera de toda esclavitud. La fe nos transforma en nuevas
criaturas; nos hace hijos e hijas de Dios. Pero la fe no queda inactiva. La fe que cuenta es la
que actúa por medio del amor46.

43
2 Cor 1,20.
44
Gal 1,1.11.
45
2 Tm 4,6-7.
46
Gal 5,6.
14
2) Juan, testimonio de la fe

Al igual que Pablo, Juan es un maestro de vida y su doctrina sobre la fe es fundamental. El


escribe su evangelio partiendo de una profunda experiencia de Dios y de vida fraterna, que
percibe como fe en Jesús, el revelador del Padre. Al comienzo de su primera carta nos ofrece
su testimonio de fe para que nosotros entremos en comunión con él y con el Padre y con su
Hijo Jesucristo47. Juan posee un sentido de la fe que le hace percibir a Dios en todas las cosas
y en todas las personas. Todo se hace transparente para él. Descubre a Dios en la luz –por eso
dirá que Dios es luz-48; en el pan, en el viento, en la sed, en la muerte, en la vida. Cada cosa le
revela a Dios. Por lo mismo presenta como criterio para reconocer si vivimos o no en
comunión con Dios, la fe unida al amor49.

Juan posee una doctrina riquísima sobre la fe a tal grado que lo podemos llamar el
evangelista de la fe. Si bien usa solamente una vez la palabra fe 50 emplea 107 el verbo creer.
Prefiere el verbo porque tiene un sentido dinámico, mientras que el sustantivo es más bien
estático. La fe es algo que se puede tener, poseer; en cambio, creer indica movimiento,
crecimiento, posibilidad de crecer y madurar en la fe. Además de emplear el verbo creer, Juan
utiliza otras expresiones que indican el acto de creer: escuchar la palabra, conservar la
palabra, ir a, venir a, recibir, ver, conocer, saber. Estos verbos en Juan son sinónimos de
creer. Para Juan, como para Pablo, la fe está unida a la observancia de los mandamientos, de
la palabra de Cristo, que se compendian en el amor y en el servicio ofrecidos hasta el
sacrificio de la vida.

a) Los modelos de fe en Juan

Lo más importante en la doctrina joánica sobre la fe para iluminar nuestro camino de fe


como vida consagrada en esta época de incertidumbre y de inseguridad son los modelos de fe
que nos presenta.

Si analizamos un momento las páginas del evangelio de Juan, encontramos, al menos, seis
ejemplos de fe, cada uno de ellos con un preciso grado de importancia, que viene indicado
según el modo con que se presenta. Y la cosa más extraordinaria es que Juan, también con un
poco de ironía, nos presenta la fe perfecta en un pagano, y la fe imperfecta en un judío que
habitaba en Jerusalén, el centro de la religiosidad. Y la fe intermedia en los Samaritanos, que
eran los herejes de entonces; herejes porque no eran fieles a la revelación de Dios aceptada
por los judíos.

En los capítulos 3, 4 y 20 del evangelio de Juan encontramos estos personajes presentados


de manera especial. En el capítulo 3 está Nicodemo, especialista en sagrada Escritura. Era
maestro en Israel y habitaba en Jerusalén el máximo centro religioso del pueblo judío.
Nicodemo tiene fe, pero es una fe muy pobre, porque cree basándose en las señales. “Había
un hombre del grupo fariseo, de nombre Nicodemo, jefe entre los judíos. Este fue a verlo de
noche y le dijo: ‘Rabí, sabemos [creemos] que has venido de parte de Dios como maestro,

47
1 Jn 1,1-4.
48
1 Jn 1,5.
49
1 Jn 3,23.
50
1 Jn 5,4.
15
pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él" 51 La fe de
Nicodemo es una fe que tiene motivos pobres, imperfectos, porque se basa en señales. Si no
veis señales, dirá después Jesús, no creéis.

El capítulo 4, en cambio, nos lleva geográficamente más al norte, a la región de Samaría, y


allí nos hace encontrar a la Samaritana y junto con ella a un grupo de personas, los
samaritanos. La samaritana va al poblado y cuenta a todos que ha encontrado un hombre que
le ha dicho todo lo que ella había hecho. Y les dice: quizá sea el Mesías. Entonces vienen los
samaritanos y le piden a Jesús que se quede. Juan dice que Jesús se quedó entre ellos dos
días. Y en estos dos días, -no dice que haya hecho señales, milagros- simplemente les
anunció la buena noticia y suscitó en ellos la fe: “Y se quedó allí dos días» - y tras estos dos
días -, «muchos más creyeron por lo que dijo Él, y decían a la mujer: "Ya no creemos por lo
que tú cuentas, nosotros mismos lo hemos estado oyendo y sabemos que éste es realmente el
salvador del mundo"52. Todo esto significa que el fundamento de la fe de los Samaritanos es
la doctrina de Jesús. No son las señales, sino su doctrina. Una doctrina que trae consolación,
una doctrina que revela un rostro nuevo de Dios, que da seguridad en un Dios cercano a
nosotros, el cual nos habla de nuestra libertad de hijos, de nuestra hermandad en Cristo. El
fundamento de la fe de los samaritanos es un fundamento más sólido, más fuerte.

Al final de este mismo capítulo nos viene presentado otro personaje, un alto funcionario
pagano que Juan coloca en Galilea. Ésta era considerada tierra de gentiles. De hecho así la
define Isaías: “Galilea de los gentiles”53. Pues bien, allí coloca Juan al funcionario y narra su
encuentro con Jesús que en aquel momento se encontraba en Caná de Galilea: “Había, dice,
un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. Al oír éste que Jesús había
llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le pidió que bajase y curase a su hijo, que estaba para
morirse. Jesús le contestó: "Como no veáis señales portentosas, no creéis". El funcionario le
insistió: "Señor, baja antes que se muera mi chiquillo". Jesús le dijo: "Ponte en camino, que
tu hijo vive”. No le hace un grande discurso, ni le da ninguna explicación, como había hecho
con los samaritanos. Solamente le dice: “Ponte en camino, que tu hijo vive”. Y añade Juan:
“Se fió el hombre de las palabras que le dijo Jesús y se puso en camino”54.

Hay una diferencia entre la fe basada en la doctrina y la fe basada en la palabra. Está en el


hecho de que cuando se habla de doctrina, se habla de explicaciones más profundas, de
lógica, de posibilidad de diálogo; se hace referencia a un algo que explica las cosas. Mientras
que cuando se habla sólo de la palabra, esto implica aceptar en la oscuridad, creer sin ver,
esperar contra toda esperanza y ponerse en camino: “Se fió el hombre de las palabras que le
dijo Jesús y se puso en camino”.

En el capítulo 20 encontramos otros tres personajes, modelos de fe. El primero, aquel


pobre Tomás que tenía una fe muy pobre. Para creer él mismo establecía qué señales tenían
que darse para creer. Tenía la más imperfecta de todas las actitudes de fe, pues la
subordinaba a determinadas señales indicadas por él mismo, a diferencia de Nicodemo que
creía por las señales que hacía Jesús.

51
Jn 3, 1-2.
52
Jn 4,42.
53
Is 8,23.
54
Jn 4,47-50.
16
Otro modelo de fe es la Magdalena, que cree cuando tiene una experiencia personal,
cuando es llamada por su propio nombre. Ella, en un primer momento piensa que Jesús es el
jardinero; luego, después de que Jesús se dirige a ella llamándola “María”, comprende que
esa persona es Jesús. Este es un ejemplo de fe fundada en la experiencia personal. Y la
experiencia personal transforma todo, hace descubrir en la realidad lo que está escondido,
hace descubrir en la persona lo que antes no se veía.

Por último, en este capítulo 20, el mismo Juan, se presenta a sí mismo, no por su nombre,
sino con la expresión “aquel otro discípulo”. María “fue entonces corriendo a ver a Simón
Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo: "Se han llevado al Señor
del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto". Salió entonces Pedro y también el otro
discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó,
corriendo más de prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Asomándose vio puestos los
lienzos; sin embargo, no entró. Llegó también Simón Pedro siguiéndolo, entró en el sepulcro
y contempló los lienzos puestos, y el sudario, que había cubierto su cabeza, no puesto con los
lienzos, sino aparte, envolviendo determinado lugar. Entonces, al fin, entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó”55.

Este otro discípulo sabe, pues, descubrir también en los pequeños detalles la presencia de
Dios. Sabe descubrir a Dios en las cosas pequeñas. Es decir, posee ya una fe casi instintiva, o
una visión contemplativa de la realidad. Este es el ideal de la fe, éste el camino para llegar a
la fe de que estamos hablando. Partiendo de la fe de Tomás, seguir por el camino de la fe de
Nicodemo, de los Samaritanos, de la Magdalena (que tiene una experiencia personal), del
funcionario (basada en la palabra de Dios) y finalmente la del discípulo, «aquel otro
discípulo», que posee una visión contemplativa de la realidad.

b) Ver, conocer, saber

El mismo Juan emplea tres verbos para indicar los tres grados de fe: la fe de Nicodemo y
de Tomás viene calificada con el verbo ver. El objeto de esta visión es Jesús, porque
manifiesta en sí al Padre. No basta la visión para creer en Jesús. Es necesaria la atracción del
Padre. A veces Juan emplea el verbo ver en el sentido ordinario, pero cuando lo emplea
refiriéndose a Jesús en relación con Dios significa creer. Y esto indica que no es suficiente
una visión normal para decir que uno tiene fe. Es necesario que Dios nos dé este don de la fe.
Porque muchos vieron las obras de Cristo y no creyeron. Sólo cuando el Padre atrae, las obras
y los milagros se convierten en señales y crean el contacto con Dios, que se manifiesta con
esas señales. Así que ver sería el primer grado de la fe.

El segundo grado es calificado por Juan con el verbo conocer. Conocer (en griego,
ghignosko) indica una profundización de la revelación, que se realiza progresivamente.
Discípulo de Jesús es aquel que se deja penetrar cada vez más por sus enseñanzas y las aplica
a la vida. Es muy importante lo que dice aquí Juan, porque para crecer en la fe, el camino es
poner en práctica las exigencias de la fe. Sólo entonces se crece.

En el capítulo 8 del evangelio de Juan se lee: “Dijo entonces Jesús a los judíos que le
habían creído en Él: "Vosotros, para ser de verdad mis discípulos, tenéis que ateneros a ese
mensaje mío; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"56. Sabemos que para pasar de
55
Jn 20,2-8.
56
Jn 8,31-32.
17
un grado de estudios a otro hay que superar los exámenes. El examen, pues, para pasar del
ver de la escuela elemental a la escuela superior, es la vida concreta, o sea, poner en práctica,
ser fieles a las enseñanzas de Jesús. Y entonces se llega a conocer. Juan emplea también otro
verbo, saber, 'oida' en griego. Es otro verbo que Juan usa con este matiz, porque quiere
indicar el proceso del conocimiento, la certidumbre del mismo conocimiento. O sea, saber la
verdad para Juan significa tener el sentido de la fe.

De esto, en efecto, nos habla en la primera carta, capítulo 2. Aludiendo a los que han
dejado la verdadera fe dice: “Aunque han salido de nuestro grupo, no eran de los nuestros; si
hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros, pero así demuestran que
ninguno de ellos era de los nuestros. A vosotros, además el Consagrado os confirió una
unción, y todos tenéis conocimiento. Si os escribo no es porque no conozcáis la verdad, sino
porque la conocéis y sabéis que de la verdad no sale mentira alguna” 57. La fe, en todos sus
grados, es un don de Dios, y, de su aceptación o no, depende el entrar en posesión de la vida
eterna o el ser excluido de ella. El que cree en Jesús, dice Juan, tiene ya la vida eterna.

He aquí algunas breves reflexiones sobre este primer aspecto de la espiritualidad del
desierto: la fe. Sólo por el camino de la sinceridad y del amor podremos, como Pablo y Juan,
descubrir a Dios en la fe y tener el gozo de la vida eterna en comunión con El.

En la primera parte de sus conclusiones (existen dos), al final del capítulo 20 de su


Evangelio, Juan, hablando del fin que se había propuesto en sus escritos, dice: «Ciertamente,
Jesús realizó todavía, en presencia de sus discípulos, otras muchas señales que no están
escritas en este libro; éstas quedan escritas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijos de
Dios, y, creyendo, tengáis vida unidos a él». Y prosigue con Jesús que nos presenta otra
bienaventuranza, la de aquellos que, sin haber visto, creen. Es una bienaventuranza dirigida a
nosotros a lo largo de la historia de la salvación. «Porque me has visto [Tomás] has creído:
¡dichosos los que sin haber visto creerán!».

c) Crecer en la fe

En nuestro camino, en nuestra peregrinación, en nuestro desierto, en las situaciones de


exilio, debemos tratar de vivir y de profundizar en la fe, esa fe que hemos recibido como un
don de Dios. Más que tratar de definirla y profundizar en ella intelectualmente, se trata de
profundizar desde el punto de vista de la vida y de la experiencia. Por ello, en nuestras
reflexiones sobre la fe para iluminar el momento actual de la vida consagrada, tenemos que
hacernos acompañar por los creyentes que encontramos a lo largo de la historia de la
salvación. Entonces aprenderemos de Abrahán a esperar, incluso cuando parece absurdo el
hacerlo; a partir, sin saber a dónde se va y a creer siempre en Dios. Y aprenderemos a ver en
Pablo uno que, creyendo en Dios, se pone a su servicio, se hace siervo de Dios, siervo de
Jesús, y experimenta la libertad que es el don de la fe; de que con ella nos transformamos en
nuevas criaturas; llegamos a ser hijos de Dios.

Tenemos que tratar de ver, haciendo periódicamente nuestro examen de conciencia en


forma personal y comunitaria, por qué con frecuencia retrocedemos en la fe; pensamos ser ya
como el discípulo amado de Jesús, que poseemos el instinto de la fe, y en cambio somos
como Tomás: queremos señales para creer, para continuar y no desanimarnos. Por eso
conviene que cada uno de nosotros procure contemplar y confrontarse con todos estos
57
1 Jn 2,19-21.
18
personajes: Tomás, Nicodemo, los Samaritanos, la Magdalena, el funcionario, el discípulo
que Jesús amaba.

No olvidemos que nuestra vida de oración tendrá verdaderamente sentido sólo cuando nos
haga capaces de ser propiamente contemplativos. Contemplativo es el que es capaz de
descubrir a Dios en todas las circunstancias: en las cosas positivas y en las negativas, en la
luz y en la oscuridad, en el éxito y en el fracaso, en los momentos de optimismo y en los de
pesimismo.

El Concilio Vaticano II, en el documento sobre el apostolado de los seglares, traza el


retrato de una persona con mirada contemplativa y dice: “Solamente con la luz de la fe y con
la meditación de la palabra divina puede uno conocer siempre y en todo lugar a Dios, en
quien vivimos, nos movemos y existimos, buscar su voluntad en todos los acontecimientos” o
sea, ser capaces de discernir; “contemplar a Cristo en todos los hombres, deudos o extraños
y juzgar con rectitud sobre el verdadero sentido y valor de las realidades temporales, tanto en
sí mismas como en orden al fin del hombre. Quienes poseen esta fe viven con la esperanza de
la revelación de los hijos de Dios, acordándose de la cruz y de la resurrección del Señor”58.

La vida consagrada en todas las épocas, pero de manera especial en la que vivimos necesita
esa mirada contemplativa para ser, como el discípulo amado de Jesús, capaces de descubrir
al Señor en todas la cosas. Mientras los otros pensaban que era un fantasma, el discípulo
amado decía: “Es el Señor”. Si nuestra fe se madura en la crisis, en la noche, en el esfuerzo
por ser fieles a las exigencias de Dios durante el camino, seremos también capaces, más que
con las palabras con la vida misma, de dar testimonio de lo que hemos visto y oído, o sea de
aquello en que hemos creído. “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que
han visto nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra,
que es la vida, os lo anunciamos también a vosotros para que vosotros lo compartáis con
nosotros”59.

3. Una situación nueva en la iglesia y en la vida consagrada

La iglesia, si exceptuamos los tres primeros siglos de florecimiento en el Medio Oriente,


ha tenido rostro europeo hasta principios del siglo XX. Ahora, en cambio, casi tres cuartas
partes de los cristianos viven en el tercer mundo. Esto trae consigo la exigencia de un paso de
una actitud monocéntrica religiosa, cultural y teológica, a un pluricentrismo en estos campos;
un paso de la unidad como uniformidad, a la unidad en la pluriformidad. El evangelio mismo
requiere la inculturación y lo mismo acontece con la vida consagrada. Hay que inculturarla.
La vida consagrada, “don divino, que la Iglesia ha recibido de su Señor”, “pertenece... a su
vida y santidad”60 existe en la Iglesia y para la Iglesia. Por eso, el modo de entenderla y de
vivirla depende en parte del modelo de Iglesia que prevalece en una época. El Vaticano II nos
enseñó a considerarla como pueblo de Dios, que vive en comunión, teniendo presente la
revalorización de los laicos y el papel de la mujer en ella61.

Al igual que Israel durante el exilio se encontró despojado de todas sus seguridades, la
Iglesia y la vida consagrada, especialmente en occidente, ha perdido muchos puntos de
58
AA 4.
59
1 Jn 1,1-2.
60
LG 43.44
61
Cf. VC 57-58.
19
seguridad que se tenían. Israel tuvo que aceptar la destrucción del templo, lugar de la
presencia de Dios; de Jerusalén, capital del reino y centro de unidad del pueblo; de la
monarquía, punto de referencia de su identidad como nación. En la vida consagrada se han
abierto paso la búsqueda, la incertidumbre, la pluriformidad, el desconcierto. Como el pueblo
de Israel se ha encontrado de repente sin las certezas del pasado.

El seguimiento de Cristo lleva a vivir lo esencial de la vida consagrada a través de los


consejos evangélicos, reproduciendo el estilo de vida de Jesús bajo el dinamismo del Espíritu.
“El Espíritu Santo renueva incesantemente la Iglesia y la conduce a la unión consumada con
su esposo62. La vida religiosa animada por el mismo dinamismo surgió como don del Espíritu
a la Iglesia, para vivir y expresar con radicalidad algunos valores evangélicos y para dar
respuesta a situaciones de crisis, saliendo al encuentro de las necesidades de las personas. Por
eso se insertó admirablemente en las circunstancias de la época y habló un lenguaje vital e
inteligible para sus contemporáneos. El Espíritu suscita a lo largo de la historia diversas
formas de vida consagrada. Las nuevas no destruyen las anteriores, pero las ayudan a
renovarse y a volver a lo esencial.

El carisma tiende continuamente a convertirse en experiencia, a ser comprendido más


íntimamente, a cristalizarse en formas múltiples según el momento histórico, empujado
también por los signos de los tiempos y de los lugares que lo provocan, como tantas acciones
de Dios en la historia. Esta evolución interna del carisma y las formas y estructuras en las que
debe manifestarse para ser legible, es lo que constituye la vitalidad del carisma, en cada
momento de su historia. “En efecto, las estructuras de la vida consagrada, elaboradas en las
sociedades rurales del medioevo o en el mundo de la revolución industrial de los últimos
siglos, no siempre parecen adaptadas para expresar las necesidades y los deseos de las
mujeres y de los hombres de nuestro tiempo” 63. Estamos asistiendo al agotamiento de las
formas históricas que identificaron el seguimiento de Jesús. Han sido figuras que fueron
inteligibles y eficaces; que produjeron santos y santas, hombres y mujeres heroicos, pero
cuyo lenguaje existencial o no se entiende o dice poco al mundo de hoy. Este modelo de vida
religiosa está terminando porque no consigue responder, como en el pasado, a las grandes y
legítimas aspiraciones humanas y religiosas de sus miembros y menos aún a la tarea que le ha
sido asignada en el plan de la misión. Quien mira la vida religiosa desde la perspectiva del
mundo tiene la impresión de que los problemas mayores son otros: la irrelevancia de la vida
religiosa para la juventud de hoy, la poca influencia que ejerce en la sociedad contemporánea,
su débil impacto en el mundo, su ineficacia para la evangelización de la sociedad moderna.
Por eso, la solución no está en refugiarse en las formas del pasado, queriendo a toda costa
mantener los esquemas de vida tradicionales, como si fueran los únicos que permiten ser
fieles a esa vocación en la iglesia y conservan la propia identidad.

Las encarnaciones del carisma en la historia son obra de Dios y de los hombres. Como
obras de Dios son perfectas; como obras de los hombres son frágiles, imperfectas y
transitorias. Con sentido de la historia y de la evolución hay que permanecer abiertos a lo
nuevo en un discernimiento de fe64. Los años posconciliares han estado marcados por
tensiones debidas a este esfuerzo por asimilar los cambios y enfrentar los desafíos que traen

62
LG 4.
63
SINODO PARA LA VC, Instrumentum laboris, 93.

64
Cf. 1Tes 5, 19-21
20
consigo. Las estructuras sacralizadas se habían convertido en una simple repetición de formas
del pasado con un efecto esclerotizador.

La exhortación apostólica Vita consecrata ha puesto de relieve los aspectos esenciales de


toda vida consagrada: consagración, comunión y misión. Estos elementos esenciales de la
vida consagrada se comprenden mejor cuando las contemplamos desde la perspectiva
humana y cristiana. Cristo, con su vida, nos conduce al encuentro con Dios (fe), con los
demás (amor), con la realidad creada (esperanza). Esto nos lleva a la comunión con Dios, a
la apertura a los otros y al trabajo creador y comprometido en la transformación del mundo.
La consagración es, en el fondo, una expresión de fe en un Dios personal, único absoluto a
quien debemos obediencia amorosa; la comunión es un medio apoyado en la caridad que nos
lleva a formar una familia reunida en el nombre del Señor; la misión de anunciar y
testimoniar el evangelio con sus consecuencias y exigencias sociales es vocación de todo
cristiano, el consagrado quiere subrayarlo en un compromiso de esperanza activa al dedicarse
completamente al servicio de los demás65

Estos tres elementos claves de la vida humana y de la vida consagrada: encuentro con
Cristo, fraternidad y misión no se pueden separar. Hay entre ellos una interdependencia y
causalidad recíproca. El encuentro con Cristo se manifiesta en el amor al prójimo, y ambos
impulsan a un compromiso en la transformación de la persona y de la sociedad con el
testimonio, la oración y el trabajo. Si Dios se reserva personas y las consagra, es para
reenviarlas con más libertad en misión al mundo. Así la persona consagrada se entrega a
Dios por Cristo para estar abierta al servicio de los otros, a la luz de las exigencias del reino
de Dios.

La vida consagrada asumió casi desde los principios un ideal comunitario: la imitación del
grupo de los Doce y de la comunidad cristiana de Jerusalén. A partir del Vaticano II se
redescubrió esta dimensión fraterna de la vida consagrada. Esta se presenta como una
vivencia fraternal del evangelio en una iglesia de comunión. Este es precisamente uno de sus
principales testimonios. Una forma de hacer presente la salvación de Jesucristo que hizo
posible la comunión entre los seres humanos. En 1994, la CIVCSVA publicó un documento
con el título Vida fraterna en comunidad. “Congregavit nos in unum Christi amor”. En él
recuerda los cambios operados en la eclesiología y en el derecho canónico en relación a la
vida en común, que llevaron a poner el acento más que en la vida en común, en la vida
fraterna en comunidad dentro de la vida consagrada. También subraya la evolución de
algunos aspectos de la vida humana en la sociedad que han influido decididamente en la
comunidad de personas consagradas: los movimientos de emancipación política y social en el
tercer mundo, la reivindicación de la libertad personal y de los derechos humanos, la
promoción de la mujer, la explosión de los medios de comunicación, el consumismo y
hedonismo. “Todo esto, concluye el documento, se ha convertido en un desafío y en una
llamada a vivir con más vigor los consejos evangélicos, incluso en apoyo del testimonio de la
comunidad cristiana”66.

Al igual que en la vida cristiana, en la llamada a la vida consagrada “está incluida la tarea
de dedicarse totalmente a la misión; más aún, la vida consagrada, bajo la acción del Espíritu
Santo, que es la fuente de toda vocación y de todo carisma, se hace misión, como lo ha sido la
vida entera de Jesús. La profesión de los consejos evangélicos, al hacer a la persona
65
Cf. X. PIKAZA, Tratado de vida religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1990, pp. 43-45.
66
CIVCSVA, Vida fraterna en comunidad (VFC) 4.
21
totalmente libre para la causa del evangelio, muestra también la trascendencia que tiene para
la misión. Se debe pues afirmar que la misión es esencial para cada Instituto, no solamente
en los de vida apostólica activa, sino también en los de vida contemplativa”67.

4. En el espejo del “resto” y de los anawim

El tiempo del exilio es por antonomasia el tiempo de la incertidumbre y de la inseguridad


que, al mismo tiempo, como vimos, da origen a un movimiento espiritual llamado “resto”, es
decir, un pequeño grupo que Dios conserva en el exilio para que sea portador de la salvación.
En él Yahvé realizará todo el conjunto de sus promesas. Para ello le hará comprender
experiencialmente que no puede apoyarse en los recursos humanos. Así aprende a confiar en
Dios: “aquel día, el resto de Israel, los supervivientes de Jacob, no volverán a apoyarse en su
agresor, sino que lo harán sinceramente en el Señor, el Santo de Israel” 68. La vida consagrada
con esta actitud espiritual debería vivir los desafíos del momento presente. Podríamos trazar
como un itinerario de empeños concretos.

Lo primero sería partir de una evaluación del camino recorrido en el período posconciliar
con sus luces y sombras. Todos esos años han sido un tiempo de éxodo y de exilio. La vida
consagrada ha avanzado en muchos aspectos pero, al mismo tiempo, ha tenido fallos que hay
que corregir para poder ser testigo de la trascendencia y presencia de un Dios compasivo y
misericordioso en sociedades pluralistas. Y esto requiere una profunda experiencia de Jesús
de Nazaret que anuncia la buena noticia de un Dios que nos ama; que nos busca y que sale a
nuestro encuentro.

Desafío importante también es el de la inserción en la Iglesia local y vivir la


interdependencia con otras formas de vida cristiana en comunión con los pastores, con otros
religiosos/as, laicos. Al mismo tiempo la vida consagrada debe favorecer la creación de
comunidades nuevas más sencillas, orantes, fraternas, cercanas al pueblo. Un punto novedoso
será también testimoniar un nuevo humanismo desde el compromiso con las personas, con sus
derechos, con la justicia en relación recíproca de género. Hay que volver en forma más
decidida al lugar natural de la vida consagrada: el mundo de los pobres y de las nuevas
pobrezas. Desde ellas releer el propio carisma69.

El modelo de Iglesia de comunión lleva a la vida consagrada a repensar su identidad en


relación con el laicado; con los miembros de otras religiones, con los no creyentes, con el
hombre y la mujer respectivamente y con personas de diversas generaciones. Es urgente
añadir a los votos existencialmente un sentido más inteligible hoy: castidad: “opción libre
por nuevas relaciones de género en la igualdad, el respeto y la verdadera reciprocidad”;
pobreza: “una nueva gestión de los bienes de la creación”; obediencia: “una nueva
comprensión de las relaciones de poder”70. Esto conduce a aprender a perder protagonismo
que se tenía anteriormente y a aceptar ser minoría en la Iglesia y en la sociedad pluralista.

Se requiere igualmente aceptar los desafíos de la nueva cultura con “discernimiento, audacia,
diálogo y provocación evangélica”71. Junto con ello y como consecuencia de ello hay que

67
VC 72.
68
Is 10,20.
69
Cf. VC 82.108.
70
Simón Pedro Arnold
71
VC 80.
22
revisar las estructuras, la organización y el ejercicio del gobierno en la vida consagrada para
enfrentar los retos de un mundo globalizado. Por último, es necesario dar una formación que
conjugue una espiritualidad vital con una formación académica y profesional seria y un
contacto con la realidad.

5. Pobreza espiritual, confianza en Dios y vida consagrada

Cuando vimos el camino del desierto de la vida consagrada en el capítulo anterior, un


místico, san Juan de la Cruz, nos guió con su experiencia y su doctrina sobre la noche oscura.
En la perspectiva del exilio y de la pobreza, Teresa de Lisieux, mística cercana a nosotros y
declarada, en 1997, Doctora de la Iglesia, nos orienta con su vida y con sus enseñanzas.

Teresa vivió en una época caracterizada por una espiritualidad jansenista que deformaba el
rostro de Dios, presentándolo unilateralmente como juez severo, que podía pedir incluso el
ofrecimiento como víctima para calmar su justicia. La lectura y meditación de la Escritura
colocó a Teresa de Lisieux a la escucha de Jesús, que le reveló el verdadero rostro de Dios:
padre-madre misericordioso que nos invita a vivir con una actitud de hijos e hijas en el
abandono y la confianza, entregados al amor divino, asumiendo responsablemente, como
Cristo, la misión de proclamar el proyecto de Dios sobre la humanidad. Comprendió cómo
Jesús desea ser amado y se ofreció como víctima al Amor misericordioso, que desea
comunicarse a todos72.

El redescubrimiento del rostro paterno-materno de Dios fue el punto de arranque del


camino nuevo hacia la santidad, que ella vivió sobre todo a partir de 1894, en la experiencia
de su debilidad. Jesús le mostró, como ella dice, que el camino es el del abandono y la
confianza de un niño, que se duerme en los brazos de su Padre sin temor: "'El que sea
pequeñito, que venga a mí', dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón. Y ese mismo Espíritu
de amor dijo también que 'a los pequeños se les compadece y perdona'. Y, en su nombre, el
profeta Isaías nos revela que en el último día ... 'como una madre acaricia a su hijo, así os
consolaré yo, os llevaré en brazos y sobre las rodillas os acariciaré' ... Jesús no pide grandes
hazañas, sino únicamente abandono y gratitud" 73.

Aquí se encuentra el paso del temor a la confianza. Estamos frente a Dios como hijos e
hijas frente a un padre y a una madre. Dios hace colaborar todo para nuestro bien, aun
nuestras deficiencias y fallos: "Lo que le agrada (a Jesús) es verme amar mi pequeñez y mi
pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia ... La confianza, y nada más que
la confianza, puede conducirnos al amor" 74.

En la raíz de toda vocación cristiana está la iniciativa del Señor. Las personas llamadas
respondiendo a la invitación de Dios se confían a su amor y realizan la entrega incondicional
de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos. En la espiritualidad de la vida
consagrada hoy todo esto es de capital importancia. Las personas consagradas como
individuos y como grupo en la Iglesia están llamadas a asumir en la confianza absoluta en
Dios la pobreza que experimentan en la actualidad frente a los desafíos de la historia a
principios del tercer milenio. Enla raíz de la vocación a la vida consagrada está la iniciativa
de Dios. Las personas llamadas, respondiendo a la invitación del Señor, se confían a su amor
72
Cf.. Manuscrito A 83v.
73
Manuscrito B 1r-v.
74 ?
Carta 197, a Sor María del Sagrado Corazón, 17.09.1896.
23
y realizan la entrega incondicional de su vida “consagrando todo, presente y futuro, en sus
manos”75. Como Teresa de Lisieux, las personas consagradas están llamadas a vivir en
profundidad la experiencia del rostro paterno-materno de Dios; a practicar una oración como
diálogo amoroso con Dios y como mirada contemplativa de la realidad, escucha de Dios para
comprometerse con los hermanos y hermanas; a enfocar la santidad no como perfección sino
como comunión con Dios por medio de la fe, la esperanza y el amor, es decir, una santidad
teologal.

Al mismo tiempo la experiencia gratuita del rostro paterno-materno de Dios, revelado en


Jesús y la fidelidad a la propia vocación y misión asumidas responsablemente entran dentro
de la diámica del misterio pascual de muerte y resurrección; están abiertas a la purificación y
a la prueba de la fe. Teresa de Lisieux supo expresar esto, al añadir a su nombre religioso “del
Niño Jesús”, en unidad inseparable, la Santa Faz. El Verbo encarnado que, el misterio de su
infancia, invita a la confianza, al amor, al abandono, es el mismo siervo sufriente que nos
introduce en el misterio del sufrimiento que él recorrió antes que nosotros. Un sufrimiento
que parte de la fidelidad a la misión del Abba.

Teresa descubre y comprende en sentido de su vocación en el proceso de purificación de


su fe. Sus anhelos apostólicos de proclamar la buena noticia de salvación se transforman en
un martirio de amor, al no ver cómo compaginar todo lo que desea y cómo podrá realizarlo.
Es en ese momento, cuando Dios le hace comprender, a la luz de los capítulos 12 y 13 de la
primera carta a los corintios, que la Iglesia es como un cuerpo y que en él el amor es el
corazón, que pone en movimiento a los demás miembros y que, por ello, encierra todas las
vocaciones y abarca todos los tiempos y todos los lugares. Ante eso, ella exclama: “por fin,
he hallado mi vocación, ¡mi vocación es el amor!... Sí, he hallado mi puesto en la Iglesia, y
ese puesto, ¡oh Dios mío!, vos mismo me lo habéis dado...; ¡en el corazón de la Iglesia, mi
madre, yo seré el amor!... ¡Así lo seré todo... así mi sueño se verá realizado!76.

En sus últimas conversaciones aparece con fuerza lo que ha sido llamado “la pasión de
Teresa de Lisieux77. Se trata de las noches purificadoras, hechas de enfermedad, oscuridad,
dudas, angustias de muerte. En el esfuerzo de fidelidad a su vocación contemplativa recorrió
el camino del calvario: “Yo tenía entonces grandes pruebas interiores de todas clases (hasta
preguntarme a veces si había un cielo)” 78. De manera particular, la noche purificadora se hace
más densa en los últimos meses de su vida. En ellos bebe el cáliz del dolor hasta las heces.
Como Jesús, entrega su vida por los demás.

Teresa de Lisieux enfrenta el problema de la angustia frente a la muerte que está en el


fondo también del ateísmo, que se pregunta sobre la existencia de Dios y de otra vida. La
Santa se vio de repente sumergida en el abismo de estas angustias y experimentó, en la
prueba de la fe, la angustia de la nada. Vivió la privación de lo que ella llamaba "el gozo de la
fe" o "gozar de ese hermoso cielo sobre la tierra" 79. Ella entra en un mundo denso de tinieblas
que la rodean y la aplastan. Le parece escuchar que le dicen: "Crees que un día saldrás de las

75
VC 17.
76
Manuscrito B 3v.
77
Título del libro de GUY GAUCHER.
78
Manuscrito A 80v.
79
Manuscrito C 7r.
24
tinieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú
esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada"80.

En medio de esta situación Teresa de Lisieux conserva la fe y el amor. De este modo, su


experiencia de la noche oscura de la purificación se transforma en solidaridad dinámica y
fecunda hacia aquellos que viven sumergidos en la incredulidad. Antes de la prueba de fe ella
afirma que no podía aceptar que hubiera personas que no creyeran: "No me cabía en la
cabeza que hubiese incrédulos que no tuviesen fe. Me parecía que hablaban por hablar
cuando negaban la existencia del cielo". Después de su experiencia dolorosa se convence de
lo contrario: "Durante los días tan gozosos del tiempo pascual, Jesús me hizo conocer por
experiencia que realmente hay almas que no tienen fe"81.

En la más profunda oscuridad la Santa no deja de amar a Aquel en quien confía. Su drama
brota del hecho de vivir al mismo tiempo la luz de la fe y las tinieblas de los incrédulos. Es
entonces cuando comprende que Dios quiere con ello que ella ofrezca por los incrédulos esos
sufrimientos que vive en el amor, sentándose a la mesa con los pecadores y comiendo con
ellos el pan de la prueba82.

La dimensión pascual de la vida consagrada incluye también la cruz y el sufrimiento de la


fidelidad al cumplimiento del compromiso con la misión de la Iglesia 83, ya que “la misión es
esencial para cada instituto, no solamente en los de vida apostólica activa, sino también en los
de vida contemplativa. En efecto, antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo
en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal” 84. En la situación
de exilio y de pobreza que la vida consagrada experimenta fuertemente hoy, sobre todo en
regiones donde antes floreció en personal y en obras, está llamada a vivir, a la luz de la
doctrina y experiencia de Teresa de Lisieux, la purificación de la fe que es el escudo que nos
defiende de la tentación del desaliento y de la desesperanza. También a asumir la cruz como
“sobreabundancia del amor de Dios que se derrama sobre este mundo, el gran signo de la
presencia salvífica de Cristo. Y esto especialmente en las dificultades y pruebas” 85, y en
situaciones difíciles como las del momento actual. En ellas se asume también la experiencia
de los sufrimientos y angustias de la humanidad con una solidaridad evangélica y se ofrece
una respuesta de espiritualidad a la búsqueda de lo sagrado y a la nostalgia de Dios que aletea
siempre en el corazón de las personas86.
Para la reflexión personal y comunitaria

1. ¿Qué enseñanzas sacas de la reflexión sobre el tema del exilio y la pobreza en la Biblia
para la vida consagrada hoy?

2. ¿Cuál es el principal desafío para la vida consagrada vista en el espejo del “resto” y de
los “anawim”?
80
Id. 6v.

81 ?
Id 5v.

82 ?
Cf. Manuscrito C, 6r.

83
Cf. VC 24.
84
Id. 72
85
Id. 24.
86
Cf. VC 103.
25
3. ¿De qué modo ayudan a la vida consagrada los modelos evangélicos de fe y la
experiencia y doctrina de Teresa de Lisieux para enfrentar los desafíos del mundo de
hoy?

Capítulo 3

El desafío de la experiencia de Dios y de la búsqueda de sus caminos

A la base de la vocación a la vida consagrada está una experiencia de Dios que llama y que
indica una misión. La experiencia de Dios está sujeta a una evolución. “A Dios nadie la ha
visto jamás”87. Experimentar a Dios es una aventura. Dios nos sorprende, nos desconcierta.
Una experiencia de Dios tiene varias perspectivas y la que más nos cuesta es la del silencio y
la soledad, porque es cuando tenemos que enfrentarnos con nosotros mismos. Pero si
experimentamos a Dios en las propias limitaciones, pobrezas e incoherencias, en ese vacío,
eso nos hace capaces de experimentarlo después en los demás, especialmente en los más
pobres que son el rostro sufriente de Cristo en la historia. Los contemplativos son grandes
luchadores. Muchas veces pensamos que viven muy tranquilos, que tienen una gran
satisfacción, pero su vida es una aventura.

Otra dificultad en el proceso de la experiencia de Dios está constituida por el hecho de que
sus caminos no son nuestros caminos ni sus pensamientos nuestros pensamientos 88.
Especialmente en épocas de transición como la que estamos viviendo en la vida consagrada
no alcanzamos a comprender los proyectos de Dios. Por eso, es importante recordar lo que la
Escritura nos dice sobre la experiencia de Dios y sobre sus caminos.

1. El Dios de las sorpresas

El cambio va acompañado de inseguridad, y nosotros, como personas humanas, tenemos


siempre miedo de lo desconocido. En la religión se busca la seguridad, la estabilidad, la
certidumbre. Por eso, uno de los grandes problemas que la Iglesia sufre en este período, es
precisamente la falta de aceptación de los cambios repentinos y, en cierto modo, inesperados.
Algunos exigen volver a la seguridad de antes. Otro tanto pasa en la vida consagrada en estos
tiempos de inseguridad. Ellos nos presentan el desafío de estar siempre abiertos a la novedad
de Dios. Los místicos nos invitan a superar nuestros conceptos personales, nuestras ideas
sobre Dios. La Biblia nos lleva de la mano para que podamos hacer esto cuando nos describe
ciertas características de la experiencia de Dios.

a) La experiencia bíblica de Dios: una experiencia en la vida

El autor de la carta a los hebreos comienza su escrito afirmando que “en múltiples
ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas.

87
Jn 1,18.
88
Is 55,8-9.
26
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por su Hijo” 89. El Dios de la Biblia se revela en la
naturaleza90 y en los acontecimientos. Los profetas, hombres de la palabra, transmiten al
pueblo su compresión de la realidad de Dios, de su voluntad, y de sus exigencias. Las
revelaciones fragmentarias, las experiencias parciales se completan con la manifestación
plena realizada en Cristo. Él, palabra de Dios encarnada, es su revelación, su
automanifestación, su comunicación. La palabra de Dios reúne a los hombres en un pueblo y,
al reunirlos, realiza su liberación; los transforma en hijos de Dios y hermanos entre ellos. La
palabra de Dios, leída en la historia, juzga, discierne a los que la aceptan o rechazan. Ella
interpela a los hombres al irse comunicando a ellos injertada en los acontecimientos.

La clave de la fe es la que da sentido a la experiencia bíblica de Dios. Diferentes


perspectivas dan visiones diferentes de los mismos objetos, hechos y personas. El pueblo de
la Biblia tiene una perspectiva desde donde lee la realidad: la fe en Yahvé, Dios vivo y señor
de la historia. Ella es la clave que hace descifrar su mensaje en la compleja trama de la vida.
Creer, para Israel, es abrirse al Dios de la alianza, fiel a sus promesas. Es apoyarse en Él
como en algo sólido y estable. Sin la clave de la fe, la experiencia bíblica de Dios no tiene
sentido ni puede explicarse satisfactoriamente. La fe tiene como punto de partida a Dios que
se revela haciendo percibir al hombre su presencia que todo lo llena, que guía la historia y la
conduce a un futuro de plenitud. La fe es la clave para ir descifrando los jeroglíficos de la
vida. Así comprendemos que es un don. Sólo en la liberta y gratuidad una persona abre su
interior y comunica sus secretos. Israel recibió ese don en su historia, no por ser el mayor de
los pueblos, pues era pequeño sino porque Yahvé lo amó91. Por eso, Baruc exclamaba:
“somos dichosos, Israel, porque conocemos lo que a Dios agrada”92.

En su historia, el pueblo judío tiene una experiencia comunitaria de un Dios que libera. En
los libros bíblicos encontramos historiada esa experiencia que el pueblo de Israel tuvo de
Dios: una experiencia capaz de impulsar siempre el futuro y de mantener vivo el dinamismo
liberador de toda esclavitud. La experiencia comunitaria fundamental que Israel tiene de Dios
es la de alguien que libera. Esto se expresa desde el libro del éxodo hasta los últimos libros
del AT93. Al sacar a Israel de Egipto, Yahvé lo libera y lo hace pasar de la servidumbre al
servicio suyo y del hermano en el amor. En el NT, los primeros cristianos experimentan a
Dios consumando y llevando a su plenitud en Cristo la primera liberación. Toda la historia de
Israel, a partir del paso del Mar Rojo, es para ellos solamente una visión anticipada de lo que
Cristo trae y realiza: la liberación de toda esclavitud. La experiencia que Jesús tiene del Padre
es también una experiencia en esta línea. Por eso, Cristo cuestiona la ley, la religión, las
tradiciones, las estructuras de dominación. Pide una nueva actitud liberada y liberadora frente
a Dios, frente al hombre y al mundo. Todo lo somete a la máxima expresión de la libertad que
es el amor.

La experiencia bíblica de Dios es gradual. No todo se descubre o experimenta desde el


primer día. El fruto de cada experiencia se vuelve a colocar en diálogo con la historia y la
vida. Se la interroga a partir de la problemática existencial que, a su vez, es cuestionada por
las experiencias adquiridas. Su diversidad crea movimientos dialécticos que van poco a poco
abriendo caminos a la luz. Se pregunta a la vida. Y, en el proceso de hallazgo de una

89
Heb 1,1-2
90
Cf. Rm 1,18-23; Sal 19,2.
91
Cf. Dt 7,8).
92
Bar 4,4.
93
Cf. Dn 9,15; Sb cc. 10-11.
27
respuesta de fe, se sufre frente a lo incomprensible y misterioso de muchas situaciones. El
camino humano de Jesús pasa por ese mismo proceso de búsqueda-hallazgo-búsqueda, que se
consuma en el misterio pascual de muerte-resurrección.

La experiencia bíblica de Dios recuerda a la vida consagrada el camino para que


experimente a Dios en este momento de su historia. Ella no puede saltarse las etapas de crisis
que enjuician, cuestionan, disciernen, purifican y permiten crecer y avanzar en el
conocimiento de Dios, a quien nadie ha visto jamás94 y que será siempre nuevo y diferente.

b) La experiencia bíblica de Dios: una experiencia para la vida

La experiencia bíblica de Dios no es sólo una experiencia que parte de la vida. Es, además,
una experiencia que compromete con la vida. Este compromiso se da, de manera particular,
en las relaciones con el prójimo. El amor al hermano es, al mismo tiempo, camino para la
experiencia de Dios y expresión de su autenticidad. De allí se deriva un impulso para
transformar la historia, colaborando con Dios en el advenimiento de su reino.

El amor al hermano aparece como un camino para la experiencia Dios y es, al mismo
tiempo, expresión de la misma. Los profetas expresan de muchas maneras esta experiencia de
Dios en el amor al prójimo. Hay en sus escritos varios conceptos que parten de la vida y que
constituyen un criterio para discernir la autenticidad de una experiencia de Dios. Entre ellos
destaca el de “conocimiento de Yahvé”. En él se manifiesta una relación existencial con Dios
que compromete profundamente con el prójimo: Conocer a Yahvé es “juzgar la causa del
humillado y del pobre”95.

Miqueas, por ejemplo, resume las consecuencias de la auténtica experiencia de Dios,


cuando escribe: Te he explicado, hombre, el bien, lo que Dios desea de ti: simplemente que
respetes el derecho, que ames la misericordia y que andes humilde con tu Dios”96. Hay otra
idea afín a lo anterior, que señala también lo que es experimentar a Dios. Es la que podemos
llamar “religión interior” o “religión auténtica”. En la práctica de la justicia, el derecho, la
misericordia, el hombre se encuentra con Yahvé y llega a tener el “conocimiento de Dios”.
Esto es, junto con la fe, el fundamento de la verdadera religión. En ella no hay lugar para
seudo-experiencias del Señor en el formalismo y ritualismo que pretenden tranquilizar la
conciencia. Esta experiencia está hecha, por el contrario, en la integración de la fe con el
amor al prójimo: “Así dice Yahvé, no se alabe el sabio por su sabiduría, ni se alabe el valiente
por su valentía, ni se alabe el rico por su riqueza: mas en esto se alabe quien se alabare: en
tener seso y conocerme, porque yo soy Yahvé que hago misericordia, derecho y justicia sobre
la tierra, porque en eso me complazco”97.

La misma doctrina, en forma más perfecta, la encontramos en san Juan. Él escribe su


evangelio y sus cartas partiendo de una profunda experiencia de lo que es la comunión con
Dios en la experiencia humana de la vida fraterna. La fe y el amor son para Juan los criterios
para ver si existe una real comunión con Dios o se trata solamente de una experiencia
imaginada y vacía de contenido real. El evangelista contempla a la luz de la fe las

94
Cf. Jn 1,18.
95
Jr 22,16.
96
Mi 6,8).
97
Jr 9,22-23.
28
manifestaciones de Dios, su manera de actuar en la historia de la salvación. Reflexiona
especialmente sobre el don que el Padre nos hizo de su Hijo 98, y llega a la conclusión de que
Dios es amor. Esta experiencia del amor de Dios a los hombres tiene una consecuencia para
la vida del creyente: hay que imitarlo en las relaciones con los hermanos. Es allí donde
encontramos con seguridad a Dios: “Carísimos, si de esta manera nos amó Dios, también
nosotros debemos amarnos unos a otros… si alguno dijera: amo a Dios, pero aborrece a su
hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios
a quien no ve”99. Con estos textos del NT se comprueba cómo la experiencia de Dios es algo
que compromete en la vida.

c) La experiencia bíblica de Dios: una experiencia de alguien siempre mayor

Barth afirma, con mucha razón, que “todo conocimiento de Dios comienza con el de su
ocultamiento. La experiencia bíblica de Dios tiene conciencia de su incomprensibilidad. En el
prólogo del evangelio de Juan y en su primera carta, el evangelista, que había tenido una
profunda experiencia de Dios en Jesús, afirma categóricamente: “A Dios nadie le ha visto
jamás”100. Ninguno ha visto a Dios ni le puede ver. Las teofanías eran únicamente imágenes
de la “gloria de Dios”, pero el permanecía siempre inaccesible en este mundo. Es después de
esta vida cuando veremos a Dios tal cual es101. Ahora sólo podemos conocerlo en un espejo,
confusamente102.

Estas afirmaciones bíblicas no significan que Dios no pueda ser experimentado o


conocido o que esté lejano. Él está presente porque se manifestó en su Hijo a quien “vimos”,
como dice san Juan103. Por el ejercicio del amor fraterno, Dios se descubre y permanece con
nosotros. Con todo, Él parece siempre como alguien nuevo y desconcertante. Sus caminos no
son nuestros caminos, ni sus pensamientos nuestros pensamientos 104. La experiencia bíblica
de Dios es, por este motivo, algo sujeto a una purificación constante. La actitud de búsqueda
caracteriza al hombre bíblico. Hay que estar siempre en camino.

La historia del pueblo de Dios es la historia de un caminar incesante detrás de las huellas
del Señor. Las promesas de una tierra, de una liberación, de una plenitud, pusieron al pueblo
en marcha y peregrinación. Ninguna etapa de la historia del pueblo de Dios concluye el
camino. Un nuevo descubrimiento, una nueva experiencia de Dios generan una marcha
inesperada. El caminar terminará cuando se verá a Dios tal cual es 105. El futuro será siempre
mejor que el presente. Hay que caminar hacia él saliendo de la propia tierra como Abrahán y
renunciando a lo que se va consiguiendo; negando una experiencia de Dios para abrirse a una
mayor.

El hombre bíblico experimenta a Dios en el camino de la vida. Ahora bien, la existencia


humana está hecha de luces y sombras; de éxitos y fracasos; de ilusión y desilusión. Pocos
pasajes bíblicos presentan mejor esta realidad de la existencia humana en la búsqueda de

98
Cf. Jn 3,16.
99
1 Jn 4,11-20.
100
Jn 1,18; 1, Jn 4,12.
101
Cf. 1 Jn 3,2.
102
Cf. 1 Cor 13,12.
103
Cf. 1 Jn 1,1-4.
104
Cf. Is 55,8-9; Rm 11,33-35.
105
Cf. 1 Jn 3,2.
29
Dios, como el de los discípulos de Emaús en el evangelio de Lucas 106. En este pasaje bíblico
tenemos como una síntesis de lo que es la experiencia de Dios en la Biblia y de la fuerza de la
esperanza activa, que impulsa a caminar y a buscar siempre.

Los dos discípulos que marchan hacia la aldea de Emaús son, para Lucas, el modelo de los
creyentes que van caminando hacia la casa del Padre. En ese camino van hablando y
discutiendo sobre lo sucedido en su vida; sobre la experiencia de Dios que han hecho en
Jesús. Mientras el Maestro vivía, todo tenía un sentido de plenitud. El pronunciaba palabras
de vida eterna. Ellos habían abandonado todo por seguirlo. Pero su experiencia de Dios se vio
de repente sacudida desde sus fundamentos por la muerte de Jesús: “Nosotros esperábamos
que él liberaría a Israel, pero ya van tres días desde que murió” 107. No podía existir una
frustración mayor. Todos los esquemas humanos que se apoyaban en una determinada
experiencia de Dios se vieron destruidos de repente.

Lucas hace notar que, a pesar del desconcierto con que caminaban y de la desesperanza
que los dominaba contaban con la presencia misteriosa pero real del Señor. Él los
acompañaba en el camino. En él les explicaba las Escrituras, pero aún no lo reconocían. Van
a experimentarlo nuevamente sólo en el gesto de caridad de ofrecerle hospedaje y en el
momento en que Él partirá el pan. La experiencia de Dios –es la lección de Lucas- se tiene en
la fraternidad, incluso hacia los que nos son desconocidos como el forastero de Emaús.
También en la escucha de la palabra de Dios y en la comunión de fe y amor expresada y
celebrada en la eucaristía. Así podrá el creyente volver donde sus hermanos para
testimoniarles la presencia de Cristo resucitado y del Padre en la vida de cada día.

A la luz de la experiencia de la resurrección de Cristo, el cristiano podrá vivir el


dinamismo de la esperanza. Aquí cobran una nueva dimensión los fallos y fracasos humanos.
Se descubre a Dios en todo. Se le experimenta no ya como una idea, sino como una persona
siempre nueva y diferente. Esta experiencia de Dios, impulsada y alimentada por la esperanza
se consumará cuando Dios sea todo en todos108. Vendrá a ser durante la peregrinación por
este mundo como un poco de fermento capaz de fermentar toda la harina 109, o como un
pequeño grano que llega a convertirse en arbusto110.

A la luz de la experiencia bíblica la experiencia de Dios en la vida consagrada hoy aparece


como algo inseparable del seguimiento de Jesús. La experiencia de Dios en la vida y para la
vida capacita para ir logrando vivir como Jesús en apertura al Padre y en disponibilidad para
aceptar libre y responsablemente sus caminos que no acabamos de entender. La experiencia
auténtica de Dios exige una purificación liberadora de la suficiencia y egoísmo humanos.
También como ejercicio de fe, de amor, confianza y esperanza es la respuesta a Dios que nos
llama y nos habla en la vida. Es fuente de constancia, fidelidad a la misión, generosidad en el
cumplimiento personal y comunitario del servicio evangelizador. Hay que ir “superando los
dualismos ajenos a la espiritualidad bíblica: fe y vida, oración y acción, compromisos y tareas
diarias, contemplación y lucha, creación y salvación. La espiritualidad no es sólo un
momento del proceso de liberación de los pobres, sino la mística de la experiencia de Dios en

106
Lc 24,13-35.
107
Lc 24,21.
108
Cf. 1 Cor 15,28).
109
Cf. Mt 13,33.
110
Cf. Mc 4,30-32.
30
todo este proceso. Significa el encuentro con el Dios vivo de Jesucristo en la historia
colectiva y en la vida cotidiana y personal”111.

2. El cambio y los caminos de Dios

Vivimos en un cambio de época. Las transformaciones se verifican en brevísimos espacios


de tiempo, demasiado rápidamente si las comparamos con otros períodos históricos que
requerían decenios o incluso siglos para evolucionar. Ya el Vaticano II hablaba de que “la
propia historia está sometida a un proceso tal de aceleración, que apenas es posible al hombre
seguirla”112. La vida consagrada se ve afectada y fuertemente por todos estos procesos de
evolución y cambio que desconciertan y generan inseguridad, pero que son un desafío para
permanecer abiertos a la perenne novedad de Dios y de sus caminos. La Biblia nos ofrece
pistas que pueden orientar la búsqueda que conduce al compromiso de una fidelidad creativa
y dinámica. Cinco ventanas bíblicas nos permiten comprender mejor qué es y qué significa
enfrentar el drama del cambio.

a) Dios se revela de modo diferente

El primer libro de los Reyes contiene una enseñanza profunda que se refiere sobre todo a
la búsqueda de Dios: Él se revela siempre de modo diferente y no podemos encerrarlo en
nuestros esquemas. Leemos en el capítulo 19: “Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho
Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió Jezabel un mensajero a Elías
diciendo: ‘Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro si mañana a estas horas no he
puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos’. Él tuvo miedo, se levantó y se fue para
salvar su vida. Llegó a Bersheba de Judá y dejó allí a su criado. El caminó por el desierto una
jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama”113.

Sigue la aparición angélica, que invita a Elías a comer, a beber agua y a proseguir su
camino. Al llegar al Horeb, “entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la
palabra de Yahvé, que le dijo: "¿Qué haces aquí Elías?". El dijo: "Ardo en celo por Yahvé,
Dios Sebaot, porque los hijos de Israel te han abandonado, han derribado tus altares y han
pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela". Le dijo:
"Sal y ponte en el monte ante Yahvé” 114. Estas palabras quieren decir que el Señor se va a
manifestar: "Ponte ante el Señor". Sabemos que en el Antiguo Testamento existían tres
maneras de expresar una revelación de Dios: se la asociaba a un fuego, a una tempestad, o a
una sacudida de terremoto que hicieran sentir su presencia. Por eso Elías, en ese momento, se
esperaba una manifestación de Dios al estilo de las descritas: “Hubo un huracán tan violento
que hendía las montañas y quebrantaba las rocas...”.

Elías se habrá dicho: éste es ciertamente el momento de la revelación, de la manifestación


de Dios, pero el texto prosigue: “no estaba Yahvé en el huracán. Después del huracán, un
temblor de tierra; pero no estaba Yahvé en el temblor. Después del temblor, fuego, pero no
estaba Yahvé en el fuego. Después del fuego, el susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías,

111
CONGRESO INTERNACIONAL ECUMÉNICO DE TEÓLOGOS DEL TERCER MUNDO, Sâo Paulo,
1980, Documento final, n. 56.
112
GS 5.
113
1 R 19, 1-3.
114
1 R 19, 9-11.
31
cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz
que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”115.

Este pasaje nos enseña que el Señor se revela siempre de modo diferente al que nosotros
pensamos. Encontramos aquí tres tipos de teofanía: viento-terremoto-huracán, pero Dios no
se halla presente en ninguna de ella. Se revela, en cambio, en aquel "susurro de una brisa
suave". Se revela siempre de modo diverso y por eso debemos estar dispuestos a purificar
nuestro conocimiento personal, a mejorar nuestras experiencias de Dios. O sea, necesitamos
ser capaces de descubrir a Dios también en las cosas aparentemente negativas, cuando nos
llama en situaciones de muerte o por medio de los males del mundo.

Tenemos que aprender a descubrir a Dios, tanto cuando nos resulta realmente presente,
como cuando nos parece ausente. Muchas veces percibimos más la ausencia que la presencia
de una persona querida: "Te hemos echado mucho de menos", se dice habitualmente. Si
hubiese estado presente, quizá nadie se hubiera dado cuenta. Pero cuando la persona está
ausente todos decimos: te hemos echado de menos. También Dios se revela de modo
diferente, incluso en las cosas negativas. La experiencia de Dios es siempre una presencia que
interpela: ¿Qué haces, Elías? Recorriendo los caminos del Señor durante nuestra vida
consagrada como individuos y como grupo en la Iglesia, más de una vez tenemos que
preguntarnos: ¿dónde te revelarás hoy? ¿dónde te manifestarás?. A este respecto el Concilio
habla de los signos de los tiempos como palabra de Dios, como una revelación de Dios
mismo, o una llamada que exige respuesta. Dios, pues, se revela de modo diferente y, sobre
todo, diversamente de como nosotros pensamos.

b) Dios es diverso

Dios es incomprensible. No es ni lo que pensamos, ni lo que imaginamos de Él. Dios es


diverso. Aquí se abre una ventana bíblica: la del libro de Jonás. No contiene ciertamente un
hecho histórico. Se trata más bien un «midrash», una narración que tiene como finalidad
transmitirnos una enseñanza. Aunque es un personaje imaginario, su figura suscita simpatía,
pues representa, en cierto sentido, un poco de lo que es cada uno de nosotros y de lo que
somos como grupo dentro de la Iglesia.

El libro de Jonás fue escrito precisamente cuando el pueblo de Israel había comenzado a
experimentar una novedad: que Dios no era sólo el Dios de Israel, sino que era también el
Dios de los otros pueblos. En la antigüedad se creía que cada pueblo tenía su propio dios, por
eso todos tenían uno. Cada dios tenía la misión de proteger a su pueblo y, cuando este último
sufría una derrota, todos entraban en crisis, pues pensaban que los otros dioses eran más
poderosos que el propio dios. Y esto le ocurría también al pueblo de Israel.
Los hebreos de esa época histórica creían que Yahvé era el Dios de Israel, de Abrahán,
Isaac y Jacob. Tenía, por consiguiente, obligación de preocuparse únicamente de ellos, tenía
que defenderlos, ayudarles e infundirles seguridad. En cambio, la experiencia les demostró lo
contrario, y el autor del libro de Jonás puso por escrito esta experiencia.

La narración comienza con Dios que se dirige a Jonás y le invita a ir a Nínive, a predicar y
tratar de convertir aquella gente. Jonás se niega porque no quiere hacer un mal papel, y
parece decirse a sí mismo: “Voy allá, anuncio que Nínive será destruida; hacen penitencia;
Dios es misericordioso... y yo quedo a la altura del barro. Dirán que me he equivocado, que
115
1 R 19,11-13.
32
he dicho una cosa que no era cierta”. Por eso trata de huir de su responsabilidad. Y tenemos
el famoso episodio que lo ve terminar en el vientre de la ballena. Jonás se ve obligado a ir,
tiene que llegar a Nínive.

Apenas llega, se pone a predicar como le había dicho Yahvé. Predica y ocurre lo que él
se sospechaba. Y entonces se enfada: «Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su
mala conducta, y se arrepintió Dios del mal que había determinado hacerles, y no lo hizo.
Jonás se disgustó mucho por esto y se enojó; y oró a Yahvé diciendo: "¡Ah, Yahvé!, ¿no es
esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por eso por lo que me apresuré a
huir a Tarsis. Porque bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la
cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal. Ahora, pues, Yahvé, te suplico que me quites
la vida, porque mejor me es la muerte que la vida". Mas Yahvé dijo: "¿Te parece que está
bien irritarte?"116.
Jonás entonces se puso a pensar: quizás hoy se hayan arrepentido, pero dentro de algunas
semanas volverán a las andadas... y entonces ¡sí que será destruida Nínive! No quiero
perderme ese espectáculo. Y dice el libro: «Salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la
ciudad; allí se hizo una cabaña bajo la cual se sentó a la sombra, hasta ver qué sucedía en la
ciudad. Entonces Yahvé dispuso que una planta de ricino creciese por encima de Jonás para
dar sombra a su cabeza y librarle así de su mal. Jonás se puso muy contento por aquel ricino.
Pero al día siguiente, al rayar el alba, Yahvé mandó a un gusano, y el gusano picó al ricino,
que se secó. Y al salir el sol, mandó Dios un sofocante viento solano. El sol hirió la cabeza de
Jonás, y él se desvaneció; se deseó la muerte y dijo: "¡Mejor me es la muerte que la vida!"
Entonces Dios dijo a Jonás: "¿Te parece que está bien irritarte por este ricino?" Respondió:
"¡Sí, me parece bien irritarme hasta la muerte!" Y Yahvé dijo: -esta es la enseñanza del
libro- "Tú tienes lástima de un ricino por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú crecer, que
en el término de una noche fue y en el término de una noche feneció. ¿Y no voy a tener
lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no
distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?"117.

El mensaje del libro de Jonás lo podemos formular así: Dios es diverso. No es como nos lo
imaginamos, no es un Dios de bolsillo del que podemos disponer a nuestro gusto. Es el Dios
de todos, que ama a todos, incluso a los ingratos, a los malos; que se acuerda de todos,
incluso de los que no se acuerdan de El. Por eso tenemos que repetir en más de una ocasión,
como Job al final de la prueba: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis
ojos”118. Con frecuencia nos formamos un concepto de oídas, pero luego la realidad nos
revela sistemáticamente un Dios mucho más grande que la idea que nos habíamos formado,
un Dios muy diverso.
c) La realidad es diversa

Dios se revela de modo diverso, es diverso, pero también la realidad es diversa. No es


como nos hacemos la ilusión de que sea. Y de esto nos habla el libro de Ezequiel, lo mismo
que todo el libro de Job.

En el cap. 18 de Ezequiel, el profeta responde a una queja del pueblo de Israel: sufría por
los pecados de otros y eso no era justo. Existía durante mucho tiempo la convicción de que
el mal era un castigo por el pecado personal o por el pecado colectivo, más aún, en un
116
Jon 4,1-4.
117
Jon 4,5-11.
118
Jb 42,5.
33
principio se pensaba que era sólo castigo del pecado colectivo. Por eso, una persona que,
haciendo su examen de conciencia, no hallaba culpa alguna y sin embargo se veía obligada a
soportar trabajos: enfermedades, muerte, problemas, tenía que preguntarse automáticamente:
¿hay alguno en mi familia: padre, abuelo, bisabuelo, o algún hijo por causa del cual debo
soportar este castigo? y, de haberlo encontrado, tendría que soportar su destino. Paciencia -
habría tenido que decirse-, ¡debo pagar! Como soy solidario en el bien tengo que serlo
también en el mal. Pero llegó un momento en que el pueblo de Israel tomó conciencia de que
ese principio no podía aplicarse en todas las circunstancias. Por eso comenzó a lamentarse:
“¡Los padres comieron el agraz y los dientes de lo hijos sufren la dentera!” 119. ¡Luego Dios no
es justo!

El profeta Ezequiel añade: “Por mi vida, oráculo del Señor Yahvé, que no repetiréis más
este proverbio en Israel. Mirad: todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la
del hijo, mías son. El que peque es quien morirá” 120. La realidad, pues, es diversa.
Especialmente tal como aparece en el libro de Job, en el cual se revela que el mal no siempre
es un castigo del pecado, sino que puede ser una prueba para el justo.

El libro de Job es un libro bellísimo para leer en cualquier circunstancia y para meditar en
tiempos de crisis. Recordemos su tesis: Job era un hombre justo, y, como tal, tenía derecho a
recibir toda clase de bienes, y de hecho los poseía, y, como aún no se había revelado la otra
vida, todos los bienes eran de este mundo. Entonces, al contrario de hoy en muchos
ambientes, poseer todos los bienes significaba tener una familia numerosa, pues una familia
numerosa era una gran bendición. Por eso Job tenía también muchas riquezas, porque era un
hombre justo.

Pero de improviso comienzan a llover sobre él todas las desgracias. El hace un examen de
conciencia general y particular, pero no encuentra nada, al menos nada tan grave como para
merecerse semejantes castigos. En un primer momento acepta la situación y permanece
silencioso, pero luego comienza hasta maldecir el día en que nació121. En ese momento
llegan sus tres amigos - representantes de la tradición de Israel -, que con otras palabras y con
bellísimos poemas le dicen en sustancia: Fíate de nosotros. Tú has tenido que cometer algo
verdaderamente grave, no se lo diremos a nadie, confiesa tus pecados. Jamás hemos visto a
un justo sufrir lo que tú estás sufriendo, por consiguiente lo tuyo tiene que ser forzosamente
el castigo de algún pecado, y además gravísimo.
Job respondía: A mí no me parece que sea así, y de poco me sirve el consuelo que me
ofrecéis. Entonces interviene un cuarto personaje - que representa la nueva tesis -, Elihú, el
cual, dirigiéndose a los ancianos, que simbolizan la tesis tradicional, dice: me admira que
vosotros, con toda la experiencia de la vida que tenéis, no os hayáis dado cuenta de que las
cosas no son como decís. Muchas veces el justo sufre y debe sufrir, no como castigo por el
pecado, sino come una prueba.

No poseían aún la revelación de la otra vida, por eso, el autor del libro de Job insiste sobre
el hecho de que después de la prueba, Dios restituirá todos los bienes quitados y más todavía.
El libro termina como una novela de feliz desenlace: “Yahvé bendijo la nueva situación de

119
Ez 18,2.
120
Ez 18,3-4.
121
Jb c. 3.
34
Job más aún que la antigua; llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas
de bueyes y mil asnas. Tuvo además siete hijos y tres hijas”122.
Al final Job tenía tanto dinero que dejó herencia también para las hijas; entonces tenían
derecho a la herencia sólo los hijos varones, pero él tenía tanto dinero que: “su padre les dio
parte en la herencia entre sus hermanos”123.

Ezequiel y Job, las dos ventanas que hemos apenas entreabierto, nos enseñan que la
realidad es con frecuencia muy diversa de lo que pensamos. A veces nos sorprendemos de los
problemas nuevos de la historia, de los nuevos desafíos, y quisiéramos que todo fuese claro,
en cambio las cosas no son del todo claras. Debemos tener la humildad de reconocer que no
siempre tenemos una respuesta para todo. Al principio de nuestra vida religiosa, cada uno de
nosotros creyó tener una respuesta para todo; en cambio, en algunas situaciones, nos damos
cuenta de que no sabemos qué decir, en cuanto que las cosas son muy diversas de lo que
aparentan. Con frecuencia procedemos a tientas, casi a ciegas, no sabemos qué hacer, la
realidad es tan diversa que nos sorprende. Y esto es lo que está acaeciendo a la vida
consagrada hoy en este momento de cambio, de búsqueda y de transición.

d) No somos lo que creemos ser

Hay que añadir además que cada uno de nosotros es diverso de los demás. Y aquí
volvemos al libro primero de los Reyes, donde se habla de Elías, el profeta que
contemplamos en su camino hacia el Horeb. Después de la revelación de Dios, Él le ordena a
Elías volver por el camino que vino: “Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de
Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey
de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar. Al
que escape a la espada de Jazael le hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú le
hará morir Eliseo. Pero me reservaré siete mil en Israel; todas las rodillas que no se doblaron
ante Baal, y todas las bocas que no le besaron”124.

Elías pensaba que él era el único fiel. Decía: “He quedado sólo yo”. Y el Señor: "pero qué
te has creído, hay otros siete mil como tú". Siete es el número perfecto, mil, en el lenguaje
bíblico, equivale a una infinidad. Por eso le dice el Señor que debe ser humilde. Con
frecuencia tendemos a juzgar nuestras personas y nuestras actividades comparándolas con los
demás. Cuando buscamos un objeto, si no lo habíamos dejado en su sitio, revolvemos toda la
habitación de arriba abajo antes de dar con él; del mismo modo el Señor, en los momentos de
crisis, revuelve la habitación de nuestra vida para que nos encontremos a nosotros mismos.
Tanto la habitación personal como colectiva de vida consagrada. De este modo nos enseña a
aceptar con humildad nuestros límites, a apreciar a los demás y a descubrir su presencia
también en los que no son cristianos: Dios, en el mundo, no está presente solamente en la
Iglesia. Con humildad debemos aceptar también las enseñanzas de otros. Somos diferentes
los unos de los otros porque tenemos experiencias diversas, porque los caminos del Señor son
diversos. Hay que abrirse al diálogo y a las mutuas relaciones en la Iglesia.

e) El poder de Dios se manifiesta en nuestra debilidad

122
Jb 42,12-13.
123
Jb 42,15.
124
1 R 19,15-17.
35
Un texto de san Pablo nos revela los caminos del Señor desde una perspectiva muy
provechosa para nuestra vida espiritual y apostólica; para estos momentos difíciles y de
inseguridad para la vida consagrada. Se trata de la perspectiva de nuestra pobreza.

Vivimos en un mundo en el que se busca la eficiencia, donde todo está en función de la


propia utilidad. Y Pablo, en la segunda carta a los Corintios 125, nos cuenta su propia
experiencia: “Y por lo extraordinario de las revelaciones, para que no tenga soberbia, me han
metido una espina en la carne, un emisario de Satanás, para que me abofetee y no tenga
soberbia. Tres veces le he pedido al Señor verme libre de él, pero me contestó: ‘Te basta con
mi gracia, la fuerza se realiza en la debilidad’. Por consiguiente, con muchísimo gusto
presumiré, si acaso, de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza del Mesías. Por
eso estoy contento en las debilidades, ultrajes e infortunios, persecuciones y angustias por
Cristo; pues cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Los caminos del Señor son diversos, la lógica del Señor es diversa. Nosotros pensamos
que para hacer las cosas es necesario el poder, mientras que el Señor nos dice que el
verdadero poder se halla en la pobreza. Pablo pide al Señor que lo cure de una enfermedad;
habla de un ángel de Satanás, de una espina en su carne, interpretada inicialmente como una
tentación contra la castidad, porque se pensaba que en Pablo la carne significaba el cuerpo, el
sexo, mientras que en cambio significa la debilidad de su naturaleza humana. Otros la han
interpretado también como una especie de malaria que lo atacaba periódicamente y le
obligaba a guardar cama. Y entonces dice Pablo: Señor, si enfermo como estoy puedo hacer
tantas cosas, imagínate lo que podría hacer si me das la salud. Y el Señor le contesta: Así
piensas tú, pero las cosas son diversas. Es en la debilidad donde se manifiesta el poder de
Dios.

f) Tengamos confianza en Dios

Como vida consagrada a principios del tercer milenio debemos estar abiertos a las
novedades de Dios. Él se revela siempre de modo diverso. Él es diverso. La realidad es
diversa, los otros son diversos, nosotros mismos somos diversos. Los caminos del Señor,
como hemos repetido son diversos. Quisiéramos que llegara en la luz y, en cambio, Él nos
visita en las tinieblas. Creíamos que llegaría hoy y nos hace esperar hasta mañana. Con
frecuencia nos hacemos la ilusión de obtener un éxito fácil y Dios, en cambio nos presenta un
camino sembrado de dificultades. Dios llega de improviso y vuelve a marcharse cuando
menos lo podemos imaginar, aunque en realidad está siempre con nosotros. Debemos, pues,
convencernos de que si los caminos para la vida consagrada hoy son verdaderamente del
Señor son y serán siempre caminos muy diferentes de los nuestros. Exactamente lo que Pablo
decía hablando de la sabiduría de Dios: escándalo para los hebreos y estupidez para los
griegos, símbolo de la sabiduría humana.

Los caminos del Señor son caminos de justicia, caminos perfectos. Él es el justo y no
puede cometer injusticias, por eso, el triunfo aparente del mal es una ilusión. Lo que
llamamos castigo, no es castigo, sino bondad, misericordia y corrección. Todo concurre a
nuestro bien, aunque no nos demos cuenta de ello hasta el final de una etapa de nuestra vida.
Sólo entonces podremos afirmar: Lo que ha ocurrido en mi vida ha sido verdaderamente una
gracia, mientras yo pensaba que era una desgracia. Y eso vale también para la vida
consagrada.
125
Cf. 2 Cor 12,7-10.
36
Los caminos del Señor son siempre caminos de misericordia. Creo que uno de los puntos
principales de la espiritualidad cristiana es el de creer en la misericordia de Dios, el estar
convencidos por experiencia del hecho de que todo aquello que Dios permite en nuestra vida
es fruto de su amor para con nosotros. Estar, en una palabra, convencidos de que si no fuese
por su misericordia, no seríamos capaces de seguir conservando la fe y la esperanza de
continuar el camino.

Los caminos del Señor son también siempre manifestación de la fidelidad de Dios. El no
cambia como nosotros. Mientras nosotros somos pecadores infieles, El es siempre bueno,
misericordioso, permanece fiel. Cuando erramos el camino, El nos guía: “El Señor es bueno y
es recto, y enseña el camino a los pecadores”126. Dios nos acepta siempre como somos. Pero
la cosa más importante, para nosotros que vivimos en el Nuevo Testamento, es que Cristo se
ha trasformado no sólo en compañero de camino, sino en el único camino127. Cristo está con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo. El nos precede. Nuestra vida es el seguimiento
de Cristo. El nos acompaña hoy y siempre.

Aceptemos, pues, nuestra condición de peregrinos que caminan hacia la eternidad.


Recordemos el camino que la vida consagrada ha hecho a partir del Vaticano II. Aceptemos
los caminos del Señor, amémoslos aunque no podamos comprenderlos y aunque nos hagan
vivir en la inseguridad. Sigamos adelante en medio de las dificultades, pues debemos estar
convencidos de que todo viene dispuesto, hasta en los mínimos detalles, para nuestro bien.
Con fe y con esperanza, vayamos adelante por los caminos del Señor, por los caminos a
través de los cuales El conduce la historia del mundo y nuestra pequeña historia como vida
consagrada al igual que nuestra historia personal Todos los caminos del Señor son
misericordia y fidelidad128, por eso caminamos junto con Cristo, el único camino. Y
caminamos con gozo en medio de las ansias e incertidumbres de nuestra peregrinación y de
los desafíos del momento presente.

Debemos abrirnos a la única certidumbre, que es Dios. Y El está con nosotros y nos
acompaña. Debemos dejarnos sorprender por Dios, sorprender por la realidad, convencidos
de que todo concurre al bien de los que aman a Dios. Convencidos de lo que dice la carta a
los romanos cuando Pablo habla del amor de Cristo. Un amor tan firme, tan seguro, que nadie
nos podrá separar de él. Caminemos, pues, en la fe, seguros de la presencia de Dios. El
salmo 23, que comienza con las palabras “El Señor es mi pastor, nada me falta” puede
ofrecernos el horizonte para dejarnos guiar por el Señor, ya que es al mismo tiempo la
proclamación de los caminos del Señor llenos de misericordia y un acto de confianza en la
bondad y fidelidad de Dios. Un acto de confianza que nos deja siempre abiertos y disponibles
a las novedades de Dios,

3. Buscar los caminos de Dios en la inseguridad

En la búsqueda de los caminos de Dios y en su experiencia en los acontecimientos de la


historia encontramos una guía muy actual Edith Stein, canonizada en 1998 y declarada co-
patrona de Europa junto con santa Catalina de Sena y santa Brígida. Ella con su vida y sus
escritos ofrece orientaciones preciosas a los que queremos discernir los caminos de Dios para
126
Sal 25,8.
127
Cf. Jn 14,6.
128
Cf. Sal 25,10.
37
la vida consagrada hoy. Esta mujer hebrea, buscadora de la verdad, seguidora de Jesús ofrece
un mensaje para hacer dinámica y comprometida la vocación y misión de la vida consagrada
a partir de una experiencia profunda de Dios y de un compromiso con la verdad.

a) Buscar siempre la verdad

Edith Stein nos enseña a buscar a Dios buscando la verdad. En aras de este empeño ella
fue entregando parte de su vida. Abandona en un primer momento la fe judía y se sumerge en
la filosofía para tratar de comprender el sentido de la existencia humana. Del ateísmo pasará a
la fe católica y, en su seguimiento de Jesús irá adquiriendo experiencialmente lo que dará el
título a uno de sus libros “la ciencia de la cruz”. Esta le dará la capacidad para entrar en el
Carmelo y, más adelante, de morir por la fe y por su pueblo. Repensando su camino de
búsqueda de la verdad llegará a la conclusión de que “Dios es la verdad. Quien busca la
verdad busca a Dios, lo sepa o no”129.

Edith Stein se convirtió al catolicismo en 1922, a la edad de 31 años. El sentido profundo


de su conversión está precisamente en el hecho de descubrir en la cruz el camino de la
resurrección, en transformar en experiencia la paradoja evangélica de perder para ganar. No
fue fácil ciertamente para Edith Stein el proceso de su conversión. Fueron años de búsqueda
que recibieron el último impulso de su encuentro con la autobiografía de Teresa de Jesús.
Como en ésta, Cristo fue ocupando el lugar central de su existencia. En Él encuentra a la
Verdad con mayúscula y al amigo cercano con el cual puede dialogar siempre. La radicalidad
acompañó su conversión. Pensaba, en un principio, que eso le exigía abandonar todo lo
terrestre para vivir únicamente concentrada en las cosas divinas. Sólo progresivamente fue
comprendiendo que “cuanto más profunda es la atracción que nos conduce a Dios, mayor es
el deber de ‘salir de sí’, en este sentido también, es decir, en dirección al mundo para llevar
allí la vida divina”130.

El descubrimiento de la persona de Jesús supone una experiencia personal que cambia por
completo la visión de las cosas, de las personas y de los acontecimientos. Él es la verdad y
fue desde esa perspectiva que Edith tuvo un acercamiento a Cristo. A partir de este contacto
descubre que Jesús es el camino y la vida y se abandona en sus manos para seguirlo cargando
con la cruz de la vida cotidiana en un abandono a la voluntad del Padre. Ella vivió ante todo
con una actitud de entrega confiada a Dios. Siguiendo a Jesús en su relación con el Abba aun
en medio de la humillación, el sufrimiento, el abandono de la cruz, ella vivió su presencia y
su amor que la sostenían en la oscuridad de la noche de la prueba: “Yo me he sostenido y este
sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del
hombre que, con su propia fuerza se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad
suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista
objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la
angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?” 131. Esta certeza del amor de un
Dios Padre la condujo también a imitar a Jesús en el cumplimiento de su voluntad con
confianza y abandono: “Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de la mano de Dios,
hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las

129
Carta 23.3.1938, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977), p. 102.
130
Carta 12.2.1928, en Edith Stein Werke VIII (Druten-Freiburg, 1976) p, 54.
131
E. STEIN, Ser finito y ser eterno., Fondo de cultura económica, México, p. 75.
38
manos de Dios y confiarle también nuestro futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la
alegría de ser hijos de Dios”132.

Estos textos manifiestan lo que fue el itinerario espiritual de esta mujer, buscadora
incansable de la verdad, que supo perder varias veces para ganar evangélicamente: perdió sus
convicciones ateas para ganar la luz de la fe; perdió su familia y su pueblo para encontrarlos
en el seguimiento de Jesús entregando su vida también por ellos. En su vida de carmelita
contemplativa llegó a la meta de ese camino evangélico centrándose en el único absoluto
guiada por la lógica evangélica de perder para ganar. Y, al final, supo hacer realidad en el
martirio la advertencia de Jesús: “quien quisiere salvar su vida la perderá, pero quien pierde
su vida por mi causa y la del evangelio la salvará”133.

En todo ese largo itinerario detrás de las huellas de Jesús, camino, verdad y vida, vivió en
un abandono confiado en el Señor colocando, como decía, su mano en la mano de Él para
dejarse guiar a través de los vericuetos difíciles y desconocidos de su vida y de la historia. Y
esto con una colaboración activa, libre y responsable, iluminada por la ciencia de la cruz que
lleva a la comunión con Dios. “Cuando repienso mi vida después de años, entonces
comprendo que esta conversación fue de una importancia capital para mí, tal vez más
esencial todavía que todos mis estudios, y concibo el pensamiento de que me era necesario ir
tal vez expresamente para ello a aquella ciudad. Lo que no estaba en mis proyectos, se
encontraba en los proyectos de Dios. Y cuanto más a menudo se me presentan tales
acontecimientos, más viva se hace en mí la convicción de fe de que no existe el azar –visto de
la parte de Dios-, que toda mi vida, hasta en sus menores detalles, está prevista en el plan de
la providencia divina y que ella es, ante los ojos de Dios que lo ve todo, una coherencia
inteligible perfecta”134.

La experiencia espiritual de Edith Stein y sus enseñanzas son ciertamente una orientación
práctica para que la vida consagrada se abra con confianza a los caminos imprevisibles del
Espíritu a través de los cuales la guía en este momento de la historia. Este es el secreto para
asumir los desafíos que se le presentan y para transformar las dificultades y zozobras en
fuente de esperanza mientras camina en la inseguridad. El congreso internacional de vida
consagrada celebrado en Roma en noviembre de 2004 en su Declaración final afirmaba con
razón: “Quizás más que en otras épocas experimentamos nuestras pobrezas y limitaciones. En
medio de ellas resuena la voz del Señor: ¡no temas, yo estoy contigo! Esta certeza renueva
nuestra esperanza que se apoya en la bondad y fidelidad del “Dios de la esperanza que nos
llena de alegría y paz en la fe, para que abundemos en esperanza por la fuerza del Espíritu
Santo”135, Él es nuestra esperanza y “la esperanza no quedará confundida”136.

Para la reflexión personal y comunitaria

1. ¿Cuáles son las principales orientaciones que la experiencia bíblica de Dios ofrece a
la vida consagrada en el momento presente?

132
E. STEIN, El misterio de Navidad, en Edith Stein Werke XII (Freiburg, 1990) p. 202.
133
Mc 8,35.
134
E. STEIN, Ser finito y ser eterno, p. 130.
135
Rm 15,13.
136
Rm 5,5.
39
2. ¿En qué aspectos de la vida consagrada se experimenta más fuertemente el drama del
cambio y de los caminos imprevisibles del Espíritu?

3. ¿De qué manera la experiencia y la doctrina de Edith Stein pueden servir a la vida
consagrada en la actual coyuntura de su historia?

Capítulo 4

El desafío del profetismo y de escuchar y poner en práctica la palabra de Dios

El documento postsinodal Vita consecrata reconoció el carácter profético de la vida


consagrada como “una forma de especial participación en la función profética de Cristo,
comunicada por el Espíritu Santo a todo el pueblo de Dios… La función de signo, que el
concilio Vaticano II reconoce a la vida consagrada, se manifiesta en el testimonio profético
de la primacía de Dios y de los valores evangélicos en la vida cristiana. En virtud de esta
primacía no se puede anteponer nada al amor personal por Cristo y por los pobres en los que
Él vive… La verdadera profecía nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de
su palabra en las diversas circunstancias de la historia. El profeta siente arder en su corazón la
pasión por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración la
proclama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el
mal y el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constante de la
voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del
discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se manifiesta en la denuncia de
todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de
actuación del evangelio para la construcción del reino de Dios”137.

Hemos querido citar este largo párrafo porque en él aparecen con claridad algunos
elementos para enfrentar desde la inseguridad humana los desafíos actuales para la vida
consagrada. De entre ellos queremos resaltar dos: la escucha y puesta en práctica de la
palabra de Dios y el hecho de escudriñar nuevos caminos para el evangelio en el
cumplimiento de la propia misión.

1. Un modelo profético en tiempos de cambio e incertidumbre

Vita consecrata presenta como modelo de auténtico profeta Elías a quien la tradición
patrística vio como figura de la vida religiosa monástica, como profeta audaz y amigo de
Dios. “Vivía en su presencia y contemplaba en silencio su paso, intercedía por el pueblo y
proclamaba con valentía su voluntad, defendía los derechos de Dios y se erguía en defensa de
los pobres contra los poderosos del mundo”138. Con todo, en las circunstancias de la realidad
de cambio y de los desafíos que presenta, Jeremías es para la vida consagrada alguien que
explica con su vida lo que significa atravesar los caminos del Señor en la noche oscura de la
purificación personal y grupal. Pocos personajes bíblicos encarnan como él este itinerario,
con frecuencia dramático, porque implica el esfuerzo de permanecer fiel a los caminos del
Señor y a la misión que Él ha encomendado.

137
VC 84.
138
VC 84.
40
a) Una vida ajetreada

El marco histórico en que vivió Jeremías no es muy preciso, porque existen algunas
dificultades desde el punto de vista cronológico. Sin embargo, basándonos en algunas fechas
ciertas, podemos dividir la predicación del profeta en cuatro momentos fundamentales.

La primera etapa de su predicación es el período más feliz de la vida de Jeremías. Por eso,
el período de su apostolado puede definirse como un período de luna de miel, pasado
enteramente bajo el gobierno del Rey Josías, un hombre piadoso que trataba de llevar
adelante la reforma religiosa del Pueblo de Israel. Claro que tampoco este período de la vida
de Jeremías se vio del todo exento de persecuciones, pero, comparado con los otros, puede
considerarse el mejor, pues él gozaba de la protección del rey y de algunos de sus
funcionarios, que lo defenderán también más tarde.

El segundo es mucho más difícil, es el de la crisis, pues le toca vivirlo bajo el gobierno del
Rey Yoyaquim, feroz perseguidor del profeta. Aquí Jeremías debe afrontar la hostilidad del
rey que, al contrario de su padre, desatiende la reforma. Movido por Dios, Jeremías habla de
la destrucción del templo, pero nadie se atreve a tocar el tema: el templo es sagrado y hablar
de su destrucción es como hablar de la destrucción de todo. Es el tiempo de las grandes
persecuciones. Es encarcelado y, cuando envía en lugar suyo al profeta Baruc para que lea
sus profecías anunciando calamidades, el rey las quema públicamente delante de todos 139.
Así dice Yahvé a propósito de Yoyaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono
de David y su propio cadáver yacerá tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche. Yo
pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y traeré sobre ellos y sobre todos
los habitantes de Jerusalén y los hombres de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran
caso".

A este período sucede otro de grande dolor para el profeta que tanto amaba a su pueblo.
Es el tiempo en que Jerusalén es sitiada (597-587 a.C.) y Jeremías tiene que anunciar con
gran dolor que el exilio será largo140. Había por aquel entonces falsos profetas como Ananías,
que decían: «Estad tranquilos, en un par de años seréis liberados». Jeremías, en cambio, debía
anunciar con dolor que las cosas no iban a ir así. En una carta escrita al pueblo que se
encontraba en Babilonia, el profeta les advertía: “Así dice Yahvé Sebaot, el Dios de Israel, a
toda la deportación que deporté de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas y habitadlas; plantad
huertos y comed su fruto; tomad mujeres y engendrad hijos e hijas; casad a vuestros hijos y
dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y medrad allí y no mengüéis;
procurad el bien de la ciudad a donde os he deportado y orad por ella a Yahvé, porque su bien
será el vuestro”141.
El último período, de la vida del profeta comienza el año 587 a.C., cuando ya Jerusalén
estaba bajo el dominio de Babilonia. Sabemos que, después del asesinato de Godolías,
Jeremías huye a Egipto y en el libro no se habla más de él. Probablemente muere en Egipto.

b) Itinerario espiritual de Jeremías

Estos cuatro períodos representan el marco histórico de la vida de Jeremías. También cada
uno de nosotros tiene su propio marco histórico, compuesto de diversas etapas. Otro tanto
139
Cf. Jer 36,20-32.
140
Cf. Jer cc. 27-29.
141
Jer 29,4-9.
41
sucede con el desarrollo histórico de la vida consagrada. El proceso dramático vivido por el
profeta lo conduce a vivir una actitud de madurez espiritual que le permite enfrentar desde la
experiencia de Dios las difíciles situaciones por las que atraviesa. En ese proceso podemos
encontrar un paralelismo iluminador para la evolución de la vida consagrada antes y después
del Vaticano II. Más todavía, vemos allí reflejada la alternancia de períodos en la historia de
la vida consagrada.

El primero es el momento en que Jeremías vive, por así decirlo, físicamente la presencia
de Dios en su vida. Aquel Dios que es un padre amoroso, que desde el momento de su
concepción lo ha elegido y le ha confiado una misión asegurándole su presencia: “No temas,
no tengas miedo -le dice-, yo estoy contigo, podrás cumplir esta tu misión, podrás ser lo que
yo quiero que seas: un profeta”. Y comprende que la vida de todos está en las manos de Dios;
por eso piensa que todo será fácil: “Entonces me fue dirigida la palabra del Yahvé en estos
términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses,
te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí" 142. El profeta ha experimentado su
debilidad pero se siente fuerte con las palabras del Señor: “no temas, yo estoy contigo para
salvarte”143. La seguridad que le da el amor de Dios y su promesa de ayudarlo hace que
Jeremías trate de servirlo, de anunciar lo que Él le muestra a través de los acontecimientos, de
hacer las cosas por Él: predica, insiste, recuerda, hace todo lo que Dios le ordena. Y lo hace
con grande valentía, dispuesto a enfrentar todas las dificultades. No tiene miedo de nada ni de
nadie. Una prueba de ello es la valentía con la que anuncia la destrucción del templo: “Si
mejoráis realmente vuestra conducta y obras, si realmente hacéis justicia mutua y no oprimís
al forastero, al huérfano y a la viuda, (y no vertéis sangre inocente en este lugar) ni andáis en
pos de otros dioses para vuestro daño, entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar, en
la tierra que di a vuestros padres desde siempre hasta siempre. Pero he aquí que vosotros fiáis
en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso,
incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais. Luego venís y os paráis ante mí en
esta Casa llamada por mi Nombre y decís: "¡Estamos seguros!", para seguir haciendo todas
esas abominaciones”144.

Tiene, pues, valentía, anuncia y denuncia todo, es capaz de aceptar las dificultades, porque
tiene grande entusiasmo, una grande seguridad en sí mismo, nacida de la experiencia que
tiene de la presencia de Dios en su vida. Luego, de improviso, después de algunos años, el
entusiasmo decrece y, con la desilusión, llega la crisis de purificación. Y comienzan aquellas
páginas del libro de Jeremías, que suelen llamarse las confesiones, y en las que manifiesta
abiertamente lo que siente.

Dirigiéndose al Señor, maldice el día de su nacimiento, porque ve que todo ha sido inútil.
Se siente engañado por Dios145. Existe un problema, que es común a todos y que abarca
todos los tiempos, el problema del mal. Nos preguntamos: "¿Por qué triunfa el mal? ¿Por qué
los malos prosperan?». En el cap. 12, 1-4 de Jeremías, el profeta se dirige al Señor y dice:
«Tú llevas la razón, Yahvé, cuando discuto contigo; no obstante, voy a tratar contigo un
punto de justicia» -y lo invoca para que se explique-. “¿Por qué tienen suerte los malos, y son
felices todos los felones? Los plantas, y en seguida arraigan, van a más y dan fruto. Cerca
estás tú de sus bocas, pero lejos de sus corazones. En cambio a mí ya me conoces, Yahvé; me

142
Jer 1,4-5.
143
Jer 1,8.
144
Jer 7, 5-10.
145
Jer c. 20.
42
has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al
matadero, y conságralos para el día de la matanza. ¿Hasta cuándo estará de luto la tierra, y la
hierba de todo el campo estará seca? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido
bestias y aves. Porque han dicho: "No ve Dios nuestros senderos"146. El problema del mal
ocasiona para el profeta una crisis vocacional. En el cap. 15, 10-11 leemos: «¡Ay de mí,
madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! No sé por qué
todos se ponen contra mí. No he pedido ningún préstamo ni he prestado yo. Ni les debo, ni
me deben, ¡pero todos me maldicen!”147.

Hay también otra causa de crisis: la incredulidad. Al principio pensaba que todos habrían
escuchado sus sermones, pero luego se da cuenta de que nadie le cree, que todos son unos
escépticos: “Cúrame, Yahvé, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi gloria eres tú.
Mira que ellos me dicen: ‘¿Dónde está la palabra de Yahvé? ¡Vamos, que venga!’ Yo nunca
te apremié a hacer daño; el día irremediable no he anhelado; tú lo sabes: lo salido de mis
labios enfrente de tu faz ha estado. No seas para mí espanto, ¡oh, tú mi amparo en el día
aciago!”148.

Jeremías, que no se había casado, quizá porque había previsto el exilio o porque había
intuido que no casándose podía afirmar con más fuerza lo que había previsto, al final se
encuentra solo. Y entonces recuerda: “No tomes mujer ni tengas hijos ni hijas en este lugar.
Que así dice Yahvé de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de sus madres que los dieron a
luz y de sus padres que los engendraron en esta tierra: De muerte miserable morirán, sin que
sean plañidos ni sepultados. Se volverán estiércol sobre la haz del suelo. Con espada y
hambre serán acabados, y serán sus cadáveres pasto para las aves del cielo y las bestias de la
tierra”149.

La soledad le hizo caer en una desilusión total, que le llevó a pensar que todo había sido
verdaderamente inútil. Y entonces piensa: hasta ahora he hecho lo que el Señor me ha pedido,
he predicado la palabra, pero de aquí en adelante no haré nada. Y si el Señor me manda
predicar, le responderé que no: “Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir; -[me has
engañado]- me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me
remedaban. Pues cada vez que hablo es para clamar: ‘¡Atropello!", y para gritar: "¡Expolio!’.
La palabra de Yahvé ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: ‘No volveré a
recordarlo, ni hablaré más en su nombre’. Pero había en mi corazón algo así como fuego
ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía. Escuchaba
las calumnias de la turba: ‘¡Terror por doquier! ¡denunciadle! ¡denunciémosle!’ Todos
aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: ‘¡A ver si se distrae, y
le podremos, y tomaremos venganza de él!’ Pero Yahvé está conmigo, cual campeón
poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su
imprudencia: confusión eterna, inolvidable”150. Y prosigue diciendo que el Señor lo ha
defraudado, que le ha hecho predicar cosas que luego se revelaron inútiles y en daño suyo, y
termina maldiciendo el día de su nacimiento.

146
Jer 12,1-4.
147
Jer 15,10-11.
148
Jer 17,14-17.
149
Jer 16,2-3.
150
Jer 20,7-10.
43
Todos, de un modo o de otro, hemos dudado en los momentos de desilusión. Es frecuente
encontrar personas consagradas que atraviesa por este momento particular, transido de
cansancio y de desilusión. Ese momento en el que se llega a decir que la vida ya no tiene
sentido. Y se cree que todos los esfuerzos han sido inútiles, que se está verdaderamente por
los suelos, cansados y desanimados, pero no del todo desesperados, porque queda todavía la
fe. Vita consecrata describe estas situaciones en el itinerario espiritual de las personas
consagradas151 y también las que se dan a nivel institucional en la historia de los institutos
religiosos152 y en ambos casos exhorta a enfrentarlas con una actitud de esperanza activa.

Al final de esa crisis Jeremías se encontró con una madurez espiritual adquirida en medio
de la oscuridad. Se aceptó a sí mismo; aceptó la realidad. A partir de entonces comenzó a
ver con ojos diversos las dificultades y la tragedia del exilio y fue capaz de anunciar la nueva
alianza y la nueva ley escrita en el corazón153.

c) El itinerario espiritual de la vida consagrada

Esta experiencia puede ayudar a comprender el proceso de maduración personal en la


vida cristiana y en la vida consagrada. Porque si es verdad que cada uno tiene su propio
camino, que es único e irrepetible, es también verdad que existen leyes que valen para todos.
Y una de estas leyes es la necesidad de pasar a través de una purificación, una desilusión, de
pasar a través de la noche oscura de la crisis.

Todas las personas consagradas han vivido un momento de grande experiencia de Dios que
las llevó a optar por el seguimiento de Jesús a través de la consagración religiosa.
Seguramente todas fueron llamadas no con palabras, sino con hechos. La presencia de Dios
las ha llevado a proclamar, como Jeremías, que Dios es Haba, cercano; que es maravilloso y
estamos en sus manos. Ese fue para todas las personas consagradas un momento de grande
confianza, que las llevó, como Jeremías, a dar la respuesta generosa de los primeros años de
vida religiosa. Cuando se abrazó con entusiasmo la vida fraterna en comunidad y no se
escatimaron esfuerzos y sacrificios en el apostolado.

Más adelante, de un modo o de otro, se ha tenido que pasar por una crisis de purificación
y de desilusión, que se sufre todavía, y en el cual la experiencia de la presencia de Dios, se
convierte en ausencia. Y aquella afirmación de que Dios es Padre, se convierte en negación;
pues no podemos comprobarla con la realidad, ya sea en nuestra vida o en la vida de los
demás, o en la historia del mundo. Es la crisis de identidad que lleva al cansancio y al
desánimo. Pero todo esto anuncia ciertamente la madurez. El momento en que seremos
capaces de aceptarnos a nosotros mismos, aceptar nuestra vida tal como ha sido, con sus
luces y sombras, con nuestros pecados y con nuestras infidelidades. Así nos hacemos
personas de esperanza, capaces de comunicar la esperanza que sentimos. Porque durante
nuestro peregrinar a través de los caminos del señor, encontraremos siempre un sendero que
nos lleva a la madurez. Lo que en el lenguaje espiritual se llama santidad y en san Juan de la
Cruz transformación en Dios, unión con Dios, o sea, la experiencia que todos los santos han
probado.

151
Cf. VC 70.
152
Cf. VC 63.
153
Cf. Jer 31,31-34.
44
A través de la cruz, del dolor y del sufrimiento se llega a la resurrección, a la Pascua.
“Independientemente de las varias etapas de la vida, cada edad puede pasar por situaciones
críticas bien a causa de diversos factores externos –cambio de lugar o de oficio, dificultad en
el trabajo o fracaso apostólico, incomprensión, marginación, etc.-, bien por motivos
estrictamente personales, como la enfermedad física o psíquica, la aridez espiritual, lutos,
problemas de relaciones interpersonales, fuertes tentaciones, crisis de fe o de identidad,
sensación de insignificancia, u otros semejantes…” En esos casos, la ayuda fraterna facilita el
que la persona que se encuentra en un momento de prueba logre “acoger la purificación y el
anonadamiento como aspectos esenciales del seguimiento de Cristo crucificado. La prueba
misma se revelará como un instrumento providencial de formación en las manos del Padre,
como lucha no sólo psicológica, entablada por el yo en relación consigo mismo y sus
debilidades, sino también religiosa, marcada cada día por la presencia de Dios y por la fuerza
poderosa de la cruz”154. Por eso, la experiencia de Jeremías debe ser para nosotros una
invitación a aceptar nuestro camino, que es el drama existencial de todo ser humano, tratando
de permanecer fieles a la voluntad de Dios.

2. Palabra de Dios y signos de los tiempos

Vita consecrata, hablando de la importancia de la palabra de Dios en la vida consagrada


pone de relieve su importancia para alimentar una relación personal con el Dios vivo y con su
voluntad salvífica y santificadora.; recomienda la lectio divina comunitaria para que los
hermanos y hermanas crezcan juntos y se ayuden a progresar en la vida espiritual y termina
recordando que “de la meditación de la palabra de Dios, y de los misterios de Cristo en
particular, nace la intensidad de la contemplación y el ardor de la actividad apostólica. Tanto
en la vida religiosa contemplativa como en la activa, siempre han sido los hombres y mujeres
de oración quienes, como auténticos intérpretes y ejecutores de la voluntad de Dios han
obtenido la luz necesaria para el discernimiento personal y comunitario que les han servido
para buscar los caminos del Señor en los signos de los tiempos”155.

Ante los desafíos que enfrenta hoy la vida consagrada y que producen inseguridad e
incertidumbre. Medio privilegiado para enfocar debidamente los retos que se presentan y
para superar el miedo es, sin duda, la escucha de la palabra de Dios. Ésta, cristalizada en
forma especial y modélica en la Escritura, llega también en los acontecimientos de la historia,
ya que “el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas: las
obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las
realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su
misterio”156. Escuchar la Palabra de Dios no es sólo atender a ella, percibirla. Se requiere algo
más: abrir con disponibilidad el corazón para acogerla 157 y, sobre todo, para ponerla en
práctica158. Así hay que entender los llamados continuos a Israel para que escuche a Yahvé159.

b) La Biblia: palabra de Dios en la historia de los hombres

Un análisis externo de los libros bíblicos los hace aparecer como el resultado de un
proceso normal en la historia del pueblo judío, semejante al de la composición de los libros
154
VC 70.
155
VC 94.
156
DV 2.
157
Cf. Hch 16,14.
158
Cf. Lc 8,21; 11,28; Mt 7,24.
159
Cf. Dt 6,4.
45
sagrados de otros pueblos. Todo tiene una explicación natural. Aparecen primero las
tradiciones orales que, poco a poco, van siendo consignadas por escrito, especialmente en
momentos de crisis nacionales o inmediatamente después de ellas.

Contemplar, en cambio, la Escritura desde dentro es verla desde la clave de la fe para


descubrir a Dios presente y actuando en la vida de cada día. La Biblia nació de la fe en Yahvé
y de la preocupación de responder a lo que pedía en la historia. En ella y por medio de ella el
pueblo judío tomaba conciencia de su identidad y, sobre todo, aprendía a descubrir lo que
Dios quería de él en la vida. El lugar donde el pueblo se encontraba con Dios era el formado
por la trama de la existencia: una tierra, una organización, una problemática concreta. Las
instituciones, las leyes, el culto, las tradiciones populares, las grandes figuras del pasado,
todo, en una palabra, era visto desde la perspectiva de la fe. Ella daba una conciencia clara de
la presencia de Dios tanto en las fiestas naturales del ciclo agrícola como en las
determinaciones legales y culturales; en los grandes líderes del pueblo como en los dichos y
proverbios de la sabiduría humana. Lo que desde fuera era simplemente destino o casualidad,
desde dentro era providencia amorosa de Dios. . La Escritura ayuda a tomar conciencia del
sentido de lo que sucede a través de lo que podemos llamar la experiencia-modelo.

La Escritura es, al mismo tiempo, vida y libro; comunidad que camina y camino trazado
por ella. Es importante tener esto presente para comprender la riqueza que significa el que en
la Biblia misma encontramos marcado lo que podríamos llamar el método para la escucha de
la Palabra: el conectaría con la realidad para que, en una relectura, pueda desplegar toda su
fuerza e iluminar el sendero que lleva a descubrir la voluntad de Dios en la vida de la
comunidad y de cada uno.

Al interior de la Escritura existen relecturas. Además de que, en cierto modo, todo el


Nuevo Testamento es una relectura del Antiguo, hay en la Biblia libros y pasajes que son
relectura de otros libros y pasajes bíblicos, como fruto de un proceso de interpretación y
actualización ante nuevos desafíos y circunstancias que el pueblo de Dios va encontrando en
su caminar por la historia160. Estas relecturas internas se basaban en la convicción de que
existía una unidad entre las generaciones que formaban el pueblo de Dios. Así, los hechos y
personajes del pasado se revestían de una ejemplaridad que permitía una relectura, sobre todo
en situaciones análogas.

En las relecturas bíblicas no se añade un nuevo sentido a lo que está escrito. Se descubre,
más bien, desde las situaciones nuevas, lo que existe ya en la palabra bíblica vista con el
microscopio de la vida. Este se utiliza con una fe dinámica, que encuentra nuevas
comprensiones en un proceso de crecimiento y maduración guiado por el mismo Dios. La
relectura y actualización de la palabra se hace siempre desde el interior de una comunidad y
en la búsqueda orante de los caminos de Dios, de su voluntad. Además, las relecturas del NT
están guiadas por la luz de la resurrección de Jesús. Él da el sentido definitivo a toda la
revelación.

b) La comunidad cristiana a la escucha de la palabra de Dios

160
Cf., por ejemplo, Sabiduría cc. 10-19, que son una relectura del éxodo, hecha en el siglo I a.C; los evangelios
de la infancia: “midrashim” a partir de hechos y personajes del AT.
46
La Constitución conciliar Dei Verbum comienza colocando a la Iglesia a la escucha de la
Palabra de Dios para proclamarla de tal modo que “todo el mundo, con el anuncio de la
salvación, oyendo crea, y creyendo espere y esperando ame”161. La importancia que tiene la
escucha de la palabra de Dios aparece expresada de muchas maneras en la Dei Verbum. Es la
condición indispensable para poder entrar en comunicación con Dios, que “habla a los
hombres como amigos”162 ‘. Sólo a través de la escucha de la palabra puede crecer y de hecho
va creciendo en la Iglesia “la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas”163.
Eso permite la contemplación y el estudio de los creyentes que las meditan en su oración y
las transforman en vida. Igualmente, hace posible el anuncio y proclamación de las mismas,
sea por parte del Magisterio sea por parte de los ministros de la palabra. El Magisterio, “con
la asistencia del Espíritu Santo» oye la palabra «con piedad, la guarda con exactitud y la
expone con fidelidad”164. Los predicadores, por su parte, necesitan escuchar la palabra para
no convertirse en predicadores vacíos y superfluos de un mensaje que no han hecho suyo
vitalmente165. Finalmente todos los cristianos, especialmente los religiosos, son invitados a la
lectura de la Biblia. Al escuchar las palabras contenidas en ella podrán crecer en el
conocimiento de Cristo166.

El Concilio, siguiendo a San Jerónimo, declara que el conocimiento de la Biblia equivale


al conocimiento de Cristo. La lectura y la escucha de la Escritura permiten ir adquiriendo “el
sublime conocimiento de Cristo”167. Para ello no basta cualquier tipo de lectura. Se requiere
una que penetre la mente y el corazón para transformar la existencia. Por ello se recuerda con
insistencia que esa lectura debe estar acompañada por la oración “para que se entable el
diálogo entre Dios y el hombre; porque a El hablamos cuando oramos, y a El oímos cuando
leemos las palabras divinas”168. De esta manera la escucha de la palabra se convierte en un
verdadero diálogo con Dios que cuestiona e interpela.

La Liturgia aparece en la Dei Verbum como el momento privilegiado para escuchar la


palabra. Los creyentes se reúnen precisamente para eso. Además, es la palabra la que
convoca a la comunidad; la que la hace surgir. Cuando se lee en la asamblea litúrgica la
palabra del Señor es Él mismo quien habla 169 para hacer realidad actual el mensaje salvífico
que produce frutos de vida.
La palabra de Dios es una palabra viva que, en cada época despliega su fuerza reveladora y
salvadora. «Por la palabra, el cristiano tiene acceso al Padre, su existencia cristiana se eleva
realmente a la compañía divina; el cristiano, recordando lo que otros oyeron y vieron, se hace
testigo del misterio de la palabra; por ella es introducido a la Trinidad. La palabra es uno de
los medios por lo que la existencia cristiana se va formando en parte de la historia de
salvación»170.

c) La vida consagrada a la escucha vital y comprometida de la palabra de Dios

161
DV 1.
162
Ib. 2.
163
Ib. 8.
164
Ib. 10.
165
Cf. Ib. 25.
166
Cf. Ib.
167
Flp 3,8.
168
DV 25.
169
Cf. SC 7.
170
L. A. SCHÖKEL, La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, en: AA.VV., Comentarios a la Dei Verbum
(Madrid, 1969), p. 699.
47
La invitación conciliar a todos los cristianos para que se mantengan en una actitud de
escucha frente a la palabra de Dios se acentúa cuando se dirige a los religiosos. En la Dei
Verbum se expresa esto al afirmar que la exhortación se hace «en particular a los
religiosos»171 En el Decreto Perfectae Caritatis nuevamente se pide que quieres profesan los
consejos evangélicos “tengan continuamente en sus manos la Sagrada Escritura para
conseguir con su lectura y meditación el sublime conocimiento de Cristo”172. Es necesario
tener un acercamiento existencial —que parta de la vida y lleve a la vida— a la palabra de
Dios.

Ante todo, hay que escuchar la palabra de Dios de tal modo que, al mismo tiempo que se
tenga delante el verdadero sentido literal del texto bíblico, se pueda encontrar en él un
mensaje legítimo para el presente y que pueda ser percibido con relativa facilidad en el
contacto con la problemática de la vida. Es necesario que la palabra de Dios no sea algo
reservado a especialistas, un libro de museo. Es aquí donde aparece la importancia de la
relectura bíblica que, como decíamos antes, se da al interior mismo de la Escritura.

La legitimidad de la relectura bíblica no puede ponerse en tela de juicio, por más que haya
quienes la hayan tratado de descalificar como si fuese una simple manipulación del texto. La
relectura bíblica parte, ante todo, de la convicción de que la Biblia no es un libro cualquiera
de la antigüedad: es un libro que para un lector creyente contiene la palabra de Dios que
resuena dentro de la comunidad a la que pertenece y de las circunstancias en las que vive, con
fuerza cuestionadora. Al mismo tiempo, entre el texto y el lector existen, como vinculo de
unión, una visión de la realidad dentro de la cual se enmarcan las preguntas sobre el sentido
de la historia y de la propia existencia y, sobre todo, la búsqueda desde la fe de un modo de
vivir y de actuar sobre las circunstancias, que permiten una plena realización en la liberación
de todo lo que oprime y limita.

La Biblia es un libro que se conserva siempre vivo dentro de la comunidad de creyentes


que se acerca a él, lo lee, lo interroga, busca su luz. Cada grupo de creyentes y cada uno de
ellos, al entrar en contacto con la palabra de Dios no puede, por otra parte, prescindir del
“círculo hermenéutico” que se establece entre el lector y el libro. A ése se llega desde las
preocupaciones, la cultura, la problemática propias, por más que se deba buscar una lectura
«objetiva» del texto colocándolo en su contexto. Esto hace que se descubran cosas nuevas:
que el texto se relea.
Hay que partir de una actitud de búsqueda y apertura para escuchar realmente la palabra
con su mensaje básico que se revela en un acercamiento a su sentido-en-sí (histórico literal).
En é1 y a partir de él, Dios manifiesta su sentido-para-nosotros. Más que a textos aislados —
al estilo de las lecturas fundamentalistas— hay que orientar a la lectura de los grandes temas,
a la ejemplaridad de los hechos, de las personas y de las experiencias, a la analogía de las
situaciones externas percibida, no en los detalles externos sino en el contenido y significado
más profundo que revela la fe. El contenido y la unidad de toda la Escritura173 deberán ser
tenidos en cuenta de modo particular. A pesar de la multiplicidad de los autores humanos, la
Biblia es una porque uno es el Espíritu bajo el cual se compusieron los libros y sus partes,
desde un plan unitario que culmina en Cristo.

171
Dei Verbum, 25.

172
Perfectae caritatis, 6.

173
Cf. Dei Verbum, 12.
48
Otra condición para la relectura bíblica es partir de los problemas de la vida en el
acercamiento a la palabra de Dios; de los cuestionamientos que brotan de la realidad, para
interrogar a la Escritura. Tenemos en esto un ejemplo en la primitiva comunidad cristiana que
fue tomando conciencia del acontecimiento Cristo y del sentido de su vida y de la de los
creyentes en contacto con las propias experiencias históricas 174 Así como no podemos
prescindir de la historia pasada para comprender la Biblia, tampoco podemos prescindir de
nuestra historia para comprender el mensaje: «es aquí donde la palabra de entonces nos
interpela de nuevo»175.

No hay que olvidar la exigencia de tener un acercamiento a la Biblia desde la situación


comunitaria de la Iglesia particular y universal. La Biblia, en efecto, se compone por y para
la Iglesia. Esta permanece la misma en medio de los cambios históricos y culturales. Hay una
continuidad en la línea de avance y crecimiento. Esto hace posible la sintonía entre las
experiencias del pasado y del presente, en lo que tienen de más profundo y vital. La
comunidad eclesial es, por lo mismo, el lugar privilegiado para la relectura y la actualización
de la palabra. Ésta debe tener un punto de referencia objetivo que permita discernir la
autenticidad o no autenticidad de una relectura. Este punto de referencia no es otro que el
proyecto de Dios: que vivamos como hijos suyos, formando una familia, un pueblo de
hermanos que comparten el mundo. Una relectura auténtica debe favorecer la realización de
ese proyecto y denunciar todo lo que se oponga a él.

En íntima conexión con este requisito de referirse al proyecto de Dios, está el de una
praxis en consonancia con él. El esfuerzo por vivir las exigencias de la palabra es el que
permite al individuo y a la comunidad eclesial una comprensión creciente y existencial de lo
que Dios ha revelado. Eso hace posible la actualización de la palabra, su relectura que, al
mismo tiempo que se concentra en algún aspecto particular, que responde mejor a los
desafíos históricos, queda abierto a muchas concretizaciones a nivel personal, eclesial,
social176. Sin embargo, en todas ellas está el compromiso por hacer la historia que la palabra
de Dios —que resuena con perenne novedad en la relectura— está pidiendo y exigiendo, y
que tiene como meta la liberación total de los hombres177.
d) Practicar un discernimiento de la palabra de Dios en los signos de los tiempos

174
El pueblo de la Biblia, antes de ser inspirado por Dios para escribir la Biblia, se hacía muchas preguntas
sobre la vida. Ayudado por Dios, fue buscando y encontrando las respuestas. Dios quiso que estas preguntas se
escribieran. Y la repuesta escrita fue inspirada por Dios. Es la Biblia que tenemos. Si el pueblo no hubiera
hecho esas preguntas, nunca se habría escrito la Biblia. Lo mismo vale hoy para nosotros: si no nos hiciéramos
preguntas sobre la vida, si no buscásemos resolver juntos los problemas de la vida, no podríamos entender
plenamente la Biblia. La entenderíamos sólo a medias. ¿Por qué? Porque la Biblia es una respuesta. Es la
respuesta de Dios a los problemas que plantea la vida. C. MESTERS, Lecturas Bíblicas. Guías de trabajo para
un curso bíblico (Estella, 1986), p. 22.

175
B. MAGGIONI, II problema dell’ermeneutica biblica e dell’attualizzazione in prospertive pastorale, en:
AA.VV., Incontro con la Bibbia (Roma, 1978), p. 67.

176
cf. Ib., p. 69.

177
Cf J R SCHEIFLER, Cómo y dónde se revela Dios. Criterios para una lectura bíblica de nuestra historia,
en: Sal Terrae. 65 (1977), pp. 104-111.
49
La Biblia no es únicamente un libro de lectura y reflexión, es igualmente un libro de
meditación orante que lleva a descubrir en todo a Dios, a buscar su voluntad en los
acontecimientos, a contemplar a Cristo en todas las personas, a valorar debidamente la
realidad considerada en sí misma y en su relación con lo definitivo 178. Escuchar la palabra de
Dios exige también practicar un discernimiento de la voz de Dios en los signos de los
tiempos. El Vaticano II invitó a permanecer en una actitud de escucha de ellos,
interpretándolos a la luz del Evangelio 179. La presencia de Cristo en la historia y la acción del
Espíritu aparecen palmariamente en los signos de los tiempos. Ellos se hacen presentes allí
para salvar al mundo y para trazar los caminos nuevos que deben transitar los creyentes. Los
signos de los tiempos, palabra de Dios en la historia, deben orientar a los religiosos —como a
toda la Iglesia— a contemplar la vida desde la óptica de Cristo resucitado, a valorar la
realidad y actuar en ella siguiendo los criterios del Evangelio.

e) Escuchar la palabra de Dios desde una contemplación bíblica

Meta de la escucha de la palabra de Dios es el lograr ser auténticos contemplativos, en el


sentido bíblico. A diferencia de la contemplación griega, que separa de la vida y es de
carácter individualista, la contemplación en la Escritura es algo que se da en la acción, dentro
de la acción y con la acción. Hay que formar, en el contacto personal y comunitario con la
palabra de Dios, esta contemplación «que sucede en la historia y sucede en el hacer de la
historia en favor del hombre»180.

La vida consagrada en esta época de inseguridad irá logrando vivir la contemplación


bíblica en la medida en que vaya captando lo que Dios quiere para el hermano y se decidan a
realizarlo. Esta contemplación capacita para conservar la universalidad del amor cristiano sin
renunciar a un amor preferencial por los más pobres. La palabra de Dios ayuda a construir la
experiencia contemplativa con todo lo que implica el trabajo al servicio del Reino: anhelos,
esperanzas, fatigas, incoherencias. Además de la contemplación personal, la escucha de la
Palabra debe favorecer una contemplación de tipo comunitario. En ella se podrá compartir la
experiencia de Dios; discernir sus caminos; mantener el dinamismo permanente de la
conversión; renovar la esperanza activa. La realidad se hará transparente y se podrá descubrir
en todo a Dios. La conexión entre la Biblia y vida hace crecer en la dimensión contemplativa
que da sentido a la existencia y a la historia en todas las circunstancias.

Esta contemplación, alimentada con la escucha de la palabra, conduce a vivir en


profundidad la fe, la esperanza y el amor cristianos. Es una contemplación que pasa por la
incertidumbre de la búsqueda de los caminos de Dios en la historia; que no separa del mundo
sino que impulsa a colaborar en su transformación con una esperanza activa y lleva a un amor
concreto a los demás.
f) Poner en práctica la palabra de Dios que se escucha

178
Cf AA 4.,

179
Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempo e interpretarlos a la luz del
Evangelio de forma que... pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la
vida...» GS, 4.

180
J. SOBRINO, La oración de Jesús y del cristianismo (México, 1977), p. 53.
50
A lo largo de su historia, Israel es invitado a escuchar (shema’) en el hoy que se renueva
continuamente: “Ahora, Israel, escucha los decretos y las leyes que te enseño”181. El escuchar
es una actitud que vuelve a actualizarse cada vez que la palabra es proclamada nuevamente.
Se la escucha aceptando caminar en la oscuridad con la confianza puesta en el Señor. Pero,
sobre todo, se asume en la escucha al compromiso de cumplir esa palabra: todo lo que Yahvé
ha dicho182. La puesta en práctica de lo que Dios pide aparece también en la Escritura como el
medio para profundizar en la escucha; para comprender existencialmente todas las
implicaciones de la palabra. El que la escucha y pone por obra será como el que edifica sobre
roca183.

La parábola del sembrador184 señala claramente la necesidad de poner en práctica lo que se


escucha para que la semilla de la palabra dé fruto. Los tres terrenos que no producen son
terrenos en los que la palabra es escuchada, pero en forma superficial que no penetra y sacude
la conciencia de quien la escucha y que, por lo mismo, en los momentos de dificultad no
puede mantenerse fiel y que sucumbe igualmente al engaño de la riqueza.

Es importante cómo escuchar185 . Se requiere superar la superficialidad y tener un corazón


libre de las preocupaciones, las riquezas, el egoísmo, los placeres. Es importante conectar la
escucha de la palabra con la libertad que pueden comunicar los votos religiosos entendidos en
la línea de modos nuevos de relación con los bienes, con los demás (varón y mujer
respectivamente), con la sociedad. Ellos deberían preparar en el corazón el terreno apto para
acoger y hacer fructificar la palabra de tal modo que transforme la vida: “Bienaventurados los
que escuchan la palabra de Dios y la ponen por obra”186.

g) Vivir una escucha de la Palabra que centre en Dios como el único Absoluto

Cuando en el Antiguo Testamento se pide al pueblo de Israel que escuche la palabra de


Yahvé se señala como primera cosa que Él es el único y que hay que amarlo con todo el
corazón y con todas las fuerzas: “Escucha, Israel: Yahvé es nuestro Dios, Yahvé es único.
Amarás a Yahvé, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, con toda tu fuerza”187. Esta
exhortación constituye la puerta de entrada para todo lo que debe ser escuchado y señala, al
mismo tiempo, la condición básica para poder acoger la palabra: poner a Dios como el único
Absoluto; centrar en El la vida en todas las circunstancias; amarlo con radicalidad total. Esto
implica superar toda idolatría y expresa la fidelidad a Dios que es la actitud del verdadero
oyente de la Palabra de Yahvé.

La consagración radical a Dios, expresión de su amor a Él sobre todas las cosas, coloca a
los religiosos en una perspectiva en la que el Señor es el centro y el absoluto. Hay que
recalcar la importancia de vivir las exigencias de la consagración como manifestación clara
de lo relativo de todo lo que no es Dios. Compartir los bienes en un trabajo por la justicia;
vivir la obediencia como comunión como voluntad salvífica de Dios; ser, por la castidad,
“presencia del amor con el que Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” será

181
Dt 4,1.
182
Cf. Ex 24,7; Dt 5,27.
183
Cf. Mt 7,24.
184
Cf. Mc 4,1-20; Mt 13,1-23; Lc 8,4-15.
185
Cf. Lc 8,18.
186
Lc 8,21.
187
Dt 6,4-5.
51
una forma de vivir y testimoniar al absoluto de Dios y de poder escuchar en cada momento su
voz, al no tener corazón endurecido por el apego a las criaturas188.

h) Vivir una escucha de la Palabra desde una actitud de disponibilidad

La docilidad a la Palabra de Dios, escuchada en los acontecimientos de la historia personal


y social, se subraya en forma muy especial en las páginas bíblicas. Modelo de esta
disponibilidad para asumir los caminos de Dios en la escucha de su voz es, entre otros
personajes bíblicos, Samuel. En él encontramos unidas la prontitud y la docilidad: “habla,
Señor, que tu siervo escucha”189. Una actitud análoga aparece en María. Lucas pone de relieve
su docilidad para acoger y cumplir la palabra que ha escuchado en la que se le manifiesta el
plan salvífico de Dios y el papel que ella debe desempeñar en su cumplimiento 190. Más
adelante, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en el proceso de conversión del
centurión Cornelio, se vuelve a poner de relieve la disponibilidad en la escucha de la palabra
de Dios: “Ahora, pues, todos nosotros estamos en presencia de Dios, prontos para escuchar
de ti lo ordenado por el Señor”191.

La disponibilidad para asumir la voluntad de Dios facilitará la comprensión de la palabra


pues permitirá la profundización en la Escritura y en los signos de los tiempos leídos desde
ella. La disponibilidad ayuda a dejarse guiar por el Espíritu. Él es el que nos hace comprender
la palabra de Dios y nos lleva a la verdad plena 192. La práctica de la lectio divina, que une la
escucha de la palabra a la oración, crea el espacio para una conversión del corazón que abre,
en una disponibilidad de fe, a los caminos imprevisibles del Espíritu.

Las personas consagradas están llamadas a vivir, especialmente en este tiempo de


transición, la dimensión profética de la vida cristiana. Un verdadero profeta es el hombre de
la palabra que se deja penetrar por ella antes de anunciarla. La escucha de la palabra de Dios
en la Biblia y en la vida permitirá a la vida consagrada comunicar el mensaje de Cristo,
hablar de sus exigencias, cumplir la misión profética y a transformar en gracia de conversión
y crecimiento espiritual y apostólico la inseguridad de este momento difícil de su historia.

3. María enseña a escuchar y poner en práctica la palabra

El pueblo de Dios peregrinante encuentra en María “un signo de esperanza cierta y de


consuelo hasta que llegue el día del Señor” 193. Ella fue también proclamada dichosa por
escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica194. Vita consecrata la presenta como modelo
de consagración y seguimiento: “Cercana a Cristo, junto con José, en la vida oculta de
Nazaret, presente al lado del Hijo en los momentos cruciales de su vida pública, la Virgen es
maestra de seguimiento incondicional y de servicio asiduo… La vida consagrada la
contempla como modelo sublime de consagración al Padre, de unión con el Hijo, de docilidad
al Espíritu…”195.

188
Cf. Sal 95.
189
1 S 3,10.
190
Cf. Lc 1,38.
191
Hch 10,33.
192
Cf. Jn 16,13.
193
LG 68.
194
Cf. Lc 11,28.
195
VC 28.
52
a) María en el NT

María, madre de Jesús, ha sido colocada con frecuencia fuera de la historia; y, cuando se
hace esto, se corre el riesgo de exaltarla, pero poniéndola decididamente fuera de su historia.
Con relación a la devoción mariana, existen dos corrientes de pensamiento: la 'maximalista' y
la 'minimalista'. El Vaticano II invitó a los teólogos y predicadores de ambas tendencias a
abstenerse “con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad
de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios”196.

Pablo VI publicó, en 1974, su exhortación apostólica Marialis cultus que marcó un


verdadero hito en la historia de la devoción mariana. En ese documento, el Papa ofrece una
nueva orientación para la devoción mariana y pide que sea más bíblica, más litúrgica, más
antropológica y más ecuménica. En la línea del Vaticano II, el Papa toma como punto de
partida la presentación que de María nos hace el NT. A su luz, la Virgen aparece sobre todo
como la Virgen oyente, orante y oferente. Y estos rasgos ayudan a comprender la necesidad
que tenemos de estar a la escucha de Dios con una actitud de apertura a sus designios.

Desde el punto de vista cronológico el primer texto evangélico que nos habla de María es
uno del evangelio de Marcos: “Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo
mandaron llamar. Una multitud de gente estaba sentada en torno a él. Le dijeron: ‘Oye, tu
madre y tus hermanos te buscan ahí fuera’. El les contestó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos?’ Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él,
añadió: ‘Mirad a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que cumpla el designio de Dios, ése
es hermano mío y hermana y madre"197. Encontramos el mismo texto en Lucas pero con una
referencia explícita a la palabra escuchada: sólo quienes la escuchan y la ponen en práctica
son los que hacen la voluntad de Dios. Y aquí hallamos la alabanza más grande que se ha
hecho de la Virgen: Ella es alabada por la fidelidad en acoger la palabra de Dios y en vivir
sus exigencias198.

Continuando con el tema, en el evangelio de Marcos, se lee: “Fue a su tierra, seguido de


sus discípulos. Cuando llegó el día de precepto se puso a enseñar en la sinagoga; la mayoría,
al oírlo, se decía impresionada: ¿De dónde le vienen a éste esas cosas? ¿Qué clase de saber le
han comunicado a éste, y qué portentos son esos que le salen de las manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y José, de Judas y Simón? y ¿no están sus
hermanas aquí con nosotros?199 Aquí María y Jesús vienen presentados en el marco de una
vida normal.

Es también en el contexto de una vida ordinaria en el que María acepta libre y


responsablemente colaborar en el proyecto de la encarnación no sin antes discernir la
voluntad del Señor200 y va después a prestar ayuda a su prima Isabel201

b) Abierta a Dios, cercana a los hermanos, profética y liberadora

196
LG 67.
197
Mc 3,31-35.
198
Cf. Lc 11,28.
199
Mc 6,1-3.
200
Cf. Lc 1,26-38.
201
Cf. Lc 1,39-45.
53
Un estudio minucioso de la figura de la Virgen, nos llevará sin duda a descubrir en ella
dos características fundamentales. La primera, que María es plenamente de Dios, escucha y
cree en la palabra de Dios, la medita y acepta lo que ésta le pide con grande disponibilidad y
lo hace en un contexto de vida sencilla y a veces también llena de sufrimientos. La segunda
es que la Virgen está siempre cercana a las hermanas y a los hermanos, se interesa también
de los problemas cotidianos. Falta vino en Caná de Galilea y se preocupa, como también va a
visitar a su prima que necesita su apoyo.

Por otro lado, en el Magnificat viene incluso presentada como un miembro de los “pobres
de Yahvé”, que habían aprendido a crecer espiritualmente a través del sufrimiento, poniendo
su confianza en Dios y creando solidaridad con los demás. Este último aspecto de la Virgen
ha hecho del Magnificat un canto de liberación.

Pablo VI en Marialis cultus nos presenta una síntesis de todos los aspectos de la vida de
María. Es un texto extraordinario que se basa en un modo nuevo de leer la Escritura, dice así:
«Deseamos en fin subrayar que nuestra época, como las precedentes está llamada a verificar
su propio conocimiento de la realidad con la palabra de Dios y, para limitarnos al caso que
nos ocupa, a confrontar sus concepciones antropológicas y los problemas que derivan de ellas
con la figura de la Virgen tal cual nos es presentada por el Evangelio. La lectura de las
Sagradas Escrituras, hecha bajo el influjo del Espíritu Santo y teniendo presentes las adqui-
siciones de las ciencias humanas y las variadas situaciones del mundo contemporáneo, llevará
a descubrir cómo María puede ser tomada como espejo de las esperanzas de los hombres de
nuestro tiempo”.

“De este modo, por poner algún ejemplo, la mujer contemporánea, deseosa de participar
con poder de decisión en las elecciones de la comunidad contemplará con íntima alegría a
María, que, puesta a diálogo con Dios, da su consentimiento activo y responsable no a la
solución de un problema contingente sino a la «obra de los siglos», como se ha llamado
justamente a la Encarnación del Verbo; se dará cuenta de que la opción del estado virginal
por parte de María, que en el designio de Dios la disponía al misterio de la Encarnación, no
fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó
una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios; comprobará
con gozosa sorpresa que María de Nazaret, aun habiéndose abandonado a la voluntad del
Señor, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad
alienante, antes bien fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los
humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos del mundo” 202. "La
imagen de Maria profetisa y liberadora emerge de la lectura teológica hecha en el trasfondo
de nuestra situación de esclavitud y opresión. Leemos con los ojos de hoy las Escrituras
escritas ayer... La espiritualización que se realizó del Magnificat dentro de los cuadros de una
espiritualidad privatizante e intimista acabó por vaciar todo el contenido liberador y
subversivo para el orden de este mundo, presente en forma inequívoca en el himno de la
Virgen"203.

Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris mater, dice que la Virgen es modelo de


libertad y de liberación: “Inspirándose en el corazón de María, en la profundidad de su fe
expresada en las palabras del Magnificat, la Iglesia renueva cada vez mejor en sí misma la
convicción de que no se puede separar la verdad sobre Dios que salva, sobre Dios que es
202
Marialis cultus, 37.
203
L.BOFF, O rosto materno de Deus (Petrópolis, 1979) pp. 198. 209.
54
fuente de todo don, de la manifestación de su amor preferencial por los pobres y los
humildes, como se encuentra cantado en el Magnificat y expresado en las palabras y en las
obras de Jesús. Se trata de temas y de problemas orgánicamente entrelazados con el tema
cristiano de la libertad y de la liberación. Totalmente dependiente de Dios y toda orientada
hacia El por el entusiasmo de su fe, María junto a su hijo es el icono 'más' perfecto de la
libertad y de la liberación de la humanidad y del cosmos. Es a ella a quien la Iglesia debe
tomar como modelo y a ella debe mirar para comprender a fondo el sentido de la propia
misión”204.

Por todo esto, la figura de la Virgen en su dimensión profética es para la vida consagrada
un estímulo para enfrentar las situaciones de inseguridad en las que se encuentra en esta
época de su historia. Ella supo asumir con valentía evangélica el dolor, la cruz y las
contradicciones de la vida. Podemos, por tanto, reconocer en María, “que sobresale entre los
humildes y los pobres del Señor una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la
huida y el exilio; situaciones todas estas que no pueden escapar a la atención de quien quiere
secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad; y no se
le presentará María como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo divino, sino
como mujer que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo y cuya
función maternal se dilató, asumiendo sobre el Calvario dimensiones universales. Son
ejemplos. Sin embargo, aparece claro en ellos cómo la figura de la Virgen no defrauda
esperanza alguna profunda de los hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto
del discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente
hacia la celeste y eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que
socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a Cristo en los
corazones”205.

Como vida consagrada seguimos a Jesús en tiempos de incertidumbre. María aparece para
nosotros como modelo para saber responder a las exigencias de los caminos del Señor
viviendo abiertos a Él en la escucha de su palabra y cercanos a los demás en la vivencia del
amor, síntesis de todas las enseñanzas de Jesús. La Virgen es la primera discípula y, para las
personas consagradas, es el ejemplo más luminoso de seguimiento de Jesús.

4. Cómo afrontar los tiempos difíciles

Al igual que en los temas expuestos anteriormente los místicos nos han ayudado a
aprender cómo enfrentar nuestro tiempo de éxodo y noche oscura; de exilio y de pobreza; de
búsqueda de los caminos de Dios, así también encontramos en ellos un modelo de profetismo
y de escucha de la palabra divina para ponerla en práctica. Un ejemplo estimulante es Teresa
de Jesús. Ella recorrió su camino de vida consagrada y de refundación del Carmelo en
“tiempos recios” y, a pesar de tener un acceso limitado a la Biblia, supo fundamentar su vida,
su espiritualidad y su servicio eclesial en la palabra de Dios.

a) Enfrentar los “tiempos recios”

Santa Teresa fue hija de su tiempo y de su contexto geográfico-cultural y participó por


tanto de sus características civiles y religiosas. La Iglesia de su tiempo enfrentó dos desafíos:
204
Redemptoris Mater, 37.
205
Marialis cultus, 37.
55
la división de los cristianos que trajo consigo guerras de religión y el descubrimiento de
América con su conquista y el reto de su evangelización. Al mismo tiempo, la vida
consagrada del s. XVI, estaba hecha, como en todas las épocas, de luces y sombras, pero
buscaba reformarse para superar relajaciones e incoherencias.

Ella es sensible a la división de la Iglesia y esa es una de las motivaciones que la lleva a
fundar el monasterio de san José de Ávila para hacer lo que le era posible: “Venida a saber
los daños de Francia de estos luteranos… fatígueme mucho, y, como si yo pudiera algo o
fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Paréceme que mil vidas
pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que veía perder. Y, como me vi mujer y
ruin e imposibilitada de aprovechar en nada en el servicio del Señor, que toda mi ansia era, y
aún es, que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos; y así
determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos
evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar estas poquitas que están aquí
hiciesen lo mismo, confiada yo en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien
por él se determina a dejarlo todo…”206.

Por otro lado, cuando viene a saber la dolorosa situación de los indios en América. Cuando
fray Alonso Maldonado le informa de las almas que se perdían por falta de doctrina,
“clamaba a nuestro Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún
alma para su servicio… y que pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más” 207. Al
mismo tiempo, cuando se entera de los malos tratos que dan los conquistadores a los indios
escribe en una carta a su hermano Lorenzo palabras duras y valientes: “no sé muchas veces
qué decir, sino que somos peores que bestias…”208.

También el contexto de la vida consagrada se presenta problemático y difícil. Si bien,


había comprendido de parte del Señor que “aunque las religiones [institutos religiosos]
estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas; que qué sería del mundo si no fuese
por los religiosos”209, no puede menos que constatar que existe una crisis en la vida religiosa.
Así se expresa de ésta: “En un monasterio hay dos caminos: de virtud y religión, y falta de
religión, y todos casi se andan por igual; antes mal dije, no por igual, que por nuestros
pecados camínase por el más imperfecto; y como hay más de él, es más favorecido. Usase tan
poco el de la verdadera religión, que más ha de temer el fraile y la monja que ha de comenzar
de veras a seguir del todo su llamamiento a los mismos de su casa, que a todos los demonios;
y más cautela y disimulación ha de tener para hablar en la amistad que desea tener con Dios,
que en otras amistades y voluntades que el demonio ordena en los monasterios. Y no sé de
qué nos espantamos haya tantos males en la Iglesia, pues los que habían de ser los dechados
para que todos sacasen virtudes tienen tan borrada la labor que el espíritu de los santos
pasados dejaron en las religiones”210.

b) Actitud profética

Santa Teresa, dentro de los esquemas de su tiempo, comenzó un proyecto evangélico y


"moderno" de vida consagrada para la mujer. Ella vive encarnada en los problemas de la

206
Camino de Perfección 1,2.
207
Fundaciones, 1,7.
208
Carta del 17.1.1570.
209
Vida 32,11.
210
Vida 7,5.
56
Iglesia de su tiempo. Procura que sus monjas los asuman en la oración, en íntima
participación que hace propios los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del pueblo
de Dios. Limitada por la situación de la mujer en aquella sociedad y en el modelo de Iglesia
de su tiempo, hace lo que puede por la comunión de los creyentes en Cristo.

El tema de la mujer en la sociedad y en la Iglesia del siglo XVI es tratado por la Santa con
acentos proféticos y "revolucionarios". Al presentarnos su experiencia personal, Teresa de
Jesús se mueve en dos niveles: el de los condicionamientos sociales y eclesiales de su época y
el de su convicción profunda y personal.

Al primer nivel pertenece todo aquello que subraya la debilidad, ruindad, ignorancia de la
mujer, que proclama continuamente, con frecuencia aludiendo a la opinión de los letrados y
espirituales. Por otro lado, está el segundo nivel que nos presenta otra imagen de la mujer:
aquella que es fruto de su experiencia de Dios y de lo que El ha hecho en su vida. En esta
perspectiva exalta la capacidad de amor y de entrega de la mujer, la fortaleza que demuestra
en circunstancias adversas, los ejemplos de fidelidad al Señor: "mujeres eran otras y han
hecho cosas heroicas por amor de Vos"211. Hablando de las gracias místicas, afirma que,
según Pedro de Alcántara y a la luz de su propia experiencia: "hay muchas más mujeres que
hombres a quien el Señor hace estas mercedes ... y también lo he visto yo, que decía
aprovechaban en este camino más que hombres, y daba de ello excelentes razones ... todas en
favor de las mujeres"212.

De manera especial, un párrafo de la primera redacción del Camino de Perfección, (códice


del Escorial), tachado por el censor, ofrece una defensa de la mujer en una sociedad machista
como la de su tiempo, y subraya su dignidad y sus valores. Desafortunadamente algunas
líneas quedaron definitivamente ilegibles:

"Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las
favorecisteis con mucha piedad, y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres,
pues estaba vuestra sacratísima Madre en cuyos méritos merecemos ... lo que desmerecíamos
por nuestras culpas. No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas ... que no hagamos
cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en
secreto, sino que no nos habéais de oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra
bondad y justicia, que sois juez justo y no como los jueces del mundo, que - como son hijos
de Adán y, en fin, todos varones - no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. Si,
que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mi, que ya tiene
conocida el mundo mi ruindad y yo holgado que sea pública; sino porque veo los tiempos de
manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujer"213.

c) La Biblia, libro de luz y vida

En la época en que vivió Teresa de Jesús las mujeres tenían un acceso parcial a la Biblia a
través de la liturgia y de los autores espirituales. La inquisición vigilaba para que la Escritura
no llegara a manos de los fieles, especialmente de las mujeres. Por eso sorprenden la
abundantísimas citas explícitas que hace de la Biblia y las constantes alusiones a la misma.
Pero, sobre todo, impresiona la valentía de Teresa que se atreve a comentar algunas partes de
211
. V 21,5.
212
. V 40,8.
213
. CE 4,1.
57
la Escritura. Más todavía: “La Biblia se adhiere a su vida y a su mensaje. Penetra una y otro
saturándolos. Al escribir ‘las cosas de espíritu’, la palabra de Dios le fluye con la misma
sencillez que abundancia. Como le mana su misma vida. Textos, tipologías, evocaciones,
reminiscencias bíblicas se agolpan sobre su pluma en el momento preciso, como a presión de
la vida que lleva dentro, con toda la carga de vibraciones y resonancias y luminosidad que la
palabra de Dios le produce”214.

Santa Teresa nos enseña a unir la palabra de Dios en la Escritura con la palabra de Dios en
la vida. Ella, en lo que lee o conoce de la Escritura, ve reflejada su existencia; la Biblia
ilumina su experiencia de fe y su proceso espiritual. Ella vive y lee su su vida a la luz de la
palabra de Dios y se deja guiar por ella: “quedé... con grandísima fortaleza y muy de veras
para cumplir con todas mis fuerzas, la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme
que ninguna cosa se me pondría delante, que no pasase por esto”215.

El Señor le dio también a entender “una verdad, que es cumplimiento de todas las
verdades”, cuando le dijo: “No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que
mucho me debes; porque todo el daño que viene al mundo es de no conoceer las verdades de
la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella”216.

Encontramos, por tanto, en Teresa de Jesús un testimonio vital de la importancia que tiene
la Escritura para vivir la dimensión profética de la vida consagrada. Ella a iluminar la
experiencia de Dios en la vida con la Escritura; a leer ésta a partir de la vida; a encontrar en la
palabra de Dios escuchada y puesta en práctica una fuente para anunciar el proyecto de Dios
y denunciar todo lo que se opone a él con una obediencia profética que lleva a disentir de
algunas estructuras y prácticas y de tradiciones sin sentido. Ella, como hemos visto, critica la
vida religiosa de su tiempo y se enfrenta a teólogos para defender la importancia de la
humanidad de Jesús en el camino espiritual o que prohibían a las mujeres el ejercicio de la
oración mental.

Estas enseñanzas vitales de Teresa de Jesús nos orientan para navegar en medio de la
tempestad de estos tiempos difíciles e inciertos para la vida consagrada y para la Iglesia de
hoy. Al mismo tiempo confirma que “ una especial fuerza persuasiva de la profecía de la
coherencia entre el anuncio y la vida [y que] las personas consagradas serán fieles a su misión
en la Iglesia y en el mundo en la medida que sean capaces de hacer un examen continuo de sí
mismas a la luz de la palabra de Dios”217.

Para la reflexión personal y comunitaria

1. ¿Cuáles son las principales dificultades que nos impiden vivir la dimensión profética
de la vida consagrada en este tiempo de inseguridad?

2. ¿De qué manera podemos acercarnos a la Escritura para que sea luz para discernir los
caminos de refundación de la vida consagrada y fuerza para recorrerlos con parresía?

214
M. HERRÁIZ, La palabra de Dios en la vida y pensamientos teresianos, en Teología espiritual 28 (1979) 53.
215
Vida 40,2.
216
Ib. 1.
217
VC 85.
58
3. ¿Consideramos a María, la Madre de Jesús, como mujer profética y liberadora que
nos impulsa a vivir con radicalidad nuestra vocación profética y a superar los miedos
que nos paralizan?

4. ¿Qué enseñanzas nos da Teresa de Jesús para superar la inseguridad de la época en


que nos ha tocado vivir?

59
ALGUNAS OBRAS FUNDAMENTALES SOBRE EL TEMA

AA.VV., Espiritualidad del éxodo, Marova, Madrid, 1969.

BEAUCAMP, E., Los profetas de Israel, Verbo Divino, Estella, 1988.

CHITTISTER, J., El fuego en estas cenizas. Espiritualidad de la vida religiosa hoy, Sal
Terrae, Santander, 1998.

FERNÁNDEZ, B., La vida consagrada ante la crisis de reducción, Instituto teológico de


vida religiosa, Vitoria/Gasteiz, 2004. Frontera/Hegian 47.

GAUCHER, G., La pasión de Teresa de Lisieux, Monte Carmelo, Burgos, 1997.

GELIN, A., Los pobres de Yahvé, Nova Terra, Barcelona, 1965.

GONZÁLEZ RUIZ, J.M., Pobreza evangélica y promoción humana, Nova Terra,


Barcelona, 1976.

HERRÁIZ, M., Biblia y espiritualidad teresiana, en “Monte Carmelo” 88 (1980) 305-334.

MARTÍN VELASCO, J., La experiencia cristiana de Dios, Trotta, Madrid, 3a. ed., 1997.

MARTÍNEZ, F., Situación actual y desafíos de la vida religiosa, Instituto teológico de vida
religiosa, Vitoria/Gasteiz, 2004, Frontera/Hegian 44.

MESTERS, C., La palabra de Dios en la historia de los hombres, Ed. Bonum, Buenos
Aires, 1972.

MEESTER de, C., , La dinámica de la confianza, Monte Carmelo, Burgos, 1998.

MONLOUBOU, L., Profetismo y profetas. Profeta ¿quién eres tú?, Apostolado de la


Prensa, Madrid, 1971.

PACHO, E., San Juan de la Cruz. Temas fundamentales, II, (Burgos, 1984) pp. 37-156.

PIKAZA, X., Amiga de Dios. Mensaje mariano del Nuevo Testamento, San Pablo, Madrid,
1996.

SERRANO, V., Espiritualidad del desierto, Studium, Madrid, 1968.

STEIN, E., Escritos esenciales. Introducción y edición de John Sullivan, OCD, Sal Terrae,
Santander, 2003.

USG, La espiritualidad elemento unificador de la vida consagrada, Roma, 1997.

Por una fidelidad creativa. Refundar, Il Calamo, Roma, 1998.

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Índice

Introducción

I. El desafío de éxodo y de noche oscura

1. El tema del éxodo en la Biblia


2. Espiritualidad del éxodo
3. En la perspectiva de la noche oscura
4. Espiritualidad del éxodo y de la noche oscura y vida consagrada

II. El desafío del exilio y de la pobreza espiritual

1. El tema del exilio y la pobreza en la Biblia


2. Caminar en la fe
3. Una situación nueva en la Iglesia y en la vida consagrada
4. En el espejo del “resto” y de los “anawim”
5. Pobreza espiritual, confianza en Dios y vida consagrada

III. El desafío de la experiencia de Dios y de la búsqueda de sus caminos

1. El Dios de las sorpresas


2. El cambio y los caminos de Dios
3. Buscar los caminos de Dios en la inseguridad

IV. El desafío del profetismo y de escuchar y poner en práctica la palabra de Dios

1. Un modelo profético en tiempos de cambio e incertidumbre


2. Palabra de Dios y signos de los tiempos
3. María enseña a escuchar y poner en práctica la palabra de Dios
4. Cómo afrontar los tiempos difíciles

Algunas obras fundamentales sobre el tema

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PARA LA CONTRAPORTADA

Toda época de transición trae consigo la incertidumbre y la inseguridad que acarrean las
exigencias del cambio. El temor a lo desconocido; la nostalgia de las certezas de un pasado
transformado en parte de la vida y la imposibilidad de prever con claridad el futuro generan
angustia y miedo.

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La vida consagrada está enfrentando una situación con esas características. Necesita
aceptar vivir en la inseguridad, pero debe hacerlo desde una perspectiva espiritual enraizada
en la palabra de Dios que fue escrita para nuestra enseñanza “para que por la paciencia y el
consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15,4). Al mismo tiempo,
la experiencia de los místicos, que son “el vértice de la conciencia cristiana” es una luz que
ilumina los vericuetos de las vicisitudes por las que tienen que atravesar las personas
consagradas en el momento actual. En ellos, como en un espejo, pueden contemplarse para
aceptar que todos los tiempos son tiempos del Espíritu.

En cuatro capítulos se presentan temas bíblicos que permiten enfocar la realidad de la


vida consagrada entre el temor y la esperanza y la orientan para responder a las
interpelaciones de Dios en los signos de los tiempos y de los lugares: la experiencia del
éxodo y de la noche oscura; el exilio que hace nacer el movimiento espiritual de los “pobres
de Yahvé”, el “resto” que mantiene viva la alianza y la esperanza; la experiencia de Dios en
sus caminos imprevisibles y diversos de los caminos humanos y, finalmente, la luz de la
palabra divina vivida en el drama de la misión profética. De todo esto surge un dinamismo
para sostener la fidelidad creativa y desde ella enfrentar los retos de nuestra época.

El autor ha sido Superior General de los Carmelitas Descalzos (1991-2003) y Presidente


de la Unión de Superiores Generales (1994-2000). Actualmente (2005) es Provincial de la
provincia mexicana de su Orden. Es autor de varios libros de espiritualidad y de numerosos
artículos sobre la vida consagrada.

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