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VIVIR EN LA INSEGURIDAD
1
Introducción
La palabra de Dios, a partir de su sentido literal, ofrece desde una relectura, un mensaje
para el presente que puede ser percibido en contacto con la problemática de la vida. La
relectura bíblica parte de la convicción de que la Biblia no es un libro cualquiera de la
antigüedad; es un libro que para el creyente contiene la palabra de Dios que resuena dentro de
la comunidad a la que pertenece y de las circunstancias en las que vive, con fuerza
cuestionadora. La Biblia es un libro que se conserva siempre vivo dentro de la comunidad de
creyentes que se acerca a él, lo lee, lo interroga, busca su luz. Por ello, iremos a la Escritura
para encontrar en ella claves de interpretación para este tiempo de inseguridad y
orientaciones para enfrentarla a partir de una actitud espiritual.
2
Por otro lado, los místicos, como testigos privilegiados de la experiencia cristiana nos
ofrecen también claves vitales para asumir los desafíos que se van presentando en nuestra
historia.
3
Capítulo 1
El tema del éxodo en la Escritura es uno de los temas claves, tanto en el antiguo como en
el nuevo testamento. Lo encontramos en todos los libros. El hecho de que Yahvé sacó al
pueblo de Egipto, lo liberó y lo introdujo en la tierra de promisión es la base de la fe de Israel.
Por eso, no es de extrañar que los acontecimientos del éxodo sean mencionados
continuamente en los escritos bíblicos históricos, proféticos y didácticos. Hay salmos enteros 1
dedicados a recordar en forma de plegaria y de alabanza la maravillosa liberación operada por
Dios a favor de su pueblo. Las mismas fiestas religiosas de Israel, primitivamente fiestas
agrícolas naturales evolucionan en su significado y se convierten en memoria de los
acontecimientos del éxodo: pascua, Pentecostés, tabernáculos e incluso el sábado2.
En el nuevo testamento el tema del éxodo sigue siendo uno de los principales. En los
sinópticos existe todo un trasfondo de este hecho en la historia de la salvación para presentar
a Cristo como el nuevo Moisés, que viene de Egipto, que pasa por el desierto y el Jordán, que
vence las tentaciones y pruebas del desierto y se manifiesta como el verdadero hijo de Dios y
el auténtico Israel. En san Juan existe una continua alusión a los temas del éxodo a través de
símbolos: la tienda, la serpiente, el maná, el agua, la luz. Para san Pablo, la vida cristiana es
un éxodo3. Él interpreta los hechos del éxodo y los aplica a la Iglesia, nuevo pueblo de Dios
en marcha. Para el autor de la carta a los hebreos, el pueblo que sale de Egipto es la imagen
1
Por ejemplo, los salmos 77, 78, 81, 95, 105, 106.
2
Cf. Ex 16,17-30.
3
Cf. 1 Cor 10,1-11; 5,6-13; 2 Cor 3, 6-18.
4
de la nueva humanidad en camino hacia la verdadera tierra de promisión y de descanso 4. En
el Apocalipsis, toda la historia humana aparece como una liberación. Al final de ella el
pueblo de Dios cantará el cántico de Moisés y del cordero5.
El tema del éxodo, que recorre todas las páginas de la Biblia, se encuentra concentrado de
manera especial en tres momentos centrales de la historia de la salvación: la salida de Egipto,
el regreso de la cautividad y el éxodo escatológico o liberación total de la humanidad,
anunciada en el antiguo testamento y realizada en el nuevo mediante el misterio pascual de
Cristo, su éxodo de la muerte a la vida; de este mundo al Padre. Podemos, por tanto, hablar de
un triple éxodo o de una triple intervención divina liberadora.
En los tres éxodos tenemos otros tantos momentos a través de los cuales se realiza: un
salir, un entrar y un camino intermedio que conduce de un punto a otro; de una situación a
otra totalmente diversa.
Un salir que lleva implícitas las ideas de un nacer, de un cambio de residencia. Este salir
es algo concreto: salir de la esclavitud a la libertad mediante una intervención divina que
saca;
Un entrar que completa el movimiento de salir. De otra manera, sería un vagar. Y se entra
en la tierra, objeto de la promesa y herencia gratuita.
En el segundo éxodo se sale de Babilonia para volver a la tierra, a la patria, por un camino
intermedio en el desierto, un camino que se transforma y florece.
En el tercer éxodo, Cristo sale de este mundo para volver a su Padre, pasando por el
camino y la prueba de la pasión y la muerte. Con el éxodo de Cristo comienza la última salida
o liberación, la de todo el pueblo de Dios, que no es algo pasado, sino presente (se está
realizando continuamente) y futuro (se consumará en la parusía).
La riqueza espiritual del tema del éxodo es inmensa y las enseñanzas que se derivan de él
para la vida cristiana y para la vida consagrada son muchas y de capital importancia en el
momento en que vivimos. Nos limitaremos a examinar el primer éxodo, modelo de las demás
intervenciones salvíficas de Dios. Y, dentro de ese primer éxodo, el tiempo intermedio, el
camino del desierto, que nos da la clave para una espiritualidad en este tiempo de
4
Cf. Heb 4, 1-9; 10, 25-34.
5
Cf. Ap 15,3.
5
inseguridad. El tiempo del desierto es interpretado en los mismos libros bíblicos, que son una
reflexión, inspirada por Dios, sobre los sucesos de la historia de la salvación que lo revelan y
sus designios. En narraciones históricas, en parénesis, en meditaciones y oraciones se trata de
profundizar en el significado de ese período capital en la historia del pueblo. Podemos
expresar así las conclusiones fundamentales a las que llegan los autores inspirados:
- el tiempo del desierto es un tiempo orientado a conseguir el bien del pueblo: “te
humilló y probó para hacerte feliz en tu porvenir”9;
Al mismo tiempo que se descubre a Dios, el éxodo hace que el pueblo tome conciencia de
su dimensión comunitaria. Dios más que sacar individuos y liberarlos, saca y libera a todo el
pueblo. Esta idea de solidaridad fundamentará las leyes que dicen relación con el prójimo 19.
La profunda experiencia de lo que significaban esclavitud y liberación preparó al pueblo para
comprender el sentido de servir a Dios. La liberación no fue otra cosa que un paso de la
servidumbre de Egipto al servicio de Dios en la libertad. Estos valores que parten de un
hecho concreto expresan una realidad permanente: Dios es siempre el Dios que salva; el
prójimo es siempre el hermano, miembro del mismo pueblo liberado; el servicio de Dios es
siempre la liberación de la esclavitud y la condición de la alianza.
De todo esto brotan muchas exigencias. Ellas nos dan las líneas maestras de la
espiritualidad del éxodo. Las principales son las siguientes:
- la espiritualidad del éxodo es, ante todo, una espiritualidad de fe practicada en sumo
grado y en el pleno sentido bíblico: un apoyarse en Dios, la Roca, aunque todo
parezca desaparecer bajo los pies. La salida de Egipto, la permanencia en el desierto,
las tentaciones, las pruebas, las luchas a que el pueblo viene sometido, todo está
orientado a una respuesta de fe renovada y continua. La misma presencia de Dios es
algo que, con frecuencia, no aparece clara y evidente; algo que hay que aceptar,
fiados en la palabra de Yahvé;
15
Jos 24,16-17.
16
Cf. Dt 7,7-10.
17
Cf. Ex 19,4-6.
18
Cf. Ex 4,22; Os 11,1-4; Ex 15,18.
19
Cf. por ejemplo Ex 22,20.
7
en la misericordia y fidelidad divina, que no cambian ni se modifican por las
infidelidades del pueblo;
- El desierto, ruptura con todo, soledad, propicia la intimidad con Dios el único apoyo
del pueblo que peregrina. La espiritualidad del éxodo es una espiritualidad de
intimidad con Dios. Es precisamente por esto por lo que, especialmente los profetas,
lo presentan como la época ideal en la que las relaciones entre Dios y su pueblo,
descritas bajo la imagen del matrimonio, conocieron una perfección y totalidad no
repetidas después;
La espiritualidad del éxodo puede resumirse diciendo que es una espiritualidad del
desierto. La dimensión espacial del desierto: aridez, soledad, inhospitalidad, oposición hacen
suponer de inmediato la reacción de una persona humana: miedo, desconfianza, inseguridad.
Sólo la fe, la esperanza en Dios, una intimidad con Él y la solidaridad con otros convierten
esas deficiencias y peligros del desierto en una fuente de riqueza espiritual.
Se habla con razón de la noche oscura colectiva que atraviesan también los grupos, la
Iglesia, la sociedad. A esos niveles se perciben los mismos síntomas de la noche individual
que describe S. Juan de la Cruz: oscuridad y sin sentido, cansancio, desencanto, inseguridad y
poca esperanza de soluciones. El Santo nos invita a vivir un camino de fe, esperanza y amor,
20
G. CASTRO, Desierto, en E.PACHO (dir.) Diccionario de S. Juan de la Cruz, Monte Carmelo, Burgos, 2000,
p. 394.
8
que nos puede abrir nuevos horizontes y hacer caer en la cuenta de que aunque la noche sea
larga, después llegará una alborada luminosa. Es el tiempo de promover una espiritualidad de
la esperanza, fundamentada en la centralidad de Cristo y en el compromiso con la persona
humana y con la historia de la vida consagrada. Hay que vivir una espiritualidad del amor y
de la gratuidad. Los místicos son testigos privilegiados del misterio de Dios que nos pueden
dar luz en medio de la oscuridad.
Podemos decir que hay una analogía entre las noches sanjuanistas y la noche de
purificación que atraviesa la Iglesia y la vida consagrada en el mundo de hoy. Una noche del
entendimiento, de la voluntad y deseo y de la memoria. Noche del entendimiento que se
manifiesta en el ejercicio universal de la crítica. San Juan de la Cruz habla de la necesidad de
una crítica de nuestras representaciones y de una superación de las mismas en la
contemplación de la fe. Noche de la voluntad y deseo, que sube de las profundidades mismas
de la voluntad, del inconsciente, y que se pregunta por las motivaciones de su fe. San Juan de
la Cruz invita a superar sin cesar el deseo; a permanecer siempre insatisfechos. Noche de la
memoria, que aparece en el oscurecimiento del lenguaje tradicional, que se efectúa por la
llamada desmitologización. La tradición sería la memoria. La noche por la que pasa,
conduciría a una liberación del apego y la posesión de lo pasado21.
Juan Pablo II ha utilizado también la imagen de la noche oscura para referirse a los
sufrimientos y oscuridades del mundo moderno: “Nuestra época ha conocido tiempos de
sufrimiento que nos han hecho comprender mejor esta expresión y darle un cierto carácter
colectivo. Nuestra época habla del silencio o de la ausencia de Dios. Ha conocido tantas
calamidades, tantos sufrimientos infligidos por las guerras y las matanzas de tantos seres
inocentes. El término noche colectiva ahora lo usamos para todo lo de la vida y no sólo para
una fase del viaje espiritual. Se recurre a la doctrina del Santos como respuesta a este misterio
insondable del sufrimiento humano. Me refiero al mundo específico del sufrimiento...
Sufrimiento físico, moral, espiritual, -como la enfermedad, como las plagas del hambre, la
guerra, la injusticia, la soledad, la falta de sentido de la vida, la fragilidad de la existencia
humana, el doloroso conocimiento del pecado, la aparente ausencia de Dios- son para el
creyente experiencias purificadoras a las que se puede llamar noche de la fe. A esta
experiencia san Juan de la Cruz le ha dado el nombre simbólico y evocador de noche oscura,
y la refiere explícitamente a la inquietante oscuridad del misterio de la fe. Él no intenta darle
respuesta al terrible problema del sufrimiento en el orden especulativo; pero a la luz de las
Escrituras y de la experiencia descubre algo de la maravillosa transformación que Dios
efectúa en la oscuridad, puesto que,... cómo sabe él tan sabia y hermosamente sacar de los
males bienes’ (CB 23,5)”22.
La vida consagrada como toda vida cristiana es una vida en éxodo. La vida cristiana
comienza con el bautismo y termina con la muerte y la resurrección (realización plena del
misterio pascual). Los años que vive la persona constituyen el camino, el tiempo intermedio,
el desierto. Este tiempo intermedio es para todos un tiempo de prueba, un tiempo de
formación bajo la acción pedagógica de Dios, orientada siempre para el bien de las personas.
En este tiempo se repiten las características del desierto del éxodo. La vida consagrada
colectivamente está atravesando por una época de éxodo: “En algunas regiones del mundo,
los cambios sociales y la disminución del número de vocaciones está haciendo mella en la
vida consagrada. Las obras apostólicas de muchos institutos y su misma presencia en ciertas
iglesias locales están en peligro. Como ya ha ocurrido otras veces en la historia, hay institutos
que corren incluso el riesgo de desaparecer... los dolorosos momentos de crisis representan un
apremio a las personas consagradas para que proclamen con fortaleza la fe en la muerte y
resurrección de Cristo, haciéndose así signo visible del paso de la muerte a la vida”24.
La espiritualidad del éxodo es una invitación para que la vida consagrada se apoye en Dios
en estos momentos cruciales de su historia. Hay que creer firmemente en el Señor de la
historia. Es necesario practicar la fe que acepta la prueba, la aparente lejanía de Dios, la
oscuridad. Espiritualidad de esperanza, la espiritualidad del éxodo recuerda que no hay que
ser ni tristemente pesimistas ni ingenuamente optimistas, sino personas de esperanza. Una
esperanza que se apoya en la bondad y fidelidad de Dios, que escucha el clamor de los que
sufren. No hay que olvidar tampoco que el tiempo del éxodo, el tiempo del desierto, fue un
tiempo en el que Dios vivió en intimidad con su pueblo.
La espiritualidad del éxodo es una espiritualidad de liberación que nos pone delante las
dificultades externas e internas de toda liberación. Ellas vuelven a estar presentes entre
nosotros. Los magos, los faraones, los elementos cósmicos toman diverso rostro, pero
existen: secularismo, activismo, tradicionalismo, individualismo. Pero, también en la vida
consagrada los obstáculos más temibles son los internos: el buscar la seguridad y el éxito
fuera de Dios que salva; el juzgar el camino que recorre ahora la vida consagrada en la Iglesia
como un camino de perdición cuando, en los planes de Dios, es un camino de purificación y
salvación.
El hecho del éxodo con su profundidad a distintos niveles de intensidad y de tiempo, por
ese repetirse en la vida del cristiano y de la persona consagrada de situaciones semejantes a
las del acontecimiento bíblico, le da una dimensión universal y le confiere, aun hoy en día,
una fecundidad creadora y hace que su mensaje sea válido para todas las épocas. Por eso,
con razón, los judíos dicen en la celebración de la pascua: “en todos los siglos, cada uno de
nosotros tiene el deber de considerarse como si él hubiera salido de Egipto... No son
solamente nuestros padres los que han sido liberados, sino también nosotros hemos sido
liberados”26. Y la liturgia actualiza y hace presente el acontecimiento del éxodo en la noche
de pascua: “Esta es la noche en que sacaste de Egipto a los israelitas, nuestros padres, y los
hiciste pasar a pie el Mar Rojo”27.
1. ¿Qué aspectos de la espiritualidad del éxodo consideras más importantes para vivir la
inseguridad de este tiempo de transición en la vida consagrada?
2. ¿Cuáles son los principales obstáculos externos para abrirnos a los nuevos caminos
para la vida consagrada en los esfuerzos de fidelidad creativa?
3. ¿Cuáles son los principales obstáculos internos que nos impiden entrar por los
caminos de la refundación?
Capítulo 2
2. Caminar en la fe
30
Cf. Is 49,13.
31
Cf. Sal 34,7; 40,18; 109,31; 138,6.
32
Cf. Sal 131.
33
Lc 6,20.
34
Mt 5,3.
35
Cf. Lc 4,18.
36
Cf. Lc 2,7; Mt 8,20; 13,55.
37
Mt 11,29.
38
Cf. Lc 1,46-55.
12
Al igual que en la espiritualidad del desierto del éxodo, la situación de exilio exige un
ejercicio profundo de fe, entendida no sola ni principalmente como creer verdades. Desde el
punto de vista bíblico la fe es una apertura a Dios, una disponibilidad frente a sus caminos.
De hecho, en el AT las palabras que se usan para indicar esta actitud se derivan de la raíz
aman que significa apoyarse en algo sólido como una roca. La otra raíz, batah, significa
tener confianza. Tener fe quiere decir, en realidad, estar seguros porque estamos apoyados
sobre una roca que es Dios. Y de ahí nace un sentimiento firme, una actitud llena de
confianza y de seguridad.
a. El camino de fe de Abrahán
El modelo de fe por excelencia en el A.T. es Abrahán y como tal viene presentado también
en el NT Dios llama a Abrahán en las circunstancias concretas de la vida, como ha llamado a
cada persona humana: “Yahvé dijo a Abram: ‘vete de tu tierra y de tu patria, y de la casa de
tu padre, a la tierra que yo te mostraré” 39. Dios le pide a Abrahán que abandone en cierto
modo su identidad: la casa de su padre, su país, su parentela y le exige que vaya a una tierra
desconocida. La respuesta de Abrahán fue una respuesta de fe: “marchó, pues, Abrahán,
como se lo había dicho Yahvé”40. Él no tenía ni tierra, ni hijos, por consiguiente no tenía
esperanza, y eso poco que le daba seguridad se lo habían quitado. Se le pide a través de las
circunstancias de la vida que inicie un nuevo camino por una ruta diversa y él lo acepta con
fe. Sabemos que en la persona de Abrahán está incluida la esperanza de un pueblo, la
experiencia de una comunidad de creyentes. Por ello no es sólo la experiencia de un
individuo sino la experiencia de un grupo que, en la mentalidad semita podía ser concretizado
en una persona.
Las cartas a los romanos, a los gálatas y a los hebreos subrayan la grandeza de la fe de
Abrahán. En la carta a los gálatas, Pablo explica en qué sentido Abrahán es nuestro padre en
la fe y cómo la alianza de Dios es una alianza prometida. No es un contrato. Se trata de algo
que Dios ofrece a Abrahán no en virtud de sus obras. Es un don que él acoge con fe: Abrahán
“esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones, según le
había sido dicho: ‘así será tu descendencia’. No vaciló en su fe al considerar su cuerpo ya sin
vigor –tenía unos cien años- y el seno de Sara, igualmente estéril; en presencia de la promesa
divina, la incredulidad no le hizo vacilar, antes bien, su fe le llenó de fortaleza y dio gloria a
Dios, persuadido de que poderoso es Dios para cumplir lo prometido. Por eso le fue reputado
como justicia. Y la Escritura no dice solamente por él que le fue reputado, sino también por
nosotros, a quienes ha de ser imputada la fe, a nosotros que creemos que Aquel que resucitó
de entre los muertos a Jesús, Señor nuestro, quien fue entregado por nuestros pecados, y fue
resucitado para nuestra justificación”41.
39
Gen 12,1.
40
Gen 12,4.
41
Rm 4,18-25.
42
Heb 11,8-10.
13
En la situación de exilio en que vivimos podemos reconocer en Abrahán un modelo de la
fe que se nos pide como vida consagrada en este tiempo de transición. Como él debemos ser
personas que se ponen en camino aun cuando no tengamos plena seguridad; personas que
confían en Dios y que saben esperar sin detenerse. En el Génesis tenemos lo que se llama el
“ciclo de Abrahán” en los capítulos 11-25. Es aleccionador constatar en esos textos que, en
las diversas etapas de su vida, Abrahán llega a un lugar provisional, construye un altar,
ofrece un sacrificio, se dirige a Dios en la oración y luego vuelve a ponerse en camino hacia
otro sitio. Tenemos aquí todo un programa de vida para las personas consagradas, llamadas a
la disponibilidad para vivir desapegadas de esquemas, estilos de vida, organización,
estructuras.
b. La fe en el Nuevo Testamento
La fe entendida como apertura, como confianza en Dios, que sabe aceptar las sorpresas
de Dios y se pone en camino esperando contra toda esperanza es uno de los temas centrales
del NT que constituye la plenitud de la revelación. Nos encontramos con una fe que se centra
en la persona de Jesús y en él se apoya con seguridad y confianza., porque en Jesús Dios se
ha revelado no en forma fragmentaria como en el pasado sino plenamente: “pues todas las
promesas hechas por Dios han tenido su sí en Él; y por eso decimos por él ‘Amén’ a la gloria
de Dios”43. En el NT tenemos en Pablo y en Juan maestros de una fe que, antes de ser
expresada en sus escritos, fue vivida como experiencia.
1) Pablo, maestro de la fe
Pablo llega a la fe no a través de etapas sucesivas sino por el encuentro con una persona
viva: Jesús. Su experiencia en el camino de Damasco cambió totalmente su existencia. Él
manifiesta su fe en el abandono y la disponibilidad del siervo a favor de su Señor. De esto
habla explícitamente en forma provocatoria. Lo hace al principio de la carta a los gálatas:
“Pablo, apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por
Jesucristo y Dios Padre... Porque os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por
mí, no es cosa de hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por
revelación de Jesucristo”44. Pablo manifiesta su fe en Cristo abandonándose a su servicio, con
una disponibilidad de siervo. Acepta también su vida de predicador y los sufrimientos que
conlleva, conservando su fe hasta el final de su vida: “Porque estoy a punto de ser derramado
en libación y el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición,
he llegado a la meta, he conservado la fe”45. Pablo experimenta la potencia de Dios en su
propia debilidad y vive la fe en comunión con Cristo por el bien de los demás.
La doctrina que Pablo nos enseña con relación a la fe la podemos sintetizar en algunas
frases densas de contenido: la fe es el principio de la justificación; por medio de ella nos
reconciliamos con Dios obteniendo la justicia. Esa justicia es Dios que salva. Gracias a la fe
recibimos a ese Dios que nos libera de toda esclavitud. La fe nos transforma en nuevas
criaturas; nos hace hijos e hijas de Dios. Pero la fe no queda inactiva. La fe que cuenta es la
que actúa por medio del amor46.
43
2 Cor 1,20.
44
Gal 1,1.11.
45
2 Tm 4,6-7.
46
Gal 5,6.
14
2) Juan, testimonio de la fe
Juan posee una doctrina riquísima sobre la fe a tal grado que lo podemos llamar el
evangelista de la fe. Si bien usa solamente una vez la palabra fe 50 emplea 107 el verbo creer.
Prefiere el verbo porque tiene un sentido dinámico, mientras que el sustantivo es más bien
estático. La fe es algo que se puede tener, poseer; en cambio, creer indica movimiento,
crecimiento, posibilidad de crecer y madurar en la fe. Además de emplear el verbo creer, Juan
utiliza otras expresiones que indican el acto de creer: escuchar la palabra, conservar la
palabra, ir a, venir a, recibir, ver, conocer, saber. Estos verbos en Juan son sinónimos de
creer. Para Juan, como para Pablo, la fe está unida a la observancia de los mandamientos, de
la palabra de Cristo, que se compendian en el amor y en el servicio ofrecidos hasta el
sacrificio de la vida.
Si analizamos un momento las páginas del evangelio de Juan, encontramos, al menos, seis
ejemplos de fe, cada uno de ellos con un preciso grado de importancia, que viene indicado
según el modo con que se presenta. Y la cosa más extraordinaria es que Juan, también con un
poco de ironía, nos presenta la fe perfecta en un pagano, y la fe imperfecta en un judío que
habitaba en Jerusalén, el centro de la religiosidad. Y la fe intermedia en los Samaritanos, que
eran los herejes de entonces; herejes porque no eran fieles a la revelación de Dios aceptada
por los judíos.
47
1 Jn 1,1-4.
48
1 Jn 1,5.
49
1 Jn 3,23.
50
1 Jn 5,4.
15
pues nadie puede realizar las señales que tú estás realizando si Dios no está con él" 51 La fe de
Nicodemo es una fe que tiene motivos pobres, imperfectos, porque se basa en señales. Si no
veis señales, dirá después Jesús, no creéis.
Al final de este mismo capítulo nos viene presentado otro personaje, un alto funcionario
pagano que Juan coloca en Galilea. Ésta era considerada tierra de gentiles. De hecho así la
define Isaías: “Galilea de los gentiles”53. Pues bien, allí coloca Juan al funcionario y narra su
encuentro con Jesús que en aquel momento se encontraba en Caná de Galilea: “Había, dice,
un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Cafarnaún. Al oír éste que Jesús había
llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le pidió que bajase y curase a su hijo, que estaba para
morirse. Jesús le contestó: "Como no veáis señales portentosas, no creéis". El funcionario le
insistió: "Señor, baja antes que se muera mi chiquillo". Jesús le dijo: "Ponte en camino, que
tu hijo vive”. No le hace un grande discurso, ni le da ninguna explicación, como había hecho
con los samaritanos. Solamente le dice: “Ponte en camino, que tu hijo vive”. Y añade Juan:
“Se fió el hombre de las palabras que le dijo Jesús y se puso en camino”54.
51
Jn 3, 1-2.
52
Jn 4,42.
53
Is 8,23.
54
Jn 4,47-50.
16
Otro modelo de fe es la Magdalena, que cree cuando tiene una experiencia personal,
cuando es llamada por su propio nombre. Ella, en un primer momento piensa que Jesús es el
jardinero; luego, después de que Jesús se dirige a ella llamándola “María”, comprende que
esa persona es Jesús. Este es un ejemplo de fe fundada en la experiencia personal. Y la
experiencia personal transforma todo, hace descubrir en la realidad lo que está escondido,
hace descubrir en la persona lo que antes no se veía.
Por último, en este capítulo 20, el mismo Juan, se presenta a sí mismo, no por su nombre,
sino con la expresión “aquel otro discípulo”. María “fue entonces corriendo a ver a Simón
Pedro y también al otro discípulo, el predilecto de Jesús, y les dijo: "Se han llevado al Señor
del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto". Salió entonces Pedro y también el otro
discípulo y se dirigieron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo se adelantó,
corriendo más de prisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Asomándose vio puestos los
lienzos; sin embargo, no entró. Llegó también Simón Pedro siguiéndolo, entró en el sepulcro
y contempló los lienzos puestos, y el sudario, que había cubierto su cabeza, no puesto con los
lienzos, sino aparte, envolviendo determinado lugar. Entonces, al fin, entró también el otro
discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, vio y creyó”55.
Este otro discípulo sabe, pues, descubrir también en los pequeños detalles la presencia de
Dios. Sabe descubrir a Dios en las cosas pequeñas. Es decir, posee ya una fe casi instintiva, o
una visión contemplativa de la realidad. Este es el ideal de la fe, éste el camino para llegar a
la fe de que estamos hablando. Partiendo de la fe de Tomás, seguir por el camino de la fe de
Nicodemo, de los Samaritanos, de la Magdalena (que tiene una experiencia personal), del
funcionario (basada en la palabra de Dios) y finalmente la del discípulo, «aquel otro
discípulo», que posee una visión contemplativa de la realidad.
El mismo Juan emplea tres verbos para indicar los tres grados de fe: la fe de Nicodemo y
de Tomás viene calificada con el verbo ver. El objeto de esta visión es Jesús, porque
manifiesta en sí al Padre. No basta la visión para creer en Jesús. Es necesaria la atracción del
Padre. A veces Juan emplea el verbo ver en el sentido ordinario, pero cuando lo emplea
refiriéndose a Jesús en relación con Dios significa creer. Y esto indica que no es suficiente
una visión normal para decir que uno tiene fe. Es necesario que Dios nos dé este don de la fe.
Porque muchos vieron las obras de Cristo y no creyeron. Sólo cuando el Padre atrae, las obras
y los milagros se convierten en señales y crean el contacto con Dios, que se manifiesta con
esas señales. Así que ver sería el primer grado de la fe.
El segundo grado es calificado por Juan con el verbo conocer. Conocer (en griego,
ghignosko) indica una profundización de la revelación, que se realiza progresivamente.
Discípulo de Jesús es aquel que se deja penetrar cada vez más por sus enseñanzas y las aplica
a la vida. Es muy importante lo que dice aquí Juan, porque para crecer en la fe, el camino es
poner en práctica las exigencias de la fe. Sólo entonces se crece.
En el capítulo 8 del evangelio de Juan se lee: “Dijo entonces Jesús a los judíos que le
habían creído en Él: "Vosotros, para ser de verdad mis discípulos, tenéis que ateneros a ese
mensaje mío; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"56. Sabemos que para pasar de
55
Jn 20,2-8.
56
Jn 8,31-32.
17
un grado de estudios a otro hay que superar los exámenes. El examen, pues, para pasar del
ver de la escuela elemental a la escuela superior, es la vida concreta, o sea, poner en práctica,
ser fieles a las enseñanzas de Jesús. Y entonces se llega a conocer. Juan emplea también otro
verbo, saber, 'oida' en griego. Es otro verbo que Juan usa con este matiz, porque quiere
indicar el proceso del conocimiento, la certidumbre del mismo conocimiento. O sea, saber la
verdad para Juan significa tener el sentido de la fe.
De esto, en efecto, nos habla en la primera carta, capítulo 2. Aludiendo a los que han
dejado la verdadera fe dice: “Aunque han salido de nuestro grupo, no eran de los nuestros; si
hubieran sido de los nuestros se habrían quedado con nosotros, pero así demuestran que
ninguno de ellos era de los nuestros. A vosotros, además el Consagrado os confirió una
unción, y todos tenéis conocimiento. Si os escribo no es porque no conozcáis la verdad, sino
porque la conocéis y sabéis que de la verdad no sale mentira alguna” 57. La fe, en todos sus
grados, es un don de Dios, y, de su aceptación o no, depende el entrar en posesión de la vida
eterna o el ser excluido de ella. El que cree en Jesús, dice Juan, tiene ya la vida eterna.
He aquí algunas breves reflexiones sobre este primer aspecto de la espiritualidad del
desierto: la fe. Sólo por el camino de la sinceridad y del amor podremos, como Pablo y Juan,
descubrir a Dios en la fe y tener el gozo de la vida eterna en comunión con El.
c) Crecer en la fe
No olvidemos que nuestra vida de oración tendrá verdaderamente sentido sólo cuando nos
haga capaces de ser propiamente contemplativos. Contemplativo es el que es capaz de
descubrir a Dios en todas las circunstancias: en las cosas positivas y en las negativas, en la
luz y en la oscuridad, en el éxito y en el fracaso, en los momentos de optimismo y en los de
pesimismo.
La vida consagrada en todas las épocas, pero de manera especial en la que vivimos necesita
esa mirada contemplativa para ser, como el discípulo amado de Jesús, capaces de descubrir
al Señor en todas la cosas. Mientras los otros pensaban que era un fantasma, el discípulo
amado decía: “Es el Señor”. Si nuestra fe se madura en la crisis, en la noche, en el esfuerzo
por ser fieles a las exigencias de Dios durante el camino, seremos también capaces, más que
con las palabras con la vida misma, de dar testimonio de lo que hemos visto y oído, o sea de
aquello en que hemos creído. “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que
han visto nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos acerca de la Palabra,
que es la vida, os lo anunciamos también a vosotros para que vosotros lo compartáis con
nosotros”59.
Al igual que Israel durante el exilio se encontró despojado de todas sus seguridades, la
Iglesia y la vida consagrada, especialmente en occidente, ha perdido muchos puntos de
58
AA 4.
59
1 Jn 1,1-2.
60
LG 43.44
61
Cf. VC 57-58.
19
seguridad que se tenían. Israel tuvo que aceptar la destrucción del templo, lugar de la
presencia de Dios; de Jerusalén, capital del reino y centro de unidad del pueblo; de la
monarquía, punto de referencia de su identidad como nación. En la vida consagrada se han
abierto paso la búsqueda, la incertidumbre, la pluriformidad, el desconcierto. Como el pueblo
de Israel se ha encontrado de repente sin las certezas del pasado.
Las encarnaciones del carisma en la historia son obra de Dios y de los hombres. Como
obras de Dios son perfectas; como obras de los hombres son frágiles, imperfectas y
transitorias. Con sentido de la historia y de la evolución hay que permanecer abiertos a lo
nuevo en un discernimiento de fe64. Los años posconciliares han estado marcados por
tensiones debidas a este esfuerzo por asimilar los cambios y enfrentar los desafíos que traen
62
LG 4.
63
SINODO PARA LA VC, Instrumentum laboris, 93.
64
Cf. 1Tes 5, 19-21
20
consigo. Las estructuras sacralizadas se habían convertido en una simple repetición de formas
del pasado con un efecto esclerotizador.
Estos tres elementos claves de la vida humana y de la vida consagrada: encuentro con
Cristo, fraternidad y misión no se pueden separar. Hay entre ellos una interdependencia y
causalidad recíproca. El encuentro con Cristo se manifiesta en el amor al prójimo, y ambos
impulsan a un compromiso en la transformación de la persona y de la sociedad con el
testimonio, la oración y el trabajo. Si Dios se reserva personas y las consagra, es para
reenviarlas con más libertad en misión al mundo. Así la persona consagrada se entrega a
Dios por Cristo para estar abierta al servicio de los otros, a la luz de las exigencias del reino
de Dios.
La vida consagrada asumió casi desde los principios un ideal comunitario: la imitación del
grupo de los Doce y de la comunidad cristiana de Jerusalén. A partir del Vaticano II se
redescubrió esta dimensión fraterna de la vida consagrada. Esta se presenta como una
vivencia fraternal del evangelio en una iglesia de comunión. Este es precisamente uno de sus
principales testimonios. Una forma de hacer presente la salvación de Jesucristo que hizo
posible la comunión entre los seres humanos. En 1994, la CIVCSVA publicó un documento
con el título Vida fraterna en comunidad. “Congregavit nos in unum Christi amor”. En él
recuerda los cambios operados en la eclesiología y en el derecho canónico en relación a la
vida en común, que llevaron a poner el acento más que en la vida en común, en la vida
fraterna en comunidad dentro de la vida consagrada. También subraya la evolución de
algunos aspectos de la vida humana en la sociedad que han influido decididamente en la
comunidad de personas consagradas: los movimientos de emancipación política y social en el
tercer mundo, la reivindicación de la libertad personal y de los derechos humanos, la
promoción de la mujer, la explosión de los medios de comunicación, el consumismo y
hedonismo. “Todo esto, concluye el documento, se ha convertido en un desafío y en una
llamada a vivir con más vigor los consejos evangélicos, incluso en apoyo del testimonio de la
comunidad cristiana”66.
Al igual que en la vida cristiana, en la llamada a la vida consagrada “está incluida la tarea
de dedicarse totalmente a la misión; más aún, la vida consagrada, bajo la acción del Espíritu
Santo, que es la fuente de toda vocación y de todo carisma, se hace misión, como lo ha sido la
vida entera de Jesús. La profesión de los consejos evangélicos, al hacer a la persona
65
Cf. X. PIKAZA, Tratado de vida religiosa, Publicaciones Claretianas, Madrid, 1990, pp. 43-45.
66
CIVCSVA, Vida fraterna en comunidad (VFC) 4.
21
totalmente libre para la causa del evangelio, muestra también la trascendencia que tiene para
la misión. Se debe pues afirmar que la misión es esencial para cada Instituto, no solamente
en los de vida apostólica activa, sino también en los de vida contemplativa”67.
Lo primero sería partir de una evaluación del camino recorrido en el período posconciliar
con sus luces y sombras. Todos esos años han sido un tiempo de éxodo y de exilio. La vida
consagrada ha avanzado en muchos aspectos pero, al mismo tiempo, ha tenido fallos que hay
que corregir para poder ser testigo de la trascendencia y presencia de un Dios compasivo y
misericordioso en sociedades pluralistas. Y esto requiere una profunda experiencia de Jesús
de Nazaret que anuncia la buena noticia de un Dios que nos ama; que nos busca y que sale a
nuestro encuentro.
Se requiere igualmente aceptar los desafíos de la nueva cultura con “discernimiento, audacia,
diálogo y provocación evangélica”71. Junto con ello y como consecuencia de ello hay que
67
VC 72.
68
Is 10,20.
69
Cf. VC 82.108.
70
Simón Pedro Arnold
71
VC 80.
22
revisar las estructuras, la organización y el ejercicio del gobierno en la vida consagrada para
enfrentar los retos de un mundo globalizado. Por último, es necesario dar una formación que
conjugue una espiritualidad vital con una formación académica y profesional seria y un
contacto con la realidad.
Teresa vivió en una época caracterizada por una espiritualidad jansenista que deformaba el
rostro de Dios, presentándolo unilateralmente como juez severo, que podía pedir incluso el
ofrecimiento como víctima para calmar su justicia. La lectura y meditación de la Escritura
colocó a Teresa de Lisieux a la escucha de Jesús, que le reveló el verdadero rostro de Dios:
padre-madre misericordioso que nos invita a vivir con una actitud de hijos e hijas en el
abandono y la confianza, entregados al amor divino, asumiendo responsablemente, como
Cristo, la misión de proclamar el proyecto de Dios sobre la humanidad. Comprendió cómo
Jesús desea ser amado y se ofreció como víctima al Amor misericordioso, que desea
comunicarse a todos72.
Aquí se encuentra el paso del temor a la confianza. Estamos frente a Dios como hijos e
hijas frente a un padre y a una madre. Dios hace colaborar todo para nuestro bien, aun
nuestras deficiencias y fallos: "Lo que le agrada (a Jesús) es verme amar mi pequeñez y mi
pobreza, es la esperanza ciega que tengo en su misericordia ... La confianza, y nada más que
la confianza, puede conducirnos al amor" 74.
En la raíz de toda vocación cristiana está la iniciativa del Señor. Las personas llamadas
respondiendo a la invitación de Dios se confían a su amor y realizan la entrega incondicional
de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos. En la espiritualidad de la vida
consagrada hoy todo esto es de capital importancia. Las personas consagradas como
individuos y como grupo en la Iglesia están llamadas a asumir en la confianza absoluta en
Dios la pobreza que experimentan en la actualidad frente a los desafíos de la historia a
principios del tercer milenio. Enla raíz de la vocación a la vida consagrada está la iniciativa
de Dios. Las personas llamadas, respondiendo a la invitación del Señor, se confían a su amor
72
Cf.. Manuscrito A 83v.
73
Manuscrito B 1r-v.
74 ?
Carta 197, a Sor María del Sagrado Corazón, 17.09.1896.
23
y realizan la entrega incondicional de su vida “consagrando todo, presente y futuro, en sus
manos”75. Como Teresa de Lisieux, las personas consagradas están llamadas a vivir en
profundidad la experiencia del rostro paterno-materno de Dios; a practicar una oración como
diálogo amoroso con Dios y como mirada contemplativa de la realidad, escucha de Dios para
comprometerse con los hermanos y hermanas; a enfocar la santidad no como perfección sino
como comunión con Dios por medio de la fe, la esperanza y el amor, es decir, una santidad
teologal.
En sus últimas conversaciones aparece con fuerza lo que ha sido llamado “la pasión de
Teresa de Lisieux77. Se trata de las noches purificadoras, hechas de enfermedad, oscuridad,
dudas, angustias de muerte. En el esfuerzo de fidelidad a su vocación contemplativa recorrió
el camino del calvario: “Yo tenía entonces grandes pruebas interiores de todas clases (hasta
preguntarme a veces si había un cielo)” 78. De manera particular, la noche purificadora se hace
más densa en los últimos meses de su vida. En ellos bebe el cáliz del dolor hasta las heces.
Como Jesús, entrega su vida por los demás.
75
VC 17.
76
Manuscrito B 3v.
77
Título del libro de GUY GAUCHER.
78
Manuscrito A 80v.
79
Manuscrito C 7r.
24
tinieblas que te rodean. ¡Adelante, adelante! Alégrate de la muerte, que te dará, no lo que tú
esperas, sino una noche más profunda todavía, la noche de la nada"80.
En la más profunda oscuridad la Santa no deja de amar a Aquel en quien confía. Su drama
brota del hecho de vivir al mismo tiempo la luz de la fe y las tinieblas de los incrédulos. Es
entonces cuando comprende que Dios quiere con ello que ella ofrezca por los incrédulos esos
sufrimientos que vive en el amor, sentándose a la mesa con los pecadores y comiendo con
ellos el pan de la prueba82.
1. ¿Qué enseñanzas sacas de la reflexión sobre el tema del exilio y la pobreza en la Biblia
para la vida consagrada hoy?
2. ¿Cuál es el principal desafío para la vida consagrada vista en el espejo del “resto” y de
los “anawim”?
80
Id. 6v.
81 ?
Id 5v.
82 ?
Cf. Manuscrito C, 6r.
83
Cf. VC 24.
84
Id. 72
85
Id. 24.
86
Cf. VC 103.
25
3. ¿De qué modo ayudan a la vida consagrada los modelos evangélicos de fe y la
experiencia y doctrina de Teresa de Lisieux para enfrentar los desafíos del mundo de
hoy?
Capítulo 3
A la base de la vocación a la vida consagrada está una experiencia de Dios que llama y que
indica una misión. La experiencia de Dios está sujeta a una evolución. “A Dios nadie la ha
visto jamás”87. Experimentar a Dios es una aventura. Dios nos sorprende, nos desconcierta.
Una experiencia de Dios tiene varias perspectivas y la que más nos cuesta es la del silencio y
la soledad, porque es cuando tenemos que enfrentarnos con nosotros mismos. Pero si
experimentamos a Dios en las propias limitaciones, pobrezas e incoherencias, en ese vacío,
eso nos hace capaces de experimentarlo después en los demás, especialmente en los más
pobres que son el rostro sufriente de Cristo en la historia. Los contemplativos son grandes
luchadores. Muchas veces pensamos que viven muy tranquilos, que tienen una gran
satisfacción, pero su vida es una aventura.
Otra dificultad en el proceso de la experiencia de Dios está constituida por el hecho de que
sus caminos no son nuestros caminos ni sus pensamientos nuestros pensamientos 88.
Especialmente en épocas de transición como la que estamos viviendo en la vida consagrada
no alcanzamos a comprender los proyectos de Dios. Por eso, es importante recordar lo que la
Escritura nos dice sobre la experiencia de Dios y sobre sus caminos.
El autor de la carta a los hebreos comienza su escrito afirmando que “en múltiples
ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas.
87
Jn 1,18.
88
Is 55,8-9.
26
Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por su Hijo” 89. El Dios de la Biblia se revela en la
naturaleza90 y en los acontecimientos. Los profetas, hombres de la palabra, transmiten al
pueblo su compresión de la realidad de Dios, de su voluntad, y de sus exigencias. Las
revelaciones fragmentarias, las experiencias parciales se completan con la manifestación
plena realizada en Cristo. Él, palabra de Dios encarnada, es su revelación, su
automanifestación, su comunicación. La palabra de Dios reúne a los hombres en un pueblo y,
al reunirlos, realiza su liberación; los transforma en hijos de Dios y hermanos entre ellos. La
palabra de Dios, leída en la historia, juzga, discierne a los que la aceptan o rechazan. Ella
interpela a los hombres al irse comunicando a ellos injertada en los acontecimientos.
En su historia, el pueblo judío tiene una experiencia comunitaria de un Dios que libera. En
los libros bíblicos encontramos historiada esa experiencia que el pueblo de Israel tuvo de
Dios: una experiencia capaz de impulsar siempre el futuro y de mantener vivo el dinamismo
liberador de toda esclavitud. La experiencia comunitaria fundamental que Israel tiene de Dios
es la de alguien que libera. Esto se expresa desde el libro del éxodo hasta los últimos libros
del AT93. Al sacar a Israel de Egipto, Yahvé lo libera y lo hace pasar de la servidumbre al
servicio suyo y del hermano en el amor. En el NT, los primeros cristianos experimentan a
Dios consumando y llevando a su plenitud en Cristo la primera liberación. Toda la historia de
Israel, a partir del paso del Mar Rojo, es para ellos solamente una visión anticipada de lo que
Cristo trae y realiza: la liberación de toda esclavitud. La experiencia que Jesús tiene del Padre
es también una experiencia en esta línea. Por eso, Cristo cuestiona la ley, la religión, las
tradiciones, las estructuras de dominación. Pide una nueva actitud liberada y liberadora frente
a Dios, frente al hombre y al mundo. Todo lo somete a la máxima expresión de la libertad que
es el amor.
89
Heb 1,1-2
90
Cf. Rm 1,18-23; Sal 19,2.
91
Cf. Dt 7,8).
92
Bar 4,4.
93
Cf. Dn 9,15; Sb cc. 10-11.
27
respuesta de fe, se sufre frente a lo incomprensible y misterioso de muchas situaciones. El
camino humano de Jesús pasa por ese mismo proceso de búsqueda-hallazgo-búsqueda, que se
consuma en el misterio pascual de muerte-resurrección.
La experiencia bíblica de Dios no es sólo una experiencia que parte de la vida. Es, además,
una experiencia que compromete con la vida. Este compromiso se da, de manera particular,
en las relaciones con el prójimo. El amor al hermano es, al mismo tiempo, camino para la
experiencia de Dios y expresión de su autenticidad. De allí se deriva un impulso para
transformar la historia, colaborando con Dios en el advenimiento de su reino.
El amor al hermano aparece como un camino para la experiencia Dios y es, al mismo
tiempo, expresión de la misma. Los profetas expresan de muchas maneras esta experiencia de
Dios en el amor al prójimo. Hay en sus escritos varios conceptos que parten de la vida y que
constituyen un criterio para discernir la autenticidad de una experiencia de Dios. Entre ellos
destaca el de “conocimiento de Yahvé”. En él se manifiesta una relación existencial con Dios
que compromete profundamente con el prójimo: Conocer a Yahvé es “juzgar la causa del
humillado y del pobre”95.
94
Cf. Jn 1,18.
95
Jr 22,16.
96
Mi 6,8).
97
Jr 9,22-23.
28
manifestaciones de Dios, su manera de actuar en la historia de la salvación. Reflexiona
especialmente sobre el don que el Padre nos hizo de su Hijo 98, y llega a la conclusión de que
Dios es amor. Esta experiencia del amor de Dios a los hombres tiene una consecuencia para
la vida del creyente: hay que imitarlo en las relaciones con los hermanos. Es allí donde
encontramos con seguridad a Dios: “Carísimos, si de esta manera nos amó Dios, también
nosotros debemos amarnos unos a otros… si alguno dijera: amo a Dios, pero aborrece a su
hermano, miente. Pues el que no ama a su hermano, a quien ve, no es posible que ame a Dios
a quien no ve”99. Con estos textos del NT se comprueba cómo la experiencia de Dios es algo
que compromete en la vida.
Barth afirma, con mucha razón, que “todo conocimiento de Dios comienza con el de su
ocultamiento. La experiencia bíblica de Dios tiene conciencia de su incomprensibilidad. En el
prólogo del evangelio de Juan y en su primera carta, el evangelista, que había tenido una
profunda experiencia de Dios en Jesús, afirma categóricamente: “A Dios nadie le ha visto
jamás”100. Ninguno ha visto a Dios ni le puede ver. Las teofanías eran únicamente imágenes
de la “gloria de Dios”, pero el permanecía siempre inaccesible en este mundo. Es después de
esta vida cuando veremos a Dios tal cual es101. Ahora sólo podemos conocerlo en un espejo,
confusamente102.
La historia del pueblo de Dios es la historia de un caminar incesante detrás de las huellas
del Señor. Las promesas de una tierra, de una liberación, de una plenitud, pusieron al pueblo
en marcha y peregrinación. Ninguna etapa de la historia del pueblo de Dios concluye el
camino. Un nuevo descubrimiento, una nueva experiencia de Dios generan una marcha
inesperada. El caminar terminará cuando se verá a Dios tal cual es 105. El futuro será siempre
mejor que el presente. Hay que caminar hacia él saliendo de la propia tierra como Abrahán y
renunciando a lo que se va consiguiendo; negando una experiencia de Dios para abrirse a una
mayor.
98
Cf. Jn 3,16.
99
1 Jn 4,11-20.
100
Jn 1,18; 1, Jn 4,12.
101
Cf. 1 Jn 3,2.
102
Cf. 1 Cor 13,12.
103
Cf. 1 Jn 1,1-4.
104
Cf. Is 55,8-9; Rm 11,33-35.
105
Cf. 1 Jn 3,2.
29
Dios, como el de los discípulos de Emaús en el evangelio de Lucas 106. En este pasaje bíblico
tenemos como una síntesis de lo que es la experiencia de Dios en la Biblia y de la fuerza de la
esperanza activa, que impulsa a caminar y a buscar siempre.
Los dos discípulos que marchan hacia la aldea de Emaús son, para Lucas, el modelo de los
creyentes que van caminando hacia la casa del Padre. En ese camino van hablando y
discutiendo sobre lo sucedido en su vida; sobre la experiencia de Dios que han hecho en
Jesús. Mientras el Maestro vivía, todo tenía un sentido de plenitud. El pronunciaba palabras
de vida eterna. Ellos habían abandonado todo por seguirlo. Pero su experiencia de Dios se vio
de repente sacudida desde sus fundamentos por la muerte de Jesús: “Nosotros esperábamos
que él liberaría a Israel, pero ya van tres días desde que murió” 107. No podía existir una
frustración mayor. Todos los esquemas humanos que se apoyaban en una determinada
experiencia de Dios se vieron destruidos de repente.
Lucas hace notar que, a pesar del desconcierto con que caminaban y de la desesperanza
que los dominaba contaban con la presencia misteriosa pero real del Señor. Él los
acompañaba en el camino. En él les explicaba las Escrituras, pero aún no lo reconocían. Van
a experimentarlo nuevamente sólo en el gesto de caridad de ofrecerle hospedaje y en el
momento en que Él partirá el pan. La experiencia de Dios –es la lección de Lucas- se tiene en
la fraternidad, incluso hacia los que nos son desconocidos como el forastero de Emaús.
También en la escucha de la palabra de Dios y en la comunión de fe y amor expresada y
celebrada en la eucaristía. Así podrá el creyente volver donde sus hermanos para
testimoniarles la presencia de Cristo resucitado y del Padre en la vida de cada día.
106
Lc 24,13-35.
107
Lc 24,21.
108
Cf. 1 Cor 15,28).
109
Cf. Mt 13,33.
110
Cf. Mc 4,30-32.
30
todo este proceso. Significa el encuentro con el Dios vivo de Jesucristo en la historia
colectiva y en la vida cotidiana y personal”111.
El primer libro de los Reyes contiene una enseñanza profunda que se refiere sobre todo a
la búsqueda de Dios: Él se revela siempre de modo diferente y no podemos encerrarlo en
nuestros esquemas. Leemos en el capítulo 19: “Ajab refirió a Jezabel cuanto había hecho
Elías y cómo había pasado a cuchillo a todos los profetas. Envió Jezabel un mensajero a Elías
diciendo: ‘Que los dioses me hagan esto y me añadan esto otro si mañana a estas horas no he
puesto tu alma igual que el alma de uno de ellos’. Él tuvo miedo, se levantó y se fue para
salvar su vida. Llegó a Bersheba de Judá y dejó allí a su criado. El caminó por el desierto una
jornada de camino, y fue a sentarse bajo una retama”113.
Sigue la aparición angélica, que invita a Elías a comer, a beber agua y a proseguir su
camino. Al llegar al Horeb, “entró en la cueva, y pasó en ella la noche. Le fue dirigida la
palabra de Yahvé, que le dijo: "¿Qué haces aquí Elías?". El dijo: "Ardo en celo por Yahvé,
Dios Sebaot, porque los hijos de Israel te han abandonado, han derribado tus altares y han
pasado a espada a tus profetas; quedo yo solo y buscan mi vida para quitármela". Le dijo:
"Sal y ponte en el monte ante Yahvé” 114. Estas palabras quieren decir que el Señor se va a
manifestar: "Ponte ante el Señor". Sabemos que en el Antiguo Testamento existían tres
maneras de expresar una revelación de Dios: se la asociaba a un fuego, a una tempestad, o a
una sacudida de terremoto que hicieran sentir su presencia. Por eso Elías, en ese momento, se
esperaba una manifestación de Dios al estilo de las descritas: “Hubo un huracán tan violento
que hendía las montañas y quebrantaba las rocas...”.
111
CONGRESO INTERNACIONAL ECUMÉNICO DE TEÓLOGOS DEL TERCER MUNDO, Sâo Paulo,
1980, Documento final, n. 56.
112
GS 5.
113
1 R 19, 1-3.
114
1 R 19, 9-11.
31
cubrió su rostro con el manto, salió y se puso a la entrada de la cueva. Le fue dirigida una voz
que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”115.
Este pasaje nos enseña que el Señor se revela siempre de modo diferente al que nosotros
pensamos. Encontramos aquí tres tipos de teofanía: viento-terremoto-huracán, pero Dios no
se halla presente en ninguna de ella. Se revela, en cambio, en aquel "susurro de una brisa
suave". Se revela siempre de modo diverso y por eso debemos estar dispuestos a purificar
nuestro conocimiento personal, a mejorar nuestras experiencias de Dios. O sea, necesitamos
ser capaces de descubrir a Dios también en las cosas aparentemente negativas, cuando nos
llama en situaciones de muerte o por medio de los males del mundo.
Tenemos que aprender a descubrir a Dios, tanto cuando nos resulta realmente presente,
como cuando nos parece ausente. Muchas veces percibimos más la ausencia que la presencia
de una persona querida: "Te hemos echado mucho de menos", se dice habitualmente. Si
hubiese estado presente, quizá nadie se hubiera dado cuenta. Pero cuando la persona está
ausente todos decimos: te hemos echado de menos. También Dios se revela de modo
diferente, incluso en las cosas negativas. La experiencia de Dios es siempre una presencia que
interpela: ¿Qué haces, Elías? Recorriendo los caminos del Señor durante nuestra vida
consagrada como individuos y como grupo en la Iglesia, más de una vez tenemos que
preguntarnos: ¿dónde te revelarás hoy? ¿dónde te manifestarás?. A este respecto el Concilio
habla de los signos de los tiempos como palabra de Dios, como una revelación de Dios
mismo, o una llamada que exige respuesta. Dios, pues, se revela de modo diferente y, sobre
todo, diversamente de como nosotros pensamos.
b) Dios es diverso
El libro de Jonás fue escrito precisamente cuando el pueblo de Israel había comenzado a
experimentar una novedad: que Dios no era sólo el Dios de Israel, sino que era también el
Dios de los otros pueblos. En la antigüedad se creía que cada pueblo tenía su propio dios, por
eso todos tenían uno. Cada dios tenía la misión de proteger a su pueblo y, cuando este último
sufría una derrota, todos entraban en crisis, pues pensaban que los otros dioses eran más
poderosos que el propio dios. Y esto le ocurría también al pueblo de Israel.
Los hebreos de esa época histórica creían que Yahvé era el Dios de Israel, de Abrahán,
Isaac y Jacob. Tenía, por consiguiente, obligación de preocuparse únicamente de ellos, tenía
que defenderlos, ayudarles e infundirles seguridad. En cambio, la experiencia les demostró lo
contrario, y el autor del libro de Jonás puso por escrito esta experiencia.
La narración comienza con Dios que se dirige a Jonás y le invita a ir a Nínive, a predicar y
tratar de convertir aquella gente. Jonás se niega porque no quiere hacer un mal papel, y
parece decirse a sí mismo: “Voy allá, anuncio que Nínive será destruida; hacen penitencia;
Dios es misericordioso... y yo quedo a la altura del barro. Dirán que me he equivocado, que
115
1 R 19,11-13.
32
he dicho una cosa que no era cierta”. Por eso trata de huir de su responsabilidad. Y tenemos
el famoso episodio que lo ve terminar en el vientre de la ballena. Jonás se ve obligado a ir,
tiene que llegar a Nínive.
Apenas llega, se pone a predicar como le había dicho Yahvé. Predica y ocurre lo que él
se sospechaba. Y entonces se enfada: «Vio Dios lo que hacían, cómo se convirtieron de su
mala conducta, y se arrepintió Dios del mal que había determinado hacerles, y no lo hizo.
Jonás se disgustó mucho por esto y se enojó; y oró a Yahvé diciendo: "¡Ah, Yahvé!, ¿no es
esto lo que yo decía cuando estaba todavía en mi tierra? Fue por eso por lo que me apresuré a
huir a Tarsis. Porque bien sabía yo que tú eres un Dios clemente y misericordioso, tardo a la
cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal. Ahora, pues, Yahvé, te suplico que me quites
la vida, porque mejor me es la muerte que la vida". Mas Yahvé dijo: "¿Te parece que está
bien irritarte?"116.
Jonás entonces se puso a pensar: quizás hoy se hayan arrepentido, pero dentro de algunas
semanas volverán a las andadas... y entonces ¡sí que será destruida Nínive! No quiero
perderme ese espectáculo. Y dice el libro: «Salió Jonás de la ciudad y se sentó al oriente de la
ciudad; allí se hizo una cabaña bajo la cual se sentó a la sombra, hasta ver qué sucedía en la
ciudad. Entonces Yahvé dispuso que una planta de ricino creciese por encima de Jonás para
dar sombra a su cabeza y librarle así de su mal. Jonás se puso muy contento por aquel ricino.
Pero al día siguiente, al rayar el alba, Yahvé mandó a un gusano, y el gusano picó al ricino,
que se secó. Y al salir el sol, mandó Dios un sofocante viento solano. El sol hirió la cabeza de
Jonás, y él se desvaneció; se deseó la muerte y dijo: "¡Mejor me es la muerte que la vida!"
Entonces Dios dijo a Jonás: "¿Te parece que está bien irritarte por este ricino?" Respondió:
"¡Sí, me parece bien irritarme hasta la muerte!" Y Yahvé dijo: -esta es la enseñanza del
libro- "Tú tienes lástima de un ricino por el que nada te fatigaste, que no hiciste tú crecer, que
en el término de una noche fue y en el término de una noche feneció. ¿Y no voy a tener
lástima yo de Nínive, la gran ciudad, en la que hay más de ciento veinte mil personas que no
distinguen su derecha de su izquierda, y una gran cantidad de animales?"117.
El mensaje del libro de Jonás lo podemos formular así: Dios es diverso. No es como nos lo
imaginamos, no es un Dios de bolsillo del que podemos disponer a nuestro gusto. Es el Dios
de todos, que ama a todos, incluso a los ingratos, a los malos; que se acuerda de todos,
incluso de los que no se acuerdan de El. Por eso tenemos que repetir en más de una ocasión,
como Job al final de la prueba: “Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis
ojos”118. Con frecuencia nos formamos un concepto de oídas, pero luego la realidad nos
revela sistemáticamente un Dios mucho más grande que la idea que nos habíamos formado,
un Dios muy diverso.
c) La realidad es diversa
En el cap. 18 de Ezequiel, el profeta responde a una queja del pueblo de Israel: sufría por
los pecados de otros y eso no era justo. Existía durante mucho tiempo la convicción de que
el mal era un castigo por el pecado personal o por el pecado colectivo, más aún, en un
116
Jon 4,1-4.
117
Jon 4,5-11.
118
Jb 42,5.
33
principio se pensaba que era sólo castigo del pecado colectivo. Por eso, una persona que,
haciendo su examen de conciencia, no hallaba culpa alguna y sin embargo se veía obligada a
soportar trabajos: enfermedades, muerte, problemas, tenía que preguntarse automáticamente:
¿hay alguno en mi familia: padre, abuelo, bisabuelo, o algún hijo por causa del cual debo
soportar este castigo? y, de haberlo encontrado, tendría que soportar su destino. Paciencia -
habría tenido que decirse-, ¡debo pagar! Como soy solidario en el bien tengo que serlo
también en el mal. Pero llegó un momento en que el pueblo de Israel tomó conciencia de que
ese principio no podía aplicarse en todas las circunstancias. Por eso comenzó a lamentarse:
“¡Los padres comieron el agraz y los dientes de lo hijos sufren la dentera!” 119. ¡Luego Dios no
es justo!
El profeta Ezequiel añade: “Por mi vida, oráculo del Señor Yahvé, que no repetiréis más
este proverbio en Israel. Mirad: todas las vidas son mías, la vida del padre lo mismo que la
del hijo, mías son. El que peque es quien morirá” 120. La realidad, pues, es diversa.
Especialmente tal como aparece en el libro de Job, en el cual se revela que el mal no siempre
es un castigo del pecado, sino que puede ser una prueba para el justo.
El libro de Job es un libro bellísimo para leer en cualquier circunstancia y para meditar en
tiempos de crisis. Recordemos su tesis: Job era un hombre justo, y, como tal, tenía derecho a
recibir toda clase de bienes, y de hecho los poseía, y, como aún no se había revelado la otra
vida, todos los bienes eran de este mundo. Entonces, al contrario de hoy en muchos
ambientes, poseer todos los bienes significaba tener una familia numerosa, pues una familia
numerosa era una gran bendición. Por eso Job tenía también muchas riquezas, porque era un
hombre justo.
Pero de improviso comienzan a llover sobre él todas las desgracias. El hace un examen de
conciencia general y particular, pero no encuentra nada, al menos nada tan grave como para
merecerse semejantes castigos. En un primer momento acepta la situación y permanece
silencioso, pero luego comienza hasta maldecir el día en que nació121. En ese momento
llegan sus tres amigos - representantes de la tradición de Israel -, que con otras palabras y con
bellísimos poemas le dicen en sustancia: Fíate de nosotros. Tú has tenido que cometer algo
verdaderamente grave, no se lo diremos a nadie, confiesa tus pecados. Jamás hemos visto a
un justo sufrir lo que tú estás sufriendo, por consiguiente lo tuyo tiene que ser forzosamente
el castigo de algún pecado, y además gravísimo.
Job respondía: A mí no me parece que sea así, y de poco me sirve el consuelo que me
ofrecéis. Entonces interviene un cuarto personaje - que representa la nueva tesis -, Elihú, el
cual, dirigiéndose a los ancianos, que simbolizan la tesis tradicional, dice: me admira que
vosotros, con toda la experiencia de la vida que tenéis, no os hayáis dado cuenta de que las
cosas no son como decís. Muchas veces el justo sufre y debe sufrir, no como castigo por el
pecado, sino come una prueba.
No poseían aún la revelación de la otra vida, por eso, el autor del libro de Job insiste sobre
el hecho de que después de la prueba, Dios restituirá todos los bienes quitados y más todavía.
El libro termina como una novela de feliz desenlace: “Yahvé bendijo la nueva situación de
119
Ez 18,2.
120
Ez 18,3-4.
121
Jb c. 3.
34
Job más aún que la antigua; llegó a poseer catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas
de bueyes y mil asnas. Tuvo además siete hijos y tres hijas”122.
Al final Job tenía tanto dinero que dejó herencia también para las hijas; entonces tenían
derecho a la herencia sólo los hijos varones, pero él tenía tanto dinero que: “su padre les dio
parte en la herencia entre sus hermanos”123.
Ezequiel y Job, las dos ventanas que hemos apenas entreabierto, nos enseñan que la
realidad es con frecuencia muy diversa de lo que pensamos. A veces nos sorprendemos de los
problemas nuevos de la historia, de los nuevos desafíos, y quisiéramos que todo fuese claro,
en cambio las cosas no son del todo claras. Debemos tener la humildad de reconocer que no
siempre tenemos una respuesta para todo. Al principio de nuestra vida religiosa, cada uno de
nosotros creyó tener una respuesta para todo; en cambio, en algunas situaciones, nos damos
cuenta de que no sabemos qué decir, en cuanto que las cosas son muy diversas de lo que
aparentan. Con frecuencia procedemos a tientas, casi a ciegas, no sabemos qué hacer, la
realidad es tan diversa que nos sorprende. Y esto es lo que está acaeciendo a la vida
consagrada hoy en este momento de cambio, de búsqueda y de transición.
Hay que añadir además que cada uno de nosotros es diverso de los demás. Y aquí
volvemos al libro primero de los Reyes, donde se habla de Elías, el profeta que
contemplamos en su camino hacia el Horeb. Después de la revelación de Dios, Él le ordena a
Elías volver por el camino que vino: “Anda, vuelve por tu camino hacia el desierto de
Damasco. Vete y unge a Jazael como rey de Aram. Ungirás a Jehú, hijo de Nimsí, como rey
de Israel, y a Eliseo, hijo de Safat, de Abel-Mejolá, le ungirás como profeta en tu lugar. Al
que escape a la espada de Jazael le hará morir Jehú, y al que escape a la espada de Jehú le
hará morir Eliseo. Pero me reservaré siete mil en Israel; todas las rodillas que no se doblaron
ante Baal, y todas las bocas que no le besaron”124.
Elías pensaba que él era el único fiel. Decía: “He quedado sólo yo”. Y el Señor: "pero qué
te has creído, hay otros siete mil como tú". Siete es el número perfecto, mil, en el lenguaje
bíblico, equivale a una infinidad. Por eso le dice el Señor que debe ser humilde. Con
frecuencia tendemos a juzgar nuestras personas y nuestras actividades comparándolas con los
demás. Cuando buscamos un objeto, si no lo habíamos dejado en su sitio, revolvemos toda la
habitación de arriba abajo antes de dar con él; del mismo modo el Señor, en los momentos de
crisis, revuelve la habitación de nuestra vida para que nos encontremos a nosotros mismos.
Tanto la habitación personal como colectiva de vida consagrada. De este modo nos enseña a
aceptar con humildad nuestros límites, a apreciar a los demás y a descubrir su presencia
también en los que no son cristianos: Dios, en el mundo, no está presente solamente en la
Iglesia. Con humildad debemos aceptar también las enseñanzas de otros. Somos diferentes
los unos de los otros porque tenemos experiencias diversas, porque los caminos del Señor son
diversos. Hay que abrirse al diálogo y a las mutuas relaciones en la Iglesia.
122
Jb 42,12-13.
123
Jb 42,15.
124
1 R 19,15-17.
35
Un texto de san Pablo nos revela los caminos del Señor desde una perspectiva muy
provechosa para nuestra vida espiritual y apostólica; para estos momentos difíciles y de
inseguridad para la vida consagrada. Se trata de la perspectiva de nuestra pobreza.
Los caminos del Señor son diversos, la lógica del Señor es diversa. Nosotros pensamos
que para hacer las cosas es necesario el poder, mientras que el Señor nos dice que el
verdadero poder se halla en la pobreza. Pablo pide al Señor que lo cure de una enfermedad;
habla de un ángel de Satanás, de una espina en su carne, interpretada inicialmente como una
tentación contra la castidad, porque se pensaba que en Pablo la carne significaba el cuerpo, el
sexo, mientras que en cambio significa la debilidad de su naturaleza humana. Otros la han
interpretado también como una especie de malaria que lo atacaba periódicamente y le
obligaba a guardar cama. Y entonces dice Pablo: Señor, si enfermo como estoy puedo hacer
tantas cosas, imagínate lo que podría hacer si me das la salud. Y el Señor le contesta: Así
piensas tú, pero las cosas son diversas. Es en la debilidad donde se manifiesta el poder de
Dios.
Como vida consagrada a principios del tercer milenio debemos estar abiertos a las
novedades de Dios. Él se revela siempre de modo diverso. Él es diverso. La realidad es
diversa, los otros son diversos, nosotros mismos somos diversos. Los caminos del Señor,
como hemos repetido son diversos. Quisiéramos que llegara en la luz y, en cambio, Él nos
visita en las tinieblas. Creíamos que llegaría hoy y nos hace esperar hasta mañana. Con
frecuencia nos hacemos la ilusión de obtener un éxito fácil y Dios, en cambio nos presenta un
camino sembrado de dificultades. Dios llega de improviso y vuelve a marcharse cuando
menos lo podemos imaginar, aunque en realidad está siempre con nosotros. Debemos, pues,
convencernos de que si los caminos para la vida consagrada hoy son verdaderamente del
Señor son y serán siempre caminos muy diferentes de los nuestros. Exactamente lo que Pablo
decía hablando de la sabiduría de Dios: escándalo para los hebreos y estupidez para los
griegos, símbolo de la sabiduría humana.
Los caminos del Señor son caminos de justicia, caminos perfectos. Él es el justo y no
puede cometer injusticias, por eso, el triunfo aparente del mal es una ilusión. Lo que
llamamos castigo, no es castigo, sino bondad, misericordia y corrección. Todo concurre a
nuestro bien, aunque no nos demos cuenta de ello hasta el final de una etapa de nuestra vida.
Sólo entonces podremos afirmar: Lo que ha ocurrido en mi vida ha sido verdaderamente una
gracia, mientras yo pensaba que era una desgracia. Y eso vale también para la vida
consagrada.
125
Cf. 2 Cor 12,7-10.
36
Los caminos del Señor son siempre caminos de misericordia. Creo que uno de los puntos
principales de la espiritualidad cristiana es el de creer en la misericordia de Dios, el estar
convencidos por experiencia del hecho de que todo aquello que Dios permite en nuestra vida
es fruto de su amor para con nosotros. Estar, en una palabra, convencidos de que si no fuese
por su misericordia, no seríamos capaces de seguir conservando la fe y la esperanza de
continuar el camino.
Los caminos del Señor son también siempre manifestación de la fidelidad de Dios. El no
cambia como nosotros. Mientras nosotros somos pecadores infieles, El es siempre bueno,
misericordioso, permanece fiel. Cuando erramos el camino, El nos guía: “El Señor es bueno y
es recto, y enseña el camino a los pecadores”126. Dios nos acepta siempre como somos. Pero
la cosa más importante, para nosotros que vivimos en el Nuevo Testamento, es que Cristo se
ha trasformado no sólo en compañero de camino, sino en el único camino127. Cristo está con
nosotros todos los días hasta el fin del mundo. El nos precede. Nuestra vida es el seguimiento
de Cristo. El nos acompaña hoy y siempre.
Debemos abrirnos a la única certidumbre, que es Dios. Y El está con nosotros y nos
acompaña. Debemos dejarnos sorprender por Dios, sorprender por la realidad, convencidos
de que todo concurre al bien de los que aman a Dios. Convencidos de lo que dice la carta a
los romanos cuando Pablo habla del amor de Cristo. Un amor tan firme, tan seguro, que nadie
nos podrá separar de él. Caminemos, pues, en la fe, seguros de la presencia de Dios. El
salmo 23, que comienza con las palabras “El Señor es mi pastor, nada me falta” puede
ofrecernos el horizonte para dejarnos guiar por el Señor, ya que es al mismo tiempo la
proclamación de los caminos del Señor llenos de misericordia y un acto de confianza en la
bondad y fidelidad de Dios. Un acto de confianza que nos deja siempre abiertos y disponibles
a las novedades de Dios,
Edith Stein nos enseña a buscar a Dios buscando la verdad. En aras de este empeño ella
fue entregando parte de su vida. Abandona en un primer momento la fe judía y se sumerge en
la filosofía para tratar de comprender el sentido de la existencia humana. Del ateísmo pasará a
la fe católica y, en su seguimiento de Jesús irá adquiriendo experiencialmente lo que dará el
título a uno de sus libros “la ciencia de la cruz”. Esta le dará la capacidad para entrar en el
Carmelo y, más adelante, de morir por la fe y por su pueblo. Repensando su camino de
búsqueda de la verdad llegará a la conclusión de que “Dios es la verdad. Quien busca la
verdad busca a Dios, lo sepa o no”129.
El descubrimiento de la persona de Jesús supone una experiencia personal que cambia por
completo la visión de las cosas, de las personas y de los acontecimientos. Él es la verdad y
fue desde esa perspectiva que Edith tuvo un acercamiento a Cristo. A partir de este contacto
descubre que Jesús es el camino y la vida y se abandona en sus manos para seguirlo cargando
con la cruz de la vida cotidiana en un abandono a la voluntad del Padre. Ella vivió ante todo
con una actitud de entrega confiada a Dios. Siguiendo a Jesús en su relación con el Abba aun
en medio de la humillación, el sufrimiento, el abandono de la cruz, ella vivió su presencia y
su amor que la sostenían en la oscuridad de la noche de la prueba: “Yo me he sostenido y este
sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del
hombre que, con su propia fuerza se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad
suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista
objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la
angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?” 131. Esta certeza del amor de un
Dios Padre la condujo también a imitar a Jesús en el cumplimiento de su voluntad con
confianza y abandono: “Ser hijo de Dios significa: caminar siempre de la mano de Dios,
hacer su voluntad y no la propia, poner todas nuestras esperanzas y preocupaciones en las
129
Carta 23.3.1938, en Edith Stein Werke IX (Freiburg, 1977), p. 102.
130
Carta 12.2.1928, en Edith Stein Werke VIII (Druten-Freiburg, 1976) p, 54.
131
E. STEIN, Ser finito y ser eterno., Fondo de cultura económica, México, p. 75.
38
manos de Dios y confiarle también nuestro futuro. Sobre estas bases descansan la libertad y la
alegría de ser hijos de Dios”132.
Estos textos manifiestan lo que fue el itinerario espiritual de esta mujer, buscadora
incansable de la verdad, que supo perder varias veces para ganar evangélicamente: perdió sus
convicciones ateas para ganar la luz de la fe; perdió su familia y su pueblo para encontrarlos
en el seguimiento de Jesús entregando su vida también por ellos. En su vida de carmelita
contemplativa llegó a la meta de ese camino evangélico centrándose en el único absoluto
guiada por la lógica evangélica de perder para ganar. Y, al final, supo hacer realidad en el
martirio la advertencia de Jesús: “quien quisiere salvar su vida la perderá, pero quien pierde
su vida por mi causa y la del evangelio la salvará”133.
En todo ese largo itinerario detrás de las huellas de Jesús, camino, verdad y vida, vivió en
un abandono confiado en el Señor colocando, como decía, su mano en la mano de Él para
dejarse guiar a través de los vericuetos difíciles y desconocidos de su vida y de la historia. Y
esto con una colaboración activa, libre y responsable, iluminada por la ciencia de la cruz que
lleva a la comunión con Dios. “Cuando repienso mi vida después de años, entonces
comprendo que esta conversación fue de una importancia capital para mí, tal vez más
esencial todavía que todos mis estudios, y concibo el pensamiento de que me era necesario ir
tal vez expresamente para ello a aquella ciudad. Lo que no estaba en mis proyectos, se
encontraba en los proyectos de Dios. Y cuanto más a menudo se me presentan tales
acontecimientos, más viva se hace en mí la convicción de fe de que no existe el azar –visto de
la parte de Dios-, que toda mi vida, hasta en sus menores detalles, está prevista en el plan de
la providencia divina y que ella es, ante los ojos de Dios que lo ve todo, una coherencia
inteligible perfecta”134.
La experiencia espiritual de Edith Stein y sus enseñanzas son ciertamente una orientación
práctica para que la vida consagrada se abra con confianza a los caminos imprevisibles del
Espíritu a través de los cuales la guía en este momento de la historia. Este es el secreto para
asumir los desafíos que se le presentan y para transformar las dificultades y zozobras en
fuente de esperanza mientras camina en la inseguridad. El congreso internacional de vida
consagrada celebrado en Roma en noviembre de 2004 en su Declaración final afirmaba con
razón: “Quizás más que en otras épocas experimentamos nuestras pobrezas y limitaciones. En
medio de ellas resuena la voz del Señor: ¡no temas, yo estoy contigo! Esta certeza renueva
nuestra esperanza que se apoya en la bondad y fidelidad del “Dios de la esperanza que nos
llena de alegría y paz en la fe, para que abundemos en esperanza por la fuerza del Espíritu
Santo”135, Él es nuestra esperanza y “la esperanza no quedará confundida”136.
1. ¿Cuáles son las principales orientaciones que la experiencia bíblica de Dios ofrece a
la vida consagrada en el momento presente?
132
E. STEIN, El misterio de Navidad, en Edith Stein Werke XII (Freiburg, 1990) p. 202.
133
Mc 8,35.
134
E. STEIN, Ser finito y ser eterno, p. 130.
135
Rm 15,13.
136
Rm 5,5.
39
2. ¿En qué aspectos de la vida consagrada se experimenta más fuertemente el drama del
cambio y de los caminos imprevisibles del Espíritu?
3. ¿De qué manera la experiencia y la doctrina de Edith Stein pueden servir a la vida
consagrada en la actual coyuntura de su historia?
Capítulo 4
Hemos querido citar este largo párrafo porque en él aparecen con claridad algunos
elementos para enfrentar desde la inseguridad humana los desafíos actuales para la vida
consagrada. De entre ellos queremos resaltar dos: la escucha y puesta en práctica de la
palabra de Dios y el hecho de escudriñar nuevos caminos para el evangelio en el
cumplimiento de la propia misión.
Vita consecrata presenta como modelo de auténtico profeta Elías a quien la tradición
patrística vio como figura de la vida religiosa monástica, como profeta audaz y amigo de
Dios. “Vivía en su presencia y contemplaba en silencio su paso, intercedía por el pueblo y
proclamaba con valentía su voluntad, defendía los derechos de Dios y se erguía en defensa de
los pobres contra los poderosos del mundo”138. Con todo, en las circunstancias de la realidad
de cambio y de los desafíos que presenta, Jeremías es para la vida consagrada alguien que
explica con su vida lo que significa atravesar los caminos del Señor en la noche oscura de la
purificación personal y grupal. Pocos personajes bíblicos encarnan como él este itinerario,
con frecuencia dramático, porque implica el esfuerzo de permanecer fiel a los caminos del
Señor y a la misión que Él ha encomendado.
137
VC 84.
138
VC 84.
40
a) Una vida ajetreada
El marco histórico en que vivió Jeremías no es muy preciso, porque existen algunas
dificultades desde el punto de vista cronológico. Sin embargo, basándonos en algunas fechas
ciertas, podemos dividir la predicación del profeta en cuatro momentos fundamentales.
La primera etapa de su predicación es el período más feliz de la vida de Jeremías. Por eso,
el período de su apostolado puede definirse como un período de luna de miel, pasado
enteramente bajo el gobierno del Rey Josías, un hombre piadoso que trataba de llevar
adelante la reforma religiosa del Pueblo de Israel. Claro que tampoco este período de la vida
de Jeremías se vio del todo exento de persecuciones, pero, comparado con los otros, puede
considerarse el mejor, pues él gozaba de la protección del rey y de algunos de sus
funcionarios, que lo defenderán también más tarde.
El segundo es mucho más difícil, es el de la crisis, pues le toca vivirlo bajo el gobierno del
Rey Yoyaquim, feroz perseguidor del profeta. Aquí Jeremías debe afrontar la hostilidad del
rey que, al contrario de su padre, desatiende la reforma. Movido por Dios, Jeremías habla de
la destrucción del templo, pero nadie se atreve a tocar el tema: el templo es sagrado y hablar
de su destrucción es como hablar de la destrucción de todo. Es el tiempo de las grandes
persecuciones. Es encarcelado y, cuando envía en lugar suyo al profeta Baruc para que lea
sus profecías anunciando calamidades, el rey las quema públicamente delante de todos 139.
Así dice Yahvé a propósito de Yoyaquim, rey de Judá: No tendrá quien le suceda en el trono
de David y su propio cadáver yacerá tirado, expuesto al calor del día y al frío de la noche. Yo
pasaré revista a sus culpas y las de su linaje y sus siervos, y traeré sobre ellos y sobre todos
los habitantes de Jerusalén y los hombres de Judá todo el mal que les dije, sin que hicieran
caso".
A este período sucede otro de grande dolor para el profeta que tanto amaba a su pueblo.
Es el tiempo en que Jerusalén es sitiada (597-587 a.C.) y Jeremías tiene que anunciar con
gran dolor que el exilio será largo140. Había por aquel entonces falsos profetas como Ananías,
que decían: «Estad tranquilos, en un par de años seréis liberados». Jeremías, en cambio, debía
anunciar con dolor que las cosas no iban a ir así. En una carta escrita al pueblo que se
encontraba en Babilonia, el profeta les advertía: “Así dice Yahvé Sebaot, el Dios de Israel, a
toda la deportación que deporté de Jerusalén a Babilonia: Edificad casas y habitadlas; plantad
huertos y comed su fruto; tomad mujeres y engendrad hijos e hijas; casad a vuestros hijos y
dad vuestras hijas a maridos para que den a luz hijos e hijas, y medrad allí y no mengüéis;
procurad el bien de la ciudad a donde os he deportado y orad por ella a Yahvé, porque su bien
será el vuestro”141.
El último período, de la vida del profeta comienza el año 587 a.C., cuando ya Jerusalén
estaba bajo el dominio de Babilonia. Sabemos que, después del asesinato de Godolías,
Jeremías huye a Egipto y en el libro no se habla más de él. Probablemente muere en Egipto.
Estos cuatro períodos representan el marco histórico de la vida de Jeremías. También cada
uno de nosotros tiene su propio marco histórico, compuesto de diversas etapas. Otro tanto
139
Cf. Jer 36,20-32.
140
Cf. Jer cc. 27-29.
141
Jer 29,4-9.
41
sucede con el desarrollo histórico de la vida consagrada. El proceso dramático vivido por el
profeta lo conduce a vivir una actitud de madurez espiritual que le permite enfrentar desde la
experiencia de Dios las difíciles situaciones por las que atraviesa. En ese proceso podemos
encontrar un paralelismo iluminador para la evolución de la vida consagrada antes y después
del Vaticano II. Más todavía, vemos allí reflejada la alternancia de períodos en la historia de
la vida consagrada.
El primero es el momento en que Jeremías vive, por así decirlo, físicamente la presencia
de Dios en su vida. Aquel Dios que es un padre amoroso, que desde el momento de su
concepción lo ha elegido y le ha confiado una misión asegurándole su presencia: “No temas,
no tengas miedo -le dice-, yo estoy contigo, podrás cumplir esta tu misión, podrás ser lo que
yo quiero que seas: un profeta”. Y comprende que la vida de todos está en las manos de Dios;
por eso piensa que todo será fácil: “Entonces me fue dirigida la palabra del Yahvé en estos
términos: Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses,
te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí" 142. El profeta ha experimentado su
debilidad pero se siente fuerte con las palabras del Señor: “no temas, yo estoy contigo para
salvarte”143. La seguridad que le da el amor de Dios y su promesa de ayudarlo hace que
Jeremías trate de servirlo, de anunciar lo que Él le muestra a través de los acontecimientos, de
hacer las cosas por Él: predica, insiste, recuerda, hace todo lo que Dios le ordena. Y lo hace
con grande valentía, dispuesto a enfrentar todas las dificultades. No tiene miedo de nada ni de
nadie. Una prueba de ello es la valentía con la que anuncia la destrucción del templo: “Si
mejoráis realmente vuestra conducta y obras, si realmente hacéis justicia mutua y no oprimís
al forastero, al huérfano y a la viuda, (y no vertéis sangre inocente en este lugar) ni andáis en
pos de otros dioses para vuestro daño, entonces yo me quedaré con vosotros en este lugar, en
la tierra que di a vuestros padres desde siempre hasta siempre. Pero he aquí que vosotros fiáis
en palabras engañosas que de nada sirven, para robar, matar, adulterar, jurar en falso,
incensar a Baal y seguir a otros dioses que no conocíais. Luego venís y os paráis ante mí en
esta Casa llamada por mi Nombre y decís: "¡Estamos seguros!", para seguir haciendo todas
esas abominaciones”144.
Tiene, pues, valentía, anuncia y denuncia todo, es capaz de aceptar las dificultades, porque
tiene grande entusiasmo, una grande seguridad en sí mismo, nacida de la experiencia que
tiene de la presencia de Dios en su vida. Luego, de improviso, después de algunos años, el
entusiasmo decrece y, con la desilusión, llega la crisis de purificación. Y comienzan aquellas
páginas del libro de Jeremías, que suelen llamarse las confesiones, y en las que manifiesta
abiertamente lo que siente.
Dirigiéndose al Señor, maldice el día de su nacimiento, porque ve que todo ha sido inútil.
Se siente engañado por Dios145. Existe un problema, que es común a todos y que abarca
todos los tiempos, el problema del mal. Nos preguntamos: "¿Por qué triunfa el mal? ¿Por qué
los malos prosperan?». En el cap. 12, 1-4 de Jeremías, el profeta se dirige al Señor y dice:
«Tú llevas la razón, Yahvé, cuando discuto contigo; no obstante, voy a tratar contigo un
punto de justicia» -y lo invoca para que se explique-. “¿Por qué tienen suerte los malos, y son
felices todos los felones? Los plantas, y en seguida arraigan, van a más y dan fruto. Cerca
estás tú de sus bocas, pero lejos de sus corazones. En cambio a mí ya me conoces, Yahvé; me
142
Jer 1,4-5.
143
Jer 1,8.
144
Jer 7, 5-10.
145
Jer c. 20.
42
has visto y has comprobado que mi corazón está contigo. Llévatelos como ovejas al
matadero, y conságralos para el día de la matanza. ¿Hasta cuándo estará de luto la tierra, y la
hierba de todo el campo estará seca? Por la maldad de los que moran en ella han desaparecido
bestias y aves. Porque han dicho: "No ve Dios nuestros senderos"146. El problema del mal
ocasiona para el profeta una crisis vocacional. En el cap. 15, 10-11 leemos: «¡Ay de mí,
madre mía, porque me diste a luz varón discutido y debatido por todo el país! No sé por qué
todos se ponen contra mí. No he pedido ningún préstamo ni he prestado yo. Ni les debo, ni
me deben, ¡pero todos me maldicen!”147.
Hay también otra causa de crisis: la incredulidad. Al principio pensaba que todos habrían
escuchado sus sermones, pero luego se da cuenta de que nadie le cree, que todos son unos
escépticos: “Cúrame, Yahvé, y sea yo curado; sálvame, y sea yo salvo, pues mi gloria eres tú.
Mira que ellos me dicen: ‘¿Dónde está la palabra de Yahvé? ¡Vamos, que venga!’ Yo nunca
te apremié a hacer daño; el día irremediable no he anhelado; tú lo sabes: lo salido de mis
labios enfrente de tu faz ha estado. No seas para mí espanto, ¡oh, tú mi amparo en el día
aciago!”148.
Jeremías, que no se había casado, quizá porque había previsto el exilio o porque había
intuido que no casándose podía afirmar con más fuerza lo que había previsto, al final se
encuentra solo. Y entonces recuerda: “No tomes mujer ni tengas hijos ni hijas en este lugar.
Que así dice Yahvé de los hijos e hijas nacidos en este lugar, de sus madres que los dieron a
luz y de sus padres que los engendraron en esta tierra: De muerte miserable morirán, sin que
sean plañidos ni sepultados. Se volverán estiércol sobre la haz del suelo. Con espada y
hambre serán acabados, y serán sus cadáveres pasto para las aves del cielo y las bestias de la
tierra”149.
La soledad le hizo caer en una desilusión total, que le llevó a pensar que todo había sido
verdaderamente inútil. Y entonces piensa: hasta ahora he hecho lo que el Señor me ha pedido,
he predicado la palabra, pero de aquí en adelante no haré nada. Y si el Señor me manda
predicar, le responderé que no: “Me has seducido, Yahvé, y me dejé seducir; -[me has
engañado]- me has agarrado y me has podido. He sido la irrisión cotidiana: todos me
remedaban. Pues cada vez que hablo es para clamar: ‘¡Atropello!", y para gritar: "¡Expolio!’.
La palabra de Yahvé ha sido para mí oprobio y befa cotidiana. Yo decía: ‘No volveré a
recordarlo, ni hablaré más en su nombre’. Pero había en mi corazón algo así como fuego
ardiente, prendido en mis huesos, y aunque yo trabajaba por ahogarlo, no podía. Escuchaba
las calumnias de la turba: ‘¡Terror por doquier! ¡denunciadle! ¡denunciémosle!’ Todos
aquellos con quienes me saludaba estaban acechando un traspiés mío: ‘¡A ver si se distrae, y
le podremos, y tomaremos venganza de él!’ Pero Yahvé está conmigo, cual campeón
poderoso. Y así mis perseguidores tropezarán impotentes; se avergonzarán mucho de su
imprudencia: confusión eterna, inolvidable”150. Y prosigue diciendo que el Señor lo ha
defraudado, que le ha hecho predicar cosas que luego se revelaron inútiles y en daño suyo, y
termina maldiciendo el día de su nacimiento.
146
Jer 12,1-4.
147
Jer 15,10-11.
148
Jer 17,14-17.
149
Jer 16,2-3.
150
Jer 20,7-10.
43
Todos, de un modo o de otro, hemos dudado en los momentos de desilusión. Es frecuente
encontrar personas consagradas que atraviesa por este momento particular, transido de
cansancio y de desilusión. Ese momento en el que se llega a decir que la vida ya no tiene
sentido. Y se cree que todos los esfuerzos han sido inútiles, que se está verdaderamente por
los suelos, cansados y desanimados, pero no del todo desesperados, porque queda todavía la
fe. Vita consecrata describe estas situaciones en el itinerario espiritual de las personas
consagradas151 y también las que se dan a nivel institucional en la historia de los institutos
religiosos152 y en ambos casos exhorta a enfrentarlas con una actitud de esperanza activa.
Al final de esa crisis Jeremías se encontró con una madurez espiritual adquirida en medio
de la oscuridad. Se aceptó a sí mismo; aceptó la realidad. A partir de entonces comenzó a
ver con ojos diversos las dificultades y la tragedia del exilio y fue capaz de anunciar la nueva
alianza y la nueva ley escrita en el corazón153.
Todas las personas consagradas han vivido un momento de grande experiencia de Dios que
las llevó a optar por el seguimiento de Jesús a través de la consagración religiosa.
Seguramente todas fueron llamadas no con palabras, sino con hechos. La presencia de Dios
las ha llevado a proclamar, como Jeremías, que Dios es Haba, cercano; que es maravilloso y
estamos en sus manos. Ese fue para todas las personas consagradas un momento de grande
confianza, que las llevó, como Jeremías, a dar la respuesta generosa de los primeros años de
vida religiosa. Cuando se abrazó con entusiasmo la vida fraterna en comunidad y no se
escatimaron esfuerzos y sacrificios en el apostolado.
Más adelante, de un modo o de otro, se ha tenido que pasar por una crisis de purificación
y de desilusión, que se sufre todavía, y en el cual la experiencia de la presencia de Dios, se
convierte en ausencia. Y aquella afirmación de que Dios es Padre, se convierte en negación;
pues no podemos comprobarla con la realidad, ya sea en nuestra vida o en la vida de los
demás, o en la historia del mundo. Es la crisis de identidad que lleva al cansancio y al
desánimo. Pero todo esto anuncia ciertamente la madurez. El momento en que seremos
capaces de aceptarnos a nosotros mismos, aceptar nuestra vida tal como ha sido, con sus
luces y sombras, con nuestros pecados y con nuestras infidelidades. Así nos hacemos
personas de esperanza, capaces de comunicar la esperanza que sentimos. Porque durante
nuestro peregrinar a través de los caminos del señor, encontraremos siempre un sendero que
nos lleva a la madurez. Lo que en el lenguaje espiritual se llama santidad y en san Juan de la
Cruz transformación en Dios, unión con Dios, o sea, la experiencia que todos los santos han
probado.
151
Cf. VC 70.
152
Cf. VC 63.
153
Cf. Jer 31,31-34.
44
A través de la cruz, del dolor y del sufrimiento se llega a la resurrección, a la Pascua.
“Independientemente de las varias etapas de la vida, cada edad puede pasar por situaciones
críticas bien a causa de diversos factores externos –cambio de lugar o de oficio, dificultad en
el trabajo o fracaso apostólico, incomprensión, marginación, etc.-, bien por motivos
estrictamente personales, como la enfermedad física o psíquica, la aridez espiritual, lutos,
problemas de relaciones interpersonales, fuertes tentaciones, crisis de fe o de identidad,
sensación de insignificancia, u otros semejantes…” En esos casos, la ayuda fraterna facilita el
que la persona que se encuentra en un momento de prueba logre “acoger la purificación y el
anonadamiento como aspectos esenciales del seguimiento de Cristo crucificado. La prueba
misma se revelará como un instrumento providencial de formación en las manos del Padre,
como lucha no sólo psicológica, entablada por el yo en relación consigo mismo y sus
debilidades, sino también religiosa, marcada cada día por la presencia de Dios y por la fuerza
poderosa de la cruz”154. Por eso, la experiencia de Jeremías debe ser para nosotros una
invitación a aceptar nuestro camino, que es el drama existencial de todo ser humano, tratando
de permanecer fieles a la voluntad de Dios.
Ante los desafíos que enfrenta hoy la vida consagrada y que producen inseguridad e
incertidumbre. Medio privilegiado para enfocar debidamente los retos que se presentan y
para superar el miedo es, sin duda, la escucha de la palabra de Dios. Ésta, cristalizada en
forma especial y modélica en la Escritura, llega también en los acontecimientos de la historia,
ya que “el plan de la revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas: las
obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y confirman la doctrina y las
realidades que las palabras significan; a su vez, las palabras proclaman las obras y explican su
misterio”156. Escuchar la Palabra de Dios no es sólo atender a ella, percibirla. Se requiere algo
más: abrir con disponibilidad el corazón para acogerla 157 y, sobre todo, para ponerla en
práctica158. Así hay que entender los llamados continuos a Israel para que escuche a Yahvé159.
Un análisis externo de los libros bíblicos los hace aparecer como el resultado de un
proceso normal en la historia del pueblo judío, semejante al de la composición de los libros
154
VC 70.
155
VC 94.
156
DV 2.
157
Cf. Hch 16,14.
158
Cf. Lc 8,21; 11,28; Mt 7,24.
159
Cf. Dt 6,4.
45
sagrados de otros pueblos. Todo tiene una explicación natural. Aparecen primero las
tradiciones orales que, poco a poco, van siendo consignadas por escrito, especialmente en
momentos de crisis nacionales o inmediatamente después de ellas.
La Escritura es, al mismo tiempo, vida y libro; comunidad que camina y camino trazado
por ella. Es importante tener esto presente para comprender la riqueza que significa el que en
la Biblia misma encontramos marcado lo que podríamos llamar el método para la escucha de
la Palabra: el conectaría con la realidad para que, en una relectura, pueda desplegar toda su
fuerza e iluminar el sendero que lleva a descubrir la voluntad de Dios en la vida de la
comunidad y de cada uno.
En las relecturas bíblicas no se añade un nuevo sentido a lo que está escrito. Se descubre,
más bien, desde las situaciones nuevas, lo que existe ya en la palabra bíblica vista con el
microscopio de la vida. Este se utiliza con una fe dinámica, que encuentra nuevas
comprensiones en un proceso de crecimiento y maduración guiado por el mismo Dios. La
relectura y actualización de la palabra se hace siempre desde el interior de una comunidad y
en la búsqueda orante de los caminos de Dios, de su voluntad. Además, las relecturas del NT
están guiadas por la luz de la resurrección de Jesús. Él da el sentido definitivo a toda la
revelación.
160
Cf., por ejemplo, Sabiduría cc. 10-19, que son una relectura del éxodo, hecha en el siglo I a.C; los evangelios
de la infancia: “midrashim” a partir de hechos y personajes del AT.
46
La Constitución conciliar Dei Verbum comienza colocando a la Iglesia a la escucha de la
Palabra de Dios para proclamarla de tal modo que “todo el mundo, con el anuncio de la
salvación, oyendo crea, y creyendo espere y esperando ame”161. La importancia que tiene la
escucha de la palabra de Dios aparece expresada de muchas maneras en la Dei Verbum. Es la
condición indispensable para poder entrar en comunicación con Dios, que “habla a los
hombres como amigos”162 ‘. Sólo a través de la escucha de la palabra puede crecer y de hecho
va creciendo en la Iglesia “la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas”163.
Eso permite la contemplación y el estudio de los creyentes que las meditan en su oración y
las transforman en vida. Igualmente, hace posible el anuncio y proclamación de las mismas,
sea por parte del Magisterio sea por parte de los ministros de la palabra. El Magisterio, “con
la asistencia del Espíritu Santo» oye la palabra «con piedad, la guarda con exactitud y la
expone con fidelidad”164. Los predicadores, por su parte, necesitan escuchar la palabra para
no convertirse en predicadores vacíos y superfluos de un mensaje que no han hecho suyo
vitalmente165. Finalmente todos los cristianos, especialmente los religiosos, son invitados a la
lectura de la Biblia. Al escuchar las palabras contenidas en ella podrán crecer en el
conocimiento de Cristo166.
161
DV 1.
162
Ib. 2.
163
Ib. 8.
164
Ib. 10.
165
Cf. Ib. 25.
166
Cf. Ib.
167
Flp 3,8.
168
DV 25.
169
Cf. SC 7.
170
L. A. SCHÖKEL, La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia, en: AA.VV., Comentarios a la Dei Verbum
(Madrid, 1969), p. 699.
47
La invitación conciliar a todos los cristianos para que se mantengan en una actitud de
escucha frente a la palabra de Dios se acentúa cuando se dirige a los religiosos. En la Dei
Verbum se expresa esto al afirmar que la exhortación se hace «en particular a los
religiosos»171 En el Decreto Perfectae Caritatis nuevamente se pide que quieres profesan los
consejos evangélicos “tengan continuamente en sus manos la Sagrada Escritura para
conseguir con su lectura y meditación el sublime conocimiento de Cristo”172. Es necesario
tener un acercamiento existencial —que parta de la vida y lleve a la vida— a la palabra de
Dios.
Ante todo, hay que escuchar la palabra de Dios de tal modo que, al mismo tiempo que se
tenga delante el verdadero sentido literal del texto bíblico, se pueda encontrar en él un
mensaje legítimo para el presente y que pueda ser percibido con relativa facilidad en el
contacto con la problemática de la vida. Es necesario que la palabra de Dios no sea algo
reservado a especialistas, un libro de museo. Es aquí donde aparece la importancia de la
relectura bíblica que, como decíamos antes, se da al interior mismo de la Escritura.
La legitimidad de la relectura bíblica no puede ponerse en tela de juicio, por más que haya
quienes la hayan tratado de descalificar como si fuese una simple manipulación del texto. La
relectura bíblica parte, ante todo, de la convicción de que la Biblia no es un libro cualquiera
de la antigüedad: es un libro que para un lector creyente contiene la palabra de Dios que
resuena dentro de la comunidad a la que pertenece y de las circunstancias en las que vive, con
fuerza cuestionadora. Al mismo tiempo, entre el texto y el lector existen, como vinculo de
unión, una visión de la realidad dentro de la cual se enmarcan las preguntas sobre el sentido
de la historia y de la propia existencia y, sobre todo, la búsqueda desde la fe de un modo de
vivir y de actuar sobre las circunstancias, que permiten una plena realización en la liberación
de todo lo que oprime y limita.
171
Dei Verbum, 25.
172
Perfectae caritatis, 6.
173
Cf. Dei Verbum, 12.
48
Otra condición para la relectura bíblica es partir de los problemas de la vida en el
acercamiento a la palabra de Dios; de los cuestionamientos que brotan de la realidad, para
interrogar a la Escritura. Tenemos en esto un ejemplo en la primitiva comunidad cristiana que
fue tomando conciencia del acontecimiento Cristo y del sentido de su vida y de la de los
creyentes en contacto con las propias experiencias históricas 174 Así como no podemos
prescindir de la historia pasada para comprender la Biblia, tampoco podemos prescindir de
nuestra historia para comprender el mensaje: «es aquí donde la palabra de entonces nos
interpela de nuevo»175.
En íntima conexión con este requisito de referirse al proyecto de Dios, está el de una
praxis en consonancia con él. El esfuerzo por vivir las exigencias de la palabra es el que
permite al individuo y a la comunidad eclesial una comprensión creciente y existencial de lo
que Dios ha revelado. Eso hace posible la actualización de la palabra, su relectura que, al
mismo tiempo que se concentra en algún aspecto particular, que responde mejor a los
desafíos históricos, queda abierto a muchas concretizaciones a nivel personal, eclesial,
social176. Sin embargo, en todas ellas está el compromiso por hacer la historia que la palabra
de Dios —que resuena con perenne novedad en la relectura— está pidiendo y exigiendo, y
que tiene como meta la liberación total de los hombres177.
d) Practicar un discernimiento de la palabra de Dios en los signos de los tiempos
174
El pueblo de la Biblia, antes de ser inspirado por Dios para escribir la Biblia, se hacía muchas preguntas
sobre la vida. Ayudado por Dios, fue buscando y encontrando las respuestas. Dios quiso que estas preguntas se
escribieran. Y la repuesta escrita fue inspirada por Dios. Es la Biblia que tenemos. Si el pueblo no hubiera
hecho esas preguntas, nunca se habría escrito la Biblia. Lo mismo vale hoy para nosotros: si no nos hiciéramos
preguntas sobre la vida, si no buscásemos resolver juntos los problemas de la vida, no podríamos entender
plenamente la Biblia. La entenderíamos sólo a medias. ¿Por qué? Porque la Biblia es una respuesta. Es la
respuesta de Dios a los problemas que plantea la vida. C. MESTERS, Lecturas Bíblicas. Guías de trabajo para
un curso bíblico (Estella, 1986), p. 22.
175
B. MAGGIONI, II problema dell’ermeneutica biblica e dell’attualizzazione in prospertive pastorale, en:
AA.VV., Incontro con la Bibbia (Roma, 1978), p. 67.
176
cf. Ib., p. 69.
177
Cf J R SCHEIFLER, Cómo y dónde se revela Dios. Criterios para una lectura bíblica de nuestra historia,
en: Sal Terrae. 65 (1977), pp. 104-111.
49
La Biblia no es únicamente un libro de lectura y reflexión, es igualmente un libro de
meditación orante que lleva a descubrir en todo a Dios, a buscar su voluntad en los
acontecimientos, a contemplar a Cristo en todas las personas, a valorar debidamente la
realidad considerada en sí misma y en su relación con lo definitivo 178. Escuchar la palabra de
Dios exige también practicar un discernimiento de la voz de Dios en los signos de los
tiempos. El Vaticano II invitó a permanecer en una actitud de escucha de ellos,
interpretándolos a la luz del Evangelio 179. La presencia de Cristo en la historia y la acción del
Espíritu aparecen palmariamente en los signos de los tiempos. Ellos se hacen presentes allí
para salvar al mundo y para trazar los caminos nuevos que deben transitar los creyentes. Los
signos de los tiempos, palabra de Dios en la historia, deben orientar a los religiosos —como a
toda la Iglesia— a contemplar la vida desde la óptica de Cristo resucitado, a valorar la
realidad y actuar en ella siguiendo los criterios del Evangelio.
178
Cf AA 4.,
179
Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de los tiempo e interpretarlos a la luz del
Evangelio de forma que... pueda responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la
vida...» GS, 4.
180
J. SOBRINO, La oración de Jesús y del cristianismo (México, 1977), p. 53.
50
A lo largo de su historia, Israel es invitado a escuchar (shema’) en el hoy que se renueva
continuamente: “Ahora, Israel, escucha los decretos y las leyes que te enseño”181. El escuchar
es una actitud que vuelve a actualizarse cada vez que la palabra es proclamada nuevamente.
Se la escucha aceptando caminar en la oscuridad con la confianza puesta en el Señor. Pero,
sobre todo, se asume en la escucha al compromiso de cumplir esa palabra: todo lo que Yahvé
ha dicho182. La puesta en práctica de lo que Dios pide aparece también en la Escritura como el
medio para profundizar en la escucha; para comprender existencialmente todas las
implicaciones de la palabra. El que la escucha y pone por obra será como el que edifica sobre
roca183.
g) Vivir una escucha de la Palabra que centre en Dios como el único Absoluto
La consagración radical a Dios, expresión de su amor a Él sobre todas las cosas, coloca a
los religiosos en una perspectiva en la que el Señor es el centro y el absoluto. Hay que
recalcar la importancia de vivir las exigencias de la consagración como manifestación clara
de lo relativo de todo lo que no es Dios. Compartir los bienes en un trabajo por la justicia;
vivir la obediencia como comunión como voluntad salvífica de Dios; ser, por la castidad,
“presencia del amor con el que Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella” será
181
Dt 4,1.
182
Cf. Ex 24,7; Dt 5,27.
183
Cf. Mt 7,24.
184
Cf. Mc 4,1-20; Mt 13,1-23; Lc 8,4-15.
185
Cf. Lc 8,18.
186
Lc 8,21.
187
Dt 6,4-5.
51
una forma de vivir y testimoniar al absoluto de Dios y de poder escuchar en cada momento su
voz, al no tener corazón endurecido por el apego a las criaturas188.
188
Cf. Sal 95.
189
1 S 3,10.
190
Cf. Lc 1,38.
191
Hch 10,33.
192
Cf. Jn 16,13.
193
LG 68.
194
Cf. Lc 11,28.
195
VC 28.
52
a) María en el NT
María, madre de Jesús, ha sido colocada con frecuencia fuera de la historia; y, cuando se
hace esto, se corre el riesgo de exaltarla, pero poniéndola decididamente fuera de su historia.
Con relación a la devoción mariana, existen dos corrientes de pensamiento: la 'maximalista' y
la 'minimalista'. El Vaticano II invitó a los teólogos y predicadores de ambas tendencias a
abstenerse “con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad
de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios”196.
Desde el punto de vista cronológico el primer texto evangélico que nos habla de María es
uno del evangelio de Marcos: “Llegó su madre con sus hermanos y, quedándose fuera, lo
mandaron llamar. Una multitud de gente estaba sentada en torno a él. Le dijeron: ‘Oye, tu
madre y tus hermanos te buscan ahí fuera’. El les contestó: ‘¿Quiénes son mi madre y mis
hermanos?’ Y, paseando la mirada por los que estaban sentados en corro en torno a él,
añadió: ‘Mirad a mi madre y a mis hermanos. Cualquiera que cumpla el designio de Dios, ése
es hermano mío y hermana y madre"197. Encontramos el mismo texto en Lucas pero con una
referencia explícita a la palabra escuchada: sólo quienes la escuchan y la ponen en práctica
son los que hacen la voluntad de Dios. Y aquí hallamos la alabanza más grande que se ha
hecho de la Virgen: Ella es alabada por la fidelidad en acoger la palabra de Dios y en vivir
sus exigencias198.
196
LG 67.
197
Mc 3,31-35.
198
Cf. Lc 11,28.
199
Mc 6,1-3.
200
Cf. Lc 1,26-38.
201
Cf. Lc 1,39-45.
53
Un estudio minucioso de la figura de la Virgen, nos llevará sin duda a descubrir en ella
dos características fundamentales. La primera, que María es plenamente de Dios, escucha y
cree en la palabra de Dios, la medita y acepta lo que ésta le pide con grande disponibilidad y
lo hace en un contexto de vida sencilla y a veces también llena de sufrimientos. La segunda
es que la Virgen está siempre cercana a las hermanas y a los hermanos, se interesa también
de los problemas cotidianos. Falta vino en Caná de Galilea y se preocupa, como también va a
visitar a su prima que necesita su apoyo.
Por otro lado, en el Magnificat viene incluso presentada como un miembro de los “pobres
de Yahvé”, que habían aprendido a crecer espiritualmente a través del sufrimiento, poniendo
su confianza en Dios y creando solidaridad con los demás. Este último aspecto de la Virgen
ha hecho del Magnificat un canto de liberación.
Pablo VI en Marialis cultus nos presenta una síntesis de todos los aspectos de la vida de
María. Es un texto extraordinario que se basa en un modo nuevo de leer la Escritura, dice así:
«Deseamos en fin subrayar que nuestra época, como las precedentes está llamada a verificar
su propio conocimiento de la realidad con la palabra de Dios y, para limitarnos al caso que
nos ocupa, a confrontar sus concepciones antropológicas y los problemas que derivan de ellas
con la figura de la Virgen tal cual nos es presentada por el Evangelio. La lectura de las
Sagradas Escrituras, hecha bajo el influjo del Espíritu Santo y teniendo presentes las adqui-
siciones de las ciencias humanas y las variadas situaciones del mundo contemporáneo, llevará
a descubrir cómo María puede ser tomada como espejo de las esperanzas de los hombres de
nuestro tiempo”.
“De este modo, por poner algún ejemplo, la mujer contemporánea, deseosa de participar
con poder de decisión en las elecciones de la comunidad contemplará con íntima alegría a
María, que, puesta a diálogo con Dios, da su consentimiento activo y responsable no a la
solución de un problema contingente sino a la «obra de los siglos», como se ha llamado
justamente a la Encarnación del Verbo; se dará cuenta de que la opción del estado virginal
por parte de María, que en el designio de Dios la disponía al misterio de la Encarnación, no
fue un acto de cerrarse a algunos de los valores del estado matrimonial, sino que constituyó
una opción valiente, llevada a cabo para consagrarse totalmente al amor de Dios; comprobará
con gozosa sorpresa que María de Nazaret, aun habiéndose abandonado a la voluntad del
Señor, fue algo del todo distinto de una mujer pasivamente remisiva o de religiosidad
alienante, antes bien fue mujer que no dudó en proclamar que Dios es vindicador de los
humildes y de los oprimidos y derriba de sus tronos a los poderosos del mundo” 202. "La
imagen de Maria profetisa y liberadora emerge de la lectura teológica hecha en el trasfondo
de nuestra situación de esclavitud y opresión. Leemos con los ojos de hoy las Escrituras
escritas ayer... La espiritualización que se realizó del Magnificat dentro de los cuadros de una
espiritualidad privatizante e intimista acabó por vaciar todo el contenido liberador y
subversivo para el orden de este mundo, presente en forma inequívoca en el himno de la
Virgen"203.
Por todo esto, la figura de la Virgen en su dimensión profética es para la vida consagrada
un estímulo para enfrentar las situaciones de inseguridad en las que se encuentra en esta
época de su historia. Ella supo asumir con valentía evangélica el dolor, la cruz y las
contradicciones de la vida. Podemos, por tanto, reconocer en María, “que sobresale entre los
humildes y los pobres del Señor una mujer fuerte que conoció la pobreza y el sufrimiento, la
huida y el exilio; situaciones todas estas que no pueden escapar a la atención de quien quiere
secundar con espíritu evangélico las energías liberadoras del hombre y de la sociedad; y no se
le presentará María como una madre celosamente replegada sobre su propio Hijo divino, sino
como mujer que con su acción favoreció la fe de la comunidad apostólica en Cristo y cuya
función maternal se dilató, asumiendo sobre el Calvario dimensiones universales. Son
ejemplos. Sin embargo, aparece claro en ellos cómo la figura de la Virgen no defrauda
esperanza alguna profunda de los hombres de nuestro tiempo y les ofrece el modelo perfecto
del discípulo del Señor: artífice de la ciudad terrena y temporal, pero peregrino diligente
hacia la celeste y eterna; promotor de la justicia que libera al oprimido y de la caridad que
socorre al necesitado, pero sobre todo testigo activo del amor que edifica a Cristo en los
corazones”205.
Como vida consagrada seguimos a Jesús en tiempos de incertidumbre. María aparece para
nosotros como modelo para saber responder a las exigencias de los caminos del Señor
viviendo abiertos a Él en la escucha de su palabra y cercanos a los demás en la vivencia del
amor, síntesis de todas las enseñanzas de Jesús. La Virgen es la primera discípula y, para las
personas consagradas, es el ejemplo más luminoso de seguimiento de Jesús.
Al igual que en los temas expuestos anteriormente los místicos nos han ayudado a
aprender cómo enfrentar nuestro tiempo de éxodo y noche oscura; de exilio y de pobreza; de
búsqueda de los caminos de Dios, así también encontramos en ellos un modelo de profetismo
y de escucha de la palabra divina para ponerla en práctica. Un ejemplo estimulante es Teresa
de Jesús. Ella recorrió su camino de vida consagrada y de refundación del Carmelo en
“tiempos recios” y, a pesar de tener un acceso limitado a la Biblia, supo fundamentar su vida,
su espiritualidad y su servicio eclesial en la palabra de Dios.
Ella es sensible a la división de la Iglesia y esa es una de las motivaciones que la lleva a
fundar el monasterio de san José de Ávila para hacer lo que le era posible: “Venida a saber
los daños de Francia de estos luteranos… fatígueme mucho, y, como si yo pudiera algo o
fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Paréceme que mil vidas
pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que veía perder. Y, como me vi mujer y
ruin e imposibilitada de aprovechar en nada en el servicio del Señor, que toda mi ansia era, y
aún es, que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos; y así
determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí, que es seguir los consejos
evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar estas poquitas que están aquí
hiciesen lo mismo, confiada yo en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien
por él se determina a dejarlo todo…”206.
Por otro lado, cuando viene a saber la dolorosa situación de los indios en América. Cuando
fray Alonso Maldonado le informa de las almas que se perdían por falta de doctrina,
“clamaba a nuestro Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún
alma para su servicio… y que pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más” 207. Al
mismo tiempo, cuando se entera de los malos tratos que dan los conquistadores a los indios
escribe en una carta a su hermano Lorenzo palabras duras y valientes: “no sé muchas veces
qué decir, sino que somos peores que bestias…”208.
b) Actitud profética
206
Camino de Perfección 1,2.
207
Fundaciones, 1,7.
208
Carta del 17.1.1570.
209
Vida 32,11.
210
Vida 7,5.
56
Iglesia de su tiempo. Procura que sus monjas los asuman en la oración, en íntima
participación que hace propios los gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias del pueblo
de Dios. Limitada por la situación de la mujer en aquella sociedad y en el modelo de Iglesia
de su tiempo, hace lo que puede por la comunión de los creyentes en Cristo.
El tema de la mujer en la sociedad y en la Iglesia del siglo XVI es tratado por la Santa con
acentos proféticos y "revolucionarios". Al presentarnos su experiencia personal, Teresa de
Jesús se mueve en dos niveles: el de los condicionamientos sociales y eclesiales de su época y
el de su convicción profunda y personal.
Al primer nivel pertenece todo aquello que subraya la debilidad, ruindad, ignorancia de la
mujer, que proclama continuamente, con frecuencia aludiendo a la opinión de los letrados y
espirituales. Por otro lado, está el segundo nivel que nos presenta otra imagen de la mujer:
aquella que es fruto de su experiencia de Dios y de lo que El ha hecho en su vida. En esta
perspectiva exalta la capacidad de amor y de entrega de la mujer, la fortaleza que demuestra
en circunstancias adversas, los ejemplos de fidelidad al Señor: "mujeres eran otras y han
hecho cosas heroicas por amor de Vos"211. Hablando de las gracias místicas, afirma que,
según Pedro de Alcántara y a la luz de su propia experiencia: "hay muchas más mujeres que
hombres a quien el Señor hace estas mercedes ... y también lo he visto yo, que decía
aprovechaban en este camino más que hombres, y daba de ello excelentes razones ... todas en
favor de las mujeres"212.
"Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, las mujeres, antes las
favorecisteis con mucha piedad, y hallasteis en ellas tanto amor y más fe que en los hombres,
pues estaba vuestra sacratísima Madre en cuyos méritos merecemos ... lo que desmerecíamos
por nuestras culpas. No basta, Señor, que nos tiene el mundo acorraladas ... que no hagamos
cosa que valga nada por Vos en público, ni osemos hablar algunas verdades que lloramos en
secreto, sino que no nos habéais de oír petición tan justa. No lo creo yo, Señor, de vuestra
bondad y justicia, que sois juez justo y no como los jueces del mundo, que - como son hijos
de Adán y, en fin, todos varones - no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa. Si,
que algún día ha de haber, Rey mío, que se conozcan todos. No hablo por mi, que ya tiene
conocida el mundo mi ruindad y yo holgado que sea pública; sino porque veo los tiempos de
manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujer"213.
En la época en que vivió Teresa de Jesús las mujeres tenían un acceso parcial a la Biblia a
través de la liturgia y de los autores espirituales. La inquisición vigilaba para que la Escritura
no llegara a manos de los fieles, especialmente de las mujeres. Por eso sorprenden la
abundantísimas citas explícitas que hace de la Biblia y las constantes alusiones a la misma.
Pero, sobre todo, impresiona la valentía de Teresa que se atreve a comentar algunas partes de
211
. V 21,5.
212
. V 40,8.
213
. CE 4,1.
57
la Escritura. Más todavía: “La Biblia se adhiere a su vida y a su mensaje. Penetra una y otro
saturándolos. Al escribir ‘las cosas de espíritu’, la palabra de Dios le fluye con la misma
sencillez que abundancia. Como le mana su misma vida. Textos, tipologías, evocaciones,
reminiscencias bíblicas se agolpan sobre su pluma en el momento preciso, como a presión de
la vida que lleva dentro, con toda la carga de vibraciones y resonancias y luminosidad que la
palabra de Dios le produce”214.
Santa Teresa nos enseña a unir la palabra de Dios en la Escritura con la palabra de Dios en
la vida. Ella, en lo que lee o conoce de la Escritura, ve reflejada su existencia; la Biblia
ilumina su experiencia de fe y su proceso espiritual. Ella vive y lee su su vida a la luz de la
palabra de Dios y se deja guiar por ella: “quedé... con grandísima fortaleza y muy de veras
para cumplir con todas mis fuerzas, la más pequeña parte de la Escritura divina. Paréceme
que ninguna cosa se me pondría delante, que no pasase por esto”215.
El Señor le dio también a entender “una verdad, que es cumplimiento de todas las
verdades”, cuando le dijo: “No es poco esto que hago por ti, que una de las cosas es en que
mucho me debes; porque todo el daño que viene al mundo es de no conoceer las verdades de
la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella”216.
Encontramos, por tanto, en Teresa de Jesús un testimonio vital de la importancia que tiene
la Escritura para vivir la dimensión profética de la vida consagrada. Ella a iluminar la
experiencia de Dios en la vida con la Escritura; a leer ésta a partir de la vida; a encontrar en la
palabra de Dios escuchada y puesta en práctica una fuente para anunciar el proyecto de Dios
y denunciar todo lo que se opone a él con una obediencia profética que lleva a disentir de
algunas estructuras y prácticas y de tradiciones sin sentido. Ella, como hemos visto, critica la
vida religiosa de su tiempo y se enfrenta a teólogos para defender la importancia de la
humanidad de Jesús en el camino espiritual o que prohibían a las mujeres el ejercicio de la
oración mental.
Estas enseñanzas vitales de Teresa de Jesús nos orientan para navegar en medio de la
tempestad de estos tiempos difíciles e inciertos para la vida consagrada y para la Iglesia de
hoy. Al mismo tiempo confirma que “ una especial fuerza persuasiva de la profecía de la
coherencia entre el anuncio y la vida [y que] las personas consagradas serán fieles a su misión
en la Iglesia y en el mundo en la medida que sean capaces de hacer un examen continuo de sí
mismas a la luz de la palabra de Dios”217.
1. ¿Cuáles son las principales dificultades que nos impiden vivir la dimensión profética
de la vida consagrada en este tiempo de inseguridad?
2. ¿De qué manera podemos acercarnos a la Escritura para que sea luz para discernir los
caminos de refundación de la vida consagrada y fuerza para recorrerlos con parresía?
214
M. HERRÁIZ, La palabra de Dios en la vida y pensamientos teresianos, en Teología espiritual 28 (1979) 53.
215
Vida 40,2.
216
Ib. 1.
217
VC 85.
58
3. ¿Consideramos a María, la Madre de Jesús, como mujer profética y liberadora que
nos impulsa a vivir con radicalidad nuestra vocación profética y a superar los miedos
que nos paralizan?
59
ALGUNAS OBRAS FUNDAMENTALES SOBRE EL TEMA
CHITTISTER, J., El fuego en estas cenizas. Espiritualidad de la vida religiosa hoy, Sal
Terrae, Santander, 1998.
MARTÍN VELASCO, J., La experiencia cristiana de Dios, Trotta, Madrid, 3a. ed., 1997.
MARTÍNEZ, F., Situación actual y desafíos de la vida religiosa, Instituto teológico de vida
religiosa, Vitoria/Gasteiz, 2004, Frontera/Hegian 44.
MESTERS, C., La palabra de Dios en la historia de los hombres, Ed. Bonum, Buenos
Aires, 1972.
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STEIN, E., Escritos esenciales. Introducción y edición de John Sullivan, OCD, Sal Terrae,
Santander, 2003.
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Índice
Introducción
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PARA LA CONTRAPORTADA
Toda época de transición trae consigo la incertidumbre y la inseguridad que acarrean las
exigencias del cambio. El temor a lo desconocido; la nostalgia de las certezas de un pasado
transformado en parte de la vida y la imposibilidad de prever con claridad el futuro generan
angustia y miedo.
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La vida consagrada está enfrentando una situación con esas características. Necesita
aceptar vivir en la inseguridad, pero debe hacerlo desde una perspectiva espiritual enraizada
en la palabra de Dios que fue escrita para nuestra enseñanza “para que por la paciencia y el
consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15,4). Al mismo tiempo,
la experiencia de los místicos, que son “el vértice de la conciencia cristiana” es una luz que
ilumina los vericuetos de las vicisitudes por las que tienen que atravesar las personas
consagradas en el momento actual. En ellos, como en un espejo, pueden contemplarse para
aceptar que todos los tiempos son tiempos del Espíritu.
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