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DEL EXODO
Intentemos aportar algunas orientaciones metodológicas que ayuden a realizar la catequesis
sobre el Exodo. Advertimos, sin embargo, que nos fijamos tanto en la catequesis de iniciación
cristiana, especialmente en la que prepara a la confirmación —entre los 14 y 18 años— (cf DGC 63-
68; IC 69-110), como en la catequesis reiniciatoria, que recupera a jóvenes y a adultos para una
vivencia adulta de la fe (cf IC 124-133). Por tanto, en estas pistas prácticas no nos fijamos en la
llamada catequesis permanente o educación permanente de la fe (cf DGC 69-72).
Sin embargo, esta vivencia de Dios como Padre, la más radical a la experiencia cristiana, no
puede oscurecer otros rasgos fundamentales del Dios revelado, que fueron manifestándose ya
desde el Antiguo Testamento. Moisés se encontró con el Dios de los padres desde una profunda
experiencia religiosa expresada por la zarza ardiente (Ex 3,1-6), y lo descubre como el Dios
liberador del hombre. Y esta revelación se fue reiterando, consolidando y matizando a través de
cada uno de los acontecimientos liberadores en que Moisés sintió la presencia de Yavé: «Yo estaré
contigo» (Éx 3,12; 4,12-15).
A lo largo del Exodo, que entre los biblistas abarca desde la salida de Egipto hasta las puertas
de la tierra de la promesa (Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio), el Dios de Israel se fue
revelando especialmente en sus acciones a favor de su pueblo. Más que decir quién es en sí
mismo, Dios manifiesta «quién quiere ser para los hombres» (Josep Vives), como puede percibirse
en el siguiente cuadro sinóptico.
Así pues, el conocimiento del Dios de Israel, base para la adhesión a la fe, va naciendo en el
seno de la lucha por salir de la opresión, y los sucesivos acontecimientos van descubriendo su
identidad y le van proporcionando nuevos nombres.
En efecto, los israelitas tuvieron conciencia de que Dios los había acompañado en la aventura
liberadora de la opresión de Egipto ofreciéndoles el don de la libertad; pero fueron cayendo en la
cuenta a lo largo del desierto y de su estancia en la tierra prometida (propuesta divina-
asentimiento del pueblo-ruptura-nueva propuesta divina-renováción del Pacto), de que ellos
necesitaban, además, una salvación y liberación más radical: la del propio pecado, la de la
autosuficiencia y la desconfianza en Dios. Por eso, el Exodo constituye, a la vez, una liberación
socioeconómica y religiosa. Más aún, «si Dios saca a su pueblo de una dura esclavitud económica,
política y cultural, es con miras a hacer de él, mediante la alianza en el Sinaí, un reino de
sacerdotes y una nación santa (Ex 19,6). Dios quiere ser adorado por hombres libres... (con una)
libertad en plenitud, que no puede(n) encontrar más que en la comunión con su Dios»1.
Pues bien, hoy, pueblos enteros de nuestra tierra, sometidos a las injusticias de unos pocos, a
guerras interminables y al subdesarrollo permanente, luchan con todas sus energías por superar
estos males que los condenan a quedar al margen de la vida (cf EN 30-31). La gesta del Exodo es el
paradigma o acontecimiento paradigmático veterotestamentario del Proyecto de liberación
integral, que Dios ha concebido para todos los pueblos de la humanidad. Por eso, Dios sigue y
seguirá siendo un Dios liberador para todos los pueblos de la tierra, que son su único pueblo. La
liberación del Exodo sigue su marcha hoy, y es preciso colaborar en ella.
Una catequesis de iniciación o de reiniciación cristiana sobre el Exodo debe conmover y marcar
la sensibilidad de los participantes en esa doble dimensión liberadora de la salvación de Cristo:
liberar de actitudes pecaminosas y liberar a personas concretas y a pueblos enteros de situaciones
injustas y deshumanizadoras, fruto de actitudes de pecado2.
b) El Exodo, hecho histórico y situación interior de toda persona, incluso creyente. El
acontecimiento del Exodo es la aventura histórica de un pueblo esclavo, sometido e incapaz de
redimirse a sí mismo, que por la condescendencia misericordiosa y todopoderosa de Dios sale, con
gran sufrimiento, camino de la libertad con la generosa colaboración de un mediador fiel a Yavé:
Moisés. Pues bien, el binomio esclavitud-libertad es, además, una dimensión de lo que cada
persona vive en su interior: una experiencia (ética) profunda de la personalidad de todo ser
humano.
Una especie de impulso o voluntad de poder nos esclaviza a las personas y se manifiesta en las
actitudes que tomamos ante las realidades creadas con que nos encontramos: el dinero (Mt 6,24),
el dominio sobre los demás (Mc 10,41ss.), el placer, la envidia y el odio (Rom 6,19; Tit 3,3), la
observancia literal de la ley (Gál 4,8ss.), el miedo a la muerte (Heb 2,14-15), a la que no nos
atrevemos a mirar de frente y que tapamos con muchas cosas... Todos queremos e intentamos
superar estas situaciones opresoras, pero no encontramos caminos de superación permanente.
¿Cómo salir de estas situaciones? La experiencia comunitaria y revelada del éxodo bíblico nos
da las claves para aplicarlas a nuestra situación personal:
— Con esta luz y energía somos invitados —desde la experiencia revelada del Exodo— a
renunciar a nuestra voluntad de independencia; a que consintamos en dejarnos guiar por Dios y
amar por él, esto es, que renunciemos a lo que constituye el fondo mismo de nuestra actitud
pecaminosa: la autosuficiencia. ¡El actúa en nosotros y nosotros colaboramos con él! ¡No estamos
solos!
— Así como el Exodo marcó el verdadero nacimiento del pueblo de Dios como pueblo creyente
y liberado de esclavitudes materiales y morales, también nuestra existencia, esclavizada por la
voluntad de acaparar las cosas sólo para nosotros, nace de nuevo como una existencia libre, con
una libertad para servir a los demás. Y esta perspectiva, revelada ya en el Antiguo Testamento,
queda reforzada a la luz del Nuevo Testamento con la salvación en Cristo: «Hermanos, vosotros
habéis sido llamados a ser hombres libres..., servíos unos a otros por amor» (Gál 5,13), uno de los
aspectos esenciales del evangelio de Jesús (cf Lc 4,18)3.
En lo que acabamos de exponer se puede entender bien lo que decimos en la primera parte de
nuestro artículo en orden a actualizar el libro del Éxodo: «Cada generación tiene que considerarse
a sí misma como salida del éxodo» (Tratado talmúdico Pesahim 10, 5).
Efectivamente, cuando miramos la transformación de nuestra vida personal tal como la hemos
descrito, entonces nos apropiamos del significado teológico-existencial de los acontecimientos
narrados en el Exodo, pues buscamos no sólo conocer la historia de nuestra salvación, sino
preferentemente experimentar aquello que, desde el punto de vista de la fe, esos acontecimientos
significan, siguen diciendo, para nosotros hoy: quien quiera ser seguidor de Jesús, ha de pasar por
la experiencia de fe del Exodo, de la misma manera que Jesús la experimentó, sobre todo, en su
pasión, muerte y resurrección. Nosotros, por habernos esclavizado y estar necesitados de su
liberación. Jesús, no por haber pecado, sino por haberse encarnado, por haber asumido nuestra
náturaleza para liberarnos de nuestra condición pobre y pecadora y conducirnos a la tierra de la
libertad de los hijos de Dios. El es el nuevo Moisés, nuestro Mesías, resucitado y liberador, hoy.
Advertimos de nuevo que esta forma de actualizar el Éxodo en nuestra vida, tanto personal
como colectiva o social, es aplicable a la catequesis de adolescentes (14-18 años), de jóvenes (19-
29 años) y de adultos (30-65 años)4.
3. TESTIMONIOS ACTUALES. LOS testimonios de personas que viven hoy en estado de éxodo
ayudan a descubrir la actualidad del Exodo bíblico.
Estos catequistas deben ponderar lo que el Vaticano II, en su constitución dogmática Dei
Verbum, dice acerca de la importancia del Antiguo Testamento en la educación de los creyentes:
«Los libros del Antiguo Testamento, según la condición de los hombres antes de la salvación
establecida por Cristo, muestran a todos el conocimiento de Dios y del hombre y el modo como
Dios, justo y misericordioso, trata con los hombres. Estos libros, aunque contienen elementos
imperfectos y pasajeros, nos enseñan la pedagogía divina. Por eso los cristianos deben recibirlos
con devoción, porque expresan un vivo sentido de Dios, contienen enseñanzas sublimes sobre
Dios y una sabiduría salvadora acerca del hombre, encierran tesoros de oración y esconden el
misterio de nuestra salvación... Aunque Cristo estableció con su sangre la nueva alianza (cf Lc
22,30), los libros íntegros del Antiguo Testamento, incorporados a la predicación evangélica,
alcanzan y muestran su plenitud de sentido en el Nuevo Testamento (cf Mt 5,17; Lc 24,27) y, a su
vez, lo iluminan y lo explican» (DV 15-16).
b) Utilidad catequética de los testimonios actuales de creyentes afines a las experiencias del
Exodo. Esta lectura del Exodo, actualizada en nosotros desde la pascua de Cristo, se puede realizar
más fácilmente a través de testimonios actuales de cristianos que viven experiencias afines al
Exodo, y que evocan, a su vez, estas mismas experiencias vividas por Cristo, nuestro salvador
resucitado. Proponemos dos ejemplos: una actualización de carácter colectivo y otra de carácter
personal.
– Una actualización del Éxodo de carácter colectivo o social. Un grupo de catequesis de adultos
ha comenzado a hacer la catequesis sobre el Antiguo Testamento, estudiando los personajes más
sobresalientes del mismo, y algunos hechos importantes vividos por ellos y por todo el pueblo de
Dios. En dos sesiones se aborda el tema: «Moisés, el libertador: el Exodo». Todos han leído –antes
de cada sesión– una breve introducción sobre el pueblo hebreo esclavo en Egipto, la figura de
Moisés (su nacimiento, educación, huida al país de Madián, la llamada del Señor, la decisión de
Moisés a hablar con el Faraón, la cena del cordero pascual, la huida del pueblo, el paso del mar
Rojo y el himno de victoria a Yavé).
Las sesiones se dedican, fundamentalmente, a leer los textos como palabra de Dios. La primera:
Ex 2,1-25: «Salvado de las aguas» y el clamor del pueblo a Dios; 3,1-15: la zarza ardiente y la
llamada de Moisés: «Yo estaré contigo»; 5,1-9 y 22-23: «Deja salir a mi pueblo»; 10,1-3: «Así
sabréis que soy el Señor». La segunda: Ex 12,21-42: la cena pascual; muerte de los primogénitos;
13,17-22: la nube y la columna de humo; 14,1-31: paso del mar ¡Estad firmes!; 15,1-20: himno de
victoria.
Cada texto se comenta entre todos: se descubre el mensaje que el texto bíblico, bajo la luz del
Espíritu, va revelando. Se asimila en breves silencios de oración; se cantan versículos de salmos
apropiados a situaciones colectivas: «El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres»
(Sal 125,3); «Dad gracias al Señor, porque es bueno...» (Sal 117,1.29); versículos de los salmos 43,
79, 84, 135, etc.
Pero es en una tercera sesión cuando se puede actualizar más detenida e íntegramente el
acontecimiento del Exodo en situaciones colectivas que incluyen riesgos graves para la vida de las
personas. Para ello se leen y se comentan dos o tres testimonios de grupos o colectividades de
personas cristianas —próximas o lejanas— con rasgos parecidos a la experiencia del Exodo bíblico.
He aquí un testimonio concreto:
«Durante más de treinta años, el País vasco y otras muchas ciudades del Estado español han
estado siendo azotadas por la violencia terrorista de ETA o del Movimiento de liberación nacional
vasco (MLNV). Todo el pueblo ha vivido largos años atemorizado e inactivo. Hace unos veinte años
se empezaron a mover determinadas agrupaciones de ciudadanos y ciudadanas, y alentaron a
otros a manifestarse contra la violencia etarra, reuniéndose en silencio durante un cuarto de hora
en lugares públicos, y en torno a una pancarta con frases a favor de la paz, después de algún
asesinato perpetrado por ETA. Una de las colectividades más destacada ha sido Gesto por la paz,
de matriz cristiana. Pronto se siguió la misma costumbre después de la muerte de cualquier etarra,
con el fin de oponerse a la misma violencia defensiva desarrollada por la autoridad de orden
público, y luchar por la desaparición de toda violencia, a favor de una sociedad vasca democrática,
plural y en paz.
En pocos años, los grupos de Gesto por la paz se multiplicaron. Los ciudadanos y ciudadanas
constructores de la paz salieron a la calle. Además, las manifestaciones por la paz se multiplicaron
y se hicieron masivas. A pesar del peligro de ir a cara descubierta, la ciudadanía vasca había
perdido el miedo.
Al final, antes del canto de clausura a la Madre de Dios de Begoña, toda la asamblea, al
unísono, pronunció este manifiesto-compromiso:
«Afirmamos que el proyecto de Dios sobre los hombres de todos los tiempos es convocarnos a
vivir como hermanos ya en esta tierra: respetando los derechos legítimos de las personas;
contribuyendo a transformar las estructuras injustas que favorecen desigualdades y violencias, y
defendiendo con todos los medios lícitos el supremo don de Dios a cada hombre: la vida, junto con
el derecho a desarrollarla en igualdad de condiciones con los demás.
Reconocemos, sin embargo, que, como seguidores de Jesús, estamos demasiado distantes de
sus actitudes a favor del hermano hombre, y que con frecuencia engrosamos las filas de los
injustos y violentos y discriminamos a las personas.
Por eso, con la fuerza del Espíritu del Resucitado, vivo entre nosotros, y unidos a nuestros
pastores, declaramos que:
Estamos dispuestos a sentirnos responsables de la falta de paz por nuestra cobardía en actuar
como mediadores de reconciliación entre personas enfrentadas.
El comentario de cada texto se hace también entre todos, como se sugiere arriba, aunque los
versículos de los salmos serán más apropiados si se toman de los siguientes: «El Señor es mi
pastor, nada me falta» (Sal 22,1 ss.); «Aclama al Señor, tierra entera» (Sal 99,1ss.; 102; 114; 120;
122; 126, etc).
La actualización de los textos del Exodo se haría más bien en clave personal que colectiva:
¿encontramos en nuestra vida o en personas de nuestro ambiente experiencias de fe semejantes a
las de Moisés o a las del pueblo israelita? Estos testimonios de experiencias de éxodo de los
mismos participantes son una actualización del acontecimiento, de manera que se puede decir en
cada caso: ¡Ahí está actuando el Señor! Un momento de oración ayudaría a contemplar
agradecidos el paso del Señor, hoy, en la vida de nuestros hermanos, y podría concluirse con una
aclamación.
Pero es también en una tercera sesión cuando se puede realizar la actualización en la propia
vida de los textos del Exodo más detenida y globalmente. Se leen y se comentan dos o tres
testimonios de carácter individual de personas cristianas conocidas –destacadas o normales– en
los que se descubren rasgos de la experiencia bíblica del Éxodo. También se propone un ejemplo:
«Manuel Lozano es de Linares (Jaén). Lolo para todos. Nace en 1920. Al estallar la Guerra civil
española, en 1936, es un estudiante de bachillerato y joven de Acción católica. Por su militancia
cristiana es detenido. Liberado y militarizado, una de sus misiones es la de atender una centralita
telefónica instalada en una cueva muy húmeda. Allí adquiere una enfermedad reumática que
llenará de dolores y rigideces su cuerpo. Termina magisterio y vuelve a la actividad apostólica;
pero una nueva movilización en Madrid le lleva a resentirse gravemente de su enfermedad. Lolo,
joven ilusionado, es ya un enfermo para toda la vida.
El mal progresa rápidamente y se impone el sillón de ruedas, donde pasará casi treinta años
hasta su muerte, en noviembre de 1971. Lolo, a pesar de su mala salud, realiza su vocación de
escritor. Y escribe El sillón de ruedas, Dios habla todos los días, Mesa redonda con Dios... Y escribe
bien. Cuando su mano derecha queda paralizada, aprende a escribir con la izquierda. Después
tendrá que sujetar el bolígrafo a la mano con una goma y seguirá escribiendo: Las golondrinas
nunca saben la hora, Reportaje desde la cumbre... Queda ciego. Un magnetófono regalado por la
ONCE le permite dictar sus trabajos literarios.
Pero, a la vez que escritor, Lolo es periodista, y lo es de pies a cabeza. No deja su colaboración
asidua con Ya, Signo, Vida Nueva, ni en los momentos más críticos de su salud. Inventa y dirige
Sinaí, un periódico para los enfermos que ofrecen sus dolores a Dios por los informadores y
periodistas... Por su asiduidad, le conceden el premio Bravo de prensa de la Comisión episcopal de
medios de comunicación social.
En sus artículos toca temas de actualidad, y hace referencia a personas conocidas, de tal
manera que se puede pensar que es un reportero que viaja por todo el mundo. A cuantos le
visitamos Lolo no se cansa de preguntarnos sobre el trabajo en nuestras redacciones. Lee los
periódicos con la minuciosidad de un corrector de prensa, escribe con el entusiasmo de quien
escribe su primer artículo y corrige con la exigencia de un gran director... ¡Acecha la huella de
Dios!...
En su pueblo natal es una institución. Se le dedica una calle, se le hacen homenajes. Pero su
cuerpo se va llenando de sufrimientos. Llega a pesar 35 kilos. Los dolores y ahogos le van
asegurando que su vida terrena se acaba. Consuela a sus amigos y a su hermana, fiel cuidadora.
Admirado por su paciencia, por su entrega al apostolado de la pluma, por su sonrisa perenne, por
su vida evangélicamente heroica, a los 51 años, muere recitando el padrenuestro. Laico, enfermo,
escritor y periodista, el proceso de beatificación de Lolo está ya en Roma. Puede ser pronto el
primer periodista español en los altares. Muchos de sus colegas se gozan de pertenecer a la
Asociación de amigos de Lolo6.