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El aborto como derecho y problema

Junto a otros asuntos, éste se ha convertido en tema obligado.


Aunque opinar sobre él resulta bastante controversial. Es tan espinoso
como emitir ideas sobre esa cuestión de los “géneros” o del tal lenguaje
inclusivo que tanto daño hace al español. El chavismo se ha convertido
en vanguardia discursiva en esos aspectos. Lo ha reducido a la política
—mejor dicho, a la politiquería— y a sus reservas en otras latitudes, ya
que nada ha hecho para atender la cuestión, jurídicamente hablando.
Aunque una a la vez. No con mucho detalle, dadas las limitaciones de
estos espacios.
Hay quienes consideran que, en la perspectiva de la
despenalización del aborto y su conquista como derecho individual, la
lucha debe estar articulada a la creación de mejores condiciones para la
reproducción. Además, que lo individual está relacionado con las leyes
de la población y las necesidades económicas y sociales de la
humanidad en general y de cada país en particular.

El aborto y el crecimiento de la población: algo de historia


En Palestina, difícilmente la lucha por este derecho individual
tendría pertinencia, que no sea por razones como los embarazos
producto de violación o el riesgo de enfermedad, entre otros. Pero como
derecho individual, sin negarlo, no cuenta con mayor argumento en una
sociedad que a toda costa busca poblarse frente a la pretensión israelí
de exterminarlos.
En América Latina, Paraguay resulta emblemático. Un país
asolado por osar desarrollarse de manera autónoma y soberana —y,
además, asumir el sacrilegio imperdonable de negarse a aceptar deuda
externa alguna— fue despoblado por los ejércitos de Brasil, Argentina y
Uruguay. Es que la llamada “guerra de la triple alianza”, atizada por los
británicos, derivó en la reducción de la población a la mitad. Los
hombres fueron exterminados 4 de cada 5. De allí que cualquier idea
malthusiana, o de prácticas abortivas, resultaba y aún resulta una
contradicción con el objetivo de repoblar el país. Lo que no supone
negar el derecho al aborto por determinados motivos. Así como la
condena a la penalización del aborto.
En China, con la restauración de las relaciones sociales basadas
en la propiedad privada sobre los medios, se avanza en la práctica del
aborto forzado y la esterilización. Luego se instituye lo del hijo único
hasta recién que permiten hasta dos, bajo algunas premisas. Desde
1949, hasta el golpe de Estado de Deng, se propició la libertad para la
reproducción, bajo la premisa de que el problema no es la población
sino la producción.
El primer país que despenalizó el aborto y lo asumió como un
derecho de la mujer fue la URSS. De allí se apoyan distintos sectores
feministas de “izquierda” que reivindican este logro. Por resaltar un
tanto esta historia, haremos una breve reseña.
En un ensayo escrito por el gran poeta César Vallejo, Rusia en
1931, reflexiones al pie del Kremlin, le pregunta acerca de la maternidad
en Rusia, a una obrera que le ayuda como guía, y ella responde: “Hay
dos clases de aborto en Rusia: el aborto clandestino y el aborto legal. El
primero es el que practican las madres arbitrariamente, movidas por
motivos e intereses caprichosos y egoístas, por evitarse dolores y
cuidados, por no deformarse (!) el talle o por cualquier otra causa
inconfesable y oculta. En este caso, el aborto es un crimen, como en
todos los demás países, y la ley lo persigue y castiga severamente. El
aborto legal es el que se hace por el ministerio de la ley y a causa de
enfermedad orgánica y grave de uno de los padres o por accidente
sobrevenido durante el embarazo a la madre. Este aborto lo ordena el
médico y es obligatorio para los padres. De no llevarlo a cabo, la
infracción acarrea delito y sanciones igualmente severas. Este aborto
legal y obligatorio es totalmente nuevo en el mundo. Después de Rusia,
es Alemania la que va a establecerlo”.
En 1936 se interrumpe este ejercicio y se penaliza el aborto. Fue
el resultado de un debate que se adelanta dada la disminución del
crecimiento demográfico. El país requería de un incremento poblacional
por diversas razones, siendo la principal el ser la palanca para la
liberación de las fuerzas productivas y el desarrollo de las nuevas
relaciones de producción.
La URSS pierde entre 25 y 28 millones de personas en la segunda
gran guerra. La mayoría civiles, resultado de la concentración de fuego
aéreo sobre población civil, táctica nazi experimentada años antes en la
guerra civil española, en Guernica y otras ciudades, plasmada en el
famoso lienzo de Picasso. La disminución de la población y la urgencia
de su crecimiento para un desarrollo urgente de la economía llevan a
los soviéticos a estimular la maternidad. A tal efecto, se estimula moral
y materialmente a las mujeres a fecundar. Por lo que se crea en 1944 la
orden de la “Gloria Maternal”, para la mujer que tuviera entre siete y
nueve descendientes; así como la de “Madre heroica”, para aquellas que
parieran a más de diez.
De nuevo se promulga una legislación que permite el ejercicio del
aborto en 1955, ya iniciado el proceso de restauración de las relaciones
capitalistas. Cuestión que prevalece hasta hoy.
La tradición del período soviético previo a 1955 —del incentivo
moral y material a la maternidad— deja huella. En tal sentido, para el
estímulo al crecimiento demográfico: “La Duma de Rusia ha aprobado
recientemente conceder cheques bebé de hasta 600.000 rublos (8.672
euros) en un intento por hacer frente al descenso de la natalidad, una
cuestión que el presidente, Vladimir Putin, ha calificado de
«preocupante»”.

Opiniones diversas
Entonces, se trata de un problema relativo. Concreto. Esto es,
está sujeto a determinaciones económicas, políticas y sociales. También
es una cuestión cruzada por las posiciones de las clases sociales y sus
expresiones políticas. Los partidos de los obreros asumen el asunto
desde la perspectiva de las leyes de la población y de los intereses
políticos de la clase. Los sectores medios, desde la perspectiva
individualista de la decisión sobre su cuerpo por parte de cualquier
mujer y la angustia de la familia de caer en el tobogán hacia la pobreza.
De allí que prevalece la consigna escéptica: “Aborto libre para no morir,
anticonceptivos para no abortar”. Hasta incluso tratar de obviar la
división natural del trabajo. Los sectores oligárquicos se inscriben en la
perspectiva de Roberto Malthus en sus expresiones modernas, aunque
propician el incremento de oferta de fuerza de trabajo. Cuestión
contradictoria, ya que buscan atemperar los problemas sociales que
crea el incremento desmesurado del ejército de reserva, con todo y que
ello redundaría en la caída del salario.
En cualquier caso, la decisión individual está cruzada por
intereses colectivos, sociales. De allí que haya diferencias y matices en
relación con este asunto. Las hay en la atención positiva. Pero, en
general, parece prevalecer, entre quienes se identifican con el aborto
como un derecho democrático, la posición de la defensa de la decisión
individual, aunque también los hay quienes opinan que la cuestión
debe atenderse desde una perspectiva más amplia, toda vez que esto
está ligado a las leyes de la población y la distribución de la riqueza, y
las contingencias que atentan contra el crecimiento demográfico. Es que
este asunto del aborto como un derecho generalizado, su asunción
desde una perspectiva individual y abstracta, marca una delgada franja
divisoria con el neomalthusianismo. Son varias las políticas
adelantadas por varios países al respecto. Los chinos aplicaron la
norma, a costa de sanciones severas de no acatarse, de que cada familia
podía concebir un solo hijo.
Es una tradición en la economía el tratamiento de este asunto.
Smith y Malthus observaron posiciones distintas al respecto. Smith y
Ricardo afirmaron que cuando los salarios se elevan tiende a aumentar
la población. A la postre se puede crear demanda suficiente, con todo y
el incremento vegetativo. Por lo que no trae mayores consecuencias ya
que el asunto se reduce al desarrollo económico. Si algo corrobora la
historia es que la fatalidad de Malthus no encuentra ningún asidero. De
allí que los principales países capitalistas buscan el crecimiento de la
oferta de fuerza de trabajo en sus economías. Propician la inmigración.
Alemania, Francia, principalmente, reciben millones de migrantes de
Turquía, Europa del este, del mundo árabe, una fuerza de trabajo más
barata que la propia. Lo que a la postre permite frenar la caída de la
cuota media de la ganancia. Éste es un hecho objetivo.
Quienes se asumen de izquierda, en la defensa de este derecho,
parecen olvidar la tradición marxista. Aunque Marx nunca fue de
izquierda, salvo en su período hegeliano. Es que uno de sus grandes
descubrimientos fue el de la formación del ejército industrial de reserva.
Ese remanente que se hace crónico, como resultado del incremento de
la composición de los capitales. Ese asunto no se detiene por más
abortos que haya.
No hablamos del derecho individual al aborto —o interrupción
voluntaria del embarazo (IVE)— cuando la preñez es el resultado de una
violación o cuando se trata de la transmisión de enfermedades ya
contraídas, entre otras razones.
Este asunto del aborto, en abstracto, bien puede ser atendido con
base en la persuasión para evitarlo. Sobre todo, en sociedades en las
cuales se requiere de mayor población.
Las políticas de reproducción limitadas son el resultado de las
relaciones capitalistas. Difícil hablar de tales en el feudalismo. Menos
en el esclavismo y las sociedades despóticas. Relaciones sociales en las
cuales es fundamental la reproducción. Con el capitalismo aquello es
un asunto que se inscribe en las leyes de la población y su atención
busca atemperar el problema explosivo que crea. Cuestión que traemos
a colación, toda vez que este derecho para nada atiende los males de las
relaciones imperantes. Nada de lo cual niega el derecho democrático del
aborto como decisión individual, lo que resulta un debate, si no se toma
en cuenta las políticas reproductivas que demanda la sociedad.
La ley en favor del aborto, del reconocimiento del derecho
individual de toda mujer para ejercerlo, así como la despenalización del
aborto y la salud sexual y reproductiva, no suponen en lo absoluto la
disminución de los grandes problemas sociales que sufren las
trabajadoras y las obreras. La lucha por condiciones para la
reproducción, del principio de igual trabajo igual salario, que permita
condiciones cada vez más elevadas, son algunas de las perentorias
demandas como clase creadora de toda riqueza. Se inscriben todas
estas luchas en ese torrente que busca escribir la historia de un mundo
mejor.
Carlos Hermoso
Caracas, 11 de octubre 2021

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