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UNIVERSIDAD RAFAEL LANDÍVAR

FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES


LICENCIATURA EN CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES

“12 HOMBRES SIN PIEDAD / UNA DUDA RAZONABLE”

LUIS AUGUSTO CASTILLO URBINA


CARNET: 2261613.

HUEHUETENANGO, MARZO DE 2023


CAMPUS REGIONAL SAN ROQUE GONZÁLEZ DE SANTA CRUZ S.J.
Introducción
Concluido la fase oral del juicio el juez, con la ley en la mano, señala que caben dos alternativas:
la absolución, o la pena de muerte; de existir la menor duda razonable, les advierte, deberán dar
el veredicto de inocente. Las pruebas presentadas ante el tribunal, todos dan por descontado la
culpabilidad del acusado, para el que es necesaria la unanimidad de los doce jurados.

Pero al momento de deliberar los miembros del jurado, tras votación secreta, uno de los doce
hombres, el jurado número ocho (Henry Fonda), vota inocente, y, con actitud crítica, hace una
análisis de la inconsistencia de las pruebas, y del poco peso que tienen los indicios, empieza a
plantear dudas razonables que hace cambiar de posición de los demás miembros del jurado, el
cual tenían decidido su voto.

El tema central por el cual se basa esta, es el concepto legal de “duda razonable” y la necesidad
de distinguir entre hechos probados y opiniones subjetivas a través de la elaboración de razones
que sirvan para convencer a los demás de lo acertado de una decisión. 

Es en esta fase en donde se dan la confrontación de puntos de vista de cada uno de los miembros
del jurado y los argumentos convincentes que empiezan a dar un cambio en la película. 

El razonamiento jurídico gira sobre los hechos del caso, no sobre las normas jurídicas que deberá
aplicarse. El juez ya señaló que la norma aplicable al caso estaba clara, y que establecida la
culpabilidad del acusado la condena sería la pena de muerte por asesinato. 
Índice

Introducción Pagina
12 HOMBRES SIN PIEDAD /
DUDA RAZONABLE
1.1. Resumen 1
1.2. Análisis 2
1.3. Conclusión 3
1.4. Aplicación practica 4
12 HOMBRES SIN PIEDAD / UNA DUDA RAZONABLE
1.1. Resumen
Un joven de 18 años es juzgado por el asesinato de su padre. El jurado debe emitir su
veredicto en un caso en que todas las evidencias parecen condenar al acusado. Estos doce
hombres, a los que el sistema presupone imparciales, comienzan a manifestar su personalidad a
medida que deliberan, a petición de uno de ellos, sobre los testimonios que fueron presentados.

La fuerza del diálogo y de la lógica va desmoronando la consistencia de esos testimonios que,


una vez que son unidos, manifiestan su inconsistencia. La racionalidad del protagonista se va
abriendo camino entre la niebla de los prejuicios, pasiones y motivaciones anímicas de los demás
miembros del jurado.

Uno a uno van reflexionar, comprender y aclarar lo que se esconde tras las apariencias del caso.
En este proceso, son sus propias personalidades las que están siendo analizadas una vez que se
embarcan en el ejercicio esclarecedor de la razón.

Nuestro sistema judicial se basa en el principio que ya estableciera el derecho romano: in dubio,
pro reo (ante la duda, a favor del reo). Esto significa que toda persona es inocente hasta que se
demuestra su culpabilidad. Sin embargo, en la sociedad suele ocurrir a menudo lo contrario,
como se refleja aquí: el chico parece culpable, las evidencias tienden a enfocarlo así; el debate
del jurado va desmoronando la consistencia de esas evidencias, hasta desembocar en una “duda
razonable”, suficiente por ley para absolver a un acusado.

Es importante destacar que no se demuestra la inocencia del chico: lo que se demuestra es el


conjunto de prejuicios que condicionan una apariencia de culpabilidad, de los cuales hay que
desvincularse para juzgar fríamente si hay pruebas consistentes no meramente circunstanciales.

El principal protagonista. De profesión arquitecto. es el personaje que inicia el debate, señalando


el deber de hablar. Destaca la racionalidad de sus argumentos. Con estas cualidades es capaz de
enfrentarse a una sociedad de la que estos doce hombres son metáfora, hostil, diversa, aferrada a
sus propias preconcepciones del mundo y sus anclados hábitos de conducta y juicio.

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Ese dominio racional de su persona es lo que le confiere la independencia de criterio y la firmeza
de sus convicciones.

Mientras se narra la historia de los componentes de un jurado de doce hombres, que se retiran a
reflexionar sobre lo que parece un sencillo y claro caso de asesinato (un chico ha matado a su
padre).

Cuando parece que no van a tardar demasiado en decidir un veredicto, uno de ellos no lo tiene tan
claro, tiene lo que se llama duda razonable, aquella que si surge es necesario e imprescindible
dictaminar que el acusado es inocente (su vida depende de la decisión de estos doce hombres).
Expondrá sus argumentos y pedirá una nueva votación para ver si alguien más se lo ha pensado.
Poco a poco las duda comienzan a surgir.

Prácticamente toda la acción de ‘12 hombres sin piedad’ transcurre en la sala de deliberación,


exceptuando el prólogo y el epílogo. En hora y media Lumet va creando una sensación de
claustrofobia acorde con la psicología de los personajes. Para ello, va acercando cada vez más la
cámara a sus personajes, y jugando con la lente obtiene dicho efecto. Con este sencillo truco, el
espectador se ve inmerso en una historia sobre la que apenas tiene datos, pero que se van
descubriendo, desvelándose con ello las distintas personalidades de los sujetos que decidirán si el
chico vive o muere. Uno a uno van descubriendo sus cartas, y enseguida nos damos cuenta de
aquéllos a los que verdaderamente les preocupa el caso y se toman con seriedad la
responsabilidad que ha recaído sobre ellos, y a los que todo les importa un comino. Un claro
reflejo de la vida real, ¿realmente todos los jurados del mundo actúan como debieran?

1.2. Análisis
“Ningún jurado puede declarar a un hombre culpable a menos que esté seguro”.
Jurado Nº 8 (Henry Fonda)
La película va mucho más allá de decidir entre la inocencia o culpabilidad del acusado, deja ver,
que el jurado es de lo más variopinto y que cada uno valora los hechos no de una manera
imparcial, si no juzgando las cosas desde su propia perspectiva y educación.

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De ahí que veamos, como un hombre que ha salido de un suburbio empatiza más con el acusado
o que un hombre mayor comprenda mejor el protagonismo que quiere uno de los testigos.
También vemos, como hay gente a la que no le importa estar ahí, que lo hacen como una
obligación (el publicista o el que quería ir al partido de béisbol) Y luego están, los que se llevan
el juicio a su terreno personal, como el Jurado Nº 10 (Ed Begley) que decía que conocía a “los de
esa calaña” y «que había que matarlos a todos». O el Jurado Nº 3 (Lee J. Cobb), que estaba
resentido con su hijo y pagaba sus frustraciones con el acusado.

El protagonista, es el jurado número 8. La trama del filme comienza cuando este miembro vota
“inocente” en la primera votación, desde el inicio esté convencido de la inocencia del acusado,
sino porque está lleno de dudas y no quiere ser partícipe del envío a la silla eléctrica de un joven
del que no está seguro de que haya cometido un delito.

No obstante, aun pareciendo en un inicio que solo tiene dudas, el jurado número 8 demuestra, a lo
largo de la grabación, que dominaba de forma espectacular el caso y los argumentos para
justificar un posible voto unánime del jurado popular en forma de “inocente”.

El protagonista traza, de forma demoledora frente a sus compañeros, una línea argumental en la
que, prueba a prueba y testimonio a testimonio, justifica y ejemplifica, de manera concisa, todas
las pruebas a favor de su tesis: la inocencia del acusado.

1.3. Conclusión
Al no existir la unanimidad (11 votos a favor de culpable, 1 voto a favor de inocente), se procede
a una discusión en la que la voz discordante debe exponer sus argumentos para no considerarlo
culpable, para que así, teóricamente, el resto de los miembros del jurado contraargumente. A
medida que avanza la película, se van ajustando las diferencias entre bloques hasta que, al final,
la unanimidad cae del lado de declarar al joven inocente.

Por tanto, el uso de la argumentación en la película es el eje fundamental en el que se vertebra la


misma, pues el protagonista -y, en menor medida, el resto de los personajes- emplea la
argumentación para dar la vuelta totalmente al resultado de las votaciones del jurado popular.

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El jurado número 8 se encuentra con un panorama que podríamos dividir en tres grandes grupos:
el primero, el grupo -el más minoritario- de los “tozudos”; el segundo, el de los “escépticos”; y el
tercero, el de los “manipulables”.

En primer lugar, el grupo de los “tozudos” lo forman aquellos jurados que no están abiertos a
debatir ni, a priori, a cambiar su voto; a pesar de que finalmente lo hacen por la presión de ser los
únicos que no votan en el sentido mayoritario del grupo. No aportan argumentos sólidos ni
rebaten de forma sostenida aquellos que les lanzan los partidarios de la absolución; simplemente,
en base a prejuicios (como pueden ser de tipo xenófobo o clasista) y tozudez, justifican, hasta el
último momento, el sentido de su voto.

En segundo lugar, el grupo de los “escépticos” está compuesto por aquellos jurados que, aunque
en un inicio estaban convencidos de votar “culpable”, se muestran dispuestos a escuchar, de
forma razonada y argumentada, las posiciones del jurado número 8 acerca de la posible inocencia
del joven. Este grupo termina votando “inocente”, pero habiendo sido convencidos anteriormente
por el protagonista del filme a través de su hilo argumental.

En tercer y último lugar, se sitúa el grupo de los “manipulables”, en el sentido de que sus
miembros cambiaron de forma relativamente sencilla su voto. Ni siquiera era necesaria una gran
argumentación sustentada por las pruebas, pues les era eludible. Este grupo vota “inocente” por
aquellos discursos morales que se empiezan a suceder, a medida que avanza la película, por parte
de algunos de los miembros que empiezan a situarse junto al jurado número 8.

1.4. Aplicación práctica.


En la práctica profesional se debe observar el principio “in dubio pro reo”; la película está
cargada de elementos morales, que hacen reflexionar sobre los distintos aspectos de la vida, los
perjuicios. En este caso, se analiza la presunción de inocencia con base en los perjuicios
personales de cada uno, al entender que por ser joven de un barrio marginal es muy probable que
sea culpable del delito, un perjuicio social.

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La presunción de inocencia implica en primer lugar que una persona es inocente hasta que se
demuestre lo contrario (en un tribunal de justicia, no en las noticias) es por lo que hay que probar
la culpabilidad y no la inocencia.

Para ello este principio exige que las pruebas de cargo deban haber sido recogidas de forma legal,
respetando los derechos fundamentales, sean suficientes y razonadas por el juez en su sentencia
entre otros factores.

No está en juego la presunción de inocencia como factor determinante para atacar la moralidad
del tribunal en el análisis de las pruebas. Lo que realmente está en juego es el principio in dubio
pro reo: este principio, en síntesis, implica que ante el análisis de cada una de las pruebas que se
presentan en un juicio, estas han de ser valoradas a la luz de tal principio.

Y no es otro que, cuando se presentan dudas acerca del valor o, digamos calidad, de la prueba, si
esta no es lo suficientemente fuerte como para probar que fehacientemente el acusado hizo algo,
al existir una duda siempre se irá en favor de este. Por tanto, ante la duda de si una prueba
realmente demuestra la culpabilidad, se ha de tender a que no lo hace.

Lo malo de analizar películas americanas, es que no tenemos el mismo sistema judicial, pero en
la película a raíz de este ataque a la presunción de inocencia y tras la realización de las pruebas en
juicio, el principio realmente vulnerado es el de “in dubio pro reo”, pues tras las mismas, como
bien plantea Henry Fonda existe una duda razonable.

Hay un momento determinado de la película, en el que aluden a la falta de ganas del abogado
defensor para proteger a su cliente por ser abogado de oficio. Y esto también se dice y se oye en
nuestro país.

En Guatemala, los abogados de oficio hacen una labor loable, al final cobran tarde y un precio
muy por debajo del mercado, pues la Administración elige cuándo y cuánto pagar. Por tanto, los
abogados de justicia gratuita trabajan por amor a su profesión y en defensa de los derechos de los
ciudadanos.

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Y lo hacen de forma voluntaria, dándolo todo por su defendido. Ello no quita que de vez en
cuando surja un mal abogado, con el crecimiento de colegiados. Pero esto existe en cualquier
profesión. Un médico, un arquitecto, un bombero o un agricultor, por ejemplo, deben tomar
decisiones continuas en pequeños detalles, y estos detalles a veces pueden ser erróneos.

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