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filosofar.
Si al final de esta “excursión”, no sin esfuerzo, volvemos aún
con ganas de seguir preguntando y no contentos plenamente con
ninguna de las respuestas que se nos han dado, entonces podremos
estar seguros de que la tarea no ha sido en valde; si nos sigue
quedando ese interés por seguir caminando ya por nosotros mismos y
buscando nuevas rutas y nuevos parajes, entonces habremos empezado
a filosofar. Que eso es la Filosofía: un ansia de búsqueda que sabe
que no hay meta posible ni descanso, un inconformismo radical
porque siempre hay fisuras que se abren en las cosas y que nos
interpelan y no nos permiten acomodarnos. Como ya nos ha quedado
claro desde los tiempos de Sócrates, la verdad es un camino y no
una meta, la verdad es lo que se busca y no lo que se posee.
Que este curso de Historia de la Filosofía que ahora empiezas te
posibilite para buscar la verdad junto con los otros y no para
imponer tu verdad.
Vale.
OBRAS DE CONSULTA
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TEMA PRIMERO: LA FILOSOFIA EN GRECIA
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todo, sino que pervive a través de Roma.
1.3. Sociedad
Estos tres momentos suponen también una evolución en lo económico
(se va pasando de lo agrario a lo comercial) y en lo social (de la
aristocracia a la democracia)), lo que permite un mayor número de
privilegiados.
Tal y como se ha apuntado ya, Grecia no es simplemente un
pueblo, sino un pueblo de pueblos. Aunque existe una sola comunidad
(la Hélade), en su seno encierra un conjunto numeroso de pequeñas
comunidades independientes (polis) que poseen sus propias leyes
("autonomía"), su propio sistema de gobierno y de abastecimiento
("autarquía"), una lengua, religión y santuarios comunes. Todas las
colonias dependían directamente de la Hélade, aunque el sistema de
organización política (en polis o ciudades-estado) permitía que
cualquier polis pudiera organizar su propia campaña de expansión, y
Atenas, desde el principio, fue el foco cultural de primer orden.
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se hacen depender de la voluntad de un dios...). En definitiva, los
fenómenos naturales y la propia conducta humana, individual o
colectiva, son en gran medida imprevisibles, suceden de un modo
arbitrario, producto de la voluntad de los dioses (hay que hacer la
salvedad de que esta arbitrariedad encuentra ciertas limitaciones,
como el Destino y otras entidades abstractas). El pueblo griego no
pudo mantener esta incertidumbre durante mucho tiempo. Desde el
principio buscó rastrear la verdad más allá de las costumbres, de
las tradiciones y de las apariencias. Y no con ningún fin práctico,
sino simplemente como aspiración profunda que permite ser feliz. Y
esto supone el nacimiento de la Filosofía, que no es otra cosa que
la lucha de la razón por arrancarse de lo ciego e irracional,
buscando lo estable, lo permanente.
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esclavo o del pobre..., en un ambiente así, la filosofía adquiere
auge.
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Estoicismo: Zenón de Citio (342-261); Epicureísmo: Epicuro
de Samos (342-270); Escepticismo: Pirrón de Elis (360-270).
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principio ("arkhé") y es sustancia ("ousía"), fondo permanente que
hay en todas las cosas.
Los primeros que arrancaron al Universo el velo que ocultaba su
naturaleza ("aletheia"), revelando a los hombres lo que siempre es,
se llamaron los sabios, o según Aristóteles, "los que filosofaron
acerca de la verdad". Sus obras se titulan casi unánimemente
"Acerca de la Naturaleza". Aristóteles también los llama
fisiólogos, los que buscaron la razón de la Naturaleza. En la
experiencia de la caducidad (generación, vida y muerte), la
Naturaleza nos muestra su mecanismo, se nos desvela y nos permite
descubrir el orden, la medida, la regularidad que le es propia.
Muchos otros pueblos han partido de la misma experiencia y se
han encontrado con el Universo, pero, por ejemplo, el pueblo indio
se ha dirigido al Universo para evadirse de él o para sumergirse en
él, y ha hecho de esto la clave de su existencia (convirtiendo su
vivencia de las cosas en una experiencia religiosa y no en una
experiencia intelectual). En cambio, el griego se retrae ante el
Universo, lo contempla dejando que el Universo y las cosas queden
ante sus ojos, naciendo éstas de aquél, tales como son. Y esta
patencia del Universo al hombre es la verdad, un puro saber. Es un
dirigirse al Universo sólo para que se nos manifieste. No se busca
la posesión del Absoluto, sino simplemente la posesión de la verdad
del Universo (experiencia intelectual y no religiosa, "theoría").
Este salir a la luz está más guiado por la oscuridad que aún
impregna los ojos que por la luz recién recobrada. Son los primeros
movimientos en el mundo de la verdad pero aún con un pie en el
mito. En este momento encuadraríamos a algunos sabios del
principio: Tales, Anaximandro, Anaxímenes.
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activo: las cosas acontecen. La diferencia y la dificultad surge
cuando se precisa el sentido activo del "ser".
Para Parménides, las cosas del Universo son cuando tienen
consistencia, cuando son fijas, estables y sólidas. El ser "es", y
el no-ser "no es". El vacío no existe. Lo que es se apoya en el
"ser", y por eso el ser de Parménides es una esfera compacta. Sólo
esto es ser, y no lo cambiante y mudable: la apariencia no es.
Para Heráclito, ser equivale a "haber llegado a ser". Ser es
"producirse", "estar produciéndose". Lo cual conlleva el "estar
destruyéndose", y entre uno y otro las cosas se sostienen. Por
esto, la sustancia estable de donde todo emerge, la Naturaleza, es
el Fuego. El fuego es un principio que no produce unas cosas sino
nutriéndose del ser de otras, destruyéndolas. Es a la vez fuerza de
ser y de no ser. Es la unidad del Universo en la generación y la
destrucción. Esto que permanece, este vínculo que todo une, es el
"Logos", Razón Universal de la que el hombre también participa.
De un modo más sistemático, podemos apuntar algunos detalles más
del pensamiento de Heráclito y Parménides:
a) Parménides: Su poema en hexámetros, del que se conserva casi
toda la primera parte y poco de la segunda, seguramente se titulaba
como las obras de los fisiólogos: "Perì physeos", y se plantea como
una revelación mistérica de la diosa (diosa de la verdad), la cual
le muestra dos caminos:
- que es, y que no es no-ser: camino de la verdad(convicción);
- que no es, y que no-ser es preciso: camino impracticable,
en el que no puede haber convicción ninguna, absolutamente
desconocido, pues no se puede conocer el no-ser ni darlo a
conocer;
- e incluso un tercero, en el que andan errantes los mortales,
para quienes el ser y el no-ser valen lo mismo (camino de
la "doxa", opinión).
Y el camino del ser es el del pensar, porque "lo mismo es pensar
y ser". (Es ésta una sentencia de difícil interpretación que, no
obstante, proporciona una visión totalmente racionalista de la
realidad: lo que existe puede ser pensado y lo que puede ser
pensado existe, y podríamos añadir que, “al menos para el hombre”,
aunque seguramente Parménides no querría llegar a añadirlo. Sin
embargo, esta visión ha hecho fortuna en la historia del
pensamiento, y son muchos los filósofos que han afirmado de una u
otra manera lo mismo).
De aquí, adentrándose en el mundo del ser, de la verdad, la
diosa le dice a Parménides que el ser es no nacido, no perecedero,
sin principio ni final, uno y continuo (si nace, tendría que venir
del no-ser, y pereciendo volver al no-ser, la nada; si es algo más
de uno, aparte de él existe el no-ser, y si tiene fisuras o
lagunas, existe también la nada, el vacío); no es divisible sino
todo lleno de ser, pues ser toca a ser. Es inmóvil (el movimiento
es nacimiento y muerte), permanece siempre lo mismo; es finito (si
fuera sin fin, sería necesitado de totalidad, de completud, de
acabamiento-).
Este es el ser ("to eon") y el camino de la verdad, y todo lo
que los mortales nombran, los entes ("ta eonta"), es objeto de la
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opinión; todo lo mudable, lo cambiante, lo sujeto a movimiento, a
generación y corrupción, no es seguro ni verdadero, sino mera
opinión, podríamos decir “apariencia”. En esto se han ocupado los
filósofos hasta el presente (los jonios) y de ello se ocupa
Parménides en la segunda parte de su poema, exponiendo una
cosmología tomada de sus predecesores, sabiendo que se encuentra en
el terreno resbaladizo de la opinión ("doxa") y atribuyéndolo
escaso crédito.
La filosofía se mueve, pues, en el terreno difícil, privilegiado
y apenas transitado de la verdad, en el camino del ser (ontología),
dejando para el común de los mortales la mera opinión.
b) Heráclito: Conocido por sus propios contemporáneos como "el
Oscuro", es poco lo que conservamos de él, sólo fragmentos.
Se ha intentado ver en Heráclito el movilismo absoluto, el todo
cambia o fluye, de tal manera que nada permanece nunca lo mismo:
"No podemos sumergirnos dos veces en el mismo río", y según Cratilo
ni tan siquiera una. Por lo tanto, el decir, la misma ciencia o
verdad, no sería posible. Pero esta es una opinión desnaturalizada
de Heráclito. El mismo Aristóteles dice que "es imposible que
alguien piense que lo mismo es y no es, como algunos creen que dice
Heráclito". Si verdaderamente limitáramos nuestra consideración a
lo sensible, ni tan siquiera podríamos nombrar nada, porque lo que
llamamos, por ejemplo, "A" no tiene que seguir siendo "A" en el
momento mismo en que lo mencionamos; y dicen, incluso, que la
opinión de Heráclito era que no se debe decir nada, y en vez de
nombrar se limitaba a mover el dedo señalando las cosas. Así,
Heráclito sería lo opuesto a Parménides: frente a la inmovilidad y
unidad del ser, le opondría la movilidad y diversidad de lo
sensible.
Y sin embargo, la filosofía de Heráclito tiene mucho más de
común con la de Parménides que de distinto. El ser, Dios, es
estructura contradictoria: "día-noche, invierno-verano, guerra-paz,
hartura-hambre", aunque esta contradicción es en el fondo armonía:
"Lo mismo es viviente y muerto, despierto y durmiendo, joven y
viejo; pues esto de un golpe es aquello, y de nuevo aquello de un
golpe es esto"; "Tras haber oído al Logos y no a mí es sabio
convenir en que todas las cosas son una"; "Para los despiertos, el
cosmos es uno y común"; "El camino arriba y abajo es uno y el
mismo"; "Una armonía invisible es más intensa que otra visible"
Pero este Logos, este "Ser", esta "Physis" es siempre algo
difícil de captar, casi inaprensible: "Los hombres no comprenden
que lo diferente concierta consigo mismo", "El modo de ser humano
no comporta entendimiento, el divino sí"; "Aquello con lo que en
mayor medida tratan constantemente, el Logos, de eso se apartan".
El camino del "Ser", de la ciencia, del Logos es siempre difícil,
casi sobrehumano, apenas transitado. La Filosofía, la Sabiduría, es
privilegio de unos pocos, precisamente porque hay que querer y ser
capaces de ver.
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otros saberes, en sus comienzos modestos, y que irán convirtiéndose
en un factor decisivo de la vida intelectual helénica: las técnicas
("tekhné"), pero no con el sentido puro de hacer sino de saber
hacer: saber curar, saber contar, saber medir, saber construir,
saber dirigir batallas... Se trata de saberes de objetos urgentes
para la vida y que la "Sophia" había arrojado fuera del orbe del
ser; no es el saber de la mole ingente y divina de la Naturaleza. Y
esto va a crear una nueva situación a la filosofía, porque en su
interior se ha desarrollado un saber que no trata ya simplemente de
mirar, de contemplar lo que es, sino de racionalizarlo para poder
operar con las cosas, cambiar sus cualidades, adaptarlo a los
objetivos o finalidad, en definitiva, usar de las cosas.
Se pasa del "ser" a "las cosas", y el ser pierde su carácter
activo -"estar siendo"- y se convierte en algo estático -la idea de
cosa-. Y entonces los procesos físicos son simples vicisitudes
adventicias de las cosas, lo que les ocurre a las cosas. Así, el
mundo en el que todos vivimos y que la filosofía había
descalificado, entra en una nueva forma: el mundo de "las muchas
cosas". Y ahora, el pensar ya no sólo será impresión y visión, sino
afirmación y negación, y sobre todo esto último. Es decir, pensar
y, por lo tanto, hablar, será sobre todo juzgar, afirmar y negar,
dar razones, razonar.
Dentro de esta visión podemos incluir la filosofía de los
llamados pluralistas, que siguen considerando la Naturaleza como la
raíz de las cosas, el auténtico ser con verdad y plenitud, y a las
cosas de este mundo como aquello sobre lo que se razona,
descubriendo en ellas mecanismos de composición y descomposición.
Sobre todo se descubre la existencia de múltiples elementos que
combinándose entre sí dan origen a este universo múltiple y móvil.
a)Empédocles: Parte del ser de Parménides, pero en el sentido de
que concibe el todo, la realidad, como una esfera igual a sí misma,
pero ya sin fin. Introduce en la esfera la variedad, pues se niega
a quitar valor a la realidad del movimiento y la pluralidad de
seres, y declara que hay cuatro raíces de las que procede todo, y
son: fuego, aire, tierra y agua. Cada una no tiene nacimiento ni
fin, y sólo hay mezcla y separación a partir de las cuatro raíces,
lo que da lugar a los seres, a los entes. El principio o la esencia
de todo este proceso es el Amor -la reunión de todo- y el Odio -la
separación de todo-, dos principios cósmicos de naturaleza divina
cuya acción se sucede dando lugar a los ciclos cósmicos.
Esta concepción de los cuatro principios constitutivos de todo
tendrá repercusión en la medicina, pues el hombre es también un
microcosmos compuesto por los cuatro elementos. Y en su libro "Las
Purificaciones", Empédocles trata del destino del hombre, la
preexistencia del alma, la transmigración, la salvación por la
purificación y la metempsicosis: "Fui un tiempo niño y niña,
arbusto y pájaro y mudo pez del mar"; "De qué honores, de qué
altura de felicidad he caído para errar aquí, por la tierra, entre
los mortales".
b) Anaxágoras: Parte del ser de Parménides y en el fondo de las
cosas supone la inmovilidad: "Respecto al nacer y al perecer, los
griegos no tienen una opinión justa. Nada nace ni perece, antes
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bien, cada cosa se compone de cosas ya existentes o se descompone
en ellas. Y así, deberían llamar más bien reunirse al nacer y
separarse al perecer".
Consideró que los principios de los que se constituyen las cosas
son semillas, distintas cualitativamente e indefinidamente
divisibles. Y es que estas semillas están todas en todas las cosas,
aunque cierta semilla predomina en cierta cosa y por eso es esa
cosa y no otra: por ejemplo, en la madera predomina la semilla de
la madera, y por eso es madera, aunque en ella están también todas
las otras semillas. Así, la pluralidad y los cambios se explican
por la mezcla o disgregación de las semillas. Pero Anaxágoras,
aparte de la Esfera quieta e inmóvil introduce un principio del
movimiento, lo que llama "Nous" (Espíritu, Inteligencia, Mente,
Discernimiento...), el cual es distinto a todo. Esto traerá grandes
consecuencias en los filósofos posteriores.
c) Demócrito: desarrolló la doctrina de un tal Leucipo, pero es
difícil discernir entre la teoría de uno y la aportación del otro.
Generalmente, cuando decimos "Demócrito" queremos decir también de
alguna manera "Leucipo". Su teoría suele considerarse conjuntamente
como "atomismo".
Su punto de partida es también desde Parménides, desde el ser
uno e inmóvil, pero es necesario salvar la pluralidad, el
movimiento, el cambio que se percibe por los sentidos (la
corrupción, el nacimiento). Explica la realidad diciendo que todo
se compone de "átomos", es decir, partículas o figuras
indivisibles. Cada uno carece de cualidades, pero se diferencian
unos de otros por la figura, el orden, la posición. No nacen ni
perecen ni cambian, su número es ilimitado, y todo nacer y perecer
(todo cambio) consiste en el movimiento de los átomos (simple
traslado de posición). Los átomos poseen un movimiento propio, y
pueden moverse porque existe tanto el ente como el no-ente, tanto
lo lleno como la nada. Este vacío permite el movimiento propio y
espontáneo de los átomos, que así se juntan, se enganchan y dan
origen a las cosas. El atomismo es materialismo: sólo existe
materia, vacío y movimiento, y la única directriz de todo es el
azar.
Respecto a la percepción sensible y al conocimiento, el atomismo
considera que el alma, corporal y mortal, principio de movimiento
del cuerpo, es afectada por los choques recibidos en el cuerpo. Los
cuerpos producen emanaciones de átomos que son como imágenes
("eidola") que se trasladan por el vacío, y al chocar con los
órganos del cuerpo -los sentidos- se produce el conocimiento. Por
eso, todo conocimiento proviene o se reduce al tacto. Aunque, dada
la continua movilidad de todo, las impresiones no tienen
objetividad y "se ha demostrado a menudo que nosotros no captamos
en realidad cómo es cada cosa o cómo no es". Los átomos que
integran el alma son de forma esférica, y son como fuego por el
continuo roce de unos contra otros excesivamente aglomerados.
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Fundamentalmente se siguen buscando el ser y la verdad, pero
ahora, a diferencia de Parménides, el ser es lo que se dice -lo
expresado- y la verdad es el acuerdo en lo que se dice -algo en lo
que todos están de acuerdo-. Ya no se trata de mirar y dejar que la
realidad -el ser- se muestre, sino de dar razones para ponernos de
acuerdo en lo que las cosas sean. Se pasa de la Metafísica a la
Política, del "realismo" al "convencionalismo". Y este decir no es
coincidente, porque a cada uno le parecen las cosas -la realidad-
de una manera (ser es aparecerme a mí una cosa, parecerme). Este es
el sentido de la frase de Protágoras: "El hombre es la medida de
todas las cosas"
Estamos, pues, en el terreno de la opinión, de la "doxa": hay
diversidad en cada cosa puesto que hay opiniones diversas. De esta
manera, el decir de algo lleva consigo también el contradecir de
eso mismo. Y el resultado no puede ser otro que discutir. (El ser
ya no es lo consistente de Parménides, lo uno, sino que es
fundamentalmente inconsistente, fragmentado).
Por esto, los sofistas se centraron en la educación del hombre.
Las opiniones no son fugaces, sino que tienen la firmeza de ser
profesadas por alguien, y habrá que formar al hombre para que sus
opiniones sean las mejores y más firmes. La sabiduría está ahora al
servicio de la educación: servir al ciudadano, darle una formación
para vivir en la ciudad, educarlo. Y como instrumento útil, la
retórica o arte de persuadir: como ser es aparecer, persuadir será
hacer que una opinión parezca más fuerte que otra, vencer al
adversario.
La palabra "sophistés" significa sabio, intelectual, profesor.
El sofista, que aparece durante toda la segunda mitad del s.V, va
de ciudad en ciudad, impartiendo sus conocimientos, los cuales
capacitan al individuo para obtener el éxito en la vida de la
polis, para desempeñar los mejores puestos en la vida y ser
reconocido como bueno. Su enseñanza es útil y, por lo tanto, se
cobra. El objetivo es "hacer más fuerte el argumento más débil",
para lo cual la Retórica y el arte de discutir y refutar son
imprescindibles. Es una enseñanza oral sobre manera, y el propio
Aristófanes se llegó a quejar de que los atenienses preferían
escucharles a acudir al teatro.
En este momento la filosofía se traslada a Atenas, la gran
polis, se centra en ella y se ocupa de ella, sus problemas serán
los de la polis: la democracia, la libertad, la ley. Esto último
(la ley) es un tema siempre presente y reflexionado en profundidad.
Las leyes no escritas eran leyes divinas, dictadas por los dioses.
Ahora se descubren las leyes como algo en lo que los hombres han
convenido, y casi cada ciudad tiene sus propias leyes. Son fruto de
un acuerdo y, por tanto, no pueden ser fijas; sólo la Physis es
fija y permanente, universal. La naturaleza tiene exigencias, la
ley es convención. Physis" y "nomos", “ser por naturaleza” y “ser
por convención” son dos ámbitos radicalmente distintos, de
naturaleza distinta, siendo uno producto humano y el otro no.
Distinguiendo así, los sofistas crean la base para la crítica de
las instituciones y las ideas. Y se preguntarán si el derecho, la
religión, las costumbres... son "physei" (por naturaleza) o
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"nomoi".
a) Protágoras: Parece ser que vivió bastante tiempo en Atenas,
pero al final fue acusado de "asebeia"(ateísmo, impiedad) y se vió
obligado a abandonar la ciudad. Según los testimonios, sobre todo
de Platón, Protágoras era:
- relativista: "El hombre es la medida de todas las cosas"; dicho
de otra manera, tal como me aparece a mí cada cosa, así lo es para
mí, y tal como te aparece a tí, así lo es para tí. La sensación de
cada uno es la verdad. No existen criterios infalibles.
- agnóstico: "De los dioses, no llego a saber ni si son ni si no
son ni cuáles son, pues hay muchas cosas que impiden saberlo: no
sólo la oscuridad del problema sino la brevedad de la vida humana".
Protágoras profesa un relativismo moral y cultural: los valores
como el bien, lo justo o lo bello son relativos, pues el hombre -
cada uno- es también medida de ellos, lo cual hace que tanto pueda
defenderse razonadamente una cosa como su contraria. Citando al
propio Protágoras: "Los macedonios consideran bello que las
muchachas sean amadas y se acuesten con hombres antes de casarse, y
feo después de que se hayan casado; para los griegos es feo tanto
lo uno como lo otro...Los masagetas hacen pedazos los cadáveres de
los progenitores y se los comen considerando como una tumba
bellísima quedar sepultados en sus propios hijos; pero si alguno
hiciera esto en Grecia, sería rechazado y condenado a morir
cubierto de oprobio por haber cometido un acto feo y terrible. Los
persas consideran bello que los hombres se adornen al igual que las
mujeres y que se unan con la hija, la madre o la hermana; en
cambio, los griegos consideran feas e inmorales tales acciones..."
Por este mismo relativismo, "las cosas que en cada ciudad parecen
justas y bellas, lo son tales para ella mientras las considere como
tales". Y, por supuesto, en cada ciudad hay que cumplir sus leyes
porque para ella son las mejores.
Por otro lado, para Protágoras la virtud puede ser enseñada, y a
ello se dedica. Se puede y debe hacer pasar a los hombres de una
opinión dañosa (ya no verdadera o falsa) para cada uno y para la
comunidad, a una opinión útil, prescindiendo por completo de la
verdad o falsedad de las opiniones que, bajo este aspecto, son para
Protágoras completamente iguales. En definitiva, no existen
criterios o valores infalibles o absolutos (ni para lo verdadero,
ni para lo justo, lo bueno o lo útil...).
Gorgias: Dentro de este relativismo y criticismo, se situa en
una posición escéptica extrema, sustentada en el siguiente
razonamiento:
1."Nada existe". No existe el ser ni el no-ser. El no-ser no es,
pues si fuese, sería a la vez no ser y ser, lo que es
contradictorio. Y el ser, si fuese, debería ser o eterno o
engendrado. Pero si fuese eterno, sería infinito, y si infinito, no
estaría en ningún lugar, no existiría. Si es engendrado, debe haber
nacido o del ser o del no-ser; pero del no-ser no se hace nada; y
si ha nacido del ser ya existía primero; en consecuencia, no es
engendrado. No puede ser eterno o engendrado, ni las dos cosas a la
vez pues se excluyen. Así, ni el ser ni el no-ser existen.
2. "Si algo existe, no es cognoscible por el hombre". Si el ser
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fuese, no podría ser pensado. En efecto, las cosas pensadas no
existen; de lo contrario, existirían todas las cosas inverosímiles
y absurdas que al hombre se le antoja pensar. Pero si es verdad
que lo que es pensado no existe, será también verdad que lo que
existe no es pensado y que, por tanto, el ser si existe es
incognoscible.
3. "Aunque sea cognoscible, es incomunicable a los demás". Nos
expresamos con palabras, pero la palabra no es el ser; así,
comunicando palabras no comunicamos el ser.
Se alcanza así un nihilismo filosófico. Se borra toda referencia
a cualquier principio estable, y todo es lo mismo. Con Gorgias, que
ya no reconoce nada como verdadero, se abandona la filosofía para
quedarse sólo en la retórica, la palabra que hace válida cualquier
cosa.
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hace protagonista de sus diálogos, pero aquí reside la duda sobre
la autenticidad de lo que es de Sócrates o lo que es de la propia
filosofía de su discípulo.
La ausencia de escritos propios se debe en parte a su manera de
entender la filosofía: un examen incesante de sí mismo y de los
demás, que le lleva a despreocuparse de toda actividad práctica -
remunerada- y a vivir pobremente con su mujer Jantipa y sus hijos.
No escribe porque eso supondría ahogar la búsqueda de la verdad. Se
trata de estimular la investigación de uno mismo, no de exponer una
doctrina.
Como punto de partida para conocerse a sí mismo, es necesario
declarar la propia ignorancia. Sólo quien se reconoce ignorante
procura saber. Puesto que ningún hombre sabe nada verdaderamente,
sólo es sabio aquel que sabe que no sabe, y no quien se figura
saber e ignora así hasta su propia ignorancia. Sócrates hace
profesión de ignorante: la investigación requiere una actitud
sumisa.
Para promover en los demás el reconocimiento de la propia
ignorancia, el medio es la ironía. Mediante ésta se interroga al
hombre para hacerle caer de sus apariencias de saber, de sus
tópicos y "clichés", reconociéndose ignorante y abandonado a sus
dudas. Frente a los retóricos discursos de los sofistas pone su
diálogo cortado de preguntas y respuestas. Este es el aspecto
negativo de la filosofía de Sócrates, pero un paso necesario porque
sólo así nos podemos situar en la senda de la búsqueda de la verdad
y de la filosofía. Contra el saber ficticio, la ironía.
La mayéutica: la madre de Sócrates era partera, y él compara
muchas veces su arte al de su madre; pretende ser el comadrón de
las ideas, el especialista en la mayéutica ("maieutiké tekhné"). Se
declara estéril en cuanto a la sabiduría ("yo no sé, pero tú sí
sabes"), y se contenta con ayudar a otros a dar a luz la verdad
(que habita en el interior, que poseemos pero como velada)
dirigiendo el diálogo mediante preguntas bien encaminadas. Los que
se acercan a él parecen al principio completamente ignorantes, pero
después se encuentran con que su búsqueda se hace fecunda y se
acercan a la verdad sin que Sócrates añada nada a lo que uno mismo
ya poseía en su interior. La verdad es objeto de una búsqueda en
común.
Para Sócrates, este alumbrar la verdad no es algo simplemente
teórico, sino que está radicalmente unido al hacer -al vivir- de
cada uno (por contraposición a los sofistas). Es decir, la ciencia,
el saber, o conduce al autodominio y a la virtud o no es ciencia.
Pues se actúa mal por ignorancia, por desconocimiento, por un error
de juicio o de cálculo, pero no por mala voluntad. El que sabe
escoge en cada caso el mayor bien, es decir, el placer mayor, aquel
que no puede ocasionarle ni dolor ni daño. La diferencia entre el
hombre virtuoso y el que no lo es está en que el primero sabe
calcular los placeres y escoger el mayor, mientras que el segundo
no sabe hacer este cálculo y no puede, por tanto, más que
entregarse al placer del momento La virtud, que se identifica con
la auténtica sabiduría, se puede enseñar (esta visión de las cosas
ha sido frecuentemente bautizada como intelectualismo moral). La
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Filosofía se muestra como ética, búsqueda autónoma de los valores
sobre los que debe fundarse la vida.
Referente a la religión, es su "daimon" interior quien le mueve
a obrar o a no obrar, según los casos, quien le hace filosofar,
vivir investigando y haciendo del oráculo de Delfos la ley
fundamental para él y para los demás.
Pero este dios no se identifica con las divinidades populares de
los griegos. Sócrates considera a los dioses de la ciudad como
parte de la vida del ciudadano, y aconseja su culto y atenerse a
las costumbres de la ciudad, pero podríamos decir que mantiene en
suspenso sus afirmaciones sobre ellos. Su fe religiosa es tan solo
su filosofía.
¿Es Sócrates un científico? Aristóteles nos dice: "Dos cosas se
pueden fundadamente atribuir a Sócrates: los razonamientos
inductivos y la definición de lo universal, y ambas se refieren al
principio de la ciencia". Sócrates cree que las cosas son, no que
parecen ser o que son según los sitios o las épocas. Esto le lleva
a preguntar por el ser (pregunta olvidada por los sofistas): qué es
lo justo, qué es lo bello, qué lo bueno o lo verdadero. Se trata de
alcanzar a saber no qué cosas son justas o buenas, sino aquello que
hace que todas las cosas justas o buenas o... lo sean. Es decir,
primero es necesario construir la definición (mediante un proceso
inductivo), alcanzar la esencia para después poder comprender el
mundo. En este itinerario muchas veces no se alcanza el objetivo,
pero al menos se recorre el camino y esto ya es mucho. Aunque sólo
llegáramos al final a atisbar nuestra ignorancia, ya tendríamos
seguramente más que al principio. (Por este camino de la esencia
definida se llega a la teoría platónica de las ideas).
Por lo adecuado de la cita, recogemos aquí un texto de B.Russell
en el que a propósito de la relación ciencia-vida humana se dice:
"A medida que por la ciencia esta ignorancia desaparece, el
hombre se capacita cada vez mejor para moldear su medio ambiente,
su medio social y su propio ser según las formas que juzga mejores.
Mientras sea sensato, este nuevo poder le será beneficioso. Pero si
el hombre es necio, le será contraproducente. Por consiguiente,
para que la civilización científica sea una buena civilización, es
necesario que el aumento de conocimiento vaya acompañado de un
aumento de sabiduría. Entiendo por sabiduría una concepción justa
de los fines de la vida. Esto es algo que la ciencia por sí misma
no proporciona. El aumento de la ciencia en sí mismo no es, por
consiguiente, bastante para garantizar ningún progreso genuino,
aunque suministre uno de los ingredientes que el progreso exige"
(La perspectiva científica, Ed. Ariel, Madrid, p.9).
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TEXTO: TESTIMONIO DE JENOFONTE SOBRE SOCRATES
3. LA FILOSOFIA DE PLATON
3.1. Vida.
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ante la realidad política. Esta es la clave (aunque no sea la única
clave explicativa) que vamos a adoptar para seguir la vida de
Platón, tal y como se nos narra en la Carta VII. La vida de un
filósofo puede influir en ciertos aspectos de su pensamiento, quizá
en bastantes, aunque no sea absolutamente determinante. Sin duda,
Platón es un buen ejemplo de la interrelación existente entre vida
y pensamiento.
En el año 407 conoce a Sócrates, lo que constituye el punto de
referencia más importante en su vida. La revolución del año 404
a.C. trae consigo el gobierno de los Treinta Tiranos, "algunos
parientes y conocidos míos", dice Platón, lo que le hace concebir
esperanzas políticas. De hecho, es invitado a colaborar, pero
enseguida se decepciona. Este gobierno tiende una trampa a
Sócrates, su maestro, obligándole a que junto con otros ciudadanos
aprese y conduzca a la ejecución a un supuesto traidor (con lo cual
Sócrates quedaría vinculado al régimen). Pero se niega. Platón, que
empieza a comprobar así lo que es la falta de honestidad y honradez
políticas, se indigna y se abstiene "de las verguenzas de aquella
época".
Al final, cae el régimen y vuelven los demócratas expatriados.
Renace entonces en Platón la esperanza política, hasta que algunos
de los que retornaron se vengan excesivamente e incluso (Meleto y
Anito) acusan y condenan a Sócrates.
Poco a poco, le va pareciendo más difícil administrar bien los
asuntos públicos. Va viendo que los usos y las costumbres se
corrompen, y dándose cuenta de que todos los Estados actuales están
mal gobernados y de la gran dificultad de reformarlos. "Entonces me
sentí obligado a reconocer, en alabanza de la filosofía verdadera,
que sólo a partir de ella es posible distinguir lo que es justo,
tanto en el terreno de la vida pública como en la privada. Por
ello, no cesarán los males del género humano hasta que ocupen el
poder los filósofos puros y auténticos o bien los que ejercen el
poder en las ciudades lleguen a ser filósofos verdaderos"(326 a-b).
Tiempo después (hacia el 388), Platón acude a Siracusa (Magna
Grecia), gobernada por Dionisio el Viejo. Allí expone su filosofía,
que prende en Dión, cuñado del tirano, e intenta regir la ciudad
según su ideal político, pero cae en desgracia ante el tirano y
finalmente tiene que ser liberado incluso pagando un rescate.
Regresa a Atenas y funda la Academia (387 a.C.), centro de
enseñanza bautizado así por hallarse cerca del templo dedicado al
héroe Academos.,. Durante esta época, Platón ejerce su magisterio y
profundiza en su propia filosofía, llegándose a llamar a la
Academia "primera universidad occidental".
En el año 367 muere el gobernante sucediéndole su hijo Dionisio
II, y Dión pretende poner en práctica las enseñanzas platónicas
haciendo que estas ideas prendan en el sucesor, de tal manera que
lleguen a coincidir en las mismas personas los filósofos y los
conductores de grandes ciudades. Con este fin, Dión reclama a
Platón y éste se decide a acudir convencido de que tal vez sea el
momento de llevar a cabo sus ideas acerca de las leyes y la
política, y piensa que si puede convencer suficientemente a un solo
hombre, habría conseguido la realización de toda clase de bienes.
19
Acude también para no traicionar ni a Dión ni a la Filosofía.
Platón encuentra una situación repleta de intrigas y calumnias, y a
los tres meses de llegar, Dionisio destierra ignominiosamente a
Dión acusado de conspirar contra la tiranía. Dionisio no deja
marchar a Platón, al que tenía estima, y del que interesaba, aunque
sólo fuera aparentemente, conseguir apoyo. Platón esperaba que la
Filosofía prendiera en él, pero se muestra impermeable a sus
enseñanzas y sus consejos, y al final prevalece su resistencia. No
sin esfuerzo, Platón puede verse libre de esta cárcel disfrazada de
hospitalidad.
Aún volverá Platón a Sicilia una tercera vez, ante las llamadas
insistentes del propio Dionisio, que ahora parece querer
convertirse verdaderamente a la Filosofía. El ateniense enseguida
comprueba que no hay nada de firme en todo esto y queda retenido
durante un año en la corte de Dionisio. Al final lo deja marchar,
casi acusado de conspirar contra él. Poco después Dión derroca a su
sobrino, y Platón sueña de nuevo con un filósofo-gobernante. Pero
al poco es asesinado por supuestos colaboradores suyos en la corte.
Platón mismo reconoce que después de todos estos abatares "había
llegado a aborrecer mis andanzas por Sicilia y mi fracaso"(350 d).
Platón pasa sus últimos años en Atenas, dedicado a la Academia.
Como podemos ver por el curso de su vida, Platón se topa
frecuentemente con lo decepcionante de la realidad, y a medida que
pasa el tiempo va encontrando más difícil poner en práctica sus
ideas políticas. Es posible que el pesimismo fuera fraguando poco a
poco en su concepción política e incluso salpicara al resto de su
filosofía. Y hay que tener en cuenta también que, sobre todo, la
muerte de Sócrates le marcó decididamente, de tal manera que
antepuso la virtud humana a la virtud política, pues sólo un hombre
bueno podrá construir una ciudad buena, es decir, un Estado en el
que fuera impensable que un hombre como Sócrates muriera, y más por
"razones de justicia". Pero esto sólo se puede lograr acercándose a
la verdadera filosofía y descubriendo la verdad más allá de las
apariencias.
20
corresponden a las etapas de su vida (aparecen aquí algunas obras,
no todas):
a) Diálogos de juventud: en ellos se reproduce con fidelidad la
enseñanza de Sócrates. El tema es la virtud, y casi nunca se llega
en ellos a una conclusión definitiva. No aparece aún la teoría de
las ideas. Algunos diálogos: Apología de Sócrates, Critón (sobre
los deberes cívicos), Laques (del valor), Cármides (de la
templanza), Eutrifón (de la piedad), Ión (sobre la poesía),
Protágoras (si se puede enseñar la virtud).
b) Diálogos de transición: en ellos ya empieza Platón a hablar
en boca de Sócrates. Predominan los problemas políticos. Aparece
una influencia pitagórica (en lo referente a la doctrina del alma y
al anhelo de una comunidad filosófica). Surge el primer esbozo de
la teoría de las ideas. Platón utiliza el mito, un procedimiento
característico en él, para expresar aquello a lo que no se llega
mediante el discurso racional, con lo cual se está admitiendo que
la razón no es el único medio para alcanzar la verdad. Algunos
diálogos: Gorgias (sobre la retórica y la justicia), Menón (si la
virtud es enseñable), Crátilo (sobre el lenguaje).
c) Diálogos de madurez: constituyen sus diálogos fundamentales.
Aparece en ellos la teoría de las ideas como fondo de su filosofía.
Continua siendo Sócrates el protagonista, pero es ahora un Sócrates
seguro. Se vale también del mito como recurso explicativo para
ciertas realidades de otra inexpresables. Principales diálogos:
Banquete (del amor), Fedón (sobre la inmortalidad del alma),
República (de la justicia y la configuración del Estado), Fedro
(sobre el amor, la belleza y el alma).
d) Diálogos críticos: en ellos Platón comienza a criticar su
propia filosofía (especialmente la teoría de las ideas) que en los
diálogos de la etapa anterior aparece compacta, sin fisuras. Ya no
es Sócrates el personaje principal y desaparecen los mitos. Los
planteamientos son de una mayor lógica y matematización. Relevantes
son los siguientes: Parménides (que constituye una profunda
autocrítica de la teoría de las ideas), Teeteto (sobre la ciencia y
el conocimiento), Sofista y Político.
e) Ultimos diálogos: en ellos Platón abandona la metafísica y se
centra en la cosmología y la historia. Se mantiene la influencia
pitagórica, sobre todo en lo cosmológico. Mencionar especialmente
el Filebo (sobre el placer y el bien), Timeo (en él se expone la
cosmología platónica), y Leyes (escribiendo este diálogo le
sorprende la muerte; en él se expone su última visión sobre el
Estado, de una excesiva rigidez).
21
En la búsqueda del ser de las cosas, Platón tropieza con
dificultades, porque este ser, en su pleno sentido, no nos lo
proporcionan las realidades concretas, sensibles. Por ejemplo, una
hoja de papel es y no es: no es plena y verdaderamente porque no es
del todo blanca, no es del todo recta, sus esquinas no son del todo
ángulo recto, no ha existido siempre y en algún momento no
existirá. Y, sin embargo, desde otro punto de vista, la hoja es
casi blanca, casi lisa, etc. En el caso de la hoja, le negamos su
total blancura por comparación con lo que es blanco sin
restricción. Pero esta afirmación supone el conocimiento de lo que
es blanco, de lo blanco. ¿Cómo, pues, poseo el conocimiento de una
cosa como “la blancura” si ésta no es nada de lo que veo o
experimento? El ser “casi blanco” de muchas cosas requiere la
existencia de lo verdaderamente blanco, que no es cosa alguna, sino
que está fuera de las cosas. A este ser verdadero, distinto de las
cosas, es a lo que Platón llama IDEA. Sólo estas realidades están
exentas de todo relativismo temporal, circunstancial o subjetivo, y
sólo de ellas es posible un conocimiento auténtico (estable y
permanente). Platón tiene que construir, pues, el mundo de las
ideas y desde él justificar la existencia de estas cosas que no son
las ideas pero que de alguna manera tienen que ver con ellas.
Aristóteles, el gran discípulo, nos explica así la génesis y
significación del pensamiento de su maestro:
"Habiéndose familiarizado Platón desde joven con Crátilo y con
las opiniones de Heráclito, según las cuales todas las cosas
sensibles fluyen siempre y no hay ciencia acerca de ellas, sostuvo
esta doctrina también más tarde. Por otra parte, ocupándose
Sócrates de los problemas morales y no de la Naturaleza en su
conjunto, pero buscando en ellos lo universal, y habiendo sido el
primero que aplicó el pensamiento a las definiciones, aceptó sus
enseñanzas, pero por aquel motivo (por estar familiarizado con las
opiniones de Heráclito) pensó que lo universal se producía en otras
cosas, y no en las sensibles; pues le parecía imposible que la
definición común fuese de alguna de las cosas sensibles, al menos
de las sujetas a perpetuo cambio. Este, pues, llamó a tales entes
Ideas, añadiendo que las cosas sensibles están fuera de éstas (de
las Ideas), pero según éstas se denominan todas; pues por
participación tienen las cosas que son muchas el mismo nombre que
las Especies" (Metafísica, I,6,987a-b).
Ya desde sus primeros diálogos, Platón busca la definición de
virtudes como el valor, el bien o la belleza: es decir, persigue no
las cosas o acciones virtuosas, valerosas, bellas..., sino lo que
hace de todas ellas virtuosas o valerosas, lo que nos permite
juzgar que tal o cual realidad es buena, bella.... Lo que sí está
claro es que al hablar y juzgar sobre las cosas tenemos ya un
conocimiento de su auténtico ser, de su esencia. Extrayendo una
cita de su diálogo Eutrifón (6d-e), podemos comprobar la intención
platónica: "¿Te acuerdas de que yo no te incitaba a exponerme uno o
dos de los muchos actos píos, sino el carácter propio ("eidos") por
el que todas las cosas pías son pías? (...) Exponme, pues, cuál es
realmente ese carácter, a fin de que, dirigiendo la vista a él y
sirviéndome de él como medida, pueda yo decir que es pío un acto de
22
esta clase, y si no es de esta clase, diga que no es pío". Se busca
el verdadero ser a través de la definición. Y en el Menón (72c) se
nos dice: "Pues lo mismo sucede con las virtudes. Aunque sean
muchas y de todo tipo, todas tienen una única forma ("eîdos"), por
obra de la cual son virtudes y es hacia ella hacia donde ha de
dirigir con atención su mirada quien responda a la pregunta y
muestre, efectivamente, en qué consiste la virtud".
Como se ha podido apreciar por las citas anteriores, la palabra
griega para expresar lo que nosotros llamamos “Idea” es "eidos",
que etimológicamente significa “figura, forma, aspecto”. La figura
es modelo y, por ello, al ver, por ejemplo, a un ser humano, lo
considero tal, y no lo confundo con otro tipo de realidad, porque
poseo ya previamente la figura (eidos) de lo que es ser hombre,
porque lo veo participando de esa idea.
Para Platón, las ideas no son simples conceptos o
representaciones mentales (esto es lo que nos sugiere hoy esta
palabra), sino que tienen realidad fuera del individuo, aún más,
son la realidad misma, el verdadero ser. Poseen los atributos del
ser de Parménides: son unas, eternas, inmutables; no tienen mezcla
de no ser, no están sujetas al movimiento ni a la corrupción;
existen con independencia de las cosas, y éstas son porque
participan del ser de las ideas.
Sólo las ideas son perfectas, no cabe en ellas un resquicio de
imperfección. Son absolutas y únicas, y tienen una realidad
plenamente objetiva. Sobre ellas, pues, no cabe la opinión sino el
conocimiento verdadero, común para todos y en todos los lugares y
tiempos. Y las realidades concretas, experimentales o sensibles no
pueden ser más que participaciones parciales y graduales de las
realidades absolutas. Este es el término (participación
-“méthesis”- o imitación –“mímesis”- e incluso comunicación
–“koinonía”-) que Platón emplea para poner en relación a los dos
mundos en que queda ya irremediablemente escindida la realidad: el
de las cosas sensibles, en segundo plano, y el de las ideas, que es
el verdadero y pleno ser.
3.4. El conocimiento
23
de los cuales uno es bueno y hermoso, y está hecho de esos mismos
elementos, y el otro de todo lo contrario, como también su origen.
Necesariamente, pues, nos resultará difícil y duro su manejo.
(...) Todo lo que es alma tiene a su cargo lo inanimado, y
recorre el cielo entero, tomando unas veces una forma y otras otra.
Si es perfecta y alada, surca las alturas, y gobierna todo el
Cosmos. Pero la que ha perdido sus alas va a la deriva, hasta que
se agarra a algo sólido, donde se asienta y se hace con cuerpo
terrestre que parece moverse a sí mismo en virtud de la fuerza de
aquélla. Este compuesto, cristalización de alma y cuerpo, se llama
ser vivo, y recibe el sobrenombre de mortal.
(...) Cuando van a festejar a sus banquetes, marchan (las almas)
hacia las empinadas cumbres, por lo más alto del arco que sostiene
el cielo, donde precisamente los carros de los dioses, con el suave
balanceo de sus firmes riendas, avanzan fácilmente, pero a los
otros les cuesta trabajo. Porque el caballo entreverado de maldad
gravita y tira hacia la tierra, forzando al auriga que no lo haya
domesticado con esmero. Allí se encuentra el alma con su dura y
fatigosa prueba. Pues las que se llaman inmortales, cuando han
alcanzado la cima, saliéndose fuera, se alzan sobre la espalda del
cielo, y al alzarse se las lleva el movimiento circular en su
órbita, y contemplan lo que está al otro lado del cielo.
(...) En este giro, tiene ante su vista a la misma justicia,
tiene ante su vista a la sensatez, tiene ante su vista a la
ciencia, y no aquella a la que le es propio la génesis, ni la que,
de algún modo, es otra al ser en otro -en eso otro que nosotros
llamamos entes-, sino esa ciencia que es de lo que verdaderamente
es ser. Y habiendo visto, de la misma manera, todos los otros seres
que de verdad son, y nutrida de ellos, se hunde de nuevo en el
interior del cielo, y vuelve a su casa. Una vez que ha llegado, el
auriga detiene los caballos ante el pesebre, les echa, de pienso,
ambrosía, y los abreva con néctar.
Tal es, pues, la vida de los dioses. De las otras almas, la que
mejor ha seguido al dios y más se le parece, levanta la cabeza del
auriga hacia el lugar exterior, siguiendo, en su giro, el
movimiento celeste, pero, soliviantada por los caballos, apenas si
alcanza a ver los seres. Hay alguna que, a ratos, se alza, a ratos
se hunde y, forzada por los caballos, ve unas cosas sí y otras no.
Las hay que, deseosas todas de las alturas, siguen adelante, pero
no lo consiguen y acaban sumergiéndose en ese movimiento que las
arrastra, pateándose y amontonándose (...) Todas, en fin, después
de tantas penas, tienen que irse sin haber podido alcanzar la
visión del ser; y, una vez que se han ido, les queda sólo la
opinión por alimento. (...)
Cualquier alma que, en el séquito de lo divino, haya vislumbrado
algo de lo verdadero, estará indemne hasta el próximo giro y,
siempre que haga lo mismo, estará libre de daño. Pero cuando, por
no haber podido seguirlo, no lo ha visto, y por cualquier azaroso
suceso se va gravitando llena de olvido y dejadez, debido a este
lastre, pierde las alas y cae a tierra.
Entonces es de ley que tal alma no se implante en ninguna
naturaleza animal, en la primera generación, sino que sea la que
24
más ha visto la que llegue a los genes de un varón que habrá de ser
amigo del saber, de la belleza o de las Musas tal vez, y del amor;
la segunda, que sea para un rey nacido de leyes o un guerrero y
hombre de gobierno; la tercera, para un político o un administrador
o un hombre de negocios; la cuarta, para alguien a quien le va el
esfuerzo corporal, para un gimnasta, o para quien se dedique a
curar cuerpos; la quinta habrá de ser para una vida dedicada al
arte adivinatorio o a los ritos de iniciación; con la sexta se
acoplará un poeta, uno de ésos a quienes les da por la imitación;
sea la séptima para un artesano o un campesino; la octava, para un
sofista o un demagogo, y para un tirano la novena: De entre todos
estos casos, aquel que haya llevado una vida justa es partícipe de
un mejor destino, y el que haya vivido injustamente, de uno peor.
Porque allí mismo de donde partió no vuelve alma alguna antes de
diez mil años -ya que no le salen alas antes de ese tiempo-, a no
ser en el caso de aquel que haya filosofado sin engaño, o haya
amado a los jóvenes con filosofía. (...) Puede ocurrir entonces que
un alma humana venga a vivir a un animal, y el que alguna vez fue
hombre se pase, otra vez, de animal a hombre.
Porque nunca el alma que no haya visto la verdad puede tomar
figura humana. Conviene que, en efecto, el hombre se dé cuenta de
lo que le dicen las ideas, yendo de muchas sensaciones a aquello
que se concentra en el pensamiento. Esto es, por cierto, la
reminiscencia de lo que vio, en otro tiempo, nuestra alma, cuando
iba de camino con la divinidad, mirando desde lo alto a lo que
ahora decimos que es, y alzando la cabeza a lo que es en realidad.
Por eso, es justo que sólo la mente del filósofo sea alada, ya que,
en su memoria y en la medida de lo posible, se encuentra aquello
que siempre es y que hace que, por tenerlo delante el dios, sea
divino. El varón, pues, que haga uso adecuado de tales
recordatorios, iniciado en tales ceremonias perfectas, sólo él será
perfecto. Apartado, así, de humanos menesteres y volcado a lo
divino, es tachado por la gente como de perturbado, sin darse
cuenta de que lo que está es `entusiasmado`.
(...) Así que, como se ha dicho, toda alma de hombre, por su
propia naturaleza, ha visto a los seres verdaderos, o no habría
llegado a ser el viviente que es. Pero el acordarse de ellos, por
los de aquí, no es asunto fácil para todo el mundo, ni para
cuantos, fugazmente, vieron entonces las cosas de allí, ni para los
que tuvieron la desdicha, al caer, de descarriarse en ciertas
compañías, hacia lo injusto, viniéndoles el olvido del sagrado
espectáculo que otrora habían visto. Pocas hay, pues, que tengan
suficiente memoria. Pero éstas, cuando ven algo semejante a las de
allí, se quedan como traspuestas, sin poder ser dueñas de sí
mismas, y sin saber qué es lo que les está pasando, al no
percibirlo con propiedad. De la justicia, pues, y de la sensatez y
de cuanto hay de valioso para las almas no queda resplandor alguno
en las imitaciones de aquí abajo, y sólo con esfuerzo y a través de
órganos poco claros les es dado a unos pocos, apoyándose en las
imágenes, intuir el género de lo representado. (...) Plenas y puras
y serenas y felices las visiones en las que hemos sido iniciados, y
de las que, en su momento supremo, alcanzábamos el brillo más
25
límpido, límpidos también nosotros, sin el estigma que es toda esta
tumba que nos rodea y que llamamos cuerpo, prisionero en él como
una ostra" (Fedro, 246a-250c).
Así, pues, de esta larga cita podemos reflexionar sobre lo
siguiente: la realidad humana es, para Platón, una dualidad. Por un
lado, el cuerpo, mudable, digamos que intrascendente; por otro
lado, el alma, auténtico principio del individuo, realidad divina,
inmortal y excelente. La persona humana, tal y como la conocemos,
es producto de una degradación o caída, y lo auténtico es siempre
algo que ha quedado atrás y a lo que hay que volver. Esta
concepción está, sin duda, influida por las sectas religiosas del
momentos, especialmente por el pitagorismo.
El conocimiento es no un avanzar hacia delante sino un ir hacia
atrás, hacia ese momento en el que el alma anduvo, sin el lastre
del cuerpo, en unión con los dioses. Conocer es algo divino, algo
excelente entre nuestras capacidades, pero supone no adquirir
nuevos datos sino actualizar lo que ha quedado como sumido en el
olvido después del grave trauma que significa para una realidad
divina haber perdido su condición. Los filósofos serán los que más
cerca han andado de los dioses y los que seguirán buscando con
ahínco lo que en su momento, aunque fugazmente, pudieron
contemplarL la auténtica realidad de las cosas, también la ciencia.
Esto les acarreará incomprensión y en casos extremos la muerte
(Sócrates).
Sin duda, es ésta una extraña forma de explicar las cosas que
hoy nos queda muy lejos. Tal vez se nos haga más cercana si ponemos
el acento en que el conocimiento es algo difícil, extraordinario, y
la ciencia aún más. Porque lo más habitual en este mundo es la
ignorancia e incluso la injusticia y la maldad. Ya hemos explicado
al principio la visión un tanto pesimista que de la realidad poseía
Platón, decepcionado por la situación política y social de su
tiempo. De este mundo de aquí abajo que es imitación del auténtico,
no cabe apenas sensatez, bondad, justicia, ni nada de cuanto es
valioso. El mundo sensible, experienciable, queda decididamente
desprestigiado y devaluado.
Como queda dicho, conocer no es ver lo que está fuera, sino
recordar lo que está dentro. Las cosas que percibimos provocan la
reminiscencia (anámnesis) de las ideas en otro tiempo contempladas.
En el Menón se nos ejemplifica qué es la reminiscencia y qué cosas
podemos recordar (conocer) porque ya las sabemos. Platón deduce
esta doctrina a partir de la creencia mítica en la preexistencia y
transmigración del alma (81a-82a) y realiza luego una demostración
efectiva mediante una práctica de corte mayéutico sobre un esclavo
(82b-85b). (Se utiliza la experiencia para validar una hipótesis -
que en Platón no es más que un punto de partida-). Sócrates procura
que Menón vea que el esclavo, sin educación ninguna, no aprende de
él, sino que simplemente recuerda lo que ya sabía. Mediante una
larga interrogación, Sócrates consigue que el esclavo recuerde que
por la diagonal se puede establecer la duplicación de un cuadrado,
lo cual viene a demostrar que el alma ya conocía la verdad y, por
tanto, es inmortal. Esto nos capacita para que lo que no conozcamos
(recordemos) podamos valerosamente buscarlo (no reproducimos aquí
26
lo fundamental de ese diálogo con el esclavo dada su extensión y
dificultad):
"El alma, pues, siendo inmortal y habiendo nacido muchas veces,
y visto efectivamente todas las cosas, tanto las de aquí como las
del Hades, no hay nada que no haya aprendido; de modo que no hay de
qué asombrarse si es posible que recuerde, no sólo la virtud, sino
el resto de las cosas que, por cierto, antes también conocía.
Estando, pues, la naturaleza toda emparentada consigo misma, y
habiendo el alma aprendido todo, nada impide que quien recuerde una
sola cosa -eso que los hombres llaman aprender-, encuentre él mismo
todas las demás, si es valeroso e infatigable en la búsqueda. Pues,
en efecto, el buscar y el aprender no son otra cosa, en suma, que
una reminiscencia" (Menón, 81c-d).
27
contemplar la esencia, convienen, y si la génesis, no convienen.
Por eso, se buscará en ellos su aspecto puro, lejos de toda
adherencia a los sentidos y a las realidades sensibles. Así, los
estudios propuestos serán:
- la matemática, como instrumento usado por todas las otras
ciencias (aquí se deja ver la profunda huella pitagórica), muy útil
al estratega y que eleva el alma y la obliga a discurrir sobre los
Números en sí;
- la geometría plana, referida, como todo, al conocimiento de lo
que siempre existe;
- la estereometría o geometría de los sólidos, apenas cultivada;
- la astronomía o movimiento de los sólidos en profundidad, más
allá de lo sensible (que no crea conocimiento), en una clara
crítica de Platón a sus antecesores;
- la música como ciencia de la armonía: desde los acordes que se
oyen, al examen de los números armónicos y los que no lo son, lo
cual es útil para la búsqueda de lo Bello y lo Bueno;
- la dialéctica, que supone el culmen de todos los estudios, pues
permite demostrar la relación que hay entre ellos: una ciencia
general, ciencia de todas las ciencias, con lo que Platón se está
adelantando a los grandes teóricos del racionalismo como Descartes
o Leibniz. En la dialéctica, con ayuda de la razón y sin
intervención de ningún sentido, se alcanza lo que es cada cosa en
sí y, finalmente, el Bien en sí. Podríamos definirla como el
ascenso puro hasta el Bien, que "eleva la mejor parte del alma
hacia la contemplación del mejor de los seres". A ella sólo pueden
alcanzar los capaces de dar y recibir razón de la esencia,
cancelando los supuestos.
La realidad, dividida en región del devenir y región de la
esencia, queda también dividida en su posibilidad de conocimiento.
De lo primero sólo podemos alcanzar opinión con la imaginación o la
creencia, y de lo segundo se puede obtener inteligencia con el
pensamiento y la ciencia. Esto se explica mejor en el libro VI de
la República, en la "Alegoría de la línea", que podríamos
representar así:
28
MUNDO SENSIBLE (tò horatón) MUNDO INTELIGIBLE (tò noetón)
3.6. El alma
Como ya hemos visto, para Platón el alma tiene tanto una
implicación ético-escatológica como gnoseológica. Concibe tres
dimensiones en ella:
- dimensión racional (nous, logos): inmortal, inteligente, de
29
naturaleza divina y situada en el cerebro;
- dimensión irascible (thymós): fuente de pasiones nobles,
situada en el tórax e inseparable del cuerpo;
- dimensión apetitiva (epithymía): fuente de pasiones innobles,
situada en el abdomen y también mortal.
¿Cómo nos es posible conocer las ideas? Lo que faculta su acceso
es la reminiscencia, y como vías la dialéctica (que nos lleva de
lo múltiple a lo uno y de lo uno a lo múltiple -diáiresis-, lo que
permite establecer la koinonía y simploké de las ideas) y una no
racional, el amor, por el que se alcanza la Belleza en sí. Las
matemáticas ayudan, sirven de propedéutica, ya que arrancan del
mundo del devenir e introducen en la contemplación de objetos
sensibles. Tal vez pertenezca a la leyenda aquello de que figuraba
en el frontispicio de la Academia la leyenda "Nadie entre aquí si
no sabe matemáticas".
30
Faltaría exponer la cosmología de Platón que aparece en uno de
sus últimos diálogos, el Timeo. Platón no tiene por ciencia la
consideración del mundo sensible, y por eso es sólo un relato
probable, verosímil, atravesado de principio a fin por el mito.
B3. ARISTOTELES
2. Vida y obras.
31
aunque en realidad el motor que le mueve es el mismo: la búsqueda
de lo universal y general(sólo que él lo considera residiendo en
las cosas mismas). En esto consisten tanto la Lógica como la
Metafísica.
4. La Lógica aristotélica.
32
Todo B es A Ejemplo: (Todo hombre es mortal)
Todo C es B (Sócrates es hombre)
Todo C es A (Sócrates es mortal).
La definición.
Si poseemos ciencia, es para Aristóteles cuando sabemos que una
cosa es (existe), lo que es y por qué, es decir, cuando conocemos
su existencia, su esencia y su causa. La existencia y la causa se
conocen mediante la demostración. Para conocer el ser de una cosa
se utiliza la definición. La definición expresa la esencia
permanente de una cosa, mediante el género y la especie (diferencia
específica).
La Lógica (una lógica material, reflejo de la realidad, frente a
una lógica formal) ha sustituído a la Dialéctica, y ahora el
silogismo es lo que permite introducir lo particular en lo
universal. La demostración se apoya en principios universales y la
definición sirve para establecer la esencia de las diversas
especies en que se puede clasificar la realidad (el individuo es
indefinible). Podemos alcanzar así un conocimiento universal y
necesario.
5. La Metafísica.
33
y una ciencia divina, pues si Dios tuviera alguna, sería ella, y
también porque su objeto es Dios.
La Filosofía Primera, dijimos, se ocupa del Ser, y tal y como
nos dice Aristóteles, "el Ente se dice en varios sentidos (...) y no equívocamente, sino
como se dice también todo lo sano en orden a la sanidad: esto, porque la conserva; aquello, porque
la produce; lo otro, porque es signo de sanidad, y lo de más allá, porque es capaz de recibirla (...)
Así también el Ente se dice de varios modos; pero todo ente se dice en orden a un solo principio:
Unos, en efecto, se dicen entes porque son substancias; otros, porque son afecciones de la
substancia; otros, porque son camino hacia la substancia, o corrupciones o privaciones o
cualidades de la substancia, o porque producen o generan la substancia o las cosas dichas en orden
a la substancia, o porque son negaciones de alguna de estas cosas o de la substancia. Por eso
también decimos que el No-ente es No-ente" (Metafísica, IV, 1003 a 32-1003 b
12).
La substancia es, pues, el sentido principal en que se dice el
Ser, y preguntar por el Ser es lo mismo que preguntar por la
substancia.
34
presocráticos, más concretamente al “ápeiron” de Anaximandro). La
materia primera sería algo así como el substrato último, la base de
todo.
Potencia y acto.
35
la Metafísica nos lo aclara suficientemente:
"Así, pues, tal principio es evidentemente el más firme de todos (...) Es imposible, en efecto, que
un mismo atributo se dé y no se dé simultáneamente en el mismo sujeto y en un mismo sentido (...)
Este es, pues, el más firme de todos los principios, pues se atiene a la definición enunciada ("el más
firme es aquel acerca del cual es imposible engañarse"). Es imposible, en efecto, que nadie crea que
una misma cosa es y no es, según, en opinión de algunos, dice Heráclito (...) Y si no es posible que
los contrarios se den simultáneamente en el mismo sujeto (...), y si es contraria a una opinión la que
dice lo contrario, está claro que es imposible que uno mismo admita simultáneamente que una
misma cosa es y no es. Pues simultáneamente tendría las opiniones contrarias el que se engañase
acerca de esto. Por eso todas las demostraciones se remontan a esta última creencia; pues éste es,
por naturaleza, principio también de todos los demás axiomas. (...) Exigen, ciertamente, algunos,
por ignorancia, que también esto se demuestre; es ignorancia, en efecto, no conocer de qué cosas se
debe buscar demostración y de qué cosas no. Pues es imposible que haya demostración
absolutamente de todas las cosas (ya que se procedería al infinito, de manera que tampoco así
habría demostración); y, si de algunas cosas no se debe buscar demostración, ¿acaso pueden
decirnos qué principio la necesita menos que éste?" ( IV, 1005b 19- 1006a 11).
6. La Física.
36
anteriores que se han ocupado sobre todo de la "Physis", y así lo
hace en los libros I de la Metafísica y de la Física. Y encuentra
que, aunque han hablado de las causas, lo han hecho de un modo
impreciso e incompleto. El distingue cuatro causas, "una de las cuales
decimos que es la sustancia y la esencia (...); otra es la materia o el sujeto; la tercera, aquella de
donde procede el principio del movimiento, y la cuarta, la que se opone a ésta, es decir, la causa
final o el bien (pues este es el fin de cualquier generación y movimiento)"(Metafisica I, 3).
Conocer un ser por naturaleza es conocer su qué, su de dónde, su
cómo y su para qué, sus causas formal, material, motriz y final.
Aristóteles considera mérito exclusivo el haber descubierto la
causa final.
Las causas nos sirven para explicar el cambio ("metabolé") y el
movimiento("kínesis"), auténtico nudo gordiano de la Física, hecho
incontestable, dato de experiencia, porque "la Naturaleza es el principio del
movimiento y del cambio" y "si se ignora lo que es el cambio, se ignorará también lo que es la
naturaleza".
Aristóteles distingue diversos tipos de cambio:
- generación y corrupción (cambio sustancial);
- movimiento (cambio accidental), que puede ser:
- crecimiento y disminución (cambio cuantitativo);
- alteración (cambio cualitativo);
- translación (cambio de lugar).
Y aquí es donde se aplica su teoría del acto y la potencia. El
movimiento o cambio es el "acto de la potencia en cuanto está en potencia", "la
actualidad de lo posible en tanto que posible". Parménides terminó por negar el
movimiento y el cambio, y Heráclito no pudo más que afirmar que
todo cambia y se mueve. Ni siquiera Platón, duplicando el mundo,
logró una explicación válida para este problema. Aristóteles
invierte la formulación del problema, y en vez de fijarse en el
cambio de la realidad, se fija en la realidad que cambia. Moverse o
cambiar es llegar a ser lo que se puede ser y que no se es todavía.
Entre dos términos distintos, en cierto sentido contrarios, está el
sujeto, sustancia o “hypokéimenon” que pasa de uno a otro, puesto
que lo que no puede suceder es que una cosa sea su contrario.
Habría, pues, tres términos en el cambio: el sujeto que cambia, la
privación del objeto del cambio y la forma o cambio mismo. Desde
otro punto de vista: el sujeto en potencia, la potencia para
cambiar y el acto o consecución, realización del cambio. El
movimiento o cambio es el “paso de la potencia al acto”. Cuando se
alcanza el acto, cesa el movimiento. Por ejemplo, “crecer es el
acto de crecimiento mientras se puede crecer”, cuando ya se ha
crecido es imposible, no hay potencia para crecer.
Todo este mundo de movimientos y cambios, todos los seres cuya
existencia supone un ir actualizándose, un paso de la potencia al
acto..., es lo que Aristóteles llama mundo sublunar. Este es el
escenario de la generación y la corrupción, de los cambios
sustanciales y accidentales, del paso del tiempo. Es un mundo
inmperfecto, cuyo movimiento propio es rectilíneo. Y en su
composición entran los cuatro elementos (Agua, Tierra, Fuego y
Aire, explicados en clave de generación circular).
37
TIERRA
Sequedad Frio
FUEGO AGUA
Calor Humedad
AIRE
7. El alma.
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la primera, los animales la primera y la segunda, y la última es
privativa del hombre.
El alma del hombre es sensitiva o sensible, aunque también
intelectiva. En cuanto sensitiva, los cinco sentidos producen
sensaciones (colores, sonidos, sabores...) porque son capaces de
recibir la forma de las cosas sin su materia. Pero la sensación lo
es sólo de las cosas individuales (substancias primeras), y la
ciencia para existir necesita generalización. En este sentido, es
imprescindible la imaginación (“phantasía”) que por medio de la
memoria proporciona una generalización, acumulando
experiencias,hasta que el entendimiento(“nous”),por inducción,
llega a la máxima generalización (substancias segundas). Pero no
podemos olvidar que el punto de partida necesario de todo
conocimiento es la sensación, el dato sensible.
Para Aristóteles, el entendimiento es como una “tabula rasa” en
la cual se van grabando las impresiones; en este sentido, el
entendimiento es pasivo (“pathetikós nous”). Pero Aristóteles
distingue también un “nous poietikós” o entendimiento
agente,concepto bastante oscuro y objeto de muy variadas e incluso
extrañas interpretaciones durante la Edad Media. El “nous
poietikós” es tal que se hace todas las cosas, y es tal que las
hace todas, “al modo de un cierto hábito, como la luz, pues en cierto sentido también la luz
hace ser colores en acto a los que son colores en potencia”. Y añade que “este entendimiento
es separable, impasible y sin mezcla, ya que es por esencia un actividad (...) Sólo una vez separado
es lo que es verdaderamente, y sólo esto es inmortal y eterno”. El alma es en cierto
sentido todas las cosas.
8. La ética.
39
también el estagirita dos clases de virtudes: éticas o morales y
dianoéticas (“nous”) o intelectuales: “phrónesis” (prudencia) y
“sophía” (sabiduría).
9. Política.
________________________
TEXTOS DE ARISTÓTELES
“Unas cosas son ingeneradas, imperecederas y eternas, mientras que hay otras que
están sujetas a generación y declinación. Las primeras son excelentes sin
comparación y divinas, pero menos accesibles al conocimiento, (...) mientras que de
las plantas y animales perecederos tenemos abundante información, viviendo como
vivimos entre ellos, y pueden recogerse muchos datos relativos a sus variadas clases,
40
sólo con que estemos dispuestos a tomarnos el trabajo necesario. (...) No debemos
retroceder con infantil aversión ante el examen de los más humildes animales. Todo
reino de la naturaleza es maravilloso. Se cuenta que unos extranjeros fueron a visitar
a Heráclito, y que, al encontrarle calentándose en el hogar de la cocina, vacilaban en
entrar; entonces Heráclito les invitó a pasar sin temor, diciéndoles que las
divinidades estaban presentes incluso en aquella cocina. Así, nosotros debemos
aventurarnos sin disgusto en el estudio de toda clase de animales, pues cada uno y
todos nos revelarán algo natural y algo bello. Ausencia de azar y dirección de todo
hacia un fin se encuentran en las obras de la naturaleza en el más alto grado, y el
término resultante de sus generaciones y combinaciones es una forma de la belleza”
(Par.An., I, 5, 644b 22ss.)
"Así, pues, tal principio es evidentemente el más firme de todos (...) Es imposible, en
efecto, que un mismo atributo se dé y no se dé simultáneamente en el mismo sujeto y
en un mismo sentido (...) Este es, pues, el más firme de todos los principios, pues se
atiene a la definición enunciada ("el más firme es aquel acerca del cual es imposible
engañarse"). Es imposible, en efecto, que nadie crea que una misma cosa es y no es,
según, en opinión de algunos, dice Heráclito (...) Y si no es posible que los contrarios
se den simultáneamente en el mismo sujeto (...), y si es contraria a una opinión la que
dice lo contrario, está claro que es imposible que uno mismo admita simultáneamente
que una misma cosa es y no es. Pues simultáneamente tendría las opiniones
contrarias el que se engañase acerca de esto. Por eso todas las demostraciones se
remontan a esta última creencia; pues éste es, por naturaleza, principio también de
todos los demás axiomas. (...) Exigen, ciertamente, algunos, por ignorancia, que
también esto se demuestre; es ignorancia, en efecto, no conocer de qué cosas se debe
buscar demostración y de qué cosas no. Pues es imposible que haya demostración
absolutamente de todas las cosas (ya que se procedería al infinito, de manera que
tampoco así habría demostración); y, si de algunas cosas no se debe buscar
demostración, ¿acaso pueden decirnos qué principio la necesita menos que éste?" (
IV, 1005b 19- 1006a 11).
, "El Ente se dice en varios sentidos (...) y no equívocamente, sino como se dice
también todo lo sano en orden a la sanidad: esto, porque la conserva; aquello, porque
la produce; lo otro, porque es signo de sanidad, y lo de más allá, porque es capaz de
recibirla (...) Así también el Ente se dice de varios modos; pero todo ente se dice en
orden a un solo principio: Unos, en efecto, se dicen entes porque son substancias;
otros, porque son afecciones de la substancia; otros, porque son camino hacia la
substancia, o corrupciones o privaciones o cualidades de la substancia, o porque
producen o generan la substancia o las cosas dichas en orden a la substancia, o
porque son negaciones de alguna de estas cosas o de la substancia. Por eso también
decimos que el No-ente es No-ente" (Metafísica, IV, 1003 a 32-1003
b 12).
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PARÉNTESIS SOBRE LAS ESCUELAS SOCRÁTICAS MENORES
Escuela cirenáica
Fundada por Antístenes. Para éstos la “eudaimonía”, que era tema
relevante en Sócrates, se alcanza en la autosuficiencia, para lo
cual es necesario suprimir las necesidades. Lo cual proyecta
pesimismo y desprecio hacia lo material, y el filósofo se
transforma en mendigo. A un lado quedan, como innecesarios, la
sociedad y el Estado, y sólo se estima la ausencia de necesidades y
la tranquilidad. Se renuncia a toda teoría, lo mismo que al honor,
la riqueza o los bienes materiales. Sólo se busca el comportamiento
ascético, vivir en sociedad consigo mismo. El cínico se siente
ciudadano del mundo. Es la primera aparición importante del
cosmopolitismo, que luego va a estar muy presente en el mundo
helenístico y romano. El más famoso es Diógenes de Sínope, a quien
la leyenda nos presenta viviendo desnudo en un tonel (desprecio de
las convenciones y de la sociedad), despreocupado de todo
(desprecio de las ciencias) y sólo interesado en meditar la
inutilidad y fugacidad de los bienes del mundo. En síntesis:
crítica a la cultura, crítica a la sociedad y la convención,
crítica a las necesidades creadas para volver a un estado natural,
moralidad intachable, libertad interior, desapego hacia las
riquezas, independencia en el obrar, autosuficiencia (autarquía).
Guardan parecidos con los estoicos, pero sólo parecidos.
Escuela cirenáica
Fundada por Aristipo de Cirene. Para esto, el bien supremos es
el placer. Pero el placer no nos debe dominar a nosotros, sino
nosotros a él, para que no se transforme en algo desagradable. Es
necesario ser dueño de uno mismo, no apasionarse, dominar las
circunstancias acomodándose a ellas y seleccionar los placeres,
buscando los más duraderos. El cosmopolitismo está también muy
marcado entre los cirenáicos. Guardan parecidos con los epicúreos.
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diferencias entre las clases sociales se acentúan, en el que la
inestabilidad política es permanente, un mundo disperso, el
individuo, antes arropado por y anclado en la polis, se siente
inestable y perdido, sin marco estable de referencia, y busca
anclarse en la suprema creación de la cultura, la filosofía, pero
ahora no le pide ya lo mismo que antes: ya no es la búsqueda de la
verdad, sino soluciones al desequilibrio, convicciones políticas,
religiosas y sociales –una moral- para poder vivir. La filosofía se
va a convertir en un conjunto de soluciones adecuadas a las
circunstancias, aptas para todos –incluídas las masas- y la alta
especulación, la confección del sistema que busca la verdad global
ya no es su objeto. Esto trae consigo la pobreza intelectual de
estas corrientes, hasta que esta situación sea superada por el
cristianismo que puede ofrecer una respuesta completa y unitaria,
que puede anclar de nuevo al hombre en la estabilidad y la
confianza. Y, además, no al hombre anterior, sino a un “hombre
nuevo”.
Esta crisis de la filosofía se caracteriza por:
- un desinterés hacia la metafísica;
- una atención primordial al hombre, un hombre que se siente
inmerso en el mundo –cosmopolitismo- y la naturaleza –
naturalismo-;
- un desvío de las cuestiones filosóficas hacia la ética, que pueda
dar seguridad y felicidad al hombre;
- un interés por la historia y sus leyes, lo que pueda hacerla
cognoscible y regular, lo cual puede tranquilizar al hombre
inseguro y ofrecer calma, sin temor a los dioses;
- la filosofía es un instrumento para poder vivir bien, para ser
feliz. El “bios theoretikós” ya no es el objeto ni el ideal, sino
que lo será el hombre que vive en total serenidad y equilibrio,
independiente y autosuficiente. “La filosofía es una actividad que
procura con discurso y razonamientos la vida feliz” (Epicuro), es
un arte que ayuda a vivir bien.
Prueba de todo lo dicho es que la filosofía se cultiva
especialmente en las llamadas “escuelas”, no habiendo ningún gran
pensador que abarque todos los ámbitos del saber y al que se pueda
hacer especial referencia. Pasaremos, pues, a estudiar las escuelas
estoica, epicúrea, escéptica, aunque también un fenómeno típico de
estas épocas de decadencia intelectual como es el eclecticismo. No
obstante, es necesario nombrar aquí a dos de las ramas filosóficas
que parten de Sócrates: la escuela cínica y la escuela cirenáica.
EL ESTOICISMO
De todas las escuelas a que vamos a hacer referencia, es ésta
sin duda la de mayor rigor y mayor altura intelectual. Se
distinguen en este movimiento tres épocas:
- estoicismo antiguo: Zenón de Citio, Crisipo;
- stoa (pórtico) media: Panecio de Rodas y posidonio (maestro de
Cicerón);
- stoa nueva: casi exclusivamente romana (Séneca, Epícteto, Marco
Aurelio).
Centran sus esfuerzos en una filosofía concebida
43
tripartitamente: Lógica, Física y Ëtica, y sus contribuciones no
son irrelevantes, sobre todo en lógica y ética. Presta mucha
atención al problema de la naturaleza, con una concepción
materialista, admitiendo una visión cíclica del mundo. El Universo
entero, la Naturaleza, está animado y
Regido por un principio activo (Pneuma), el Espíritu, Logos
universal y Fuego al estilo de Heráclito. Hay un ciclo de expansión
y de disolución (conflagración universal). Esta Naturaleza se
identifica con Dios, y por eso todo está perfectamente ligado, nada
ocurre al azar. Determinismo y Providencia. Cada logos particular
participa del Logos universal y se somete al orden natural. La
virtud, lo correcto, es vivir en conformidad con al naturaleza, con
el Logos. El conocimiento que de Él tiene el sabio le crea una
ausencia de pasión y una total conformidad con ese orden universal:
obedecer a dios es libertad. Aceptación del destino, pues éste
gobierna, y es mejor dejarse guiar que verse arrastrado. El sabio
se hace independiente soportando todo –“substine et abstine”-, y
debe despojarse de sus pasiones para alcanzar la “ataraxia”, la
“apathía” o imperturbabilidad.
Los estoicos, aunque tienen un interés mayor por la comunidad
que los cínicos, también son cosmopolitas, pues el mundo, el
conjunto de todo, es lo natural, y no así los estados, creaciones
artificiales de los hombres. En el fondo de todo esto se halla la
decadencia de la “polis” y el surgir del Imperio. Para marcar el
contraste con lo que vendrá después, es necesario apuntar que
aunque el cristiano también se siente ciudadano del mundo, este
sentimiento surge de su consideración del ser humano como hermano,
prójimo e hijo de Dios. El cristiano no distingue al esclavo del
libre, o al griego del romano porque hay un Padre común. El vínculo
cristiano entre los hombres no es el de patria, raza o naturaleza,
sino el de amor de Dios, y, por tanto, amor a los hombres en Dios.
EL EPICUREÍSMO
Guarda correspondencia con los cirenáicos. Su fundador es Epicuro
de Samos, personaje carismático. Prolonga su importancia hasta el
siglo IV d.C.
Se parte del atomismo de Demócrito. Es, por tanto, una filosofía
materialista: todo es corporal, agregación de átomos. Y
mecanicista: todo se reduce al exclusivo movimiento de estos
átomos.
La filosofía epicúrea está totalmente centrada en la moral. Para
Epicuro el placer es el verdadero bien, y él mismo nos indica lo
que nos conviene o nos repugna. Pero el placer que pretende Epicuro
ha de ser puro, sin mezcla de dolor ni desagrado, duradero y
estable; ha de dejar al hombre dueño de sí mismo, libre,
imperturbable. Es decir, se hace necesaria la búsqueda de placeres
espirituales, sobre todo la amistad y el trato con otras personas.
El sabio es el hombre sereno, apacible, sin pasiones, moderado,
impasible tanto ante la adversidad como ante la dicha, Es el ideal
ascético. Los epicúreos se apartan de la vida social y comunitaria,
lejos de los asuntos públicos, pero para mejor alcanzar el placer.
Como lema bastarse a sí mismo y no alterarse por nada, suficiencia
e imperturbabilidad.
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EL ESCEPTICISMO
Sería esta filosofía producto del desinterés por la verdad. El
hombre desconfía de la verdad, que no es alcanzable. Siempre hay
diversidad de opiniones sobre cualquier cuestión, y por eso ninguna
será la verdadera ni aparecerá ninguna que lo pueda ser. Pirrón de
Elis es su fundador, afirmando que las cosas son incognoscibles.
Vale simplemente reconocer los hechos como aparecen, sin
pronunciarse sobre su realidad. Esta filosofía se instaló en la
Academia de Platón invadiéndola.
El escepticismo teórico se acompaña de un escepticismo práctico
o moral: no hay pauta de comportamiento definitiva ni existe el
ideal. El sabio debe suspender el juicio y el asentimiento, y sólo
así alcanzará la imperturbabilidad, la felicidad en definitiva.
EL ECLECTICISMO
En la aparición de este fenómeno tiene mucha influencia el
escepticismo. A fin de abandonar las posturas rígidas y poder
llegar a un acuerdo en los problemas prácticos, se admiten diversas
teorías, conjugándolas, de modo que permitan al mayor número
posible alcanzar la vida feliz. Cicerón, uno de sus máximos
exponentes, conjuga la doctrina de Carnéades sobre el conocimiento,
la doctrina pla´tonica del alma, la providencia universal del
estoicismo, el finalismo aristotélico y su doctrina de la
felicidad. Posteriormente, Filón de Alejandría trató de conjugar el
Antiguo Testamento con las ideas de la filosofía griega.Pero todo
esto ya no es buscar la verdad, sino trivializar la filosofía. Se
trata de intentar solucionar los problemas más profundos, pero ya
lejos del problematsmo filosófico.
45
CRISTIANISMO Y FILOSOFIA
46
El Imperio, que ya venía decayendo desde principios del siglo
III, agitado por fuertes convulsiones internas y amenazado por
presiones externas, alcanza finalmente la escisión en el 395, al
morir Teodosio, quedando dividido en Imperio romano de Occidente
e Imperio romano de Oriente (Bizancio). En el año 410 los
visigodos de Alarico se apoderan de Roma y la saquean y,
finalmente, en el 476, Odoacro depone a Rómulo Augústulo como
emperador del Imperio romano de Occidente (Bizancio seguirá con
vitalidad hasta que cae en manos de los turcos en el 1453). Con
el avance de las hordas del norte y su invasión paulatina del
antiguo Imperio, el declive de las ciudades se hace especialmente
significativo y la vida se ruraliza, volviendo a una economía de
subsistencia: es el feudalismo, que domina como medio de
producción y de relación social (incluso como cosmovisión) toda
la Europa medieval. Durante varios siglos, hasta el XIII (con el
florecimiento de las Universidades), toda la vida cultural de la
Europa cristiana está reducida al mínimo, en período de letargo,
y se limita, salvo excepciones, a la conservación y transmisión
en los conventos cristianos de lo que se conoce de la sabiduría
antigua.
Así, pues, lo que nos interesa destacar aquí es el auge
progresivo del cristianismo hasta convertirse en el centro de la
vida europea -es la Cristiandad- y los esfuerzos que hace para
justificar una creencia que es difícilmente comprensible, incluso
racionalmente absurda.
2. Introducción al pensamiento cristiano. Novedades que plantea
el cristianismo a la tradición filosófica griega.
47
ese momento no habían sido planteadas y que van a obligar a una
fusión entre lo que se cree por la fe y lo que se había recibido de
la antigua tradición filosófica griega, que no siempre va a ser
fácil ni armónica. El resultado es una especulación filosófica
nueva.
Entre las novedades cabe destacar, sobre manera:
1. La idea totalmente original de la “creatio ex nihilo”
(creación desde la nada), la afirmación del Génesis de que
“Al principio Dios creó el cielo y la tierra”. Para los
griegos, lo problemático es el movimiento, el cambio, el paso
del no-ser al ser y del ser al no-ser, la generación y la
corrupción, pero no la existencia del mundo natural. Para el
cristiano, por el contrario, la realidad es contingente,
podría no haber sido. Existir es haber surgido de la nada, y
ésta es la acción de Dios.
Este problema de la creación y la nada es algo totalmente
novedoso y para lo cual los griegos no habían aportado
respuesta ninguna, precisamente porque no se lo habían
planteado. Los griegos filosofan ya desde el ser, los
cristianos desde la nada. El hombre y el mundo no serán,
pues, naturaleza, sino creatura de Dios.
2. Por otro lado, los griegos habían puesto a Dios en
relación con el Cosmos (Inteligencia ordenadora, Motor y
Fin...), mientras que el cristianismo pondrá a Dios en
relación con la Historia:
Dios es Providente y se ocupa directamente de los asuntos
humanos, de la marcha de la Historia;
Aún más, Dios mismo ha entrado en la Historia, se ha hecho
hombre. Toda la Historia adquiere significación y sentido a
la luz de este hecho.
48
ruptura a la necesidad y a las leyes de la naturaleza,
horrorizaba a la mente griega, necesitarista.
Dios, por otro lado, no es algo frío, ausente, mera cima de
la especulación, sino un ser vivo, aún más, un Padre. La
filosofía griega nunca había llegado a formular tal
afirmación.
5. Concepción del hombre: Para el cristianismo, el hombre es
hecho a imagen de Dios, su alma es inmortal, y al final de
los tiempos, todos los hombres resucitarán. Por lo que
respecta a la Historia, el cristianismo la concibe como un
acontecer lineal, tiene un principio y un fin que se resuelve
en Dios. Para el griego, por el contrario, la Historia era un
proceso cíclico, y todo, en el gran Año Cósmico, volvería a
comenzar.
6. Por otro lado, la nueva visión de la moral que aporta el
cristianismo: para los griegos, el mal es producto de la
ignorancia -intelectualismo moral-; para el cristianismo, el
pecado, el mal, es consustancial al hombre y efecto, sobre
todo, de la libertad del individuo que prefiere elegirse a sí
mismo antes que a Dios.
3. Los primeros siglos. La Patrística. San Agustín.
49
ocuparse de la religión, cuando ambas deben marchar unidas”
(Lactancio).
b) Los que encuentran que la razón no tiene nada que ver con
la fe y que podríamos llamar irracionalistas. Para éstos,
el cristianismo introduce tales novedades que la razón no
puede más que considerarlo como absurdo. Muy ejemplar en
esta postura irracional es Tertuliano, quien considera,
contra la razón, que sólo la fe basta, y que el cristiano
más simple habla con seguridad de cuestiones sobre la que
vacila el más alto filósofo. Una frase suya puede darnos
una idea de lo fundamental del irracionalismo: “Cristo ha
muerto y ha resucitado. Esto es creíble porque es absurdo,
es verdad porque es imposible”.
c) Los que reducen totalmente el cristianismo a la razón,
admitiendo de la religión sólo aquellas verdades que se
pueden alcanzar intelectualmente, y reservando por tanto la
salvación a los que se han iniciado en los conocimientos
divinos. Esta actitud está representada fundamentalmente
por el gnosticismo.
50
Contra el escepticismo de los académicos, el punto de partida
infalible sólo puede ser la autoconciencia. Es necesario comenzar
por la evidencia de sí mismo y a partir de ahí construir. “Somos,
conocemos que somos, y amamos este ser y este conocer. Y en estas
tres verdades no nos turba falsedad ni verosimilitud alguna (...)
Pues si me engaño, existo. El que no existe no puede engañarse, y
por eso si me engaño, existo. Luego si existo, si me engaño, ¿cómo
me engaño de que existo, cuando es cierto que existo si me engaño?
Aunque me engañe, soy yo el que me engaño, y por tanto en cuanto
conozco que existo, no me engaño. Síguese también que en cuanto
conozco que me conozco, no me engaño. Como conozco que existo, así
conozco que conozco. Y cuando amo estas dos cosas, les añado el
amor mismo, algo que no es de menor valía. Porque no me engaño de
que amo, no engañándome en lo que amo, pues aunque el objeto fuese
falso sería verdadero que amaba cosas falsas” La ciudad de Dios,
XI, 26). Y a partir de aquí, el hombre que busca encuentra más,
encuentra el fondo del alma: Dios mismo. En el alma se descubren
unas verdades, reglas o razones (“ideae”, “formae”, “species”) que
nos permiten juzgar sobre las cosas sensibles. Pero lo único que
explica la presencia de esas ideas es la iluminación divina. Así se
llega a Dios. Buscándose a uno mismo, se llega a Dios, el cual es
trascendente e inmanente al alma.
En cuanto a lo que es el hombre, podemos decir claramente que
imagen de Dios. San Agustín considera, con la Biblia, al hombre
como unidad de cuerpo y alma. Pero muchas veces “cojea” hacia el
dualismo platónico al intentar concebirlo racionalmente. El alma es
inmaterial, no preexiste a cada uno y la unión con el cuerpo no es
consecuencia de un pecado anterior. Pero no puede solucionar entre
generacionismo (Jesús y Adán) y traduccianismo (Tertuliano). El
alma, unida al cuerpo, es su principio vital, intelectual y
sensible. Pero puede inclinarse a lo material como consecuencia del
pecado original, aunque el hombre siempre es libre, pero no puede
dejar de pecar -“non posse non pecare”-. No hay salvación posible
sin la Gracia de Cristo (frente a Pelagio).
San Agustín prima el amor sobre todo, también sobre el
conocimiento. El amor es el centro del hombre, su peso propio. Pero
este amor puede ser bueno o malo, es decir, voluntad de bien o
voluntad de mal, recta o perversa. Como en Platón, el amor culmina
el movimiento del alma iniciado en el conocimiento.
B) DIOS
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realidad íntima, el hombre interior. Por eso, la forma de buscar a
Dios es en él la confesión. Cuenta su vida. El alma se eleva de los
cuerpos a ella misma, luego a la razón, y de ahí a la luz que la
ilumina, a Dios mismo. (“El hombre posee verdades, y toda verdad se
apoya en una verdad subsistente, en la verdad” X. Zubiri).Se llega
a Dios desde la realidad creada, y sobre todo desde la intimidad
del hombre. El hombre, cuando entra en sí mismo, descubre la
divinidad. Y negarlo es como vaciarse de sí mismo, ahumar el
cristal interior en el que Dios se refleja y lo podemos ver.
CONCLUSION
San Agustín, se ha dicho, es el último hombre antiguo y el primer
hombre moderno. Esto, que sin duda es una exageración, expresa algo
fundamental: la asimilación tan decisiva que Agustín hace de la
cultura clásica (completamente abierto a ella), su mediación
fundamental como transmisor de esa cultura y la capacidad para
integrarla en un marco completamente nuevo y extraño a esa
filosofía como es el cristianismo; y, por supuesto, la gran tarea
de conjugar maravillosa y creativamente filosofía y religión. San
52
Agustín se adelanta al mundo moderno con esa fundamental tendencia
y dirección hacia la intimidad: el descubrimiento de la
interioridad del hombre, lugar apenas barruntado filosóficamente
hasta él. Y de todo este trabajo va a adquirir vida la filosofía
escolástica, aparte de que prácticamente no hay tema que no sea al
menos apuntado por él. Así, la lección de la intimidad la
aprenderán bien San Anselmo y con él toda la mística de Occidente.
La afirmación del yo como criterio de certeza adelanta el “Cogito”
cartesiano (fecundidad de Agustín en la modernidad). Y no hablemos
de su aportación a la filosofía de la historia, de la cual se
podría decir que ha sido el creador.
5. LA FILOSOFIA ESCOLASTICA
53
intento de rehacer un Imperio romano, ahora cristiano, ya mucho
tiempo enterrado. Se produce aquí una clara alianza entre el
poder espiritual -el Papa- y el poder terreno -el gobernante-,
unidos por el sueño de un imperio cristiano que llevaría hacia la
salvación a todo el pueblo de la Cristiandad latina. El
emperador, aunque iletrado, creía en el valor de la cultura: hizo
de su Corte el centro intelectual, y mandó llamar a los que aún
conservaban la tradición antigua, entre ellos a Alcuino; pero
este renacimiento cultural fue efímero. Es interesante, por
curiosa, la visión que de ello posee B.Russell: “Carlomagno era
un bárbaro fuerte, políticamente en alianza con la Iglesia, pero
personalmente no tenía mucha piedad. No sabía leer ni escribir,
pero fomentó el renacimiento literario. En su vida era
licencioso, no amaba rectamente a sus hijas, pero hizo todo lo
que pudo para fomentar la vida santa entre sus súbditos” (B.R.,
II, 16).
Habría que salvar de todo este período a la figura de Juan Escoto
(“El siglo X en la cristiandad occidental fue aproximadamente la
época más oscura; el siglo IX lo redimen los eclesiásticos
ingleses y la asombrosa figura de Juan Escoto” -B.R.,II, 17),
pensador de influencia neoplatónica (especialmente a través del
PseudoDionisio), que considera perfectamente viable y natural el
acuerdo razón-revelación, y que, incluso cuando se encuentra con
irresolubles problemas de fe, no deja de razonar, a veces casi
independientemente de lo que nos enseña la revelación. Fue
acusado de panteísmo. En torno a él comienza el funcionamiento de
las escuelas (primero la “Schola Palatina”, en la corte de Carlos
el Calvo de Francia). “En la especulación posterior no hay
filósofo de la escolástica que no se relacione con él directa o
polémicamente (...)su especulación señala sobre todos los puntos
un hito de la escolástica”(N.A., I, 312)
En conclusión, caracteriza a esta época el ser fundamentalmente
de transición, de mera conservación, sin rigor y desordenada, de
Antiguedad y Patrística, simple acumulación que prepara lo
posterior.
2ª. ALTA ESCOLÁSTICA: Abarca los siglos XI y XII. Esta es la
interpretación que nos propone B.Russell: “El año 1000 se puede
tomar, con razón, como límite de la mayor decadencia a que la
civilización de Europa Occidental había llegado. Desde este
instante comenzó el movimiento ascendente y ha durado hasta 1914.
Al comienzo, el progreso se debió, principalmente, a la reforma
monástica. Fuera de las órdenes monásticas, el clero en su mayor
parte era violento, inmoral y mundano, corrompido por la riqueza
y el Poder (...)Lo mismo ocurrió, una y otra vez, incluso en las
órdenes monásticas; pero los reformadores, con nuevo celo,
reanimaron su fuerza moral cuando decayó” (B.R. II, 21).
Distinguiremos aquí tres apartados para mejor entender el
período, y serán: a) El siglo XI. San Anselmo; b) El siglo XII;
c) La recepción de las filosofías orientales (árabe y judía) y la
introducción en Occidente por esta vía del hasta entonces
54
prácticamente ignorado pensamiento de Aristóteles.
a) El siglo XI: En el siglo XI es destacable la figura de San
Anselmo (1033-1109). Es el primer gran filósofo medieval
después de Escoto. En rigor, se le podría considerar el
fundador de la Escolástica, que en él adquiere su perfil
definido. Muy influido por la tradición patrística, agustiniana
y neoplatónica (pues aún no estaba presente la tradición
aristotélica que luego aparecerá por vía árabe). Su obra está
orientada a las demostraciones de la existencia de Dios. Fuerte
convicción suya es que la fe busca la razón como momento suyo:
“Fides quaerens intellectum” (“la fe busca ser entendida”);
“Credo ut intelligam, neque intelligo ut credam” (“Creo para
entender, y no al revés, entiendo para creer”). Cuando la fe
llega a la intelección, se complace; pero cuando no puede
comprender, venera.
Es especialmente conocido por lo que luego (Kant) se ha llamado
“argumento ontológico”, el cual es atacado por el monje
Gaunilón. Comparte la validez de este arguemnto S.Buenaventura,
Sto. Tomás lo rechaza, Duns Escoto lo modifica, pero lo acepta;
Descartes y Leibniz se sirven de él, Kant establece su
imposibilidad, pero Hegel lo replantea en términos distintos;
aparece profundamente estudiado en Brentano...
El argumento aparece en el Proslogium:
“Así, pues. ¡oh, Señor!, Tú que das inteligencia a la fe,
concédeme, cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que
existes, como lo creemos, y que eres lo que creemos.
Ciertamente creemos que Tú eres algo mayor que lo cual nada puede
ser pensado. Se trata de saber si existe una naturaleza tal, porque
el insensato ha dicho en su corazón: no hay Dios. Pero cuando me
oye decir que hay algo por encima de lo cual no se puede pensar
nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que
entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que
aquello existe.
Porque una cosa es que la cosa exista en el entendimiento, y otra
que entienda que la cosa existe. Porque cuando el pintor piensa de
antemano el cuadro que va a hacer, lo tiene ciertamente en su
entendimiento, pero no entiende todavía que exista lo que todavía
no ha realizado. Cuando, por el contrario, lo tiene pintado, no
solamente lo tiene en el entendimiento sino que entiende también
que existe lo que ha hecho. El insensato tiene que conceder que
tiene en el entendimiento algo por encima de lo cual no se puede
pensar nada mayor, porque cuando oye ésto, lo entiende, y todo lo
que se entiende existe en el entendimiento.
Y ciertamente aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado, no
puede existir sólo en el entendimiento. Pues si existe, aunque sólo
sea en el entendimiento, puede pensarse que exista también en la
realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que
lo cual nada puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se
podría pensar algo mayor que aquello que es tal que no puede
pensarse nada mayor. Luego existe, sin duda, en el entendimiento y
en la realidad, algo mayor que lo cual nada puede ser pensado.
55
El argumento no es fácil de entender en una primera lectura, ni aún
en varias. De todos modos, un autor como B.Russell lo resume así:
“Definimos a Dios como el mayor objeto posible del pensamiento.
Pero si un objeto del pensamiento no existe, otro exactamente igual
a él, pero existente, es mayor.
Por lo tanto, el más grande de todos los objetos del pensamiento
debe existir, porque si no otro, aún mayor, sería posible. Por lo
tanto, Dios existe” (B.R.,II,39).
El argumento anselmiano es una apelación al sentido íntimo, al
fondo de la persona (la vuelta agustiniana hacia sí mismo),donde al
encontrarse el hombre, encuentra a Dios. El insensato no recorre el
camino interior. Desde este punto de partida, se puede comenzar a
pensar y a hablar de Dios, base del pensamiento medieval.
b) El siglo XII: Es éste ya un siglo de decidido progreso. Se
consolida la temática y la orientación de la Escolástica. Se
consolida también el Occidente europeo y su organización social
(el feudalismo). Las escuelas son centros importantes de
intelectualidad, que producirán pronto las universidades, y se
prepara el camino para las grandes “Summas”, especialmente la
de Sto. Tomás. El núcleo principal son las escuelas de Chartres
(de tendencia platónica) y París, donde luego se fundará la
universidad que será la sede capital de la Escolástica. Se
plantea en este siglo con todo rigor la cuestión de los
universales, con una postura realista dominante, pero
oponiéndose al extremismo, lo que prepara el camino a la
síntesis tomista o solución moderada. Se hace sentir la
influencia árabe y judía, y con ella la de Aristóteles. Esto
determina la aparición de direcciones teológicas heterodoxas,
especialmente panteístas, y el dualismo resurge en diversas
formas de herejía (cátaros -los puros- y albigenses). La
mística alcanza un gran florecimiento, especialmente en la
abadía agustiniana de San Víctor, núcleo místico que no excluye
el saber racional. Es de destacar en este período la labor de
Pedro Lombardo(1100-60) “Magister Sententiarum”, que con sus
“Libri Quattuor Sententiarum” fue durante la EM un repertorio
teológico comentado innumerables veces en toda la Escolástica
posterior.
c) Las filosofías orientales: La filosofía occidental fue
hasta el siglo XIII principalmente platónica, pero un Platón
incompleto, recibido fundamentalmente en sus herederos
neoplatónicos (Plotino y el PseudoDionisio). Aristóteles era
conocido también fragmentariamente, sobre todo la traducción
latina de las Categorias; ambos, Platón y Aristóteles,
conocidos únicamente por lo que había logrado filtrarse a
través de las obras de los autores latinos y de los Padres de
la Iglesia. Pero en Oriente, en el mundo musulmán, Aristóteles
era bien conocido y bastante íntegramente (aunque en un
principio revestido de un traje neoplatónico). Esto explica
también que la cultura árabe hiciera progresos en los más
diversos temas (alquimia, astrología, astronomía, zoología,
botánica...), y no se redujera sólo a la especulación
metafísico-religiosa. Pero la filosofía árabe no es importante
56
como pensamiento original, sino como comentaristas y
transmisores al Occidente, sobre todo a través de la península
ibérica: “Los mahometanos y bizantinos, aunque carecían de la
energía intelectual necesaria para crear algo nuevo,
conservaron la civilización, la educación, los libros y la
manera culta del ocio. Estimularon al Occidente cuando resurgió
de la barbarie; los mahometanos, sobre todo, en el siglo XII;
los bizantinos en el siglo XV. En ambos casos, el estímulo
produjo nuevas ideas que eran mejores que las de los
transmisores” (B.R.,II,49). La recepción de Aristóteles marca
el inicio del gran esplendor de la Escolástica.
Entre estos transmisores debemos destacar a Avicena (Bagdag),
Averroes (Córdoba) y el judío Maimónides (Córdoba), pero
nosotros nos detendremos únicamente en el segundo.
Averroes (Ibn Rochd) (1126-1198) fue perseguido al final de sus
días por Almanzor, debido a que sus ideas fueron consideradas
desviadas respecto a la ortodoxia del Corán. Se afanó en
corregir la interpretación (ss.IX y X) árabe de Aristóteles (a
quien casi rinde veneración, (“Aristotelis doctrina est summa
veritas”, “la doctrina de Aristóteles es la máxima verdad”),
corrompida por todo el platonismo que sus antecesores habían
introducido en ella (se le ha otorgado por ello el sobrenombre
de “el Comentador” de Aristóteles). Se preocupó también por
determinar con precisión las relaciones entre la filosofía y la
religión: en este sentido, considera que el Corán es la verdad
misma, pero no todos los espíritus son capaces de comprenderla
en la misma medida. Así, en la cima de la interpretación y la
enseñanza se encuentra la filosofía, destinada a los espíritus
que exigen demostración y pruebas rigurosas y quieren alcanzar
la ciencia yendo de lo necesario a lo necesario por lo
necesario, y que confiere la ciencia y la verdad absolutas;
debajo, la teología, dominio de la interpretación dialéctica y
la verosimilitud, destinada a los hombres que se satisfacen con
argumentos probables; y en el extremo inferior, la religión y
la fe, reservada a los hombres a los que bastan los argumentos
oratorios que apelan a la imaginación y a las pasiones. Son,
pues, tres grados de intelección de una sola y misma verdad
(esta excelencia del conocimiento racional sobre el revelado
influirá en Sto. Tomás).
Interpreta la creación de un modo aristotélico, al igual que la
doctrina del alma, a la que considera mortal, excepto su
dimensión intelectiva (nous), lo cual, no obstante, no lleva a
afirmar la inmortalidad personal. Para él sólo es inmortal el
entendimiento, que está presente en todos los hombres, pero que
es uno y único para toda la Humanidad.
Quizá sea pertinente recoger aquí la valoración que de su
figura hace B.Russell: “Averroes es más importante en la
filosofía cristiana que en la mahometana. En esta última era un
punto muerto: en la primera, en cambio, marcó un comienzo. Fue
traducido al latín en la primera parte del siglo XIII por
Miguel Escoto; como sus obras pertenecen a la segunda parte del
57
siglo XII, es sorprendente. Su influencia en Europa fue muy
grande, no solamente entre los escolásticos, sino también en
muchos librepensadores no profesionales que negaron la
inmortalidad y fueron llamados averroístas. Entre los filósofos
profesionales, sus admiradores se contaron primero y
particularmente entre los franciscanos y en la Universidad de
París” (B.R.,II,49). Estos filósofos influídos por Averroes
profesaron lo que vino a llamarse “averroísmo latino”, y cuyo
máximo exponente fue Sigerio de Brabante. Las tesis
fundamentales que defendieron fueron: a) La eternidad del
mundo; b) La no inmortalidad del alma individual; c) La
conocida como teoría de la “doble verdad”, por lo que respecta
a las relaciones entre razón y fe. Mediante ella se afirma la
compatibilidad de verdades de razón y verdades de fe que pueden
ser perfectamente contrarias; por ejemplo, la inmortalidad del
alma, de que nos habla la razón, frente a la afirmación
racional de que el alma es mortal; la creación del mundo que
afirma la fe, frente a la afirmación de su eternidad que
conocemos por la razón... En el fondo de todo ello está el
convencimiento profundo de que ciertas proposiciones de
Aristóteles o Averroes son irrefutables, aunque las
proposiciones opuestas sean verdaderas por la fe; d) Parece que
algunos negaron incluso la Providencia divina y afirmaron el
determinismo al más puro estilo de Averroes.
3ª. FLORECIMIENTO DE LA ESCOLÁSTICA O GRAN ESCOLÁSTICA: abarca
desde el año 1200 hasta los primeros años del siglo XIV. En
este momento aparecen los grandes sistemas escolásticos. Junto
a la ya consolidada presencia de un Aristóteles genuino
adquirida por vía árabe y ya reseñada anteriormente, no podemos
olvidar la influencia platónico-agustiniana. Es en este siglo
cuando se fundan las Universidades, grandes centros
intelectuales que agrupan a maestros y alumnos de las escuelas
(“universitas magistrorum et scholarum”, “el conjunto de
maestros y estudiantes”). A principios del s.XIII nace la de
París, que es muy influyente. Poco después la de Oxford,
insistiendo en el aspecto empírico y científico, que prepara el
nominalismo de Ockam y el empirismo inglés de la época
moderna. Posteriormente, la de Cambridge (s.XIV); luego la de
Padua, Salamanca, Toulousse...
Es también importante en este siglo la creación de las órdenes
mendicantes, que en cierto sentido sustituyen a los
benedictinos. Los franciscanos -los Menores- continúan más bien
en la órbita platónico-agustiniana, bajo la dirección marcada
por S.Buenaventura, aunque a partir de Duns Escoto entran
también en el aristotelismo. Los dominicos -orden de los
predicadores- trabajan fundamentalmente en la línea
aristotélica. Ambos penetran rápidamente en la Universidad de
París, no sin la oposición seglar. Desde este momento, las más
grandes figuras de la filosofía medieval pertenecen a estas dos
órdenes: son dominicos Alberto Magno, Sto. Tomás, el Maestro
Eckhart; pertenecen a los franciscanos S.Buenaventura, Rogerio
58
Bacon, Duns Escoto, Guillermo de Ockam... Los dominicos, más
metafísicos y teólogos, sistematizan con Sto.Tomás mejor que
nadie la Escolástica e incorporan a Aristóteles al pensamiento
cristiano; los franciscanos, sobre todo los ingleses, con una
orientación más abierta a lo sensible y a la naturaleza,
establecen las bases de la física nominalista y preparan el
camino tanto de la ciencia moderna (Galileo y Newton) como de
la filosofía que culminará en el racionalismo de Descartes y
Leibniz (aunque la influencia tomista en la obra cartesiana no
sea nada despreciable).
Sería importante mencionar aquí a dos grandes pensadores de la
época (S.Buenaventura y S.Alberto Magno), perteneciente cada
uno a una de las órdenes predominantes. Pero nosotros sólo nos
referiremos al segundo por la poderosísima influencia que
ejerce sobre Sto.Tomás.
S.Alberto Magno (1206-1280) es un hombre de un saber
enciclopédico. Se propone adaptar Aristóteles al Cristianismo,
lo que no deja de ser una tarea ardua y problemática, y
consigue introducirlo en la escolástica latina que hasta ese
momento era predominantemente, por no decir exclusivamente,
platónico-agustiniana. Sus obras son fundamentalmente
explicaciones de las del estagirita, aumentándolas con
comentarios de los musulmanes y judíos. “Gracias a San Alberto
resulta claro que el aristotelismo no sólo no imposibilita la
investigación escolástica, es decir, la comprensión filosófica
de la verdad revelada, sino que constituye un fundamento seguro
de dicha investigación y ofrece el hilo conductor que habrá de
ligar entre sí las doctrinas fundamentales de la tradición
escolástica” (N.A.,I,448). Pero no consigue del todo esta
labor, y es ciertamente oscuro. Sin embargo, dispone los
materiales para la síntesis aristotélico-cristiana que
alcanzará Sto.Tomás. Así, pues, es más un precursor que una
cima de la filosofía, aunque un precursor que cultiva todas las
ciencias y las hace avanzar.
4ª. LA CRISIS DE LA ESCOLÁSTICA. Es fundamentalmente el siglo
XIV, época de crisis social, política e intelectual, en la que
la EM está tocando a su fin y en la que desde dentro se
critica a la Escolástica y se encuentran insolubles los
problemas que están en su fundamento. Tanto Duns Escoto como G.
de Ockam son dos figuras clave de este período que explicaremos
con detenimiento más adelante.
5.2. EL CARACTER DE LA ESCOLASTICA
En este apartado apuntaremos las características fundamentales de
la filosofía escolástica:
a) La Escolástica está estrechamente relacionada con la función
de la enseñanza, lo que determina también la forma y el método
de la actividad literaria. De la “lectio” (comentario de un
texto) y la “disputatio” (examen de un problema con la
consideración de todos los argumentos que se puedan aducir en
pro y en contra), formas fundamentalmente didácticas de
59
exposición, se pasa con el tiempo a los Comentarios (a la
Biblia, a las obras de Boecio, a la Lógica de Aristóteles, a
las Sentencias de Pedro Lombardo y a otras obras del
estagirita) y a la colección de Cuestiones: “Quodlibeta”,
cuestiones a las que tenían que discutir los aspirantes a la
láurea dos veces al año sobre cualquier tema (“quodlibet”), y
“Quaestiones disputatae”, resultado de las disputas ordinarias
que los profesores tenían en sus cursos sobre problemas
teológicos y filosóficos.
b) El problema de la escolástica es llevar al hombre a la
comprensión de la verdad revelada, pero este es un problema de
escuela, o sea, de educación: el problema de la formación de
los clérigos.
c) Se produce una coincidencia total del problema especulativo y
el educativo, y como resultado:
no se produce una investigación autónoma, como se había
dado, por ejemplo, en la filosofía griega;
la tradición religiosa es el fundamento y la norma de la
investigación: la Escritura, las definiciones dogmáticas, los
escritos de los Padres y Doctores inspirados;
es una obra común; de aquí el uso de las “auctoritates” en la
investigación. Autoridad es una decisión de un concilio, una
frase bíblica, una sentencia de un Padre de la Iglesia...;
no se pretende formular nuevas doctrinas o conceptos, sino
entender la verdad cristiana ya dada por revelación. Se toma
de la tradición filosófica los instrumentos y el material de
la investigación, primero de la doctrina platónico-
agustiniana, después también de la aristotélica;
la ciencia suprema es la teología (la ciencia que habla sobre
Dios) y la filosofía es “ancilla theologiae” (“sierva de la
Teología”); sólo se usa como auxiliar de ciertos difíciles
problemas que plantea el misterio de Dios (la creación, la
eucaristía, la Encarnación, la resurrección...);
ahistoricidad: las doctrinas y los conceptos son libertados
de su momento histórico y se consideran con independencia de
los problemas a los que responden y de la personalidad
auténtica del filósofo que los ha elaborado. Se hace de los
filósofos más alejados unos contemporáneos (pues todo está en
el mismo plano), de los cuales es lícito tomar lo que sea
para adaptarlo a las exigencias propias.
60
la tradición judáica y es muy difícilmente asimilable por una mente
exclusivamente teórica y racional.
El asunto se planteará en los siguientes términos: el mundo es
contingente (“ens ab alio”, ser por otro) y Dios es necesario (“ens
a se”, ser por sí mismo). Es decir, mientras que Dios es el autor
de sí mismo y no cabe que no sea, el ser del mundo es pura
posibilidad e igual que es podría no haber sido. Dios crea desde
la nada, y no cabe para los pensadores cristianos la posibilidad de
imaginar una materia primera ya dada a partir de la cual se haya
formado el resto, tal y como lo concebía el pensamiento griego
(p.e., el demiurgo platónico), puesto que en el principio sólo está
Dios.
Hay, pues, una dualidad radical en el ser: el ser divino (Creador)
y el ser del resto de realidades (creadas). La relación entre Dios
y el mundo será de dependencia, pues el mundo no tiene razón de ser
suficiente y es necesaria su conservación. En los primeros siglos
de la EM se inclinan hacia una creación continuada, pero poco a
poco se tenderá hacia un acto creador primero y una autonomía
posterior del mundo en su funcionamiento, aunque para existir
necesite de Dios (Dios cooperaría al dejarlo existir, al no
aniquilarlo). Al final de la EM se verá cada vez más el mundo como
una criatura que puede existir abandonado a sus propias leyes, sin
que Dios intervenga constantemente.
La autonomía del mundo lleva a una independencia de la criatura
frente al creador y a un posterior alejamiento de Dios.
b) Los universales
El problema que se discute aquí es doble: por un lado, está
referido al tipo de realidad que corresponde a los universales
(géneros y especies, entidades abstractas, ideas), es decir, cuál
es su status ontológico, qué tipo de entidades son, cuál es su
forma peculiar de existencia; y por otro, qué relación guardan
estas entidades con los individuos, es decir, con lo particular.
Como se puede comprender, de la solución que se dé a estas
cuestiones dependen la ontología (la consideración del ser) y la
gnoseología (o teoría del conocimiento), así como multitud de
graves problemas metafísicos y teológicos.
La evolución de este problema va desde el realismo exagerado de los
primeros siglos, pasando por el realismo moderado, hasta el
nominalismo. El realismo es la actitud o teoría predominante hasta
el s.XII, y su afirmación fundamental es que los universales son
“res”, cosas, y están presentes en todos los individuos que caen
bajo ellos. Los universales son “ante rem” (anteriores al
individuo) y las distinciones individuales son puramente
accidentales (en realidad sólo habrá un hombre). Esto explica con
sencillez la comunidad de individuos semejantes y establece
categorías fijas lejos de toda transformación de sustancias; anula
toda visión evolutiva; facilita tanto la concepción de un mundo
jerarquizado, muy apto para una concepción creacional, como la
interpretación de varios dogmas, especialmente el del pecado
original. Pero corre con el riesgo del panteísmo y niega la
individualidad.
Algunos representantes de esta actitud pueden ser S.Anselmo y más
61
riguroso aún Guillermo de Champeaux.
Este realismo exagerado se va suavizando paulatinamente, sobre todo
con las influencias de árabes y judíos, y la contribución decisiva
de Sto. Tomás (s.XIII), que viene a defender lo que se conoce como
realismo moderado: aunque la verdadera sustancia es el individuo (y
aquí sigue a Aristóteles al pie de la letra), sin embargo el
individuo lo es de una especie, y se obtiene de ella por
individuación. Para explicar la realidad hay que introducir un
“principium individuationis”, pues el universal tiene una
existencia pero no como una cosa separada, sino como momento del
ser individual (“in re”). Un individuo es “materia signata
quantitate”: una cierta cantidad de materia es lo que individualiza
a la forma universal que la informa.
Al final de la EM, con Duns Scoto y Ockam, se vuelve al
planteamiento que ya había apuntado Roscelino de Compiège en el
S.XI (aunque sin demasiado éxito): sólo existen los individuos (los
particulares) y nada hay en la naturaleza que sea universal; el
universal sólo existe en la mente, “post rem” (después de los
individuos) y es una mera palabra hueca (“flatus vocis”).
Este nominalismo (los universales son sólo “nomina”, palabras) será
uno de los principios de la filosofía ockammista, siendo los
términos sólo signos de las cosas: sustituyen en la mente a la
multiplicidad de las cosas que existen en la realidad. Esta
insistencia en el conocimiento simbólico hará posible la
revalorización de lenguajes simbólicos como la matemática y su
aplicación a la realidad física: mientras que la Física
aristotélica y la medieval quieren conocer las causas mismas
(últimas), la Física moderna se contenta con los signos matemáticos
de todo ello. Esta nueva visión (Galileo afirma que “la Naturaleza
está escrita en signos matemáticos”), al igual que en el tema de la
creación, llevará a un alejamiento de Dios al independizar el
conocimiento humano y la ciencia: estudiar la Naturaleza no es
estudiar también a Dios como su creador, sino estudiar simplemente
una regularidad en los fenómenos independientes.
c) La razón
San Juan afirma en al comienzo de su Evangelio que “In principium
erat Verbum”. Esta palabra latina (“verbum”) traduce el griego
“logos”. Dios es, por tanto, Palabra y Razón. Entonces, ¿qué es el
hombre?
1) En una primera época, se concibe al hombre como “ens creatum”,
una realidad semejante a las otras realidades creadas, pero con
una peculiaridad: es “imago Dei” (“imagen de Dios”), es decir, un
cierto intermedio entre Dios y la nada, un espíritu capaz de saber
qué es el mundo, qué es él y qué es Dios. Para alcanzar la verdad,
el hombre debe mirar hacia sí mismo, pues allí está Dios. El amor
como vía de acceso a Dios y, por tanto, a la verdad, adquiere en
esta etapa un especial relieve. Y a su vez, el conocimiento queda
por debajo tanto del amor como de la fe: así, S.Anselmo afirma que
“fides quaerens intellectum” o S.Buenaventura concibe la Filosofía
como “itinerarium mentis in Deum” (“itinerario de la mente hacia
Dios”). Se parte, pues, de la fe.
2) Santo Tomás ya supone un giro en este discurrir y hace hincapié
62
en una adecuación entre el hombre y Dios a través del logos común,
y por ello es posible conocer la esencia divina. Se crea así la
posibilidad de una teología natural (exclusivamente racional): el
hombre trabaja los datos de la fe con su razón para interpretarlos
y alcanzar un saber no dogmático sobre Dios.
3) Con Scoto y Ockam se altera este equilibrio. Para Ockam la razón
será un asunto exclusivamente humano: Dios es omnipotente y no está
sujeto a ninguna ley, ni siquiera la de la razón; por encima de la
voluntad divina no hay nada. Así, del “logos” como esencia de Dios
se pasa al logos como esencia sólo del hombre: la necesidad
racional es sólo propia del hombre, no de Dios (que es
arbitrariedad, libre albedrío, omnipotencia).
El hombre queda también aquí segregado de la divinidad. Si Dios no
es razón, la razón humana no puede ocuparse de Él. La divinidad
deja de ser el gran tema teórico al acabar la EM. La razón se
vuelve a aquellos objetos a los que es adecuada: el hombre mismo y
el mundo (cuya maravillosa estructura se empieza a descubrir), este
mundo al que Dios le dio su impulso inicial y que ya camina
independiente, un mundo totalmente racional cuyas relaciones y
proporciones son perfectamente expresables en lenguaje matemático
(consecuencia del conocimiento simbólico del nominalismo). En este
ámbito también Dios vuelve a quedar alejado del mundo y del hombre,
y cada vez su presencia se hace más difusa en el horizonte.
Concluyendo, las grandes creaciones y temas del Renacimiento serán
el humanismo y la ciencia de la Naturaleza, la Física moderna, pero
ya alejadas de Dios.
5.4.SANTO TOMAS DE AQUINO (1225-1274)
5.4.1. Introducción
Se ha dicho de Sto. Tomás que es “uno de los doce filósofos más
grandes del mundo occidental” (A.Kenny). Esta afirmación no es
universalmente admitida, pues mientras hay quien ve en Sto. Tomás
un auténtico filósofo, sólo accidentalmente teólogo, otros, por el
contrario, sólo ven en él un teólogo sin asomo de filosofía.
Nosotros no podemos ignorar que sin duda Sto. Tomás es un teólogo y
que sus objetivos se enmarcan siempre en una fe previamente
aceptada e incuestionable, pero también nos vemos obligados a
afirmar que su labor de filósofo no se limita a una mera copia o
uso de Aristóteles, sino que alcanza una elaboración personal y
creativa. Sto.Tomás no es un filósofo estereotipado e inerte, sino
que lo que caracteriza a su obra es la viveza intelectual, la
originalidad, la polémica inteligente y, por supuesto, la capacidad
omnicomprensiva de todos los aspectos y temas. En él puede
encontrarse de todo, y tratado con profundidad.
La Iglesia, después de una época negra para Sto. Tomás (el obispo
Tempier lo condenó nada más transcurridos tres años de su muerte),
lo ha colocado en una posición privilegiada dentro de su enseñanza
académica (conociéndole con el nombre de “Doctor Angélico”), y
numerosos papas, ya al poco de su muerte, se han pronunciado en
favor de su doctrina, colocándola entre las más sublimes y
adecuadas. Incluso en el s.XIX (1879), León XIII, en su encíclica
“Aeterni Patris”, propone a Sto.Tomás como guía intelectual del
catolicismo.
63
5.4.2. Vida
Es prácticamente irrelevante para la comprensión de su filosofía.
Centrado fundamentalmente en el estudio y el quehacer intelectual,
su vida se sitúa en varios monasterios entre Italia y París. Es
discípulo y hermano de religión de S.Alberto Magno, profesor en
París, y escritor prolífico, sobre todo teniendo en cuenta la
relativa brevedad de su vida (muere a los 49 años) y que durante
casi todo el último año suspendió por completo su labor de escritor
y profesor, después de la visión beatífica de 1273 (que le hizo
interrumpir la redacción de la Summa Theologiae en la parte III).
5.4.3. Talante
Sto.Tomás es ante todo el pensador del término medio, equilibrado,
distanciado de los extremos. Las soluciones que va dando a los
diferentes problemas son siempre sensatas, prudentes, equidistantes
de las posturas antagónicas. Es el gran articulador de la vida
cultural del momento, una cultura, por otra parte, básicamente
teológica, traspasada por la religión cristiana y en la que Dios es
el centro incuestionable, norte de la vida (cosmovisión religiosa,
teocentrismo). Al igual que Platón y Aristóteles supusieron la
máxima y perfecta expresión de la especulación naturalista griega,
Sto. Tomás es la máxima y perfecta expresión de la vida cultural,
espiritual y social de la Europa medieval cristiana. En Sto. Tomás
todo es coherente, tiene respuesta, aparentemente no existen
contrariedades ni vaivenes, nada queda al azar: por encima de todo,
Dios, sistema absoluto de referencia, y por debajo, el hombre, que
procede de Dios y a Él se ordena. No hay lugar para la duda, la
desconfianza ni la desesperanza. Cada cosa tiene su justo lugar
dentro de una jerarquía minuciosamente establecida.
5.4.4. Obras
Las obras de Sto.Tomás pueden agruparse en tres grandes bloques:
a) Comentarios: a los textos de Aristóteles, a la Biblia, a los
Padres de la Iglesia, y también a las obras de grandes teólogos y
filósofos cristianos como Boecio, el Pseudo-Dionisio... Mención
especial requiere el comentario al texto de estudio básico en las
universidades, el “Liber sententiarum” de Pedro Lombardo.
El comentario como género procede de la “lectio” académica o clase
ordinaria en la que el maestro comentaba ante los alumnos un texto.
b) “Quaestiones”: divididas en “disputatae” y “quodlibeta”. Las
cuestiones proceden de las “disputationes” escolásticas entre
maestros y discípulos, y en ellas se presentan tesis contrapuestas,
es decir, afirmación de una tesis y su negación, con una conclusión
final. En las primeras, “disputatae”, se aborda un tema
determinado: por ejemplo, en Sto.Tomás, “De veritate”, “De anima”,
“De malo”, “De ente et essentia”, “De aeternitate mundi”...; y en
las segundas, no se responde a un tema rigurosamente fijo.
c) “Summae”: son elaboraciones amplias, a menudo voluminosas, que
pretenden abarcar el contenido de una disciplina. La “Summa
Theologiae” es la obra más importante de Sto. Tomás, la gran
exposición sistemática de su pensamiento y de toda la Escolástica,
el producto final de muchos siglos de especulación. Fue concebida
64
como texto (sobre todo las dos primeras partes) para aquellos que
se iniciaban en la disciplina.
Por su importancia merece la pena destacar su estructura: La obra
se halla dividida en tres partes perfectamente claras (aunque la
tercera, como ya se ha dicho, quede inconclusa):
I. De Dios en sí mismo considerado, uno y trino;
II. Del movimiento de la criatura racional hacia Dios;
III. Del Cristo, que en cuanto hombre es el camino por el cual
hemos de llegar a Dios.
Cada una de estas partes se halla dividida en “quaestiones”, las
cuales van encabezadas por un título temático: “Tratado de Dios”,
“La doctrina sagrada: su naturaleza y sus cualidades”... Cada
“quaestio” se divide a su vez en cierto número de artículos que
aparecen expresados en la forma “Si.......” (“Si la doctrina
sagrada es ciencia”, “Si Dios existe”, “Si la mujer debía ser
formada precisamente de la costilla del varón”...). La estructura
de los artículos es siempre la misma: empiezan con el giro “Parece
que...”, con lo que se introduce la opinión contraria a la que se
va a defender; siguen los argumentos en favor de esta opinión
contraria; después, el giro “Pero contra ello está el que...”, es
decir, contraargumentos, generalmente apoyados por una autoridad
reconocida (la Escritura o un filósofo, especialmente Aristóteles).
Se continúa con la síntesis “Respondo que debe decirse que...”,
exponiendo la doctrina que se considera correcta; y finalmente se
responde, por orden, a cada uno de los argumentos contrarios
expuestos al principio (“A lo primero respondo que...”, “A lo
segundo...”).
Es necesario decir que estos giros no siempre aparecen al pie de la
letra tal y como se recogen aquí, ni todas las traducciones del
latín son iguales.
d) Habría que añadir a esta agrupación de las obras los “Opuscula”,
tratados breves de filosofía o teología.
5.4.5. Pensamiento
Los problemas que mueven a Sto.Tomás son fundamentalmente: la
demostración de la existencia de Dios y la explicación de su
esencia, en la medida en que esto es posible; la interpretación
racional de los dogmas; la doctrina del alma humana, espiritual e
inmortal; la ética, orientada hacia la vida sobrenatural... Pero
todos ellos traspasados por un eje básico: La distinción entre la
razón y la fe, y la necesidad de su concordancia. Desarrollaremos
con detenimiento este asunto fundamental.
5.4.5.1.Relaciones entre la razón y la fe
El ámbito de la filosofía es el de la razón, es decir, el filósofo
sólo debe admitir aquello que es accesible por la razón. La
teología, en cambio, se basa en la revelación, en la autoridad de
Dios. Los artículos de fe son conocimientos de origen sobrenatural,
contenidos en fórmulas que no nos son del todo comprensibles, pero
que debemos aceptar aunque no podamos comprenderlos. Sin embargo,
aunque tan dispares, filosofía y teología, razón y revelación,
tienen muchos puntos en común:
a) Las dos buscan y alcanzan la verdad, y sus conclusiones son
65
armonizables, añadiendo además que muchos de sus temas son
comunes. Ni la razón, cuando la usamos correctamente, ni la
revelación, puesto que viene de Dios, puenden engañarnos. La
verdad de la filosofía se ajusta a la verdad de la fe, y, por
tanto, siempre que una conclusión filosófica contradiga al dogma,
nos hallamos ante un signo cierto de falsedad, y la razón debe
rectificar y buscar el error. La revelación, la teología, tiene
en este sentido la última palabra: la luz de la razón es distinta
e inferior a la luz de la revelación.
b) Sin embargo, es siempre mejor entender que creer, siempre que
nos sea permitido elegir. Tenemos el deber de llevar lo más lejos
posible la interpretación racional de las verdades de la fe, de
ascender por la razón a la revelación y volver a descender desde
la revelación hacia la razón. La fe busca ser entendida, y la
creencia de que Dios existe del creyente no exiime de buscar la
racionalidad de esa creencia y tratar de demostrarla.
66
elevarnos hasta Dios.
5.4.5.3.Demostración de la existencia de Dios
Esta es la razón de ser de las famosas vías tomistas para
demostrar la existencia de Dios. Todas se soportan en la misma
estructura:
se parte de algún hecho, de algo observable: en la 1ª vía el
movimiento, en la 2ª la necesidad de una causa eficiente que
otorge el ser, en la 3ª la generación y la corrupción, en la
4ª los grados jerárquicos de perfección - de bondad, belleza,
verdad, nobleza...- que se observan en los seres, y en la 5ª
el orden de las cosas, la finalidad a la que vemos que se
ordena todo;
después de este primer argumento empírico, entra en
funcionamiento un factor esencial o principio metafísico: la
imposibilidad de una serie infinita en el orden de la
causalidad, o del movimiento, o de la existencia, o de la
perfección...;
y de aquí se llega a algo (Primer Motor Inmóvil, Acto Puro,
Existencia “per se”, Ser Absolutamente Necesario, Ser
Absolutamente Perfecto, Verdadero, Bueno..., y Fin Absoluto
al que todo tiende...) a lo que “todos llaman o conocen como
Dios”.
Todas las vías se comunican entre sí por un lazo secreto, y es el
dato de que la realidad no contiene en sí la razón suficiente de su
propia existencia. Entre los seres, esencia y existencia son cosas
distintas (La distinción “esencia-existencia” se encuentra ya en
Alejandro de Hales y en S.Buenaventura, y procede, a su vez, de los
árabes -Alfarabí, Avicena...- y judíos -Maimónides-): la esencia
(“quiddidad, naturaleza o forma) de todo ser real es distinta de su
existencia, y hay que admitir que todo aquello cuya esencia sea
distinta de su existencia, que no pueda darse a sí mismo la
existencia, necesariamente lo tiene que haber recibido de otro. Y,
remontándonos hasta los orígenes, será necesario que exista un ser
en quien la esencia y la existencia sean una sola y la misma cosa,
un ser cuya esencia sea existir o cuya esencia incluya
necesariamente su existencia. Nosotros no alcanzamos a comprender
del todo un ser así, puesto que, de todos los seres que tenemos
experiencia sensible, su esencia es perfectamente separable de su
existencia. Esta otra realidad sólo puede ser Dios: no es un ser al
que se le pueda atribuir la existencia, sino un ser que contiene
necesariamente la existencia. La propia esencia de Dios es existir,
lo que se llama “esencia” en los otros seres es en Dios el acto
mismo de existir. Mientras que en los entes creados el ser y la
esencia son cosas perfectamente disociables, en Dios esencia y ser
se identifican. Dios es el existir mismo (“Ipsum esse”): la
Filosofía, con la sola razón, ha llegado a la misma verdad que Dios
reveló de sí mismo a Moisés en el Sinaí: “Ego sum qui sum” (Ex 3,
13).
5.4.5.4.Vía analógica y vía negativa
Dios es el Existir puro y, por lo tanto, la plenitud absoluta de
ser, el Ser Absoluto, y, por consiguiente, infinito. Y si es
67
infinito, no puede faltarle nada que deba adquirir, ningún cambio
es concebible en Él, y será inmutable y eterno, y así respecto a
las demás perfecciones, pues le competen todas. De aquí, las
múltiples dificultades con que nos expresamos para hablar de Dios.
Puesto que Dios es infinito y nosotros finitos, no podemos más que
aproximarnos a lo que es, sin poder agotar nunca su contenido. Para
hablar de Dios, por tanto, podemos proceder de dos maneras:
primero, negando de la esencia divina todo lo que no puede
pertenecerle; es la vía de la negación. Separando de la idea
de Dios el movimiento, el cambio, la pasividad..., llegamos a
considerarlo como un ser inmóvil, inmutable, perfectamente en
acto y absolutamente simple;
pero la segunda manera procede tratando de nombrar a Dios
según las analogías que subsisten entre las cosas y Él. Es
una vía positiva, la vía de la analogía (esta doctrina de la
analogía es de gran importancia tanto en el pensamiento de
Sto.Tomás como en todo el pensamiento escolástico, pues así
puede fundamentarse el conocimiento que el hombre, de alguna
manera, puede tener de Dios): puesto que existe una cierta
relación y semejanza entre el efecto y la causa, atribuimos a
Dios, pero elevándolas al infinito, todas las perfecciones de
las que hayamos encontrado algún rastro en la criatura. Así,
diremos que Dios es perfecto, soberanamente bueno, único,
inteligente, omnisciente, voluntario, libre y todopoderoso, y
estos atributos sólo serán un aspecto de la máxima perfección
de Dios que es su puro existir, es decir, su esencia.
68
razón, y razones hay tanto para afirmar que el mundo ha existido
siempre (es la opinión de la tradición árabe, por ejemplo Averroes)
como que no ha existido siempre (actitud más común entre el
cristianismo medieval europeo, por ejemplo S.Buenaventura). Sto.
Tomás opina que esta cuestión no es unívocamente demostrable, que
la razón no puede decidir taxativamente en ésto, y sólo podemos
aferrarnos a lo que Dios ha querido revelarnos, es decir, debemos
creer por la fe que el mundo ha comenzado, pero rigurosamente
hablando no lo sabemos.
5.4.5.6.Grados de ser o jerarquía de lo creado
La creación participa de la perfección de Dios de un modo limitado,
y por supuesto en grados: desde los seres que participan de un modo
más perfecto - los ángeles - hasta los que lo hacen menos
perfectamente - los cuerpos -, de tal manera que el grado más bajo
de cada especie superior linda con el grado más alto de cada
especie inferior (Esta concepción de lo real como una cadena
descendente de seres en la que no falta ningún eslabón, es de
origen neoplatónico). En la cúspide de la creación se encuentran
los ángeles, criaturas incorpóreas e incluso inmateriales
(sustancias simples, no compuestas de materia y forma). Sto. Tomás
quiere conceder a los ángeles las más alta perfección que sea
compatible con su ser de criaturas, y por ello les atribuye
inmaterialidad. No son individuos, sino que cada uno de ellos más
que un individuo es una especie. Pero al igual que toda otra
criatura, no se han dado a sí mismos la existencia (su esencia es
distinta de su existencia), lo cual es suficiente para colocarlos
infinitamente por debajo de Dios. Entre la jerarquía de los ángeles
hay también una gradación, participando cada ángel directamente del
superior. Son inteligencias puras.
En esta jerarquía descendente de la criatura, la aparición del
hombre, y por tanto de la materia, señala un grado característico.
Por su alma el hombre pertenece todavía a la serie de los seres
inmateriales. Pero su alma no es una inteligencia pura, como lo son
los ángeles, sino un simple intelecto, puesto que es esencialmente
unible a un cuerpo. Al alma le es esencial ser forma de un cuerpo y
constituir con él un compuesto físico de la misma naturaleza que
todos los compuestos de materia y forma, lo que aleja al Aquinate
de todo posible dualismo antropológico. El alma es el último grado
de los seres inteligentes, pero también el más alto grado de los
que poseen materia, es decir, marca la línea divisoria entre el
reino de las puras inteligencias y el de los cuerpos. Con esta
postura se salva tanto la individualidad de cada alma como su
incorruptibilidad, puesto que el alma es la forma sustancial del
cuerpo, el principio vital, y a la vez es inmaterial y puede
realizar esta operación mental incluso separada del sustrato
corporal.
5.4.5.7.Teoría del conocimiento
Situados ya en la consideración del ser del hombre, nos es
necesario analizar sus potencias y facultades, entre las que la
racionalidad constituye su máxima excelencia y su capacidad más
propia.
¿Qué es conocer para Sto.Tomás? El hombre, compuesto de un cuerpo y
69
de la forma de este cuerpo, se encuentra colocado en un universo de
naturalezas igualmente compuestas. Este es su ámbito propio y a él
está remitido el ser humano directamente. Por lo tanto, son los
sentidos los que nos ponen en contacto con los seres materiales -no
conocemos nada que no nos sea dado por los sentidos, no poseemos
ideas innatas-. Ahora bien, las cosas, que son igualmente
compuestas, poseen una materia, que es su elemento
individualizador, mientras que su forma es el elemento
universalizador. Conocer consistirá en separar de las cosas lo
universal que en ellas se encuentra contenido. Este es el cometido
de la operación más característica del entendimiento humano, lo que
llamamos abstracción. La realiza el entendimiento agente, que es
una especie de hábito, como una luz capaz de proyectarse sobre las
cosas e iluminarlas. La recepción de las formas sensibles
iluminadas por el entendimiento agente la lleva a cabo el
entendimiento posible o en potencia, en el cual se puede producir
ya el conocimiento (el entendimiento posible recibe las formas
individuales de las cosas sensibles, el entendimiento agente
ilumina y abstrae de lo sensible lo más universal, es decir, el
entendimiento agente es como una virtud capaz de hacer inteligible
lo que lo sensible posee de inteligible). Este entendimiento se
hace de alguna manera todas las cosas, es decir, se hace todas las
cosas comprendiéndolas. Sin la luz del entendimiento agente, que
ilumina los datos recibidos por los sentidos y hace posible que
sean entendidos,, no tendría lugar el conocimiento de lo universal,
que es la condición de toda posible ciencia. Para entender mejor
esta difícil cuestión, podemos decir que si bien el conocimiento es
de lo sensible y son los sentidos quienes nos dan noticia de las
cosas, el entendimiento, en su doble potencia de agente y paciente,
es el que propiamente nos hace conocer o entender, el que
proporciona universalidad más allá de la mera singularidad del
mundo material. Ciertamente no existe en ninguna parte “el hombre”
o “el árbol”, pero estas realidades universales son la base de la
ciencia y verdaderamente las conocemos. Lo sensible no es
inteligible en sí mismo, sino que es inteligible gracias a la
existencia y a la labor del entendimiento, en este caso humano. La
compatibilización de la singularidad y mutabilidad de la realidad
sensible con la necesidad del conocimiento científico y regular,
intercomunicable, de alguna manera eterno, que de ello podemos
alcanzar, está así lograda. La ciencia, que no está en las cosas,
pero que se origina con ellas, es tarea y facultad del ser humano,
de su entendimiento. No existen las Ideas como auténtica realidad
al estilo platónico, sino que existe un entendimiento totalmente en
blanco, una pura potencia o capacidad, que es capaz de extraer de
la realidad sensible su regularidad y necesidad. El proceso del
conocer parte de la impresión sensible o sensación, se registra en
la imaginación o fantasía, es iluminado por el entendimiento agente
que universaliza el contenido de esta imagen, y finalmente se
conoce propiamente y se formula un juicio sobre la realidad.
Evidentemente, la teoría tomista del conocimento está profundamente
influída por la de Aristóteles. La distinción entre entendimiento
agente y paciente que se encuentra en el Estagirita, permite a Sto.
70
Tomás explicar que el alma, a un tiempo, pueda entrar en contacto
con lo sensible y hacer de ello un inteligible. Este entendimiento
agente es lo que queda en nosotros de la luz o inteligencia divina
y es de nuestras facultades por la que más nos aproximamos a los
ángeles, puesto que podemos encontrar en las cosas el rastro de lo
inteligible que presidió a su formación. Ni Dios ni los ángeles
conocen de la manera que conoce el hombre, tan imperfectamente.
Ellos aprehenden directamente lo inteligible, el hombre aprehende
lo inteligible a través de las cosas sensibles, pues el
entendimiento agente no es capaz de formar nada si no es en
contacto con las cosas sensibles (es decir, no crea ningún tipo de
nueva realidad, sino que simplemente ilumina y así descubre lo
inteligible en lo sensible). Cada hombre posee su propio
entendimiento agente (esto en contra de la tradición averroísta),
lo que sirve también para fundamentar desde este punto de vista la
inmortalidad del alma de cada uno. ¿Es inmortal el entendimiento
posible? La respuesta en Aristóteles es clara, pues afirma que está
sujeto a corrupción, mientras que el agente, separado, es inmortal
y eterno.
5.4.5.8.Ética
La ética es el cierre del sistema de Sto.Tomás, la vuelta de
todo lo creado hacia Dios.
Sto.Tomás funda su ética en la aristotélica. La ética
aristotélica es una ética de fines o teleológica: se plantea no
cuáles son los móviles de la conducta humana (Epicuro, por
ejemplo), sino cuál es el fin a cuyo cumplimiento está
orientado el ser humano, dónde están el perfeccionamiento y la
plenitud humanas. El hombre es un ser racional, por encima y
frente a todos los otros seres sensibles. Desde la perspectiva
cristiana, su movimiento es la búsqueda libre y voluntaria del
bien en sí. Si pudiéramos contemplar o representarnos el Sumo
Bien, percibiríamos aquello que buscamos y nos aferraríamos a
ello para siempre, haríamos el bien necesariamente y a la vez
libremente. Pero no vemos directamente la perfección suprema, y
nos vemos obligados a buscarla incesantemente y a determinar
entre los bienes que se nos ofrecen aquellos que se vinculan al
máximo Bien. Sólo podemos optar entre bienes particulares. Pero
de entre estos el supremo es el conocimiento de Dios, el cual
sólo es alcanzable en la otra vida, o de un modo imperfecto en
la visión mística.
Pero el hombre no está solo a la hora de obrar. La ley eterna
que todo lo rige, hace que los seres naturales se gobiernen por
una ley física, mientras que la conducta humana, que es libre,
no se ve sometida a la necesidad de lo físico, sino que se
conduce por la ley moral. Esta ley natural es una y única en
todos los hombres y además inmutable y conocida por todos en
cuanto a los primeros preceptos comunes: “Así como el ser es lo
primero que cae en la simple aprehensión del entendimiento, así
también el bien es lo primero que cae en la aprehensión de la
razón práctica, que se ordena a la operación. Y, por lo tanto,
el primer principio de la razón práctica es el que se funda
71
sobre la razón de bien. Así, pues, el primer precepto de la ley
es que debe hacerse el bien y evitarse el mal, sobre el cual se
fundan todos los demás preceptos de la ley natural” (S.Th. I-II
q.94 a.2).
Como ya se ha dicho, la Ley natural es accesible al hombre en
cuanto ser racional, y le capacita para conocer sus propias
tendencias y deducir de ellas ciertas normas de conducta
encaminadas a dar adecuado cumplimiento a su naturaleza.Entre
las tendencias propias están, en primer lugar, la conservación
de la propia existencia, tal y como ocurre con cualquier otra
sustancia, y de la que se deriva el precepto moral de procurar
la conservación de la propia vida y la prohibición de lo
contrario; en segundo lugar, como los animales, el hombre
tiende de un modo necesario a la procreación, de donde se
derivan ciertas obligaciones morales hacia el cuidado de los
hijos; en tercer lugar, el hombre, en tanto que ser racional,
tiende a conocer la verdad y vivir en sociedad, de donde se
deriva la obligación moral de buscar la verdad y respetar las
exigencias de la justicia.
Como se comprende, esta ley natural es sumamente general, por
lo que exige la existencia de una ley positiva que debe
concretarla y respetarla, nunca contradecirla. La ley natural
es el marco dentro del cual debe moverse la ley positiva y
organizarse la convivencia humana. Derecho y Moral no son,
pues, dos reinos desconectados e independientes. Se incardinan
en la idea de justicia: la justicia, como exigencia de dar a
cada uno lo suyo, es una exigencia moral y es también el
fundamento del Derecho.
5.4.5.8. Política
Sto. Tomás no escribe mucho sobre este aspecto, ocupación que
seguramente no creía muy vinculada a su tarea de teólogo. De
todos modos, su pensamiento en este tema, como en tantos otros,
está supeditado al de Aristóteles.
El hombre es por naturaleza político o social, y la sociedad es
necesaria para la perfección de la vida humana. Al igual que en
el bien moral, la causa final de la sociedad es el bien, pero
no el particular de cada uno sino el bien común. La sociedad es
para el individuo y no al revés.
Sto. Tomás deriva el poder político del poder de Dios, y toda
ley positiva, como hemos visto, de la ley natural. Estudia las
posibles formas de gobierno, y aunque considera buenas y
legítimas todas las que sean aptas para conseguir el bien
común, teóricamente se inclina por el gobierno de uno solo, al
igual que Dios gobierna él solo todo el universo: “Optima
gubernatio est quae fit per unum” (“”El mejor gobierno es el de
uno solo”). La degeneración de esta forma de gobierno es la
tiranía, la peor de todas las formas posibles de gobernar, por
la que un gobernante no gobierna para el bien de la comunidad
sino para el suyo propio, supeditando el bien común a su propio
bien. Es también buena y legítima la aristocracia, pero corre
72
el peligro de que se resquebraje la unidad y cada uno tienda a
su propio provecho dando origen a la oligarquía. Finalmente, la
democracia tiene la ventaja de la participación y la
contribución de todos los ciudadanos, pero corre el peligro de
convertirse en demagogia o en anarquía. Así, pues, la mejor
forma de gobierno no es ninguna de las puras, sino una mixta:
una monarquía moderada por una amplia participación del pueblo:
“La mejor constitución en una ciudad o nación es aquella en que
uno es el depositario del poder y tiene la presidencia sobre
todos, de tal suerte que algunos participen de ese poder, y,
sin embargo, ese poder sea de todos, en cuanto que todos pueden
ser elegidos y todos toman parte en la elección. Tal es la
buena constitución política, en la que se juntan la monarquía-
por cuanto es uno el que preside a toda la nación -,la
aristocracia - porque son muchos los que participan en el
ejercicio del poder -, y la democracia, que es el poder del
pueblo, por cuanto estos que ejercen el poder pueden ser
elegidos del pueblo y es el pueblo el que los elige” (S.Th.I-II
q.105 a.I).
Finalmente, decir que por encima del Estado hay una instancia
o poder superior, la Iglesia. El Estado, aunque tiene su esfera
y su ámbito propio, siempre está por debajo del poder de la
Iglesia, al servicio de la Iglesia. No podía ser de otro modo
en la concepción de un creyente que ordena todo al fin supremo
que es Dios, y cuya tarea en la consecución de este fin compete
especialmente a la Iglesia como cuerpo místico que es.
73
mente? Si existen, ¿qué naturaleza tienen? ¿Existen fuera de las
cosas materiales concretas, o están implicados en ella? Es decir:
nosotros hablamos, por ejemplo, del triángulo, del hierro, del
hombre, cosas todas que no se refieren a un objeto o individuo
concreto, sino que se pueden aplicar a muchos. Evidenternente,
nadie ha visto nunca tales entidades aisladas en sí, pero todo el
mundo entiende lo que con ellas se quiere decir. La realidad se
compone de cosas que, aparte de ser individuos concretos, realizan
una naturaleza específica. Este hombre con quien yo hablo, además
de ser Juan, individual, inconfundible, es hombre: esto es, posee
una naturaleza que comparte con otros muchos. Por otra parte, la
ciencia versa sobre estos conceptos universales, y la ciencia es
útil, la realidad responde a ella: parece, pues, que esos
universales han de tener alguna clase de ser. ¿Cuál será éste?
En la cuestión que late en el fondo de estas preguntas puede
reconocerse fácilmente el eterno y fundamental problema que movió a
los hombres a filosofar: la oposición entre el mundo de los
sentidos y el mundo de la razón. Los primeros filósofos griegos
partían de la experiencia racional y se admiraban ante el cambio
constante de las cosas individuales. Movimiento e individualidad
eran sus problemas radicales. El hombre medieval parte, a la
inversa, de la experiencia inmediata de los sentidos y se sorprende
ante la universalidad de las ideas. La expresión es opuesta; el
fondo, el mismo. No se trata, sin embargo, de un mero recomenzar la
labor filosófica arruinada por la disolución violenta del mundo
antiguo, sino más bien de prolongarla desde un plano diferente. La
experiencia fundamental de la fe cristiana orientará y matizará de
un modo enteramente nuevo a la nueva especulación, deparándole un
estilo y abriéndole unos horizontes que eran desconocidos al mundo
antiguo. Las soluciones a este problema de los universales fueron
varias: en los extremos —en el sí y el no- encontraremos el
realismo absoluto y el nominalismo. Entre ambos, diversas
concepciones armonizadoras, que veremos sucesivamente. En estos
primeros siglos de la Escolástica (IX a XI) no encontraremos más
que las soluciones extremas, por lo que, de momento, reservaremos a
ellas nuestro estudio.
El realismo absoluto opina que los universales existen fuera de la
mente y fuera de las cosas con una realidad sustancial, aislada,
concreta, como la de las cosas de este mundo. Los más
caracterizados defensores de esta tesis –que, como se adivina, ha
de deber mucho al platonismo- son dos británicos: Escoto Eriúgena,
ya citado, y San Anselmo de Canterbury.
(...) En el extremo opuesto al realismo absoluto se registra
en esta época otra posición, que se llamó nominalismo. Según ella,
los universales no sólo no existen con una existencia sustancial y
separada, sino que no existen de ninguna manera. Los conceptos que
nuestra mente forja no corresponden a nada real, son sólo simples
nombres, flatus voces (palabras vacías) con que designamos a un
conjunto de cosas que se asemejan entre sí o que son fácilmente
relacionables. Del mismo modo que los astrónomos ponen nombres a
las constelaciones sin que ello quiera decir que aquel conjunto de
estrellas forme ninguna clase de unidad, así nosotros aplicamos
74
nombres colectivos que no tienen más valor que la comodidad y
brevedad en la designación. Se cita como principal representante
del nominalismo a Roscelino, canónigo de Compiègne, que vivió
también en el siglo XI, aunque de él apenas se conserva escrito
alguno.
El fondo implícito en esta teoría es el empirismo escéptico,
es decir, la concepción que no acepta otra realidad que la
concreta, singular, aquella que es perceptible por los sentidos. El
hombre, según ella, forja sistemas explicativos de la realidad, en
los que a menudo se excede creando principios y entidades cuya
admisión es muy difícil. Así, para el realista de tipo platónico,
la humanidad –el hombre en sí- existe en un mundo superior y
diferente, para el empirista escéptico, en cambio, no existen más
que los hombres concretos, de carne y hueso.
RENÉ DESCARTES
1. INTRODUCCIÓN
75
racional, y todo lo racional es real”. Por supuesto que, en
sentido amplio, ha habido muchos racionalistas anteriores a
Descartes, pero sin duda él marca las pautas de un movimiento
perfectamente delimitado en el tiempo y que es participado, en
sus tesis fundamentales, por otros pensadores de la época y
posteriores, movimiento que, a su vez, tendrá sus detractores ya
en la misma época. Más adelante precisaremos algunas de las
características fundamentales del racionalismo como movimiento
filosófico iniciado por Descartes.
1.2. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES DEL RACIONALISMO
La sociedad del siglo XVII, siglo del barroco, está aún basada
fundamentalmente en la posesión de la tierra, y su economía es
mayoritariamente de subsistencia, predominando el medio rural, y
su sistema de producción, frente al urbano. Todo ello, unido a
diversas carencias higiénicas, nutricionales y médicas, crearon
una crisis de población que mantenía una baja esperanza de vida.
Es también una sociedad estamental (pues este tipo de estructura
social no comenzará a entrar en crisis, paulatinamente, hasta la
Revolución Francesa, 1789), con agudos antagonismos sociales. Sin
embargo, en este período la burguesía va adquiriendo auge,
impulsada por la riqueza que va generando, y va sintiéndose capaz
de detentar el poder.
Políticamente, la forma más común de gobierno en Europa, es la
monarquía absoluta. La alianza Iglesia-Estado ha perdido hace
tiempo su referente como marco político, y los Estados son en su
mayoría laicos. Es también un tiempo de frecuentes guerras por la
hegemonía europea y por la consolidación de fronteras que aún
tendrán que esperar bastante para su fijación definitiva.
Científicamente, es necesario tener muy presente la novedad en la
concepción del mundo y en el método que supuso, ya desde el siglo
anterior, la “ciencia nueva”, que con personajes de la talla de
Copérnico, Kepler o Galileo significó el cambio de una imagen del
mundo geocéntrica, heredada desde la antigüedad, por una imagen
heliocéntrica, y de un método finalista y metafísico en Física,
por un método mecánico, matematizable y cuantificable, que sólo
se atiene al funcionamiento del mecanismo físico sin atender a
las causas últimas (recuérdese aquí la Física de Aristóteles,
especialmente). La Iglesia, en este período, no fue capaz de
asumir la novedad, cerrándose en sus anquilosados esquemas, y
prueba de ello fue la condena que hizo de todo este movimiento,
ejemplificado especialmente en la condena de Galileo.
Por lo que concierne a la religión, para muchos la certidumbre
intelectual de la fe (máxima aspiración de la escolástica) se ha
desvanecido para siempre, los aspectos de la vida controlados por
la religión se disminuyen drásticamente, el clero pierde parte de
su poder sobre las conciencias y las iniciativas. Se producen
pugnas entre distintas confesiones en Europa central, heredadas
76
de la gran división del cristianismo que supuso la Reforma
protestante.
Por último, es necesario apuntar un aspecto que atraviesa todo
este siglo de parte a parte, y que podríamos resumir como la
visión pesimista del mundo y del hombre, la necesidad de vivir
apasionadamente, que se traduce en el desbordamiento
característico del barroco, ejemplos manifiestos de todo ello se
pueden contemplar tanto en la pintura de la época como en la
arquitectura. Existe una obsesión por el tiempo: se considera que
todo es azaroso y contingente. No hay necesidad ni orden. Todo es
apariencia y la esencia de las cosas queda oculta. Algunas
expresiones que resumen magistralmente todo este sentir las
tenemos en nuestros clásicos del siglo de oro: “En esta vida todo
es verdad y es mentira” o “Toda la vida es sueño”. En toda esta
atmósfera de inestabilidad, tiene especial sentido la necesidad
de método y la búsqueda de certeza que supone toda la filosofía
de Descartes.
Filosóficamente, es necesario tener en cuenta el desplazamiento
de los centros activos hacia Francia e Inglaterra. La Filosofía
mantiene una estrecha relación con las tendencias científicas
predominantes (todos los filósofos relevantes son a su vez
destacados científicos o conocen bien las ciencias: física,
matemáticas, medicina…), y se producen contactos e intercambios
entre los máximos representantes del racionalismo continental y
los del empirismo británico. Estas dos corrientes, racionalismo y
empirismo, mantienen puntos de contacto y, a su vez, profundas
divergencias que iremos desarrollando a lo largo de esta
exposición.
3. VIDA Y OBRAS
Nace en 1596 en Francia, en un pueblecito del valle del Loira.
Realiza sus primeros estudios en el colegio de los jesuitas de La
Flèche. Posteriormente, insatisfecho con la imagen científica
recibida, decide enrolarse en el ejército, donde puede tener
tiempo libre para pensar y dedicarse a la construcción de un
edificio científico sólido e inamovible, pues advierte que la
ciencia, especialmente la metafísica, está construida sobre
cimientos nada sólidos y, además, a retazos. El pretende
encontrar un fundamento sólido y totalmente incuestionable, ajeno
a toda duda, y lo encuentra en su famoso principio “Cogito, ergo
sum”, desde el cual se siente capaz de levantar todo un sistema
de pensamiento omnicomprensivo. Finalmente, muere en Suecia,
adonde se había trasladado por invitación de la reina Cristina en
1650.
Entre sus obras, cabe destacar: Meditaciones metafísicas,
Discurso del método, Los principios de la Filosofía y Reglas para
la dirección del ingenio.
4. LA FILOSOFIA
77
El punto de partida de la filosofía de Descartes, como ya se ha
apuntado anteriormente, es la necesidad de encontrar un
fundamento inconmovible para el pensamiento. Pero no sólo algo
que aleje definitivamente de cualquier duda escéptica, sino más
bien la necesidad de un camino unidireccional, perfectamente
transitable, que permita hacer progresos claros desde certezas
universales, y así evitar todas las vueltas y revueltas que han
supuesto hasta el presente las distintas filosofías. Cansado,
según sus propias palabras, de lo inestable del edificio
científico, propone hacer una crítica radical de todo lo
anterior, y no encuentra otra manera mejor que sometiéndolo todo
a una duda feroz, la duda como método, no como estado, con lo que
al final pretende quedarse sólo con aquello que de ninguna manera
pueda conmoverse. Utiliza para ello varias hipótesis:
1. Dudar de la veracidad de los sentidos: puesto que compruebo que
los sentidos me han engañado en múltiples ocasiones, no tengo una
certeza infalible de los datos que ellos me proporcionan. Por
tanto, estoy autorizado, o más bien, me resulta necesario dudar
absolutamente de ellos.
2. También en ocasiones he creído estar soñando cuando estaba
despierto, o durmiendo he vivido las cosas como si fueran
totalmente reales. Por ello, no tengo una certeza absoluta de lo
que sea el sueño y de lo que sea la realidad, pues todo podría no
ser más que un sueño.
3. Por último, nadie me asegura, meta
78
los EEUU se inspira en su pensamiento.
A. TEORIA DEL CONOCIMIENTO
Locke se propone construir una razón crítica frente
a la ilimitación del racionalismo.Su objetivo es
realizar un análisis descriptivo para investigar los
orígenes, alcance y certidumbre del entendimiento
humano, es decir, establecer los límites y
posibilidades de la razón. Tal y como nos dice J.
Marías en su Historia de la filosofía: "El empirismo de
Locke limita la posibilidad de conocer, especialmente
en lo que se refiere a los grandes temas tradicionales
de la metafísica. Con él empieza esta desconfianza en
la facultad cognoscitiva, que culminará en el
escepticismo de Hume y obligará a Kant a plantear de un
modo central el problema de la validez y posibilidad
del conocimiento racional".
79
Para Locke, el conocimiento lo es de ideas o
representaciones de las cosas. Por tanto, su concepto de
"idea" es muy amplio: todo lo que pienso o percibo, todo lo
que es contenido de conciencia. Toda idea procede de la
experiencia (no hay ideas innatas), y ésta puede ser doble:
externa o sensación, mediante los sentidos, e interna o
reflexión, percepción interna de estados psíquicos. Las ideas
pueden dividirse, a su vez, en simples, aquellas en las que el
sujeto (la mente) es totalmente pasivo, y complejas, en las
que el sujeto participa activamente cohesionanado y
conjuntando ideas simples. A la primera clase pertenecen las
ideas de sensación y reflexión, y a la segunda las de modo,
substancia y relación. Dentro de las ideas simples -y seguimos
aquí a Julián Marías- Locke distingue "las que tienen validez
objetiva (cualidades primarias) y las que sólo la tienen
subjetiva (cualidades secundarias). Las primeras (número,
figura, extensión, movimiento, solidez, etc.) son inseparables
de los cuerpos y les pertenecen; las segundas (color, olor,
sabor, temperatura, etc.) son sensaciones subjetivas del que
las percibe".
El conocimiento se define no en relación a la experiencia,
sino que es la percepción del acuerdo y la conexión entre
cualesquiera de nuestras ideas, lo cual puede ser percibido
por intuición inmediata (que constituye el conocimiento más
perfecto), por demostración o por la sensación (que es el más
inseguro). Por intuición inmediata conocemos la propia
existencia, por conocimiento demostrativo, la existencia de
Dios, y a través del conocimiento sensible la existencia de
los objetos presentes a nuestros sentidos. Referente a esto
último, Locke es realista: aunque conocemos las ideas, existe
un mundo real; pero es un realismo crítico: la idea es efecto
de una causa existente, pero no por ello tiene que ser copia
exacta.
B. TEORIA POLITICA
.
1. CONTEXTO SOCIO-HISTÓRICO
INMANUEL KANT
1. Vida y obras
3. El hacer
EL POSITIVISMO
Es un movimiento que empieza a tomar auge desde mediados
del siglo XIX. Su iniciador o fundador es Augusto Comte (1798-
1857), padre también de la Sociología.
Las características más definitorias del positivismo
podrían ser:
- Se toma como modelo a la ciencia (especialmente las
Matemáticas y la Física);
- Pretende mantenerse en el terreno de los hechos, entendiendo
por hecho un fenómeno
positivo, es decir, observable, cuantificable y verificable,
integrable en una teoría científica;
- Se rechaza como incognoscible todo lo que esté más allá de
los “hechos”: se niega la metafísica y se adopta
generalmente una postura agnóstica;
- Se acepta a la ciencia como guía de la Humanidad y se confía
en un progreso indefinido;
- en Moral se defienden posturas utilitaristas; en política su
ideología es
conservadora.
104
FILOSOFIA DE K.MARX
105
1. Principio básico de su filosofía. Crítica a Hegel y
Feuerbach.
Del mismo estudio de su vida y su obra, se desprende
de inmediato que K.Marx fue un filósofo muy especial,
pues sus análisis teóricos contienen una práxis
(práctica) revolucionaria. Marx es un filósofo “práctico-
crítico”, y en ese sentido podemos considerar como
consigna de todos sus esfuerzos la idea contenida en la
tesis XI sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo
que se trata es de transformarlo”. Dicho de otro modo,
Marx considera la tarea por hacer en dos vertientes:
“Primero, comprender ésta (la realidad) en su
contradicción, y luego revolucionarla prácticamente
eliminando la contradicción” (Tesis IV).
En ésto consiste básicamente la crítica que
directamente hace Marx de Hegel y de Feuerbach (e
indirectamente de toda la Filosofía): Que sus filosofías
se quedan en una simple teoría o especulación, que no
pasan de ser una mera reflexión de la realidad pero sin
ningún germen de transformación real de las cosas. Como
decía Hegel, esta filosofía “llega siempre demasiado
tarde. En tanto que pensamiento del mundo, aparece sólo
cuando la realidad ha cumplido y terminado su proceso de
formación” (Principios de la filosofía del derecho,
Prólogo). La Filosofía no puede ir a remolque de la
realidad, sino conocerla profundamente, conocer sus
mecanismos, sus leyes, su dinámica para poder
transformarla, guiarla, humanizarla. Y la realidad es
para Marx fundamentalmente sociedad, relación del hombre
con el hombre.
3. La alienación.
El término alienación proviene del latín “alienus”,
que significa “extraño, extranjero”. De ahí viene el
sentido actual de “estar alienado”, que pasa por
significar “estar fuera de sí, estar en otro”.
106
Marx recoge este término de la filosofía hegeliana
(trabajado también por Feuerbach) pero lo aplica a su
nueva concepción del hombre. Se centra, pues, en la
alienación del trabajador (en el sistema capitalista),
que se encuentra alienado:
a) Con respecto al producto de su trabajo: “el objeto
producido por el trabajo se enfrenta a él (al trabajador)
como algo extraño, como un poder independiente del
productor”; “Hasta tal punto se convierte la apropiación
del objeto en enajenación, que cuantos más objetos
produce el obrero menos pude poseer y más cae bajo la
férula de su propio producto, del capital”
(Manuscritos...).
b) Con respecto a su propia actividad: “el trabajo es
algo externo al obrero, es decir, algo que no forma parte
de su esencia, en que, por tanto, el obrero no se afirma,
sino que se niega en su trabajo, no se siente bien, sino
a disgusto, no desarrolla sus libres energías físicas y
espirituales, sino que mortifica su cuerpo y arruina su
espíritu. Por tanto, el obrero sólo se siente en sí fuera
del trabajo, y en éste se siente fuera de sí. Cuando
trabaja no es él, y sólo recobra su personalidad cuando
deja de trabajar. No trabaja, por tanto, voluntariamente,
sino a la fuerza, su trabajo es un trabajo forzado. No
representa, por tanto, la satisfacción de una necesidad,
sino que es, simplemente, un medio para satisfacer
necesidades extrañas a él (...) Pertenece a otro y
representa la pérdida de sí mismo.
Llegamos, pues, al resultado de que el hombre (el
obrero) sólo se siente como un ser que obra libremente en
sus funciones animales, cuando come, bebe y procrea o, a
lo sumo, cuando se viste y acicala y mora bajo un techo,
para convertirse, en sus funciones humanas, simplemente
en un animal. Lo animal se trueca en lo humano y lo
humano en lo animal” (Manuscritos...).
c) Con respecto a la Naturaleza; el medio con el que
el trabajador opera, y que tenía que ser como su
continuación, tampoco le pertenece en la sociedad
productiva capitalista, sino que pertenece a otro hombre
distinto a él.
d) Con respecto a los otros hombres; en el trabajo
alienado la relación con la Humanidad está truncada de
raíz.
En resumen, si el hombre es su trabajo y el trabajo no
pertenece al hombre en la sociedad capitalista, entonces
el hombre no se realiza como tal, está fuera de sí
(alienado), nunca alcanzará a ser hombre. El hombre, en
sus relaciones de producción, es más una cosa o un animal
que un hombre.
Pero esta situación no es natural, sino histórica, y
por ello es necesario:
a) Estudiar la estructura socio-económica (elaborar
una teoría científica de la sociedad y de la
historia);
b)Transformar prácticamente esa realidad socio-
económica para que sea humana.
4. El materialismo histórico.
a) La dialéctica
La idea cardinal en la nueva concepción de la realidad
es la idea de dialéctica. Este concepto es heredado del
hegelianismo y Marx lo considera como “el lado
revolucionario de la filosofía hegeliana”.
107
Para Hegel, la dialéctica se identifica con el ser de
la realidad y es también el método para conocerla. Lo que
hace avanzar y progresar es la conciliación de los
opuestos. Una realidad idéntica a sí misma no evoluciona,
es algo muerto. Pero la realidad, gracias a sus continuas
oposiciones y contradicciones, va superándose, caminando,
según Hegel, a la síntesis de todos los opuestos, al
Absoluto. La realidad avanza en un continuo juego de
oposiciones superadas. La imagen más adecuada para
expresarlo es el círculo o la espiral: todas las
contradicciones anteriores se van conservando, superadas,
en nuevas síntesis. Resuena vivamente la voz de Heráclito
en toda esta concepción: la movilidad de lo real, la
lucha y la contradicción como germen de vida, la
constante evolución de las cosas...
Marx hereda en lo fundamental esta concepción. Pero su
dialéctica está centrada en la estructura social y en su
evolución a través de la historia: en las sociedades se
producen conflictos que se resuelven por medio de
transformaciones. Es una dialéctica materialista y
revolucionaria.
b) El materialismo histórico
El materialismo histórico busca proporcionar una
explicación concreta de las formas fundamentales de las
estructuras sociales humanas y de las condiciones y leyes
que rigen sus cambios en el curso de la historia. Marx
aplicó este método al estudio de la formación de varias
sociedades y en particular al estudio y crítica de la
sociedad burguesa capitalista.
El materialismo de Marx no tiene nada de mecanicismo,
como les ocurría a los materialismos anteriores
(Demócrito, materialistas franceses...), a los que Marx
acusa de contemplativos, sin dimensión práctica. El
materialismo de Marx busca transformar la realidad.
Declara la relación entre el pensar y el ser, siendo éste
el que condiciona al pensar. El hombre no es lo que
piensa, sino que piensa lo que es: "No es la conciencia
la que determina la vida, sino la vida (social) la que
determina la conciencia. En el primer punto de vista se
parte de la conciencia como si ésta fuese el individuo
vivo. En el segundo, de acuerdo con la vida real, se
parte de los individuos vivos y reales, y sólo se
considera la conciencia como la conciencia de ellos..."
(La ideología alemana). Este es el materialismo de Marx,
que parte del ser humano concreto y su actividad. Un
texto más amplio del mismo libro, nos ayudará a verlo con
más precisión: "En oposición directa a la filosofía
alemana, que baja del cielo a la tierra, aquí hay una
ascensión de la tierra al cielo. Esto significa que
partimos, no de lo que los hombres dicen, piensan o
imaginan, ni de los hombres como se habla de ellos, o
como se los piensa o imagina, para llegar desde ellos a
los hombres de carne y hueso. Partimos de los hombres
realmente activos y estudiamos el desarrollo de los
reflejos y los ecos ideológicoas de sus verdaderos
procesos vitales como nacidos de estos procesos vitales.
Incluso las nebulosas imagénes del cerebro de los hombres
son necesarias sublimaciones de sus procesos vitales,
materiales, empíricamente observables, materialmente
precondicionados.De tal modo, la moral, la religión, la
metafísica y otra formas de la ideología, y las formas de
conciencia que a ellas corresponden, no conservan ya su
aparente independencia (...); los hombres, que
desarrollan su producción material y sus relaciones
materiales, también modifican su pensamiento y los
productos de su pensamiento juntamente con esa realidad
108
de ellos". Y un poco antes dice Marx: "Los productores de
las ideas, de las nociones, etc., son hombres, pero
hombres reales y activos, tales como están condicionados
por un desarrollo determinado de sus fuerzas productivas
y por las relaciones correspondientes a esas fuerzas
productivas hasta su forma más remota".
Para Marx la historia no es una colección de hechos
muertos ni una acción imaginaria de sujetos imaginarios,
sino la sucesión de diferentes modos de producción. Todo
ello se encuentra perfectamente expuesto en el Prólogo a
Contribución a la crítica de la economía política.
Nosotros intentaremos sacar de este texto todas sus
implicaciones.
(Aquí se pide hacer un extracto de las ideas
fundamentales que aparecen en este texto, dividiéndolo en
dos vertientes:
- biografía de Marx;
- teoría del materialismo histórico).
SOBRE EL TRABAJO DE LA EVALUACION
Algunos aspectos que pueden tratarse son:
- Información y análisis de la situación obrera en el
siglo XIX (Textos, testimonios...)
- Análisisi de la teoría marxista expuesta en El
Manifiesto. (Un apartado muy especial sobre el
materialismo histórico en este libro).
- Conquistas socio-laborales de los movimientos
obreros en los siglos XIX y XX.
- Algunos otros aspectos que consideres importantes.
FUENTES Y RECURSOS
PIQUERAS, El movimiento obrero, Ed. Anaya.
ARTOLA, Textos fundamentales para la historia, capítulos
XVI y XVII, Alianza Universidad.
VARIOS, Historia de las mujeres, vol. IV, pp. 468ss.,
405-435.
Historia de la vida privada, vol.IV, pp.106, 270-
72, 316-325, 356-367 , 372-385, 388-89, 394,
586-592,
602-605.
- Cualquier libro de texto del Historia del mundo
contemporáneo, Enciclopedias...
DESPUES DE MARX
1. Aspecto socio-político
a) Continuidad de las revoluciones sociales
Consecuencia: Revolución rusa (1917)
b) Fin de las monarquías absolutas
Consecuencia: Instauración paulatina de las
democracias en Europa una vez conluídos los fascismos.
c) Expansión del capitalismo e intensificación del
colonialismo, búsqueda de nuevos fondos de materias
primas y de nuevos mercados, conflicto de intereses entre
las potencias.
Consecuencia: Explosión de las Grandes Guerras
d) Aparición de nuevas potencias en el concierto
mundial(Japón, China,Asia...), pérdida de la hegemonía
política europea en favor de dos superpotencias (USA,
URSS)...
e) Desaparición del bloque soviético al final del siglo,
fin de la Guerra Fría y de la carrera nuclear y espacial,
aparición de un tercer y hasta un cuarto mundo, intereses
creados en torno a las nuevas energías (Guerras del
Petroleo, energía nuclear...)
109
Consecuencia: vivencia de tensiones a nivel mundial a lo
largo de toda la segunda mitad del siglo XX.
2. Aspecto socio-científico
110
a) Crisis del valor absoluto de las ciencias de la
naturaleza:crisis de la Física (aparición del
relativismo-Einstein-, mecánica cuántica-Heisenberg-,
principio de indeterminación; a este respecto, nos narra
Whitehead su propia experiencia: "Cuando, joven aún,
estudiaba en la Universidad de Cambridge, brillantes
maestros me enseñaron ciencia y matemáticas, e hice
buenos progresos en ellas. Desde comienzos de este siglo
he vivido lo bastante para ver que todos y cada uno de
los supuestos básicos de la ciencia y de las matemáticas
han sido puestos en cuarentena", tomado de J.Ferrater
Mora, La filosofía actual, Alianza); desarrollo de la
Biología (Darwin), avance de la Química, de la
termodinámica, de la teoría de la luz, del
electromagnetismo...; crisis de la geometría y de la
Lógica...
Consecuencia: Relativismo científico, escepticismo... "La
posguerra significa, al principio, el triunfo del
relativismo y escepticismo respecto a los valores
tradicionales y los grandes sistemas" (C.Tejedor).
b)Avance inaudito en tecnología: médica (vacunas,
transplantes, fármacos, ingeniería genética y de
reproducción...); de comunicación de masas (radio,
televisión, cine, música, video, computadores, satélites,
CD-ROOM...); de producción (grandes máquinas,
estandarización, informática aplicada a la producción,
imperio de la máquina, producción masiva...); de guerra
(armas por ordenador, misiles, bombas atómicas, gran
capacidad de destruccion...); aplicada a la cosmología
(de estudio del cosmos, satélites, guerra espacial,
conquista de lo que hasta entonces sólo eran
imaginaciones fantásticas...)
3. Aspecto socio-cultural:
a) Crisis de la conciencia europea
b) Irrupción del Psicoanálisis
c) Descubrimiento de nuevas dimensiones de la realidad;
inclusión de nuevas perpectivas; descubrimiento de nuevas
formas de expresión (artísticas) alejadas de todo lo
anterior (vanguardismo, dadaísmo, cubismo,
impresionismo, surrealismo...)
d) Predominio absoluto de lo urbano sobre lo rural
e) cambio en las formas de vida, usos y costumbres: del
individuo, de la familia, matrimoniales, educativas...
f) Auge de las ciencias históricas, económicas,
políticas, sociológicas...
g) Irrupción de los medios de comunicación de masas
(mass-media) en la vida ordinaria
h) Apertura de la Iglesia a los nuevos tiempos (Concilio
Vaticano II)
4. El camino de la Filosofía
111
a) Crisis de identidad de la Filosofía (sobre todo
después de Hegel y con la irrupción de nuevas ciencias
humanas). Muchas obras se titulan "¿Qué es la
Filosofía?", pregunta que adquiere una gran actualidad
b)Se aprecia una conciencia de crisis de lo anterior
(sobre todo el idealismo y el positivismo) y de las
posibilidades de la razón. Duras críticas que buscan
abrir nuevos caminos:
Vitalismo: Nietzsche, Ortega...
Fenomenología, Existencialismo...
c) Surgimiento de nuevas tendencias:
"centradas en lo científico":
Positivismo lógico
Filosofía analítica
Epistemología, Filosofía de la ciencia: Popper,
Kuhn, Lakatos,
Feyerabend, Chalmers...
"centradas en lo social-antropológico":
Estructuralismo...
d) Pervivencia de la orientación crítica de la sociedad
(de tendencia marxista): Escuela de Frankfurt,
Habermas...
e) Pluralismo de tendencias y corrientes filosóficas:
Ferrater Mora distingue hasta 19 "ismos" de cierta
relevancia, entre tendencias nuevas y "neo-filosofías"
("Las doctrinas, los propósitos, los métodos y los
argumentos en filosofía son, en efecto, tan diversos y
encontrados que parece que nos las habemos con
actividades, y productos de estas actividades, muy
distintos entre sí y que no se sabe aún bien por qué se
juntan bajo una rúbrica común (...) Desavenencias entre
filósofos las ha habido siempre, pero no en proporción
tan extrema", J.Ferrater Mora, o.c.).
f) Mayor comunidad de los cultivadores (especialistas) de
la Filosofía
g) Especialización de las diferentes corrientes
filosóficas en diferentes campos y temas, y con
terminologías muy técnicas, difíciles y especializadas
h) La Filosofía, igual que la ciencia, se aleja
definitivamente del gran público, y se convierte en
terreno reservado únicamente a los especialistas.
T.Urdanoz, en la introducción al VI volumen de su
Historia de la Filosofía apunta las siguientes
características básicas de la filosofía actual
(características, por otro lado, demasiado semejantes a
las que presenta I. M. Bochenski en su libro La filosofía
actual):
- Actitud antipositivista
- Actualismo
- Relativismo e historicismo
- Personalismo antropocéntrico
- Irracionalismo
- Pluralismo
Y añade como rasgos externos los siguientes:
- Fecundidad
- Especialismo
- Mutua interdependencia
112
COMENTARIO AL TEXTO DE NIETZSCHE
"SOBRE VERDAD Y MENTIRA EN SENTIDO EXTRAMORAL"
113
la verdad y la mentira son sólo un acuerdo sobre aquello
que va (verdad) o no va (mentira) en la línea del bien
común y del interés, mera construcción humana, pero no el
espejo de la realidad. El concepto es sólo la intención del
hombre por aprehender la esencia inexistente de las cosas y
creer así dominarlas, la ley científica es el intento
humano de apresar lo inaprensible y creer sentirse a salvo
de lo implacable. Pero tanto el concepto como la ley
científica son sólo algo humano (habla aquí de nuevo Kant)
que olvidan las diferencias y la individualidad: frente a
la idea platónica o la forma aristotélica, el continuo
devenir de Heráclito (apuntan aquí temas que luego N.
desarrollará más ampliamente): "la Naturaleza no sabe de
formas ni de conceptos, ni tampoco, por consiguiente, de
especies, sino tan sólo de una X inaccesible e indefinible
para el hombre" (147-49). Aunque quizá no sea del todo
exacto decirlo, pues la diferencia de planos hace difícil
la comparación, N. se muestra aquí partidario de un férreo
nominalismo e incluso de una actitud ante el saber pareja a
la de Hume. Pero lo que nuestro autor quiere preservar es
la individualidad, el continuo devenir de la realidad que
nos ofrece novedad y diferencia, en definitiva lo que en su
obra madura llama "la vida", que es constante emergencia,
borbotón incontrolable, "agua que fluye".
Toda la pretensión científica que intenta apresar la
realidad en conceptos para controlarla, no sería para N.
más que sofística barata. El hombre vive con alguna
seguridad y tranquilidad únicamente porque olvida su
condición de sujeto artísticamente creador. En el lenguaje
el hombre ya crea realidad, ya antropomorfiza,
consideración muy distinta de la tradicional que veía en el
lenguaje la superficie cristalina que refleja nítidamente
la realidad que está en el fondo. Entre sujeto y objeto,
"dos esferas radicalmente distintas" (244) sólo cabe en
justicia un comportamiento estético, un traducir
balbuciente a lengua extraña, una invención o elaboración
libre. En definitiva, se está contra el positivismo que es
lo mismo que estar a favor de la fantasía. El conocimiento
es algo totalmente subjetivo, y la seguridad que nos
aportan el racionalismo y el positivismo es a cuenta de no
considerar que conocer es algo humano, demasiado humano. En
la ciencia, que no es más que un conjunto de relaciones,
conocemos únicamente lo que nosotros aportamos: forma,
espacio, tiempo, sucesión y número ( N. se apunta al más
puro idealismo kantiano): el hombre, el sujeto, capta la
realidad ya formalizada y a partir de ahí construye ese
edificio totalmente antropomorfo que son el concepto y la
ciencia. Pero la realidad nos queda inaprensible, lejana y
desconocida, y sólo por la metáfora, que es creación,
traslucimos algo de su ser. El arte frente al número y al
concepto.
El impulso fundamental del hombre a la elaboración de
metáforas no puede ser domado con la ciencia y el concepto.
Se hace imprescindible un nuevo cauce y se encuentra en el
mito, en general en el arte. Éste es capaz de rasgar el
edificio regular y rígido. El intelecto es libre cuando, en
el mito, sirve a la metáfora, no apagando la sorpresa, el
flujo y la vida, sin imponer a la realidad ningún deber-ser
ni obligación, sin guiar ni orientar. El entendimiento está
aquí contento con la realidad, juega con ella y la
respeta, y la trasluce así en su medida. N. necesita
remontarse hacia atrás y encuentra que entre los griegos
de la antigua Hélade la expresión en mitos permitía no
mantener una actitud controladora y soberbia ante las
cosas, dejando que la Naturaleza, la Vida, emergiera
potente, límpida, refulgente. ¿No se ve ahora con claridad
114
que N., con su estilo casi poético y sugerente, enigmático
incluso (véase especialmente Así habló Zaratustra),
pretende mantenerse en el ámbito del hombre intuituivo y
creador para no matar así la vida y poder expresar al menos
algo de su exuberante riqueza, un estilo que deje traslucir
claramente que la vida es algo más, mucho más que nuestro
intento casí raquítico por decir algo de ella?
N. contrapone el hombre científico, que es indigente y
siervo, al hombre artístico, que es rico, pleno, alegre, y
que expresa mucho más de la realidad con su arte que el
racionalista con sus leyes y teoremas. El hombre racional,
antiartístico, abstracto, previsor y prudente, frente al
hombre intuitivo, irracional, creador, concreto, vital,
instintivo, que busca ficción y belleza: el arte sobre la
vida. (Se deja ver aquí de nuevo al maestro de la sospecha,
al crítico de toda la civilización occidental, el que
encuentra en la filosofía, la razón, el concepto, la
ciencia, en definitiva en Sócrates, el origen de la
transvaloración, de la inversión y el resentimiento.) El
primero sólo busca librarse del dolor (están aquí el
estoicismo, el cristianismo, la "otra vida") y el segundo
ama la vida y vive, con actitud irracional, tanto en el
sufrir como en el alegrarse, redimiéndose en la vida.
EL SER Y LA NADA
ORTEGA Y GASSET
1. Introducción
Quizá la frase de Ortega conocida por todos es aquella
de "Yo soy yo y mi circunstancia", la cual refleja además
un núcleo importante de su pensamiento y marca realmente la
actividad de Ortega: no sólo la docencia universitaria sino
también el compromiso con la realidad histórica que le tocó
vivir, la España de su tiempo. La frase del principio,
aparece a veces matizada por la siguiente expresión: "y si
no la salvo a ella no me salvo yo". A esta luz podemos
considerar los siguientes aspectos de su vida y su obra:
115
a) Compromiso con España: "Ortega ha dedicado siempre su
esfuerzo a la meditación sobre España, y toda su obra está
condicionada por su circunstancia española" (J.Marías,
Historia de la Filosofía, Alianza Universidad, Madrid 1993,
p.431). Trabaja por modernizarla, por sacarla de su atraso
social, cultural y científico, lo que él considera
realizable con una mirada hacia Europa (europeización).
Esto le lleva a comprometerse incluso como político, siendo
diputado durante la II República. En muchas de sus obras
aparece una meditación expresa sobre España, incluso
algunos títulos lo expresan claramente: Meditaciones del
Quijote y España invertebrada.
b) Interés por llegar a todo el público: En perfecta unidad
con lo anterior, y como la otra cara de su compromiso con
la circunstancia, debemos considerar este aspecto. Ortega
no expresa sólo sus ideas en su aula universitaria, sino
que utiliza abundantemente la columna periodística, de una
manera especial en "El sol". Se aleja del sistematismo de
la filosofía anterior, y expone gran parte de sus ideas en
ensayos y escritos breves, utilizando un lenguaje plástico
y sugerente ("Era menester seducir hacia los problemas
filosóficos con medios líricos" Marías, o.c., p.432).
Pronuncia charlas filosóficas y cursos dirigidas al gran
público, a veces en auditorios no académicos (teatros...).
Crea la "Revista de Occidente", que es un medio de
intercambio de ideas e investigaciones, pero que también
posee una vertiente editorial, y en ella se hacen
traducciones y ediciones de lo más significativo de la
cultura europea, especialmente alemana. Ortega no rechaza
el lenguaje común para la investigación filosófica, sino
que "su técnica consiste en rehuir por lo general los
neologismos y devolver a las expresiones usuales del
idioma, profundamente vividas, incluso a los modismos, su
sentido más auténtico y originario, henchido muchas veces
de significación filosófica o susceptible de cargarse de
ella" (Marías, o.c., p.432). Y esto sin dejar de ser Ortega
el creador de un marco lingüístico filosófico en español
que antes de él era prácticamente inexistente ("Ortega ha
creado una terminología y un estilo filosófico en español
que no existían", Marías, o.c., p.431)).
c) Siente un vivo interés por todo: "El interés de Ortega
no se ha limitado a las cuestiones estrictas de la
filosofía, sino que ha llevado su punto de vista filosófico
a todos los temas vivos: la literatura, el arte, la
política, la historia, la sociología, los temas humanos han
sido tratados por él; y acerca de una inmensidad de
cuestiones se puede encontrar alguna página de Ortega de la
cual se recibe una iluminación que con frecuencia se espera
en vano de gruesos volúmenes" (Marías, o.c., p.432).
d) Ortega es un pensador de gran fecundidad, especialmente
en nuestro país, aunque no sólo ("El pensamiento español en
cuanto tal influye hoy por medio de él en el mundo",
Marías, o.c., p.431). Dentro de nuestras fronteras, su
influencia en lo que J. Marías llama "La Escuela de
Madrid", a la que encuentra vinculados a pensadores de la
talla de García Morente, Zubiri, Gaos, Zambrano, Ferrater
Mora, Laín Entralgo, Aranguren, el propio Marías... Todos
ellos han reconocido en Ortega a un maestro de filosofía.
2. Vida y obras
3. La filosofía de Ortega
Entre finales del siglo XIX y principios del XX se va
imponiendo la opinión de que la línea de pensamiento
iniciada con Descartes ya ha llegado a su fin, que ha sido
una visión deteriorada de la realidad que ha privilegiado y
absolutizado un aspecto de la realidad por encima de otros,
pero se ha dejado lo más importante y radical en el
116
tintero. Ortega se siente también inmerso en esta
corriente, y encuentra que la crítica del idealismo es algo
previo a toda construcción filosófica, y la sustitución de
este modo de razón (absoluta) es “el tema de nuestro
tiempo”.
A) Crítica del idealismo
Ortega se formó filosóficamente en el neokantismo junto
a Cohen y Natorp en Marburgo, y también bebió del vitalismo
de Nietzsche. Muy pronto reaccionó frente a ello, y la
crítica del idealismo, que supone a su vez la emersión de
su planteamiento filosófico, es una constante a lo largo de
toda su obra.
Para el realismo, que es más una actitud que una tesis,
la realidad es algo independiente del sujeto. Pero desde
Descartes, esto tan evidente se pone en duda, y se
considera que lo único cierto e indubitable es el yo, que
pasa a ser la realidad radical y primaria: las cosas tienen
un ser derivado y dependiente, fundado en el yo. Las cosas
son para mí o en mí, son ideas mías.
Pero Ortega no admite esta independencia y autonomía del
yo pensante que funda realidad (lo cual alcanza también a
la conciencia de Husserl, filosofía considerada por él
mismo como neocartesianismo). El individuo, ciertamente,
contribuye en la constitución de las cosas, pero la
realidad radical no son las cosas independientes del
sujeto, ni el sujeto independiente de las cosas, sino el
individuo haciendo algo con las cosas, haciendo su vida: el
yo con las cosas. “Yo soy: yo y mi circunstancia”.
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catergorías, con conceptos radicalmente distintos de los que nos
aclaran los fenómenos de la materia" (HCS, V). Este sería el tema
de nuestro tiempo: de una razón pura a una razón vital.
B) Notas de la vida
Ortega pretende, pues, parar la atención en la vida y sólo
describirla en su desnudez, lejos de la ontología tradicional. ¿Qué
entiende Ortega por vida humana?
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i) La nota primera de la vida es el ser transparente a sí misma, el
enterarse de sí, es decir, lo indubitable de la radicalidad de la
vida ante sí. Vida es la realidad radical; a ella hay que referir
todas las demás realidades: "El nuevo hecho o realidad radical es
nuestra vida... Intente cualquiera hablar de otra realidad como más
indubitable y primaria que ésta y verá que es imposible. Ni
siquiera el pensar es anterior al vivir -porque es pensar se
encuentra a sí mismo como trozo de mi vida, como un acto particular
de ella" (¡Qué es filosofía?, XI) En ella está anclado todo lo
demás: la actividad científica, las creencias religiosas, Dios
mismo. Pienso, creo, espero porque mi vida me lo exige, porque es
algo que necesito hacer en mi vida para orientarla, para
desenvolverla y darle sentido, para vivirla.
Y no una vida entendida en sentido abstracto o general, sino que
la vida es la de cada cual: "El hecho previo a todos los hechos, en
que todos los demás flotan y de que todos emanan: la vida humana
según es vivida por cada cual" (HCS, VI).
ii) Esta vida es constitutivamente actividad, quehacer, "es un
gerundio y no un participio". La vida nos es dada pero no nos es
dada hecha, necesitamos hacérnosla nosotros.
iii) Por esto la vida es libertad, posibilidad de elección, aún
más, forzosa necesidad de decidir qué hacer: "Vivir es
constantemente decidir lo que vamos a ser" (Unas lecciones de
Metafísica, II). El hombre es el ente que se hace a sí mismo, es el
autor de sí mismo, guionista de su propia vida. Cada uno elige
entre diversas posibilidades de ser que en cada instante se abren
ante él. Lo que hacemos es producto de nuestra propia decisión: "no
nos es impuesto este o el otro quehacer, como le es impuesta al
astro su trayectoria o a la piedra su gravitación. Antes que hacer
algo, tiene cada hombre que decidir, por su cuenta y riesgo, lo que
va a hacer "(HCS, VI). No existe propiamente una naturaleza, una
esencia humana, pues ésto es pensar en términos de identidad, de
permanencia, lo cual mata la dimensión fundamental de la vida que
es ser actividad, "dynamis". Nuestro ser consiste más que en lo que
es, en lo que va a ser, por tanto, en lo que aún no es. La vida no
permanece, progresa, cambia.
iv) La vida es, pues, problema, problemática tarea: "Nuestra vida
es en todo instante un problema, grande o pequeño, que hemos de
resolver sin que quepa transferir la solución a otro ser" (Unas
lecciones de Metafísica, II).
v) El quehacer que es la vida se dirige no ciega o irracionalmente,
sino en función o a la luz de unas creencias, unas convicciones
sobre lo que son las cosas, los otros hombres, uno mismo... En
función de esas creencias se elige. Las creencias son mucho más que
ideas, son, si se quiere, ideas que se viven.
vi) Las creencias con que hacemos nuestra vida remiten a la
experiencia: "La vida es constitutivamente experiencia de la vida"
(HCS, VIII). Experiencia propia y experiencia colectiva (social e
histórica), marcada por la circunstancia. La vida no se hace desde
el vacío, sino que lo que va a ser depende de lo que ha sido:"Ante
nosotros están las diversa posibidades de ser, pero a nuestra
espalda está lo que hemos sido. y lo que hemos sido actúa
negativamente sobre lo que podemos ser" (HCS, VIII). El proyecto
está en función del pasado, el cual forma parte del presente
actuando sobre nosotros como lo que ha sido: "Nuestra vida, que es
siempre ésta, la de este instante presente o actual, se compone de
lo que hemos sido personal y colectivamente" (HCS, VIII).
vii) La vida humana remite a la historia: "El hombre no tiene
naturaleza sino que tiene historia". La razón que sea capaz de
reflejar la vida, debe ser una razón narrativa o hiostórica:
"Frente a la razón pura físico-matemática hay, pues, una razón
narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es
preciso contar una historia. Este hombre, esta nación hace tal cosa
y es así porque antes hizo tal otra y fue de tal otro modo. La vida
sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica" (HCS,
VIII). Mientras que las cosas poseen una naturaleza, el hombre
posee historia como dimensión constitutiva: rigurosamente hablando,
el hombre no es, vive. "El fracaso de la razón física deja la vía
libre para la razón vital e histórica".
viii) La sustancia de la vida humana es cambio y, por tanto,
progreso (otro asunto sería si el progreso nos lleva a mejor o a
peor) avance (porque el presente incluye el pasado). El ser estable
de la cosa no progresa, el hombre es progreso. En este sentido,
pensemos en la enorme plasticidad del ser humano, en las
variadísimas formas del mismo ser contemplando todo lo que el
hombre ha sido, toda la historia entera de la humanidad, pues
igualmente hombres han sido el esclavo del antiguo Egipto como
Einstein, el pintor rupestre de Altamira como Picasso o Gaudí, el
agricultor sedentario del neolítico, el señor feudal del medievo
como el mahatma Gandhi.
iv) La vida es perspectiva. Si la realidad radical es la vida de
cada uno, no se puede esperar una verdad única, absoluta y eterna
más allá de la vida de cada uno: "El punto de vista individual me
parece el único punto de vista desde el cual puede mirarse el mundo
en su verdad"; "Cada vida es un punto de vista sobre el universo".
En definitiva, somos insustituibles, somos necesarios.
Estamos con Ortega muy lejos de la res cogitans de Descartes (de
ese ser cuya realidad y fundamento es pensar), del sujeto
transcendental de Kant o del Espíritu de Hegel. La realidad
primaria, básica, lo primero que se ofrece a la reflexión, una vez
que nos hemos deshecho de los prejuicios racionalistas, es mi vida
real y concreta, la cual supone un hacer con las cosas y desde una
circunstancia. Lo primario no es pensamiento sino actividad. No hay
prioridad del yo (idealismo) ni de las cosas (realismo), sino la
actividad del yo que vive en esta determinada circunstancia: el
hombre es algo que se hace a sí mismo en vista de su circunstancia.
Parece pertinente exponer aquí, a modo de conclusión, una larga
cita de Ortega al final de Unas lecciones de Metafísica:
"Si sólo hubiese pensamiento, si fuese firme la tesis idealista,
para mì el existir sería estar sólo conmigo. Ahora bien, el
carácter de lo inmediato es precisamente lo contrario: estoy
siempre fuera de mí, en la circunstancia(...) La realidad del
realismo es, inversamente, un puro fuera, sin inmanencia, sin
relación a mí ni dependencia originaria de mí. La realidad absoluta
como vida es a un tiempo inmanente y trascendente(...) No consisto
en un pensar, en un tener conciencia. Yo no pienso originariamente
las cosas en las que me encuentro. Sino que la realidad es que me
encuentro, primero y sin más entre ellas, con ellas; encuentro que
ellas existen y yo también(...) Yo soy el que penetran e inundan
las cosas, tanto que me arrollan, que me niegan, me aniquilan, y
para afirmarme frente a ellas tengo que luchar, que esforzarme, que
estar haciendo siempre algo con ella, a fin de escapar a su
hostilidad. La insoportable paradoja del idealismo queda así
superada sin recaer en el realismo ingenuo. Viceversa, la nueva
tesis conserva la verdad del idealismo, que es la inmanencia, y la
verdad del realismo, que es la trascendencia (...): la pared
trascendente de mí es inmanente a mi vida(...) El pensamiento es
mío, es yo. Mi vida no es mía, sino que yo soy de ella. Ella es la
amplia, inmensa realidad de la coexistencia mía con las cosas".