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Que sea muy insoluble, para que la parte que se pierda por lavado y filtración sea mínima,
ya que esto es una fuente de error.
Que sea puro o fácilmente purificable.
Que la precipitación sea selectiva, es decir, que precipite únicamente el analito de interés y
no otras especies.
Que se pueda filtrar con facilidad. Los precipitados con texturas gelatinosas y difíciles de
filtrar harán que el método sea mucho más tedioso o que directamente no se pueda llevar a
cabo.
Que el precipitado final formado, que debemos pesar, no sea higroscópico. Recordemos que
un compuesto higroscópico es aquel que tiene gran tendencia a captar humedad ambiente,
como el CaCl2. Esto haría que tuviésemos un considerable error por exceso en la pesada.
4. Desecación o calcinación
Después de la filtración, el precipitado gravimétrico se calienta en una estufa de laboratorio hasta
que su masa se vuelve constante. El calentamiento elimina el disolvente y cualquier especie volátil
arrastrada con el precipitado. Algunos precipitados, en cambio, deben ser calcinados para formar un
compuesto de composición conocida (y estequiometría definida) denominado forma pesable. La
necesidad de la calcinación para eliminar totalmente la humedad del precipitado se pone de
manifiesto, por ejemplo, en el caso de la sílice. Cuando se precipita sílice lo hace en forma
hidratada como SiO2·nH2O, por lo que es necesario calcinarla alrededor de 1000ºC durante 15-20
minutos para que quede como SiO2. Esta operación se lleva a cabo en un horno mufla.
5. Pesada
Tanto en las gravimetrías de desecación como en las de calcinación el procedimiento es similar. En
primer lugar los crisoles normales o filtrantes que van a contener la muestra deben ser sometidos al
mismo tratamiento térmico que deberán soportar cuando contengan la muestra en su estado final,
tratamiento que debe prolongarse hasta obtener pesada constante. En cualquier caso se debe dejar
enfriar el crisol en un desecador hasta que su temperatura se equilibre con la ambiental del cuarto de
balanzas para evitar errores de pesada. Una vez tarado el crisol, éste ya está en condiciones de ser
utilizado para la desecación o calcinación, tras lo cual será tratado de nuevo hasta peso constante.
Con frecuencia los productos finales son higroscópicos, debiendo protegerlos de la humedad
atmosférica. Por ello, después de sacar el crisol de la estufa o de la mufla y una vez ya no está al
rojo, se introduce en un desecador hasta que se enfríe y se equilibre térmicamente con el ambiente
del cuarto de balanzas.