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1. HISTORIA DE LA ARQUEOLOGÍA
Hasta la década de los años 70, no había un cuerpo teórico con el que estudiar la arqueología.
Previamente, el origen y el desarrollo humano se ponía a prueba con datos arqueológicos
mediante objetos. Esto da lugar a intereses no sistemáticos (no método) en la disciplina.
Esto va a ir aparejado en la forma con la que las sociedades pasadas entienden su pasado. La
historia desde las manifestaciones más primarias ha tenido una función social, que
normalmente era legitimizar el orden establecido. El objeto de esta historia es también el de
enmascarar esta legitimización con una narración aparentemente objetiva. Por ejemplo, en las
tradiciones orales de sociedades tribales, los mitos y cuentos se consideran su historia. Esta
historia tan elemental sirve para justificar y transmitir lo que se considera estable para su
propia estabilidad como sociedad tribal.
Previamente existían ideas generales sobre el origen y el desarrollo humano que se ponen a
prueba con los datos arqueológicos. Esto da lugar, no a una disciplina, sino a intereses no
sistemáticos que, con el tiempo, darán lugar a la Arqueología. Es decir, que no sea sistemático
quiere decir que no existía un método o procedimiento.
La historia escrita, señala el origen sagrado de este estado ligado al origen de su pueblo. Por
eso las historias escritas más antiguas se recogen en los templos sumerios. La mayor parte de
ellas cuentan la historia de los dioses y la creación de las monarquías. La historia escrita aborda
la justificación del estado monárquico. Es un período de sacralización.
Esta recolección selectiva y de memoria se traslada en nuevas formas de relacionarse con la
materialidad pasada.
La historiografía griega se caracteriza por ser una producción laica, que se construye desde el
antropocentrismo, donde el pasado se entiende desde el hombre, es decir, el hombre
entiende su propia historia a través de las causas y consecuencias (tiene control sobre su
propio destino). Esto implica un trabajo comparativo de fuentes, donde entran en juego las
fuentes materiales que antes no habían sido empleadas. Tras Heródoto y Tucídides, la época
de la historiografía cesa, y a partir de este momento se da una producción sobre todo política,
es decir, se cuenta la historia atendiendo fundamentalmente las cuestiones políticas (generar
el mejor modelo de gobierno para una polis). Aristóteles y Platón son los dos grandes autores
que se encargarán de llevar a cabo esta producción. Esto estaba dirigido a generar buenos
gobernantes y crear la imagen del emperador.
En la Edad Media, también había conciencia del pasado y no tanto del presente que hacía
admirar los restos del pasado como restos para comprender el presente. La antigüedad no
murió en la Edad Media, pues buscaban imitar la antigüedad. En estos momentos se producen
una serie de crisis sociales, económicas y políticas del Imperio Romano como consecuencia de
la propia crisis del emperador (el poder se hace más descentralizado y recae más sobre la
aristocracia rural: el poder pasa de las ciudades al campo). Se generan, además, invasiones
bárbaras. Esto ocurre paralelamente a un proceso donde la Iglesia va cogiendo cada vez más
poder. La Iglesia coge el poder de sancionador del emperador y lo hace suyo, y además
controla la producción y la información. La narración va dirigida, por tanto, a justificar el papel
de sancionador que adopta la Iglesia. Esto implica que, dentro de las obras, la actividad
humana se vea pasiva. Solo la iglesia tiene la capacidad de comprender el pasado gracias a
que ella, como institución, es la única que se puede acercar a la verdad histórica (profecías
bíblicas). La historia se convierte en una sucesión de obras de autores que intentan procesarla
en base a las profecías bíblicas.
Además, surge la idea de generacionismo. Por otro lado, la idea de emperador sigue muy viva
en esta época, por ejemplo, en las cortes de Carlos Magno o Federico II. Este concepto aparece
en momentos puntuales en los que la iglesia pierde el papel de sancionador. Todo esto tendrá
una gran repercusión en la percepción del pasado material.
Aunque el anticuarismo no había nacido aún en la Edad Media, sí que existe un gran interés y
conocimiento por la antigüedad clásica. La imagen de la materialidad grecolatina no solo
aparece vigente a través de los discursos de poder de los emperadores medievales, sino que
aparece también vivo por el volumen que tenían los monumentos de época romana, por
ejemplo. Más allá del uso que hicieran en los discursos de poder, la presencia del mundo
grecolatino no se podía negar dentro de las ciudades medievales. Uno de los antecedentes del
anticuarismo renacentista nace ya en época medieval: la renovatio, un concepto que define la
necesidad de volver al esplendor de la época romana. Es la base del anticuarismo renacentista.
Además de toda esta importancia del pasado grecolatino existe también un saqueo y
destrucción de ese pasado, pues las personas que viven en estos momentos entendían el
periodo grecolatino como una continuidad, por lo que no le daban un valor utilitario más allá
que el estético. No entendían el mundo grecolatino como algo diferente a su mundo, por lo
que no tenía un valor histórico para ellos. El saqueo también venía legitimado por la iglesia.
Los historiadores dejan de trabajar en el claustro para trabajar en las cortes porque ahora se
hace un trabajo de reordenación de archivos por parte de las ciudades y las nuevas
monarquías a las que les interesas capitalizar la narrativa histórica del momento. Esto generó
dos formas literarias históricas:
Con el prehumanismo existe una necesidad de conocer el pasado grecolatino en base a los
contextos en los que viven.
El Renacimiento supone un punto de ruptura con el pasado más inmediato y una conciencia
del interés del pasado más remoto: recuperar el pasado clásico para inspirar el presente. Esta
conciencia de ruptura es necesaria para tener una conciencia crítica del pasado. Hay interés
por la antigüedad griega y sobre todo romana como, por ejemplo, la Edad de Oro; y se lleva a
cabo la recopilación y el estudio directo de los testimonios originales: obras de arte,
monedas, etc. Además, existe una afición por el coleccionismo y las reproducciones de
antigüedad; y aparece el anticuario (persona preocupada de la recuperación del pasado). Los
anticuarios recogen obras como una fuente de inspiración para la filosofía.
En esta época se produce una pérdida de restos por el uso de estos para la construcción de
nuevos edificios imitando a los clásicos en vez de buscar materiales (piedra) nuevos.
Los studia humanitatis se generan dentro del contexto urbano del siglo XIV y están
generados por los príncipes de la idea. Se basan en la idea de que el estudio de las
letras antiguas es necesario para poder alcanzar el conocimiento. Esta forma está muy
determinada por la llegada de los textos de Platón a Europa Occidental, y en contra a
la escolástica planta un acercamiento al saber absoluto a través del amor, la
contemplación estética, de arquetipos divinos… Esta forma de entender el
conocimiento deriva en varias consecuencias:
o El neolatinismo. Corriente cuyo objetivo es pulir el latín, es decir, usar el
latín de los antiguos romanos a través de la lectura de obras. Esto genera
una línea de trabajo con las fuentes: la crítica filológica, que se genera a
raíz de hacer unas mejores ediciones. Para ello comparan lecturas y
ediciones.
El anticuarismo, antes mencionado, tiene su base en Roma y también tiene esa idea de
reforma de la ciudad que presenta el humanismo. El coleccionismo empieza a extenderse
porque el Renacimiento se expande. A partir de las bases de la observación artística, unido a la
crítica filológica, surgen autores dedicados directamente al tratamiento de los restos
arqueológicos, no solo entendidos como ornato de las fuentes clásicas, sino usándolos como
fuente de información. Por ejemplo:
Leon Baptista Alberti se aproxima a las formas ideales de la ciudad de la Roma
antigua. Hace una primera planta sistemática de la ciudad de Roma recogiendo la
información de los restos arqueológicos a través de herramientas diseñadas por él.
Flavio Biondo.
Poggio Bracciolini, que usa las ruinas romanas.
El anticuarismo se va haciendo cada vez más local, por ejemplo, en Andalucía se centran en el
pasado andaluz. Por su parte, el concepto de humanismo o renacimiento se va haciendo cada
vez más disgregado, se va aristocratizando, y se va perdiendo el concepto de crítica personal
que llega incluso a desaparecer.
Se da, por ello, un anticuarismo coleccionista y no inquisidor, que quiere saber sobre el
objeto, pero no sobre su contexto o historia. Posteriormente, en el siglo XVIII, aparece la
revolución científica, que da paso a una nueva forma de entender el pasado.
Con el final de la Ilustración y, a comienzos del siglo XIX, comienza una fuerte influencia de
civilizaciones antiguas de todo el mundo, y empiezan las campañas de excavación. Será
necesaria la aparición de una metodología. Uno de los momentos claves de este proceso es la
entrada en escena de Schliemann (descubrió Troya) que fue capaz de descubrir yacimientos
utilizando fuentes escritas. La excavación de la ciudad de Troya fue la primera excavación
estratigráfica publicada. Desde este momento la estratigrafía pasa a ser uno de los pilares
fundamentales de la Arqueología.
Riegl, por su parte, tenía una visión renovada del pasado, poniendo en cuestión los cánones
clásicos de belleza. Cada cultura tiene su concepto de belleza que queda plasmado en el arte.
En este momento aparece también la arqueología relativista (al mismo tiempo que el
Relativismo Cultural).