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Quaderns de la Mediterrània 13, 2010 193

El legado clásico: identidad, memoria y patrimonio

Alejandra Guzmán. Universitat Internacional de Catalunya

Un territorio teje su historia a través de los tiempos con la incorporación de diversos elementos. Las vías de
incorporación son también múltiples y la recepción del pasado y su transmisión no se establece únicamente
desde la mirada erudita, en ocasiones institucional, basada en el análisis de las fuentes documentales y ma-
teriales. Al contrario, en muchas ocasiones la imagen del pasado se construye desde el imaginario colectivo,
que percibe el legado material e inmaterial y lo define, incorporándolo así a la memoria de cada pueblo.
Sucede con la Antigüedad clásica, un legado común a Europa y al Mediterráneo que a menudo ha sido re-
interpretado y reinventado para configurar imaginarios que perduran más allá de su realidad histórica.

¿Qué lleva a los habitantes de un territorio a valorar para ello instituciones y órganos específicos, tanto
y a reivindicar su identidad «antigua»? ¿A través a nivel local como a nivel internacional. Asimismo,
de qué manifestaciones? ¿Qué elementos antiguos encontramos marcos teóricos sobre su gestión y su
se han recogido y cuáles no? Sin duda, hay factores papel en el desarrollo social. A pesar de ello, incluso
determinantes para el proceso de recepción de la hoy en día la Antigüedad no está exenta de inter-
Antigüedad e indudablemente uno de ellos es el pretaciones subjetivas y de usos interesados. Así, el
conjunto de restos arqueológicos que unen a un te- legado clásico, material e inmaterial, permanece
rritorio con su historia. Pero también inciden otros como un argumento en constante reinterpretación
factores como la memoria histórica, cuyas vías de en las diferentes manifestaciones culturales.
transmisión casi nunca son eruditas o instituciona- Convencionalmente se ha considerado el Re-
les, y la configuración de imaginarios en torno al nacimiento como punto de partida del descubri-
pasado, cuyo reflejo más llamativo sean quizás los miento del mundo grecorromano (Weiss, 1969).
relatos legendarios. La percepción de un pasado re- Los llamados humanistas quedaron fascinados por
moto está presente en todas las sociedades de todos la Antigüedad, tanto en su vertiente material como
los tiempos, más allá de las universales explicaciones inmaterial. Se propusieron descubrir todas sus rea-
míticas de los orígenes. Incluso en las sociedades lidades, analizarlas, reconstruirlas. Cuando Flavio
modernas, el conocimiento del pasado no siempre Biondo (Forli, 1392-Roma, 1463) presenta una
está vinculado a una búsqueda más o menos objetiva restauración teórica de la ciudad de Roma, declara
de la realidad: el pasado se construye fundamental- su incapacidad para poder interpretar (distinguere)
mente a través de la memoria y con frecuencia, más correctamente todo aquello que lo rodea y reta a los
que reconstruirse, se imagina. estudiosos del futuro: «Hay aún en Roma muchas
cosas bellas y dignas, pero por no saber interpretarlas
bien debido a su antigüedad, las dejaremos para
Ideología e identidad aquel que venga dentro de un tiempo y quiera dedi-
carse a la fatigosa tarea de describir Roma» (Biondo,
Es el caso del legado clásico, que trasciende las 1558). El humanista constituye una de las primeras
aproximaciones científicas que se han sucedido figuras que intentaron aproximarse a la Antigüedad
desde la Época Moderna y tienden a encontrar en la en términos de rigor y reconstrucción histórica, pero
actualidad su máximo rigor: a través de las diferen- también hubo lugar para otras consideraciones. En
tes disciplinas y de los avances tecnológicos se busca el Renacimiento se produjo una asimilación de las
saber cómo era el mundo antiguo en su exactitud y principales formas «clásicas» y de sus valores hasta
reconstruirlo fielmente. Desde hace varias décadas, llegar a trasladarlas al presente, a identificarse con
también han surgido con fuerza necesidades de con- ellas (Saxl, 1940). Tan lejos llegó este proceso que
servar el patrimonio clásico y difundirlo, creando estas formas clásicas no sólo eran imitadas, sino
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que se crearon nuevas realidades imaginarias ba- cas provocan la creación definitiva de imaginarios en
sadas en ellas. torno a la historia de los pueblos. El siglo XVI europeo
En cierto modo, este proceso de conceptuación es un momento de creación mítica según la cons-
ya había comenzado en la Edad Media, cuando trucción del pasado: se reivindican legitimidades
determinados elementos de la Antigüedad se mi- religiosas y políticas en una Europa fragmentada
tificaron y transformaron en símbolos. Ocurrió con en que la Antigüedad es utilizada como un argu-
la Roma imperial, entelequia que podía representar mento incontestable. La oposición entre católicos
diferentes ideas, incluyendo, paradójicamente, la de y protestantes subyace en las reivindicaciones en
la cristiandad misma. Petrarca se cuestionaba en torno a la Iglesia primitiva romana; los príncipes
1337 si los romanos de su tiempo eran conscientes cristianos se apuran a vincularse aún más con esa
de estar viviendo en Roma, la Roma que en otro Iglesia a través de su supuesta herencia histórica;
tiempo fue y ya no era, pero que podía intuirse y los nuevos imperios se miran en el espejo de los
revivirse. Se lamentaba: «¿Quién es más ignorante imperios del pasado. La oposición entre cristianos,
hoy en día de las antigüedades romanas que los musulmanes y judíos encuentra un refugio en el
propios romanos? Es más: nunca Roma ha sido más mundo bíblico y clásico.
desconocida que en Roma. Lo que no sólo atribu- En ocasiones, si se desconoce ese pasado o ni
yo a la ignorancia, –aunque ¿qué hay peor que la siquiera existe, es necesario inventarlo. La falsifi-
ignorancia?–, sino a la fuga y el exilio de muchas cación de antigüedades mediante la creación de un
virtudes. Porque ¿quién puede dudar de que se alza objeto o con la invención sin soporte material de una
allí mismo, ante sus ojos, cuando comienza a cono- pseudohistoria con el fin de ennoblecer un territorio
cerla?». En la reflexión de este pionero entusiasta ha dado lugar a interesantes episodios, sobre todo
de la Antigüedad hay mucho más que una voluntad concernientes al pasado clásico. En ocasiones no
de reconstrucción histórica: Roma se conceptualiza sólo ha servido la evidencia material, sino que ésta
(la reflexión de Petrarca nos conducirá finalmente ha sido enriquecida con elementos ficticios. En la
a la antigua urbs como paraíso perdido) y se emplea corte napolitana de los reyes de Aragón se fraguaron
como argumento. Hay un espacio para la identidad historias sobre la colonización del territorio aragonés
(¿qué saben los romanos de hoy de los romanos de por parte de valerosos héroes romanos, que incluían
ayer?) y se establece un vínculo entre los habitantes la fundación de templos y ciudades (sucede con Bar-
presentes y sus predecesores. celona, Tarragona o el propio Aragón). Tarragona,
El vínculo con el pasado cobrará mucha impor- Tarraco, se convirtió en un sugerente escenario para
tancia en los discursos identitarios, en los que la leyendas pseudohistóricas relativas a sus evidencias
presencia de la Antigüedad servirá para dotar a un materiales: allí estuvieron y murieron los Escipiones,
territorio de orígenes ilustres. Este fenómeno había y allí también dejó su huella el famoso Cicerón,
sucedido desde el Medievo con la historia sagrada, como atestigua con relativa convicción Lluís Ponç
cuyos personajes se intentaron vincular a territorios d’Icart en su Libro de las grandezas de Tarragona
reales. Una fuente del siglo I d. C., el historiador de 1573.
judío Flavio Josefo, introducía en Iberia (segura- Recordaremos aquí el caso de los llamados Plomos
mente emplazada en la actual Armenia) a los nietos del Sacromonte en Granada: hacia la última década
de Noé, Túbal y Tarsis (o Tharsis), lo cual originó del año 1500 y durante unas obras, se hallaron unas
una serie de explicaciones sobre la mítica Tartessos placas de plomo escritas en una mezcla de latín, grie-
y los primeros pobladores de la península Ibérica go y extraños caracteres arábigos que contenían un
(Bermejo, 1982). Asimismo, eran muy conocidas en evangelio revelado en árabe por la Virgen. Cerca del
el Mediterráneo las hazañas del griego Hércules, el mismo lugar se hallaron también, junto con huesos e
héroe civilizador y fundador por excelencia, cuyas imágenes, los textos de un mártir cristiano de origen
leyendas pueblan aún hoy las costas occidentales y árabe, San Cecilio, que habría acompañado al apóstol
norteafricanas. Santiago en la evangelización de Hispania y que reve-
Las tensiones espirituales de una época, genera- laría un mensaje conciliador entre el cristianismo y el
doras de conflictos religiosos, y las inflexiones políti- islam. Es más que probable que esta famosa falsifica-
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ción respondiera al ánimo de reparar la imagen de los diablo», situándose así en una dimensión legendaria.
moriscos en Granada, vinculándolos con el pasado de La atribución al diablo o a seres sobrenaturales de
la primera cristiandad y legitimando así su posición determinadas construcciones o incluso de espacios
en el presente (Caro Baroja, 1991; Harris, 2007). A naturales (rocas, cuevas, etc.) no es un hecho relacio-
pesar de que la propia Iglesia y varios intelectuales nado únicamente con el patrimonio grecolatino, sino
contemporáneos miraron los hallazgos con sospe- un fenómeno compartido por numerosos pueblos.
cha, el pueblo acudió al lugar con veneración hasta Sin embargo, es representativa la interpretación
cambiar su toponimia: el Monte Valparaíso, como de los vestigios arqueológicos de la época clásica en
se denominaba hasta entonces, pasó a ser el Sacro aquellos territorios que los poseen. Sólo en Cataluña
Monte, el monte sagrado. existen varias construcciones de época romana cono-
La percepción del legado clásico y su apropiación cidas como «puentes del diablo», tales como el Pont
como argumento identitario en los siglos posteriores del Diable de Tarragona (en realidad un acueducto
ha dejado numerosas manifestaciones en las que no que abastecía Tarraco con las aguas del Francolí),
podemos detenernos aquí: el Romanticismo y su mi- o los puentes de Martorell y Pineda de Mar. En todos
rada hacia el pasado (indispensable para el caso de los casos entra en juego la figura demoníaca y uno
Grecia es el bello libro de Tsigakou, 1981); el auge o varios habitantes de la comunidad que deben en-
de los nacionalismos y los conflictos identitarios –no frentarse a ella, hecho muy presente en las leyendas
es necesario recordar el caso de Grecia y su vuelta a de origen medieval (tipificadas en Uther, 2004). Así
la Antigüedad como reafirmación identitaria frente ocurre en la leyenda sobre el acueducto tarraconen-
a la dominación otomana– o los avances produci- se: Satanás construye el puente para los lugareños a
dos a finales del siglo XVIII y en especial en el siglo cambio del alma del primero que beba agua gracias
XIX, que fueron en varias direcciones: por un lado, a dicho puente. Finalmente, es un asno la primera
tuvo lugar el estudio del legado clásico desde una criatura que lo hace (Amades, 1980).
dimensión científica, por otro, hubo un reconoci- Muy elocuente es el caso del antiguo Teatro Ro-
miento de la dimensión folclórica de este legado. mano de Emerita Augusta, Mérida, construido en
el siglo I a. C. Su esplendor se ocultó con el paso del
tiempo bajo un montículo de tierra y sólo eran visi-
Interpretando el vestigio, interpretando bles algunos fragmentos de la parte superior de las
el mito gradas (summa cavea), siete estructuras escalonadas
que recordaban por su forma a una silla o sillón.
El descubrimiento de vestigios arqueológicos, su Esto llevó a los habitantes del lugar a denominar
reconstrucción y estudio suponen una constatación a aquel sitio Las Siete Sillas, un lugar imaginario
material y más o menos objetiva de una realidad en el que siete reyes moros se habían sentado en
histórica. A pesar de ello, en muchas ocasiones esa otro tiempo a discutir sobre el gobierno la ciudad.
realidad ha estado presente mucho antes en la co- En este relato se incorpora un elemento histórico,
lectividad que habita el territorio: la Antigüedad, como es la época de dominación árabe, pero también
así como sus ruinas, permanecían latentes, y han transformado y acomodado al imaginario colectivo.
sido percibidas y reinventadas para incorporarlas Como decimos, nos encontramos ante la construc-
al imaginario colectivo. Esto sucede, por ejemplo, ción legendaria de un pasado remoto en el cual el
con determinados restos de la época romana que el colectivo se reconoce, según la interpretación de los
imaginario popular ha interpretado y convertido vestigios arqueológicos.
en realidades más cercanas. Aquí la Antigüedad se En algunas ocasiones, el colectivo se apropia del
transforma en un tiempo remoto pero propio y, a objeto antiguo, acercándolo a su realidad. Ocurre con
la vez, un tiempo legendario. En el marco de este frecuencia que un elemento pagano se acomoda a la
proceso podemos entender cómo los puentes y acue- iconografía propia, como la «cristianización» de las
ductos de la época romana, que gracias a la pericia imágenes paganas en algunos lugares de España. Es
de sus constructores se mantuvieron indemnes con el un proceso a través del cual el hallazgo casual de una
paso de los siglos, fueron convertidos en «puentes del escultura antigua puede llevar a su identificación
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como imagen de la Virgen o de un santo, como ha arqueológica de la Antigüedad, hemos de considerar


sucedido con los hallazgos de escultura fenicia, ibé- su importancia cultural en las sociedades, en aquella
rica o romana en la península Ibérica. Lo recuerda, que «descubre», pero también en la que «alberga».
por ejemplo, la toponimia del Cerro de los Santos Es en la segunda donde la huella del legado clásico
(Albacete), antiguo santuario ibérico que albergaba se enraíza en la memoria y se transforma en algo
numerosas esculturas antropomórficas identificadas propio: así lo sienten las gentes que habitan hoy las
por los lugareños con imágenes cristianas. laderas donde estuvo Troya y que han incorporado
Más fácil de constatar ha sido la asimilación del como legado propio los mitos homéricos, otrora tan
patrimonio inmaterial, a través de determinadas ce- propios de Occidente.
lebraciones, cultos y creencias paganas que siguieron
su curso adaptándose a tradiciones de corte popular.
La percepción del pasado no se limita únicamente Patrimonio clásico e identidad común:
a la existencia de vestigios arqueológicos. El pasado una valoración
se manifiesta con evidencias materiales pero tam-
bién transmite realidades intangibles a través de la El término «cultura clásica» define en cierto modo la
memoria colectiva. cultura de Europa y de Occidente en general, mien-
La ciudad de Troya va más allá de su evidencia tras que el «legado clásico», material e inmaterial,
arqueológica, más allá de ser un objeto histórico con- es una realidad compartida por numerosas regiones
trastado, puesto que su nombre mismo ha encerrado que se extienden por el Mediterráneo y abarca todos
diferentes significados. Troya ha sido un espacio mí- sus extremos. Si nos detenemos solamente en las
tico, transportado a Europa dentro del bagaje clásico narraciones mitológicas y literarias de los primeros
y poseído por ésta en exclusividad, pero presente griegos, Homero y los mitos heroicos han constituido
también en la memoria del pueblo turco. Antes de una fuente inagotable para la producción cultural
su hallazgo por Heinrich Schliemann en 1870, Troya e intelectual de Europa, pero también han dejado
existía únicamente en el mito y la literatura. El ar- una huella innegable en los escenarios en los que
queólogo alemán se sirvió de su intuición a la hora se ubican. Desde las costas georgianas bañadas por
de interpretar los relatos homéricos y de las vagas el Ponto, donde Medea, hija del Sol, custodiaba el
descripciones de los textos antiguos, pero también Vellocino de Oro, hasta Capadocia, lugar habitado
de las indicaciones de las gentes del lugar. El sitio por Amazonas; desde el Líbano, una de las supuestas
que alberga las ruinas de la mítica ciudad se deno- patrias de Dioniso (¿o era quizás Siria?), hasta Cádiz,
minaba, y se denomina todavía hoy, Hisarlik, que en la Gadir del monstruo Gerión; desde Sicilia, donde
turco significa «lugar de la fortaleza». Lo mismo le la presencia de Proserpina, reina del inframundo
sucedió en Micenas. El descubrimiento de las tum- todavía está viva, hasta Ítaca, la patria de Ulises. A
bas heroicas que Schliemann interpretó como las de partir de ahí, los episodios que conforman la histo-
Agamenón y su linaje –pues él también partía de ria antigua han tenido enclaves dispersos por toda
una realidad imaginada a través de los textos y de su la geografía mediterránea y sus protagonistas han
idealización–, había sido estimulado por la creencia sido griegos, romanos, persas, cartagineses, etruscos,
popular de que unos reyes muy antiguos escondían latinos, númidas, celtas…
sus tesoros en unos misteriosos edificios. El legado clásico es, pues, un factor de unión para
Las expediciones arqueológicas que se sucedieron los pueblos que lo poseen, pero también un elemento
a finales del siglo XIX muestran resultados similares que enriquece la identidad de cada territorio de forma
en torno al mundo clásico y bíblico. Las tradiciones específica, que describe su historia y se afianza en la
más fantásticas, como aquella que se refiere a la memoria de cada sociedad. Los países azotados por
presencia de los nietos de Noé en el sur de España, conflictos bélicos y radicalismos están revalorizando
parecieron encontrar el reflejo de una verdad histó- su pasado clásico no sólo como un recurso económico
rica: la expansión hacia el Mediterráneo occidental sino también como una cierta forma de rehabilitación
de los pueblos semitas del mar y sus asentamientos identitaria. Por otro lado, la Antigüedad es todavía
en la península Ibérica. Más allá de la constatación un concepto que puede ser esgrimido en situaciones
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de conflicto y puede transformarse en un «objeto» CARO BAROJA, J., Las falsificaciones de la Historia
para usarse como arma arrojadiza. Por esta razón, (en relación con la de España), Barcelona, Seix
no basta con asumir que se trata de un patrimonio Barral, 1991.
común y que, por tanto, las vías para aproximarse GRAVES, P., S.J. BROWN y C. GAMBLE, Cultural Identity
a él y contribuir a su desarrollo son las mismas en and Archaeology, Londres, Routledge, 1996.
cada lugar y cultura. Es oportuno considerar el vín- GUZMÁN ALMAGRO, A., «La transmisión de falsos
culo que cada pueblo tiene con su patrimonio y las epigráficos», Antiqua Iuniora. En torno al Medite-
formas en que éste se ha recibido y transmitido: hay rráneo en la Antigüedad, Zaragoza, Universidad
que examinar qué elementos permanecen y cómo. de Zaragoza, 2004.
Por este motivo, la conservación del legado clásico no HARRIS, A.K., From Muslim to Christian Granada:
pasa únicamente por la preservación del patrimonio Inventing a City’s Past in Early Modern Spain,
arqueológico y su musealización. Ni siquiera por la Baltimore, Johns Hopkins University Press, 2007.
rentabilización del mismo en términos de desarrollo MONTIJANO, J.M., «Iconografía y representación de
sostenible, si bien todo lo anterior es algo positivo y Roma en el siglo XV: del emblema y la ruina a la
deseable. Hay que observarlo desde una perspectiva figuración científica urbana», Boletín de Arte, n.º
más amplia que incluya el modo en que ha sido asi- 15, 1994, pp. 9-32.
milado por las sociedades en sus diferentes etapas, PETRARCA, Epistulae familiares, VI, 2, Roma, 1337.
desde un análisis del papel de las tradiciones que lo SAXL, F., «The Classical Inscription in Renaissance
han interpretado. Art and Politics», Journal of the Warburg and
Courtauld Institutes, vol. 4, n.º 1/2, 1940.
TSIGAKOU, F., Rediscovery of Greece: Travellers and
Bibliografía Painters of the Romantic Era, Londres, Thames
and Hudson, 1981.
AMADES, J., Folklore de Catalunya. Costums i creences, UTHER, H.J., The Types of International Folktales: A
Barcelona, Selecta-Catalonia, 1980. Classification and Bibliography, Helsinki, Acade-
BERMEJO, J., Mitología y mitos de la Hispania prerro- mia Scientiarum Fennica, 2004.
mana, Madrid, Akal, 1982. WEISS, R., The Renaissance Discovery of Classical
BIONDO, F., Roma Instaurata, lib. III, Venecia, 1558. Antiquity, Oxford, Basil Blackwell, 1969.

La dieta mediterránea como objeto patrimonial

Isabel González Turmo. Universidad de Sevilla

El intercambio de ideas, valores y prácticas en la cuenca mediterránea ha construido a lo largo de los


siglos los hábitos alimentarios y culinarios de los pueblos y culturas mediterráneas. Así, actualmente
existen una serie de sistemas alimentarios en la cuenca, complejos e interactivos, que es necesario fijar y
que conforman la dieta mediterránea, tan apreciada y reconocida a nivel mundial. La salvaguarda de este
patrimonio alimentario y culinario sólo es posible a través de un ejercicio de identidad común. Por ello,
los consumidores de ambas orillas deben adoptar el papel de actores sociales, responsables de su propia
riqueza alimentaria y cultural.

El patrimonio alimentario engloba, además de los fruto de la acción histórica continuada de comu-
alimentos, objetos, espacios, prácticas, representa- nidades y grupos sociales. La recreación cotidiana
ciones, expresiones, conocimientos y habilidades, de tan necesaria actividad, en interacción con la

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