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UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE HONDURAS

Asignatura: Ética profesional

Catedrático: Claudia Paz

Alumna: Vilma Zelaya

N° de cuenta: 201410040245

Tema: Tarea N° 2 IIP

28 de febrero de 2023
Introducción

En el caso de Volkswagen, más concretamente, en el caso de los medios económicos


desde que se descubrió el incidente del fraude de emisiones en septiembre de 2015, se
analizaron los principales puntos de atención de los medios sobre la economía para
poder extraer conclusiones. El escándalo en el que fue descubierta e involucrada ha
sido objeto de mucho análisis en los medios financieros. En esencia, muchos puntos de
vista se concentran en el efecto económico que se puede lograr, pero generalmente
solo de la información que la vierte. Este incidente me llevó a mi interés, no porque la
destrucción financiera de la que condujo a mi interés, aunque no detallada en la
investigación, puede entender cuán detallado el estudio.
El mundo en 2022

En 2022 el mundo tiene más certezas sobre los desafíos a los que se enfrenta y es más
consciente de su vulnerabilidad e interdependencia. El futuro siempre es incierto, pero
la incertidumbre ahora no es tanto sobre el qué, sino sobre el cómo, el quién y el hasta
cuándo. No es un problema de diagnóstico. Sobran datos y conclusiones sobre la
trascendencia del momento actual, y de las grandes transiciones en curso como la
digital, la verde o la laboral. Sin embargo, la incapacidad para llevarlas a cabo de forma
colectiva e inclusiva nos sitúan en un escenario de fractura. El debate se centra en
saber dónde están los límites de una posible irreversibilidad, qué tipo de liderazgo está
mejor preparado o goza de mayor legitimidad para pilotar estas transformaciones y cuál
es la mejor fórmula para gestionar este proceso de cambio con los menores costes
sociales posibles.

Los avances en materia de vacunación deberían garantizar que en algún momento del
año –quizás más tarde de lo esperado inicialmente– se pueda hacer el recuento de
daños y mirar hacia delante. Así pues, uno de los grandes temas del año será la tan
ansiada recuperación y todo aquello que puede frustrarla (precios, tensiones
geopolíticas, malas noticias en el ámbito sanitario). En este proceso de arranque
pospandémico será evidente que el mundo no solo avanza a distintas velocidades, sino
que hay retrocesos para algunos colectivos, por ejemplo, en movilidad y crisis
humanitarias. Y una de las preguntas más recurrentes que se oirá este año será si del
shock de la pandemia hemos aprendido a afrontar los retos globales con más
anticipación, ambición y solidaridad.

Recuperación económica

La irrupción de la COVID-19 provocó un parón excepcional en la economía, con una


caída de más del 4% del PIB en términos globales pero, que en algunos casos como el
de España superó el 10% en 2020. Según la Organización Internacional del Trabajo, en
el pico de la crisis sanitaria 33 millones de personas se sumaron a las listas de
desempleados y 81 millones salieron del mercado laboral.
Tras el shock inicial, gracias a la obtención de una vacuna en tiempo récord y a planes
de estímulo ambiciosos, empezó la senda de la recuperación (véase gráfico 2). En el
informe prospectivo de 2021 ya advertimos que esta recuperación iba a ser en forma de
K. Es decir, que habría países, territorios, sectores económicos y grupos sociales que,
pasada la pandemia, entrarían en una fase de bonanza y optimismo, mientras que otros
seguirían instalados en una depresión social, económica y anímica.

El drama económico y social se ha paliado gracias a medidas de apoyo a sectores


especialmente vulnerables, una política fiscal y monetaria expansiva y planes de
estímulo que no han tenido el mismo grosor en todas partes. Esto ha vuelto a
cuestionar el consenso de Washington – disciplina presupuestaria y limitación de la
intervención estatal–, ya que el papel del Estado ha ganado protagonismo tanto en la
gestión de la pandemia como en las estrategias de recuperación. En 2022 se evaluarán
estas medidas, se discutirá su prolongación en el tiempo, y su financiación. En este
sentido, empezará a tomar cuerpo la discusión sobre los altos niveles de
endeudamiento en las economías desarrolladas, aunque postergando todavía la
posibilidad de recortes a gran escala y cambios significativos en política monetaria para
hacer frente a la subida de precios. Más urgente será el estrés financiero al que estarán
sometidas las economías de renta media, la depreciación de algunas de sus monedas
como la lira turca, o posibles crisis de deuda soberana.

Primero el enfoque funcionalista: que se refiere La búsqueda de la estabilidad, la


integración de los propósitos de dos entidades y el mantenimiento del equilibrio entre la
empresa y la sociedad son los temas que predominan en esta visión. enfoque
sociológico: este se refiere que la empresa es vista como una arena política donde los
recursos dependen de las relaciones con grupos externos. Enfoque culturista es
producto cultural que refleja las relaciones deseables entre empresa y sociedad desde
un punto de vista cultural, político, institucional y social. Enfoque constructivista es la
construcción socio cognitiva de la esfera de los negocios y de la sociedad a través
de un proceso complejo de encuadre recíproco de identidades, sistemas de
valores y cuestiones sociales.
“La ética y responsabilidad social en el mundo”

El caso Volkswagen representa, a todos los efectos, el fracaso absoluto de la


Responsabilidad Social Corporativa (RSC). No hay paliativos posibles: hablamos de una
manipulación consciente, conocida a todos los niveles de la compañía,
intencionadamente diseñada para obtener un plus de competitividad con el que hacer
frente a la pujanza de otros competidores, y que consiguió poner a la marca en el trono
de su industria a nivel mundial al tiempo que se publicitaba como ecológica y
envenenaba todo el planeta.

Una ausencia total de ética en ingeniería, que ha llevado ya a la dimisión no solo del
CEO de la compañía, sino también de cargos como el director de I+D en Audi o el
responsable de motores en Porsche, que puede llegar a más marcas, y que únicamente
deja una evidencia clara: es completamente imposible que el departamento de RSC no
supiese nada de todo esto. La cadena de mando que lleva desde el desarrollo de las
líneas de software que establecían la condición que ponía el vehículo en modo test de
emisiones y que lo devolvían a modo circulación, al «modo sucio» cuando el test
terminaba están perfectamente auditadas, y las pruebas internas completamente
documentadas: todas las responsabilidades pueden ser trazadas, y abarcan ya no a
toda la compañía, sino a todo el grupo. Una demostración más de que la única manera
de hacer software es hacerlo abierto, que cualquiera pueda inspeccionar su código: el
software se ha convertido en el verdadero punto débil que escapa al control.

Hablamos de un motor, de algo completamente tangible, no de una interpretación o de


un matiz. Un motor que emitía cuarenta veces más contaminación que lo que debía, y
que una marca conscientemente decidió camuflar para que lo disimulase cuando lo
sometían a pruebas. Ni el directivo de RSC más idiota del mundo podría alegar que no
sabía nada del tema: o no sería creíble, o demostraría que su trabajo no tenía sentido
y, en realidad, era una simple táctica de distracción publicitaria, una estúpida sección
que nadie en realidad se va a leer y solo sirve para decorar la memoria corporativa.
Esa, me temo, es la gran realidad: en la inmensa mayoría de las empresas, la RSC se
reduce a poner un directivo, habitualmente con cierta aura de respetabilidad, al mando
de un departamento que simplemente se dedica a responsabilidades de lavado de
imagen, a hacer simplemente que las cosas parezcan bonitas por encima de todo,
aunque en realidad estén tan lejos de serlo como en el caso que nos ocupa. En un
derroche de ingenuidad, nos hemos engañado pretendiendo que las empresas podían
ser capaces de autorregularse y responsabilizarse de sus prácticas de RSC, cuando la
terca realidad nos indicaba claramente que todas sus acciones, salvo las meramente
simbólicas, se orientaban únicamente a la maximización del beneficio por todos los
medios posibles.

Volkswagen decidió de manera completamente consciente que no importaba envenenar


a todo el planeta emitiendo cuarenta veces más óxidos de nitrógeno que la cantidad
legalmente permitida, si haciéndolo conseguían situarse como la primera marca de
automóviles del mundo. Sencillamente, no importaba. Los paralelismos con la industria
tabaquera son impresionantes, y se asientan sobre una tristemente sólida base social:
del mismo modo que muchos fumadores estaban dispuestos a creerse que en realidad
el tabaco que inhalaban no era tan dañino, millones de conductores ahora prefieren
seguir emitiendo conscientemente a la atmósfera gases claramente nocivos para todos
con tal de que no empeore la aceleración de su vehículo. Esa, y no otra, es ahora la
preocupación de la inmensa mayoría de los propietarios de un Volkswagen diesel:
«¿que voy a tener que llevar mi vehículo a revisar y como resultado le van a bajar las
prestaciones? Pues como no me obliguen, no lo llevo». Mientras el problema más
grave, envenenar el planeta y a sus habitantes, es algo que no vemos directamente,
que no es tangible y que no tiene por qué tocarnos directamente a nosotros, la caída en
las prestaciones de nuestro vehículo es algo que notamos cada vez que salimos de un
semáforo, y supone un precio que, aunque parezca increíble y completamente
irracional, no estamos dispuestos a pagar. Preferimos la evidencia del poderío en el
pedal del acelerador a lo que consideramos una hipótesis lejana de muertos por
enfermedades respiratorias y un planeta degradado hasta el límite. Más allá de
plantearnos si Volkswagen es «too big to fail» o si hay más marcas implicadas,
debemos afrontar esa realidad: la RSC no funciona.

En realidad, el problema de la RSC es ese: pedir a unas empresas que se autorregulen


y a unos directivos que se comporten como si estuviesen por encima de la realidad
social. Algo hemos hecho muy mal cuando el común de los mortales ve la RSC como
algo prescindible, superfluo, como un conjunto de buenos deseos que únicamente
prevalecen cuando no interfieren con el beneficio económico o con la deliciosa
sensación de la espalda que se pega al respaldo del asiento cuando pisamos el pedal
hasta la tabla. La forma en que las empresas han gestionado la RSC hasta el momento
convierte a sus responsables en una especie de mojigatos a los que, en realidad, se
pone en su puesto únicamente para que hagan bonito, y a los que, ante cualquier
conflicto de intereses, basta simplemente con recordarles quién paga su sueldo.

El caso Volkswagen es la prueba evidente de que la RSC debe reinventarse desde su


base. Debe tener esquemas de responsabilidad completamente trazables, que aseguren
que los responsables terminarán directamente a la cárcel cuando se infrinjan
determinadas cuestiones. Tendrán que convertirse en puestos muy bien pagados
debido a las responsabilidades que tendrán que asumir, y con presupuesto para
desarrollar los esquemas adecuados para averiguar todos los detalles de lo que ocurre
en unas empresas que han demostrado no ser suficientemente responsables como para
controlarse a sí mismas. La crisis de Volkswagen marca la evidencia del fracaso del
capitalismo, de un sistema tan idiota como para pretender diluir las responsabilidades y
cerrar los ojos ante la realidad de un futuro – o de un presente – claramente
insostenibles.

Si eres directivo de RSC, lo mínimo que deberías hacer al ver el caso Volkswagen es
pensar hasta qué punto no estás siendo tú tan idiota, tan ciego o tan sinvergüenza
como tu colega de Volkswagen. ¿Estás en tu cargo simplemente para «hacer que las
cosas parezcan bonitas, aunque no lo sean»? ¿Estás dispuesto a mentir, a disfrazar, a
maquillar o hasta a matar a personas a cambio de un beneficio un poco más
sustancioso? ¿Qué va primero en tu escala de valores, la sostenibilidad de tu compañía
o la del planeta? ¿Qué es más importante, unos cuántos miles de muertos por
enfermedades respiratorias o por cáncer, o el trono mundial de la industria
automovilística?

La RSC ha fracasado. La evidencia del caso Volkswagen es tan importante, tan palmaria
y tan brutal que debería llevar a que todas las compañías revisasen sus prioridades y
repensasen el funcionamiento de ese departamento. Que se preguntasen si algo así
podría llegar a ocurrir en su empresa, porque es muy posible que se encuentren con un
sí tan triste como atronador. Que su empresa esté tan dispuesta a engañar, mentir y
matar a personas a cambio de un beneficio empresarial como lo ha estado Volkswagen.
Que sus directivos de RSC sean en realidad tan irresponsables como los de la marca
alemana. Si eso no es suficiente como para plantearse que algo están haciendo muy,
muy mal… mejor péguense figurativamente un tiro. Será una bala social, corporativa y
responsablemente bien utilizada.

a) ¿Cuáles cree que son las causas de la mayoría de los casos de corrupción y
escándalos empresariales que hemos vivido en los últimos años?

En los casos de corrupción, sus orígenes son diversos: ambición desmedida, falta de
cierta previsión y control efectivo, etc. Estamos en un sistema de capitalismo temerario
e imprudente, que se ha convertido en el objetivo principal de muchas organizaciones
en este mundo que quieren aumentar su capital o sus ganancias. El poder del gobierno
está mal administrado porque los políticos hacen lo que quieren con el gobierno, por lo
que las tasas impositivas para las empresas son muy altas, por lo que es mejor que las
empresas se dediquen a actividades ilegales y corruptas para obtener una mejor fuente
de ingresos, porque si lo hacen honestamente, será capaz de contraatacar el Gobierno.
b) ¿Se podría afirmar que los principios que rigen la lógica empresarial son
totalmente independientes de los principios éticos de las personas y la
sociedad en que las empresas operan?

No negativa porque, como vimos en el planteamiento, todo se trata de la empresa y las


personas, la sociedad en la que opera la empresa, la lógica empresarial y los principios
morales de las personas están conectados, porque todo va de la mano, por lo que la
empresa, si sin ella, las partes esenciales de la lógica en relación con la moralidad
humana perecerán.

c) ¿Qué papel cree que desempeña las convicciones y valores personales del
directivo en la gestión de la empresa?

Los líderes empresariales son importantes si sus creencias se basan en principios de


justicia, libertad, igualdad, etc. desarrollo y prácticas basadas en el bien común; sus
creencias pueden hacer que las empresas sean más responsables ya que los individuos
expresan estos valores a través de las empresas. Esto ahora se aplica a los empleados y
directores, aunque estos últimos tienen mayores poderes para reformar la empresa. La
RSE requiere creatividad, visión y habilidades para hacer que el trabajo sea más
eficiente de manera que ayude a resolver problemas específicos.
Conclsuion

La importancia de los valores radica en que se convierten en factor motivador,


determinan las características básicas y definitorias de la organización y crean un
sentido de identificación de los empleados con la organización, además son el principal
motor de las personas y organizaciones. construye compromiso ético entre sus
miembros y entre la organización y sus clientes y socios. Los valores definen los
resultados deseados para la mayoría de las personas, guían las acciones y determinan
si una organización tendrá éxito. Cuando los valores están alineados, los empleados
pueden lograr una alta moral, confianza, cooperación, productividad, éxito y resultados.
Bibliografía
(26 de Septiembre de 2015). Obtenido de https://www.enriquedans.com/2015/09/el-
caso-volkswagen-y-el-fracaso-de-la-responsabilidad-social-corporativa.html

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