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UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS

FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y DERECHO


CARRERA PROFESIONAL DERECHO

TRABAJO ACADÉMICO

ASIGNATURA : LOGICA Y ARGUMENTACION JURIDICA.


DOCENTE : MAG. HILDA MELO YLLATINCO
PRESENTADO POR : FERNANDO HUAYOTUMA YUCRA
CODIGO : 2015213528
CICLO : IX

CUSCO-PERU
2020
INTRODUCCION

La lógica es una ciencia formal, es decir, que como cualquiera de


las ciencias formales crea su propio objeto de estudio y el
razonamiento y la creación de ideas por parte de la mente con su
metodología de trabajo y conocimiento , pero además de la lógica
es una de las más importantes y populares dentro de la filosofía
siendo su objeto de estudio los principios de la demostración y la
interferencia va leída que son los métodos que en definitiva
permitirán distinguir el razonamiento correcto de lo incorrecto
La ciencia de las leyes del pensamiento que tiene por objeto
estudiar la relación que el pensamiento tiene con la verdad. Es decir
estudia las maneras por las cuales se pueden acceder a verdades y
además los procesos por los cuales se pueden derivar conclusiones
a partir de otras verdades ya conocidas
Está constituida por la lógica del Derecho, donde las normas deben
de tener una estructura y ordenamiento; también está constituida
por la lógica de los juristas, las cuales deben actuar con base a
reflexiones, razonamientos, argumentaciones y prudencia.
DEDICATORIA

A mis padres que me han dado la existencia; y en ella la


capacidad por superarme y desear lo mejor en cada paso por
este camino difícil y arduo de la vida. Gracias por ser como son,
porque su presencia y persona han ayudado a construir y forjar
la persona que ahora soy. A mis maestros y amigos; que en el
andar por la vida nos hemos ido encontrando; porque cada uno
de ustedes ha motivado mis sueños y esperanzas en consolidar
un mundo más humano y con justicia. Gracias a todos los que
han recorrido conmigo este camino, porque me han enseñado a
ser más humano.
ATTE: Fernando Huayotuma Yucra
DESARROLLO
1. A través de su inventiva realice un caso o historia, y resuelva o
argumente siguiendo el modelo de la argumentación de Toulmin.

MODELO DE LA ARGUMENTACIÓN DE TOULMIN

2.
2. Previa investigación desarrolle la tesis Neil MacCormick en la
argumentación jurídica, señale 02 ejemplos.

LA TESIS NEIL MACCORMICK

MacCormick estudia el razonamiento jurídico, fijándose cómo se


desarrolla efectivamente la argumentación en los juzgados, y de los
casos observados, induce un procedimiento general. Va, por así
decirlo, de lo particular a lo universal. Su planteamiento pretende
ser equilibrado, buscando la razonabilidad entre la racionalidad
matemática y la irracionalidad. Además, trata de conjugar
racionalidad y pasiones humanas.

En principio, todas las decisiones jurídicas deberían ser reducibles a


silogismos jurídicos sencillos.

Así por ejemplo,


1. Juan ha vendido mercancía en mal estado a María
2. María resulta perjudicada
3. Juan debe indemnizar a María

Una decisión será razonable si cumple estos dos requisitos: si es


lógicamente consistente (fácilmente comprobable recurriendo a la
lógica formal) y si es “justa” (para ello ha de cumplir unos requisitos,
como el de universalidad). Sin embargo, no todos los casos son tan
sencillos como el silogismo aquí expuesto. Por ello se pueden
distinguir casos fáciles y casos difíciles. Los casos fáciles son
aquellos en los que el juez no tiene ningún problema a la hora de
establecer los hechos, saber qué normas ha de aplicar, etc. La
decisión consiste en pasar de las premisas a la conclusión. Pero en
los procesos jurídicos a menudo se presentan casos más difíciles.

El problema se suele dar en el establecimiento de premisas.


MacCormick distingue lúcidamente cuatro posibles fuentes de
problemas:

❖ Problemas de interpretación: En este caso el juez sabe la


norma, pero esta presenta varias interpretaciones
❖ Posibles.

❖ Problemas de relevancia: El juez no sabe si hay o no normas


relevantes que se puedan aplicar al caso.

❖ Problemas de la prueba: No hay acuerdo sobre el supuesto de


hecho, bien porque no se sabe qué pasó, o
❖ Porque el acusado niega los hechos, o porque no hay
suficientes pruebas.

❖ Problemas de calificación: Hay acuerdo sobre los hechos,


pero no se sabe si los hechos cubren el supuesto
❖ de hecho de la ley no se sabe si una inseminación
artificialheteróloga sin consentimiento se puede catalogar o no
como adulterio.
Para salir del atolladero se presentan tres grandes principios, que
nos van a servir para justificar nuestra decisión, y para saber
cuándo una decisión está mal tomada. Serán los de universalidad,
consistencia y coherencia, y consecuencias. Estos tres principios se
distribuyen entre la justificación interna y la justificación externa de
una decisión judicial.

En la justificación interna rige el principio de universalidad. La


norma que se quiere aplicar ha de ser universal. Aquí rige el
principio de justicia formal, que vendría a decir: Si tratamos a X de
tal manera, entonces todos los casos iguales a X han de ser
tratados de igual forma. Una decisión que viole tal principio ha de
ser rechazada.

En cuanto a la justificación externa, MacCormick distingue entre el


ajuste de la decisión con el sistema, y el ajuste con el mundo. Para
que una decisión se ajuste con el sistema (de leyes, o de decisiones
anteriores, se entiende), esta ha de ser consistente y coherente con
el mismo.

La consistencia exige que la ley seguida en la resolución del caso


no esté en contradicción con el sistema de leyes vigente. La
coherencia es un término más amplio, y MacCormick distingue entre
coherencia normativa (cuando varias normas se subsumen en una
sola, sin caer en contradicciones) y coherencia narrativa (cuando la
narración de los hechos es coherente)

Otro elemento decisivo en la corrección externa del razonamiento


jurídico son las consecuencias de la decisión. Primero hay que
distinguir cuidadosamente entre resultado de una acción (que es
parte intrínseca de la acción) y consecuencia de una acción (que
algo extrínseco a la acción).

En segundo lugar hay que aclarar que el hecho de que algunos


casos difíciles se puedan resolver apelando a las consecuencias no
quiere decir que MacCormick sea consecuencia lista: No dice
MacCormick que todas las sentencias hayan de resolverse
apelando a las consecuencias, sino que dentro de los casos difíciles
(en los cuales no encontramos otro modo de decidir), es razonable
apelar a las consecuencias de una decisión para resolver el caso.

Para MacCormick el razonamiento jurídico es un caso altamente


institucionalizado del razonamiento moral. Se trata de casos límite,
en los que no está claro qué se debe hacer, y aparecen en el
horizonte varias salidas como razonables. Se trata entonces de ir
acotando el campo de posibilidades.

Quizá no haya una única respuesta correcta para cada uno de los
problemas, pero sí que podemos reducir los riesgos de
equivocarnos, ateniéndonos a los criterios arriba expuestos. De este
modo, las decisiones del juez podrán ser calificadas como
razonables, y tendrán un fundamento sólido en el que apoyarse.

CONCLUSIÓN

De MacCormick podemos aprender a aplicar los criterios de


universalidad, de consistencia y coherencia y de consecuencias de
la decisión, para evaluar la ley o la decisión del juez. Del
elaboradísimo sistema de Alexy podemos quedarnos con la sencilla
idea según la cual, para que la ley o decisión sean correctas han de
seguir unos procedimientos racionales.

En definitiva, ambas concepciones se alejan de dos extremos: de


una concepción ingenua del derecho en la cual todos los problemas
tienen una única solución posible, y además esta es cognoscible
por el hombre (este último matiz es importante), y de una
concepción como la del realismo americano, según la cual la
decisión del juez es totalmente arbitraria, y la justificación de la
decisión es en cualquier caso un ejercicio de malabarismo
conceptual. Entre Escila y Caribdis siempre nos queda el derecho
como arte de lo bueno y razonablemente equitativo.

3. Deberá investigar y realizar, ¿cómo se desarrolló la


argumentación en la antigüedad?, sobre todo de los dos máximos
exponentes:

LA ARGUMENTACIÓN EN LA ANTIGÜEDAD

La cuestión de los índices descriptores para los distintos textos


constituye, a su vez, un problema general que debe abordar la
pragmalingüística cada vez que se asoma a los dominios de la
argumentación, y esto, entre otras, por las siguientes razones:

En primer lugar, porque la mayor parte de los estudios


pragmalingüísticos respecto de la argumentación provienen de la
tradición analítica de la lingüística del discurso y esta ha ejercido su
esfuerzo analítico fundamentalmente sobre corpus textuales mono
construidos.

En tanto que la argumentación implica el enfrentamiento de textos


poli construidos que no es posible abordar sin una asunción teórica
del concepto de interacción, de manera que tales textos no han
merecido todavía una adecuada atención de los analistas (baste
como prueba de ello el hojear cualquier manual de análisis del
discurso para comprobarlo), lo que lleva, finalmente, a un
tratamiento de los corporal argumentativos con criterios propios de
los corporal textuales mono construidos, todos ellos un tanto ajenos
a la naturaleza interactiva de los mismos; y esto nos lleva,
finalmente, a la necesidad de encontrar índices descriptivos más
adecuados a la naturaleza argumentativa e interactiva de los textos
que nos ocupan; un problema que, debido a la amplitud de las
consideraciones teóricas que procederían, propondremos resolver
siguiendo de momento los índices que la propia tradición clásica
parece consagrar en los juicios que formulan sus autores acerca de
otros rectores y que bien podrían formularse del modo siguiente:

a) Respeto del orden canónico de estructuración y desarrollo del


discurso argumentativo.

Un hecho en el que en realidad no se insiste en la literatura clásica


porque se da por supuesto que es la existencia misma de este tipo
de discurso, enfatizándose muchísimo, sin embargo, la mayor o
menor maestría que los distintos rectores manifiestan en la
construcción de las distintas partes y, así, Dionisio de Halicarnaso
subraya que Lisias fue maestro en la composición del exordio, en
tanto que Sócrates poseería una particular pericia en la disposición
y distribución de las pruebas y otro tanto afirma de Iseo.

b) Establecimiento y sostenimiento de la cuestión del debate.

Se trata de un aspecto tenido por fundamental en la construcción


del discurso hasta nuestros días y consistente, fundamentalmente,
en enunciar con claridad aquello acerca de lo que se discutirá: el
objeto de la discusión; ya el propio Dionisio señala que “los rectores
aconsejan hacer dócil al auditorio y, para llegar a conseguirlo,
exponer en pocas palabras el objeto del discurso a fin de que no
resulte desconocido a los jueces” (82-83), y señala la pericia de
Lisias para introducir claramente este objeto en el exordio.

c) Licitud y oportunidad de los argumentos empleados.

Se trata de un índice estrechamente vinculado al anterior y que


recubre dos aspectos fundamentales: en primer lugar, la evitación
de recursos argumentales “tramposos” (conocidos habitualmente
como “falacias”) que resultarían ilícitos porque desvían el debate de
la cuestión originalmente planteada y, en segundo lugar, recubre
también la “pertinencia” de los argumentos empleados, pertinencia
medida por su acomodación a los fines de la discusión como al tipo
de auditorio.

d) Claridad y pureza del estilo.

Se trata de un índice que, aunque muy relevante en las


evaluaciones que la tradición clásica hace de sus rectores y
discursos, hoy resulta menos considerado debido, probablemente, a
que supone el arraigo del discurso en el contexto de una lengua
particular y, para el caso que nos ocupa aquí, el griego. En efecto,
cuando Dionisio se refiere a este aspecto en Lisias, subraya que es
un modelo perfecto del dialecto ático porque “presenta los
pensamientos mediante palabras tomadas en su acepción propia y
usual y rara vez se encuentra en sus discursos expresiones
figuradas”

EL PERIODO FUNDACIONAL O EL APORTE DE LA SOFÍSTICA


Es probable que el primer y principal aporte de este período al
desarrollo de las teorías de la argumentación deba situarse en la
introducción de la idea orden o estructura del discurso
argumentativo, idea presidida por la convicción de que un discurso
ordenado puede alcanzar de mejor manera los fines de la
argumentación, a saber: persuasión y/o convicción del auditorio
respecto de la cuestión defendida. Sin detrimento de lo anterior,
Plantin, en su consideración indirecta de este período (él no parece
tener en cuenta la periodización de la que hemos dado cuenta más
arriba), indica otros cuatro grandes aportes, los que él rotula como:
la Antífona, la Paradoja, lo Probable y la Dialéctica

a) La introducción de la idea de orden del discurso

Más allá de la discusión respecto de si fue Homero quien inauguró o


plasmó la existencia de una costumbre de construir discursos
argumentativos6 como los conocemos hoy, lo cierto es que tanto la
literatura clásica como las investigaciones contemporáneas al
respecto parecen coincidir en que la primera vez que una obra
escrita tiene en cuenta el establecimiento de una preceptiva
organizacional del discurso argumentativo es el manual del maestro
Korax7 de Siracusa, quien probablemente redactó su obra hacia el
año 460 a. de C. y a la que hoy accedemos exclusivamente por las
alusiones que a ella hacen Aristóteles, Cicerón y Quintiliano y cuya
figura se encuentra indisolublemente unida a la de su discípulo
Tasias, como tendremos ocasión de ver más adelante. Cicerón,
citando un texto perdido de Aristóteles, señala que:
“Nadie, antes de él, había acostumbrado litigar con método y
técnica, aun cuando la mayor parte de ellos lo hacía con pericia y
precisión”

En términos generales, y por lo que podemos saber a partir de las


referencias existentes, el manual consistía en un conjunto de
técnicas argumentativo-retóricas destinadas al desempeño exitoso
en el contexto público de los tribunales. Sin lugar a dudas, su
principal contribución se encuentra en el reconocimiento de cuatro
partes del discurso y sus fines.

En donde es posible notar, además de una muy cercana semejanza


con los esquemas que Aristóteles ofrece en su Retórica, la
presencia de un conjunto de objetivos identificadores de las
acciones que es preciso implementar para la instanciación de cada
una de las partes. El esquema parece haber tenido un gran éxito y
haber sido rápidamente adoptado por otros logógrafos, entre estos,
evidentemente, se encuentran los discípulos indirectos de Bórax por
medio de las enseñanzas de Tisias.

En efecto, resulta notorio el hecho de que Dionisio de Halicarnaso,


en su magnífico examen de los retores antiguos, comenta buena
parte de sus juicios en el modo en que cada uno de estos retores
construye cada uno de los distintos momentos del discurso y, así,
subraya en Lisias8 que maneja con particular maestría la
construcción del exordio, indicando las diversas estrategias que
utiliza para iniciarlo y que se resumen en:

❖ Comenzar con un elogio a sí mismo (bastante velado).


❖ Acusar directamente al adversario.
❖ Si es acusado, destruir en primer lugar las imputaciones que
se le dirigen.
❖ Alabar a los jueces para hacerlos favorables a su persona y a
su causa.
❖ Presentar la cuestión que trata como de interés general, de
alta importancia y que merece toda la atención del auditorio.
❖ Oponer su debilidad al prestigio y fuerza de su adversario
para subrayar la desigualdad de la lucha que va a emprender

LA LEGITIMACIÓN DE LA PARADOJA COMO POSIBILIDAD


CONTRA ARGUMENTATIVA

La paradoja es, en el sentido de la Real Academia, una “figura del


pensamiento que consiste en emplear expresiones o frases que
envuelven contradicción” y también: “idea extraña u opuesta a la
común opinión o al sentir de las personas”; es decir, su rasgo más
característico es la contradicción y, por ello, supone la aparición (en
el contexto argumentativo) de una posibilidad no prevista y que, no
obstante, adecuadamente argumentada, puede llegar a constituirse
en una forma válida de resolución de una disputa. En relación con
esto, Plantin indica que la virtud de la paradoja consiste en hacer
evidente la autonomía, chocante para el ‘sentido común’, de los
funcionamientos lingüísticos en relación con la realidad.
CONCLUSIONES

Este sucinto examen de los principales problemas vinculados a la


construcción de una historia de las teorías de la argumentación
manifiesta los hechos siguientes:

La cuestión de la periodización del desarrollo de las teorías de la


argumentación continuará siendo un tema abierto hasta que no se
convenga en un criterio general para establecer los cortes
diacrónicos que corresponde hacer. Hasta aquí, parece haber
primado un criterio que vincula el ejercicio argumentativo con una
específica forma de gobierno (la democracia) y su uso crea un vacío
histórico de más de un milenio en el que, no obstante, resulta de
sentido común pensar que sí ha habido algún tipo de desarrollo que
todavía queda por investigar.

Respecto de la cuestión de la conceptualización, es factible aceptar


que, aunque difusa en los albores clásicos, la distinción entre
retórica y argumentación (como dominios de conocimientos
separados y complementarios) se justifica ya en la propia tradición
clásica, como podemos reconocerlo en los propios textos de
Dionisio de Halicarnaso y que, por lo tanto, su reunificación no
puede ser buscada en la continuación de esa tradición, sino en su
integración en una comprensión interactiva del fenómeno
argumentativo, para ello el tratamiento pragmalingüístico puede
constituir un camino exitoso. Y otro tanto podemos afirmar de la
distinción entre finalidad persuasiva y convincente del discurso
argumentativo.

La cuestión de los índices descriptores del texto argumentativo, a su


vez y aun cuando constituye una tarea pendiente de los estudios
pragmalingüísticos, puede resolverse medianamente aun con los
“bastones” teóricos que todavía suministra la tradición clásica, aun
cuando estos son susceptibles de ser enriquecidos con su
integración en las contemporáneas teorías de la interacción.

El período fundacional de las Teorías de la Argumentación, aun


cuando ha sido tan escuetamente presentado en esta
comunicación, manifiesta una época extraordinariamente prolífica
que ha marcado fuertemente el desarrollo subsiguiente de las
Teorías de la Argumentación, pero cuya significancia ha resultado
obnubilada por el velo de prejuicio que la tradición de la reflexión
socrática (y platónica) ha superpuesto sobre la sofística.

Es de esperar, esperanza que anima nuestra investigación, que


ulteriores estudios relativos a los textos producidos por los autores
de esta época logren conferir a la sofística el legítimo estatus que le
corresponde en el origen de las Teorías de la Argumentación.

4. Realice un resumen de los aspectos importantes de su


exposición.

¿Cuál es la teoría de Dworkin, según lo explicado por el expositor?

Según el Profesor Manuel Atienza, expositor ttiene la pretensión de


superar las carencias que muestran las teorías realistas, positivista
y hermenéutica, tratando de explicar en qué forma la práctica
judicial puede simultáneamente satisfacer las exigencias de
seguridad jurídica y de aceptabilidad racional. Seguridad jurídica,
corrección de la decisiones y apropiación de la historia institucional
del derecho son los elementos que se encuentran presentes en la
teoría de Dworkin.

Para los modernos sistemas jurídicos que cuentan con un Estado


de derecho donde una de las grandes paradojas constituye en
cumplir con el principio de legalidad y a la vez realizar los valores
tan abstractos y de dimensiones tan poco precisas que incorporan
los derechos humanos, la teoría de Dworkin puede ofrecer un
modelo para explicar los procesos internos a través de los cuáles
opera el derecho real.

¿Por qué se dice que el papel más difícil del abogado es traducir los
conflictos?

Dentro de estos contextos, en "Cómo evaluar las argumentaciones


judiciales", Manuel Atienza se plantea el problema de determinar
qué es un buen (o un mal) argumento en el razonamiento judicial.
Para él, una teoría de la argumentación jurídica debería ser capaz
de contestar tres preguntas básicas: ¿cómo analizar una
argumentación?, ¿cómo evaluarla? y ¿cómo argumentar?

Atienza parte de asumir que en la argumentación hay tres


perspectivas que deben tomarse en cuenta: la formal, la material y
la pragmática (esta última, a su vez, puede dividirse en una
aproximación retórica y otra dialéctica). En la evaluación de una
argumentación debe considerarse que se trata de un proceso
complejo con múltiples pasos (algunos argumentativos, otros no).
Así, la idea es que la argumentación se puede evaluar como un
proceso, pero también la evaluación puede recaer en un solo
argumento. Ahora bien, por lo que hace a la argumentación judicial,
aquí lo que se evalúa es el resultado de dicho proceso, que consiste
en la motivación de la sentencia.

Atienza distingue entre lo que es decidir y lo que es justificar; se


trata de dos cosas que tienen que hacer los jueces, que están
obligados a hacer, pero que no necesariamente van juntas y
tampoco pueden evaluarse conjuntamente; puede haber buenas
decisiones mal argumentadas y malas decisiones bien
argumentadas. Pero aquí precisamente surge la necesidad de
aclarar qué se entiende por una buena y una mala argumentación
(o decisión). Atienza nos dice que hay dos sentidos de lo que es
una buena argumentación (o una decisión): un sentido técnico y un
sentido moral.

¿Por qué se necesita los ideales regulativos?


Los criterios para evaluar la eficacia o éxito y los que evalúan su
corrección (en un sentido amplio) tendrán que ser diferentes dado
que parten de distintos puntos de vista, pero es difícil pensar que no
estén relacionados en una empresa como el Derecho. La
persuasión exitosa depende muchas veces de una argumentación
correcta, y precisamente ése es el ideal regulativo que vale en un
estado de derecho, según el mismo Atienza. Y efectivamente lo que
planteo es que un buen argumento persuasivo, en los distintos
ámbitos del Derecho, tiende a coincidir al menos parcialmente con
los criterios de un argumento convincente.

Se analizan las ideas de Manuel Atienza sobre cómo evaluar la


argumentación judicial. La crítica se enfoca en la afirmación de que,
en cada ámbito del Derecho (legislativo, judicial, abogacía, etc.), los
criterios de corrección son diferentes. Se sostiene, en cambio, que
los criterios que sirven para el ámbito judicial son iguales a los
criterios que rigen los argumentos de los abogados. Si bien los
argumentos de los abogados buscan la persuasión, su éxito
requiere que se cumplan los estándares usados por los jueces al
evaluarlos. Donde sí cabe la distinción es respecto de la
argumentación del legislador, pues en ese ámbito sus argumentos
no dependen de las opiniones de los jueces al ser los propios
legisladores autoridad en materia de interpretación de leyes.
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