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Plenitudo potestatis y procesos inquisitoriales: una retórica del poder conciliar.

Concilio de Constanza (1414-1418)

SEBASTIÁN PROVVIDENTE

La principal tarea del Concilio de Constanza consistía en solucionar el problema del cisma.
Sin embargo, la formulación de sus propósitos se situaba en el terreno de la tradición: causa
unionis, causa reformationis y causa fidei.

Una de las premisas fundamentales de nuestro trabajo consiste en tratar de establecer las
vinculaciones entre estas tres instancias que a priori aparecerían como escindidas unas de
otras. La unión bajo un pontífice sólo podía realizarse a través de una fuerte reafirmación de
la autoridad conciliar y ésta a su vez estaba estrechamente vinculada a la capacidad del
Concilio para resolver las cuestiones de fe. Si bien estas tres instancias aparecen claramente
vinculadas en el desarrollo mismo del Concilio, habitualmente esta relación ha sido soslayada
por la mayoría de los investigadores.

En este trabajo nos centraremos en analizar el proceso por herejía contra J. Huss llevado
adelante por el Concilio, pero no analizaremos de manera explícita la ortodoxia o heterodoxia
de sus posturas teológicas, sino más bien la lógica del poder conciliar implicada. De este
modo, trataremos de sostener que el despliegue procesal contra J. Huss contribuía a afirmar la
autoridad conciliar.

La cuestión de la relación entre autoridad conciliar y las definiciones de fe se agudiza hasta


llegar a convertirse en un circulo potencial. Una verdad de fe puede ser proclamada por el
Concilio como definitivamente vinculante porque ha sido revelada y a su vez una verdad
deber ser aceptada con humilde obediencia como verdad revelada porque así lo ha
proclamado el Concilio. Esta argumentación, tan cara al Papado medieval, será reformulada
en términos conciliares en Constanza. En efecto, si se busca la razón por la cual un concilio
puede proclamar la veritas catholica como verdad revelada hay que centrarse en la
argumentación del decreto Haec sancta synodus: el vínculo directo que tiene el Concilio
reunido con Cristo. Obviamente la veritas catholica no es creada ex nihilo por la Iglesia sino
que ésta no hace más que transmitir a todos los fieles una doctrina contenida en las Escrituras
y en la revelatio publica. Si bien esta argumentación encontrará su pleno desarrollo con el
conciliarismo radical de Basilea que enfrentará al Concilio con el Papa, creemos que ya
existía in nuce en Constanza y que ejerció cierta influencia en los procesos por herejía. De
este modo, la argumentación parecería arrojar cierta luz sobre los procesos de herejía contra
Wycliff (in absentia) y J. Huss y nos obligaría a centrarnos en la lógica formal del proceso
judicial.

Conciliarismo: una cuestión de orígenes

Llegados a este punto es importante destacar qué se entiende en general por conciliarismo
dentro del marco del Concilio de Constanza. Durante la primera mitad del siglo XX cuando
los manuales y las obras de referencia hacían alusión a este término tendían a mencionar a
Marsilio de Padua y a Guillermo de Occam como los grandes pensadores que habrían dado
comienzo a esta nueva manera de entender la relación entre el Papa y el Concilio, en la cual se

-1-
enfatizaba la superioridad de esta última institución por sobre el poder del Papa. 1 En 1324
Marsilio influido por el pensamiento aristotélico, que desde el siglo XIII se había convertido
en un elemento altamente disruptivo para la Iglesia, escribe su Defensor pacis en el que
plantea la necesidad de la desaparición de la estructura jerárquica de esta institución. Si la
Iglesia, arguye Marsilio, es la comunidad de los creyentes en Cristo, no existe diferencia
esencial entre clérigos y laicos. Todos los fieles pueden participar del Concilio universal y no
existe ninguna prerrogativa por parte de aquellos que poseen la autoridad espiritual en
relación a las decisiones del Concilio, ya sea que se trate de cuestiones de fe o de cualquier
otro asunto. Cada uno de los participantes del Concilio, en efecto, actúan como mandatarios
de los fideles a los cuales representan de modo que el Concilio recibe su autoridad del pueblo
de Dios, es decir, de la congregatio fidelium. El poder legislativo reside en el pueblo y el Papa
sólo ejerce el poder ejecutivo; de allí que se encuentre sometido al Concilio y pueda ser
depuesto en cualquier momento.2

Apenas tres años después de la publicación del Defensor pacis, Juan XXII se encargaría de
condenar el contenido de la obra y de declarar a Marsilio como un peligroso hereje. Por su
parte, Guillermo de Occam parecía también hacerse eco de algunas de sus ideas en su
Dialogus. Ambos pensadores, Occam y Marsilio, coincidirán en la corte de Luis de Baviera y
apoyarán intelectualmente al emperador en su lucha con el Papado.3

Si bien algunos de los más prominentes conciliaristas como por ejemplo P. D’Ally y J.
Gerson eran partidarios del nominalismo filosófico de Occam, no parecían seguir su línea de
pensamiento en materia política4. La mayoría de los pensadores que optarán por la via concilii
en Pisa y en Constanza no seguirán la línea aristotélico-marsiliana ni la ockamista en materia
política. A partir del estudio fundamental de B. Tierney publicado mediados de la década de
19505 es un hecho aceptado por la mayoría de los investigadores que los pensadores
conciliaristas de estos dos Concilios no abrevaban principalmente en los escritos de estos
autores para fundamentar sus posiciones, sino más bien en el corpus de textos producidos por
los decretistas y decretalistas de los siglos XII y XIII. Incluso es un hecho bien establecido
por la investigación que el propio Occam también frecuentaba estas fuentes.

El interés de los conciliaristas en éstas se centraba en aquellos textos del Decretum y sus
comentarios posteriores que interpretaban a la estructura eclesiástica en los términos jurídicos
1
Cf. OAKLEY (1969: 122-124). El autor hace un relevamiento de las principales obras de referencia acerca de los
términos conciliarismo y Concilio (de Constaza). Entre las obras relevadas se destacan el Dictionnaire de
théologie catholique (1933); la segunda edición del Lexicon für Theologie und Kirche editado por Vincke; la New
Catholic Encylopedia (1967). Mediante este relevamiento el autor constata que, de acuerdo a los artículos en estas
obras de referencia, el conciliarismo parecería ser un producto de las eseñanzas heréticas de Marsilio y de Occam.
También el carácter ecuménico de los Concilios de Pisa y de Constanza es abiertamente negado.
2
Cf. WIELAND (2002: 22-36); PIAIA (1976: 363-367); QUILLET (1971: 186-201); QUILLET (1970); DE LAGARDE
(1970); CASTELO DUBRA (1997: 81-96).
3
?
FERNÁNDEZ (2005: 67-91), MIETHKE (1999 : 85-125), Cf. MC. GRADE (1974).
4
?
Cf. OAKLEY (1964) y MORRALL (1960).

5
Cf. TIERNEY (1998). Vale la pena recordar que las décadas de 1950 y 1960 fueron particularmente importantes
para estos estudios a raíz del Concilio Vaticano II y de los intentos de ciertos sectores de la Iglesia por
reivindicar una tradición colegiada de poder dentro de la misma. Cf. al respecto la siguiente bibliografía sobre
los orígenes del conciliarismo y sus antecedentes: DE VOOGHT (1971: 125-131), (1963: 61-75) y (1965) y
FRANZEN (1965: 31-77).

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de una corporación y que, por lo tanto, apoyaban la idea de la via concilii. El propio B.
Tierney llega a la siguiente conclusión acerca de la influencia de Guillermo de Occam: “The
somewhat paradoxical conclusion emerges that Ockham was most influencial precisely when
he was least original.”6 En efecto, los principales conciliaristas de los siglos XIV y XV
prefirieron construir sus sistemas y doctrinas utilizando argumentos que el propio Occam
había encontrado en el derecho canónico de los siglos anteriores. 7 El gran reservorio de los
canonistas (especialmente en lo referente al derecho de las corporaciones) sería la verdadera
fuente de inspiración para los conciliaristas posteriores. La misma observación puede hacerse
con respecto al caso de Marsilio. Más que en su aristotelismo democratizante, los autores
conciliaristas posteriores se apoyaban en la concepción jurídica de la Iglesia entendida como
una entidad corporativa definida de acuerdo al derecho. Al igual que en el caso de Occam los
conciliaristas se inspiraban en su obra allí donde ésta era menos original.

Si bien el aporte de los estudios de B. Tierney acerca de los fundamentos canonísticos del
conciliarismo ha sido reconocido por la mayoría de los investigadores, la principal crítica en
torno a la postura del autor consiste en destacar que aparentemente se habría
sobredimensionado la importancia de las fuentes canonísiticas dejando de lado las principales
obras teológicas al respecto.8 Frente a estos cuestionamientos, B. Tierney -en la última
reedición de Foundations of Conciliar Theory de 1998- destaca que siempre ha dejado en
claro que jamás pretendió afirmar que el conciliarismo se basara exclusivamente en fuentes
canónicas. Simplemente su estudio se había centrado en destacar el aporte de estas fuentes, ya
que hasta ese momento era algo que siempre se señalaba pero que nadie había estudiado en
profundidad. Además, B. Tierney destaca lo indefinido de las fronteras entre el derecho
canónico y la teología y menciona que no sólo los canonistas utilizaban argumentos
teológicos sino que también los teólogos se valían de los principales argumentos expuestos
por los canonistas. 9

Absolutismo: enfermedad y remedio en los publicistas papales

Aunque resulte paradójico, para comprender cabalmente la eclesiología conciliar de


Constanza y los problemas a los que su afirmación dio lugar, necesariamente se debe analizar
la obra de los publicistas papales del siglo XIV ya que en la mayoría de estos autores junto a
la afirmación de la plenitudo potestatis papal nos encontramos con la afirmación del poder de
la congregatio fidelium. ¿Cómo es entonces la relación entre el Papa y la congregatio? ¿Cómo
se articulan ambas instancias de poder? ¿Qué papel desempeñan el Colegio de cardenales y el
6
TIERNEY (1998: 58).

7
Cf. OAKLEY (2003: 109-110). En estos pasajes el autor señala que la obra de B. Tierney marcó un cambio
significativo en el estudio del conciliarismo en la medida que situó a sus orígenes intelectuales no en el
pensamiento “herético” de Marsilio y de Ockam sino en el propio cuerpo del derecho canónico medieval. Este
libro marcó un importantísimo descubrimiento ya que desde la reacción papal contra el conciliarimo luego del
Concilio de Basilea y a lo largo del siglo XVI se había insistido incesantemente en sus orígenes supuestamente
heréticos. La declaración de infalibilidad papal expresada en Pastor Aeternus en 1870 también habría hecho lo
suyo para sepultar la tradición conciliar bajo el manto herético ya que claramente no se condecía con la
infalibilidad papal del Concilio Vaticano I. Este hecho tendría una gran influencia sobre la producción histórica y
teológica de finales del siglo XIX y principios del XX. Un claro ejemplo de esta influencia aparece en las
interpretaciones del Haec Sancta propuestas por HEFELE/LECLERCQ (1913: t.VII/VIII).
8
Cf. la obra de BLACK (1979: 5).
9
TIERNEY (1976: 49-69).

-3-
Concilio general en relación a la congregatio y al poder papal?10 Éstos son solo algunos de los
interrogantes que los publicistas del siglo XIV tuvieron que enfrentar a la hora de exponer sus
teorías acerca de la plenitudo potestatis papal.

Muchos de los publicistas papales del siglo XIV al exaltar la plenitudo potestatis del Papa
tenían como objetivo limitar el creciente poder que el Colegio de cardenales había asumido a
lo largo de los siglos XII y XIII. De acuerdo con éstos un papa que gobernara sin consultar al
Colegio incurría en un acto de tiranía.11 La creciente participación de los cardenales en los
asuntos administrativos, en particular durante el período de Avignon, había hecho que la
costumbre papal de discutir con éstos las decisiones significativas se transformara con el
correr del tiempo en un derecho imprescriptible. Además, esta pretensión se veía abonada por
la ambigüedad en el uso del término ecclesia romana. Si bien este término en reiteradas
ocasiones había sido utilizado para enfatizar la superioridad papal, los cardenales se valían del
mismo para afirmar que el Papa y la Iglesia romana no eran exactamente la misma cosa. En
virtud de su innegable condición de miembros de ésta, los cardenales se consideraban una
pars corporis papae. De acuerdo a esta concepción, los cardenales aparecen como verdaderos
coniudicatores y coadiutores junto al Papa y la estructura de la Iglesia romana es asimilada,
en consonancia con el derecho canónico contemporáneo acerca de las corporaciones, a la
estructura de un capítulo catedralicio en el que el obispo (en el caso de la Iglesia romana
también el Papa) debe contar con el asesoramiento y consentimiento de los miembros del
capítulo (en el caso de la Iglesia romana éstos no son otros que los cardenales). Incluso la
teoría hierocrática tradicional que estipulaba que el Papa era el vicarius Christi es reformulada
de tal manera que el papel desempeñado por los cardenales se vuelve absolutamente esencial.
El texto anónimo Somnium viridarii lo expresa claramente: “Deus ergo per cardinales
tamquam per organum suum Romanum pontificem constituit sibi vicarium suum …”12

A partir de esta concepción los cardenales, en tanto se consideran a sí mismos la valentior


pars corporis papae, están facultados para aprobar o vetar los directivas papales. Del mismo
modo, en caso de ser necesaria la deposición del Papa, ellos también son los indicados para
llevarla a cabo, por supuesto sin ningún tipo de asistencia de la congregatio fidelium. Para
contrarrestar esta creciente influencia del Colegio de cardenales los publicistas papales tenían
que dar pelea en los términos propuestos por los propios cardenales. Es así como Augustinus
10

?
Tal como ha sido demostrado por B. Tierney en sucesivas investigaciones, las raíces del conciliarismo -o al
menos algunas de ellas- deben buscarse en el corpus canónico del los siglos XII y XIII. Hemos creido pertinente
incluir un análisis de la problemática del concilio general en los publicistas del siglo XIV no sólo porque
temporalmente constituyen el principal antecedente canónico antes del cisma de 1378, sino también porque es un
hecho significativo que los principales defensores de la supremacía papal se vieran obligados a incluir en sus
escritos una concepción del poder eclesiástico en la que en casos de emergencia la congregatio fidelium y sus
instancias representativas tenían cierta participación. Por un lado, esta situación da cuenta del peso y la
importancia de la tradición conciliar canónica de los siglos anteriores y por otro lado, nos permite evaluar
críticamente la situación de incertidumbre que se planteó tanto en los Concilios de Pisa y Constanza con respecto
a la relación entre Concilio y Papa.
11
?
El texto es citado por WilKs (1963: 459) a partir de James and Peter Colonna, Memoranda, Denifle, H. (ed.)
Archiv für Literatur-und Kirchengeschichte, v (1889) iii, pag. 521: “Porro cum in quibuslibet arduis peragendis
maxime in alienationibus rerum ecclesiae, etiam verus pontifex cardinalium consilia petere et sequi consensus
nichilominus consueverit et etiam teneatur, iste pseudoprafectus nec ipsorum concilia dignatus est petere, nedum
etiam exspectare consensus… ac glorians ominia per se solum posse pro libito de plenitudine potestatis.” Acerca
del papel del colegio de cardenales Cf. ALBERIGO (1969: 92-157) y TIERNEY (1998: 62-80).
12
?
El texto es citado por WILKS (1963: 461) a partir de Somnium viridarii de iurisdictione regia et sacerdotali,
Goldast, M., (ed.), Monarchia Sancti Romani Imperii, (Frankfurt, 1614).

-4-
Triumphus se valdrá de aquel valioso instrumento de la consolidación papal: la potestas
iurisdictionis. Augustinus Triumphus reconoce que los cardenales son sus coadiutores,
consiliarii y iudices orbis terrae, sin embargo desde el momento que la potestas iurisdictionis
solo puede derivarse del vicarius Christi en la tierra los cardenales se transforman en
servientes del Papa.13 Los cardenales son asimilados a los obispos que en virtud de la succesio
apostolorum comparten incluso con el mismo Papa la potestas ordinis, es decir, el poder
sacramental. Sin embargo, su lugar en la jerarquía eclesiástica que los habilita a ejercer sus
funciones solo puede ser obtenido a través de la mediación papal. Este instrumento que había
sido de gran utilidad para el Papado en tiempos de la consolidación de la reforma gregoriana
del siglo XI es utilizado con gran inteligencia por Augustinus Triumphus para limitar el poder
de los cardenales. En consecuencia, el poder de los cardenales aparece completamente
subordinado al poder del Papa.14 No obstante, uno de los principales problemas que tenían que
enfrentar los publicistas consistía en contener la innegable supremacía de los cardenales en
relación a la elección papal ya que esta ocasión les brindaba la oportunidad de afirmar su
posición de mediadores entre Dios y el Papa. Nuevamente la inteligencia de Augustinus
Triumphus debía ponerse al servicio del Sumo Pontífice. Si bien aceptaba la elección de los
cardenales, este proceso no era más que un mero nombramiento ya que la verdadera elección
era un acto de Cristo.15 Este nombramiento, en efecto, adquiría plena validez una vez que era
confirmado por el Papa en ejercicio de su cargo. 16 Además Augustinus Triumphus se
complacía en destacar que los cardenales habían sido elegidos por el propio Papa con el
objeto de realizar este mero nombramiento.

Esta absoluta subordinación por parte del Colegio de cardenales al Papa hacía imposible
pensar que los mismos tuvieran alguna capacidad para juzgarlo y deponerlo ya que su
intervención en la elección tenía claramente un carácter abiertamente aleatorio. El Colegio no
tenía ninguna capacidad para obrar sobre el vicarius Christi. De acuerdo con estos
presupuestos la Iglesia romana era vista como una corporación de una persona en la que el
Papa aparecía in figura Ecclesiae17. El Papa en ejercicio de su oficio era infalible ya que una
corporación no podía cometer ningún acto incorrecto. La infalibilidad papal también daba
cuenta y expresaba la especial preocupación de Dios por su caput ecclesiae. Es justamente el
especial cuidado de Dios por el bienestar de su Iglesia lo que volvía al oficio papal infalible.
El ejercicio de este oficio presuponía, en efecto, su infalibilidad y nadie podía oponerse o
13

?
La utilización de la potestas iurisdictionis por parte del poder papal para afirmase tanto contra el poder de los
príncipes laicos como eclesiásticos ha sido analizada por WILKS (1957: 71-91 y 256-271).
14
?
Augustinus Triumphus, Summa de potestate ecclesiastica, (Roma 1584), vi. 5 ad 2, pag. 61: “…non est de
ratione papae ut papa determinare vel ordinare negocia Ecclesiae de consilio cardinalium: potests enim sine
forum consilio talia expedire et determinare. Quia Christus, cuius vicem gerit, non legimus quod aliqua de
consilio apostolorum egerit vel determinaverit.” El texto es citado por WILKS (1963: 465).
15
?
Augustinus Triumphus, Summa, iii. 7, pag. 35: “Cardinales possunt papa mortuo eligere et terminare personam
hanc vel illam ita ut fungatur auctoritate papatus super universales Ecclesiam, et hoc non nisi autoritate papae,
quia quod ipsi cardinales sint deputati ut possint eligere et terminare personam hanc vel illam ad papatum non
nisi auctoritate papae hoc faciunt.” Cf. también Augustinus Triumphus, Summa, iii. 7 ad 3, pag. 35: “Sed
collegium sic elegit papam quod tamen papatus non est a collegio quantum ad auctoritatem et officium, quod est
quid formale in papatu. Isto enim modo omnis papa est a Christo immediate.” Los textos son citados por WILKS
(1963: 468).
16

?
Augustinus Triumphus, Summa, iv. 5, p.46: “papa seipsum confirmat suae electioni consintendo.” El texto es
citado por WILKS (1963: 468).
17
?
TIERNEY (1998: 31-32).

-5-
dañar al Papa. En este contexto debe entenderse la famosa frase: “summus pontifex damnari
non potest”18.

Sin embargo, la principal nota discordante en el corpus canónico consistía en el famoso texto
del Decretum que estipulaba que un papa no podía ser juzgado por nadie, siempre que no se
desviara en cuestiones de fe. Esto, sin lugar a dudas, era una fisura potencial en la estructura
del absolutismo papal.19 Augustinus Triumphus percibía los riesgos potenciales de este texto,
de allí que se viera obligado a afirmar que este pasaje del Decretum podía ser anulado ya que
las decisiones de un papa no eran vinculantes con respecto a otro papa. 20 De hecho Bonifacio
VIII parecía haber obrado con anterioridad en tal sentido cuando en la bula Unam Sanctam
había afirmado el principio papa a nemine iudicatur. Ahora bien, el principal problema que
planteaba esta teoría absolutista era que partiendo de la base de estos presupuestos, no existía
remedio para un gobierno tiránico. Frente a la posible existencia de un papa tiránico, a los
cristianos no les quedaba ni siquiera la salida de invocar la ayuda divina para que Dios
cambiara esta situación. En la medida que el Papa era Dios en la tierra, pedir la liberación de
la tiranía era ir contra la voluntad divina. Obviamente ninguna acción humana era posible
contra un papa. De allí que fuera impensable que la ecclesia pudiera actuar como una
corporación contra su caput y que intentara convocar un concilio general que la representara
para juzgarlo. El derecho canónico expresamente prohibía esta acción. Obrar de esta manera
sería alterar el ordo iudiciarius natural de la Iglesia ya que solo el Papa podía convocar
legítimamente al Concilio.21

Hasta aquí su construcción del absolutismo papal parece ser totalmente coherente en la
medida que se intentan salvar todas las potenciales contradicciones. Uno de los hechos más
curiosos de la obra de Augustinus Triumphus reside en que junto a esta afirmación de la
plenitudo potestatis nos encontramos en De potestate collegii con una abierta defensa de la

18

?
Augustinus Triumphus, Tractatus contra articulos, i. 2, p. lxxii. El texto es citado por WILKINS (1963: 470). No
debe confundirse en este caso el término “infalibilidad papal” con la definición dogmática posterior del Concilio
Vaticano I de 1870. Acerca del concepto de infalibilidad papal en la Edad Media, cf. TIERNEY (1988).
19
?
Decretum Gratiani, c. 6 D XL (FRIEDBERG) : “Si Papa suae et fraternae salutis negligens reprehenditur inutilis
et remissus in operibus suis, es insuper a bono… innumerabiles populos catervatim secum ducit, primo mancipio
gehennae cum ipso plagis multis in aeternum vapulaturus. Huius culpas istic redarguere praesumit mortalium
nullus, quia cunctos ipse iudicaturus a nemine est iudicandus, nisi deprehendatur a fide devius”. El cardenal
Humberto de Silva Candida le dio a este texto su formulación definitiva en el siglo XI. Luego a fines del mismo
siglo integró la colección de cánones del cardenal Deusdedit pasando a formar parte de la obra de Ivo de
Chartres de la cual eventualmente sería recogido por Graciano en el siglo XII. Acerca de la inclusión de este
texto en el corpus canónico Cf. FRANZEN ( 1965: 44)
20
?
Entre otros textos Cf. el texto citado por WILKS (1963: 471) con respecto el pasaje de Aegidius Romanus, De
ecclesiastica potestate (Weimar, 1929) iii. 4, pag. 165: “Et posset hoc sucesor [papa] quia par in parem non
habet imperium.”
21

?
Augustinus Triunphus, Summa, vi. 6, pags. 61-62: “Et similiter alia ratio quare a papa ad concilium appellari
non potest. Quia ordinem rerum naturalium in regimien naturali nullus potest mutare nisi Deus, et in regimine
morali ordinem iudiciarium nemo potest mutare nisi papa qui vicem Dei gerit in terra. Ser ordo iudiciarius qui
vertitur inter homines praesupponit auctoritatem papae ad concilium convocando et auctoritatem tribuendo et
modum appellationis unius ad alterum ordinando. Ridiculosa ergo est appellatio a papa ad concilium, cum
ordinem iudiciarium in regimine Ecclessiae concilium mutare non posit absque auctoritate papae.” El texto es
citado por WILKINS (1963: 473-474).

-6-
supremacía del Colegio de cardenales sobre el Papa22. De acuerdo con las teorías allí
expuestas la congregatio fidelium y no el Papa es la verdadera receptora del poder que Dios le
entregó a Pedro. El Papa solo cumple una función ministerial con respecto a ese poder que le
ha sido delegado por la congregatio fidelium. La plenitudo potestatis papal es asimilada a la
plena potestas de un procurador que obra de acuerdo a los intereses de la corporación y que
jamás puede obrar contra los intereses de la misma o limitar su poder. En el caso del poder
papal vale la pena aclarar que la congregatio fidelium es entendida como una entidad
eclesiástica corporativa universal en nombre de la cual el Papa ejerce las funciones de
procurador.23

En este contexto, los cardenales, en tanto que agentes mediadores entre la congregatio
fidelium y el Papa, son los encargados de transferirle el poder a éste último. Desde el
momento en que el poder fluye a través del Colegio de cardenales, su consentimiento se
transforma en algo esencial para cualquier iniciativa papal. El propio Augustinus Triumphus
clarifica su posición mediante un inteligente símil en el que compara la estructura eclesiástica
con un árbol. Existe una radix remota del poder que reside en la congregatio fidelium y una
radix propinqua que se encuentra en el Colegio de cardenales. Las flores y el fruto de este
poder son asimilados al poder papal; lo interesante es que cuando el árbol pierde el fruto o las
flores, el poder permanece en las raíces.24

Partiendo de estas proposiciones, era lógico afirmar que tanto el Colegio de cardenales como
la congregatio fidelium estaban destinados a desempeñar un papel esencial no solo en el caso
del fallecimiento de un papa sino también en el eventual caso de su deposición. Sin lugar a
dudas, Augustinus Triumphus intentaba realzar la figura de los cardenales y no tanto la del
Concilio general. Sin embargo, el consensus generalis de los canonistas estipulaba que la
deposición de un papa era un hecho demasiado significativo como para que fuera tratado de
manera exclusiva por los cardenales. Para afirmar esto los canonistas se valían del principio
legal romano que expresaba quod omnes tangit ab omnibus iudicetur.25

De allí que en estos casos se prefiriera la autoridad del Concilio general por sobre la de la de
los cardenales.26 El propio Augustinus Triumphus casi sin desearlo estaba dejando entrar por
la puerta trasera de la estructura hierocrática papal ciertas teorías que podían debilitar al
Papado. De acuerdo con lo planteado por Augustinus Triumphus, llegado el caso era posible
que en ciertas situaciones en las que el Colegio de cardenales se mostrara deficiente por algún
22
Cf. El texto es citado por WILKINS (1963: 480).
23
?
Cf. TIERNEY (1998: 108-116).
24
?
Augustinus Triunphus, De potestate collegii, pag. 505: “…sicut potestas rami quae flores et fructum producit
remanet in radice ipso ramo destructo, sic videtur potestas papalis remanet in collegio vel in Ecclesia ipso papa
mortuo. Imaginamur enim quod sicut in Ecclesia primitiva fundata per Christum apostoli Christo praesentaliter
astiterunt et per universas mundi provincias et civitates rectores et praelati constituti fuerunt, sic in moderna
Ecclesia ab illa derivata cardinales repraesentant personas apostolorum ut Christo praesentaliter astiterunt, alii
vero episcopi et archiespiscopi, quorum nomine Ecclesia intellegi potest, repraesentant personas apostolorum ut
in diversis provincciis mundi et civitatibus rectores et praelati constituti fuerunt. Collegium ergo cardinalium
potest dici radix propinqua, sed congregatio omnium praelatorum aliorum et fidelium, quorum nomine Ecclesia
designari potest, radix remota potest appellari.” Texto citado por WILKINS (1963: 483).
25
?
TIERNEY (1998: 45).
26
?
De acuerdo a lo que se manifestaba en el Decretum Gratiani dist. 96 c.4 (FRIEDBERG) la preservación de la fe
verdadera era una tarea que reclamaba la competencia de todo cristiano: “Quae universales est, quae omnium
communis est, quae non solum ad clericos verum etiam ad laicos et ad omnes omnino pertinet Christianos.”

-7-
motivo para asumir la potestas, ésta fuera asumida por la congregatio fidelium a la que
denomina ambiguamente ecclesia.27 Es justamente esta ambigüedad en el significado del
término ecclesia la que sentará las bases para integrar estas concepciones abiertamente
contradictorias acerca de la relación entre el Papa y la congregatio fidelium.

El propio Augustiunus Triumphus era absolutamente consciente de esta ambigüedad y


reconcía que el término ecclesia podía hacer referencia tanto al Papa como a la congregatio
fidelium.28 Esto lo llevaba a plantear la existencia de una doble plenitudo potestatis ya que el
poder le había sido conferido simultáneamente papae et ecclesiae29. Siguiendo el derecho
canónico vigente, en condiciones normales los fideles estaban sujetos al poder papal y el uso
de su plenitudo potestatis permanecía como un hecho indirecto y potencial. Sin embargo, en
ciertas circunstancias cuando se trataba de algún asunto de gran relevancia que concernía el
bien común -especialmente en casos en los cuales la verdadera fe pudiera ser tergiversada por
un papa herético- el poder de la congregatio fidelium se volvía activo a través del Concilio
general. Esta concepción del poder facultaba a Augustinus Triumphus para hacer referencia a
la tradicional distinción canónica entre los actos de la cabeza de una corporación en nombre
de sus miembros, el derecho de los miembros de esta corporación para actuar de acuerdo a su
propia iniciativa en la defensa de sus intereses cuando éstos eran violados y finalmente la
acción conjunta y consensuada entre la cabeza y los miembros de la corporación. De acuerdo
a la segunda de estas distinciones, en el caso de que un papa obrara contra el bien común de la
congregatio fidelium sus miembros tenían el derecho a no cumplir sus directivas 30. Al mismo
tiempo el obrar contra el status ecclesiae hacía que el Papa obrara fuera de su oficio y se
colocara consecuentemente en el nivel de cualquier creyente. Sobre este punto vale la pena
destacar que en ningún momento se buscaba limitar el poder papal sino tan solo proteger a la
congregatio fidelium de los posibles abusos de un papa herético. A raíz de esto, para
Augustinus Triumphus era importante limitar los alcances de sus afirmaciones. Siguiendo la
tradición canónica anterior, en ningún caso un papa podía perder su oficio si incurría de forma
privada en pecado mortal. Solo si su crimen adquiría notoriedad pública y se volvía
perjudicial para los fideles que seguirían naturalmente las opiniones y pronunciamientos de un

27

?
Augustinus Triumphus, De potestate collegii, pag. 505: “…secundum quem modum potestas papalis mortuo
papa videtur remanere in collegio cardinalium tamquam in radice propinqua, sed in Christi Ecclesia remanent
tamquam in radice remota, quia deficiente tali collegio, illud posset Ecclesia quod collegium potest.” El texto es
citado por WILKS (1963: 473-474).
28
?
Augustinus Triumphus, Summa, vii, 3 ad I, pag. 61: “…per Ecclesiam potest intellegi praelatus vel ipsa
congregatio fidelium…” El texto es citado por WILKS (1963: 507).
29
Augustinus Triumphus, Summa, vi, 6 ad I, pag. 62: “…ergo est dicendum quod maioritas dicta de potestate ut
residet in Ecclesia et in papa non accipitur secundum univocam rationem, quia ut est in Ecclesia vel in concilio
est radicaliter et habitualiter, quia deficiente papa et collegio cardinalium posset sibi de Romano pontifice
providere. Sed in papa huiusmodi potential est actualiter, et quia quod est in actu potest agree, quod vero est in
habitu et in potential non agit. Ergo potestas Ecclesiae maioritate pontentiali vel habituali maior est in concilio et
in tota congregatione fidelium quam in papa, quia in concilio fidelium talis potestas numquam moritur, in papa
vero isto vel illo moritur. Sed maioritate actuali maioritate actuali maior est potestas Ecclesiae in papa quam in
concilio, quia concilium per illam potentiam non potest agere, papa vero potes agere quando vult.” Texto citado
por WILKS (1963: 505).
30
?
Augustinus Triumphus, Summa, lxiii. 2, pag. 335: “Praeceptum vero papae numquam ligat nisi ad bonum, quia
ad malum praeceptum papae non esset tenendum, immo omnino spernendum.” Citado por WILKS (1963: 499).

-8-
papa herético, dicho crimen se convertiría en herejía 31. Además se resaltaba que el Papa ut
singulis podía caer en herejía pero jamás el oficio papal.

Ahora bien, el principal problema que se presentaba de acuerdo a estos presupuestos era
explicar cómo podía establecerse el carácter herético de un papa y proceder a su deposición
sin contradecir la máxima papa a nemine iudicatur. Nuevamente Augustinus Truimphus,
recogiendo parte de la tradición canónica, ofrecía una salida elegante. Desde el momento en
que un papa obraba contra el bien común de la Iglesia, estaba ipso facto depuesto y se
convertía en una persona que por ser herética era jerárquicamente inferior a cualquier
católico. Esto solucionaba solo parcialmente y formalmente el problema ya que debía existir
una instancia jerárquica capaz de distinguir a un verus papa de un falsus papa32. Dada la
importancia del asunto y en tanto que depositario de la radix remota del poder, el Concilio
general debía asumir esta tarea. Sin embargo, el Concilio en ningún momento juzgaba al Papa
sino que meramente declaraba que a raíz de sus propios actos había dejado de ser un
verdadero papa y que por lo tanto no se le debía obediencia alguna. Esto obligaba a recurrir a
una ficción legal ya que el carácter herético del Papa no se establecía al final de un proceso
sino con la sola existencia de una sospecha. Esta mera suspicio y su fama publica de herejía
se convertían en los verdaderos motivos de la deposición33.

Finalmente, la última contradicción que a todas luces aparecía tenía que ver con la situación
jurídicamente anómala que presentaba la convocatoria de un Concilio sin la autoridad papal.
31

?
En torno a este texto existía una riquísima tradición canónica que lo comentaba. Una de las glosas más
importantes al respecto era sin lugar a dudas la de Hugucio de Pisa. Esta era uno de los primeros intentos
sistemáticos para abordar el problema que implicaba el juicio y la deposición de un papa. En cuanto a la razón
por la cual un Papa herético debía ser depuesto se aludía a lo nociva que esta situación podía ser para la Iglesia
en su totalidad: “… si papa esset hereticus non sibi soli noceret sed toti mundo, praesertim quia simplices et
idiote facile sequerentur illam heresim cum crederent non esse heresim.” El razonamiento es más que claro: si el
Papa era culpable de herejía, los simples fideles ignorantes en cuestiones teológicas tenderían a seguir su postura
sin advertir la herejía y esto sería particularmente perjudicial para toda la Iglesia. Hasta aquí la glosa de Hugucio
parecía no apartarse demasiado del texto del Decretum. Sin embargo, la novedad del texto de Hugucio consistía
en incorporar una serie de crímenes que más allá de la herejía y a causa de sus características también resultaban
particularmente nocivos para la Iglesia en la medida que eran cometidos por el Papa. Se trataba de crímenes
públicos y notorios que justamente por ser de este tipo dañaban el status ecclesiae. El propio Hugucio
preguntaba retóricamente: “Ecce, publice furatur, publice fornicatur, publice comittit simoniam, publice habet
concubinam, publice eam cognoscit in ecclesia iuxta vel super altare, admonitus non vult cessare, nunquid non
accusabitur… nunquid non condempnabitur, nunquid sic scandalizare ecclesiam non est quasi heresim
committere? Preterea contumacia est crimen ydolatrie et quasi heresis ut di. Lxxxi si quis presbyteri, unde et
contumax dicitur infidelis ut di. Xxxviii nullus.” Estos crímenes que escandalizaban a la Iglesia estaban
prácticamente asimilados a la herejía. Si el Papa incurría en estos crímenes públicos y habiendo sido llamado al
orden se negaba a rectificar su postura, podía ser depuesto. Los textos de la glosa de Hugucio han sido citados
por TIERNEY (1998: 228-229). La última edición del texto cuenta con un apéndice documental importante.
32
Sobre el tema de la deposición ipso facto es importante destacar que no existía una postura definitiva al
respecto. Por un lado, el principal exponente de la deposición ipso facto era Hugucio de Pisa. Por otro lado,
Alanus sostenía que el Concilio general poseía una jurisdicción superior al Papa en los asuntos que tuvieran que
ver con la fe y por lo tanto, debía juzgar y deponer al Papa. Si bien la la glossa ordinaria de Juan Teutónico era
ambigua al respecto, hacia finales del siglo XIII y a comienzos del XIV parecería prevalecer la postura de
Alanus que sería más tarde recogida por F. Zabarella y que se pondría en práctica en el proceso contra Juan
XXIII en el Concilio de Constanza. Cf. al respecto OAKLEY (1969: 80-83). Además, la deposición ipso facto no
solucionaría el problema ya que se ponían en evidencia la pregunta acerca de qué instancia jerárquica estaba
facultada para declarar la herejía papal. Sobre este punto Cf. TIERNEY (1998: 55).

33
Al respecto del tema Cf. MIGLIORINO (1985).

-9-
Vale la pena recordar que el ordo iudiciarius de la Iglesia prohibía expresamente que un
Concilio general fuera convocado sin el consentimiento del Papa y dado el caso de su
comportamiento herético, obviamente no se podría contar con la iniciativa del propio acusado.

En caso de peligro para la comunidad, las provisiones canónicas habituales que prohibían la
convocatoria de un concilio sin consentimiento papal quedaban derogadas y algún grupo
representando a la congregatio fidelium -los príncipes laicos y/o eclesiásticos- podían
convocar un Concilio general que asumiera la plenitudo potestatis. Augustinus Triumphus no
se preocupa demasiado por explayarse sobre quién estaba facultado para convocar el Concilio
ya que desde el momento en que éste sesionara confirmaría su propia legitimidad en tanto que
instancia representativa de la congregatio. De acuerdo a esta concepción cuando el
mantenimiento de las provisiones canónicas habituales ponía en riesgo el status ecclesiae,
éstas debían dejarse de lado.34

Aunque parezca curioso y a pesar de los ingentes esfuerzos por superar las contradicciones, en
la obra de Augustinus Triumphus, uno de los más reputados publicistas papales, nos
encontramos con la afirmación de ciertas principios que potencialmente podrían ser
considerados “conciliaristas”. Esto constituye un hecho significativo por demás ya que la
inclusión de estos principios en su obra no hace más que reflejar que junto al absolutismo
papal existía en el derecho canónico una forma completamente distinta de entender el poder
eclesiástico que incluso los más enconados defensores de la supremacía papal no podían
negar.35 El Cisma que desde 1378 aquejaba la cristiandad occidental y cuyos orígenes en gran
medida se debían a los abusos del absolutismo papal, no haría más que actualizar las
potencialidades de esta otra corriente del derecho canónico que marchaba pari passu a las
tendencias absolutistas.36 En el derecho canónico se encontraba tanto el origen del mal, el
Cisma, como su medicina, el Concilio.

Cisma y Concilio

El Cisma había surgido a causa de la conflictiva elección de Urbano VI tras la inesperada


muerte de Gregorio XI durante su viaje a Roma. Gregorio era, en efecto, el primer papa de la
línea de Avignon que había vuelto a dicha ciudad desde los tiempos del así llamado
cautiverio.37 Al morir en la ciudad se desató el conflicto ya que el pueblo romano comenzó a
presionar para que se reuniera inmediatamente allí el cónclave con el objeto de elegir al nuevo
Papa que según los propios habitantes de Roma no podía ser sino italiano. Aparentemente la
presión popular en Roma habría llevado a los cardenales a elegir a un italiano que asumiría
inmediatamente el Papado bajo el nombre de Urbano VI. La alegría de los romanos era
34
Cf. WILKS (1963: 506-507).
35
Cf. OAKLEY (2003: 13-19). Aquí se plantea la coexistencia de lo que el autor denomina la eclesiología de la
communio de origen patrístico y la eclesiología jurídica construida a partir de la reforma gregoriana.
36
?
Cf. OAKLEY (2003: 30). Más allá de la coyuntura que dio lugar a la doble elección papal, la manera de entender
la plenitudo potestatis que compartían ambas obediencias dio lugar a una doble centralización administrativa y a
la multiplicación de la explotación financiera (el ejemplo más claro es el de las provisiones de los beneficios
otorgados) ejercida por el Papa. Esto habría hecho que el Cisma, una vez desencadenado, fuera muy difícil de
superar.
37
?
Sobre la problemática de los orígenes del Cisma sigue siendo imprescindible ULLMANN (1972). Si bien la
primera edición del libro fue realizada en 1947, esta reedición posterior cuenta con un prefacio que intenta dar
cuenta de las principales novedades acerca del tema por lo menos hasta 1972.

-10-
incalculable ya que la sede del Papado volvía a estar en su ciudad y además con un papa
italiano. Ahora bien, esta alegría no les duraría demasiado a los romanos ya que poco tiempo
después la mayoría de los cardenales franceses se reunían en Fondi para elegir a un nuevo
papa, Clemente VII. Éstos alegaban la nulidad de la elección anterior a raíz de las intensas
presiones a las que había sido sometido el cónclave de cardenales en ocasión de la anterior
elección de Urbano VI.38

El corpus mysticum de la cristiandad medieval, que desde el siglo XIII estaba siendo
fuertemente cuestionado por los nacientes Estados nacionales, ahora acusaba una inocultable
fragmentación en uno de los principales membra: el Papado. Por otro lado, las incertidumbres
que esto generaba entre los fideles también eran evidentes.39

De inmediato los principales intelectuales comenzaron a analizar las distintas opciones legales
que se presentaban para solucionar la crisis. Una vez descartadas la via compromissi y la via
cessionis ya que ambas apelaban a una supuesta buena voluntad de los papas, se tornaba
evidente que la única salida posible era la via concilii40. Solamente después de que se volvió
evidente que ninguno de los dos Papas estaba dispuesto a llegar a una solución pacífica, se
optó por esta última vía. Incluso uno de los más prominentes conciliaristas, J. Gerson, sólo se
inclinó aún con ciertas reservas por la via concilii cuando ambas posibilidades anteriores
habían fracasado.41

Pisa: ¿solución o crisis?

En 1409 se dieron finalmente las condiciones para que los colegios cardenalicios de Gregorio
XII y de Benedicto XIII se reunieran en Pisa y se abocaran a buscar una solución para el
Cisma. Si bien las provisiones canónicas estipulaban que un concilio sólo podía ser
convocado por la autoridad papal, en ciertas obras se abogaba por el principio aristotélico de
la επικεία de acuerdo al cual se estipulaba que en situaciones de emergencia las provisiones
canónicas habituales, si atentaban contra el bien común de la Iglesia, podían ser suspendidas.42
La necesidad estaba por sobre la ley positiva: salus populi suprema lex est. No obstante, el
cardenal F. Zabarella, uno de los más reputados canonistas de la época, jamás se valdrá de
este concepto de raigambre más bien teológica y filosófica y por lo tanto ajeno al campo
específico del derecho canónico.43 Tal vez esto se debiera al hecho de que era plenamente

38
?
Al respecto de estos hechos Cf. WOHLMUTH (1993: 189).

39
Cf. al respecto ULLMANN (2003: 175-238).
40
?
FRANZEN (1965: 31-77). Las principales alternativas para la solución del Cisma estaban vinculadas al ámbito
intelectual de las universidades. Sobre el tema Cf. SWANSON (1979).
41
?
Cf. MORRALL (1960: 44-75) y OAKLEY (1960: 398-403).
42
?
El significado del término no ha sido lógicamente siempre el mismo. Los autores escolásticos lo toman de
Aristóteles, Et. Nic. V, 10 y lo reelaboran asimilándolo al concepto de aequitas Cf. Tomás de Aquino, Summa
Theologica, 2 a 2ae, qu. 120. Al utilizar el término, Pierre D’Ally seguiría el significado escolástico Cf. OAKLEY
(1960: 403).
43
?
Cf. ULLMANN (1972: 199). El autor se pregunta por qué este concepto muy presente en la mayoría de los
autores “conciliaristas” no se encuentra desarrollado en la obra de F. Zabarella.

-11-
consciente de que la propia tradición canónica estipulaba que, en casos de necesidad, las
provisiones habituales se podían dejar de lado.44

Tan pronto como los Papas se negaron a cooperar con el Concilio reunido en Pisa, los
cardenales declararon como canónicamente legítimo al Concilio y se abocaron a llevar
adelante el proceso contra ambos Papas ya que su comportamiento no hacía más que
prolongar el Cisma y esto era claramente asimilado a un comportamiento herético. Al hacer
esto los padres del Concilio seguían la tradición canónica que estipulaba que un papa que se
desviara de la verdadera fe, podía ser depuesto. Del mismo modo, si un papa cometía
crímenes que por ser notorios escandalizaban a la Iglesia, su comportamiento podía ser
considerado herético.45 De acuerdo a la opinio communis de los principales canonistas, si bien
los cardenales tenían cierto grado de iniciativa para llevar adelante el proceso, el órgano
facultado para proceder contra el Papa era el Concilio general.46

Al proceder de este modo, los cardenales se encontraban claramente dentro de la tradición


canónica en la medida que su principal tarea consistía en emitir una sentencia declarativa de
deposición de dos Papas que por prolongar el Cisma en la Iglesia y negarse a cooperar con el
Concilio, eran considerados heréticos. Sobre este punto los padres del Concilio parecerían
seguir la tradicional postura acerca de la deposición ipso facto que estipulaba que un papa
herético se ubicaba inmediatamente a causa de su herejía fuera del oficio papal y a raíz de esto
su propio acto herético parecía condenarlo. El Concilio sólo promulgaría una sentencia
declarativa no al final de un proceso sino al comienzo del mismo dándole cabida a la infamia
y a la suspicio.47 Así se buscaba deponer a los Papas heréticos sin por eso alterar el ordo
iudiciarius de la Iglesia.

Luego de las deposiciones, el 26 de junio de 1409, los cardenales de ambas obediencias


procedieron a elegir unánimemente a un nuevo papa, Alejandro V (1409-1410) quien
aparentemente reunificaría a la Iglesia bajo una sola cabeza. Inmediatamente los Papas de las
líneas de Roma y Avignon vieron sustancialmente mermados sus apoyos y obediencias. Sin
embargo, la repentina muerte de Alejandro en 1410 motivó la elección de un nuevo papa,
Juan XXIII, cuyo comportamiento simoníaco y abusivo contribuyó con creces a echar por la
borda los importantes logros del Concilio de Pisa.48

Más allá de estos datos coyunturales, se han señalado como debilidades estructurales de Pisa,
por un lado, la negativa a ligar la solución del Cisma con una tarea de reforma de la Iglesia
44
?
Cf. nota 34.
45
?
Cf. ALBERIGO (1981: 112-113): “I due pretendente infatti avrebbero professato, insegnato e persino imposto
errori relative alla fede pur di argomentare a favore della propria ambizione. Di conseguenza essi hanno stravolto
tutto ciò che attiene al bene della chiesa, corrompendo l’articolo di fede relativo alla chiesa ‘una e santa’”. La
sentencia se encuentra editada por Mansi XXVI, 1146-1147 y XXVII, 402-404.
46
Juán Teutónico en su Glossa ordinaria comenta al respecto: “Dist. 79 c.8. Contra fas… Sed quis erit iudex de
hoc, an electio sit contra fas? Non ipsi Cardinales, quia si sic, essent iudices in proprio facto nam nullus superior
potest inveniri ut extra de elect. licet. In fi. (c.6). Dic istud c.locum habere quando neuter est ellectus a duabus
partibus. Vel dic, quod concilium convocabitur”. Texto extraído del apéndice documental Cf. TIERNEY (1998:
230).
47

?
Cf. OAKLEY (2003: 38).
48
?
Sobre estos hechos Cf. OAKLEY (2003: 38); WOHLMUTH (1993: 189-191) y LANDI (1985).

-12-
más amplia que eliminara de raíz los abusos que habían dado origen y perpetuado la situación
de división en la Iglesia y, por otro lado, el hecho de que la iniciativa del Concilio había
partido de manera prácticamente exclusiva de los cardenales.49

Constanza: una cuestión de identidad

Un año después del Concilio de Pisa la situación seguía siendo gravísima. En lugar de dos
líneas de Papas con la pisana se agregaba una tercera. De aquí en más las riendas de la
reforma fueron tomadas por el emperador Segismundo. Sólo la presión ejercida por
Segismundo hizo posible que Juan XXIII de la línea pisana tomara la decisión de convocar a
un concilio en tierra alemana para el día de Todos los Santos de 1414. El cardenal francés
Fillâtre daba cuenta de las dificultades de la organización cuando afirmaba en sus Gesta
concilii constanciensis: “El Concilio de Constanza fue más difícil de congregar y de
desarrollo más singular que todos los concilios generales que lo precedieron. También fue
más admirable, peligroso y duró más tiempo”50.

Bajo la presión de Segismundo, Juan XXIII aceptó finalmente convocar al Concilio cuyas
deliberaciones pretendería controlar mediante la supremacía numérica de obispos italianos
sobre los cuales creía poder influir. Sin embargo, el Concilio buscó neutralizar la iniciativa
papal organizándolo, al igual que en Pisa, en naciones que votarían conjuntamente sin
importar la cantidad de sus miembros acerca de los asuntos relativos a la unión, la reforma
(dejada de lado en Pisa) y las cuestiones de fe51.

Los logros de las primeras sesiones fueron bastante modestos52. Sólo gradualmente el Colegio
de cardenales fue agrandándose y Segismundo, verdadero promotor del Concilio, recién se
hizo presente en vísperas de Navidad. A pesar de las constantes manifestaciones públicas de
parte de Juan XXIII acerca de su buena disposición para dejar su oficio como signo de
cooperación para terminar con el Cisma, en cuanto el balance de poder se volvió en su contra
y se dio cuenta de que sería muy difícil mantener su posición en el Concilio, el 20 de marzo
de 1415 decidió escapar hacia Schaffhausen. Es difícil explicar el grado de incertidumbre que
esto provocó en los padres reunidos en el Concilio. A diferencia del Concilio de Pisa que
había sido un concilio convocado ad hoc y hasta cierto punto ad homines para emitir una
sentencia de deposición contra los dos Papas heréticos, el Concilio de Constanza había sido
convocado por un papa al que la mayoría reconocía como legítimo 53. La situación era
entonces radicalmente diferente ya que la ausencia del Papa que había convocado al Concilio

49
Cf. ALBERIGO (1981: 115-118).
50

?
“Hoc Constanciense concilium … omnibus, quae praecesserunt, generalibus conciliis fuit in congregando
difficilius, in progressu singularius, mirabilius et periculosius et tempore diuturnius…””. El texto es citado por
WOHLMUTH (1993: 189).
51
Acerca de la organización en naciones dentro del Concilio Cf. WOODY (1961: 3-83).
52

?
Para la narración de la secuencia temporal de las distintas sesiones hemos seguido a WOHLMUTH (1993).
53

?
Esta es una premisa clave en nuestra argumentación y volveremos más adelante sobre el asunto. Sin embargo,
cabe destacar que este hecho ha sido pasado por alto por la mayoría de los investigadores. Recientemente sólo
OAKLEY (2003: 86) ha destacado la importancia de este hecho: “There is little or nothing, however, to suggest
that the fathers assembled at Constance were themselves disposed to think in such a way. When they proceeded
to depose John XXIII they did it so not as a doubtful claimant to the papacy but as pope who had been brought to
judgement and found guilty of criminal and incorrigible behaviour.”

-13-
amenazaba radicalmente la continuidad del mismo. De acuerdo con G. Alberigo, la fuga había
provocado una verdadera crisis de identidad en el Concilio. Si bien el Concilio de Pisa se
había convocado sin la autoridad papal, debe tenerse en cuenta que esta asamblea tenía el
objetivo limitado de deponer a los Papas omitiendo escrupulosamente cualquier otro acto.54

Hacia una translatio de la plenitudo potestatis

La huida de Juan XXIII ponía sobre el tapete varias cuestiones: ¿era posible celebrar un
concilio sin su apoyo y expresamente contra su voluntad? De ser posible, ¿de dónde
provendría su autoridad y legitimidad?. Vale la pena recordar que si bien el Concilio de Pisa
no había logrado eliminar la división de la Iglesia, la mayoría de los miembros del Concilio
consideraban a Juan XXIII como Papa legítimo al menos hasta el momento de su huida.

Mientras que estos sucesos movilizaron a los principales intelectuales, teólogos y canonistas a
buscar una salida con respecto a la autoridad del Concilio ahora sin el Papa, desde
Schaffhausen, Juan XXIII continuaba trabajando por la disolución del mismo. Si bien los
padres del Concilio continuaban intentando negociar la vuelta del Papa mediante varias
embajadas, cuando el Papa intentó huir definitivamente atravesando el Rin, el Concilio
decidió iniciar las formalidades para su proceso de destitución. El 26 de marzo de 1415 se
celebró la sesión III en la que el Concilio se oponía abiertamente a cualquier intento de
disolución y manifestaba su decisión, al igual que en la primera sesión, de poner fin a los
problemas relativos a la causa fidei, unionis et reformationis.55 La sesión siguiente, presidida
por el cardenal G. Corsini tuvo lugar tres días más tarde y se redactó un texto plagado de
consecuencias. El cardenal F. Zabarella fue el encargado de leerlo públicamente dando lugar a
un gran revuelo ya que habría omitido el pasaje relativo a la prerrogativa del Concilio de
encarar en ausencia del Papa la reforma in capite et membris que aparentemente ya había sido
aceptada con anterioridad56. El sábado después de Pascua, el 6 de abril, se decidió nuevamente
convocar a otra sesión en la que se reelaboró el decreto anterior y se incluyó finalmente la
problemática frase acerca de la reforma.57
54

?
ALBERIGO (1981: 150-164).
55
ALBERIGO, G. ET ALLI (COD,1962: 383): “Item quod istud sacrum concilium non debet, disolví, nec
dissolvatur usque ad perfectam extirpationem praesentis schimatis, et quousque ecclesia sit reformata in fide et
in moribus, in capite et in membris.” A propósito de esta edición debe tenerse en cuenta que esta colección de
documentos implica un trabajo de edición crítica y selección de materiales de acuerdo diversos criterios que si
bien son oportunamente aclarados, condicionan la visión de los Concilios con arreglo a una supuesta línea que
separa ortodoxia y heterodoxia en los Concilios.
56
?
COD, pag. 383: “Et primo declarat, quod ipsa in Spiritu sancto legitime congregata, generale concilium faciens,
et ecclesiam catholicam militantem repraesentans, potestatem a Christo immediate habeat, cui quilibet
cuiuscumque status vel dignitatis, etiamsi si papalis existat, obedire tenetur in his quae pertinent ad fidem et
extirpationem dicti schismatis.” Ciertos sectores del colegio de cardenales cuyo más importante representante
sería F. Zabarella no querían aceptar el hecho de que la reforma estuviera a cargo del Concilio ya que para ellos
este hecho implicaba perder una significativa prerrogativa.

57
COD, pag. 385: “Et primo declarat, quod ipsa in Spiritu sancto legitime congregata, generale concilium
faciens, et ecclesiam catholicam militantem repraesentnas, potestatem a Christo immediate habet, cui quilibet
cuiuscumque status vel dignitatis, etiamsi si papalis existat, obedire tenetur in his quae pertinent ad fidem et
extirpationem dicti schismatis ac generalem reformationem dictae ecclesiae Dei in capite et in membris.” La
ausencia de F. Zabarella y otros cardenales en esta sesión es por demás elocuente. Sin embargo, no existen
evidencias para poner en duda la ecumenicidad de la sesión. Cf. al respecto ALBERIGO (1981: 150-165).

-14-
Como producto de esa reunión se daría a conocer el decreto conocido como Haec santa
Synodus58 que establecía que aun en ausencia del Papa el Concilio tenía la suficiente autoridad
para restaurar la unión de la Iglesia. La competencia del Concilio tenía una fundamentación
cristológica en la medida que obtenía su potestas directamente de Cristo. Incluso el Papa
debía obedecer esta potestas. El texto agregaba expresamente que aquellos que no lo hicieran
serían castigados, incluso si se trataba del Sumo Pontífice.59

Aunque con diferencias entre sí, lo que planteaban los principales intelectuales del Concilio
de Constanza, P. D’Ally, J. Gerson y F. Zabarella –y que había sido recogido por el decreto
Haec sancta– era que frente a la huida del Papa, el Concilio en virtud de su vínculo directo
con Cristo, única y verdadera caput de la Iglesia, debía asumir la potestas iurisdictionis in
foro exteriori.60 Este poder nada tenía que ver con el poder sacramental (potestas ordinis),
sino que era el poder coercitivo ejercido por la Iglesia en tanto que institución pública y que
P. D’Ally denominaba potestas regiminis.61 Este poder jurisdiccional era el que el Concilio
reclamaba para sí cuando afirmaba la superioridad sobre el Papa en el decreto. Al mismo
tiempo, todos ellos coincidían en negar que la plenitud de este poder estuviera exclusivamente
en manos del Papa. Sin embargo, esto no implicaba negar la primacía del oficio papal en la
Iglesia o su origen divino. Siguiendo en gran medida la tradición canónica relativa a las
corporaciones vigentes por entonces, interpretaban que el oficio papal debía ser entendido
como un ministerio.62 El Papa en efecto era el caput ecclesiae pero su posición en la jerarquía
eclesiástica era ministerial y secundaria ya que el verdadero y supremo caput era Cristo de
quien la Iglesia recibía su autoridad y el privilegio de no errar en materias de fe.

Si bien el oficio papal era divino, el hecho de conferirlo a una persona en particular era un
acto humano realizado por los cardenales quienes actuaban como representantes de la
congregatio fidelium en su conjunto. Al igual que en el resto de las corporaciones
eclesiásticas de menor jerarquía la fuente última de autoridad residía en la totalidad del
corpus. Incluso después de la elección, la plenitudo postestatis en cierto sentido seguía
residiendo en la congregatio fidelium. De acuerdo a lo planteado por F. Zabarella, por un
lado, la plenitudo potestatis residiría fundamentalmente en la Iglesia entendida como una
corporación, y, por otro lado, residiría de manera derivativa en el Papa en tanto que principal
procurador de la corporación. 63

58
Los debates en torno a la interpretación del Haec santa Synodus han sido abordados en una serie de artículos
por TIERNEY (1969: 354-370); (1975: 238-256); (1977: 69-96). También deben tenerse en cuenta el artículo de
MORRISEY (1978: 145-176).
59
COD, pag. 385: “Item, declarat, quod quicumque cuiuiscumque conditionis, status, dignitatis, etiam si papalis
exsistat, qui mandatis, statutis seu ordinationibus, aut praeceptis huius sacrae synodi et cuiuscumque alterius
concilii generalis legitime congregati, super praemissis, seu ad ea pertinentibus, factis, vel faciendis, obedire
contumaciter contempserit, nisi resipuerit, condignae poenitentiae subiiciatur, et debite puniatur, etiam ad alia
iuris subsidia, si opus fuerit, recurrendo.”
60

?
Esta tesis es sostenida por OAKLEY (2003: 78) y por BLACK (1979: 9-26).
61

?
Cf. D’ALLY, Ultrum Petri ecclesia lege reguletur, Du Pin, i, 667-8. y OAKLEY (1964: 130-162).
62

?
Esto ha sido ampliamente probado y estudiado por Cf. TIERNEY (1998: 89-97).
63
Cf. ZABARELLA (703 y 708-709); TIERNEY (1998: 199-214) y ULLMANN (1972: 191-231).

-15-
Por su parte J. Gerson argumentando más como un teólogo que como un jurista, sostenía que
si bien habitualmente el ejercicio de la plenitudo potestatis estaba en manos del Papa, era su
obligación ejercerlo en función del bien de toda la Iglesia. De no ocurrir esto, el Concilio
tenía el derecho a limitar este poder para evitar la destrucción de la Iglesia.64

Una posición relativamente similar presentaba el cardenal P. D’Ally cuando afirmaba que la
plenitudo potestatis residía, por un lado, en el Papa en tanto que ministro que la ejerce; por
otro lado, en la universalis ecclesia en tanto que objeto de este poder y finalmente, en el
Concilio en tanto que representante de esta Iglesia universal. Al igual que en los otros casos la
autoridad de la universalis ecclesia no se agotaba luego de la elección papal hecha por los
cardenales, en tanto representantes de ésta, sino que en caso de un ejercicio abusivo de la
plenitudo potestatis, por parte del Papa, el Concilio general debía actuar limitándola.65

Tanto F. Zabarella como P. D’Ally y J. Gerson coincidían en afirmar que en casos de herejía,
o de comportamientos notoriamente criminales o tiránicos (asimilados por lo tanto a la
herejía) el Papa, si se negaba a enmendar la situación, podía ser juzgado, corregido e incluso
depuesto por un Concilio general que poseería una autoridad superior a la suya en este caso.
Si bien no todos coincidían en otorgarle al Concilio la infalibilidad en cuestiones de fe,
admitían la superioridad sobre el Papa en la determinación de la ortodoxia.

Ahora bien, si al proceder de este modo los intelectuales “conciliaristas” no se apartaban de la


tradición canónica que estipulaba que un Papa podía ser depuesto por el Concilio general
habría que preguntarse por qué los miembros del Concilio sentían la necesidad de afirmar su
superioridad mediante un decreto como el Haec santa. Quizás las explicaciones deban
buscarse, por un lado, en la situación coyuntural especial que vivía el Concilio en ese
momento. Vale la pena destacar que el Concilio de Constanza a diferencia del de Pisa había
sido convocado por Juan XXIII al que la mayoría de los cardenales reconocían como verus
papa. Negar esto era minar en cierta medida la legitimidad del Concilio al cual las otras dos
obediencias no paraban de atacar denominándolo un mero conciliabulum.66 En efecto, la crisis
de identidad suscitada por la huida del Papa habría llevado al Concilio a legitimar su posición
mediante el texto del decreto de la sesión V.

Por otro lado, si bien al reclamar la translatio de la plenitudo potestatis el Concilio creía obrar
dentro de la tradición canónica, sin lugar a dudas se trataba de un hecho anómalo con respecto
a las provisiones absolutistas hegemónicas en el derecho canónico que estipulaban que un
concilio sólo podía ser convocado por el Papa. Además no se trataba meramente de un
concilio que se proponía ocupar de la deposición de unos papas cismáticos y por lo tanto
culpables de herejía, sino que, de acuerdo a lo planteado en las tareas de la primera sesión,
64
GERSON, De potestate ecclesiastica, Glorieux, vi, 232-233. MORRALL (1960: 100-107).
65
?
D’ALLY, Tractatus de ecclesiastica potestate, Du Pin, ii, 951: “Patet ex eodem verbo Apostoli, quia si Papa
uteretur hac Potestate ad destructionem Ecclesiae, Generale Concilium est exemplum, vel speculum dictam
Universales Ecclesiam representans, et eius vice et nomine, abusus huiusmode plenitudinis Potestatis coërcens,
regulans, et dirigens.”
66
?
Cuando Juan XXIII se entrevistó con ciertos miembros del Concilio que le comunicaron que debía comparecer
ante él a raíz del juicio que se estaba llevando a cabo a causa de su herejía, con ironía se refirió al Concilio como
un mero sucesor de Pisa cuestionando así el carácter ecuménico del Concilio de Constanza. BRANDMÜLLER
(1991: 293): “Alle dies wies Johann mit ruhiger Überlegenheit zurück, wobei er nicht onhe Ironie betonte, er
wisse ja, daß das Konzil -er nannte es zum Ärger seiner Besucher eine Fortsetzung des Pisanums- nicht irren
könne.”

-16-
debía acometerse sin la autoridad papal la solución no solo del Cisma sino también una
amplia tarea de reforma y ciertas cuestiones relativas a la fe.67

Con respecto al ejercicio de la plenitudo potestatis en condiciones normales, todos estos


autores eran bastante menos precisos y expresamente parecían evitar el asunto. Sin embargo,
de los decretos del Concilio puede desprenderse que en su mayoría todos coincidían en
asignarle al Concilio general algún tipo de participación constitucional moderadora con
respecto al ejercicio de la plenitudo potestatis por parte del Papa especialmente en lo relativo
a las cuestiones de fe y aquellas que involucraban el status generalis de la Iglesia.

Por un lado, en el Haec santa se establecía que todo el mundo, incluido el Papa, tenía que
acatar la autoridad no solo del Concilio de Constanza sino cuiscumque alterius concilii
generalis legitime congregati. Por otro lado, el decreto Frequens de la sesión XXXIX
estipulaba abiertamente la decisión de celebrar a intervalos regulares (primero cada 5, luego
cada 7 y finalmente cada 10 años) Concilios generales. Esto estaría hablando de una
participación regular mucho más importante de parte de parte de los Concilios en la estructura
jerárquica de la Iglesia.68

Sin embargo, creemos que la ambigüedad en los textos acerca de la relación entre el Concilio
general y el Papa en situaciones normales era algo expresamente buscado por los encargados
de redactarlos ya que en su mayoría estos decretos eran el producto de numerosos debates y
reflejaban un compromiso entre las distintas posturas dentro de las naciones.

Los procesos: una retórica del poder

A esta famosa quinta sesión le siguió inmediatamente un verdadero Schauprozeß en el que fue
depuesto Juan XXIII.69 La llave para someter a proceso a los pontífices que se negaran a
abdicar residía en la posibilidad de acusar de herejía al Papa. La demostración de herejía del
Papa era clave en la argumentación conciliar ya que el poder para juzgarlo residía en el
Concilio.

El proceso de acusación del Papa se llevó a cabo entre el 13 y el 25 de mayo para finalmente
concluir el 29 del mismo mes. En un comienzo ciertos sectores de cardenales vacilaron acerca
de qué actitud tomar, sin embargo, tan pronto como se dieron cuenta de que la abdicación de
Juan XXIII ya no podía ser negociada debido al mal clima reinante en el Concilio hacia éste,

67
COD, pag. 381: “Et nunc per Dei gratiam hic existents, cum huius sacrae synodi consilio intendimus insistere,
ad pacem, exaltationem et reformationem ecclesiae, ac tranquilitatem populi christiani.” y COD, pag. 382: “…
quamprimum commede poterunt, illa ad nostram et huius sacrae synodi notitiam perducant, ut tempore
opportune possint ea determinari, quae videbuntur tenenda vel repudianda pro utilitate et incremento ipsius
catholicae fidei.”
68
?
COD, pag. 415: “Propter hoc edicto perpetuo sancimus, statuimus, decernimus atque ordinamus, ut amodo
concilia generalia celebrentur: ita quod primum a fine huius concilii in quinquennium immediate sequens,
secundum vero a fine illius immediate sequentis concilii in septennium, et deinceps de decennio in decennuim
perpetuo celebrentur, in locis quae summus pontifex per mensem ante finem cuiuslibet concilii, aprobante et
consentiente concilio, vel in eius defecto ipsum concilium, deputare et assignare teneatur.”
69
?
BRANDMÜLLER (1991: 295): “So erweist sich der Prozeß gegen Johann XXIII. Als ein von feindseligen
Stimmungen wie von kühler Berechnung bestimmer, wohl inszenierter, den Schein des Rechtes mühsam
wahrender Shauprozeß, dessen Urteil längst feststand, ehe er begonnen hatte.”

-17-
se vieron obligados a aceptar el proceso. De acuerdo con W. Brandmüller, este proceso estuvo
plagado de anomalías.70

El texto de la sesión del 29 de mayo obviamente omitía cualquier detalle acerca del curso del
proceso y siguiendo las leyes del decorum y la honestas cuando se trataba del oficio papal,
reducía el arsenal de acusaciones a la única acusación viable contra un papa: la acusación de
herejía.71 En efecto, Juan XXIII aparecía como sostenedor de posturas heterodoxas, como
escándalo de la Iglesia y como incorregible opositor de su unidad. Escrupulosamente los
padres del Concilio habían dejado de lado un importante tendal de acusaciones ya que éstas en
muchos casos no podían ser asimiladas a un comportamiento herético. 72 Sin embargo, otros
tantos crímenes que por ser públicos y notorios escandalizaban a la Iglesia eran enumerados
en el decreto.73 Las principales acusaciones consistían en haber prolongado el Cisma con su
escandalosa huida de la ciudad de Constanza habiendo de esta manera roto su promesa de
abdicación pacífica; también se lo acusaba de haber escandalizado a la Iglesia mediante su
comportamiento notoriamente simoníaco que le habría valido incluso su propia elección como
Papa y, finalmente, se lo acusaba de haber dilapidado los bienes de la Iglesia. 74 Todos estos

70

?
BRANDMÜLLER (1991: 284): “Das Zussammenspiel der Beteiligten -Zabarellas abweichende Haltung gibt zu
denken- deutet doch auf nichts anderes hin, als darauf, daß man nun eine Abdankung Johanns gar nicht mehr
wollte, sondern zu Prozeß und Absetzung entschlossen war.”
71

?
Cf. STUMP (1994: 131-137). El autor estudia los proyectos de reforma y las razones por las cuales fueron
aceptados o rechazados por el Concilio. A propósito de las deposiciones papales analiza el proyecto de decreto
Romanus pontifex (Common colletion c.5) en el que se buscaba enumerar los crímenes que , al ser objeto de
escándalo para la Iglesia, podrían ser asimilados al concepto herejía: “…hoc decreto perpetuo declaramus et
diffinimus quod summus pontifex non solum de haeresi sed et de simonia et quocumque alio crimine ecclesiam
dei notorie scandalizante, de quo et sollempniter monitus saltem per annum post monitionem incorregibilis
appareat, possit per generale concilium puniri etiam per depositionem a papatu”. Finalmente, siguiendo las leyes
del decorum frente al oficio papal, se omitió este proyecto de decreto y se prefirió optar por un juramento ad
hoc.
72
BRANDMÜLLER (1991: 288): “Indes sind diese Anklagen in ihrem Ensemble so exorbitant daß sie allein schon
deswegen unglaubwürdig sind. Aber selbst wenn sie wirklich begründet und dann allerdings moralisch
vernichtend waren: Für einen Absetzungsprozeß gegen einen Papst boten sie fast keine justiziable Materie. Da
blieben allenfalls die Anklagen wegen Häresie und Begünstigung des Schismas durch Nichterfüllung des
Zessionsversprechends.”
73

?
El texto la sentencia es citado en COD, pag. 393: “[Sacrosancta generalis Constnatiensis synodus] … per hanc
sententiam definitivam, quam profert in scriptis, pronunciat, decernit et declarat, recessum per praefatum
dominum Ioannem papam XXIII ab hac civitate Constantiensi, et dicto sacro generali concilio, clandestine, de
nocte, hora suspecta, in habitu dissimulato et indecenti factum, fuisse et esse illicitum, ecclesiae Dei et dicto
concilio notorie scandalosum, pacis et unionis ipsius ecclesiae turbativum et impeditivum, schismatis inverterati
nutritivum, a voto, promissione et iuramento per ipsum dominum Ioannem papam Deo et ecclesiae et huic sacro
concilio praesentis deviativum; ipsumque dominum Ioannem papam simoniacum notorium, bonorumque et
iurium nedum Romanae, sed aliarum ecclesiarum et plurium aliorum locorum piorum dilapidatorem notorium
malumque spiritualium et temporalium ecclesiae administratorem et dispensatorem fuisse et esse; suis
detestabilibus, inhonestisque vita et moribus ecclesiam Dei et populum christianum notorie scandalizantem ante
eius assumptionem ad papatum, et post usque ad ista tempora: ipsumque per praemissa ecclesiam Dei et
populum christianum notorie sandalizasse et scandalizare; postque monitiones debitas et charitativas, iteratis et
crebris vicibus eidem factas, in praemissis malis pertinaciter perseverasse, seque ex hoc notorie incorregibilem
reddidisse…”
74
?
Acerca de la asimilación de las prácticas simoníacas con la herejía en la tradición escolástica Cf. DE VOOGHT
(1954: 64-80).

-18-
actos, al ser objeto de escándalo para la Iglesia, eran asimilados a un comportamiento
herético.75

Es curioso que el texto de la sentencia de deposición hiciera especial énfasis en que el Papa no
solo había tenido comportamientos heréticos en el pasado sino que era un hecho comprobado
por todos que Juan XXIII al intentar huir y prolongar de esta manera el Cisma, había
incurrido en herejía. Este especial interés por demostrar la pervivencia del comportamiento
herético de Juan aparece reflejado en el binomio de verbos fuisse et esse illicitum y
sandalizasse et scandalizare. Tal vez esto se deba al hecho de que la mayoría de los
testimonios contra Juan XXIII, acerca de su comportamiento anterior a la huida de Constanza,
eran ciertamente objetables desde un punto de vista legal ya que la mayoría de los testigos
solo mencionaban haberse enterado de sus actos heréticos anteriores meramente de oídas. 76
Por el contrario, todas aquellas acusaciones de público conocimiento por entonces eran la
verdadera llave para someter a herejía al Papa ya que solo había que remitirse a los hechos de
su escandalosa huida. De allí que la sententia de deposición reiterara hasta al hartazgo el
carácter público y notorio de su herejía ya que la Iglesia obviamente no podía juzgar a nadie
de occultis y mucho menos a la cabeza de la jerarquía.77

Además, en el caso del proceso contra el Papa se presentaba un problema acuciante ya que en
este caso en particular no se podía acudir a la ficción legal tradicional que estipulaba que la
propia conducta herética de un papa ipso facto conducía a su deposición. No hay que perder
de vista que en el caso del Concilio de Constanza, poner en duda la legitimidad del Papa
implicaba sembrar dudas simultáneamente acerca de la legitimidad del propio Concilio ya que
Juan XXIII lo había convocado.78

A raíz de esto, el proceso contra el Papa y sus formalidades se volvían esenciales ya que no se
buscaba meramente emitir una sententia declarativa de la herejía papal al comienzo de un
proceso sino que la deposición sería un resultado del proceso que establecería que Juan XXIII,
en otros tiempos un papa legítimo, había dejado de serlo a raíz de su comportamiento herético
reciente.79 Había que mostrar a través del proceso que Juan XXIII que había sido en otros
75
BRANDMÜLLER (1991: 288): “Kurzum: Durch Mord, Verschleuderung von Kirchenbesitz, Simoie, Häresie und
Unverbesserlichkeit sei er [Johann XXIII.] zum notorischen Ärgernis für die Kirche und darum als Papst
untragbar geworden.”
76

?
BRANDMÜLLER (1991: 288-289): “Hinzu kommt, daß die Zeugen nach dem Grunde ihres Wissens befragt
warden mußten. Dabei tritt zu Tage, daß die allermeisten von ihnen, von verschwindenden Ausnahmen
abgesehen, keine Tatzeugen waren, sondern ihr Wissen nur vom Hörensagen hatten.”
77

?
El principio había sido enunciado por Inocencio III en la decretal Sicut, X 5.3.33: “Si excessus eorum esset
ecclesie manifestus, que non iudicat de occultis, pena essent canonica ferendi.” Cf. también Tua nos, X 5.3.34:
“Nobis datum est de manifestis tantummodo iudicare…” en oposición a Dios “…qui scrutator est cordium et
cognitor secretorum.” Cf. KELLY (1992: 407-427).
78
?
Sobre este punto disentimos con la opinión manifestada por BRANDMÜLLER (1991: 299): “Dies aber auch aus
einem noch viel gewichtigeren Gund: Johann XIII. war keinesfalls zweifelsfrei legitimer Inhaber der Cathedra
Petri gewesen. Die öffentliche Meinung auf dem Konzil war sich dessen sicher. Johann XXIII hatte in seiner
Obedienz de facto als Papst fungiert, de iure jedoch kaum. Wovon konnte er dann abgesetzt, wessen konnte er
dann priviert warden? Der faktischen Verfügung über die im Bereich seiner Obedienz gelegenen bona
temporalia der Kirche, insbesondere ubre den Kirchenstaat. Nicht jedoch des obersten Hirtenämtes der Kirche!
Damit ist auch die Frage beantwortet, ob denn das Konzil von Konstanz gegen den Grundsatz prima sedes a
nemine iudicatur gehandelt habe. Es is zu Konstanz kein wirklicher, legitimer Papst, wirklich abgesetzt worden.”
79
Cf. nota 53. La postura de OAKLEY (2003: 86) se contradice abiertamente con lo planteado por BRANDMÜLLER
(1991: 299): “Das mindert nicht das Gewicht der Tatsache, daß das Konzil mit seiner Sentenz den Anspruch,

-19-
tiempos un verus papa, se había convertido recientemente en un hereje. Haber apelado a la
ficción legal de la deposición ipso facto habría implicado cuestionar la legitimidad de Juan
XXIII e indirectamente la legitimidad del propio Concilio de Constanza que habría sido
convocado por un falsus papa. La sentencia de deposición es más que elocuente en la medida
que nombra a Juan XXIII como dominus papa. Es importante destacar que si bien no se
pasaba por alto la existencia de las otras dos obediencias, hasta ese momento Juan había sido
el único poseedor legítimo de dicho título.80

El propio J. Gerson habría retocado por esta época su tratado De auferibilitate Papae ab
Ecclesia en el que combatía abiertamente la tesis de la deposición de facto y afirmaba que así
como un papa era investido mediante un proceso público, lo mismo debía ocurrir llegado el
caso de su deposición. Sin lugar a dudas la única instancia jerárquica capaz de llevarlo a cabo
era el Concilio general.81

No es un hecho meramente fortuito que en medio de estos asuntos el Concilio se abocara a los
tres casos más importantes concernientes a la causa fidei. Éstos eran los de J. Wyclif, J. Huss
y Jerónimo de Praga. El primero de ellos no presentaba demasiados problemas en la medida
que su condena ya había sido pronunciada por las autoridades inglesas. Sin embargo, los
casos de Huss y de Jerónimo eran más acuciantes.82

Efectivamente, la unión bajo un pontífice sólo podía realizarse a través de una fuerte
reafirmación de la autoridad conciliar y ésta a su vez estaba estrechamente vinculada a la
capacidad del Concilio para resolver las cuestiones de fe.

Nuestro interés está centrado, por un lado, en demostrar de qué manera las prácticas judiciales
generan una determinada noción de verdad y cuáles son las relaciones de poder y autoridad
implicadas en la indagación inquisitorial a la cual es sometido J. Huss. Por otro lado, se
intenta dar cuenta de las técnicas y procedimientos que permiten a una comunidad dar por
válidos los enunciados que produce y considerarlos por lo tanto “verdaderos”. 83 En efecto,
nuestro principal interés está centrado no tanto en dilucidar la ortodoxia o heterodoxia de las
diferentes posturas teológicas expresadas en los proceso por herejía, sino más bien en
dies tun zu können, erhoben hat und realisieren wollte. Indes konnten auch jene, die die konziliaristische
Auffassung nicht teilten, der Sentenz zustimmen, da sie sich ja nicht gegen einen legitimen Papst richtete”
80

?
La sentencia de deposición de Juan XXIII se refiere a él como dominum papam. COD, pag. 393: “[Sacrosancta
generalis Constnatiensis synodus]… per hanc sententiam definitivam, quam profert in scriptis, pronunciat,
decernit et declarat, recessum per praefatum dominum Ioannem papam XXIII ab hac civitate Constantiensi…”
Por otro lado, a pesar de que el Concilio aceptó que Gregorio XII convocara al Concilio a cambio de presentar su
abdicación, no se lo mencionaba como papa. COD, Pag. 397: “Sacrosanta generalis synodus Constantiensis, in
Spiritu sancto legitime congregate, universalem ecclesiam catholicam repraesentas, cesionem, renuntiationem
pro parte illius domini, qui in sua oboedientia dicebatur Gregorius XII…” Finalmente, la tardía sentencia de
deposición contra Benedicto XXIII también omitía llamarlo papa. COD, pag. 413: “Quanto magis pereat illius,
qui omnes hominess et ecclesiam universalem persecutus est et turbavit, Petri Luna, Benedicti XXII a nonnullis
nuncupati, memoria?”
81
?
GERSON, De auferibilitate Papae ab Ecclesia, Du Pin, ii, 220B-C. Cf. MORRALL (1960: 92-93).
82
?
WOHLMUTH (1993: 192). En las siguientes obras también aperencen sugeridas algunas vinculaciones estrechas
entre el proceso a Huss y la redefinición de la autoridad conciliar realizada luego de la huida del papa. Cf.
SPINKA (1963). También son importantes los siguientes textos del mismo autor: (1953: 187-280); (1968);
(1972).
83
CHANDLER (1994); Cf. el marco teórico en MADERO (2004).

-20-
establecer cuáles son las vinculaciones entre la sanción de la herejía y la construcción de la
autoridad conciliar.

Este enfoque nos obliga a situar a la herejía esencialmente como una cuestión de los
perseguidores más que de los perseguidos. Acerca de las relaciones entre herejía y poder en la
Edad Media, los estudios de R. Moore han sido de una gran relevancia teórica y metodológica
al respecto.84 Si bien en este texto se vincula la persecución de la herejía con la consolidación
del poder papal luego de la reforma gregoriana del siglo XI, creemos que muchos elementos
teóricos y metodológicos son de gran utilidad para nuestra investigación en la medida que
sitúan a la herejía como un problema que tiene que ver con las lógicas de poder de los
perseguidores. Efectivamente este texto nos permite abordar teóricamente una premisa
fundamental de nuestro trabajo: la persecución y a la determinación de la herejía están
claramente vinculadas a la consolidadción del poder conciliar.

Volviendo a los procesos, ya en la sesión VIII del 4 de mayo Enrique de Piro había llevado
adelante la condena de las 45 tesis de Wyclif que ya habían sido anteriormente condenadas
por la Universidad de París. Sin embargo, asuntos más importantes obligaban a posponer la
lectura de las otras 260 tesis para la próxima sesión. 85 De acuerdo con los padres del Concilio,
sus ideas lejos de haber desaparecido, estaban ganando adherentes en Bohemia de la mano de
J. Huss y del movimiento de reforma que se había consolidado allí.

Tras seguir los pasos procesales correspondientes y cuando nadie se presentó en defensa de la
memoria de J. Wyclif, se procedió a comprobar a través de testigos que éste jamás había sido
castigado a causa de sus posturas heréticas y consecuentemente se ordenó que sus restos
fueran exhumados ya que a un hereje no se le permitía ni siquiera descansar entre los
muertos.86

Si bien las conexiones entre el Oxford de Wyclif y la Universidad de Praga de Huss son
innegables, sería peligroso caer en la trampa que las fuentes conciliares nos tienden cuando
nos presentan a Huss como un verdadero Wyclif redivivus.87 Si bien las eclesiologías de
ambos tienen numerosos puntos de contacto, es un hecho aceptado por la mayoría de los
investigadores que sus pensamientos teológicos no pueden ser completamente asimilados. 88
84
Cf. MOORE (1989).
85
BRANDMÜLLER (1991: 280): “Die Verlesung der 260 Artikel wurde auf Intervention Fillastres auf die nächste
Sitzung verschoben.”
86

?
COD, pag. 391-392: “Propterea instante procuratore fiscali, edictoque proposito ad audientiam sententiam ad
hunc diem, haec santa synodus declarat, definit et sententiat eumdem Ioannem Wicleff fuisse notorium
haereticum, pertinacem, ac in haeresi decessisse, anathematizando ipsum pariter, et suam memoriam
condemnando. Decernitque et ordinat, corpus et eius ossa, si ab alliis fidelium corporibus discerni possint,
exhumari, et procul ab ecclesiastica sepultura iactari, secundum canonicas et legitimas sanctiones.”
87

?
COD, pag. 403: “…nihilominus tamen quidam Ioannes Huss in hoc sacro concilio hic personaliter constitutus,
non Christi, sed potius Ioannis Wicleff haeresiarchae discipulus, post et contra damnationem et decretum
huiusmodi ausu temerario contraveniens, errores eius plures et haereses, tam ab ecclesia Dei, quam etiam a
ceteris olim reverendis in Christo patribus, dominis archiepiscopis et episcopis diversorum regnorum, et
magistris in theologia plurium studiorum condemnatos, dogmatizavit, asseruit, et praedicavit…”
88

?
DE VOOGHT (1956: 487-534); (1969: 193-313). Más allá de las diferencias, en la persecución de la herejía era
un hecho habitual intentar asociar y asimilar las nuevas herejías a las anteriores. En el caso de J. Huss esto se les
presentaba como absolutamente evidente para los padres del Concilio a raíz de los evidentes contactos entre las
Universidades de Oxford y la de Praga. Al respecto de esta asimilación Cf. BREVICOXA (1966: 67-92).

-21-
No obstante, no debe perderse de vista que la sententia del Concilio de Constanza se
articulaba en torno a la identificación de la herejía de Wyclif con la de Huss. En este texto
también existía un gran interés por destacar que los aspectos legales del proceso se habían
respetado.89 Sin embargo, el caso del proceso judicial por herejía a J. Huss es una de esas raras
excepciones en las cuales no sólo contamos con las fuentes provenientes de la autoridad
judicial a cargo del proceso inquisitorial, sino que también contamos con una valiosísima
fuente que nos permite aproximar al proceso desde un ángulo totalmente diferente. Se trata de
la Relatio de Magistro Johanne Huss escrita por Pedro de Mladoňovice.90 Esta breve crónica
del juicio también posee una gran complejidad interpretativa en la medida en que, tal como el
apelativo de magistro hace suponer, proviene de la pluma de uno de los más cercanos
colaboradores de J. Huss. No obstante, la relatio presenta un punto de vista absolutamente
contrapuesto al de las fuentes judiciales y esto justamente es lo que la vuelve particularmente
interesante ya que a partir de ésta se pueden reconstruir ciertas irregularidades del proceso.

Por un lado, a J. Huss la publica fama parecería haberlo condenado sin necesidad de mayores
requerimientos. Esto sumado a su negativa presentarse en la Curia papal con anterioridad
habría hecho que fuera tratado desde su arribo a Constanza como un hereje. Por otro lado, al
igual que a Juan XXIII, se le había negado la posibilidad de contar con un defensor sobre la
base de su sospecha de herejía. Además jamás se le había permitido conocer la identidad de
aquellos que habían dado testimonio en su contra, ni tampoco había sido informado acerca de
los cargos que se le imputaban. Una de las principales anomalías del proceso se produjo
cuando la comisión investigadora que lo interrogó en lugar de basar la acusación en sus
propias posturas teológicas, optó por preguntarle su opinión acerca de ciertos
pronunciamientos de Wyclif. Cuando Huss adujo que no tenía por qué responder acerca de
esto, se le informó que su rechazo podría ser considerado como una confesión de
culpabilidad.91

Al respecto de estas anomalías vale la pena recordar que de acuerdo a la legislación estipulada
por Inocencio III e institucionalizada en el Concilio de Letrán en 1215, la inquisitio debía
reemplazar a la accusatio como forma procesal. Uno de los prejuicios más corrientes consiste

89
COD, pag. 404: “Visis insuper actis et actitatis in causa inquisitionis de et super haeresi contra praedictum
Ioannem Huss habitis et factis, et habita prius fideli et plenaria commissariorum in huiusmodi causa deputatorum
relatione, aliorumque magistrorum in theologia, et iuris utriusque doctorum, in, de, et super actis, actitatis, et
dictis testium fide dignorum et plurimorum, quae dicta ipsi Ioannis Huss palam et publice lecta fuerunt coram
patribus et praelatis huius sacri concilii, per quorum testium dicta apertissime constat, eumdem Ioannem multa
mala, scandalosa et seditiosa, et periculosas haereses dogmatizasse et publice per multa annourm curricula
praedicasse…”
90

?
El texto ha sido traducido al inglés por SPINKA (1963: 89-236). La edición moderna en latín que los estudiosos
utilizan habitualmente es Novotný, Fontes Rerum Bohemicarum,VIII, 25-120, Praha, 1932. El texto posee una
significativa tradición en la historia de la Reforma. Ya en 1528 en Nüremberg bajo la influencia de Lutero se
publicó por primera vez el texto latino en Alemania y un año más tarde apareció la primera traducción al alemán.
El texto comenzó a circular especialmente entre los sectores calvinistas de Ginebra cuando Jean Crespin lo
publicó, junto a las cartas de J. Huss, en Le livre des Martyrs (1554). Dos años más tarde bajo el título de Acta
martyrum (1556) Claude Baduel tradujo la obra de J. Crespin al latín. A partir de su publicación en Ginebra el
texto comenzó a circular en los países de lengua francesa y fue traducido a numerosas lenguas (holandés, alemán
y polaco). Cuando John Foxe, escapando de las persecuciones marianas, se estableció en el continente es
probable que entrara en contacto con este texto al que incluiría más tarde en su edición del Book of Martys de
1554 que sería reeditado en 1561 en Basilea.

91
KELLY (1999: 23). Cf. SCHARF (1915: 184) y Peter of Mladoňovice An Account of the Trial and
Condemnation of Master John Huss in Constance, traducción al inglés del texto latino en SPINKA (1963: 117).

-22-
en afirmar que este cambio habría facilitado notablemente la persecución de la herejía. Muy
por el contrario, según H. A. Kelly, la inquisitio era un sistema muy poco adecuado a tales
fines.92 En este sistema la función de la acusación era reemplazada por la publica fama, la
respetable opinión pública. Sobre la base de un reporte plausible acerca de un crimen y luego
de haber probado mediante testigos de reputación la infamia, el juez debía convocar al
acusado para que se defendiera.93 El siguiente paso consistía en probar mediante otros testigos
la veracidad del cargo. Los acusados debían ser informados no solo acerca de la identidad de
aquellos que habían testimoniado en su contra para poder presentar objeciones llegado el
caso, sino también acerca del contenido de estos testimonios. No existía por parte del
defamatus ningún tipo de obligación de responder ningún interrogatorio si no existía certeza
de una infamia pública y si no se presentaba debidamente el contenido de la misma. 94 Sin
embargo, uno de los abusos más comunes consistía en forzar al acusado a responder ciertos
interrogatorios generales acerca del verdadero contenido de la fe para poder examinar de este
modo la ortodoxia o la herejía del acusado. En caso de desviarse de la fe su propio testimonio
público se convertía en la fuente de acusación. Para evitar esta clase de abusos la legislación
promulgada por Inocencio III estipulaba el derecho a no contestar interrogatorios que no
estuvieran directamente vinculados con los cargos que eran objeto de análisis por el juez.95

Contra este fondo legal, las anomalías en el caso del proceso a Huss se vuelven evidentes.
Ahora bien, lo interesante del caso no es sólo enumerar estas anomalías con respecto a la
legislación vigente sino más bien tratar de buscar sus causas. En última instancia, por qué el
Concilio cometía estas anomalías en los procesos si estaba tan preocupado por sembrar
certezas acerca de su legitimidad.

Estas violaciones procesales están, según nuestro parecer, estrechamente ligadas la


legitimación de la autoridad conciliar. Estos procesos tuvieron lugar en un contexto signado
por una gran incertidumbre acerca de la legitimidad del Concilio obrando contra el Papa que
lo había convocado. La salida frente a esa verdadera crisis de identidad había sido la
92
KELLY (1989: 439-451).
93
?
X 5.1.24, Qualiter et quando nro. 2 canon 8 del Cuarto Concilio de Letrán (FRIEDBERG): “Si per clamorem et
famam ad aures superioris pervenerit, non quidem a malevolis et maledictis sed a providis et honestis, nec semel
tantum sed sepe, quod clamor innuit et diffamatio manifestat debet coram ecclesie senioribus veritatem
deligentius perscrutari, ut, si rei poposcerit qualitas, canonica distritio culpam feriat delinquentis, non tanquam
idem sit accusator et iudex, sed quasi denunciante fama vel deferente clamore officii sui debitum exsequatur.”
94
?
Con respecto a la problemática del derecho a no contestar interrogatorios en ausencia de cargos formales Cf.
KELLY (1996: 992-1026).

95
Cf. KELLY (1996: 997). Esta legislación habría sufrido importantes cambios con Bonifacio VIII. Por un lado,
en el Liber Sextus en Postquam (Friedberg) Bonifacio estipulaba que si se confesaba un crimen en un proceso
inquisitorial, a continuación no podía alegarse que no se había comprobado la infamia o que los cargos no habian
sido presentados con anterioridad. Por otro lado, en el mismo Liber Sextus en Si is (FRIEDBERG) se etablecía que
si una persona era interrogada acerca de ciertos cargos sin haberse probado anteriormente la infamia,
posteriormente no se podía impugnar el proceso. La única posibilidad para alegar la nulidad del proceso consistía
en presentar una objeción precisamente cuando se llevara adelante el interrogatorio. Estas leyes fueron las que
sentaron importantes precedentes para ciertos abusos procesales posteriores: Sext. 5.1.1: “Postquam coram eo
qui contra te super certis criminibus inquisitor fuerat deputatus eadem crimina fuiste confessus, frustra
confessionem tuam, quo minus puniaris ex ea prout justitia suadebit, eo pretextu impugnare contendis quod
super eisdem criminibus non fueras antea diffamatus, vel quod per eundem inquisitorem capitula super quipus
contra te volebat inquirere tibi tradita non fuerunt.” Sext. 5.1.2: “Si is cui contra te comissa fuerat simpliciter
inquisitio super certis criminibus facienda processerit, te presente nec reclamante aut quicquam super hoc
excipiente, infamie inquisitione omissa, ad veritatem eorundem criminum iquirendam, processum hujusmodi ex
eo, quod non fuit de infamia primitus inquisitum, ulterius impugnare nequibis.”

-23-
promulgación del decreto Haec sancta Synodus. Poco tiempo después, el proceso por herejía
contra el Papa se había manifestado como una ocasión particularmente propicia para
demostrar la superioridad del Concilio por sobre el Papa en materias de fe. Si bien el
conciliarismo de la mayoría de los padres de Constanza era esencialmente conservador en la
medida que no buscaba restringir el poder del Papa sino más bien restaurarlo plenamente
despojándolo de sus vicios, lo cierto es que al menos en esa situación coyuntural concreta que
tenía que ver con el juicio al Papa, habían reclamado para sí la plenitudo potestatis in foro
exteriori.96 Tras este juicio, los procesos contra Wyclif, Huss, y Jerónimo de Praga, aparecían
como ocasiones propicias para escenificar no solo la superioridad del Concilio en materias de
fe sino también la transitoria posesión de la plenitudo potestatis.

Ya en los inicios del Concilio de Constanza, las posiciones doctrinales de Wyclif y de Huss
habían dado lugar a un debate acerca de la autoridad que los condenaría. Mientras que Jean de
Maroux, el patriarca latino de Antioquía, sostenía que la condena debía realizarse en nombre
del Papa con el agregado hoc sacro approbante concilio (“con la aprobación de este sagrado
Concilio”) ya que éste nullam authoritatem habere nisi ex capite (“no posee ninguna
autoridad sino a partir de su cabeza”); según P. D’Ally, la condena debía realizarse en nombre
del éste ya que concilium est maius papa cum sit totum, et papa sit pars eiusdem (“el Concilio
es mayor que el Papa en tanto que un todo y el Papa es una parte de éste”). Además, P. D’Ally
planteaba que el Concilio comprendiendo al Papa no derivaba su auctoritas de éste sino
directamente de Cristo mismo.97 De este modo, se evitaba cuidadosamente hacer alusión a la
contraposición entre Papa y Concilio pero al mismo tiempo se proclamaba que la autoridad
del Concilio era mayor que la del Papa.

Este debate, que tenía lugar a comienzos del Concilio, adquiriría particular relevancia con la
huida de Juan XXIII. Lo que se ponía en juego luego de ella en los procesos de Constanza era
esencialmente la definición de la relación entre el Papa y el Concilio que había sido
escrupulosamente pasada por alto mientras el Papa apoyaba al Concilio. De allí que estos
procesos, fueran un escenario particularmente adecuado para desplegar la superioridad
conciliar en un contexto de gran debilidad institucional. Si bien con relación a otras cuestiones
estos asuntos de fe eran de menor relevancia, al mismo tiempo servían como foro para
escenificar las principales concepciones acerca de la autoridad del Concilio.

Desde el momento en que el Conclio reclamaba para sí la plenitudo potestatis aparecía una
nueva esfera de poder que debía ser redefinida. No solamente las prácticas litúrgicas sino
también las prácticas judiciales parecerían crear y definir esta nueva esfera de poder.98

En última instancia, lo que se ponía en juego aquí era determinar cuál era la autoridad que
distinguía las verdaderas creencias de las falsas. Este aspecto es esencial en cualquier
eclesiología ya que la comunidad eclesiástica basa su autoridad en una cierta doctrina
comúnmente aceptada. Al respecto podrían señalarse dos puntos de vista existentes a
96

?
La mayoría de los investigadores reconocen que los principales intelectuales de Constanza siguiendo la
tradición canónica no buscaban afirmar la supremacía conciliar sobre el Papa sino afirmar la necesidad de la
celebración de concilios regularmente no en oposición al Papa sino junto a él. Cf. TIERNEY (1998: 43-61). Sin
embargo, las cosas cambiaron radicalmente cuando Juan XXIII escapó. Entonces era necesario afirmar al menos
circunstancialmente la plenitudo potestatis. Cf. al respecto OAKLEY (2003: 80).
97

?
ALBERIGO (1981: 141-143). Los textos son citados por el autor. Para el texto de J. de Mauroux Cf. Du Pin, II,
952 A-B, para el de P. D’Ally Cf. (ACC III, 48-50).
98
?
Con respecto a las prácticas litúrgicas Cf. TINTEROFF (2005: 395-425).

-24-
comienzos del siglo XV: por un lado, el énfasis se ponía en que el creyente tuviera confianza
en la institución eclesiástica a raíz de la veracidad de lo que ésta enseñaba o bien, por otro
lado, el énfasis se ponía en que las enseñanzas de la institución eclesiástica debían ser
aceptadas como verdaderas porque habían sido expresadas por la institución eclesiástica. 99 De
los procesos del Concilio se desprende que los padres de Constanza se inclinaban por la
segunda alternativa ya que de este modo se enfatizaba el papel de la estructura institucional
jerárquica en un contexto de gran debilidad de la misma. Al seguir las trayectorias
intelectuales de algunos casos personales de los más prominentes pensadores de Constanza,
como en el caso de J. Gerson, puede constatarse un cambio gradual hacia esta postura que
tiende a subordinar la búsqueda personal de la verdad en aras de enfatizar la autoridad de la
institución eclesiástica.100

En síntesis, la teatralidad desplegada en los procesos inquisitoriales confirmaba al Concilio


como la más importante instancia capaz de determinar la ortodoxia.101 Esto a su vez reforzaba
y consolidaba la posición del Concilio dentro de la estructura jerárquica de la Iglesia en un
contexto plagado de dudas acerca de su legitimidad. Por lo tanto, creemos que los procesos en
el Concilio de Constanza pueden ser interpretados como verdaderas escenificaciones de la
superioridad conciliar y en última instancia están planteando una retórica del poder conciliar
que busca crear consenso a través de la represión102.

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99

?
Cf. TIERNEY (1977: 69-96).
100

?
Cf. al respecto CAIGER (1990: 389-407).
101

?
Cf. MERLO (1987: 101-118).
102
Este trabajo ha sido realizado gracias al aporte de la beca de iniciación del PICT 14017 “Formas del proceso
judicial en la tradición romana y canónica: Bizancio y Occidente latino en la Edad Media” (01/05 – 09/06).

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