Bibliografía
De Locis Theologicis, 1563 (obra póstuma, un año después de la clausura de Trento). Considerado
primer tratado metodológico de la teología católica moderna. Refleja bien la teología del concilio
de Trento, del que Cano fue un exponente.
Contexto:
Algunas obras precursoras: Topoi de Aristóteles; obras (Loci; De Oratore) de Cicerón (+43 aC), De
inventione dialectica (1479) de Rodolfo Agrícola (expone 30 lugares); Lugares comunes de las
cosas teológicas (Melanchton, 1521): aquí los lugares son temas/contenidos (pecado,
justificación, fe, etc.) principales que se encuentran en la SSEE, y no las fuentes.
En la Invención retórica, Cicerón enumera once lugares comunes que permiten hablar de una
persona: nombre, fortuna, estudios, naturaleza, hábito, consejos, modo de vida, afección, hechos,
accidentes, discursos. Tradicionalmente, los tópica incluyen los siguientes lugares que, a su vez, se
dividen en otros: persona, cosa, lugar, instrumento, causa, modo, tiempo, comparación y
argumentación.
Los tópicos de Cicerón y Agrícola son teorías de la argumentación retórica que, vinculados entre
sí, pueden ayudar a llegar a conclusiones más generales (y más sólidas).
Los lugares, dice Dumarsais, son las celdillas donde cualquiera puede ir a tomar, por así decirlo, la
materia de un discurso y argumentos sobre toda clase de temas. Un lógico escolástico (…) los
compara con un rótulo que indica el contenido de un recipiente (pyxudum indices); para Cicerón,
los argumentos, viniendo de los loci, se presentan por sí mismos a la causa que corresponde
tratar, ‘como las letras para las palabras que es necesario escribir’: los loci forman, pues, esa
reserva muy particular que constituye el alfabeto: un cuerpo de formas privadas de sentido en sí
mismas, pero que concurren al sentido mediante la selección, combinación, actualización.
Los lugares (según Aristóteles) son de dos tipos: comunes o generales y propios o específicos. Los
lugares comunes son puntos de vista de aceptación general, recogen opiniones extendidas y
pueden aplicase a argumentos diversos (jurídicos, físicos, políticos, etc.) en cualquier campo del
saber.
“A semejanza de Aristóteles que, en los Tópicos, propuso unos lugares comunes, como si fuesen
la sede o los testimonios visibles (notas) de los argumentos que pudieran proporcionar los
materiales para todos los debates (disputationes), así también nosotros proponemos unos
lugares que sean como la sede de todas las argumentaciones teológicas, de las cuales los
teólogos puedan extraer sus argumentos idóneos, ya sea para confirmar, ya sea para refutar”
Los l.t. son los “domicilios de todos los argumentos teológicos, donde los teólogos encontrarán
con qué alimentar todas las argumentaciones, ya para probar, ya para refutar” (DLC I,III).
Son numerosos porque buscan ser una advertencia saludable contra la restricción del ámbito de
búsqueda teológica (como si fuera un caballo con anteojeras) y contrarrestar de algún modo el
control o monopolio nefasto que supondría una única fuente (=Lutero). El teólogo católico debe
ejercer la escucha de la fe (auditus fidei) de forma relativamente intensa. Cf. Hb 1,1: Cano reconoce
que en cada uno de estos l.t. se encuentra (de forma diversa) la Palabra de Dios; de ahí la
autoridad que tienen.
Se considera a Cano como padre de la teología de las dos fuentes (teoría ya superada): la SE y la ST
como dos fuentes “complementarias” de la Revelación, cuando en realidad “están íntimamente
unidas y compenetradas. Porque surgiendo ambas de la misma divina fuente, se funden en cierto
modo y tienden a un mismo fin” (DV 9).
Clasificación.
ABC: lugares de los cuales pueden tomarse argumentos de autoridad (de fe).
Cano no plantea una hermenéutica indiscriminada sino crítica de cada uno de estos lugares, según
las reglas basadas en la naturaleza epistemológica de los mismos.
Con estos locus, Cano plantea que el teólogo debe realizar dos acciones: la invención (búsqueda
de los elementos inteligibles del dato revelado, discusión de los mismos) y el juicio (llegar a
conclusiones usando adecuadamente los lt según la naturaleza y la fuerza probatoria de cada uno).
Los lt muestran la preocupación de Cano de apoyar la prueba dogmática en datos positivos (lo
que se llamará posteriormente teología positiva). Esta t.p. insiste más en la afirmación del dato
revelado que en el cuestionamiento especulativo (propio de la escolástica, con sus quaestio con
objeciones refutadas). Los l.t. de Cano son un anuncio y un efectivo alejamiento del método
especulativo escolástico como vía principal de enseñanza: desde ahora la prioridad la tendrá el
establecimiento positivo de la doctrina, cualificando una tesis teológica según una nota teológica
que precisará el grado de asentimiento que se le debe (dogma de fe, formalmente revelado, que
ha de creerse por fe divina, artículo de fe católica, virtualmente de fe, conclusión teológica,
tradición apostólica, doctrina probable, hecho dogmático, moralmente cierto, práctica de la
Iglesia).
Los lt han dado pie a la teología fundamental posterior a elaborar una “doctrina de los principios”
como exposición de fuentes doctrinales y elaboración de un método teológico. Juan de Santo
Tomas op (+1644) dirá que los lt son “los principios de los que el teólogo extrae sus argumentos y
pruebas”.
Domingo Báñez, discípulo de Cano en Salamanca, mantiene la misma definición de lugar teológico
que su maestro Cano y que Juan de Santo Tomás, pero prefiere la división de Tomás de Aquino a la
de su maestro. En efecto, Domingo Báñez evoca la II-II, q 1, a 10 de la Summa Theologiae, donde
santo Tomás se limita a una división tripartita de los tópicos o lugares teológicos:
1. La Sagrada Escritura, a la cual pueden reducirse las demás autoridades de la Iglesia (Tradición,
Concilios, Papa...).
2. La autoridad de los «otros doctores de la Iglesia» (los Padres y Teólogos, que —en los casos de
unanimidad— aportan un argumento que no puede dejar de ser cierto ya que también ellos
expresan la fe de la Iglesia).
3. La razón natural y la autoridad de los filósofos. De este tercer lugar tomista, el teólogo puede
extraer argumentos probables.
El DLT representa bastante bien la teología tridentina, que Cano contribuyó vigorosamente a
formar: el recurso a la autoridad (A) y a una erudición (B/C).
2da Clase
Ejemplos: Santo que es proclamado doctor de la Iglesia más por lo que vivió que por lo que
escribió o enseñó (p.e. Sta Teresita)
NMI 27. Ante este misterio, además de la investigación teológica, podemos encontrar una ayuda
eficaz en aquel patrimonio que es la «teología vivida» de los Santos. Ellos nos ofrecen unas
indicaciones preciosas que permiten acoger más fácilmente la intuición de la fe, y esto gracias a las
luces particulares que algunos de ellos han recibido del Espíritu Santo, o incluso a través de la
experiencia que ellos mismos han hecho de los terribles estados de prueba que la tradición mística
describe como « noche oscura ». Muchas veces los Santos han vivido algo semejante a la
experiencia de Jesús en la cruz en la paradójica confluencia de felicidad y dolor. En el Diálogo de la
Divina Providencia Dios Padre muestra a Catalina de Siena cómo en las almas santas puede estar
presente la alegría junto con el sufrimiento: « Y el alma está feliz y doliente: doliente por los
pecados del prójimo, feliz por la unión y por el afecto de la caridad que ha recibido en sí misma.
Ellos imitan al Cordero inmaculado, a mi Hijo Unigénito, el cual estando en la cruz estaba feliz y
doliente »[13]. Del mismo modo Teresa de Lisieux vive su agonía en comunión con la de Jesús,
verificando en sí misma precisamente la misma paradoja de Jesús feliz y angustiado: «Nuestro
Señor en el huerto de los Olivos gozaba de todas las alegrías de la Trinidad, sin embargo su agonía
no era menos cruel. Es un misterio, pero le aseguro que, de lo que pruebo yo misma, comprendo
algo» [14]. Es un testimonio muy claro. Por otra parte, la misma narración de los evangelistas da
lugar a esta percepción eclesial de la conciencia de Cristo cuando recuerda que, aun en su
profundo dolor, él muere implorando el perdón para sus verdugos (cf. Lc 23,34) y expresando al
Padre su extremo abandono filial: « Padre, en tus manos pongo mi espíritu » (Lc 23,46).
4. Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la
época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación,
pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la
vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas.
44. Es propio de todo el Pueblo de Dios, pero principalmente de los pastores y de los teólogos,
auscultar, discernir e interpretar, con la ayuda del Espíritu Santo, las múltiples voces de nuestro
tiempo y valorarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda ser mejor
percibida, mejor entendida y expresada en forma más adecuada.
La Iglesia, por disponer de una estructura social visible, señal de su unidad en Cristo, puede
enriquecerse, y de hecho se enriquece también, con la evolución de la vida social, no porque le
falte en la constitución que Cristo le dio elemento alguno, sino para conocer con mayor
profundidad esta misma constitución, para expresarla de forma más perfecta y para adaptarla con
mayor acierto a nuestros tiempos.