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A principios del siglo XV las formas de gobierno del reino era por Cortes separadas y
aumentaron la participación de los estamentos en los quehaceres internos. La escasa
institucionalización de las fuerzas políticas en la vida pública hizo que los intereses
individuales de los estamentos difícilmente se armonizasen bajo la presencia real. La
crisis de la autoridad era evidente desde el reinado de Juan I.
Las únicas Cortes convocadas por Martín en Valencia (1401-1407) se dan dos fases de
1401-1403 con presencia real y de 1404-1407 dirigida por una comisión excepcional
constituida por 32 representantes, directamente designado ocho por brazo que
estuviesen ligados al rey; se dio la más notable introducción de leyes. Valencia se
opondría a la creación de la diputación permanente como organismo estable y
representativo del reino, encargado de la recaudación de las donaciones dadas en las
Cortes ya que se interpondría en el monopolio de las ciudad frente la monarquía
reduciendo el peso de las Cortes. En Cataluña las Cortes (1404-1410) demuestran la
deterioración de la monarquía y los brazos creciendo y el abismo que separaba los
intereses monárquicos que los del Principado, el motivo de disputa fue la creación de un
cuarto brazo donde se incluyesen las universidades, cosa que finalmente no se hizo. El
aislamiento de las Baleares se acentuaría durante la guerra de Pedro IV contra Génova y
Castilla, Martín el humano hipotecaría las fuentes financieras insulares de Mallorca
dejando a la monarquía inerme ante la sociedad política mallorquina a la hora de decidir
subsidios. Esto sumado a la inexistencia de Cortes consolidaba el exclusivo dominio de
la isla al patriciado de la Ciudad de Mallorca evitando la creación de un frente
interinsular y mal lorquino cohesionado.
Con el problema sucesorio de Martín el Humano tras su muerte se dieron dos años de
interregno (1410-1412) por la disputada herencia donde se reaviva la violencia entre las
facciones y los bandos convirtiéndolo en una guerra abierta en Aragón, Valencia y
Cataluña. Se buscó una vía consensuada entre los reinos.
Había cierta inclinación hacía Fernando de Inglaterra que además tenía la bendición del
Papa Luna, por otra parte la retroviral nobleza catalana preferían a Jaume de Urgell,
aunque en Cataluña no le favorecería y en el reino de Valencia hubo una gran lucha
entre los Centelles trastamaristas y los Vilaragut urgelistas. Al final se impondría la
facción Trastámara (1412) San Vicent Ferrer pronunciaba la sentencia de Caspe. Fue
elegido por nueve compromisarios, tres por Aragón, tres por Cataluña y tres para el
reino de Valencia concertados según las directrices de Benedicto XIII; aquí el reino de
Mallorca quedó menospreciado por no participar en la solución jurídica del pleito. El
compromiso de Caspe fue na solución nunca antes ensayada por el cual los reinos
escogían y reconocían los derechos familiares de los herederos iniciando en esta nueva
dinastía.
El acceso al trono de Alfonso V sería el colofón del programa de gobierno diseñado por
su padre. Crearía un equilibrio entre la unidad de la Corona y la diversidad de los reinos
(1416-1458). Dos momentos son clave en este reinado: primero la batalla de Ponza y la
consiguiente derrota ante los genoveses, con el pago de un gran rescate de las Cortes,
donde el rey tiene una presencia intermitente en los estados patrimoniales, y segundo la
sedentarización definitiva de las cortes en Nápoles. Este absentismo da paso a la era de
oro de las oligarquías, ya que obligado a delegar en los lugartenientes y gobernadores
generales, vinculados a la familia, deja paso a las aspiraciones de las élites estamentales.
Se crearon diputaciones permanentes en Cataluña (1413), Valencia (1418) y Aragón
(1436).
El proceso se consolidaría con la progresiva segregación de organismos dela
Administración central, en Cataluña, Aragón y Valencia tres maestros racionales para
examinar las cuentas de los oficiales del reino de la Corona. Se crean tres archivos
reales uno en cada capital donde custodiar los procesos de las Cortes, la documentación
de los oficiales de la Corona y las cuentas de las diputaciones. También se crean tres
audiencias individualizadoras que avanzaron en la organización técnica y jurídica por
asistir el lugarteniente real con las respectivas vicecancillerías. Se consolida un círculo
de relaciones entre la monarquía u los estamentos del reino, a cambio de promover lo
que necesitaba el monarca ausente para sus proyectos diplomáticos y militares en el
exterior. Contaron con el consentimiento de las élites a pesar que sus intereses cariaban
según los diferentes estamentos y estados.
El papel por las oligarquías resulta trascendental para explicar el reinado del
Magnánimo. Las Cortes convivieron con un rey ausente, la sociedad política
identificaba con una oligárquica representación estamental coopera con el sistema
político-económico que la beneficiaba. El monopolio del poder llegó a tal extremo que
el mismo monarca debió de poner orden entre las aspiraciones colectivas de las élites a
fin de renovar la titularidad de las magistraturas mediante la confección de unas
matrículas elegibles. La insaculación ordenaría el acceso y el ejercicio de la vida pública
al largo de toda la geografía municipal de la Corona. Las sucesivas reformas y
adaptaciones al gusto local de los métodos de sorteo y de los procedimientos utilizados
siempre fueron aceptadas. La finalidad era mejorar el sistema arbitrar para conseguir
consensos en la confección de las nóminas.
La monarquía cedió por todo el mundo parte de la gestión política en las oligarquías y
configurando un modelo de Estado integrador de las fuerzas, crecidas por los privilegios
exclusivos. Si en el siglo pasado la convocatoria de las Cortes constituyeron un ejercicio
de la soberanía de un rey que solicitaba la asistencia de sus súbditos, en el siglo XV las
asambleas se transformaron en un órgano de gobierno para los intereses políticos de los
reinos. No dejaron de constituir un órgano de gobierno de la monarquía pero
controlaron el ejercicio del poder con los intereses de los estamentos.
E los últimos años del Magnánimo ve la ruptura de la clase política y la sociedad de los
reinos, tanto en Mallorca como en Cataluña y en Barcelona. La posición de la
monarquía en relación con el distanciamiento que separaba las clases dirigentes de los
reinos oscilaba entre ellos según las circunstancias. Desde la Generalitat y desde el
poderoso patriciado barcelonés conduciría el Magnánimo a sostener la causa de los
grupos reivindicativos: mercaderes y menestrales excluidos del gobierno de la ciudad, y
campesinos sometidos a la renovada presión señorial.
Los tradicionales bandos entre linajes perdieron su capacidad de convocatoria entre las
poblaciones de la red foránea. El detonante de las tensiones fue el inventario de los
bienes y derechos patrimoniales ordenados por la posesión legítima ante el procurador
real, la lista de las exigencias fueron: la representación foránea ante la corte, la revisión
de las cuentas de la gestión financiera, la supresión del derecho público, abolición de los
impuestos indirectos y la paralización del catastro general del patrimonio real. Los
foráneos perdieron, la represión fue inmediata: procesos, fuertes multas e imposiciones
de indemnizaciones por daños y males causados. Las reformas del Magnánimo para
limpiar el sistema y la participación foránea en el gobierno insular no evitó que la
esencia el sistema político-social tradicional se mantuviese intacto en el reino de
Mallorca.
Los brazos de las Cortes consiguieron mantener el apoyo de la monarquía contra las
demandas de libertad campesina. Entre 1429-1432 la situación cambiaría, las urgentes
necesidades monetarias hicieron que el Magnánimo aceptara los recursos ofrecidos por
los remenses para que se reconociesen sus derechos. El sindicalismo agrario creaba las
bases de un partido realista en el campo catalán. Se derogaba los malos usos y abolía la
servitud rural pese la abierta señorial e institucional. La muerte del Magnánimo
defraudó las expectativas de los campesinos paralizando la solución y radicalizando las
remenses contra prelados, barones y patricios, desde las Cortes y la Diputación
defendieron a ultranza la conservación de los derechos y de las rentas agrarias. El juego
de intereses entre la monarquía y los estamentos catalanes hicieron durante el largo
absentismo del Magnánimo floreciesen y se desorbitasen viejos problemas que afectaba
al reparto del poder y la manera de ejercerlo.
La guerra civil catalana (1462-1472) son dos maneras de entender el ejercicio del poder
real con connotaciones sociales y reivindicaciones implícitas en las actitudes de los
campesinos o de los señores. Ocupó todo el reinado de Juan II (1458-1479) y dominó la
acción de gobierno de la monarquía.