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Escribir cuentos, por

Flannery O’Connor

He oído decir que el cuento es uno de los géneros literarios más difíciles, y
siempre me ha intrigado saber por qué la gente siente así de lo que para mí
es la forma más natural y propia de la expresión humana. Lejos de verla
como una operación complicada, uno crece desde niño oyendo y contando
cuentos. Yo sospecho que la mayoría de ustedes ha estado toda su vida
contando cuentos, y sin embargo han venido hasta aquí para averiguar cómo
hacerlo.

Me parece a mí que discutir la escritura de un cuento en términos de trama,


personajes y tema es como tratar de describir la expresión de una cara
señalando dónde están los ojos, dónde la nariz y dónde la boca. […] Supongo
que las cosas más obvias son las que más resisten una definición. Todo el
mundo cree saber qué es un cuento. Pero si uno le pide a un estudiante, que
recién empieza, que escriba un cuento, se expone uno a recibir casi cualquier
cosa: una evocación, un episodio, una opinión, una anécdota. Cualquier cosa
menos un cuento.

Un cuento es el desarrollo completo de una acción dramática. En los buenos


cuentos, los personajes son mostrados a través de la acción y la acción es
gobernada por medio de los personajes. Y como resultado de todos los
hechos presentados surge un significado [1]. Yo, por mi parte, prefiero decir
que un cuento es un hecho dramático que involucra a una persona, por el
hecho de ser una persona y por el hecho de ser una persona en particular. Es
decir, por participar de la condición humana en general y de una situación
humana específica. Los cuentos siempre tratan, de una manera dramática,
acerca del misterio de la personalidad.

He notado que los cuentos de escritores principiantes están saturados de


emoción, pero generalmente es difícil determinar a quién pertenece esa
emoción. Los diálogos avanzan sin el auxilio de personajes que pueda uno
realmente ver, y desde cada rincón del cuento se derraman los conceptos. Lo
que ocurre con frecuencia es que el novato sólo está interesado en sus ideas
y emociones, y no en la acción dramática, y es o muy indolente o muy
pretencioso para descender al nivel en donde opera la ficción.

Piensa el novato que el juicio se encuentra en un lugar y las impresiones


sensoriales en otro. Pero para el escritor de ficción, el juicio debe partir de
los detalles que ve y de la manera en que los ve. […] Sin embargo, al decir
que la ficción procede por el uso de detalles, no me refiero a la simple y
mecánica acumulación de detalles. El detalle tiene que estar controlado por
algún propósito general, y cada detalle tiene que estar al servicio del
escritor. El Arte es selectivo. Lo que hay es esencial y crea movimiento.

Un buen cuento no debe tener menos significado que una novela, ni debe su
acción ser menos completa. Nada que sea esencial a la experiencia principal
puede ser dejado de lado. Toda la acción tiene que quedar
satisfactoriamente explicada en términos de motivaciones, y tiene que haber
un principio, un medio y un final, aunque tal vez no en ese orden. Creo que
mucha gente decide que quiere escribir cuentos porque los cuentos son
breves, y al decir breves piensan que son breves en todo sentido. Creen que
un cuento es una acción incompleta en la que muy poco es mostrado y
mucho es sugerido, y creen que la manera de sugerir una cosa es
omitiéndola. Cuesta sacar de este error a los escritores principiantes, porque
creen que al omitir algo están siendo sutiles. Y cuando uno les dice que
deben poner algo en el papel para que alguna cosa quede, piensan que uno
es un estúpido insensible.
Quizá, la cuestión central en cualquier discusión acerca del cuento es
explicar a qué se refiere uno al decir que son breves. Que algo sea breve no
quiere decir que sea superficial. Un cuento debe tener profundidad y debe
permitirnos experimentar un significado. Tengo una tía que piensa que en
un cuento no pasa nada a menos que al final alguien sea asesinado o se case.

El problema peculiar del escritor de cuentos es hacer que la acción descripta


revele tanto como sea posible del misterio de la existencia. El escritor tiene
un espacio limitado para hacerlo y no puede simplemente enunciar sus
ideas. No tiene que declarar este misterio, sino mostrarlo, y mostrarlo a
través de lo concreto. Así, en realidad, el problema del escritor de ficción es
hacer que lo concreto rinda para él todo el partido posible.

Me parece que la única manera de aprender a escribir cuentos es escribirlos


y tratar de descubrir luego qué es lo que uno ha hecho. Hay que pensar en la
técnica sólo con el cuento ya frente a uno. El maestro puede guiar al
estudiante mirando su trabajo, tratando de ayudarlo a decidir si lo que ha
escrito es una historia cerrada donde la acción ilumina completamente el
significado.

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