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Estructura narrativa
Se aprende en la escuela primaria: las historias tienen un principio, un desarrollo
y un final o, para decirlo de un modo un poco más técnico, constan de
planteamiento, nudo y desenlace. Esa es la estructura narrativa: las partes que
conforman la historia y hacen posible que se cuente.
Si haces que la gente se ría o llore con pequeñas marcas negras en hojas de papel
blanco, ¿qué es eso sino una broma de mal gusto? Todas las grandes historias son
grandes bromas pesadas en las que las personas caen en una y otra vez.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.° 64”
Una buena forma de garantizar una estructura sólida es, antes de empezar a
escribir, pensar qué queremos que ocurra en la historia y proponer por lo menos
tres acciones narrativas que puedan servir de planteamiento, nudo y desenlace.
Planteamiento
No se debe dar lugar al lector para que se llene de pereza en la lectura, debemos
“someterlo” de entrada a nuestro capricho, ganarlo en una primera batalla para que
esté de nuestro lado en ese mundo que acabamos de construir, domeñarle su propio
ritmo vital.
Betuel Bonilla Rojas, El arte del cuento, director del Taller José Eustasio Rivera,
Neiva, Huila
Aquí por ejemplo, tenemos una historia bastante común: un joven sobrio,
trabajador, y bastante aburrido, conoce a la mujer de sus sueños. Ella es bellísima,
brillante, apasionada y bondadosa, y lo más maravilloso es que lo ama. Piensan
casarse y en la víspera de su matrimonio sus amigos le organizan una despedida de
soltero en la cual lo vacilan, lo emborrachan y lo arrastran a un prostíbulo para la
última burla. Allí entra en un cuarto… para encontrarse cara a cara con su novia.
¿Dónde se torna interesante la historia? ¿Dónde comienza la trama?
Puede comenzar, si deseas, con los antepasados del joven que vinieron en el
Mayflower, pero si lo haces, será una historia muy larga, y es probable que cerremos
el libro a mediados del siglo xix. Puedes comenzar con la primera vez que él conoce a
esta extraordinaria mujer, pero aun así debes cubrir por lo menos varias semanas,
probablemente meses, en unas pocas páginas, y eso significa que debes resumir,
omitir y generalizar, pero te será difícil mantener la verosimilitud y también nuestra
atención. ¿Comenzar en la despedida de soltero? Eso está mejor. Si lo haces así,
tendrás que informarnos, de alguna manera, todo lo que ha pasado antes, ya sea a
través del diálogo o a través de los recuerdos del joven, pero tienes solamente una
noche de acción para cubrir, y llegaremos al conflicto rápidamente.
Janet Burroway, “La forma y la estructura de la trama. La torre y la red”
Nudo
Puede darse el caso de que lleguemos a un callejón sin salida. Por suerte, todos
llevamos dentro una especie de pequeño argentino que nos va diciendo lo que
tenemos que hacer. Y digo por suerte porque hay muchos métodos para escribir
guiones pero la verdad es que ninguno sirve: cada historia trae consigo su propia
técnica. Para el guionista lo importante es poder descubrirla.
Gabriel García Márquez, Cómo se cuenta un cuento
Desenlace
Los finales pueden ser cerrados o abiertos. En el final cerrado la trama queda
resuelta: las preguntas que se abrieron obtienen una respuesta y el lector entiende
claramente lo que ocurrió. En el final abierto las preguntas se quedan sin
contestación y el texto no le dice al lector lo que ocurrió, sino que lo deja en
libertad de interpretar los eventos como mejor le parezca.
Historia y relato
La historia es una sucesión de hechos que se conectan causalmente: es un hilo
cronológico lineal. El relato, por su parte, es el orden en que el autor decide
presentar los hechos para lograr un determinado efecto narrativo o imprimir un
ritmo o un estilo particular. La historia es lo que el autor nos cuenta: el qué. El
relato es la manera en que lo cuenta: el cómo.
Narración
En la base de todas las historias están las acciones narrativas: los hechos que la
conforman. Sin acciones –si no están pasando cosas– no hay historia. Un texto
sin acciones narrativas puede ser un ensayo, una reflexión, una columna de
opinión o un poema, pero no es un cuento o una novela.
Contar una historia no significa otra cosa que poner en palabras las acciones que
realiza un personaje determinado. Escribir una historia es, básicamente, un oficio en el
que nada tiene más importancia que el hecho de hilar acciones.
Leopoldo Brizuela, Cómo se escribe un cuento
Tono
Una misma historia puede tener registros muy variados. El cuento de un hombre
que pretende crear a otro hombre ha sido contado de diversas maneras: a modo
de novela para niños como en Las aventuras de Pinocho, de Carlo Collodi; a
modo de relato de terror como en Frankenstein, o el moderno Prometeo, de Mary
Shelley; a modo de cuento corto y filosófico como en “Las ruinas circulares”, de
Jorge Luis Borges; o a modo de historia fantástica como en la película El joven
manos de tijera, de Tim Burton.
Por eso, cuando hablamos del tono en el texto, nos remitimos a una especie de
estado de ánimo en el texto. Así como se habla de la coloración de los sonidos, también
se alude a unos estados de ánimo conforme a la gravedad o agudeza de los mismos.
Isaías Peña, El universo de la creación narrativa
Verosimilitud
Una historia es un mundo particular que obedece a unas reglas y tiene una
coherencia interna. De no ser así no resultará verosímil, creíble, para los lectores.
La literatura es un tablero de ajedrez en que uno explica al lector, desde el
comienzo, cómo va a mover la fichas. Una vez que empieza el juego, no se pueden
cambiar las reglas que uno mismo impuso.
Gabriel García Márquez, en “Comadreo literario de cuatro horas con García Márquez”
Verás: para describir lo que son los ladrones de caballos en setecientas líneas
debo hablar y pensar todo el tiempo en su tono y sentir su espíritu.
Antón Chéjov, “La técnica del cuento”
Economía
No toda la información que el autor tiene para narrar su historia debe aparecer en
ella. En realidad gran parte puede quedar por fuera. Sin embargo, tenerla a mano
le sirve para hallar el mejor modo de crear una atmósfera, definir el tipo de
personajes que se adecuan a ella o hace falta incluir, percatarse cuando alguno
sobra o estorba, y manejar las voces del relato, los diálogos y el tipo de juegos de
lenguaje que son pertinentes.
Tensión
Puedo decir que escribí el relato como si escribiera un poema: una línea; y otra
debajo; y otra más. Maravillosamente pronto vi la historia y supe que era mía, la
única por la que había esperado ponerme a escribir.
Me gusta hacerlo así cuando siento que una nueva historia me amenaza. Y
siento que de esa propia amenaza puede surgir el texto. En ella se contiene la
tensión, el sentimiento de que algo va a ocurrir, la certeza de que las cosas están
como dormidas y prestas a despertar; e incluso la sensación de que no puede surgir
de ello una historia. Pues esa tensión es parte fundamental de la historia, en tanto
que las palabras convenientemente unidas pueden irla desvelando, cobrando forma
en el cuento. Y también son importantes las cosas que dejamos fuera, pues aun
desechándolas siguen implícitas en la narración, en ese espacio bruñido (y a veces
fragmentario e inestable) que es sustrato de todas las cosas.
Raymond Carver, “Escribir un cuento”
Yo trato de mantener el amor profundo fuera de mis historias porque, una vez
que este tema en particular surge, es casi imposible hablar de otra cosa. Los lectores
no quieren oír hablar de otra cosa. Se enloquecen por el amor. Si un amante en una
historia consigue el amor verdadero ese es el final de la historia, incluso si la Tercera
Guerra Mundial está a punto de comenzar y el cielo está negro de platillos voladores.
Kurt Vonnegut, en “El arte de la ficción N.º 64”
Una vez el héroe de la historia alcanza lo que quiere, sea el amor o llegar a
su destino, vencer la amenaza, derrotar al antagonista o resolver el caso, la
historia termina. En el taller, el director y los demás participantes podrán guiar al
escritor para que logre generar tensiones y mantener la expectativa y el interés de
los lectores en su historia.
Amarres
Los amarres son la forma en que el autor entrega las piezas del
rompecabezas: la forma en que hila el relato de modo que la historia avance
párrafo a párrafo, dé rodeos, construya el nudo o se imbrique, pero fluya, y que
finalmente cierre de un modo contundente.
Javier Cercas, en su novela Soldados de Salamina, utiliza los amarres con
maestría. El relato base se desprende de una anécdota de la guerra civil española,
según la cual Rafael Sánchez Mazas, fundador e ideólogo del partido que llevó a
Franco al poder, salva su vida gracias a la inesperada clemencia de un soldado
anónimo. En el capítulo primero –de tres– ocurre la génesis de la novela misma:
el narrador personaje –que es el mismo Javier Cercas– conversa sobre aquel
incidente con un hijo de Sánchez Mazas y este le refiere la historia.
“Mi padre contaba que el miliciano se quedó mirándole unos segundos y que
luego, sin dejar de mirarle, gritó: “Por aquí no hay nadie”, dio media vuelta y se
fue”. ¿Por qué le salvó la vida?, ¿por qué no lo delató?, ¿en qué estaba pensando
aquel republicano?
Javier Cercas, Soldados de Salamina
¿Quién es, o quién era, ese soldado perdonavidas? Esa es la pregunta que
intenta resolver el último capítulo, que sigue los sones del pasodoble “Suspiros
de España”, una referencia musical que también funciona como amarre, pues es
la única pista que se tiene para dar con el miliciano. Todo indica que se trata de
un veterano llamado Miralles, que estuvo en el lugar, la hora y la fecha de aquel
suceso, a quien Sánchez Mazas recuerda tarareando “Suspiros de España” y que
otros personajes también relacionan con ese pasodoble. En las últimas páginas,
cuando la novela se precipita hacia el cierre y parece que las piezas del
rompecabezas encajan, el narrador personaje hace la pregunta obligada: