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b.

Técnica

(Fragmento del libro El escritor y su oficio, de Ariel Rivadeneira)

JUAN BOSCH

Comenzar bien un cuento y llevarlo hacia su final sin una disgresión, sin una debilidad,
sin un desvío: he ahí en pocas palabras el núcleo de la técnica del cuento. Quien sepa hacer eso
es cuentista, conoce la «tekné» del género. El oficio es la parte formal de la tarea, pero quien no
domine ese lado formal no llegará a ser buen cuentista. Sólo el que lo domine podrá transformar
el cuento, mejorarlo con una nueva modalidad, iluminarlo con el toque de su propia personalidad
creadora.
Ese oficio es necesario para el que cuenta cuentos en un mercado árabe y para el que los
escribe en una biblioteca de París. No hay manera de conocerlo sin ejercerlo. Nadie nace
sabiéndolo, aunque en ocasiones un cuentista nato puede producir un buen cuento por
adivinación de artista. El oficio es obra del trabajo asiduo, de la meditación constante, de la
dedicación apasionada. Cuentistas de apreciables cualidades para la narración han perdido su don
porque mientras tuvieron dentro de sí temas, escribieron sin detenerse a estudiar la técnica del
cuento y nunca la dominaron; cuando la veta interior se agotó les faltó la capacidad para
elaborar, con asuntos externos a su experiencia íntima, la delicada arquitectura de un cuento. No
adquirieron el oficio a tiempo, y sin el oficio no podían construir.
JUAN RULFO

Para mí el cuento es un género realmente importante porque hay que concentrarse en


unas cuantas páginas para decir muchas cosas, hay que sintetizar, hay que frenarse: en eso el
cuentista se parece un poco al poeta, al buen poeta. El poeta tiene que ir frenando al caballo y no
desbocarse: si se desboca y escribe por escribir, le salen las palabras una tras otra y, entonces,
simplemente fracasa. Lo esencial es precisamente contenerse, no desbocarse, no vaciarse; el
cuento tiene esa particularidad; yo precisamente prefiero el cuento, sobre todo, a la novela,
porque la novela se presta mucho a esas divagaciones.
HORACIO QUIROGA

Los cuentos denominados «fuertes» pueden obtenerse con facilidad sugiriendo


hábilmente al lector, mientras se le apena con las desventuras del protagonista, la impresión de
que éste saldrá al fin bien librado. Es un fino trabajo, pero que se puede realizar con éxito. El
truc consiste, claro está, en matar a pesar de todo al personaje. A este truc podría llamársele «de
la piedad» por carecer de ella todos los cuentistas que lo usan.
De la observación de algunos casos, comunes a todas las literaturas, parecería deducirse
que no todos los cuentistas poseen las facultades correspondientes a su vocación. Algunos
carecen de la visión de conjunto; otros ven con dificultad el escenario teatral de sus personajes;
otros ven perfectamente este escenario, pero vacío; otros, en fin, gozan del privilegio de coger
una impresión vaga, aleteante, podríamos decir, como un pájaro todavía pichón que pretende
revolotear dentro de una jaula que no existe.
ANTON CHEJOV
Para describir una banda de cuatreros en setecientas líneas yo tengo que pensar y hablar
todo el tiempo como ellos, sentir con sus sentimientos; de otro modo, si me permito que se
introduzca mi subjetividad, la imagen se desdibujará y el cuento no será ya tan compacto como
todo cuento debe ser. Cuando escribo, me apoyo enteramente sobre la capacidad del lector para
añadir por sí mismo los elementos subjetivos de que carece el cuento.
RICARDO PIGLIA

Un cuento siempre cuenta dos historias. Un relato visible esconde un relato secreto,
narrado de un modo elíptico y fragmentario.
El efecto de sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la
superficie.
Trabajar con dos historias quiere decir trabajar con dos sistemas diferentes de causalidad.
Los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas. Los
elementos esenciales de un cuento tienen doble función y son usados de manera distinta en cada
una de las dos historias. Los puntos de cruce son el fundamento de la construcción. El cuento se
construye para hacer aparecer artificialmente algo que estaba oculto.
FLANNERY O’CONNOR

Un buen cuento no puede ser reducido, sólo puede ser expandido. Un cuento es bueno
cuando ustedes pueden seguir viendo más y más cosas en él, y cuando, pese a todo, sigue
escapándose de uno. En ficción, dos y dos es siempre más que cuatro. (…)
El problema propio del cuentista reside en cómo hacer que la acción que él describe
revele tanto como sea posible respecto del misterio de la existencia. Dispone solamente de un
espacio muy breve, y no puede hacerlo por un procedimiento declarativo. Debe conseguirlo
mostrando, no diciendo; y mostrando lo concreto, de modo que su problema es, en definitiva,
saber cómo servirse de lo concreto de modo que «trabaje doble tumo».
MARCO DENEVI

El cuento es un poco como asomarse a algo: descubrirlo en el momento en que sucede y


luego retirarse. Una estrella fugaz. La novela es caminar mucho por la calle.
c. Totalidad

SOLEDAD PUÉRTOLAS

En razón de su brevedad, de su necesaria concisión, el cuento tiene un centro (a


diferencia de la novela, que puede tener varios centros) y su final es tanto una conclusión como
una invitación a volverlo a empezar, o a empezar otra cosa. Exactamente como ocurre en los
relatos de Las mil y una noches, a un cuento le sucede otro. El cuento lleva el germen de algo y
cuando acaba, no se acaba. Está destinado a permanecer, a volver a ser contado, a ser inmortal.
Pero sólo la verdad es inmortal.
Como la piedra que se lanza al aire, describe una parábola y vuelve a caer sobre la tierra,
el cuento, que se eleva sobre la realidad y cae de nuevo en la tierra, trae algo de lo que ha
encontrado por los aires. Cuando el cuento concluye, sabemos algo más de lo que sabíamos al
principio, sepamos o no formularlo. Y tal vez, en esta dificultad de formulación se diferencie,
fundamentalmente, el cuento de hoy del cuento clásico, el cuento moral. El antiguo y claro
mensaje, la enseñanza ha desaparecido, pero no nos podemos dejar engañar por esa aparente
ausencia de mensaje. Sencillamente, no somos capaces de explicar qué es exactamente lo que
nos está diciendo. Quizá sólo nos quede una inquietud, una pregunta sin respuesta. Pero la
función es la misma. Nuestra conciencia ha sido sacudida.
DANIEL SUEIRO

El cuento no es sólo eso que nos dicen que ocurre, que está ocurriendo o que va a ocurrir;
es el modo como ocurre, y aún más: el modo como nos dicen que ocurre.
JOSÉ MARÍA MERINO

Los cuentos sirven para ordenar el caos del mundo.


La naturaleza de un cuento reside en el movimiento, un cuento debe presentar una
progresión dramática. Para que exista un cuento, con independencia del tema y de la forma, es
fundamental el movimiento.

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