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GÁLATAS
Capitulo 5 (Parte 1)
Versículo 1
Pablo les dice que no se muevan de su posición segura
ante Dios, utiliza la palabra “libres” refiriéndose a la maldición
que impone la ley sobre el pecador que intenta alcanzar su propia
justicia y rectitud por medio de sus esfuerzos humanos.
(3:13, 22-26; 4:1-7).
Tras defender su apostolado (capítulos 1–2) y su mensaje de
justificación por fe (capítulos 3–4), Pablo aplica ahora esa
doctrina a la vida práctica del cristiano (capítulos 5–6),
enfocado en el hecho de que la doctrina correcta siempre debe
traer como resultado una manera correcta de vivir.
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Su tema es la santificación que debe venir como resultado de la
justificación.
La vida de fe genuina es más que una creencia pasiva en la
verdad divina, también es la producción de fruto divino.
“yugo de esclavitud”. Se refiere al aparato que se usaba para
controlar animales domésticos. Los judíos se referían al
“yugo de la ley” como una cosa buena y la esencia de la
religión verdadera. Pablo argumentó que para todos
los que seguían la ley como camino de salvación, esta era en
realidad un yugo de esclavitud.
De manera especial en el capítulo 5 (vv. 5, 16–18, 25), el apóstol
resalta el ministerio personal del Espíritu Santo en la vida del
creyente, sin el cual sería imposible la vida cristiana auténtica.
Es el Espíritu Santo quien hace que la vida de fe funcione
y que la fe obre para vida. Si no fuera por el poder del Espíritu
Santo que mora en el creyente, la vida en la fe no sería más
productiva o aceptable para Dios que la vida en la ley.
La libertad con que Cristo nos hizo libres.
Pablo se refiere a la libertad para vivir una vida de justicia en el
poder del Espíritu Santo.
La norma de santidad de Dios no ha cambiado.
Como Jesús deja en claro en el sermón del monte, no solo
requiere desempeño exterior sino perfección interior. Y para esto
es necesario “nacer de nuevo”. El Señor dejó en claro que lo que
define la naturaleza de un árbol son los frutos que produce.
(Lc. 6:43-45) https://www.biblegateway.com/passage/?search=Lucas%206%3A43-
45&version=DHH
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A medida que Pablo combate esa noción hereje, expone
cuatro consecuencias trágicas que trae como resultado.
1. La persona que confía en la circuncisión pierde los
beneficios de la obra de Cristo en su favor.
2. Queda bajo la obligación de guardar toda la ley.
3. Rechaza la gracia de Dios.
4. Se excluye de la justicia de Dios.
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La segunda consecuencia de confiar en la circuncisión es que la
persona que lo hace se obliga a sí misma a guardar toda la ley.
Vivir por una parte de la ley como medio para justificarse exige
llevar una vida conforme a todos sus dictados. (Stg. 2:10)
La tercera consecuencia de procurar ser justificados por la
circuncisión o cualquier otra disposición de la ley, es que
desliga a una persona de Cristo, lo cual le lleva a caer de la
gracia. Es decir, una persona no puede vivir tanto por la gracia
como por la ley. Tratar de justificarse por la ley equivale a
rechazar el camino de la gracia.
La cuarta consecuencia de confiar en las obras es quedar
excluidos de la justicia por la cual el creyente tiene esperanza.
Los cristianos ya poseen la justicia imputada de Cristo, pero
todavía aguardan la justicia completa y perfecta que recibirán en
su glorificación (Ro. 8:18, 21).
Versículos 7 - 12
Vosotros corríais bien. Pablo compara la vida de fe de los gálatas
con una carrera, figura que el apóstol usó con frecuencia.
Mientras Pablo ministró entre ellos, los creyentes en Galacia no
tuvieron problemas para vivir por fe sus vidas cristianas.
Al parecer corrieron bien la carrera cristiana hasta poco después
de la salida de Pablo, cuando los judaizantes empezaron a
alejarlos del camino de la gracia y de la fe para volver al camino
de la ley y lasobras (véase 1:6–7). Esto entorpeció su avance y
detuvo su crecimiento en el evangelio verdadero
Esta persuasión no procede de aquel que os llama. Con respecto
a la supuesta salvación por obras. Dios no promueve el legalismo,
por eso cualquier doctrina que enseñe la insuficiencia de su obra
de gracia para salvar es falsa.
Tras mostrar los peligros de las doctrinas falsas que amenazaban a
los gálatas, Pablo expone el carácter malvado de los hombres que
representaban esas doctrinas.
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Al igual que su Señor, Pablo tenía una gran paciencia con
aquellos que se veían atrapados hasta en el pecado moral
más profundo. Aunque condenaban el pecado mismo y advertían
sobre sus consecuencias, el amor que tenían por el pecador
siempre se hizo evidente.
Jesús hizo amonestaciones afectuosas a la mujer con múltiples
maridos que estaba en el pozo de Jacob y a la mujer sorprendida
en el acto de adulterio, fueron amables, y sus ofertas de ayuda
fueron bondadosas y alentadoras (Jn. 4:7–26;8:3–11). Aun antes
de que Zaqueo se arrepintiera y expresara su fe para salvación,
Jesús no se avergonzó de comer con él a pesar de su fama de
ladrón y del odio que le tenían (Lc. 19:1–10). En cambio, con los
escribas y fariseos que se creían justos, cuyas vidas exteriores
eran impecables en cuanto a la ley ceremonial pero se negaban a
reconocer su necesidad espiritual, que además se dedicaban a
corromper la mente del pueblo con su perversión legalista del
judaísmo verdadero, Jesús fue implacable y solo tuvo palabras de
condenación.
Para ejemplificar la influencia del pecado, en este caso del
legalismo, Pablo se refiere a una de las características de los
falsos maestros la cual era que contaminaban a la iglesia mediante
la propagación de su herejía entre los creyentes verdaderos y los
que parecían ser creyentes. Así como un poco de levadura leuda
toda la masa, una pequeña dosis de falsedad puede corromper
la manera de pensar y de vivir de un grupo numeroso de
personas.
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Versículos 13- 15
Debido a que la idea de libertad cristiana suele ser mal
interpretada, Pablo era consciente de la importancia de entender
su significado verdadero. En la carta de Gálatas la libertad básica
a que Pablo se refiere tiene que ver con ser libres del
sometimiento a la ley como un régimen que regula todos los
aspectos de la vida diaria. Esto incluye las ceremonias del
Antiguo Testamento y las tradiciones rabínicas hacia las cuales
los judaizantes querían arrastrar de vuelta a los creyentes.
Los judaizantes acusaban a Pablo de libertino, pero él como una
advertencia a los creyentes que se sentían tentados a abusar de su
libertad cristiana, les dice que la libertad del evangelio no es
tolerancia ni indulgencia a las inclinaciones humanas, ni para
satisfacer sus propios deseos, sino para servir a los demás; aquí
Libertad no se refiere a libertad para hacer lo que queremos, sino
para hacer lo que Dios quiere. Aunque no está sometido al
sistema de la ley como los santos del Antiguo Testamento, el
cristiano verdadero ama a los demás y así cumple todos los
elementos morales de la ley mosaica.
Versículos 16- 18
Ninguna persona puede tener comunión con Dios por cumplir la
Ley, ni siquiera la ley de Moisés dada por Dios en la cual se había
basado el antiguo pacto, ya que nadie (excepto Jesucristo) puede
cumplirla a la perfección. La ley nunca tuvo el propósito de
salvar, ya que por la incapacidad humana, la ley resulta
insuficiente para otorgar salvación.
El cristiano tiene en su interior la presencia del Espíritu Santo
como el poder personal para vivir de forma agradable a Dios. La
forma del verbo griego que se traduce “andad” indica una acción
continua o un estilo de vida habitual. Andar también implica
progreso, pues a medida que el creyente se somete al control del
Espíritu y en obediencia responde a los mandatos básicos de las
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Escrituras, crece en su vida espiritual.
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La primera de las tres se encuentra en la carta a los romanos,
donde Pablo afirma que en el momento de nuestra justificación,
“nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con [Cristo]”
(6:6). Las otras dos están en Gálatas, una antes y otra después de
este texto. El apóstol dice: “Con Cristo estoy juntamente
crucificado” (2:20), y cerca al final de la epístola, afirma que “el
mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (6:14).
El apóstol amonesta a los creyentes para que observen sus
propias vidas y dejen de jactarse, provocar argumentos y tener
envidia entre unos y otros. Esas actitudes pecaminosas son la
marca de los cristianos pecadores e inmaduros que ponen sus
propios intereses por encima de los intereses de sus hermanos
en la fe (cp. Fil. 2:1–4). Son características de creyentes que no
andan en el Espíritu sino que están en la carne y así estorban la
comunión del cuerpo, al producir obras de la carne en lugar del
fruto del Espíritu.
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