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Clase 4: Los Libros Apócrifos.

Introducción: La colección más temprana de palabras de Dios escritas fueron los Diez Mandamientos,
escritas por el dedo mismo de Dios (Ex. 31:18). Esta colección de palabras absolutamente autoritativas de Dios,
forman el principio del canon bíblico, el cual, creció en tamaño todo el tiempo de la historia de Israel.
Si acaso uno encuentra una vieja Biblia de púlpito, pudiera ser que encontrara en ella un material bastante
extenso entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Para ser más exacto, tal vez encontrara unos 14 libros (o parte
de libros), ocupando un espacio igual a unas 5/6 partes del volumen del N.T. Estos libros son llamados Apócrifos
por la mayoría de los protestantes; o también llamados Deuterocanonicos por la Iglesia Católica Romana.
La mayor parte de estos textos se conservan únicamente en manuscritos griegos; y hoy día son rechazados por
los judíos y la mayoría de los protestantes, pero aceptados por la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa.
Los libros llamados apócrifos son los siguientes: 3ro y 4to de Esdras, Tobías, Judit, Sabiduría de Salomón,
Eclesiástico (Sabiduría de Jesús ben Sira), Baruc, Oración de Manasés, 1ro y 2do de Macabeos, Daniel 3.24-90;
13; 14 y Ester 10.4-16:24, todos del A.T. Aunque se hace especial énfasis a estos libros, existe una gran cantidad
de libros considerados apócrifos, entre los cuales se encuentran otros evangelios y escritos neotestamentarios.
I. Definición.
A. Apócrifo: Viene de una palabra griega que significa "las cosas que están ocultas" y se refiere a
la creencia de que estos escritos eran ocultos o misteriosos, es decir, que se duda de su origen o veracidad.
Jerónimo (en el siglo IV d.C.) parece haber sido la primera persona que los llamó Apócrifos.
B. Deuterocanonico: Del griego déuteros: segundo, posterior; y kanonikós: perteneciente a una regla
o canon. Su nombre hace referencia a que son considerados por algunos como un “Segundo Canon”.
Los que aprobaron estos libros pretenden que fueron retirados del uso común porque contenían sabiduría
secreta que solamente los iniciados debían saber; los que los rechazaron dijeron que fueron escondidos por ser
ilegítimos.
Cuando pasamos a la literatura judía fuera del A.T., vemos que la creencia de que las palabras debidamente
autoritativas de Dios habían cesado queda atestiguada en diferentes trozos de literatura judía extrabíblica.
En 1 Macabeos (alrededor de 100 a.C.) el autor escribe: “Fue un tiempo de grandes sufrimientos para Israel,
como no se había visto desde que desaparecieron los profetas”. Al parecer sabían que nadie podía hablar
con la autoridad de Dios como lo habían hecho los profetas del A.T. (1 Mac. 4:46, 9:27; 14:41).
La nación de Israel trató a los libros apócrifos con respeto, pero nunca los aceptó como libros verdaderos de la
Biblia hebrea. La iglesia cristiana primitiva debatió la situación de los apócrifos, pero pocos cristianos primitivos
creyeron que ellos pertenecieran al canon de la Escritura.
II. Porque no son aceptados los libros apócrifos.- El N.T. cita al A.T. cientos de veces, pero en
ninguna parte cita o alude a cualquiera de los libros apócrifos. Más aún, hay muchos errores probados y
contradicciones en ellos. A continuación desarrollaremos cinco razones por las cuales no aceptamos esos
libros:
1. No son inspirados: Cuando uno lee los 39 libros canónicos del A.T. de inmediato resaltan frases
que expresan la convicción del autor humano de que su mensaje no es de él, sino que lo recibió directamente
de Dios (Jer. 19:3, Dt. 5:5, Dn. 9:2, Am. 7:14-17, etc.).
Uno busca en vano encontrar tales afirmaciones en los libros apócrifos; ninguno de sus autores asevera que
escribe bajo inspiración divina, esta evidencia brilla por su ausencia. Por otro lado, encontramos por lo menos
dos ejemplos en que los libros indican que son producto del genio humano (2 Mac. 15:37-39, prefacio del libro de
Eclesiástico).
2. No son proféticos: Ningún libro apócrifo fue escrito por profetas o portavoces de Dios;
recordemos que para ser canónico, un libro tenía que haber sido escrito o avalado por un profeta reconocido
por el pueblo.
Todos los eruditos reconocen que los apócrifos fueron escritos en la época entre el 200 a.C.-30 a.C. Si fechamos
a Hageo en 520 a.C., Zacarías en 520-518 a.C. y Malaquías alrededor de 435 a.C., tenemos una idea de las
fechas aproximadas de los últimos profetas del A.T. y aproximadamente coinciden con este período los últimos
libros de la historia: Esdras, Nehemías y Ester; así que todos ellos se compusieron en la época en que no
existían profetas.
La historia posterior del pueblo judío se anotó en otros escritos (como los libros de Macabeos), pero se pensó
que esos escritos no ameritaban que se les incluyera con las colecciones de las palabras de Dios de años
anteriores.
Josefo explicó: “Desde Artajerjes hasta nuestros propios tiempos se ha escrito una historia completa,
pero no se la ha considerado digna de igual crédito como los registros anteriores, debido a la
interrupción de la sucesión exacta de los profetas”. Esta afirmación de parte del más grande historiador judío
del primer siglo d.C. muestra que él (y muchos de sus contemporáneos) consideraban estos libros “no dignos
de igual crédito” con lo que ahora conocemos como Sagradas Escrituras.
3. No son inerrantes: Una de las características de las Escrituras inspiradas es la inerrancia; esto
significa que están exentas de todo error. No así los apócrifos, en ellos se descubren errores doctrinales,
morales, históricos y geográficos. He aquí, una breve tabulación de algunos de los errores más obvios:
 Judit y Tobías contienen errores históricos, cronológicos y geográficos; además, justifican la
falsedad y el engaño, y hacen que la salvación dependa de obras de mérito.
 Eclesiástico y Sabiduría de Salomón inculcan una moralidad basada en la conveniencia.
 Sab. 11.17 enseña la creación del mundo con materia preexistente.
 Ecles. 3.30 enseña que dar limosnas hace expiación por el pecado.
 Tobías 6:5-9,17 El ángel recomienda el uso de métodos paganos de adivinación.
 Tobías 12:9 Enseña salvación por obras, a través de las limosnas.
 Judith 1:1, 7, 11, 2:1-4 Aseveran que Nabucodonosor era rey de Asiria
 Baruc 1:1 Asevera que el autor, secretario de Jeremías, escribió su libro desde Babilonia cuando en
realidad se encontraba en Egipto (Jer. 43:1-7).
 Baruc 3:4 dice que Dios oye las oraciones de los muertos.
 1 Macabeos hay errores históricos y geográficos.
 2 Macabeos 12:41-46 Aprueba las oraciones y sacrificios expiatorios por los muertos.
 14:37-46 Alaba el suicidio.
 15:12-16 Da su aprobación a la intercesión de los santos muertos a favor de los vivos.
La presencia de estas equivocaciones hace imposible que sean inspirados por Dios y no los podemos aceptar
como canónicos.
4. No son creíbles: En los 39 libros aceptados como canónicos se encuentran muchas narraciones
históricas y relatos biográficos y se caracterizan por su sobriedad y falta de elementos espectaculares
(excepto los milagros). Todos los relatos son creíbles, no hay nada fantástico o irreal acerca de ellos.
Cuando uno analiza la literatura apócrifa encuentra que hay varios relatos obviamente ficticios. En vez de ser
relatos serios de eventos históricos narran sucesos increíbles que se acercan a la fantasía (por ejemplo la
Historia de Susana y el Dragón). Dios no recurre a lo ficticio para revelar la verdad, los apócrifos, siendo de
origen humano, usan este género literario y por eso no son aprobados.
5. No fueron aceptados por los judíos y los primeros cristianos: En Ro 3:2 Pablo dice: "que les
ha sido (judíos) confiada la Palabra de Dios (el A.T.)". Todos los autores del A.T. eran judíos y el canon fue
establecido por ellos, por tanto ellos sabían cuáles libros venían de Dios y cuáles no.
La literatura rabínica refleja una convicción en su afirmación repetida de que el Espíritu Santo (en la función de
inspirar la profecía) partió de Israel después de que los últimos profetas murieron. Así que el pueblo judío no
aceptó escritos posteriores a alrededor de 435 a.C. como que tuvieran igual autoridad con el resto de las
Escrituras.
Por lo que no hubo más adiciones al canon después de esta fecha; pues como vimos, en el Concilio de Jamnia
se determinó que debía quedar en el canon y que no; y los 39 libros que hoy tenemos en el A.T. salieron
aprobados.
En el N.T. no tenemos ningún registro de disputa entre Jesús y los judíos sobre la extensión del canon. Este
hecho queda confirmado por las citas del A.T. que hacen Jesús y los autores del N.T.; quienes citan varias partes
del A.T. como divinamente autoritativas más de 295 veces, pero ni una sola vez citan como divinamente
autoritativa alguna afirmación de los libros apócrifos ni de otro escrito; por lo que no fueron considerados dentro
del canon original.
Por ejemplo, la lista cristiana más antigua de libros del A.T. que existe es la compilada por Melitón, obispo de
Sardis, en el 170 d.C.; y no menciona ninguno de los libros apócrifos, pero sí incluye todos los libros de nuestro
A.T. actual excepto Ester.
Eusebio también cita a Orígenes respaldando la mayoría de los libros de nuestro presente canon del A.T., pero
no presenta ningún libro de los apócrifos como canónico.
III. ¿Cuándo fueron incluidos en el Canon?: Los judíos nunca aceptaron estos libros como Escrituras,
pero en toda la historia temprana de la iglesia hubo una opinión dividida. La evidencia cristiana más temprana
va decididamente en contra de considerarlos como Escrituras, pero el uso de los apócrifos gradualmente
aumentó en algunas partes de la iglesia hasta el tiempo de la Reforma.
El hecho de que Jerónimo incluyó estos libros en la Vulgata latina (concluida el 404 d.C.) dio respaldo a su
inclusión, aunque el mismo dijo que no eran “libros del canon” sino meramente “libros de la iglesia” que eran
útiles y provechosos para los creyentes; y el amplio uso de la Vulgata Latina en siglos siguientes garantizó su
continuidad.
En la versión Septuaginta (en griego) y en la Vulgata (en latín) estos libros aparecen repartidos en varias partes
del A.T. Martín Lutero fue el primero que los separó en 1534 cuando terminó la traducción de la Biblia al alemán
de los idiomas originales, hebreo y griego. Y ya que no encontró los libros apócrifos en la Biblia Hebrea, los
tradujo al final y los colocó entre el A.T. y el N.T.
No fue sino hasta 1546, en el concilio de Trento, que la Iglesia Católica Romana oficialmente declaró que los
apócrifos eran parte del canon; como respuesta a las enseñanzas de la Reforma Protestante que se extendían
rápidamente, pues estos libros contenían respaldo para la enseñanza de las oraciones por los muertos; la
justificación por fe más obras; la práctica de las indulgencias, entre otras; así como para sostener que la iglesia
tiene la autoridad de declarar una obra literaria como “Escrituras”. Sin embargo, solo Dios puede hacer que las
palabras sean palabras suyas y dignas de incluirse.
Fue en la primera parte del siglo XIX que por fin se tomó una acción para excluir los libros apócrifos. La Sociedad
Bíblica Nacional de Escocia tomó la posición de que si estos libros no eran la Palabra de Dios dada por
inspiración, ellos no debieran de malgastar dinero imprimiéndolos.
Después hizo una petición a la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, la cual votó en 1827 que no emplearía
ninguno de sus fondos para publicarlos. Desde esa fecha la mayoría de las copias de la versión King James se
han publicado sin tales libros. La versión Reina-Valera se publicó por primera vez sin los ellos en 1850;
actualmente las Biblias que mejor conocemos no contienen tales libros.
IV. Qué diremos entonces en cuanto a la Apócrifa: Hay que reconocer que los libros apócrifos
contienen, con todo y sus errores, material de valor histórico y piadoso; pero el que no tuvieran un original
hebreo que los respaldara, su exclusión del canon judío, así como la falta de citas de ellos en el N.T., llevó a
muchos a verlos con suspicacia, a rechazar su autoridad y negar su inclusión en el canon por la mayoría de
los cristianos.
En el 367 d.C. el líder de la iglesia Atanasio, obispo de Alejandría, hizo una lista de todos los libros de nuestro
canon presente del Nuevo y del Antiguo Testamento excepto Ester. También mencionó algunos libros de la
apócrifa y dijo que estos “en verdad no estaban incluidos en el canon, pero los padres los señalaban para
que los leyeran los que se unían recientemente a nosotros, y que desean instrucción en la palabra”.
La Biblia conocida como la Biblia Grande de 1539 cita en su prólogo la declaración de Jerónimo que esos libros
eran buenos para edificación, pero que no eran autoritativos.
La Biblia de Ginebra de 1560 dio un paso más adelante y afirmó que tales libros no debieran de emplearse para
decidir ningún asunto doctrinal, sino solamente para conocimiento de la historia e instrucción en la vida piadosa.
La actitud oficial de la Iglesia de Inglaterra se expresa en uno de sus Treinta y Nueve Artículos de la Religión. Al
referirse a los libros canónicos dice lo siguiente: "y los otros libros (como declara Jerónimo) la iglesia lee
para hallar ejemplo de vida e instrucción en conducta, pero no los aplica para establecer ninguna
doctrina."
Hoy día, estamos de acuerdo con la sana opinión protestante de los últimos 400 años que estos libros no son
parte de la inspirada Palabra de Dios. De modo que sentimos que no debieran detener ningún lugar en la Biblia,
sino que deben de estudiarse por separado.
Conclusión.- Los libros apócrifos no se deben considerar como parte de las Escrituras, pues en ellos hay
incongruencias doctrinales e históricas; no hay marcas que atestigüen un origen divino; ninguno afirma tener la
misma clase de autoridad que tenían los escritos del A.T.; los judíos, de quienes se originaron, no los
consideraban palabras de Dios, ni Jesús ni los autores del N.T. y contienen enseñanzas incongruentes con el
resto de la Biblia.
Debemos concluir que son solo palabras humanas, y no palabras inspiradas por Dios; tienen valor para la
investigación histórica y lingüística, y contienen una cantidad de relatos útiles en cuanto al valor y la fe de
muchos judíos durante el período posterior a la conclusión del A.T., pero nunca han sido parte del canon y no se
les debe considerar parte de la Biblia. Por consiguiente, no tienen ninguna autoridad obligatoria para el
pensamiento o vida de los cristianos hoy; de tal manera, que no tienen por qué preocuparse que algo se haya
dejado fuera, ni de que se haya incluido algo que no sea palabra de Dios.

En la Biblia hebrea el primer libro lleva el título "Bereshith," "En el Principio." Los judíos acostumbran usar la
primera palabra hebrea de cada libro para darle su título. En nuestras Biblias usamos para los primeros cinco
libros, principalmente los nombres que se usan en la Versión Septuaginta, en griego (la cual se discutirá
después). Génesis es sencillamente la palabra griega para "el principio". Éxodo también procede del griego y
quiere decir "una salida." Levítico debe su nombre al hecho que trata en gran parte de la obra de los sacerdotes
que eran de la tribu de Leví. Números es el equivalente castellano del griego arithmoi, su nombre en la
Septuaginta. El libro relata los dos censos del pueblo israelita, el primero hecho en Sinaí, poco después de la
salida de Egipto, y el segundo en las llanuras de Moab, antes que cruzaran la frontera de Canaán (cap. 26).
Deuteronomio se deriva de dos palabras griegas, déuteros,---segundo,- y nomos,---ley." Describe la segunda
entrega de la Ley de Moisés. La primera entrega fue a la generación de israelitas que salieron de Egipto, y
aconteció en Sinaí. La segunda fue a la siguiente generación, antes que entraran en la Tierra Prometida.

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