Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Capitulo II Conductismo Como Programa de Investigacion
Capitulo II Conductismo Como Programa de Investigacion
camino iniciado por esta pregunta. Nuestra tarea es otra: establecer qué tienen en
común todos ellos, es decir, averiguar cuál es el núcleo central del programa de
investigación conductista.
autores, constituye uno de los rasgos nucleares del conductismo (por ej.. B o l l e s ,
1975; R o t t b l a t , 1987) y que se deriva directamente del asociacionismo. Al asumir
este principio, es obligado, desde el conductismo. negar la eficacia causal de los
estados mentales, por lo que el control de la conducta sigue en cualquier caso re
sidiendo en el medio. Es este tipo de cognitivlsmo «débil» ( B e i li n , 1983), com pa
tible con el conductism o, el que crítica S k i n n e r , (1978) en su célebre artículo
«P or qué no soy un psicólogo cognitlvo». Aplicando el principio de parsimonia,
S k i n n e r (1978) considera que el aparato mental no es sino un «sustituto interno
de las contingencias» y que, por tanto, no aporta nada nuevo al estudio directo
2a T*orias cognbvu del aprendln«*
organismo el que inicia las secuencias asociativas. Pero han de admitir finalmente
que los operantes están controlados por sus consecuencias (S k in n er , 1981). El
reforzamiento es así un requisito del aprendizaje. Es en este sentido en el que el
sujeto del conductism o es pasivo: el aprendizaje no es una cualidad intrínseca al
organismo, sino que necesita ser impulsado desde el am biente (R evusky , 1985).
Este rasgo, característico de toda teoría Tiecanicista (K end ler , 1984), supone una
escasa consideración del carácter biológico del aprendizaje, pero resulta, en to
do caso, coherente con el asociacionismo conductual basado en la idea de la ta
bula rasa.
Igualm ente coherente con esa idea resulta otro de los rasgos atribuidos con
frecuencia al conductism o: la equipotencialidad. Según esta idea, las leyes del
aprendizaje son igualm ente aplicables a todos los am bientes, especies e indivi
duos. Lo que equivale a afirm ar que s ó I d existe una única form a de aprender: la
asociación. A unque se ha p uesto en duda su necesidad lógica ( H e r r n s t e i n ,
1977), este principio se considera com o uno de los cimientos del edificio conduc-
tista (por ej., Bo lles , 1975; R evusky , 1985; Roitblat , 1987; S eligman , 1970). Dado
que el principal objetivo del conductism o es la conducta humana, debe asum ir
que el aprendizaje es un proceso generai, ya que. de lo contrario, no podría gene
ralizar de las simples situaciones artificiales de condicionam iento con ratas a la
conducta hum ana compleja. El conductismo sostiene para ello tres tipos de equi
valencia. En prim er lugar, todos los estímulos o respuestas son equivalentes, es
decir, cualquier estímulo puede asociarse con la misma facilidad y siguiendo las
mismas leyes asociativas a cualquier otro estímulo o respuesta. En otras palabras,
toda situación de aprendizaje estará controlada únicamente por las leyes formales
de la asociación, sin qu e el « c o n te n id o » de los térm inos asociados afecte al
aprendizaje. Esto justifica, com o en el caso de E bb in g ha us (1885), el uso d e ta
reas arbitrarias y alejadas de los contextos naturales a los que luego han de apli
carse sus conclusiones ( B o l l e s , 1975; Selig m an , 1970). Un segundo principio de
equivalencia hace referencia a la universalidad filogenètica de los m ecanism os
asociativos. Este principio responde a una interpretación fixista de la continuidad
filogenètica (C a r r e t e r o . 1986a; d e V ega , 1984). Un último principio, necesario
tras el anterior, establece la equivalencia entre todos los organismos de una mis
ma especie. Es indudable que el conductism o ha despreciado habitualmente las
diferencias individuales. N o podía ser menos: todas las tabulas rasas se parecen.
Una vez más, el asociacionism o conductual niega un valor funcional al organis
mo, com o especie o com o individuo, en el proceso del aprendizaje. Es lícito, por
tanto, afirmar que el conductism o carece de sujeto o que. en último extremo, si lo
tuviera, su «arquitectura funcional» (P y ly s h y n . 1984) sería una réplica de la es
tructura de la realidad, de acuerdo con el principio de correspondencia. Este es el
principal corolario que se deriva de la asunción del asociacionismo en psicología.
Y es un corolario que S kinner (1978), con su coherencia característica, ha sabido
extraer cuando afirma que «la asociación cognitiva es una invención. Aun cuan
do fuera real, no sería capaz d e explicar m ucho m ás que las contingencias exter
nas que le sirven d e m o d elo » (pág. 54 de la trad. cast.).
30 T # o n « j c o g n ilr .M a tl a p re n d u a (e
El neoasoclacionism o cognitivo
C om o consecuencia de las anom alías señaladas y de la incapacidad de res
puesta teórica del conductism o, en los últimos años se ha producido, según al
gunos a u to res (A g u a d o , 1983; B o lle s . 1985a; D ic k in s o n . 1980), una auténtica
revolución paradigm ática en el estudio del aprendizaje animal. El nuevo programa
surgido de e s a revolución supone fundam entalm ente una liberación del núcleo
conceptual del conductism o. elim inando algunas prohibiciones innecesarias, en
especial el rechazo de los procesos cognitivos, al tiem po que profundiza en sus
supuestos asociacionistas (A g u a d o . 1 9 84. 1989; D ic k in s o n . 1980; D ic k in s o n y
Bo a kes . 1981; M a c k in to s h . 1983; R es c q r la . 1980; T arpy . 1985). El a u g e de este
nuevo m ovim iento está vinculado al crecim iento de los estudios sobre cognición
animal (H u l s e , F o w le r y H o n ig . 1978; R oítbla t . 1987; R oitblat , B e v e r y T erra -
CE. 1984; S pear y M iller . 1981). Según RESCORLA (1985, pág. 37): « L a s m oder
nas teorías d e l ap rendizaje en organism os infrahum anos se o cupan principal
m ente d e c ó m o lle g a n los anim ales a representarse su m undo d e una m anera
precisa». M ás concretamente, estas teorías suponen que los animales, en sus in
teracciones con el am biente, se form an expectativas causales que les permiten
predecir relaciones entre acontecim ientos. El aprendizaje consiste en la adquisi
ción de inform ación sobre la organización causal del entorno (D ic k in s o n , 1980).
La form a de adquirir esa información es el establecimiento de asociaciones entre
dos elem entos. Ahora bien, para que el anim al asocie dos elem entos entre sí, no
basta con q u e éstos sean contiguos y contingentes, es necesario adem ás que
proporcionen información sobre una relación causal.
El nuevo program a reconoce la com plejidad de los conocimientos adquiridos
por los animales. Sin em bargo, mantiene com o único mecanismo de aprendizaje
la asociación y com o única variación dentro del mecanismo las diferencias cuan
titativas: « s e asum e que e l conocim iento d e l anim al sobre la relación entre dos
hechos p u e d e siem pre resum irse en un sim ple núm ero: la fuerza d e la asocia
ción qu e h a y entre e llo s » (M a c k in t o s h . 1985. pág. 225). Este m ecanism o tan
simple lograría dar cuenta de la adquisición de representaciones de notable com
plejidad. debido a la considerable capacidad de procesamiento del animal y. so
bre todo, a la propia com plejidad de las relaciones causales que el animal apren
de. En otras palabras, la complejidad reside en el ambiente, no en el animal. Este
se limita, según el principio de correspondencia, a reflejarla: « n o s e considera
que e l organism o ap renda sobre re lac io n e s com plicadas, sino q u e aprende a
causa d e e s a s re la c io n e s » (R e s c o r l a . 1985, pág. 40). En consecuencia, este
asociacionismo cognitivo, de form a similar a lo que sucede con el procesam iento
de información, está más preocupado por la form a en que se representan los co
nocim ientos que po r los propios procesos d e aprendizaje. M ientras éstos son
muy simples, aquéllos son m uy com plejos. De hecho, el concepto central en este
B ceo d uctltm o co m o p r o g f « n « d * invM (lgaei¿n 33
plenamente asumible al suponer que el animal tan sólo aprende relaciones informa
tivas y. por tanto, los estímulos que no proporcionan información predictiva nue
va, que no reducen la incertklumbre ambiental, son desechados por irrelevantes.
En definitiva, el neoasociacionism o supone una reafirmación del principio de
correspondencia, gracias a la cual «norm aliza» algunos datos anómalos. Su po
sición con respecto al principio de equipotencialidad resulta más ambigua. Aun
que se adm ite la existencia de una selectividad en el aprendizaje, no se renuncia a
la existencia de un proceso general de aprendizaje (A g u a d o , 1983; D ic k in s o n ,
1980; R esco rla , 1985). Aunque se renuncia a la extrapolación d e los datos y se
importan modelos de la psicología cognitiva hum ana en vez de exportarlos, no se
especifica cuáles son los límites del aprendizaje asociativo ni la función que éste
cum ple en los humanos. Aunque se reconoce la diversidad ambiental, no queda
claro si todos los am bientes pueden « ap ren d erse« asociativamente o no. Estas
am bigüedades m uestran hasta qué punto la equipotencialidad es un supuesto
inherente al program a asociacionista. El program a puede aceptar ciertas limita
ciones a la equivalencia de los ambientes y los organismos, pero no integrarlas en
sus m odelos teóricos. A pesar del avance que supone con respecto al conductis-
mo tradicional, el neoasociacionism o tiene unos límites explicativos cercanos a
los del propio conductismo, ya que el núcleo central de su teoría no ha cambiado,
sólo se ha «liberalizado».
Por ello, si bien el neoasociacionismo logra superar algunas de las anomalías
que afectaban a aspectos secundarios del conductismo, fracasa ante los desafíos
que van dirigidos al corazón del conductismo, que es también su propio corazón.
En realidad, del conductismo al neoasociacionismo no hay cambio de paradigma
o núcleo central. Los cambios se producen únicam ente en el cinturón protector,
es decir, en los supuestos secundarios del conductismo.
Así, veam os cóm o responde a las anom alías fundam entales sufridas por el
conductismo com o teoría del aprendizaje: la existencia de preferencias selectivas
en el aprendizaje y la falta de correspondencia entre lo que el organismo aprende
y las contingencias reales. Los neoasociacionistas reconocen que no todas las
asociaciones se adquieren con la m ism a facilidad (Dickinson, 1980; R e s c o rla,
1985), pero ello no implica la existencia d e m ecanism os del aprendizaje distintos
de la asociación, por lo que m antienen su creencia en un proceso general del
a p re n d iz a je (p o r e j„ aguado, 1983; Dickinson, 1980; R e s c o rla , 1980; Revusky.
1985). Según ellos, «las relaciones cualitativas m odulan e l éxito d e l aprendizaje,
pero n o pueden cam biar su naturaleza» (RESCORLA 1985. pág. 46). Lo que varía
es el grado en que el animal está biológicamente preparado (Seligman, 1970) pa
ra determ inados aprendizajes, pero no los m ecanism os básicos del aprendizaje,
que siguen siendo exclusivamente asociativos. En otras palabras, se recurre al in-
natismo para evitar los problemas derivados de la naturaleza selectiva del apren
dizaje. pero sin que ésta quede incorporada al núcleo central del programa. En úl
timo extrem o, es algo que tendrán que explicar los biólogos y no los psicólogos
del aprendizaje. Estos, entretanto, siguen trabajando en la m edida de lo posible
con tareas «apreparadas» (Seligman. 1970). es decir, a la vieja usanza asociacio
nista, siguen usando estímulos «neutros», arbitrarios.
El conductism o c o m o program a <]• lrrv»stlgac>¿n 35
tam bién una esperanza para la realización de auténticas investigaciones com pa
radas en el cam po del aprendizaje, que tan necesarias resultan para conocer em
píricam ente los límites no sólo del proyecto asociacionista, sino también del resto
de los program as de investigación.
por estar. Si la posición académ ica del conductismo se tam balea gravem ente, su
posición fuera d e la A cadem ia resulta bastante más holgada, en especial en su
aplicación a la m odificación d e conducta. Si bien es cierto que el trabajo en este
cam po tiende hacia un eclecticismo creciente, una nueva mixtura d e conductism o
y cognitivismo (B o t e l l a 1986; Mahoney, 1974; M a y o r y Labrador, 1984), es jus
to reconocer que la m ayor aportación teórica ha provenido de posiciones con-
ductistas. Aunque las teorías conductistas del aprendizaje sean insuficientes para
dar respuesta a más de un problema relevante en la modificación de conducta, la
supervivencia del conductism o en éste y en otros cam pos depende en gran m edi
da de la aparición de teorías o programas alternativos m ás potentes, con un exce
so de contenido em pírico con respecto a lo ofrecido por el conductismo. En el es
tado acutal de la psicología, más allá de alternativas prácticas com o las terapias
cognitivas (p. ej., M ahoney, y Freeman, 1985), esto equivale a afirmar que los días
de vida del conductism o dependen de la capacidad de la psicología cognitiva. y
más específicamente del procesam iento de información, para proponer una teoría
del aprendizaje teórica y prácticam ente más progresiva que el conductism o y sus
continuaciones actuales. Las próxim as páginas estarán dedicadas a analizar si el
procesam iento de información está en condiciones de lograr tal cosa.
C A P ITU LO III
El p ro c e s a m ie n to d e in fo rm a ció n
c o m o p ro g ra m a d e in ve stig a ció n
Im a g in e n un h e le n is ta , u n e n a m o ra d o d e l g rie g o , q u e s a b e q u e e n su país
a p e n a s si hay niflos estu d ian d o g riego E ste h o m b re viaja a otro país y observa
en c a n ta d o q u e todo el m u n d o e s tu d ia g rie g o , in d u s o los niAos p e q u e ñ o s e n la
esc u e la e le m e n ta l. Asiste al e x a m e n d e un es tu d ia n te que aspira a graduarse en
g rie g o y le p re g u n ta : « ¿ Q u é id e a s te n ía S ó c ra te s a c e rc a d e la relación e n tre
V erd a d y B e lle z a ? » . El e s tu d ia n te no sabe- qué responder. Pero c u a n d o le p re
gunta: « ¿ Q u é le d ijo S ócrates a Platón en e l Tercer S im p o s io ? » , al estudian te
se le ilu m in a el rostro y a rraca « B m rrr-u p » y le suelta entero, p alabra por p a la
bra, e n un g rie g o m aravilloso, to d o k> q u e S ó crates dijo.
¡Pero d e lo q u e S ócrates h a b la b a e n el T ereer S im posio era d e la relación e n
tre V erd ad y Belleza!
Lo q u e este helenista d e scub re e s q u e lo s estudian tes d e este otro país a p re n
d e n g riego a base d e p ronu nciar las letras, d e p u é s las palab ras, y d esp u és, (ra
ses y párrafos. Son c a p aces d e recitar, p a la b ra por pala b ra , to d o lo q u e S ócra
tes dijo, sin darse c u e n ta d e q u e esas p a la b ra s e n realidad significan a lg o . Para
lo s e s tu d ia n te s no son m á s q u e sonidos artific ia le s . N a d ie las ha traducid o en
p a la b ra s q u e los estudian tes p u e d a n c o m p re n d e r.
FVchard F eynm an. ¿Está usted d e brom a. Sr. F e y n m a n ">
motivo del Segundo Sim posio sobre Teoría de la Información celebrado en el M as-
sachusetts Institute of Technology (M .I.T.). Allí se reunieron figuras tan relevantes
para la psicología cognitiva c ontem p oránea co m o C h o m s k y , N e w e ll . S im ó n y
G.A. M iller , que es quien propone esa fecha com o origen del nuevo movimiento
(véase K essel y B evan . 1985; tam bién G a rdner , 1985 o B ru ner , 1983). Tanta pre
cisión parece excesiva, pero lo que sí es cierto es que el año 1956 suele «co n sen
suarse» com o fecha d e inicio d e la nueva psicología cognltiva. Ese año se publi
caron algunos d e los trabajos fundacionales del nuevo movimiento, que no sólo
marcaron la dirección que habían d e tom ar los acontecim ientos futuros sino que
también, retrospectivam ente, nos informan d e las principales influencias que ayu
daron al triunfo d e la «re vo lu ció n » 1.
Aquel a ñ o vió la luz un artículo d e G.A. M ille r (1956) que ocupa ya un lugar
propio en la historia d e la psicología. El artículo se titulaba «E l m ágico núm ero
siete más o m enos dos. Algunos límites d e nuestra capacidad para procesar infor
m ación» y en él, M ille r , basándose en las ideas de la «Teoría d e la C om unica
ción» d e Shannon (1948) y otros autores, sostenía que los seres hum anos tene
mos una capacid ad co m o canal d e inform ación lim itada a siete (m ás o m enos
dos) ítems simultáneos. Tam bién aquel año Chom sky daba a conocer sus ideas
sobre la nueva lingüística, basada en reglas form ales y sintácticas, tan próximas a
las form alizaciones m atem áticas, que desem bocaría al año siguiente en la publi
cación de Estructuras sintácticas (Chomsky. 1957). Igualmente, N e w e ll y Simón,
daban a conocer en el Simposio celebrado en el M.I.T. uno de sus primeros traba
jos (The logic theory m achine) en el que presentaban por primera vez un progra
ma de ordenador capaz d e hacer la dem ostración de un teorema. Los trabajos de
estos autores eran tal vez el m ejor exponente d e lo que la tecnología computacio-
nal podía proporcionar a la nueva psicología, com o m uy pronto se dem ostraría
(N e w e ll. Shaw y Simón 1959; N e w e ll y Simón. 1972). Por último, aquel mismo
año B ru n e r. G o o d n o w y Austin (1956) publicarían A study o f thinking, obra capi
tal en la psicología del pensam iento y la solución d e problem as y posiblemente el
trabajo más influyente en la investigación sobre adquisición d e conceptos artificia
les.
En su conjunto, estas obras son suficientemente ilustrativas no sólo d e las in
fluencias recibidas por la nueva psicología cognitiva sino tam bién de los derrote
ros que posteriorm ente ésta iba a tom ar. Tal vez la psicología hubiese acab ado
adoptando un enfoque predom inantem ente cognitivo aunque no se hubiese pro
ducido la revolución tecnológica impulsada por las necesidades bélicas de la Se
gunda Guerra Mundial, dada la propia evolución interna del conductismo. pero el
tipo d e psicología cognitiva que se produjo a partir d e aquel 1956 sólo es com
prensible si se considera com o una consecuencia más del nuevo m undo científi
co abierto por « la s ciencias d e lo artificial» (Simón, 1973). Así lo afirm a B ru n e r
en el contexto del aprendizaje. Por último, nos referiremos a las posibles alternati
vas cognitivas al procesam iento de información.
A pesar de la facilidad concedida por la existencia de un programa dom inan
te, la tarea de definir su núcleo conceptual sigue resultando difícil porque ese pro
grama, a su vez, discurre por dos caminos distintos. l_a concepción del ser hum a
no com o procesador de información se basa en la aceptación d e la analogía entre
la m ente hum ana y el funclonam ineto d e un com putador. Para ser exactos, se
adoptan los program as de com putador com o metáfora del funcionamiento cogni-
tivo humano. Esta analogía está en cierto m odo basada en el «test de T u r in g » ,
según el cual si la ejecución de dos sistemas de procesam iento en una determi
nada tarea alcanza tal semejanza que no pueden distinguirse el uno del otro, am
bos sistemas deben considerarse idénticos. Existen dos versiones de esta m etá
fora ( de V ega , 1982). Mientras que la versión fuerte adm ite una equivalencia fun
cional entre am bos sistemas, la versión débil se limita a aceptar parte del vocabu
lario y d e los conceptos de la inform ática, sin llegar a afirm ar esa equivalencia.
Aunque esta distinción es real, para los propósitos de nuestro trabajo no resulta
dem asiado esclarecedora. Ello se debe a que mientras la versión fuerte de la m e
táfora -q u e es la adoptada por la inteligencia artificial y por la ciencia cognitiva-
especHica claram ente sus presupuestos, ya que adopta un sistema bien definido
com o modelo, la versión débil resulta am bigua, al no especificar los límites de la
aceptación de la metáfora. Com o en las viejas adivinanzas, podemos preguntarle
a alguien que asum a la versión débil en qué se parece la mente humana a un pro
grama de com putador. Si la respuesta es: « e n que am bos tienen representacio
nes con eficacia cau sal» o « e n que am bos procesan inform ación», la metáfora
será trivial a m enos que se especifique en qué consisten esas representaciones o
cóm o se procesa exactam ente la información. Pero los partidarios de la versión
débil no logran siquiera definir con precisión lo que es la información (por ej., P al
m er y Kim c h i , 1986). En estas condiciones, el procesam iento de información, en
su versión débil, es un programa vago y difícilmente analizable. Por ello, en nues
tra búsqueda de los postulados básicos del procesamiento de información, consi
deraremos que sólo la versión fuerte constituye un programa coherente y contras-
table. Según esta idea, el hom bre y el com putador son sistemas de procesamien
to de propósitos generales, funcionalm ente equivalentes, que intercambian infor
m ación con su e n to rn o m e d ia n te la m a n ip u lació n d e sím bolos. S eg ú n esta
concepción, tanto el ser hum ano com o el com putador son verdaderos «informí-
voros» (P y l y s h y n , 1984), son sistemas cognitivos cuyo alim ento es la informa
ción; y aquí la información tiene un significado matemático muy preciso de reduc
ción de la incertidumbre.
Al igual que hicimos en el caso del conductismo, la Figura 3.1 pretende desta
car los rasgos centrales y periféricos más importantes del procesamiento de infor
mación com o enfoque psicológico. Tam bién aquí, la adscripción de una caracte
rística, bien al n ú d e o central o bien al cinturón protector, puede ser controvertida
y dependerá no sólo d e la perspectiva teórica adoptada sino tam bién del área
desde la que se analice, en este caso el estudio del aprendizaje.
Com parando la Figura 2.1, que recogía los rasgos esenciales del conductis-
T«ori«» cognitNma <M apresa
Ahora bien, todos estos cambios producidos afectan a características que he
mos considerado externas al propio núcleo central del programa conductista y
por tanto, según las ideas de Lakatos (1978), no suponen necesariamente la exis
tencia de un cambio d e programa de investigación en el estudio del aprendizaje.
Para averiguar si esto es así realm ente es necesario analizar cuál es el núcleo
central del procesamiento de información.
El supuesto fundamental del procesam iento de información, tal com o lo co
nocemos, es la llamada descom posición recursiva de los procesos cognitivos,
por la que «cualquier hecho informativo unitario puede describirse de modo más
completo en un nivel más específico (o ’inferior1) descom poniéndolo en sus h e
chos informativos más sim ples» (P alm er y Kim c h i , 1986, pág. 47). En otras pala
bras. cualquier proceso o ejecución cognitiva puede ser comprendido reducién
dolo a las unidades mínimas de que está compuesto. Esas unidades más peque
ñas, que tienen una naturaleza discreta en lugar de continua, se unen entre sí has
ta constituir un «program a». Las reglas mediante las que se unen tienen también
propiedades significativas: las distintas partes (o subprocesos) en que puede des
componerse un programa (o proceso) consumen tiempo de un modo serial y adi
tivo. Este postulado de la linealidad y aditividad en el procesamiento de informa
ción descansa además en el supuesto d e la independencia entre las distintas par
tes o segmentos del proceso y está a la base del uso de la cronometría mental, o
medición de los tiempos de reacción, com o uno de los métodos más eficaces pa
ra el estudio del procesam iento de información hum ano (por ej., C o l u n s y Qui-
lian , 1969; POSNER, 1978; S ternberg , 1969). En otras palabras, se supone que las
computaciones son aditivas, seriales e independientes entre sí, dado que la natu
raleza de una de esas computaciones no afecta al tiempo consumido por las res
tantes. Así. por ejemplo, en los modelos de memoria semántica, el tiempo de pro
cesamiento es función del número d e nodos o del «esp acio» (ROEDíGER, 1980)
recorrido, así com o de la frecuencia de activación de esos nodos, pero no de su
contenido o naturaleza (por ej.. A n d e r s o n . 1983; C o llin s y LOFTUS. 1975). Aun
que están com enzando a aparecer m odelos que postulan un procesam iento al
menos parcialmente en paralelo (por ej.. A nderso n , 1983; H olland y cois.. 1986;
R umelhart . M c C lelland y grupo PDP, 1986). en lugar de un procesamiento ple
namente serial, sigue manteniéndose el supuesto de que los procesos cognitivos
son descomponibles en unidades u operaciones más simples, independientes en
su contenido y de carácter discreto.
De la característica anterior se deducen otros rasgos importantes del núcleo
conceptual del procesamiento de información. Uno de ellos es que los programas
de computador y el funcionam iento cognitivo hum ano están definidos por leyes
exclusivamente sintácticas: se ocupan d e determinar las reglas mediante las que
esas unidades se agregan hasta constituir procesos complejos. Otra forma de ex
presar esto mismo es afirmar que tanto el ser humano com o el computador están
concebidos com o sistemas lógicos o matemáticos de procesamiento de informa
ción. constituidos exclusivamente por procedimientos formales. Esta afirmación
resulta trivial en el caso del com putador pero, en su aplicación a la psicología, im
plica considerar la suficiencia o coherencia lógica com o criterio rector del proce
4« T eo ría* co g m lr.iM <V*i apian d iM v»
samiento (D€ V ega , 1981). Así. para que el procesamiento se lleve a efecto han de
estar definidas, sin ninguna am bigüedad, las sucesivas operaciones que el siste
ma debe realizar ( de V e g a , 1982). Esta naturaleza sintáctica del sistem a queda
claramente reflejada en su definición c o m o un procesador de propósitos genera
les. En otras palabras, se está afirm ando que la lógica com putacional es suficien
te por sí m isma para representar cualquier conocimiento, lo cual pone en duda su
capacidad para enfrentarse a las dos grandes anom alías observadas en el con-
ductismo e n relación con los principios d e equivalencia y correspondencia, sobre
los que volverem os más adelante.
Existen otros supuestos im portantes del procesam iento de infofm ación que
se derivan d irectam ente d e su acep tación de la m etáfora com putacional. Entre
ellos están la irrelevancia de la cultura y la afectividad (G a rd n e r, 1985; de Vega.
1985b) y d e los factores filogenéticos (de Vega. 1982/1983) y ontogenéticos (C a r
re te ro . 1986a). Obviam ente no es que la ciencia cognitiva niegue la existencia de
estos factores, pero « c o n s tru y e » un sistem a de procesam iento al m argen de
ellos. Esta restricción es m uy importante para com prender el program a de investi
gación del procesam iento de inform ación y sus posibilidades de ofrecem os una
teoría del aprendizaje. Pero es tam bién relevante para juzgar otro d e los rasgos
que suele atribuirse al núcleo central d e este program a. Es ya casi un lugar co
mún afirmar que. por oposición al conductismo. el procesamiento d e información
prop orcio na una concepción «c o n s tru c tiv is ta » del ser hum ano (p o r ej., Chi y
Rees, 1983; Lachman. Lachman y B u tte r fie lo . 1979; M a n d le r. 1985; P a lm er y
Kimchi. 1986; S h u e ll, 1986). La idea constructivista (o negación del principio de
correspondencia que en el capítulo anterior consideramos com o una de las ideas
nucleares del conductismo) se basa en la existencia de una mente qu e mediante
procesos dirigidos «desde arriba» (top-dow n) determina la forma en que la infor
mación será procesada y la naturaleza de las representaciones «construidas»
por el sujeto. Por tanto, si el constructivismo, com o antítesis del asociacionismo
conductista, presupone la existencia de una mente, debem os indagar en la teoría
de la m ente propuesta por el procesam iento de información. Sólo así podremos
saber si el nuevo programa abandona los principios de equivalencia y correspon
dencia del asociacionismo, con lo que implicaría un cam bio radical con respecto
al conductismo. o si. por el contrario, se mantiene fiel a la doctrina asociacionista.
Estos cuatro puntos han sido casi t a i extraños al procesam iento de informa
ción como lo habían sido antes al conductismo. Sin embargo, actualmente se no
ta un interés, o una necesidad, por incorporar algunos de estos aspectos al siste
ma de procesam iento (por ej., M an dler , 1985). Es dudoso hasta qué punto esto
es posible.
La conciencia es uno d e los grandes ausentes en el program a cogritivo d o
minante. Según revela un reciente análiss del contenido de los manuales de Psi
cología Cognitiva realizado por C arretero (1986a) la conciencia es uno de los te
mas cognitivos q u e con m enos frecuencia se incorpora a esos m anuales (los
otros dos grandes olvidos son significativamente el desarrollo cognitivo y el apre-
dizaje, tema al que volverem os en el próximo apartado). N o obstante, existen en
el procesam iento d e inform ación conceptos asim ilables al problem a de la con
ciencia ( de V e g a , 1982), tales com o la «atenció n selectiva» (B ro adb ent , 1958;
Ruiz V argas y B otella , 19 81 ,1 9 87 ; T reism an , 1969) o la existencia de «procesos
de control» (P o s n e r , 1978; S h iff r in y Sc h n e id e r , 1977, 1984) o la misma con
cepción de la m em oria a corto plazo com o una «m em oria de trabajo» (B adoeley ,
1986; Badoeley y H it c h , 1974; H ítc h , 1385).
Sin embargo, este tipo de conceptos responden a una concepción aasiva o
mecánica de la conciencia. Pero la conciencia tiene tam bién una dimensión cons
tructiva: ix) se limita a ser un espejo que refleja lo que sucede en nuestra mente,
sino que. com o los espejos m ágicos en los que se miran los personajes de algu
nas obras de V alle I nc lan , modifica lo que en ella se refleja. Este carácter cons
tructivo de la c o n c ie n c ia , qu e siem p re ha e s ta d o presen te en autores c o m o
V yg o tsk i o P iaget (por ej., M o r e n o . 1989) está siendo recuperado a p arir de las
investigaciones d e M a r c e l y otros autores sobre procesam iento inconsciente
(M arcel . 1983; tam bién Le w ic k i , 1986; T udela , 1985). Tam bién se ha señalado la
función constructiva de la conciencia en el aprendizaje. Sin embargo, esta con
Taoria» c o g n e v a » d a l aprand aa^a
ciencia constructiva resucita la vieja idea del «hom ún cu lo» que desde dentro de
la m ente controla y dirige el procesam iento. N o se limita a encender la luz en el
cuarto oscuro del procesam iento, sino que la enciende « p a ra » algo: rem ueve las
cosas y las cam bia d e sitio y, lo que es peor, hace trabajar a otros. Tanto atrevi
miento es difícil d e aceptar por el procesam iento d e información. Dado su m eca
nicismo, difícilmente puede explicar la naturaleza intencional d e la conciencia.
La in te n c io n a lid a d , el segundo d e los rasgos d e la m ente destacados por
S e a rle (1984), se halla aparentem ente presente en el procesam iento de informa
ción. Se habla d e las secuencias m edios-fines y del establecim iento d e m etas y
objetivos (N e w e ll y Simón. 1972; Simón, 1978). Sin em bargo la solución dada por
la ciencia cognitiva es más próxim a a la de S kinner (1953, 1981) que a la d e T o l-
man (1932). Los sistem as d e procesam iento no tienen propósitos ni intenciones,
únicamente la satisfacción d e ciertas condiciones «d isp ara» la búsqueda d e cier
tas m etas En este sentido es d a ra la sem ejanza entre los sistemas de producción
(o pares condición-acción) habitualm ente utilizados por la ciencia cognitiva y las
asociaciones E-R del condu ciismo tradicional (por ej.. A nderson, 1983; H o lla n d
y cois., 1986; Neches, Langley y K la h r, 1987; tam bién Cap. VI d e este libro). Así,
los programas d e ordenador no tienen intenciones sino que únicam ente se hallan
«reforzados por las consecuencias». El concepto de intencionalidad es más exi
gente (por ej., B ru n e r, 1984; Rivière y C o ll, 1986) y requiere la introducción de
otros tipos de explicación adem ás de la causal, com o son las explicaciones teleo-
lógicas o finales (P in illo s , 1980). Este tipo de explicaciones son un recurso habi
tual en varias disciplinas sociales (B o r g e r y C io ffi, 1970; v o n W rig h t, 1971) y
son habitiialm ente usadas por las personas para com prender los fenóm enos so
ciales (P ozo. A sensio y C a r r e te r o . 1986) y psicológicos (Buss, 1978; K e lle y ,
1967; K e lle y y M ic h e lla . 1980). Sin em bargo, se hallan proscritas de la psicología
com o consecuencia d e su alineam iento entre las ciencias naturales a partir del
triunfo dei conductismo. Es otra de las prohibiciones que el procesam iento d e in
formación ha heredado del conductism o. com o consecuencia d e su aceptación
de un m odelo de explicación mecanicista por el que las únicas explicaciones ad
mitidas son las causales. F o d o r (1968) ha dem ostrado que no es posible reducir
las explicaciones teleológicas a relaciones causa-efecto y con ello ha establecido
la imposibilidad d e que el procesam iento d e información asum a la naturaleza in
tencional de la mente.
Al no adm itir la intencionalidad, difícilmente puede el procesam iento de infor
m ación asum ir la subjetividad d e los estados m entales. Esta subjetividad hace
alusión a la existencia d e «contenidos cualitativos» en la conciencia. Tales conte
nidos son intratables por el procesam iento d e información, com o ha dem ostrado
el propio F o d o r (1981) con el ejem plo del « e s p e c tro invertido»: dos personas
que percibieran un determ inado estímulo con colores distintos pero se com porta
sen ante él d e la misma form a serían equivalentes, no podrían ser distinguidas por
el procesamiento d e información (un magnífico ejem plo del «test d e T u rin g » ). De
hecho, es dudoso que pueda ni siquiera dar cuenta d e la existencia de «estados
m e n ta le s » , d a d o q u e éstos tie n e n un c a rá c te r s e m án tic o y to d o s los p ro c e
sos mentales postulados son exclusivamente sintácticos (F o o o r. 1984). En el pró
8 p ra c «M w n i«n to d * In fo rm a ció n c o m o p f o g r a m « d e in w ttíg a c ió n 49
1977). Sin embargo, el intento más serio de superar las limitaciones del asociacto-
nism o d e s d e d e n tro d e la c ie n c ia cognitiva proviene p re c isa m e n te de Jerry
F od or. A pesar de que sus reflexiones tengan, significativamente, un escaso eco
dentro de la ciencia cognitiva. F o o o r s ip o asumir los límites del asociacionismo
com píitacional y buscar una salida coherente a los dos grandes problemas m en
cionados. En relación con el aprendi2aje de significados, la posición de F o d o r, es
radical: «P o r m i parle, pondré d e relieve no sólo que no existe ninguna teoría d e l
aprendizaje, sino que, en cierto sentido, no podría existir ninguna; la idea misma
de un ap rendizaje d e conceptos es, a mi juicio, confusa*> (F o o o r, 1979, págs.
187-188 de la trad. cast ). El origen d e esta confusión no es otro que la paradoja
del significado. En opinión de F o d o r (1975, 1979, 1980) la única teoría posible del
aprendizaje de conceptos tendría que basarse en la com probación de hipótesis a
partir de una matriz de contingencias.El problema reside en que los mecanismos
de com probación se limitan a seleccionar entre las creencias o significados dis
ponibles. aceptando unos y rechazando otros, pero no pueden explicar la apari
ción de significados nuevos. Por eso. toda teoría del aprendizaje se convierte úni
camente en una teoría de la «fijación de creencias», pero no explica el origen del
«cam p o de creencias». F o d o r (1979, 1980) piensa, al igual que Chomsky (1957,
1980), qu e el ú nico origen posible d e esas creencias es el innatismo. C o m o el sis
tema es incapaz de generar nuevos primitivos semánticos, todos los significados
han de ser innatos, a la espera d e ser ««fijados» o descubiertos. Una vez más,
cuando tiene que enfrentarse a la existencia de los significados, la psicología a c a
ba regresando a la caverna de P l a t ó n . Com o el esclavo M e nó n en su diálogo so
bre la geom etría, los procesadores com putaclonales no aprenden sino que se li
mitan a descubrir el conocim iento que siempre ha anidado, oculto y ovillado, en
ellos.
Por tanto, es obvio que para el procesamiento de información no construimos
significados; sim plem ente los reconocem os cuando los encontram os en el viejo
baúl de los conocim ientos heredados, os «activam os» (C am pbell y B ickhard ,
1987). ¿Pero quién los reconoce? Fo d c r tam bién se ha enfrentado al problem a
de la organización, especialmente en su libro The m odularity of m ind (La m odula-
ridad d e la m ente) (F o d o r , 1983). La solución ofrecida por Fo o o r es postular la
existencia d e «m ódulos m entales» funcionalm ente autónom os y encapsulados,
especializados en determ inados tipos de procesamiento. Estos módulos serían in
natos y funcionarían con independencia del resto del sistema. De esta forma, en
lugar del tem ido « h o m ú n cu lo », F o d o r (1983), al igual que D enn ett (1978), pro
p o n e u na p r o life r a c ió n d e p e q u e ñ o s « h o m ú n c u li» o , p a ra s e r e x a c to s ,
«funcionarúnculi»: pequeños funcionarios, burócratas de la mente, encapsulados
en sí mismos, impenetrables, realizind c m ecánicam ente su función sin que nin
guna instancia superior supervise su trabajo y sin enterarse de lo que sucede en
el resto de los módulos.
El sistema m odular de F o d o r (19831. a pesar de esta caricatura, tiene la ele
gancia de las propuestas coherentes y contiene adem ás ideas de notable interés
(véase al respecto M artin C o r d e r o , 1986; P ylyshyn y D e m o p o u l o s . 1986; R m é r e ,
1987). Sin em bargo, sus soluciones son sólo parciales. No queda claro cóm o se
0 procautniarto da Información como programa ó * invatiigación 55
TABLA 3.1.
Principales diferencias entre m ecanicismo y organicismo
Mecanicismo Organicismo
Asociacionismo Estructuralismo
escuela, que los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. En dos pala
bras, los organism os, por su propia naturaleza, son m ecanism os cam biantes.
Frente a la concepción estática del mecanismo, en el que todo cambio ha de pro
venir del exterior, los organismos están en continuo cambio. Y una de esas cosas
que cam bian continuam ente son sus conocimientos y destrezas. Para el organl-
cismo, el aprendizaje es una cualidad intrínseca a los seres vivos. Aprender es
una función natural com o el nacim iento, el crecim iento, la reproducción o la
muerte. Por tanto, no se puede estudiar un sistema estático y dejar para más ade
lante el estudio de los mecanismos del cambio. Al contrario, para conocer al orga
nismo, en cualquiera d e sus estados, hay que estudiar los procesos que han he
cho posible ese estado, hay que ocuparse d e los mecanismos del cambio, como
hacen P iaget o V ygotskii. El organismo es un proceso, no un estado. Volviendo a
los remotos orígenes de la psicología, a los que nos referíamos al com ienzo de
estas páginas, hemos de remontamos aún un poco más atrás en el tiempo, hasta
la filosofía presocrática, para encontrar un antecedente adecuado del binomio
m ecanicism o/organicism o. Es la polémica real o imaginaria entre H erá cu to de
Efeso y P a r m é n id e s d e Elea. A H eráclito se le atribuye la idea de que « to d o
fluye». Según su pensamiento, la naturaleza del universo es el cam bio y el m o
vimiento continuo. No podemos bañamos dos veces en el mismo río. no sólo por
que sus aguas no son las mismas, sino porque nosotros tam poco somos los mis
mos. Par m én id e s , por el contrario, pensaba que todo movimiento era aparente:
«N ada es, todo perm anece». El universo es estático, siempre igual a sí mismo.
Tal vez, los tiempos le estén dando la razón a Parm énides ; veinticinco siglos des
pués la polémica perm anece y la psicología cognitiva se halla dividida entre los
partidarios de P arm énides y los de H eráclito .
Pero ¿es posible la reconciliación? ¿Pueden tantos siglos después reconci
liarse H eráclito y P arm énides ? Algunos autores apuestan decididamente por un
sano divorcio: « e s posible que... aquel movimiento fluido representado p o r la 're
volución cognitiva' se transforme en una verdadera escuela. M ejor dicho, en dos
escuelas claram ente contrapuestas. Pero sean bienvenidos los divorcios s i sir
ven para clarificar y ayudan a los hijos a c re ce r más serenamente, lejos d e los
conflictos y d e los litigios continuos d e los padres» (LucciO, 1982, pág. 259 de la
trad. cast.). Según otra opinión. (B eilin 1983). que compartimos, la reconciliación
no sólo es posible sino necesaria. En el fondo, tal vez H erácuto y P arménides no
estén diciendo cosas tan distintas. Puede que compartan el mismo universo. Des
de nuestra perspectiva, en su estado de elaboración actual, ni el mecanicismo ni
el organicismo tienen una respuesta global al problema del aprendizaje. Las limi
taciones del programa asociactonista/mecanicista han sido analizadas con ante
rioridad. Las posiciones del estructuralismo/organicismo son más difíciles de sin
tetizar, debido tanto a su heterogeneidad como, en algunos casos, a su falta de
elaboración. Más que un programa coherente, existen unas cuantas teorías dife
renciadas, algunas d e las cuales se exponen más adelante en la Tercera Parte del
libro. No obstante, todas las teorías del aprendizaje generadas desde posiciones
organicistas coinciden en rechazar los mecanismos asociativos com o procesos
fundamentales de la adquisición d e significados, si bien algunas de esas teorías
E l p < o c « M m i « n t o d * irá o rm * c ió n c o n o p ro g rtv n a d e in w c tig a c tó n 50
rechazan po r com pleto las asociaciones mientras que otras las adm iten aunque
no com o m ecanism os causalm ente suficientes.
Ahora bien, com o señala O v e r t o n (1984), no es posible coordinar dos pro
gramas tan diversos cuyos núcleos centrales se oponen, a menos q ue se acepte
que am bos program as se ocupan de niveles explicativos distintos. N o se trata de
generar «m o d e lo s m estizos» que acab an por hacer patentes las insuficiencias e
incompatibilidades de los dos program as « m ezclad o s». Se trata m ás bien de in
tegrarlos. E n nuestra opinión, que q u e d a rá justificada en los próxim os capítulos,
tal integración sólo es posible a partir de una aceptación de la concepción organi-
cista y, por tanto, de un rechazo del reduccionism o mecanicista, que sin em bargo
no obliga a negar la importancia del aprendizaje asociativo. Un organism o puede,
a cierto nivel de análisis, concebirse c o m o un m ecanism o, pero un m ecanism o,
que nosotros sepam os, no puede convertirse en un organism o. El aprendizaje
significativo es una cualidad que define a los organismos, no a las m áquinas. Si
hasta la fecha ha sido imposible generar vida a partir de la materia inerte, asimis
m o parece difícil lograr que esa misma m ateria aprenda o sim plem ente posea una
mente. Por tanto, el m ecanicism o no puede ser el m odelo esencial del sujeto cog-
nitrvo. aunque sin duda puede ser útil para comprenderlo en la m edida en que ese
sujeto es tam bién, en parte, un mecanismo.
Cada una de estas dos perspectivas o «culturas» en el estudio psicológico
del ap rendizaje ha d ad o lugar a un buen núm ero d e teorías y m odelos específi
cos. D ado q ue los problem as relevantes para uno y otro enfoque suelen ser dife
rentes, esas teorías se ocupan de áreas d e investigación distintas y, po r tanto, se
apoyan en datos experim entales propios, por lo que la convergencia entre am bos
enfoques es escasa. La reconstrucción d e la familia de teorías del aprendizaje de
be com enzar por encontrar unos problem as o unas áreas de investigación com u
nes a los d os enfoques reseñados. Una d e las pocas áreas en que los dos enfo
ques. y las teorías a que dan lugar, convergen es en el estudio del origen de los
significados. La m ayor parte de las teorías del aprendizaje que se están desarro
llando a c tu alm en te co n una o rientación cognitiva se ocupan, c o m o uno de sus
problem as m á s relevantes, d e la form a en que se adquieren los significados. En
casi todas las áreas d e estudio del aprendizaje se ha llegado a la convicción de
que la conducta y el conocim iento de los sujetos están determ inados por el signi
ficado que atribuyen a sus propias acciones y a los cam bios ambientales. Los es
tudios recientes sobre el aprendizaje anim al (por ej.. Dickinson, 1980; N ilsson y
A rc h e r, 1985; Tarpy, 1985) nos m uestran a las ratas y a las palomas adquiriendo
«expectativas causales» que determ inan su conducta. Entre las nuevas orienta
ciones de la m odificación d e conducta, se está reconociendo la « p rim a c ía del
significado» (M ahoney, 1985) que im plica la necesidad de provocar una reestruc
turación en las Ideas del paciente o en el significado que atribuye a sus acciones
y a las de lo s d em ás (p or ej.. Avia. 1984; G uidano y L io tti, 1985; J o y c e-M o n iz,
1981. Raimy, 1985). Asimismo, la psicología cognitiva. basada en un enfoque com -
putacional, está cada vez m ás interesada en el estudio del significado com o la ba
se d e to do el edificio cognitivo (por ej., F o d o r. 1987; P y lysh yn y Dem opoulos,
1986).
ge Tm p A b eagpniiw ii dMl BprftndtzBi#
Por todo ello, con e< fin de revisar las diversas teorías del aprendizaje de con
ceptos basadasiianto en un enfoque mecanicista com o organicista,hemos decidi
do centrar la exposición de las teorías eognitivas der aprendizaje en el aprendizaje
da conceptos porque, al constituir éstos la unidad básica de significados, han sklo
objeto de estudio desde todas las perspectivas teóricas, ya sea com o aprendizaje
dtscrlminativo (HULL, 1900: Spemce, 1936), com o formación y com probación de
hipótesis (B ru n e r, G o o d n o w y Austin, 1966; Khechevsky, 1932; Levine, 1975) o
corno fruto d e diversos tipos de instrucción (A u s u b e l Novak y H a n e S ia n , 1978;
Gagné, 1975, 1905] O del propio desarrollo cognltivo (PwGéT. 1970,1975; VVQOTS-
n , 1934, 1978), De esta form a, podrem os establecer rotaciones erTtre las teorías
propuestas desde estas diversas perspectivas, en busca de una concepdón inte-
gradara y no reduccionista del aprendizaje. Al fin y al cabo, com o en el viejo
cuento de los ciegos que intentaban conocer un elefante al tacto, pero cada uno
de ellos focaba una pane distinta del elefante en la psicología del aprendizaje so
mos muchos los ciegos pero probablem ente sólo hay un elefante, aunque, eso sí,
« u n le ía n te grande y extraño, con muchas facetas», com o dice C la x to n (19B4).
Para poner en orden no sólo las facetas sino también a los ciegos que las estu
dian. es necesario mantener algún criterio clasificador de las diversas teorías del
aprendizaje de conceptos. La dicotomía más frecuente (conduduai/cognitivo) no
resulta adecuada e nuestros propósitos por las rabones expuestas a lo largo de
esta Primera Parte. Teniendo en cuenta esas razones, mantendremos la existen
cia de dos form as principales de concebir el aprendizaje: com o un proceso de
asociación y como un proceso de reestructuración, para finalmente intentar esta
blecer los puentes necesarios entre ambos procesos.