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IV.

La psicología cognitiva

Lic. Ricardo Bur


Aquello que se conoce como “Psicología Cognitiva”, a grandes
rasgos, remite a un cambio de paradigma1 que, en el campo de la
Psicología, no sólo introduce un nuevo lenguaje, sino que además
pone en cuestión el modelo de hombre que el conductismo proponía
hacia principios del siglo XX. A diferencia del sujeto que, como un
animal en un laberinto, era estudiado por los conductistas como
un organismo que simplemente movía palancas, apretaba botones
o aprendía sílabas sin sentido, ejecutando estas tareas en ambientes
controlados, aparece ahora, en el campo de la psicología un nuevo
modelo de sujeto: el “sujeto computador”, capaz también de ejecutar
tareas, pero ahora, tomando decisiones, seleccionando estímulos,
empleando reglas lógicas y estrategias. Así, hace su entrada en
la psicología un ser activo que selecciona, almacena y produce
información, lo que implica que ya no solo se adapta, sino que
cambia y transforma su medio ambiente.

La crisis del modelo de la “Caja Negra”

En 1966, dos psicólogos conductistas, John García y Robert Koelling


publican los resultados de una investigación que ocasiona un enorme
impacto al interior del movimiento conductista de la época. En ella
describen lo ocurrido cuando presentan a un grupo de ratas tres
tipos de Estímulos Condicionados (sabor, sonido y luz) junto con tres
tipos de Estímulos Incondicionados (descargas eléctricas, rayos X y
cloruro de litio inyectado), estos últimos, estímulos que producen
en los animales Respuestas Incondicionadas como nauseas y otros
trastornos viscerales. Curiosamente, los resultados del experimento
mostraron que, luego de varias repeticiones, las ratas asociaban el
malestar gástrico, por ejemplo solo a la presencia del sabor, y no
lo asociaban con la luz o el sonido. Es decir: se podía interpretar
que los estímulos “neutros” de los que hablaba el conductismo, no

1  El término  paradigma  se origina en la palabra griega paradeigma, término que a la vez


se divide en dos vocablos: pará (“junto”) y  deīgma (“ejemplo” o “patrón”). Originariamente
significa patrón o modelo, y en la actualidad se utiliza en un sentido amplio como sinónimo
de marco teórico o conjunto de teorías. El filósofo y científico Thomas Kuhn (1922-1996) otorga
al término su significado más conocido, al utilizarlo para referirse al conjunto de prácticas que
definen una disciplina científica durante un período específico.

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eran tan neutros, y que los elementos que asocia un organismo no
siempre son tan arbitrarios como lo establecía la teoría, sino que,
aún en el aprendizaje asociativo, hay cierta selectividad por parte de
los organismos. Este tipo de anomalías, de las cuales ésta es solo un
ejemplo entre muchísimos otras que se venían verificando desde hacía
ya varios años al interior del programa conductista, contradecían
uno de los núcleos centrales del programa conductista: el de las leyes
de asociación.
No podemos entrar aquí en las discusiones que este tipo de
experimentos provocaron al interior del conductismo (la teoría
psicológica hegemónica en esos años en los EE.UU), solo podemos
afirmar que el llamado posteriormente “Efecto García” será tal vez el
último de los golpes de gracia que recibe la teoría. Lo que sí interesa
señalar aquí es que, como consecuencia de este tipo de anomalías,
y de la incapacidad por parte del programa conductista de ofrecer
respuestas teóricas convincentes a este tipo de problemas, se gesta
un cambio de paradigma organizado alrededor de la idea de liberar
a la psicología del modelo defendido por el conductismo, al que se
denominó modelo “de la caja negra”. Recordemos que este modelo
establecía que, dado que entre el Estímulo y la Respuesta no se puede
saber qué pasa (ya sea porque lo que hay entre ellos es impenetrable o
inaccesible, ya sea porque lo que hay por descubrir es excesivamente
complejo o de muy difícil explicación), se decide no abordar su
estudio. Se entiende que las conductas producidas por los organismos
son al fin y al cabo simples automatismos, cuya estructura interna no
necesita ser desentrañada.
Era necesaria una teoría más progresista que el conductismo, a
efectos de encontrar explicaciones -que hasta ese momento habían
quedado relegadas-, acerca del funcionamiento humano que vayan
más allá de la eficacia en las técnicas de modificación de la conducta.

Los orígenes de la Psicología Cognitiva

En principio, cabría aclarar que cuando nos referimos a la “Psicología


Cognitiva”, estamos hablando de una corriente de psicología que
emprende el estudio científico de procesos cognitivos con los que el
ser humano conoce su entorno (como la percepción, la atención, la

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memoria, el razonamiento, el aprendizaje, etc.). Es decir, que, dicho de
otra manera, este nuevo paradigma tiene como objetivo fundamental
el estudio de los denominados procesos mentales humanos. Y si bien
los inicios de esta corriente no se pueden fechar en ningún momento
preciso, hay algunos indicios importantes que indican que ya en la
segunda parte de la década del ’50 ya estaban ocurriendo, dentro y fuera
del ámbito de la psicología, ciertos sucesos que serían fundamentales
para el desarrollo de esta corriente. Por ejemplo, en esos años se
llevaron a cabo en universidades norteamericanas, importantes
simposios en los que participaban científicos de campos tan diversos
como la matemática, la ingeniería, la psicología, la informática, la
filosofía o la lingüística, pero que tenían algo en común: el interés
por el estudio del conocimiento, razón por la cual se denomina a
estos científicos, científicos cognitivos. Paralelamente, y por fuera de
la psicología, surgieron disciplinas como la cibernética (el estudio
y el control de los sistemas que se retroalimentan, lo que dio pie al
desarrollo de máquinas complejas como robots y computadoras), la
Teoría de la Comunicación de Shannon (que sugiere una analogía entre
la mente humana y los canales de transmisión de la información), a lo
que se sumó el desarrollo de disciplinas tales como la neuropsicología
(debido a las consecuencias de la segunda guerra mundial) que
dejó a muchas de sus víctimas con daños cerebrales que producían
afecciones como las afasias (perdida de la capacidad de producir o
comprender el lenguaje) o agnosias (deficiencias en la percepción
que impide reconocer los objetos), todas enfermedades relacionadas
con procesos cognitivos, respecto de los cuales la psicología debía
comenzar a dar respuestas. En 1956 también se publican algunos
trabajos fundacionales de este movimiento, como el artículo de
George Miller “El mágico número siete, más o menos dos. Algunos
límites de nuestra capacidad para procesar información”, en el que
el autor sostiene que los seres humanos poseemos una capacidad
limitada a siete elementos (más o menos dos) en nuestra “memoria
de corto plazo”, el libro de Noam Chomsky Tres modelos para la
descripción del Lenguaje, o el libro del psicólogo Jerome Bruner Un
Estudio del Pensamiento.

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¿Es el cognitivismo una revolución?

En muchos manuales de psicología es común encontrar que se habla


de “la revolución cognitiva”, pero: ¿es correcto plantear al nuevo
movimiento como un cambio paradigmático revolucionario? Se
puede observar, en principio, que el cognitivismo prevalece sobre el
conductismo no tanto porque presenta una teoría unificada (como
veremos más adelante, esto no va a ser posible, sino que una de
las características intrínsecas de este movimiento es su negativa a
elaborar grandes teorías totalizantes, optando por el desarrollo de
un conglomerado de “microteorías” que apuntan a dar respuesta a
problemas puntuales relacionadas cada una con su respectiva área de
estudio), sino por las expectativas que crea en la comunidad científica,
en momentos de grandes cambios sociales y culturales producto de la
revolución tecnológica (que aún estamos atravesando).
Sí se puede afirmar que el movimiento cognitivo produce
un refinamiento en los métodos y en algunos conceptos centrales
del conductismo, -a los cuales absorbe, más que elimina-, aunque
reinterpretándolos en clave cognitiva, y es precisamente en el cuerpo
teórico de la psicología cognitiva en donde los cambios son más
importantes. Nadie puede aceptar hoy que el modelo de aprendizaje
del conductismo pueda explicar todas las conductas posibles, y lo
mismo se podría afirmar si relacionamos a la psicología cognitiva con
los desarrollos de la psicología clásica creada por Wundt en Alemania a
partir de la fundación del primer laboratorio de psicología experimental
en Leipzig, en 1879. Se afirma que la psicología cognitiva es una vuelta
a aquella psicología wundtiana, porque se retoman los fenómenos de
conciencia como objeto de estudio, aunque cabe aclarar que ni la
caracterización que los cognitivos hacen de la conciencia, ni la forma
de abordarla es la misma, ya que los fenómenos ahora se estudiarán
con un programa metodológico e instrumentos que, como veremos a
continuación, no son en absoluto aquellos que utilizara Wundt.

La “Metáfora Computacional”

Como hemos visto, el nacimiento del movimiento cognitivo ha sido


paralelo al surgimiento de la computación. Debido a ello, y dado
que no tenemos acceso directo a los procesos psicológicos implicados

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en la resolución de problemas, el aprendizaje o la memoria, surgió
inicialmente la propuesta de tomar a las computadoras como modelos
del pensamiento humano, como instrumento de trabajo para analizar
datos y para simular procesos cognitivos.
Este uso de comparaciones o metáforas, no es nuevo en Psicología.
Recordemos que una metáfora, en su definición tradicional, implica
la sustitución de una palabra por otra, con el objetivo de que se
produzca una nueva significación. En términos psicológicos, en
cambio, una metáfora puede tener una función cognitiva, ya que
permite pensar algo en términos de otra cosa, para tornar inteligible
aquello que en principio, resulta difícil de conceptualizar. Así, para
explicar el funcionamiento de la mente humana, los psicólogos han
recurrido a lo largo de la historia a distintas metáforas o modelos2,
-que serían algo así como una subclase particular de teoría- que
pueden servir para formular predicciones acerca del funcionamiento
de algo, en este caso, acerca del funcionamiento de los procesos
mentales. Lo importante es tener claro que de ninguna manera estos
autores, -y en este caso, los cognitivos- al construir estos modelos
están representando entidades reales u observables: solo están
organizando guías específicas para la investigación y el desarrollo de
las teorías. Las metáforas o analogías con simplemente un como sí,
muy abstracto (y limitado también) orientado a la respuesta de sus
interrogantes sobre algún campo de problemas, también limitado.
En este caso, al interior de la psicología cognitiva se podrían
encontrar distintos modelos, que se corresponden con distintas
metáforas destinadas a servir de analogías de la mente humana.
Puede ser que alguna de esta metáforas provoquen algún rechazo
(por ejemplo, aquella que compara al ser humano con un ordenador),
pero conviene recalcar, aún a riesgo de sonar reiterativos, que tales
metáforas son de muchísima utilidad a lo largo de la historia del
pensamiento a efectos de diseñar hipótesis y supuestos acerca de
mecanismos que no son directamente accesibles a la experiencia
directa. Las metáforas que desarrollaremos aquí son solo dos:

2  Desde otros marcos teóricos, por ejemplo, se han conceptualizado fenómenos mentales con
analogías tales como una “tábula rasa” (Locke), un “block maravilloso” o un “iceberg” (Freud),
un “canal de comunicación” (Shannon), etc. Son siempre analogías generadoras de hipótesis,
producto de la dificultad para acceder a procesos internos no observables de manera directa.

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1) La Mente como un sistema procesador de información: La
“Metáfora del Ordenador” o Computacional
2) La Mente como generadora de historias: La “Metáfora del
Aparato Narrativo”
1) La Metáfora del Ordenador: La “computabilidad” como
metáfora será la que proporcione a los primeros psicólogos cognitivos,
allá por los años 1950, el aparato conceptual para teorizar sobre la
mente, permitiéndoles modelar el espacio mental como un sistema
simbólico que, al igual que una computadora, manipula símbolos o
representaciones. Así, tanto la computadora como la mente, podrán
ser descriptas en términos de “mecanismos de memoria”, “procesos
de recuperación”, “operaciones” o “algoritmos”, etc. No se piensa
en ningún momento que los componentes o estructura física de
ambos sistemas sean similares: la analogía es simple y exclusivamente
funcional, en cuanto a los procesos que allí se llevan a cabo3.
La metáfora del ordenador se vuelve así punto de referencia y guía
de investigación en los primeros tiempos de la psicología cognitiva,
ya que frente a la “caja negra” de los conductistas, los cognitivos
ofrecen la posibilidad de simular lo que ocurre dentro de ella. En este
modelo de la mente que lleva a cabo procesamiento de información
(expresión equivalente a “computación obedeciendo a las reglas de
un sistema”) no se busca describir la correspondencia entre la mente
y los estímulos externos que recibe ésta, sino cómo es que la mente está
capacitada para elaborar un modelo interno del mundo sin depender
directamente los estímulos. Así, interesa remarcar que cuanto mayor es
la concordancia entre el modelo mental procesado y el mundo al que
se enfrenta el sistema que conoce, mayor es la eficacia adaptativa del
sistema a su entorno.

3  Si bien se puede distinguir entre una “versión fuerte” y una “versión débil” de la metáfora
del ordenador, las similitudes siempre se plantean a nivel del software, nunca del hardware.
La versión débil piensa que el ordenador es una analogía o herramienta formal para plantear
hipótesis de funcionamiento mental, pero nunca se pierde de vista que el sistema cognitivo
que se trata de explicar es el sistema cognitivo humano. La versión fuerte, en cambio, tiene
como objetivos la construcción de programas de ordenador que simulen comportamientos
inteligentes, sin tener en cuenta características humanas, como los errores, ya que se busca que
los programas funcionen correctamente. La versión fuerte es de poco interés para la psicología,
es más utilizada por disciplinas de las ciencias cognitivas (como la inteligencia artificial).

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Para la descripción de los procesos mentales, los psicólogos
cognitivos se centran inicialmente en cómo son elaborados los modelos
mentales acerca del mundo por el sistema cognitivo (y no los motivos
o el por qué). Una vez descripto el cómo, e identificados los pasos del
procesamiento, se puede explicar el funcionamiento mental y hasta
se puede llegar a la simulación del proceso en una maquinaria (como
por ejemplo un robot o una computadora). Esto significa que en este
tipo de arquitectura de la mente, el camino posible del procesamiento
de la información será siempre pautado y tendrá que seguir ciertos
pasos que obedezcan a reglas predefinidas, lo cual implica que para
la explicación de un fenómeno, como por ejemplo, la percepción del
formas o sonidos, se puede plantear una organización jerárquica, en
la que podemos encontrar “vías de entrada”, “pasos intermedios”,
“vías de salida”, etc. Y cuando se quiebra esta jerarquía, quiere decir
que el sistema “no funciona”. Por supuesto, esta forma de modelar el
funcionamiento del sistema cognitivo humano es actualmente criticada
por quedar apegada a una abstracta y rígida secuencialidad, pero es una
muy interesante herramienta formal para plantear hipótesis acerca del
funcionamiento cognitivo humano.
Veamos por ejemplo, las computaciones que realiza un ordenador
a efectos de comprender la analogía construida en el inicio del
movimiento cognitivo: En la práctica, un ordenador o computadora
toma datos de entrada (input) cada vez que apretamos una tecla en
nuestros teclados. Esos datos de entrada serán manipulados por el
sistema de acuerdo con alguno de los programas que tengamos en la
memoria de nuestra máquina (por ejemplo, un procesador de texto,
o una planilla de cálculo). El programa es ejecutado por el procesador
central, que extrae instrucciones de la memoria y las ejecuta. Y luego
del procesamiento, el sistema saca los resultados (output o salida), tal
como los vemos en la pantalla de la máquina.
Con respecto a la noción de “memoria”, ésta es medular en la
computación, y en este modelo psicológico, también se torna central
para explicar el funcionamiento de lo mental (de hecho la memoria
será uno de los temas más estudiados por el movimiento cognitivo.
Valiéndose de este modelo, se comenzó a derribar el mito de que
hay “una” memoria humana (como función monolítica), ya que los
cognitivos llegan a distinguir distintos sistemas, que reciben diferentes

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nombres según el modelo de investigación de que se trate. Aquí,
por ejemplo, solo mencionaremos la clásica diferencia planteada por
Atkinson y Shiffrin (1968) en lo que se ha denominado tradicionalmente
“Modelo Multialmacén”, un sistema estructural en el que diferencian
tres almacenes de memoria distintos:
La Memoria Sensorial: es un sistema que retiene la información de
los estímulos, visuales o acústicos, durante décimas de segundo, con
gran fidelidad y sin ningún tipo de análisis semántico.
La Memoria a Corto Plazo: (MCP) (también llamada “memoria de
trabajo”): Es un sistema con capacidad, pero duración limitada, cosa que
si bien restringe las posibilidades del funcionamiento cognitivo también
permite disponer de estrategias y reglas para hacer un aprovechamiento
óptimo de esas limitaciones (por ej.; vía automatización, tal que
se consuma poca atención; o bien vía repetición de la información,
para poder mantenerla por más tiempo antes de su conexión con los
contenidos de la memoria permanente o de su pérdida definitiva, etc.).
Las operaciones que se pueden llevar a cabo en este sistema, dependen
de los conocimientos almacenados en la Memoria Permanente.
La Memoria a Largo Plazo (MLP) (también llamada “memoria
permanente”): es un sistema que puede conservar nuestros conocimientos
sin limitaciones de tiempo ni de cantidad de información. Lo importante
en este sistema es la organización y selección de los conocimientos, tal
que puedan reutilizarse en nuevas oportunidades y desde las exigencias
de la Memoria de Trabajo.
Cabe resaltar que la memoria de corto plazo recibe información de
origen externo (gracias a la memoria sensorial) como de origen interno
(a través de la memoria de largo plazo), coordinando y controlando
mediante estrategias ambas fuentes de información.
Respecto al olvido, éste es concebido como un mecanismo
adaptativo, que no sólo está implicado en la pérdida de información,
sino también en la reorganización de nuestros conocimientos a medida
que se aprende.
Sistema Capacidad Duración aproximada
Memoria a Corto Plazo De 5 a 9 elementos 15 seg.
Memoria a Largo Plazo Ilimitada Ilimitada

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¿Qué estudia la Psicología Cognitiva, y cómo lo estudia?

En términos generales se podría afirmar que, para la psicología


cognitiva, cualquier acto de cognición constituye un genuino objeto
de estudio, es decir, que éstos son sus unidades mínimas de análisis
(así como “la célula”, o “las clases sociales” son unidades mínimas de
análisis de sus respectivas disciplinas). Pero, una vez recuperados los
procesos cognitivos como objetos de estudio, uno de los principales
problemas es cómo acceder a ellos, es decir, con qué métodos. Por
supuesto, al interior del movimiento cognitivo no hay unanimidad
al respecto, hay quienes recurren a informes verbales de los sujetos
estudiados (lo que implicaría volver a la introspección, tan criticada
en su momento), mientras que otros sostienen que con este tipo de
informes se accede solo a cierto tipo de procesos mentales, pero no a
todos, lo cual también es verdad.
Lo cierto es que la novedad que trae la psicología cognitiva en
términos metodológicos, lo que ha cambiado realmente con respecto
a épocas anteriores, es la utilización de la simulación cómo método o
mecanismo para abordar el estudio de los fenómenos mentales. Será
esto lo que permita desarrollar abundante investigación empírica,
muy rigurosa, ya que, simulando en modelos computacionales, por
ejemplo, se pueden estudiar las formas de resolución de problemas,
de memorización o de aprendizaje.
De todas maneras, la adopción de este tipo de modelos,
circunscribió a la Psicología Cognitiva al estudio de lo que podemos
denominar ‘una sintáctica de la mente” (sintáctica: relaciones de
combinación) que tiene grandes límites, ya que así, la psicología
cognitiva no pudo o no supo atender a la significación de los contenidos
que se procesan y al sentido contextual de la conducta humana. Se llega
así a una extrema formalización de los procesos estudiados, lo que
le vale al modelo su fortaleza y su debilidad al mismo tiempo. Con
respecto a la fortaleza, esta tiene que ver con la fuerza explicativa del
modelo, que le ha permitido explicar -tal vez como nunca antes en
la historia de la psicología- fenómenos complejos relacionados con
el conocimiento humano, lo cual implica también el desarrollo de
modos de intervención en áreas de trabajo clínico, pedagógico, de
rehabilitación, etc. Con respecto a sus debilidades, el enfoque del

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procesamiento de información, además de ser impermeable a variables
tales como la cultura, la historia o lo social, ha recibido la merecida
crítica de ser excesivamente mecanicista, en tanto que lo central fue
describir y explicar el funcionamiento de mecanismos mentales
presentes en la determinación de las conductas, sin tener en cuenta
la interconexión múltiple existente entre los procesos psicológicos
estudiados (memoria, percepción, razonamiento, etc.), los cuales son
abordados en general por separado, con lo que se pierden los efectos
de totalidad y al fin, el sentido global de la experiencia humana.
Tal como hemos visto, desde esta perspectiva los procesos
psicológicos son vistos como secuencias, que van desde un punto
de partida hasta llegar a una meta. Podríamos pensar así en lo que
ocurre (Rivière, 1990) cuando un alumno de escuela primaria, en la
hora de matemáticas, se enfrenta al siguiente problema:

58 + 67 = ¿?

Desde el sentido común, se podría decir que resolver esta


operación matemática no generaría ningún problema, ya que estamos
frente a una operación muy sencilla. Pero veremos que estamos
frente a una operación muy sencilla... aparentemente. Recordemos
que, desde la perspectiva cognitiva, la conducta de un sujeto siempre
puede ser explicada en términos de “entidades mentales”, es decir que
en este caso, con seguridad se están produciendo en el sujeto que lee
el problema, procesos psicológicos muy complejos de razonamiento
o de memorización... Por otro lado, dado que el sujeto es reconocido
como un elaborador activo de información, desde el punto de vista
cognitivo el aprendizaje o la solución de una tarea no se reduce a
adquirir una u otra respuesta (tal como lo plantearía el conductismo),
sino que implica el dominio de mecanismos activos de construcción
de nociones y la asimilación de éstas a los conocimientos previos.
Así, una perspectiva cognitiva intentará dar cuenta de los mecanismos
que están presentes en la situación que aquí planteamos. Veremos que
detrás de esa aparente sencillez se encuentra un mundo complejo, ya que
si invitamos al alumno a que explique qué hizo para resolver esa suma,
probablemente obtendríamos el siguiente diálogo entre él y su maestro:

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- Alumno: ...pues… Lo resolví sumando.
- Maestro: ¿sumando cómo?
- Alumno: Separando dígitos de la derecha y sumándolos después...
- Maestro: ¿y luego?
- Alumno: Sumé los dígitos de la izquierda...
- Maestro: ¿y luego?
- Alumno: Le añadí a éste resultado el uno, acordándome que la suma
inicial terminaba en cinco...
- Maestro: ¿Y cómo se suma ocho y siete?
- Alumno: ...y... Contando...
- Maestro: ¿y cómo se cuenta...?
A partir de este engorroso diálogo, quizá uno pueda comprender
un aspecto central de la mirada cognitiva acerca del funcionamiento
mental de las personas. Como se puede ver, para resolver esta operación
el alumno ha tenido que utilizar recursos de atención, de memoria,
aprendizaje, etc. La lógica de esta perspectiva es clara: Si conocemos
los procesos mentales que se emplean para efectuar una operación de
suma, podremos comprender mejor sus fallas y errores. En este caso,
vemos que el alumno, para sumar tuvo que prestar atención, tuvo
que contar (aunque este mecanismo, que alguna vez fue aprendido
por el niño, está ahora ya automatizado, y solo debe ser recuperado
de su memoria de largo plazo), tuvo que almacenar información en
la memoria a corto plazo para luego poder recuperarla, etc.
La perspectiva cognitiva supone un cambio con relación a
otros enfoques tradicionales en la psicología, que utilizan ciertas
denominaciones ligadas con la patología para explicar estos casos (como
Discalculia o Retardo Mental Leve), ya que el enfoque cognitivo no se
centra en el etiquetamiento de las personas, sino que intenta categorizar
los procesos que éstas realizan. No dice lo que el niño es, o lo que el
niño sufre, sino que trata de comprender y explicar lo que hace. De la
misma manera, el enfoque cognitivo intenta ser “neutral” en relación
al origen o las causas de las dificultades. ¿En dónde está la falla? ¿En la
atención, en el uso de los recursos de memoria? La psicología cognitiva
no dice si esas dificultades son producto de la biología, o de un medio
desfavorecido… No es ese el interés del psicólogo cognitivo, sino que
su interés es precisar qué funciones mentales están en juego, y, en todo
caso, si, favorecer la búsqueda de causas (pero no las establece por sí

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mismas). Por último, el enfoque cognitivo, al concebir a los sujetos
como sistemas activos (y no meros receptores pasivos), permite entender
que los errores no son ilógicos, sino que responden a la aplicación de ciertas
reglas que, aunque no sean correctas, implican la posesión de cierta
competencia. Para los cognitivos, los errores son puntas de iceberg de
un determinado sistema y responden a algoritmos o procedimientos
que producen siempre los mismos tipos de errores. Desde este punto
de vista, los errores no deben provocarse ni dejarse de lado, sino que
son las “ventanas” desde las cuales puede verse la lógica de los alumnos.
La psicología cognitiva, en su afán de justificar metodológicamente
el concepto de “mente”, recupera el estudio de lo mental como un
espacio activo, con un funcionamiento y procesos determinados
atendiendo al aspecto formal de éste, y al hacerlo, no aborda el nivel
de las significaciones personales, sino el estudio de formas abstractas
de organización mental en términos de leyes u organizaciones de tipo
sintáctico. Es una psicología en “tercera persona”, que busca definir
mecanismos generales de funcionamiento mental y justamente aquí,
está uno de los grandes límites del enfoque cognitivo. En relación al
conductismo se recuperan procesos mentales, ya sean éstos conscientes o
no, pero, -al menos desde la perspectiva de la “metáfora del ordenador”-,
no se recupera al sujeto psicológico. Por ejemplo, si de aprendizaje
escolar se trata, se puede ver que muchos problemas de los alumnos
tienen que ver con factores emocionales que no son fáciles de encajar en
la perspectiva cognitiva. Que los alumnos no siempre aplican fórmulas
lógicas para operar, sino que inventan atajos, intuyen soluciones (en
términos cognitivos, se podría decir que “crean sus propios programas”)
lo que significa que el alumno, además de poder ser entendido como
un sistema que procesa información, es un sujeto que se comunica
con el maestro y sus pares, en actividades, por ejemplo, culturalmente
organizadas.

La metáfora de la narratividad y el estudio de los Significados

Para salir de este problema, un grupo de psicólogos más ligados a


la interpretación sociocultural de las conductas humanas que a
los sistemas informáticos, elabora en los años ‘70 un modelo que
va cobrando cada vez mayor fuerza explicativa: lo que se podría

Psicología cognitiva 51
llamar una “segunda revolución cognitiva”. Como ejemplo principal
de esta corriente mencionaremos las ideas de Jerome Bruner, uno de
los fundadores del primer Centro de Psicología Cognitiva en Harvard,
quien en su libro Actos de Significado expresa:

“No cabe ninguna duda que la ciencia cognitiva ha


contribuido a nuestra comprensión de cómo se hace circular
la información y cómo se procesa. Como tampoco le puede
caber duda alguna a nadie que se lo piense detenidamente,
de que en su mayor parte ha dejado de explicar precisamente
los problemas fundamentales que inspiraron originalmente la
revolución cognitiva, e incluso ha llegado a oscurecerlos un
poco. Por eso vamos a volver a la cuestión de cómo puede
construirse una ciencia de lo mental en torno al concepto
de significado y los procesos mediante los cuales se crean y
negocian los significados dentro de una comunidad” (Bruner,
1990:27).

El proyecto de este nuevo modelo que surge del interior de la


psicología cognitiva, se orienta a la comprensión de la acción humana,
pero ya no ubicada en escenarios abstractos, sino situada culturalmente.
Este proyecto no desprecia lo que la gente dice sobre sus estados
mentales, sus modos de interpretar y negociar los significados de su
cultura, sus intenciones, deseos y mundos de creencias (tal como lo
hacían los cognitivos del procesamiento de la información) sino que los
ubica en el centro de su estudio. Así, la adquisición de conocimiento ya
no estará explicada a partir de los procesos básicos que lleva adelante
un ordenador, sino a partir de otro tipo de artefactos que ya no son
necesariamente físicos, sino que son los artefactos culturales, entre los
cuales podemos encontrar la narratividad, una forma, -tal vez la más
elemental de conocimiento-, generada en contextos sociales y culturales.
Desde esta perspectiva, lo que tienen en común un simple relato
infantil y una compleja pieza literaria, sería el hecho de que ambas
son formas de conocimiento humano, siempre presentes en diferentes
momentos y situaciones de la vida humana, Dado que los seres

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humanos estamos siempre construyendo, interpretando y negociando
significados que nos permiten organizar nuestra experiencia y darle
sentido al mundo, se puede afirmar que no hay grupo cultural en el
que no se cuenten historias.
Estos autores, centrados en el estudio de la posibilidad humana
de “narrar” el mundo (ya sea el personal y el compartido), destacan
la posibilidad humana de hacer uso de instrumentos culturales
simbólicos como mediadores inevitables de toda acción humana. Estas
concepciones surgieron en la psicología como reacción al modelo
del “Procesamiento de Información” que era incapaz de echar luz
al estudio de la mente humana, cuando éste se alejaba de las formas
de pensamiento propias de la lógica formal o proposicional. Así, se
entiende que el significado que le otorgamos a las cosas es siempre
resultado de un proceso histórico y social, y que éste no se encuentra
ni en el objeto ni en el individuo, sino que es producto de un proceso
de negociación ya que se acuerda y se construye de manera conjunta,
y una forma de hacer esto es a través de las narraciones.
La narración ha sido estudiada por muchas disciplinas antes de
ingresar a la psicología. La semiótica, la teoría literaria o la filosofía
han prestado atención a las formas de los relatos. Roland Barthes
(1966) dirá que no existe pueblo alguno sin relatos, y que éstos se
encuentran en todas las culturas, en todos los niveles sociales y en
todos los períodos de la historia. Partiendo de concebir a la narración
como una acción eminentemente social, desde este modelo se trata
de ver cómo los individuos comprenden, y la unidad de análisis para
el estudio de las funciones psicológicas. ya no puede reposar en el
individuo aislado -como en el enfoque computacional-, sino que
cualquier función psicológica a estudiar debe ser entendida como
un hecho social y cultural. Estos psicólogos conciben a la narrativa
como un recurso que poseen los seres humanos para dar sentido
y organizar las experiencias a las que se enfrentan, y gracias a este
instrumento cultural, construimos un conocimiento común al resto
de los miembros de nuestro contexto, acerca de las cosas. Es decir
que la narración, -que durante mucho tiempo apareció nada más
que como una mera forma de discurso-, gracias a esta corriente
psicológica se relaciona con un modo de pensamiento humano, que
es dispositivo constructor de subjetividad y al mismo tiempo, un

Psicología cognitiva 53
mecanismo que explica las distintas formas de “estar en el mundo”
que adoptan los sujetos.
Cuando nos comunicamos con los otros (o con nosotros
mismos, organizando una narración acerca del orden de las cosas
que, por ejemplo, hemos experimentado o imaginado) organizamos
nuestra experiencia y otorgamos, al mismo tiempo, significado al
mundo que nos rodea. Tendemos a organizar la realidad en forma
de relatos o historias en las que los personajes realizan acciones,
es decir, que no nos enfrentamos al mundo “acontecimiento por
acontecimiento” (de manera aislada, como si éstos fueran fotogramas
de una película) sino que éstos se enmarcan en estructuras mayores,
que les proporcionan contextos interpretativos, en los que se crean
y transmiten significados. Es ésta una postura donde la cognición
humana se concibe como la capacidad de crear un mundo intersubjetivo
de experiencias, atravesado por significados personales, que tienen
siempre un origen social.

Bibliografía

Atkinson, R. C. y. Shiffrin, R. M (1968). “Human memory: A


proposed system and its control processes”. En K. W. Spence
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research and theory, Vol. 2 (pp. 89-195). New York: Academic
Press. Trad. cast. en: M.V. Sebastián, Lecturas de psicología de la
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54 Lic. Ricardo Bur

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