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Una exposición de los principios del análisis experimental de la conducta: El

conductismo como la filosofía que lo sustenta

Larios Rubio, Julio César

En ciencia es importante la discusión de los conceptos para dilucidar errores o para


continuar con el avance teórico. El problema para discutir las distintas posturas es
que, algunas veces, se parte de supuestos que no se explicitan y por tanto no
pueden analizarse. Los supuestos son ciertas proposiciones que están de fondo
como sostén de todo un desarrollo teórico conceptual y que suelen definírseles
como “principios” (Gutiérrez, 1969).
El presente ensayo se propone exponer brevemente algunos principios del
análisis experimental de la conducta, entendida como: El análisis experimental de
que pretende descubrir las relaciones funcionales entre la conducta y sus
determinantes ambientales, y que estos últimos pueden ser tanto contemporáneos
como históricos” (Rodríguez, 1992). Se realizará como ejercicio de discusión teórica.
Se hará desde una perspectiva histórica haciendo hincapié en su origen como
reacción a los problemas del estructuralismo de Wundt y aclarando que los
principios del análisis experimental de la conducta se encuentran en la filosofía
conductista.
El análisis experimental de conducta parte de algunas proposiciones
implícitas o expresas de las que se deriva todo su desarrollo teórico. Un común
denominador en las diversas prácticas del análisis experimental de la conducta es
la filosofía conductista. A diferencia de lo que suele creerse, el conductismo en sí
mismo no es una psicología científica, sino la filosofía de la psicología concebida
como disciplina científica (Skinner, 1974). El conductismo es una forma de pensar
la ciencia y la psicología que delimita el devenir conceptual y experimental que debe
seguir la disciplina. Pero hay varias formas de interpretar dicha filosofía y es por ello
el desenvolvimiento de diversos análisis de la conducta.
Son varios los principios del conductismo y la mayoría de ellos hacen
referencia a la naturaleza del objeto de estudio de la psicología y éstos que se
conformaron, principalmente, en su contrastación con otro tipo de psicologías que
parten de otros principios. Es por ello prudente una pequeña exposición del
desarrollo histórico del dualismo en psicología, que justifica el estructuralismo como
propuesta en el siglo XIX y su reacción al fracaso de aquél (el estructuralismo), la
propuesta de la filosofía conductista.
“La psicología tiene un largo pasado, pero una historia muy corta” enuncia
Hermann Ebbinghaus en su historia de la psicología (Boring, 1980). Kantor afirma
estar en desacuerdo, encontrando en Aristóteles los primeros esbozos de una
psicología científica (Kantor, 1990). Lo anterior no es porque Aristóteles propusiera
experimentos controlados (cosa imposible de concebir en su época) sino porque en
la matriz cultural en la que vivió Aristóteles le permitió desarrollar un sistema en el
que incluía el estudio de lo que hacen los organismos de manera natural: el alma
concebida como la actualización de los organismos vivos, es decir, lo que son
capaces de hacer, haciéndolo (Kantor, 1990).
El problema comienza en el renacimiento, que es cuando se retoma, entre
otras cosas, la concepción racional y naturalista del mundo (tal como lo veían los
griegos). Sin embargo, no se retoma este camino para el asunto psicológico, sino
que se retoman casi mil años de concepción trascendental, mística y cristiana de
las capacidades humanas. Tanto así que Descartes, con sus atinadas y agudas
reflexiones sobre el conocimiento (Descartes, 2011), no logró apartarse de esas
concepciones cristianas dualistas (Ribes, 2018).
Descartes, al dividir el mundo en dos tipos de sustancias (res cogita y res
extensa), formalizó el dualismo en el pensamiento occidental, y desde entonces
heredo a la psicología una concepción de que lo “mental” o la “conciencia” son de
una naturaleza distinta al resto de las cosas y que a la psicología le tocaba estudiar
a estas “entidades” (Ryle, 1967).
Dicha herencia histórica continuó hasta el siglo XIX, siglo en el que muchos
suponen es el origen de la psicología como ciencia. El proyecto encabezado por
Wilhelm Maximilian Wundt traía consigo el problema y la confusión de lo psicológico
como res cogita que no se encuentra en el espacio y por tanto no es observable. En
aquella época ya se encontraba en boga que lo científico era una cuestión de
experimentación. El problema que tenía Wundt era que la conciencia, al no ser
accesible a los sentidos (según los planteamientos de Descartes), no podía ser
objeto de escrutinio público y por tanto no podía discutirse lo “psicológico” en esos
términos.
Esto lo llevó a plantear un método llamado introspección que seguía groso
modo este razonamiento: nosotros no podemos ver la conciencia(mente) de los
demás, pero sí podemos ver lo que sucede en nuestra propia conciencia, sabemos,
por ejemplo, en qué estamos pensando y podemos reportarlo a un investigador
(Mora, 2007).
Con dicho método, y con la suposición de que la conciencia era una “cosa”
que además tiene estructuras, Wundt y sus alumnos se encaminaron en una
búsqueda de los elementos y compuestos de la conciencia. Pronto surgieron los
primeros resultados, pero las distintas conclusiones a las que llegaban distintos
investigadores con el paso del tiempo mostraron lo endeble del planteamiento de
Wundt y erróneamente cuestionaban el método y “hasta lo mal entrenado de la
introspección” cuando en realidad el problema era de origen. Wundt y
contemporáneos plantearon un problema a partir de un supuesto que no revisaron
y que de hecho venía de una confusión (Watson, 1913).
Pavlov ya había indagado un poco en este tema. Criticaba cómo es que los
fisiólogos, cuando estudiaban el segmento superior del sistema nervioso central,
cambiaban radicalmente su actitud y comenzaban a suponer procesos ocultos que
sucedían de manera paralela o como causas del mismo sistema nervioso. En lugar
de proceder exactamente igual que cuando se estudiaban los segmentos inferiores,
analizado la relación de las reacciones con respecto a lo que sucedía en el
ambiente, como mencionaba Pávlov (Pavlov, 1982).
En dicho contexto, a principios del siglo XX, en plena crisis de los
estructuralistas y sus especulaciones sin salida, Watson, inspirado en los trabajos y
reflexiones de los que estudiaban el reflejo condicional, formula de manera expresa
una filosofía que dará origen a los distintos análisis experimentales de la conducta.
En dicha crítica, surge una propuesta alternativa. Ese contraste de las
concepciones psicológicas permite que los principios del conductismo sean
salientes y claros. En primer lugar, dichos principios cuestionan que el objeto de
estudio tenga que ser “la conciencia”, concepto muy ambiguo y fenómeno de
dudosa existencia. Watson, al plantear por primera vez la crítica al dualismo,
principalmente reflejado en ese entonces en los estructuralistas, no fue muy claro
(ni le interesó) argumentar el estatus ontológico de la mente; es decir, no le importó
argumentar o no su existencia. Se concentró más en cuestiones del método: no hay
por qué estudiar una supuesta estructura que no vemos, hay que estudiar la
conducta que es lo que podemos ver (Watson, 1913).
Desde Watson se hacían evidentes algunos esbozos sobre el análisis de las
palabras utilizadas en las investigaciones psicologías dualistas, se comenzó a notar
que eran de origen común y hasta cristiano. Pero fue hasta que psicólogos como
Kantor, Skinner y Ribes aparecieron en la escena que profundizaron en dichas
reflexiones y dieron forma al cuerpo de la filosofía conductista.
Los diversos principios pueden resumirse de la siguiente manera (puntualizaciones
realizadas por el autor del presente ensayo):
1. La mente no existe. El concepto de mente (o de constructos hipotéticos
como inconsciente, estructura cognoscitiva, conciencia, etc.) es justamente
eso: un concepto. No es una “cosa” literalmente a estudiar. Así, todos los
planteamientos que parten de suponerla como una cosa de naturaleza
distinta (como no extensa), o incluso sustantivada arbitrariamente en un
supuesto proceso cerebral, llevará a preguntas de investigación erróneas.
2. La mente no puede ser el objeto de estudio de la psicología. Su objeto
de estudio (groso modo y con muchos matices entre los distintos analistas
experimentales de la conducta) es lo que los organismos hacen (todo es
conducta, dirían algunos).
3. Las palabras del lenguaje común que supuestamente hacen referencia
a procesos mentales no son prueba de que esos eventos ocultos
suceden, sino que son metáforas de lo que las personas hacen en distintos
contextos, y éstas (las palabras), no son de significados ostensivos ni
unívocos.
4. La psicología requiere de su propia terminología técnica ajustada a la
lógica de sus planteamientos para evitar la confusión con términos
unívocos.
5. Es posible conocer, predecir y entender el comportamiento en términos
científicos. Este planteamiento es de orden epistemológico, de vital
importancia como diferenciador de otras filosofías de la psicología (además
de las discusiones de los estatus ontológicos). Justamente es importante
porque otras psicologías que parten de otros principios renuncian a entender
su objeto de estudio de manera científica, apelando a distintos argumentos
como que “la objetividad no es posible”, o que “el objeto de estudio es muy
complejo”, entre otros.
Dichos principios permiten diversos desarrollos teóricos priorizando más unos
que otros. Emilio Ribes, por ejemplo, se esforzó en reconocer y argumentar por qué
las palabras no hacen referencia de manera ostensiva a procesos o acciones en
específico, sobre todo las de índole mental. Su propuesta es analizar dichas
expresiones funcionalmente y categorizarlas en una taxonomía.
Los desarrollos mencionados brevemente demuestran tener en común dicha
filosofía conductista como base para plantear una psicología científica. Es
importante mencionar que hoy en día el dualismo sigue vigente, abonando (desde
el punto de vista del autor de este ensayo) a la confusión imperante en la disciplina.
El trabajo que se ha realizado y se sigue realizando desde el punto de vista
conductista es crucial.
Hay otros aspectos que pueden analizarse cuando alguien habla de principios
que sustentan una práctica científica, por ejemplo, las diferencias más sutiles entre
interconductistas y conductistas, que implicaría más bien analizar las diferencias en
el desarrollo lógico de los conceptos y no los principios más generales que
comparten. Pero dicho análisis rebasa los objetivos del presente ensayo. El objetivo
era contrastar, en su origen histórico, las diferencias con otro tipo de psicologías de
corte dualista (el modelo del estructuralismo y más precisamente el modelo
cartesiano) y que implícitamente las psicologías de hoy como el cognoscitivismo o
el psicoanálisis siguen reproduciendo.
Referencias

B.F. SKINNER. (1974). Sobre el conductismo. Estados Unidos: Alfred A. Knopf.

Carolina Mora. (2007). Introspección: Pasado y Presente. Artículos, 26, 59-73.

Descartes. (2011). Discurso del Método. Madrid: Gredos.

Edwin G. Boring. (1980). Historia de la Psicología Experimental. México: Trillas.

Emilio Ribes Iñesta. (2018). El estudio de la conducta individual: Una introducción


a la teoría de la Psicología. México: Manual Moderno.

GILBERT RYLE. (1967). El concepto de lo Mental. Argentina: Paídos.

Gutiérrez Seanz, R., (1969). Introducción a la lógica. México: Esfinge.

J. R. Kantor. (1990). De la Psicología a la Psicología Científica. México: Trillas.

Rodríguez Arias, E., (1992). ¿QUÉ ES EL ANÁLISIS EXPERIMENTAL DE LA


CONDUCTA? Perspectivas Psicológicas/Santo Domingo, 6-7, 109-114.

Pavlov en: Emilio Ribes, José Burgos. (2006). Las ciencias Naturales y el Cerebro
En Raíces Históricas y Filosóficas del Conductismo (275-292). México:
Universidad de Guadalajara.

Watson en: Emilio Ribes, José Burgos. (2006). La Psicología desde el punto de vista
del conductista. En Raíces Históricas y Filosóficas del Conductismo (275-
292). México: Universidad de Guadalajara.

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