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La primera cuestión a abordar sobre este tema es la pregunta de si los derechos humanos poseen
o no un carácter limitado. Al respeto, el Tribunal Constitucional se ha pronunciado declarando
que no existen en el ordenamiento español “derechos ilimitados”. Todos los derechos tienen sus
límites. Esta idea de limitación de los derechos, responde a la pretensión de que el
reconocimiento de un derecho no lleve, de facto, a una situación de abuso o de uso antisocial del
mismo, y permite avalar la tesis de que para que todos los derechos reconocidos puedan ser
ejercitados ninguno de ellos puede ser ilimitado. La doctrina, de manera casi unánime, ha
defendido el carácter limitado de los derechos, que no son, por tanto, absolutos, sino que deben
articularse en un sistema en el que sea posible el ejercicio de todos ellos.
Por lo tanto, todo derecho tiene sus límites que, en relación a los derechos fundamentales,
establece la Constitución por sí misma en algunas ocasiones, mientras en otras el límite deriva de
una manera mediata o indirecta de tal norma, en cuanto ha de justificarse por la necesidad de
proteger no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes constitucionales
protegidos» (STC 2/1982); y lo mismo puede decirse también de la mayor parte de la doctrina.
Desde una perspectiva jurídica, parece por tanto incuestionable que los derechos fundamentales
se hallan sometidos a límites, aunque sólo sea por su necesidad de articulación con los derechos
de los demás. En este sentido, el artículo 4 de la Declaración de Derechos de 1789 señala que
«en el ejercicio de los derechos; los límites de los derechos fundamentales naturales de cada
hombre no tienen más límites que los que aseguran a los demás miembros de la sociedad el goce
de estos mismos derechos». En segundo lugar, tampoco parece que pueda ser puesto en cuestión
la posibilidad de que la propia norma constitucional que consagra los derechos fundamentales
pueda en determinadas circunstancias establecer los límites a los que éstos se hallan sometidos,
sea con carácter general, sea algún derecho en particular.
Por tanto, podemos concluir que los derechos fundamentales no son absolutos y, por ende,
pueden ser sometidos a restricciones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la posibilidad de
limitar los dichos derechos también se encuentra restringida, puesto que necesitará de una norma
de habilitación o autorización constitucional. Asimismo, la restricción del derecho deberá estar
justificada en la protección de otro derecho o bien constitucional. Y, por último, el límite deberá
cumplir las distintas exigencias o requisitos constitucionales que pretenden asegurar la
vinculación del legislador a los derechos fundamentales, esto es lo que se conoce como “límites
de los límites de los derechos”
En cuanto a los derechos humanos, aquellos inherentes al hombre y que, por ende, no puede
perder su titularidad, el Texto Constitucional establece que, en casos excepcionales, en los que la
sociedad o el propio Estado se encuentren en grave peligro, el ejercicio de esto derechos y sus
garantías pueden restringirse. Por tanto, cuando el orden social se ve amenazado y es necesaria la
intervención rápida y eficaz del gobierno para garantizar la continuidad del orden preestablecido,
o incluso, la supervivencia del Estado, puede decretarse la suspensión o restricción de aquellos
derechos que obstaculicen el hacer frente a la situación. Así, la suspensión o restricción de los
derechos humanos puede verse como “el procedimiento para alterar la observancia regular del
orden jurídico ante situaciones de gravedad que pongan en peligro el propio Estado”
3.2 LIMITES DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.
El efectivo disfrute de los derechos fundamentales por parte de los titulares se encuentra
sometido a una considerable variedad de condiciones que son caracterizadas generalmente por la
doctrina como límites del ejercicio de los derechos. Dichos limites son los siguientes:
En primer lugar, nos encontramos con los límites impuestos por el sentido y la función de cada
derecho. En efecto, la existencia de una considerable multiplicidad de derechos es una prueba de
que las posibilidades de actuación y defensa de cada uno de éstos es diferenciada y está sujeta a
una delimitación más o menos precisa. En última instancia, el contenido propio y característico
de cada derecho viene dado por unas posibilidades específicas de actuación. En consecuencia, las
fronteras que lo delimitan no deberán ser sobrepasadas ni al establecer su configuración legal ni
en el momento de ejercitarlo.
Quedará contraindicado cualquier ejercicio de los derechos que desborde los contornos de su
contenido específico propio. Este respeto al contenido esencial exige que no sea ejercitado de tal
modo que desemboque en la eliminación general o parcial de ese derecho. Del mismo modo,
queda radicalmente desautorizado el ejercicio del mismo con la finalidad de perjudicar a otro o
cuando, aun sin existir esa intencionalidad se causa perjuicio a alguien sin que coexistan
verdadero interés del propio sujeto titular del derecho lo que sería un abuso del propio derecho.
En segundo lugar, los derechos fundamentales de los sujetos son por sí mismos límite del
ejercicio de los derechos de cualquier otro sujeto. Sí resulta evidente en cualquier caso que el
ejercicio de un derecho fundamental puede entrar en conflicto con el ejercicio y disfrute de algún
otro derecho por parte de los otros miembros de la sociedad. Así que las posibilidades del
disfrute y de ese derecho fundamental sólo pueden extenderse hasta la línea que delimita el
contenido o posibilidades de ejercicio que corresponde a los derechos fundamentales de los
demás. Es decir, no pueden sobrepasar los límites fijados.
Lo difícil será determinar dónde están los respectivos límites ya que ese extremo dependerá de
una considerable variedad de factores que deberán ser analizadas en cada caso concreto, como el
conjunto de facultades o poderes del núcleo central del derecho, la valoración relativa a que se
hace de sus derechos en su contexto social y político, la importancia que se atribuya a los bienes
o intereses que podrían resultar lesionados o las circunstancias que concurren en los titulares de
los distintos sujetos. Por tanto, habrá que tener en cuenta algunas otras consideraciones
circunstanciales. Por ejemplo, que en la actualidad la libertad de expresión o el derecho la
información sea superior a otros derechos como el honor, a la vida privada o la imagen forma
parte de la moral de nuestra sociedad.
En tercer lugar, nos encontramos con el orden público como límite de los derechos
fundamentales. Este límite implica un riesgo: el de dar cobertura a la defensa y predominio de
los intereses del autoritarismo social y de la " razón de Estado ", con la consiguiente amenaza
para la libertad de los individuos o los grupos. El orden público debe ser entendido como el
conjunto de condiciones organizativas y de funcionamiento de la sociedad que garantizan un
desarrollo de la vida social en el que esté asegurada la realización ordenada, tranquila y pacífica
de los derechos que corresponden a los ciudadanos. Su operatividad radica en la exigencia de
asegurar las condiciones básicas de organización que permitan que todos los miembros de la
sociedad puedan ejercer sus respectivos derechos.
Podemos afirmar con carácter general, que en todo caso las medidas limitativas de los derechos
fundamentales han de estar siempre al servicio del conjunto de la sociedad y han de orientarse a
la protección del libre ejercicio de sus respectivos derechos por la mayoría de los ciudadanos.
Han de asegurar también el respeto a los bienes o valores básicos del orden social: cumplimiento
del Derecho, seguridad física o jurídica, funcionamiento de los servicios públicos básicos,
independencia de las instituciones, etcétera.
En suma, el orden público puede imponer límites al ejercicio de los derechos, pero su aplicación
está sometida también a las limitaciones para asegurar el más amplio ejercicio social posible de
su libertad por parte de todos los ciudadanos. Entre esas limitaciones o condicionamientos no
puede faltar ninguno de estos tres: que su acción contribuya, en el saldo final, a reforzar la
libertad de los ciudadanos en el ejercicio generalizado de sus derechos. En segundo lugar, que la
proyección limitadora del orden público sobre el ejercicio de los derechos fundamentales éste
taxativamente regulada por leyes generales. Por último, que su interferencia se mantenga dentro
de los límites mínimos imprescindibles y que los medios que se utilicen en la acción no sean
desproporcionados ni impliquen riesgos no justificables.
Por último, el bienestar general puede constituirse también en límite del disfrute individual de los
derechos fundamentales. Cuando el ejercicio de un derecho humano perturba o dificulta la
realización de intereses generales relevantes, entonces el beneficio privado que protege ese
derecho debe ceder ante las exigencias del bienestar general. Por eso el bienestar general de la
sociedad, en cuanto límite del ejercicio de los derechos humanos, ha de entenderse como un
conjunto de bienes de que puede disfrutar la comunidad sin impedir o lesionar gravemente el
libre desarrollo integral de todos sus miembros. Este límite entra en juego cuando el ejercicio de
un derecho fundamental de los individuos impida la creación o el desarrollo de condiciones
sociales que faciliten la libre realización integral de la mayoría de los ciudadanos.
Para que las exigencias del bien común actúan legítimamente han de cumplirse las siguientes
premisas: A) que el bien común que se defienda sea concretamente preferible a los bienes o
intereses individuales en cuyo disfrute interfiere; B) que sea verdaderamente común, es decir,
que beneficia a todos (o al mayor número de) los miembros de la su comunidad y que sea
determinado por la decisión, directa o indirecta, de todos esos miembros.
Tal y como menos mencionado anteriormente, la restricción del derecho se encuentra restringida
y debe estar en todo caso justificada en la protección de otro derecho o bien constitucional y
cumplir los requisitos constitucionales que pretenden asegurar la vinculación del legislador a los
derechos fundamentales, es decir, el legislador deberá respetar a la hora de restringir un
determinado derecho fundamental «los límites de los límites». Concretamente, con la expresión
«límites de los límites de los derechos fundamentales» se hace referencia al “Conjunto de
institutos que, en cuanto requisitos formales y materiales para las leyes restrictivas de los
derechos y de las libertades, operan a modo de límites de la capacidad del legislador en dicha
materia”.
En primer lugar, nos encontramos con la reserva de ley, lo que supone que para que una
limitación de un derecho fundamental se ajuste a nuestra norma fundamental se deberá realizar
mediante una ley que, deberá ser proporcional y que, además, deberá respetar el contenido
esencial del derecho sometido a restricción. La necesidad de una ley para limitar un derecho
fundamental, establecida por el artículo 53.1 de la Constitución, es una garantía de carácter
formal que no prejuzga el contenido de la norma legislativa, sino que tiene como objetivo
establecer la obligación de que la decisión sea legislativa. Sobre esta cuestión, el Tribunal
Constitucional ha afirmado que el «principio de reserva de ley entraña, en efecto, una garantía
esencial de nuestro Estado de Derecho, y como tal ha de ser preservado. Su significado último es
el de asegurar que la regulación de los ámbitos de libertad que corresponden a los ciudadanos
dependa exclusivamente de la voluntad de sus representantes, por lo que tales ámbitos han de
quedar exentos de la acción del ejecutivo y, en consecuencia, de sus productos normativos
propios, que son los reglamentos
El último límite de los límites de los derechos fundamentales, tal y como establece el artículo
53.1 de la Constitución, es el respeto al contenido esencial del derecho sometido a restricción. En
consecuencia, una vez que se haya acreditado la justificación de la limitación de un determinado
derecho y la adecuación, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto de la misma, se deberá
comprobar, en última instancia, que la limitación no vulnere el contenido esencial del derecho
sometido a restricción.
Vamos entonces a analizar en que consiste el contenido esencial de los derechos. En este sentido,
y como afirma Prieto Sanchis, el contenido esencial constituye la última trinchera de protección
de los derechos fundamentales y de las libertades públicas. Como mantiene el Tribunal
Constitucional, se entiende por contenido esencial «aquella parte del contenido de un derecho sin
la cual éste pierde su peculiaridad o, dicho de otro modo, lo que hace que sea reconocible como
derecho perteneciente a un determinado tipo, es decir aquellas facultades necesarias para que el
derecho sea recognoscible como pertinente al tipo descrito y sin las cuales deja de pertenecer a
ese tipo. Contenido esencial sería, por tanto, aquella parte del derecho que todavía queda en pie
una vez que ha operado una limitación justificada o legítima. Es también aquella parte del
contenido que es ineludiblemente necesaria para que el derecho permita dar a su titular la
satisfacción de aquellos intereses para cuya protección el derecho se otorga.
En resumidas cuentas, podemos concluir que el contenido esencial son las facultades
necesarias para que el derecho sea recognoscible como pertinente al tipo descrito y será
respetado cuando se justifica razonablemente en la necesidad de preservar otros bienes
constitucionalmente protegidos.
En primer lugar en cuanto a las causas por las que resulta procedente la suspensión o restricción
de los Derechos Humanos, podemos señalar que, dado que la suspensión o restricción de los
derechos humanos es una medida excepcional que atiende a circunstancias extremas resulta claro
que no cualquier disturbio puede dar lugar a dicha suspensión o restricción. Para que estas
medidas resulten procedentes es necesario que se trate de situaciones de tal gravedad que no
puedan anteponerse requisitos o limitantes de algún tipo de obstaculicen la acción del Estado
para hacerles frente, de modo que, como lo expresa Salazar Ugarte “ esta institución tiene su
razón de ser en el hecho de que los Estados deben contar con mecanismos especiales para la
adopción de medidas urgentes en situaciones de crisis”. Por tanto, el fin legítimo y único que
puede perseguirse con medidas de esta iniciativa es la defensa de la democracia, de las
instituciones del Estado de derecho y el respeto de los derechos humanos.
En segundo lugar en cuanto a la forma en que debe decretarse, podemos señalar que debe ser
prevenciones de carácter general, es decir, a través de actos materialmente legislativos que
reúnan las características de generalidad, abstracción e impersonalidad, ya que la medida no
puede contraerse a determinado individuo o grupo de personas, ni establecer excepciones
personales que dejen fuera de su alcance a algún sujeto determinado.
En tercer lugar, en cuanto al contenido del decreto suspensorio, se establece que, en las
disposiciones generales que ordenan la suspensión o restricción de los derechos humanos deben
precisarse, los siguientes aspectos:
En primer lugar, debe precisarse el ámbito geográfico en el que serán aplicables. Se autoriza la
suspensión de garantías en todo el territorio nacional, o bien, en parte de él. El decreto
suspensorio debe indicar el ámbito geográfico en el que operara, es decir debe indicar si las
garantías se suspenderán o restringirán en todo el pais, en alguna región o en uno o más Estados
o Municipios. En segundo lugar, debe indicarse el tiempo que durara la medida suspensiva o
restrictiva. En este sentido dicha restricción siempre será temporal, debiendo durar el tiempo
estrictamente necesario para hacer frente a la situación que le dio lugar. Por lo tanto, la medida
solo puede adoptarse por periodo limitado que debe quedar expresamente señalado en el decreto,
y una vez que termine dicho periodo debe restableceré el pleno goce y ejercicio de los derechos
humanos y sus garantías. En tercer lugar, debe indicarse de forma precisa los derechos y
garantías cuyo ejercicio se suspende o restringe
Por último, hay una serie de derechos que no son susceptibles de suspenderse o restringirse. Tal y
como acabamos de precisar en el decreto suspensorio deben estar establecidos los derechos
respeto de los que opera, pero sin embargo hay que tener en cuenta que existen determinados
derechos cuyo ejercicio no puede suspenderse o restringirse bajo circunstancia alguna, como son
los siguientes: Derecho a la no discriminación, Derecho a la vida, Derecho al reconocimiento de
la personalidad jurídica., Derecho a la integridad personal, Derechos políticos, Derechos de la
niñez, Prohibición de la pena de muerte, Prohibición de la esclavitud. Todos estos derechos, entre
otros, no pueden ser restringidos bajo ninguna circunstancia
Por ultimo vamos a analizar los principios rectores en la limitación de los Derechos Humanos.
Publicidad. El decreto que ordena la suspensión o restricción del ejercicio de los derechos
humanos y de sus garantías debe darse a conocer con la debida oportunidad a los gobernados,
quienes deben estar enterados del contenido de aquel, con el fin de evitar la arbitrariedad de las
autoridades y de salvaguardar los principios de certeza y seguridad jurídica.
No discriminación. Las medidas adoptadas deben respetar el derecho de igualdad, y por ello, no
deben entrañar discriminación alguna fundada en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión o
cualesquiera otras condiciones semejantes.
Estas son las reglas que, rigen la suspensión y restricción de los derechos humanos y de sus
garantías, reglas que se sustentan en los estándares mínimos, que, conforme al derecho
internacional, deben observarse en la adopción de medidas tendentes a hacer frente a los estados
de emergencia.
De esta forma, se estableen los lineamientos lo que el poder público debe sujetarse para hacer
frente a situaciones extraordinarias, y, sobre todo, las pautas para evitar que aquel se extralimite
al hacerlo y vulnere los derechos de las personas.