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(…)
15. El principio de razonabilidad o proporcionalidad es consustancial al Estado
Social y Democrático de Derecho, y está configurado en la Constitución en sus
artículos 3º y 43º, y plasmado expresamente en su artículo 200°, último párrafo. Si
bien la doctrina suele hacer distinciones entre el principio de proporcionalidad y el
principio de razonabilidad, como estrategias para resolver conflictos de principios
constitucionales y orientar al juzgador hacia una decisión que no sea arbitraria sino
justa; puede establecerse, prima facie, una similitud entre ambos principios, en la
medida que una decisión que se adopta en el marco de convergencia de dos
principios constitucionales, cuando no respeta el principio de proporcionalidad, no
será razonable. En este sentido, el principio de razonabilidad parece sugerir una
valoración respecto del resultado del razonamiento del juzgador expresado en su
decisión, mientras que el procedimiento para llegar a este resultado sería la
aplicación del principio de proporcionalidad con sus tres subprincipios: de
adecuación, de necesidad y de proporcionalidad en sentido estricto o ponderación.
(…)
Como se puede apreciar, el Tribunal Constitucional considera que dichos principios tienen
una similitud en su conceptualización y fin, e incluso considera que los mismos se
encuentran previstos en nuestra Constitución, en los artículos 3° y 43°, y expresamente en
el artículo 200°, esto es, su aplicación en un régimen de excepción, pero que, dada su
condición de principio, su ámbito de proyección no se circunscribe al análisis del acto
restrictivo de un derecho bajo un estado de excepción, pues sirve para analizar cualquier
acto restrictivo de un atributo subjetivo de la persona, independientemente de que dicho
estado de excepción se haya declarado o no1.
(…)
En reiterada jurisprudencia, este Tribunal ha empleado conjuntamente el principio
de razonabilidad y el principio de proporcionalidad a efectos de examinar si un
tratamiento diferenciador es, o no, discriminatorio. Son estos los principios que
sirven de parámetro para examinar un trato diferenciado.
1
Sentencia Exp. N° 0010-2002.AI/TC.
22. La forma de operar de este par conceptual –razonabilidad y proporcionalidad-
implica advertir que “(...) la distinción de trato carezca de una justificación objetiva
y razonable de forma que la existencia de tal justificación debe apreciarse en
relación a la finalidad y efectos de la medida considerada, debiendo darse una
relación razonable de proporcionalidad entre los medios empleados y la finalidad
perseguida”.
23. En este contexto, la razonabilidad aparece como una exigencia de fundamento,
de una razón o base que justifique el tratamiento diferente. Aquí, el tratamiento
diferente aparece como un medio para la prosecución de una finalidad. La
comprensión del principio de razonabilidad en estos términos ha sido acogida por
este Tribunal cuando ha manifestado que: “Por virtud del principio de razonabilidad
se exige que la medida restrictiva se justifique en la necesidad de preservar, proteger
o promover un fin constitucionalmente valioso. Es la protección de fines
constitucionalmente relevantes la que, en efecto, justifica una intervención estatal en
el seno de los derechos fundamentales. Desde esta perspectiva, la restricción de un
derecho fundamental satisface el principio de razonabilidad cada vez que esta
persiga garantizar un fin legítimo y, además, de rango constitucional”.
24. De modo algo más genérico, pero también comprendido en el concepto de
razonabilidad, se halla la noción de éste según la cual se identifica la razonabilidad
como prohibición o interdicción de arbitrariedad. Razonable sería, así, toda
intervención en los derechos fundamentales que constituya consecuencia de un
fundamento. Arbitraria, aquélla donde ésta se encuentra ausente. En relación a la
igualdad, carente de razonabilidad sería el tratamiento diferenciado ausente de
fundamento alguno.
25. La proporcionalidad, por su parte, en este contexto, conjunto al principio de
razonabilidad, como parámetro de los supuestos de discriminación, alude
fundamentalmente a la relación de idoneidad o adecuación entre medio y fin; sin
embargo, en cuanto hay una implicancia entre idoneidad y necesidad, la relación
“proporcional” entre medio y fin puede conducir también a imponer un examen de
necesidad. Es decir, la opción del medio menos gravoso.
26. De lo anterior se concluye que el principio de razonabilidad y de
proporcionalidad, en cuanto par conceptual para examinar la constitucionalidad de
los supuestos de eventual discriminación, comprenden los siguientes aspectos:
determinación de la finalidad del tratamiento diferenciado, examen de idoneidad y
de necesidad.
27. Ahora bien, esta exigencia de proporcionalidad conjunta a la de razonabilidad,
resulta ciertamente restringida en comparación con el denominado “principio de
proporcionalidad”. En efecto, el principio de proporcionalidad, entendido en su
acepción clásica alemana como “prohibición de exceso” (Untermaβverbot),
comprende, en cambio, tres subprincipios: idoneidad, necesidad y proporcionalidad
en sentido estricto. Este principio constituye el parámetro para examinar la
constitucionalidad de las intervenciones en los derechos fundamentales. Así lo ha
adoptado también la jurisprudencia de este Colegiado.
28. En el examen del trato diferenciado resulta indispensable también el principio de
proporcionalidad en sentido estricto o ponderación, en el supuesto que dicho trato
ha superado el examen a la luz de los principios de idoneidad y de necesidad.
Justamente, la exclusión de la ponderación, en esta exigencia de razonabilidad-
proporcionalidad, la convierte en insuficiente e imperfecta. La protección de los
derechos fundamentales y, entre ellos, el de igualdad, impone que el examen de las
intervenciones que se operan en ellos tenga que satisfacer plenamente, de ser el
caso, también el principio de proporcionalidad en sentido estricto.
29. En este contexto, la razonabilidad, en estricto, se integra en el principio de
proporcionalidad. Uno de los presupuestos de éste es la exigencia de determinar la
finalidad de la intervención en el derecho de igualdad. Por esta razón, lo específico
del principio de razonabilidad está ya comprendido como un presupuesto del
principio de proporcionalidad.
30. En síntesis, el principio de proporcionalidad ya lleva consigo, como
presupuesto, la exigencia de razonabilidad y, por otra parte, integra adicionalmente
el principio de proporcionalidad en sentido estricto o ponderación.
2
Sentencia Exp. N° 0012-2006-PI/TC
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Sentencia Exp. Nº 00045-2004-PI/TC
El análisis de idoneidad determina “de un lado, que ese objetivo sea legítimo; y, de
otro, que la idoneidad de la medida examinada tenga relación con el objetivo, es decir,
que contribuya de algún modo con la protección de otro derecho o de otro bien jurídico
relevante.
Siendo ello así, el concepto de idoneidad implica que toda injerencia en los derechos
fundamentales de una persona debe ser adecuada para fomentar el objetivo
constitucionalmente legítimo.
Por lo expuesto, citando a Alexy, podemos concluir que, cuando se habla de idoneidad
o adecuación se está haciendo alusión a un tema de utilidad, de eficacia del medio
empleado. Se trata pues de que la medida sea capaz de alcanzar materialmente el fin
constitucional que persigue. De modo que el principio se presenta como expresión
estrictamente factual y, por consiguiente, su optimización corresponde al ámbito de las
posibilidades fácticas.4 (Alexy 2010: 15).
4
ALEXY, Robert 2010 “La fórmula del peso”. Traducción de Carlos Bernal Pulido. Citado en la obra de
CARBONNELL, Miguel y GRÁNDEZ CASTRO, Pedro. El principio de proporcionalidad en el derecho
contemporáneo. Cuadernos de análisis y crítica de la jurisprudencia constitucional 8. Lima: Palestra.
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Sentencia Exp. Nº 00045-2004-PI/TC
grado de la no satisfacción o de la afectación de un principio, tanto mayor tiene que
ser la importancia de la satisfacción del otro”.
La aplicación conjunta del test de proporcionalidad, tiene como objetivo proteger los
derechos fundamentales, y, dentro del ámbito administrativo, reducir la discrecional de la
Administración al aplicar sanciones por la comisión de ilícitos.
El primero aparece en el numeral 1.4 del Artículo IV del Título Preliminar de dicha ley,
definiendo al principio de razonabilidad de la siguiente manera:
6
Ibid.
7
ALEXY, Robert. Epílogo a la Teoría de los derechos fundamentales. Traducido por Carlos Bernal, Colegio de
Registradores de la Propiedad, Mercantiles y Bienes Muebles de España, Madrid,2004, pág. 55.
1. El procedimiento administrativo se sustenta fundamentalmente en los siguientes
principios, sin perjuicio de la vigencia de otros principios generales del Derecho
Administrativo:
(…)
1.4. Principio de razonabilidad.- Las decisiones de la autoridad administrativa,
cuando creen obligaciones, califiquen infracciones, impongan sanciones, o
establezcan restricciones a los administrados, deben adaptarse dentro de los límites
de la facultad atribuida y manteniendo la debida proporción entre los medios a
emplear y los fines públicos que deba tutelar, a fin de que respondan a lo
estrictamente necesario para la satisfacción de su cometido.
De acuerdo con Morón Urbina, la relevancia del principio de razonabilidad para el Derecho
Administrativo nacional hizo que la LPAG le dedicara dos artículos específicos, uno con
calidad de principio general del Derecho Administrativo para los actos de gravamen que es
el establecido en el Título Preliminar, y otro específico para los actos sancionadores, que
justamente es el establecido en la regulación de sanciones administrativas.
Establece Morón Urbina, que por la primera se exige a los actos de gravamen que:
i. Se adopten dentro de los límites de la facultad atribuida;
ii. Mantengan la proporción entre los medios a ampliar (el contenido del acto de
gravamen) y los fines públicos que deba tutelar, y,
iii. La medida responda a lo estrictamente necesario para la satisfacción de su cometido.
En este sentido, la Administración no cuenta con plena libertad para elegir la medida
sancionadora entre el elenco que le habilita la normativa, sino que debe elegir aquella
que mantenga de mejor manera la proporción con la finalidad pública que persigue la
medida (desalentar la comisión del ilícito administrativo) y que la conculcación del
derecho del administrado lo sea en lo estrictamente necesario para satisfacer el interés
público perseguido8.
8
MORÓN URBINA, Juan Carlos. Comentarios a la Ley de Procedimiento Administrativo General. Octava
Edición. Editorial Gaceta Jurídica, pág. 699.