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CONCEPTO, GENERACIONES Y LIMITES DE LOS

DERECHOS HUMANOS.

MELISA OCHOA ACEITUNO.


INDICE.

1.CONCEPTO, CARACTERISTICAS Y PRINCIPIOS RECTORES DE LOS DERECHOS HUMANOS.

1.1 CONCEPTO DERECHOS HUMANOS.

1.2 CARACTERISTICAS DE LOS DERECHOS HUMANOS.

1.3 DIFERENCIA ENTRE LOS DERECHOS HUMANOS Y DERECHOS


FUNDAMENTALES.

1.4. LOS PRINCIPIOS RECTORES DE LOS DERECHOS HUMANOS.

2. LAS GENERACIONES DE LOS DERECHOS.

2.1 DERECHOS DE PRIMERA GENERACION.

2.2 DERECHOS DE SEGUNDA GENERACION.

2.3 DERECHOS DE TERCERA GENERACION.

3.LIMITES DE LOS DERECHOS HUMANOS.

3.1 EL CARÁCTER LIMITADO DE LOS DERECHOS HUMANOS.

3.2 LIMITES DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.

3.3 LOS LIMITES DE LOS LIMITES DE LOS DERECHOS FUNDAMENTALES.

3.4 ASPECTOS DE LA SUSPENSION O RESTRICION DE LOS DERECHOS HUMANOS.

3.5 PRINCIPIOS RECTORES EN LA LIMITACION DE LOS DERECHOS HUMANOS.

4.CONCLUSIONES.

5. BIBLIOGRAFIA.

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1.CONCEPTO, CARACTERISTICAS Y PRINCIPIOS RECTORES DE LOS
DERECHOS HUMANOS.

1.1 Concepto de Derechos Humanos.

Cuando se habla de Derechos Humanos, se hace referencia a aquéllos que son inherentes a la
persona, es decir, a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de
residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición.
“Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna”.

Los Derechos Humanos pueden ser definidos, por tanto, como el conjunto de prerrogativas
sustentadas en la dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el
desarrollo integral de la persona, tanto personal como social. Este conjunto de prerrogativas
se encuentra establecido dentro del orden jurídico nacional, en nuestra Constitución Política,
tratados internacionales y las leyes.

Su principal finalidad es garantizar y proteger la dignidad de las personas. La noción de


Derechos Humanos se corresponde por tanto con la afirmación de la dignidad de la persona
frente al Estado. La sociedad contemporánea reconoce que todo ser humano por el hecho de
serlo, tiene derechos frente al Estado, derechos que éste, tiene el deber de respetar y
garantizar. Por lo tanto, la dignidad humana, constituye el origen, esencia y el fin de todos los
derechos humanos, dignidad que debe ser respetada en todo caso, constituyéndose como un
derecho absolutamente fundamental, base y condición de todos los demás, el derecho a ser
reconocido y a vivir con la dignidad de la persona humana, y del cual se desprenden todos los
demás derechos, en cuanto son necesarios para que los individuos desarrollen integralmente
su personalidad.

Son numerosas las definiciones dadas del concepto derechos humanos, sin embargo, en mi
opinión, algunas de las más relevantes son;

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De acuerdo con Fernández-Galiano entendemos que los Derechos Humanos son " aquellos
derechos de los que es titular el hombre, no por concesión de normas positivas, con
anterioridad e independientemente de esas normas y por el mero hecho de ser hombres. Estos
derechos son por tanto poseídos por todo hombre, cualquiera que sea su edad, y condición,
raza, sexo religión, estando por encima de toda circunstancia discriminatoria. Y en
consecuencia los derechos naturales constituyen una dotación jurídica básica idéntica para
todos, porque todos participan por igual de la naturaleza humana, que es su fundamento
ontológico ".

También pueden definirse en palabras de Pérez Luño " como un conjunto de facultades e
instituciones que, en cada momento histórico, concretan las exigencias de dignidad, libertad e
igualdad humanas, las cuales deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos
jurídicos a nivel nacional e internacional.” Esta definición, abarca las características
fundamentales generalmente aceptadas sobre los derechos humanos.

Por su parte, Luigi Ferrajoli establece que los derechos humanos son “los derechos que están
adscritos a todos en cuanto personas, y que son por tanto indisponibles e inalienables, pues
corresponden a prerrogativas no contingentes e inalterables de sus titulares y a otros tantos
límites y vínculos insalvables para todos los poderes, tanto públicos como privados”.

Santos Azuela refiere que “los Derechos Humanos representan los poderes, facultades,
libertades y prerrogativas fundamentales del hombre que se encuentran fuera de la esfera de
la acción creativa y restrictiva del Estado, esto es, que constituyen una esfera intocable para
la acción represora de las autoridades”, constituyéndose, por tanto, en limites inquebrantables
para el ejercicio del poder público.

Por último, se ha definido a los Derechos Humanos como “afirmaciones de intereses o


necesidades básicas” (Benn, Hierro, 1982). La cuestión es determinar cuáles son esos
intereses cuya satisfacción es un bien caracterizado como básico de moto tan rotundo. Se ha
escrito, por ejemplo, que “los derechos humanos representan esas mínimas condiciones bajo

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las que los seres humanos pueden prosperar”. Los derechos humanos constituyen, por tanto,
mínimos de existencia, y al saberse que serán respetados y promovidos, la persona se
moviliza con libertad para lograr vivir con dignidad.

Por lo tanto, con base a las consideraciones hasta aquí expuestas podemos conceptuar a los
derechos humanos de la siguiente manera: prerrogativas mínimas que todo miembro de la
especie humana, por su propia naturaleza, debe gozar, y cuyo respeto deben ser garantizados
por el Estado en todo tiempo y lugar, pues a través de ellas se concretan las exigencias de la
dignidad humana.

A continuación, vamos a analizar las principales características definitorias de los Derechos


Humanos. En ese sentido, dichas características fueron proclamadas en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, la cual se aprobó en el seno de la Organización de las
Naciones Unidas en 1948, y cuyo objetivo fue establecer un recurso jurídico que los
contemplara a nivel universal.

En primer lugar, como ya hemos hecho mención, los Derechos Humanos se caracterizan por
ser derechos inherentes a la persona, ya que la pertenecía a la especie humana es el único
requisito que debe satisfacerse para gozar de ellos ya que estos derechos no dependen de su
reconocimiento por el Estado, ni de la nacionalidad de la persona. Son derechos universales
que corresponden a todo habitante de la tierra.

En segundo lugar, se caracterizan por ser incondicionales, lo cual quiere decir que su
titularidad no está sujeta a condición alguna, es decir, la persona goza de ellos en todos los
casos y bajo cualquier circunstancia.

En tercer lugar, se trata de derechos preexistentes, ya que se trata de derechos innatos al


hombre, que nacen con la persona, y no de derechos creados a través de un acto jurídico. En
consecuencia, existen estos derechos antes de su reconocimiento en documentos, leyes,
convenciones y tratados.

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En cuarto lugar, los Derechos Humanos son inalienables, por lo que no pueden ser
transferidos a otro titular, y no pueden ser enajenados. Su titular no puede ejercitar sobre ellos
ningún acto de disposición que puede impedir en el futuro el ejercicio del derecho. Por tanto,
a los titulares de estos derechos no les está permitido privarse de ellos ni siquiera por su
propia voluntad. Esta afirmación es lógica si pensamos que los derechos humanos son
inherentes a la persona y acompañan a todo ser humano dotándolo de una especial dignidad,
pues la dignidad humana se identifica con la condición de la persona.

En quinto lugar, lo Derechos Humanos se caracterizan por ser irrenunciables. Esto significa
que quien posee estos derechos no puede desprenderse de ellos, no puede, por tanto,
renunciar a su titularidad. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la irrenunciabilidad se
refiere a la posesión o titularidad del Derecho. El titular no puede renunciar a su derecho,
pero puede no ejercitarlo.

Por último, los Derechos Humanos son imprescriptibles. Esta característica significa que no
les afecta la prescripción jurídica, es decir, son derechos que no se adquieren ni desaparecen
por el transcurso del tiempo, sino que la persona los conversa durante toda su existencia. En
este sentido, Santos Azuela expresa que “en cuanto derechos inherentes a toda persona,
connaturales a su condición y esencia, su intemporalidad se entiende lógica y su permanencia
incuestionable”. Consecuentemente tanto en su establecimiento como en su disfrute, han de
entenderse latente y podrán ejercerse en cualquier tiempo.

1.2 Diferencia del concepto de Derechos Humanos con Derechos Fundamentales.

Los que actualmente se denominan derechos humanos han recibido a través del tiempo
diversos nombres. Entre algunos de ellos se pueden mencionar los siguientes: derechos del
hombre, garantías individuales o sociales, derechos naturales, derechos innatos, derechos
esenciales, libertades públicas, derechos de la persona humana, derechos públicos subjetivos
y una denominación que se ha extendido es la de derechos fundamentales, a tal grado que
existe una importante corriente doctrinal que se basa en diferenciar éstos de los derechos
humanos. Es probable que actualmente esta última corriente sea predominante.

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Los derechos fundamentales han sido definidos como aquellos que están recogidos en el texto
constitucional y en los tratados internacionales, son por tanto los derechos humanos
constitucionalizados. También han sido conceptuados como las normas que protegen
cualquier aspecto fundamental que afecte el desarrollo integral de la persona y en caso de
infracción existe la posibilidad de poner en marcha el aparato coactivo del Estado. Otros
autores señalan que son los derechos humanos que se plasman en derecho positivo vigente,
son las normas que protegen cualquier aspecto fundamental que afecte el desarrollo integral
de la persona en una comunidad de hombres libres. Y, por último, también han sido definidos
como un sistema de valores objetivos dotados de unidad de sentido con interdependencia
normativa, cuyo disfrute efectivo exige garantizar mínimos de bienestar económico para que
se pueda participar en la vida comunitaria.

En consecuencia, la relación entre derechos humanos y derechos fundamentales sería que los
primeros implican un mayor matiz filosófico, guardan una connotación prescriptiva y
deontológica, y aún no han sido objeto de recepción en el derecho positivo, mientras que los
derechos fundamentales son los derechos y libertades reconocidos y garantizados por el
derecho positivo de los Estados.

Según como afirma Pérez Luño, los derechos fundamentales, frente al concepto de derechos
humanos, “son aquéllos que ciertamente están recogidos por un ordenamiento jurídico. Son
aquéllos derechos que aparecen reflejados en los capítulos correspondientes de las
Constituciones y que, por tanto, son garantizados por los mecanismos de protección del
derecho de un país y suelen gozar de una tutela reforzada”.

Por ello, están delimitados espacial y temporalmente pues su concreción está garantizada
sólo para el territorio de dicho país, así como por la vida de la Constitución y del
ordenamiento jurídico. Son derechos fundamentales porque fundamentan la organización y la
estructura de la sociedad en donde tienen vigencia. Por lo anterior, son también derechos
relativos, ya que establecer que derechos formaran parte de la lista de derechos
fundamentales depende de la voluntad de los constituyentes que elaboran en su día la
Constitución de cada nación. Es, por eso, que suelen variar de una Constitución a otra,
aunque las diferencias no siempre sean muy notables. Por lo demás, una vez positivados en la
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norma suprema del ordenamiento jurídico no son sometidos a cambios espectaculares, sino
que son reconocidos y protegidos con la intención de perdurar en el tiempo.

En conclusión, el término derechos humano o derechos del hombre se utilizaría para hacer
referencia al conjunto de derechos reconocidos en las declaraciones y textos internacionales,
mientras que el de derechos fundamentales serviría para denotar a los derechos protegidos
por el derecho interno de cada país.

1.3 Principios rectores de los derechos humanos.

Por último, vamos a analizar cuáles son los principios rectores de los derechos humanos y
que significan cada uno de ellos.

Universalidad.

El primer principio rector de los Derechos Humanos es la universalidad. Como ya sabemos,


la titularidad de los derechos humanos, no puede estar restringida a una clase determinada de
individuos o a un colectivo histórico o espacial determinado, y por ello deben ser aceptados y
respetados por todos los Estados, con independencia de su sistema económico, político o
social.

La universalidad hace énfasis en que la cuestión de los derechos humanos no es sólo un


asunto de cada Estado, sino de la comunidad internacional. El Estado tiene la facultad de
plasmar cada derecho en su Constitución en la forma que considere más conveniente, pero sin
violentar las declaraciones e instrumentos internacionales que ha ratificado ni el jus cogens.
Por esta razón, las declaraciones de derechos humanos en las nuevas Constituciones o en sus
reformas son más parecidas entre sí.

Como bien expresa Pérez Luño, “sin el atributo de la universalidad nos podemos encontrar
con derechos de los grupos, de las etnias, de los estamentos, de entes colectivos más o menos
numerosos, pero no con derechos humanos… la titularidad de los derechos, enunciados como
derechos humanos, no va a estar restringida a determinadas personas o grupos privilegiados,
sino que va a ser reconocida como un atributo básico inherente a todos los hombres, por el
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mero hecho de su nacimiento”. Para él, en consecuencia, los derechos humanos o son
universales o no son tales.

Interdependencia.

Los derechos humanos hacen referencia a ciertos bienes primarios constitutivos de lo que se
considera dignidad humana, y, por ende, son elementos de un todo que no deben verse de
forma aislada. El principio de interdependencia tiene como base el hecho de que los derechos
humanos se encuentran relacionados o conectados entre sí, y que, en consecuencia, la
satisfacción o la afectación a alguno de ellos tiene efectos en el goce y disfrute de los demás.

Como establecen Vázquez y Serrano, “la interdependencia comprende, al menos, un par de


relaciones donde: un derecho depende de otros derechos para existir, dos derechos son
mutuamente dependientes para su realización”. En este sentido el respeto, protección y
promoción de uno de los derechos impactaran en el otro y viceversa.

Progresividad.

Como los derechos humanos son inherentes a la persona y su existencia no depende del
reconocimiento de un Estado, siempre es posible extender el ámbito de la protección a
derechos que anteriormente no gozaban de la misma. Es así como han aparecido las sucesivas
generaciones de derechos humanos y como se han multiplicado los medios para su
protección.

El principio de progresividad se refiere, por tanto, a que todas las cuestiones relativas a los
derechos humanos, tales como su reconocimiento y protección, deben buscar un constante
mejoramiento, y apunta a la no regresividad, es decir, a que una vez que se ha alcanzado un
determinado estándar no se admitan medidas en retroceso. La progresividad implica tanto
gradualidad como progreso. La gradualidad se refiere a que la efectividad de los derechos no
va a lograrse de una vez y para siempre, sino que se trata de un proceso que supone definir
metas a corto, mediano y largo plazo. El progreso patentiza que el disfrute de los derechos
siempre debe mejorar. La progresividad requiere del diseño de planes para avanzar hacia el
mejoramiento de las condiciones de los derechos.

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Indivisibilidad.

La indivisibilidad implica que todos los derechos forman una unidad, es decir un conjunto
inseparable, constituyendo elementos de un todo que no admiten separación. Como
consecuencia de este principio, los Estados no pueden reconocer unos derechos y desconocer
otros, ya que todos forman una unidad esencial cuyo goce o ejercicio no puede ser parcial.
La indivisibilidad niega cualquier separación, categorización o jerarquía entre los derechos
humanos. El aspecto central de este criterio es que los Estados no están autorizados a proteger
y garantizar una determinada categoría de derechos humanos en contravención de otra, sino
que todos los derechos humanos merecen la misma atención y urgencia. Bajo esta lógica, “la
existencia real de cada uno de los derechos humanos sólo puede ser garantizada por el
reconocimiento integral de todos ellos”.

Eficacia directa.

Por último, la eficacia directa implica que los derechos humanos reconocidos en la
Constitución y en los instrumentos internacionales ratificados por un país vinculan
obligatoriamente a todos los poderes públicos, así como a autoridades, grupos y personas, y
para ello no es necesario que una ley desarrolle los alcances de ese derecho humano, aun en
el supuesto de que la Constitución señale la existencia de esa ley.

2. LAS GENERACIONES DE LOS DERECHOS.

El reconocimiento legal de los derechos humanos ha tenido una larga historia. Algunos
derechos han sido incluidos en las leyes mucho antes que otros, que sólo han sido aceptados
después de largas luchas sociales. Una forma habitual de definir y clasificar los derechos ha
consistido en recurrir a un criterio histórico o cronológico por el que se distinguirían los
derechos del hombre incluyéndolos en diferentes generaciones de acuerdo con el momento,
circunstancias políticas e intereses que los ocasionaron. Según este criterio, hasta el
momento, se habrían sucedido tres generaciones de derechos del hombre.
Los derechos de la primera generación o derechos civiles y políticos.
Los derechos de la segunda generación o derechos económicos, sociales y culturales.
Los derechos de la tercera generación.

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La división de los derechos humanos en tres generaciones fue inicialmente propuesta en 1979
por el jurista checo Karel Vasak en el Instituto Internacional de Derechos Humanos en
Estrasburgo, Francia. Este autor consideraba que en la evolución histórica de los Derechos
Humanos pueden distinguirse tres generaciones, asociada cada una de ellas al desarrollo de
los tres grandes valores proclamados en la Revolución Francesa: Libertad, Igualdad y
Fraternidad. Las teorías de Vasak tenían sus raíces sobre todo en la legislación europea, ya
que reflejaban principalmente los valores europeos.

La distinción, que no necesariamente oposición, entre ambas generaciones de derechos se


hace patente cuando se considera que mientras en la primera los derechos humanos vienen
considerados como derechos de defensa de las libertades del individuo, que exigen la
autolimitación y la no injerencia de los poderes públicos en la esfera privada y se tutelan por
su mera actitud pasiva y de vigilancia en términos de policía administrativa; en la segunda,
correspondiente a los derechos económicos, sociales y culturales, se traducen en derechos de
participación que requieren una política activa de los poderes públicos encaminada a
garantizar su ejercicio, y se realizan a través de las técnicas jurídicas de las prestaciones y los
servicios públicos

2.1 Estado liberal. Derechos de primera y segunda generación.

En los derechos de primera y segunda generación, el Estado liberal de Derecho y las


constituciones escritas que lo formalizaron tomaban como principio la limitación jurídica del
poder como garantía de la libertad individual. Partía de la separación entre la sociedad civil y
el Estado, y mantenía un margen de operación circunscrito a la organización política en
sentido estricto. Las relaciones entre los individuos eran ajenas al Estado, que se limitaba a
realizar y mantener los servicios públicos no cubiertos por la iniciativa privada, así como
garantizar el orden público y la defensa del país frente al exterior.

La primera generación de derechos representa los derechos individuales más básicos: vida,
libertad propiedad, seguridad y un reducido derecho de participación política. Son libertades
propias del liberalismo de la primera mitad del siglo XIX. El sujeto es el hombre
individualmente considerado, reconociéndose el derecho formalmente, aunque no se
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configuren garantías para su ejercicio. La segunda generación de derechos, que aparece en la
segunda mitad del siglo XIX, incorpora cierta extensión del sufragio -solo masculino- y
ciertas libertades públicas, así como el derecho de asociación.

A) Derechos de primera generación.

Los derechos de primera generación se refieren a los derechos civiles y políticos, también
denominados "libertades clásicas". Podemos ubicar a esta generación en la época en que cae
el absolutismo político junto con las monarquías que le daban sustento, cuando ya hacia
finales del siglo XVIII surge el constitucionalismo clásico. Aquí el hombre empieza a tomar
conciencia de que, para poder acceder a la convivencia política, conforme a las ideas
liberales, debía tener ciertos derechos que le permitieran ejercitar libremente las ideas de la
época. En ese entonces, las colonias inglesas se independizan de Inglaterra; por el mismo
tiempo surge la Declaración Francesa de los derechos del hombre y ciudadano.

La mayoría de autores señala que en la Constitución de Estados Unidos de América del Norte
y en la Declaración Francesa es en donde surge la primera generación de derechos humanos.
Las ideas que dieron forma a estos derechos de la primera generación son proporcionadas al
mundo por primera vez por Aristóteles, Cicerón, Santo Tomas de Aquino etc., y retomadas
posteriormente por Rousseau, Voltaire, Diderot y otros personajes. Como resultado de tales
luchas, esas exigencias fueron consagradas como auténticos derechos y difundidas
internacionalmente.

En los derechos de primera generación nos encontramos entre otros, con el derecho a la vida,
a la libertad y a la seguridad. Se establece la prohibición de esclavitud o servidumbre y el
sometimiento a torturas y penas o tratos inhumanos o degradantes. También se establecen los
derechos a circular libremente y a elegir su residencia. Así como el derecho de toda persona a
tener una nacionalidad. En caso de persecución política, se establece que toda persona tiene
derecho a buscar asilo y disfrutar de el en cualquier país. Por otra parte, se establece que todo
individuo tiene derecho a la libertad de pensamiento y de religión, así como a la libertad de
opinión y expresión de ideas y el derecho de reunión.

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Se trata de derechos que tratan de garantizar la libertad de las personas. Su función principal
consiste en limitar la intervención del poder en la vida privada de las personas, así como
garantizar la participación de todos en los asuntos público.

Para precisar lo que significan y en que se centran estos derechos de primera generación se
resaltaran las características más importantes de estos.
En primer lugar, destacan por su carácter absoluto o formal, es decir, afectan a todos los
individuos al margen de su circunstancia socio-económica. Los derechos civiles y políticos
son de titularidad individual, es decir es el sujeto individual titular de esos derechos quien
puede ejercerlos y disfrutarlos. Los derechos de la primera generación están claramente
inspirados en una filosofía individualista: el individuo es quien detenta la titularidad, es el
sujeto titular que puede exigir y requerir su protección. Con los derechos de primera
generación se pretende salvaguardar la libertad individual frente a las posibles injerencias de
particulares o del propio Estado.

En segundo lugar, presuponen un Estado pasivo, no intervencionista o mínimo.


Reconociendo una esfera de privacidad al individuo apuntan en realidad a que el Estado no
interfiera en las actividades privadas de los ciudadanos, salvo que transgredan las reglas
básicas o impliquen la comisión de un delito.

En conclusión, los derechos civiles y políticos establecen verdaderos límites a la actuación


del Estado al objeto de preservar al individuo un espacio libre de interferencias donde pueda
decidir, actuar, disfrutar de su libertad sin cortapisas.

B) Derechos de Segunda generación.

Los Derechos de segunda generación surgen como resultado de la II Guerra Mundial, cuando
en 1944 el presidente Roosevelt propuso una segunda Bill of Rights. Tales Derechos imponen
a los gobiernos la obligación de respetarlos, promoverlos y aplicarlos, pero dependiendo de la
disponibilidad de recursos públicos de manera progresiva. Los derechos de segunda
generación están íntimamente ligados al desarrollo del estado del bienestar y a las reformas
fiscales progresistas que alentaron las constituciones antifascistas de Francia, Italia y la
República Federal Alemana tras la II Guerra Mundial.
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Los derechos de segunda generación constituyen los derechos económicos, sociales y
culturales, debido a los cuales, el Estado de Derecho pasa a una etapa superior, es decir, a un
Estado Social de Derecho. Estos derechos fueron incorporados poco a poco en la legislación
a finales del siglo XIX y durante el siglo XX.

De ahí el surgimiento del constitucionalismo social que enfrenta la exigencia de que los
derechos sociales y económicos, descritos en las normas constitucionales, sean realmente
accesibles y disfrutables. Se demanda un Estado de Bienestar que implemente acciones,
programas y estrategias, a fin de lograr que las personas los gocen de manera efectiva.

Los derechos de segunda generación tratan de fomentar la igualdad real entre las personas,
ofreciendo a todos las mismas oportunidades para que puedan desarrollar una vida digna. Su
función consiste en promover la acción del Estado para garantizar el acceso de todos a unas
condiciones de vida adecuadas.

Entre los derechos de segunda generación encontramos entre otros, los siguientes: Toda
persona tiene derecho a la seguridad social y a obtener la satisfacción de los derechos
económicos, sociales y culturales, toda persona tiene derecho al trabajo en condiciones
equitativas y satisfactorias, toda persona tiene derecho a formar sindicatos para la defensa de
sus intereses, Toda persona tiene derecho a la educación, toda persona tiene derecho a la
salud física y mental.

En cuanto a las características principales de los derechos de segunda generación, destacan


las siguientes:

En primer lugar, los derechos sociales son derechos de prestación. Es decir, derechos que
presuponen la necesidad de una actividad positiva del Estado. El Estado, por tanto, debe
actuar activamente a diferencia del caso de los derechos civiles y políticos en donde su
función es abstenerse, mantenerse en una posición neutral. Rasgo importante que diferencia
a las generaciones de derechos y la diferente función del Estado en un caso y otro: el
Estado liberal, pasivo, que reconoce los derechos civiles y políticos; el Estado social,
intervencionista, que procura implementar los derechos económicos, sociales y culturales.

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De esta forma, entre ambos grupos de derechos existen diferencias cualitativas: los
derechos civiles requerían una no-interferencia del poder estatal, creaban obligaciones
negativas para el Estado; por el contrario, los derechos sociales crean obligaciones
positivas, en la medida que son sólo realizables a través de la acción social del Estado.
Precisamente, por este carácter, son derechos que se convierten en exigencias de actuar y
en requerimientos por parte de los ciudadanos para que el poder público actúe. Los
derechos sociales se convierten en exigencias para la construcción de hospitales, de
escuelas, financiación de la medicina y la educación, etc., y en la implantación de
numerosos servicios sociales que promuevan una vida digna a los ciudadanos

En segundo lugar, los derechos sociales son de titularidad individual, como los derechos
civiles y políticos, pero se inspiran en una concepción empírica del ser humano. En efecto,
tienen su fundamento en una imagen del hombre contextualizado -como trabajador, como
joven, anciano, etc.-. Nada más alejado del hombre abstracto que sostiene a los derechos
civiles y políticos. En estos casos, la referencia es siempre la categoría general -todos los
hombres- a la que se atribuye la titularidad de los derechos. Por el contrario, los derechos
económicos y sociales están pensados para ser atribuidos a personas concretas, en una
situación específica. Por eso, su fundamento no es el hombre abstracto, sino las específicas
necesidades que el hombre tiene, ubicado en unas circunstancias históricas contingentes. La
principal consecuencia de esta visión es el reconocimiento de la existencia de necesidades
básicas del individuo, que éstas permiten clasificar a los individuos, que son necesidades
que habrá que ponderar en función del contexto en el que desarrolla su vida y que la
sociedad tiene una nítida responsabilidad en el empeño de la satisfacción de dichas
necesidades.

En tercer lugar, los derechos sociales remiten a un concepto de libertad configurado a partir
de la igualdad. En efecto, “los derechos sociales se configuran como derechos de igualdad”
(Prieto Sanchís 1990). Con ellos, se trata, en la medida que su fundamento son las
necesidades básicas de los hombres, de dotar a todos los ciudadanos de unas mínimas
condiciones materiales de vida, de poder disfrutar por parte de todos de ciertas condiciones
de igualdad con la que realizar sus deseos e intereses, sus planes de vida sin que las
diferencias de riqueza, de posición social, de facultades y habilidades naturales sean un

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impedimento.

Por último, los derechos sociales son un elemento de solidaridad social. Siguiendo a
Durkheim, puede decirse que la materialización de los derechos sociales, en consonancia
con los rasgos citados antes, son un instrumento de cohesión interna de las sociedades en
las que se implementan, en la medida que uno de sus objetivos es la superación de las
diferencias sociales, de las desigualdades de riqueza entre aventajados y desaventajados. En
este sentido, el Estado cumple un importante papel equilibrador entre unos y otros, a través
de la utilización de los instrumentos fiscales que están a su servicio y de la programación
de políticas sociales.

2. Estado Social. Derechos de tercera generación.

En el Estado social (o Estado de bienestar social) el sector privado y el sector público


interactúan, avanzando la política social hacia la igualdad real desde la igualdad formal.

La tercera generación de derechos ha ido incorporándose a las leyes a finales del siglo XX y
comienzos del siglo XXI. Pretenden fomentar la solidaridad entre los pueblos y las personas
de todo el mundo. Su función es la de promover unas relaciones pacíficas y constructivas que
nos permitan afrontar los nuevos retos a los que se enfrenta la Humanidad. Entre los derechos
de tercera generación podemos destacar los siguientes: el derecho a la paz, el derecho al
desarrollo y el derecho a un medio ambiente limpio que todos podamos disfrutar.

Los derechos de tercera generación o como también se les llama; los derechos de los pueblos
y derecho de solidaridad estos comprenden y hacer referencia a tres tipos de bienes que se
pueden englobar que serían la paz, el desarrollo y el medio ambiente. En este primero que
sería la paz encontramos a los derechos civiles y políticos, en el desarrollo encontramos los
derechos económicos, sociales y culturales, y, en los derechos de medio ambiente se
concentra la cooperación entre los pueblos, todo esto en una globalización de los distintos
grupos que conforman un Estado, así mismo de una Nación o de las Naciones entre sí.

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Por otro lado, nacen como respuesta a la necesidad de colaboración entre las naciones.
Entonces diríamos que son derechos de colaboración internacional. El valor típico de los
derechos de tercera generación ya no es la libertad o la igualdad, sino la solidaridad
internacional y en su ámbito se encuentran derechos como el Derecho a la libre
determinación de los pueblos, en relación con el multiculturalismo y el respeto de las
minorías, el Derecho al desarrollo, al medio ambiente o a la paz. Frente a los Derechos civiles
y políticos y a los Derechos económicos, sociales y culturales, los Derechos de tercera
generación no se encuentran reconocidos positivamente en los Pactos de 1966.

Por último, los derechos de tercera generación, pueden ser reclamados ante el propio Estado
por grupos pertenecientes al mismo o por otro Estado. Y requieren para su cumplimiento de
leyes concretas, tanto del Estado, como de la Comunidad Internacional. Involucran el
concepto de paz en su sentido más Amplio

Entre otros, destacan los relacionados con: La autodeterminación, la independencia


económica y política, la identidad nacional y cultural, la autodeterminación, la paz, el
desarrollo que permita una vida digna, el medio ambiente, el uso de los avances de las
ciencias y las tecnologías.

En cuanto a sus características definitorias, podemos señalar que presentan las siguientes:
En primer lugar, responden a la necesidad de pertenecer a la comunidad humana y al planeta
y de este modo se relacionan con la solidaridad como valor de fondo. En este sentido se
orientan las medidas encaminadas a proteger el medio ambiente y al consumo responsable.

Como en el caso de los derechos sociales y económicos, los derechos de solidaridad también
constituyen un importante gasto para el Estado, por ejemplo, cabe citar el control de todo tipo
de vertidos de agentes dañinos o las campañas para orientar el consumo responsable-.
También recuerdan a los derechos de segunda generación en que pretenden minimizar las
situaciones de desequilibrio social o desigualdad o que podrían imponer un recorte para la
libertad de mercado: por ejemplo, ciertas prácticas de las multinacionales contra el medio
ambiente que precisarían medidas de los poderes públicos para combatirlas.

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Otros derechos de tercera generación recuerdan, en cambio, a los derechos civiles y políticos
de primera generación: por ejemplo, la protección de los datos informáticos o del material
genético frente a la posible manipulación de los mismos representan una extensión del
principio liberal de privacidad y libertad de conciencia. En realidad, no son más que
adaptaciones de éste a las nuevas circunstancias de la vida.

Otro rasgo importante de ciertos derechos de tercera generación es que la titularidad de los
mismos resulta difusa. Cuando nos referimos a la protección del medio ambiente, por
ejemplo, se habla de la protección del derecho de las generaciones futuras a heredar un
ecosistema en condiciones.

Por último, algunos derechos de tercera generación apelan a la necesidad de una autoridad
real que se encuentre por encima de la autoridad del Estado. Por ejemplo, la protección del
medio ambiente o la regulación del consumo parecen requerir ciertas políticas consensuadas
en el plano internacional, si bien el problema que se plantea es que los acuerdos
internacionales tienen nula capacidad de coerción sobre las autoridades de ciertos Estados
que no lo han suscrito.

En conclusión, toda la evolución histórica, jurídica que se ha venido dando para que
existieran estos derechos ha sido trascendental ya que todos surgen como necesidad del
respeto al derecho de las otras personas así mismo el respeto entre estados. Es por esto que
esta clasificación de las tres generaciones del derecho es tan importante debido a que con
estas hemos obtenido en cierta medida garantías básicas de que no se vulnerara de una u otra
manera cualquiera de nuestros derechos fundamentales.

Por último, conviene advertir, que las generaciones de derechos humanos no entrañan un
proceso meramente cronológico y lineal. En el curso de su trayectoria se producen constantes
avances, retrocesos y contradicciones que configuran ese despliegue como un proceso
dialéctico. No debe escapar tampoco a la consideración de esta problemática que las
generaciones de derechos humanos no implican la sustitución global de un catálogo de
derechos por otro; en ocasiones, se traduce en la aparición de nuevos derechos como
respuesta a nuevas necesidades históricas, mientras que, otras veces, suponen la redimensión

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o redefinición de derechos anteriores para adaptarlos a los nuevos contextos en que deben ser
aplicados.

Una concepción generacional de los derechos humanos implica, en suma, reconocer que el
catálogo de las libertades nunca será una obra cerrada y acabada. Una sociedad libre y
democrática deberá mostrarse siempre sensible y abierta a la aparición de nuevas
necesidades, que fundamenten nuevos derechos.

3. LIMITES DE LOS DERECHOS.

3.1 El carácter limitado de los derechos.

La primera cuestión a abordar sobre este tema es la pregunta de si los derechos poseen o no
un carácter limitado. Al respeto, el Tribunal Constitucional se ha pronunciado declarando que
no existen en el ordenamiento español “derechos ilimitados”. Por tanto, todos los derechos
tienen sus límites. Esta idea de limitación de los derechos, responde a la pretensión de que el
reconocimiento de un derecho no lleve, de facto, a una situación de abuso o de uso antisocial
del mismo, y permite avalar la tesis de que para que todos los derechos reconocidos puedan
ser ejercitados ninguno de ellos puede ser ilimitado. La doctrina, de manera casi unánime, ha
defendido el carácter limitado de los derechos, que no son, por tanto, absolutos, sino que
deben articularse en un sistema en el que sea posible el ejercicio de todos ellos.

Por lo tanto, todo derecho tiene sus límites que, en relación a los derechos fundamentales,
establece la Constitución por sí misma en algunas ocasiones, mientras en otras el límite
deriva de una manera mediata o indirecta de tal norma, en cuanto ha de justificarse por la
necesidad de proteger no sólo otros derechos constitucionales, sino también otros bienes
constitucionales protegidos» (STC 2/1982); y lo mismo puede decirse también de la mayor
parte de la doctrina.

Desde una perspectiva jurídica, parece por tanto incuestionable que los derechos
fundamentales se hallan sometidos a límites, aunque sólo sea por su necesidad de articulación
19
con los derechos de los demás. En este sentido, el artículo 4 de la Declaración de Derechos de
1789 señala que “en el ejercicio de los derechos; los límites de los derechos fundamentales
naturales de cada hombre no tienen más límites que los que aseguran a los demás miembros
de la sociedad el goce de estos mismos derechos”. En segundo lugar, tampoco parece que
pueda ser puesto en cuestión

la posibilidad de que la propia norma constitucional que consagra los derechos


fundamentales pueda en determinadas circunstancias establecer los límites a los que éstos se
hallan sometidos, sea con carácter general, sea algún derecho en particular.

En virtud de la definición de la Restricción de los Derechos Fundamentales como “aquellas


intromisiones vulneradoras del ámbito de protección de los derechos fundamentales, lo que
implica que conforman el supuesto de hecho del derecho fundamental, y que, por este
motivo, precisan de justificación conforme al principio de proporcionalidad”, podemos
derivar su naturaleza jurídica. En este sentido, cabe afirmar que constituye un instrumento
para establecer cómo tendrán que actuar los poderes públicos para que sus actos, en principio
vulneradores de tales derechos, resulten constitucionalmente legítimos.

Por tanto, podemos concluir que los derechos fundamentales no son absolutos y, por ende,
pueden ser sometidos a restricciones. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la posibilidad
de limitar los dichos derechos también se encuentra restringida, puesto que necesitará de una
norma de habilitación o autorización constitucional. Asimismo, la restricción del derecho
deberá estar justificada en la protección de otro derecho o bien constitucional. Y, por último,
el límite deberá cumplir las distintas exigencias o requisitos constitucionales que pretenden
asegurar la vinculación del legislador a los derechos fundamentales, esto es lo que se conoce
como “límites de los límites de los derechos”

En cuanto a los derechos humanos, aquellos inherentes al hombre y que, por ende, no puede
perder su titularidad, el Texto Constitucional establece que, en casos excepcionales, en los
que la sociedad o el propio Estado se encuentren en grave peligro, el ejercicio de esto
derechos y sus garantías pueden restringirse. Por tanto, cuando el orden social se ve
amenazado y es necesaria la intervención rápida y eficaz del gobierno para garantizar la
continuidad del orden preestablecido, o incluso, la supervivencia del Estado, puede decretarse
20
la suspensión o restricción de aquellos derechos que obstaculicen el hacer frente a la
situación. Así, la suspensión o restricción de los derechos humanos puede verse como “el
procedimiento para alterar la observancia regular del orden jurídico ante situaciones de
gravedad que pongan en peligro el propio Estado”

El efectivo disfrute de los derechos fundamentales por parte de los titulares se encuentra, por
tanto, sometido a una considerable variedad de condiciones que son caracterizadas
generalmente por la doctrina como límites del ejercicio de los derechos. Vamos a analizar
cuales son y en qué consisten esos límites.

En primer lugar, nos encontramos con los límites impuestos por el sentido y la función de
cada derecho. En efecto, la existencia de una multiplicidad de derechos es una prueba de que
las posibilidades de actuación y defensa de cada uno de éstos es diferenciada y está sujeta a
una delimitación más o menos precisa. En última instancia, el contenido propio y
característico de cada derecho viene dado por unas posibilidades específicas de actuación. En
consecuencia, las fronteras que lo delimitan no deberán ser sobrepasadas ni al establecer su
configuración legal ni en el momento de ejercitarlo.

En este sentido, se establece que, quedará contraindicado cualquier ejercicio de los derechos
que desborde los contornos de su contenido específico propio. Este respeto al contenido
esencial exige que no sea ejercitado de tal modo que desemboque en la eliminación general o
parcial de ese derecho. Del mismo modo, queda radicalmente desautorizado el ejercicio del
mismo con la finalidad de perjudicar a otro o cuando, aun sin existir esa intencionalidad se
causa perjuicio a alguien sin que coexistan verdadero interés del propio sujeto titular del
derecho lo que sería un abuso del propio derecho.

En segundo lugar, los derechos fundamentales de los sujetos son por sí mismos límite del
ejercicio de los derechos de cualquier otro sujeto. Sí resulta evidente en cualquier caso que el
ejercicio de un derecho fundamental puede entrar en conflicto con el ejercicio y disfrute de
algún otro derecho por parte de los otros miembros de la sociedad. Así que las posibilidades
del disfrute y de ese derecho fundamental sólo pueden extenderse hasta la línea que delimita
el contenido o posibilidades de ejercicio que corresponde a los derechos fundamentales de los
demás. Es decir, no pueden sobrepasar los límites fijados. Lo difícil será determinar dónde
21
están los respectivos límites ya que ese extremo dependerá de una considerable variedad de
factores que deberán ser analizadas en cada caso concreto, como el conjunto de facultades o
poderes del núcleo central del derecho, la valoración relativa a que se hace de sus derechos en
su contexto social y político, la importancia que se atribuya a los bienes o intereses que
podrían resultar lesionados o las circunstancias que concurren en los titulares de los distintos
sujetos. Por tanto, habrá que tener en cuenta algunas otras consideraciones circunstanciales.
Por ejemplo, que en la actualidad la libertad de expresión o el derecho la información sea
superior a otros derechos como el honor, a la vida privada o la imagen forma parte de la
moral de nuestra sociedad.

En tercer lugar, nos encontramos con el orden público como límite de los derechos
fundamentales, el cual debe ser entendido como el conjunto de condiciones organizativas y
de funcionamiento de la sociedad que garantizan un desarrollo de la vida social en el que esté
asegurada la realización ordenada, y pacífica de los derechos que corresponden a los
ciudadanos. Su operatividad radica en la exigencia de asegurar las condiciones básicas de
organización que permitan que todos los miembros de la sociedad puedan ejercer sus
respectivos derechos.

Podemos afirmar con carácter general, que en todo caso las medidas limitativas de los
derechos fundamentales han de estar siempre al servicio del conjunto de la sociedad y han de
orientarse a la protección del libre ejercicio de sus respectivos derechos por la mayoría de los
ciudadanos. Han de asegurar también el respeto a los bienes o valores básicos del orden
social: cumplimiento del Derecho, seguridad física o jurídica, funcionamiento de los servicios
públicos básicos, independencia de las instituciones, etcétera.

En suma, el orden público puede imponer límites al ejercicio de los derechos, pero su
aplicación está sometida también a las limitaciones para asegurar el más amplio ejercicio
social posible de su libertad por parte de todos los ciudadanos. Entre esas limitaciones o
condicionamientos no puede faltar ninguno de estos tres: que su acción contribuya, en el
saldo final, a reforzar la libertad de los ciudadanos en el ejercicio generalizado de sus
derechos. En segundo lugar, que la proyección limitadora del orden público sobre el ejercicio
de los derechos fundamentales éste taxativamente regulada por leyes generales. Por último,
que su interferencia se mantenga dentro de los límites mínimos imprescindibles y que los
22
medios que se utilicen en la acción no sean desproporcionados ni impliquen riesgos no
justificables.

Por último, el bienestar general puede constituirse también en límite del disfrute individual de
los derechos fundamentales. Cuando el ejercicio de un derecho humano dificulta la
realización de intereses generales relevantes, entonces el beneficio privado que protege ese
derecho debe ceder ante las exigencias del bienestar general. Por eso el bienestar general de
la sociedad, en cuanto límite del ejercicio de los derechos humanos, ha de entenderse como
un conjunto de bienes de que puede disfrutar la comunidad sin impedir o lesionar gravemente
el libre desarrollo integral de todos sus miembros. Este límite entra en juego cuando el
ejercicio de un derecho fundamental de los individuos impida la creación o el desarrollo de
condiciones sociales que faciliten la libre realización integral de la mayoría de los
ciudadanos.

Para que las exigencias del bien común actúan legítimamente han de cumplirse las siguientes
premisas: en primer lugar, que el bien común que se defienda sea concretamente preferible a
los bienes o intereses individuales en cuyo disfrute interfiere, y, en segundo lugar, que sea
verdaderamente común, es decir, que beneficie a todos los miembros de la su comunidad y
que sea determinado por la decisión, directa o indirecta, de todos esos miembros.

3.3. Los límites de los límites de los Derechos fundamentales

Tal y como menos mencionado anteriormente, la restricción de los derechos fundamentales


se encuentra restringida y debe estar en todo caso justificada en la protección de otro derecho
o bien constitucional y cumplir los requisitos constitucionales que pretenden asegurar la
vinculación del legislador a los derechos fundamentales, es decir, el legislador deberá
respetar a la hora de restringir un determinado derecho fundamental «los límites de los
límites».

Concretamente, con la expresión «límites de los límites de los derechos fundamentales» se


hace referencia al “conjunto de institutos que, en cuanto requisitos formales y materiales para
las leyes restrictivas de los derechos y de las libertades, operan a modo de límites de la
capacidad del legislador en dicha materia”.
23
En primer lugar, nos encontramos con la reserva de ley, lo que supone que para que una
limitación de un derecho fundamental se ajuste a nuestra norma fundamental se deberá
realizar mediante una ley que, deberá ser proporcional y que, deberá respetar el contenido
esencial del derecho sometido a restricción. La necesidad de una ley para limitar un derecho
fundamental, establecida por el artículo 53.1 de la Constitución, es una garantía de carácter
formal, que tiene como objetivo establecer la obligación de que la decisión sea legislativa.
Sobre esta cuestión, el Tribunal Constitucional ha afirmado que “el principio de reserva de
ley entraña, en efecto, una garantía esencial de nuestro Estado de Derecho, y como tal ha de
ser preservado”. Su significado último es el de asegurar que la regulación de los ámbitos de
libertad que corresponden a los ciudadanos dependa exclusivamente de la voluntad de sus
representantes, por lo que tales ámbitos han de quedar exentos de la acción del poder
ejecutivo.

En segundo lugar, nos encontramos con el principio de proporcionalidad. Dicho principio, se


sustenta en la idea de vinculación de los poderes públicos a los derechos fundamentales, por
lo que, una disminución en el ejercicio de los mismos debe tener una causa justificada y solo
en la medida necesaria. Este principio tiene su fundamento en el carácter inviolable de los
derechos fundamentales y es considerado como un criterio de imperativa observancia en el
ejercicio de cualquier competencia pública, por cuanto la efectivización de un derecho
fundamental no puede ser limitado más allá de lo que sea imprescindible para la protección
de otro derecho fundamental o bien jurídico constitucional, con la finalidad de evitar el
sacrificio innecesario o excesivo de los derechos fundamentales.

Lo anotado implica, entonces, que la autoridad, al momento de elaborar una ley, emitir una
norma o aplicar una disposición legal que limita un derecho fundamental, debe efectuar un
juicio de proporcionalidad en el que se analice tres aspectos fundamentales: En primer lugar,
si la medida limitativa o restrictiva de un derecho fundamental es idónea o adecuada para la
finalidad buscada con la misma. En segundo lugar, si la medida limitativa o restrictiva es
necesaria, y si acaso, existen otras menos graves, que restrinjan en menor grado el derecho
fundamental, que podrían ser adoptadas en el caso concreto para alcanzar la finalidad
perseguida. Y, por último, analizar la proporcionalidad en sentido estricto, que consiste en
dilucidar si la afectación, restricción o limitación al derecho fundamental no resulta
24
exagerada o desmedida frente a las ventajas que se obtienen con tal restricción y el
cumplimiento de la finalidad perseguida.

El principio de proporcionalidad consiste, por tanto, en el examen de la existencia de una


relación razonable o proporcionada entre los medios utilizados y el fin perseguido. Como
afirma Brage Camazano, según el principio de proporcionalidad en sentido estricto “deben
ponderarse materialmente las ventajas e inconvenientes que se derivarían de la intervención
de que se trate en el derecho fundamental para determinar si las ventajas que lleva consigo
para el bien público, es decir el fin perseguido tienen un peso específico suficiente para
justificarla”

El último límite de los límites de los derechos fundamentales, tal y como establece el artículo
53.1 de la Constitución, es el respeto al contenido esencial del derecho sometido a restricción.
En consecuencia, una vez que se haya acreditado la justificación de la limitación de un
determinado derecho y la adecuación, necesidad y proporcionalidad en sentido estricto de la
misma, se deberá comprobar, en última instancia, que la limitación no vulnere el contenido
esencial del derecho sometido a restricción.

Vamos entonces a analizar en que consiste el contenido esencial de los derechos. En este
sentido, y como afirma Prieto Sanchis, el contenido esencial constituye la última trinchera de
protección de los derechos fundamentales y de las libertades públicas. Como mantiene el
Tribunal Constitucional, se entiende por contenido esencial “aquella parte del contenido de
un derecho sin la cual éste pierde su peculiaridad” o, dicho de otro modo, lo que hace que sea
reconocible como derecho perteneciente a un determinado tipo, es decir aquellas facultades
necesarias para que el derecho sea recognoscible como pertinente al tipo descrito y sin las
cuales deja de pertenecer a ese tipo. Es también aquella parte del contenido que es
ineludiblemente necesaria para que el derecho permita dar a su titular la satisfacción de
aquellos intereses para cuya protección el derecho se otorga.

En resumidas cuentas, podemos concluir que el contenido esencial son las facultades
necesarias para que el derecho sea recognoscible como pertinente al tipo descrito y será
respetado cuando se justifica razonablemente en la necesidad de preservar otros bienes
constitucionalmente protegidos.
25
3.4 Aspecos de la suspensión o restricción de los Derechos Humanos.

A continuación, vamos a analizar cuáles son los principales aspectos de la suspensión o


restricción de los derechos humanos y sus garantías.

En primer lugar, en cuanto a las causas por las que resulta procedente la suspensión o
restricción de los Derechos Humanos, podemos señalar que, dado que la suspensión o
restricción de los derechos humanos es una medida excepcional que atiende a circunstancias
extremas resulta claro que no cualquier disturbio puede dar lugar a dicha suspensión o
restricción. Para que estas medidas resulten procedentes es necesario que se trate de
situaciones de tal gravedad que no puedan anteponerse requisitos o limitantes de algún tipo
de obstaculicen la acción del Estado para hacerles frente, de modo que, como lo expresa
Salazar Ugarte “esta institución tiene su razón de ser en el hecho de que los Estados deben
contar con mecanismos especiales para la adopción de medidas urgentes en situaciones de
crisis”. Por tanto, el fin legítimo y único que puede perseguirse con medidas de esta iniciativa
es la defensa de la democracia, de las instituciones del Estado de derecho y el respeto de los
derechos humanos.

En segundo lugar, en cuanto a la forma en que debe decretarse, podemos señalar que debe ser
a través de actos materialmente legislativos que reúnan las características de generalidad,
abstracción e impersonalidad, ya que la medida no puede contraerse a determinado individuo
o grupo de personas, ni establecer excepciones personales que dejen fuera de su alcance a
algún sujeto determinado.

En tercer lugar, en cuanto al contenido del decreto suspensorio, se establece que, en las
disposiciones generales que ordenan la suspensión o restricción de los derechos humanos
deben precisarse, los siguientes aspectos:
En primer lugar, debe precisarse el ámbito geográfico en el que serán aplicables, ya que se
autoriza la suspensión de garantías en todo el territorio nacional, o solo en parte de él. El
decreto suspensorio debe indicar el ámbito geográfico en el que es aplicable, así como la
duración dela medida suspensiva o restrictiva.

26
Por último, hay una serie de derechos que no son susceptibles de suspenderse o restringirse
bajo circunstancia alguna. Estos derechos son, entre otros, los siguientes: Derecho a la no
discriminación, Derecho a la vida, Derecho al reconocimiento de la personalidad jurídica.,
Derecho a la integridad personal, Derechos políticos, Derechos de la niñez, Prohibición de la
pena de muerte, Prohibición de la esclavitud.

3.5 Principios rectores en la limitación de los Derechos Humanos.

Por ultimo vamos a analizar los principios rectores en la limitación de los Derechos
Humanos.
El primero de ellos es la fundamentación y motivación., el cual implica que, en el decreto
suspensorio o restrictivo deben expresarse los preceptos constitucionales que le dan sustento,
así como las razones que llevaron a la adopción de la medida. También debe quedar
debidamente justificado que todas las medidas adoptadas son estrictamente necesarias.

El segundo principio, es el de proporcionalidad, el cual conlleva que debe haber


correspondencia entre la medida suspensiva o restrictiva y la situación de emergencia que la
origina de forma que únicamente se vean afectados los derechos que resulten estrictamente
necesarios para hacer frente a la situación.

En tercer lugar, el principio de legalidad entraña que tanto al decretarse la suspensión o


restricción de os derechos humanos, como al aplicarse la medida, deben observarse las
normas de derecho interno, y las contenidas en los instrumentos internacionales.

En cuarto lugar, nos encontramos con el principio de excepcionalidad, el cual indica que no
todas las situaciones permiten la declaración de un estado de excepción. Es en todo caso,
necesario que la crisis a la que se enfrenta el Estado sea de una gravedad que ponga en riesgo
a la población del Estado y que represente una amenaza a la estructura y la vida de la
sociedad.

27
El quinto principio, el de temporalidad, hace alusión, a que el estado de emergencia debe
tener una duración especifica en su aplicación. De otra manera, la limitación de los derechos
humanos seria permanente, abusiva e ilegal.

Por último, el principio de proclamación, obliga a que el decreto suspensión o restrictivo de


los derechos de la persona se dé a conocer formalmente, mediante su publicación en los
diarios oficiales. Este principio implica la necesidad de que el Estado de emergencia sea
proclamado oficialmente. El Estado tiene la obligación de informar de manera detallada a las
personas las limitaciones que se imponen a sus derechos con el establecimiento del estado de
emergencia, así como la delimitación territorial del mismo. Con esta obligación para los
Estados, lo que se busca es prevenir los Estados de emergencia de facto.

Por su parte el principio de no discriminación, entraña que las medidas adoptadas deben
respetar el derecho de igualdad, y por ello, no deben entrañar discriminación alguna fundada
en motivos de raza, color, sexo, idioma, religión o cualesquiera otras condiciones semejantes.

En cuanto a los efectos de su terminación, se establece que las medidas adoptadas durante la
situación de emergencia se anulan inmediatamente después de que la suspensión o restricción
concluye. Al quedar sin efectos la suspensión o restricción decretada por la situación de
emergencia “se restablece el orden constitucional en toda su plenitud quedando sin efeto las
leyes expedidas con motivo de loa situación extraordinaria”.

Estas son las reglas que, rigen la suspensión y restricción de los derechos humanos y de sus
garantías, reglas que se sustentan en los estándares mínimos, que, conforme al derecho
internacional, deben observarse en la adopción de medidas tendentes a hacer frente a los
estados de emergencia. De esta forma, se establecen los lineamientos lo que el poder público
debe sujetarse para hacer frente a situaciones extraordinarias, y, sobre todo, las pautas para
evitar que aquel se extralimite al hacerlo y vulnere los derechos de las personas.

28
persona en la sociedad garantizando una vida digna CONCLUSIONES.
CONCLUSIONES

Los Derechos Humanos son aquellos derechos que tenemos por el hecho de ser personas, sin
distinción de ningún tipo de características discriminatorias. Son los derechos esenciales que
las personas deben gozar para poder vivir como seres humanos de pleno derecho. Expresan lo
que necesitamos para realizarnos plenamente como personas y atiende a nuestras condiciones
físicas. Los derechos nos corresponden desde que nacemos y durante nuestra vida. El
principal objetivo de los Derechos Humanos es defender nuestra dignidad y la libertad.

Como hemos analizado, son numerosas las definiciones que los diversos autores
proporcionan del concepto de derechos humanos. Sin embargo, todas concuerdan y podemos
concluir que los derechos humanos son aquellos inherentes al hombre por el mero hecho de
serlo, los cuales concretan las exigencias de dignidad, libertad e igualdad humanas, las cuales
deben ser reconocidas positivamente por los ordenamientos jurídicos a nivel nacional e
internacional.

Una definición en mi opinión, muy acertada y que me parece digna de mencionar, es la


proporcionada por Benn, el cual los define como “afirmaciones de intereses o necesidades
básicas” La cuestión es determinar cuáles son esos intereses cuya satisfacción es un bien
caracterizado como básico de moto tan rotundo. En este sentido, se ha escrito, por ejemplo,
que “los derechos humanos representan esas mínimas condiciones bajo las que los seres
humanos pueden prosperar”. Los derechos humanos constituyen, por tanto, mínimos de
existencia, y al saberse que serán respetados y promovidos, la persona se moviliza con
libertad para lograr vivir con dignidad.

En cuanto a las generaciones de los derechos, podemos concluir que toda la evolución
histórica, jurídica que se ha venido dando para que existieran estos derechos ha sido
trascendental ya que todos estos derechos surgen como necesidad del respeto al derecho de
las otras personas así mismo el respeto entre estados. Es por esto que la clasificación de las
tres generaciones del derecho es tan importante debido a que con estas hemos obtenido en

29
cierta medida garantías básicas de que no se vulnerara de una u otra manera cualquiera de
nuestros derechos fundamentales.

Por último, conviene advertir, que las generaciones de derechos humanos no entrañan un
proceso meramente cronológico y lineal. En el curso de su trayectoria se producen constantes
avances, retrocesos y contradicciones que configuran ese despliegue como un proceso
dialéctico. No debe escapar tampoco a la consideración de esta problemática que las
generaciones de derechos humanos no implican la sustitución global de un catálogo de
derechos por otro; en ocasiones, se traduce en la aparición de nuevos derechos como
respuesta a nuevas necesidades históricas, mientras que, otras veces, suponen la redimensión
o redefinición de derechos anteriores para adaptarlos a los nuevos contextos en que deben ser
aplicados. Una concepción generacional de los derechos humanos implica, en suma,
reconocer que el catálogo de las libertades nunca será una obra cerrada y acabada. Una
sociedad libre y democrática deberá mostrarse siempre sensible y abierta a la aparición de
nuevas necesidades, que fundamenten nuevos derechos

Por último, respecto a los límites de los derechos, surge la pregunta de si los derechos
humanos poseen o no carácter limitado. Al respecto, podemos concluir que efectivamente no
lo son., tal y como ha señalado tanto el Tribunal Constitucional como la doctrina, no existen
en el ordenamiento español derechos ilimitados. Esta idea de limitación de los derechos,
responde a la pretensión de que el reconocimiento de un derecho no lleve, de facto, a una
situación de abuso o de uso antisocial del mismo, y permite avalar la tesis de que para que
todos los derechos reconocidos puedan ser ejercitados ninguno de ellos puede ser ilimitado.

El Texto Constitucional establece que, en casos excepcionales, en los que la sociedad o el


propio Estado se encuentren en grave peligro, el ejercicio de estos derechos y sus garantías
pueden restringirse. Por tanto, cuando el orden social se ve amenazado y es necesaria la
intervención rápida y eficaz del gobierno para garantizar la continuidad del orden
preestablecido, o incluso, la supervivencia del Estado, puede decretarse la suspensión o
restricción de aquellos derechos que obstaculicen el hacer frente a la situación.

Por lo tanto, podemos concluir que, en todo caso, la limitación, restricción y suspensión

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de los derechos humanos tienen por objeto el bien común, es decir, la restricción de derechos
humanos tiene cabida solo en casos de peligro o perturbación grave de la paz pública y se
busca proteger la integridad de las personas restringiendo
temporalmente sus derechos.

Dada la problemática actual por la que estamos pasando debido al COVID-19 han surgido
muchas preguntas acerca de si es constitucional o no las medidas llevadas a cabo por el
gobierno. Pues bien, podemos concluir que:
En primer lugar, durante el Estado de Emergencia Nacional han quedado restringidos el
ejercicio de los derechos constitucionales relativos a la libertad y la seguridad personales, la
inviolabilidad del domicilio, y la libertad de reunión y de tránsito en el territorio.
En segundo lugar, la limitación de los derechos fundamentales en el Estado de emergencia
por la pandemia del COVID-19 es razonable, proporcional y válido constitucionalmente y los
derechos fundamentales son relativos en un Estado de emergencia.
Por último, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ha establecido que los estados
en la atención y contención de la pandemia del COVID-19, deben tener como centro el pleno
respeto de los derechos humanos, porque puede afectar gravemente la plena vigencia de los
derechos humanos de la población en virtud de los serios riesgos para la vida, salud e
integridad personal que supone el COVID-19; así como sus impactos de inmediato, mediano
y largo plazo sobre las sociedades en general, y sobre las personas y grupos en situación de
especial vulnerabilidad.

31
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