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Marc Bloch
La autoconciencia histórica por Gustavo Lambruschini
Asistimos al fin de la Historia, pensamiento posmoderno, donde el presente es eterno. El
triunfalismo de la derecha tras la caída del Muro delata la ingenua ausencia de conciencia histórica,
creyendo que es el fin de los conflictos. La crisis de la ciencia histórica. Hoy revalorizamos el
presente y desconfiamos del futuro. La cultura moderna rechaza lo viejo y valora lo nuevo.
Un rasgo característico de la autoconciencia occidental moderna, que la distingue de toda cultura
y de toda otra época, esa es la conciencia histórica. La conciencia histórica es la conciencia, de que
el mundo es histórico, los hombres tenemos historias, donde nada es eterno, todo es histórico por lo
tanto tiene que perecer. La autoconciencia histórica occidental piensa en cambio o variación como
específicamente histórico (un tiempo dinámico).
La conciencia histórica tiene una doble tarea: no sólo debe explicar o comprender el pasado
y el presente, sino que tiene que construir el futuro según un proyecto. Por lo tanto la conciencia
posee doble dirección: memoria y proyecto. La historia para a ser proyectada como un proceso
posible de ser gobernado por la actividad consciente y sometido a la acción racional y moral de los
hombres.
La aparición de la conciencia histórica y de la ciencia histórica nos ha permitido explicar el
pasado y también el presente, en la medida en que el presente es el resultado del pasado 1. Pero no
sólo eso. Nos ha permitido, sobre todo, comprender el pasado, los personajes y las instituciones. Sin
embargo, esta radical conciencia histórica no nos habilita para disolver cuestiones de validez. La
filosofía, esto es, la crítica, solo puede existir, si puede establecer criterios, si puede distinguir
cuestiones de hecho y cuestiones de valor. Por eso es necesario ilustrar a su vez, a la conciencia
histórica, que una cuestión es explicar o bien comprender, pero otra cuestión diferente es justificar.2
En cuanto a la autoconciencia histórica, es un acto moral, es un acto teórico de la propia
reflexividad por parte de un sujeto. La naturaleza de la memoria es decisiva para la identidad de
los sujetos. Al hilo del relato histórico los sujetos modernos construimos nuestras propias
identidades políticas y sociales; esto es, construimos nuestra propia autoconciencia histórica. La
autoconciencia histórica depende de cómo y qué se recuerda. La lucha por la memoria histórica
es así una lucha por el presente y por el futuro. La autoconciencia histórica no está construida solo
de pasado y memoria, sino también de futuro y de proyecto.
1
Para Marc Bloch la incomprensión del presente como fatalmente nacida de la ignorancia del pasado, también a la
inversa, la dificultad para comprender el pasado ignorando el presente.
2
Por ejemplo: es posible explicar y aun comprender a Hitler y al fascismo, pero diferente es justificarlo. Es posible
comprender al genocidio indígena perpetrado en el siglo XVI, pero es bien diferente justificarlo.
La conciencia histórica es un terreno de lucha. Todo recuerdo se hace desde un presente y para
orientar la construcción del futuro.
Así pues, quien habla hoy de histórica, debe entender que está hablando en el contexto en que se
desenvuelve una lucha por la naturaleza de la memoria histórica 3; es decir, la naturaleza del
recuerdo para reconstruir nuestra hoy tan deteriorada conciencia histórica, o todavía mejor aún,
nuestra autoconciencia histórica. Reconstrucción y recuperación de la memoria. No sólo
comprender simplemente lo que pasó, sino lo que está pasado hoy mismo. Más aún, de la
comprensión de este pasado reciente depende la autoconciencia de la democracia argentina.
Memoria e Historia. Entre los fragmentos y la síntesis, por Amelia Galetti y Nidia Peréz
Campos.
En tiempos de fuertes y profundas crisis, las sociedades recurren al amparo de la memoria como
una forma de bucear en el pasado intentando encontrar algunas respuestas y aproximar
explicaciones al porque del ahora, del presente… al porqué de la crisis 4.
En el escenario de crisis internacionales y latinoamericanas se integra la crisis argentina.
Tiempos de crisis que se manifiestan en un profundo vaciamiento de la ley, de las instituciones y de
la misma sociedad que las ha ido generando.
Hablamos de crisis argentina del presente que debemos comprenderla desde la perspectiva
del tiempo vivido como sociedad, como Nación; que es decir desde la Historia. Así, con ese
horizonte retrospectivo, cada instancia presente se manifiesta como el vértice visible de un iceberg
que sólo puede ser comprendido desde la profundidad casi insondable que lo explica y lo significa.
Somos una sociedad de frágil memoria. De memoria fragmentada, mitificada, muchas veces
manipulada por las políticas de Estado, por los medios de comunicación, por diferentes fuerzas de
poder, desde donde se elabora un discurso único, impuesto y casi inapelable. Un discurso
sustentado exaltaciones y en silencios de nuestro pasado reciente. Un discurso que rescata parte de
la memoria como si esta fuera un objeto usable y manipulable; sin embargo, la memoria constituye
el objeto del historiador, aunque ella sea un lugar común, apelado, apelable y recurrente por
muchos.
3
Desde la voluntad revolucionaria de los años 60-70, hasta los 30.000 desaparecidos.
4
Algunas crisis del tiempo presente: fin del mundo comunista hacia fines de los `80, el apogeo y deterioro de la
globalización, movimiento dialéctico de fuerzas integradoras-transnacionales y de fuerzas nacionalistas, desintegración de
las estructuras políticas de los Estados Balcánicos, conformación de hegemonías políticas internacionales, invasión
norteamericana a Irak, como respuesta a la estrepitosa reaparición de la confrontación Islam-Occidente, debate entre las
políticas neoliberales en latinoamericana tiempo de funestas “internacionalización” de conflictos y de reservas naturales.
La memoria es el objeto de análisis del quehacer del historiador. Interpretarla y explicarla es su
oficio, su compromiso y responsabilidad social. Es el historiador quien hace inteligibles los
mensajes del pasado. Por lo tanto debe hacer buen uso de la memoria.
Sin embargo, somos una sociedad en la que el discurso del historiador está generalmente
ausente; ya sea porque su quehacer queda circunscripto a los espacios académicos, ya sea por su
propia autoexclusión o, porque su discurso carece del impacto mediático masificador.
La función terapéutica de la historia que, desde la lectura crítica del pasado, sin silencios ni
omisiones inconscientes o intencionadas, logra aproximarnos al autoconocimiento como sociedad.
La legitimidad de su función reside en desvelar las falsificaciones del pasado y del presente.
Cuando hablamos de usos de la memoria, apelamos a una diversidad de situaciones. Así,
comprobamos que el mal uso de la historia circula en la dirigencia política que intenta encontrar
en el pasado los argumentos legitimadores de sus intereses partidarios, justificando ideas y prácticas
desde el parcelamiento tendencioso de la historia. En los periodistas, quienes buscan en la historia
la provisión de fundamentos para el debate mediático y circunstancial, manipulando la memoria,
historia y opinión pública.
Equívocos que atienden a la confusión de conceptos como lo son historia y memoria.
La memoria: es lo que la sociedad recuerda, evoca y, como tal, es fragmentada y parcial, como
recortes y migajas del pasado.
La historia: es la reconstrucción que los historiadores hacen del pasado, organizando todo ese
acervo de testimonios que podemos llamar, en su más amplio sentido, memoria… documental,
museográfica, monumental, memoria oral.
Hemos permanecido en la práctica de la memoria estrepitosa, eclosionante, que se agota en la
brevedad del acontecimiento, sin hacerse conciencia histórica que nos transforma y se proyecta.
Entonces, cabe preguntarnos ¿qué rol tiene los historiadores y educadores con la práctica de
memorar, de conmemorar…como del deber de recordar? Creemos que debemos comprometernos
en esclarecer, en desvelar determinados mitos y prácticas en el “deber de recordar”.
Distinguir y diferenciar los términos memoria e historia; saber que la memoria está configurada
por fragmentos subjetivos del pasado como representaciones del imaginarios individual y
colectivo; que la memoria es también el documento y el testimonio; que la memoria; es además, la
práctica de las conmemoraciones, de las efemérides como manifestaciones y rituales nacionales,
orientados a convocar y a cohesionar la sociedad.
Que la Historia es la acontecido y se recreación hermenéutica e inteligible que hace el
historiador desde su presente. El historiador se nutre de la memoria, de la memoria documental y
testimonial, oral; transforma a ésta en fuente para reconstruir a partir de ella, el pasado.
A su vez, la memoria es memoria colectiva. Esta última se la considera como la construcción
natural y necesaria sobre la que las sociedades sustantivan su propia identidad.
Tanto historiadores como profesores deben preguntarse: ¿por qué recordar? y ¿qué
recordar? La historia como ciencia tiene conciencia del tiempo. Lo interpreta, lo explica y devela lo
oculto, lo que la misma sociedad ignora. Es el historiador quien leyendo el pasado logra explicar
¿qué ocurrió, por qué ocurrió y qué llevó a que ello ocurriera? No es justo manipular la memoria
es decir seleccionar que recordar y que no, pero debemos saber que la reconstrucción histórica es
una lectura más del pasado, ni la única no la acabada y definitiva.
Experiencia
Representación
Identidad
Memoria
Sentido
Vida práctica humana
Concepción del tiempo.
Para Pagés y Santisteban (2008) debemos formar la conciencia histórica como conciencia
temporal. La conciencia histórica se configura por medio de las relaciones que establecemos
entre el pasado, el presente y el futuro, y es esencial en la educación para la ciudadanía.
Rusen (1992) dividió en cuatro tipos de conciencia histórica:
Podemos asegurar que los dos primeros tipos de conciencia histórica supone una actitud
pasiva de quien recibe el conocimiento histórico. De forma diferente, en los modos crítico y
genético, los sujetos que participan en el proceso de enseñanza y aprendizaje de la historia se
convierten en participantes activos y productivos de ese proceso.
Las formas tradicionales de conciencia histórica son más fáciles de aprender y, de acuerdo con
Rusen, la forma ejemplar domina la mayor parte de los currículos de historia, y las competencias
críticas y genéticas requieren un esfuerzo mayor por parte de estudiantes y profesores.
Las autoras concuerdan con los estudios de Rusen (1992), que la han llevado a comprender
que los estudiantes necesitan desarrollar competencias históricas útiles para orientarse en el
tiempo. De esa forma, la enseñanza de Historia tiene la función de orientar y comprender.
Entendemos el currículo como una construcción cultural, como un modo de organizar una serie
de prácticas educativas. Los conocimientos del currículo no son algo fijo, sino un artefacto social e
histórico, sujeto a cambio y fluctuaciones. El currículo como proceso constituido de conflictos y
luchas entre diferentes tradiciones y diferentes concepciones sociales. El currículo está constituido
por conocimientos socialmente válidos. Es un documento que representa y legitima las decisiones
políticas para los sistemas de enseñanza.
Los PCNs en Brasil subrayan la importancia en la enseñanza de la historia de profundizar y
revelar las dimensiones de la vida cotidiana de trabajadores, mujeres, niños, grupos étnicos, el
cuerpo la sexualidad, la pasión, las prácticas de lecturas, el arte, la cuidad, el campo, la naturaleza y
muchos otros objetos de la historia. Propone la utilización más variadas fuentes de investigaciones,
como la documentación escrita oficial, textos, periódicos, revistas, imágenes, relatos orales, objetos
y registros sonoros. Además se defienden la afirmación de que las formas de estudiar el pasado son
plurales. Subrayan que la diversidad de temas y bordajes debe ser alimentada y fundamentada
mediante el diálogo de la Historia con otras áreas del conocimiento de las ciencias humanas 5.
En cuanto a la noción de tiempo, se valora el esfuerzo de marcar la discontinuidad de los
cambios. Se reconoce la importancia de reflexionar sobre los diferentes niveles y ritmos de
duraciones temporales. Esta concepción del tiempo se basa en los estudio de Braudel. Por lo
tanto, la enseñanza de la Historia debe apoyarse en los requisitos temporales necesarios para
introducir al alumno en la experiencia histórica.
Se espera que los alumnos puedan ampliar la comprensión de su realidad, confrontándola y
relacionándola con otras realidades históricas.
El análisis de los Parámetros Curriculares Nacionales evidencia una preocupación del estado
por la inclusión de la diversidad cultural en el currículo de Historia, por la formación para la
ciudadanía y por integrar al cotidiano del alumno.
“La conciencia histórica es la realidad por medio de la cual se puede entender qué es la
Historia como ciencia y por qué ella es necesaria” (Rusen, 1992).
La historia estudia la vida de todos los hombres y mujeres, con la preocupación de recuperar el
sentido de experiencias individuales y colectivas. Éste debe ser uno de los principales criterios
para la selección de contenidos y su organización en temas a der enseñados con el objetivo de
contribuir para la formación de conciencias individuales y colectivas en perspectiva crítica.
5
Postura de la primera generación de Annales, con Bloch y Febvre. Historia total, considerada como horizonte donde
toda acción de los hombres en el tiempo es objeto de estudio de la Historia.
Luego, introduce la cuestión de la enseñanza de la historia reciente en la Argentina. Para ello,
se revisa la tradición de la enseñanza y los cambios de las últimas décadas y se diferencia, además,
qué ocurre en la escuela primaria y en la educación media. Es en este marco en el que se explican
los condicionamientos que rodean a la escuela y dificultan el tratamiento de la historia reciente, en
particular, del período de la última dictadura militar.
Finalmente, se plantea que el modo en que se desarrolla el debate sobre historia, memoria y
educación en la Argentina es paradójico, porque se atiende a un problema político estrechamente
relacionado con la construcción y fortalecimiento de la democracia, el de la última dictadura
militar, pero, al mismo tiempo, se descuida a otro también importante para la promoción de una
sociedad justa, plural o igualitaria, el problema de la diversidad cultural.
La argumentación central es que la transición “del aprender de memoria que los argentinos son
blancos” al “aprender para la memoria la historia reciente” requiere otorgarle una densidad
semántica más amplia a la relación memoria, historia y educación. Se trata de pensar en una
apertura que invite a reconocer el problema de los grupos históricamente discriminados en la
Argentina (indígenas, afrodescendientes, pobres o todo aquel estigmatizado como “negros”). Por
otro, que inste a pensar que el pasado de horror concierne a muchos más que a unas pocas
cúpulas militares.
Aprender de memoria que los argentinos son blancos
La historia como disciplina escolar tiene una breve historia. Recién a partir de la formación de
los sistemas educativos nacionales, desde fines del siglo XVIII y a lo largo de todo el siglo XIX, la
historia se comenzó a definir como disciplina escolar, con contenidos, estructura y límites propios,
al tiempo que el Estado asumía la administración de la educación e intervenía decididamente en la
orientación y control del currículo. Su sentido quedó profundamente asociado a la legitimación de
los Estados y a la conformación de las naciones. La historia priorizaba al Estado nacional como el
principal actos de la realidad argentina, al tiempo que mantenía un criterio de jerarquización social
que preservaba la superioridad blanca frente a indígenas y afrodescendientes. Los libros de textos
cumplieron el anhelo de inculcar la idea de la nación. Introdujeron en la historia nacional a los niños
hijos de inmigrantes y de nativos acompañados por la idea de libertad-república, por las proezas de
los héroes y por los símbolos patrios.
En tiempos en que la historia se afirmaba como ciencia, algunos historiadores profesionales
incursionaron en la producción de textos escolares, como Ricardo Levene, de la Nueva Escuela
Histórica (1920, mirada erudita, positivista de corte mitrista).
La segunda mitad del siglo XX muestra una extraordinaria expansión de la educación en la
Argentina, que abrió al debate sobre las funciones de los sistemas educativos y sobre las
características de la enseñanza. Pero los cambios en los planes nacionales para la escuela media de
1957 o 1978 no fueron sustantivos, más allá de una mayor integración de la historia nacional y la
historia universal. El código de la disciplina escolar continuó siendo el elitismo, el nacionalismo y
el memorismo. Por su parte, la vigencia de los textos escritos por reconocidos historiadores como
Levene se prolongó hasta los años 60, en los que comenzaros a competir con el célebre Ibánez.
Llegaba ahora el turno de los profesores de la escuela media, que comenzaban a producir los textos
escolares de historia, que introdujeron la mirada revisionista en los textos escolares de historia.
La apertura democrática de los ´80 intentó abrir caminos en el arco de un proceso de
transformación curricular. En este contexto, la tendencia a la regionalización fue una de las que
más influyó. Había una voluntad de superar el centralismo cultural y organizativo del sistema
educativo argentina. La regionalización fue una estrategia que combinaba las viejas demandas de
federalismo con las nuevas de descentralización. El enfoque tendía a reafirmar la identidad cultural
provincial.
Con la reforma educativa de los ´90 se introdujeron cambios que se expresaron en la
plasmación de principios vinculados con enfoques que atendían al problema de renovación del
conocimiento. En los ejes de contenidos, predominó el relato de la cultura occidental y de la nación
como complemento, sosteniendo la importancia de los contenidos regionales que cada provincia
podía incluir a la hora de estipular los contenidos para su jurisdicción.
Pero una de las novedades de la reforma de los ´90 fue la enseñanza de la historia
contemporánea en desmedro de otros períodos de historia enseñada.
En la Argentina, a pesar de que las expresiones de dolor de las poblaciones aborígenes, de la
inmigración procedente de países limítrofes, de los afrodescendientes, de la inmigración asiática o
de todo aquel que sea pobre o tenga rostro oscuro resuenan cada vez más fuerte, las inquietudes,
los debates, las investigaciones y las producciones sobre historia-memoria-educación conducen
hoy casi exclusivamente a la historia reciente.
Enseñar para la memoria la historia reciente
En la Argentina no hay una tradición de enseñanza de la historia reciente. Durante más de
un siglo, la escuela estipuló la imposibilidad del tratamiento de la historia reciente.
En la transición democrática, la enseñanza de la historia acompaño a las políticas de la
memoria, antes que a la producción historiográfica, a través del estudio de los diversos golpes de
estado. Al mismo tiempo, discutía la relevancia de introducir lo controvertido en el aula como parte
de una pedagogía democrática que ofreciera otra cultura política a las jóvenes generaciones.
Pero el tratamiento de la historia reciente suscitó hasta hoy vacilaciones, debidas, según se
sostiene, al escaso sustento en una producción nacida del trabajo de los historiadores.6 Por lo
tanto, no es sólo la historia de la escuela la que limita las posibilidades de que la historia reciente
entre de la mano de maestros y profesores a lugares que enriquezcan la memoria con sentidos
colectivos, y también propios, singulares, subjetivos de docentes y alumnos. Los debates en el
campo de la historiografía argentina sobre la posibilidad de hacer o no hacer historia reciente,
así como la escasa producción académica accesible a los profesores, en comparación con la
referida a otros períodos históricos, han incidido en la posibilidad efectiva de atención desde la
educación a las necesidades que plantea la formación de las jóvenes generaciones.
Por lo tanto la historia reciente no ha sido abordada de modo sostenido por la enseñanza de la
historia, porque así lo pautó una larga tradición y porque los docentes no fueron instrumentados
por lecturas que fortalecieran su tarea. Sin embargo, al tiempo que las escuelas enfrentaba estas
dificultades, las políticas de la memoria lograron sedimentar los sentidos democráticos y anti
dictatoriales, del “Nunca Más” entre los jóvenes y la educación abrió, lentamente, diversos
espacios de mediación entre el pasado y el presente.
En la escuela media resuena la insistencia de los estudiantes por saber qué pasó en los `70. Esto
habilita cierto espacio para el tratamiento de la historia reciente.
Pero ocurre que frente a la dificultad para asumir el conflicto entre el tratamiento de un tema
considerado “difícil” para su enseñanza y si se le agrega la presencia en las aulas del hijo de un
policía o de un militar, entonces la escuela retorna a la histórica neutralidad de la misma.
Las propuestas escolares que avanzaron más allá de los obstáculos en la construcción de esas
memorias lo hicieron entrando y mirando tres lugares:
1) El informe del Nunca Más, elaborado por la Comisión Nacional sobre Desaparición de
Personas (CONADEP) que recopila denuncias e información sobre desaparecidos.
2) La Plaza de Mayo, donde todos los jueves a las 15:30 horas la Madres de la Plaza de
Mayo realizan una marcha alrededor de su pirámide.
3) Un film que se presenta como lugar propio y específico de la memoria escolar. La
película “La noche de los lápices”
Parque de la Memoria
6
Como sostiene Galetti: “los historiadores continúan aferrados a la idea de la Historia como disciplina que
investiga sólo el pasado, entendiendo que el historiador sólo se ocupa del tiempo y desde los últimos cincuenta años
hacia atrás. Idea ya hoy neutralizada y ampliamente superada. (Galetti y Trevesse: 2008, p.17)
Monumento en Homenaje a las Víctimas del Terrorismo de Estado.
Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) que funcionó como centro
clandestino de detención, destinada hoy a convertirse en Museo de la Memoria.
9
Ver Josep Fontana ¿Qué historia enseñar? En revista Clío & Asociados.
historias oficiales pueden ejercer un papel de recuperación de dimensiones morales perdidas. De
devolver la voz a los perdedores del pasado. Al mismo tiempo, la memoria, y la historia, tienen
siempre una dimensión agónica, de lucha, de enfrentamiento entra agonistas y antagonistas. Por eso,
ni la memoria colectiva no la historia pueden fijarse por siempre jamás, cada generación debe
rehacerlas.
¿Formar patriotas o educar cosmopolitas? El pasado y presente de la historia escolar en un
mundo global, por Carretero y Kriger.
Presentan algunos problemas teóricos asociados a una hipotética contradicción que toman como
punto de partida de su trabajo, a saber: la que habría entre los objetivos cognitivos o
insurreccionales de la enseñanza de la historia, cuyo origen sitúan en la Ilustración, y los de
naturaleza más afectiva, ligados a los aspectos identitarios, cuya raíz vinculan al Romanticismo.
Estos autores rastrean en Rousseau y en Hobbes, los orígenes de esas contradicciones, al tiempo que
discuten las implicaciones de todo ello para la enseñanza actual de la historia, analizando conflictos
particulares en ciertos países. Debaten sobre los libros de textos de historia y su influencia en la
enseñanza de esta asignatura escolar en el mundo globalizado.
Frente a cambios políticos que afectan a las identidades y a las formas nacionales en el
contexto de los procesos de globalización y transnacionalización y que tienen un alto impacto
sobre los estatutos del saber académico y sobre las instituciones de construcción y distribución de
éste, como la escuela.
Concluyen sosteniendo que la enseñanza de la historia debe intentar abrir el enfoque desde la
mirada del “otro” a la mirada hacia el “otro”, de modo que sea dable comparar diferentes regímenes
de comprensión, atravesados por diferentes narrativas y memorias históricas oficiales, que no sólo
marcan distancias entre los países, sino entre las tendencias vernáculas del registro escolar y las
globales del académico.
10
Ver ejemplos pp. 15-16.
1. La necesidad de estudiar todo este amplio conjunto de fenómenos en un contexto
internacional.
2. La necesidad de incorporar la mirada de “el/los otro/s” como requisito para entender
lo universal y lo particular.
Otros textos:
Carretero, Mario (2007) “Documentos por la identidad: la construcción de la memoria
histórica en un mundo global”, Buenos Aires, Paidós
Primera parte: Tres sentidos de la historia.
Alonso, Luciano y Falchini, Adriana (comps.) (2009) “Memoria e Historia. Problemas
didácticos y disciplinares”, Santa Fe, UNL.
Pagés, Joam y González M. Paula (coord.) (2009) “Historia, memoria y enseñanza de la
historia: perspectiva europeas y latinoamericanas”, España, Universidad Autónoma de
Barcelona.
Primera parte: Historia, memoria y enseñanza de la historia: conceptos, debates y
perspectivas.
Revista puentes (2000):
Cómo se fueron dando a conocer los archivos del Holocausto. “Y le contarás a tu hijo”, por
Abraham Hubeaman
Archivos: dónde están los documentos del Terrorismo de Estado en la Argentina. Las huellas
del horror, por Alicia Olivera.
Debate: el territorio de la memoria social. Un mapa por trazar, por Hugo Vezzetti.
Debate: testigos, cómplices y partícipes. La cuestión de la culpa, por Hilda Sábato.
Debate: entre el pasado y el presente. Memorias en conflicto, por Elizabeth Jelin.
González, M. Paula: “la historia argentina reciente en la escuela media: un inventario de
preguntas”.
De Aménzola, Gonzalo, Carlos, Matilde y Geoghegan Emilce: “La dictadura en la escuela. La
enseñanza de la historia reciente en las escuelas de la Provincia de Buenos Aires”.
De Aménzola, Gonzalo: “Historia enseñada e historia investigada: relaciones peligrosas. El
tratamiento escolar de la última dictadura militar y la necesidad de una actualización académica
en la formación de profesores”.
Maldonado, Stella “La escuela transformadora, la memoria en historia”. En revista: La
educación en nuestras manos, SUTEBA.
Rotker, Susana (1999) “Cautivas, olvidos y memoria en la Argentina”.
Florio, Rodolfo (1999) “Narrar la memoria. Políticas de la identidad, política del recuerdo”.
Todorov, Tzvetan (2001) “Lo verdadero y lo justo. El trabajo de la memoria” En Le Monde
Diplomatique.
Todorov, Tzvetan (2000): “Los abusos de la memoria”, Barcelona, Paidós.