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Octubre 25

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por kennoropeza

En el fondo, el otoño tiene la misma función que la


lluvia; hacerte pensar en lo que no debes.
Ayer por ejemplo, volví a pensar en ella. Pensé en esa
última conversación, en todos esos lugares en los que
estuvimos y en todo lo que falto por hacer, ahora
entiendo que lo nuestro fue un problema de medidas,
la balanza nunca estuvo equilibrada porque nunca
supimos qué tanto dar cada uno de lo que nos tocó
para que las cosas funcionaran, y lo que comenzó
siendo un ardiente romance terminó como el peor de
los inviernos. _____ puso toda la ternura que
necesitaba nuestra relación, yo tenía la paciencia
exacta para todos sus arranques de locura, fui el que
quiso más aunque siempre me falto iniciativa para el
sexo, le enseñe a comer mejor, a portarse mejor, a
sentir mejor, a mi nadie nunca me hizo renegar como
ella, fue la de los silencios cuando yo más necesitaba
respuestas, odiaba tanto que se quedará callada… a
pesar de ello siempre supo hacerme reír, y siempre
trato de acomodarse a mis gustos aunque lo único
que le gustara de ellos fuera yo.
Siempre fui él de las peleas, ella la de los besos
ardientes y apresurados,  la que le quitaba el
aburrimiento a mi vida.
Creo que los dos nos tuvimos un poco de vergüenza,
era una chica desconfiada y yo muy duro, y es que
maldición, ¡Nunca pude cambiar!
Entendía muy bien eso de que las cosas eran 50/50,
pero con ella nunca lo supe poner en práctica, le di
tanto que la harte, ella me dio tan poco que me
decepcionó. Nunca busqué entenderla, yo sólo quería
complicarme la vida, más sin embargo no fue buena
con nuestro principio ni yo con nuestro final, no
fuimos justos.
Recuerdo que una vez me dijo que odiaba que me
despidiera con un “adiós”, que era como si ya no nos
fuéramos a hablar nunca más, a lo mejor sólo estuve
ensayando para cuando llegara el momento de
hacerlo y no doliera tanto...

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