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Octubre 2

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por kennoropeza

Dicen las personas que saben, que uno siempre esta


predestinado a una historia, una historia que por más
que pasen los años no dejarán de contarse, hoy es el
día en el que puedo contar esta historia sin
quebrarme en el intento, es la breve historia de mí
vida, una vida que empezó con ella y terminó sin ella.
Lo recuerdo, era una fría mañana de Octubre...
Octubre 2
No sabía lo que pasaba por mi cabeza cuando patee al
gato de mi casera esta mañana, el pobre animal había
caído desde una orilla de las escaleras seis pisos
abajo. Tanteo mis bolsillos en busca de un cigarrillo, lo
saco y enciendo dando una larga calada, siento un
poco de calor en el cuerpo, es una mañana fría. Bien,
el gato, ¿Cómo puedo desaparecer un gato? Miro con
amargura la bolsa de basura negra dónde llevo el
cuerpo sin vida, me llevo el cigarrillo una vez más a los
labios, lo tiro al suelo y lo apago de un pisotón; si
alguien me vio esta mañana empujando a Benito por
las escaleras estoy muerto, desciendo hasta la
estación subterránea del metro y compro dos boletos,
uno de ida y otro de regreso, camino con paso
nervioso hasta el andén y me detengo a esperar el
metro, siento que todos me miran, quizás arrojar el
cuerpo de Benito a las vías sea lo mejor... no, olvídalo
Styles es una mala idea.
Abordo en dirección a Tacuba, llegando a la línea azul
he de abordar a Bellas Artes, lo que para mí son trece
estaciones de martirio. Tomo asiento junto a la puerta
y abrazo el cuerpo del gato, todavía no puedo creerlo,
soy un asesino de gatos, cierro los ojos y el recuerdo
se rebobina en mi mente.
Son las 7:26 de la mañana, no llevo prisa pues entro a
las nueve, cierro la puerta y como todas las mañanas
Benito sale a orinar, iba bajando los escalones y al
verme se me tira encima y me llena mi pantalón negro
de pelos blancos, lo intento alejar con leves empujones
hasta que en un momento de imprudencia lo empujo
con más fuerza y cae, no hace ni un sonido, bajo
corriendo hasta el primer piso, por suerte no hay nadie,
palpo a Benito pero esta inmóvil, miró a mi alrededor y
hay una bolsa de basura negra en una esquina a penas
la han usado, la tomo y meto al gato adentro con
rapidez, limpio la poca sangre con mi bufanda que
igual meto en la bolsa, 7:49 de la mañana, la señora
Pérez grita desde el octavo piso el nombre de Benito,
7:50 salgo corriendo del edificio.
Abro los ojos alejando ese mal recuerdo, mientras me
aferro a la bolsa de basura, ya estoy por llegar a la
línea azul, desciendo del vagón y subo a otro.
8:57 de la mañana, estoy justo en frente de la librería,
dejo la bolsa en el suelo y saco un par de llaves de mi
chaqueta, abro la puerta, tomo a benito y entro
dentro de la librería, enciendo las luces dejando el
cadáver sobre una pila de libros y abro el local desde
dentro.
Sí querido lector, para mí la vida es esto, un cielo gris,
el olor a lluvia, el asfalto mojado, un gato muerto, es
la música que me conmueve, las películas, las series y
sobre todo los libros, son las historias, el dolor y el
vacío que nos acongoja el alma. Es caminar entre
libreros y respirar palabras impresas sobre papel; es el
sonido de la máquina de escribir o el sonido de esta
pluma fuente que parece rasgar cada palabra tal como
las siento y las cuales aterrizo sobre una hoja, como
rasgar mi corazón un trazo a la vez.
La vida es ese rasgar... y mientras más escribo más se
drena mi historia rota.
Si bien hoy no había empezado bien mi día, estaba
dispuesto a que al final eso cambiara, era joven y
positivo, uno es siempre así antes de enamorarse.
Por la calle no pasaba ni un alma, aún, pero al medio
día el local estaba atiborrado de personas, yo era un
chico sencillo con aspiraciones de una vida tranquila,
quién había sido un joven emprendedor abriendo su
propia librería.

La historia continúa abajo


Disfrutaba de este tipo de días con tendencia a la
soledad.
Para las once de la mañana había llegado Louis, quién
vestía abrigado para días como este.
- No entiendo porque abres tan temprano si los
clientes llegan por la tarde -dijo dejando su bolso en el
escritorio de la entrada y bebiendo su café.
- ¿Es por eso que siempre llegas tarde? Debería
descontarte el día por ello.
- Cállate Harold -me miró divertido y luego desvío su
mirada detrás de mí- ¿Qué hay en esa bolsa?
- Nada -respondí nervioso tomándola- Es solo...
basura, sí.
La expresión en el rostro de Louis me decía que no
creía ni una palabra.
- No te creo, ¿por qué te pondrías tan histérico por una
bolsa de basura?
¡Rayos! actúa normal Styles, actúa normal.
- No, en la absoluto como crees, solo es basura -traté
de sonar casual.
- Bueno entonces yo la tiro ya que llegué tarde -Louis
me tendió su mano y tragué saliva.
-No Loui así esta bie... -era demasiado tarde, Louis me
había arrebatado la bolsa y estaba mirando el
contenido, era el fin, iba a delatarme o lo que es peor,
extorsionarme por su silencio.
Louis me sonrió desquiciadamente, como supuse, su
mente malvada ya estaba ideando un plan para
hacerme la vida imposible.
-Así que era eso, mataste al gato de tu casera -dijo
devolviendome la bolsa- supongo que ya sabes que
mi silencio tiene su precio.
Rodé los ojos -¿Qué vas a querer esta vez?
- Por hoy solo quiero trabajar hasta las cinco.
- Hecho.
Y así había sido, por la tarde la librería comenzó a
estar más y más llena, hoy tenía promoción del 40%
de descuento en cada libro, causa que nos llevo a la
par de estar ocupados, recuerdo exactamente que
había mirado mi reloj un par de veces, estaban a
punto de dar las cinco y Louis se iría y me dejaría con
todo este trabajo; al dar la hora Louis seguía
atendiendo a los clientes sin rechistar, cosa que
agradecí mientras cobraba un par de libros, mientras
miraba el precio de uno de ellos,  sobre la acera una
chica miraba con curiosidad mi tienda y luego su
mirada cayó sobre mí como un balde de agua fría,
nunca me había sentido tan incómodo con una
mirada, me concentré en devolver el cambio al señor
quién recibía sus libros satisfecho y se marchaba, pero
la extraña chica castaña seguía mirándome desde una
esquina en la acera. 
¿Quién rayos era y porqué algo en mi pecho se
aceleraba con la simpleza de su mirada clavada en
mi? Decidí ignorarla, mientras atendía al siguiente
cliente la vi por el rabillo del ojo acercarse con paso
decidido, cuando ya estaba a un escaso metro de mi
me pareció un Monet, una chica impresionante de
lejos pero de una apariencia corriente de cerca, lo que
más me sorprendió es que solo estaba allí de pie
mirándome fijamente, inexpresiva e inmutable. 
-Vuelva pronto -expresé cabizbajo al cliente y este me
devolvió una sonrisa. Miré a la chica devuelta, solo
para encontrar en sus ojos un reproche. 
-¿Qué?-espeté con fastidio, no me gustaba ser
observado y menos aún por desconocidos. 
-Me llamo ___ -decretó en un susurro, casi como si me
hiciese una confidencia, luego como si su nombre
fuese una clave secreta para entablar una charla se
acercó sigilosa hasta el mostrador, echando un vistazo
rápido a lo que había encima y deteniéndose al final
en mis ojos. No era guapa, tenía un rostro tan común
que me dio la impresión de conocerla de algún lado,
su nariz no era la más fina y uno de sus dientes
incisivos se hundía un poco tímido entre la sonrisa
que me profesaba, sin embargo -y odio admitirlo-,
tenía unos ojos de leyenda, de esos que te miran, que
miran de verdad. 

La historia continúa abajo


Permanecí tanto tiempo en silencio que provoqué por
alguna extraña razón que su sonrisa se ensanchará, y
algo en mí se removió inquietante, aparte la mirada y
escuche una risa, como si se tratará de una brizna
apenas audible. 
-Sé de sobra que te intimida este tipo de
acercamientos, pero no pienso disculparme por ello,
es como soy, y no hay nada malo en ello.
-Yo no he dicho nada -dije con cierto recelo, esta chica
estaba comenzado a molestarme, pero no pareció
notar mi tono de voz, puesto que sonrió y tendió su
mano tomándome por sorpresa.
-Vamos, pues ¿no me dirás tu nombre?
-¿Para qué? 
-Para conocerte, claro.
-No sabía que el nombre de una persona pudiese
brindar tanta información como para considerar el
conocer a una persona realmente. 
-Tienes razón, y por ello mismo la intriga que
despertaste en mí ha crecido más, me hubiese
decepcionado que me dijeses tu nombre tan pronto. 
-Seguro ¿ahora ves por qué tú me has decepcionado? 
-Eso es algo bueno, significa que esperabas algo de
mí...
La miré sin decir una palabra más, ¿por qué me
desagradaba tanto? Negué con la cabeza mientras
apartaba mi mirada de ella. 
-Escucha, estoy trabajando, si no compras algo, vete. 
Esa simple frase pudo haberlo terminado todo para
cualquier chica, pero ___ no era cualquier mujer... y
para ella esas palabras tenían un significado más
oculto, con una sonrisa asintió amable y se adentro
entre la librería. Deje caer todo mi peso sobre el
mostrador, suspirando cansado, que chica tan
pesada. 
-¿Quién es esa? -escuché la voz de Louis preguntar, no
me molesté en levantar la cara y aspiré un poco de
polvo.
-Al parecer una acosadora, de las serias por lo que me
di cuenta. 
-Es linda, no te vendría mal un polvo esta noche, hace
tiempo que no te veo con una mujer Harry. 
-Y así he estado estupendo, prefiero mantener mi
celibato que acostarme con esa chica, es que me ha
mirado tan raro... 
No escuché respuesta, y levante la vista cuando un
sonido gutural y el olor de libros viejos me hizo
reaccionar, allí estaba ella otra vez, había plantado
una pequeña pila de seis libros en el mostrador y me
miraba con la misma sonrisa amable. Cobré los libros
deteniéndome a leer los títulos, era una lectora de
buena poesía, haciéndose con tres libros de Pizarnik,
dos de Benedetti y uno más de Sabines. 
-¿Desea que le ayude en algo más señorita? - pregunte
temiendo por su respuesta.
-¿A qué hora termina tu turno?
-¿Disculpa? -pregunte perplejo.
-¿Tienes algo que hacer está tarde?
-Eso no te incumbe. 
-Perfecto entonces pasó por ti a las siete.
-¿Qué? ¡No!
-Hasta las siete entonces -dijo ella tomando los libros
con avidez y saliendo de la tienda a paso apresurado. 
Me quedé espabilado, pestañee un par de veces, pude
ver a Louis  romperse en una carcajada, aplaudiendo
efusivamente un acto que acababa de terminar.
-Tendrás una cita esta noche amigo -dijo palmeando
mi espalda con orgullo.
-¡Pero qué cosas dices! -dije levantándome de un salto
y aferrándome al escritorio con rotunda terquedad-
Esa mujer esta loca, por ningún motivo saldré con
ella, ¿como se le ocurre? ¡esta chifalda! La rechacé
ampliamente y no pareció entender.
- ¿Cuál es tu problema?-preguntó furioso- Te he visto
los últimos dos años volcado en tu propio mundo, no
viendo más allá de las paginas de un libro, vives entre
las historias que lees pero no vives la tuya propia,
cada día estas más viejo y no lo digo por la edad sino
por tu actitud, parece que lo has perdido todo pero en
realidad nunca has tenido realmente algo, he visto a
una mujer romperse por tu indiferencia y tu
inmutabilidad me dejo pasmado,  no sé que tienen las
personas que te aterra tanto conocerlas, por eso las
evitas, por eso tu refugio es esto...

Ese día, tomé las palabras de alguien a quien llamaba


amigo, como una traición, terminé despidiendo a
Louis, cerrando la librería temprano y marchándome
entre las vísperas de otoño al apartamento, el cadáver
del gato terminó en algún bote de basura de la
ciudad, la señora Pérez lloró toda la semana y yo me
escudé entre mis libros. 

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