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No soporto el silencio

Mañana, tarde y noche Siempre es lo mismo, no importa donde vaya siempre

había ruido; pitidos, voces, música, pasos apresurados, llantas rechinando, todo al

mismo tiempo ¡No entiendo cómo no perdieron la cabeza! Creo firmemente que si

nos hubiéramos detenido un segundo… un solo segundo, nos habríamos dado

cuenta.

¿Desde cuando empecé a ponerle tanta atención a este “ruido”? La verdad no lo

recuerdo bien, pero en cierto punto se volvió constante en mi vida. Para

entenderlo es necesario contar un poco de cómo era mi día a día, para empezar

todas las mañanas me levantaba con más sueño del que tenía la noche anterior,

una vez despierta salía tan rápido como fuera posible para intentar alcanzar el

baño, pero no importaba que tanto esfuerzo le invirtiera ya que la puerta ya se

encontraba cerrada y como siempre el insoportable de mi hermano estaba al otro

lado, repitiendo que la “imagen” lo era todo para él, por eso el necesitaba el baño

más que yo, alguien que solo entraba para hacer lo básico como cepillarse los

dientes y enjuagarse el rostro, en cambio él se duchaba, se lavaba el cabello,

utilizaba gel, se perfumaba y un sin número de cosas más para “embellecerse”.

La verdad me parecía ridículo tanto esfuerzo, pero debo de admitir que gracias a

todos sus cuidados tenía una muy buena fama de ser el “Chico lindo, amigable y

carismático” en la escuela ¡hasta los maestros lo adoraban! Pero ni se imaginaban

el verdadero demonio que puede llegar a ser si se lo propone, yo más que nadie
conocía ese lado. Después de todos mis “tropiezos” mañaneros no me quedaba

más que resignarme a que siempre llegaría tarde a la escuela, posteriormente me

dirigía a la cocina para observar como mamá me preparaba un rico café y a papá

parloteando por teléfono, sin siquiera voltear a verme o decirme un “Buenos días

cariño”, pero ya me había acostumbrado a su constante ignorancia.

Debo de admitir que desde esos espontáneos momentos me sentía muy sensible

a los ruidos, como los gritos de mi hermano, el teléfono de papá que no dejaba de

timbrar cada que terminaba una llamada o los sonidos que venían desde el otro

lado de la calle como una señal de que la mayor parte de la ciudad ya había

despertado, la única que realmente me daba un poco de paz entre tanto estrés era

mi mamá quien siempre fue muy silenciosa incluso para cocinar. Al terminar cada

uno nuestros asuntos, tomábamos rumbos diferentes; mama iba a su trabajo en la

cafetería, papa se dirigía a su trabajo de oficinista y mi hermano y yo nos íbamos

caminando hasta la escuela, aunque por separado claro, a él no le agradaba la

idea de que nos asociaran todo el tiempo.

Así transcurrió la mayoría de mis días, entre bullicios de mi familia, de mi escuela,

de la calle lo cual para una persona que es muy silenciosa como yo estos ruidos

me parecían estridentes, aunque fueran cotidianos. Debido a eso tendía prestarle

mayor atención a mi entorno, notando esos detalles que para el resto eran

insignificantes, pero a mí me decían mucho de lo que estaba por venir. Un ejemplo

de esto era como la mayoría de las personas siempre andaban a prisa, como si la

vida se les fuera a terminar porque no llegasen a tiempo a cierto lugar; tal vez por
eso estaban tan acostumbrados al bullicio de sus propios pasos que ni siquiera

notaron lo que se escondía detrás de ellos, como la tierra nos susurraba poco a

poco que mucho estaba por cambiar o incluso terminar.

Después de notar estos sutiles cambios, el ruido curiosamente disminuyo, pasaba

por las mismas calles, los mismos edificios, el mismo barrio, pero estas se

encontraban menos transitadas, algunas cafeterías incluso llegaron a cerrar y los

vehículos ya no eran tan constantes como antes. Al principio realmente me

emocione, ya no me estresaba el ruido en situaciones cotidianas como era usual,

creí que mi familia estaría igual de feliz que yo porque siempre los veía estresados

por el trabajo o por opiniones ajenas de amigos y conocidos, pero conforme

pasaba el tiempo ellos también se volvieron más silenciosos, el teléfono de papá

dejo de sonar, mi hermano ya no se molestaba en arreglarse o quejarse y mamá

dejo de preparar el café que tanto me gustaba.

Las cosas ya no eran iguales, hasta para mí se volvió insoportable la situación en

casa. Por eso empecé a salir cuando me placiera, de cualquier forma, mi familia ni

siquiera lo notaba. En una de mis tantas escapadas me tope con una chica de mi

edad ¡Hace tanto que no hablaba con una! Aunque eso sí era muy tímida, casi

nunca respondía a mis preguntas pero en el fondo sabía que me escuchaba, al

menos eso quería creer. A partir de ese momento, la invitaba a cenar todos los

días y ya que a mi familia parecía no molestarles se volvió una costumbre estar

juntas todo el tiempo. Sin embargo, no todo podía ser tan bueno, hubo momentos

donde nos peleábamos fuertemente y ella simplemente desaparecía como si


nunca hubiera estado ahí en primer lugar, pero una vez pasado el coraje y

dándole mil disculpas volvíamos a ser las mismas de siempre.

Debido a mi mala relación familiar, no pasaba día donde no sintiera que me

ahogara en casa, por eso, constantemente necesitaba salir a tomar aire fresco y

despejarme. Una noche mientras deambulaba acompañada de mi fiel amiga me

percate de varias cosas que había estado pasando por alto desde hace mucho

tiempo, como la quejona que soy debía decirlo en voz alta y dejar en claro mi

malestar si no ¿Quién más lo haría? No hay nadie que sea tan observadora como

yo y estaba segura que mi amiga tampoco lo había notado, entonces pensé en

que la mejor forma para ponerla al día era haciéndolo sutilmente, empezando por

una pregunta abierta:

— ¿Por qué crees que es tan fácil estresarse? Al pasar por esta calle no

puedo dejar de quejarme, por ejemplo, la tienda de Don Dani esta tan

deteriorada, necesita una fachada totalmente nueva ¿No crees? o la panadería

de Doña Marta, sus vitrinas están muy empolvadas, así solo ahuyentara a su

clientela. ¡Hay! Ni me hagas hablar del taller de Don Marcos la última vez lleve

mi bici ponchada y no quiso recibírmela ¿Sabes por qué? Porque según

¡Disque no tiene herramientas! seguro Don Marcos aún sigue molesto por que

papá no le pago la última reparación del carro. — Dije mientras refunfuñaba —

Últimamente los vecinos no se han molestado en dar una buena impresión,

nuestra calle era de las más bonitas, pero ahora ya no es nada de lo que

alguna vez fue.


Después de decir mi corto monologo, no pronuncio ni una sola palabra… creo que

no le interesa mucho la desfachatez de nuestros vecinos, sin encontrar un buen

tema de conversación no pude evitar pensar que si no se me ocurría algo bueno

de que hablar ¡Se aburriría de mí y me dejaría! No podría soportarlo, no otra vez,

temo que esta vez realmente no regrese; sin embargo, no fue necesario que me

ideara algo, ella misma saco otro tema a colación entonces yo le respondí:

— ¿Qué si eh dormido bien? Claro que sí… bueno a lo mejor no, pero no me veas

así, eh tenidos problemas de insomnio últimamente. No puedo dormir

profundamente, debo estar atenta a cualquier ruido que se llegue a presentar y

sabes muy bien por qué.

Otro silencio incomodo llego ¿Por qué tuvo que hablar de ese tema en especial?

Se nota que no sabe cómo reconfortar a una amiga, claro que con lo poco que

hemos socializado con otros chicos de nuestra edad que ira a saber de eso. Es

injusto, últimamente debo ser yo quien mantenga viva la conversación y la verdad

ya me está cansando, pero por el bien de la amistad, seguiré siendo yo quien

hable y que mejor que recalcarle su suerte de tenerme:

— Sabes que eres afortunada ¿No? Porque antes no me gustaba escuchar mi

voz, siempre pensé que era chillona, muy aguda, sonaba como una niña de 10

años a pesar de que ya tengo 16 y rara vez decía algo en voz alta… pero
ahora creo que ya le encontré el encanto y no puedo pasar más de dos

minutos sin dejarla salir ¿Crees que es bonita?

Bueno, al menos esta vez asintió con la cabeza. Ahora si puedo tener la certeza

que estamos bien ¿Por qué? Porque así es como funcionamos, yo hablo y ella

responde lo mejor que pueda; aunque creo que este es su limite de conversación,

si la presiono mucho se ira. Seguimos caminando por la calle mientras miramos

las estrellas, gracias a la poca iluminación y al cielo despejado es posible verlas

en todo su esplendor; tan distraída iba que ni siquiera me di cuenta de cuando

empezamos a transitar por una calle rocosa y lodosa «debido a las constantes

lluvias» mis zapatos no eran los adecuados para este tipo de camino y no

reaccione lo suficientemente rápido como para evitar que mis pies se deslizaran y

cayera golpeándome de lleno con una roca justo en la frente:

— ¡Auch! En serio dolió, creo que incluso me desgarré el pantalón – Dije mientras

me tocaba la frente percatándome que de ella salía una fina linea de sangre, con

la ropa llena de lodo y rasgada. Molesta me dirijo a la persona que pudo haberlo

evitado todo - Pudiste advertirme sobre el camino, sabes.

Claro, como siempre no dice nada; muy buena forma de evitarse mis reproches.

Después de levantarme e intentar quitarme el lodo del cabello, empiezo a

refunfuñar el cómo me dejaron a mi suerte, buscando con la vista a la fuente de mi

enojo… Sin embargo, en ese mismo instante me quedo pasmada.


No solo me percate que mi "Amiga" no estaba por ningún lado, también observo

atentamente aquellos lugares por donde eh pasado cientos de veces, la calle, las

casas, los edificios, notando que había algo diferente en ellos. De la nada se

presenta un fuerte dolor en mi cabeza y junto con el vienen a mi mente tantos

recuerdos que deseaba olvidar; todos pasando al mismo tiempo y con una

velocidad increíble, todo es un dolor tan fuerte que me obliga a tumbarme en el

suelo.

Pasados unos minutos y con ojos llorosos al fin reúno la suficiente fuerza para

levantarme, pero como si de un sueño se tratase me invade una rara sensación de

despertar. Por primera vez en mucho tiempo fui consciente de mi triste y lejana

realidad… después de procesarlo un poco lentamente recordé:

— Es cierto… Doña Marta ya no está para seguir cuidando de su panadería… El

taller de Don Dani ya ni siquiera existe… la tienda de Don Marcos se destruyó y mi

familia… hace mucho tiempo que se quedaron atrás. Claramente nuestro barrio no

es ni un poco de lo que fue hace algunos años… solo se limita a ser escombros.

Durante varios minutos me quedo viendo a la nada, sintiendo un gran vacío… aun

no puedo recordar del todo desde cuando empecé con mi propio autoengaño, pero

estoy segura que fue lo único que me mantuvo cuerda en este horrible e

insoportable mundo. A pesar de recobrar la razón sigo sin recordar cuando o

donde comenzó, aunque en el fondo tampoco deseo hacerlo.


Al fin pasado el primer impacto, retomo mi andar por la fría y abandonada calle

pensando irónicamente cuanto amaba el silencio… pero ahora como si de un

castigo se tratase, siempre tendré que ser yo quien lo rompa.

FIN.

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