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Lo que provocan los traumas de la niñez

Las figuras de apego primarias son aquellas personas que se relacionan con el
bebé desde que llega a la vida (incluso antes) y durante su desarrollo en la
infancia. Estas personas suelen ser los padres, pero en ocasiones pueden actuar
como figuras de apego otros individuos como abuelos, tíos, cuidadores, etc. Su
función principal es la de atender y por tanto regular las necesidades del niño,
calmándolo (por ejemplo dándole de comer cuando tiene hambre, consolándole
cuando tiene miedo, acunándole cuando siente sueño, etc.) y de dar sentido a
aquello que rodea al infante. Es a través de la relación con estos primeros
cuidadores que el niño va creando una visión del mundo, de los otros y de sí
mismo.

¿Qué pasa si las figuras de apego son las inadecuadas?


La persona que ha sido expuesta a un ambiente de malos tratos, a la negligencia,
al abuso sexual o a cualquier tipo de ambiente perjudicial en la infancia, habrá
tenido que desarrollar una serie de estrategias para sobrevivir que en el mejor de
los casos puede dar lugar a una persona que se conoce como resiliente: ha
sobrevivido a condiciones muy adversas como ha podido. Sin embargo, a veces,
cuando estas personas crecen y consiguen salir de estas situaciones peligrosas y
traumáticas, tienden a repetir los patrones que han vivido de alguna forma en su
infancia, aunque muchas veces no sean conscientes de ello. La persona
traumatizada tiene dificultades serias a veces para distinguir qué relaciones son
seguras y cuáles no, cuáles le hacen bien y cuáles no, cuáles quiere para su vida
y cuáles no. Lo mismo para poner límites y poder protegerse, de lo que es dañino
para su vida. Las experiencias traumáticas rigidizan los límites o hace que resulte
muy difícil ponerlos en las relaciones interpersonales.

La mayoría de las personas tienen traumas de inseguridad personal, baja


autoestima, relaciones abusivas, dependencia afectiva que fueron alimentadas
desde la niñez hasta la edad adulta de manera muy dolorosa, afectando sus
relaciones presentes con muchos complejos. 
Las consecuencias de no resolver los traumas de la niñez son varias, y pueden
afectar posteriormente nuestras relaciones sociales, al grado de evitar la cercanía
o no confiar en los demás, reprimir o exagerar nuestras emociones, sentir
ansiedad por abandono, dar en exceso, ser codependientes, entre otros efectos.

Los celos: aparecen estas distorsiones cognitivas con base en lo vivido. Por
ejemplo, si mi papá engañó a mi mamá, eso lo aplico con mi pareja. Si mi pareja
se va de viaje, me hago ideas del tipo: no me ha llamado en todo el día; me va a
engañar.

Tendencia a ignorar las “banderas rojas”: aceptar que el amor que me da mi


pareja es lo que me merezco y lo normal, aunque no sea positivo. 

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