Interior
Introducción
Nuestro Niño interior es una parte antigua de nosotros mismos que aparece en
forma de emociones, pensamientos y sentimientos ante determinadas
circunstancias que lo activan. Todos hemos tenido heridas emocionales en la
infancia que no pudimos resolver. Si estas vivencias no fueron reparadas, nuestro
niño se quedó dañado. Y aun de adultos lo podemos sentir dentro de nosotros.
Porque crecer por fuera no siempre implica crecer por dentro. La idea es que el
acceso a tu niño interior te permite encontrar las raíces de tus problemas como un
adulto
El niño interior refleja al niño que una vez fuimos en sus aspectos «negativos» y
«positivos». Nuestras necesidades insatisfechas y nuestras emociones infantiles
reprimidas, así como nuestra inocencia, creatividad y alegría infantil, todavía están
latentes dentro de nosotros.
1.- Definir el niño interior
Restablecer el contacto con nuestro niño interior es fundamental para llevar una
vida plena en el presente. Nuestro niño interior es una metáfora para definir
nuestra parte auténtica, nuestra esencia, nuestro verdadero ser. También, esa
parte de nosotros que necesita atención, aprecio, afecto, aceptación tal cual
somos y que nos hace sentirnos vulnerables, pequeños y asustados. ¿De qué
manera podemos conectar con nuestro niño interno?
Si nos remontamos a la niñez y describimos esa maravillosa etapa — en la cual
establecemos los cimientos para el resto de nuestra vida — recordaremos que
éramos más ingenuos, teníamos mayor capacidad de asombro, solíamos ser
emotivos, más flexibles, elásticos, juguetones, sinceros, sin preocupaciones, sin
dramas ni complejos y sobretodo vivíamos en el presente. Cuando empezamos a
crecer, como esponjas absorbemos cantidad de información que va sumando a
nuestra mochila emocional de experiencias y que va dejando huella, caminando
hacia la adolescencia y hacia la adultez.
Nuestras experiencias pasadas nos influyen en el presente Todos fuimos niños
una vez, y aunque parezca extraño, todos conservamos dentro nuestro a ese niño
que un día fuimos. Ese niño, sigue en nosotros lo queramos o no y nos condiciona
e influye en nuestro presente. ¿Qué tipo de niño fuiste en tu infancia? ¿Qué
recuerdas de esos años? Estas preguntas te pueden dar pistas de cuál es tu
relación actual con ese niño que vive en ti. Puede que a ese niño le hirieran, le
hicieran daño, se burlaran de él, o sintiera mucho dolor. En ese caso, si no lo has
resuelto, esos sentimientos siguen ahí, son emociones reprimidas, esperando
salir.
La infancia es una etapa vital que nos condiciona para el resto de nuestros días.
Hay infancias relativamente felices, pero casi todos hemos vivido en alguna
ocasión alguna situación que nos ha marcado y ha dejado su cicatriz en nuestra
personalidad. Cada una de las 5 heridas emocionales deja su propio rastro
característico y es fácil detectarlo si se sabe dónde mirar.
1. El miedo al abandono
Para quienes han experimentado abandono en su infancia, la soledad es su mayor
enemigo. La falta de afecto, compañía, protección y cuidado les marcó tanto que
se encuentran en constante vigilancia para no ser abandonados y sienten un
temor extremo a quedarse solos.
Las personas marcadas con la herida del abandono muestran esa carencia
afectiva en sus relaciones personales y afectivas. En muchas ocasiones sufrirán
dependencia emocional e incluso tolerarán lo intolerable con tal de no quedarse
solas. En otros casos, dependiendo de su personalidad, tomarán ellos la iniciativa
de abandonar a los demás como mecanismo de protección, por temor a revivir la
experiencia del abandono.
La herida del abandono se sana trabajando el miedo a la soledad. Esto se
consigue pasando tiempo de calidad con nosotros mismos, realizando actividades
que nos gustan y practicando el autocuidado. Identificar y saber gestionar el temor
a ser rechazados es igualmente relevante. Para ello debemos derribar las barreras
invisibles del contacto físico y emocional.
Es el niño interior, y no el adulto, quien teme que lo dejen. Por eso, hay que
fortalecer su autoestima para evitar caer en el autosabotaje. Es necesario conectar
con nuestro niño interior y abrazarle para que se sienta seguro y sea capaz, poco
a poco, de disfrutar de sus momentos de soledad.
La forma de evitar la herida del abandono es compartir con nuestros hijos tiempo
de calidad, dialogando a menudo con ellos, prestando atención consciente a sus
demandas afectivas y practicando la escucha activa.
2. El miedo al rechazo
El miedo al rechazo es una de las heridas más profundas porque implica el
rechazo hacia nuestros pensamientos, sentimientos y vivencias, el rechazo a
nuestro amor e incluso a nuestra propia persona. Tiene su origen en experiencias
de no aceptación por parte de los padres, familiares cercanos (abuelos,
hermanos…) o iguales (amigos) a medida que el niño va creciendo.
Cuando un niño recibe señales de rechazo crece en su interior la semilla del
autodesprecio. Piensa que no es digno de amar ni de ser amado y va
interiorizando este sentimiento interpretando todo lo que le sucede a través del
filtro de su herida. Así, llega un momento en que la más mínima crítica le originará
sufrimiento y, para compensarlo, necesita el reconocimiento y la aprobación de lo
demás.
Sana a tu niño interior: las 5 heridas emocionales de la infancia que te hicieron y te
hacen infeliz
La herida del rechazo se sana empezando a valorarse y a reconocerse, obviando
los mensajes que el crítico interno le envía. Para curar su cicatriz es saludable
trabajar las inseguridades, ganar mayor confianza en nosotros mismos y
comenzar, poco a poco, a sentirnos más capaces. Es necesario conocerse,
respetarse y quererse a uno mismo.
Para prevenir esta herida, es importante que tratemos siempre con respeto a
nuestros hijos y les infundamos seguridad en sí mismos y autonomía en la toma
de decisiones. También es relevante enseñarles a recibir las críticas constructivas
y descartar las destructivas, en base al amor propio.
3. La herida de la humillación
La herida de la humillación se abre cuando el niño siente que sus padres lo
desaprueban y critican, afectando esto directamente a su autoestima. Sobre todo
cuando lo ridiculizan. Dichos niños construyen una personalidad dependiente.
Están dispuestos a hacer cualquier cosa por sentirse útiles y válidos, lo cual
contribuye a alimentar más su herida, ya que su propio auto-reconocimiento
depende de la imagen que de él tienen los demás.
Quien ha sufrido la humillación de pequeño tiene dificultades para expresarse
como adulto, y es especialista en ridiculizarse a sí mismo. Se considera mucho
más pequeño, menos importante y menos digno, valioso o capaz de lo que en
realidad es. Son personas que tienden a olvidarse de sus propias necesidades
para complacer a los demás y ganarse su cariño, aprobación y respeto.
Esta herida se sana soltando la pesada carga que el humillado lleva en la espalda.
Se consigue mediante el perdón hacia las personas que lo dañaron, haciendo las
paces con el pasado para poder comenzar a valorarse como la persona que
realmente es, aquella de la que solo él es responsable como adulto.
La crianza respetuosa, el trato empático y afectuoso y saber establecer límites con
respeto evita que nuestros hijos sufran las consecuencias de la humillación
durante su infancia y en la edad adulta.
5. La herida de la injusticia
La herida emocional de la injusticia se origina cuando los progenitores son fríos y
rígidos, imponiendo una educación autoritaria y no respetuosa hacia los niños. La
exigencia constante generará en ellos sentimientos de ineficacia, inutilidad… y la
sensación de injusticia.
Esta herida emocional genera adultos rígidos, que no son capaces de negociar ni
de mantener diálogos con opiniones diversas. Les cuesta aceptar otros puntos de
vista y formas de ser diferentes a las suyas. Dan mucha importancia a las
creencias y a los valores, expresando sus opiniones y juicios morales como
verdades absolutas y extremas. Sus intenciones suelen girar en torno a ganar
poder e importancia, siendo fanáticos del orden y el perfeccionismo.
La forma de curar esta herida es trabajar la rigidez mental, cultivando la
flexibilidad, la tolerancia y la confianza hacia los demás. Se previene desde la
infancia trabajando en los niños el respeto por la diversidad y la tolerancia,
practicando la crianza respetuosa, la empatía, la expresión de sentimientos y el
intercambio de opiniones e ideas.
4.-Consecuencias de las carencias afectivas durante la niñez
3. Baja autoestima
Otra de las consecuencias de las carencias afectivas en la infancia es la falta de
autoestima. La carencia de amor filial provoca que los niños no se valoren. Si no
se recibe este amor inicial, es muy complicado que puedan crear las bases
necesarias para que lo que venga después pueda ser asimilado
convenientemente.
Recibir rechazo en la infancia o no ser querido por los padres, provocará que los
niños sientan que no son dignos de ser queridos. A su vez, esto provocará que
crezcan con una autoestima muy baja. La inseguridad, sentirse fracasado y hasta
las conductas autodestructivas, son algunas de sus indeseables consecuencias.
4. Salud mental
Desarrollar niveles adecuados de apego es esencial para la salud mental presente
y futura de un niño. El apego se refiere al nivel de conexión establecido entre un
niño y su cuidador durante los primeros años de vida. Los niños que carecen de
atención a menudo no desarrollan las habilidades necesarias para construir
relaciones sanas.
Esto significa que los niños que sufren carencias afectivas pueden llegar a tener
dificultades para conectar con los demás. Carecen de confianza y autoestima.
Además, tienen miedo de iniciar relaciones.
En definitiva, es realmente triste que la vida de un niño pueda verse afectada para
siempre. Mucho más si se debe a la falta de atención, cariño y cuidados de sus
padres o tutores. Para evitar que esto suceda, es importante que los niños reciban
el afecto de sus seres más queridos. De lo contrario, las huellas del desapego
serán muy profundas y, casi con total seguridad, para toda la vida.
Como adultos debemos tratarnos bien. No significa darnos siempre la razón. Sin
duda la autocrítica es sana, si es respetuosa y productiva, pero en el caso de
nuestro niño, es necesario que siempre estemos de su lado, pase lo que pase.
Porque él es una parte dañada nuestra, no tiene responsabilidad en lo que vivió.
Ahora sí es nuestra responsabilidad hacernos cargo de él.
-Aprende aceptarlo tal y como es. Sin duda la aceptación es una necesidad
básica. Especialmente de sus partes más oscuras u hostiles
-Aprender a calmarlo y consolarlo cuando se sienta mal. “Yo estoy aquí contigo”,
“Lo que estás sintiendo son emociones que pasarán”. Y ofrécele indicaciones.
“Vamos a dejar que pase un poco de tiempo. Luego pensaremos que es lo que
mejor puedes hacer
-Enséñale que conductas son mejor para él. Por ejemplo, puedes invitarle a no
retirarse en una interacción social, a empezar a mostrase a su ritmo…
-Enséñale a pensar con más perspectiva. Cuando notes que se está criticando o
sacando conclusiones intensas o desmedidas, puedes ayudarle a pensar.
“Posiblemente ellos no te están haciendo caso por algún motivo que no tiene que
ver contigo, te parece si nos atrevemos a conocerles y si nos hacen daño nos
protegemos. Pero puede que en el fondo sí merezcan la pena
-Protégele: Busca escenarios buenos y seguros para él. Con personas seguras,
amables y con ganas de compartir. Y protégele frente a las agresiones de los
demás, poniendo límites
Vamos a concretar diferentes acciones que podemos hacer para sanar a nuestro
niño interior herido:
-Visualizarlo e imaginarlo con frecuencia: La imaginación y la visualización son
recursos geniales para poder acceder a tu niño interior. No hace falta volver al
pasado, ni tener una máquina del tiempo. Con solo cerrar los ojos basta para
sentir una conexión emocional con ese niño que un día fuimos.
-Hablarle y empatizar con lo que sufrió: Este niño herido necesita sentirse
comprendido, visto y escuchado por nosotros. Mostrándole nuestro cariño con
caricias verbales y descubriremos qué efecto tienen nuestras palabras en él.
Abrazarle mentalmente y darle todo el amor que podamos: Nunca es tarde para
tener una infancia feliz y por tanto, nunca es tarde para que este niño reciba todo
el cariño que no tuvo en el pasado. Ahora es nuestra misión transmitirselo.
niño interior herido
Todos llevamos dentro el niño que fuimos. Cuidar al niño interior es de vital
importancia para la mejora emocional y para mantener una sana autoestima. Casi
todos en la infancia hemos tenido heridas emocionales y, si no las solucionamos
en su momento nuestro niño interior estará dañado. Ahora podemos intentar
comprender lo que le pasa para sanarlo.
Cuando sientas una emoción negativa, pregúntale por qué te sientes así y trata de
comprenderte, De buscar la manera de mejorar esas negatividades, Deja fluir tu
tristeza, tu miedo, tu ira… Porque son emociones necesarias para nuestro
organismo. Con ellas y a través de ella también expresamos lo que le pasa y ha
pasado a ese niño interior.
Los adultos que tienes ese niño interior saludable no se reprimen cuando les
apetece algo no propio de adultos.
Por otra parte, los adultos con el niño interior dañado se reprimen cuando desean
hacer cosas propias de la infancia. Desean dar una imagen correcta, seria, de
adultos. No se dan cuenta de que todos los humanos tenemos la necesidad de
volver a ser niños de vez en cuando. Y no es malo, no es inmadurez, sino que
están dejando que su niño interior se divierta