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AUGUSTO MARIO MORELLO
GUALBERTO LUCAS SOSA
ROBERTO OMAR BERIZONCE
N. de R. : A la fecha de edición de la obra están bajo tratamiento en el Congreso de la Nación las consultas y
observaciones presentadas conforme al art. 20 de la ley 26.939.
El texto que se transcribe es el del Boletín Oficial del 16/6/2014.
© Augusto Mario Morello, 2015
© de esta edición, AbeledoPerrot S.A., 2015
Tucumán 1471 (C1050AAC) Buenos Aires
Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723
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de información, sin el previo permiso por escrito del Editor y el autor.
I. Esta nueva edición de una obra clásica nace al conjuro de una serie de circunstancias
confluyentes, que han venido a converger en el tiempo presente. Por un lado, el insistente reclamo
de numerosos lectores, muchos de quienes integran las nuevas generaciones de abogados, jueces,
cultores de la disciplina procesal, conocedores de las ediciones anteriores de los "Códigos..." de
1969-1979 y 1982-1999, integradas con la actualización de 2004-2005, que descansan en los
anaqueles de viejas bibliotecas familiares o institucionales. Se conjuga ahora con ello el renacer de
un renovado interés por los siempre actuales y complejos temas de la jurisdicción y del proceso
común y del funcionamiento del sistema de justicia, producto de un fenómeno singular de nuestros
avatares. La legislación procesal y orgánica ha permanecido notoriamente estancada,
desactualizada; el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación de 1967 y sus homólogos locales,
salvo escasas excepciones, rigen todavía sin mayores cambios en sus vetustas estructuras. Tan
sólo puede rescatarse los aires vivificadores que soplan desde una trabajosa cuanto lograda
jurisprudencia, que por vía interpretativa —y al impulso de las opiniones doctrinarias más atentas—
ha sabido desplegar creativamente ciertas, aunque limitadas, técnicas procesales novedosas, más
acordes para alinear algunas de las tradicionales instituciones del proceso a las siempre crecientes
exigencias de justicia. Sobremanera, al desplegarse los nuevos derechos y garantías fundamentales
—en especial aquella de la tutela judicial eficiente— que trajera consigo la reforma constitucional de
1994, junto con la incorporación de las convenciones humanitarias.
La renovada Constitución, con su sesgo "principiológico", las nuevas visiones que reconfiguraban
no solo los principios fundantes de las legislaciones sustantivas sino además y de modo imperativo,
los tradicionales conceptos de jurisdicción, acción y proceso que soportan todo el andamiaje del
sistema de justicia, dieron sustento a perfiles bien diversos de los fenómenos procesales. Nuestro
actual Derecho Procesal se expresa no solo en el texto de leyes casi siempre desactualizadas,
antifuncionales, sino principalmente en la doctrina que elaboran en torno de aquellas fuentes, los
intérpretes, jueces, abogados y autores. Por fuerza de su propia gravitación, el producto final de ese
laboreo compartido, la jurisprudencia judicial, asume así innegable categoría de fuente jurígena
preponderante.
Todavía, en ese inédito cuadro de situación del proceso común, viene a incidir la sobreviniencia
de las normativas del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (ley 26.994), en vigencia desde el
1 de agosto de 2015, alineado explícitamente con los principios y valores fundamentales de la Carta
enriquecida en 1994. Ordenamiento sustantivo aquel que, por añadidura, exhibe la singularidad de
una profunda, y a menudo presuntuosa, penetración en algunas de las típicas instituciones, técnicas
y procedimientos cuya regulación resulta más propia de los ordenamientos locales.
Factores operantes diversos confluyen, en definitiva, para alentar la empresa tan desafiante que
afrontamos al elaborar esta nueva edición, la necesidad de poner al día sus contenidos, que el
inexorable paso del tiempo ha ido erosionando, tanto como los acelerados cambios que se vienen
operando en el sistema jurídico de nuestro país y, especialmente, en el sistema de justicia. En su
conjunción alimentan nuestro compromiso de siempre, ahora renovado, para brindar a sus
destinatarios unas herramientas útiles y adecuadas para la mejor interpretación y aplicación del
instrumental del proceso civil.
II. Se mantiene en sus líneas el enfoque metodológico que, desde el lejano comienzo, ha
caracterizado a los "Códigos Procesales...": a partir de las explicaciones doctrinarias más
actualizadas y con el aporte de las interpretaciones de la jurisprudencia, puede advertirse el intento
de brindar —como se destacaba en la presentación de la primera edición, en 1969— un panorama
teórico-práctico integral de la disciplina procesal civil, acorde con los desarrollos y necesidades del
tiempo presente. La sistematización de los fallos, reiteradamente reelaborada para su actualización,
sigue siendo el soporte básico de toda la obra. Sin descuidar, claro, no sólo las concretas
interpretaciones de las sucesivas y cambiantes normativas que edicta el legislador, sino también las
oportunas y siempre fundadas opiniones críticas que distinguen a la obra, con la pretensión de
contribuir en cada circunstancia al perfeccionamiento de las reglas y, con ello, a la mejor y más
eficiente prestación jurisdiccional.
En esta nueva entrega se destaca, además innovadoramente, la explicación sucinta de la
preceptiva que ha traído el flamante Código Civil y Comercial de la Nación, principalmente en cuanto
viene a incidir en las instituciones, normas y reglas del proceso común. No se trata ni se intenta,
desde luego, agotar temáticas tan novedosas sino, en todo caso, brindar visiones en cierto modo
anticipatorias que dejan para más adelante adentrarse en su calado más profundo, su
complementación y perfeccionamiento. Con la pretensión casi siempre, de alertar al lector
previniéndolo de los cambios, sin dejar de tentar algunas tempranas interpretaciones que, en esta
instancia germinal, puedan resultar de utilidad y guía para su comprensión. Propósito que se
complementa con puntuales referencias a la no menos novedosa ordenación traída por el Digesto
Jurídico Argentino (leyes 24.967 y 26.939).
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Otra nota característica distintiva de esta cuarta edición —con la que se pretende brindar una
singular herramienta habitualmente desatendida en este tipo de obras—, está constituida por la
incorporación de acápites especiales destinados a desarrollar, en una perspectiva esencialmente
práctica, los tópicos más acuciantes del arte de abogar y de judicar. En adición a los desarrollos
teóricos, la explicación del cómo se prepara, construye y elabora una demanda individual o
colectiva, la oposición de excepciones o la contestación; la proposición de las pruebas; los puntos
de pericia; el alegato de bien probado; la fundamentación de la expresión de agravios o memorial; la
de los recursos extraordinarios provinciales —inaplicabilidad de ley, nulidad, inconstitucionalidad— o
el federal. O, desde la perspectiva del juez, cómo se gerencia la oficina judicial o se gestiona el
proceso, la prueba pericial o la subasta, o se fundamenta la sentencia. Una suerte
de vademecum imaginado y escrito en clave artesanal, dictado desde la propia experiencia
cotidiana.
III. Nos hemos propuesto guardar estricta fidelidad a las ideas y principios que alentaron desde el
inicio la construcción de una obra tan significativa en la literatura procesal argentina. Sus anteriores
ediciones expresaron un laboreo denodado e incansable que reflejó el pensamiento del grupo de la
Universidad Nacional de La Plata, como se lo denominara, y sobremanera fue el fruto maduro de la
inspiración visionaria de Augusto Mario MORELLO. Esta nueva entrega se edifica sobre toda esa
inacabable cantera de sabiduría y experiencia con el propósito de mantenerla íntegra en sus
grandes líneas maestras, sus principios y valores, y además adecuada a las nuevas realidades y
exigencias del quehacer jurisdiccional. Está dedicada a la memoria insigne de quienes la iniciaron:
Augusto Mario MORELLO, Gualberto Lucas SOSA y Miguel Ángel PASSI LANZA.
IV. Fieles a tales designios, la cuarta edición se ha concebido como una obra colectiva abierta a
la participación de un destacado grupo de cultores de la disciplina procesal incluyendo, junto a los
más consagrados profesores, magistrados y abogados, a quienes integran ahora las más recientes
generaciones. Los de la cantera de las cátedras platenses se ocuparon de la revisión, actualización
y reelaboración de los textos de doctrina. Conformaron un grupo entusiasta y cohesionado integrado
bajo la coordinación de quien esto escribe. Como no podía ser de otro modo, se han conservado los
últimos y tan valiosos aportes de MORELLO aparecidos en el v. X-A, B y C de la anterior entrega,
correspondientes a los años 2004 y 2005, que mantienen lozana y siempre vigente actualidad.
La pertenencia de la mayoría de los colaboradores elegidos al tronco e ideario de la escuela de
La Plata, ha perseguido el logro de una unidad en la diversidad de pensamientos y enfoques,
imprescindible para asegurar la sistematicidad del todo. Los aportes individuales han versado sobre
aspectos centrales de la disciplina, y en ellos resalta el calado profundo de los análisis que vienen a
amalgamarse fundiéndose con los principios viscerales en que asienta toda la obra. La nómina
completa de los tan prestigiosos como empeñosos colaboradores se inserta en los distintos
volúmenes, apuntándose la autoría individual al pie de cada una de las contribuciones. Como en la
anterior edición, debemos ponderar especialmente la labor desarrollada por Alberto J. Tessone,
quien tomó a su cargo íntegramente las explicaciones doctrinarias de todo el sistema recursivo,
incluso volcando su vasta experiencia abogadil en el "cómo hacer" de cada uno de los medios de
impugnación.
De su lado para la tan ardua tarea de revisión y actualización de la jurisprudencia provincial y
nacional se organizó otro grupo de trabajo liderado por Gabriel Hernán Quadri, quien convocó a un
selecto equipo de colaboradores. Uno de los objetivos principales, en este ámbito, ha sido el intento
de consolidar toda o al menos la mayor parte de la jurisprudencia de los tribunales de los diversos
Departamentos Judiciales bonaerenses, para brindar a los operadores jurídicos un fresco más
completo y abarcador que, por razones obvias, no pudo lograrse en las ediciones anteriores.
La contribución de Quadri ha sido también decisiva en la compleja tarea de bucear —en tiempo
"suplementario", cuando la obra ya se encontraba en la imprenta— en los textos del flamante
Código Civil y Comercial de la Nación, para volcar en las explicaciones teóricas las normas
procesales que allí se consagran, en correspondencia con los preceptos de los ordenamientos
procesales.
El elevado empeño que convocara a todos los que han contribuido a hacer realidad esta obra,
persigue mantener en valor el fruto de la labor de los creadores que la concibieran y, al mismo
tiempo, casi medio siglo después alentar la ilusión de proyectarla con nueva fuerza vigorizada hacia
el futuro, ahora en manos de las nuevas generaciones de estudiosos.
V. En el prólogo al último volumen de la segunda edición, en la primavera de 1999, el
maestro MORELLO celebraba el feliz arribo "al final de una aventura", de una iniciativa imaginada tres
décadas atrás que con sus invalorables aportes se había convertido desde larguísimo tiempo en un
acompañante útil de todos los operadores jurídicos. Se saboreaba finalmente el presente de una
ilusión.
Quince años después se revela que aquella grandiosa "aventura" puede ser revivida, porque en
verdad no estaba agotada, sino que todavía servía y mucho como faro orientador. En todo caso se
había concluido una etapa en un largo camino que seguía abierto. Como en toda empresa humana,
es suficiente que rebrote un estímulo, un soplo vivificador que pueda ser encarnado por un nuevo
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grupo entusiasta capaz de consustanciarse con la obra, con su espíritu, tomar la posta y seguir
adelante. Para halago y como homenaje a aquellos pioneros del pensamiento que ya no están, y
también, al mismo tiempo, como reafirmación de un mismo compromiso. Lo asume ahora una
renovada camada de estudiosos que beben en la misma e inagotable cantera de ideas, principios,
ilusiones y hasta utopías, que les transmitieron aquellos. El horizonte —inacabable— es el mismo y
renace una nueva ilusión: la de contribuir, entre todos, a mantener viva y reelaborada una obra que
ha sido servicial acompañante y auxiliar de varias generaciones de "abogados de trinchera", jueces
y magistrados. Y —como se empeñaba el Maestro— también, una osada vanguardia de las ideas,
permeadas de eticidad y humanismo, que alientan el mejoramiento del sistema de impartición de
justicia.
Que este comprometido intento sea útil para, en alguna medida, lograr esos objetivos, es nuestra
esperanza.
ROBERTO O. BERIZONCE
La Plata, primavera de 2015
Realizamos, entonces, esta acotación para ilustrar al lector tanto acerca de cómo está
compuesta la actualización jurisprudencial llevada a cabo para esta edición de los Códigos, como
así también en cuanto las razones de su conformación.
§ 1(1)
Principios generales
Cuando se elaboran, por ejemplo, procedimientos especiales para la protección
del consumidor, no es solamente, para solucionar el caso individual, sino para
proteger al individuo como parte del grupo. Reafírmase, por consiguiente:
1º El proceso debe ser humanizado. Para los juristas la justicia humanizada
constituye un imperativo ético.
2º El derecho procesal está al servicio del derecho material, pero sin embargo
supo adquirir una autonomía gracias a cuyas reglas propias ha restablecido la
igualdad donde la desigualdad había sido tolerada por el derecho material.
Ello significa que todas las partes deben ser tratadas de modo igual ante la
justicia. Esta igualdad debe ser asegurada en y durante el proceso.
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§2
elección del profesional por los justiciables, la retribución de quien debe atender en
el asesoramiento o en la defensa a los que no exceden "el nivel de pobreza"; c)
flexibilización de los alcances de la cosa juzgada susceptible de impugnación,
cuando no es el resultado de un proceso regular; d) una seguridad jurídica
dinámica y subordinada a la afirmación del valor justicia; e) el registro fundamental
que reviste en la teoría general la interpretación" que es lo que mutativamente
permite a los jueces acompañar el proceso de evolución del derecho, y f) por
último, la revitalización del denominado derecho procesal constitucional.
El cuadro expuesto constituye la línea de avance que, en nuestra opinión, brinda
vértices palpables del aggiornamento o pauta a nivel que se corrobora en
nuestro actual horizonte y en las ideas que se predican para el rendimiento
funcional o eficacia específica del Servicio de la Justicia(9).
Sumando aportes muy elocuentes a los fines que venimos explicitando, tampoco
será ocioso consignar que nuestro más Alto Tribunal federal no deja oportunidad
para subrayar que en el ejercicio de la función judicial no cabe prescindir de la
preocupación por la Justicia(10), toda vez que es deber de los magistrados asegurar
la necesaria primacía de la verdad jurídica objetiva(11).
La lección de nuestra Corte es categórica al cobrar las anteriores ideas una
singular silueta cuando expresa que si la función judicial no se agota en la letra de
la ley con olvido de la efectiva y eficaz realización del derecho, ha de atenerse
para ello antes que a un criterio formalista a la vigencia de los principios que
ampara la Constitución Nacional y que surgen de la necesidad de proveer el bien
común considerado éste como el conjunto de las condiciones de la vida social que
hacen posible, tanto a la comunidad como a cada uno de sus miembros, el logro
más pleno y más fácil de su propia perfección(12).
El conjunto de las actividades de las partes y del juez —no sólo a través de
recursos o medios de impugnación autosuficientes desde el punto de vista técnico,
sino eficaces en cuanto a los fines y logros que de ellos se esperan—, es un dato
que se comunica a lo ancho y a lo largo del proceso en estas horas.
Teológicamente, los jueces tienen la misión de hacer justicia. Las partes y los
asistentes o auxiliares deben colaborar mediante la satisfacción de deberes
secundarios de cooperación al más pronto y profundo esclarecimiento de los
hechos conducentes y decisivos. Los poderes-deberes pesan más que las cargas
y el conjunto ha de comunicarse de una energía protagónica positiva. En el
proceso no cabe quedar neutro o indiferente al resultado a que se arribe. El
"afianzar la Justicia" del Preámbulo constitucional es un hermoso programa,
directamente operativo, para asegurar el cabal rendimiento del Servicio.
Estas expresiones se asocian —indisolublemente— a un derecho procesal vivo,
en movimiento, alejado de abstracciones y generalidades(13), con lo cual se bonifica
de una verdadera legitimación social, no sólo jurídico-formal, como ansiaba
David LASCANO. Aquélla es la que esencialmente importa y cuenta. A partir de las
reales posibilidades existentes y contando con ellas, se mejora en lo posible,
razonablemente posible, las urgencias y necesidades de nuestro mundo.
Aquejado el derecho procesal de un fárrago de teorías y predicados de escuela,
se impone que las fórmulas, esquemas y valoraciones se corporicen en la concreta
experiencia de los fenómenos litigiosos. No hay manera de escapar, en la
rapidación y complejidad de nuestro entorno, de la grave encrucijada que envuelve
al Servicio de la Justicia(14).
La idea central nos parece que es de fácil y compartible sustentación, como
quiera que a nuestro juicio es innegable el carácter instrumental o, por lo menos,
básicamente instrumental de la Jurisdicción. Tanto es así que se ha podido
destacar que dada esa manifestación, "el proceso siempre deberá adecuarse, en
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§3
B. Los conciliadores
Es realmente interesante mostrar el ascenso y el beneplácito por el instituto de
los conciliadores en países líderes, como Francia. En la búsqueda de una justicia
alternativa(20)se viene privilegiando la denominada justicia conciliatoria; a los
Conciliadores, que se institucionalizan en Francia luego de una experiencia de
hecho de los últimos tres años, a comienzo de 1981(21).
Esta figura se cualifica de atributos distintos a los que condicionan y definen a la
clásica conciliación, modo paralelo —más que anormal— de terminación de los
procesos (art. 34, inc. 1º, y 309 Cód. Proc.)(22).
Acontece que no sólo se destaca por ser un esquema rápido, sencillo, sin
formalismos innecesarios y que permite el acceso al hombre del común, haciendo
realidad el principio de igualdad, sino porque su función y finalidad, se revisten de
matices realmente inéditos, como lo subrayaba de un modo persuasivo, el
profesor CAPPELLETTI y que pasamos a reflejar en el marco de sus ideas más
dominantes.
§4
§ 4 BIS
A. Introducción
Para ingresar al tema, nos atenemos al mirador de los finales del siglo XX y la
alborada del que sigue. Y observamos la necesidad de privilegiar a la gran
"vedette" del derecho procesal moderno, que es el elenco de la tutela anticipatoria
y de las medidas cautelares e ir delineando las perspectivas de la interpretación,
en las diversas y sucesivas estaciones en que se han demorado los fenómenos de
la litigación civil en los triturantes años de la centuria precedente, que habían
amanecido con la luminosidad de la profundización del concepto de 'la acción
procesal' y la emanación sentencial de condena, como manifestación más definida
y contundente de la Jurisdicción.
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El recorrido por las avenidas del siglo XX nos deja en claro, en la síntesis, que la
opción valorativa última por el Derecho que ha de regir queda en manos de los
jueces; es otro de los desafíos que tiene la Magistratura, sobre todo los jueces de
la Corte Suprema. Cuando hay roce de libertades fundamentales, ¿cuál es la que
se reputará preeminente en el supuesto particular? Son los jueces los que tienen
que hacer un anclaje en las valuaciones comunitarias.
Asimismo, los pliegues del siglo XX nos permitieron dibujar la síntesis (o el torso
principal) de lo que ha pasado en él; fue el más corto, el más difícil, el más duro;
que nace con el desmembramiento del Imperio austrohúngaro, el fin
de FRANCISCO 1 y la Primera Guerra Mundial y se extiende hasta 1989, con la
caída del muro de Berlín.
Ahora, con el post Irak se abre un gran desafío que vamos a tener que llenar
jurídicamente: la reconstrucción de la legalidad de las Naciones Unidas y el enlace
integrado del nuevo imperio (EE.UU.) y la 'vieja' Europa, con una nación de fuerza
unilateral decisiva que debería orientar más que gobernar. Con el contrapeso del
Estado, con las limitaciones que han acotado allí al Estado de Derecho en la órbita
de las garantías que luego del derrumbe de las Torres Gemelas se ha contraído
brutalmente. El paradigmático caso "Miranda" de la Suprema Corte del país del
norte entró en penumbra y ya no asiste el derecho del detenido a requerir la
presencia del abogado; todo ello quedó en suspenso y ha habido un gran
retroceso en las fecundas vigencias de las garantías, ante los temores que
provoca el terrorismo.
En este capítulo introductorio quisimos subrayar que ser juez en el tiempo
presente es más difícil —y ser juez de Corte lo es más todavía—; las mudanzas
sociales, lo que acontece en lo que ahora se cubre con el manto de la
globalización incide en la oscilación de criterios y recorta el perfil de los ciclos de
todas las instituciones.
Véase como entre nosotros —y con mayor razón en épocas de emergencias
crónicas— la Corte Suprema de Justicia de la Nación 'está empujada' a ocupar la
vidriera de la sociedad, no sólo aquí, sino también en EE.UU., y en los países de
Europa. En España en el mismo día, el Superior Tribunal declaró legítima decisión
democrática la exclusión de la ETA, la disolución de la organización vasca y, al
mismo tiempo, descalificó once artículos de la ley de extranjería porque son
inconstitucionales al no preservar a los inmigrantes en los derechos que como
personas tienen. La Corte está vigilada por la opinión pública y los medios, pero se
hace oír. Todas las Cortes.
A la hora de las conclusiones, nos animamos a recoger las siguientes:
1) la condena judicial es la máxima expresión coactiva lógica del Estado de
Derecho, la manifestación razonable, adecuada y equitativa, mediante la cual los
Jueces, con el poder de discreción y sin abuso, suministran la respuesta del
Estado en las cuestiones que son de importancia. El Derecho es una conquista
esencial de la civilización y de la cultura que posibilita la concreción de la Justicia.
Justiciables y abogados tenemos que ser servidores del derecho para que a través
de él lleguen a la justicia.
2) En sucesivos y variados paisajes centramos la excursión sobre la "condena",
que era el ideal de la teoría de la acción en su tiempo, y la "cautela" que ha
ganado las preferencias de estos días, y se la considera como el instrumento
previsible, efectivo, real, en el resultado, que acuerda virtualidad al Derecho, en lo
inmediato, con las particularidades y reservas que hemos destacado.
3) La cabalgata por los cien años anteriores mostró, asimismo, cómo se
desplazaron finalidades y metas del Derecho procesal en la búsqueda de
preservar la imagen de la justicia y obtener, por parte de la jurisdicción, logros más
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H. Anexo
Muy claro y certero fue el magnífico balance que el profesor de Bologna,
Federico CARPI, formuló en el Congreso Internacional de Gante, Bélgica, el
22/4/2000, que destaca la verdadera hoja de ruta que siguen los estudiosos del
proceso.
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"La gran escuela sistemática europea de la primera mitad del siglo XX —con
especial mención de la alemana e italiana— desembocó hacia el diagnóstico, la
abstracción y la creación de una teoría pura del proceso.
Nadie quedó sin constatar, sin ser testigo, del divorcio operado entre la ciencia
del proceso y la justicia, como institución organizativa cuyo fin principal debe ser el
de satisfacer las necesidades de los hombres.
La protección constitucional, las garantías tanto a nivel nacional e internacional
de los derechos del hombre constituyen el paradigma de una verdadera revolución
en el cuadro del proceso.
4) La exigencia de lo concreto, la internacionalización creciente, los pedidos de
armonización nos empujan de nuevo a apropiarnos de la sistemática pero esta vez
de una manera más aggiornada y universal a la vez. Este nuevo sendero recién
acaba de comenzar...
En lo que a la Asociación [Internacional de Derecho Procesal] y como miembros
de la misma nos concierne, tenemos la certeza de poder transmitirle a las jóvenes
generaciones —que felizmente colman las salas durante nuestros encuentros— lo
que los grandes maestros han dejado por escrito, como traté de sintetizar a lo
largo de estas palabras. La ciencia del proceso no es una árida técnica, sino que
ella logra comprometer el espíritu y el sentimiento".
De tener que subrayar los rasgos más acentuados de las mudanzas, optaríamos
por este puñado:
La renovada metodología en el pensamiento y el accionar del Acceso a la
Justicia, en la redefinición del proceso justo constitucional. Más realista,
desformalizada, sensible —nos gusta decir funcional y facilitadora del derecho
material— que persigue resultados valiosos, sustancialmente útiles, una mayor
sensibilidad y adecuación ante los reclamos de la gente y las respuestas que para
solucionar tensiones y conflictos suministra el Derecho y el papel de los tribunales.
Queremos expresar que han de coincidir con la comprensión de la gente —con sus
reclamos y demandas— acerca del Derecho y la Justicia; de sus nuevos conflictos,
que son de otra escala o dimensión social y que, por ello mismo, requieren de
técnicas que se correspondan y adapten a los mismos, al ritmo o velocidad que
hoy lleva la dinámica de los fenómenos jurídicos.
En la hora de la síntesis: tradición-innovación, estabilidad del Derecho (las
normas [lo vigente]), rechazo del inmovilismo. Adaptabilidad a las mudanzas y
nuevas (diferentes) circunstancias, ajuste y flexibilización dinámicas.
Las mutaciones en las posiciones sociales (y en su responsabilidad) de los
médicos, arquitectos, abogados, todos ellos desde los inicios de los años ochenta
se ven envueltos en la crisis de la concepción clásica de las profesiones liberales.
Lo que importa repensar y redefinir la manera de actuar y los presupuestos
condicionantes de esa actividad.
— El cambio de mentalidad que como bien sabemos no se hace a los brincos,
ni per saltum.
— El que se espeje el conjunto de los fenómenos jurídicos en el prisma de
la Constitución y Tratados.
— La relevancia contextual de la dimensión internacional.
— Considerar a la gente en la composición de la Justicia y en las relaciones de
tutela efectiva desde su óptica.
— No siempre, ni por cierto se considera en más el principio de legalidad,
insuficiente muchas veces para cubrir todo el arco de orden, la necesidad de hacer
justicia con realismo, según las posibilidades y los usos sociales.
— Lo que nos parece que sorteará exitosamente los retos de la evolución es
una conjunción sagaz que al usarse de manera apropiada, acuerda un equilibrio
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§ 4 TER
EL MOVIMIENTO POR EL ACCESO A LA JUSTICIA. SISTEMA RECEPTADO POR LA CONSTITUCIÓN DE LA PROVINCIA DE BUENOS
AIRES REFORMADA EN 1994(39)
A. Líneas maestras
Veamos en escorzo, mediante una construcción esquemática y directa y en el
marco de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires según la Reforma
sancionada en septiembre de 1994, la consagración de su Modelo moderno de
Justicia y el Programa efectivo de las garantías(40).
A) Los nuevos derechos. Comencemos por el principio; la incorporación o
afirmación expresa de los que se consideraba implícitamente contenidos en ella, a
saber:
— a la vida (art. 12, 1), desde la concepción;
— a conocer la identidad de origen (art. 12, 2);
— al respeto de la dignidad humana, al honor, la integridad física, psíquica y
moral (art. 12, 3), al honor y a la imagen a la información (art. 12, 4);
— a la comunicación (art. 12, 4).
El elenco de los nuevos derechos, es, por cierto, amplísimo en el panorama
bonaerense:
— de los consumidores (art. 38, educación);
— a la tutela de los intereses difusos o colectivos (art. 20, inc. 2º, ap. 1, in fine);
— los de la sociedad como sujeto de derecho: no degradar el ambiente (art. 28);
— a la tutela judicial sin demoras indebidas y sin costos prohibitivos (aunque sin
abusar del proceso) (art. 15) (supra cap. 1 e infra, cap. 8);
— a la constitución y desenvolvimiento de las entidades profesionales (arts. 40 y
41);
— a la investigación científica (art. 43);
— a la preservación del patrimonio cultural (art. 44);
— los derechos de la 33 y 4a generación (art. 28);
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B. El sistema
Se sustenta en una norma (pieza clave) expresa y definitoria de la Constitución
del primer Estado argentino, el artículo 15, de este tenor: "La Provincia asegura la
tutela judicial continua y efectiva, el acceso irrestricto a la justicia, la gratuidad de
los trámites y la asistencia letrada a quienes carezcan de recursos suficientes y la
inviolabilidad de la defensa de la persona y de los derechos en todo procedimiento
administrativo o judicial. Las causas deberán decidirse en tiempo razonable. El
retardo en dictar sentencia y las dilaciones indebidas cuando sean reiteradas,
constituyen falta grave".
La dimensión social y democrática (ver art. 36), se estampa en el pasaje
cardinal del texto en análisis: la gratuidad en la defensa como principio sustentador
del servicio jurisdiccional y el aseguramiento por parte del Estado provincial de
suministrar (se supone de manera real, idónea y en verdad accesible) asistencia
letrada a quienes carezcan de recursos suficientes(43).
Supone obviamente la procedencia de un proceso auténtico, con vigencia cierta
de la audiencia (bilateralidad) y desarrollo regular. Escapa de ese esquema la
sentencia írrita o fruto de un proceso simulado o fraudulento. O que, en verdad,
consumó una efectiva privación de Justicia; indefensión.
El sistema se integra, asimismo, por lo menos, con otras tres disposiciones de
subida repercusión para recortar el armado de un maduro y completo modelo, de
modernísima fisonomía.
En efecto, a tenor del artículo 20 "Se establecen las siguientes garantías de los
derechos constitucionales: 1) Toda persona que de modo actual o inminente sufra
en forma ilegal o arbitraria cualquier tipo de restricción o amenaza en su libertad
personal, podrá ejercer la garantía de hábeas corpus recurriendo ante cualquier
juez.
Igualmente se procederá en caso de agravamiento arbitrario de las condiciones
de su detención legal o en el de desaparición forzada de personas.
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G. Terminación
El momento es óptimo, porque el tiempo ha permitido la maduración de la idea-
fuerza de la integración y agotada la fase de transición del MERCOSUR (el
31/12/1994), estimula a dibujar y concretar las respuestas más beneficiosas que ya
deben cobrar dinámica aplicación.
La urgencia en asumir esta problemática también y principalmente desde la
Provincia de Buenos Aires se acentúa, a raíz de las situaciones y velocidades
dispares de los países integrantes del Mercosur, desafiados a plasmar una
clarividente empresa de armonización de legislaciones, mentalidades y
comportamientos, emplazados a una criteriosa tarea de nivelación cultural y
uniformación (tanto respecto a la técnica del proceso civil cuanto al arbitraje
comercial).
Las innumerables innovaciones y las olas expansivas que lo expuesto
precedentemente insinúa en una primera lectura, conducen a un inédito panorama:
nuevos derechos, nuevas garantías, otras interpretaciones, un uso distinto de las
teorías y de las instituciones, de sus técnicas y respuestas directas y eficaces,
instaladas en un banco de prueba en el que otras vivencias, y esa nueva cultura
jurídica, llevan a una forma inédita de 'pensar el Derecho', en las luces del nuevo
milenio.
No podrá llamar la atención, por consiguiente, que entre tantas movidas y
jerarquización de los Tratados asistamos a la introducción de nuevas cuestiones
federales y a otra dilatación en la cobertura de los recursos extraordinarios
provinciales, entre mil de esas inminentes novedades.
Por la vigencia de las nuevas Constituciones y el rol del Derecho que en su
actual contexto sirve de sostén directo y principal a lo que peticiona la parte,
porque de ser esto desconocido en la sentencia importaría prescindir de tratados y
normas decisivas —por caso CN, art. 75 incs. 19 y 23— que acuerdan tutela
prioritaria y se frustraría la protección debida. Ello origina cuestión federal
trascendente a los fines del recurso extraordinario del artículo 14, ley 48.
Corresponderá, finalmente, asumir en toda su dimensión y tener presente que la
tarea de efectivizar la tutela no sólo estará a cargo del guardián último de la
supremacía constitucional —la Corte Suprema de Justicia de la Nación— sino del
conjunto de los jueces y, en nuestra provincia, especialmente de la Suprema Corte
de Buenos Aires, en el vuelo imaginativo de una interpretación federalista o
finalista, sustentada en las ideas fuerza de la solidaridad y la cooperación (arts. 3º
CN; 15, 36, 38, 56 y 57 Const. de Buenos Aires, 1994)(62).
H. Anexo. La influencia de Mauro Cappelletti en el derecho procesal de nuestro tiempo. A la luz del Movimiento por el Acceso a la Justicia(63)
1) El contexto
Los albores del siglo XXI no son días de espera, ni consienten demoras que
colisionan y ahuecan los tópicos de la Justicia(64). La situación es límite (por su
balance negativo) y el desafío no puede posponerse a 'riesgo de convertirnos en
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2) Puesta en situación
Nada mejor que comencemos con las palabras de Mauro CAPPELLETTI a uno de
sus más íntimos y entrañables amigos, el maestro de Pavia ha poco fallecido,
Vittorio DENTI, para traducir el foco medular de sus pensamientos de vanguardia, y
registrar la poderosa y reconfortante influencia de su magistral enseñanza dibujada
con notas indelebles, en el horizonte procesal de la segunda mitad del siglo XX:
"El reclamo a la realidad, a una nueva filosofía del derecho en general, y del
derecho procesal en particular y de la cual emerge su función, que no puede ser
otra que una función social.
Y si alguien observara que en ello puede verse 'un deteriorado sociologismo'
omitiría que esa visión es la idea con la cual superar la más importante corriente
del pensamiento de nuestro siglo [se refiere al XX]: el realismo jurídico, el
programa de una 'libre investigación científica' (percepción que en Italia no fue
extraña a personalidades de gran estatura internacional, como CALAMANDREI,
o ASCARELLI y el propio DENTI), y es la que exigen los pueblos, la gente, los
consumidores de la justicia".
Por ello esa obra es tan significativa 'y el derecho es visto, en un contexto
cultural internacional, como elemento de un movimiento social y cultural a nivel
mundial'.
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4) El mensaje
El encaje de tan rica trama lo brinda, sin embargo, una sensible vocación
solidarista e impronta social, con la cual insufla a su trayectoria singular calidez
humana. Que reafirma, cuando insta a los cuatrocientos cincuenta hispano-luso
parlantes presentes en la Conferencia, en pro de la unificación procesal, para la
cual tenemos que saber encontrar un nuevo Simón BOLÍVAR que reconstruya las
veintiuna naciones americanas en un vasto espacio geográfico que permita, al
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§ 4 QUATER
E. Recapitulación y conclusiones
La presente excursión transitó por un desafiante y vivaz (mutable y con
profundas innovaciones) territorio nacional-transnacional, que atrapa concurrentes
áreas imbricadas —Derecho Público Internacional, Derecho Constitucional y
Procesal Constitucional— y un abierto y danzarín elenco de temas calientes y
vanguardistas. En constante proceso de ajuste y sucesivas y profundas
adaptaciones, que requieren un tratamiento interdisciplinario, sistémico y el rigor
metodológico que recoja criterios funcionales, dinámicos y teleológicos, para nada
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EL SERVICIO DE LA JUSTICIA
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SUMARIO: § 5. Esquema general. § 6. El rol actual del juez. Los deberes
secundarios de conducta de las partes. § 7. Jurisdicción administrativa y
contralor judicial último. § 8. Alcance de lo "funcional" (practicabilidad y no
sólo flexibilidad). § 9. Razonabilidad y legalidad. § 10. Rendimiento de las
instituciones procesales. § 11. Los jueces y el sentido de justicia. § 12. El
deber de fallar. § 13. Cuestiones abstractas e insustanciales. 14. Eficaz
realización del derecho. § 15. Privación de justicia. § 16. Exceso ritual
(procedencia excepcional de la reposición en la Corte). § 17. Criterio
contemporizador de la suficiencia técnica de los actos procesales. §
18. Responsable labor del abogado. § 19. Nulidad procesal y principios
superiores. § 20. Orden jurídico justo.
BIBLIOGRAFÍA
Además de la citada en notas al pie: MORELLO, Augusto M., La protección de
los derechos..., Rev. Col. Abog., La Plata, 1970, n. 25, p. 269; Prueba,
incongruencia y defensa en juicio. El respeto por los hechos, Abeledo-
Perrot; Los recursos extraordinarios y la eficacia del proceso, Hammurabi
1981, IV. 1, p. 3. Véase la que citamos en §§ 21 y ss., La defensa en
juicio, infra.
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, y sobre los temas elaborados en el Capítulo, el
lector puede ver: AMADEO, José Luis, Privación de Justicia: según la
jurisprudencia de la Corte, Ad-Hoc, Buenos Aires, 1998; BAZÁN LAZCANO,
Marcelo, El test de razonabilidad y el silogismo práctico, ED 223:869; BIDART
CAMPOS, Germán J., Cuestión insustancial en el recurso extraordinario, ED
95:353; BIDART CAMPOS, Germán J., Un largo trayecto procesal que la Corte
equipara a privación de justicia, LL 2000-E-186; CARRASCO PARERA,
Ángel, El "Juicio de Razonabilidad" en la Justicia, Revista Española de
Derecho Constitucional, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, año 4,
nº 11, may.-ago. 1984, p. 39; CIANCIARDO, Juan, El Principio de
Razonabilidad. Del Debido Proceso Sustantivo al moderno Juicio de
Proporcionalidad, Ábaco, Buenos Aires, 2004; ELÍAS, José S., Algunas
reflexiones sobre interpretación, legalidad y razonabilidad, JA 2006-I-
733; GELLI, María A., El caso "Provincia de San Luis v. Estado Nacional":
entre el debido proceso adjetivo y el control de razonabilidad, JA 2003-II-
1294; GHIRARDI, Olsen A. (dir.), El siglo XXI y el razonamiento forense,
Córdoba, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales,
2000; GUASTAVINO, Elías P., Evolución normativa de la "jurisdicción"
administrativa y de su revisión judicial, ED 131:927; MALJAR, Daniel
E., Antecedentes jurisprudenciales de la CS sobre el derecho de
emergencia. El principio de razonabilidad utilizado como límite, ED
197:799; MASCIOTRA, Mario (dir.), Derecho procesal constitucional, Buenos
Aires, Ad-Hoc, 2006; MONTILLA ZAVALÍA, Félix A., Revisión de los actos del
Poder Legislativo y momento oportuno para declarar abstracta la cuestión,
DJ 2011-30; MORELLO, Augusto M., El deber de colaboración en al ámbito
de la prueba, LL 2004-D-214; MORELLO, Augusto M., Privación efectiva de
justicia. Intento de ampliar su campo de acción, ED 190:602; MORELLO,
Augusto M. - KAMINKER, Mario E., La Corte Suprema como Casación
Nacional, y las penurias del abogado patrocinante, ED 200:274; MORELLO,
Augusto M., El abogado ante el recurso extraordinario, JA 1999-I-
909; SAGGESE, Roberto M. A., El control de razonabilidad en el sistema
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§5
ESQUEMA GENERAL
Si propusiéramos atrapar en visión abarcadora las directivas básicas que se
vivencian en la experiencia concreta penal y civil y no desmayáramos en un intento
de parangón de ambos cuadrantes, podríamos alistar las siguientes reflexiones:
Área penal
1º) El cumplimiento de las normas tendientes a asegurar que el encartado
cuente con asistencia letrada constituye el requisito de validez de los procesos
criminales, cuyo incumplimiento determina una nulidad que debe ser declarada por
la Corte en ejercicio de la jurisdicción extraordinaria(1). Esa conclusión se asienta
tanto en la garantía de la defensa en juicio expresamente establecida en el artículo
18 de la CN, cuanto en la que asegura el debido proceso que la complementa e
integra aquéllas a las que se refiere el artículo 33, por ser inherentes al sistema
republicano. 2º) En relación con esta última garantía no enumerada y
compartiendo similares conclusiones de la Corte Suprema de EE.UU. en lo que se
refiere al procedimiento federal en él que la obligatoriedad de facilitar el patrocinio
letrado proviene de la Enmienda VI, cuando en las causas ventiladas entre
tribunales estaduales cuyas reglas procesales no lo establezcan así y a cuyo
respecto la XIV Enmienda requiere sólo que se asegure el debido proceso legal),
es doctrina(2)de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y reafirmada en
múltiples oportunidades(3)que: "las formas sustanciales de la garantía de la defensa
deben ser observadas en toda clase de juicios (Fallos 237:193), sin que
corresponda diferenciar causas criminales (Fallos 125:10; 127:354; 129:193;
134:24.2), juicios especiales (Fallos 193:408; 198:467) o procedimientos seguidos
ante tribunales administrativos (Fallos 198:72), precisándose que la Corte
norteamericana ha extendido dicha doctrina a todos los procesos, aun referidos a
faltas, siempre que de ello pueda seguirse una condena privativa de libertad y
concurran circunstancias que demuestren que la asistencia letrada es necesaria
para asegurar un juicio justo" (dictamen del Procurador General de la Nación,
Dr. GUASTAVINO, in re, "Moyano, Marcelina", 7/10/1976) (LL 1977-I-237).
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Notas comunes
1) La posibilidad del ejercicio de la defensa debe ser efectiva.
2) Sólo reviste esa nota esencial —la efectividad— cuando se suministra, es
decir se posibilita, en tiempo propio, real campo de operatividad a las alegaciones,
pruebas y recursos, con que las leyes reglamentarias del proceso ordenan el
debate judicial (infra, § 21 y ss.).
La forma sustancial en la garantía de la defensa, debe ser observada en toda
clase de juicios.
3) La función judicial no se agota en la letra de la ley, con olvido de la eficaz
realización del derecho. Para ello, antes que a un criterio formalista, debe
atenderse a la vigencia de los principios que ampara la Constitución Nacional y
que surgen de la necesidad de proveer al bien común como conjunto de las
condiciones de la vida social, que hacen posible, tanto a la comunidad como a sus
miembros, el logro más pleno y más fácil de su propia perfección.
4) El juez es el sujeto calificador-intérprete que, sin perjuicio de la opinión de las
partes está en el deber (reitérase, poder-deber, no facultad) de analizar y
determinar los efectos de los sucesivos actos, basándose en la voluntad de los
otros sujetos procesales y en la estructura jurídica de la hipótesis específica, en
comparación con la legislación en vigor.
5) Es deber del tribunal interviniente, considerar y dilucidar los hechos
expuestos y controvertidos y decidir en consecuencia la suerte de la demanda o de
la oposición a ella.
6) Conforme con la regla iura curia novit, el juzgador tiene no sólo la facultad
sino el deber de discurrir los conflictos litigiosos y dirimirlos según el derecho
vigente, calificando autónomamente la realidad fáctica y subsumiéndola en las
normas jurídicas que la rigen, con prescindencia de los fundamentos que enuncian
las partes. Este comportamiento es propio de todos los jueces de grado y deriva de
los principios esenciales que organizan la función jurisdiccional de la justicia.
7) El juez debe determinar la verdad sustancial por encima de los excesos
rituales(4), pues el logro de la justicia requiere que sea entendida como lo que es, o
sea una virtud al servicio de esa verdad, véase supra § 2.
8) Obviamente, siempre se ha de privilegiar un criterio amplio, que asegure la
tutela y no que la restrinja indebidamente(5).
§6
y sin forzar una aparente cómoda indiferencia por lo que se está haciendo como
etapa previa y determinante de un fallo judicial. No es cualquier sentencia la que
debe recaer en una causa, sino aquella que sea la que mejor abastezca de
respuesta justa. Y no se accederá a ese resultado, si la parte que estaba en las
mejores condiciones de información y posibilidad de aporte probatorio se
acolchona en la pasividad.
¿Por qué callar situaciones computables y conducentes, o dejar de hacer
aquello que contribuya a facilitar el resultado del Servicio?
Límites
Acaso lo más ríspido de esta interesante cuestión finca en saber hasta dónde se
hacen exigibles esos deberes secundarios de conducta en el proceso. Que la parte
y el apoderado den más y no menos para el mejor éxito del Servicio, parece obvio,
aunque en verdad no lo sea. Ese más —un plus que se vuelve contra el aportante
— cuándo y de qué modo se lo ha de satisfacer, no es, desde luego, simple. Como
tampoco lo es establecer a priori parámetros o fronteras. Nos parece que se
enriquecen las posibilidades de rendimiento judicial si quedan precisados estos
deberes como tales: exigibles y cuya omisión conlleva específicas consecuencias y
sanciones. Diríamos que el órgano ha de manejarse con suficiente prudencia,
impidiendo que se consagre una arbitraria indefensión o que indebidamente se
multiplique el catálogo de esos deberes.
Tampoco en esta área puede haber sorpresas o zancadillas que disloquen las
reglas de juego y el punto de equilibrio razonable. El agregado al artículo 163,
inciso 5º del Código Procesal Nacional introducido por la ley 22.434, resuelve
apropiadamente la cuestión: "La conducta observada por las partes durante la
sustanciación del proceso podrá constituir un elemento de convicción corroborante
de las pruebas, para juzgar la procedencia de las respectivas pretensiones".
modo de conocer profundo y definitivo que se haga cargo del derecho sustancial
en discusión(11).
Es de observar, sin embargo, que esa finalidad que persigue el ajuste o
adecuación de los tipos procedimentales, sobremanera el sumario, indica que si
bien los trámites deben ser abreviados, en ningún caso pueden omitir las
formalidades esenciales de derecho natural o de gentes, necesarias para averiguar
la verdad, porque sólo preservándose las facultades de alegar y probar con
posibilidad cierta y conducente haciendo uso de los medios de impugnación, es
como se alcanzará en la justa sentencia, el adecuado Servicio constitucional que
demanda el respeto cierto de la defensa(12).
§7
§8
§9
RAZONABILIDAD Y LEGALIDAD
La obligación del Estado de ajustar sus actos al principio de legalidad constituye
una de las mejores garantías contra los avances irrestrictos del poder; reconoce
una larga tradición cuyos orígenes cabe ubicar en ARISTÓTELES(17).
El principio de legalidad asegura, entonces, que las decisiones del poder se
deberán no al antojo del funcionario sino a normas que estando por encima de
éste, exhiben también una mayor vocación de perdurabilidad.
Sucede, sin embargo, que lo que el estado dicta u ordena, no siempre ni
necesariamente es bueno o justo; los actos públicos han de ajustarse al principio
de razonabilidad que para el ejercicio de la actividad de los tres poderes
(Legislativo, Ejecutivo y Judicial) reconoce clara afiliación constitucional(18);
señalaremos a continuación, algunas pautas jurisprudenciales.
Existe un verdadero deber en cabeza de la administración de fundar
adecuadamente sus actos y, simétricamente, el nacimiento en cabeza del
particular del derecho mencionado(19).
A veces las fórmulas genéricas, de amplísimos alcances equivalen a
una apariencia de fundamentación, con la consiguiente infracción a los principios
recordados. "Incluir dicha expresión con pretensión de apoyatura de lo resuelto
tanto vale como prescindir deliberadamente de todo fundamento, que es
precisamente lo que procura evitar.
La consecuencia natural de todo esto es que asistimos a una conducta, ilegítima
del Estado, por ausencia de razonabilidad y fundamentación en su actividad
normativa. De parte del administrado, existió una razonable seguridad —
provocada por la propia, actividad del Estado— en obtener la asistencia de que se
trata.
Esa seguridad nacida al calor de la correspectividad oficial generó,
indudablemente un verdadero derecho subjetivo administrativo, como tal
insusceptible de ser avasallado sin el reconocimiento de la indemnización
consecuente. "Se halla aquí en juego el valor seguridad, que en nuestra doctrina
constitucional merece el mismo amparo que el de propiedad" (Fallos 240:501).
Principio básico
Por ende, el requisito de la razonabilidad constituye un principio general
ineludible, en el ejercicio de las potestades públicas, conforme, al cual la limitación
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Precisión
La actividad estatal, para ser válida, constitucionalmente, debe ser razonable, o
sea, la axiológicamente válida según la circunstancias del caso, lo oportuno, lo
conveniente en función de todos los valores. La regla de razonabilidad exige que
se guarde un cierto límite, señalando qué puede hacerse sin evadir el marco del
poder constituido. Es lo que surge claramente de los artículos 14 y 28 de la
Constitucional Nacional (BIDART CAMPOS, Derecho constitucional, v. I, Ediar, p. 228
y ss.)
El análisis de la razonabilidad de las leyes en punto a su validez constitucional
no puede llevarse a cabo sino en el ámbito de las normas en ellas contenidas y en
modo alguno sobre la base de los resultados de su aplicación, lo que importaría
valorarlas en mérito a factores extraños a sus normas (Fallos 288:325 y sus citas;
sentencia de 18/5/1976, in re, "Linck, Ricardo"; Fallos 330:3565).
Empero, cabe juzgar las normas "en la interpretación" que se les atribuye, si ello
conlleva a un resultado irrazonable, como cuando se asigna al artículo 4º de la ley
provincial 25 del Chaco el efecto de excluir sin límite temporal de la matrícula de
procurador a una persona que ha sufrido condena penal (Corte Sup., B-270, "Berti
de Sandoval, Wesceslada A.", 5/11/1981, Der., fallo 35.184).
Ha de acotarse que no obstante que la ley puede reglamentar el ejercicio de las
profesiones liberales, ello es a condición de no excederse de la limitación que
establece el artículo 28 de la Constitución Nacional, la razonabilidad de la norma y
la necesaria igualdad excluyente de ilegítima discriminación (Corte Sup., Fallos
247:277).
El principio de razonabilidad exige que deba cuidarse especialmente que los
preceptos mantengan coherencia con las reglas constitucionales durante todo el
lapso que dure su vigencia, de suerte que su aplicación no resulte contradictoria
con lo establecido por la Constitución Nacional (Corte Sup., Fallos 328:566).
Es la razonabilidad con que se ejercen las facultades reglamentarias el principio
que otorga validez a los actos de los órganos del Estado y que permite a los
jueces, ante planteos concretos de la parte interesada, verificar el cumplimiento de
dicho presupuesto (Corte Sup., Fallos 327:5002, del dictamen de la Procuración
General, al que remitió la Corte Suprema).
El obrar estatal razonable supone una proporción adecuada entre fines y medios
o técnicas aplicadas, así como la ponderación de que, para concretar tales
objetivos, no se impongan sacrificios de derechos innecesarios por excesivos
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(Sup. Corte Bs. As., 26/10/2010, "Chacur, Analía Celia y otros v. Provincia de
Buenos Aires s/ Inconstitucionalidad arts. 7º y 12, ley 12.867").
Así se ha resuelto que cabe confirmar la sentencia que hizo lugar a la demanda
interpuesta por el actor a fin de que se declare la nulidad de la resolución mediante
la cual se canceló su designación como delegado de la Procuración del Tesoro de
la Nación, le otorgó una indemnización por daño moral y denegó su restitución al
cargo, pues la circunstancia de que la entidad administrativa obrare en ejercicio de
facultades discrecionales, no puede constituir un justificativo de su conducta
arbitraria, como tampoco de la omisión de los recaudos que, para el dictado de
todo acto administrativo, exige la ley 19.549, siendo la legitimidad —constituida por
la legalidad y la razonabilidad— con que se ejercen tales facultades, el principio
que otorga validez a los actos de los órganos del Estado y que permite a los
jueces, ante planteos concretos de parte interesada, verificar el cumplimiento de
dichas exigencias (Corte Sup., Fallos 335:1523).
O que el art. 14, inc. e, de la ley 10.606 (t.o. según ley 11.328) de la Provincia
de Buenos Aires, en cuanto impide a aquellas entidades de bien público que no se
encuentren expresamente mencionadas —como es el caso de Cáritas— ser
propietarias de establecimientos farmacéuticos, carece de razonabilidad y afecta la
garantía de igualdad, en tanto no se advierte la existencia de un interés superior
que autorice a excluir a la mencionada de lo que se concede a entidades similares
en idénticas condiciones (Corte Sup., Fallos 333:1279 del dictamen de la
Procuración General, al que remitió la Corte).
O que no puede sostenerse válidamente que el ejercicio de las facultades
discrecionales, por parte del órgano administrativo, para cancelar la designación
de un agente durante el período de prueba (según le autoriza el art. 25 del CCT),
lo eximan de verificar los recaudos que para todo acto administrativo exige la ley
19.549, como así también respetar el sello de razonabilidad que debe acompañar
a toda decisión de las autoridades públicas (Corte Sup., Fallos 331:735).
Atendiendo a la "legitimidad" —representando un orden de características
mayores y previas (presupuesto) a la legalidad—, y empalmándolo con nuestro
tema es de acotar que la Corte califica de arbitraria una sentencia, aun dictada
según las prescripciones y métodos legales para su elaboración y por ello mismo
no pasible de revisión dentro del procedimiento legislado, si llega a ser repugnante
a la "justicia" y contraria a un criterio de "razonabilidad"(20).
La ley 10.996 que en su artículo 5º, inc. 1º, no permite inscribir como
procuradores a quienes registrasen alguna condena por los delitos que menciona,
empero el prolongar sine die tal impedimento para el ejercicio del derecho de
representar en juicio, configura una restricción del mismo como medio tendiente a
asegurar la legalidad de quienes ejercen la procuración que resulta excesiva y por
tanto irrazonable, toda vez que supone, en definitiva, descartar en forma absoluta
la posibilidad de una recuperación ética de la persona, lo cual no es acorde con la
naturaleza de las cosas ni es, en consecuencia, justo (Corte Sup., B-270, citada).
En esa misma causa se subrayó que la reglamentación del derecho de
representar en juicio, y en general, de trabajar y ejercer industrias lícitas, como
toda reglamentación de los derechos que acuerda la Constitución Nacional, es
susceptible de ser cuestionada si resulta irrazonable, o sea, si los medios que
arbitra no se adecuan a los fines cuya realización procura o si consagra una
manifiesta iniquidad (Corte Sup., B-270, citada).
Aunque en el tratamiento de los principios procesales examinaremos la
cuestión, destaquemos aquí que el principio de legalidad de las formas, requiere el
cumplimiento de los actos procesales del modo legalmente previsto
(VESCOVI, Derecho procesal civil, v. 1, p. 82), pero también es de recibo el
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constitucionales que si bien asignan facultad privativa a cada uno de los poderes,
no obstan "a que si lo obrado por el Ejecutivo en su aplicación concreta es
arbitrario o irrazonable, sean los, jueces quienes ejerzan el imprescindible aludido
contralor. Sin que ello importe dejar de respetar la esfera de reserva del órgano
político (véase las sentencias de la Corte Federal, recaídas en los casos:
"Zamorano", de 9/8/1977, Der. 74-422; y "Timerman" de 20/7/1978, con logradas
notas aprobatorias de BIDART CAMPOS, Der. 75-765 y 79-148; y "Moya", Der. 94-
188, respectivamente).
§ 10
Civ. y Com. Morón, sala 2ª, 29/10/2013, "Mazzeo Jorge Omar s/Quiebra
(Pequeña)").
Ello así, revisten "gravedad institucional" en los términos de la doctrina de la
Corte federal, que habilita la instancia extraordinaria, las cuestiones sobre
recusación de los jueces, que se vinculan con la mejor administración de justicia,
especialmente cuando las cuestiones sometidas a juicio superan los intereses de
los partícipes en la causa (Fallos 257:132).
§ 11
§ 12
EL DEBER DE FALLAR
a) El deber de expedirse es insorteable. Los jueces están obligados a pronunciar
la sentencia en el mérito. No dilucidan la cuestión de fondo traída a su
conocimiento ni declaran el derecho de los litigantes al respecto —mediante la
decisión expresa, positiva, precisa y adecuada a las pretensiones deducidas en el
pleito si se desprende de su contexto—, por el contrario, en definitiva que el
tribunal, v.gr., no ha admitido la procedencia de la acción meramente declarativa
intentada, negando que mediara incertidumbre jurídica, tachando de abstracta la
cuestión y calificando de ilegítima la decisión jurídica pretendida por la accionante.
Tal pronunciamiento es descalificable por invalidez. Con mayor razón, en el
caso, como quiera que ese fallo contrariaba lo resuelto por la Corte en la misma
causa, lo que confería razón autónoma a la descalificación conforme reiterada
jurisprudencia del Alto Tribunal (doctrina de Fallos 295:157 y 906; "Alisio de Cima,
Rosa v. Herrero Iglesias, Elisa y otra", del 22/4/1980 y sus citas y otros) (Corte
Sup., O-60, "Organización Coordinadora Argentina OCA, SRL, v. Empresa
Nacional de Telecomunicaciones", 9/12/1980)(26)).
b) La flexibilidad en torno al objeto y contenido de la relación procesal, que
marca los parámetros dentro de los que puede jugar el principio de congruencia
para la adecuada composición (sin excesos ni omisiones de cuestiones
esenciales), reconoce, asimismo, por qué vamos explicando en punto de categoría
de valores indisponibles cuya inobservancia compromete el Servicio y la idea de lo
justo en concreto, que el Alto Tribunal de la Nación formule concesiones en
supuestos excepcionales y aún consagre ese criterio como una válvula general en
los confines de un amplio territorio de cuestiones patrimoniales dependientes, en
su solución final, de los alcances que se acuerde en la ley general de
expropiaciones. Acerca de esto, se leerá en múltiples fallos que mediando razones
de justicia (tratándose de expropiación) cabe prescindir de los términos de la litis-
contestación(27), así como también que no resultan violados los límites de la
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§ 13
a) Cuestiones abstractas
La tutela que se demanda en juicio debe ser actual; soportarse en un interés
directo y vigente. Los tribunales no deciden cuestiones teóricas o doctrinarias. No
se mueven abstraídos de un marco contencioso singular.
Es requisito del recurso extraordinario que la controversia no se reduzca a una
cuestión abstracta —como sería la de quien carezca de interés económico o
jurídico susceptible de tutela por el pronunciamiento a dictarse— lo cual,
tratándose de un recaudo jurisdiccional puede y debe ser comprobado de oficio
(Corte Sup., E-96, "Estrugamou, Alejandro", 24/11/1981).
Es que los fallos del Tribunal deben atender a las circunstancias existentes al
momento de la decisión (Corte Sup., Fallos 329:1487).
Así, indica el Tribunal que le está vedado expedirse sobre planteos que
devienen abstractos en tanto todo pronunciamiento resultaría inoficioso al no
decidir un conflicto litigioso actual (Corte Sup., Fallos 331:1429).
En este contexto, para instar el ejercicio de la jurisdicción del Tribunal, tanto
ordinaria como apelada, es necesario que la controversia que se intente traer a su
conocimiento no se reduzca a una cuestión abstracta, como sería la que pudiera
plantear quien ya carece de interés económico o jurídico susceptible de ser
eficazmente tutelado por el pronunciamiento a dictarse (Corte Sup., Fallos
328:2440, 331:322).
La Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires ha señalado que
es propio del régimen de los recursos y en particular de los extraordinarios, que
sus recaudos de admisibilidad y procedencia deben subsistir en la oportunidad de
la decisión. La ausencia de los "requisitos jurisdiccionales" —así denominados por
el máximo Tribunal nacional— puede y debe comprobarse de oficio, y en tal
situación, se configuran los moot cases que se producen allí donde no hay una
discusión real entre el actor y el demandado, ya porque el juicio es ficticio desde el
comienzo o porque, a raíz de acontecimientos subsiguientes, se ha extinguido la
controversia, o ha cesado de existir la causa de la acción, o las cuestiones a
decidir son enteramente abstractas, o se ha tornado imposible para esta Corte
acordar reparación efectiva (Sup. Corte, 26/10/2010, "G., S. G. s/ Fuga del hogar-
Recurso de queja", 10/11/2010, "Cheliatti, Anastasio y otra v. Cotarelo, María
Esther y otras s/ Ejecución hipotecaria", 13/4/2011, "Z., R. v. R., S. s/ Ejecución de
alimentos", entre otras).
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b) Cuestiones insustanciales
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§ 14
§ 15
PRIVACIÓN DE JUSTICIA
Corresponde dejar sin efecto la sentencia si, en el juicio seguido por nulidad de
las resoluciones de la Dirección Nacional de Delegaciones Regionales del
Ministerio del Trabajo la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajó declaró que
no es el ámbito de la Justicia Nacional sino el de la provincial en el que debe
ventilarse la legitimidad de la decisión de intimar el pago de los referidos salarios.
Ello así, pues la Dirección mencionada hizo suya la decisión del organismo
provincial y la transmutó en un acto de autoridad nacional y frente a la declaración
de incompetencia de la Justicia provincial, se ha configurado un supuesto de
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§ 16
§ 17
§ 18
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§ 19
§ 20
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LA DEFENSA EN JUICIO
§ 21
c) Su efectividad en concreto
La garantía constitucional de la defensa en juicio comprende no sólo la
posibilidad de ofrecer prueba y producirla sino también de obtener una sentencia
que sea derivación razonada del derecho vigente con relación a los hechos
comprobados en el proceso (Doct. de Fallos 256:101; 261:263; 268:266; 269:343;
269:348 y reafirmada en la sentencia del 8/2/1974, "Municipalidad de la Capital v.
Berlingieri SA", JA, 1974, 21-155 o Der. 54-333; 329-1622; 329-4524; 330-230;
330-2826; 330-4454).
la necesaria prevalecía de la verdad jurídica objetiva, y toda vez que las medidas
para mejor proveer convienen a cualquier elemento de juicio para asegurar a
aquélla, se ha de juzgar que no ha mediado en la especie arbitrariedad, por cuanto
el ejercicio de la facultad, concedida por la ley procesal tuvo por objeto traer al
juicio elementos conducentes para una correcta valoración de la prueba en un
aspecto decisivo del litigio" (S-707-XVI, "Sacomano, José Armando v. Laboratorio
Morretti SA" del 12/12/1974)(1).
Revocándose aquellos fallos que lejos de limitarse a suplir una omisión del
litigante, viene a modificar la acción originariamente deducida (Corte Sup., Fallos
327:2471, del dictamen de la Procuración General, al que remitió la Corte
Suprema) o alteran la base fáctica de lo discutido (Corte Sup., Fallos 322:2525;
326:1027).
Pautas similares a las seguidas por el Superior Tribunal de la Provincia de
Buenos Aires (Sup. Corte Bs. As., 26/6/1984, "Provincia de Buenos Aires v.
Limmer y Wacker E. A. (suc.) s/ Nulidad de testamento ológrafo", Ac. y Sent.-
1984-I-222; 8/8/2012, "Municipalidad de Avellaneda v. Puskar de Aisentein, Dora y
otros s/ Consignación de inmueble locado", 11/9/2013, "Rusconi, Oscar v.
Municipalidad de La Plata s/ Demanda contencioso administrativa").
Así, se ha resuelto que la extensión de la regla iura novit curia no puede
comprender lo que en el caso ofrezca fuera de su trazado estrictamente
jurídico, so riesgo de llegar por vía de un proceder ex officio al quebrantamiento
mismo de la bilateralidad, por lo que se excluye la posibilidad de introducir
oficiosamente acciones no ejercidas sin petición de parte interesada ni audiencia
de la contraria, pues ello avasalla el art. 18 de la Constitución Nacional, y cuando
se dice "acciones no ejercidas" la locución vale tanto como "defensas no opuestas"
(Sup. Corte Bs. As., 24/3/1992, "Daldin, Sergio Antonio v. Rodríguez Berardo y
Cía. y otros s/ Daños y perjuicios", Ac. y Sent., 1992-I-448).
Y que aunque el precepto iura novit curia sea de orden público no puede ser
invocado si su aplicación altera la relación procesal con grave perjuicio a los
principios de congruencia y defensa en juicio (Sup. Corte Bs. As., 28/2/1989,
"Giance, Manuel v. Zudilsa SA s/ Cumplimiento de contrato, escrituración y daños
y perjuicios", Ac. y Sent., 1989-I-196).
§ 22
PRINCIPIOS GENERALES
1. No hay agravio a la garantía del artículo 18 de la Constitución Nacional,
cuando cualesquiera hayan podido ser las limitaciones impuestas al derecho de
defensa en una causa, es lo cierto que en razón de la identidad de cuestiones
controvertidas y de la acumulación dispuesta tales limitaciones en todo caso se
habrían visto compensadas por la amplitud del debate sustanciado en otras causas
que significaron para los interesados una innegable y suficiente oportunidad de
defensa (Fallos 249:569).
2. Las garantías constitucionales del debido proceso y de la defensa en
juicio son de inexcusable observancia en todo tipo de actuaciones, inclusive en los
procedimientos de naturaleza disciplinaria (Corte Sup., "Castro Venenoso, Oscar
J.", 23/10/2001, JA 2002-II-476).
Mientras no sea resguardada la defensa de aquél contra quien se dirige la
acción, al menos en la medida necesaria para que su esencia no aparezca
desconocida, no puede haber juicio constitucionalmente válido dentro del
ordenamiento jurídico argentino (Fallos 251:86).
3. La garantía de inviolabilidad de la defensa en juicio significa que el interesado
debe ser oído y haber sido puesto en condiciones tales que pueda hacer valer sus
derechos en la forma y términos legales (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1961-1-
82).
De acuerdo con la doctrina clásica del tribunal, constituye exigencia de la
garantía constitucional de la defensa en juicio que se otorgue a los interesados
ocasión adecuada para su audiencia y prueba en la forma y con las solemnidades
dispuestas por las leyes procesales (Fallos 185:242; 193:408; 187:352; 183:68 y
296; 225:123; 229:411, 242:231; y otros).
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§ 23
REGLAMENTACIÓN DE SU EJERCICIO
22. Ha de repararse en esta pauta básica: la garantía de la defensa en juicio
confiere solamente un derecho cuyo ejercicio debe ser reglamentado
(razonablemente) por las leyes de procedimiento, a fin de hacerlo compatible con
el derecho análogo de los demás litigantes y con el interés social de obtener una
justicia eficaz. En este orden, también la Suprema Corte de Buenos Aires ha fijado
su criterio de que no es requisito de esa justicia constitucional y eficaz, el de la
doble instancia (Ac. y Sent., 1957-III-43). Dicho de otro modo, el derecho de
defensa no supone la doble instancia judicial (Ac. y Sent., 1958-V-319; Ac. 26.008,
26/6/1979; Ac. 27.911, 6/11/1979; Ac. 41159, 12/12/1989, "Skerj de Venturin,
María v. Pittatore, Esteban s/ Indemnización daños y perjuicios y beneficio de
litigar sin gastos", AyS 1989-IV-554; Ac 50993, 30/8/1994, Ac. y Sent., 1994-III-
506; Fallos 289:95 y sus citas; 290:120; 322:3241).
En consecuencia, la mayor o menor amplitud de debate en las instancias
superiores no está constitucionalmente impuesta como condición del cabal
ejercicio del derecho de defensa en juicio (Ac. 28.844, 17/3/1981).
Bien entendida, sin embargo, que si el agravio definitivo proviene de la
frustración del acceso del apelante a la segunda instancia que si bien no es
requerida por la Constitución, integra la garantía de la defensa cuando la ley la ha
instituido, la índole de la cuestión procesal no es obstáculo para la procedencia del
recurso extraordinario (Fallos 207:293; 232:664 y otros).
Luego, si existe un régimen legal que prevé la existencia de doble instancia
judicial (art. 198 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación), es
descalificable el pronunciamiento que prescindió arbitrariamente de su aplicación
(Corte Sup., Fallos 318:1711).
23. Con arreglo a ese esquema ha decidido la Suprema Corte de Buenos Aires,
entre otros casos, que no lesionan la garantía de la defensa en juicio:
La exigencia del previo depósito que para la concesión del recurso de
inaplicabilidad de ley impone el Código Procesal. Ello así, porque esa carga
económica no impide en modo alguno la libre defensa, ni crea prerrogativa que
pudiera considerarse contraria a la garantía de igualdad ante la ley, pues se
impone de igual modo a todos los que se encuentran en las mismas condiciones
(Ac. 63402, 10/9/1996, "Helbling, Rubén Ricardo v. Fapa SACI s/ Cobro ejecutivo";
Ac. 71272, 29/9/1998, "Suárez, Manuel v. Siderca SAIC s/ Daños y perjuicios"; Ac.
75225, 13/7/1999, "Banco de la Nación Argentina v. Ressia, Roberto y ot. s/
Ejecución hipotecaria. Recurso de queja"; Ac. 77656, 31/5/2000, "Vargas, Gustavo
G. v. Barabas, Sergio s/ Daños y perjuicios. Recurso de queja"; Ac. 90523,
14/4/2004, "V., M. v. P., A. s/ Divorcio contradictorio. Liquidación de la sociedad
conyugal"; 31/10/2007, "Jaunarena, Carlos María s/ Concurso preventivo. Incidente
de revisión por BII Creditanstalt International Ltds. Rec. de queja", A 70571, I
29/6/2011, "Asociación por los Derechos Civiles v. Dirección General de Cultura y
Educación s/ Amparo (Ac. 106.550)"; Q 72662, 11/9/2013, "Asociación por los
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REFORMATIO IN PEIUS
34. La Corte Suprema Nacional reiteradamente, con mayor énfasis en el
proceso penal, ha declarado la prohibición de la reformatio in peius. Si no media
recurso de la otra parte el tribunal de alzada no puede modificar la sentencia de
primera instancia en sentido desfavorable al apelante (Fallos 210:754; 211:782;
255:349; 287:458).
Así, procede el recurso extraordinario cuando el tribunal de alzada, no obstante
haberse apelado el fallo de primera instancia sólo por uno de los demandados,
revoca en su totalidad la sentencia que hizo lugar al desalojo(8)(Fallos 262:699).
Si a pesar de que la demandada sólo había deducido recurso de apelación con
el objeto de que se corrija la incongruencia de la parte resolutiva de la sentencia y
se revise la imposición de costas, la cámara modifico la extensión de la condena,
apartándose de los límites de su competencia, toda vez que el artículo 277 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación atribuye al tribunal de segunda
instancia la jurisdicción que resulta de los recursos deducidos ante ella, limitación
ésta que tiene jerarquía constitucional, en tales condiciones el tribunal a
quo incurrió en una indebida reformatio in peius al colocar a la demandada en peor
situación que la resultante de la sentencia recurrida, lo que constituye una
violación en forma directa e inmediata a las garantías de defensa en juicio y de
propiedad, extremo que hace descalificable lo decidido con arreglo a la doctrina de
la Corte sobre arbitrariedad (Corte Sup., Fallos 332:892).
§ 28
O el fallo que impone a una parte la carga de probar hechos que no fueron
materia de litigio (Fallos 300:1311).
8º) La notificación del fallo de primera instancia se consideró bien efectuada, no
obstante que el telegrama dirigido al domicilio constituido no fue entregado (Fallos
285:233).
En este sentido, se ha resuelto que la garantía de la defensa en juicio exige la
adecuada notificación de los distintos actos fundamentales del proceso, con el
objeto de proporcionar a los litigantes la oportunidad de ejercer sus defensas con
la amplitud que exige el debido proceso y plantear las cuestiones que crean
conducentes para la correcta solución de la causa (Fallos 325:806).
Y recalcando esto se ha señalado que si, a lo largo de toda la sustanciación de
la cuestión, el juez —evidentemente atendiendo la garantía del derecho
constitucional de defensa en juicio de los interesados— consideró oportuno
ordenar todas las notificaciones de los traslados, vistas, audiencias, etc., por
cédula, es arbitrario su sorpresivo cambio de criterio justamente para la
oportunidad de la notificación de su resolución final sobre la cuestión (Fallos
329:4289).
9º) La sentencia que, sin que mediara petición alguna del interesado, actualizó
el monto de la condena en función de la desvalorización monetaria (Fallos
286:323; 287:205).
10) La decisión resulta contradictoria con una anterior (Fallos 289:136;
330:3764).
11) Los tribunales de alzada exceden la jurisdicción que le acuerdan los
recursos concedidos para ante ellos, como cuando revisan cuestiones que habían
quedado firmes (Fallos 285:169; 294:65; 296:202; 313:983; 315:2934; 335:371).
12) Se omite tener en cuenta que en la causa penal a la que hace mención el
fallo y el peritaje allí producido el actor no fue parte, y se desestimó su intervención
con expresa indicación en tal sentido al rechazar su intento de impugnar el informe
allí producido, razón por la que no podían ser oponibles al accionante sus
conclusiones, ni tener incidencia en la causa civil, ya que no tuvo oportunidad de
ejercer debidamente su derecho de defensa en cuanto a que se le asigna como
propia la escritura y firma del recibo de pago que supuestamente extendiera
(Fallos 327:361).
13) Se pondera, para resolver, un elemento de prueba, obtenido con motivo de
una medida para mejor proveer, que no fue puesto en conocimiento de una de las
partes, lo que violenta su derecho de defensa, constitucionalmente protegido por el
art. 18 de la Constitución Nacional (Corte Sup., 7/10/2008, "Defensoría del Niño v.
Provincia del Neuquén s/acción de amparo").
14) La omisión de valorar la prueba conducente a la luz de las reglas de la sana
crítica (Fallos 320:2748 y 323:3937).
Así, por ejemplo, cuando se omite la valoración de determinada documental por
no ser elevada al tribunal de alzada (Fallos 323:2468) o cuando el tribunal revisor
prescinde de determinados elementos probatorios por encontrarse éstos
momentáneamente extraviados (Fallos 249:517).
15) No se analizan y resuelven en el mismo proceso donde la aseguradora fue
citada en garantía a las defensas opuestas por ésta (Sup. Corte Bs. As., Ac., 26.
882, 24/4/1979).
16) El tribunal del trabajo, en su sentencia hizo mérito de una defensa que
procesalmente no podía ser considerada (Sup. Corte Bs. As., L 26.114, 13/3/1979
(mayoría).
17) El decisorio admite una contestación que el mismo tribunal tuvo por no
presentada y se funda en prueba que por haberse ordenado previamente su
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§ 29
instancia por haberse compuesto la litis por otras razones y por tal motivo no poder
aquélla apelar. Aun cuando sólo puede hacerlo el vencido —en el caso la parte
actora que pretende el cumplimiento de un contrato que la sentencia ha declarado
rescindido o resuelto— ello no implica, desde luego, que las defensas o
argumentos del vencedor —rechazados o no considerados por el a quo— queden
eliminados del litigio; mediante el recurso concedido al vencido, pasan a
conocimiento de la A1zada (PODETTI, Tratado de los Recursos, ps. 125 y 148; C.
Nac. Civ., sala D, 12/8/1960, JA 1961-IV-184; sala C, 19/5/1970, Der. 35-148; sala
E, 7/10/1975, Der. 68-459, voto del Dr. BELLUSCIO).
Al estarle vedado al vencedor apelar los fundamentos del fallo que lo favorece,
puede en la alzada plantear los argumentos o defensas desechados en la instancia
anterior, para lo cual es oportunidad idónea aquélla en que se contestan los
agravios del vencido, ya que si no se admitiera esa doctrina, el triunfo en primera
instancia cercenaría la defensa del ganador, imposibilitando, en el caso, de apelar
respecto de los fundamentos de la sentencia que lo beneficia (Corte Sup., Fallos
321:328).
Por ello, se ha resuelto que corresponde hacer lugar al recurso extraordinario
contra la sentencia que se tradujo en un evidente cercenamiento del derecho de
defensa del recurrente, ya que éste, en su condición de vencedor, se encontraba
imposibilitado de apelar cuestiones contenidas en el pronunciamiento que, si bien
no le eran totalmente favorables, tampoco le causaban el mismo agravio desde el
punto de vista procesal que el que le ocasiona la nueva sentencia, donde el punto
central del litigio se resuelve en forma opuesta (Corte Sup., Fallos 312:396).
En este mismo sentido, la casación bonaerense se ha ocupado de señalar que
las alegaciones o defensas propuestas en primera instancia por la parte vencedora
que no ha apelado por haberle sido favorable el resultado del pleito, quedan
sometidas al tribunal de alzada en el supuesto que en esa instancia sea revocado
el pronunciamiento. En tal situación tiene operatividad la figura de la denominada
adhesión —implícita— a la apelación (Sup. Corte Bs. As., 7/5/2008, "Passadore de
Mónaco, Sara (s/ suc.) v. Santamaría, Silvia Ester s/ Nulidad de boleto de
compraventa", 11/3/2009, "Calió, José Manuel v. Cooperativa de Trabajo Talleres
Junín Limitada s/ Cobro sumario de sumas de dinero", 25/3/2009, "Greco, Carmen
E. v. Dirección Provincial de Registro de la Propiedad s/ Daños y perjuicios",
7/10/2009, "Bahamonde, Carola Alejandra v. 4 de septiembre SA de Transporte y
otro s/ Daños y perjuicios", 1/9/2010, "Rodríguez, Hilda Raquel v. Servicios Viales
SA", 1/9/2010, "Asociación 20 de agosto y otro v. Profértil SA s/ Amparo",
3/11/2010, "Escobar, Abelardo v. Consorcio de copropietarios de Edificio de calle 2
número 877 y otro s/ Daños y perjuicios", Juba sumario B23406).
Y ha descalificado los fallos en los que se hubiera omitido el abordaje de tales
cuestiones (Sup. Corte Bs. As., 9/10/2013, "Orellano, Ricardo Enrique v.
Coomarpes Limitada y otros s/ Regulación judicial de honorarios", Juba sumario
B3904268).
§ 30
DERECHO A LA JURISDICCIÓN
§ 31
§ 32
todo, una realidad vital, algo que cotidianamente se realiza: en definitiva, una
determinada manera de ordenar heterogéneos conflictos de intereses que, entre
los hombres, produce su coexistencia en el mundo. El frío dogmatismo y el
positivismo legalista de nuestros esquemas conceptuales tienen que ser, de
alguna manera, revitalizados. Está el jurista teórico demasiado acostumbrado a
operar sobre los preceptos legales, casi exclusivamente, y a montar sobre ellos
brillantes estructuras institucionales, olvidando con frecuencia que tanto los
preceptos como las construcciones realizadas sobre ellos no son otra cosa que
instrumentos de que servirse para resolver con justicia, en cada caso concreto,
particulares conflictos de intereses"(10).
Muy diversas, a este respecto, son las medidas que, oportunamente dispuestas,
obstan dar vida a un proceso ab origen frustrado y sin horizonte útil, o bien hacer
que sus desarrollos no se dispersen en costosos dispendios jurisdiccionales, para
lo cual es menester acortar su trámite con indudable beneficio para la finalidad del
servicio(11).
b) La fórmula como tantas otras que con envidiable acierto ha acuñado la Corte
Suprema de Justicia de la Nación(12), que resume en los términos del título: El
derecho a una rápida y eficaz decisión judicial (véase supra, § 25).
En diversas causas —la génesis de ese hallazgo ha sido desde luego más
perentoria en la esfera del proceso penal— el Alto Tribunal, preocupado por la
inusual demora o el largo y complicado curso del expediente, se ha hecho cargo
de esa valiosa manifestación del quehacer jurisdiccional, consagrando la premisa
que ha dibujado con la referida expresión, que lo dice todo. El justiciable, y con
mayor razón el encartado, tienen derecho constitucional. No es atendible, ni
razonable, ni puede cubrirse de fuerza la convicción, el que el órgano judicial exija
el agotamiento de una instancia de dudosa eficacia (13)con el riesgo de someter a la
parte a una antifuncional actividad jurisdiccional, que afectaría la garantía de la
defensa en juicio "integrada también por el referido derecho a una rápida y eficaz
decisión judicial"(14). O, en tantas otras exteriorizaciones que por antifuncionales
llevan igual signo negativo.
El perfil de la figura se define a través de estos trazos:
1º Por de pronto, se inserta en el fundamental bastión, de la defensa en juicio,
de la que no cabe enunciar como una difusa, y errática eventualidad sino concreta
y exigible exteriorización, que debe operar en tiempo propio y medida adecuada
(supra, §§ 5 y ss. y 21 y ss.).
2º La tramitación dilatoria y el abuso de los pliegues y repliegues de las formas
procesales que son su indebida prolongación desconocen los derechos de las
partes, sin lugar a dudas constituyen una situación equiparable a la denegación de
justicia(15). Así lo hizo notar la Corte en causa de subida repercusión, en la que
reafirmó los precedentes conceptos(16).
3º La efectiva vigencia de esa pauta rectora —el derecho a una rápida y eficaz
decisión judicial— se emparenta con los poderes-deberes que edicta el artículo 34,
inciso 5º, apartado e) del Código Procesal Civil(17), deberes que, en, razón de ser
obviamente comunes a los órganos de los diversos grados horizontales de la
jurisdicción, en el registro de la Corte imponen una agudización, no sólo porque
constituyen la palabra final al respecto(18)sino, asimismo, porque vienen
constreñidos a dar respuesta a la dilación precedente ya experimentada en la
tramitación de la causa. Esta última se debate en la búsqueda del remedio a una
situación cuyos alcances obviamente exceden el interés de las partes —y ello es
palmario en el fuero represivo— para proyectarse sobre la buena marcha de las
instituciones al comprometer el sentido de una correcta administración de
justicia(19). La redacción de esa regla no descansa sólo en la "rapidez" con que
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§ 33
este cuadrante el órgano judicial sacrifica el valor de las formas al formalismo, que
es el desvalor del orden. Abusos de la forma que van en desmedro de la verdad
sustancial(30). El injustificado rigor en la apreciación de la prueba desvirtúa el
resultado de ese delicado cometido intelectual al vaciarse la fuerza de convicción
que en sí llevan los elementos probatorios de la causa se los priva de sus efectos
funcionales, sea porque recaba un plus imposible o innecesario conforme las
circunstancias del caso, bien porque se desarmoniza el resultado acumulativo de
los medios o por fracturarse por cabo el zumo, global la sumatoria de los
elementos de prueba que razonablemente descarta las dudas acerca del alcance
final de los hechos(31).
La decisión adolece de injustificado rigor en la valoración de la prueba cuando el
desenlace frustra las posibilidades intrínsecas que el medio bajo examen
realmente tiene, menguando por la rigidez de su apreciación la normal y acabada
función que le estaba reservada. Tal criterio valorativo ha representado restarle la
significación jurídica propia a esa prueba y que le correspondía para la solución del
caso. Un alcance reñido con el contenido y marco de funcionalidad, que suministra
y que consecuencia del injustificado rigor de evaluación equivale a dejar a esa
prueba sin chance(32).
§ 34
3º) La subida importancia del derecho procesal constitucional que en los últimos
años viene corporizándose a través de ensayos y aportes realmente sugestivos (33),
potenciando pautas básicas en los institutos de avanzada, el hábeas corpus, el
amparo, el mandado de segurança, etc., constituyen la primera y eficaz trinchera
para el resguardo efectivo de la defensa. El derecho a la jurisdicción y las
soluciones que se alcanzan por estos mecanismos u otros de linaje similar,
refuerzan la tutela en una época en que sin desfallecimientos, frente al Estado y
frente a la violencia de los particulares, se imaginan instrumentos a tono en su
rendimiento con la jerarquía de los derechos a proteger, que no se conforman con
medios técnicos que conducen a una composición inexplicablemente tardía, al
sacrificar el derecho a una rápida y eficaz decisión judicial(34)(supra, § 32).
4º) En la plaza sentada docentemente por conceptos referidos por una parte a la
admisibilidad (de la demanda, del incidente, del recurso, o de específicos actos
procesales) y, por la otra, a la procedencia o fundabilidad de la pretensión o
reclamo. Esto último, vinculado a la atendibilidad o razones que lleva la exigencia
de parte a fin de que, en la sentencia en el mérito, pueda ser estimada, lo que
importa el éxito por un acogimiento jurisdiccional(35).
Esas paralelas y antinomias conceptuales (admisibilidad-procedencia) que se
vivencian durante la dinámica de los procesos, contribuyen acaso
impensadamente a un desempeño profesional más ajustado y útil. Es que aunque
corresponden a registros diversos su ponderado manejo, lejos de enredarse en los
pliegues del formalismo permite, por el contrario, adjudicar a su dispar
caracterización, adecuados tratamientos, sea en su marco temporal (en el inicio,
cuando se deduce la demanda y portando la pretensión o en el tiempo final al
expedirse el fallo); además, en la continuidad y completividad del conocimiento.
Aquello que en ciertos casos no infrecuentes, puede llegar a comprometer el
ejercicio mismo el derecho o que determina una verificación inexcusable al
comportar violaciones de expresas garantías constitucionales. El ejercicio
propedéutico se centra en familias de figuras o en instituciones que juegan,
concurrente o alternativamente, y a veces de un modo simétrico, pero con efectos
total o parcialmente distintos, lo reputamos un buen método formativo:
admisibilidad/procedencia; peticiones o cuestiones jurídicas/argumentaciones de
parte; pretensión/ demanda; presupuestos procesales/impedimentos procesales;
recurso/vía de impugnación; rescisión/resolución; modificación de la causa
petendi/modificación de los fundamentos de derecho, con resultancia
sustancialmente opuesta en relación al iura curia novit, etcétera.
Tales ejercicios rinden epistemológicamente, a condición desde luego, que se
los calibre en dosis razonables; queremos decir, sin pretender trasladar situaciones
o actividades técnicamente predeterminadas, a supuestos extraños a su respectiva
órbita jurídica.
5º) Amortiguamiento y demérito de lo que ALSINA denominaba "exageraciones
teóricas", ponderando, para ello, las virtudes que constantemente
ensalzaba DAVID LASCANO: conjugar en todos los temas la teoría con las
exigencias y las enseñanzas de la práctica(36).
6º) La convicción cada vez más evidente acerca de un cabal respeto por los
hechos(37)así como la gravitación de la prueba, cuyo análisis y consideración,
sobremanera la que se reputa decisiva, deviene insoslayable; tanto como que
asiste al justiciable un verdadero "derecho a una sentencia que valore
debidamente la prueba"(38)(supra, § 33).
7º) La importancia de la labor interpretativa. A nadie escapa que se ha hecho
más ríspida, compleja, acuciante, la tarea de los jueces, tanto como más
endiabladas las cargas de las partes y de los abogados. La finalidad que lleva el
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§ 35
§ 35 BIS
el mesurado uso del poder discrecional de los jueces —a la vez que el control
efectivo de los abogados de parte—-, son factores que, en la guía de los principios
de legalidad, razonabilidad y seguridad jurídica, preservan la labor jurisdiccional,
cuya misión cardinal es brindar justicia en el caso concreto.
La concepción del proceso justo significa, además, no sacrificar la finalidad de
hacer justicia al amor al sistema, ni privilegiar las formas por las formas mismas.
Tampoco olvidar que 'el espíritu de proceso justo', o el alma de esta actividad —
son palabras de la Corte Suprema Argentina— exigen adecuar la función de juzgar
sirviendo, a través del Derecho, a la afirmación de justicia (48)[y es también el alma
de la toga (OSSORIO y GALLARDO)].
D. Terminación
El estudio que precede muestra el vigor que anima a las garantías que
describen la línea actual del 'proceso justo', etapa avanzada de la clásica
conquista liberal de la 'garantía de la defensa en juicio' (que es exigible [antes o
después], con sus peculiaridades, a todo tipo de proceso, por caso el ejecutivo o el
monitorio).
Su evolución y continua apertura y dilatación muestra un registro sensible y
adecuado al moderno pensamiento de la ciencia del proceso y a la idea fuerza que
orienta la materia desde la luminosidad de los principios rectores que brinda la
clara lección que suministra la Historia: sin garantías efectivas y la del proceso
judicial justo no hay derecho ni verdadera tutela constitucional. En primer término
los derechos no cuentan. Y habrá que insistir en que no hay derecho sin garantías,
por más que se los declaren o enuncien solemnes documentos que nada valen, si
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E. Anexo
Será útil consignar en este lugar dos soportes imprescindibles para la afirmación
y la práctica intensa y calificada del proceso justo, a saber: a) la capacitación
adecuada del abogado, desde la formación universitaria; y b) estimar las etapas o
desarrollos, la integración y evolución del acceso a la Justicia. A ese propósito se
refiere este apéndice.
C) Reflexión final
En síntesis, importará anticipar que el proceso, como la literatura respecto del
mundo es la versatilidad de la vida y sus conflictos, añade lo que le faltaba al
Derecho: consistencia, realidad. Porque si el mundo hace también al proceso
igualmente hace al Derecho, le acuerda reconocimiento, certeza, efectividad; le
procura vitalidad y eficacia; en breve, deseada gravitación y adaptabilidad. Es la
manera más contundente y cierta de que el derecho —los derechos— puedan
cobrar luminosidad. Así se hace objetivo, verdadero, palpable y seguro. Y cuando
hay controversia ello acontece apurando el proceso justo. Como lo expresa
Carlos FUENTES, el lúcido escritor mejicano, "siempre existieron los campos de
Castilla. Pero el día que cabalgó por ellos, lanza en ristre, bacín de barbero en la
cabeza, don Quijote de la Mancha, España y el mundo ya no pudieron ser
concebidos sin la imaginación y el lenguaje de CERVANTES. Ello requiere una
comunicación imaginativa que es la que, como puente esencial, asegura la
alquimia del verbo y la imaginación entre la sensación física y la percepción
mental". El proceso hace algo parecido, porque es la alquimia con la que la
afirmación del derecho imaginado en el pasado, la demanda, en el mañana,
cambia en realidad concreta, realidad irrefutable, la que le acuerda la cosa juzgada
(Juan GOYTISOLO, Oaxaca, 'El País', Babelia, Madrid, 17/4/2004, p. 24).
Al cabo: las exigencias de atender a los contenidos del proceso justo posibilitan,
racional y civilizadamente, el conocimiento y la definición justa.
Sin olvidar tampoco, para el cierre, que está vigente la enseñanza
de RECASÉNS SICHES: en el afán de recomponer el sentido (económico y jurídico de
las cosas cuya circunstancia se ha alterado con mudanzas de entidad, mutando el
paisaje original de la relación), la hermenéutica debe ceñirse a criterios dinámicos
en lo justo. Además, los jueces, en la dimensión social del Derecho y la Justicia,
han de armonizar las tensiones, procurando que el andamiaje jurídico con el
enlace económico y de los valores, conjugue paz social con justicia.
§ 35 TER
B. Precisiones
Convendrá, sin embargo, fijar algunas premisas a veces diluidas en una neblina
conceptual, que al hacerle perder su relevancia y perspectiva, deforman la
amplitud y posibilidades de ese modelo o movimiento que persigue superar las
carencias, el inmovilismo y la sensación de desprotección de la gente. Queremos
decir del consumidor, el justiciable, necesitado de la respuesta jurisdiccional y que
demanda la solución apropiada para su problema específico; no una composición
abstracta, genérica, divorciada de la realidad y de las singulares circunstancias del
objeto y contenido de esa controversia, que aparenta dar satisfacción al 'derecho
de profesores'.
Además, en un medio contextual que elige y da relieve a valores que
frecuentemente ya no son los que tradicionalmente gozaban de la opción
preferencial de la comunidad porque ésta los ha mudado, sustituyéndolos por
otros, a los cuales el hombre de Derecho debe atender con una comprensión
distinta, al haber cobrado significación igualmente diferente.
El "Modelo del Acceso a la Justicia" —supra, § 4 ter— no se ciñe, con
angostura, únicamente, a facilitar al hombre del común (sin exclusiones o
discriminaciones, pues apunta y con mayor énfasis a los carenciados o más
vulnerables, a todos) el ingreso a una contienda judicial en particular. Al buscar
eliminar los obstáculos interiores que el exceso teórico, la demasía y apego a lo
ritual, al consumo desmedido del tiempo o la onerosidad que conlleva el costo de
poder afrontar y desplegar las secuelas del debate judicial para arribar no sólo a la
sentencia que lo concluye sino, particularmente, a la obtención —realización en
concreto— del mandato jurisdiccional, sitúa el tratamiento en un horizonte
renovado, incitante y movilizador. Lo que de por sí es una altísima contribución a la
recta administración de Justicia, frente a la demanda de la gente en los pasos
primeros del nuevo milenio. Recrudece tan delicada y fundamental problemática a
un nivel de muchísima mayor trascendencia, cuyos beneficios se logran por
senderos convergentes: la asistencia jurídica e información antes del litigio y
durante su trámite, derribar las barreras económicas; suprimir discriminaciones (p.
ej. por el idioma), etc. Se dibuja, asimismo, por la discreción, la solución negociada
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F. La renovación
Lo que anteriormente hemos razonado desemboca en una empresa ardua
y permanente. Las movidas son múltiples y de la mayor significación porque vistas
en sumatoria, o de conjunto, muestran que también desde lo procesal no todo ni
excluyente es 'el mercado', su filosofía y la brecha cada vez más ancha y molesta
entre ricos y pobres.
Por el contrario, porfían por un nuevo equilibrio en donde el espíritu de lucro y
éxito (económico) debe sentir la presión de la solidaridad, a fin de alumbrar un
nuevo humanismo que costará arrancar al capitalismo egoísta de estas horas. Sólo
la presencia del Derecho le imprimirá el color de la equidad y el respeto prioritario
por la persona —todas ellas—.
El brinco de lo individual a lo social, de lo nacional a lo transnacional, de lo
abstracto a lo concreto, de lo simple a lo complejo, de la teoría a las soluciones no
de escuela, sino pragmáticas, comprendidas y asumidas con convicción por los
operadores y justiciables, son características que se arremolinan con potente
voltaje. Compactándose en palanca impulsora de las reformulaciones del
pensamiento y políticas de la Justicia, habida cuenta de que todos quieren
(queremos) otra cosa de la establecida, en la medida en que ésta exhibe los
negativos signos de la impotencia; de haberse agotado y no tener respuesta.
La lucidez y tenacidad, entre otros
de CAPPELLETTI, STORME, HABSCHEID, DENTI, JOLOWICZ, PROTO PISANI, FASCHING, T
ARUFFO, TARZIA, COMOGLIO, FAZZALARI, GRUNSKY, además de los iberoamericanos
y otros calificadísimos cultores, brindan el ejemplo de la puesta al día. Ayudan
todos ellos ¡y en qué forma!, a tejer el argumento motivador, que posibilite la
superación.
Es que en el apasionante coto del proceso nos habíamos concentrado en el
trámite, en el juego procesal, en el Derecho de los profesores (PUIG BRUTAU); en el
ejercicio formal de la defensa, es decir, en lo ritual y cada vez menos en la materia
del litigio, en los derechos de los sujetos actuantes y en la exigencia de lograr su
tutela efectiva; y en los resultados que se debían alcanzar en cada caso, con
efectividad y persuasiva eficacia (algo así como en medicina, el ocuparse cada vez
más intensamente de las enfermedades y muy poco de los enfermos, de las
personas que las padecen).
Flaqueó también la teoría de la interpretación, aferrada al conceptualismo y al
garantismo procesal dominante, al juez distante y ajeno a las consecuencias Útiles
que deberían seguirse de lo obrado en el juicio. Por ende, interpretación nada
finalista o teleológica. Cautiva del derecho estricto y neutro respecto al sentido
social de los resultados. El juez como gran operador de las normas y los abogados
de las técnicas del procedimiento, y nada más que en esos roles(65).
Se asiste a un retorno a la personalización, a la debida consideración central de
la persona, también como sujeto del proceso y de sus alternativas de conciliación,
mediación o arbitraje.
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G. Hacia el futuro
¿Por qué negarnos a reconocer que el proceso es una institución social?; los
intereses que en él se hallan en juego trascienden los de las partes.
Que el juez debe saber escuchar y comprender la reclamación razonable de la
petición de justicia que es siempre un valor a alcanzar; y cuya respuesta plasma
primero en su conciencia, intuitivamente, como un sentimiento al que luego cobija
con el manto de la motivación lógica, acordándole el sentido jurídico en los
fundamentos y motivación de la sentencia.
A saber relativizar interpretaciones y principios extremos. Y a admitir —con
humildad— que ninguna cuestión litigiosa en y durante el proceso se aprisiona en
compartimentos estancos; están intercomunicadas en una sucesión no sólo
coordinada, sino además interdependiente, cuya aplicación global demanda
recorrer y computar el conjunto de sus fases o tramos, y que el resultado es la
derivación de esa totalidad.
En fin, que humanizar el proceso es personalizarlo, al cabo socializarlo con los
aires no egoístas de la solidaridad. A ese nuevo horizonte, que nos invita a
plasmar un renovado y necesario Derecho Procesal, hemos de brindarle nuestras
horas más fecundas. La idea nutriente del proceso justo es un hito notable y rector
de un humanismo democrático que busca plasmar un mundo mejor, es decir, más
justo(66).
H. Anexo
1. Debe diferenciarse el interés procesal del interés sustancial. Este último, sin
perder entidad, debe perfilarse en el primero, que, de verse desestimado, no
provocará la desaparición del mismo, según lo demuestran soluciones como las
previstas en el artículo 515 del Código Civil.
2. El interés procesal únicamente puede procesarse por las partes —incluyendo
terceros—, en tanto que sería apreciado y reconocido por los jueces y satisfecho
jurídicamente por éstos y materialmente con el vencido, o por el orden jurídico en
materia de pretensiones declarativas.
3. Las oportunidades de concreción pueden ser previas a la iniciación del
proceso (diligencias preliminares o cautelares), constitutivas, tercerizadas (ingreso
de terceros), recursivas y ulteriores (con sentencia recurrida o con sentencia
firme).
Comisión II: DERECHO PROCESAL CIVIL
El debido proceso y la prueba
• Límites a la verificación de la verdad material o histórica
El fin del proceso judicial es resolver un conflicto de la forma más justa posible;
para ello es esencial el conocimiento de los hechos por parte de quien debe juzgar.
Para la averiguación de la verdad tienen que respetarse la legalidad (no puede
valorarse prueba ilícita) y la garantía de defensa de los litigantes; respecto de esto
último, debe tenerse presente que la prueba ordenada de oficio debe poder ser
controlada por las partes, quienes, además, pueden ofrecer contraprueba,
cualquiera sea la etapa en la que se encuentre el juicio.
Si la parte se opone, no es suficiente la oposición de manera genérica y
abstracta en la vulneración de los principios de defensa en juicio, igualdad de las
partes, etc.
Así como no se puede pedir la nulidad de un acto si no se alega concretamente
el prejuicio sufrido, mencionando las defensas que el peticionario no ha podido
oponer (doct. arts. 162, 545 y concs. CPCCN), también cuando una de las partes
se opone a una medida de esclarecimiento dictada de oficio debe indicar cuál es el
perjuicio que, en el caso concreto, le ocasiona. Este perjuicio no puede ser el que
se conozca la verdad; como se ha dicho en un antiguo fallo, "la parte a quien
beneficia la ocultación de la verdad no puede invocar como un derecho tal
situación, sin agravio de la buena fe".
No corresponde resistir las medidas de esclarecimiento con frases vacías de
contenido concreto que lo único que persiguen es evitar que se conozca la verdad.
Acceder a ello sería premiar la mala fe.
Cabe destacar la intervención especial en este subtema —a instancias del
ponente titular Dr. Roland ARAZI— del profesor Dr. Adolfo Alvarado VELLOSO, quien
expresó sus opiniones divergentes con algunas de las conclusiones antes
referidas, generándose así un fructífero intercambio de ideas.
• Valor probatorio de la conducta procesal de las partes
De catorce ponencias presentadas, puede concluirse que doce le reconocen a la
conducta procesal el carácter de prueba, y más precisamente indiciaria (una, con
ciertas reservas); y también una de ellas, el de regla integrante del sistema de la
sana crítica.
Dos oponentes, en cambio, conciben a la conducta procesal como un elemento
de convicción, o ya regla de carga de la prueba.
De las doce ponencias presentadas que le reconocen el carácter de prueba,
siete de ellas entienden que la conducta procesal puede tener eficacia concluyente
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(una, con ciertas reservas), mientras que para cinco de ellas, sólo el carácter de
prueba imperfecta (una, con ciertas reservas).
Cinco ponentes sugieren modificaciones de los ordenamientos procesales.
• La firma digital
Con el documento electrónico firmado digitalmente se está en condiciones de
dotar al mismo con los tres caracteres que la doctrina más actualizada en la
materia requiere que estén necesariamente reunidos, a los fines de garantizar la
seguridad jurídica que debe primar en las relaciones interpersonales. Tales
caracteres son los siguientes: 1) la integridad, en cuanto a la posibilidad de
verificar de alguna manera las alteraciones producidas en el contenido del
documento, luego de que el mismo haya sido emitido; 2) la autenticidad, en
relación con la posibilidad de atribuir dicho contenido a su verdadero autor en
forma fehaciente; 3) el no repudio, es decir, que aun frente al desconocimiento por
parte de su autor exista la posibilidad de determinar sin margen de error —
mediante algún sistema de cotejo o examen pericial— si pertenece o no a quien se
le imputa.
• La prueba electrónica
1) La prueba electrónica ingresa al proceso como prueba documental, si bien,
por su natural complejidad probatoria, en su caso, debe ser complementada con
prueba informativa y pericial.
2) Los conocimientos de naturaleza técnico-científica, ajenos al derecho, que
requieren la reproducción en el proceso de hechos del pasado producidos,
registrados o archivados por medios electrónicos o digitales precisan el abordaje
multidisciplinario para obtener un resultado confiable.
3) La sanción de la ley de firma digital y su decreto reglamentario constituyen un
avance que permitirá, con su efectiva aplicación, un alto grado de certeza, tanto en
las comunicaciones como en las contrataciones informáticas.
4) Los documentos electrónicos, con firma electrónica o sin ella, serán
apreciados en la sentencia por el juez, conforme las reglas de la sana crítica, como
prueba indiciaria.
5) El avance de la tecnología y de las ciencias permite que los sistemas
informáticos sean cada vez más seguros. Está en nosotros difundir estos
adelantos para generar la confianza necesaria que estimule la generalización de
su uso. Como contrapartida, habrán de aplicarse sanciones ejemplares a todos
quienes utilicen de estos medios en perjuicio tanto del patrimonio como de la
intimidad de terceros.
• La prueba difícil
1) La materia de la prueba difícil es un campo fluido y cambiante. Hoy, sin
embargo, se pueden identificar claramente varios supuestos susceptibles de ser
catalogados como de "prueba difícil".
2) Los avances científicos y técnicos han eliminado varias de las hipótesis
tradicionales de "pruebas difíciles".
3) La prueba testifical de los "hechos antiguos" presentan una problemática
singular a partir de la edad avanzada, que, normalmente, tienen los testigos que
deponen en dicha materia.
4) Todos los supuestos de "prueba difícil" quedan legitimados mediante la
aplicación de las reglas de la sana crítica.
5) Son posibles consecuencias de la existencia de una hipótesis de "pruebas
difíciles" las siguientes: un aflojamiento del rigor probatorio, un inusual
emplazamiento de las pruebas indirectas y eventuales dispensas de la falta de
cumplimiento de cargas probatorias.
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• La prueba trasladada
1) La institución de la prueba trasladada es útil para el mejor y más económico
desarrollo de los procesos, siendo su fundamento básico la unidad de la
Jurisdicción.
2) Es condición esencial para su validez que en su aplicación se dé plena
vigencia al principio de bilateralidad, que puede asumir diversas modalidades,
conforme la índole de la prueba, quien ha requerido la traslación probatoria y la
participación que haya cabido a los interesados en la producción y posibilidad de
contralor.
3) Debe analizarse cuidadosamente la incidencia que respecto de la utilización
del instituto pueda tener en cada caso el diverso contexto en que se haya
producido la prueba en el origen respecto del proceso en que se intente aplicarla.
4) La bilateralidad debe exteriorizarse en que en origen la prueba se haya
introducido a pedido o con intervención controlada de la parte contra quien se
intente utilizar el medio.
5) En caso de pruebas irreproducibles las exigencias en la apreciación de los
recaudos deberán ser menores.
• La prueba anticipada
1) Las medidas de prueba anticipada no tienen naturaleza de medidas
cautelares, por lo que les son aplicables los principios que rigen a éstas.
2) En tanto tampoco tiene la misma naturaleza de las medidas preparatorias,
metodológicamente no tiene sustento el incluirlas en el mismo capítulo, por lo que
el régimen de anticipación probatoria debiera incluirse en el capítulo de prueba en
general.
3) La anticipación probatoria precede en todos los procesos de conocimiento
pleno, y aun limitado, con excepción de las ejecuciones.
4) El artículo 328 podría ser suprimido, toda vez que sólo induce a confusiones.
5) Debe enfatizarse que las pruebas pueden anticiparse si se prevé que las
situaciones o cosas que constituyen su objeto pueden ser modificadas
intencionalmente antes de la producción de la prueba. En su caso, la diligencia
debe realizarse inaudita parte y con citación de defensor oficial.
6) La adopción de la anticipación probatoria no requiere la acreditación sumaria
de la verosimilitud del pedido, sin perjuicio de las explicaciones que pueda requerir
el juez.
7) Es admisible la reposición interpuesta por la demandada en tanto no
provoque una dilación indebida, quedando su sustanciación librada a la estimativa
judicial.
8) Una vez producida la prueba, salvo el supuesto de nulidad, las demás
impugnaciones deberán formularse cuando se trate la introducción de la prueba al
proceso, o en los alegatos.
9) Debe regularse la exhibición de los correos informáticos y demás constancias
obrantes en los sistemas de computación.
§ 35 QUATER
autorizadas por las leyes del país para demostrar los hechos y los actos
jurídicos...Si ofrecida aquella razonable oportunidad ella no fuera utilizada por
voluntad o negligencia de la persona de cuya protección se trata, la omisión como
es obvio, no tendría el efecto de anular los procedimientos judiciales otorgados en
esas condiciones. Si es sagrado el derecho de defensa en juicio también lo es el
de obtener judicialmente dentro de términos razonables el cumplimiento de las
obligaciones o la aplicación de las penas indispensables para mantener el orden
social..." De allí que la mayoría de la CS entendió que los recurrentes se vieron
privados del derecho a producir prueba como resultado de su propia voluntad o
negligencia, por lo cual no se afectó en el caso su derecho de defensa.
Desarrolla una línea contraria al ritualismo literal la disidencia de SAGARNA a la
antes referida decisión, quien propició dejar sin efecto la sentencia objeto de
remedio federal, luego de mencionar que el juicio se compone de tres elementos
substanciales —audiencia, prueba y juicio— y reseñar el alcance que Joaquín
V. GONZÁLEZ le asignara a la prueba(75). En su disidencia consideró que: "...entre
los caracteres generales del due process of law que es, en definitiva, un
antecedente irrecusable del art. 18 de nuestra Constitución, debe considerarse
como esencial la necesidad de otorgar a quien conceptúa afectados sus derechos
personales o su propiedad por un juicio veredicto o decreto de una Corte, "su día
en Corte", lo que significa: "1)que haya tenido debida noticia, que puede ser real o
sobreentendida de la restauración (o institución) de procedimientos por los cuales
sus derechos legales puedan ser afectados; 2)que le sea ofrecida una razonable
oportunidad para exponer y defender sus derechos, inclusive el derecho de
testificar, de presentar testigos, de introducir documentos pertinentes y otras
pruebas...".
El eje argumental de SAGARNA, contrario al criterio seguido por la mayoría de la
CS, lo encontramos en el quinto considerando en donde explica que "la constante
jurisprudencia de esta Corte es contraria a la letra, a la doctrina y a la
interpretación que el tribunal apelado da al art. 106 del Cód. de Procedimiento de
Tucumán al aplicarlo aisladamente para privar de prueba al demandado y
condenarlo no por los "hechos que resulten debidamente probados" (art. 274) sino
por "lo que pidió el demandante" y en contra de los hechos demostrados en el
juicio ejecutivo en que se basa el ordinario. [...] Es claro que las sentencias no
están constituidas únicamente por la contestación y los alegatos; las integran y con
particular importancia, las pruebas".
La disidencia jerarquiza la búsqueda de la verdad de los hechos en el proceso.
Entiende a las reglas del debido proceso como garantía para obtener cierto grado
de verdad (la que podemos definir como la "verdad procesal") en la controversia,
por encima del mero complimiento de las normas procesales específicas.
Hoy es habitual usar como sinónimos conceptuales al debido proceso y a
la defensa en juicio. No era así en la CS en la segunda mitad del siglo XX. La
disidencia de SAGARNA es una de las primeras menciones expresas al debido
proceso(76).
2.3. El exceso ritual manifiesto como pauta valorativa y señal a las instancias
inferiores
Nuevos matices que contribuyeron a la ampliación de los contornos que la CS
adjudicaba al debido proceso emergen en el caso "Colalillo"(83)que consagró la
doctrina del "exceso ritual manifiesto" o "excesivo rigor formal". Allí, como se
recordará, la CS sostuvo que "...el proceso civil no puede ser conducido en
términos estrictamente formales. No se trata ciertamente del cumplimiento de ritos
caprichosos, sino del desarrollo de procedimientos destinados al establecimiento
de la verdad jurídica objetiva que es su norte. Que concordantemente con ello la
ley procesal vigente dispone que los jueces tendrán, en cualquier estado del juicio,
la facultad de disponer medidas necesarias para esclarecer los hechos
debatidos...". El obiter dictum del pronunciamiento es contundente en cuanto a la
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El caso arribó la CS con motivo del remedio federal incoado por ANSES quien,
propiciando una lectura formalista del debido proceso legal en general y de la
garantía constitucional de imparcialidad de los jueces que entienden en una
contienda en particular, se mostró agraviada argumentando que se le imponían en
forma irregular restricciones especiales para el ejercicio de su derecho a recusar
sin causa a uno de los magistrados de la Cámara actuante.
La mayoría(96)de la CS, realizando una atenta lectura de las circunstancias
relevantes del caso, comenzó por descalificar la manifestación de voluntad del
órgano previsional, expresada en el mismo recurso extraordinario, de extender la
recusación a todos los pleitos en los que resultare sorteada la sala II de la CFSS.
Ponderó un dato cuantitativo significativo sosteniendo que: "...tal intención, llevada
a la práctica en 163 expedientes en la primera semana después de esta
presentación y en miles de causas hasta la actualidad, resulta de importancia
primordial para abordar el estudio de la cuestión, dado que podría exceder o
desvirtuar los fines previstos por el legislador procesal y hacer colisionar las
normas rituales con otros preceptos de rango constitucional...".
Esas circunstancias concretas verificadas en la causa, sustentaron que la CS
decidiera que: "...no puede desconocerse que recusar al doctor Herrero en la
totalidad de las causas sorteadas a la sala II, traería aparejado el vaciamiento de la
jurisdicción del magistrado, para cuyo ejercicio fue regularmente designado y que
debe desempeñar en tanto dure su buena conducta (art. 110, Constitución
Nacional), consecuencia que va mucho más allá de asegurar la imparcialidad de
los jueces intervinientes, para transformarse en una suerte de sanción que carece
de sustento fáctico y marco normativo...".
La CS entendió que si bien la recusación es un instituto ritual que en abstracto
debe y puede garantizar la imparcialidad de los jueces, en el caso concreto lograba
efectos que claramente desnaturalizaban esa herramienta procesal la que era
empleada por la ANSES como un dispositivo para apartar sin sustento
sistemáticamente a un juez que gozaba del estatus de juez natural.
De allí que concluye que: "...la pretensión de la demandada de efectuar un
ejercicio masivo del instituto de la recusación sin expresión de causa,
desnaturaliza los propósitos y fines para los que fue concebido y ocasiona
múltiples perjuicios a los justiciables. Se configura así un abuso del proceso que
los jueces no deben tolerar, ya que el ordenamiento les impone el deber de dirigir
el procedimiento señalando los actos que desvirtúen las reglas o generen
situaciones irregulares o de marcada anormalidad...".
La mayoría de la CS los efectos disvaliosos que esa práctica abusiva generaban
tanto contra el servicio de justicia prestado por el fuero de la seguridad social como
para los propios justiciables que, por pretender el reconocimiento de derechos de
naturaleza alimentaria y contar con avanzada edad, resultan sujetos especialmente
vulnerables destinatarios de tutela procesal diferenciada(artículo 75, inciso 23, CN)
y —como tales— sufren con mayor intensidad las conductas abusivas que
introducen injustificadamente dilaciones en el proceso. Reconoció que: "...desde
otra perspectiva, es indudable que el uso de la recusación, tal como lo plantea el
organismo previsional, crea un problema institucional que no cabe minimizar, pues
el fuero se encuentra abrumado por la litigiosidad y el efecto nocivo derivado de
estos planteos afecta el apropiado funcionamiento del sistema de justicia, además
de causar perjuicios a los demandantes en procesos en que se debaten cuestiones
de naturaleza alimentaria...".
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convencionalmente ser transitada por las personas que resuelven sus conflictos
bajo esos mecanismos.
Con esa orientación, la CIDH estima que para mantener el efecto útil de las
decisiones, los tribunales internos al dictar sus fallos en favor de los derechos de
las personas y ordenar reparaciones, deben establecer de manera clara y precisa
¯de acuerdo con sus ámbitos de competencia el alcance de las reparaciones y las
formas de ejecución de las mismas. Razona que de acuerdo con los estándares de
este Tribunal y del derecho internacional de los derechos humanos, el alcance de
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estas medidas debe ser de carácter integral, y de ser posible, con el fin de
devolver a la persona al momento previo en el que se produjo la violación
(restitutio in integrum). Dentro de estas medidas se encuentran, según el caso, la
restitución de bienes o derechos, la rehabilitación, la satisfacción, la compensación
y las garantías de no repetición, inter alia.
En tal sentido, ha destacado que "...el principio de tutela judicial efectiva
requiere que los procedimientos de ejecución sean accesibles para las partes, sin
obstáculos o demoras indebidas, a fin de que alcancen su objetivo de manera
rápida, sencilla e integral [...] Adicionalmente, las disposiciones que rigen la
independencia del orden jurisdiccional deben estar formuladas de manera idónea
para asegurar la puntual ejecución de las sentencias sin que exista interferencia
por los otros poderes del Estado [...] y garantizar el carácter vinculante y obligatorio
de las decisiones de última instancia [...] En un ordenamiento basado sobre el
principio del Estado de Derecho todas las autoridades públicas, dentro del marco
de su competencia, deben atender las decisiones judiciales, así como dar impulso
y ejecución a las mismas sin obstaculizar el sentido y alcance de la decisión ni
retrasar indebidamente su ejecución..."(163).
En base a lo expuesto, la CIDH sintetiza que los Estados tienen —en relación a
la garantía de protección judicial— dos responsabilidades concretas(164): i)
establecer normativamente y asegurar la debida aplicación de recursos efectivos
ante las autoridades competentes que amparen a todas las personas bajo su
jurisdicción contra actos que violen sus derechos fundamentales o que conlleven a
la determinación de los derechos y obligaciones de éstas, y ii) garantizar los
medios para ejecutar las decisiones y sentencias definitivas emitidas por tales
autoridades, de manera que se protejan efectivamente los derechos declarados o
reconocidos.
6. Síntesis conclusiva
El derecho al debido proceso consagrado en el texto constitucional y en el
convencional sufre permanentes mutaciones que son producto de las
circunstancias en las cuales los procesos judiciales se someten a la difícil prueba
de lograr proteger los derechos. La finalidad sustantiva del debido proceso es
facilitar que mediante un debate judicial se intente materializar una solución justa
para el conflicto. La realidad genera un diálogo que traza nuevas perspectivas al
confrontar con las normas procesales. Aquí se ha intentado mostrar la
metamorfosis del derecho al debido proceso que en su esencia tiene el anhelo
permanente de la búsqueda de una solución justa. La jurisprudencia es una fuente
de normatividad en permanente evolución. Los desarrollos hasta aquí comentados
muestran una foto que esperamos envejezca bajo la esperanza de nuevos
horizontes para un derecho que en su aplicación concreta demuestra ser
sustantivo en un Estado de Derecho.
§ 36
ANTICIPACIONES
Desde un ángulo fundamental del derecho procesal constitucional, corresponde
resaltar la tarea del juez ante el deber de motivar sus decisiones. Seguramente se
trata de una de las más delicadas de sus misiones y en donde resplandece u
opuestamente se opaca la garantía de la defensa y, en verdad, cobra sentido la
comprensión cabal de la adecuada prestación del servicio. Los carriles que hemos
diagramado en los capítulos anteriores se integran, así, en una trama lógicamente
suficiente y de carácter imprescindible, para acordar, con suficiencia, sentido de
razonabilidad al quehacer judicial.
Anticipamos por ello que:
1) El contenido de las resoluciones judiciales debe:
a) desarrollar la motivación autosuficiente, que da sustento a las mismas, pues
ello constituye la más preciada garantía republicana en un Estado de Derecho;
b) respetar el postulado de congruencia adecuándose estrictamente a los
términos en que se planteara la cuestión litigiosa.
c) valorar, ajustándose a las pautas de razonabilidad, los hechos, la prueba y el
derecho aplicable;
d) adecuarse a la jerarquía normativa.
2) Los principios expuestos se integran con el deber de dictar las resoluciones
dentro de los plazos legales.
3) La observancia de los recaudos constitucionales apuntados conduce a un
eficaz servicio de la Administración de Justicia. En caso de un eventual
incumplimiento, se configura el supuesto disvalioso de la sentencia arbitraria,
obstáculo que debe ser removido a través del carril del recurso extraordinario en el
orden federal —hasta que se instalen los nuevos recursos previstos en el orden
federal—, o mediante los recursos de casación en las áreas provinciales.
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§ 37
2. Motivación
a) El deber de cuidar la motivación de las sentencias requiere que el órgano
jurisdiccional explique el razonamiento llevado a cabo, al emitir el juicio que
represente a la sentencia.
Es menester suministrar cuál ha sido el desarrollo del razonamiento del juez que
analiza los supuestos de hecho aludidos y en su caso las pruebas que los verifican
para subsumirlos en los preceptos jurídicos que aplica, todo lo cual debe quedar
debidamente expuesto en los considerandos de la resolución judicial.
Recordamos en la evolución de los criterios, que en la legislación hispánica se
encontraba un principio totalmente opuesto al que venimos exponiendo pues en la
Real Cédula del 13 de junio de 1778 que reiterara la Ley 8, título XVI, Libro de la
Novísima Recopilación, se establecía que "para evitar cavilaciones a los litigantes
y por el mucho tiempo que se consume en la extensión de las sentencias que
viene a ser un resumen del proceso y las costas que a las partes le siguen", se
mandó que cesara la práctica de fundamentar las sentencias.
b) Ello constituye desde hace mucho tiempo, acorde con el desarrollo del
Derecho Procesal, la negación del debido proceso legal, pues es el medio más
idóneo para controlar la actividad decisoria y verificar el respeto de los derechos
constitucionales. A la par que prestigia a la actividad judicial, pues refleja la
jerarquía que tienen los pronunciamientos en la opinión pública, se ha señalado
con acierto que los destinatarios de las resoluciones judiciales no son únicamente
las partes del litigio(10)sino fundamentalmente el pueblo que es el juez de los
jueces.
c) Cuadra destacar así que se está frente a una obligación que se proyecta al
nivel constitucional, que tiene como correlato el derecho de los justiciables a exigir
una sentencia adecuadamente fundada. Si bien en la mayoría de las
Constituciones provinciales aparece consagrada expresamente(11), debe repararse
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en que siempre se consideró que se está frente a una garantía innominada de los
ciudadanos que tiene plena vigencia desde que hace a la esencia del gobierno
republicano la publicidad de sus actos. Su basamento se encuentra, por otra parte,
en la garantía de la defensa en juicio.
d) Entre otros argumentos de índole política, cabe recordar que la exposición del
razonamiento que ha llevado al órgano judicial a la decisión, el caso sometido a
juzgamiento permite determinar si la sentencia responde a circunstancias objetivas
y neutrales, es decir, si se ha respetado el principio de imparcialidad(12).
Además a través del cumplimiento de este recaudo se está en condiciones de
advertir si la decisión se adecua al principio de legalidad(13), o sea, si se han
aplicado correctamente los principios legales vigentes a los cuales debe ajustarse
imprescindiblemente todo juzgador.
Se trata de una preciosa garantía en el Estado de Derecho, que contrasta con
las directivas totalitarias que suelen excluir las motivaciones estrictamente jurídicas
para dar paso a concepciones de la índole del partido gobernante(14).
e) Y desde luego, frente a las opciones valorativas que constantemente se
ofrecen a través de los conceptos abiertos —v.gr. buenas costumbres, ejercicio de
un derecho, interés público, etc.—, se torna necesario que se expliciten las
razones que llevan a aplicarlos, de manera que se pueda saber si se está o no
frente a un adecuado uso de las facultades discrecionales o por el contrario si se
ha precipitado en la arbitrariedad(15).
f) No puede dejar de mencionarse, en otro orden de ideas, que el debido
proceso legal, institución receptada por la doctrina de la Corte Suprema de Justicia
nacional, y obviamente la garantía de la defensa en juicio, exigen una ajustada
motivación, ya que de la misma ha de extraerse forzosamente la conclusión
respecto al acatamiento a los principios constitucionales(16).
Reiteramos que se está ante una verdadera garantía en el Estado de Derecho,
pues dado que incumbe al Poder Judicial el contra lar de la vigencia de la
supremacía de los principios constitucionales, se impone como corolario de esa
función la necesidad de una motivación que se apoye en los hechos y en una
fundamentación normativa que se entrelace armónicamente(17).
g) Destacamos como correlato de todo ello que no basta con que la sentencia
traduzca alguna fundamentación, pues si la misma deviene insuficiente ello no
satisface los principios constitucionales que informan a la materia.
Precisamente, no sólo cuando las resoluciones judiciales carecen de motivación
resultan descalificables bajo el rótulo de la nulidad, sino que también esa
consecuencia se impone cuando los fundamentos de la sentencia, según así lo ha
decidido la Corte Suprema a través de la vía del recurso extraordinario de
inconstitucionalidad, son arbitrarios(18).
h) Subrayamos, además, que lo expuesto supone que la sentencia ha de
autoabastecerse, es decir, que los fundamentos deben surgir exclusivamente de la
propia resolución judicial. Ello descarta la remisión a la motivación de otro
decisorio. Tampoco sería viable desarrollar a posteriori la motivación(19).
Frente a la eventualidad que se produjere tal anormalidad, la consecuencia que
de ello se deriva es la nulidad de la sentencia, la que puede ser declarada ex
officio(20).
Habrá de repararse igualmente en que el deber de motivación no sólo es
exigible tratándose de las sentencias definitivas e interlocutorias, sino también
frente a las providencias simples, las que no sólo tienen que tener en todos los
casos el fundamento legal sino también la motivación cuando resolvieren en forma
negativa la petición formulada o causaren un gravamen irreparable. De lo contrario
devienen nulas, en principio(21).
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3. Postulado de congruencia
a) Por otra parte, ha de cuidarse celosamente que las resoluciones judiciales se
adecuen al postulado de congruencia(22), lo que impone lograr que medie una
conformidad entre el contenido de aquéllas y el objeto de las peticiones —
pretensiones y oposiciones— que delimitan el thema decidendum. La
comprobación entre lo reclamado y lo decidido, debe guardar una estricta
correspondencia.
Cuando la resolución se aparte de la materia que fijaron las partes, se
menoscaba el aludido requisito. Es que sobre el particular gravita el señorío de los
justiciables, quienes en virtud del principio dispositivo, que impera en este sector
del proceso, vinculan al órgano jurisdiccional.
No obstante que la congruencia se proyecta desde un triple punto de vista, hacia
los sujetos, el objeto y la causa del proceso, el fenómeno adquiere mayor cuidado
tratándose del objeto y la causa. En efecto, normalmente, las sentencias
comprenden a quienes han revestido la calidad de partes y difícilmente se incurre
en violación de este aspecto. En cambio, tratándose de la causa y especialmente
del objeto, son mucho más frecuentes los vicios que suelen afectar a las
resoluciones judiciales.
Así puede suceder, desde este último punto de vista, que los pronunciamientos
omitan decidir alguna cuestión esencial introducida por las partes —ne eat iudex
citra partum— configurándose tal situación no sólo en las sentencias de primera
instancia sino también en las de la Alzada, especialmente esto puede ocurrir, entre
otros supuestos, en las situaciones en que a raíz del recurso deducido por el
perdidoso, se revoca la sentencia impugnada, omitiendo considerar aquellas
defensas o excepciones planteadas en la instancia de origen por el apelado y que
en virtud de una interpretación corriente, sobre la institución de la apelación
adhesiva, se considera que mantienen plena virtualidad en Cámara de
apelación(23).
En otro orden de cosas se viola el principio de referencia cuando el
pronunciamiento excede el marco litigioso, otorgando o negando más de lo
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peticionado por las partes —ne eat iudex ultra petita partium— como puede
configurarse, entre otros casos cuando se viola la reformatio in peius, o bien si se
pronuncia sobre materia ajena al thema decidendum, resolviendo cuestiones
distintas a las introducidas por las partes —ne eat iudex extra petita partum—.
Los tres supuestos que se fundan, en definitiva, en la violación del requisito de
congruencia, constituyen motivo para descalificar a los pronunciamientos que lo
violan desde la perspectiva que ofrece la sentencia arbitraria (24). Tal realidad, exige
de los órganos judiciales cuidar rigurosamente la observancia de este recaudo, tan
necesario para asegurar la eficacia del ejercicio de la Jurisdicción.
El otro andarivel que ofrece el presupuesto de congruencia, transita por la
inadecuación del fallo con la causa petendi, o sea, por apreciar con notoria
desviación los hechos conducentes, que se anidan en las alegaciones formuladas
por las partes en los escritos constitutivos de la litis.
Constituye así un aspecto de las cuestiones fácticas, que se relacionan, en
principio, con el fundamento de hecho de las sentencias, sobre las cuales cabe
alertar, pues cuando el vicio del razonamiento es grosero se incurre en absurdo o
arbitrariedad y desde esta vertiente, cuadra subrayar que tanto el orden
constitucional, a través del carril de arbitrariedad, como las casaciones locales,
mediante la utilización del absurdo, abren paso de modo excepcional, pero no
menos frecuente, a la consideración de las cuestiones de hecho, como modo de
remover le obstáculo que impide la aplicación correcta del Derecho y,
fundamentalmente, para satisfacer adecuadamente la garantía de la defensa en
juicio, que en definitiva ha sido vulnerada.
Con todo es del caso tener en cuenta, ahora, que en ciertos casos particulares
—v.gr. la acción preventiva— este postulado de congruencia puede relajarse
dando mayores poderes al juez para adoptar decisiones por fuera de lo
expresamente pedido por las partes (cfe. art. 1713, Código Civil y Comercial de la
Nación).
hechos que los afirmados por las partes —ya sea en la etapa introductoria o en la
oportunidad para alegar hechos sobrevinientes—, y a su vez, que sólo pueden
considerarse probados aquellos que resulten de las actuaciones cumplidas por las
partes o de las que decretare ex officio el órgano jurisdiccional.
Todo ello se entrelaza con la posibilidad de considerar a modo de excepción los
hechos notorios y los hechos evidentes que son del conocimiento de la cultura
popular y que deben evaluarse prudentemente pues la Justicia no puede
desenvolverse a espaldas de la realidad. Las máximas de la experiencia universal
permiten, por lo tanto, que el juez valore esas categorías para las cuales, como
nos dijera el inolvidable maestro rioplatense COUTURE, no rige el aforismo quod
non est in actis non est in mundo(26).
A su vez, también cabe traer a colación que en la aplicación del Derecho es
donde el órgano jurisdiccional obra con suficiente libertad, no encontrándose
supeditando por los pedimentos de las partes.
Otro brocárdico, el rancio iura novit curia, nos indica literalmente que como el
juez conoce el Derecho, no se encuentra vinculado por las calificaciones jurídicas
de los litigantes. El único límite a respetar está dado en función, que por amplias
que sean las potestades de determinar el derecho aplicable, no puede variar los
términos de la litis, pues siempre ha de respetar el postulado de congruencia.
Ha dicho la casación bonaerense, en tal sentido, que el aludido principio iura
novit curia, no permite acordar al actor lo que no pidió en su demanda o reconocer
defensas que el demandado no hizo valer en su responde, pues de proceder así
caería en lo arbitrario y excedería los límites de su actividad jurisdiccional(27).
Esta última doctrina nos alerta sobre el desvío que puede originarse en la
valoración jurídica, al prescindir de una elemental pauta de razonabilidad. Mas no
sólo allí puede exteriorizarse el vicio apuntado que descalifica el quehacer
jurisdiccional sino que en toda la tarea de carácter crítico, que supone ese
complejo acto jurisdiccional que es la sentencia, pueden aflorar anormalidades de
ausencia de lógica y raciocinio. Si en el Estado de Derecho se impone que todos
los actos de las funciones de gobierno se adecuen a un mínimo de razonabilidad,
como explica el jurista VANOSSI, forzoso resulta recalcar que precisamente los
órganos jurisdiccionales, que tienen la responsabilidad de ese contralor, con
relación a las funciones ejecutivas y legislativas, deben exclusivamente respetar
esa garantía innominada a la "no arbitrariedad" que fluye del artículo 33 de la
Constitución Nacional y que constituye para los ciudadanos un derecho a la
exigencia de razonabilidad(28).
El orden público constitucional constituye así el fundamento del recurso contra la
arbitrariedad pues el fallo que incurre en tal vicio al menoscabar derechos de esa
jerarquía deviene inconstitucional.
Si la Corte Suprema de Justicia de la Nación constituye el intérprete final de la
Constitución y tiene por misión asegurar la supremacía de ese nivel, cuando
precisamente se ha violado la apuntada garantía de la razonabilidad, corresponde
excluir el obstáculo —que empece a la plena vigencia de la protección
constitucional— mediante el recurso extraordinario ante la Corte Federal, que tiene
así fundamento en el orden constitucional, aun cuando el legislador no lo haya
reglado. Pueden citarse entre otros principios constitucionales, el de igualdad ante
la ley (art. 16), el derecho de propiedad (art. 17), el de defensa en juicio (art. 18), el
de legalidad (art. 19, etc.)(29).
Pensemos, trayendo a colación nuevamente la sistematización de CARRIÓ, que
cuando las sentencias contradicen abiertamente las constancias de autos, como
puede ocurrir en el supuesto en que se desinterpreten gravemente los hechos, se
está ante una hipótesis de falta de razonabilidad en los fundamentos de hecho(30).
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5. La jerarquía normativa
Entre las normas rectoras de la actividad jurisdiccional cuenta el principio que
sienta el artículo 31 de la Constitución Nacional a propósito de las reglas de
prelación del ordenamiento jurídico.
Precisamente el deber de motivar en ley toda resolución definitiva, interlocutoria
o providencia simple, exige aplicar en primer término la Constitución Nacional y los
tratados y concordatos que tienen jerarquía superior a las leyes (arts. 31 y 75, inc.
22, Constitución Nacional).
Subrayamos la trascendencia que tiene la reforma de la Constitución Nacional
de 1994, en cuanto explicita sobre dicha jerarquía normativa, en el segundo
apartado del artículo 75, inciso 22 a "la Declaración Americana de los Derechos y
Deberes del Hombre; la Declaración Universal de Derechos Humanos; la
Convención Americana sobre los Derechos Humanos; el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales; el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos y su protocolo Facultativo; la Convención sobre la Prevención y
la sanción del Delito de Genocidio; la Convención Internacional sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación contra la Mujer; la Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; la
Convención sobre los Derechos del Niño..."(34).
Ya la Corte Suprema Federal se había adelantado en la materia in
re "Ekmekdjián, Miguel A. v. Sofovich, Gerardo y otros", donde se declarara la
operatividad que cabe asignar a las cláusulas de los Tratados para ser fieles a los
mismos, de conformidad con los principios tradicionales en el Derecho
Internacional del pacta sum servanda y de la buena fe, que se derivan del artículo
31, inciso 10 de la Convención de Viena del Derecho de los Tratados, aprobada
por la ley 19.865.
Ello fue reafirmado por el Alto Tribunal en la dimensión del Derecho Procesal de
Integración, en virtud del cual no puede la legislación nacional oponerse a su
contenido, como se decidiera en la causa "Fibraca Constructora SCA Comisión
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7. Reafirmación y síntesis
En síntesis, el recaudo constitucional liminar que debe observarse al dictar
sentencia, estriba en la fiel observancia, por parte de los órganos jurisdiccionales,
de los principios dogmáticos consagrados en la Constitución Nacional y en los
textos constitucionales locales, que correspondieren a las respectivas
jurisdicciones.
Esa exigencia impone como deber a los órganos judiciales el de emitir
pronunciamientos válidos a nivel constitucional.
Su inobservancia viola el derecho de ese linaje, que asiste a los justiciables,
quienes para sortear el obstáculo, que los priva de una resolución judicial válida,
cuentan con el instrumental técnico que brinda el recurso extraordinario en el
ámbito federal, desde la perspectiva de la sentencia arbitraria o los recursos de
casación por errores in procedendo en las áreas provinciales e inclusive el de
errores in iudicando cuando la actividad jurisdiccional se ha desempeñado,
cayendo en la situación negativa del absurdo; amén de, cuando se instalen, los
nuevos recursos en el orden nacional (ley 26.853).
§ 38
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Directiva básica
La motivación tiene que ser cabalmente tal y, con mayor razón en el fuero
criminal. No ha de extrañar que en tarea formativa, el Alto Tribunal dejara sin
efecto la sentencia que ante las cuestiones propuestas por el apelante, y que
aparecen como pertinentes para una adecuada solución del pleito, se limitó a
afirmar que "no se desvirtúan los fundamentos de la resolución apelada". Ello así,
agregó, pues la norma del artículo 439, del Código de Procedimiento Penal de la
Provincia de Buenos Aires, que establece que el magistrado de alzada en materia
de faltas deberá escribir una brevísima resolución no ha de entenderse en pugna,
con la garantía constitucional del debido proceso y sólo, puede significar, la
autorización para una fundamentación de extensión breve y aún brevísima, pero
no para una omisión sustancial de ella (Corte Sup., F-303, "Frigorífico Monte
Grande SA", 10/11/1981).
La sentencia constituye un todo indivisible demostrativo de una unidad lógico-
jurídica en que la parte dispositiva no es sino la conclusión final y necesaria del
análisis de los presupuestos fácticos y normativos efectuado en su fundamentación
(Corte Sup., Fallos 324:1584, 328:412 y 330:1366).
Vicios en la sentencia
Invalidan el pronunciamiento recurrido las contradicciones existentes entre los
integrantes del Tribunal que lo dictó, ya que de los tres vocales que coincidieron en
rechazar el pedido de actualización contra dos que lo admitieron parcialmente, los
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§ 39
Así, se han juzgado válidas las distinciones que se asienta en pautas objetivas y
razonables, tanto en lo que respecta a sus destinatarios como en lo concerniente
al fin perseguido por el régimen (Corte Sup., Fallos 332:1060).
La garantía de la igualdad exige que concurran "objetivas razones" de
diferenciación que no merezcan la tacha de irrazonabilidad. Ello determina la
existencia de alguna base válida para la clasificación, distinción o categoría
adoptada, lo que significa que debe haber algún motivo sustancial para que las
propiedades o personas sean catalogadas en grupos distintos, considerando como
tal aquél conducente a los fines que imponen su adopción e inválido el que se
apoya en un criterio de distinción arbitraria (Corte Sup., Fallos 321:3630).
Para examinar la igualdad es necesario establecer previamente los términos de
la comparación, pues ningún principio ni garantía es absoluto, pudiendo el
legislador establecer categorías, grupos o clasificaciones que supongan un trato
diferente. Mas esos distingos no pueden ser arbitrarios y lo son cuando resultan
discriminatorios. Por ello la regla de la igualdad se puede formular en términos
negativos: es la prohibición contra un trato arbitrario. El test de constitucionalidad,
en tales casos, queda superado si se demuestra que hay razones suficientes para
establecer el distingo, y si las hay el trato no será discriminatorio (Sup. Corte Bs.
As., 25/8/2010, "Bobbio de Niemela, Lidia Ester v. Clovis International Corp.
Sucursal Argentina s/ Juicio ejecutivo hipotecario", Juba sumario B27784).
Por aplicación de estos criterios se ha resuelto que carece de razonabilidad, por
ser contrario al principio de igualdad ante la ley, el art. 177 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires, si no se demostró que sólo puede ser juez de cámara
quien nació en el territorio argentino o nació fuera de él pero de padres nativos y
que, en cambio, debe ser excluido aquel que por un acto voluntario y de libre
albedrío adopta la nacionalidad argentina, ni se acreditó la razonabilidad de
imponer tal discriminación a los jueces de cámara, cuando no está contemplada
para acceder a la magistratura de primera instancia (Corte Sup., Fallos 327:5118
del dictamen de la Procuración, al que remitió la Corte).
O que el art. 14, inc. e, de la ley 10.606 (t.o. según ley 11.328) de la Provincia
de Buenos Aires, en cuanto impide a aquellas entidades de bien público que no se
encuentren expresamente mencionadas —como es el caso de Cáritas— ser
propietarias de establecimientos farmacéuticos, carece de razonabilidad y afecta la
garantía de igualdad, en tanto no se advierte la existencia de un interés superior
que autorice a excluir a la mencionada de lo que se concede a entidades similares
en idénticas condiciones (Corte Sup., Fallos 333:1279, del dictamen de la
Procuración General, al que remitió la Corte Suprema).
8. Es reiterada, asimismo, la jurisprudencia del tribunal en el sentido de que la
existencia de fallos contradictorios no implica quebrantar la garantía relativa a la
igualdad ante la ley, consagrada por el artículo 16 de la Constitución Nacional
(Fallos 244:355-; 248:832; 251:526; 254: 110; 267:150).
El artículo 16 de la Constitución Nacional no impone la uniformidad de los
pronunciamientos judiciales (Fallos 244:355; 250:860; 301:917).
9. Ha sostenido la Corte en múltiples ocasiones, que la mencionada garantía no
impide que el legislador contemple en forma distinta situaciones que considera
diferentes, con tal que la discriminación no sea arbitraria, ni importe ilegítima
persecución o indebido privilegio de personas o de grupos de personas, aunque su
fundamento sea opinable (Fallos 258:315, 266:230). Tal doctrina se aplicó con
especial referencia a los distintos regímenes jubilatorios (Corte Sup, 19/7/1969,
Der. 23-697; Fallos 302:601; Sup. Corte Bs. As., causa B-48.052, 4/12/1979).
10. Ha decidido, asimismo, en reiterados precedentes, que la diferencia
existente entre las situaciones anteriores y posteriores a la sanción de un nuevo
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régimen legal (en el caso los beneficios que otorgan a los conscriptos inutilizados
en actos de servicio) no configuran agravio a la garantía de igualdad, porque de lo
contrario toda modificación legislativa importaría desconocerla (Corte Sup., Fallos
299:181; 300:194; causa "Dentone, Ricardo H. v. Estado Nacional —Estado Mayor
General del Ejército—", 13/6/1995).
11. En resumen, no son violatorias de la garantía de la igualdad aquellas
situaciones que el legislador consagra por estimar que se dan supuestos distintos
y en tanto no sean arbitrarias, aunque su fundamento resulte opinable (Fallos
256:235; 301:1694, 1185; 322:2346; 329:4349, 5567).
Es que, según lo ha entendido el Alto Tribunal, el grado de acierto o error, mérito
o conveniencia de la solución adoptada por otros poderes, constituyen puntos
sobre los cuales no cabe al Judicial pronunciarse, en la medida en que el ejercicio
de las facultades propias de aquellos no se constate irrazonable, inicuo o arbitrario
(Corte Sup., 322:2346; 329:5567, del dictamen de la Procuración General, al que
remitió la Corte).
De allí que no se quebrante la expresada garantía en el distingo que se
consagra entre el Estado y las personas con cierta capacidad económica (ley
16.739, artículo 3º, inc. j]), según doctrina de Fallos 264:53; 266:20. La ley
contempla supuestos que se consideran diferentes y no obedecen a fines de
ilegítima persecución o indebido beneficio (Corte Sup., 4/4/1968, in re, "Franco v.
IFECSR").
12. La pretendida violación de la garantía relativa a la igualdad ante la ley,
consagrada por el artículo 16 de la Constitución Nacional, resultante según la
recurrente de la no aplicación al caso de la jurisprudencia a que alude aparte de
haberse traído la cuestión tardíamente no existe según lo que se dice en ese
mismo considerando. Ello prescindiendo que, en cualquier caso, es reiterada la
jurisprudencia del tribunal en el sentido de que la existencia de Fallos
contradictorios no implica quebrantar tal garantía (Fallos 244:355; 248:832;
251:526; 254:110; 267:150).
13. Así, la garantía constitucional de la igualdad (art. 16) sólo comporta la
consecuencia de que todas las personas sujetas a una legislación determinada,
dentro del territorio de la Nación, sean tratadas del mismo modo siempre que se
encuentren en idénticas condiciones y las distinciones establecidas por el
legislador en supuestos que estime distintos son valederas en tanto no obedezcan
a propósito de injusta persecución o indebido privilegio sino a una objetiva razón
de discriminación, aunque su fundamento sea opinable (Corte Sup., F-456,
"Ferrari, Sergio A. v. Gobierno de la Provincia de Mendoza", 20/10/1981).
Y no existe violación de esta garantía si la desigualdad no está en la norma
legal, sino que nace de la aplicación o inteligencia que de ella se habría hecho en
otro caso (Fallos 289:82; 293:535; 294:87; 302:315, 1564; 330:717).
Así, para que sea viable la violación del derecho de igualdad se requiere que el
distinto tratamiento provenga de la ley misma y no de su aplicación (Corte Sup.,
Fallos 323:1625).
§ 40
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§ 41
§ 42
§ 43
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§ 44
PAUTAS GENERALES
En uno de los fallo clásicos de la Corte Suprema Nacional se dijo que es
"propiedad a los efectos de la garantía constitucional del artículo 17, todo aquello
que forma el patrimonio del habitante de la Nación, trátese de derechos reales o de
derechos personales, de bienes materiales o inmateriales" (Fallos 137:47).
Y en otro pronunciamiento igualmente fundamental expresó que el término
propiedad, comprende todos los intereses apreciables que un hombre pueda
poseer fuera de sí mismo, fuera de su vida y de su libertad. Todo derecho que
tenga un valor reconocido como tal por la ley, sea que se origine en las relaciones
de derecho privado, sea que nazca de actos administrativos, a condición de que su
titular disponga de una acción contra cualquiera que intente interrumpirle en su
goce, así sea el Estado mismo, integra el concepto constitucional de propiedad
(Fallos 145:307; 294:152).
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Es doctrina reiterada del Alto Tribunal que nadie tiene derecho adquirido al
mantenimiento de leyes o reglamentaciones ni a la inalterabilidad de gravámenes
creados por ellas (Fallos 288:279; 291:359; 299:128; 330:2206; 310:2845;
311:1880; 315:839; 316:2043; 318:1237; 321:1888; 330:3565; 333:108).
Empero, cuando bajo la vigencia de una ley el particular ha cumplido todos los
actos y condiciones sustanciales y requisitos formales en ella previstos para ser
titular de un determinado derecho, debe considerarse que hay un derecho
adquirido que no puede ser suprimido por ley posterior sin agravio al derecho de
propiedad (Fallos 296:719, 723; 300:22-2; 324:177; 316:2090; 325:28).
Y ello aunque falte la declaración formal de una sentencia o de un acto
administrativo, pues éstos sólo agregan el reconocimiento de ese derecho o el
apoyo de la fuera coactiva necesaria para que se haga efectivo (Corte Sup., Fallos
314:481).
La Corte Suprema Nacional ha señalado que no se vulneran derechos
adquiridos(1)si se aplican leyes de orden público en materia de locaciones,
sancionadas después de la traba de la litis, en tanto ellas así lo dispongan y no
haya recaído sentencia definitiva en los autos (Fallos 245:465; 266:206; es,
31/7/1968, Der. 23-655).
La declaración de que nadie puede ser privado de su propiedad sino en virtud
de sentencia fundada en ley, contenida en el artículo 17 de la Constitución
Nacional, no da lugar al recurso extraordinario cuando media una sentencia
basada, precisamente, en ley y en consideraciones doctrinales y jurisprudenciales
(Fallos 189:306; 192:308; 193:496; 248: 251). Criterio, éste, particularmente
pertinente al caso en el que la aplicación de la ley que lo rige se ha efectuado con
referencia a doctrina de la Corte, coincidente con la solución acordada al juicio
(Véase infra, cap. XXXII) (Fallos 188:143; 193:67; 267:195; y otros).
En materia de sanciones patrimoniales no cabe alegación de confiscatoriedad
por causa de su monto. Ello así, porque se trata de sanciones intimidatorias
indispensables para lograr el acatamiento de las leyes (Fallos 293:85).
No es atendible el planteo constitucional en el caso referente a la actualización
de las indemnizaciones laborales si el desmedro patrimonial que para el deudor
moroso se deriva, no reviste entidad tal que permita entender configurada una
lesión esencial a su derecho de propiedad; y sólo le priva de un beneficio producto
de su incumplimiento, que depende de su propia conducta discrecional (Fallos
294:434).
La finalidad indemnizatoria de la condena por daños y perjuicios es excedida en
medida que afecta el derecho de propiedad del obligado al pago, si al fijarse el
monto sobre la base de los ingresos que el incapacitado dejará de percibir por el
resto de su vida útil, se alcanza un capital que, aun de mantenerse intangible,
puede producir una renta mensual que resulta superior, a aquellos ingresos
dejados de percibir (Fallos 300:860).
Asimismo, es lesiva al derecho de propiedad la obligación de pagar
remuneraciones que no responden a contraprestación de trabajo alguno (Fallos
302:1486).
Téngase presente, además, estas directivas de la Suprema Corte de Buenos
Aires:
La protección que la Constitución provincial confiere al derecho de propiedad se
manifiesta en la declaración contenida en el art. 10 relativa al derecho de los
habitantes de la Provincia a defender y ser protegido en su propiedad, entre otros
derechos personales, y se completa con la garantía incluida en el art. 31 —de
modo similar al texto nacional (art. 17)— (Sup. Corte Bs. As., 29/6/2011,
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§ 45
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§ 46
§ 47
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Alcances
La cosa juzgada busca amparar, más que el texto formal del fallo, la solución
real prevista por el juzgador (Corte Sup., Fallos 328:3299).
La cosa juzgada no ampara resultados que distorsionen lo esencial de lo
decidido, por el contrario, se ve afectada cuando se da preeminencia a aspectos
que, por exceso o defecto, terminan concediendo algo distinto a lo resuelto por el
órgano judicial (Corte Sup., Fallos 322:3133).
Para establecer los límites de la cosa juzgada que emana del fallo que se dicte
en un proceso determinado, ha de atenderse primordialmente a la parte dispositiva
de aquél, si bien a tales fines no puede prescindirse de sus fundamentos y
motivaciones, y muy frecuentemente es imprescindible recurrir a ellos, porque toda
sentencia constituye una unidad lógico-jurídica, cuya parte dispositiva no es sino la
conclusión final y accesoria del análisis de los presupuestos fácticos y normativos
tenidos en cuenta en su fundamentación (Corte Sup., Fallos 324:2210).
Para establecer la existencia de cosa juzgada corresponde realizar un examen
integral de las contiendas y así determinar si la sentencia firme ha resuelto ya lo
que constituye la pretensión deducida en los nuevos autos; no es estrictamente
necesaria la concurrencia de las tres identidades clásicas, pues lo esencial es
determinar si los litigios considerados en su conjunto, son idénticos o no,
contradictorios o susceptibles de coexistir.
Sin desconocer la importancia de la regla tradicional de la triple identidad —
sujeto, objeto y causa—, su configuración no es requisito sine qua non para afirmar
la existencia de cosa juzgada. Se trata así de que la cuestión debatida sea
sustancialmente la misma que fuera objeto de un pronunciamiento firme anterior
entre las mismas partes, arribándose de tal modo a una primera identidad objetiva
(que incluye el análisis del objeto y causa de ambas acciones) y a una segunda
coincidencia subjetiva (Sup. Corte Bs. As., 17/9/2008, "Bunge, Elena Elisa s/
Testamentaria").
Si bien la autoridad de la cosa juzgada estaría en la parte dispositiva de la
sentencia antes que en sus motivaciones, lo cierto es que la discutible ortodoxia de
la regla debe ceder inexorablemente cuando sea menester acudir a los
argumentos para precisar el auténtico alcance de lo decidido (Sup. Corte Bs. As.,
3/12/2008, "Fideería San Carlos SCA v. Randazzo de Di Pierro, Luisa y otro s/
Cobro de pesos", Juba sumario B9304).
El proceso justo constitucional no puede tolerar que bajo el amañado argumento
que la parte dispositiva de la sentencia omitió el nombre de uno de los
litisconsortes como sujeto activo de la condena pronunciada en autos, se
desconozca o enerve, precisamente, lo decidido en la sentencia a ese respecto sin
desembocar en una inalterable arbitrariedad. Lo fallado y decidido, lo que hizo
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Estabilidad
Exigencias notorias de la estabilidad (tanto para los negocios jurídicos como
para las actividades procesales) y del orden justo de coexistencia, imponen admitir
que existe agravio constitucional en la reapertura de cuestiones definitivamente
finiquitadas y sobre la base de una modificación posterior e imprevisible del criterio
pertinente en la aplicación de las leyes que rigen el caso (Fallos 287:258;
294:434).
El respeto por la cosa juzgada es uno de los pilares fundamentales sobre los
que se asienta nuestro régimen constitucional y, por ello, no es susceptible de
alteración ni aún por vía de la invocación de leyes de orden público, toda vez que
la estabilidad de las sentencias, en la medida en que constituyen un presupuesto
ineludible de la seguridad jurídica, es también exigencia del orden público con
jerarquía superior (Corte Sup., Fallos 328:4801).
Ejecución de sentencia
La sentencia ejecutoriada supone un derecho adquirido que —como todas las
manifestaciones de la propiedad individual, garantizada por los artículos 14 y 17 de
la Constitución Nacional— se halla sujeto a las leyes que reglamentan su ejercicio,
las que no pueden someterlo a un allanamiento total mas sí a una restricción
razonable (Fallos 294:44).
La ejecución de sentencia no puede apartarse del contenido decisorio, teniendo
en cuenta que (principio de congruencia, véase supra, este cap., § 46) los términos
en que se trabó la litis fijan la jurisdicción del tribunal, y su apartamiento viola la
garantía de la defensa en juicio al mismo tiempo que el derecho de propiedad
(Corte Sup., Der. 21-610).
Con todo, la Corte también ha señalado que en los casos en que se impugnan
liquidaciones judiciales sobre la base de que conducirían a resultados
manifiestamente irrazonables, tales objeciones no pueden ser desatendidas so
pretexto de un supuesto respeto al principio de cosa juzgada (Corte Sup., Fallos
329:1767).
Y también que el cumplimiento de una sentencia informada por errores
aritméticos o de cálculo, lejos de preservar, conspira y destruye la institución de la
cosa juzgada de inequívoca raigambre constitucional (Corte Sup., Fallos 322:3133;
327:2321, del dictamen de la Procuración General, al que remitió el Tribunal).
En el tramo de ejecución de sentencia es criterio del órgano bonaerense cimero
(si bien es cierto que el art. 504 del Código Procesal Civil y Comercial restringe la
posibilidad de defensa a las que especifica) que ello no significa una veda
irrestricta al análisis de otras defensas vinculadas de manera directa con la justa
composición del litigio y con el ejercicio del derecho de defensa (Sup. Corte Bs.
As., Ac. 56.649 S 7/3/1995, voto del Dr. HITTERS, "Itoiz, Juan José e Itoiz, Carlos v.
Cuende, Matilde").
En este sentido, ha dicho la casación provincial que no puede mantenerse una
liquidación, so color de un supuesto respeto al principio de la cosa juzgada,
cuando resulta evidente que los mecanismos destinados a preservar la
intangibilidad del crédito y el pago de los intereses moratorios no han sido
apropiados para satisfacer los daños y perjuicios debidos, ya que su monto ha
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§ 48
§ 49
PRECLUSIÓN. SU VIGENCIA
BIBLIOGRAFÍA
CHIOVENDA, Principios de derecho procesal civil, traducción de Cassais y
Santaló, Madrid, 1925-II-337; Cosa juzgada y preclusión, en Ensayos, cit.,
traducción de Sentís Melendo, Buenos Aires, 1949-III-
224; COUTURE, Fundamentos, 3ª ed., p. 194; EISNER, Preclusión, LL 118-
1108; JUÁREZ ECHEGARAY, La preclusión, en Estudios de derecho procesal
en honor de Hugo Alsina, Buenos Aires, 1946, p. 355 (Véase infra, § 164), y
la citada en notas al pie.
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: BERIZONCE, Roberto
O., El objeto de la decisión y cuestiones que integraron la litis (flexibilización
del principio de preclusión), Revista de Derecho Procesal, Rubinzal-Culzoni,
Buenos Aires, vol. 2007-2, p. 85; BIDART CAMPOS, Germán J., Preclusión,
debido proceso, sentencia que resuelve fuera de tiempo una excepción y
recurso extraordinario, ED 128:565; CHIAPPINI, Julio, Ciertos efectos de la
preclusión, LL 1990-B-312; EISNER, Isidoro, En torno a la preclusión por
consumación, LL 1987-E-400; QUEVEDO MENDOZA, Efraín, Cosa juzgada,
preclusión y resoluciones incidentales, LL 1997-D-592; RODRÍGUEZ, Claudia
B., La preclusión (Según la Corte Suprema), JA 2005-I, 1472.
El efecto propio de la preclusión es el de impedir nuevos planteos sobre
cuestiones ya decididas en forma expresa o implícita (Corte Sup., Fallos 320:1670;
324:1301 y 327:4252 del dictamen de la Procuración General, al que remitió la
Corte).
La preclusión cumple una función reconocida en todas las etapas del proceso al
consolidar los resultados de los distintos actos y permitir su avance sin retrocesos;
ello ocurre a medida que las diversas cuestiones, tanto sustantivas como
procesales, que se suscitan durante el trámite de la causa son resueltas y
finiquitadas, y ella asegura la fijeza de los actos procesales cumplidos y el avance
del juicio hasta su terminación (Corte Sup., Fallos 327:1532 del dictamen de la
Procuración General, al que remitió la Corte).
La preclusión constituye un principio que, al dar certeza y estabilidad, a los actos
procesales, asegura, antes que menoscaba, la garantía de la defensa (Sup. Corte
Bs. As., "Capurro de Caselia Celina R. v. Caputo Roberto", 24/10/1967).
Los derechos nacidos de la preclusión procesal son tan dignos de protección
constitucional como los surgidos con motivo de la cosa juzgada (Corte Sup., Fallos
323:1250).
La preclusión opera como un impedimento o una imposibilidad: la facultad
procesal no usada se extingue (Sup. Corte Bs. As., 13/6/2001, "Cooperativa
Agropecuaria "La Federación de Bordenave Ltda. s/ Concurso preventivo", DJBA
161, 67).
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Por obra del instituto de la preclusión, las facultades procesales de las partes
deben ejercerse en el término adecuado y siguiendo un predeterminado orden
legal (Sup. Corte Bs. As., 10/8/2005, "A., N. v. K., C. s/ Divorcio", Juba sumario
B27957).
El principio de preclusión, importa que el dogma de la voluntad aparece
sustituido por las consecuencias de carácter objetivo (Sup. Corte Bs. As.,
26/9/2007, "M., O. v. S., A. s/ Daños y perjuicios", Juba sumario B29321).
De este modo, cuando media conocimiento y silencio, nace la preclusión (Sup.
Corte Bs. As., 5/3/2003, "Gómez, Walter José v. Capuzzi, Juan Carlos s/ Daños y
perjuicios", Juba sumario B15493).
Queda firme, sin posibilidad de ser renovada en el mismo proceso, una cuestión
decidida sin oposición de parte interesada ni oportuna impugnación posterior (Sup.
Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1958-II-811).
La firmeza de los actos procesales es una necesidad jurídica que justifica su
validez, no obstante los vicios que pudieran presentar (Sup. Corte Bs. As.,
2/3/2011, "Ohaco, Rubén Oscar y otro v. García, Guillermo Alberto s/
Cumplimiento de contrato y cobro de dólares" y 26/6/2013, "Complejo Edilicio UTA
III MDP Sociedad Civil v. Asociación Sindical Unión Tranviarios Automotor s/
Daños y perjuicios", Juba sumario B8335).
Infringe el principio de preclusión la decisión que altera una anterior firme (Sup.
Corte Bs. As., 5/3/2003, "Cellini, Oscar Omar y otros v. Micucci, Luis Alberto y
otros s/ Cobro hipotecario" y 26/6/2013, "Maiale, Ciriaco y otro v. Torres, Sergio
Daniel y otro s/ Cobro ejecutivo de pesos", Juba sumario B21967).
La no observación en término de la falta de legalización de un documento
proveniente de otra provincia hace inobjetable la validez del documento que carece
de ella (Sup. Corte Bs. As., DJBA, v. XXVII, p. 301).
Por ser la providencia que tuvo por contestada la demanda una consecuencia
directa de otra anterior no impugnada por el interesado, el planteo de nulidad es
notoriamente extemporáneo y representa un vano intento de reeditar una cuestión
que ha quedado agotada al amparo del principio de preclusión (art. 170 del Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación), máxime si la actora parte de una fecha
errónea para comenzar a contar el plazo de contestación de la demanda (Corte
Sup., Fallos 329:2916).
Por ello, incurre en incongruencia el decisorio que admite una contestación que
tuvo por no presentada, y se funda en prueba que por haberse ordenado
previamente su desglose debe considerarse como procesalmente inexistente (Sup.
Corte Bs. As., causa L 26.114, 1/3/1979 (por mayoría) [Véase voto de la minoría y,
asimismo, Fallos 302:1611]).
Si la parte actora consintió la falta de personería con que fue respondida la
demanda (por el letrado que invocó un poder que no acompañó —no obstante
manifestar hacerlo—) operan los efectos de la preclusión en la resolución que la
tuvo por contestada en el carácter invocado, impidiendo volver sobre la misma no
obstante el déficit documental de la presentación (Sup. Corte Bs. As., 19/2/2002,
"Manfredi, Miguel Ángel y otro v. Cía. de Colectivos Costera Criolla S.A. s/
Indemnización de daños y perjuicios", DJBA 163, 145).
Con todo, se ha resuelto también que adolece de un injustificado rigor formal el
pronunciamiento que es fruto de una sobredimensión del instituto de la preclusión
procesal al hacerlo extensivo a un ámbito que no hace a su finalidad (Corte Sup.,
Fallos 323:2562).
Que la decisión que restableció el orden en la causa no viola los principios de
seguridad jurídica y preclusión de los actos procesales ya que no es arbitraria la
corrección efectuada por los jueces a fin de evitar que se concrete la obtención de
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§ 50
Queda comprometida la garantía constitucional de la propiedad, en principio, cuando en la regulación de honorarios se fijan a favor de los
beneficiarios cantidades manifestantemente desproporcionadas con el monto de la causa y con la naturaleza de la labor cumplida (Fallos
238:519; 263:456; 332:2797).
Cuando en alguna especie las regulaciones de honorarios llegaron al sesenta por ciento del monto del juicio la Corte Suprema Nacional
señaló que tales determinaciones no sólo afectan al derecho de propiedad sino que causan agravio a la garantía de la defensa, pues el riesgo
de afrontar el pago de sumas de esa desproporcionada magnitud puede traducirse en una efectiva frustración de la posibilidad de reclamar el
amparo de los derechos (Corte Sup., in re, "Gallerano y otros", 24/8/1966).
realizados, de manera de arribar a una solución justa y mesurada acorde con las
circunstancias particulares de cada caso, pues establecer los honorarios
profesionales mediante la aplicación automática de los porcentuales fijados en la
ley arancelaria, aun del mínimo establecido, puede dar por resultado sumas
exorbitantes y desproporcionadas en relación con las constancias de la causa, no
compatibles con los fines perseguidos por el legislador al sancionar la ley
arancelaria, ni con los intereses involucrados en el caso, ni con los parámetros del
mercado de trabajo en general (Corte Sup., Fallos 331:2550).
Con arreglo a la doctrina del tribunal, lo atinente a la determinación del monto
del juicio y a los honorarios devengandos en las instancias ordinarias, es, en
principio, ajeno a la instancia de excepción por vía del artículo 14 de la ley 48
(Fallos 250:275, 251:452; 252:59; 259:139, 229, 283; Der. 73-781; 319:3135).
De tal doctrina sólo cabe apartarse en supuestos excepcionales, tales como:
Cuando la variación sustancial de criterio existente entre las regulaciones
practicadas en ambas instancias no responde a un fundamento acorde con la
seriedad y extensión de las articulaciones de las partes para la determinación de
los honorarios (Fallos 251:512; Der. 72-553).
O si el fallo de la alzada redujo honorarios apelados sólo por bajos.
(Véase supra § 27) (Fallos 292:587).
O cuando la fijación haya sido irrazonable o arbitraria, es decir no guarde
adecuada proporción con la labor realizada y la cuantía de los intereses debatidos
(Fallos 252:367; 261:223; 280:48).
Por consiguiente, la impugnación por vía de arbitrariedad —que es de
interpretación estricta— no tiene andamiento, toda vez que el fallo del cual se
recurre —aparte de dejar establecido que la regulación se limita a los trabajos
realizados en el juicio de divorcio propiamente dicho, quedando a los profesionales
el derecho de solicitar nueva regulación en la etapa de la división y adjudicación de
la causa y en una razonable interpretación de las normas legales que estima son
de aplicación al caso, lo cual impide su descalificación como acto judicial (Fallos
206: 148)—.
En circunstancias en que los valores sufren una permanente distorsión por
influjo del envilecimiento del signo monetario (véase supra § 48), se impone como
exigencia, para asegurar la adecuada contra prestación por los servicios
profesionales, considerar los bienes según estimaciones actualizadas al tiempo de
la sentencia, pues tales estimaciones constituyen la forma más adecuada para
respetar el principio de justicia conmutativa y el derecho de propiedad (Corte Sup.,
298:519; 19/10/1976. Fallos 298519; Der. 70-187, entre muchos).
§ 51
§ 52
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§ 53
§ 54
A. Principio general
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B. Excepciones(2)
En diversos pronunciamientos la Corte Suprema Nacional ha establecido que no es necesario el reclamo administrativo previo; así:
Cuando se trata de demanda por daños y perjuicios provenientes de hechos ocasionados por funcionario o empleados del Estado o, por
cuanto el artículo 1º del decreto-ley 28.211/44, contiene una disposición por la cual impone el rechazo de las reclamaciones administrativas
tendientes a responsabilizar al Estado en razón de esos hechos (Fallos 215:37).
Cuando se trata de derechos constitucionales, como el de propiedad, y el amparo se halla directamente consagrado por la Constitución
Nacional, según ocurre con la demanda de daños y perjuicios ocasionados por un juicio de expropiación desistido por el Estado (Fallos
209:526).
Aunque también se ha dicho que si bien es cierto que a partir del reconocimiento constitucional del amparo, se ha interpretado que el
cumplimiento del agotamiento previo de la instancia administrativa no constituye obstáculo para su admisibilidad formal, tal criterio no puede
utilizarse de manera irrestricta en todos aquellos supuestos en que se cuestionan decisiones de carácter universitario que no emanen de su
máxima autoridad, pues implicaría soslayar la vía específicamente prevista por el legislador como la más idónea para su tratamiento y
resolución, máxime no existiendo una situación de urgencia que tornara necesaria la restitución inmediata de los derechos que el actor decía
conculcados y habiendo seguido él mismo la vía del recurso jerárquico ante el Consejo Superior (Corte Sup., Fallos 330:1407, del dictamen de
la Procuración General, al que remitió la Corte).
Cuando la demanda es consecuencia de un juicio anterior promovido por la Nación, como sucede en el caso de un acción de repetición
deducida con posterioridad a un juicio de apremio (Fallos 210:1242).
Cuando la exigencia de agotamiento de la vía administrativa se torna una exigencia irrazonable y superflua (Fallos 314:1147).
E. Reparticiones autárquicas
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Las normas que rigen los procedimientos en causas en que la Nación es parte
directa no deben, sin más, extenderse a los juicios con las reparticiones
autárquicas, si no está en juego la protección del Estado y de sus fines, en que se
fundamenta el privilegio de las leyes 3952 y 11.634 de ahí que corresponda, v.gr.,
confirmar la sentencia que hace lugar a la acción ejecutiva contra el Instituto
Nacional de Vitivinicultura, sin haberse cumplido los requisitos de la reclamación
administrativa previa (Fallos 285:173, 312).
F. La ley 19.549
El previo agotamiento en las instancias administrativas consagrado como
principio general por el artículo 23, inciso a de la ley 19.549, para dejar expedita la
revisión judicial de los actos dictados en esta esfera, no constituye una mera
formalidad ni un estorbo al derecho de defensa que pueda dejarse de lado, sin que
ello implique una lesión al orden jurídico (C. Nac. Fed., sala II, contencioso-
administrativo, 3/4/1979, Der. 85-507).
Corresponde confirmar la sentencia que rechazó la demanda iniciada por una
empresa distribuidora de electricidad contra el Estado Nacional por considerar que
no se había agotado debidamente la vía administrativa si resulta evidente que no
puede considerarse cumplido el procedimiento que exigía el art. 31 de la ley
19.549 como requisito previo al inicio de una demanda contra el Estado Nacional y
la posición asumida por éste en el juicio no evidencia la inutilidad de retrotraer la
cuestión a la etapa administrativa, por lo que no permite concluir que el
agotamiento de la vía administrativa constituyera un ritualismo inútil (art. 32, inc. e],
de la ley 19.549 vigente en ese momento) (Corte Sup., Fallos 332:1629).
§ 55
Son ejecutables los bienes privados de las provincias aun cuando provengan de
impuestos, salvo que esas rentas se hallen afectadas a un servicio público
determinado, que se interrumpiría si los recursos destinados a costearlos fuesen
susceptibles de otra aplicación, o resultaran indispensables para su
desenvolvimiento normal, extremos éstos que en cada caso deben determinar los
jueces, así como, eventualmente, la medida cuantitativa en que procede el
embargo (Fallos 156:18; 171:431; 179:343; 182:498; 198:458).
EL AMPARO(1)
SUMARIO: § 56. Régimen legal. § 57. Justificación y evolución histórica del amparo. Principios generales y caracteres. § 58. La
cuestión de la existencia o inexistencia de las vías idóneas. § 59. Medidas cautelares. § 60. Otras cuestiones procesales. § 61. Los
derechos protegidos. Panorama jurisprudencial. § 62. Amparo colectivo.
BIBLIOGRAFÍA
BIDART CAMPOS, Germán J., Régimen legal y jurisprudencial del amparo,
Ediar, Buenos Aires, 1969; BIELSA, Rafael, El recurso de amparo,
Depalma, Buenos Aires, 1965; CARRIÓ, Genaro R., Recurso de amparo y
técnica judicial, 2ª ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1987; CEBALLOS,
Maximiliano A., Amparo en la provincia de Buenos Aires, Astrea, Buenos
Aires, 2013; GOZAÍNI, Osvaldo A., Derecho procesal constitucional. Amparo,
Página 190 de 715X
§ 56
RÉGIMEN LEGAL
LEY NACIONAL 16.986
ACCIÓN DE AMPARO
Art. 1º.— La acción de amparo será admisible contra todo acto u omisión de
autoridad pública que, en forma actual o inminente, lesione, restrinja, altere o
amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, los derechos o garantías
explícita o implícitamente reconocidas por la Constitución Nacional, con excepción
de la libertad individual tutelada por el hábeas corpus.
Art. 2º.— La acción de amparo no será admisible cuando:
a) Existan recursos o remedios judiciales o administrativos que permitan obtener
la protección del derecho o garantía constitucional de que se trate;
b) El acto impugnado emanara de un órgano del Poder Judicial o haya sido
adoptado por expresa aplicación de la ley 16.970;
c) La intervención judicial comprometiera directa o indirectamente la regularidad,
continuidad y eficacia de la prestación de un servicio público, o el desenvolvimiento
de actividades esenciales del Estado;
d) La determinación de la eventual invalidez del acto requiriese una mayor
amplitud de debate o de prueba o la declaración de inconstitucionalidad de leyes,
decretos u ordenanzas;
e) La demanda no hubiese sido presentada dentro de los quince días hábiles a
partir de la fecha en que el acto fue ejecutado o debió producirse.
Art. 3º.— Si la acción fuese manifiestamente inadmisible, el juez la rechazará sin
sustanciación, ordenando el archivo de las actuaciones.
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Cuando se interpusiera más de una acción por un mismo hecho, acto u omisión,
entenderá el que hubiere prevenido.
Capítulo III
Art. 4º.— Tienen legitimación para accionar por vía de amparo el Estado, y toda
persona física o jurídica que se encuentre afectada en sus derechos o intereses
individuales o de incidencia colectiva.
Capítulo IV
Art. 5º.— La acción de amparo tramitará según las reglas establecidas en la
presente ley. La misma deberá deducirse dentro de los treinta (30) días a partir de
la fecha en que el o los afectados hayan tomado conocimiento del acto u omisión
que consideran violatorio del derecho o garantía conculcada.
Dicho plazo no será interrumpido por intimaciones particulares o presentaciones
en sede administrativa.
En el supuesto de actos u omisiones lesivas periódicas, el plazo comenzará a
computarse respecto de cada uno de éstos.
Art. 6º.— La demanda deberá interponerse por escrito y contendrá:
1) Nombre, apellido, razón o denominación social, domicilio real y constituido del
accionante.
2) La justificación de la personería invocada conforme las leyes en vigor.
3) La individualización en lo posible, del autor del acto u omisión.
4) La relación circunstanciada de los hechos, actos u omisiones que hayan
producido o estén en vías de producir la lesión del derecho o garantía cuyo
amparo se pretende.
5) Ofrecimiento de toda prueba de la que intente valerse, adjuntando la que
obrare en su poder.
6) La petición, en términos claros y precisos.
Será admisible todo tipo de prueba que no se contraponga con los principios de
celeridad y economía procesal.
Art. 7º.— En el caso de amparos de incidencia colectiva, la demanda tendrá que
contener, además de lo establecido en el artículo anterior, la referencia específica
de sus efectos comunes.
Respecto de los procesos sobre intereses individuales homogéneos, la
pretensión deberá además de concentrarse en los efectos comunes, identificar un
hecho único o complejo que cause la lesión; el interés individual no debe justificar
la promoción de demandas individuales, y debe garantizarse una adecuada
representación de todas las personas involucradas.
La representación adecuada del grupo resulta de la precisa identificación del
mismo, la idoneidad de quien pretenda asumir su representación, la debida
notificación y publicidad del litigio y el planteo de cuestiones de hecho y de
derecho comunes y homogéneas a todo el colectivo.
Capítulo V
Art. 8º.— El juez deberá expedirse acerca de la admisibilidad de la acción
inmediatamente. Si la acción fuese manifiestamente inadmisible, el juez mediante
acto fundado la rechazará sin sustanciación alguna, ordenando el archivo de las
actuaciones.
En el caso de declarar la admisibilidad de amparos de incidencia colectiva, por
cumplirse los extremos requeridos para la misma, el juez deberá ordenar la
inscripción de dicha causa en el Registro especial creado en la presente ley, que
informará en el plazo de dos (2) días sobre la existencia de otras acciones que
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tengan un objeto similar o que estén referidas al mismo derecho o interés colectivo
o que alcancen en forma total o parcial al mismo colectivo.
En caso de que del informe surgiere la existencia de otros juicios, la causa se
remitirá al Juzgado que previno.
Art. 9º.— Con la interposición de la demanda o en cualquier estado del proceso,
las partes podrán solicitar el dictado de medidas cautelares previstas en el Código
Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos Aires, siguiendo para ello las
disposiciones de ese cuerpo normativo y las del Capítulo IV de la ley 12.008 en lo
que fueran pertinentes.
La solicitud deberá resolverse juntamente con la resolución acerca de la
admisibilidad de la acción, o en un plazo máximo de un (1) día si el pedido se
realizare en cualquier estado del proceso.
Capítulo VI
Art. 10.— Declarada la admisibilidad de la acción, el juez deberá dar traslado de
la demanda, si la acción de amparo hubiese sido interpuesta contra un acto u
omisión de autoridad pública o persona privada que afecten derechos individuales.
La contestación de la demanda, deberá efectuarse dentro del plazo de cinco (5)
días. El juez está facultado para adecuar dicho plazo conforme la naturaleza de la
cuestión planteada.
Art. 11.— Conjuntamente con el traslado previsto en el artículo anterior, el juez
de oficio o a pedido de parte podrá citar a audiencia simplificadora de prueba. La
audiencia deberá realizarse dentro del plazo de diez (10) días.
En dicha audiencia el juez, quien la presidirá personalmente bajo pena de
nulidad, deberá:
1) Invitar a las partes a una conciliación o a encontrar otra forma de solución del
conflicto. Si el actor no compareciera a la audiencia por sí o por apoderado se lo
tendrá por desistido, ordenándose el archivo de las actuaciones, con imposición de
costas.
2) Resolver sobre el levantamiento, sustitución o modificación de las medidas
cautelares ordenadas.
3) Proveer las pruebas que considere admisibles y pertinentes, las que deberán
producirse dentro del término de cinco (5) días.
4) En caso de que no sea necesaria la producción de prueba, pasar los autos a
sentencia.
Art. 12.— Será facultad y deber de los jueces complementar por propia iniciativa
el material probatorio del proceso, pudiendo a tal fin decretar para mejor proveer,
en cualquier estado de la instancia, medidas que deberán ser cumplidas en el
plazo que estipule.
Capítulo VII
Art. 13.— Habiéndose producido la prueba, o vencido el plazo para su
producción, deberá dictarse sentencia dentro del término de cinco (5) días.
Art. 14.— La sentencia que admita la acción deberá contener:
1. La mención concreta de la Autoridad Pública o del particular contra cuyo acto
u omisión se concede el amparo;
2. La determinación precisa de la conducta que se ordena cumplir, con las
especificaciones necesarias para su debida ejecución;
3. El plazo para el cumplimiento de lo resuelto;
4. El pronunciamiento sobre las costas.
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Art. 15.— La sentencia firme que hace cosa juzgada respecto del amparo
individual o colectivo, deja subsistente el ejercicio de las acciones o recursos que
puedan corresponder a las partes, con independencia del amparo.
En los procesos colectivos, la sentencia alcanza a todo el grupo de afectados, y
será oponible al vencido en beneficio de quienes, a pesar de no haber intervenido
en el juicio, compartan la situación jurídica o de hecho con los que interpusieron la
acción. En caso de rechazo de la acción, cualquier legitimado que no haya
intervenido en el proceso podrá intentar la misma acción con idéntico objeto, si se
valiera de nueva prueba y se encontrare dentro del plazo establecido para
interponer la acción.
Capítulo VIII
Art. 16.— Serán apelables las resoluciones que:
1. Rechacen la acción por su manifiesta inadmisibilidad;
2. Las referentes a medidas cautelares;
3. La sentencia definitiva.
Art. 17.— El apelante deberá interponer y fundar el recurso en el plazo de tres
(3) días ante el juez que hubiere dictado la decisión apelada. El juez resolverá
sobre la concesión del recurso en el día. Concedido el mismo, lo hará con efecto
devolutivo. Con carácter excepcional y fundadamente, atendiendo a las
características particulares del caso, podrá concederlo con efecto suspensivo.
El recurso se sustanciará con un traslado a la contraparte por el término de tres
(3) días; contestado el mismo o vencido el plazo para hacerlo, el juez deberá
remitir las actuaciones a la Alzada en igual plazo.
El Tribunal de Alzada deberá expedirse dentro de un plazo de tres (3) días de
recibido el expediente.
En el supuesto de que el juez denegase la apelación, podrá interponerse una
queja o recurso directo ante la Alzada en el plazo un (1) día de ser notificada la
denegatoria, debiendo dictarse sentencia dentro de los tres (3) días.
Art. 17 bis.— En las acciones de amparo que se dirijan contra acciones u
omisiones, en el ejercicio de funciones administrativas, de los órganos de la
Provincia, los Municipios, los entes descentralizados y otras personas, regidas por
el Derecho Administrativo será Tribunal de Alzada la Cámara en lo Contencioso
Administrativo correspondiente a la jurisdicción donde tramitara la acción.
Capítulo IX
Art. 18.— Todos los términos son de carácter perentorio. El traslado de la
demanda junto a la citación a la audiencia, la sentencia y el traslado del recurso de
apelación se notificarán por cédula o personalmente.
Art. 19.— Las costas del proceso se impondrán al vencido. El juez, en los casos
de amparo colectivo, podrá además aplicar supletoriamente en materia de costas
lo normado en el Código Procesal Civil y Comercial de la Provincia de Buenos
Aires.
No habrá condena en costas si antes del plazo fijado para la contestación de
demanda, cesara el acto u omisión que motivó el amparo.
Art. 20.— La acción de amparo estará exenta del pago de la Tasa por Servicios
Judiciales, sellado y de todo otro impuesto o tributo.
Capítulo X
Art. 21.— Créase en el ámbito de la Suprema Corte de Justicia, el Registro
Público de Amparos de Incidencia Colectiva, en el que se registrarán los procesos
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§ 57
c) Principios generales
§ 58
§ 59
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MEDIDAS CAUTELARES
a) Ámbito nacional
b) Ámbito bonaerense
La ley de la provincia es amplia en sus previsiones en cuanto a las medidas
cautelares admisibles en el amparo(46).
En ese orden, se prevé que el accionante podrá solicitar, con la interposición de
la demanda o en cualquier estado del proceso, el dictado de medidas cautelares
previstas en el Código Procesal Civil y Comercial y también las del Código
Contencioso Administrativo(47)de conformidad con sus disposiciones.
El juez deberá proveer dicha solicitud en la resolución acerca de la admisibilidad
de la acción o en un plazo de un día si la petición se efectuare en cualquier estado
del proceso.
§ 60
a) Competencia
obra social ni de medicina prepaga, y que el alto costo del medicamento recetado
hace que no esté disponible en ningún hospital"(53).
b) Demanda
con prescindencia de los fundamentos que enuncien las partes y conforme con el
brocárdico iura novit curia(56).
c) Rechazo in limine
d) El informe circunstanciado
e) La prueba
f) La sentencia
La norma en cuestión enuncia los requisitos propios que debe revestir una
sentencia estimatoria de amparo pero esto es sin perjuicio de los principios que
son supletoriamente aplicables y, que contemplados con mayor detalle, se
encuentran en la legislación procesal ordinaria(78). De este modo el
pronunciamiento deberá también precisar el lugar y fecha de emisión, el relato y
consideración de las cuestiones que constituyen el objeto del juicio, los
fundamentos y la aplicación de la ley, la imposición de las costas y la firma del
juez. La sentencia en el proceso de amparo, básicamente, deberá asumir la
consideración de tres aspectos:
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g) Los recursos
h) Costas y tasas
§ 61
§ 62
AMPARO COLECTIVO
a) Preliminar
El amparo durante un extenso período de su trayectoria constituyó un
instrumento para la protección de los derechos individuales. Su nacimiento y
posterior evolución estuvieron asociados a conductas que eran objeto de reclamo
por parte de sus afectados personales y directos. Si una institución educativa
excluye, caprichosamente, a un alumno de sus aulas privándolo de su derecho
constitucional a aprender o si un hospital público deniega a un paciente, indigente
y aquejado por una dolencia grave, un tratamiento gratuito y adecuado, el amparo
clásico o individual constituye el instrumento para reparar el agravio constitucional.
Pero, contemporáneamente y de modo creciente, las demandas se
interponen —procurando cierto paralelismo con los ejemplos anteriores— para que
se provea de educación primaria a los niños de una localidad o de un barrio, por la
inexistencia de establecimientos o la insuficiencia de plazas o, análogamente, para
que se instalen servicios de asistencia sanitaria en zonas privadas de ellas.
Este cambio se confirma a poco que se examinen los casos que los tribunales
argentinos, de manera paulatina, han debido decidir. Una enumeración parcial
muestra que se han enfrentado con asuntos de estas características(109):
a) Un grupo de vecinos inició una acción de amparo pretendiendo la declaración
de ilegitimidad del decreto que permitía la pesca indiscriminada de las toninas
overas (mamíferos marinos de la familia de los cetáceos).
b) Un vecino impugnó la demolición de la sede del Ministerio de Economía y
Finanzas de la ciudad de Córdoba, invocando la preservación de recursos
histórico- culturales.
c) Varias asociaciones demandaron al Estado por la falta de cumplimiento de su
deber de prestar asistencia y tratamiento a los enfermos de Sida.
d) El Defensor del Pueblo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires dedujo un
amparo colectivo pretendiendo la reparación de los daños patrimoniales sufridos
por todos los usuarios del servicio público de energía eléctrica a raíz de un
prolongado corte en el suministro.
e) Dos abogados, invocando sus respectivas calidades de presidente del Comité
Ejecutivo Continental de la Asociación Americana de Juristas y de la rama
argentina de dicha institución, demandaron con el fin de que "se disponga la
nulidad e inconstitucionalidad de la disposición del presidente de la Nación de
permitir el ingreso a nuestro territorio de fuerzas militares de diversos países, para
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b) Amparo colectivo
La Constitución no le asigna expresamente esta denominación pero lo consagra
como un instrumento judicial para la protección de los derechos de incidencia
colectiva en general.
La norma constitucional que examinaremos no ha sido objeto de reglamentación
legislativa y tampoco existe aún una legislación general de las acciones
colectivas(111). Este déficit no ha impedido, sin embargo, su desarrollo que es fruto,
casi exclusivo, de la actividad judicial(112). Esta modalidad del amparo no suple a un
sistema integral de tutela colectiva sino que se orienta —satisfechos los requisitos
que le son propios (ilegalidad o arbitrariedad manifiesta, falta de idoneidad de otras
vías judiciales, etc.)— a proteger sólo una parte de ese universo.
La regla constitucional(113)que gobierna esta figura dice que podrá ser promovido
"contra cualquier forma de discriminación y en lo relativo a los derechos que
protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al consumidor, así como a los
derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y
las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que
determinará los requisitos y formas de su organización".
Estudiaremos, consecuentemente, los dos aspectos que claramente contempla:
los derechos cuya protección puede reclamarse y los legitimados activamente para
hacerlo.
HÁBEAS CORPUS
§ 63
RÉGIMEN LEGAL
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A. Nacional
1. Artículo 18 de la Constitución Nacional:
"Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en
ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado
de los jueces designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser
obligado a declarar contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de
autoridad competente".
2. Artículo 20, ley 48:
"Cuando un individuo se halle detenido o preso por una autoridad nacional, o a
disposición de una autoridad nacional o so color de una orden emitida por
autoridad nacional o cuando una autoridad provincial haya puesto preso a un
miembro del Congreso, o a cualquier otro individuo que obre en comisión del
Gobierno Nacional, la Corte Suprema o los jueces de sección podrán, a instancia
del preso, o de sus parientes o amigos, investigar sobre el origen de la prisión, y
en caso de que ésta haya sido ordenada por autoridad o persona que no esté
facultada por la ley, mandarán poner al preso inmediatamente en libertad"
[Derogado por art. 28 ley 23.098]
3. Ley 23.098. Hábeas corpus (ley L H-1414, según Digesto Jurídico).
Capítulo I
DISPOSICIONES GENERALES
Art. 1º.— Aplicación de la ley. Esta ley regirá desde su publicación.
El capítulo primero tendrá vigencia en todo el territorio de la Nación, cualquiera
sea el tribunal que la aplique. Sin embargo, ello no obstará a la aplicación de las
constituciones de provincia o de leyes dictadas en su consecuencia, cuando se
considere que las mismas otorgan más eficiente protección de los derechos a que
se refiere esta ley.
Art. 2º.— Jurisdicción de aplicación. La aplicación de esta ley corresponderá a
los tribunales nacionales o provinciales, según el acto denunciado como lesivo
emane de autoridad nacional o provincial. Cuando el acto lesivo proceda de un
particular, se estará a lo que establezca la ley respectiva.
Si inicialmente se ignora la autoridad de quien emana el acto denunciado como
lesivo, conocerá cualquiera de aquellos tribunales, según las reglas que rigen su
competencia territorial hasta establecer el presupuesto del párrafo anterior que
determinará definitivamente el tribunal de aplicación.
Art. 3º.— Procedencia. Corresponderá el procedimiento de hábeas corpus
cuando se denuncie un acto u omisión de autoridad pública que implique:
1. Limitación o amenaza actual de la libertad ambulatoria sin orden escrita de
autoridad competente.
2. Agravación ilegítima de la forma y condiciones en que se cumple la privación
de la libertad sin perjuicio de las facultades propias del juez del proceso si lo
hubiere.
Art. 4º.— Estado de sitio. Cuando sea limitada la libertad de una persona en
virtud de la declaración prevista en el art. 23 de la Constitución Nacional, el
procedimiento de hábeas corpus podrá tender a comprobar, en el caso concreto:
1. La legitimidad de la declaración del estado de sitio.
2. La correlación entre la orden de privación de la libertad y la situación que dio
origen a la declaración del estado de sitio.
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En los casos en que se formule ante un tribunal será sustanciado por cualquiera
de sus miembros.
Cuando el hábeas corpus se promueva contra una orden de detención, prisión
preventiva u otra resolución (*) dictada por un juez o tribunal, intervendrá la Cámara
de Garantías departamental, a la que se le remitirán los antecedentes de lo
actuado y copia certificada de la resolución impugnada dentro de las veinticuatro
(24) horas de requeridos.
(*) Texto observado por decreto 2749/2004, art. 3º.
Art. 406.— (Texto originario) Competencia. El hábeas corpus podrá ejercerse
ante cualquier órgano jurisdiccional de la provincia.
En los casos en que se formule ante un tribunal, actuará la sala en turno. Podrá
intervenir en la sustanciación cualquiera de sus miembros.
Art. 407.— (Texto según ley 13.252, art. 2º) Requisitos. El hábeas corpus no
requerirá formalidad alguna y podrá ejercerse por sí o a través de tercero, aún sin
mandato.
Sin perjuicio de ello, quien lo ejerza proporcionará, en lo posible: el nombre y
domicilio real del peticionante; nombre, domicilio real y demás datos personales
conocidos de la persona en cuyo favor se peticiona; la autoridad o particular de
quien emane el acto denunciado como lesivo; y la sucinta relación de las razones
que fundamentan el pedido.
Podrá ser formulado a cualquier hora, por escrito u oralmente, en cuyo caso se
deberá labrar acta, en la cual, cuando fuere posible, se mencionará la identidad del
peticionante.
En aquellos supuestos en que por esta vía se impugna una detención, prisión
preventiva u otra decisión emanada, de un órgano judicial, la petición deberá
contener, bajo sanción de inadmisibilidad, los motivos de agravio en que la misma
se sustente.
Art. 407.— (Texto originario) Requisitos. El hábeas corpus no requerirá
formalidad alguna y podrá ejercerse por sí o a través de terceros, aun sin mandato.
Sin perjuicio de ello, quien lo ejerza proporcionará, en lo posible: el nombre y
domicilio real del peticionante; el nombre, domicilio real y demás datos personales
conocidos de la persona en cuyo favor se peticiona; la autoridad o particular de
quien emane el acto denunciado como lesivo; y la sucinta relación de las razones
que fundamentan el pedido.
Podrá ser formulado a cualquier hora, por escrito u oralmente, en cuyo caso se
deberá labrar acta, en la cual, cuando fuere posible, se mencionará la identidad del
peticionante.
Art. 408.— Recusación y excusación. En el procedimiento de hábeas corpus no
será admitida ninguna recusación.
Si algún magistrado se considerase inhabilitado por cualquier motivo, así lo
declarará, integrándose entonces el tribunal como corresponda.
Art. 409.— Informe. El órgano que conozca en el hábeas corpus solicitará de
inmediato al autor de la medida informe escrito, el que deberá responderse en un
plazo no mayor de doce (12) horas.
El informe deberá contener las razones que fundaron la medida u acto atacados
y en su caso, las actuaciones labradas.
Art. 410.— Orden. Cuando corresponda, se dictará orden de hábeas corpus y se
notificará al funcionario o particular a quien se dirige o aquél bajo cuya guarda o
autoridad se encuentre la persona en favor de quien ha sido expedida.
Si se tratare de la privación de la libertad de una persona, el órgano judicial
interviniente ordenará que la autoridad requerida, en su caso, presente ante él de
inmediato al detenido juntamente con el informe del art. 409. En este caso deberá
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§ 64
CARACTERIZACIÓN
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§ 65
§ 66
EL SERVICIO DE LA JUSTICIA
§ 67
Ahora bien, acota nuestro talentoso jurista, como los litigantes, o buena parte de
ellos, no siempre se hacen cargo de estas cosas, es frecuente oír críticas muy
duras a la labor de la Corte.
Se espera mucho más de ella sin advertir que, sin embargo, el Alto Tribunal no
ha estado ni está dispuesto a darlo y no está dispuesto a darlo porque así debe
actuar con arreglo a las estructuras diseñadas en la Constitución(1).
Pese a tan juiciosas advertencias, acotamos, no obstante, que el Alto Tribunal
merced a una llamativa plasticidad en la procedencia del recurso extraordinario
con base en la doctrina de la sentencia arbitraria, lo que se ha verificado
sobremanera en el período de 1976 a 1980, y siempre para aquellas hipótesis
intolerables en las que se desembocaría en una efectiva privación de justicia;
exceso ritual manifiesto o supuestos nítidos de gravedad institucional o de
sentencia arbitraria, se las ingenia para ser fiel a la preocupación por la Justicia de
manera que entonces la competencia funcional clásica de la Corte se ve sustituida,
y a nuestro juicio para bien, por una mutativa dilatación de sus cauces originarios.
Se señalaba, así, en la edición anterior lo obrado en torno de la problemática de la
pérdida del poder adquisitivo de la moneda(2).
Para los logros de ese cometido tan exquisitamente difícil y trascendente, por
fortuna la Corte opera como lo puntualiza el mismo CARRIÓ; con normas
constitucionales de impresionante vaguedad; quiere decir, susceptibles de
sucesivas lecturas y muy diversos registros, criterios o hermenéuticas como lo es,
sin lugar a dudas la que consagra el carácter inviolable de la defensa en juicio o de
la propiedad. Además, utiliza pautas de evaluación muy generales, laboradas por
la propia Corte como herramientas de aplicación de aquellas normas, tal como
ocurre cuando se explica que las leyes reglamentarias de los derechos
constitucionales sean razonables. Las reglas de uno y otro tipo sólo proporcionan
una guía muy tenue para las decisiones(3).
§ 68
Nos parece útil precisar el marco funcional a través de la propia descripción que
en su discurso inaugural formulara el presidente del Tribunal, Dr.
Manuel GARCÍA PELAYO, y que sirve como ilustrativo elemento de juicio para un
marco fundamental del moderno derecho constitucional procesal:
"Ante Vuestra presencia, Majestades constituye hoy solemnemente este
Tribunal, junto con el Congreso de los Diputados, el Senado, el Gobierno y el
Consejo General del Poder Judicial, es uno de los órganos constitucionales
supremos. Es decir, un órgano cuyas competencias básicas han sido establecidas
por la Constitución y que no está en relación de dependencia con respecto a
ningún otro órgano. Un Tribunal que ya en su mismo método de composición
muestra su significación integradora, puesto que sus miembros son nombrados por
el Rey, a propuesta de todos los demás órganos constitucionales del Estado o,
dicho en términos más tradicionales, propuesta de los poderes legislativo, ejecutivo
y judiciales, decir, de los poderes que podemos denominar políticos y de la
representación suprema del orden judicial. El hecho de ser el único órgano en cuyo
nombramiento se integran, junto con la Corona, todos los demás órganos
constitucionales, hace indudablemente su dignidad y significación. Por otra parte
las, misiones que le han sido atribuidas fundamentan el alto grado de
independencia del Tribunal, sólo sometido en el ejercicio de sus funciones
jurisdiccionales a la Constitución, de la que es intérprete supremo; cuyas
decisiones vinculan a todos los poderes públicos; y que resuelve sobre el legítimo
uso de las competencias por parte de otros órganos, mientras que sólo él puede
decidir sobre su falta de jurisdicción o de competencia.
Recogiendo una expresión surgida en torno de los años treinta suele designarse
al Tribunal Constitucional como defensor o guardián de la Constitución. No hemos
de entrar aquí en el acierto o desacierto de dicha expresión. En todo caso, es
menester que quede claro que el Tribunal Constitucional no es el único órgano
obligado a defender la constitución, ni la vía jurisdiccional el único camino para su
defensa. Tal defensa es un deber general de todos los ciudadanos y poderes
públicos, como se desprende de los términos del artículo 9.1 de la Constitución,
deber que se impone con especial vigor a los órganos situados en inmediata
dependencia de la Constitución.
Más allá de este deber general, el mismo texto constitucional asigna a
determinadas instituciones la misión expresa de defenderla en su totalidad, en
alguna de sus partes. Así, a tenor del artículo 61.1 corresponde al Rey el deber de
hacer guardar la Constitución. Entre las misiones de las Fuerzas Armadas —cuyo
mando supremo corresponde constitucionalmente a Su Majestad— está la de
defender el ordenamiento constitucional. Y el Defensor del, Pueblo, en fin tiene,
como función la defensa de los derechos fundamentales establecidos en el Título I
de nuestra norma básica. Además, la misma Constitución ha previsto medidas
destinadas a protegerla, allanando situaciones fácticas que obstaculicen su
vigencia en ciertas coyunturas, correspondiendo a las Cortes y al Gobierno decidir
sobre dichas medidas y ponerlas en ejecución.
No es, pues, el Tribunal Constitucional el único órgano al que corresponde, la
misión de defender la Constitución, puesto que, si ésta atañe, a todos debe de ser
defendida por todos. Pero mientras que para los otros órganos o instituciones se
trata de un deber genérico, de la consecuencia necesaria del cumplimiento de
otras funciones o de una más entre éstas, para el Tribunal la defensa de la
Constitución, de la totalidad de la Constitución y no solo de una de sus partes, es
única razón de ser y de existir. Mientras que para los demás órganos
constitucionales o para la entidades de relevancia constitucional (como, por
ejemplo, los partidos políticos) la función de la defensa de la Constitución se
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Lo que nos parece importante subrayar porque se conecta con cuestiones que
ya hemos destacado (supra, § 5 y ss., § 31 y ss.), es el prudente equilibrio con que
tal órgano debe actuar para no afectar las regulares y propias competencias de los
poderes políticos administrativos y las zonas de reserva. Al respecto, señaló en la
misma oportunidad el Dr. GARCÍA PELAYO que: "Conscientes de que nos movemos
en un eje cuyos polos son el Derecho y la política, estimamos que nuestra misión
se ciñe a considerar el Derecho como medida de la legitimidad de los actos de
poder, como el orden que establece los límites y que disciplina constitucionalmente
a la acción política. Decidir sobre los valores y objetivos a los que debe servir el
Derecho es una cuestión que —siempre que se mantenga dentro del marco
constitucional— pertenece a la esfera de la acción de la política y, por tanto, a los
órganos eminentemente políticos. No es función del Tribunal pronunciarse sobre si
el objetivo de una ley o de una línea de acción política son los más convenientes
para los intereses nacionales o si los medios elegidos son los más adecuados para
la consecución de tal objetivo, pues ello pertenece a la esfera de acción y
responsabilidad de otros órganos constitucionales. Lo único que el tribunal puede
determinar, cuando alguien lo cuestione, es si el objetivo y los medios para
alcanzarlo están dentro de los parámetros constitucionales. No puede el Tribunal
invadir la libertad de otros órganos en el ejercicio de sus competencias, pero ha de
cuidar que dicha libertad se mantenga dentro de los límites establecidos por la
constitución. No puede sustituir al legislador, pero sí puede excluir una norma del
orden jurídico o determinar bajo qué interpretación cabe considerarla compatible
con la Constitución (Véase infra, § 128).
Estamos dispuestos a dedicar todo nuestro esfuerzo a la tarea que nos ha sido
encomendada, pero sabemos también que una sobrecarga de asuntos, tanto
cuantitativa como cualitativa, podría perturbarla, y en este sentido es de desear
que se tenga conciencia de que hay problemas políticos que pueden resolverse
satisfactoriamente por métodos jurisdiccionales, pero que hay otros que sólo
pueden y deben ser resueltos por la vía política".
Es que, como con moderación apuntaba CALAMANDREI, "a la Corte
Constitucional italiana no van a llegar indiscriminadamente todas les cuestiones
que la fantasía litigiosa de las partes consiga excogitar, sino solamente las que la
criba del juez haya reconocido como merecedoras de ser tomadas en examen por
la Corte"(10). Se señala en España que ese criterio es el que va a predominar, pero
con la ventaja de que "el órgano judicial, en todos los casos, habrá de dar
oportunidad a las partes al Ministerio Fiscal de ser oídos"(11).
Volvamos a nuestro sistema constitucional.
La brecha entre lo ideal y la realidad se extiende o se estrecha según las
presiones de los justiciables, la pérdida de comprensión del derecho, la
metamorfosis de las valoraciones comunitarias y la remodelación de su escala, la
necesidad de la tutela efectiva de la Justicia y la penetración de un sentido de
solidaridad y de humanismo, lo cual también inyecta al Alto Tribunal una más
sensible adecuación y a gran distancia de lo que fuera su larga trayectoria
institucional. Ello así en tanto "la Corte Nacional asumía con marcada parsimonia
la jurisdicción extraordinaria reglamentada por los artículos 14 y concordantes de
la ley 48, prosperando sólo un ínfimo número de los recursos extraordinarios que
ante ella se interponían".
A fin de precisar con mayor rigor todavía este contexto, importa advertir que
parejamente a lo que caracteriza a su similar estadounidense, nuestra Corte
federal declara con insistencia que no cabe abrir el recurso extraordinario en
aquellos casos en que la cuestión federal planteada es insustancial o baladí, como
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ocurre cuando ella ha sido resuelta muchas veces en forma adversa a las
pretensiones del recurrente (Infra, § 70).
En ese pendular, sobremanera como apuntábamos en los años inmediatos, la
Corte federal en algunos momentos parecía como desbordada por distintos flancos
precisamente en razón de hacerse cargo, generosamente, de impugnaciones
que, a priori en su versión clásica, no habrían tenido otro destino que una franca
inadmisibilidad. Casos inveteradamente consagrados como ajenos a la ortodoxia
del recurso extraordinario debieron, no obstante, ser objeto del contralor jurídico
final del Alto Tribunal. Inclusive, como veremos más adelante (véase, § 500 y ss.),
al definir la interpretación o aplicación de disposiciones típicamente procesales
como la presentación de copias para traslado (art. 120 del CPN).
De allí que por las puertas no sólo de la legalidad, sino más bien y
fundamentalmente de la justicia(12), se ha alcanzado y ésta es creencia compartida,
la no infrecuente posibilidad de un nuevo examen de la sentencia definitiva a
través de la inexcusable intervención final de la Corte Suprema.
La síntesis sociológica y funcional de los acoplados andariveles, los del servicio
y los del justiciable no obstante que se enfatice en el carácter extraordinario
residual y acaso excepcional de esta fascinante y rendidora herramienta que es la
apelación del artículo 14 de la ley 48, en la realidad de estas horas, nos muestra
un modelo institucional en el que el predominio de las líneas clásicas,
fundacionales u ortodoxas se exhiben cuanto menos como insuficientes(13). Nos
parece que mientras no se organice una Corte Nacional de Casación, las cosas
con sus pliegues más o menos intensos, continuarán transitando por este fértil
carril corroborándose un fenómeno que no es por cierto autóctono.
Es que también en este horizonte los hechos y las necesidades son más fuertes
que las teorías y los postulados de escuela, que por lo demás no son inmóviles ni
fueron pensados de una vez y para siempre; no cabe, tampoco, refugiarse en las
rigideces que a priori se adjudican a las previsiones legales(14).
[Véase, para el nuevo panorama del recurso extraordinario federal, infra, § 500 a
§ 505 bis y, para la nueva estructura diseñada —a nivel nacional— por ley
26.853, infra § 527 quinquies a § 527 decies].
§ 69
§ 70
diferencia entre la función legislativa y judicial; y si bien hay un deber moral para
los jueces inferiores en conformar sus decisiones a los fallos de la Corte Suprema,
él se funda principalmente en la presunción de verdad y justicia que a sus
doctrinas da la sabiduría e integridad de los magistrados que la componen, y tiene
por objeto evitar recursos inútiles, sin que esto quite a los jueces la facultad de
apreciar con su criterio propio esas resoluciones, y apartarse de ella, cuando a su
juicio no sean conformes a los preceptos claros del derecho, porque ningún
tribunal es infalible.
Por consiguiente, y con respecto al delicado tema de la fuerza vinculante de los
fallos de la Corte Suprema para supuestos análogos a los decididos por ella, ya
sea el sometimiento simple, ya el deber moral o institucional parece de toda
evidencia que una suerte de obligatoriedad solamente sería inflexible tratándose
de temas federales; ello en virtud de que a la postre, por la vía del recurso
extraordinario se llegaría al Alto Tribunal que consagraría su doctrina como
intérprete final de la constitución.
Pero con prescindencia de las teorías que puedan sustentarse en pro del
fundamento de la fuerza vinculante de los fallos de la Corte federal es que este
órgano produce actos de interpretación propios que al descolocar las doctrinas de
las Supremas Cortes locales, aun en materia de derecho común, opera como una
verdadera Casación general y no sólo constitucional. Muestra así la versatilidad de
sus funciones y el acomodamiento criterioso para hacer más eficaz y seguro el
rendimiento de la Justicia. Con razones fuertes ha desautorizado el criterio que en
la provincia de Buenos Aires sustentaba la Suprema Corte en torno a la usucapión,
desestimado la aplicación inmediata del artículo 3º de la ley 17.771, modificatoria
del Código Civil y artículo 2º de la ley 17.940 y privilegiando, contrariamente, la
supervivencia del artículo 4051 de dicho Código. La Corte Nacional consagró la
tesitura opuesta, que es a nuestro juicio la que mejor se compadece con el sentido
de la legislación ahora vigente: las prescripciones que comenzaron a correr antes
de la ley 17.177 y cuyo nuevo plazo (veinte años) no se hubiese cumplido el 30 de
junio de 1970, se rigen por la prescripción única de veinte años y no la de treinta
que regulaba el artículo 4015, desde el origen del Código Civil (Corte Sup., B-109,
"Báez, Ambrosio A. v. Báez, Pablino M.", 8/6/1982, consids. 5º y 6º [Véase infra, §
1391].
En orden a la autoridad (obligatoriedad) de la jurisprudencia de la Suprema
Corte bonaerense para los demás tribunales inferiores dentro de la jurisdicción de
la provincia, cabe prever que ella abarca, o comprende, lo que es materia de la
Constitución y de las leyes provinciales.
La Suprema Corte ha puesto de manifiesto que el acatamiento que los
tribunales hacen a la doctrina legal de esta Corte responde al objetivo del recurso
extraordinario de inaplicabilidad de ley, esto es, procurar y mantener la unidad en
la jurisprudencia, y este propósito se frustraría si los tribunales de grado,
apartándose del criterio de la Corte, insistieran en propugnar soluciones que
irremisiblemente habrían de ser casadas. Esto no significa propiciar un ciego
seguimiento a los pronunciamientos de esta Corte, ni un menoscabo del deber de
los jueces de fallar según su ciencia y conciencia, pues les basta —llegado el caso
— dejar a salvo sus opiniones personales (Sup. Corte Bs. As., 27/11/1990,
"Montes, Mónica Mercedes v. IECSA Sociedad Anónima s/ Daños y perjuicios",
22/9/1992, "Arambarri de Brughetti, María Luisa v. Provincia de Buenos Aires s/
Expropiación inversa", 2/8/1994, "Gómez, Aurelio y otros v. Agri, Antonio s/ Daños
y perjuicios", 27/12/1996, "Mizuno, Daniel Alejandro v. Ratelli, Santiago Armando s/
Cobro de pesos por daños y perjuicios", 17/2/1998, "Barrionuevo, Oscar A. v.
Fulcheri, Adrián J. s/ Daños y perjuicios", 8/3/2007, "Fisco de la Provincia de
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§ 70 BIS
LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA DE LA NACIÓN. UNA VISIÓN REALISTA DEL ALTO TRIBUNAL(21)
Primera Parte
A. Introducción
La Corte Suprema de Justicia de la Nación, de arrollador protagonismo, es
engranaje básico y sensible del Gobierno Federal. Personaje de diaria y decisiva
presencia: cuanto hace es objeto de análisis y comentarios por la gente y los
medios. A ella, la opinión pública le destina severas críticas por estimar perdida la
independencia y le reconoce, asimismo, la importancia de sentencias de indudable
relevancia moral y formativa.
Sin embargo, la Corte se encuentra en una encrucijada instalada en el centro de
la sociedad. Los ruidos hacen perder perspectiva a una crisis de identidad acerca
de cuáles son las funciones a su cargo. El Órgano está compuesto de nueve
jueces desde 1991, porque el número de sus integrantes era antes de cinco o
siete, aspecto que se relaciona con las competencias de su emplazamiento
institucional. Se trata, en efecto, del más jerarquizado tribunal de justicia, con
funciones de contralor constitucional y guardador de los derechos y garantías que
consagra la Constitución Nacional. Lo cierto es que, en esa visceral tarea, le
competen las revisiones de sentencias que le absorben el mayor tiempo: ejercer la
actividad de la casación general (que es la que tiene asignada, por ejemplo, la
Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires). Esta bifurcación entre casación
federal y casación general la hace cabalgar en ambas misiones desvirtuando lo
que es propio de su papel.
El Tribunal está sitiado por miles de expedientes, cuando lo ideal y sólo para las
genuinas cuestiones federales trascendentes, los asuntos —casos— que debería
atender no tendrían que exceder de los trescientos por año. De los cuales no más
de veinticinco revisten gravedad institucional (el tema de la moneda, el parto
inducido, la elección de un senador de provincia, la separación de poderes, la
tributación con alcances interprovinciales, la ética colectiva [corrupción]).
Sólo dilucidando previamente este punto neurálgico es posible reformular el
modelo o perfil cabal de nuestra Corte Suprema. Porque recién entonces se estará
en condiciones de establecer las técnicas de actuación ante ella —de modo
apelado— y sin sobrecarga o disfunciones que desvirtúan su estructura y
finalidades. Esta indefinición institucional, que se arrastró a lo largo del siglo XX, es
la que ahora debe clarificarse con carácter impostergable. A tales fines se alinean
las reflexiones siguientes.
Si se vuelve al cauce histórico (se descarta lo casacional) la Corte debería
formarse con cinco jueces, es decir, reinstalarnos a lo que era vigente antes de la
ley 23.774 (de 1990). Esto es posible, normativamente, por ley del Congreso. Mas
como el problema de revisión de sentencias mal razonadas y fundadas persiste
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B. Confianza perdida
El Alto Tribunal de la Nación había perdido la confianza de nuestra comunidad;
institucionalmente la sociedad advirtió sus divisiones interiores y aunque sin
precisiones concretas la vio desdibujada y sin fuerzas para superar una labor
colegiada que, desde mucho tiempo atrás, distaba de ser la ideal desgastada, fue
debilitando su parecer en causas decisivas que han mostrado dos bloques a
diferencia de la Corte de WARREN, en los Estados Unidos, cuyo liderazgo la
exhibió unánime para fallar el trascendental caso de 'iguales pero no separados',
en la cuestión de los negros en "Brown v. Secretaría de Educación", mostrando así
la fortaleza de una convicción trascendente para el cuerpo social. Entre nosotros
no es la primera vez que alguno de sus calificados jueces en la estela de
Alfredo ORGAZ dio el paso al costado invocando cansancio o 'fatiga moral'.
Nada bien le hace al máximo Tribunal el ballotage del juicio político ni el acoso
por desnudar fallas y desviaciones o exhibir la conducta de cada uno de sus
integrantes. Juzgarlos en el vendaval de una legítima actitud de renovación y
ejemplaridad que la gente (encuestas) comparte y auspicia. Lo cierto es que hace
tiempo que la Corte ha perdido el encanto en el papel instituible que debe
desempeñar. Cada vez más pronto —a lo largo de 2003, posibilidad que no parece
clausurada en 2004—, hay obligación de volver sobre ella a fin de clarificar los
comportamientos y dudas. La sociedad argentina reparó en que no puede disfrutar
de los indudables aciertos de muchas de sus sentencias, de la defensa de las
garantías y demarcación de los límites de los poderes y esas reservas, a esta
altura, parece que no pueden obviarse. Acotaciones que no hubiéramos querido
expresar en días que no son felices para el Tribunal pero que sugiere hallarse en
profundo replanteo y plena renovación de sus integrantes. Tampoco
desconocemos que no es fácil en los tiempos que vivimos desenvolverse en la
misma piel del tigre.
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Segunda Parte
Tercera Parte
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§ 70 TER
En orden a ello señala, por una parte, que la aplicación de la ley debe
efectuarse equitativamente de acuerdo con la valoración y apreciación de los
hechos específicos traídos a conocimiento de los magistrados ello al tiempo de
dictar el fallo- ya que hacer justicia no importa otra cosa que la recta determinación
de lo justo en concreto, lo que se logra con la realización del derecho en la
situaciones reales que se presentan (con congruencia, adecuando lo jurídico, el
que rige precisamente las circunstancias comprobadas en la causa) (Corte Sup.,
"Gucciardo, Marino Roberto", 16/4/1998, entre muchas afines).
Mas desde otro registro y en la perspectiva arriba puntualizada, subrayará, con
reiteración, que una de las primeras y más valiosas reglas de interpretación no
sólo concierne a la necesidad de ver a la Constitución como un todo orgánico
computando el conjunto de sus preceptos de manera que armonicen con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución
Nacional (Fallos 312:111, consid. 8º), evitando darles un sentido que oponga sus
disposiciones, destruyendo las unas por las otras y adoptando como verdadero el
que las concilie, y deja a todas con valor y efecto (Fallos 1:297, consid. 3º), para lo
cual —y aquí emerge la clave—, sino que no debe prescindirse de las
consecuencias que deriven de cada criterio, pues ellas constituyen uno de los
índices más seguros para verificar su razonabilidad y su coherencia con el sistema
en que está engarzada la norma (Fallos 307:1018 [ver Corte Sup., "Signa SRL",
25/9/1997, consid. 6º, DJ, 1998-2-812]).
El tema de la interpretación es decisivo y cuenta con la prioridad doctrinaria
(LINARES QUINTANA, SAGÜÉS [ver supra, § 56 y ss.] BIDART CAMPOS).
c) Flexibilización de los principios procesales. Elegantemente, el Tribunal nos
dice a los procesalistas y a los jueces que deben (debemos) evitar la adopción de
criterios rigurosos que hagan del proceso un conjunto de solemnidades que
desatiendan su finalidad específica (Corte Sup., "Gabioud, Rodolfo Juan C. Cortés,
Agustín Alberto", 23/12/1997, LL 1998-C-695).
d) En la instancia extraordinaria local. De su lado la prestigiosa Casación de la
Provincia de Buenos Aires sumará que la moderna irrupción del juez director del
pleito, tiene en el aspecto fáctico un freno insalvable: la descripción y delimitación,
que efectúa el reclamante. Ello es así porque, si bien el judicante ha dejado de ser
un convidado de piedra o un mero árbitro y goza, por ende, de amplias potestades,
no puede alterar el petitum (incorporando rubros no pedidos), porque en tal caso el
magistrado rompería el dique dispositivo y entraría en los espacios del modelo
inquisitivo (Sup. Corte Bs. As., 10/6/1997, voto del Dr. HITTERS, ED 176-319).
Claro que ni la Corte ni los jueces están obligados a tratar todas las
argumentaciones de las partes sino sólo aquellas que se estimen decisivas para la
solución de la controversia y el fundamento de sus conclusiones (Corte Sup.,
"Wiater, Carlos v. Estado Nacional [Ministerio de Economía]", 4/11/1997, entre
otras, LL 1998-A-281).
El proceso y la actividad que en él se despliega deben respetar su lógica
interior.
Queremos mostrar así la flexibilización de los principios procesales y los límites
de los conceptos o de las figuras jurídicas. En ese continuo balanceo de progreso
y freno, la palabra semanal de la Corte aporta no poco a la evolución y firmeza del
Derecho; a su interiorización en el pueblo.
e) Aplicación de la ley. Será suficiente marcar que la misión de un tribunal de
Justicia es actuar las leyes a los casos ocurrentes, y que su facultad de explicarlas
e interpretarlas se ejerce sólo aplicándolas a las controversias que se suscitan
ante ellos para el ejercicio de los derechos y cumplimiento de las obligaciones
(Corte Sup., "Aldo y otros", 20/8/1996).
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f) El interés como factor axial de la legitimación. Empero (por ahora) la sola
calidad de ciudadano, aun sumándole la de legislador, no es suficiente, de no
demostrarse otro interés concreto, jurídicamente protegido, ni resulta suficiente
como fundamentos de legitimación para imponer la pretensión declarativa de
inconstitucionalidad (Corte Sup., 31/3/1999, ED 183-1163, con nota de Cipriano H.
J. CAMBIASSO, El caso Gómez Díaz y otros v. PEN)(36). El Derecho argentino no ha
institucionalizado (todavía) la acción popular.
g) Es el principal operador del Derecho. No dejará de expresar el Tribunal
cimero que la Corte Suprema tiene la obligación de corregir la actuación de las
Cámaras de Apelación cuando se configura un supuesto de trasgresión a los
principios fundamentales inherentes a la mejor y más correcta administración de
justicia entre los que se hallan los relativos a la adecuada composición y
funcionamiento de sus órganos (Corte Sup., "Vaccaroni, Saúl Pedro v. DGI",
6/10/1998).
En general y en breve: acertadas o no las sentencias de la Corte y el resguardo
de su integridad, la mayoría de ellas interesa, fundamentalmente, tanto a la vida de
la Nación, su orden público y la paz social cuanto a la estabilidad de las
instituciones y, muy especialmente, a la supremacía de la Constitución en que
aquéllos se sustentan (Corte Sup., "Sisto, Ricardo Aníbal y otros v. Dirección
Nacional de Vialidad", 13/8/1998).
h) Tutelas renovadas. Es grato destacar, igualmente, el impulso que en la última
década ha impreso la Corte a las técnicas modernas de tutela diversificada,
preventiva, urgente y de resultados efectivos (amparo, hábeas data, pretensión
declarativa de certeza, injunción, control de constitucionalidad, aperturas en el
recurso extraordinario, durante la emergencia económica y la muerte del corralito
financiero, etc.).
El ámbito del artículo 322, CPN y su manifiesta y útil consolidación,
trasvasándose fundamentos semejantes del amparo a figuras equiparables, con
notable maleabilidad técnica y funcional, facilita la labor del profesional y disminuye
los riesgos en los errores del nomen iuris.
Es alabable, asimismo, que el pedido de declaración de invalidez de una norma
se repute que importa el ejercicio de una acción directa de inconstitucionalidad, es
decir de aquellas que el Máximo Tribunal explícitamente ha asumido como medio
idóneo ya sea bajo la forma de amparo (art. 43, CN), de acción de mera
certeza (art. 322, CPN), o el juicio sumario en materia constitucional, para prevenir
o impedir las lesiones de derechos de base constitucional (Corte Sup., "Asociación
de Grandes Usuarios de Energía Eléctrica de la República Argentina (AGUEERA)
v. Provincia de Buenos Aires", 11/4/1997, DJ, 197-2-428).
Ahora bien, la acción declarativa de inconstitucionalidad ha de tener por
finalidad precaver las consecuencias de un acto en ciernes —al que se le atribuye
ilegitimidad y lesión al régimen constitucional (en el caso el federal)— y fijar las
relaciones legales que vincula las partes en conflicto (Corte Sup., "Droguería Aries
SA v. Provincia de Santa Fe y otros", 20/4/1999, LL 1999-D-514).
En resumen (y con beneplácito), la acción declarativa de certeza ha ganado
amplio espacio operativo e insuflado al conjunto de las técnicas instrumentales un
renovado vigor y efectividad.
Correspondería agregar que la acción de inconstitucionalidad —como el amparo
— tiene una clara y fecunda finalidad preventiva y no requiere la existencia de
daño consumado en resguardo de los derechos; ése es un medio plenamente
eficaz y suficiente para satisfacer el interés de la actora (en tanto procura se
declare la inconstitucionalidad de normas de carácter federal por ser
presuntamente violatorias de la Carta Magna o de Tratados Internacionales), por lo
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vida en sociedad; preserva y asegura la Libertad con Igualdad, y abre las puertas
al necesario bálsamo de la solidaridad.
2) Claro es que sin olvidar su misión más encumbrada, la de hacer justicia y
velar por la efectividad de la tutela judicial y la salud de las garantías.
3) Sus funciones —enormes, delicadas y en exigencia de permanente
creatividad— se desplazan a las áreas de vanguardia, coloreadas del respeto por
el factor tiempo (justicia temprana y urgente), de lo preventivo más que lo
reparador (a la protección de la vida, la salud, el medio ambiente, los intereses
difusos) y del patrimonio moral y de la preservación de la intimidad y seguridad de
la persona (de todas las personas, sin discriminación). Con un fuerte matiz de
uniformación(37).
4) Es así testigo calificado, y partícipe de llamativa fuerza inductora de los
cambios, de la prudente adaptación y modernización de los usos sociales y de la
evolución jurídica (por caso el reconocimiento de la relación concubinaria como
relación de pareja, la supresión de discriminaciones, la recepción y anclaje
definitivo del proceso justo y la plena virtualidad del amparo ["Siri" y "Kot, etc., LL
89-532; 92-632]).
Es el gran fiador de una nueva cultura jurídica.
5) Si al abogado argentino tradicionalmente lo atraparon las técnicas
instrumentales (especialmente el recurso extraordinario, artículo 14, ley 48)
mediante las cuales, procesalmente, recorría el sendero de ingreso al escenario de
la Corte, hoy no reviste menos interés teórico-práctico, estar en cabal posesión de
los "secretos" de la Corte; de sus posibilidades funcionales, de lo que ella, en
verdad, está dispuesta a escuchar y a dar al litigante.
Y aquí una precisa advertencia de uno de nuestros más inteligentes juristas, el
recordado Dr. Genaro Rubén CARRIÓ: "el letrado siempre estima que el Alto
Tribunal está dispuesto a asumir su caso y a que estime procedente su remedio, lo
que no es así".
6) A mitad de camino (control de controles en lo doméstico), casación de
casaciones y, por autoridad moral referencia obligada (de fuerza vinculante para
las Cortes provinciales y la estructura judicial de todo el país) se sabe, a su vez,
controlada: a) por las doctrinas de la Cortes Comunitarias o Transnacionales
(Pacto de San José de Costa Rica, Luxemburgo y Estrasburgo); b) por una opinión
pública que no es neutra ni prescindente de lo que le acontece al Derecho en el
nivel de la Corte, y c) por la presión de los medios que zamarrean a los jueces a
"dictar sentencia ya" antes de que el trámite del juicio investigue, esclarezca,
determine y juzgue "con arreglo a derecho". Desde luego que en no pocas
oportunidades no podrá abstenerse; tendrá que pronunciar la decisión(38).
7) La Corte sabe también que el Derecho es para la vida, y no a la inversa; que
la vida del hombre —de todos— vale, y, porque vale es seria, al decir de
Pío BAROJA(39).
8) En las arrugas que los derechos y garantías fundamentales experimentan en
Occidente después del ataque a los EE.UU. del 11 de setiembre de 2001, y la
guerra consecuente, la Corte argentina, en una de las contracciones que el corso y
ricorso de la Historia cíclicamente produce, vendrá obligada a sabia presencia que,
razonablemente, impida el eclipse de derechos y garantías que venían cubiertas,
en el Estado de Derecho, de un amplio plafón de reconocimiento.
9) Al enriquecerse sus coordenadas interpretativas con las doctrinas
jurisprudenciales —guías— de los Tribunales transnacionales, la red de soporte
del edificio jurídico se reviste de una llamativa fortaleza.
10) El ingreso en el escenario nacional, en lo que le ocurre a todos cada día,
instala a la Corte en otro registro de la convivencia institucional. Tiene que
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E. Colofón
A) No se sorprenda, por ende, el ciudadano de cuánto es lo que puede la Corte.
Facultades privativas, zona de reserva, poderes expresos, implícitos; facultades
discrecionales; actividad oficiosa (control de constitucionalidad); construcciones
integrativas o correctoras pretorianas; razones de Estado; función de árbitro;
'bombero general', etcétera, todo lo cual corrobora la legislación por decisiones
judiciales.
Lo señalado y mucho más es de la esencia de la Corte. Fuera de la
responsabilidad política institucional, el control de la opinión pública institucional, y
lo que en el Derecho anglosajón se llama, con elocuencia, "la vergüenza judicial"
(en no salir de madre, desbalancearse o perder ponderación computándose
injustificados o crasos errores) no existen otras vallas de contención, que en
conjunto descansan en su prudente, independiente y sagaz self restraint.
B) La perpetuación de situaciones generales de subida repercusión en el
colectivo (intereses difusos, repetición de casos concernientes a la validez de los
decretos de necesidad y urgencia [art. 99, inc. 3º, Ley Fundamental], a situaciones
de emergencia económico-social, retroactividad de la ley; derechos adquiridos,
alcance de la defensa en juicio, etc.) obliga a que múltiples asuntos de grave
significación no devengan abstractos porque la palabra de la Corte, en tiempo
más, deberá expedirse. Por consiguiente, será útil retener la jurisdicción.
C) Y ello sucede cuando todo el Derecho vernáculo se reviste de una nueva
virtualidad.
D) El hombre de Derecho —y la ciudadanía— lejos de acosarle, deben ayudar a
que la Corte, su independencia y su imagen, cobren luminosidad para constituirse
en el faro de una sociedad sana y emprendedora(40). En contrapartida, el Tribunal
debe preservarse y al compás de un prudente y osado activismo, en la aceleración
del pulso social, sin refugiarse en las nostalgias de pasado (será equivocado tratar
de encajar los hechos nuevos en los antiguos moldes normativos —Luis DÍEZ-
PICAZO—), ante la exigencia creciente de la racionalización de la política, de lo
económico, de lo ético, lo social y lo cultural, arrojar señales y criterios que recojan
los cambios y los reflejos en la sociedad, con el aporte de serenas y orientadoras
coordenadas mayores(41).
¡Qué bien hace a los argentinos que la Corte Suprema (pese a sombras y
eclipses propios), día a día, nos recuerde los beneficios que para la democracia, el
régimen republicano y la pacífica y ordenada convivencia, representa gozar de la
supremacía de la Constitución Nacional!
§ 71
A. Generalidades
[Remisión: véase infra § 74, Organización judicial y normas de procedimiento]
No puede controvertirse en modo alguno que las provincias tienen la facultad de
darse sus propias instituciones locales y específicamente dictar leyes sobre
procedimientos; mas ello no obsta a la validez de las disposiciones reglamentarias
que dicte el Congreso cuando considere del caso establecer formalidades
especiales para el ejercicio de determinados derechos consagrados en los
Códigos fundamentales que le incumbe sancionar (Fallos 138:157; 141:254;
162:376; 247:524, sus citas y otros; 265:38, consid. 39). Quiere decir —y lo hemos
marcado desde hace muchos años al estudiar el proceso de usucapión y la
constitucionalidad de la ley 14.159 (y decreto ley 5756/58)— que el legislador
nacional no se encuentra inhibido —en circunstancias especiales y de por sí
razonables— para dictar normas que aunque regulatorias del procedimiento
aparezcan íntimamente vinculadas con el derecho de fondo que se reglamente,
pero en ese caso la forma en que el Congreso lo establezca debe ser compatible
con las garantías de los artículos 17 y 18 de la Constitución Nacional.
Va de suyo, entonces, que los ordenamientos procesales que han venido
sancionando las provincias no implican sino el ejercicio de poderes que
originariamente les competen (art. 121, CN) y que sólo corresponden a la Nación
cuando en forma expresa le hayan sido conferidos o resulten consecuencia
forzosa de sus facultades constitucionales (Fallos 269:4191; 270:11, citas de
ambos y otros).
Desde ese horizonte, ha de marcarse que dentro de tales facultades y con rol
prioritario se encuentran las que corresponden al Congreso en orden a "proveer lo
conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las
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provincias" (art. 75, inc. 18, CN). En tal sentido, puede y debe el legislador
nacional, en materia cuya trascendencia rebase el interés local, ejercer sus
facultades de acuerdo con la antedicha cláusula, supuesto en que las normas
locales deben ceder cuando su aplicación entorpezca, frustre o impida los poderes
concurrentes del gobierno federal (doct. de Fallos 251:180 y sus citas; cfr.
asimismo, Fallos 137:212; 133:101; 239:343; 247:325; 249:292; 257:159; 259:157
y 413; 263 :437; 270:11; 296:197) (Corte Sup., 22/9/1977, in re, "CAVJC v. Maurín
Navarro Osvaldo", consid. 49).
Lo referente a las facultades de los tribunales provinciales, al alcance de su
jurisdicción y a la forma en que ejercen su ministerio —todo ello reglado por las
constituciones y leyes locales— es materia irrevisable en la instancia prevista por
el artículo 14 de la ley 48 en razón del respeto debido a las autonomías
provinciales (Corte Sup., N-136, "Núñez, Tito M. y otros v. Hotelera Río de la Plata
SA", 25/11/1981).
La premisa anterior condiciona múltiples situaciones que se dan en la vida del
proceso y, especialmente, se hace más estricta ante la eventual descalificación por
arbitrariedad, de aquellos pronunciamientos de los superiores tribunales de
provincia cuando el eje de la decisión transita aspectos concernientes al régimen
de los propios recursos extraordinarios locales y a sus diversas o posibles
interpretaciones.
En aquellas hipótesis que remiten al análisis de normas de carácter local y de
cuestiones de hecho y de derecho procesal que por regla son ajenas a la instancia
del artículo 14 de la ley 48, y con mayor razón todavía si las mismas han sido
resueltas con fundamentos suficientes que, al margen de su acierto o error,
excluyen la descalificación del fallo como acto judicial, en rigor no habrá cuestión
federal bastante en los términos del artículo 14 de la ley 48.
Aquí merece ser mencionada la doctrina vigente de la Corte Suprema en cuanto
a cual es el superior tribunal de la causa (fallos Strada y Di Mascio).
En el primero se ha señalado que Tribunal superior de provincia, según el art. 14
de la ley 48, es el órgano judicial erigido como supremo por la Constitución de la
provincia, salvo que sea incompetente en el caso, circunstancia que no podrá
extraerse del carácter constitucional federal de la materia que aquél suscite. En los
supuestos en que por razones diversas de esta última naturaleza, el órgano judicial
máximo de la provincia carezca de aptitud jurisdiccional, aquella calidad la tendrá
el tribunal inferior habilitado para resolver el litigio por una sentencia que, dentro
del régimen procesal respectivo, no sea susceptible de ser revisado por otro o,
incluso, por él mismo. Los litigantes deben alcanzar a ese término final, mediante
la consunción, en la forma pertinente, de las instancias locales, a efectos de
satisfacer el recaudo examinado.
Señalándose como requisito inexcusable del recurso extraordinario el
fenecimiento de las disputas en sede local, lo que implica el agotamiento de todas
las instancias hábiles allí establecidas (Corte Sup., 308:490).
En el segundo, y en fallos posteriores, se ha resuelto que es facultad no
delegada por las provincias al Gobierno Nacional la de organizar su administración
de justicia y, por ello, la tramitación de los juicios es de su incumbencia exclusiva,
por lo que pueden establecer las instancias que estimen convenientes (arts. 104,
105 y 108 de la Constitución Nacional); empero, tal ejercicio es, desde todo punto
de vista, inconstitucional si impide a los magistrados locales considerar y aplicar en
su integridad la totalidad del orden jurídico del Estado, en cuya cúspide se
encuentra la Constitución Nacional, las leyes que en su consecuencia se dicten por
el Congreso y los tratados con las potencias extranjeras, a las que las autoridades
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B. Cooperación de la justicia provincial con la nacional(1). Interpretación del artículo 7º de la Constitución Nacional
La Corte Suprema Nacional ha declarado reiteradamente que las autoridades provinciales no pueden prevalerse de sus propias leyes para
trabar o turbar en forma alguna la acción de los jueces que hacen parte del Poder Judicial de la Nación (Fallos 233:703 y sus citas; 310:348;
316:3073).
Agregándose que la Corte tiene facultades para disponer las medidas pertinentes, incluso conminatorias, a los fines del adecuado ejercicio
de su competencia legal (Corte Sup., Fallos 325:2723).
Por vía de principio, el juez de una provincia carece de atribuciones para obligar al testigo domiciliado en otra, a trasladarse a la provincia
para prestar declaración, debiendo recurrirse en tales casos al procedimiento del exhorto (Fallos 210:131, y doct. de Fallos 92:162).
Es, sin embargo, indudablemente propio de las autoridades provinciales reglamentar por conducto de leyes, decretos o acordadas, la forma
de dar exacto cumplimiento al auxilio debido a la justicia nacional, pudiendo establecer la vía a seguir para qué los jueces provinciales en curso
a los encargos o rogatorias dirigidos por los magistrados de la Nación(2)(Fallos 240:89; 245:518).
§ 72
§ 73
CONCEPTOS GENERALES
Sin embargo, la propia Corte consideró que no era compatible con los principios
enunciados —al así declararlo en Acordada del 7/3/1968— la creación de un
tribunal de enjuiciamiento para jueces de una provincia compuesto por
magistrados de la Nación y otras provincias.
A este respecto, cabe recordar que de antiguo ha establecido que le está
vedado a la justicia nacional el examen y la resolución de cuestiones de esta
naturaleza (Fallos 1:170; 236:100; 238:320, entre otros); específicamente en Fallos
123:106, se dijo, con referencia a un caso en el que se planteaba la interpretación
de normas locales relativas al enjuiciamiento de magistrados provinciales, "que la
organización de los tribunales que deben asegurar la administración de justicia, la
determinación, de la competencia y procedimiento de los mismos, ya sean
ordinarios o de jurados, es de incumbencia de las provincias, en el orden local, con
arreglo a lo dispuesto en los artículos 5, 67, inc. 11, 104 y de la Constitución" (Der.
21-705, consids. 9 y 11) (Véase infra, § 675).
Tocante a la doctrina del tribunal sobre las situaciones de emergencia, es viable
poner de resalto en particular aquellas que autorizan un ejercicio más enérgico del
poder de policía en los momentos de perturbación social y económica (Fallos
200:450).
Siempre que medie un conflicto entre particulares, o entre particulares y el
Estado, referente a derechos subjetivos privados de aquéllos, la intervención de un
órgano judicial resulta constitucionalmente ineludible. Esa exigencia deriva de los
artículos 18 y 95 de la Constitución nacional, en tanto por el primero la garantía de
la defensa en juicio supone básicamente que a todos los habitantes del país ha de
reconocerse, en situaciones como las señaladas, el derecho de ocurrir ante algún
órgano judicial a fin de obtener el amparo de los derechos que estimen
amenazados o lesionados. y en lo concerniente al segundo, porque esa norma, al
prohibir al presidente de la República ejercer funciones judiciales, descarta el
poder de dicho funcionario, e implícitamente de los funcionarios y organismos
administrativos, en el sentido de conocer y decidir tal género de conflictos (Fallos
247:646 y sus citas; 249:228; 250:472; 253:485; 254: 58, 62; 255:354; 257: 136).
Reiteradamente ha decidido la Corte Suprema Nacional que es de la esencia del
poder judicial decidir colisiones efectivas de derecho, sin que competa a los jueces
hacer declaraciones generales o abstractas(1)(Fallos 199:213; 218:590; 221:215;
229:460 y 531; 235:129; 236:673; 312:2348; 320:2851; 326:1007; 327:1899;
330:2548; 332:5).
La desaparición de la finalidad del litigio (es decir la ausencia concreta, en el
caso, de interés procesal) constituye requisito jurisdiccional que incumbe a los
jueces comprobar de oficio (Fallos 257:227; 11/3/1982, "Prov. del Chubut v. Agua y
Energía Eléct. S. de E.", Der., v. 98, fallo 35.674).
Es de la jurisprudencia de la Corte federal que corresponde a los jueces hacer
cumplir sus propias resoluciones, en aquellos casos en los cuales no se trate de
recursos legales o de puntos de superintendencia (Fallos 126:236; 310:346).
Recuérdese que los jueces no pueden validar actos violatorios de la
Constitución, por causa de las miras de interés público perseguidas por quienes
los cumplieran (Fallos 198:78).
La doctrina señalada se integra con otra inteligente pauta de alta política, que
consiste en reparar que no compete a la justicia examinar el acierto o error con
que el legislador distinga y clasifique los objetos sobre los que legisla y que se
hallan claramente estructurados en la ley, desde que tales medidas son dictadas
según criterios de gobierno que no puede revisar la justicia (véase infra, cap. XXI)
(Fallos 246:340; 249:425).
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naturaleza, mientras no se haya dado lugar a una causa o litigio para cuya decisión
se requiera la revisión de algún punto constitucional (Fallos 243:552; 255:86 sus
citas y otros).
Con todo, la doctrina más reciente del Tribunal ha ido evolucionando y ostenta
una innegable riqueza hermenéutica, reconociéndose —en el orden nacional y
bajo ciertas condiciones— la procedencia de la acción declarativa de
inconstitucionalidad (Corte Sup., Fallos 327:1813).
Inicialmente, se ha de señalar que —según lo ha señalado el Alto Tribunal— no
se está en presencia de un supuesto de "casos contenciosos" cuando se procura
la declaración general y directa de inconstitucionalidad de las normas o actos de
los otros poderes (Corte Sup., Fallos 325:961; 326:2931; 328:1701).
Por ello, se ha resuelto que corresponde rechazar la demanda si la acción
tiende a obtener una declaración general y directa de inconstitucionalidad del
impuesto a los ingresos brutos, lo que no constituye un "caso contencioso" o
"causa" que justifique la intervención del Poder Judicial de la Nación ya que la
actora no acompañó elementos que permitan concluir que existe un reclamo
específico del Estado provincial, sin que obste a ello el antecedente de la deuda
que pagó la actora tiempo antes del inicio del proceso (Corte Sup., Fallos
332:1433).
En igual sentido que la pretensión tendiente a obtener una declaración general y
directa de inconstitucionalidad de la norma local que establece el pago del
impuesto sobre los ingresos brutos sobre la actividad de transporte
interjurisdiccional de pasajeros de la actora no constituye causa o acto contencioso
que permita la intervención del Poder Judicial de la Nación si no se acompañó
documentación alguna que acredite los referidos requerimientos de pago, ni sus
contestaciones, ni tampoco se intentó demostrar por otros medios de prueba la
existencia de actos concretos de la Dirección de Rentas del Estado local dirigidas
a gravar la actividad (Corte Sup., Fallos 329:4259).
Que se excedería en mucho la función que le ha sido encomendada al Poder
Judicial si se diese trámite a la demanda tendiente a obtener la declaración de
inconstitucionalidad de los arts. 16, 17 de la ley 11.504 de la Provincia de Buenos
Aires, pues es de absoluta evidencia que su examen sin acto alguno del poder
administrador que lo justifique exigiría emitir un pronunciamiento de carácter
teórico por medio del cual, inevitablemente, se juzgasen las bondades del sistema
vigente en materia de medicamentos, función que, sin los presupuestos
necesarios, le está vedado a la Corte ejercer (Corte Sup., Fallos 326:2931).
Que corresponde desestimar la acción de inconstitucionalidad si la peticionaria
ha entendido configurada la situación de incertidumbre con la sola emisión de las
normas y su confrontación con un esquema de desarrollo comercial operativo,
cuya afectación resulta meramente especulativa, en tanto no se aportaron datos
concretos acerca de los establecimientos que se proyectaba instalar, el ocurrente
rechazo de tales propuestas, el inicio de los trámites y la demora o desestimación
irrazonable o infundada, por lo cual los agravios constitucionales resultan
meramente hipotéticos, sin que eventuales dificultades en la planificación
empresarial motivadas en la mera existencia de ese plexo normativo, constituyan
fundamento suficiente como para transformar en cierto y actual un gravamen que
sólo se presenta como de naturaleza conjetural (Corte Sup., Fallos 333:1088).
Y que corresponde rechazar la demanda si no se configura con relación al
impuesto provincial cuestionado un estado de incertidumbre sobre la existencia,
alcance o modalidades de una relación jurídica que pudiera producir un perjuicio o
lesión actual del actor y éste no dispusiera de otro medio legal para ponerle
término inmediatamente (art. 322 del Código Procesal Civil y Comercial de la
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Nación) de modo que se procure precaver por esta vía los efectos de un "acto en
ciernes" al que se le atribuye ilegitimidad y lesión del régimen constitucional (Corte
Sup., 19/2/2008, "Línea Expreso Liniers Sociedad Anónima industrial y Comercial
v. Buenos Aires, Provincia de s/acción declarativa").
Cobra así relevancia, en la faena de determinar la configuración del caso, la
noción de "acto en ciernes".
En tal sentido, la Corte ha dicho que la acción declarativa de inconstitucionalidad
debe responder a un "caso", ya que dicho procedimiento no tiene carácter
simplemente consultivo, ni importa una indagación meramente especulativa; la
acción debe tener por finalidad precaver las consecuencias de un acto en
ciernes —al que se atribuye ilegitimidad y lesión al régimen constitucional federal—
y fijar las relaciones legales que vinculan a las partes en conflicto (Corte Sup.,
Fallos 323:4192; 325:474; 326:2931; 327:1292; 328:3573; 329:3184; 330:3109).
Luego, la declaración de certeza, en tanto no tenga carácter simplemente
consultivo, no importe una indagación meramente especulativa y responda a un
"caso" que busque precaver los efectos de un acto en ciernes, constituye causa en
los términos de la Ley Fundamental (Corte Sup., Fallos 328:4198).
Procede, entonces, la acción declarativa de inconstitucionalidad en la medida
que la situación planteada supere la indagación especulativa o el carácter
consultivo, para configurar un "caso" que busque precaver los efectos de un acto
en ciernes al que se atribuye ilegitimidad y lesión al régimen federal (Corte Sup.,
Fallos 329:1554).
Así, señala el Alto Tribunal que el pedido de declaración de inconstitucionalidad
de una norma importa el ejercicio de una acción directa de inconstitucionalidad, de
aquellas que explícitamente ha admitido como medio idóneo —ya sea bajo la
forma de amparo o la acción de mera certeza— para prevenir o impedir las
lesiones de derechos de base (Corte. Sup., Fallos 327:3010, del dictamen de la
Procuración General, al que remitió la Corte).
Habiendo expresado que la acción declarativa de inconstitucionalidad debe
encontrar sustento: a) en una acción que afecte sustancialmente en algún
momento los intereses legales de alguna persona; b) que la actividad cuestionada
alcance al peticionario en forma suficientemente directa y c) que ella haya llegado
a una concreción bastante (Corte Sup., Fallos 311:2104; 326:4744; 329:1554;
329:3184).
Alegando que siempre que la cuestión no tenga un carácter simplemente
consultivo ni importe una indagación meramente especulativa sino que responda a
un caso y busque precaver los aspectos de un acto en ciernes al que se le atribuye
ilegitimidad y lesión al régimen constitucional federal, la acción declarativa
constituye una instancia apta para evitar los eventuales perjuicios que se
denuncian (Corte Sup., Fallos 329:4259).
En base a ello, se ha juzgado procedente la acción declarativa sobre la base de
lo dispuesto por el art. 322 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
ante la pretensión de la demandante de obtener la declaración de
inconstitucionalidad del impuesto de sellos sobre el permiso de concesión otorgado
y de lo que resulta de la actividad explícita de la Dirección Provincial de Rentas de
la Provincia de Buenos Aires dirigida a la percepción del impuesto que estima
adeudado, actividad que sumió a la actora en un estado de incertidumbre sobre la
existencia, alcance y modalidad de una relación jurídica (Corte Sup., Fallos
331:400).
Mientras tanto la Sup. Corte Bs. As., ha señalado desde su origen que el pueblo
al dictar la Constitución y crear el Poder Legislativo le confirió toda la autoridad
necesaria para legislar según su discreción, sin otras limitaciones que las expresas
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§ 74
§ 75
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A. Perfil
Como puntualiza CLARÍA OLMEDO, "el Estado satisface la pública administración
de la justicia a través de órganos predispuestos que deben actuar conforme a un
procedimiento legalmente regulado. Tal es el basamento de la garantía judicial,
que debe encuadrarse y desenvolverse de conformidad con los principios del
proceso, previo del juez natural y de la inviolabilidad de la defensa"(6).
Advirtamos con CARRIÓ, que "el standard del debido proceso adjetivo
desempeña (en los Estados Unidos de Norte América) un papel semejante al que
entre nosotros cumple el de la inviolabilidad de la defensa en juicio". La garantía
de la defensa, puntualizó la Corte Sup., en el caso "Aybar" (Fallos 127:36),
"supone la observación de las formas sustanciales del juicio relativas a la
demanda, defensa, pruebas y sentencias dictadas por el juez de la causa"(7).
Recuerda el mismo CARRIÓ con particular indicación al proceso penal: "La
jurisprudencia tradicional de la Corte argentina tiene resuelto que por lo que hace a
la garantía del artículo 18 de la Constitución Nacional en la parte que se relaciona
con la defensa en juicio, ese tribunal ha declarado reiteradamente que las
garantías que en materia criminal asegura y consagra el artículo 18 de la carta
fundamental, consisten en la observación de las formas sustanciales del juicio,
relativas a la acusación, defensa, prueba y sentencia dictada por los jueces
naturales del reo.
Con más generalidad, también ha puntualizado el destacado jurista: "ha dicho el
Alto Tribunal que las formas sustanciales de la garantía de la defensa en juicio
incluyen la de asegurar al imputado la posibilidad de ofrecer prueba de su
inocencia o de su derecho, sin que corresponda diferenciar causas criminales,
juicios especiales o procedimientos ante tribunales administrativos. Todos deben
ofrecer ante quien comparezca ante ellos un tribunal apto e imparcial ante el cual
presentar el caso, dándoles ocasión de hacer valer sus medios de defensa y
producir prueba, y proscribiendo los procedimientos que conducen necesariamente
a la condena del imputado, porque no le permiten sino la apariencia formal de su
defensa"(8).
En el desarrollo de esas premisas, ha declarado el más Alto Tribunal federal que
la garantía constitucional de la defensa en juicio exige que, en la solución de las
controversias jurídicas individuales, no se excluya compulsivamente la intervención
de un tribunal de justicia. Por excepción y voluntariamente pueden las partes
sustraerse a la intervención de los órganos jurisdiccionales del Estado, para
someter sus controversias a jueces árbitros arbitradores o amigables
componedores (Fallos 267:199).
Presupuesto de la garantía de la defensa en juicio es la existencia de tribunales
judiciales permanentes, donde pueden ocurrir los particulares en procura de
justicia (Fallos 193:135; 246:87; LL 129-912).
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B. Jueces naturales
La aspiración de contar con una magistratura independiente e imparcial está
directamente relacionada con la consagración constitucional de la garantía del
"juez natural", expresada en la contundente prohibición de que los habitantes de la
Nación puedan ser juzgados por comisiones especiales o ser sacados de los
jueces legítimamente nombrados (art. 18 de la Constitución Nacional) (Corte Sup.,
Fallos 330: 2361).
El verdadero fundamento de la formulación, en su doble aspecto, de la garantía
de los jueces naturales, consiste en la voluntad de asegurar a los habitantes de la
nación una justicia imparcial, cuyas decisiones no puedan presumirse teñidas de
partidismo contra el justiciable, completando así el pensamiento de implantar una
justicia igual para todos, que informe la abolición de los fueros personales (Corte
Sup., Fallos 310:804).
La garantía del juez natural como las del debido proceso y de la defensa en
juicio, exigen tanto que el tribunal se halle establecido por ley anterior al hecho de
la causa, cuanto que haya jueces que hagan viable la actuación de aquél en las
causas en que legalmente se le requiera y le corresponda (Corte Sup., Fallos
315:1940 y 324:1884).
Cuando a raíz de la renuncia, jubilación o muerte de un magistrado, otro nuevo
asume la función que a él correspondía y continúa conociendo en la causa iniciada
con anterioridad no hay sustracción al juez natural, ya que lo inadmisible, lo que la
Constitución repudia, es el intento de privar a un juez de su jurisdicción en un caso
concreto para conferírsela a otro que no la tiene, en forma tal que por esta vía
indirecta se llegue a constituir una verdadera comisión especial disimulada bajo la
calidad de juez permanente de que se pretende investir a un magistrado de
ocasión (Corte Sup., Fallos 329:1245, del dictamen de la Procuración General, al
que remitió la Corte).
Desconoce la garantía de los jueces naturales la sentencia dictada por el
presidente de una Cámara federal de apelación, en su carácter de vocal de feria
del tribunal durante el receso del mes de enero, que —atribuyéndose la potestad
de juzgar investido por el cuerpo colegiado que integra— resuelve el recurso de
apelación contra el fallo de primera instancia (Fallos 244: 164; 250:214; y ver
también doctrina de Fallos 234:482; 236:528; 237:673).
La expresión "jueces naturales" en el tradicional empleo que de ella ha hecho la
Corte Suprema Nacional significa el derecho a "ocurrir ante un órgano judicial en
procura de justicia" (Fallos 247:56; 19:135; 250:61, 407). Se trata en definitiva del
derecho a la jurisdicción judicial. Tal garantía —la de los jueces naturales— es
ajena a la distribución de la competencia entre los jueces ordinarios permanentes
del país (Corte Sup., 10/2/1967, in re, "Corrales v. Utem", Fallos 293:443).
En su momento, se dijo que no viola la garantía del juez natural el artículo 234
de la ley 19.551 —norma que no encuentra equivalente en la ley de concursos y
quiebras vigente—, que impone ordenar la detención del fallido si hay presunción
de fraude, porque dicha norma no importa el juzgamiento del caso por un
magistrado distinto al que la ley designara antes del hecho, sino que se trata de un
simple arresto a cuyo respecto el propio artículo 18 de la Constitución Nacional
sólo requiere orden de autoridad competente (Fallos 293:197).
No se vulnera la garantía constitucional del juez natural, en el supuesto de que
se atribuya el conocimiento de la causa que tramitaba ante los jueces, a
autoridades administrativas, siempre que tales resoluciones sean susceptibles de
recurso judicial(9)(Fallos 193:192; 242:308).
Con la derogación del Tribunal Arbitral de Obras Públicas mediante el decreto
1349/01 no se configura la alegada sustracción del juez natural, ya que el
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C. Fueros personales
En su momento, se había resuelto que la existencia de la jurisdicción militar no
afecta la proscripción constitucional de los "fueros personales", pues aquélla no
configura un fuero de excepción establecido en razón de la simple condición o
estado de las personas, sino un fuero real, o de causa, basado en la naturaleza,
lugar y ocasión de los actos sobre los que versan los respectivos procesos (Fallos
27:111; 147:45; 236:588).
Con todo, en fallos más actuales se ha dicho que uno de los fines esenciales de
la ley 23.049 ha sido el de restringir la competencia militar a las infracciones de tal
naturaleza, excluyendo de esa jurisdicción a los delitos comunes en tiempos de
paz.
No corresponde, entonces, a la competencia militar la causa instruida por el
delito de lesiones si encontraría adecuación típica dentro de las previsiones del art.
89 del Código Penal y el suceso se originó en circunstancias totalmente ajenas al
ámbito de disciplina castrense que trata de preservar el Código de Justicia Militar
(Corte Sup., Fallos 329:1690, del dictamen de la Procuración General, al que
remitió la Corte).
§ 76
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§ 77
derecho análogo de los demás litigantes y con el interés social de obtener una
justicia eficaz (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1963-1-654).
El derecho de defensa, ínsito en toda disputa, requiere que la denuncia (y ello
vale con mayor razón, para la demanda civil) se conforme con exigencias
adecuadas puntualizando los hechos en forma concreta (Sup. Corte Bs. As., Ac. y
Sent., 1961-IV-464).
En distintas oportunidades ha señalado la Suprema Corte de Buenos Aires, que
es suficiente que la audiencia a la parte se haya producido en una etapa
cualquiera del procedimiento, para considerar que no ha obrado desconocimiento
al principio de defensa, pues lo esencial es que haya tenido oportunidad de hacer
valer sus defensas, en algún momento, de conformidad con las leyes procesales,
no siendo idóneo alegar la existencia de otro quebrantamiento si el interesado, por
su negligencia, desaprovechó las oportunidades que la ley le dio para hacer valer
sus prerrogativas y sus expectativas (LL 10-1087; 14-174; 15-1012; 17-669; etc.;
Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1956-VI-275; DJBA 122-138).
Si el examen de los autos demuestra que la defensa tuvo ocasión de expresar y
contestar agravios en las oportunidades que le brinda el procedimiento respectivo
y no usó de ellas, no hay agravio de la lesión a la defensa en juicio y a la igualdad
constitucional porque las otras partes del proceso lo hayan hecho (Fallos 255:353).
El correcto ejercicio de la defensa —es decir, la oportuna y razonable posibilidad
de que la garantía sea observada— implica que el litigante debe ser oído y
encontrarse en condiciones de ejercer sus derechos en la forma y con las
solemnidades que establecen las leyes procesales, pero no exige la efectividad del
ejercicio de ese derecho, ni impide la reglamentación de la defensa en beneficio de
la correcta sustanciación de las causas (Fallos 186:297; 190:124; 198:467;
207:293; 209:28; 212:447; 215:337; 217:95; 223:430; 229:411; 247:419;
329:4531).
La última síntesis la brinda con elocuencia la propia Corte: lo que exige la
garantía de la defensa, por sobre todas las cosas, es que no se prive a nadie,
arbitrariamente, de la adecuada y oportuna tutela de los derechos que pudieran
asistirle (Fallos 267:228; 314:1661; 315:1418; 326:4681; 328:4277), asegurando a
todos los litigantes por igual el derecho a obtener una sentencia fundada, previo
juicio llevado en legal forma, ya se trate de procedimiento civil o criminal (Fallos
268:266; 310:1819; 311:2082), requiriéndose indispensablemente la
observancia de las formas sustanciales relativas a acusación, defensa, prueba y
sentencia (Fallos 272:188; 318:1788; 321:3396; 326:1149; 331:1664).
LEY 48
Art. 14.— Una vez radicado un juicio ante los Tribunales de Provincia, será
sentenciado y fenecido en la jurisdicción provincial, y sólo podrá apelarse a la
Corte Suprema de las sentencias definitivas pronunciadas por los tribunales
superiores de provincia en los casos siguientes:
1º Cuando en el pleito se haya puesto en cuestión la validez de un Tratado, de
una ley del Congreso, o de una autoridad ejercida en nombre de la Nación y la
decisión haya sido contra su validez.
2º Cuando la validez de una ley, decreto o autoridad de Provincia se haya
puesto en cuestión bajo la pretensión de ser repugnante a la Constitución
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Nacional, a los Tratados o leyes del Congreso, y la decisión haya sido en favor de
la validez de la ley o autoridad de provincia.
3º Cuando la inteligencia de alguna cláusula de la Constitución, o de un Tratado
o ley del Congreso, o una comisión ejercida en nombre de la autoridad nacional
haya sido cuestionada y la decisión sea contra la validez del título, derecho;
privilegio o exención que se funda en dicha cláusula y sea materia de litigio.
Art. 15.— Cuando se entable el recurso de apelación que autoriza el artículo
anterior, deberá deducirse la queja con arreglo a lo prescripto en él, de tal modo
que su fundamento aparezca de los autos y tenga una relación directa e inmediata
a las cuestiones de validez de los artículos de la Constitución, leyes, tratados o
comisione en disputa; quedando entendido que la interpretación o aplicación que
los tribunales de provincia hicieren de los Códigos Civil, Penal, Comercial y de
Minería, no dará ocasión a este recurso por el hecho de ser leyes del Congreso, en
virtud de lo dispuesto en el inciso 11, artículo 67 de la Constitución.
LEY 4055
Art. 6º.— La Corte Suprema conocerá por último, en grado de apelación, de las
sentencias definitivas pronunciadas por las Cámaras Federales de Apelación, por
los Tribunales Superiores de Provincia y por los Tribunales Superiores Militares, en
los casos previstos por el artículo 14 de la ley 48 de 14 de septiembre de 1863.
Arts. 7º y 8º.— (Artículos derogados por art. 2º de la ley 22.434).
eficaz para la protección del derecho federal comprometido, a los fines de evitar
perjuicios de imposible o insuficiente reparación ulterior.
Existirá gravedad institucional en aquellas cuestiones sometidas a juicio que
excedan el interés de las partes en la causa, proyectándose sobre el general o
público, de modo tal que por su trascendencia queden comprometidas las
instituciones básicas del sistema republicano de gobierno o los principios y
garantías consagrados por la Constitución Nacional y los Tratados Internacionales
por ella incorporados.
La Corte habilitará la instancia con alcances restringidos y de marcada
excepcionalidad.
Sólo serán susceptibles del recurso extraordinario por salto de instancia las
sentencias definitivas de primera instancia, las resoluciones equiparables a ellas
en sus efectos y aquellas dictadas a título de medidas cautelares.
No procederá el recurso en causas de materia penal.
(Artículo incorporado por art. 1º de la ley 26.790 BO 4/12/2012. Vigencia: a partir
del día de su publicación en el Boletín Oficial)
Art. 257 ter.— Forma, Plazo, Trámite y Efectos. El recurso extraordinario por
salto de instancia deberá interponerse directamente ante la Corte Suprema
mediante escrito fundado y autónomo, dentro de los diez (10) días de notificada la
resolución impugnada.
La Corte Suprema podrá rechazar el recurso sin más trámite si no se
observaren prima facie los requisitos para su procedencia, en cuyo caso
proseguirá la causa según su estado y por el procedimiento que corresponda.
El auto por el cual el Alto Tribunal declare la admisibilidad del recurso tendrá
efectos suspensivos respecto de la resolución recurrida.
Del escrito presentado se dará traslado a las partes interesadas por el plazo de
cinco (5) días notificándolas personalmente o por cédula.
Contestado el traslado o vencido el plazo para hacerlo, la Corte Suprema
decidirá sobre la procedencia del recurso.
Si lo estimare necesario para mejor proveer, podrá requerir al Tribunal contra
cuya resolución se haya deducido el mismo, la remisión del expediente en forma
urgente.
(Artículo incorporado por art. 1º de la ley 26.790, BO 4/12/2012. Vigencia: a
partir del día de su publicación en el Boletín Oficial).
Art. 258.— Ejecución de Sentencia. Si la sentencia de la cámara o tribunal fuese
confirmatoria de la dictada en primera instancia, concedido el recurso, el apelado
podrá solicitar la ejecución de aquélla, dando fianza de responder de lo que
percibiese si el fallo fuera revocado por la Corte Suprema.
Dicha fianza será calificada por la cámara o tribunal que hubiese concedido el
recurso y quedará cancelada si la Corte Suprema lo declarase improcedente o
confirmase la sentencia recurrida. El fisco nacional está exento de la fianza a que
se refiere esta disposición.
§ 78
ACLARACIÓN PRELIMINAR
Página 294 de 715X
§ 79
GENERALIDADES
A. Advertencia propedéutica
Será útil en la materia tener en cuenta estas observaciones:
a) La primera se relaciona con la existencia de un haz de expresiones técnicas
que se mueven en el plano de las pretensiones, del impulso de parte, de la
oficiosidad de los jueces, respecto de las cuestiones de hecho, interpretación,
prueba, su evaluación, ámbito y alcance de la interpretación, vigencia del principio
de congruencia, etc. De un uso circunstancial, más razonable o flexible que el que
la acuerda la ortodoxia de la ciencia del proceso y hace a la procedibilidad de la
impugnación extraordinaria. Tocante al empleo de tal lenguaje es menester
familiarizarse con esas expresiones y conocer su alcance, para poder movernos
con mayor soltura cuando sea el caso de controlar la validez o conformidad
constitucional de las normas que las originan.
Sin pretender agotar el referido bagaje de expresiones y definiciones de
particular significación en la praxis, podemos recordar las siguientes:
— introducción de oficio de una acción no planteada;
— apartamiento de las circunstancias de hecho de la causa;
— oportunidad suficiente de audiencia y prueba; afirmación ésta, muchas veces
formulada, de que media arbitrariedad cuando se resuelve contra o con
prescindencia de lo expresamente dispuesto por la ley al caso;
— las soluciones que los fallos consagran deben corresponderse con los hechos
comprobados de la causa y derivar razonablemente del ordenamiento vigente;
sintética pero que esa formulación que se la verá repetir en infinidad de
pronunciamientos en rededor a la problemática de la arbitrariedad. Es el piso de
marcha sobre el que se asienta esta teoría, según lo ha demostrado CARRIÓ con
tanto acierto;
— la labor de apreciación de la prueba no debe rebasar los límites mínimos de
razonabilidad, a los que debe subordinarse su valoración que contradecir las
reglas de la sana crítica;
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F. Agravio potencial
El evento de que se dicten sentencias contradictorias sólo configura un agravio
potencial que no justifica el otorgamiento del recurso extraordinario (Fallos
262:698).
§ 80
C. Sentencia definitiva sobre cuestiones de derecho de naturaleza federal, expedidas por los tribunales de justicia(2)
Es improcedente el recurso extraordinario que no se dirige contra una sentencia definitiva o equiparable a tal (art. 14 de la ley 48) (Corte
Sup., Fallos 326:4806).
El recurso extraordinario requiere para su procedencia que la decisión apelada revista el carácter de sentencia definitiva en los términos del
art. 14 de la ley 48, vale decir, que ponga fin al pleito, impida su continuación o cause un agravio de imposible o insuficiente reparación ulterior,
pero dicho principio cede cuando las resoluciones causen un agravio que, por su magnitud y circunstancias de hecho, pueda ser de tardía,
insuficiente o imposible reparación ulterior o cuando se configura un supuesto de gravedad institucional (Corte Sup., Fallos 329:2620).
Sentencias definitivas no sólo son las que deciden el fondo del pleito dirimiendo las controversias de las partes, sino también las que
impiden ulterior debate de la cuestión discutida y privan al recurrente del medio legal para obtener la tutela de su derecho (Fallos 219:64;
293:439).
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Son definitivas las resoluciones anteriores o posteriores a la sentencia cuando producen dicho efecto sobre los derechos debatidos en el
pleito (Corte Sup., Fallos 329:3966).
D. Cuestión justiciable(3)
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En concepto de la Corte Suprema Nacional es toda cuestión que, en el orden normal de las instituciones, corresponde decidir a los jueces
en el ejercicio de su específica función judicial.
La ausencia del requisito de cuestión justiciable puede y debe ser comprobada, aun de oficio (Corte Sup., Fallos 318:1967).
No comportan cuestiones justiciables las resoluciones:
De carácter normativo general (Fallos 255:143, 195; 292:491).¿Que significan el ejercicio de facultades privativas de los otros poderes del
Estado, como son las concernientes a la promoción y calificación del personal (Fallos 261:419, y sus citas; LL 128-587, y otros).
Que atañen a la existencia y validez de los títulos de los integrantes de los cuerpos representativos locales (Fallos 287:72).
Que deciden cuestiones que, por su esencia, constituyen conflictos de poderes locales (Fallos 291:384).
Que imponen medidas disciplinarias que no exceden de las comunes (Fallos 296:297; 289:81; 293:423).
§ 81
PLANTEAMIENTO OPORTUNO
[Remisión: véase infra § 90, 6].
Sin perjuicio de lo que señalamos en la causal de la sentencia arbitraria, el
tribunal ha decidido asimismo: "...que el artículo 14, inciso 3º, invocado, exige,
entre otras condiciones, que la inteligencia de la cláusula constitucional
cuestionada haya sido materia de litigio y esta Corte ha establecido en su
aplicación los siguientes principios: a) la cuestión federal base del recurso
extraordinario debe plantearse en los escritos que establecen los términos de la
litis y sólo por excepción y causa justificada puede plantearse después; b) cuando
no se haya planteado la cuestión federal al trabarse la litis contestatio, porque no
hubo oportunidad de hacerlo entonces, procede el recurso extraordinario si se
planteó en el alegato de bien probado, de modo que los jueces de primera y
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§ 82
§ 83
INSUSTANCIALIDAD
[Véase infra § 90, A y B, 6; supra § 48].
Cuando la cuestión atinente a la inconstitucionalidad de un precepto en cuanto
ha decidido respecto de su aplicación a los casos pendientes, coincide con la
reiterada jurisprudencia establecida por la Corte Suprema Nacional en
circunstancias análogas, resulta insustancial para fundar el recurso extraordinario
en tanto no se desarrollen nuevos argumentos distintos de los que fundamentan
dicha jurisprudencia(5)(Fallos 252:142; 293:207).
§ 84
§ 85
REQUISITOS DE ADMISIÓN
Es improcedente el recurso extraordinario, como principio, cuando se lo
interpone en forma subsidiaria, o sea condicionado al resultado de otros recursos
(Fallos 248:107, 443, 450; 254:336; 255:262; 261:420; 286:257; 313:1165;
313:1193).
Así, si se lo subordina al resultado de los recursos de aclaratoria y nulidad
(Fallos 259:147; 265:206; 292:620; 295:125).
O si se interpone en subsidio del de inaplicabilidad de ley (Fallos 286:257;
292:121; 293:610).
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§ 86
PLAZO. CARÁCTER
El plazo de diez días (art. 257, Cód. Proc. Nac.) dentro del cual debe
interponerse el recurso extraordinario es individual y perentorio, no
suspendiéndose con motivo de la interposición de otros recursos declarados
improcedentes (Fallos 254:113; 512; 256:54; 261:433; 265: 215; 286:83; 288: 219;
292: 331; 320:35; 330:1094).
La resolución del superior tribunal de la causa que deniega el recurso
extraordinario por habérselo deducido fuera de término, es irrevisable por la Corte
Suprema Nacional. Dicha doctrina, si bien admite excepción para los supuestos de
manifiesto error legal o de cómputo del plazo, no autoriza a reconsiderar la
interpretación acordada a las leyes procesales en lo atinente a la forma de
practicarse las notificaciones (Fallos 258: 259:283; 265:215; 292:479, 572; 293).
El plazo de diez días previsto para interposición del recurso extraordinario —
artículo 257 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación— se computa
teniendo en cuenta los días hábiles para actuar ante el tribunal apelado, en cuyo
estrado debe cumplirse con la actuación de que se trata, regla que se concilia
armónicamente con el tradicional principio de que el régimen procesal del recurso
extraordinario es regulado exclusivamente por las normas rituales nacionales que
se han dictado para organizarlo, pues dicha reglamentación no alcanza a la
condición de los días correspondientes a los plazos que, como en el caso, corren
ante jueces de los tribunales locales que, por elementales razones que hacen a los
poderes no delegados por los Estados provinciales, no están alcanzados por las
disposiciones de esta Corte Federal en materia de superintendencia (Corte Sup.,
Página 313 de 715X
§ 87
§ 88
Página 314 de 715X
§ 89
§ 90
1. Esquema básico
Reiteradamente la Corte Suprema, en relación a este aspecto de la mecánica
del recurso, ha precisado con énfasis que no basta para sustentar el remedio
federal la simple aserción de determinada solución jurídica cuando ella no está
razonada en forma suficientemente idónea, de modo que contemple los términos
de la sentencia que resuelve el punto(2).
Esta doctrina, además de reafirmar un principio procesal de la mayor
importancia y que tiene vigencia a lo largo y a lo ancho del proceso, cual es el
de congruencia(3), marca una pauta de estricta observancia por el profesional al
tiempo de elaborar el recurso. Veamos someramente algunas de las líneas
jurisprudenciales que el propio tribunal ha venido marcando y que condicionan en
concreto la viabilidad formal de la impugnación.
Exigencias básicas. La carga de fundar el recurso extraordinario, en los términos
del artículo 15 de la ley 48 y a tenor de la jurisprudencia de la Corte, no se
satisface con la remisión a lo actuado en la causa ni con meras aserciones
genéricas(4).
No es que se exija para la procedencia de la impugnación recaudos solemnes,
Es suficiente si el escrito de su interposición contiene la mención adecuada de los
hechos decisivos y las cuestiones federales comprendidas en ella, así como la
relación que guardan a los fines de la decisión del caso(5).
La deducción de la impugnación requiere, pues, la enunciación de los hechos de
la causa y las relaciones existentes entre ésta y aquéllos.
Veamos a través de algunos precedentes cómo se descalifica el recurso sobre
el particular por incumplimiento técnico de esas exigencias:
— la mera aserción no referida concretamente a constancia alguna de la causa
de que la indemnización acordada al inquilino excede el 33% de la valuación del
inmueble, no comporta fundamento idóneo del recurso extraordinario(6);
— tampoco la satisface la aserción genérica de que la sentencia se ha
dictado contra legem(7);
— con mayor razón la alcanza una enunciación que, además, de ser genérica,
no se refiere concretamente a los hechos de la causa(8);
— igual déficit muestra la aserción —no demostrada— de que lo resuelto
comporta violación de la garantía constitucional de la igualdad, pues así
presentada no constituye fundamento válido(9). Es ineludible concretar el agravio e
indicar de qué modo las normas impugnadas resultan violatorias de aquella
garantía o de la defensa en juicio, que no puede reducirse a la sola mención del
artículo 18 de la Constitución Nacional(10);
— no puede merecer mejor suerte la escueta afirmación de ser "insostenibles"
los argumentos contenidos en el auto regulatorio, pues está muy lejos de
comportar fundamento eficaz del recurso(11).
A través del muestreo precedente se advierte de qué modo opera la necesidad
de fundamentación autónoma del recurso extraordinario, que demanda siempre
una cuidada indicación de la cuestión federal debatida, la enunciación de los
hechos de la causa y la relación existente entre aquéllos y éstos.
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aquel escrito, limitan su competencia cuando conoce por la vía del artículo 14 de la
ley 48 (Corte Sup., "Transportes Ideal San Justo, SA"; Fallos 294:33, 12/2/1976).
El recurso extraordinario interpuesto no satisface el recaudo de fundamentación
autónoma, si la presentación carece de un relato apropiado y suficiente de los
antecedentes más relevantes de la causa y de la descripción clara y precisa de los
agravios originados en las graves irregularidades que atribuye al proceso de
enjuiciamiento (Corte Sup., Fallos 331:810).
El planteo atinente a la notificación tácita no cumple el requisito de
fundamentación autónoma si el escrito recursivo no contiene un relato adecuado
de los antecedentes de la causa al respecto y obliga a la lectura del expediente
para una cabal comprensión del asunto (Corte Sup., Fallos 326:34).
3. Fundamentación autónoma
Es improcedente el recurso extraordinario cuyo escrito de interposición carece
de los requisitos de fundamentación autónoma que exige el artículo 15 de la ley
48; dicha deficiencia no se salva con la remisión a otras actuaciones del proceso,
ni mediante la ulterior presentación directa (Corte Sup., LL 1978-D-840, sec.
Jurisp. Agrup., caso 32, 1312-77).
El recurso extraordinario contra la sentencia que responsabilizó a una empresa
en los términos del art. 30 de la Ley de Contrato de Trabajo no cumple con el
requisito de fundamentación autónoma, ni refuta todos y cada uno de los
fundamentos de la sentencia apelada (Corte Sup., Fallos 331:2149).
La crítica relacionada con el rechazo de las excepciones genéricas opuestas por
no haber mediado agravio concreto carece de fundamentación autónoma, requisito
que no se satisface mediante la remisión a escritos o actuaciones anteriores,
defecto en el que incurre el recurrente para fundar dicha objeción (Corte Sup.,
30/10/2007, "Guzzanti, Claudio José v. Silva Proll, Eduardo Sixto").
Principio igualmente aplicable tratándose de la acción de amparo (Corte Sup.,
LL 1978-B-676, sec. Jurisp. Agrup., caso 2863, 7/12/1976).
Va de suyo que será también improcedente el recurso extraordinario cuyo
escrito de interposición no expresa la crítica razonada y concreta de la sentencia
impugnada (Corte Sup., LL 1978-B-676, sec. Jurisp. Agrup., caso 2864-, 19577).
Igualmente si dicho escrito no contiene un relato claro y preciso de los hechos
de la causa que permita vincularlos con las cuestiones planteadas a la Corte
Suprema, defectos no subsanables al deducirse la queja ni por la remisión a otras
actuaciones del proceso (Corte Sup., LL 1978-B-676, sec. Jurisp. Agrup., caso
281, 17/3/1977).
No se cumple el requisito de fundamentación autónoma, si el escrito de
interposición no contiene un relato de los hechos de la causa de relevancia
principal que permita vincularlos con las cuestiones que se plantean como de
naturaleza federal, por medio de una crítica concreta y razonada de los
argumentos en que se basa la sentencia que se impugna (Corte Sup., Fallos
330:2639).
Carece de la fundamentación autónoma que exige el art. 15 de la ley 48 el
recurso extraordinario en el que se reiteran dogmáticamente asertos ya vertidos en
las instancias anteriores, sin que el recurrente haya rebatido todos y cada uno de
los fundamentos dados por el a quo en la sentencia apelada (Corte. Sup., Fallos
330:1534, del dictamen de la Procuración General, al que remitió la Corte).
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4. Crítica prolija
Reviste, asimismo, importancia —y sella adversamente la suerte de la
impugnación—, no observar que cuando los agravios expuestos en el recurso
extraordinario sólo traducen discrepancias con la solución dada al caso, no existe
mérito para la apertura de la vía del artículo 14 de la ley 48 la que, como se ha
establecido en reiteradas oportunidades, no tiene por objeto habilitar una tercera
instancia donde se discutan sentencias que se estimen equivocadas a juicio de los
interesados (Corte Sup., LL 1978-C-501, 4/5/1978).
Al cabo, por ende, para la correcta deducción del recurso extraordinario es
menester que se lo funde, dado su carácter autónomo, mediante un preciso relato
de los hechos de la causa, de la materia federal en debate y de la vinculación entre
ésta y aquéllos. El escrito respectivo ha de contener una crítica prolija de la
sentencia impugnada, debiendo rebatir el apelante todos y cada uno de los
fundamentos en que se apoya el a quo para arribar a las conclusiones que lo
agravian (Fallos 295:99, 15/6/1976).
Es improcedente el recurso extraordinario deducido contra la sentencia que
consideró probado el matrimonio, si no cumplió con el requisito de fundamentación
autónoma que exige el art. 15 de la ley 48, toda vez que no se hace cargo de los
fundamentos conducentes en que se apoya el pronunciamiento recurrido y no los
rebate mediante una crítica prolija como es exigible en la teoría recursiva (Corte
Sup., Fallos 325:1145).
Desde luego que no pueden ser objeto de tratamiento por la Corte Suprema, las
cuestiones que no fueron objetadas por el recurrente que así, quedaron firmes
(Corte Sup., LL 1978- B-270, 20/9/1977).
Es improcedente el recurso extraordinario si los argumentos de la Cámara no
fueron rebatidos en términos que satisfagan el requisito de fundamentación
autónoma a que se refiere el art. 15 de la ley 48, exigencia según la cual el escrito
respectivo debe contener una crítica prolija de la sentencia impugnada, o sea que
el apelante debe rebatir todos y cada uno de los fundamentos en que se apoya el
juez para arribar a las conclusiones que lo agravian, a cuyo efecto no basta
sostener un criterio interpretativo distinto del seguido en la sentencia (Corte. Sup.,
Fallos 327:4622; 329:1191; 331:563, del dictamen de la Procuración General, al
que remitió la Corte).
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No es suficiente a tal efecto una nueva crítica general a las líneas principales de
la argumentación del pronunciamiento resistido, puesto que se exige rebatir todos
y cada uno de los fundamentos en que el juzgador se apoyó para arribar a las
conclusiones de que el apelante se agravia (Corte Sup., Fallos 323:1261;
326:2575; 328:110).
No bastando tampoco la exposición genérica de causales de arbitrariedad
(Corte Sup., Fallos 327:1192).
En resumen y para el mejor cometido profesional en este complejo cuadrante,
importa tener en cuenta que en la motivación del recurso (lo que es válido en
general en cualquier alzamiento o impugnación) no basta sostener un criterio
interpretativo distinto del seguido en la sentencia, sino que es preciso formular una
crítica concreta y razonada de todos y cada uno de los argumentos expuestos en
la misma (Corte Sup., C-212, "Tritonia SA v. Administración Nacional de Aduanas",
25/6/1981).
De allí que la cuestión federal, base del recurso extraordinario, debe ser
planteada en la primera oportunidad posible en el curso del procedimiento, pues
tanto el acogimiento como el rechazo de las pretensiones de las partes es como se
ha señalado reiteradamente evento previsible que obliga a concretar dicho
planteamiento (Corte Sup., LL 1978-D, sec. Jurisp. Agrup., caso 3495, 15/8/1978;
LL 1978-B-679, sec. Jurisp. Agrup., caso 2906, 2/2/1977; LL 1978-B-680, sec.
Jurisp. Agrup., caso 2908, 10/5/1977).
La invocación de encontrarse comprometida en un pleito la autoridad de la
Nación —para poder acudir al remedio federal—, es necesario que haya sido
alegada en las instancias ordinarias, antes de la sentencia definitiva y en la
primera oportunidad posible en el curso del procedimiento. Pero para ello no se
requiere fórmulas especiales y basta, en el caso, con haberse señalado desde la
contestación de la demanda la legalidad del decreto que se impugna y la
imposibilidad de reverlo en Sede judicial (Fallos 295:409, 29/7/1976).
Expresado de otro modo: para la procedencia del recurso extraordinario es
necesario el planteo oportuno de las cuestiones que se intenta someter a revisión
de la Corte Suprema, por lo cual su proposición fuera de la primera oportunidad
que el procedimiento brinda impone su rechazo (Corte Sup., LL 1978-B-680, sec.
Jurisp. Agrup., caso 2907, 173-77).
8. Jurisprudencia orientadora
En reafirmación auxiliar de lo hasta aquí señalado, importa reparar en las
siguientes pautas orientadoras:
Carece del debido fundamento, en los términos del artículo 15 de la ley 48 y de
la jurisprudencia de la Corte, la queja que omite la concreta enunciación de los
hechos de la causa y no demuestra la relación que ellos guardan con las
cuestiones que se intenta someter a conocimiento del tribunal (Fallos 251:16, 263;
261:203; 265:216).
En tanto el recurso extraordinario debe fundarse en el escrito que se interpone
ante el juez tribunal u organismo que dictó la resolución que lo motivó, la Corte
Suprema Nacional ha considerado que esa carga —la de fundarlo— no concurre
cuando el recurrente se limita a formular afirmaciones genéricas, no demostradas
ni referidas a los hechos de la causa (Fallos 241:249; 247:173; 254:186).
No se cumple el requisito de fundar el recurso, cuando el recurrente se remite a
actuaciones anteriores (Fallos 252:54; 254:186).
Para la procedencia del recurso extraordinario es requisito que se lo funde en
oportunidad de su deducción, con indicación concreta de la cuestión federal
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§ 91
A. Generalidades
1) El Alto Tribunal se ajusta a un tipo o plan de formulación en sus sentencias
que en larga tradición y sucesivas integraciones es observado básicamente como
modelo para estructurar la motivación.
En el primer considerando, individualiza el órgano a quo que expidió la
sentencia apelada; es el superior tribunal de la causa. Además, brinda la sustancia
en que consiste la cuestión. Si se trata del recurso de queja o de hecho, ese
considerando concluye con la mención de que la denegatoria del recurso
extraordinario da lugar, precisamente, a la queja en tratamiento. En el
considerando segundo se precisa el sentido del pronunciamiento recurrido, cuál es
el alcance del fallo atacado. A continuación, en el considerando tercero, muy
sucintamente, analiza los fundamentos del recurso, en qué consiste la tacha de
arbitrariedad que se atribuye a dicho fallo. En el (o los) considerandos siguientes,
se hace cargo de los agravios allí expuestos, para al cabo concluir, en coincidencia
o no con lo dictaminado por el Procurador General, acogiendo o desestimando el
recurso o la queja.
2) En razón del actual cúmulo de trabajo que asedia al Alto Tribunal (y en la
fundamental antesala que es la Procuración General) se advierten circunstancias
singulares que se diferencian de las pautas que gozaron de predominio entre 1976
y 1980, a saber: a) un criterio marcadamente restrictivo en la receptibilidad del
recurso extraordinario(21); y b) un esquema de motivación de la sentencia
extremadamente concentrado y breve. La coincidencia con el dictamen previo del
Procurador General hace que en numerosos pronunciamientos la Corte Suprema
se remita a aquél, lisa y llanamente; c) la calificación de insustancial (véase supra,
§§ 83 y 90 A), de las impugnaciones relacionadas con numerosos temas, abiertos
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B. Graficación
No dejará de ser propedéutico mostrar con algunos ejemplos la validez de las
reflexiones que anteceden y verificar así las dificultades del justiciable cuando se
enfrenta con un medio de impugnación que —elocuentemente— ha vuelto a cobrar
la nota de extraordinario.
5º) Que igualmente admisible resulta el agravio vinculado con la buena fe de los
cesionarios, pues aun suponiendo su relevancia para resolver el caso, aceptado
que la línea telefónica era materia expresa del contrato y se hallaba a nombre del
causante; como así también que esa circunstancia pudo significar el conocimiento
de que la cedente era viuda, las afirmaciones del tribunal acerca de que tal
situación no era "...susceptible de obligar al cesionario a investigar fechas y
estados de familia, y menos el carácter propio o ganancial que pudo haber
revestido la adquisición", no pasan de ser meras aserciones dogmáticas,
desprovistas de sustento jurídico frente a la exigencia de obrar con cuidado y
previsión que contempla el artículo 1198 del Código Civil.
6º) Que también resulta susceptible de idéntico reparo la conclusión vinculada
con la ratificación del acto que habría hecho la accionante, pues lo obrado por
dicha parte en el sentido de evitar la transferencia más allá de su eficacia para
alcanzar ese resultado, en manera alguna dan apoyo legal a la afirmación que se
formula en tal sentido; por lo contrario, aunque resultaron de escasa virtualidad
para impedir la escrituración, revelan inequívocamente una actitud coherente en el
sentido opuesto al admitido.
7º) Que, siendo así, no parece razonable mantener la conclusión atinente al
rechazo de la demanda aun para el caso de que se tuviere por cierto que medió
venta de cosa parcialmente ajena (art. 1331, Código citado), siendo necesario, en
consecuencia, dictar nuevo pronunciamiento sobre la base de un análisis de las
constancias de la causa, extendiendo eventualmente la,decisión al tema de las
costas y al reclamo formulado contra el escribano interviniente, que no han
merecido un examen de la alzada en debida forma.
Por ello, y habiendo dictaminado el señor Procurador General, se declara
procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada en
cuanto fue materia de agravio analizado. Con costas, vuelvan los autos al tribunal
de origen a fin de que, por medio de quien corresponda, proceda a dictar nuevo
fallo con arreglo a lo expuesto. Agréguese la queja al principal y reintégrese el
depósito. Notifíquese. Adolfo R. GABRIELLI, Abelardo F. ROSSI, Elías
P. GUASTAVINO, César BLACK (Corte Sup., C-1080, "Cappi, Liliana Mónica v. Lis de
Cappi, Nilsa Lucila y otros", 9/3/1982).
Considerando:
Que a los fundamentos del dictamen del señor Procurador General, puede
añadirse que el recurrente no aporta argumento decisivo alguno que permita hacer
excepción al principio según el cual el recurso extraordinario no debe otorgarse en
procedimientos como el de autos, y que justifique apartare de la doctrina de esta
Corte que admite la validez de trámites como el aquí impugnado, mediando una
convención libremente pactada, con base legal (Fallos: 240:66).
Por ello, y los fundamentos del dictamen del señor Procurador General, se
declaran improcedentes los recursos extraordinarios concedidos. Notifíquese y
devuélvase. Adolfo R. GABRIELLI, Abelardo F. ROSSI, Pedro J. FRÍAS, Elías
P. GUASTAVINO, César BLACK (Corte Sup., B-631, "Banco del Oeste v. Marozzi,
Juan", 23/7/1981).
§ 92
§ 93
§ 94
§ 95
DESARROLLOS COMPLEMENTARIOS
Cargas técnicas
a) En esta modalidad de la apelación extraordinaria la satisfacción de las cargas
técnicas de demostración es de rigurosa observancia. De allí que cuanto hemos
destacado en el § 89, en la experiencia diaria y en relación a la suerte final de la
impugnación reviste capital importancia.
Múltiples son las fallas que hacen inaudible al alzamiento.
Ronda aquí una expresión —insuficiencia— que descabeza gran número de
recursos que, en una evaluación a priori, podrían tener posibilidad de éxito.
b) Algo similar ocurre en la Casación de Buenos Aires si en el examen del
recurso de inaplicabilidad de ley (véase, § 468, 474) se verifica alguno de los
defectos connotativos de insuficiencia(5)(a través de un juicio previo, dentro de la
órbita conceptual de la admisibilidad). Así, cuando se está en presencia de alguno
de estos supuestos:
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Deducción tardía
Acerca de la oportunidad de su planteamiento rigen, asimismo, las pautas que
hemos desenvuelto con anterioridad (véase supra, § 81).
Va de suyo, entonces, que devendrá tardía la tacha de arbitrariedad deducida
contra la sentencia del tribunal de alzada, sustancialmente confirmatoria del
pronunciamiento de primera instancia no impugnado oportunamente como tal.
A este fin resultará insuficiente, v.gr., lo expuesto por el apelante con relación a
la supuesta violación del principio de congruencia tema del recurso extraordinario
conforme la doctrina de la Corte de acuerdo a cuyos términos para la correcta
introducción y planteamiento de la cuestión federal se requiere la mención
concreta del derecho de la misma naturaleza que se estime desconocido y su
conexión con la materia del pleito, lo que supone un mínimo de demostración de la
inconstitucionalidad alegada y de su atinencia al caso (Fallos 278:62; 280:382,
entre otros).
En efecto, la mera reserva de recursos por arbitrariedad ante la Corte, formulada
por el apelante en términos genéricos al expresar agravios contra la sentencia de
primera instancia, no implica, según el Tribunal lo ha declarado infinidad de veces,
proposición eficaz de caso federal alguno ante el superior tribunal de la causa
(Fallos 272:57; 278:37; 296:78; 224, 405, 535; 301:1154; 311:1804; 324:2366,
entre muchos otros).
Precisiones de la figura
La arbitrariedad no es causal autónoma para la procedencia del recurso
extraordinario, si no media violación de garantías constitucionales (Corte Sup.,
"Delgado, Eduardo G.", 16/11/1978).
Con otras palabras, y recortando su concepto, frecuentemente amplía ese perfil,
señalando que la tacha de arbitrariedad no configura sustento autónomo del
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facultad sólo puede ejercerse mientras quien lo haga no esté constituido en mora
(Corte Sup., M-849, "Morán, Andrés N. v. Edificadora Surcos SA", 17/11/1981).
De igual modo, se ha reputado arbitraria la sentencia que no se hace cargo con
el rigor indispensable de las argumentaciones de peso esgrimidas por la accionada
tendientes a diferenciar los, institutos de la expropiación y de la restricción
administrativa (Corte Sup., A-389, "Aras de Gamba, Herminia y otra v.
Municipalidad de la Ciudad de Buenos, Aires", 17/11/1981; Fallos 315:672).
Coincidentemente, resulta arbitraria la sentencia que ha omitido el tratamiento
de cuestiones esenciales propuestas en la casación provincial y relativas a la
apreciación del título reivindicado, que hacen a la suerte de la demanda. Con lo
que no se ha efectuado análisis, razonado de puntos fundamentales del recurso
(Corte Sup., "Kammerath, Gudillo", 28/11/1978).
La Corte puede conocer en los supuestos excepcionales de arbitrariedad,
cuando el tribunal a quo ha prescindido, sin dar fundamentos suficientes, de la
consideración de cuestiones o argumentos oportunamente propuestos, y que,
eventualmente, resultarían conducentes para la adecuada solución del litigio y
cuando lo decidido desatiende los fines tuitivos de la legislación previsional, con
grave menoscabo de las garantías constitucionales (Corte. Sup., 20/6/2007,
"Funes, Teodoro Roberto v. Estado Nacional Ministerio de Trabajo, Empleo y
Formación de Recursos Humanos").
Situación que igualmente se configura en el tópico de honorarios, cuando lo
resuelto no responde a razones acordes con la seriedad y extensión de las
articulaciones de las partes o cuando la regulación haya sido razonable (Corte
Sup., "Pérez, Mirta, v. Migone, Ernesto", 6/11/1980; ídem, Fallos 298:565 y citas).
Autocontradicción
Desde luego que la autocontradicción lacera la lógica mínima de
fundamentación debida por el juzgador. Es así descalificable por arbitrariedad, la
sentencia que en uno de sus pasajes señala que de establecerse la existencia de
una desproporción notable en perjuicio de la recurrente, tal circunstancia
importaría una presunción iuris tantum de haberse aprovechado un estado de
inferioridad en los términos del artículos 954 del Código Civil, mientas que en otro
sostuvo que la mera desigualdad entre las prestaciones resultaría insuficiente para
declarar la nulidad del acto (Corte Sup., P-614, "Pantaleone., R. C. y otro",
10/11/1981).
Es arbitraria la sentencia que incurrió en una evidente autocontradicción
respecto de lo indicado en los considerandos y lo resuelto en la parte dispositiva
del fallo recurrido (Corte Sup., Fallos 314:1633).
Es descalificable como acto jurisdiccional el fallo que incurre en una evidente
autocontradicción entre los considerandos y la parte dispositiva (Corte Sup., Fallos
317:465).
Si bien los agravios deducidos contra el pronunciamiento que rechazó una
demanda de daños y perjuicios remiten al examen de cuestiones de hecho, prueba
y derechos común, propias de los jueces de la causa y ajenas al recurso
extraordinario, éste procede cuando la sentencia contiene una autocontradicción
que la descalifica como acto jurisdiccional (Corte Sup., Fallos 319:1625).
Aun cuando los planteos del apelante se vinculan con cuestiones procesales y
de derecho común —las cuales, en principio, son ajenas a la instancia
extraordinaria— ello no constituye óbice para que la Corte los examine por la vía
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Afirmación dogmática
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La Cámara (tema penal), al revocar la sentencia del juez de primer grado que
absolvía al apelante, fundó la condena impuesta en las circunstancias de que el
choque de los vehículos fue consecuencia de que la cadena de remolque se
cortara o desatara, no pudiendo admitir otra hipótesis. En ello dice, radica la
responsabilidad del encartado, pues utilizó una cadena no suficientemente fuerte o
la ató en forma inadecuada al automotor que conducía y arrastraba al de la
víctima.
Que ese breve fundamento de la sentencia —acotó la Corte— aparece como
una afirmación dogmática, toda vez que al formularlo se omitió analizar las razones
que existieron para sostener que el corte o desprendimiento de la cadena haya
sido la causa necesaria del desvío o desplazamiento de vehículos arrastrados
hacia la mano contraria y su posterior embestida con el camión que circulaba en
sentido inverso.
Que, asimismo, los argumentos de cargo sobre la inadecuada velocidad del
remolque y de los medios mecánicos utilizados, no se vierten en el fallo como
decisivos para fundamentar por sí solos la condena dictada, sino que se agregan a
la atribuible responsabilidad por el corte o desprendimiento de la cadena de
remolque referida en el parágrafo anterior.
Al cabo, lo expuesto autoriza a descalificar al pronunciamiento como acto
jurisdiccional con base en la doctrina sobre arbitrariedad de sentencia, con arreglo
a la cual es condición de validez de las decisiones judiciales que ellas sean
fundadas y constituyan derivación razonada del derecho vigente con aplicación a
las circunstancias comprobadas de la causa, conducentes a su justa composición
(Fallos 295:110 287; 301:121) (Corte Sup., G-581, Recurso de hecho "Giaquinto,
José", 23/7/1981).
Procede el recurso extraordinario cuando la sentencia impugnada prescinde de
considerar y ponderar prueba documental ya reconocida por la demandada, lo que
ha conducido a un resultado que se aparta de la realidad de lo acontecido con
evidente menoscabo de las indemnizaciones legales correspondientes a los
apelantes; conclusión agravada en el sub lite cuando su determinación numérica
por el a quo no da razón del mecanismo de cálculo por el que se alcanzan los
montos establecidos, los que aparecen así como el fruto de una afirmación
dogmática de quienes suscriben el pronunciamiento, descalificable en los términos
de la doctrina de la arbitrariedad de las sentencias (Corte Sup., Fallos 312:1076).
Corresponde la intervención de la Corte con arreglo a la doctrina de la
arbitrariedad, si la sentencia impugnada presenta graves defectos en el tratamiento
del tema debatido, lo cual torna dogmática la fundamentación normativa del
procedimiento (Corte Sup., Fallos 320:2675).
Debe dejarse sin efecto la sentencia que hizo lugar a la demanda de diferencias
salariales por falta de reconocimiento de las categorías a las que, según el
régimen de ascensos previsto en el convenio colectivo de trabajo 84/75, la actora
se consideró con derecho a ocupar, si la decisión del a quo se basa en una
aserción meramente dogmática, carente de respaldo probatorio y sin fundamento
en elemento de juicio alguno, por lo que debe ser descalificada como acto judicial
válido con apoyo en la doctrina de la arbitrariedad (Corte Sup., Fallos 321:89).
Al pasar por alto el examen de una seria argumentación relacionada con los
aspectos esenciales de la controversia, para fundar su decisión en meras
consideraciones generales sobre los límites propios del recurso de casación local
intentado y en la dogmática afirmación de que no se configuraba el supuesto
excepcional de arbitrariedad, el a quo vedó el acceso a la instancia superior local
sin una apreciación razonada de los agravios llevados a su conocimiento, lo que se
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tradujo en una infundada restricción de la vía recursiva utilizada (Corte Sup., Fallos
326:493).
Es susceptible de recurso extraordinario, fundado en la arbitrariedad, el fallo que
se basa en afirmaciones dogmáticas sin meritar constancias obrantes en la causa
que podrían haber incidido fundamentalmente respecto del resultado de la
demanda (Corte Sup., Fallos 330:4429).
Prueba
Desde luego y ello vale como principio, que las cuestiones relativas al alcance
que ha de atribuirse a las pruebas producidas, a su valoración y a los requisitos
que deben reunir para ser tenidas en cuenta como fundamento de una decisión
judicial, remiten al análisis de temas de derecho procesal ajenos la instancia
extraordinaria (Corte Sup., R-595, "Roldán, Sixto", 1/10/1981; Fallos 257:184;
266:152, entre muchos).
Aunque en su lugar, discriminaremos con más detalle esta rica e interesante
problemática (§ 500 y ss.), cabe apuntar que se angosta el criterio de admisión de
la tacha de arbitrariedad de una sentencia sobre la base del modo en que se
valoró la impugnación de la prueba producida, como quiera que el Alto Tribunal, al
menos de un modo regular o con alcance de principio, entiende que no puede
prosperar sino en casos de excepción, "cuando un vicio de tal naturaleza es
manifiesto" (Corte Sup., L-150, "Ledesma, Carlos Eduardo y otros", 9/4/1981,
consid. 2º Fallos 249:11).
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Exceso al decidir
Si a pesar de que la demandada sólo había deducido recurso de apelación con
el objeto de que se corrija la incongruencia de la parte resolutiva de la sentencia y
se revise la imposición de costas, la Cámara modifico la extensión de la condena,
apartándose de los límites de su competencia, toda vez que el artículo 277 del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación atribuye al tribunal de segunda
instancia la jurisdicción que resulta de los recursos deducidos ante ella, limitación
ésta que tiene jerarquía constitucional, en tales condiciones el tribunal a quo
incurrió en una indebida reformatio in pejus al colocar a la demandada en peor
situación que la resultante de la sentencia recurrida, lo que constituye una
violación en forma directa e inmediata a las garantías de defensa en juicio y de
propiedad, extremo que hace descalificable lo decidido con arreglo a la doctrina de
la Corte sobre arbitrariedad (Corte Sup., Fallos 332:892).
incompatibles con la buena fe específica del deudor a los fines de la ley comercial
y requisitos habilitadores de la homologación de un acuerdo o concordato
resolutorio— consagra un exceso ritual que no se compadece con el adecuado
Servicio de la Justicia y debe por lo tanto, por aplicación de la doctrina sobre
arbitrariedad ser dejado sin efecto (Fallos 261:322).
También la Corte admite como excepción los supuestos en que lo decidido no
se apoya en pautas objetivas de ponderación de la realidad económica ni se
exponen fundamentos que justifiquen de modo suficiente el criterio empleado por
el juzgador (Corte Sup., "La Segunda Cooperativa Ltda. de Seguros Generales v.
Transportes Automotores Litoral y Cía. Soc. Col.", 9/8/1979; "Fisco de la Provincia
de Buenos Aires v. Roselli, Jorge Ernesto", 2/10/1979 entre muchos otros).
Corresponde declarar admisible el recurso extraordinario deducido por la
demandada —en la etapa de ejecución de sentencia en un proceso en que se hizo
lugar a la demanda por daños y perjuicios interpuesta por los padres de una menor
que falleció al ser embestida por una máquina ferroviaria—, contra la decisión que
hizo lugar a la revisión de la liquidación pedida por la actora, aprobó la nueva
liquidación practicada a valores del 1º de abril de 1991, y rechazó el planteo
fundado en la ley 24.283 introducido por aquélla con carácter subsidiario, pues los
agravios de la apelante sustentados en la doctrina de la arbitrariedad suscitan
cuestión federal, pues aunque remiten al examen de cuestiones de derecho
común, ello no es óbice para invalidar lo resuelto, cuando —con menoscabo de los
derecho de propiedad y de igualdad—, la Alzada se apartó de la realidad
económica del caso y se ha desentendido de las consecuencias patrimoniales de
su fallo, habida cuenta de que la suma resultante de la última liquidación aprobada,
por su exorbitancia, traduce un resultado irrazonable, contrario a elementales
reglas de la lógica y experiencia (Corte Sup., Fallos 331:2271).
§ 96
6716, que será verificado por la Caja de Previsión Social para Abogados o
Procuradores.
La intervención de los organismos profesionales que prevé el presente artículo
se justificará mediante un sello seco que se impondrá en los documentos con la
leyenda que convengan aquellos organismos.
Art. 2º.— Los profesionales autorizados para la tramitación de los documentos
referidos en el artículo 1º procederán del siguiente modo:
I. Documentos por los cuales se transmitan, constituyan, declaren o modifiquen
derechos reales sobre inmuebles:
I.a. Presentarán ante los organismos profesionales mencionados en el artículo
1º el testimonio y minuta que deben ingresar al Registro de la Propiedad,
juntamente con el certificado de valuación fiscal vigente a la fecha de presentación,
del o los inmuebles relacionados.
I.b. Acompañarán comprobante de depósito de los aportes del 7% y 5% fijados
en el artículo 12, inciso a) de la ley 6716 (texto modificado por la ley 8455) cuando
los documentos se expidan en asuntos de naturaleza voluntaria; en el supuesto de
ser expedidos los documentos en asunto de naturaleza contradictorio el aporte
será del 7% y 10%.
I.c. Para la determinación del monto del aporte se establecerá como importe del
honorario presunto la escala del 3% sobre la valuación fiscal vigente del o los
inmuebles en la parte que se transmite, constituye, declare o modifique derechos
reales; o de 10 jus si el importe obtenido fuere menor a ese tope. En los casos de
inmuebles afectados como "Bien de familia" la escala será del 1%, no rigiendo el
referido tope mínimo.
II. Documentos que se libran para anotar medidas cautelares sobre inmuebles,
reinscripciones, inhibiciones u otras registraciones personales y provengan de
causas del fuero civil y/o civil y comercial:
II.a. Presentarán ante los organismos profesionales mencionados en el artículo
1º, el testimonio y minuta que deben ingresar al Registro de la Propiedad
Inmueble.
II.b. Acompañarán comprobante de depósito de aporte del 7% y 10%
establecidos en el artículo 12 inciso a) de la ley 6716 (texto modificado por la ley
8455).
II.c. Para la determinación del monto del aporte, se establecerá como importe
del honorario presunto la escala del 2% sobre el total del crédito por capital por el
que se anota la medida; o de 5 jus si el importe obtenido fuera menor a ese tope o
los documentos no contengan suma alguna.
III. Documentos que se libran para anotar cancelación de derechos reales,
disponer levantamiento de medidas cautelares, reducciones, anotaciones
marginales:
Se procederá en la misma forma que en II. a y II. b precedentes.
Para la determinación del monto del aporte se establecerá como importe del
honorario presunto, la escala del 1% del total del crédito por capital que relacione
los documentos; o de 5 jus si el importe obtenido fuera menor a ese tope o los
documentos no contengan suma alguna.
Art. 3º.— En los supuestos de transmisión de dominio por tracto abreviado, de la
documentación registrable deberá resultar que el testimonio judicial utilizado a los
fines de dicho acto tiene la intervención de los organismos profesionales prevista
en el artículo 1º; o en su caso, que el profesional autorizado para tramitar la
inscripción haya cumplido con los deberes emergentes del artículo 20 de la ley
8904.
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§ 97
PRINCIPALES INNOVACIONES
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§ 98
DIRECTIVAS JURISPRUDENCIALES
Criterio general
La ley 22.172 tiene por objeto la colaboración entre los tribunales de la
República para una mejor administración de justicia y resulta aplicable tanto por las
provincias como por la Nación, a efectos de facilitar el cumplimiento de medidas
judiciales ordenadas por los distintos órganos judiciales.
Si el juez exhortado se ha opuesto a la diligencia requerida en los términos de la
ley 22.172, ello implica el ejercicio de una facultad que no posee y una clara
violación a los términos y espíritu de la ley convenio citada (Corte Sup., Fallos
322:90).
No obstante lo cual se ha señalado que si bien el art. 4º de la ley 22.172 es
suficientemente explícito en el sentido de que el juez al que se dirige el oficio no
podrá discutir la procedencia de las medidas solicitadas, a fin de no convertir al
magistrado de un estado autónomo en subordinado del que hubiera librado la
rogatoria, corresponde denegar la solicitud formulada cuando el pedido afecte, en
forma manifiesta, la competencia del juez requerido (Corte. Sup., Fallos 303:1002;
310:1041; 310:2939; 327:4853, del dictamen de la Procuración General, al que
remitió la Corte).
Corresponde que el juez provincial dé cumplimiento a la rogatoria librada por el
juez nacional ya que la norma de la Ley de Concursos y Quiebras que manda al
Agente Fiscal a cumplir diligencias en ajena jurisdicción (art. 258 de la ley 24.522)
prevalece ante las normas locales y aun sobre la ley 22.172 relativa a
comunicaciones interjurisdiccionales porque aquélla es especial con relación a la
materia y de orden público (Corte Sup., Fallos 324:2480).
Competencia
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Los exhortos deben diligenciarse, en principio, ante el tribunal que con arreglo a
sus leyes procesales tenga competencia según la naturaleza de la causa en que
han sido librados (Corte Sup., Fallos 233:66; C. Nac. Civ. y Com. Fed., sala II,
28/12/1999, "Llera, Néstor Manuel v. Banco Central De La República Argentina S/
Exhorto", AP 7/7877).
El diligenciamiento del exhorto de un juez de otra provincia, para el traslado de
la demanda al padre de un menor para obtener la autorización para viajar al
exterior, es competencia de los tribunales de familia (Sup. Corte Bs. As.,
27/10/2004, "C., d. v. N., M. s/ Exhortos y oficios", Juba sumario B39147).
Si el bien a secuestrar se encuentra en la jurisdicción provincial, pero dentro de
la competencia territorial de un juez con igual jurisdicción que el iudex a-quo,
corresponde por razones de economía y celeridad procesal, remitir las actuaciones
al Sr. Juez de igual clase y categoría en turno de la ciudad de Mar del Plata,
evitándose de ese modo complicaciones y trámites dilatorios, pues es innegable
que la télesis de la ley 22.172, radica en el logro de mayor eficacia y celeridad en
los trámites encomendados por el juez de la causa, en el marco de cooperación y
colaboración procesal que se deben Tribunales de distinta jurisdicción territorial,
siendo aplicable, por ende, en la especie el principio sentado por el inciso 1º del
art. 352 del Cód. Proc., en consonancia con el principio general que, en igual
sentido, consagra el art. 8º de dicho ordenamiento (art. 34 inc. 5º, ap. e, del Cód.
Proc.) (C. 2ª. Civ. y Com. La Plata, sala 1ª, 12/5/1992, "Plan Rombo v. Toledo Luis
María s/ Ejecución prendaria", Juba sumario B251122).
La ley 22.172 tiene por objeto la colaboración entre los tribunales de la
República para una mejor administración de justicia y resulta aplicable tanto por las
provincias como por la Nación, a efectos de facilitar el cumplimiento de medidas
judiciales ordenadas por los distintos órganos judiciales. Por imperativo legal los
tribunales exhortados sólo pueden examinar las formas del requerimiento, sin
expedirse sobre la procedencia de las medidas solicitadas, ni plantear a su
respecto, cuestiones de ninguna naturaleza, salvo que medie violación a principios
de orden público. Dicho régimen legal sobre comunicaciones entre tribunales de
distinta jurisdicción territorial —al que adhirió la provincia de Buenos Aires
mediante la ley 9618—, establece expresamente que: "No podrá discutirse ante el
tribunal al que se dirige el oficio, la procedencia de las medidas solicitadas, ni
plantearse cuestión de ninguna naturaleza. Los de competencia solo podrán
deducirse ante el tribunal oficiante" (art. 4º), motivo por el cual deviene
improcedente la declaración de incompetencia dispuesta por el a quo, debiendo en
la instancia de origen darse curso a la rogatoria en la forma pedida (C. 2ª. Civ. y
Com. La Plata, sala 1ª, 22/10/2002, "Banco Bandsud SA s/ Oficio", Juba sumario
B254695).
Suspensión de la medida
De acuerdo con lo dispuesto en el art. 5º de la ley 17.009, modificado por el art.
4º de la ley 22.172, que rige en materia de exhortos, el juez exhortado debe dar
cumplimiento a la orden judicial de secuestro librada en una ejecución prendaria,
sin que obste a ello la interposición de un interdicto de retener (Corte Sup., Fallos
306:592).
La medida de no innovar impetrada no es la vía idónea para poner en crisis las
formas de un oficio librado en los términos de la ley 22.172, cuyo diligenciamiento
fuera dispuesto por el juez de la causa que tramita en extraña jurisdicción. Ante
aquel deberá entonces formular el interesado el planteo correspondiente a fin de
obtener la enmienda que intenta (C. Civ. y Com. Pergamino, 4/12/1995,
"Pergamino Cooperativa de Seguros Ltda. s/ Medida de no innovar", Juba sumario
B2800611).
En virtud del art. 4º del convenio aprobado por ley 22.172 nacional y 9618 de
esta provincia, el tribunal oficiado se limitará a dar cumplimiento con lo requerido,
dictando las resoluciones necesarias para la total ejecución de la medida
solicitada. Excede, pues, de dicho marco, solicitar a la justicia local la suspensión
del lanzamiento, pues aun cuando pudiera ser de aplicación el art. 21 de la ley
24.522, ello debe ser articulado y resuelto en el juicio principal (C. Civ. y Com. San
Isidro, sala 2ª, 15/3/2005, "Bco. Societé Generale SA v. Cantón Arturo y otro s/
Ejecución especial s/exhorto", Juba sumario B1751291).
No obstante lo cual, y más recientemente, los tribunales provinciales han
resuelto que la orden de lanzamiento pronunciada por un juez nacional —quien
consideró no aplicable en el ámbito nacional la ley 13.302 que suspende ciertas
ejecuciones hipotecarias en todo el territorio de la Provincia de Buenos Aires, por
tratarse de una norma de procedimiento local— debe ser analizada, a pesar del
rechazo efectuado, por el juez provincial a tenor del orden público local (art. 4º, ley
22.172, ratificada por dec.-ley 9618), sin que obste a ello el pacto de competencia
establecido por las partes, ya que la normativa precitada, por sus características
excepcionales, esta exceptuada de la capacidad negocial de las partes (C. 2ª Civ.
y Com. La Plata, sala I, causa 114.765, 26/9/2013, RSD. 182/13).
Cuestiones arancelarias
La regulación de los honorarios corresponde al juez requerido (C. Civ. y Com.
Trenque Lauquen, 3/12/1992, "López de Tatángelo, Norma R. y otros v. Gallio de
Kalhawy, Mabel M. y otro s/ Daños y perjuicios", Juba sumario B2203037; C. 1ª
Civ. y Com. La Plata, sala 1ª, 26/6/2008, "Montarce, Marcelo Antonio v. Marjor SA
s/ Ejecución de honorarios", Juba sumario B102022).
No impresiona como razonable pretender que el perito designado en autos, se
vea forzado a arbitrar los medios tendientes a percibir su retribución por la tarea
que le fuera encomendada y que ha desarrollado en esta jurisdicción, en la ciudad
de Bahía Blanca, donde está radicada la causa. En esa inteligencia, corresponde
disponer que el juzgado interviniente en el exhorto disponga lo necesario para
recabar su remisión (o, en su caso, de copias certificadas) del tribunal exhortante,
a fin de regular los honorarios del perito contador, siempre y cuando esta no
hubiese sido practicada con anterioridad en aquella jurisdicción (C. Nac. Civ. y
Com. Fed., sala I, 11/5/2000, "Lamalfa Antonio y Otro v. Banco Central De La
República Argentina s/exhorto", AP 7/10954).
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Cuestiones procedimentales
La atribución de legislar en materia procesal pertenece, en general, a cada una
de las Provincias; sin embargo, esa categoría de normas se halla sujeta al llamado
principio de territorialidad, en virtud del cual sólo tienen vigencia dentro de los
límites del Estado que las dicta, pues en los restantes —ya sean Nacionales o
Provinciales— rigen los preceptos sancionados en sus respectivas jurisdicciones,
prueba de lo cual es que, tanto la ley 17.009 como la ley 22.172, establecieron que
el derecho vigente, en el lugar del juzgado al que se remite el pedido rige su
tramitación (Corte Sup., JA 1986-IV, síntesis).
La ley del Tribunal exhortado, rige los trámites de la diligencia, salvo que el
Tribunal exhortante determine expresamente la forma de practicarla, con
transcripción de la norma legal en que se funde (C. Civ. y Com. San Martín, sala
1ª, 6/3/2008, "López Brítez, Clotilde y otro/a v. Coarba Construcciones SA", Juba
sumario B1951833).
En cuanto a las formas, se ha dicho que el diligenciamiento de las cédulas debe
hacerse de acuerdo a lo que dispongan las normas vigentes en el lugar donde
deba practicarse (art. 6º del Convenio aprobado por la ley 22.172) (C. Civ. y Com.
Mar del Plata, sala 1ª, 2/8/2013, "Dipierro Virginia Elisabet v. Antunes De Lara
Eugenio y Otros S/ Daños y Perj.").
La ley 22.172, art. 9º, es clara y precisa en su propósito de restringir en lo
posible el desplazamiento de actuaciones, salvo circunstancias que allí señala. De
Página 366 de 715X
§ 99
atribuida por dicho precepto constitucional, en las causas entre una provincia y
vecinos de otras, si bien es improrrogable a los tribunales inferiores de la Nación
en el orden federal, no excluye la jurisdicción provincial o arbitral si por ella optaren
las partes, expresa o tácitamente (Fallos 90:97; 104:328; 110:35; y otros).
En tales condiciones, afirmó el Alto Tribunal, debe concluirse que lo decidido en
la sentencia apelada, en cuanto obliga a las partes a someter a la decisión de
amigables componedores el presente litigio, importa desconocer la jurisdicción
establecida por el artículo 100 [ahora 116] de la Constitución Nacional (cfr. también
arts. 2º, inc. 8º, ley 48; y 42, inc. b], ley 13.998) y constituye una denegatoria del
fuero federal de índole tal que hace pertinente la procedencia del recurso
extraordinario en los términos del artículo 14 de la ley 48 (Corte Sup., in re, "Bussio
Hnos. Empresa de Navegación y Astilleros v. Capitán, armador, propietario y/o
agente del buque de bandera norteamericana Del Oro y otros", 29/3/1967(2)).
En cambio, la creación de una instancia arbitral obligatoria instituida por el
artículo 2º de la ley 16.936 para dirimir conflictos colectivos laborales, es un medio
razonable buscado por el legislador para poner término y resolver situaciones que,
además de afectar a las partes en pugna, comprometen la tranquilidad social
perjudicando los intereses generales (Fallos 301:962).
A diferencia de los jueces —órganos del Estado— los árbitros desempeñan una
actividad mixta, jurisdiccional por su naturaleza, pero convencional por su origen
(Corte Sup., Fallos 320:2379).
[Con todo, sabrá contextualizar el lector todo lo aquí reseñado con las nuevas
previsiones contenidas en los arts. 1645 a 1665 del Código Civil y Comercial de la
Nación].
§ 100
LA FUNCIÓN JUDICIAL
A. Caracteres
El proceso no puede estar al servicio de planteos disvaliosos, ya que no es —
como lo recuerda MERCADER citando a FRANCISCO CAMPOS— un instrumento de
lucha entre particulares y sí, en cambio, herramienta de investigación de la verdad
y de la distribución de la justicia (Estudios en honor de H. Alsina, El silencio en el
proceso, p. 471); principio rector en el que se inspira también la famosa relación
Grandi.
Este criterio funcionalista (supra, §§ 1 a 35), que permite a la justicia superar un
esquema que las nuevas concepciones han dejado atrás, es el que hizo decidir a
la Corte Suprema Nacional, frente a una alegación similar, que "el proceso no
puede ser conducido en términos estrictamente formales, pues no se trata de
cumplir ritos caprichosos, sino de desarrollos de procedimientos destinados al
esclarecimiento de la verdad jurídica, que es su norte" (LL 89-412). Es también
doctrina de la Corte bonaerense (LL 105-201); y ha sido reiterada y explicitada por
el más Alto Tribunal de la Nación, más recientemente, en el caso "Oihler".
Página 371 de 715X
Desde antiguo se ha admitido la validez constitucional de normas legales, como las de la ley 11.570 que, al regular materias específicas de
su incumbencia (cfr. arts. 14 y 67, inc. 16, CN), han instituido procedimientos administrativos, atribuyendo competencia a ciertos órganos,
centralizados o no, para establecer hechos y aplicar sanciones correlacionadas con la función de policía social que tenían asignada (art. 67,
inc. 28, CN), con la condición de que se preserve la revisión judicial de las decisiones adoptadas en el ámbito administrativo (dictamen del
Procurador General de la Nación al que remite el fallo) (Corte Sup., LL 1982-A-503, fallo 80.596, 19/11/1981).
E. Cuestiones abstractas
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violencia evidente del derecho a la jurisdicción(6)(C. Civ. Com., Rosario, sala III,
"Alaminas, Armando", 15/6/1981, Juris n. 7131, 7/7/1981).
§ 101
precepto del artículo 88. Por esa causa en ella ha podido decirse que ese Código:
"no tolera que la astucia sea un arma procesal; mientras se concibió el proceso
como una especie de duelo legalizado en el cual el juez debía limitarse a anotar
los golpes y a dar la victoria al más diestro en las fintas empleadas por un litigante
podían aparecer como recursos de la lucha privada..." (Depalma, Buenos Aires,
1944, p. 32) y que "todo el proceso debe volverse más humano en el sentido de
que se manifieste al pueblo, no ya como una ceremonia cabalística, sino como un
refugio accesible que el Estado ha puesto a disposición de todos los que creen en
la justicia y que para ser oídos no disponen de otros títulos que el buen sentido y la
buena fe" (ídem, p. 30) (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1956-V-622-623 —voto
Dr. MERCADER—).
El proceso civil dispositivo (infra, § 157) normalmente se estructura sobre un
sistema de cargas que, según explica el mismo COUTURE, constituye "la situación,
jurídica en que se hallan los litigantes en el proceso, cuando la ley o el juez
requieren de ellos una determinada conducta de realización facultativa, dándoles
por consiguiente la opción de omitirla o realizarla, trayendo la omisión aparejada
un gravamen y constituyendo la realización un imperativo de su propio interés"
(Vocabulario jurídico, p. 144) (así, carga de contestación; carga de la prueba;
carga de apelar, etc., no constituyen ni una obligación, ni un deber); empero se
advierte que con arreglo a la naturaleza o connotación del proceso, la instrucción
publicística gravita en el predominio de los deberes sobre las cargas. Así, el
concurso ostenta una caracterización eminentemente publicística lo que determina
que si bien el síndico es parte, revista fundamentalmente la condición de un
funcionario público que obra en interés de la justicia, como un órgano judicial
actuante al lado del juez (C. Nac. Com., sala D, 15/10/1980, "Compañía de
Construcciones Magdalena", Der. 92-385).
§ 102
A. Generalidades
Los motivos de equidad subjetivamente apreciados no pueden servir de pretexto
para que los jueces dejen de aplicar las normas legales cuya sanción y abrogación
está reservada a otros poderes del Estado (Corte Sup., Fallos 324:2801).
Si bien el legislador es soberano en la sanción de la ley, el juez no lo es menos
en la apreciación y valoración de los hechos y si no puede éste, en principio, juzgar
de la equidad de la ley, no sólo puede sino que debe juzgar con equidad en los
casos particulares sometidos a su decisión. De lo contrario, aplicar la ley se
convertiría en una tarea mecánica reñida con la naturaleza misma del derecho.
Hacer justicia, misión específica de los magistrados, no importa otra cosa que la
recta determinación de lo justo en concreto; y ello sólo se puede lograr ejerciendo
la virtud de la prudencia animada con fino espíritu de justicia en la realización
Página 375 de 715X
efectiva del derecho en las situaciones reales que se le presentan, lo que exige
conjugar los principios enunciados en la ley con los elementos fácticos del caso,
cuyo consciente desconocimiento no se compadece con la misión de administrar
justicia (Fallos 302:1611; id, 29/10/1981, "Gramajo J. R.", Der. 96-766).
La primera fuente de inteligencia de la ley es su letra, aunque la misión judicial
no se agota con ello, ya que los jueces, en cuanto servidores del derecho para la
realización de la justicia, no pueden prescindir de la intención del legislador y del
espíritu de la norma, de manera que las conclusiones armonicen con el
ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la Constitución
Nacional (Corte. Sup., Fallos 318:1894; 327:5295, del dictamen de la Procuración
General, al que remitió la Corte).
La misión judicial no se agota con la remisión a la letra de la ley, toda vez que
los jueces, en cuanto servidores del derecho y para la realización de la justicia, no
pueden prescindir de la ratio legis y del espíritu de la norma (Corte Sup., Fallos
322:752).
La relación procesal (¿relaciones, situación, institución, complejo de ellas?)
significa la presencia de deberes, derechos, facultades y cargas respecto de los
sujetos del proceso que, si bien por sus especiales características formales e
instrumentales reciben un trato distinto de la relación jurídica sustancial, no por ello
escapan en su desarrollo y juego recíproco, a los principios generales de toda
relación de derecho en cuanto a estructura (bilateralidad, equivalencia,
interdependencia, funcionamiento, oportunidad, cumplimiento, incumplimiento,
diligencia, buena fe) y a consecuencias derivadas de su efectiva realización o de la
omisión en hacerlo: adquisición o pérdida de las situaciones jurídicas, beneficios o
perjuicios, sanciones (Corte Sup., Mendoza, JA 1967, vol. 11, sec. prov., p. 276,
10/10/1966).
Si bien el juez no es el amo del proceso, ni le está permitido conducirlo a su
arbitrio o violar las normas legales que lo regulan, tampoco reviste el carácter de
un ente que mire con pasividad o indiferencia el triunfo de la malicia o de
articulaciones leguleyescas que se sustentan en un cerrado formalismo, porque él
debe responder, igualmente, a su sentimiento de justicia y velar por el triunfo final
de la verdad (C. Nac. Civ., sala D, 28/7/1964, JA 1966-VI-300).
La renuncia a la verdad es incompatible con el adecuado servicio de justicia; si
bien los jueces deben fallar con sujeción a las reglas y principios de forma, según
las circunstancias de hecho que aducen y acreditan las partes —secundum
allegata et probata partium— nada excusa su indiferencia respecto de la objetiva
verdad en la augusta misión de dar a cada uno lo suyo (Corte. Sup., 327:5970;
330:4216).
quebrantan las reglas del debido proceso (por mayoría) (Sup. Corte Bs. As., DJBA
79-13).
O la producción de prueba fuera del término legal(7)(Fallos 211:1533).
Cuadra destacar, por último, que la Corte federal tiene reiteradamente decidido
que las cuestiones de orden procesal, aun regidas por leyes federales, no dan
lugar al recurso extraordinario en tanto lo resuelto no importe agravio constitucional
o comprometa instituciones básicas de la Nación (Fallos 248:503; 250:426;
253:465 y sus citas; 258:286; 264:293; 297:301; 298:510; 301:179).
§ 103
§ 104
SENTENCIA DEFINITIVA
Página 380 de 715X
A. Importancia
Esta noción y su manejo técnico deben ser aprehendidos con cuidado por el
lector en la órbita de los recursos extraordinarios, sea en la ejecución de sentencia,
bien en el proceso declarativo de revisión posterior, entre otras implicancias, pues
conlleva consectarios de grave repercusión.
La Corte federal lo considera insoslayable para la apertura del recurso
extraordinario(9). Faltará esa condición cuando los agravios puedan encontrar
remedio en otras instancias, o mediante vías distintas. La apelación del artículo 14
de la ley 48, reafirma constantemente nuestra casación constitucional, debe
interponerse contra la sentencia definitiva que haya dictado el Superior Tribunal de
la causa(10), una vez agotadas las instancias existentes en las respectivas
jurisdicciones para el examen y decisión de las cuestiones federales planteadas
(Corte Sup., R-633 "Rego Ricardo v. Di Giogi de Rego, Amanda", 17/11/1981).
Habrá, pues, que afinar el análisis según las características de cada hipótesis
para no recaer en una efectiva privación de justicia, si la indicación de la eventual
existencia de otras vías —idóneas y eficaces— por las que el agravio del apelante
pueda hallar remedio, obligare, sin embargo, a una infructuosa búsqueda de la
jurisdicción competente o comprometiera seriamente la garantía de la defensa.
Advertencia que igualmente vale con relación a la procedencia del juicio
declarativo ordinario o sumario, de conocimiento posterior, con relación a la
sentencia ejecutiva. Los criterios a priori rígidos, doctrinarios o de escuela, deben
posarse flexiblemente y rendirse a la realidad el tráfico en pro de la eficacia final
del servicio.
B. Supuestos
Es criterio, muchas veces repetido, de la Corte Suprema Nacional, que las
únicas resoluciones que revisten carácter de sentencias definitivas, en los términos
del artículo 14 de la ley 48, son aquellas que ponen fin a un pleito, impiden su
prosecución o que causan un agravio imposible o de insuficiente reparación ulterior
(Fallos 254:12; 256:474, 257:187; 292:202; 293:439, 701; 294:392; 295:152, 1005;
296:102; 327:2406; 325:2623; 328:4589; 329:2620; 330:826; 331:1186, entre
muchos).
Dicho Tribunal ha perfilado acabadamente tal concepto, señalando que no
revisten este carácter, entre otras, las resoluciones que:
a) desestiman la defensa de falta de acción y decretan la nulidad de lo actuado
sin la intervención de la parte presuntamente legitimada (Fallos 250:713);
b) admiten o deniegan medidas probatorias (Fallos 260:19; 261:433; 290:333;
292:83);
c) practican una regulación de honorarios con carácter provisional (Fallos
247:456; 310:1770);
d) rechazan una ejecución fiscal, en el caso que las cuestiones resueltas sean
susceptibles de discutirse eficazmente en el proceso de conocimiento posterior
(Fallos 248:49);
e) se pronuncian sobre la procedencia o no de una medida cautelar (Fallos
239:495; 249:682; 256:150; 258:262; 260:223; 317:1777; 324:4414; 322:2056;
327:1711; 329:500; 334:259);
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§ 105
que recayendo sobre el asunto principal objeto del litigio o sobre un artículo,
produzca el efecto de finalizar la litis haciendo imposible su continuación (Sup.
Corte Bs. As., 1/4/1997, "Galdi, Magda E. v. Sánchez, Clotilde, y ot. s/
Reivindicación. Recurso de queja", 24/2/1998, "Pradymar S. A. Concurso
preventivo s/ Incidente determinación de plazo", 20/4/1999, "Pereyra, Guillermo E.
v. Scarimbolo, Martín s/ Ejecución", 2/2/2000, "Moroni, Norma I. v. Valdéz, Juan L.
y ots. s/ Cobro de alquileres", 12/3/2003, "Banco Comercial Finanzas SA (en liq.
BCRA) s/ Incidente de oposición a la licitación. Rec. de queja", 25/2/2004, "Gómez,
Daniel v. De Zan, P. y ots. s/ Daños y perjuicios", 3/2/2005, "López, María del
Carmen y otros v. Instituto de la Vivienda de Bs. As. y otros. s/ Acción meramente
declarativa", 13/12/2006, "Bronson Stern SA v. Rebuffo, Carlos Alberto s/ Desalojo
por falta de pago", 4/4/2012, "Asociación de Usuarios Bancarios Argentina (Acuba)
v. Bazar Avenida SA s/ Materia a categorizar. Recurso de queja", 4/7/2012, "B., A.
L. s/ Adopción. Acciones vinculadas", Juba sumario B22634).
O si lleva implícita la suerte de algunos de los derechos que se pretende hacer
valer en juicio (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1956-V-316).
No tienen, en cambio, ese carácter, las resoluciones que por producir efectos de
cosa juzgada meramente formal no obstan a su revisión en un proceso posterior
(Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent., 1956-III-62; 1958-IV-26; 1962-III-190).
Así, por ejemplo, la sentencia dictada en juicio ejecutivo, salvo que ella aborde
temas que no podrán ser materia de revisión ulterior en otro proceso (Sup. Corte
Bs. As., 27/4/2011, "Puig, José Luis v. Arzobispado de La Plata s/ Cobro ejecutivo-
Recurso de queja", Juba sumario B3900291, entre otras).
Además, las referentes a medidas cautelares (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent.,
1956-III-63; 1958-II-439 y, más recientemente, 23/3/1999, "Masa, Osvaldo C. v.
ESEBA SA s/ Indemnización por despido. Incidente levantamiento embargo
preventivo", Ac. y Sent. 1999-I-771, 5/10/2005, "B.,N. s/ Amparo", Juba sumario
B26827, 30/11/2011, "Duarte, Raúl v. Saladino SATIM y otros s/ Despido",
30/11/2011, "Muñoz, Mario Roberto v. Saladino SATIM y otros s/ Despido",
11/9/2013, "Sindicato de Luz y Fuerza Gral. Pueyrredón v. Cooperativa de
Electricidad Gral. Balcarce Ltda. s/ Amparo sindical", Juba sumario B55472, entre
otras).
O las que versan sobre medidas probatorias (Sup. Corte Bs. As., Ac. y Sent.,
1956-II-62; 1960-I-55; 3/10/1995, "Villanueva, E. v. Bava, F. s/ Usucapión. Rec. de
queja", Juba sumario B36032; 17/2/1998, "Ojeda, Claudia Alejandra y otro v. D
´Eramo, julio César s/ Daños y perjuicios", Juba sumario B24503).
§ 106
§ 107
"La magistratura republicana, la que ha querido asegurar la Constitución, no es un servicio de justicia impenetrable a las debilidades
humanas, sino responsable de su superación" Augusto Mario MORELLO
§ 108
1. Introducción
La designación de jueces en el sistema jurídico argentino ha seguido
históricamente el modelo norteamericano, que se caracteriza por ser un
procedimiento de carácter político institucional, donde el Poder Ejecutivo propone
al candidato con el consejo y acuerdo del Senado(2).
Existen diversos modelos de procesos de designación de jueces, los que se
pueden distinguir en políticos y profesionalizados. Siguiendo a SAGÜÉS, los
primeros son llevados a cabo por órganos políticos, generalmente a través de la
elección por parte del titular del Poder Ejecutivo con acuerdo del Senado; y los
segundos, se asientan en tres pilares básicos: la formación profesional del
candidato por medio de una escuela judicial, la competencia a través de un
concurso y la preselección por parte de un Consejo de la Magistratura(3).
En líneas similares, GELLI destaca cuatro sistemas típicos de elección de
magistrados: a) selección por órganos políticos provenientes de elecciones
democráticas; b) selección técnica provista por un órgano de ese carácter, que
evalúa las idoneidades de los postulantes; c) elección por un cuerpo electoral, en
elecciones populares periódicas; y d) selección previa de carácter técnico jurídica,
con designación y acuerdo político posterior(4).
La reforma constitucional de 1994 adoptó un sistema de designación de jueces
de carácter mixto; por una parte, se mantuvo la atribución discrecional del
Presidente de nombramiento de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación con el acuerdo del Senado; pero con respecto a la designación de jueces
federales inferiores, se incorporó un proceso de carácter técnico jurídico o
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2. Régimen federal
Humanos, dentro de los quince (15) días a contar desde la última publicación, las
posturas, observaciones y circunstancias que consideren de interés respecto de
los candidatos incluidos en el proceso de preselección, que deberá ser realizada
junto con una declaración jurada de objetividad respecto de los mismos. De igual
modo, se pueden requerir opiniones a organizaciones o entidades profesionales y
organizaciones sociales para su valoración, y se debe recabar información de la
Administración Nacional Federal de Ingresos Públicos, preservando el secreto
fiscal, en relación al cumplimiento de las obligaciones impositivas de los
postulados.
Posteriormente, dentro de los quince (15) días siguientes al vencimiento
establecido para la presentación de las posturas u observaciones, el Poder
Ejecutivo debe hacer mérito de las razones que fundan la decisión tomada y
decidir sobre la elevación o no de la propuesta. En caso afirmativo, debe remitirla
al Senado para que se pronuncie mediante el respectivo acuerdo.
Por su parte, la Cámara de Senadores, en sesión pública, debe considerar los
pliegos y pronunciarse en tal sentido, requiriéndose para ello el acuerdo de los dos
tercios de sus miembros presentes. En línea con el mecanismo de consulta
ciudadana, el Reglamento Interno de la Cámara determina que los pliegos
enviados por el Poder Ejecutivo para la designación de jueces y conjueces de la
Corte Suprema deben ser sometidos al procedimiento de audiencia pública
previsto en dicha normativa(8).
Por último, el Senado envía el acuerdo de designación al Presidente de la
Nación que por decreto nombra al ministro de la Corte, quien debe prestar
juramento antes de asumir el cargo(9).
aquellos que provengan del ámbito judicial. Se debe destacar, que las bases de la
prueba de oposición deben ser las mismas para todos los postulantes, y que el
examen de oposición además de ser escrito, debe versar sobre temas
directamente vinculados a la función que se pretenda cubrir, y evaluar tanto la
formación teórica como práctica.
Los recaudos para postular un cargo son: ser abogado y cumplir con las demás
condiciones exigidas para ser miembro del Consejo de la Magistratura (13).
Corresponde señalar, que la norma exige que al producirse las postulaciones de
los candidatos, se debe conformar una nómina a los efectos de ser publicada para
permitir que se realicen las impugnaciones que correspondan respecto a la
idoneidad de los mismos.
Cada vez que se produce una vacante, la Comisión llama a concurso público de
oposición y antecedentes, dando publicidad a las fechas de los exámenes y la
integración del jurado que evaluará y calificará las pruebas de oposición de los
aspirantes, poniendo en conocimiento de los interesados que dicho concurso
estará destinado a cubrir todas las vacancias que se produzcan durante la
sustanciación del concurso y hasta la decisión del plenario, siempre y cuando se
trate de la misma competencia en cuanto al territorio, la materia y el grado.
Alternativamente, cuando el plenario del Consejo se lo encomiende, por voto de la
mayoría absoluta de la totalidad de sus miembros, debe convocar a concurso
previo a la producción de la o las vacantes (14). La Comisión puede asimismo
tramitar un concurso múltiple cuando exista más de una vacante para la misma
función, sede y especialidad, en cuyo caso las ternas quedarán confeccionadas
con una cantidad total de tres (3) candidatos distintos por cada cargo vacante
concursado(15).
A los efectos de dar publicidad a la formación del respectivo concurso, se debe
publicar por tres (3) días en el Boletín Oficial, en tres (3) diarios de circulación
nacional y en dos (2) diarios de circulación local —según la jurisdicción de la
vacante a concursar— en cuatro (4) medios de comunicación audiovisual nacional
y en dos (2) medios de comunicación audiovisual local —según la jurisdicción de la
vacante a concursar— el llamado a concurso, las vacantes a concursar y todos los
datos correspondientes, individualizando los sitios en donde pueda consultarse la
información in extenso, a lo que se debe agregar la obligación de comunicar a los
colegios de abogados, a las universidades nacionales y a las asociaciones de
magistrados y abogados, nacionales y de la jurisdicción respectiva. El Consejo
debe mantener actualizada, a través de sus órganos de documentación y
comunicación, la información referente a las convocatorias, y permitir el acceso a
los formularios usados para la inscripción de los postulantes en la página web que
deberá tener a tal fin, de modo de posibilitar a todos los aspirantes de la República
conocer y acceder a la información con antelación suficiente(16).
El Consejo, a propuesta de la Comisión, elabora periódicamente listas de
jurados para cada especialidad, que deben estar integradas por profesores de
cada rama específica y de áreas generales de la formación jurídica designados por
concurso en universidades nacionales públicas. En cada oportunidad, se sortea en
acto público, en días y horas prefijados, la integración del jurado que debe quedar
conformado por cuatro (4) miembros de dichas listas de especialistas que resulten
sorteados por la Comisión, y cuatro (4) suplentes, de conformidad a lo establecido
por el Reglamento. A los miembros, funcionarios y empleados del Consejo les está
vedado integrar jurados(17).
El proceso ante la Comisión comprende las siguientes tres etapas: a) prueba de
oposición escrita, b) evaluación de antecedentes y c) entrevista personal(18). El
jurado designado toma el examen y califica las pruebas de oposición de los
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cubrir, debe relevar la información adquirida al Poder Ejecutivo, que decide sobre
la elevación de la propuesta al Senado de la Nación.
Corresponde señalar, que en virtud de que la terna enviada por el Consejo tiene
carácter vinculante, el Poder Ejecutivo debe elegir en forma fundada a uno de los
tres candidatos propuestos sin estar obligado a designar al primero de la lista. En
esta línea, la sala V de la Cámara Nacional en lo Contencioso Administrativo ha
dicho que "no puede afirmarse que la elección efectuada por el Poder Ejecutivo
Nacional respecto de quien figuró segundo en el orden de mérito en desmedro del
primero haya sido arbitraria e infundada, ya que aquél contaba con los elementos
necesarios para evaluar la idoneidad de este candidato, junto con la de los demás
integrantes de la terna, pues tuvo acceso a todos los antecedentes administrativos
que sirvieron al Consejo de la Magistratura para la selección —art. 3º, decreto
588/2003—" y que "de una interpretación integral de las normas constitucionales,
legales y reglamentarias que regulan el procedimiento de selección de
magistrados, no surge que quienes se postulan como candidatos a ser
seleccionados en los concursos del Consejo de la Magistratura, y más tarde por el
Presidente de la Nación, tengan un derecho subjetivo a ser elegidos, pues la
elección de la terna y, dentro de ésta, del candidato, comportan juicios de
valoración político institucional y técnico jurídico, dentro de un procedimiento que
es reglado mas tiene aspectos estrictamente discrecionales, reservados al
Presidente de la Nación en el art. 99, inc. 4º, de la Constitución Nacional"(23).
d. El Senado debe prestar acuerdo, en sesión pública, por mayoría absoluta de
los miembros presentes. Al igual que el procedimiento para la designación de
ministros de la Corte Suprema, se prevé en el Reglamento Interno de la Cámara
que los pliegos enviados por el Poder Ejecutivo deben ser sometidos al
procedimiento de audiencia pública previsto en la normativa(24). De obtener el
acuerdo al candidato propuesto, el Presidente de la Nación sanciona por decreto el
nombramiento del juez, que debe prestar juramento antes de asumir el cargo(25).
§ 108 BIS
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1. Estabilidad en el cargo
a. Alcances
Establece el artículo 110 de la Carta Magna, que "los jueces de la Corte
Suprema y de los tribunales inferiores de la Nación conservarán sus empleos
mientras dure su buena conducta, y recibirán por sus servicios una compensación
que determinará la ley, y que no podrá ser disminuida en manera alguna, mientras
permaneciesen en sus funciones", lo cual supone que no pueden ser privados del
ejercicio de la magistratura en virtud de un acto discrecional de la autoridad que los
designó, sino exclusivamente en razón de algunas de las causales previstas por el
ordenamiento jurídico, cuando han incurrido en incumplimiento de los deberes
esenciales que importen un mal desempeño(51). Entra a jugar así, la cuestión de la
responsabilidad de los jueces (infra, Secc. III del presente capítulo).
La reforma constitucional de 1994 introdujo profundos cambios en cuanto al
juzgamiento y remoción de los magistrados. Por una parte, con respecto a los
ministros de la Corte Suprema rige el art. 53 de la Constitución Nacional, que
otorga a la Cámara de Diputados "el derecho de acusar ante el Senado al
presidente, vicepresidente, al jefe de gabinete de ministros, a los ministros y a los
miembros de la Corte Suprema, en las causas de responsabilidad que se intenten
contra ellos, por mal desempeño o por delito en el ejercicio de sus funciones; o por
crímenes comunes, después de haber conocido de ellos y declarado haber lugar a
la formación de causa por la mayoría de dos terceras partes de sus miembros
presentes"(52).
En cuanto a los demás jueces que integran el Poder Judicial federal, se
determinó que los mismos deben ser juzgados y removidos por las mismas
causales que enumera el art. 53, por un jurado de enjuiciamiento integrado por
legisladores, magistrados y abogados de la misma matrícula federal, cuyo fallo es
en principio irrecurrible y no tiene más efecto que destituir al acusado. El
magistrado que haya sido destituido, quedará sujeto a acusación, juicio y castigo
de conformidad con las leyes ante los tribunales ordinarios (art. 115, CN; infra, §
124 y ss.)(53).
b. Límite de edad
La reforma constitucional de 1994 incorporó una limitación por edad de los
magistrados. En el art. 99, inc. 4º determinó "que un nuevo nombramiento,
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a. Alcances
La irreductibilidad de las compensaciones constituye un derecho del juez y, a su
vez, otra exteriorización de la independencia del Poder Judicial.
En el caso "Bonorino Peró" la Corte Suprema, integrada por conjueces, decidió:
"...que la garantía de irreductibilidad de los sueldos esta conferida en común al
'órgano-institución' y al 'órgano-individuo', no para exclusivo beneficio personal o
patrimonial de los magistrados, sino para resguardar su función en el equilibrio
tripartito de los poderes del Estado, de forma que la vía abierta en esta causa no
tiende sólo a defender un derecho de propiedad de los actores como particulares,
y a título privado, sino la ya referida garantía de funcionamiento independiente del
Poder Judicial, cuya perturbación la Constitución ha querido evitar al consagrar
rotundamente la incolumidad absoluta de las remuneraciones judiciales".
Asimismo, consideró: "...que si la jurisprudencia de esta Corte ha atendido
favorablemente al restablecimiento del valor económico de prestaciones cuando
las reputo afectadas por la inflación en relaciones jurídicas donde no se agraviaba
ninguna garantía de funcionamiento de los poderes del Estado, con mayor razón
debe aplicar criterio semejante cuando sufre detrimento una garantía de esa
naturaleza, expresamente formulada en la enfática cláusula del art. 96, sin que sea
óbice el carácter general del perjuicio que la depreciación monetaria proyecta
sobre toda la sociedad"(57).
Sin embargo, en el caso "Mill de Pereyra", el máximo Tribunal dispuso que "...no
es válido asignar —como lo hizo la corte local— a la garantía que consagra la
intangibilidad de las remuneraciones de los magistrados, una extensión tal que
desconozca las facultades que el art. 75 inc. 11 de la Ley Fundamental confiere al
Congreso de la Nación para 'hacer sellar moneda, fijar su valor y el de las
extranjeras'" (voto de los Dres. FAYT, BELLUSCIO y del Dr. VÁZQUEZ). En ese orden
de ideas, resolvió con respecto a la ley de convertibilidad, que "ley 23.928
constituye una decisión clara y terminante del Congreso de la Nación de ejercer las
funciones que le encomienda el art. 75, inc. 11 de la Ley Fundamental, y ante tal
acto legislativo no sólo han quedado derogadas disposiciones legales sino que
además deben ser revisadas las soluciones de origen pretoriano que admitían el
ajuste por depreciación, en cuanto, precisamente, se fundaron en la falta de
decisiones legislativas destinadas a enfrentar el fenómeno de la inflación" (voto de
los Dres. FAYT, BELLUSCIO y del Dr. VÁZQUEZ)(58).
En el caso "Chiara Díaz", la Corte Suprema, con una mayoría de cinco contra
dos, determinó que "la prohibición de reducir las remuneraciones de los jueces
mientras duren sus funciones —art. 110, Constitución Nacional— constituye un
mandato dirigido a los otros dos poderes del Estado y les impone abstenerse de
dictar o ejecutar acto alguno que implique tal reducción, pero no instituye un
privilegio que los ponga a salvo de toda y cualquier circunstancia que redunde en
una pérdida del poder adquisitivo de sus haberes" (...) "la finalidad del art. 110 de
la Constitución Nacional es prevenir ataques financieros de los otros poderes
sobre la independencia del judicial, pero no protege a la compensación de los
jueces de las disminuciones que indirectamente pudieran proceder de
circunstancias como la inflación u otras derivadas de la situación económica
general, en tanto no signifiquen un asalto a la independencia de la justicia por ser
generales e indiscriminadamente toleradas por el público". (...) "la ventaja, acierto
o desacierto de la prohibición de indexar impuesta por las leyes 23.928 y 25.561
(Adla, LI-B-1752; LXII-A-44) escapa al control de constitucionalidad pues la
conveniencia del criterio elegido por el legislador no está sujeta a revisión judicial,
salvo que sea arbitrario o irrazonable, extremo que en el caso no ha sido alegado
ni demostrado" (voto de los Dres. PETRACCHI y MAQUEDA). Sin embargo, el
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3. Incompatibilidades
a. Desde otro vértice, cabe puntualizar que se establecen prohibiciones respecto
de los miembros que integran los cuadros del servicio de la administración de
justicia, imponiendo incompatibilidades para ejercer actividades al margen de la
función específica. Ello no sólo apunta a asegurar la imparcialidad propia del
adecuado desempeño de tan trascendente misión, sino que de ese modo se
excluye la eventual perturbación de intereses susceptibles de menoscabar la
independencia judicial.
La Constitución Nacional prohíbe expresamente que los jueces de las cortes
federales puedan serlo al mismo tiempo de los tribunales de provincia (art. 34,
CN).
Por su parte, el art. 9º del dec.-ley 1285/1958, según ley 21.341, considera
incompatible con el ejercicio de la magistratura judicial: toda actividad política, el
ejercicio del comercio, la realización de cualquier actividad profesional, salvo
cuando se trate de la defensa de los intereses personales, del cónyuge, de los
padres y de los hijos, y el desempeño de empleos públicos o privados, excepto la
comisión de estudios de carácter honorario. Asimismo, veda el desempeño de los
cargos de rector de universidad, decano de facultad o secretario de las mismas.
Sin embargo, los magistrados de la justicia nacional pueden ejercer,
exclusivamente, la docencia universitaria o de enseñanza superior equivalente,
con la autorización previa y expresa, en cada caso, de la autoridad judicial que
ejerce la superintendencia. A los jueces de la Nación les está prohibido practicar
juegos de azar, concurrir habitualmente a lugares destinados a ellos o ejecutar
actos que comprometan la dignidad del cargo(63).
Tampoco pueden ser, simultáneamente, jueces del mismo tribunal colegiado,
parientes o afines dentro del cuarto grado civil. En caso de afinidad sobreviniente,
el que la cause debe abandonar el cargo (art. 8º, dec.-ley 1285/1958). En el mismo
orden, los jueces deben residir en la ciudad en que ejercen sus funciones o en un
radio de hasta 70 kilómetros de la misma, aunque pueden pedir autorización previa
a la Corte Suprema para habitar a mayor distancia (art. 10, dec.-ley 1285/1958)(64).
El nuevo Código Civil y Comercial de la Nación establece como inhabilidad
especial, que los jueces, funcionarios y auxiliares de la justicia, árbitros y
mediadores, así como sus auxiliares, no pueden contratar en interés propio
respecto de bienes relacionados con procesos en los que intervienen o han
intervenido (art. 1002, Cód. Civ. y Com.)(65). A diferencia del Código de Vélez
Sarsfield, que determinaba los supuestos concretos que impedían la celebración
de determinados actos, la nueva normativa enumera en la Parte General los
postulados que impiden a los sujetos indicados contratar en su propio interés(66).
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§ 109
§ 110
RESPONSABILIDAD POLÍTICA
a. Régimen federal
El régimen republicano de gobierno adoptado por el Estado en la Carta
Fundamental (art. 1º, CN) asume que sus autoridades sean responsables por el
ejercicio de la función pública que les toca desempeñar. En este orden, el bien
jurídico que se protege con la responsabilidad política de los gobernantes es,
principalmente, el buen funcionamiento de la función pública y el interés general de
la sociedad(73).
En el orden federal, existen dos regímenes de juzgamiento de responsabilidad
política judicial. Por una parte, la Constitución Nacional dispone que le compete a
la Cámara de Diputados acusar ante el Senado, en las causas de responsabilidad
que se intenten contra los miembros de la Corte Suprema, por mal desempeño,
por delito en el ejercicio de sus funciones o por crímenes comunes, después de
haber conocido de ellos y declarado hacer lugar a la formación de causa por la
mayoría de dos terceras partes de sus miembros presentes (art. 53, CN). A su vez,
le corresponde a la Cámara de Senadores, en carácter de tribunal de juicio
político, juzgar a los acusados por la Cámara de Diputados, requiriéndose para
declarar culpable al inculpado el voto de los dos tercios de sus miembros
presentes (art. 59, CN)(74). Se debe señalar, que el fallo dictado no puede tener
más efecto que destituir al acusado(75), y aun declararle incapaz de ocupar ningún
empleo de honor, de confianza o a sueldo en la Nación, aunque la parte
condenada queda, no obstante, sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las
leyes ante los tribunales ordinarios (art. 60, CN)(76).
Por la otra, a partir de la reforma constitucional de 1994, se instauró un sistema
de responsabilidad política de los jueces inferiores en el que intervienen dos
órganos especiales: el Consejo de la Magistratura que acusa y el Jurado de
Enjuiciamiento que juzga (art. 114, inc. 5º y 115, CN). Cabe destacar que las
causales de remoción para este tipo de procesos son las mismas que para
remover a los miembros de la Corte Suprema. De acuerdo a lo establecido en el
texto constitucional, el fallo del Jurado de Enjuiciamiento es en principio
irrecurrible(77)y no tiene más efecto que destituir a los acusados. Asimismo, la parte
condenada queda, no obstante, sujeta a acusación, juicio y castigo conforme a las
leyes ante los tribunales ordinarios(78).
De lo dicho se colige que los ministros de la Corte Suprema así como los jueces
de los tribunales inferiores sólo pueden ser separados de sus cargos mediante el
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§ 111
RESPONSABILIDAD CIVIL
a. Régimen federal
La responsabilidad civil de los jueces acarrea la posibilidad de que los mismos
puedan ser demandados personal y patrimonialmente por daños cometidos en el
ejercicio de sus funciones. De acuerdo al sistema federal de gobierno adoptado
por la Constitución Nacional, tanto la Nación como cada provincia en particular
tienen facultad para determinar su propio régimen de responsabilidad civil de sus
magistrados(82).
En el ámbito nacional, la inmunidad consagrada por la Constitución Nacional ha
exigido el desafuero previo para responsabilizar civilmente a los jueces por actos
ilícitos cometidos en el ejercicio de la función judicial (arts. 53, 59 y 60, CN). Cabe
aclarar que no existe impedimento alguno para someter ante la justicia a los
funcionarios protegidos por la inmunidad referida, una vez cumplidas las
formalidades exigidas para su destitución o producido el cese de sus funciones por
cualquier otra causa(83).
En este orden, hasta la reforma constitucional de 1994, la jurisprudencia de la
Corte Suprema, a partir de los casos "Contreras" y "Carbó", ha sido pacífica en
cuanto al requerimiento de desafuero como paso previo a la promoción de
cualquier acción judicial que se intente contra los jueces(84).
Con posterioridad a la reforma constitucional de 1994, se mantuvo un criterio
similar con algunos matices, en virtud de la modificación efectuada al proceso de
remoción de los jueces inferiores de la Nación, de conformidad a lo desarrollado
previamente.
Siguiendo la línea trazada con anterioridad, en el caso "Irurzun" la Corte
Suprema sostuvo que: "la inmunidad jurisdiccional de los magistrados judiciales no
tiende a establecer un privilegio contrario al art. 16 de la Constitución Nacional,
toda vez que se funda en razones de orden público, relacionadas con la marcha
regular del gobierno creado por la Ley Fundamental"; y que: "si bien la inmunidad
jurisdiccional de los magistrados judiciales, constituye una fuerte restricción al
derecho individual de ocurrir ante los tribunales en procura de justicia, se justifica
por la necesidad de asegurar el libre ejercicio de la función judicial, la cual
seguramente se frustraría si los jueces estuviesen expuestos a las demandas de
litigantes insatisfechos con sus decisiones"(85).
Lo dicho no empece, desde luego, a la admisión de la responsabilidad del
Estado por el error judicial. En este sendero, la Corte Suprema en el precedente
"Tortorelli" dijo que: "la no intervención en el proceso del magistrado que habría
cometido el hecho dañoso o la imposibilidad de traerlo a juicio en tanto no fuera
separado de su cargo, no obsta a la responsabilidad estatal por los hechos ilícitos
de sus funcionarios, ya que no existe prescripción legal alguna que establezca que
en las demandas de resarcimiento contra uno de los responsables sea menester
deducir también la pretensión contra quien lo es de manera concurrente"; y
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§ 112
RESPONSABILIDAD DISCIPLINARIA
a. Régimen federal
1. Esta responsabilidad está prevista expresamente en la Constitución Nacional
(art. 114 inc. 4º), que determina como atribución del Consejo de la Magistratura
ejercer facultades disciplinarias sobre los magistrados.
Es competencia de la Comisión de Disciplina y Acusación proponer al plenario
del Consejo sanciones disciplinarias a los jueces titulares, subrogantes y jubilados
convocados de acuerdo a la normativa vigente(93). Se debe señalar, que el Consejo
puede proceder de oficio o ante una denuncia que le efectúen otros órganos del
Poder Judicial, magistrados, funcionarios o particulares que acrediten un interés
legítimo, con los límites fijados por la garantía de independencia de los jueces por
el contenido de las sentencias(94).
La ley que regula el ejercicio del Consejo, determina como faltas disciplinarias:
1. la infracción a las normas legales y reglamentarias vigentes en materia de
incompatibilidades y prohibiciones, establecidas para la magistratura judicial; 2. las
faltas a la consideración y el respeto debido a otros magistrados, funcionarios y
empleados judiciales; 3. el trato incorrecto a abogados, peritos, auxiliares de la
justicia o litigantes; 4. los actos ofensivos al decoro de la función judicial, el respeto
a las instituciones democráticas y los derechos humanos o que comprometan la
dignidad del cargo; 5. el incumplimiento reiterado de las normas procesales y
reglamentarias, 6. la inasistencia reiterada a la sede del tribunal o el
incumplimiento reiterado en su juzgado del horario de atención al público; y 7. la
falta o negligencia en el cumplimiento de sus deberes, así como de las
obligaciones establecidas en el Reglamento para la Justicia Nacional(95).
Los jueces pueden ser sancionados con: 1) advertencia; 2) apercibimiento; y 3)
multa de hasta el cincuenta por ciento (50%) de los haberes del
magistrado(96). Estas sanciones son apelables en sede judicial por ante la Corte
Suprema de Justicia de la Nación. El recurso se debe interponer y fundar por
escrito ante el Consejo, dentro de los cinco (5) días siguientes al de la notificación
de la resolución, debiéndose ofrecer la prueba y acompañar la documental de que
intentare valerse el recurrente. El Consejo, tomando en cuenta los argumentos del
recurrente, debe fundar la elevación dentro del plazo de cinco (5) días, contados a
partir de la fecha de presentación, y elevarlo dentro de los cinco (5) días siguientes
a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, quien deberá resolver en el plazo de
ciento veinte (120) días(97).
Cuando los tribunales superiores adviertan la presunta comisión de ilícitos o la
existencia manifiesta de desconocimiento del derecho aplicable por parte de
jueces, deben remitir en forma inmediata la denuncia o una información sumaria al
Consejo, a los fines contemplados en el art. 114, inc. 5º de la Constitución
Nacional. El Consejo de la Magistratura debe comunicar en forma inmediata al
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del recurso de revocatoria, el que se debe interponer dentro de los diez (10) días
hábiles de notificado el acto respectivo(107).
2. Corresponde también señalar, que las Cámaras de Apelación
departamentales en ejercicio de la superintendencia, están facultadas para
observar las conductas de los magistrados de primera instancia en su actuación
pública o de carácter administrativo, en tanto comprometan el prestigio y eficacia
del Poder Judicial. Asimismo, los tribunales referidos, deben comunicar a la
Suprema Corte las observaciones que hicieren y proponer a tal efecto las
correcciones disciplinarias pertinentes(108).
§ 113
RESPONSABILIDAD PENAL
En el supuesto de que un juez cometa un delito criminal, para ser juzgado en
sede penal se requiere el desafuero previo, sea que el acto punible haya sido
llevado a cabo en el ejercicio de sus funciones, o que lo haya perpetrado fuera de
su actividad específica. De allí que los magistrados no pueden ser encausados
penalmente, si no se ha producido antes el desafuero o el cese por cualquier otro
motivo.
La Constitución Nacional somete a los jueces al proceso político tanto en el caso
de delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones, como cuando se trate de
crímenes comunes (art. 53 y 115, CN). A su vez, como se analizó previamente,
cuando se condenare políticamente al magistrado, el mismo quedará, no obstante,
sujeto a acusación, juicio y castigo conforme a las leyes ante los tribunales
ordinarios (art. 60 y 115, CN).
De igual modo, en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires, los jueces de la
Suprema Corte de Justicia(109), Cámara de Apelación y de primera instancia, no
pueden ser suspendidos en el ejercicio de sus cargos, sino en el caso de
acusación y con sujeción a lo que se dispone en esta Constitución (art. 180, Const.
Prov.). Una vez que han sido condenados, no obstante, quedan sujetos a
acusación y juicio ante los tribunales ordinarios (art. 81 y 185, Const. Prov.).
Los Códigos de Procedimiento Penal de las provincias disponen generalmente
que si se formula querella contra un funcionario sujeto a juicio político, el juez
penal competente debe girar las actuaciones al órgano de enjuiciamiento
específico, y sólo en caso de destitución del imputado puede continuar el trámite
criminal.
No es ocioso, desde luego, señalar que este tipo de responsabilidad es mucho
más limitada que las demás, pues rige en esta materia el principio de nullum
crimen nulla poena sine lege, consagrado en el artículo 18 de la Constitución
Nacional.
Las figuras delictivas que el Código Penal describe con especial referencia a los
jueces son el cohecho (art. 257)(110), el prevaricato (art. 269 y 270)(111)y la
denegación o retardo de justicia (art. 273)(112).
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§ 114
SUMARIO: § 115. Anticipando el rol del juez en punto a deberes y poderes en el proceso. Generalidades. A. Poderes-deberes de
dirección y meras facultades ordenatorias o instructorias. B. Deber de intervención personal en los actos procesales esenciales. C.
Deber de propiciar la conciliación de las partes. D. Deber de determinar los contenidos de la litis, delegados por el legislador. E.
Teoría y práctica en el ejercicio de los poderes-deberes judiciales. F. El enriquecido contenido, en nuestro tiempo de las garantías
jurisdiccionales y de su plena vigencia en cada instancia. § 116. El activismo de los jueces. De la vieja Meseta a la situación actual.
A. Aproximación. B. Historia reciente. C. El activismo vía influencia transnacional. D. En perspectiva. E. Al concluir. F. Anexo. §
117. Responsabilidad procesal del juez. § 117 bis. "Errores procesales" del juez, imprevisión legal y arbitrariedad.
§ 115
A. Generalidades
El Código Procesal de la Nación (ley 17.454 de 1967, con las reformas de las
leyes 22.434, 25.488 y 26.589), cuyos principios básicos, según es sabido, son
seguidos en la generalidad de los ordenamientos procesales vigentes en los
Estados locales, se ha fundado, entre otros, en el propósito de "dotar a los jueces
de mayores atribuciones en lo referente a la dirección y ordenación de las causas,
de manera tal que el proceso, sin dejar de responder a las exigencias
fundamentales del principio dispositivo, no se desarrolle como un juego de
ficciones, librado a la habilidad ocasional de los litigantes" (Exposición de motivos,
ley 17.454, cit.)(2).
Cabe aclarar que la nueva ley 26.589, sancionada con fecha 3/5/2010, publicada en el BO el 6/5/2010, denominada "Mediación y
Conciliación" ha modificado varios artículos del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. Y en particular ha venido a modificar el ámbito
de las facultades ordenatorias e instructorias que compete a los jueces y Tribunales.
1. Los poderes de dirección(4)del juez, sin embargo, se escinden en el propio texto del Código, originando los llamados poderes-deberes
de dirección propiamente dichos (art. 34, inc. 5º) y las meras facultades(5)ordenatorias e instructorias (art. 36), tendientes al impulso del
proceso y al esclarecimiento de los hechos controvertidos.
imposición al juez del deber de tomar personalmente y bajo pena de nulidad, salvo
circunstancias eximentes, la audiencia de posiciones de acuerdo al nuevo artículo
125 bis(15). Véase infra, § 153.
En cuanto al deber de intervención personal de los magistrados en los actos
procesales esenciales, el Cod. Proc. Civ. Com. Nac, modificado recientemente por
la ley 26.589, establece en su art. 34, inc. 1º (son deberes de los jueces): "Asistir a
la audiencia preliminar y realizar personalmente las demás diligencias que este
Código u otras leyes ponen a su cargo, con excepción de aquellas en las que la
delegación estuviere autorizada".
Ha de tenerse en cuenta, sin embargo, que en el desenvolvimiento de los
principios cardinales del Código, se ha venido afirmando recientemente una
postura que, penetrando incisivamente en el sentido y fundamento mismo de las
facultades instructorias, ha terminado por admitir —por conducto del más Alto
Tribunal de la Nación— que no reúnen los requisitos mínimos de validez
constitucional —y son, por ende, descalificables— las sentencias que, por apego a
un excesivo rigor formal, que no se compadece con la misión de administrar
justicia, se desentiende de la verdad objetiva que surge de los hechos relevantes
de la causa, supuestos en que la facultad judicial del artículo 36, inciso 2º del
Código Procesal, se torna de irrenunciable ejercicio(16).
En general, puede afirmarse que en la práctica los lineamientos rectores encarecidos en buena parte por la letra de los Códigos Procesales
y rescatados, con igual intensidad, por la doctrina del más Alto Tribunal argentino (supra texto y nota 16), se han visto de hecho frustrados al
operarse una injustificada conversión de los que debieron ser actuados como verdaderos poderes-deberes, de inexcusable observancia por
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parte de los jueces, en simples facultades de cuyo ejercicio, por razones diversas, habitualmente se prescinde o, en el mejor de los casos, se
satisface sólo parcialmente(21). (Véase supra, §§ 101-102).
G. El enriquecido contenido, en nuestro tiempo, de las garantías jurisdiccionales y de su plena vigencia en cada instancia(26)
Las ideas que predicamos en el Proyecto de 1993-1998, son hijas de nuestra república democrática, en la nueva y definitiva altura de las
garantías constitucionales y de los Tratados que aseguran la libertad ordenada, plena y efectiva en el proceso civil. Y de la recepción
constitucional (art. 15, Const. de la Prov. de Buenos Aires reformada en 1994) del Modelo del Acceso a la Justicia.
§ 116
A. Aproximación
I. Cuando en 1989 dimos cierre a la investigación que nominamos La Corte
Suprema en acción(33)accedimos a una luminosa presencia protagónica y
orientadora del alto Tribunal que fue la línea de sentido que se proyectó en años
inmediatos con mayor profundidad(34), aunque con ritmo no siempre acelerado sino
con prudentes mesetas en una tarea interpretativa más pausada, aunque nunca
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paralizante o demorada, con relación al vivo paso de marcha de las sociedades del
noventa del siglo XX y la que lleva la alborada del nuevo milenio.
Pocos años atrás se habían anticipado desde la doble visera —material e
instrumental— las calles más transitadas por el Tribunal cimero que, al recorrerlas
con decisiones de punta, abrieron y consolidaron esa atrapante vertiente de un
activismo creativo, desplegado con coraje pero al mismo tiempo contención,
ponderada y prudente equidistancia de manifestaciones extremas que lo hubieran
precipitado en "el gobierno de los jueces" quebrantando el principio de la
separación de poderes y las correspectivas zonas de reserva de las ramas
esencialmente políticas(35). El paisaje renovado de ese entonces es bien elocuente
y en retrospectiva recordaremos más adelante.
Durante los años mencionados se observó una interpretación dinámica y el
comportamiento abierto y sensible a los cada vez más intensos asuntos
justiciables propuestos por los integrantes de sociedades informadas que siguen
atentos el continuo enriquecimiento de los derechos fundamentales y del
potenciado anexo de las garantías jurisdiccionales.
Un aire renovador de otras lecturas más porosas y de marcado voltaje protector,
desde el amparo, el hábeas data, la pretensión declarativa de certeza, la dilatación
de las cuestiones susceptibles de control de las que antes se rotulaban no
justiciables, la amplitud de control [difuso] de constitucionalidad aun de oficio, el
saber la Corte "pescar" los casos en que hay necesidad de que su rectora voz se
haga oír y la actitud del legislador de demorarse en la retaguardia para le fueran
los jueces (léase la Corte Suprema) la que arbitre y defina el problema que
suscitan los tópicos más calientes, los que saltarán al ruedo contribuyendo a
conformar esa fisonomía. Y que cruzan raudamente en búsqueda de
armonización a inteligente equilibrio, las dos diagonales que sostienen la seguridad
jurídica, la legalidad y el principio de razonabilidad en el edificio del Estado de
Derecho; la paz social y la Justicia (si falta la primera no se afirma la segunda e
igual a la inversa).
Y como hemos subrayado en innumerables ocasiones la Corte actúa sabiendo
que puede casi todo, que las esferas competenciales han ganado continuos
espacios y los límites a su delicada, necesaria y ardua misión se apagan en las
zonas grises y en la autocontención (selft restraint). Que los propios ministros,
levantan esa abstención cuando la presión, a favor de su actuación, desorbita los
parámetros jurídicos, políticos, institucionales y éticos de preservación que
aconsejan el "no".
II. Desde el segundo lustro de los años noventa a los iniciales que se han
recorrido en el siglo actual fuimos siguiendo los pasos de ese activismo que no
cesó de expresarse en litigios o solicitudes (jurisdicción voluntaria) que obligaron al
alto Órgano a la álgida e intensa, necesidad de pronunciar la palabra adecuada
con la cual dar respuesta (solución) a un problema que no podía esperar, que
requería efectiva tutela y composición.
En pocas de esas intervenciones parecía, sin embargo, que (como el parto
inducido) no era menester jurídico sino alternativa reservada a la especialización
médica o a sus Comités de Bioética dar o no luz verde a ese nacimiento. Pero si
bien se hace la lectura del objeto controversia, se abre claro al entrechocar de
derechos fundamentes que no parecen en paridad de tutela y uno de ellos viene
mejor colocado en la tendencia proclive al aumento y continua floración de nuevos
Derechos Humanos, ampliación de sus contenidos, respetabilidad social y eco más
sonoro de la circunstancia (el contexto). Que acudían a dar cabida, cohabitar y
protegerlo con mayor intensidad. Amanecieron asimismo, un fárrago de derechos
colectivos y difusos, los que brincaban a niveles superiores: derechos del niño, de
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la sociedad, del medio ambiente (empezando por el agua que será lo que en los
años inmediatos estará reservada para una consideración privilegiada, como antes
ocurrió con el petróleo)(36).
Y aunque nos estamos refiriendo a los jueces en general al mentar al activismo
en esta oportunidad ceñimos el foco de la reflexión en la cabeza del Poder Judicial,
la Corte Suprema. Es ella la que cuenta con la palabra final y cuando apuntamos al
protagonismo de los jueces (los de las instancias ordinarias por lo común abren la
picada y corren las fronteras), es lo cierto que las partidas y jugadas claves (el
'corralito') están reservadas al Tribunal cimero.
Detengámonos, de modo compendiado, en algunas estelas más significativas
de esa hoja de ruta.
B. Historia reciente
D. En perspectiva
I. La Corte Suprema está atenta a los desafíos que la sociedad —el consumidor
de la Justicia— propone, constreñida por una dura y cambiante realidad, conflictiva
y nada previsible cruzada de emergencias crónicas, de presiones de intereses
sectoriales, nada inocentes y menos pasivos(42); y en donde por múltiples razones
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E. Al concluir
a) El colofón: un sistema o modelo fundado sobre la Constitución y los Tratados
a ella incorporados (art. 75, inc. 22), con el espíritu que al Derecho Procesal
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camina por el siglo XXI, y no con los requerimientos que formularan los inicios del
siglo XX. ¿Por qué impedir imaginar nuevas técnicas y respuestas que intenten
aportar soluciones diferentes a los desafíos de hoy?(48).
c) No creemos, por ende, que se repute censurable poner empeño en subrayar
el fin de hacer justicia a través de la verdad que se ha probado. ¿Cómo puede
extrañar el aumento de los poderes instructorios del juez ante el arrollador
predominio de la prueba científica y la creciente tecnificación de los demás medios
(el documento informático, la firma digital, la tendencia a la despapelización y
extinción de los tradicionales expedientes en aras de la creación a nivel global de
su versión digital) y la necesidad de una gestión temprana de su práctica;
correlativamente, la influencia de esa cuña en la tarea de evolución y rendimiento
de la prueba? (ver Dificultades de la prueba en procesos complejos, Rubinzal-
Culzoni, 2004).
d) Poderes, por consiguiente, controlables en el marco de
jueces independientes (también de los entes económicos y del cuarto poder),
servidores de un Estado de Derecho, en la República igualitaria. Que no se
despliegan en círculos viciosos ni de manera abusiva, desigual o sorpresiva. La
formación democrática de nuestros jueces y abogados impedirá cualquier
desviación.
Tales poderes cobran consistencia a través de la colaboración que se coordina
en mira de alcanzar esa meta, con los reaseguros que contienen la Constitución,
los Tratados y jurisprudencia de las Cortes Internacionales de Justicia, normas,
principios, estándares y doctrinas de igual jerarquía y fuerza vinculante. Todo lo
cual acontece en este tiempo histórico, político y cultural en donde
las garantías institucionales del proceso justo han alcanzado su registro máximo.
2) Intento de aproximación
¿Cómo dibujar hoy el torso del juez? ¿Es él, acaso, al mismo tiempo actor, y su
personalidad, susceptible de ser caracterizada con rasgos idénticos a los que
recortaban a la institución en la mitad del siglo XX o, concedamos un poco más,
aun en los años '70, o por el contrario, en la médula de su función estelar (pieza
clave del paisaje republicano democrático de la justicia)(49)es, inocultablemente, en
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estas horas, su figura uno de los componentes de un Poder y, por ende, engranaje
del gobierno?(50).
Nos parece que no, que, aunque hace y debe hacer lo mismo —el arte de
juzgar, de discernir justicia en el caso concreto y de actuar como guardián y fiscal
de la efectividad de las garantías—, su espesor institucional, modalidades,
responsabilidad política y participación social como garante no sólo de la justicia,
sino también de la paz social, ha cobrado otra altura, decisivo papel e importancia;
un nuevo registro. Es en el presente uno de los operadores más activos y
dinámicos del derecho (el otro es su indisoluble asociado y escudero, el abogado).
Esa escalada en su misión social, imagen y responsabilidad o, para decirlo en
breve, su protagónico activismo se despliega en un doble escenario en el que él
actúa:
a) En el andamiaje del Poder.
b) En la cambiante y acelerada comunidad; ambos son los contextos en los que
trasciende su quehacer y desarrolla su vocación.
tramos (desde 1973 —crisis del petróleo— hasta 1990) por el inmovilismo del
legislador, que "dejó" el problema y su solución en manos de los jueces, lo cual
provocó una emergencia económica y jurídica permanente(53). Los magistrados
fueron empujados por la necesidad a la primera línea y a salvar como pudieran los
restos del naufragio del derecho de propiedad y del principio de la seguridad
jurídica(54).
c) Después, sobrevinieron el retroceso del Estado y el resonante triunfo de una
filosofía económica diferente —la del reinado del mercado— con la estabilidad
económica y con las luces y sombras de un capitalismo duro y egoísta, que
demanda a los gritos el ingreso de la solidaridad y de una cosmovisión que
instala una nueva relación de equilibrio y de equidad entre los factores del cuerpo
social, desbalanceados en el presente por el extremismo economicista y su
indigencia filosófica(55).
Instalados en ese gravitante contexto, detengámonos en la fase de los años
más cercanos al presente(56):
I) El aumento de los poderes-deberes del juez exhibe una ininterrumpida
dilatación (las experiencias italiana, española, brasileña y la nuestra son por
demás ilustrativas)(57).
La figura del órgano y el papel sustancial y procesal de la Corte cobraron una
gravitación que nunca antes habían tenido ("Sejean"); esto que vale e importa
subrayar, en el marco da un régimen democrático. Irrumpen (acaso más
claramente desde el Congreso Universitario de Saint Louis, Bélgica en 1983) los
fenómenos nuevos (en la profunda y más fuerte versión) del juez-legislador y del
juez-administrador: el cambio de ese protagonismo y la inmediatez, función
directiva y faena creativa a las que es llevado por la propia dinámica social, si bien
acentuando la vigencia real del proceso justo y el garantismo de la defensa,
preocupación que asciende con particular énfasis habida cuenta de que esos
vectores trepan a la altura de las Constituciones y de los Tratados que se
incorporan al derecho interno con igual jerarquía (reforma de 1994, nuevos arts. 36
a 43 y 75, inc. 22).
Las garantías jurisdiccionales obtienen el reconocimiento de un nuevo y
globalizado techo de seguridad, al valer operativamente en el orden doméstico las
pautas, principios y estándares que emanan de documentos regionales y de las
sentencias de los órganos transnacionales europeos de justicia: Luxemburgo y
Estrasburgo(58).
Se transmuta la noción de soberanía, que ahora es compartida.
II) Ese cambio de posiciones en el emplazamiento y en el modo de actuar de los
jueces provoca, sin duda, un complejo problema para los mismos magistrados,
porque éstos (inocultablemente) lo están sintiendo de manera muy intensa. Por de
pronto, la gente y nosotros, los abogados les pedimos en este tiempo muchas más
cosas —y numerosas de ellas a ser satisfechas por la jurisdicción de manera
preventiva, urgente o durante el desarrollo del proceso, con matices
de condena anticipada y no sólo o nada más que cautelar—(59).
III) Nos encontramos ante los desafíos de la especialización de jueces y
abogados, en un tramo de copernicanos avances científicos y técnicos y en la
huella de una indetenible competitividad y complejidad jurídica que se abre paso al
costado de los Códigos y gambeteándole asimismo a las grandes (pero
insuficientes) coordenadas contenidas en éstos(60).
Menos aplicadas éstas —las normas de los Códigos—, florecen las previsiones
de los estatutos particulares, lo que obliga a hermenéuticas más flexibles y a llenar
o superar (por los jueces, ante la notoria necesidad de acelerar las
respuestas) lagunas o contrastes, frente a los continuos requerimientos de ius
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del niño, por caso, trasplantes, confiado de hijos, aborto, eutanasia, vivienda,
salida del país, etcétera) que desnudan el significado solar de la persona y de
su dignidad y el parejo y encumbrado rango de su tutela(68). Y ello, cuando
Occidente porfía, con redoblados esfuerzos, por la igualdad.
Y en lo que atañe a la Justicia de protección o acompañamiento (seguridad
social, menores, asuntos agrarios, locaciones, relaciones laborales, etcétera) la
posición del juez cambió radicalmente: por supuesto que es independiente, pero
está comprometido con las consecuencias que se sigan de la interpretación
facilitadora de la realización, y no de la frustración por razones formalistas, de
derechos que cuentan con especial tutela constitucional (art. 14 bis, Ley
Fundamental). La prudencia y la cautela del juez en esta área se extreman de
modo notable y así lo señala, de continuo, la Corte Suprema.
Este panorama no se agota en las meditaciones que preceden. El control
jurisdiccional sobre los poderes más políticos y, ahora, sobre las grandes
concentraciones económicas(69)da a las fuertes garantías —como el amparo (art.
43, Const. Nacional)— una nueva efectividad según sea la disposición (y el coraje
civil) de los jueces que las recepten de acuerdo con sus posibilidades de tutela.
Esto debe tener lugar sin incurrir en demasía; quiero decir que también ha haber
límites, aunque, ante el desánimo y la tardanza de los procedimientos ordinarios —
cuando no se vislumbran resultados útiles—, se asista (o se postula asistir) al uso
del amparo o de la acción meramente declarativa (art. 322, Cód. Proc. Civ. Com.
Nac.) con redoblado ímpetu, al vérselos como "nuevos procedimientos
privilegiados(70)".
La sociedad, el ambiente, las ligas o entidades que los defienden la tribu (art.
75, inc. 17, Const. Nacional), la pareja, el niño, son los nuevos sujetos del
derecho, legitimados para contar, para sí, con la tutela judicial efectiva; son las
nuevas realidades.
4) Prospectiva
a) Que estamos ante otro juez, si lo parangonamos con el que llevábamos
reflejado en el espejo de años no tan distantes, no parece que pueda
controvertirse, así como tampoco, de consuno, que el abogado de estas horas es
distinto del que en aquellos años ejercía —en solitario y en todos los frentes— la
profesión con una cartera de asuntos más simples, de prueba no sofisticada ni
científica, con diferente magnitud y cualidad conflictiva, de manejo pautado y con
áreas gobernables, que no requerían de un trabajo interdisciplinario ni de afinadas
destrezas. El juez actual, de su lado, se enfrenta igualmente con un blanco móvil,
litigios complejos(71)y una urgencia social apremiante(72)que al no tener respuestas
idóneas, confiables y efectivas, agrieta su consideración ante el desosiego —los
cacerolazos— y la desilusión de una sociedad moralmente débil, que no concede
tiempos de gracias ni se conforma con los flacos resultados que, a la larga,
devuelve el Servicio. Esta valoración negativa viene no sólo por el flanco de los
justiciables sino, además, de la comunidad en su conjunto.
b) La asunción (por delegación, muchas veces forzada) de la función
jurisdiccional pone a la magistratura en el anaquel público y la expone al fuego
cruzado de los ruidos y a una sobreexpresión política que la acompaña en ciclos y
para cierta clase de temas de gravedad institucional (movilidad jubilatoria,
privatización de aeropuertos, razonabilidad de las medidas excepcionales dictadas
[por cuestionable delegación del Congreso] y en el ejercicio de un poder de policía
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5) Acotaciones de cierre
Importarán además algunas puntualizaciones últimas que ayudan a dibujar la
silueta del juez de estas horas, protagonista, director activo del proceso, controlado
fuertemente por la opinión pública y los abogados de parte, invadido por los
medios y destinatario en todo momento de un comportamiento político institucional
responsable.
Desde un ángulo cuenta una corriente de pensamiento orientada a la protección
de la magistratura, a raíz de la transferencia de poderes políticos al juez.
Y, desde otro, haz de factores que inciden en su cometido le demanda a todos
los jueces y en grado más acusado a los Magistrados de las Cortes Supremas un
delicado cometido con diferente calidad de reflejos y velocidad en las respuestas.
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§ 117
§ 117 BIS
En cuanto al fondo de la cuestión que en este cuadrante hemos venido analizando, ha de verse que se evidencia la falta de previsión, en
los textos legales, de sanciones apropiadas para corregir la defectuosa actuación procesal de los jueces, lo que lleva, en definitiva, a
descalificar con sustento en el fondo común de la doctrina de la arbitrariedad, la aplicación de otros correctivos que carecen de apoyatura
normativa.
§ 118
INTRODUCCIÓN
Por medio fundamentalmente de la interpretación de las leyes, a través de
métodos modernos, mutativos y nada estrechos (véase infra, § 139 y ss.), los
jueces ejercen, evidentemente, una esencial misión en el proceso de
modernización y progreso del país, aunque insistamos en destacar que esa misión
cobra relieve especial en el área de los derechos privados y en lo que concierne a
la efectiva vigencia de las garantías constitucionales(1), misión que, por lo demás,
alcanza acabado perfil en la jurisprudencia diaria.
En tanto, sin embargo, que la función 'creadora' del derecho se corporiza no
sólo en las sentencias sino también y acaso fundamentalmente en lo que "hacen
los abogados y jueces", durante el desarrollo del proceso o cooperando con el
desenvolvimiento de las leyes, es cada vez más significativo y corresponde
interrogarse cuál es la medida, las formas y el alcance en que se produce en
nuestro país, esa simbiosis integradora que con dinámico equilibro permite el
avance del Derecho.
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Para ello será previo resaltar los diversos registros donde se hacen notables los
nuevos cometidos o las posturas inéditas en que se mueven ambos planos, con el
liderazgo que sobre el conjunto de ese quehacer, le imprime la osada apertura de
la propia Corte federal, y que en sucesivas ondas se distiende a la magistratura
argentina en su conjunto.
a. Apuntamos recientemente el notable avance publicístico, de esclarecimiento
no formal sino profundo, a cargo de los jueces para el cabal respeto por los hechos
conducentes y decisivos, manejándose con claros deberes más que con huidizas e
inoperantes facultades.
Remitimos al respecto a lo que puntualizamos supra, § 115(2).
b. Quizá interese, además, y principalmente, bajo la mira sociológica, establecer
si ellos, jueces y abogados, "acompañan" la metamorfosis que en el plano de las
ideas y valoraciones viene sobrellevando la estructura social en un tiempo de
rauda aceleración.
Porque si bien los jueces son independientes —y constitucional y
funcionalmente deben serlo— de los otros poderes políticos, es innegable que no
pueden ser "fugitivos de la realidad" que los envuelve y que de modo tan decisivo
condiciona el sentido de sus fallas. Los jueces tienen al respecto deberes sociales
que se comunican y plasman en su circunstancia, o sea en el momento histórico
concreto en que acontece su quehacer.
No será ocioso traer el recuerdo de una justificada indignación de JEFFERSON, en
carta escrita en 1820 con relación a la independencia de los jueces, donde
enfatizaba que había de ser la "del monarca o del ejecutivo y que ello es una
buena cosa; pero la independencia de los jueces respecto de la voluntad de la
Nación es una incongruencia de la forma republicana"(3).
Como lo advirtiera ORTEGA, nadie puede cabalgar a contramano de las ideas de
su tiempo y obviamente no son los jueces los que pueden demorarse en el ayer ni
atrincherarse en concepciones que, por individualistas, extremadamente liberales,
insolidarias y francamente retardatarias, resultan disfuncionales para el progreso(4).
c. Los jueces tradicionalmente habían sido poco propicios a las innovaciones
jurisprudenciales mostrando en general un sentido conservador Dicho
temperamento viene, sin embargo, cambiando y con bastante rapidez. Hay una
mayor concientización de la realidad, sobre todo de la realidad económica, lo que
se ha demostrado en la experiencia del problema de la depreciación de la moneda
y sus complejas y variadísimas manifestaciones a consecuencia del fenómeno de
la inflación y de la admisión de la indexación, incorporadas a nuestro derecho en
un proceso vertiginoso, en poquísimos años que, en ausencia de normativa que
contemplara las soluciones ha sido la obra decisiva de la magistratura(5).
En esta área, asimismo, es fuertemente llamativa la plasticidad procesal con que
la interpretación y flexibilidad de los jueces ha permitido que se hiciera inteligente
adecuación del principio de congruencia, apertura de fases no preclusivas para
que en el factor tiempo quedara cubierta la entidad intrínseca de la moneda de
pago hasta el momento final en que el mismo se efectúa. El proceso ha estado
operando así, instrumentalmente, al servicio de la más eficaz respuesta para el
fondo de la cuestión patrimonial.
[Ello, claro está, hasta que se prohibió legalmente la actualización monetaria —
leyes 23.928 y 25.561— manteniéndose dicha prohibición incluso luego de
reinstalada la problemática inflacionaria en la cotidianeidad nacional].
§ 119
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§ 120
CONDICIONANTES Y LIMITACIONES
Es de destacar especialmente la debida comprensión que, aparte de sus tareas
específicamente judiciales, tiene el pueblo de los jueces y de modo esencial de la
Corte Suprema de Justicia de la Nación, que también desempeña una función
política, aunque dentro de las autolimitaciones que, juiciosamente y desde
siempre, han sabido preservar su independencia y al mismo tiempo su autoridad.
Pues si bien es cierto que las políticas fundamentales tienen posibilidad de
materializarse cuando se ven acompañadas por el sentido convalidante de la
jurisprudencia, circunstancia que descubre uno de los temas candentes de la
teoría política contemporánea como lo subraya OYHANARTE, al referirse a la
necesidad de escapar a los peligros que "particularmente en tiempos de cambio,
suelen acompañar a la integración de la Corte Suprema con jueces de carrera,
aunque sin caer en el tremendo error de someterla a la dominación de los poderes
políticos"; es de ponderar que quienes supieron gobernar en la Argentina, lejos de
subestimar este problema, por lo contrario, "siempre, antes de nombrar,
ponderaron cuidosamente las aptitudes personales —espíritu de independencia,
mentalidad política, ideología de los futuros miembros del tribunal, o al menos de
sus personalidades rectoras"(7)—. Confirmémoslo, a través de un buen ejemplo:
El Tribunal Supremo de los Estados Unidos desde su creación en 1789,
constituye un 'órgano vivo y dinámico'; como decía uno de sus Jueces, Oliver
Wendell HOLMES, "en el Supremo estamos muy quietos, pero es la quietud que se
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§ 121
DESENVOLVIMIENTO PARTICULARIZADO
Visualizadas las fases parciales precedentes, y un enfoque global respecto al rol
y responsabilidad de los jueces, nos introduciremos, ahora con "pupila abierta en
diferentes aspectos del tema que por concernir al rol político de poder participar en
el proceso de creación del Derecho, sin perder la independencia ni exceder su
propio comportamiento funcional ni al mismo tiempo desconocer el principio de
"legitimación democrática", es uno de los más arduos y sugestivos del presente.
Lo intentaremos en el contexto de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en
tanto es cabeza y soporte del 'Poder Judicial', emplazada en una posición única
pero no excluyente de otros rasgos definitorios de la magistratura argentina(11),
dentro del sistema del gobierno federal central.
lo que es, o sea, como virtud al servicio de esa verdad(18); al mismo tiempo, para
operar con eficacia se ensancha la necesidad que se hace esencial, sobremanera
en el proceso penal pero también acentuadamente en el civil(19)que los jueces
dispongan las medidas conducentes para establecer la verdad jurídica objetiva(20),
unida al imperativo de no frustrar un derecho merced a la exigencia de recaudos
formales cuya posibilidad de cumplimiento es al menos dudosa; reclama, ante los
hechos singulares de cada controversia, otorgar prioridad a la adecuada
salvaguarda del derecho de defensa(21).
Parejamente, y en un coto afín conforme al brocardo iura curia novit, el juez
tiene no sólo la facultad sino también el deber de discurrir los conflictos litigiosos y
dirimirlos según el derecho vigente, aunque calificando sí, autónomamente, los
hechos y subsumiéndolos en las normas jurídicas que los rigen, con prescindencia
de los fundamentos que enuncian las partes(22), pero sin modificar los supuestos
fácticos del caso(23).
Si el anterior es el comportamiento de los jueces en lo tocante a la solución de la
generalidad de las contiendas que debe componer a través de las sentencias de
mérito, y de cuyo abreviado panorama resulta el contralor efectivo del Poder
Judicial en el resguardo de los derechos civiles y políticos(24), habrá que inquirir
cuál lo ha sido en orden a los derechos económicos y sociales.
La cuestión es de suyo más delicada toda vez que, como es obvio, de no ser
ese comportamiento estrictamente cuidadoso se produciría una fatal interferencia
de los tribunales en la política gubernamental.
Con continuidad que no alcanza a quebrarse con las notas opuestas (en
períodos de subordinación del Poder Judicial al Poder Ejecutivo o de franca
resistencia al sentido de la política impresa al Poder Ejecutivo), cabe consignar
que:
1. Los jueces han procurado en todos los tiempos observar estrictamente el
deber del self-restraint que sobre ellos pesa. Sucede que en razón de que el
judicial, como lo hemos expuesto, es el menos democrático de los tres poderes, el
contralor a ejercerse sobre el accionar de los otros dos, está lejos de significar,
vetar o sustituir. Por lo contrario, aquel contralor se debe ejecutar con extrema
ponderación, más en el sentido de impedir los excesos del Estado y preservar las
garantías constitucionales y el equilibrio funcional de las instituciones que en
bloquear u obstruir las líneas que propone el accionar del gobierno a través de
políticas concretas.
Los fundamentos de este criterio son por demás convincentes. Por de pronto es
muy difícil poder explicar y menos justificar las ventajas teóricas de un control
judicial prácticamente ilimitado. ¿Cómo explicar de manera convincente que sea
más 'democrática' una tesis que llegado el caso haría prevalecer la voluntad de
cinco jueces políticamente irresponsables contra la voluntad mayoritaria del país?
(25)
.
Esta sobriedad de conducta, le ha permitido a la Corte observar una respetuosa
actitud self-restraint en orden a las grandes cuestiones económicas —y sociales—
sin trabar el ejercicio eficaz de las potestades del gobierno.
2. En algunas circunstancias históricas —durante la Presidencia del
Dr. FRONDIZI (1958-1962), propulsor de una política 'desarrollista'; o en el período
1973-1976—, se acentuaron ciertas manifestaciones de la Corte en el sentido de
expresar una más definida 'ideología' de acompañamiento con el sentido global de
la política del Estado o ante las presiones de un contorno proclive en forma
acelerada, a cambios más intensos. Así, con respecto al primero de esos
momentos, se expresó en una causa que "el Estado moderno concibe a la ley
como instrumento de transformación social"(26).
Página 448 de 715X
§ 122
1. Generalidades
Es inocultable que el reconocimiento de legitimación a grupos intermedios
(Colegios profesionales, entidades destinadas a preservar el medio, la ecología, la
salud o el derecho, de los consumidores, es decir, aquellos derechos 'difusos' o no
determinados en una persona singular sino en grupos o categorías(34), con su
compleja problemática), aguzará la imaginación de los procesalistas y de los
legisladores y determinará, correlativamente, que los jueces a través de nuevas
técnicas, acuerden la debida tutela jurisdiccional que haga efectiva la vigencia de
esos derechos sociales.
§ 123
Página 450 de 715X
SÍNTESIS
Compruébase, por ende, que aun desde la vertiente clásica, el juez argentino no
se siente ya enrolado ni tampoco lo desea, en continuar adscripto a un neutro y
cómodo esquema técnico de pasividad y no compromiso, de incontaminación con
los hechos y pruebas del proceso.
Hay una toma de posición cada vez más robusta en el sentido de que la real y
efectiva tutela de los derechos demanda al juez una tarea inteligente, activa, sin la
cual en el juicio criminal pero también en el civil; el resultado al que pueda
arribarse no siempre se correspondería con la justicia. La eficacia de esa finalidad
nos debe dejar conformes no ya en la superficie de las cosas sino en lo hondo de
lo que debe decidirse.
Va sin decirlo, que no sólo son los jueces sino convergentemente los abogados
y de manera preferente los procesalistas, quienes han de vehiculizar el proceso de
acoplamiento y adaptación de una tarea profesional que, en nuestros días, se ve
penetrada en sus diversos flancos por verdaderas presiones económicas y
sociales, sin que las simples formas o escaramuzas del procedimiento sean ya
fortalezas suficientes para aislar a aquel quehacer del contorno en el que se
desenvuelven. Por eso decía MERCADER que para el jurista han vencido las
prórrogas.
Ni los jueces ni los abogados argentinos quieren sustraerse a la evolución de su
tiempo ni al sentido social, humanista y solidario de las ideas-fuerza que dibujan el
rostro del mundo.
Adviértese un loable esfuerzo al reconocer que el ingrediente tiempo(37), el
acceso igualitario real a la tutela judicial(38), no son postulados lejanos o simples
espejismos. Constituyen, por el contrario, plataforma cierta y segura sobre la que
se erige el moderno edificio judicial.
Del armónico manejo de esas coordenadas y su constante operatividad
dependerá el acierto de los ordenamientos procesales y el fin último de la
Administración del Servicio de Justicia.
§ 123 BIS
LOS PODERES DEL JUEZ Y EL NECESARIO Y EFECTIVO CONTRALOR DE LOS ABOGADOS DE LAS PARTES(39)
También debemos trabajar sobre "la fantasía de la realidad", que es mucho más
compleja, excitante y formativa que las circunstancias en concreto.
Cuando se trata del aggiornamento de las normas procesales emerge y es
recurrente la inquietud de afiliar sus principios y filosofía fundante a esta o aquella
fuente ideológica y política. Al justiciable y al operador jurídico le preocupan cuál
será su anclaje en el mundo de las corrientes que dibujan su época. Buscan
previsibilidad y seguridad, como a los inversores financieros, en la fase del
mercado y la integración les aporta, en la Europa Unida, el Tratado de Maastrich.
Las turbulentas noches que eclipsaron la luz en el siglo anterior corroboran ese
designio que transitó entre "la libertad y el miedo" (Natalio R. BOTANA), y que sólo
halló la meseta del Estado de Derecho con la terminación de la Guerra Fría. Ahora
apuntamos a la nueva frontera: el Estado de Justicia, consolidación y proyección
de aquel hito.
El tema —trascendente— invita a repensarlo de continuo y, en la retrospectiva,
rastrear en el pasado, particularmente desde el centro de Europa que ha
polarizado los favores y las ásperas divergencias de los estudiosos del Derecho
procesal, habida cuenta de que, acaso, pueda servir a la finalidad de no saltarnos
tan decisivo foco central del debate reformador(40).
Dicho con otro giro: entrar en una clave medular —la de los poderes del juez—
nunca es pacífico ni grato; de inmediato (o desde antes) se tiñe de cargas
ideológicas y porfiados empeños en atribuir a esta o aquella jugada, en el armado
de lo que se dota al órgano que ejerza su rol de director dentro del modelo
propuesto, connotaciones políticas que tiran para uno u otro lado y a los extremos.
Ello resta serenidad a su tratamiento: tal proyecto es autoritario, no democrático,
los (aludidos) poderes recortan la libertad de las partes; el magistrado sube de
registro y, contrariamente, se rebaja el papel, y sobre todo la performance "fuerte",
de la actuación del abogado, etc.
Es un precio muy oneroso para aceptar las mudanzas que se pregonan: dejó de
ser liberal y el Estado sale beneficiado con desmedro de los únicos titulares
(privados) del interés en controversia.
En cascada se prolongarán los consectarios —la suma de peligros que se ven y
denuncian— según se radique lo proyectado en este o aquel cuadrante.
Las cosas son así, sin circunscribirse al talante e idiosincrasia vernácula, en
Alemania, en Francia, en Italia, en España y también entre nosotros(41).
La cuestión no puede entonces soslayarse y aunque se la quiera ensordinar, ha
de asumirse y "defenderse" el emplazamiento que le han querido dar sus autores,
bajando los decibeles para que esos ruidos no nos hagan perder la ponderada
actitud crítica y, asimismo, podamos avanzar sin empantanarnos en las
dimensiones subjetivas que, quiera que no, se insertan en la tópica cuando se la
aborda con cielo anubado, y en él sobrevuelan intenciones fantasmales y avieso
espíritu maquiavélico (fundamentalismos ideológicos).
Lo veremos de manera breve pero elocuente aprovechando un hito señero con
que se cierra el siglo XIX y se proyecta en el que le siguió, de obligada mención en
cualquier emprendimiento de esta índole(42).
consid. 3º). Poderes coparticipados entre el juez y las partes. O dicho de otro
modo, que su rol de director del procedimiento no instala al órgano judicial en una
posición de "súper parte".
En todos los momentos la vigencia genuina del contradictorio, de una igualdad
dinámica (por caso, el replanteo de prueba) y el protagonismo del juez desde el
prisma de los valores en juego y que ha de tutelar, mediante el ejercicio
[controlado] de sus poderes. Lo que no comporta tanto un límite de carácter
cuantitativo, sino más bien una justa comprensión de tales poderes (del juez y de
las partes y sus defensores) de naturaleza diversa que se armonizan en una
versión constitucional de superación y complementación en la versión procesal
de cheks and balances asegurando así, en concreto, la garantía del proceso justo
y, al mismo tiempo, los fines no sólo privados del proceso judicial (cfr. ROTA, Favio,
"Per un equilibrii dei poteri dei giudice", en Studi in anare di Vittorio Denti, v. 1,
Cedam, Padova, 1994, ps. 523-556, esp. 525, n. 1 y 553-556, n. 7, con amplia
bibliografía).
SUMARIO: § 124. A) Régimen legal y procesal de la Nación. B) Régimen legal y procesal de la Provincia de Buenos Aires. §
125. Propósitos y enmarcamiento básico. Principio de independencia del Poder Judicial. § 126. Mal desempeño. A. Concepto. B.
Naturaleza jurídica del Jurado de Enjuiciamiento. C. Garantías del debido proceso. D. Distintos ámbitos de responsabilidad de los
jueces. § 127. Doctrina de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en relación a los procedimientos de los Jurados de
Enjuiciamiento de Magistrados. § 128. Enjuiciamiento de magistrados y funcionarios en la Provincia de Buenos Aires. § 128 bis. El
apartamiento preventivo en el régimen de enjuiciamiento de magistrados de la Provincia de Buenos Aires (art. 29 bis ley 13.661,
texto según ley 14.441).
BIBLIOGRAFÍA
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desempeño como causal de remoción de los magistrados judiciales",
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GIGENA, Julio, Responsabilidad del Estado, Astrea, 1973; ALMAGNAGUE,
Juan Fernando, Juicio político y jurado de enjuiciamiento en la nueva
Constitución Nacional, Buenos Aires, Depalma, 1995; CAPPELLETTI,
Mauro, La responsabilidad de los jueces, Fundación JUS para la
investigación de las Ciencias Jurídicas, La Plata, 1988; COLAUTTI,
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Culzoni, 1995; COMADIRA, Julio, "La actividad discrecional de la
Administración Pública. Justa medida del control judicial", ED, serie especial,
t. 186, ps. 601-617; COMPAGNUCCI DE CASO, Rubén, Manual de
Obligaciones, Astrea, 1997; DELPIAZZO, Carlos, "Acerca de la imputación de
la responsabilidad del Estado en el Derecho comparado actual", ED, serie
especial, t. 186, ps. 723-729; FREEDMAN, Diego, "Algunos problemas en el
enjuiciamiento de magistrados" en Estudios de Derecho Público, Asociación
de Docentes, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales Universidad de
Buenos Aires, 2013; GONZÁLEZ CALDERÓN, Juan A., Curso de Derecho
Constitucional, Depalma, Buenos Aires, 1978; HIDALGO, Enrique, Controles
constitucionales sobre funcionarios y magisrados, Depalma, Buenos Aires,
1997; HIGHTON, Elena, "La responsabilidad de los jueces en el sistema
constitucional argentino". Doctrina, ps. 37 y ss; KIPER, Claudio
M., Responsabilidad disciplinaria de los Magistrados, La Ley, 2002; LASKY,
Página 457 de 715X
§ 124
§ 125
sensibilidad pero a la vez poseer autoridad y mando, actuar con fortaleza, ser
prudente, diligente y demostrar compromiso republicano y respeto por los
derechos humanos y por las instituciones democráticas. El perfil de todo
magistrado —en síntesis— conlleva una clara idoneidad técnico-jurídica, física-
psicológica y ética, conformando así el modelo "ideal" de juez.
Estos principios constitucionales —inamovilidad del cargo e intangibilidad de los
salarios— derivan en el goce de cuatro inmunidades: a) libertad personal, b)
autoridad, c) acatamiento de órdenes y d) distinción de trato, poseyendo además
de la prerrogativa de contar con el poder de policía.
Este conjunto de inmunidades y prerrogativas constitucionales y legales, están
dirigidas justamente a afianzar la independencia del juez, alejarlo de las eventuales
influencias que pretendan alcanzarlo, salvaguardarlo de todo tipo de presiones,
coadyuvar en la formación de hombres sabios y probos y distantes de cualquier
actividad lucrativa, en razón de lo cual también —como contracara— pesan sobre
ellos un alto grado de incompatibilidades, impidiéndoseles realizar cualquier
actividad que exceda el marco de la Judicatura, a excepción de la docencia.
Ahora bien, inamovilidad en el cargo no quiere decir "impunidad" en el mismo. El
presupuesto para la permanencia es la buena conducta, entendida como la
correcta actuación en el ejercicio de la magistratura, siendo la antítesis el "mal
desempeño". Éste permitirá abrir el especial procedimiento constitucional previsto
para la destitución de quienes incurran en graves conductas que así lo ameriten,
en protección justamente de aquellos principios constitucionales mencionados y de
la sociedad en su conjunto. Ya lo afirmaba GONZÁLEZ CALDERÓN "no implica una
situación de impunidad para los magistrados judiciales, a cuyo amparo puedan
cobijarse los ineptos, los prevaricadores, los venales, con perjuicios irreparables
para la sociedad. No significa que puedan sin responsabilidad cometer los
mayores desaciertos, iniquidades, escándalos o errores de mala fe, sin que el
pueblo tenga la facultad inmanente y propia del régimen representativo-
republicano de revocarles el mandato que indirectamente les ha dado para
administrar justicia"(6).
Así, un mal juez debe ser pasible de sanción o destitución por las
irregularidades que cometa tanto en el ejercicio de la judicatura como fuera de ella
("delitos en el ejercicio de la función o crímenes comunes") debiéndose tener en
claro que este mecanismo en nada afecta o altera la garantía constitucional de la
independencia judicial; por el contrario, busca apartar a aquel magistrado que
evidenció una "mala conducta" para ser reemplazado por otro probo.
La Constitución Nacional de 1853 no contempló ningún mecanismo de control ni
procedimiento frente a la mala conducta de los jueces. Recién con la reforma de
1860 en su art. 45, se introduce la posibilidad de ser acusados por mal
desempeño, por delitos en el ejercicio de sus funciones o por crímenes comunes.
§ 126
MAL DESEMPEÑO
"Los jueces de los tribunales inferiores de la Nación serán removidos por las
causales expresadas en el artículo 53, por un jurado de enjuiciamiento integrado
Página 461 de 715X
A. Concepto
¿Qué debe entenderse por mal desempeño? Ciertamente constituye la
contracara de la "buena conducta" que es el recaudo que exige la Constitución
Nacional para que el cargo sea inamovible.
El término "mal desempeño" recién aparece —como dijimos— con la reforma de
la Constitución Nacional de 1860, cuyo antecedente inmediato fue el proyecto de la
Comisión Examinadora nombrada por el Estado de Buenos Aires antes de
incorporarse a la Confederación, mediante informe redactado por el propio VÉLEZ
SARSFIELD quien advierte de la omisión incurrida tanto en la Constitución originaria
de 1853 como en la de la Provincia de Buenos Aires, al "...no haber medio humano
de hacer efectiva la responsabilidad de un funcionario público si él no comete
grandes crímenes o si no viola abiertamente la Constitución. El Tribunal que falta a
su deber, el juez que prevarica... no están comprendidos entre los grandes
crímenes que especifican ambas constituciones" incluyéndose al "mal desempeño
en el ejercicio de los deberes" como causal de separación del cargo.
Muchas han sido las definiciones que intentaron darse del "mal desempeño" o
de la "mala conducta", como expresiones aproximadas o sinónimos. El conjuez
Roberto REPETTO(7)ha dicho que el mal desempeño es la mala conducta,
entendiendo por tal una grave falta demostrativa de carencia de principios y de
sentido moral, o la ausencia de esa integridad de espíritu, imprescindible para que
un funcionario pueda merecer la confianza pública.
Para Alfonso SANTIAGO (h) es un término elástico, una figura abierta y amplia, un
estándar jurídico en buena medida indeterminado, que debe guiar la función tanto
del órgano que acusa como la del Tribunal que resuelve y que se resiste a ser
tipificada(8). Para la Corte Suprema de Justicia, el mal desempeño incluye plurales
situaciones, tales como perjuicio grave al servicio público y número reiterado de
infracciones, no limitándose sólo al atraso en las resoluciones judiciales ni
requiriéndose necesariamente la comisión de un delito sino que es suficiente la
demostración de que ese magistrado no se encuentra en condiciones de
desempeñar la función en las circunstancias que los poderes públicos lo exigen, lo
que se afirmara en el caso "Nicosia"(9).
Similar concepto adoptó el propio Jurado de Enjuiciamiento de la Nación en
diversos casos como "Brusa", "Caro", "Torres Nieto", "Narizzano", entre otros,
afirmando que el mal desempeño implica no sólo la comisión de delito sino el
perjuicio al servicio público, la deshonra al país o a la investidura pública, la falta
de idoneidad, profesional, técnica o moral, daños en la función, todo lo que afecta
la eficacia, el decoro y la contracción al trabajo, como lo es el incumplimiento grave
de las tareas inherentes, ausencias injustificadas, atrasos en los plazos
procesales, falta de idoneidad moral, carencia de laboriosidad, ausencia de aptitud
física, de equilibrio psicológico, entre otros.
En el caso "Brusa"(10), el Jurado de Enjuiciamiento dijo: "La garantía de
inamovilidad de los magistrados judiciales, presupuesto necesario de la
Página 462 de 715X
A diferencia del proceso penal, el principio de in dubio pro reo cede en este caso
ante las características especiales que rodean un Jury y la naturaleza de la
persona involucrada —juez—, ya que se encuentra afectado el prestigio del Poder
Judicial, la administración de justicia y la sociedad en su conjunto, rigiendo —al
decir de QUIROGA LAVIÉ— el principio in dubio pro societas(27).
§ 127
del 24/9/1999; Apritz Barbera y otros v. Venezuela del 5/8/2008; Reverón Trujillo v.
Venezuela del 30/6/2009, entre otros).
§ 128
notificación se le hará saber que tiene derecho a presentarse por escrito aclarando
los hechos denunciados e indicando la prueba que a su juicio pudiera ser útil, a
constituir domicilio y designar defensor. La pertinencia de la prueba ofrecida será
resuelta por el Presidente del Jurado, quien podrá convocar al cuerpo a sesión
especial si lo considera conveniente según las particularidades del caso y esta
etapa sumarial deberá sustanciarse en un plazo de noventa (90) días prorrogables
por resolución fundada.
a. Etapa de acusación
Una vez clausurado el sumario, la Secretaría Permanente elevará las
actuaciones al Presidente del Jurado de Enjuiciamiento quien correrá traslado por
cuarenta y cinco días al denunciante, a la Procuración General y a la Comisión
Bicameral de esta ley, a fin de que manifiesten su voluntad de asumir el rol de
Acusador en el proceso o bien, solicitar el archivo de las actuaciones. Es en esta
etapa en la que se podrán ampliar medidas probatorias y para el caso que el
acusador sea un particular, deberá acreditar previamente contar con capacidad
suficiente para responder a las costas del juicio, las que deberá soportar en caso
de absolución.
Idéntico plazo se conferirá al magistrado o funcionario de la acusación, para que
formule su defensa y a posteriori los miembros del Jurado deberán pronunciarse —
esta vez— en un plazo de quince días sobre la admisibilidad de la acusación o
bien por el archivo de las actuaciones, debiéndose producir indefectiblemente en el
primero de los casos la suspensión del acusado, lo que traerá aparejado
inexorablemente la retención de sus haberes en un 40% a fin de soportar las
costas del proceso de resultar destituido.
c. Medidas cautelares
La extrema gravedad de faltas prima facie atribuibles a un magistrado, conllevan
la adopción de medidas urgentes —con claros tintes excepcionales—, que en
todos los casos y respetándose los presupuestos de cualquier cautelar
(verosimilitud del derecho y peligro en la demora), deben adoptarse ante la
afectación del prestigio del Poder Judicial y la administración del servicio de
justicia, medidas que —inclusive— pueden resultar anteriores a la orden de
suspensión del juez en el marco del proceso. Así, en algunos casos de extrema
gravedad, se ha acudido a la figura del "apartamiento preventivo" contemplado en
el art. 29 bis de la ley 13.661.
§ 128 BIS
art. 15, asegura la tutela judicial continua y efectiva. Sostiene Rojas que de esos
tratados internacionales se desprenden otros principios que hacen al debido
proceso legal, como por ejemplo el que se denomina "principio de eficacia de la
ley", en virtud del cual la tutela debe ser efectiva e inmediata, esto es, que tanto
dentro del proceso penal como del civil la actuación de la ley no puede colocar en
una situación de desventaja, o bien agravar una situación afligente que sufre aquel
que reclama la protección de sus derechos(39).
Señala OTEIZA que la Corte Interamericana, con respecto a la efectividad de las
vías procesales previstas por las jurisdicciones internas, ha entendido que un
Estado para cumplir con su deber convencional no solamente debe tenerlas
previstas, sino que además ellas deben ser efectivas y no meramente ilusorias. De
allí que los procesos deben ser adecuados para proteger la situación jurídica
infringida y, además, capaces de producir el resultado para el cual han sido
concebidos(40).
En definitiva, es válida la restricción que importa el apartamiento preventivo
temporario al desenvolvimiento del magistrado, por la existencia de otros derechos
igualmente defendibles como son la correcta administración del servicio de justicia
y el interés de la sociedad en el desempeño regular de la magistratura. Estamos
en presencia de bienes públicos y en esos casos un derecho individual es
otorgado bajo la condición de su ejercicio compatible con finalidades públicas.
Recuerda LORENZETTI que la Convención Americana de Derechos Humanos
señala que toda persona tiene deberes para con la familia, la comunidad y la
humanidad y que los derechos de cada persona están limitados por los derechos
de los demás, por la seguridad de todos y por las justas exigencias del bien común
en una sociedad democrática (art. 32). Asimismo, el art. 30 establece que las
restricciones permitidas son aquellas fijadas en leyes que se dictaren por razones
de interés general. En este plano, el bien público es un claro límite al ejercicio de
los derechos individuales(41).
El ejercicio de la actividad cautelar, por último, se encuentra reconocido en la
propia Convención Americana sobre Derechos Humanos. En efecto, al regular el
procedimiento de la Corte Interamericana, el art. 63.2 dispone que en casos de
extrema gravedad y urgencia, y cuando se haga necesario evitar daños
irreparables a las personas, la Corte, en los asuntos que esté conociendo, podrá
tomar las medidas provisionales que considere pertinentes. Si se tratare de
asuntos que aún no estén sometidos a su conocimiento, podrá actuar a solicitud de
la Comisión.
5. Conclusiones
El legislador provincial ha incorporado en el sistema de enjuiciamiento de
magistrados y funcionarios una herramienta indispensable para atender gravísimas
situaciones. En el marco normal del desarrollo del proceso destitutorio existen
diversas etapas (denuncia, sumario, traslado, descargo, requerimiento para
formularse acusación, traslado de la misma al denunciado, formulación de la
defensa por este último, reunión del Jurado para considerar la admisibilidad;
ofrecimiento de pruebas, posibilidad de instrucción suplementaria y juicio público),
las que consumen considerable tiempo. La suspensión del enjuiciado solamente se
posibilita una vez producida la acusación y formulada la defensa, en la oportunidad
de la audiencia contemplada en el art. 34 de la ley. De allí que la posibilidad de
actuar en forma inmediata, aun sin cumplimentarse los pasos precedentemente
señalados, permite resguardar el interés público siempre que así lo impongan las
excepcionalísimas circunstancias que enuncia la ley, las que deben encontrarse
debida y rigurosamente acreditadas.
No hay colisión constitucional alguna, ni con la garantía de la inamovilidad de los
jueces ni con el principio del juez natural. Porque la actividad cautelar también
emana de la Constitución, a través del debido proceso legal y la tutela efectiva. No
puedo menos que recordar aquí que cualquier medida cautelar enfrenta garantías
constitucionales. Indisponer un bien a través del embargo es restringir con todas
las letras el derecho de propiedad. Establecer una prohibición de contratar es
entorpecer el ámbito de libertad de quien la padece. La protección de personas
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§ 129
menor intensidad —en esa misma óptica— han de tener los deberes de los otros
protagonistas del fenómeno procesal. Porque, en definitiva, a la hora de evaluar el
grado de excelencia del mecanismo jurisdiccional aparecen tan responsables —
aunque pueda haber una escala que proviene de los distintos roles— unos como
otros. O si se quiere, que la misión actual del abogado no puede recostarse
exclusivamente en la defensa del interés particular que le fuera confiado, sino que,
aun por encima del mismo, todo su actuar debe estar presidido y orientado hacia la
consecución del fin trascendente que insufla a todo el Servicio —con el cual él
colabora y coadyuva— que no es sino un fin público: dispensar la justicia,
confiriendo la razón a quien realmente la tiene y haciéndolo con prontitud y
eficiencia.
De lo que se sigue que postulados tales como diligencia, asunción en concreto
de cargas y deberes y, sobremanera, verdad objetiva, son propios del servicio
todo; y su consecución se exige no sólo de los jueces, sino también de los
abogados. De la comprensión y consecuente resonancia en unos y otros depende
en buen grado no sólo el prestigio de la Justicia, sino también la creación de
nuevos mecanismos sustitutivos(3). Es que frente a la exigencia y la necesidad que
plantea el servicio, otras respuestas, inevitablemente, habrá que imaginar.
En lo que continúa, hemos de ver cómo aquella pauta básica se desarrolla en el
quehacer de los abogados.
§ 130
CAMPO DE ACTUACIÓN
B. En el proceso judicial
¿Cuál es el renovado perfil que —en paralelo directo con las misiones del juez
en el proceso moderno— ha de caracterizar el actuar el abogado, en miras de
contribuir eficazmente a la labor jurisdiccional? Veamos —sin perjuicio de lo ya
expuesto acerca de las soluciones autocompositivas— en algunos de los planos
más salientes, cómo se articula, en concreto, esa colaboración debida.
a) Conducta procesal, en general. Los deberes de lealtad y buena fe procesal
son exigibles tanto a las partes como a sus letrados (infra, § 167). El abogado
suele ser el principal —y en algunas actuaciones y tramos del proceso, el único—
responsable de la conducción formal de las pretensiones planteadas en juicio.
Depende de él —no pocas veces— que la parte que representa o patrocina
observe o infrinja los principios de lealtad y buena fe, complicando con ello al
órgano, al que se induce a error, o alongando desmesuradamente el proceso,
restándole, en suma, eficacia y prontitud y, en uno y otro, torciendo la justicia del
fallo.
Con haberse aventado al presente, en buena medida, semejante actuar
disvalioso (infra, §§ 169-172), la insistencia en este cuadrante no se vuelve ociosa.
Nunca será lícito anteponer, cualesquiera fueren las circunstancias, el interés de la
parte, ni la exigencia de su defensa, al deber prioritario de colaborar lealmente con
el Servicio de la Justicia, que se asienta y reposa primordialmente en la confianza
entre jueces y abogados(8).
b) En el desapego a los formalismos (formulismos) estériles. Sentado la mera
instrumentalidad del proceso (véase supra, § 8 e infra, § 166) y en el actual tránsito
hacia una suerte de informalismo, que rechaza el exceso ritual en la interpretación
(infra § 33), tanto como el ejercicio abusivo de los mecanismos procedimentales(9),
deviene obvio que tales premisas —que descartan el disvalioso apego a las formas
por las formas mismas, por retardatario de la solución final que más debe reposar
en la concreción del valor justicia que en un orden que por ser sólo instrumental,
no es más que eso— deben ser observadas en similar medidas por los
protagonistas principales del proceso —jueces y abogados—.
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§ 131
ASPECTOS COMPLEMENTARIOS
A través de otros desarrollos podemos integrar, acumulativamente, una visión
moderna de la abogacía que en calco con la del juez privilegia las nuevas misiones
funcionales y axiológicas que atienden la adecuada prestación del Servicio y a una
efectiva y real —profunda— finalidad de hacer Justicia o colaborar
preventivamente a la coexistencia pacífica:
a) La explicaciones anteriores se ensamblan igualmente con una noción ya
explicitada en torno a los deberes secundarios de conducta y las desarrollaremos
por ejemplo cuando enfrentemos el punto de la distribución o necesidad de probar
(a quién corresponde asumir la carga de la prueba), que docentemente pero no de
modo rígido establece el artículo 377 del Código Procesal de Buenos Aires o 375
del Código Procesal Nacional y que en la vida concreta del tráfico cobra una
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del derecho penal, se hace igualmente difícil comprender los nuevos criterios
valorativos y políticos criminales que el legislador debe propiciar en muchos
cuadrantes. Lo que está en atenta reelaboración en el área de las defraudaciones
y falsedades patrimoniales que se producen en el ámbito socioeconómico, importa
un frontal desafío para el Estado social y democrático de Derecho(18).
§ 132
§ 133
Página 491 de 715X
La vigencia de la garantía del plazo razonable (art. 15, Const. Pcial.; 8 Conv.
Americana de Derechos Humanos) se coloca en crisis frente a declaraciones de
incompetencia intempestivas dictadas cuando la causa ha llegado a su conclusión
al haberse dictado la sentencia que pone fin a la controversia y, por ende, la
decisión resulta equiparable a definitiva (Sup. Corte Bs. As., 9/2/2011, "Álvarez,
Rubén Agustín v. Provincia de Buenos Aires. Policía s/ Daños y perjuicios", Juba
sumario B33938).
También la cuestión del tiempo incide, sobremanera, en los plazos para el
cumplimiento de la sentencia: el inc. 7º del art. 163 del Código Procesal Civil y
Comercial faculta al juez a establecer un plazo para el cumplimiento de la
condena, el cual —siendo razonable— es conveniente que sea breve, cuando el
litigio acaba con una situación que viene de lejos y que las partes deben estar
dispuestas y prevenidas para ese evento (Sup. Corte Bs. As., 11/3/2013, "Stabille,
Carlos Alberto y Ruiz, María del Pilar v. Calvimonte, José Eduardo y Beck, Marta
Mabel s/ Resolución de contrato", Juba sumario B3903418).
Y, por supuesto, teniendo en cuenta la materia que subyace a la cuestión.
Por ello se ha resuelto que tratándose de la ejecución de un crédito de
naturaleza previsional, se acentúa la necesidad del interesado de obtener una
rápida y eficaz decisión judicial, que ponga fin a los conflictos y situaciones de
incertidumbre y evite, dentro de los límites de lo razonable y conforme a las
circunstancias de cada caso, una dispendiosa y eventualmente inútil actividad
jurisdiccional (Corte Sup., Fallos 311:1644).
O si está en juego el derecho a la salud y a la vida (Corte Sup., Fallos 326:2942;
334:1691).
O derechos de naturaleza alimentaria (Corte Sup., Fallos 324:789; 327:2955;
332:60).
Ya cerrando es inevitable, cuando se trata de analizar la cuestión de la duración
del proceso en sintonía con las características específicas de ciertos casos
judiciales, la referencia al precedente de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos en el caso "Furlan".
Allí la Corte reitera que, para determinar la razonabilidad del plazo se debe
tomar en cuenta la afectación generada por la duración del procedimiento en la
situación jurídica de la persona involucrada en el mismo, considerando, entre otros
elementos, la materia objeto de controversia. En este sentido, este Tribunal ha
establecido que si el paso del tiempo incide de manera relevante en la situación
jurídica del individuo, resultará necesario que el procedimiento avance con mayor
diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve.
Al respecto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en reiteradas
oportunidades ha utilizado este criterio en el análisis de plazo razonable. En efecto,
en el caso "H. v. Reino Unido", dicho Tribunal hizo especial énfasis en la
importancia de "lo que estaba en juego" para el accionante, y determinó que el
resultado del procedimiento en cuestión tenía un carácter particular de
irreversibilidad, por lo que en este tipo de casos las autoridades deben actuar con
una diligencia excepcional. Asimismo, en el caso "X. v. Francia", el Tribunal
manifestó que las autoridades judiciales debían actuar de manera
excepcionalmente diligente en un procedimiento en el que estaba involucrado una
persona con sida, ya que lo que estaba en juego para el accionante era de crucial
importancia, tomando en cuenta que sufría de una enfermedad incurable que
reducía sus expectativas de vida. De igual forma, en los casos "Codarcea v.
Rumanía" y "Jablonska v. Polonia", el Tribunal Europeo consideró que la avanzada
edad de los accionantes requería de una especial diligencia de las autoridades en
la resolución del proceso.
Página 496 de 715X
§ 134
§ 135
§ 136
Página 498 de 715X
BIBLIOGRAFÍA
AVARRAGARAY, Disposición de las formas: su renuncia, en Lecciones y
Ensayos, n. 14, p. 129 y ss.; BERIZONCE, La nulidad en el proceso, Platense,
Página 499 de 715X
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: BERTOLINO, Pedro
J. El exceso ritual manifiesto, LEP (Platense), La Plata, 1979; BIDART
CAMPOS, Germán J., Un tema constitucional-procesal siempre atractivo: el
exceso ritual manifiesto, LL 2003-F-1494; COLERIO, Juan Pedro, El respeto
por las formas y la verdad objetiva en el proceso, LL 1990-A-465; GOZAÍNI,
Osvaldo A., Límites del exceso ritual manifiesto, ED 154:567; MAURINO,
Alberto L., Nulidades Procesales, 2ª ed. actualizada y ampliada, Astrea,
Buenos Aires, 1999; MORELLO, Augusto M., El exceso en la aplicación del
"exceso ritual manifiesto", JA, 1988-I-87; MORELLO, Augusto M., La eficacia
del proceso, 2ª ed. ampliada, Hammurabi, Buenos Aires, 2001; MORELLO,
Augusto M. (dir.), Acceso al derecho procesal civil, LEP (Platense), Buenos
Aires; Lajouane, 2007; PALACIO, Lino E., Derecho Procesal Civil, vol. IV, 4ª
ed., AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2011; REY CANTOR, Ernesto, Principio de
legalidad y derechos humanos en Instrumentos de tutela y justicia
constitucional, Memoria del VII Congreso Iberoamericano de Derecho
Constitucional, AA.VV. VEGA GÓMEZ, Juan - CORSO SOSA, Edgar,
coordinadores, UNAM, México DF, 2002; RODRÍGUEZ SAIACH, Luis A., Teoría
y práctica de las nulidades y recursos procesales, Gowa, Buenos Aires,
2003.
§ 137
concluidos ni dejan sin efecto lo actuado conforme a las leyes anteriores (Fallos
200:180; 211:1657; 212:354; 215:467; 217:804; 221:726; 224:390).
Este carácter de orden público viene siendo pregonado por la Corte Suprema en
varios precedentes a lo largo del tiempo (Corte Sup., Fallos 320:1878; 321:1865;
327:1468; 328:867; 329:88, 329:5586; 330:3565 y otros).
§ 138
§ 139
ENCLAVE METODOLÓGICO
D. La equidad
Al mismo tiempo que la Corte Federal y los supremos tribunales de provincia
han abordado la importancia trascendente —decisiva— que reviste atender a la
justicia del caso sobre aspectos de legalidad o simplemente formalistas, no es
ajeno a tal búsqueda incesante la participación del ingrediente equidad. Con
claridad se lo comprueba en materia de magnitud y proporcionalidad de las
regulaciones de honorarios, respecto a la calidad de la labor cumplida o a las
retribuciones debidas al letrado y a los auxiliares, como los peritos. A lo que cabe
agregar que el riesgo de afrontar el pago de cantidades de significación o
importancia puede traducirse, en efecto, en una efectiva frustración de la
posibilidad de reclamar el amparo de los derechos respectivos (Fallos 265:227,
consid. 10). En tales casos o similares debe jugar la regla de equidad, como
moderadora de los derechos, en razón de la calidad de las partes intervinientes
(copropietarios bajo el régimen de la ley 13.512) o del propósito que perseguía la
demanda cuyo único objeto fue la modificación del reglamento de copropiedad y
administración a fin de adaptarlo a las nuevas unidades funcionales (doctrina de la
sentencia del 12 de setiembre de 1978, "Consorcio de propietarios, Edificio Santa
Fe, 1870 v. Nuevo Banco Italiano s. Demanda sumaria"). Circunstancias éstas que
en la especie justificaron hacer excepción a los principios generales que rigen la
materia (honorarios del abogado) reputando la Corte que existía cuestión federal
bastante, y concluir que no debía tomarse como monto del asunto a los fines de
aplicar la escala arancelaria, el valor de la unidad en cuestión como quiera que la
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E. Dificultades y disonancias
En el seno del Alto Tribunal a veces afloran discrepancias que: desde los
respectivos ángulos y según los perfiles de cada caso, hacen opinable la
realización de los valores en juego, según se acuerde preferencia a una u otra
posición. Lo que sirve, asimismo, para mostrar la continuidad del proceso histórico
al que estamos asistiendo en pro de la afirmación de una teoría interpretativa
teleológica y solidarista que, en nuestra opinión, es la que se adecua a la finalidad
esencial del Servicio de la Justicia.
Veámoslo con un ejemplo:
Buenos Aires, 30 de julio de 1981
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por María Viscovich en la causa
Viscovich, María s/ jubilación", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
Que contra el pronunciamiento de la sala 1ª de la Cámara de Apelaciones del
Trabajo, que desestimó el recurso deducido por la solicitante del beneficio
jubilatorio por invalidez, por considerar formalmente improcedente la vía del artícu-
lo 14 de la ley 14.236, en virtud de haberse omitido indicar en forma clara y
concreta la violación o el error en la aplicación de la doctrina legal, aquélla
interpuso el recurso extraordinario cuya denegatoria origina la presente queja (fs.
76; 80/82 de los autos principales agregados por cuerda, y fs. 1/3).
Que, según reiterada jurisprudencia de esta Corte, las resoluciones de los
tribunales ordinarios que declaran improcedentes los recursos para ante ellos
interpuestos no son, como principio, revisables en la vía elegida (causa: "Valent de
Talento, María s/ jubilación", fallada el 23 de setiembre de 1980 y sus citas), sin
que corresponda hacer excepción a tal doctrina, habida cuenta que el escrito de la
apelante no satisface en grado mínimo las exigencias para habilitar la instancia
judicial. A lo que cabe agregar que lo resuelto no traduce un excesivo rigor en la
apreciación de los recaudos formales ni el a quo omite dar fundamentos de lo
resuelto en tal sentido.
Por ello, y de conformidad con lo dictaminado por el Señor Procurador General,
se desestima la queja. Notifíquese y, previa devolución de los autos principales,
archívese.— Adolfo R. GABRIELLI.— Abelardo F. ROSSI.— Pedro J. FRÍAS.— Elías
P. GUASTAVINO (en disidencia).— César BLACK.
Disidencia del señor Ministro doctor don Elías P. GUASTAVINO
Considerando:
1º) Que contra el pronunciamiento de la Sala 1ª de la Cámara Nacional de
Apelaciones del Trabajo, que desestimó el recurso deducido por la solicitante del
beneficio jubilatorio por invalidez, por considerar formalmente improcedente la vía
del artículo 14 de la ley 14.236, en virtud de haberse omitido indicar en forma clara
y concreta la violación o el error en la aplicación de la doctrina legal, aquélla
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sus disposiciones y adoptando como verdadero el que las concilie y deje a todas
con valor y efectos (Fallos 301:46). Por último, conviene observar que tratándose
de leyes sucesivas que legislan sobre la misma materia, la omisión en la última de
disposiciones de la primera, cuando en la nueva ley la cuestión de que se trata es
clara, importa dejarlos sin efecto, máxime cuando, de lo contrario, adquirirán éstas
un alcance totalmente distinto de aquél para el cual fueron sancionadas (cfr.
doctrina de Fallos 182:392; 248:257; 302:1570) (consid. 5º).
En la perspectiva de las reglas recordadas "los fundamentos expuestos por el a
quo no se exhiben como derivación razonada del derecho vigente aplicable a las
circunstancias de la causa; siendo así, la decisión recurrida se muestra carente del
adecuado y necesario sustento que permita considerarla como acto judicial válido,
circunstancia que habilita la vía del artículo 14 de la ley 48, con arreglo a conocida
jurisprudencia de la propia Corte Nacional (Fallos 296:661; 298:13 y sus citas,
entre otros). Ello así, continuó en su docente motivación, puesto que aceptar el
criterio analizado (dar preeminencia al art. 4051 del Cód. Civ. manteniendo una
prescripción de treinta años cuando la reforma de la ley 17.711 la ha sustituido por
la veinteañal) importa tanto como admitir una manifiesta contradicción entre la
finalidad perseguida por la ley 17.711, cual fue la de acortar el plazo de
prescripción en el supuesto del artículo 4015 del Cód. Civ. en su nueva redacción,
y el resultado al que arriba en el caso la interpretación analizada (consid. 6º).
Por tanto, concluyó el Alto Tribunal de la Nación, acordar insuficiente ámbito de
vigencia al artículo 2º de la ley 17.940, restringir el principio contenido en el artículo
3º del Código Civil, que dispone que las leyes, a partir de su entrada en vigencia
se aplicarán a las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas
existentes, omitir toda referencia sobre el artículo 7º de la ley 17.711, a la vez que
otorgar un inaceptable campo de aplicación al artículo 4051 del Cód. Civ. conduce
a un resultado que, como se ha visto, hace pasible al fallo recurrido de
descalificación como acto jurisdiccional válido (consid. 6º, al final, citado) (Corte
Sup., B-I09, 8/6/1982, "Báez, Ambrosío A. v. Báez, Pablino M.", consids. 5º y 6º —
véase supra, § 70—).
§ 140
PAUTAS GENERALES
Las ideas que se han elaborado en los últimos tiempos, corroborantes de las
precedentes, permiten recoger sobre vértices de equilibrio razonable, algunas
pautas útiles:
1. Por de pronto y a partir de los supuestos más extremos que con mayor
elocuencia compromete la garantía en análisis, importa restringir de modo
sustancial el derecho de defensa constitucionalmente garantido, cuando se priva a
la parte (y más si es el imputado en sede penal) de la única instancia judicial(5).
2. En juego la exégesis de normas procesales cobra rol prioritario la aplicación
del principio con arreglo al cual las leyes deben interpretarse teniendo en cuenta
su contexto general y los fines que las informan (6). Vale decir, de la manera que
mejor se compadezca con los principios y garantías constitucionales, en tanto que
no se esfuerce indebidamente la letra o el espíritu del precepto que rige el caso(7).
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en las causas cuyo conocimiento les corresponde (Fallos 254:437 y sus citas;
263:297; y otros).
En sintonía con esto último, explica la Corte que la exigencia de transitar
exhaustivamente las instancias existentes en el orden local —ordinarias y
extraordinarias— como recaudo de admisibilidad del recurso extraordinario, tiene
como presupuesto el reconocimiento ineludible de la aptitud jurisdiccional de los
tribunales de todo el país —incluidos los superiores de provincia— para considerar
y aplicar en su integridad la totalidad del orden jurídico del Estado, en cuya cúspide
se encuentra la Constitución Nacional (art. 31), hallándose el fundamento último de
esta atribución en la obligación de las provincias de asegurar su administración de
justicia (art. 5º), objetivo que reclama con carácter de necesidad que sus jueces no
estén cegados al principio de supremacía constitucional para que dicha
administración de justicia sea plena y cabalmente eficaz (Corte Sup., Fallos
310:324; 323:2510; 331:1178).
Es principio básico de hermenéutica jurídica aquel mediante el cual, en la
interpretación general de las leyes, debe atenerse a los fines que las informan
(Fallos 260:171; 266:26; 319:1765; 323:610).
Ya que la primera regla es dar pleno efecto a la intención del legislador (Corte
Sup., Fallos 321:2660; 330:2892; 334:1027).
Es regla de hermenéutica de las leyes dar pleno efecto a la intención del
legislador, computando la totalidad de sus preceptos de manera que armonicen
con el ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la
Constitución Nacional, y en casos no expresamente contemplados debe preferirse
la inteligencia que favorece y no la que dificulta aquella armonía y los fines
perseguidos por las reglas (Corte Sup., "Sumarios por infr. art. 44, ley 17.351 y
modificaciones", 16/6/1994).
En ese objeto la labor del intérprete debe ajustarse a un examen atento y
profundo de sus términos que consulte la racionalidad del precepto y la voluntad
del legislador, extremos que no deben ser obviados por las posibles
imperfecciones técnicas de la instrumentación legal, precisamente para evitar la
frustración de los objetivos de la norma (Corte Sup., Fallos 315:262; 329:2419;
329:2890).
La interpretación legal debe evitar el acogimiento de significaciones oscuras o
abstrusas de las palabras empleadas por la ley, prefiriendo en cambio, el sentido
más obvio del entendimiento común (Fallos 116:13, su cita; 320:2649; 315:2999;
321:1614 y otros).
Las leyes no deben interpretarse conforme a la desnuda literalidad de sus
vocablos, ni según rígidas pautas gramaticales, sino computando su significado
profundo jurídico (Fallos 265:242; 301:489).
No cabe atenerse en todos los casos a la literalidad de los vocablos de las
leyes, sino rescatar su sentido jurídico profundo, pues por encima de lo que
parecen decir debe indagarse lo que ellas dicen jurídicamente. Para ello, es regla
de interpretación dar pleno efecto a la intención del legislador, computando la
totalidad de sus preceptos de manera que armonicen con el ordenamiento jurídico
restante y con los principios y garantías de la Constitución Nacional, y en los casos
no expresamente contemplados debe preferirse la inteligencia que favorece y no la
que dificulta aquella armonía y los fines perseguidos por las reglas (Corte Sup.,
Fallos 329:872).
Con todo, es necesario abstenerse de toda inteligencia que equivalga a
prescindir de la norma aplicable (Corte Sup., Fallos 326:1864).
Además, advierte la Corte, en la tarea interpretativa no debe prescindirse de las
consecuencias que se derivan de cada criterio, pues ellas constituyen uno de los
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§ 141
PAUTAS ESPECIALES
A. Leyes de locación
Era jurisprudencia reiterada de la Corte Suprema Nacional que lo concerniente a
la aplicación en el tiempo de las leyes vigentes en materia de locación urbana, es
irrevisable por vía del recurso extraordinario, en tanto lo resuelto verse sobre la
interpretación de tales normas, que son de derecho común (Fallos 259:373; 261:10
y sus citas; 266:120). Dicho de otro modo, la vigencia en el tiempo de las leyes
comunes de emergencia no sustenta el recurso extraordinario, si lo decidido en la
causa hace a la interpretación de esas leyes. Lo referente a la derogación o
vigencia de las normas contenidas es ajeno a la jurisdicción del artículo 14 de la
ley 48, salvo que medie explícita declaración de inconstitucionalidad (Fallos
251:279, 307; 252:147; 253:169; 255:60; 256:22; 259:373; 265:194).
Empero, si bien la nueva ley de locaciones omitió mencionar la norma aplicable
al juzgamiento de los hechos ocurridos bajo la vigencia de leyes anteriores, la
causal de transferencia prohibida debe ser decidida según la ley 20.625, que regía
al tiempo de hacerse efectivo el cambio de titular, ya que el nuevo ordenamiento
no tiene efecto retroactivo, ni altera el alcance jurídico de las consecuencias de los
actos realizados en su momento bajo un determinado dispositivo (Fallos 299:132).
En general la interpretación de las leyes de locaciones urbanas, y lo relativo al
régimen intertemporal de las mismas, es materia ajena a la instancia del artículo
14 de la ley 48 (Fallos 260:159, 224; 265:136).
Es con arreglo a esa jurisprudencia de la Corte Suprema Nacional que lo
atinente a la interpretación y aplicación de las normas contenidas en las leyes de
locaciones urbanas es materia ajena a la jurisdicción extraordinaria (Fallos
260:224, 267, 64; y otros).
La Corte Suprema Nacional ha declarado que las leyes de carácter excepcional
que restringen por causa de emergencia derechos amparados por la Constitución
nacional, no deben ser interpretadas en forma extensiva sino de manera estricta,
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C. Interés institucional
En ciertos supuestos, no frecuentes, el tribunal ha expresado que por encima de
rígidos formulismos está la existencia o no de interés institucional serio (Fallos
247:601, su doct.). Así, consideró que la cuestión federal que tenía relación con la
interpretación de las leyes 13.996 y 14.163, de organización de las fuerzas
armadas y, por ende, con las facultades otorgadas al Presidente de la República
como comandante en jefe de todas las fuerzas de mar y tierra de la Nación (art.
86, inc. 15, CN), trasciende un evidente interés constitucional (Fallos 264:286).
D. Otros
Realismo económico
Si se condenó al pago de $ 23,50 en concepto de indemnización por los daños
derivados del choque de un colectivo en el que viajaba la actora y, ante el traslado
de la liquidación por capital repotenciado e intereses, los demandados impugnaron
el monto y solicitaron la aplicación de la ley 24.283, es descalificable la sentencia
que rechazó el planteo y aprobó la liquidación por $ o U$S 3.408.186,05, pues
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Privilegios
Las normas que crean privilegios deben ser interpretadas restrictivamente para
evitar que las situaciones excepcionales se conviertan en regla general (Fallos
302:1116).
§ 141 BIS(12)
I. En el inicio
1) El de la interpretación(13)es el tema axial para, en vivo, conocer cómo funciona
la Ley Máxima (pero también la de fondo y la procesal); su alcance, el registro de
los valores y principios que, en la trama de relación, cobran sus cláusulas y cuáles
son las coordenadas más trascendentes que balizan la línea de sentido del
Derecho en cada época. La Constitución es lo que la Corte Suprema en cada
tiempo histórico y a través de sus sentencias va recortando como el diseño
acabado de sus textos y proyecciones. También el mensaje moral en las
cuestiones de punta en las que, con sensibilidad, realismo y delicado equilibrio,
establece respecto del grado de prioridad en casos de roces del valor superior y el
modo efectivo de tutelarlo (parto inducido, libertad de prensa, derechos de la
intimidad, eutanasia, intereses difusos, operatividad directa de las garantías
jurisdiccionales, etc., etc.)(14).
2) En las consideraciones que siguen trataremos de bosquejar ideas que
orientan los criterios de hermenéutica más fértiles y a fin de que la Ley
Fundamental acompañe los cambios y adaptaciones que, en la acelerada dinámica
de la sociedad (del riesgo y en la lectura de la globalidad), impactan en las
creencias y valoraciones del conjunto. Adecuándolo a lo específico de lo procesal y
su función, orientan la labor decisoria de los jueces.
que es deber de los jueces asegurar (Corte Sup., Fallos 242:501). Garantizar la
legalidad y el plafón de razonabilidad —piedra basal del plexo normativo— de lo
que cada poder y actividad, dentro de la esfera de su competencia, hagan, sin
desviarse hacia el abuso o el error. Que medie armonía y proporcionalidad de
goce, con intenso predicamento al obrar prudente pero no formalista ni estéril.
Mesura para las sanciones y prerrogativas. El Tribunal gusta marcar esas
coordenadas mayores, puntualizando:
1) Que en el vuelo de sus múltiples funciones la Corte lo puede 'casi todo' y para
ello valerse del ejercicio de poderes implícitos por el sendero del derecho federal,
"como órgano supremo y cabeza de uno de los poderes del Estado; al respecto le
está reservado poner en ejercicio ese arsenal de poderes a fin de salvaguardar la
eficacia de la función judicial" (ver voto del Dr. Antonio BOGGIANO, en el precedente
de Fallos 323:2131).
2) Mas si bien se ve, es mediante su libre y severo poder de interpretación
arropado por el poder de discreción cuando alcanza lo perdurable y lo que se
registra como más trascendental en su cometido.
IV. El rumbo
a) Nada excusa el deber de los magistrados de asignar la necesaria primacía a
la verdad jurídica objetiva. En el ejercicio de la función judicial no cabe prescindir
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jurídica objetiva que es su norte" (Fallos 306:738; 308:533, 722, 932; 311:2193;
314:629; 315:1186, 1203 y 320:730).
2º) Que tampoco pueden dirigirlo (al proceso civil), conduciéndolo en términos
estrictamente formales, respondiendo a ritualismos caprichosos o mecánicos ya
que no sólo, con ello, se dificulta la verdad jurídica objetiva sino que —además y
sobre todo— ese exceso de ritualismo hace perder la visión de la Justicia. Objetivo
al que tiende el verdadero y adecuado Servicio de Justicia y que es misión y
función de esta Corte Suprema mantener y defender (disidencia Dr. MOLINÉ
O'CONNOR en Fallos 320:474).
3º) Priva la idea fuerza de que "...todo proceso judicial cumple una función
institucional y social que lejos de beneficiar exclusivamente a quienes son parte en
él, se proyecta hacia la comunidad toda (...) porque con él se restablece el
equilibrio jurídico perdido, se reparan las violaciones a la ley y se percibe
nítidamente la autoridad del Estado..." (disidencias del Dr. Adolfo VÁZQUEZ, en
Fallos 320:1847; 325:1243).
Ese sólido tejido motivador encuentra su fundamento y sentido en "...que las
formas a las que deben ajustarse los procesos han de ser sopesadas en relación
con el fin último a que éstos se enderezan, que es el de contribuir a la más efectiva
realización del Derecho..." (Fallos 311:2004, consid. 8º y sus citas; dictamen del
Procurador Fiscal, Fallos 324:911).
4º) Va de suyo además —y en la sumatoria de esas reflexiones queda
enfatizada la importancia de las formas procesales, subordinadas, sin exceso
ritual, a los fines superiores a cargo de la Jurisdicción— que la Corte al admitir el
recurso extraordinario y dejar sin efecto la sentencia recurrida hubo de considerar
que "...desde que se encontraba en juego la garantía del acceso a la Jurisdicción
de la actora y en consecuencia su derecho a la defensa en juicio, no pudo el a
quo aplicar mecánicamente un apercibimiento tan gravoso para aquélla —que
importó impedir la continuación del proceso— sin analizar su viabilidad a la luz de
las normas vigentes y del mismo comportamiento del demandante que por esa vía
pretendió sancionar...".
La Cámara, de cuyo fallo se recurría, había revocado la sentencia de primera
instancia en cuanto, luego de hacer lugar a una nueva oposición del demandado a
la garantía ofrecida por la actora (seguro de caución) otorgaba al actor un nuevo
plazo de diez días para prestar una caución real a la cual anteriormente había sido
intimado a prestar. Como consecuencia de revocarse la decisión que otorgaba ese
nuevo plazo (ante la primera oposición ya se había conferido plazo para prestar
caución real bajo apercibimiento de desistimiento), se tuvo al demandante por
desistido del proceso.
A lo expuesto la Corte agregó que "a esos efectos, debió examinar si resultaba
razonable privar al recurrente de aquel plazo de diez días, invocando al efecto
dicho apercibimiento sin ponderar que ésta había ofrecido una garantía cuya
objetiva idoneidad a esos efectos no había sido cuestionada, ni era susceptible de
afectar el derecho de su contraria, que ninguna lesión a algún interés suyo invocó
al agraviarse "...de tal modo el sentenciante se circunscribió a analizar los
aspectos formales de la cuestión sin atenerse al fin que los informa, soslayando
así el carácter instrumental de las normas procesales y otorgando prevalencia al
rito por sobre las razones de derecho de fondo que lo justifican y a las que debe
servir..." (Corte Sup., Fallos 321:1818, entre otros).
5º) No cejará el máximo Tribunal en enfatizar acerca de la jerarquía de la
seguridad jurídica" principio equiparado constitucionalmente al derecho de
propiedad, sólida base de nuestro edificio jurídico, que es deber de los jueces
preservar (Corte Sup., Fallos 262:501, entre muchos)(17).
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Las luces más potentes provienen de los casos pilotos "Colalillo", "Oilher",
"Burman", entre otros que abrieron el camino al rostro actual del proceso justo. En
el primero de sus enriquecedores precedentes el famoso caso "Domingo Colalillo
v. Compañía de Seguros España y Río de la Plata" (Fallos 238:550), la Corte sentó
su doctrina acerca del exceso ritual como causal de arbitrariedad y estableció
meridianamente que el alcance de la verdad material es el norte del procedimiento
judicial, sentando que las normas procesales no pueden aplicarse mecánicamente
cuando ello implica la renuncia a una verdad que aparece manifiesta ante los
jueces, determinado cuáles son sus facultades respecto a los medios de prueba.
Cabe recordar que en el caso, el juez de primera instancia, como los de Cámara,
consideraron extemporánea la agregación de una prueba documental decisiva
para la solución de la causa, cuya obtención no había sido posible en el curso del
proceso, por haber sido acompañada una vez dictada la sentencia.
En aquella oportunidad se dijo concretamente que "el proceso civil no puede ser
conducido en términos estrictamente formales, No se trata ciertamente del
cumplimiento de ritos caprichosos, sino del desarrollo de procedimientos
destinados al establecimiento de la verdad jurídica objetiva que es su norte. Que
concordantemente con ello la ley procesal vigente dispone que los jueces tendrán,
en cualquier estado del juicio, la facultad de disponer las medidas necesarias para
esclarecer los hechos debatidos y tal facultad no puede ser renunciada, en
circunstancias en que su eficacia para la determinación de la verdad sea
indudable. En caso contrario la sentencia no sería aplicación de la ley a los hechos
del caso, sino precisamente la frustración ritual de la aplicación del derecho. Que,
desde luego y por vía de principio, es propio de los jueces de la causa, determinar
cuando existe negligencia procesal sancionable de las partes así como disponer lo
conducente para el respeto de la igualdad en la defensa de sus derechos. Pero ni
una ni otra consideración son bastantes para excluir de la solución a dar al caso,
su visible fundamento de hecho, porque la renuncia consciente a la verdad es
incompatible con el servicio de justicia".
No ha cesado de reiterarlo, reafirmando en la actualidad "...que la condición
necesaria de que las circunstancias de hecho sean objeto de comprobación ante
los jueces, no excusa la indiferencia de éstos respecto de su objetiva verdad"
(Disidencia de los Dres. BOGGIANO, LÓPEZ y BOSSERT en Fallos 319:2796). En
similares términos se ha expresado que "...la Corte ha sostenido que los Jueces no
pueden prescindir del uso de los medios a su alcance para determinar la verdad
jurídica objetiva y evitar que el proceso se convierta en una sucesión de ritos
caprichosos (Fallos 320:2343, consid. 9 y sus citas) pues de ser ello así, la
sentencia no constituiría la aplicación de la ley a los hechos de la causa sino la
frustración ritual de la aplicación del derecho..." (disidencia de los Dres. MOLINÉ
O'CONNOR y VÁZQUEZ en Fallos 324:2554)(18).
VII. El mensaje
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IX. Colofón
Creemos que en la presente estación en que están instalados los desarrollos de
la ciencia procesal, equilibrando el peso y contrapeso de los intereses privados a
proteger y los públicos que requiere auspiciar el Estado de Justicia, la visión más
abarcativa que proponemos acerca de la Jurisdicción, sin ceder a concesiones
formalísticas ni al preciosismo de escuela aunque no depare frutos 'ideológicos'
facilita una actividad inequívocamente jurisdiccional más maleable, que ayuda a
dar solución a los requerimientos de que es objeto la Justicia (los órganos del
Poder Judicial y los árbitros).
LA REFORMA PROCESAL
SUMARIO: § 142. El Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (Ley 17.454); Antecedentes de su sanción. § 143. Estructura y
método. § 144. Clave de bóveda de la reforma. § 145. Los libros del Código. § 146. Clases de procesos que se disciplinan. § 147. La
parte general. § 148. La parte especial. Los procesos de conocimiento. La acción meramente declarativa. § 149. Juicio ordinario. §
150. Etapa probatoria. § 151. La ejecución. § 152. Observaciones críticas. § 153. La ley 22.434 de reformas de 1981. § 154. La
adaptación en la Provincia de Buenos Aires. § 155. Balance y perspectivas. § 155 bis. Las reformas introducidas por la ley 25.488. §
155 ter. Algunas propuestas para la transformación del proceso civil.
BIBLIOGRAFÍA
Además de la que se cita en notas: ARAZI, Roland, Potestad y deberes de
los jueces (en el proceso civil), LL 1981-A-869; ídem, El proceso en rebeldía
(necesidad de su reforma), La Ley, 1981; MIRÁS, Osvaldo D. y GÓMEZ
ALONSO DE DÍAZ CORDERO, María L., Comentario crítico sobre la reforma del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (ley 22.434), Der. 94-
839; BACRE, Aldo, El régimen de la inhabilitación y su regulación procesal en
el proyecto de reformas..., LL 1980-D-935; VERNENGO PRACK, Rómulo E.
M., Algo más sobre reformas al Código Procesal Civil y Comercial, Der. 95-
739; FALCÓN, Enrique, El proceso laboral y la reforma procesal civil y
comercial (leyes 17.454, 22.434, 18.345, 22.473), Der. 95-903; Rebeldía, LL
1981-C-855; FENOCHIETTO, Carlos E., Reformas e innovaciones al Cód.
Proc. Civ. y Com. de la Nación, LL 1980-B-1066; ídem, "Peritos y
consultores técnicos en la ley 22.434", LL 1981-C-1119; ALICE, Beatriz
L., Las reformas al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (22.434)
y el funcionamiento del recurso extraordinario, Der. 95-891; BOGGIANO,
Antonio, Aspectos internacionales de la reforma al Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación, Der. 90-879; SALGADO, Alí J., A propósito del
proyecto de reformas al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y el
llamado proceso sumario, LL 1980-C-1071; El proceso de desalojo y la
reforma del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, Der. 93-
851; DI IORIO, Alfredo J., Alcances de la reforma procesal y su incidencia en
los poderes-deberes del juez, LL 1981-D-1049; La reforma del recurso de
inaplicabilidad de ley en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación,
en Legislación Argentina, Der., año 1981, n. 6; RAVELLI, Carlos H., Reflexión
crítica: el principio de intermediación en la ley de reformas al Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación, LL 1981-D-1232; PALACIO, Lino
E., Estudio de la reforma procesal civil y comercial, ley 22.434, Abeledo-
Perrot, 1981; Los recursos ante la Corte Suprema en la ley 22.434, LL 1981-
Página 532 de 715X
1224. EISNER, Isidoro, El nuevo artículo 125 bis del Código Procesal Civil y
Comercial de la Nación (en procura de "inmediación", "saneamiento" y
"decantación de la litis"), LL 1981-C-948; YÁÑEZ, César, Ley 22.434 de
reformas al Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (ley 17.454),
ADLA, v. XLI-B, 1981, p. 2765; MAKIANICH DE BASSET, Lidia, N., Caducidad
del derecho al cobro de las cuotas alimentarias atrasadas y el nuevo artículo
645 del Código Procesal Civil y Comercial (ley 22.434), Der. 96-
949; MORELLO, En trance de modificar el régimen procesal de la casación
civil de Buenos Aires, JA 1981-IV-684; HITTERS, Juan Carlos, Bases para la
uniformación de la legislación procesal, JA 1979-III-799; PÉREZ CORTÉS,
Osvaldo J., El juez ¿director del proceso?, Der. 96-889; REIMUNDÍN,
Ricardo, Consideraciones sobre la ley 20.497, JA Sec. doct., 1974, p. 1; El
principio de la iniciativa probatoria del juez en el proceso civil, JA 1977-IV-
738; GOLDSCHMIDT, Werner, El derecho internacional procesal en el proyecto
de reforma del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (ley 17.454),
LL 1980-D-1328; VANDERBILT, Arthur T., La justicia emplazada a reformarse,
trad. de Carlos Alberto Benítez y Javier Clavell Borrás, Buenos Aires,
1959; PAYÁ, Fernando H., Análisis de la reforma procesal. Antecedentes
históricos y disposiciones más trascendentes, Der. 91-
833; QUEVEDO MENDOZA, Efraín I., Los órganos auxiliares y el ejercicio de la
jurisdicción (a propósito de un proyecto de reforma), JA 1980-III-
823; NOVELLINO, Norberto J., Las medidas cautelares en la última reforma
procesal (ley 22.434), LL 1981-D-840; RUIZ DE ERENCHUN, Alberto
F., Sucesión extrajudicial. Su interpretación y además el tracto abreviado, LL
1981-D-1084; RODRÍGUEZ DE GONZÁLEZ GODOY, Irene D., Proceso laboral y
prueba pericial, JA semanario 5244, marzo 3 de 1982; MARTÍNEZ VIVOT, Julio
J., La sentencia de incapacidad o inhabilidad y el conocimiento personal del
denunciado por el juez, LL 1981-C-785; ABATTI, Enrique L. - GRIFFI, Ornar E.
y ROCA, Ival (h.), El consultor técnico en el Código Procesal (ley 22.434),
Der. 96-813; El instituto de la 'consulta a la alzada' de la declaración de
demencia, Der., v. 97, supl. 1/2/1982.
§ 142
La ley 17.454 sancionó el denominado Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. La inquietud reformadora, sucesivamente
actualizada, para remozar en su totalidad las normas del enjuiciamiento, frustrada en los intentos de 1949 (proyecto del Poder Ejecutivo, cuya
redacción se debió a Ramiro J. PODETTI) y de 1959 (proyecto del doctor Raymundo L. FERNÁNDEZ), se vio al fin formalmente coronada por el
éxito.
§ 143
ESTRUCTURA Y MÉTODO
a. El Código se ajustó a un plan similar al del proyecto de 1966 para la provincia
de Buenos Aires, aunque con la fundamental diferencia de que ha proscripto la
oralidad, debiéndose entender esta afirmación en el sentido que no recepta, ni aun
limitadamente, tipos de procesos que se sustancien sobre la base de la oralidad
(esquema que, como es sabido, descansa sobre un haz de principios funcionales
que lo hacen viable inmediatez en primer fundamental término; concentración;
identidad del juzgador). Véase infra, § 159. No hubo oralidad ni siquiera limitada o
restringida, como en última instancia postuló el proyecto bonaerense de 1966 (y
después consagró la ley provincial 7861), para las cuestiones de familia y de la
responsabilidad extracontractual.
Como explicación para adscribirse a un riguroso sistema escriturario, que
reafirma la tradicional modalidad de las leyes procesales, que tributan a las del
enjuiciamiento español de 1855 y 1881, se adujo: "Los redactores del proyecto, sin
embargo, no han pretendido trasplantar estructuras o fórmulas normativas ajenas a
la idiosincrasia nacional. Por el contrario, las fuentes utilizadas en su redacción
han sido, primordialmente, los Códigos Procesales de las provincias y los
proyectos de reformas elaboradas en el país, especialmente los
de JOFRÉ, LASCANO, PODETTI, REIMUNDÍN y FERNÁNDEZ. En un plano secundario
figuran también como fuentes algunos Códigos extranjeros, en especial los de
Italia y México, aunque las normas respectivas sólo fueron adoptadas en la medida
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§ 144
152) Y reputa incurso en falta grave al juez que, reiteradamente, no adopte las
medidas necesarias para señalar las audiencias dentro del plazo legal (art. 153); 5)
prescribe que la oposición de excepciones no suspenderá el término para
contestar la demanda (art. 346); 6) suprime trámites superfluos como los previstos
en el Código que se sustituye en materia de cuestiones de competencia y de
condena al pago de cantidades ilíquidas, etcétera"(10).
Correlato de la gravitación que se reconoce al sobrealudido principio de
economía es la adscripción del Código al principio de la "instrumentalidad de las
formas", a tenor del cual, como es sabido, la nulidad no puede ser declarada por la
simple inobservancia de formas en los actos del proceso, si ellos en definitiva, han
obtenido el fin a que estaban destinados. El artículo 169 establece, en efecto, que
"ningún acto procesal será declarado nulo si la ley no prevé expresamente esa
sanción. Sin embargo, la nulidad procederá cuando el acto carezca de los
requisitos indispensables para la obtención de su finalidad. No se podrá declarar la
nulidad aun en los casos mencionados en los párrafos precedentes, si el acto, no
obstante su irregularidad, ha logrado la finalidad a que estaba destinado". Síguese,
pues, la teoría finalista. (Véase infra, § 166).
Todo este sector —el de la nulidad de los actos procesales (arts. 169-174)— es
sustancialmente igual al proyectado en 1966, para la provincia de Buenos Aires
(art. 110 a 115) y en general sobre su rica y frecuente problemática no hay
disonancias doctrinarias para admitir el acogimiento de una articulación de nulidad
es menester la concurrencia de muy concretos presupuestos que responden a los
principios de trascendencia, especificidad, convalidación —por tratarse en general
de nulidades relativas— y conservación.
Afín a las precedentes consideraciones, es —por último— la de que para el
saneamiento o "inmaculación" del proceso, el juez tiene el deber de expurgar, en el
inicio del juicio, cuanto conspire contra aquellos objetivos para lo cual señalará los
defectos u omisiones de que adolezcan las peticiones (art. 34, inc. 5º, b).
(Véase infra, § 162).
§ 145
§ 146
§ 147
LA PARTE GENERAL
El proceso ordinario —y es dato sobre el que hay que volver a llamar la atención
— sigue mostrándose fiel a su tradicional conformación con sólo variantes "en
cuanto a la duración de algunos plazos (oposición de excepciones, ofrecimiento de
prueba, etc.) el número de excepciones de previo y especial pronunciamiento y al
trámite de los recursos"(13).
En los primeros trescientos dieciocho artículos del Código, con alabable sentido
del orden sistemático, se disciplina la trilogía estructural de la ciencia del
proceso(14)la jurisdicción, la acción (o mejor, la pretensión procesal, diferencia
conceptual al menos con valor didáctico, sobre la que no comprometemos aquí
opinión) y el proceso. Explicaba LASCANO, que la ciencia enseña, en efecto, que
primero han de considerarse los elementos constitutivos del proceso los sujetos, o
sea, el juez y las partes; y el contenido, o sea, los actos procesales; después la
organización del proceso y sus distintas clases; y, por último, las incidencias que
en el mismo pueden suscitarse(15).
Instituciones procesales novedosas. Se regulan diversas instituciones no
consideradas en el Código anterior, aunque de frecuente utilización y que la
jurisprudencia había admitido. Así:
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§ 148
§ 149
JUICIO ORDINARIO
El proceso ordinario (arts. 330-485), aunque se ajusta al esquema clásico del
principio de escritura (infra, § 159), como ya fuera destacado, ha sido objeto de
preferente atención.
Las innovaciones que, a nuestro juicio, revisten mayor interés dentro de los
Códigos de 1967-68 son las siguientes:
La posibilidad de que se articule la demanda bilateral (es decir, demanda y
contestación conjuntas, de actor y accionado). Edicta el artículo 336: "El
demandante y el demandado, de común acuerdo, podrán presentar al juez la
demanda y contestación en la forma prevista en los artículos 330 y 356, ofreciendo
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§ 150
ETAPA PROBATORIA
Dentro del modelo de la ley 17.454, alcanzan a la fase de prueba múltiples
variaciones (véase infra, §§ 157 y 158), si bien la adhesión incondicionada al
esquema procesal antes vigente impidió, lamentablemente, superar la experiencia
del artículo 23 de la ley 14.237 (infra, § 162). El mismo PALACIO reputaba que
aquella supresión (la del art. 23 por el art. 9º del decreto 23.398/1956 pues el
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§ 151
LA EJECUCIÓN
La preocupación de la doctrina por restablecer un esquema del proceso
compulsorio que satisfaga las desbordadas exigencias de un tráfico cualificado por
su movilidad, y la impostergable tarea de reconducir el juicio ejecutivo a una
estructura que participe más de la ejecución que de la cognición limitada(19),
imponía una enérgica rectificación en la postura legislativa, acompañada de un
notable rigor en la actitud de materializar la tarea de saneamiento, esto es de
"higiene procesal", propósito que se refleja de continuo en la normación que
venimos analizando.
Prueba elocuente de esta postura la constituye la norma del artículo 528,
incorporada a la etapa de preparación o integración del título, y destinada a
conjugar una de las más disvaliosas y frecuentes muestras de la conducta
antifuncional de infinidad de deudores: "si el documento —expresa esa disposición
— no fuere reconocido por el deudor (que tiene la carga de comparecer
personalmente; art. 526), el juez, a pedido del ejecutante, previo dictamen de un
perito designado de oficio, declarará si la firma es auténtica. Si lo fuese, se
procederá según lo establece el artículo 531 (es decir, librará mandamiento de
embargo) y se impondrán al ejecutado las costas y una multa equivalente al 30%
del monto de la deuda, que el ejecutado deberá dar a embargo como requisito de
admisibilidad de las excepciones. Si no las opusiere, el importe de la prueba
integrará el capital a los efectos del cumplimiento de la sentencia de remate".
Véase infra, § 760.
Algunas sucintas reflexiones queremos expresar sobre este juicio —el ejecutivo
— de tantas implicancias en la vida del tribunal, a saber:
1) La eliminación del trámite correspondiente a la declaración previa de la
admisibilidad de las excepciones, cuya omisión, a estar a la jurisprudencia
imperante, interpretando los textos del Código derogado, no determinaba la
nulidad del procedimiento (art. 547 in fine; infra, § 779).
2) El que se consagre un régimen que autoriza el cobro de cuotas de las
obligaciones vencidas con posterioridad a la sentencia de remate (art. 541, infra, §
773).
3) La posibilidad de que se adopten, de oficio o a pedido de parte, durante la
tramitación de ese proceso, las medidas tendientes más rápido y eficaz modo de
satisfacer el crédito procurando evitar perjuicios innecesarios. Para ello "el juez
convocará a las partes a una audiencia a la que deberán comparecer
personalmente y se celebrará con la que concurra" (art. 536; infra, § 768).
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§ 152
OBSERVACIONES CRÍTICAS
Destacamos en parágrafos anteriores (supra §§ 143, 144) que tal como se
enunciara en la Exposición de motivos de la ley 17.454 de 1967, fueron tres los
propósitos orientadores: dotar de mayores atribuciones a los jueces que de
espectadores debían pasar a directores(20); reprimir la inconducta procesal infra, §
168 y ss. y, finalmente, lograr una aceleración en los trámites.
Nos parece que no puede negarse que el objetivo concerniente a la
moralización y a un reencausamiento de la conducta procesal, pese a las
circunstancias exógenas que envuelven y presionan la actividad judicial, de neto
corte económico-social, en donde el conjunto de las cuestiones patrimoniales
hacen crisis por razón de la inflación y el cambio notable de las circunstancias que
comprometen el principio de seguridad y la justicia conmutativa entre lo genético
del acto y el desemboque, alcanzó resultados satisfactorios también el ajuste de
mecanismos técnicos (reducción de las apelaciones, la actuación del principio de
concentración, la consolidación del proceso sumario) permitieron, en alguna
medida, una parcial aceleración.
Pero sobremanera porque, como lo hemos manifestado con anterioridad(21), lo
que importa no es tanto la seguridad sino la justicia; el accionar del Servicio sigue
siendo susceptible de un frontal enjuiciamiento.
El parámetro cierto que brinda, entre otros indicadores, el número de sentencias
invalidadas por arbitrariedad, recogiendo un sin fin de causas descalificadoras la
debilidad o la insuficiencia de motivación real de los superiores tribunales de
justicia, la existencia de excesos rituales impidientes del acceso a la verdad
profunda, la frustración cierta del derecho a una justicia rápida y eficaz, entre otras
líneas incompatibles con la adecuada prestación del Servicio (22), dejaban en
insatisfacción el propósito de "afianzar la Justicia" que como coordenada maestra
edicta el Preámbulo de nuestra Constitución.
Las observaciones y juicios de disfavor que suscitaba ese déficit se expresaron
a través de múltiples reproches: "la aceleración que dependía de la actividad
oficiosa del juez y la dirección del proceso que de él se esperaba —con lo que
principalmente se habría consagrado en los hechos, siquiera en parte, la
inmediación tan requerida— quedó frustrada, pues aquel Código no fue, como
expresamos, complementado con las necesarias modificaciones de la organización
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§ 153
§ 154
que recepta el artículo 125 bis de la ley 22.434. Nos parece prudente la
conveniencia de volver a analizar, profundamente, las preferencias que se siguen
profesando a un sistema rigurosamente escriturario que nos continúa alejando de
la verdadera revolución en el proceso. Bregamos por la intercalación de una
audiencia preliminar, fase previa a la de la apertura a prueba, en la que
concentradamente el magistrado (con mayor razón cuando el registro horizontal en
sede originaria funciona preferentemente con un juez o un solo secretario) puede
asegurar el saneamiento del proceso, la consolidación de los actos precedentes, la
fijación de los hechos necesitados de prueba, proponer la conciliación y conocer el
contenido real y profundo de la controversia (véase, infra, § 162). Rehuimos a las
tendencias "gatopardistas" que movilizan reformas en períodos cada vez más
acortados, pero que terminan por dejar las cosas en situación históricamente ya
superada, sin que se satisfaga adecuadamente las ansias de mejorar el Servicio.
No olvidemos la cuestión que preocupaba intensamente a LASCANO por su
sentido decisivamente social, cual es la del acceso real del justiciable a un servicio
democrático(36). De allí también que sin dejar de reconocer que puede acaso
importar una mejoría técnica nada desdeñable, respecto a la voluble y peligrosa
prueba pericial, la recepción de los consultores técnicos, consejeros o expertos de
parte (art. 458, Cód. Proc. Nac.), observemos que ello puede repercutir en sentido
negativo en relación a los elevados costos que devengan la actividad contenciosa
judicial (véase infra, § 165, 4).
En ese boceto general, cargábamos las baterías críticas en pro de una sensible
reestructuración de fines políticos y de adecuación funcional de los recursos
extraordinarios en la provincia, donde se advierte el predominio de la forma sobre
la sustancia, el rigor en la satisfacción de excesivas cargas técnicas que ahoga el
sentido de las impugnaciones y multiplica las frustraciones por insuficiencia. No es
menos intenso el reproche al encasillamiento excesivo de verdaderas cuestiones
jurídicas que no obstante, no logran traspasar el techo de las que se rotulan
"cuestiones de hecho"(37).
d) Parecidas son las observaciones que sin dejar de reconocer los aciertos
técnicos que ha llevado a cabo la calificada Comisión de Reformas de la ley
22.434, le suscitara al Instituto de Derecho Procesal de la Facultad de Ciencias
Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata(38).
Al respecto, el eje de sus reflexiones transitó por una senda crítica similar, en el
intento de rescatar las instituciones locales que son fruto de la experiencia propia
bonaerense (cfr. Jornadas de Derecho Procesal, Colegio de Abogados de San
Isidro, 1970).
Subrayó con preocupación la necesidad de acentuar los deberes del órgano
para que desde el comienzo mismo en las causas se vea constreñido a asumir sus
atribuciones con plenitud. A título de ejemplo destacó que debían suprimirse
aquellos dispositivos que, como resabio del régimen anterior, han posibilitado
interpretaciones restrictivas de tales poderes, que fueron manifiestamente en
desmedro del esclarecimiento de la verdad de los hechos controvertidos (así, en
los arts. 477 y 471, Cód. Proc. Bs. As., debía sustituirse el 'podrá' por 'deberá').
Postuló facilitar la labor jurisdiccional para lo cual debíase acentuar las
atribuciones de las partes y letrados en la 'investigación preliminar' y,
correlativamente, ampliarse el capítulo de las diligencias preliminares.
Entre otras consideraciones de cabal cooperación y acierto, puntualizó que para
preservar el principio de esclarecimiento de la verdad (art. 36, inc. 2º) era menester
atenuar el régimen de caducidades automáticas en la producción de la prueba
adaptando las normas que con esa misma finalidad ha consagrado la ley 22.434.
Concurrentemente, al servicio de esa misma finalidad, en el proceso sumario, se
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§ 155
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BALANCE Y PERSPECTIVAS
a) El cuadro negativo de la prestación del Servicio, transcurridos los primeros
meses de la reforma de la ley 22.434 ha dado lugar a reflexiones pesimistas en los
órganos de opinión. En uno de ellos, al mismo tiempo que se destacaba la
disminución en la calidad de las sentencias en los tribunales de segunda instancia,
"lo que es puesto de relieve por el incremento de causas en las cuales la Corte
Suprema hace lugar al recurso, de arbitrariedad", acotándose que éste es un
resultado de la remoción de gran cantidad de magistrados en 1973, nunca
superada por la constante movilidad de los miembros del Poder, Judicial, y de los
cortos incrementos de los sueldos de los jueces, se agregaba que, "estos graves
problemas no han podido ser eliminados, y ni, siquiera reducidos, a pesar de las
recientes reformas procesales introducidas. Ello no puede sorprender y, en su
oportunidad, al hacer referencia a las modificaciones del Código Procesal Civil y
Comercial, habíase señalado que la reforma se presenta como de poca utilidad y
permite afirmar que el esfuerzo gastado en ella resultará infructuoso y poco
ayudará a solucionar los problemas actuales que afectan a la Administración de
Justicia". El hilo de estas consideraciones se remarcaba todavía al enjuiciarse
como principal responsable al propio Poder Ejecutivo, "que ha emprendido tareas
inconducentes, como la ya citada reforma procesal de marzo de este año (1981) y
ha dejado de atender asuntos más importantes. El escaso presupuesto asignado a
la Administración de Justicia, la insuficiente creación de nuevos juzgados, la
decadencia de los edificios judiciales, la incomprensible demora en la construcción
de un nuevo centro judicial en la Capital Federal, son las causas primordiales de la
lenta y deficiente administración de justicia". Para concluir, que "es mucho lo que
se ha hablado acerca de esos problemas pero muy poco lo que se ha hecho bien.
Es hora de cambiar"(43).
Pocos días después otro matutino se hacía cargo también de la situación del
Servicio apuntando que no constituye novedad para nadie la dificultad creciente
con que se viene desenvolviendo la Administración de Justicia en el país.
"Conspira contra esa eficiencia, el aumento del número de pleitos, no compensado
con un paralelo incremento de los magistrados llamados a dirimirlos. Tampoco es
adecuada la infraestructura judicial, de cuyas deficiencias, que se vienen
arrastrando desde años atrás, resultan cotidianas víctimas tanto funcionarios,
como profesionales y litigantes. El inevitable resultado de este estado de cosas, se
refleja en la lentitud alarmante que insumen los trámites de los procesos, en los
que la sentencia final que los decida, aparece como un engañoso espejismo para
quienes intentan hacer valer legítimas pretensiones"(44).
b) En una apreciación global, se ha sentado la conclusión cierta de que "hay en
el mundo la necesidad de reformas, y el afán por una inmediación o en todo caso
acudir a un sistema mixto de oralidad-escritura, que de preferencia sin embargo,
no retaceada, sino principal en los tramos donde aquélla es más eficaz, vuelve a
ser tema de actualidad. Bastaría tener en cuenta para comprobarlo, que fue objeto
del VIII Congreso Internacional de Derecho Comparado (Pescara, 1970) y que las
publicaciones sobre ello continúan. Su actualidad proviene de la profunda
insatisfacción que frente al proceso civil siente la sociedad moderna, sobre todo
contemplando su duración y su costo"(45).
c) Convendrá rescatar aquí las últimas y hermosas enseñanzas del gran
repúblico y procesalista CALAMANDREI: al mostrar la caída definitiva de muchas
concepciones y puntos de vista sobre la justicia, el jurista y los profesionales del
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derecho, expresaba: "los abogados viven cada vez más en contacto con el pueblo,
y oyen sus miserias, y recogen sus voces de dolor y de protesta y traduciendo
esas voces a términos jurídicos, son ellos también, los tan vituperados abogados,
artífices de pacificación y de progreso social".
"Basta mirar en derredor, agregaba, para advertir que en estas décadas
atravesamos un período de acelerada transformación social, que pone
nuevamente a discusión muchos de los tradicionales conceptos jurídicos en otro
tiempo considerados inquebrantables y que hoy los hace aparecer, aunque todavía
venerables, sin embargo, no ya adecuados para expresar una realidad social que
va rápidamente en busca de nuevas guías. Pero, aun frente a ese caer precipitado
de ídolos conceptuales de sus pedestales, no me gusta oír hablar, con frases de
desolación y llanto, en que se siente el eco del pesimismo, de ocaso y hasta de
agonía y muerte del derecho. El derecho no declina; el derecho se adapta. En la
historia de la civilización humana se suceden períodos de lenta evolución, que
pueden parecer de éxtasis, a períodos de precipitadas transformaciones sociales;
y sólo en los primeros puede dar la impresión de que impera el derecho, ya que en
aquel estancamiento social las concepciones jurídicas son límpidas y cortantes al
paso que en los períodos de rápida transición, la certeza del derecho se empaña y
los dogmas tradicionales aparecen como desenfocados por una vibración que
difumina sus contornos. El jurista no es un conservador de viejas fórmulas en
desuso, como si dijésemos un conservador de un museo de antigüedades: es un
vivo y vigilante intérprete de los tiempos, que tanto mejor sabe cumplir su
función, cuanto mejor llega a sentir las exigencias humanas de la historia y a
traducirlas en forma las apropiadas de ordenada convivencia"(46).
d) El balance al cabo de estos trece años muestra aciertos en múltiples
cuadrantes y la persistencia, sin embargo, de conos de sombra, en los que la
fuerza de la rutina, el no ejercicio de definidos poderes-deberes por los jueces y la
quiebra del principio de inmediación, ha permitido el triunfo conservador del
proceso escriturario que confirmando una regla tradicional, ha opacado,
desflacionándolo, el esquema de la oralidad.
Nos parece necesario, sin embargo acotar respecto a la oralidad, por lo demás,
que, como bien se ha apuntado, "no es piedra filosofal del procedimiento ni el
remedio de todos los males" (MONTERO AROCA).
Alguna crítica de que ha sido pasible la reforma de 1967, acaso se muestre en
cierto modo injusta, como la del recordado SENTÍS MELENDO porque desde el
contorno en que se ha instalado el sistema que ese ordenamiento propicia, el
mejoramiento estructural, técnico y funcional es obviamente remarcable como, en
general, lo ha puesto de manifiesto nuestra doctrina.
Nuestra discordancia recala en la raíz y en la política de la posición adoptada.
Frente a un espectro tan amplio de expectativas, muchas de ellas factibles cuando
se abre una circunstancia reformadora, volvemos a puntualizarlo, es imprescindible
atenerse a un criterio realista que sopese el juego equilibrado y el orden preferente
de los ingredientes que concurren a dar el perfil posible y necesario y, a la postre,
conveniente y rentable.
Rehuimos encerrarnos en una consideración estrictamente jurídica o
simplemente técnica de las instituciones procesales. Por el contrario, vamos tras
una visión que se pose en la incidencia sociológica, en el efectivo comportamiento
que suscita en la comunidad y en la eficacia o el rendimiento específico. Nunca
dejaremos de atender algunos muy autorizados juicios —lapidarios— sobre la
reforma italiana del proceso. Al resumirlos se ha señalado que "el balance es
desastroso y en quiebra; digamos que no bastan paliativos exegéticos, porque la
situación de la justicia civil, hoy en Italia, es peor que deplorable, es vergonzosa;
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en esta vergüenza también el Código, con todos sus defectos, sus hipocresías, sus
veleidades, sus arcaísmos, tiene su parte"(47).
Tampoco será sobreabundante recordar que el gran innovador del
procedimiento de la Europa central (FRANZ KLEIN) y animador de la Ordenanza
Procesal Austríaca de 1895 (ZPO), desempeñándose como Ministro de Justicia
impulsó el éxito de sus reformas apelando a medidas como las de favorecer la
jubilación de los magistrados que no comprendían el sentido e ideología, la técnica
y los alcances de las innovaciones(48).
De allí que sea imperioso alcanzar un nuevo punto de equilibrio razonable y
posible. No olvidar que la teoría debe articularse con la práctica y que a veces un
código científicamente correcto —como sin lugar a dudas en su mayor
caracterización lo es el CPC italiano— puede despeñarse en la ineficacia.
Nuestras reservas tienden, por ende, a un replanteo de base. El esquema que
dibujara CARNELUTTI no parece que haya perdido ejemplaridad, aun a riesgo de
idealizar una utopía.
El jurista italiano —que algo sabía de estas cosas— no dejó de formular a través
de una lúcida y madura apreciación que se centró en la 'cenicienta', el proceso
penal, pero que es un juicio que atrapa a todo el cuadrante de la justicia y que
obviamente calza estrictamente en nuestra inconformable realidad, esta inteligente
reflexión: "Es el momento de repetir que los hombres tienen ante todo necesidad
de vivir en paz; pero si no hay justicia es inútil esperar la paz. Por eso no debiera
haber ningún servicio público al que el Estado dedicara tanto cuidado como el que
toma el nombre de proceso. Esta observación la hago, ante todo, porque me veo
en la precisión de agregar que ni la opinión pública se hace cargo de que no existe
en la organización social un instituto más importante que el proceso, ni
correlativamente el Estado hace por el proceso todo lo que debiera. Los
interesados, es decir, entre los técnicos del proceso, jueces, abogados y partes,
tienen conciencia de que el mecanismo funciona mal; esta conciencia aflora de
cuando en cuando, en los ambientes legislativos; pero casi nunca parece que
hubiera otra cosa que hacer fuera de modificar las leyes procesales, a cargo de las
cuales se suele poner la responsabilidad del mal servicio judicial (...) Tengo el
deber de desengañar al público (...) Ciertamente nuestras leyes procesales no son
perfectas; pero en primer lugar, son bastante menos malas de lo que se dice; en
segundo lugar, aunque fuesen mucho mejor, las cosas no andarían mejor, pues el
defecto está, bastante más que en las leyes', en los hombres y las cosas"(49).
§ 155 BIS
1. La ley del epígrafe (BO 22/11/2001), que entró en vigencia el 22 de mayo de 2002, modificó numerosos artícu los del Código Procesal
Nacional(55). Su llegada fue inesperada, y sorprendió a los distintos operadores del sistema no sólo por el número de normas afectadas, sino
por lo inconsulto de su sanción(56).
Uno de los principales aspectos tenidos en miras por la reforma de la ley 25.488 ha sido la de dotar de contornos específicos a la figura del
juez. Tomando partido por la acentuación de la idea del magistrado como director del proceso, transformó en deberes lo que hasta el momento
constituían meras facultades.
No obstante la nobleza de su previsión, también ha sido éste uno de los puntos de los que más se ha descreído. Es que, difícilmente la
mera redacción imperativa (en lugar de facultativa) de ciertas conductas previstas para la gestión del proceso, incida en su real observancia en
la práctica cotidiana de los jueces del fuero(69).
§ 155 TER
"La penuria de litigar sin horizontes de efectivo rendimiento, a través de las mallas de un procedimiento agobiante, son
circunstancias que se viven todos los días y conforman una escena desoladora. Traducen, asimismo, con más elocuencia y
penetración que toda otra reflexión, la necesidad de poner fin a un aparato judicial que se halla en las antípodas de nuestro
tiempo, cuyo pulso vital, por cierto, es de un ímpetu peculiar..." MORELLO, Augusto M., La reforma procesal civil en Buenos Aires,
Platense, La Plata, 1967, Prefacio, p. XIX.
IV. Epílogo
En los tiempos de asumir la ímproba tarea de poner el ordenamiento procesal
civil a tono con las nuevas exigencias deberá sopesarse sesudamente la muy rica
experiencia sucedida en la aplicación práctica de los preceptos vigentes y, al
mismo tiempo, atender a las novedosas instituciones y técnicas procesales
acuñadas y que se reflejan en la legislación comparada y la doctrina autoral.
Es inesquivable responsabilidad de nosotros los estudiosos del proceso —como
afirma Mauro CAPPELLETTI— clarificar con precisos análisis las realidades tan
complejas que nos toca vivir, los términos objetivos de la situación, poner en claro
todos los posibles datos de comparación, preparar, en suma, las bases científicas
de una reforma(123). En tiempos como los nuestros, de aguda crisis, incertidumbres
y angustias, en los cuales los valores supremos vuelven a estar en discusión, por
ello mismo se patentiza la necesidad de llegar al fondo de las cosas, calando
hondo y aguzando el ingenio y la imaginación en la búsqueda de las propuestas
adecuadas, para la construcción de un sistema nuevo, más realístico y más
humano(124).
Lo último y más importante, sin una voluntad política sería que lo sustente, sin
una verdadera y propia "política de la justicia", no puede haber reformas
sustentables en el sistema judicial.
PRINCIPIOS PROCESALES
§ 156
CONCEPTO Y ENUMERACIÓN
Cada Código Procesal se define por las directivas u orientaciones
fundamentales que lo tipifican. Ellas cobran vida y concreción a través de los
llamados principios procesales. De allí que exista unánime acuerdo en el sentido
de que tales principios son esencialmente mutables al responder a realidades —
históricas, sociales, económicas, políticas— que caracterizan determinadas
circunstancias en un ámbito territorial especifico. La recepción de los referidos
principios está dada, por lo general, en relación directa con las estructuras de tipo
político que prevalecen en un determinado país. Así, por ejemplo, el principio
dispositivo se corresponde con las formas políticas de corte liberal y, por el
contrario, en la medida en que la organización del poder se va encaminando hacia
vertientes intervencionistas, en alguna manera ello va acompañado, dentro de los
sistemas procesales, con lo que podemos considerar como principio inquisitivo o,
por lo menos, formas atenuadas del esquema dispositivo(1).
Conceptualizados de este modo los principios procesales, corresponde
adentrarse en el análisis de los que pueden considerarse básicos y que recogen, al
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§ 157
EL PRINCIPIO DISPOSITIVO
BIBLIOGRAFÍA
La que se cita supra y § 101. Asimismo, véase la citada en notas al pie
y RODRÍGUEZ URRACA J., Autoridad del juez y principio dispositivo, Valencia
(Venezuela), 1968; RAMOS MÉNDES, Derecho y proceso, cit., p. 263 y
ss.; SENTÍS MELENDO, La prueba..., cit., p. 173; PEYRANO, El proceso civil,
cit., p. 51; MONTERO AROCA, Introducción al Derecho Procesal, cit., p. 225.
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: ARAZI, Roland, "El
sistema dispositivo y los hechos", en MORELLO, Augusto M. (dir.), Los
hechos en el proceso civil. Homenaje al Dr. Clemente A. Díaz, La Ley,
Buenos Aires, 2003; CALVINHO, Gustavo, Derecho procesal y seguridad
jurídica, LL 2006-A-1020; CAMPS, Carlos E., "La dimensión actual del
principio dispositivo", JA 2005-IV-1293; FERNÁNDEZ BALBIS, Amalia, "Las
facultades instructorias de los jueces en materia civil y la vigencia del
principio dispositivo", DJ 2006-2-1089; GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo, El principio
de congruencia frente al principio dispositivo, LL 2007-C-1308; PEYRANO,
Jorge W., Desplazamiento de la carga probatoria. Carga probatoria y
principio dispositivo, en Congreso Nacional de Derecho Procesal. 17
(Santiago del Estero; 19 al 22 de mayo de 1993), Hacia una Justicia más
efectiva, La Ley, Buenos Aires, 1993; SAGÜÉS, Néstor P., El debido proceso
y el repliegue del principio dispositivo, JA 2013-I-438; TOLEDO, Julia
D., Vigencia del principio dispositivo y activismo procesal, Revista de
Derecho Laboral - Actualidad, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, vol. 2011-2-
283.
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A. Iniciativa de parte
En cuanto a iniciativa, la puesta en marcha del proceso solamente incumbe a la
parte interesada; sin su actividad no hay demanda ni proceso. Rige aquí el viejo
aforismo nemo iudex sine actore.
B. Impulso procesal
Consecuentemente, el impulso procesal está reservado a las partes. No hay, en
principio, caducidad de términos procesales si la parte contraria no la provoca
mediante su acuse. Al sistema de instancia de parte se contrapone, como es
sabido, el llamado de impulso oficial, en el que la actividad procede del tribunal.
Cuando la impulsión se reserva a las partes, contestada la demanda y trabada la
relación jurídica procesal, son ellas quienes deben solicitar y luego presentar y
producir las pruebas de sus alegaciones, sin que —en la ortodoxia del esquema—
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Código Procesal Nacional determina que: "El tribunal [de Alzada] no podrá fallar
sobre capítulos no propuestos a la decisión del juez de primera instancia. No
obstante, deberá resolver sobre los intereses y daños y perjuicios u otras
cuestiones derivadas de hechos posteriores a la sentencia de primera instancia",
con lo cual establece excepciones al principio (ídem, art. 272, Cód. Proc. Bs. As.).
Igualmente el artículo 278 prescribe que "el tribunal podrá decidir sobre los
puntos omitidos en la sentencia de primera instancia, aunque no se hubiere pedido
aclaratoria, siempre que se solicitare el respectivo pronunciamiento al expresar
agravios". Y más concretamente con relación a la cuestión, estatuye el artículo
279: "Cuando la sentencia o resolución fuere revocatoria o modificatoria de la de
primera instancia, el tribunal adecuará las costas y el monto de los honorarios al
contenido de su pronunciamiento, aunque no hubiesen sido materia de apelación"
(arts. 273 y 274, Cód. Proc. Bs. As.).
3º) Donde se advierte con mayor nitidez el cambio de temas en la política
procesal es en lo que hace a las facultades que en el texto legal se reconocen al
juez en lo que concierne al esclarecimiento de la verdad y la aportación de la
prueba(13)(Véase infra, § 219).
La norma del artículo 36, inciso 2º de los Códigos vigentes, que reproduce la del
artículo 21 de la ley 14.237, consagra la facultad del juez de ordenar "aun sin
requerimiento de parte, las diligencias necesarias para esclarecer la verdad de los
hechos controvertidos, respetando el derecho de defensa de las partes". Con lo
que si bien se ha morigerado el principio dispositivo, ello no importa en modo
alguno la sustitución de la carga que tienen las partes por el poder que ahora se
acuerda al órgano jurisdiccional.
a) La investidura y gravitación del interés social —público— comprometidas en
toda el área de la jurisdicción y en el propio rendimiento del servicio de la justicia,
han significado, a ojos vistas, una común evolución en la línea de política procesal,
respecto del conferimiento al juez, no ya de simples (limitadas) medidas para mejor
proveer al uso de los Códigos extremadamente liberales e individualistas (más
individualistas que liberales) que han seguido a las leyes de enjuiciamiento
españolas de 1855 y 1881, respectivamente, sino de un facultamiento genérico
discrecional instructorio. Con su sentido jurídico único, esto es lo opuesto a lo
arbitrario. En verdad representan tales facultamientos potestades-deberes
discrecionales porque su ejercicio depende del exclusivo arbitrio del juez y por
tanto todo este cambio de un cuadrante lo libera (al juez) en buena medida, de la
pasividad a que está constreñido en el sistema dispositivo tradicional". Ahora
puede decretar las medidas de prueba que estime conducentes para lograr, en su
sentencia, el esclarecimiento de la verdad de los hechos controvertidos. Por
consiguiente, carecen de razón de ser —por aparecer sobremanera rebalsadas—
las denominadas medidas para mejor proveer.
Mírese por donde se mire esta aguda cuestión y sus rebeldes fronteras,
queremos decir lo que atañe a la puesta en marcha oficiosa de estos poderes-
deberes instructorios del juez, ella aparece siempre como subordinada, esto es,
actúa de un modo subsidiario, complementario, o integrador. De ellos se vale
cuando por insuficiencia, error o inidoneidad probatoria en el cumplimiento propio y
específico de las partes, de la carga de probar los hechos constitutivos,
impeditivos, obstativos, o modificatorios según sea la posición en que se halla
instalada la parte y la situación que quiere innovar en el proceso, no esté
cumplidamente realizada y, cuando por ello, su convicción respecto a las
afirmaciones controvertidas y conducentes, no es clara y por no ser clara no puede
adjudicar el sentido final a su decisión. En esta hipótesis, cuya afinación
conceptual es difícil pero no imposible, si una prueba es esencial o decisiva para la
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definitiva comprobación de los hechos aportados por las partes, no cabe duda de
que el juez debe ordenarla. Cualquiera sea ella, a condición de que en su práctica
se guarde el contralor y las formalidades legales que hacen a la igualdad de trato y
regularidad procedimental. Siempre sobre este marco nítido más flexible, pueden
aún los jueces decretar —como ya hemos puntualizado— la realización de
medidas de prueba no ofrecidas por las partes si resultan, a su juicio discrecional
(mas no arbitrario), imprescindibles para salir de dudas y obtener la convicción
plena. (Véase supra, §§ 36 y ss. y 67 y ss.).
b) El juez civil, por vía de principio rector y subordinante, no "investiga" sino que
esclarece la verdad de las afirmaciones o hechos litigiosos; no sustituye a los
litigantes en la tarea de programar las pruebas a proponer, primero, ni en su
diligenciamiento o realización, después. Como dice BREMBERG, el significado
propio de esta facultad-deber, no es tomar la plaza de las partes, sino integrar por
impulso propio, el material de otro modo insuficiente para un conocimiento
completo. Por eso es que el artículo 36, inciso 2º, se refiere a las medidas
necesarias para esclarecer la verdad de los hechos controvertidos. Por lo mismo,
también, si la parte omite probarlos, no hay en el juez estado de duda pues sabe
ya, a ciencia cierta, que al no haber probado esa parte los extremos de su
pretensión, es decir, el fundamento de ella, el resultado de los hechos e intereses
en controversia no puede serle favorable. Por lo demás, tampoco es de olvidar que
en todo este ámbito se hallan en juego preferentemente intereses privados.
Cabe precisar todavía —como lo enseña ALSINA— que las restricciones
impuestas no rigen en cuanto a la investigación (pero sí en cuanto a la aportación
de hechos), cuando la litis versare sobre cuestiones que afecten al orden público
(como las de estado de las personas, familia, interdicción, etc.) o cuando el juez
advierte que existe un propósito colusivo; pero en ningún caso podrán ordenarse
diligencias prohibidas por la ley o que supongan violencia física o moral sobre las
personas (arts. 378, Cód. Proc. Nac.; o 376, Cód. Proc. Bs. As.).
c) Por consiguiente, el juez civil no tiene las amplias facultades de investigación
que a los magistrados laborales les adjudica el artículo 16, pasaje final de la ley
7718 [hoy 12 ley 11.653]. Aquél se halla embretado a realizar una labor
complementaria a la de las partes, pero principal y especialmente importante
cuando la dispone sea porque mediante su razonable ejercicio quedan ampliados,
con eficacia, los horizontes dentro del cual se mueve el órgano; sea por la
intensidad con que maneje esos deberes instructorios ordenando la realización
de cualquier medio de prueba útil, conducente, es decir, porque tiene amplia
posibilidad de elección; cuanto por la oportunidad temporal en que la lleve a cabo.
Todo lo cual facilitará que funcionalmente rindan el máximo para la consecución de
la finalidad específica: permitirle el esclarecimiento suficiente, bastante, que
asegure la libre y total convicción del juez. Y con ello el sentido de justicia que
adjudique al mérito de la litis.
d) Tal vez convenga, por último, tener presente en toda esta materia, dos
observaciones que hacen de pautas directrices:
1º La conveniencia de apartarnos de aquellas tesis extremas. De manera que no
veamos en el nuevo juez civil, a un investigador que oficiosamente explore por las
suyas, cual juez de instrucción penal, cuanto le viniera en ganas. La ley procesal
en modo alguno le asigna el papel de motor de la instrucción de la causa. Importa
reparar aquí —tal como lo enseñara GOLDSCHMIDT—, en la importancia de les
cargas procesales de afirmación de los hechos y de pruebas de esos mismos
hechos, que corren preferentemente, casi con exclusividad, del lado de las partes y
no del juez.
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G. Evaluación crítica
No está en disputa que los Códigos vigentes desde 1968-1969 consagran en su
letra una acentuada orientación publicística, como consecuencia de un notable
acrecentamiento de los poderes del juez en cuanto al comando, gobierno o
dirección del proceso, en todo lo que atañe a la ordenación, instrucción y
conclusión de las causas. Ello así, aun manteniéndose dentro de los principios
estructurales del sistema anterior (dispositivo, escriturario, de doble instancia).
Como consecuencia del aumento de las potestades judiciales, los jueces y
tribunales han debido pasar de meros espectadores pasivos a erigirse en
verdaderos directores activos, vigilantes y atentos del debate y del resultado de
toda la actividad que se cumplimenta en el proceso.
Lamentablemente, sin embargo, el propósito rector se ha visto frustrado al
operarse una inexplicable conversión de verdaderos poderes, en simples
facultades (así en los arts. 34, inc. 1º, 36 y concordantes), con lo que se ha
debilitado y resentido de efectividad el conjunto del Esquema.
Todo ello agravado por la deflación que, en la práctica, han sufrido esas
menguadas atribuciones (Véase §§ 102, 143, 152 y 155).
[En cuanto a la reforma por ley 25.488 al art. 36 véase supra § 155 bis]
Quisiéramos llamar la atención del lector, para resaltar algunas normas del
nuevo Código Civil y Comercial de la Nación (ley 26.994) con relevancia en el
tema, a saber:
— en materia de procesos de restricción de la capacidad, las medidas que —
según indica el art. 34— el juez debe adoptar (sin esperar la petición de parte,
claro está).
— la afectación de la vivienda al régimen protectorio de los arts. 244 y
siguientes puede disponerse por actos de última voluntad; en este caso, el juez
debe ordenar la inscripción de oficio si hay beneficiarios incapaces o con
capacidad restringida (art. 245);
— resulta capital la norma del art. 709, para los procesos de familia, la cual —
desarrollando el principio de oficiosidad mencionado en el art. 706— establece
que: "en los procesos de familia el impulso procesal está a cargo del juez, quien
puede ordenar pruebas oficiosamente. El impulso oficioso no procede en los
asuntos de naturaleza exclusivamente económica en los que las partes sean
personas capaces"; es, exactamente, lo que resaltábamos precedentemente
(véase, supra B, parte final). Con todo, creemos que la parte final de la norma no
implica derogación ni retaceo de lo que establecen los Códigos Procesales, pues
sería un franco retroceso en la materia, por más que estén involucrados temas de
naturaleza exclusivamente económica.
Lo dicho en el párrafo anterior se reafirma y desarrolla en varias normas
puntuales en materia de procesos de familia. Así, vemos que: a) el juez debe
proveer de oficio lo que corresponda, cuando tenga conocimiento de un hecho que
motive la apertura de una tutela (art. 111); b) en la tutela el juez puede ordenar
oficiosamente la rendición de cuentas (art. 130) y también la remoción del tutor
(art. 136); c) en materia de divorcio, el juez puede ordenar de oficio que se
incorporen elementos para analizar la propuesta regulatoria de sus efectos (art.
438); d) las potestades probatorias oficiosas en materia de prueba genética en las
acciones de filiación (arts. 579 y 580, siguiendo la línea del art. 253 del
ordenamiento derogado); e) posibilidad de instado oficioso del procedimiento de
adopción (art. 616); f) a pedido de uno o ambos progenitores o de oficio, el juez
debe otorgar, como primera alternativa, el cuidado compartido del hijo con la
modalidad indistinta, excepto que no sea posible o resulte perjudicial para el hijo
(art. 651); g) el art. 721, cuando se trata de medidas provisionales relativas a las
personas, no exige la petición de parte (como sí lo hace el art. 722 cuando se trata
de medidas relativas a los bienes);
— la posibilidad de modificar oficiosamente las estipulaciones de los contratos,
cuando se afecte, de modo manifiesto, el orden público (art. 960).
— en materia de acción preventiva, el alejamiento del dispositivismo es,
también, marcado. Establece el art. 1713 que "la sentencia que admite la acción
preventiva debe disponer, a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o
provisoria, obligaciones de dar, hacer o no hacer, según corresponda"; nótese que
se trata de un deber, y no solamente de una facultad. Frente a una norma de este
tenor, creemos que han de retroceder las procesales que pudieran limitar al juez
(respecto de este tema, véase BARACAT, Edgar, "Herramientas procesales para la
prevención del daño en el nuevo Código", LL del 13/7/2015).
— la resolución que confiere traslado de la demanda o de la excepción de
prescripción adquisitiva debe ordenar, de oficio, la anotación de la litis con relación
al objeto, a fin de dar a conocer la pretensión (art. 1905).
— la posibilidad (deber, en realidad) de declarar de oficio la caducidad de un
derecho, cuando está establecida por la ley y es materia sustraída a la
disponibilidad de las partes (art. 2572).
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§ 157 BIS
I. Aproximación
Cuando en 1989 dimos cierre a la investigación que nominamos La Corte
Suprema en acción(18)accedimos a una luminosa presencia protagónica y
orientadora de alto Tribunal que fue la línea de sentido que se proyectó en años
inmediatos con mayor profundidad(19)aunque con ritmo no siempre acelerado sino
con prudentes mesetas en una tarea interpretativa más pausada aunque nunca
paralizante o demorada con relación al vivo paso de marcha de las sociedades del
noventa del siglo XX y la que lleva la alborada del nuevo milenio.
Pocos años atrás se habían anticipado desde la doble visera —material e
instrumental— las calles más transitadas por el Tribunal cimero que, al recorrerlas
con decisiones de punta abrieron y consolidaron esa atrapante vertiente de un
activismo creativo, desplegado con coraje pero al mismo tiempo contención,
ponderada y prudente equidistancia de manifestaciones extremas que lo hubieran
precipitado en "el gobierno de los jueces" quebrantando el principio de la
separación de poderes y las correspectivas zonas de reserva de las ramas
esencialmente políticas(20). El paisaje renovado de ese entonces es bien elocuente
y en retrospectiva recordaremos más adelante.
Durante los años mencionados se observó una interpretación dinámica y el
comportamiento abierto y sensible a los cada vez más intensos
asuntos justiciables propuestos por los integrantes de sociedades informadas que
siguen atentos el continuo enriquecimiento de los derechos fundamentales y del
potenciado anexo de las garantías jurisdiccionales.
Un aire renovador de otras lecturas más porosas y de marcado voltaje protector
desde el amparo, el hábeas data la pretensión declarativa de certeza, la dilatación
de las cuestiones susceptibles de control de las que antes se rotulaban no
justiciables la amplitud de control [difuso] de constitucionalidad aun de oficio, el
saber la Corte "pescar" los casos en que hay necesidad de que su rectora voz se
haga oír y la actitud del legislador de demorarse en la retaguardia para que fueran
los jueces (léase la Corte Suprema) la que arbitre y defina el problema que
suscitan los tópicos más calientes, los que saltarán al ruedo contribuyendo a
conformar esa fisonomía. y que cruzan raudamente en búsqueda de armonización
a inteligente equilibrio, las dos diagonales que sostienen la seguridad jurídica, la
legalidad y el principio de razonabilidad en el edificio del Estado de Derecho; la paz
social y la Justicia (si falta la primera no se afirma la segunda e igual ocurre a la
inversa).
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Últimos mojones
El impacto de la reforma Constitucional de 1994 se hace notablemente
innovador por caso en la sucesiva expansión del concepto clave con que la norma
del artículo 43 de la Ley Fundamental recepta —con fortuna— un concepto
bisagra, el "afectado", quien con esa calidad está legitimando a valerse de esa vía,
técnica, procedimiento o pretensión (el amparo) urgente y expedita (en conjunción,
en la Provincia de Buenos Aires, con el sabio artículo 15 que incorporó a la
Constitución local la Reforma de 1994 y que receptó, en esa jurisdicción, la gran
construcción de CAPPELLETTI sobre el Acceso a la Justicia)(23).
La Corte federal ha llevado las posibilidades operativas en general y en
particular del amparo prácticamente al área que tiene asignada la acción popular o
la acción civil pública del derecho brasileño. Pensar en la agarrotante restricción
que respecto de la autora de "Siri" y "Kot" (LL 89-532; 92-632), representó la
limitante ley 16.986 (Adla XXVI-e, 1491), Ahora, la funcionalidad el amparo es
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plena. La Corte cuando quiere intervenir, conocer y decir, sabe cómo hacerlo.
Depende, además, de los días de suerte para el certiorari negativo, es decir
cuando no es desvirtuador del acceso(24).
IV. Terminación
1) La Corte Suprema está atenta a los desafíos que la sociedad el consumidor
de la Justicia propone, constreñida por una dura y cambiante realidad, conflictiva y
nada previsible cruzada de emergencias crónicas, de presiones de intereses
sectoriales, nada inocentes y menos pasivos(27); y en donde por múltiples razones
la prestación e imagen del Servicio distan de remontar para situarse en un punto
óptimo (desde hace tiempo)(28)frente a una sensible opinión pública, y al poder de
los medios.
2) El letrado intuye —a veces en exceso de posibilidades favorables y se
equivoca— que la Corte dará respaldo a su enfoque y al criterio que propicia en la
causa. El Tribunal es reacio a acoger agravios y cobijar recursos en cuestiones
opinables, no maduras en los que su oficio le indica abstenerse y no resolver. Pero
no son pocos los asuntos decididamente rebeldes, novedosos, cuyo reto la Corte
admite para analizar y estimarlos si la demostración de la impugnación, serial
razonada (demostrativa, TARUFFO) lleva razones suficientes para descalificar el
pronunciamiento definitivo (o equiparable a él por sus efectos) así lo demuestra. El
Tribunal cimero no se cerró en el certiorari bloqueador(29).
3) La especial naturaleza de lo que se halla en debate desnudó un vivo roce
entre derechos fundamentales —fricciones cada vez más frecuentes—, aborto,
eutanasia, homosexualidad, discriminaciones que desembocan en irritantes
desigualdades en perjuicio de mujeres, menores, carenciados o personas
vulnerables al igual que temas sobre desgastantes degradaciones del derecho de
propiedad o del principio de seguridad pública, derechos electorales, del medio
ambiente o derechos y garantías amenazados o en peligro.
4) La Corte está en claro, igualmente, acerca de su papel, de su esencial
cometido en el paisaje de los Poderes. De la necesidad de que sus sentencias —
su voz reactiva se expresa en ellas— reafirmen las instituciones y consoliden el
Estado de Derecho, en tránsito al Estado de Justicia. También, que sus decisiones
morales contribuyan a la reconstrucción ética de la sociedad nacional ya un orden
de los valores a preferenciar, en una época de mudanzas. Los mayores Derechos
o Libertades Fundamentales del Hombre deben vertebrarse en una escala lógica y
armonizante (EKMEDKJIÁN). La responsabilidad del jurista de nuestro tiempo
(CAPPELLETTI) es la de cooperar mediante un inteligente acompañamiento, con
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§ 157 TER
ese director han discurrido por un territorio que muy distante ha sido al de una
planicie. Embates continuos de impronta liberal y de otros costados externos han
porfiado, sin desfallecer, para que se dividan las aguas bajo el arco de bóveda del
principio dispositivo, reservando sólo a las partes —dueños del interés legítimo y
de su disposición— la iniciativa y la materia sobre la que ha de versar el debate y
el juzgamiento. Sin embargo, si se admite el matiz público de la jurisdicción no
cabe negar al juez esa dirección del procedimiento y de prerrogativas y deberes en
torno de la prueba, de su evaluación y del juzgamiento sentencial, propios y
activos del órgano.
Acerca de los poderes del juez, en extenso, remitimos a El proceso civil
moderno (2001, Platense, p. 287 y ss.). Creemos que el reconocimiento superior al
enfoque privatístico clásico, de un espesor mayor respecto de tales poderes, con el
similar control de los abogados de parte, mejora la función jurisdiccional y sus
resultados.
No es ocioso traer en apoyo la autoridad de GUASP(33)y la de REIMUNDÍN(34), que
colocan al tema, sin excesos ideológicos, en un punto de razonable equilibrio.
Tesis que considera al principio de pasividad del juez como inconveniente y que
hoy peca de contradicción con la visión publicística moderna del proceso. Es una
apreciación de orden técnico que no se opone al referido principio dispositivo, que
el juez debe mantener sin sorpresas ni abusos. Cada uno en sus respectivos
planos, como lo subraya GUASP.
En esta oportunidad nos ajustaremos a un desarrollo que matiza la cuestión
desde la otra orilla. Dando por aceptada la lógica interior de la litigación y que —
como ninguna institución del mundo del Derecho— el principio dispositivo no tiene
un plafón único e inmodificable, que de la red de principios —nervios y alma del
sentido del obrar mancomunado de los sujetos del proceso— dos son los axiales
subordinantes: el de bilateralidad y el de igualdad, procuraremos demostrar que si
ambos se respetan en cada uno y en todos los tramos del iter del proceso, los
poderes del juez cobran una llamativa virtualidad que facilita el control la paridad
del trato y el desemboque en decisiones mejor fundadas y justas.
D. El mensaje
Las prietas reflexiones que preceden ponen de manifiesto la explosión de
derechos fundamentales cubiertos de certeza y efectividad en el marco del
proceso justo y la reformulación continua del contenido y de las direcciones de las
garantías jurisdiccionales. El ciudadano ha interiorizado que ningún derecho
ostenta efectividad y se realiza cabalmente si están ausentes o no pueden
ejercerse a pleno las garantías. Que los derechos valen según les vaya en suerte a
las garantías. Que los jueces tienen poderes (expresos, implícitos, inherentes, de
discreción, etc.) y pueden no poco, pero están limitados y su obrar,
necesariamente, está contenido. Que un abanico de prescripciones les impide
lesionar o menoscabar las exigencias que acuñan el torso del proceso justo.
Las señales internas y externas que balizan el sentido de la obra compartida,
necesaria y valiosa, no son pocas. El conjunto de ellas —en la vieja y vigente
lección de IHERING— bloquean el exceso, el abuso, la extralimitación de los jueces.
Lo que no pueden ni deben hacer, porque de llevarlo a cabo quebrantarían la
lógica interior del proceso judicial y los principios cardinales de bilateralidad, de
igualdad, de congruencia. Es decir que vaciarían a la función jurisdiccional de lo
que es más valioso.
La obsesión por alcanzar una meseta de equilibrio en las ideas y en las técnicas
que llevan a la praxis ha sido constante y es el eterno desafío de la ciencia, que
sabe muy bien que la verdad de hoy seguramente será el próximo error que
fecundará la explicación de reemplazo. Insistimos de continuo en las renovadas
lecturas de reemplazo. En marcar movidas y desplazamientos al compás de la
intensidad de la búsqueda de aperturas y justificaciones a fin de dar satisfacción —
nos gusta decir "funcional" — a las demandas de escala y de espesor diferentes.
Desde KLEIN en el siglo XIX a COMOGLIO, ROTA, FAZZALARI, TROCKER, TARZIA,
PROTO PISANI, ALCALÁ ZAMORA y CASTILLO, VÁZQUEZ SOTELO, FAIRÉN GUILLÉN,
ALMAGRO NOSETE, RAMOS MÉNDEZ, GIMENO SENDRA, BARBOSA MOREIRA,
Ada PELLEGRINI GRINOVER, Carlos A. A. DE OLIVEIRA, DINAMARCO, SANTOS
BIDEGAIN, ARRUDA ALVIN, WYNER MILLER, GOLDSCHMIDT, Gerhard WALTER,
Página 593 de 715X
§ 158
EL PRINCIPIO DE INMEDIACIÓN
BIBLIOGRAFÍA
CHIOVENDA, Principios del derecho procesal civil, cit., v. II, p.
196; PEYRANO, El proceso civil, p. 291; SENTÍS MELENDO, La prueba..., ob.
cit., ps. 173, 200, 329 y ss.; EISNER, La inmediación en el proceso, LL 99-
894; CAPPELLETTI, El proceso civil en el derecho comparado, trad. Sentís
Melendo, cit., p. 90; BAUR, Liberalización y socialización del proceso civil, en
Rev. Der. Proc. Iberoam., 1972, p. 324 y ss.; DÍAZ, C. A., Instituciones de
derecho procesal, cit., v. 1, p. 380; GELSI BIDART, Proximidad y alejamiento
en el proceso, Rev. Urug. Der. Proc., v. IV, 1978, 3/7 y la citada en notas al
pie.
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: BARBOSA MOREIRA,
José Carlos, Problemas de la inmediación en el proceso civil, JURIS, t. 72,
Página 594 de 715X
que imponen a los jueces el deber de presidir las audiencias, al final del largo
camino que consume el proceso ordinario en nuestros días en el que tanta
separación temporal media entre el momento de ser incoado y el de su resolución,
no puede el juez conservar para el fallo ningún rasgo vivo de la discusión ni de las
pruebas, datos y circunstancias que serían de gran valor para la decisión. Amén de
la posibilidad cierta y normal de que en el procedimiento escrito la persona física
del juez cambie varias veces en el curso del proceso. Y, desde luego, siendo los
tribunales de alzada los jueces últimos y soberanos sobre los hechos y la
apreciación de las pruebas (salvo arbitrariedad o absurdo), el sistema de
doble instancia esfuma los resultados de cualquier inmediación en la instancia de
origen. Regla férrea que ha echado por tierra, irremediablemente, los recurrentes
intentos de reforma que, entre nosotros, pretenden consagrar una inmediación
más o menos acentuada insertándola en el tradicional esquema escriturario y de
instancia múltiple.
haya solicitado dentro del término establecido. Una apreciación distinta podría
llevar a entender que cuando las partes no han efectuado el pedido dentro de ese
término, el juez no puede estar presente en las audiencias, lo que evidentemente
es un despropósito no querido por el legislador. O más aún, en extrema
formulación, que las partes pudieran oponerse, cuando no lo han pedido
expresamente, a que el juez asista a las audiencias, lo cual no se compadece con
el sistema general del Código, especialmente por los poderes de dirección que se
atribuye al órgano (supra, § 157).
El principio general se integra —dentro de la economía de esos ordenamientos
— con las disposiciones que establecen la obligación de comparecer ante el juez
de la causa, para las partes absolventes y testigos, en atención a la distancia del
emplazamiento de sus respectivos domicilios (art. 420, Cód. Proc. Nac. art. 418,
Cód. Proc. Bs. As.; Convenio sobre comunicaciones entre tribunales de distinta
jurisdicción territorial, ley 22.172, art. 10).
D. Crítica
Página 597 de 715X
§ 159
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: BERIZONCE, Roberto,
"La oralidad no es para jueces cómodos, sino al revés": entrevista a Roberto
Berizonce", en Sistemas Judiciales. Una perspectiva integral sobre la
administración de justicia, Centro de Estudios de Justicia de las Américas
(CEJA), Buenos Aires, vol. 7, p. 8; CARPI, Federico (ed.) - ORTELLS Ramos,
Manuel (ed.) - FAIRÉN GUILLÉN, Víctor [et al.] (colab.), Oralidad y escritura en
un proceso civil eficiente = Oral and written proceedings: efficiency in civil
procedure, Universitat de València, Valencia, 2008; IPARRAGUIRRE, Diego
Adolfo, Caminando hacia la oralidad en el proceso civil. Experiencia en un
Juzgado de Familia, DJ 1999-3-297; PALACIO, Lino E., Derecho Procesal
Civil, v. I, 2ª ed., AbeledoPerrot, Buenos Aires, 2011; RAMÍREZ CARVAJAL,
Diana María [et al.], Oralidad y proceso: Una perspectiva desde
Iberoamérica, Universidad de Medellín, Medellín, 2009; SAUX, Edgardo
Ignacio, Matices procesales de la oralidad civil, Colección Jurisprudencial, v.
66, Zeus, Rosario, p. 55.
Según que la actividad que en el proceso desarrollan las partes y el juez se
manifieste en forma escrita u oral, estaremos en presencia de los tipos escriturario
u oral, aunque en verdad no puede hablarse en términos absolutos de sistemas
orales o escritos(49). En la realidad, los principios aparecen siempre combinados, de
modo que comúnmente se presenta un tipo de proceso escrito con algunas
concesiones más o menos ponderables a la oralidad. Y a la inversa, es también
exacto que no puede concebirse un proceso oral absoluto, sino que
necesariamente algunas de sus etapas se hacen comunes a la escrita(50). Así,
dentro del esquema oral, los actos de iniciación, demanda y contestación y, por
supuesto, la sentencia y también los recursos, deben, por razones obvias,
manifestarse o formalizarse por escrito. Todavía puede concebirse un trámite
"verbal y actuado", habitualmente nacido por desnaturalización del procedimiento
oral.
A esta altura del desarrollo de la ciencia procesal es evidente que, al menos en
teoría, todos los argumentos han sido dados en pro de uno u otro sistema. Se trata
de un tema en este aspecto agotado.
Las posiciones de unos y otros podrían resumirse sucintamente así: el sistema
escrituralista y su correlato de la consagración de la doble instancia, atienden
fundamentalmente a los valores orden y seguridad. Ante esos valores esenciales
han de ceder las críticas que se le formulan: su carácter formalista, la complicación
en el trámite, lentitud y actividad desconcentrada. No interesa mucho que el
proceso se debata en interminables cuestiones planteadas por las partes, cuando
en definitiva lo importante es que el resultado final sea justo resguardándose,
Página 600 de 715X
§ 160
EL PRINCIPIO DE CONTRADICCIÓN
BIBLIOGRAFÍA
DÍAZ, Instituciones de Derecho Procesal, cit., v. 1, p. 213; PEYRANO, El
proceso civil..., cit., p. 145; PALACIO, Derecho procesal civil, cit., v. 1, p.
269; CALAMANDREI, Proceso y democracia, cit., p.
147; MONTERO AROCA, Introducción al Derecho Procesal, cit., p.
234; GUASP, Derecho Procesal, cit., v. 1, p. 171. Véase, asimismo, supra, §
22 y ss.
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición, el lector puede ver también: FALCÓN, Enrique
M., La bilateralidad y los sistemas cautelares, Revista de Derecho Procesal,
Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, vol. 2010-1, p. 13; GONZÁLEZ NOVILLO,
Página 604 de 715X
§ 161
EL PRINCIPIO DE PUBLICIDAD
BIBLIOGRAFÍA
COUTURE, Fundamentos..., cit. p. 192; FAIRÉN GUILLÉN, Temas del
ordenamiento procesal, v. 1, Tecnos, Madrid, 1969, p.
567; MONTERO AROCA, Introducción al Derecho Procesal, cit., p. 266.
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§ 162
A. Alcances y sentido
El principio de saneamiento o subsanación importa reconocer al juez potestades
suficientes para resolver in limine todas aquellas cuestiones previas susceptibles
de impedir o entorpecer el pronunciamiento sobre el mérito de la causa o de
provocar, en su caso, su inmediata finalización.
Interesa principalmente que el proceso llegue a su coronación a través de la
sentencia definitiva, sin vicios que obsten a una decisión válida. De ahí la
conveniencia de asegurar ab initio un piso de marcha firme para el debate útil, es
decir que ya desde su comienzo se han de desbrozar todas aquellas cuestiones
que generan un impedimento o un estorbo insalvable para resolver sobre el fondo,
evitando de esa forma un dispendio jurisdiccional inconducente y estéril.
G. Subsistencia de la cuestión
De lo que se trata, en definitiva, es imaginar un dispositivo que posibilite la
consecución de una plataforma de arranque firme para el proceso que, inserta
entre los estadios constitutivo y probatorio, permita descargarlo, sanearlo,
desbrozando el camino hacia la sentencia de mérito.
En el cuadrante fundamental de los hechos y de las pruebas, ha de subrayarse
que —como ha sostenido con apasionamiento SENTÍS MELENDO—, es posible un
escalonamiento de conceptos: los hechos articulados son los que mencionan las
partes en sus respectivos escritos; al enfrentarse forman los puntos litigiosos.
Estos puntos litigiosos son los hechos articulados sobre los cuales versará la
prueba. El juez deberá fijarlos 'definitivamente y estos hechos, son los hechos
controvertidos(8). Para ello, es menester que antes de la apertura a prueba y en
una audiencia, con la presencia del juez y luego de oídas las partes, se proceda a
la fijación de los aludidos hechos. Regulación que aún está pendiente en nuestros
ordenamientos procesales.
§ 163
EL PRINCIPIO DE ADQUISICIÓN
Por virtud del denominado principio de adquisición, los resultados de la actividad
procesal que realizan las partes dentro del proceso se logran para éste, al margen
de quien haya producidos los actos respectivos y de la distribución de las cargas
de la afirmación y de la prueba. En tal forma, las pruebas constituyen elementos de
Página 612 de 715X
§ 164
§ 165
A. Concentración
El principio de concentración tiende a reunir toda la actividad procesal en la
menor cantidad posible de actos y de tiempo, evitando su dispersión con el
consecuente dispendio inútil de la actividad jurisdiccional. De ahí que, esta pauta
fundamental tenga su campo más propicio de actuación en el procedimiento oral,
como consecuencia de la posibilidad de la concentración o centralización del
debate en una o varias audiencias sucesivas, separadas por cortos lapsos
temporarios. Si bien no es incompatible con el sistema escriturario, ha de
convenirle que sus ventajas se desdibujan notablemente, en tanto en éste
necesariamente ha de caerse en una serie definida de fases o actos y donde la
sentencia de mérito que lo corone se ha de dictar muy probablemente con mucha
posterioridad al tiempo de la realización de dichos actos(16).
El Código Procesal Civil de la Nación estatuye como deber genérico de los
jueces el de "dirigir el procedimiento, debiendo dentro de las limitaciones
expresamente establecidas en el Código, concentrar en lo posible, en un mismo
acto o audiencia, todas las diligencias que sean menester realizar" (art. 34, inc. 5º,
ap. a; ídem, art. 34, inc. 5º, ap. a, Cód. Proc. Bs. As.).
Consecuentemente, establecía el artículo 368 (hasta su derogación), que "las
audiencias deberán señalarse dentro del plazo de prueba y en lo posible
simultáneamente en ambos cuadernos. Se concentrarán en la misma fecha o en
días sucesivos, teniendo en cuenta la naturaleza de las pruebas" (art. 366, Cód.
Proc. Bs. As.).
Dispone el artículo 486, con relación a los juicios sumarios (ahora esto sólo es
válido para la Provincia de Buenos Aires, dada la supresión del sumario en el
ámbito nacional), que "presentada la demanda con sujeción a lo dispuesto en el
artículo 330, se dará traslado por diez días. Para la contestación regirá lo
establecido en el artículo 356. Con la demanda, reconvención y contestación de
ambas, deberá acompañarse la prueba instrumental en los términos del artículo
333 y ofrecerse todas las demás de que las partes intenten valerse. Dentro del
plazo de cinco días, contados desde la notificación de la providencia que tiene por
contestada la demanda o la reconvención en su caso, el actor o reconviniente
Página 617 de 715X
podrá ampliar su prueba con respecto a los nuevos hechos invocados por el
demandado o reconvenido"(17). Disposición esta última que es también aplicable al
trámite del proceso sumarísimo (arts. 498; 484 y 496, Cód. Proc. Bs. As.).
En cuanto a los incidentes de los artículos 178 y 180 surge que debe ofrecerse
toda la prueba, al planteárselos, es decir que se concentra su ofrecimiento en los
escritos iniciales (arts. 178 y 179, Cód. Proc. Bs. As.). Similar regla se sigue con
respecto a las excepciones previas (arts. 349, 350, Cód. Proc. Nac. o 347 y 348,
Cód. Proc. Bs. As.).
Finalmente, el artículo 542 del ordenamiento que analizamos reproduce para el
juicio ejecutivo las disposiciones de los artículos 58 de la ley 14.237 y 499 del
Código de Procedimientos de la provincia, después de la reforma de la ley 7036,
reuniendo en una sola diligencia la intimación de pago, el embargo y la citación
para la defensa (art. 540, Cód. Proc. Bs. As.).
Otras de las aplicaciones particulares del principio de concentración son las
contenidas en los artículos 379, 385 y 260 (arts. 377, 383 y 255, Cód. Proc. Bs.
As.).
Apunta a lo mismo el artículo 279, al estatuir que "cuando la sentencia o
resolución fuere revocatoria o modificatoria de la de primera instancia, el tribunal
adecuará las costas y el monto de los honorarios al contenido de su
pronunciamiento, aunque no hubiesen sido materia de apelación" (art. 274, Cód.
Proc. Bs. As.)(18).
Tampoco es ajena a esta inquietud la norma del artículo 336 (art. 335, Cód.
Proc. Bs. As.), que consagra la posibilidad de la demanda y contestación conjunta:
El demandante y el demandado, de común acuerdo, podrán presentar al juez la
demanda y contestación en la forma prevista en los artículos 330 y 356 (330 y 354,
Cód. Proc. Bs. As.), ofreciendo la prueba en el mismo escrito. El juez, sin otro
trámite, dictará la providencia de autos si la causa fuere de puro derecho. Si
hubiera hechos controvertidos recibirá la causa a prueba.
Las audiencias que deban tener lugar en los juicios iniciados en la forma
mencionada en el párrafo anterior, serán fijados con carácter preferente. Quedan
excluidas de esta disposición las acciones fundadas en derecho de familia"(19).
El principio que examinamos ha tenido, pues, consagración solamente parcial
en los ordenamientos vigentes, consecuencia de las limitaciones del sistema
escriturario que adoptan. Pero aun ubicados dentro de éste, han sido
incongruentes en algunos aspectos, particularmente en lo que se refiere a la
aceptación restringida de este postulado, en cuando a la conveniencia de
concentrar en los escritos constitutivos el ofrecimiento de todas las medidas
probatorias, ya que lo ha dispuesto solamente para los procesos sumarios y
sumarísimos que, por lo menos en la letra de la ley, son la excepción, manteniendo
para el proceso madre un criterio distinto, sin que se adviertan las razones que
fundamentan tal disparidad.
La ley 22.434 ha pretendido recientemente posibilitar la actuación de la regla de
concentración en la audiencia del artículo 125 bis (supra, §§ 153 y 162, F) —ahora
derogada—. En los fundamentos que precedieran al proyecto respectivo se señala
que desde luego, en la medida del tiempo disponible, el juzgado puede
concentrar en ese acto las demás audiencias de prueba (arts. 34, inc. 5º, a] y 431)
y ejercer las amplias facultades que el artículo 452 le otorga para interrogar a los
testigos". La de concentración es directiva que se propone "perseguir en la medida
de las posibilidades existentes" (Fundamentos, cit., cap. II).
[Advierta el lector que, luego de las últimas reformas al rito nacional, el propósito
de concentración se ve reafirmado en el texto del nuevo artículo 360].
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B. Eventualidad
En cuanto al principio de eventualidad o acumulación simultánea, nos remitimos
a lo expuesto (véase supra, § 164, principio de preclusión).
C. Celeridad
El postulado de celeridad tiende a la concreción de un proceso ágil y a la
eliminación de trámites superfluos u onerosos, con el consecuente acortamiento de
los pleitos. Importa la aplicación del mínimo esfuerzo en la actividad jurisdiccional;
busca obtener el máximo resultado en la actuación de la ley con la mínima
actividad procesal. Y precisamente uno de los tres confesados propósitos
orientadores de los ordenamientos que venimos glosando, ha sido el de suprimir
formalidades innecesarias y agilizar en general los trámites procesales, eliminando
los factores que gravitan en la excesiva prolongación de los juicios" (Exposición de
motivos de la ley 17.454); postulado expresamente reiterado en la reciente ley de
reformas 22.434.
a. Como principio general el artículo 34, al ocuparse de los deberes de los
jueces, en su inciso 5º, establece esta pauta: "dirigir el procedimiento, debiendo
dentro de los límites expresamente establecidos en este Código (...) vigilar para
que en la tramitación de la causa se procure la mayor economía procesal" (ap. e).
b. La concreción del principio de celeridad se plasma en los Códigos vigentes a
través de la sanción de diversas disposiciones.
En primer término, cabe destacar la creación de nuevos tipos de procesos
plenarios abreviados(20). La Exposición de motivos que precediera al Código
Procesal Nacional, resaltaba esta circunstancia, referida concretamente a la
instauración de los denominados juicios sumarios y sumarísimos (plenarios
abreviados). La estructura del primero, simple y abreviada, hace de él un
instrumento apto para obtener la celeridad adecuada a la solución de las
controversias a que está destinado (véase § 544; § 715).
El trámite del juicio sumario resultaba aplicable, al cabo de las modificaciones
introducidas por la ley 22.434 al artículo 320 del Código Procesal Nacional(21)a:
1º Los procesos de conocimiento en los que el valor cuestionado exceda de la
suma de pesos ochocientos mil ($ 800.000) y no exceda de pesos trece millones ($
13.000.000).
2º Cualquiera sea su monto, las controversias que versen sobre:
a) pago por consignación;
b) división de condominio;
c) cuestiones entre copropietarios, surgidas de la administración, y las
demandas que se promovieren por aplicación de la ley de propiedad horizontal,
salvo cuando las leyes especiales establecieren otra clase de procedimiento, y sin
perjuicio de lo dispuesto en el artículo 623 ter;
d) cobro de crédito por alquileres de bienes inmuebles;
e) cobro de medianería;
f) cumplimiento y resolución de contrato o boleto de compraventa de inmuebles;
g) cuestiones relacionadas con restricciones y límites del dominio o sobre
condominio de muros y cercos y, en particular, las que se susciten con motivo de
la vecindad urbana o rural;
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482; cambio del modo de designación del perito, artículos 458 y 459; nuevas
posibilidades otorgadas al trámite de la sucesión extrajudicial, artículo 698, y el ya
recordado aligeramiento de los trámites del recurso de inaplicabilidad de ley.
Con la misma finalidad, se establece con carácter imperativo el trámite
extrajudicial del proceso sucesorio con posterioridad a la declaratoria de herederos
o aprobación del testamento, cuando todos los herederos fueren capaces y no
hubiere entre ellos fundada disconformidad. Se convierte así en obligatoria una
innovación que el Código anterior introdujo con carácter optativo. Déjase pues bajo
la responsabilidad de los profesionales intervinientes, con el debido control judicial,
una etapa del proceso voluntario en que prevalecen los trámites ante organismos
administrativos, con lo que se procura simplificar y agilizar el procedimiento y evitar
innecesarias dilaciones.
De estas reformas hemos de tratar en los lugares pertinentes.
§ 166
vicio, no haya podido realizar su finalidad, de suerte tal de salvar aquellos actos
que fueron realizados en la medida máxima consentida por las exigencias técnicas
del proceso(50).
Si se pretende realizar una valoración de estos sistemas, ha de convenirse que
el que consagra el principio de elasticidad o flexibilidad en forma absoluta es,
indudablemente, el que mayores bondades teóricas tiene. Pero, en la práctica,
quizá el único posible sea el intermedio, que sobre la base del principio de
legalidad le reconoce atenuaciones en pro de la instrumentalidad y del principio de
conservación.
La pauta de elasticidad puede ser utilizada con efectivo rendimiento dentro del
proceso oral, aunque es lógico también, con algunas concesiones hacia la
legalidad.
Sin embargo, cualquiera fuese el sistema que se privilegie, ha de subrayarse
que en el proceso civil existen ciertas formas indisponibles, es decir insusceptibles
de ser adecuadas por el juez o renunciadas por las partes, por haberse instituido
en función del interés público general y, en último análisis para preservar el debido
proceso legal (véase supra, § 75)(51).
Instalados en el más absoluto escrituralismo, el actual Código Procesal de la
Nación y su epígono, el Código bonaerense, adoptan un sistema
intermedio. Reconocen la vigencia del principio de legalidad, aunque adecuado por
la consagración de la instrumentalidad de las formas. Es congruente en este
aspecto con la atenuación del principio dispositivo que concretan en sus
disposiciones.
a. Las pautas generales en esta materia de las formas nos vienen dadas por las
básicas contenidas en el artículo 34, inciso 5º, en tanto se estatuyen como deberes
del juez dirigir el procedimiento, debiendo, dentro de los límites expresamente
establecidos en este Código: a) concentrar en lo posible y en un mismo acto o
audiencia, todas las diligencias que sean menester realizar; b) señalar antes de
dar trámite a cualquier petición, los defectos u omisiones de que adolezcan,
ordenando que se subsanen dentro del plazo que fije y disponer de oficio toda
diligencia que fuere necesaria para evitar nulidades; c) mantener la igualdad de las
partes en el proceso. Normas que se complementan con las facultades
ordenatorias e instructorias que se reconocen a los jueces y tribunales en el artícu-
lo 36 (ídem, Cód. Proc. Bs. As.).
b. Una conceptuación fundamental y una definida línea de política jurídica en
cuanto hace al sistema elegido por el Código, es la que surge del artículo 169
(ídem, Cód. Proc. Bs. As.)(52). "Ningún acto procesal será declarado nulo si la ley
no prevé expresamente esa sanción. Sin embargo, la nulidad procederá cuando el
acto carezca de los requisitos indispensables para la obtención de su finalidad. No
se podrá declarar la nulidad, aun en los casos mencionados en los párrafos
precedentes, si el acto, no obstante su irregularidad, ha logrado la finalidad a que
estaba destinado" (véase infra, § 353).
c. Caracterizan también al esquema de los nuevos Códigos otras disposiciones
particulares. Así el artículo 319, en tanto estatuye que "todas las contiendas
judiciales que no tuvieran señalada una tramitación especial serán ventiladas en
juicio ordinario, salvo cuando el Código autorice al juez a determinar la clase de
proceso aplicable" (ídem, Cód. Proc. Bs. As.).
En igual sentido, se acuerdan al juez facultades para resolver cuál es la clase de
proceso que corresponde, si de conformidad con las pretensiones deducidas por el
actor no procediere el trámite del juicio sumario o sumarísimo (art. 321, in
fine, Cód. Proc. Bs. As.); o hubiese dudas sobre el tipo utilizable.
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§ 166 BIS
LOS PRINCIPIOS PROCESALES. IMPORTANCIA Y FLEXIBILIZACIÓN. DECISIVO PAPEL DE LOS PRINCIPIOS DE CONGRUENCIA Y DE
ECONOMÍA PROCESAL(54)
avance coordinado y efectivo del trámite, de lo que las partes y el juez llevan a
cabo en mira de que la definición de la controversia, la tutela o el reconocimiento
del derecho en discusión y la prestación de la tutela efectiva alcance adecuada
efectividad en tiempo razonable y al menor costo posible.
Lo interesante, en el momento actual, y es nota que adorna la adaptabilidad e
instituciones y técnicas del Derecho pero que se acentúa con notable virtualidad y
realismo en el ámbito del proceso, de la litigación por su marcado carácter
instrumental y servir funcionalmente a la actuación del derecho material, es su
dúctil flexibilización(55), capacidad que no se rige por moldes cerrados, herméticos,
cual fórceps o chalecos de fuerza que pretendieran encorsetar realidades fluyentes
abiertas, que necesitan en la maleabilidad; connotación de las circunstancias
fácticas que van modelando los fenómenos de la realidad (relaciones y
situaciones) a las que el Derecho debe prestar encaje jurídico. Una de las
acepciones de la voz 'flexible' es, precisamente, la necesidad de plegarse y ser
elástico y saber acomodarse a la plasticidad, a las arrugas y desplazamiento de
esas circunstancias. Lo experimentan los principios procesales que, además, cada
uno, puede tener más peso que los otros y puede proyectarse con mayor juego
operativo en determinadas circunstancias y tiempos; valores y ritmos distintos,
apoyarse o pasar a una segunda línea, si bien jugando todos ellos en armonía y en
sintonía con la lógica y metas reservadas al Derecho procesal y a la buena salud
del proceso civil. Decimos, entonces, que los principios son extensibles y saben
acomodarse con facilidad a exigencias nuevas o modernas de la litigación. La
tarea interpretativa de los jueces acompaña esa tendencia que veremos cobrar
significación, por ejemplo, en relación a los principios de congruencia y economía
procesal.
A) Congruencia
La casación bonaerense, en los años setenta de la anterior centuria, difundía
estas pautas orientadoras:
a) Debe desestimarse el recurso de inaplicabilidad de ley si el impugnante
sostuvo la violación a los artículos 163, inc. 6º y 164 de los Códigos Procesales en
lo Civil y Comercial de la Nación y bonaerense, basada en la consideración de una
cuestión ajena a los términos en que quedó trabada la litis, desde que, en el caso,
la presunta violación sería la de los artículos 266 y 272 del Código citado, en
cuanto la Cámara había tratado una cuestión no sometida al juez de primera
instancia y extraña a los agravios que contra la misma expresaron las partes, que
es lo que limita su poder decisorio.
b) El error en la indicación de las normas no puede subsanarse por el tribunal
por inferencia o interpretación, siendo ésta una obligación a cargo del recurrente.
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B) Economía procesal
De entre la red de principios que hacen circular la savia que dinamiza el trámite
de los litigios y que marcan, en conjunto, las coordenadas o vectores de su
racionalidad, cobra en el presente una especial resonancia constitucional en el
marco del proceso justo, y funcionalmente, el principio de economía, que es uno
de los nortes para concretar y hacer efectiva la finalidad de que mediante el
contradictorio, un debate "con todas las de la ley" arribe a la sentencia. En la ruta
de ese propósito han cobrado, en sus tiempos y formas, plena virtualidad el
derecho a afirmar, a probar, a argumentar y a impugnar; actos y actividades
coordinados por un director activo (el juez) controlado a través de la colaboración
de los abogados de parte, iguales en el trato y contrapesos de contención de
cualquier demasía o abuso del primero respecto de la igualdad del equilibrio que
hace de núcleo asegurativo de la garantía real de la defensa.
Lo anterior, en el marco de la litigación moderna, sin embargo, no es suficiente
si el resultado último deja de sobrevenir en un tiempo razonable. Aquel que
respete el tiempo de la justicia y, concurrentemente, el de las legítimas
expectativas de las partes; del que ha tenido que valerse, necesariamente, la
Jurisdicción en búsqueda de la verdad y de la tutela efectiva.
Para que emerja esa "razonabilidad" en toda secuela litigiosa, no deben mediar
demoras indebidas, pero tampoco apuros sin razón porque uno por exceso y otro
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A) En el tema
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Nacional (art. 375, Cód. Procesal de Buenos Aires) que alisó el terreno y con
diversas diagonales estableció cuáles de los sujetos, a tenor de las circunstancias
o alternativas de cada litis, debían guiarse en el debate y procurar la prueba en
miras de hacer procedente la pretensión o la defensa y ello vinculaba a las partes y
a los terceros.
c) En las últimas décadas nuevos vientos empujan las manifestaciones de esa
litigiosidad civil que sube de espesor. Que ya no parece que se acomode a un
esquema lineal y previsible. Los disparos de la variedad de reclamos por mala
praxis médica (pero no sólo de ellos, acaso gravitantes en un primer momento,
pero luego abiertos a las demás profesiones y a las responsabilidades de los
medios periodísticos, de deportistas, daños colectivos, al medio ambiente, etc.,
etc.), agudizan la exploración de BUSTAMANTE ALSINA —siempre de grata
recordación—, BUERES, TRIGO REPRESAS, MOSSET ITURRASPE, ALTERINI [A.A.], GHE
RSI, VÁZQUEZ FERREYRA —sólo para citar algunas de las primeras espadas— en
mira de dibujar nuevos comodines y mecanismos argumentales que pudieran
discriminar situaciones que, por sus particularidades, no toleran radicarse en
marcos conceptuales demasiado generales y uniformadores. Que no respetan las
diferentes realidades de las cosas (de los fenómenos jurídicos, objeto y contenido
de esos litigios) y que, por tal, no ayudaban o facilitaban la gestión probatoria y su
función de demostración (Michele TARUFFO, Pavia), frustrando el acceso a un fallo
justo y de calidad.
d) Esos empeños por instalar el tema y sus aristas filosas y polémicas en otro
nivel, estimularon a dar vida activa a las cargas probatorias dinámicas, a cuya
plaza y difusión destinó las mejores horas, con brillante empuje, el procesalista
rosarino Jorge W. PEYRANO. Concurrentemente, se 'aflojaron' ciertos criterios hasta
entonces más rígidos o cerrados, se azuzó la tarea hermenéutica y, nosotros,
visualizamos que antes y durante el proceso acompañaba a sus operadores un
deber de colaboración (verdaderos deberes secundarios de conducta) que debían
desplegarse conforme su titular estuviera más cómodo para llevarlo a cabo, o bien,
por habitualidad y profesionalidad, le era más fácil hacerlo.
e) Más cercanamente un meritorio ensayo del profesor y camarista
Roland ARAZI(70)razonado de manera valiente y categórica sale al cruce del logrado
esfuerzo doctrinal que desde los años '50, protagonizaran
especialmente MICHELI(71)y ROSENBERG(72)y que entre nosotros iluminaran los
lúcidos pensamientos de Santiago SENTÍS MELENDO(73)e
Isidoro EISNER(74). ARAZI señala el debilitamiento (ocaso) de las teorías en la
materia y desplaza el punto de mira para su consideración. Desde otra perspectiva
expresa que "los esfuerzos del jurista no deben centrarse en la distribución de la
carga de la prueba, sino en los deberes del juez para adquirir el conocimiento de
los hechos controvertidos, sin que interese lo que las partes hagan o dejen de
hacer"(75).
Si el lector no está fatigado por el recorrido que lleva la exposición, deberíamos
hacer un alto y retomar otras páginas de historia.
Volvamos al sesudo maestro LASCANO en la lejanía de 1935: "Es indudable
expresaba el maestro de La Plata que no deja de tener ventajas la consagración
de una regla general al respecto [acerca de la distribución de la carga de probar]
porque si ella determina con precisión a quién incumbe la prueba en cada caso, se
aclara la situación de las partes y se simplifica considerablemente la misión del
juez. Es por eso que en todas las épocas las leyes y la doctrina han procurado
encontrar la fórmula general aplicable a todos los juicios". Para agregar: "pero por
más que algunas doctrinas son seductoras y reconocen un fondo de verdad, no
por ello escapan a fundadas objeciones. Tanto es así que puede afirmarse que
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D) Terminación
Lo expuesto al comienzo y estos desarrollos del anexo facilitan los consectarios:
¿Por qué pensar lo mismo si es ahora insuficiente o acabó? Aferrarse a ello
además de tozudez sería aburrido porque no podría dar respuesta cabal;
equivaldría a algunas de las obras de MOLIÈRE en las que las máscaras
inmutables, ocultan a los rostros cambiantes de los dioses. La versatilidad de las
situaciones tiene más vitalidad que la cristalización forzada y provoca el desfasaje
de las teorías que pretenden gobernarlas.
¿Por qué privarnos de la gozosa posibilidad de atravesar una nueva frontera
que permita que ocupen lugar otras visiones?
Siempre habrá que ajustar las reglas a los dictados de la experiencia; lo
pensado ayer, en el espejo de hoy, es distinto.
No sabemos si es el ocaso o retirada definitiva, o sólo cíclica.
Pero con intentar acomodar lo establecido a los desafíos del presente y,
sobremanera, del futuro inmediato, se ofrenda una muestra responsable del
jurista(77), atento a lo que va reclamándole la sociedad. Los avances doctrinarios y
la evaluación jurisprudencial son manifestaciones de plástico y fértil esfuerzo de
adaptación del andamiaje procesal a las nuevas demandas.
§ 166 TER
§ 167
El principio de buena fe, que rige en todo el ámbito del derecho, obviamente no
podría ser descartado como directiva procesal específica, pero tanto la doctrina
como la legislación se distienden y fragmentan cuando deben considerar la ardua
cuestión relativa a su real configuración y, en particular, a la extensión con que ha
de exigirse la buena fe en el proceso.
El principio de la buena fe procesal ha sido plasmado, con mayor o menor rigor,
de acuerdo con el medio social y con las concepciones de las distintas épocas.
vital del letrado más que por la propia iniciativa de los jueces y ello es así porque el
constante contacto con la realidad empuja al abogado de continuo a
encontrar soluciones efectivas a los problemas que se suscitan y, para ello,
muchas veces debe arremeter aun en contra de textos escritos, buscando,
construyendo a partir de las cambiantes y flexibles normas legales y de los
principios del derecho. La jurisprudencia es casi siempre la obra mediata de los
abogados que colaboran con la parcialidad de sus esfuerzos en la faena de los
jueces.
b) Pero ese bill de indemnidad que debe reconocerse a la tarea del abogado
estará siempre condicionado, por lo menos, a dos principios: en primer lugar, el
abogado debe utilizar el proceso cuyo contenido es de lucha como un medio de
apaciguamiento, porque a pesar de ser un combate, es evidente que lo que en
última instancia se propende a través del ejercicio de la jurisdicción, es al logro de
la paz social, con la composición de los litigios (véase supra, § 130). En segundo
término, es evidente que no debe optar por el arte diabólico de los embaucadores
dispuestos a sacar provecho de todo y en todo, pues entonces se convertirá en
rábula y simple amanuense de la codicia ajena, definitivamente complicado en una
empresa sospechosa, antijurídica y culpable, frente a lo cual no es lícito anteponer
la independencia del magisterio que está ejerciendo.
El tribunal no puede ser oasis protector de profesionales que sacan beneficios
de la conducta ilícita; del escamoteo procesal, de los que hacen de la "chicana"
su modus operandi, de los que cobran abonos según duren los pleitos, etcétera(4).
La malicia, en todos sus tonos, debe ser severamente condenada, porque
además de malograr el rendimiento del proceso, atrae siempre desprestigio sobre
la jurisdicción.
Pero ¿dónde termina el derecho del letrado para moverse con utilitaria libertad
en favor de los intereses cuya defensa ha aceptado y dónde comienzan sus
limitaciones? Para lo primero MERCADER dirá con su prosa galana: "El proceso es
todavía también una apuesta y un combate. El abogado, cuando se dirige al
redondel de los desafíos, calce espuelas para entrarse en esas batallas y encele
su vista para la vigilancia de las huidizas mudanzas del azar, en la certeza de que
el adoctrinamiento de sus escritos u oraciones ha de adquirir, recién entonces, el
sentido positivo de las ofrendas que reclama la majestad de la justicia"(5).
COUTURE, a su turno, procuró acotar el segundo concepto(6):
"Frente a quienes litigan aun con error, creyéndose asistidos de alguna razón,
se encuentran los que lo hacen con ligereza culpable o lo que es peor, con
temeridad. No todo derrotado es un improbus litigator. Un buen padre de familia,
prudente, razonable y reflexivo, no promovería un litigio injusto sin antes meditar
sobre el alcance de su actitud. La ligereza culpable queda asimilada así a la
irreflexión, a la falta de tacto y de prudencia, a la ausencia de ponderación en
calcular las consecuencias de los propios actos. La malicia, que merece la nota de
temeridad, es la conciencia de la propia sinrazón. El litigante temerario litiga
sabiendo bien que no tiene motivos para litigar. No es solamente un litigante
malicioso, es además un temerario, inconsiderado, imprudente, arrojado a los
peligros, sin meditar sus consecuencias, carente de fundamento, razón o motivo.
Actúa con dolo, hace el mal sabiendo que lo hace y queriéndolo hacer".
c) Parécenos que es en este último ámbito donde se encuentra enmarcada,
básicamente, la responsabilidad del abogado(7). Al litigante, en la mayor parte de
los casos, no se le puede atribuir conciencia de la propia sinrazón, porque ello
implica, generalmente, una cuestión de interpretación del derecho y es
precisamente el abogado quien en este aspecto le da consejo, lo asesora.
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§ 168
§ 169
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no sólo a las costas, sino también al resarcimiento de los daños, que liquida aún
de oficio en la sentencia".
"El juez que declara la inexistencia del derecho por el que se ha ejecutado una
providencia cautelar, o se ha transcripto demanda judicial, o inscripto hipoteca
judicial, o bien se ha iniciado o llevado a cabo la ejecución forzada, a instancia de
la parte perjudicada, condena al resarcimiento de los daños al actor o al acreedor
ejecutante, que haya obrado sin la normal prudencia. La liquidación de los daños
se hace a tenor del apartado anterior".
2. La doctrina, al estudiar las referidas disposiciones y las restantes afines cuya
relevancia es obvio señalar, ha cuidado de parcelar en áreas conceptualmente
autónomas, las siguientes categorías, del amplio territorio de las costas y de la
responsabilidad procesal:
a) Responsabilidad por simple vencimiento (soccombenza): el perdedor es
condenado a pagar las costas.
b) I. Responsabilidad agravada: cuando la parte ha transgredido el deber de
comportarse en juicio con lealtad y probidad, puede (a pedido de parte, no de
oficio) ser condenada con independencia (o sea, además) de la condena genérica
y normal en costas, por la sola circunstancia de haber perdido el juicio (supra a), a
otras prestaciones, gastos o costas (spesse) no repetibles, en tanto su
comportamiento ha causado un daño a la otra parte.
II. Responsabilidad por daño: se trata de la responsabilidad procesal por daños,
una de las variantes de la responsabilidad civil, culpa aquiliana o extracontractual,
la que connota en aquellos casos en que la parte:
Como actor, o reconviniente ha ejercido una acción (pretensión).
Como demandado, ha ejercido la defensa u oposición a la pretensión.
O, en general, ha abusado de su voluntad petitoria, obteniendo del órgano
judicial, sin derecho, una medida cautelar o ha llevado a cabo la ejecución forzada
igualmente de modo abusiva, dañoso.
Y en todos estos casos, con mala fe o culpa grave. En tales hipótesis, a pedido
de la otra parte (damnificada) se la condena al resarcimiento del daño y en la
medida del perjuicio ocasionado.
En los desarrollos que la literatura procesal y civil le brinda a los precedentes
desdoblamientos, se advierte que mientras en el caso que describimos bajo la letra
a, el reembolso al vencedor no desborda las fronteras comúnmente asignadas al
instituto de las costas(18)en tanto la parte, perdedora de buena fe, las debe por ser
vencida —y nada más que por ello—, en las otras hipótesis opera, de modo
gravitante y con una gradación lógica, la conducta de la parte.
Lo expuesto se confirma cuando se repara en que si durante la sustanciación
del proceso, cualquiera de las dos partes (no sólo el que a la postre resulta, por la
sentencia de mérito, vencido en la litis, sino el que realmente haya obrado en
inconducta) transgrede el deber de comportarse con lealtad o probidad, se hace
pasible de una condena complementaria en costas no repetibles. En su actuación,
desde luego, se prescinde del requisito de la soccombenza.
Por el contrario, en el restante sector estamos instalados ya en el ámbito de
la responsabilidad civil por daños. Este agrupamiento se distiende, a su vez, como
se ha visto, en dos diversos compartimientos. El primero se reserva para la litis,
más que en la clásica acepción carnelutiana, para designar a la pretensión u
oposición a ella, temeraria, que consiste en dar vida a una demanda (y, por ende,
a la pretensión que ella porta) o a una defensa, a sabiendas de no tener razón (hay
aquí mala fe). El segundo, cuando sin la normal prudencia (esto es, con culpa, al
menos en una de sus gradaciones: culpa leve) se produce un daño al otro litigante,
verbigracia mediante el bloqueo de parte del patrimonio a consecuencia de un
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Art. 22.— La parte vencedora podrá ser condenada como litigante de mala fe,
tanto en la causa principal como en cualquier incidente si hubiese procedido con
dolo.
Art. 23.— El litigante de mala fe indemnizará a la parte contraria los perjuicios
que ésta sufriera así como los honorarios de los abogados y todas las expensas
que efectuare:
1º Cuando fueren dos o más los litigantes de mala fe, el juez condenará a cada
uno en la proporción de su respectivo interés en la causa, o solidariamente a
aquellos que se coaligaron para lesionar a la parte contraria.
2º No mediando elementos para determinar el valor de la indemnización, el juez,
en la ejecución, mandará liquidarla por árbitros.
Art. 24.— Cuando la mala fe resultare de acto directo y personal del procurador
de la parte, el juez lo condenará a pagar la indemnización a que alude el artículo
anterior, comunicando el hecho a la orden (colegio) de los abogados para los fines
debidos.
Corresponde señalar que el proyecto BUZAID, según ley 5869 de enero 11 de
1973, es el Código que rige en el país hermano desde el 19 de enero de 1974.
Reprodujo éste sustancialmente en la Sección Segunda ("Las responsabilidades
de las partes por daño procesal"), capítulo segundo ("De los deberes de las partes
y de sus procuradores"), las fórmulas de aquél (arts. 16 a 18), señalándose por la
doctrina, criterio que se propicia igualmente: en nuestro ámbito (véase infra, nota
42), que la condenación a los litigantes maliciosos se dilucida en el propio proceso
en que se ha verificado la mala fe.
1. En la Capital Federal
Entre nosotros, sobre todo a consecuencia de la sanción del artículo 21 de la ley
14.327, la materia se hizo polémica dando lugar a una serie de aportes de nuestra
doctrina, aunque siempre quedara en pie la imprecisión sobre la forma en que
tales deberes, de ser quebrantados, podían ser sancionados.
Como quiera que la cuestión es opinable y ofrece un panorama de mayor
dimensión, al materializarse en el tránsito de un mandato simplemente moral —
decir la verdad, proceder con lealtad— a otro de contenido y eficacia jurídicas(27),
es lo cierto que su regulación legal, no aparece simple. No se oculta, igualmente
que se corresponde, en verdad, con el sentido técnico político de pleno del
ordenamiento procesal del que forma parte(28).
La dificultad generada por el artículo 21 de la ley 14.237 (1ª p.) consistió,
obviamente, en precisar con exactitud los límites de los deberes allí
consagrados(29).
§ 170
§ 171
3. Procedencia de la sanción
Si bien la negativa de la condición de inquilino no impidió, en el caso, la
prosecución del juicio ejecutivo ni forzó a promover otro sumario, ello no obsta a la
aplicación de una multa fundada en el carácter malicioso y temerario de la
negativa, de acuerdo con lo dispuesto por el artículo 34 del Código Procesal
Nacional (Corte Sup., JA 1976-IV-811, n. 47, 28/4/1972).
Constituye una conducta temeraria y maliciosa en los términos de los arts. 29 y
45 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación —que determina la
imposición de una multa—, la actitud puesta de manifiesto en los continuos y
sucesivos planteos cuya falta de razonabilidad no se puede ignorar si se los juzga
con una regla mínima de prudencia y que, en definitiva, provocaron una situación
de verdadera privación de justicia (Corte Sup., Fallos 326:1512).
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principio en casación, salvo caso de absurdo (Sup. Corte Bs. As., 12/11/1974, Ac.
y Sent., 1974-III-649; 14/8/1979, Der. 86-538 y, más recientemente, 31/8/2005,
"Latessa, Judith y otra v. Compañía Sud Argentina de Construcciones SA s/
Ejecución de sentencia", 21/12/2011, "Espósito, Abel Rolando s/ Sucesión ab-
intestato", Juba sumario B27983, 5/9/2012, "Escobar de Debams, Hermelinda
Beatriz v. ASES SRL y Provincia ART (Aseguradora de Riesgos del Trabajo) s/
Accidente de trabajo", Juba sumario B56464).
Doctrina igualmente aplicable cuando se cuestiona la determinación del
momento procesal en que dicha facultad disciplinaria puede ser ejercida, toda vez
que el punto remite a la aplicación e interpretación de normas procesales (Fallos
285:172).
Y aun cuando la Cámara haya procedido de oficio a la comprobación de los
extremos legales, y sin que obste a ello la falta de audiencia de la parte afectada
(Fallos 289:162; 295:700).
En cambio, corresponde apartarse del principio general, si, en las circunstancias
particulares del caso, se torna excesiva la calificación y correspondiente sanción
por conducta temeraria (véase supra 6) (Fallos 302:464).
§ 172
BALANCE Y PERSPECTIVAS
Para moralizar el proceso —prestigiando el servicio de la justicia— fue
necesario convertir en normas jurídicas, esto es, en ley perfecta las soluciones que
el Código Procesal Civil debe contemplar. Sólo de este modo es posible ordenar
eficazmente la lucha contra la mala fe (procesal).
Los Códigos de 1968-1969, que incorporaron, por primera vez, en los
ordenamientos procesales la atribución judicial de calificar la conducta de los
litigantes y sus letrados, con la consecuente aplicación de sanciones pecuniarias
para reprimir los supuestos de temeridad o malicia, han sido interpretados por los
jueces con suma cautela y prudencia, como lo exigían los propios textos y fuera
encarecido en la doctrina que tempranamente evidenció preocupación por la
cuestión. La garantía de la defensa en juicio fue respetada y puede afirmarse que,
con el transcurso del tiempo y una vez disipados los temores iniciales, por la
paulatina consolidación, en todos los tribunales, de las pautas fundantes, el
objetivo moralizador y el principio consecuente de aceleración de los desarrollos
litigiosos, se han visto adecuadamente satisfechos. En escenarios especiales,
como los del juicio ejecutivo y ejecuciones aceleradas en general, y también desde
luego en los procesos de conocimiento, el efecto benefactor no puede ser negado.
Sobre todo por la virtualidad que, por sí mismas, como disuasivos potenciales,
tienen las normas que previenen sanciones pecuniarias, y que han tenido el efecto
de desalentar genéricamente el actuar malicioso o temerario.
Este logro concreto de la reforma de fines de la década del '60 se señala —ya
hemos visto— en los fundamentos que precedieron a la ley 22.434. Esta última, sin
embargo, ha creído conveniente ajustar algunos extremos en las normas
sancionatorias e incorporar una previsión complementaria, a través de un nuevo
apartado del artículo 163, inciso 5º del Código Procesal Nacional, que como
subrayamos establece que la conducta observada por las partes durante la
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§ 172 BIS
A. Preliminar
El horizonte del abogado de hoy, desorbitado, está cruzado por múltiples y
graves desafíos. Uno de ellos, que es el tema que nos proponemos abordar en
esta parte visto desde la ventana preferente del abogado litigante, es el "abuso del
proceso".
Vayamos primero a la cuestión semántica. Entre las acepciones cuenta la mala
utilización de las técnicas jurídicas o de los procedimientos. Y si se habla de abuso
del proceso, de inmediato tendríamos que pensar en la indebida promoción de
tantos juicios y, al mismo tiempo, en lo que significa el uso disfuncional de la
jurisdicción, que es lo que, medularmente, nos convoca. Sin embargo, no
estimamos que sea esa simplificada diagonal la preocupación que anida en la
cuestión aunque lo clásico del abuso se centre en determinar si las técnicas y los
procedimientos procesales son utilizados racionalmente o con exceso. Sobre esto,
el ejercicio de los recursos, de los incidentes, por ejemplo, torpedea la lógica
interior del debate, colisiona con los principios procesales de celeridad y economía
y emergen como mecanismos que deflacionan el rendimiento, de lo que se espera
del Servicio de Justicia.
¿Qué está ocurriendo al comienzo del nuevo milenio? ¿Qué nos pasa al
protagonizar el sensible flanco de la Justicia? Venimos señalando que estamos
asistiendo a un haz de puntos de inflexión. El abogado deja de trabajar en solitario
para interdisciplinariamente, integrarse en un estudio que tiene que abastecer
simultáneamente desde los procesos más simples a los más complejos, desde el
cobro de pesos hasta los asuntos del derecho penal económico, las pequeñas
causas y el control último de la Corte Interamericana del Pacto de San José de
Costa Rica que es lo que va matizando la realidad socioconflictiva en los inicios del
siglo XXI(42).
Pasamos, igualmente, del monopolio del servicio jurisdiccional del Estado a la
desoficialización del quehacer jurisdiccional, a través de los llamados medios
alternativos de resolución de conflictos, como la mediación o el arbitraje. Pero
¿qué arbitraje queremos?, ¿de qué manera viene éste a ayudar o debe ayudar a
dar respuestas eficaces al Servicio de Justicia? ¿Es el arbitraje tradicional, ese
arbitraje que está bajo la tutoría del juez, donde los árbitros no tienen capacidad de
maniobra ni para convocar a los testigos, ni para dictar medidas cautelares, ni para
ejecutar lo que deciden porque les falta el imperium?, ¿es ése el arbitraje que se
corresponde con la necesidad de las demandas del presente? La respuesta que se
impone es negativa. ¿Qué arbitraje es el que queremos para el Mercosur?
Interrogaciones que se disparan cuando es necesario saber (sobre todo los
abogados jóvenes) varios idiomas, no sólo el inglés sino también el portugués,
como en las Universidades de Brasil, que también estudian el español. Porque los
contratos vamos a tener que hacerlos previendo cuál será la ley a aplicar en la
relación de un exportador de cualquier localidad del interior, que va a tener un
cliente en San Pablo o en Porto Alegre. ¿Qué ley vamos a aplicar para que esto no
termine en el abuso de 'la letra chica', o en un abuso del derecho?
Lo importante es que frente al desconocimiento o frustración de un derecho o de
una garantía, tengamos la herramienta idónea más rápida para que la respuesta
adecuada llegue en tiempo propio, razonable. Esto se recoge en la Constitución
Nacional de 1994, y se estampa en el artículo 15 de la Constitución de 1994
reformada, en la Provincia de Buenos Aires.
El abuso de la Justicia, del proceso, de los recursos, de los incidentes, como
otras muchas denominaciones, redondea conceptos jurídicos indeterminados, ya
que con frecuencia nos preguntamos ¿cuándo es "arbitraria" una sentencia para
que por tal la descalifique la Corte? ¿En qué consiste la arbitrariedad? Muchas
veces esto así juzgado, es acaso nada más que opinable. Y también nos
preguntamos, dentro del proceso: ¿qué actividades o actos de las partes, del juez,
de los terceros o de los peritos importan, abusivamente, disminuir la eficacia o
efectividad del sistema de justicia, tanto del modelo clásico como del nuevo
sistema jurídico proyectado y un afán de ingresar en reemplazo del que parece
agotado?
Una uniformidad en esta mundialización de la economía, y de las técnicas
jurídicas necesarias para abastecer a los nuevos problemas que se plantean,
desemboca en una yuxtaposición, armonización o síntesis que busca soluciones
para los problemas de hoy, que no son los mismos que los problemas de hace
cuarenta años, en donde la justicia del Estado va recobrando presencia y orienta la
hoja de ruta de la sociedad.
Dos grandes vectores matizan el cuadro de estos años: la participación de la
gente (y del lego, pero informado de las cosas de la justicia) y, al mismo tiempo, un
reforzamiento de las garantías, empezando por el proceso justo constitucional, que
radica en la bilateralidad, en la audiencia, en la posibilidad, sino primera, en un
momento determinado del debate, en que el demandado tenga igualdad o paridad
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C. Caracterización
Para entrar en esta parcela acerca de lo que queremos referir cuando
mentamos el abuso del proceso, destacamos que la multiplicación de los litigios
está dada también porque acceden a la jurisdicción, hoy en día, con un
reconocimiento pleno de su legitimación, muchos nuevos actores, que años
anteriores eran desconocidos o no accedían.
A) No ha de extrañarnos que estén legitimados el menor, el contribuyente, el
titular de los intereses difusos, también el legislador cuando propone un amparo o
una acción declarativa de certeza si ve frustrada, arbitrariamente, su posibilidad de
control en la Cámara. ¿Es abusivo del Servicio de Justicia el uso que van a hacer
todos estos legitimados? Por ejemplo, con la explosión de Río Tercero (Córdoba),
donde más de diez mil perjudicados canalizan sus reclamos patrimoniales, y en
donde se dará vida a una acción colectiva para determinar la responsabilidad y,
concurrentemente, también diez mil pretensiones individuales que van a pretender
derechos patrimoniales líquidos y ciertos —diferenciados cada uno de ellos—
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D. Terminación
Al concluir: las paradojas no son pocas. Un fastidio generalizado de la gente por
los avaros gestos de la Justicia y, sin embargo, un nivel in crescendo de litigios.
Vastedad de causas endógenas y externas que sitian al Poder Judicial y lo
impulsan a superar el conjunto de los problemas actuales que, en otros tiempos y
acelerada progresividad cada vez más intensa, para seguir el paso de la realidad y
sus notables mudanzas, demandan otra cosa (en tiempo de emergencia
económica y social crónica). Realidad que golpea impiadosa a la rutina cotidiana
(STORME), entre las nuevas expectativas y los flacos resultados. En esas idas y
vueltas de los modos, carencias y frustraciones que perturban el adecuado
funcionamiento de las instituciones del proceso, estamos obligados a repensarlo
todo(47).
También, acerca de lo que omnicomprensivo se rotula "abuso del proceso". Se
relevará sensato admitir —con todas las contenciones que fueren necesarias—
que, en el tema y su tratamiento, habrá que alumbrar, inteligentemente, una nueva
clave de comprensión(48).
§ 172 TER
IV. Anticipación del juzgamiento del mérito y anticipación de los efectos de la tutela
VII. Conclusiones
A guisa de sintéticas conclusiones:
1. El derecho fundamental a la tutela judicial efectiva, que supone la decisión
tempestiva del conflicto, en tiempo razonable, requiere de la operatividad de
diversas técnicas procesales tendientes a la simplificación de los trámites, con la
finalidad de racionalizar la distribución del onus del tiempo del proceso inhibiendo
las proposiciones abusivas de las partes, y aun el exceso del ejercicio de las
potestades de los jueces.
2. El derecho de defensa supone su ejercicio de modo regular, funcional,
acentuándose el deber de colaboración y la actuación proba y de buena fe. La
inconducta procesal y el abuso disfuncional de los instrumentos del proceso no
solo encuadran en las figuras y sanciones de la temeridad y malicia, sino que
menoscaban el correcto funcionamiento y los propios objetivos de los función
jurisdiccional, derivando de en una cabal privación de justicia.
3. En contrapartida se tornan operativas diversas y articuladas técnicas
procesales de anticipación de la tutela del derecho, que tienden a la distribución
más adecuada del onus del tiempo para aventar el abuso disfuncional y abreviar y
simplificar los trámites, para el logro de una justicia "más temprana".
4. En general, dichas técnicas procuran equilibrar la situación procesal de las
partes, toda vez que el conflicto muestra de modo manifiesto que mientras una de
ellas sostiene sus postulaciones de manera seria y sustentable, la otra, por el
contrario, alega tan solo proposiciones o defensas palmariamente inconsistentes,
infundadas. En tales casos, resulta procedente la anticipación genérica de la tutela
del derecho a través de un juicio de probabilidad en el cual el juez sopesa
cuidadosamente la mayor o menor seriedad y consistencia de las respectivas
posiciones de las partes, para distribuir el onus del tiempo y, en su caso, decidir
derechamente anticipado el juzgamiento para el reconocimiento del derecho
evidente. Bien que con efectos diversos según la naturaleza del pronunciamiento.
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JURISDICCIÓN VOLUNTARIA
ACTUALIZACIÓN BIBLIOGRÁFICA
De más reciente aparición el lector puede ver también: ABREVAYA, Alejandra
D., Jurisdicción voluntaria: ¿función administrativa o jurisdiccional?, ED
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§ 173
NOCIONES GENERALES
Enseña CARNELUTTI que "no entiendo en modo alguno negar que el proceso
sirva también a algo más que a la composición de la litis. Debería no haber
hojeado jamás el Código ni haber vivido un solo día en el ejercicio de la abogacía,
para atreverme a hacer una negación semejante. Por el contrario, he comprobado
y he enseñado que diariamente se verifica esta operación del proceso sin litis o
más allá de la litis, por lo que, si llamamos proceso a cualquier operación llevada a
cabo por el juez o por el oficio de ejecución con las formas establecidas por la ley
procesal, no se puede ciertamente reconocer en la litis su contenido o su
presupuesto necesario". Y tratando de distinguir rigurosamente el proceso
contencioso del proceso voluntario, esto es, de lo que él mismo nominaba como
proceso con litis y proceso sin litis, agregaba: "pero lo que he comprobado
también, y me he permitido enseñar, es que son dos fines diversos el componer la
litis y el comprobar o tutelar las relaciones no litigiosas". Admitiendo esa diferencia,
consideraba "notable" la extensión que proponía se diera al proceso voluntario,
según la disposición del artículo 89 de su Proyecto, según el cual "cuando acerca
de la producción de un efecto jurídico están de acuerdo las partes, pero no
consiente la ley que se produzca el efecto sin el pronunciamiento del juez, se
procede según las normas contenidas en la parte tercera"(1).
Es verdad fácilmente verificable la de que los jueces, además de resolver las
cuestiones controvertidas que les sometan los justiciables, deben, asimismo,
entender de todos los asuntos en los que, para conseguir un determinado efecto
jurídico la intervención judicial sea necesaria por así disponerlo expresamente la
ley.
No es de extrañar, entonces, que los más modernos Códigos Procesales
destinen parte de sus previsiones normativas a regir una vastedad de "solicitudes"
(no demandas como portadoras de pretensiones, sino así, solicitudes, que en
contraste aparecen con marcada diferencia formal y conceptual).
§ 174
CARACTERES
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Apelación
Negocio
Participantes
Pedimento
Solicitud
Proceso voluntario
Atribución
Funcionario judicial
Resolución
Alzada
§ 175
AGRUPAMIENTO
La extensísima variedad de actos que pueden encasillarse dentro de la
jurisdicción voluntaria ha hecho necesario —como decíamos— que no se consagre
ninguna enumeración, que necesariamente deberá ser abierta. A título de ejemplo
podemos mencionar:
a) Mensura y deslinde. Sobre el particular explicaba LASCANO, que "no seguimos
el criterio de la ley actual" (el Código de la Provincia derogado, en el título XXII, De
los juicios especiales, los trataba en el cap. 1, arts. 763-779), que legisla
conjuntamente sobre "mensura, deslinde y amojonamiento", en una forma un tanto
imprevista, al punto que ha dado lugar a que se dude acerca de si se trata de un
juicio o de tres y si constituyen un verdadero juicio contradictorio o es de los
llamados de "jurisdicción voluntaria". Entendemos —concluía— que si bien la
mensura puede no tener carácter contencioso, el deslinde supone la existencia de
una litis. Por eso reglamentamos un juicio para este último caso y disciplinamos un
procedimiento para el primero"(4).
Como con las reglas consagradas en el artículo 823 de la ley 7425 se ha
procurado disciplinar las dos variantes de todos aquellos casos, gestiones o
pedimentos posibles, sea que aparezcan químicamente puros como de la
jurisdicción voluntaria, sea que porten una litis y entonces no cuadra hablar de
proceso voluntario, sino de contencioso, la flexibilidad de esa norma permite en un
caso, a través de un expediente unilateral, lograr la declaración sobre la base de
los elementos de juicio presentados nada más que por el o los interesados. Esa
resolución no producirá los efectos de la cosa juzgada y estarán dadas las
restantes notas explicadas de la jurisdicción voluntaria (inexistencia de litigio). Por
el contrario, si en el deslinde existe una litis —y ello es válido para los restantes
conflictos a ellos equiparables, por ser análogos—, nos instalamos en un proceso
contradictorio. Con arreglo a estas ideas, los vigentes Códigos Procesales, si bien
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§ 176
CONSIDERACIONES COMPLEMENTARIAS
a) En tren de ampliar el territorio asignado a la jurisdicción voluntaria, habrá que
trasegar a él un buen sector de los procesos compulsivos o forzosos, en los que la
sustancia de la labor jurisdiccional es típicamente administrativa. No otro era el
pensamiento de CARNELUTTI, quien reconociendo que su anteproyecto (de 1924)
era incompleto por faltar en él la tercera parte, "la cual debiera precisamente
referirse al proceso voluntario, tanto de cognición como de ejecución", confesó
también que "si tuviera que rehacer con más tiempo la segunda parte, relativa al
proceso de ejecución, quitaría de ella, para colocarla en la tercera parte, la sección
referente a la purgación de los inmuebles en cuanto a las hipotecas (arts. 612-
627), en lo que contemplo una forma de proceso ejecutivo voluntario"(9).
También COUTURE, en algún momento de su pensamiento, insinuó la
conveniencia de que todo el trámite de la sucesión —por constituir un "proceso"
voluntario— debería desterrarse del tribunal, asignándose su sustanciación y
decisión a los escribanos —que bien podrían ser los abogados, apuntamos
—, mediante la intervención de los respectivos colegios profesionales.
Aunque ya hemos dicho lo suficiente sobre este punto capital de la reforma,
bueno es recordar que en pro de similar propósito, COUTURE expresaba en 1945
que "deben suprimirse todos los procedimientos especiales, procurando la
reducción de los distintos trámites particulares a unos pocos procesos-tipo. Los
principales pueden ser tres: juicio ordinario, juicio sumario y juicio oral. Los tipos
accesorios: incidentes, juicio arbitral, jurisdicción voluntaria y ejecución. Dentro de
estas formas deben caber todos los procedimientos"(10).
b) Tendiente a complementar los desarrollos anteriores y para un más logrado
esclarecimiento que oriente al menos en el afán de superar las incertidumbres que
emanan de las diversas teorías ensayadas, quizás resulte útil recoger una síntesis
del profesor venezolano REGEL-ROMBERG, quien al respecto nos dice:
"Ambas funciones coinciden: 1) en que son realizadas por el juez y, por tanto,
orgánicamente son jurisdiccionales. 2) Requieren un procedimiento legal para su
realización y, por tanto, ambas se realizan en las formas propias de la jurisdicción.
3) Hay en ellas un juicio del juez acerca de una situación de hecho a la cual el juez
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es extraño. 4) Se toma una resolución de tipo jurídico. 5) La decisión del juez está
referida a un interés privado. 6) El juez resuelve imparcialmente, como extraño que
es a la cuestión y desinteresado en ella. 7) La resolución produce efectos en la
esfera jurídica y patrimonial del interesado. 8) Los efectos de la resolución se
extienden a los terceros (erga omnes), los cuales quedan obligados a respetarlos.
En cambio, difieren ambas actividades: 1) La jurisdicción contenciosa resuelve o
compone un conflicto de intereses. En la voluntaria no hay conflicto, no hay litigio.
2) En la jurisdicción contenciosa por existir conflicto de intereses, hay partes
contrapuestas que funcionan como legítimos contradictores. En la voluntaria no
hay partes en el sentido anotado. 3) En la jurisdicción contenciosa, la resolución
del juez produce efectos de cosa juzgada, material y formal. En la voluntaria, la
resolución es formalmente inmutable, y en este sentido puede hablarse sólo de un
efecto preclusivo, que mantiene la autoridad de la resolución, mientras no sea
revocada en juicio contradictorio"(11).
En tanto que COUTURE define a la jurisdicción contenciosa, como "función
pública realizada por órganos competentes del Estado, con las formas requeridas
por la ley, en virtud de la cual, por acto de juicio, se determina el derecho de las
partes con el objeto de dirimir sus conflictos y controversias de relevancia jurídica,
mediante decisiones con autoridad de cosa juzgada, eventualmente factibles de
ejecución", recorta el perfil de la jurisdicción voluntaria señalando que "por
oposición a jurisdicción contenciosa, dícese impropiamente de algunos
procedimientos de carácter unilateral cumplidos ante los jueces, con el objeto de
determinar auténticamente ciertas situaciones jurídicas o cumplir determinados
requisitos impuestos por la ley, mediante declaraciones que no adquieren
autoridad de cosa juzgada ni pueden causar perjuicio a terceros"(12).
De su lado, PALACIO caracteriza al 'acto jurisdiccional' como "aquel en cuya
virtud un órgano del Estado en sentido jurídico material (o un órgano al cual el
ordenamiento' jurídico atribuye funciones equivalentes) mediante una decisión
unilateral, motivada por un conflicto, y expresiva, por lo tanto, del pensamiento
jurídico comunitario en forma indirecta y mediata, individualiza, en un caso
concreto, cualquiera de las menciones contenidas en una norma jurídica general
lógicamente complementa(13)".
c) Si se apunta a la sustancia más que a la forma, a lo que hacen los jueces, es
evidente que dirimir una controversia, componer una litis, es esencialmente distinto
a suplir una capacidad defectuosa, verificar la existencia o cooperar en la
formación de estados o situaciones jurídicas o al desenvolvimiento de actos o
actividades del comercio. En aquéllos se actúan derechos, se reconocen o se
reparan las infracciones de deberes jurídicos. En los otros, existe una actividad
más de matices administrativos de certeza, destinados a la satisfacción de fines
que los particulares están en la necesidad de abastecer en el tráfico. Nosotros no
creemos que sea una actividad administrativa sino una función jurisdiccional. En el
pensamiento de MERCADER la actividad jurisdiccional es un fenómeno ubicuo y
constante que rodea al hombre, en tanto la existencia de conflictos es también una
de las posibilidades ciertas.
Esos fenómenos que se vivencian en la coordinación de las conductas,
condicionan las consecuencias que deben imputarse en cada caso. A través de
esta observación idéntica —porque comprende tanto a los hechos, como a los
actos o negocios jurídicos sin distingo alguno—, se determinan los efectos de los
mismos(14).
Nuestras ideas son compartidas con muy representativa doctrina. La jurisdicción
voluntaria es una alternativa de política jurídica mediante la cual se ha atribuido a
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los jueces tomar resoluciones de tipo jurídico en beneficio de uno o varios sujetos y
atendiendo al interés privado de éstos, previo examen de las circunstancias.
De este modo es la ley del proceso la que asegura la mayor certeza y la
imparcial consideración de tales actos, utilizando para ello el órgano y la forma
jurisdiccional, aunque tal circunstancia no es de esencia, pues algunos o múltiples
de esos asuntos podían trasvasarse del Servicio jurisdiccional al administrativo o
paraadministrativo, sin que se resintieran los objetivos y finalidades apuntadas.
Cierto es que tal atribución a un órgano administrativo, o sea distinto al judicial,
"nada nos diría en esencia acerca de la naturaleza misma de la actividad realizada,
aparte de que sería muy dudoso si una reforma de ese tipo pudiera lograr los
objetivos de equidad y de justicia que desde antiguo se vienen logrando por la vía
judicial"(15)[Véase supra, § 79, B, acerca de los tribunales administrativos].
Acotemos que esta actividad extracontenciosa, radicada en la esfera del Poder
Judicial, muestra la debilidad conceptual del ríspido tema de la jurisdicción, en el
que, pese a los continuados esfuerzos de la teoría (16)se sigue pendiente de un
esclarecimiento definitivo.
d) El matiz constitucional que se inserta en el amplio contexto del derecho a la
jurisdicción y vinculado a la perspectiva procesal constitucional (supra, cap. IV),
asignan, igualmente, a la jurisdicción voluntaria un origen que provoca el ejercicio
del referido derecho a la jurisdicción. BIDART CAMPOS y DE LA RÚA se colocan en
este costado de tan amplio y rebelde tema.
El segundo de los mencionados juristas encuentra la nota distintiva en otro
elemento que se comprenderá mejor a partir de un ejemplo:
"Sólo el juez —explica— no un funcionario administrativo, puede otorgar la
autorización a un menor para contraer matrimonio. Pero es el oficial del Registro
Civil quien los celebra. ¿Cuál es la diferencia entre ambos actos, por la cual uno
corresponde al juez y otro al funcionario? La diferencia radica que en este caso se
trata del mero cumplimiento formal del acto del matrimonio, de acuerdo a las
previsiones legales. En el otro, el de la autorización, en cambio, la norma se
integra con la voluntad del juez. El juez debe actuar el derecho, individualizando la
voluntad de la norma. Y en esto reside a la vez el carácter jurisdiccional y el
voluntario del acto. Puesto que a mi criterio, concluye DE LA RÚA, la actividad
voluntaria es jurisdiccional, no surge para mí un conflicto de límites con la
administración"(17).
e) Continúa abierta, pues, la polémica y se suman los esfuerzos para apoyar las
respectivas tesis a fin de enclavar la dichosa naturaleza jurídica de la jurisdicción
voluntaria en un cuadrante apropiado de mapas jurídicos, resplandeciendo en ese
cuadro el dato de la falta de la cosa juzgada, como nota diferenciante fundamental.
Alineados en el pensamiento de MERCADER, podemos participar de algunas
observaciones importantes respecto a que las dudas y divergencias que plantean
las distintas doctrinas examinadas, se deben principalmente a un encuadramiento
erróneo que se hace de la cuestión, "al considerar que solamente la contenciosa
participa de la esencia de la jurisdicción y que la voluntaria es administración,
porque no se encuentran en ella ciertas notas propias de la jurisdicción
contenciosa. A nuestro parecer, la cuestión no puede plantearse en estos términos
tan radicales porque se llega a resultados contrarios a la tradición histórica del
instituto y al derecho positivo. Entre nosotros, los actos de jurisdicción voluntaria
constituyen una parte importante en el sistema del Código Procesal Civil.
Basta considerar con atención las características propias de estos
procedimientos no contenciosos, para darse cuenta de que en ellos el juez realiza
una actividad propiamente jurídica, en la cual, si bien no existe conflicto de
intereses, o litigio, en el sentido de pretensiones contrapuestas entre partes
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§ 177
§ 178
§ 179
EXCEPCIONES
1º) Los actos procesales que han tenido principio de ejecución deberán
integrarse con arreglo a las formalidades estatuidas para ellos en la legislación
anterior (ultraactividad de la ley).
Distintas son las pautas a considerar para establecer, en cada caso concreto,
cuándo media' "principio de ejecución"; así:
a) A los efectos de determinar la aplicabilidad de la ley que fija una nueva
competencia respecto a procesos en trámite, corresponde establecer si la causa
se halla o no radicada ante el respectivo tribunal. La radicación tiene lugar cuando
el litigio ha quedado trabado por demanda y contestación, o ha mediado decisión
judicial en el incidente suscitado sobre la competencia(7). Regla también aplicable a
los casos de conexidad, desde que —como se ha decidido— en razón de lo
dispuesto en el artículo 6º, inciso 3º del Código Procesal, que no hace distingos en
cuanto a acciones promovidas o a promoverse en el futuro, es juez competente
para entender en juicios de alimentos entre cónyuges el que lo sea en el principal
de divorcio(8).
b) Tratándose de recursos, y a los efectos de determinar cuál es la ley aplicable
cuando el nuevo ordenamiento, por ejemplo, suprime un recurso o restringe los
requisitos de admisibilidad, se ha de estar a la circunstancia de si el recurso ha
sido o no concedido sin que sea suficiente la sola interposición. Tal es la solución
que adopta, con relación a las apelaciones diferidas, el artículo 831 del Código
Procesal de Buenos Aires (art. 816, Cód. Proc. Nac.; infra, § 1388); y también la
que recoge explícitamente la ley bonaerense n. 8689 de reformas al Código
Procesal de Buenos Aires (art. 3º)(9).
c) En cuanto a los plazos, si éstos son el efecto del acto cumplido con arreglo a
la formalidad estatuida en la ley anterior, su cómputo ha de efectuarse de acuerdo
a lo que se establecía en dicha ley y no en la nueva. El plazo comenzará a
contarse a partir del momento en que la parte respecto de la cual corra, se
encuentre debidamente notificada. Por excepción, el artículo 833 (art. 818, Cód.
Proc. Nac.) establece que "en todos los casos en que este Código otorga plazos
más amplios para la realización de actos procesales, se aplicarán éstos, aun a los
juicios anteriores", y aun cuando hubieran comenzado a correr (favor litigantibus).
Véase infra, § 1390.
El "principio de ejecución" estará dado por el hecho de que el traslado se
hubiere conferido y notificado bajo la vigencia de la ley anterior(10).
d) En los procesos de ejecución ha de estarse, en cuando a las excepciones
oponibles, a la circunstancia de si la citación de remate fue válidamente hecha con
anterioridad o posterioridad a la entrada en vigencia de la ley(11).
e) Si consideramos la prueba, habremos de convenir en que ha de ser
seguramente en este estadio donde se presenten las mayores dificultades. Varios
son los supuestos a contemplar, que analizábamos en la edición anterior.
Decíamos allí que como regla se ha de establecer que las disposiciones
referentes a la forma y oportunidad del ofrecimiento y producción de la prueba que
regían en oportunidad de realizarse los respectivos actos procesales son las que
han de tener aplicación. Que ambos regímenes (arts. 367, Cód. Proc. Nac. y 365,
Cód. Proc. Bs. As.) consagraban la unidad del plazo probatorio; en los juicios en
que hubiere quedado firme el auto de prueba con anterioridad a la fecha de
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entrada en vigencia del nuevo Código, los litigantes deberán cumplimentar las
exigencias del Código anterior para ofrecerla (art. 814, Cód. Proc. Nac. y art. 9º,
dec.-ley 23.398/56). En la provincia de Buenos Aires la reforma introducida por el
artículo 365 es también de fundamental importancia salvo en cuanto a la prueba
testifical (art. 199, Cód. Proc. derogado). El artículo 829 del Código Procesal de
Buenos Aires limitó la aplicación de esa disposición a aquellos juicios que al 1 de
febrero de 1969, el curso del período de prueba no hubiera comenzado.
Véase infra, § 1386.
Con respecto al número de testigos, que los ordenamientos que examinamos
limitan considerablemente, indicábamos que la referencia se instala en dos notas
diferentes en el Código de la Nación, como en el supuesto precedente si hubiere
quedado firme con anterioridad el auto de prueba; en el Código bonaerense, la ley
nueva sólo se actúa para los juicios en los que el curso del período de prueba se
inicie con posterioridad al 1 de febrero de 1969.
Advertíamos que en este sector se deben considerar como estadios distintos y,
por lo tanto, regidas por el principio general, aquellos que se refieren a la
producción de cada medida en particular. La ejecución o práctica de cada una de
las pruebas, importa, por vía de principio, la realización de actos procesales
independientes los unos de los otros. De ahí que aun cuando el auto de apertura
se encontrare firme con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley, ello no
significa que la producción de las distintas medidas se deba regir por la ley
anterior. Por el contrario, será de aplicación la nueva normativa toda vez que en
relación a un medio de prueba en particular su práctica no se hubiere comenzado
a producir y fuere susceptible de "independizarse" de los efectos antecedentes ya
cumplidos en el sentido del artículo 169. En otras palabras, por "principio de
ejecución", con relación a la producción de cada una de las pruebas se ha de
considerar únicamente la circunstancia de haber comenzado ya el cumplimiento de
un acto que constituye el presupuesto inmediato de otro posterior, por lo que sus
implicancias no pueden ser escindidas del antecedente causal.
Así, sosteníamos que las disposiciones de los artículos 364, 368, 384, 402, 410,
432, 456, 463 del Código Procesal de Buenos Aires y sus correlativas del Código
Procesal Nacional, resultaban de aplicación inmediata, aun cuando al 1 de febrero
de 1969, es decir, a la fecha de entrada en vigencia del Código provincial, ya se
encontrara firme el auto de apertura a prueba. Por consiguiente, decíamos que le
era exigible al litigante domiciliado a menos de 300 kilómetros del asiento del
juzgado el deber de concurrir a absolver posiciones ante el juez de la causa (art.
8º, 418, Cód. Proc. Bs. As. y 420, Cód. Proc. Nac.). Todavía corresponde agregar
que la ley joven es igualmente de aplicación en todos los casos en que, al
momento de entrar en vigencia el nuevo Código, no se hubiera efectuado la
citación del absolvente o no se encontrare firme la resolución que dispone su
citación a comparecer ante otro juez delegado. En sentido análogo, se ha
declarado que la obligación de presentar copias con los escritos es una formalidad
procesal que no puede considerarse incluida entre las excepciones que contempla
el artículo 812 del Código Procesal Nacional u 827 del Código Procesal de Buenos
Aires para la vigencia efectiva de sus normas(12).
2º) Tipos procesales nuevos. Decíamos en la edición anterior que a tenor de lo
que prescribe el artículo 830 (art. 815, Cód. Proc. Nac.), las disposiciones de los
artículos 320 y 321 y sus correlativas referentes a los procesos sumario y
sumarísimo, debían aplicarse a las demandas que se promuevan con posterioridad
a la fecha mencionada en el artículo 827. Es otra excepción al principio general.
Véase infra, § 1387.
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reconocer al apelante el plazo más amplio para presentar su escrito (C. Nac. Civ.,
sala D, Rev. Arg. Der. Proc., n. 1, p. 122, R-24).
La circunstancia de que el artículo 821 del Código Procesal haya derogado el
artículo 4º del decreto-ley 4777/63, no es óbice a la aplicación de esta última
norma en el supuesto de que el comportamiento objeto de la sanción se haya
desarrollado durante su vigencia, pues en tal caso se trata de actividades
procesales que han tenido principio de realización r que, como tales se rigen por
las disposiciones aplicables hasta la fecha de entrada en vigor del nuevo Código
(art. 821, Cód. Proc. Nac.) (C. Nac. Com., sala A, Rev. Arg. Der. Proc., n. 2, p. 89,
R-159).
Por último, con relación a los recursos, se ha expresado que conforme al artícu-
lo 812 del Código Procesal Nacional, son aplicables las nuevas disposiciones
procesales, cuando la apelación ha sido concedida al 1 de febrero de 1968 (o al 1
de febrero de 1969, en la prov. de Bs. As.) (C. Nac. Civ., sala C, 22/7/1968, Der.
23-758).
§ 180
II. Excepciones
a) Trámites, diligencias (formas de los actos y plazos) que hayan tenido principio
de ejecución o comenzado su curso: se regirán por las disposiciones anteriores.
1. Tratándose de competencia de los tribunales, si ha mediado radicación.
2. Recursos: si fueron concedidos.
3. Plazos: si habían comenzado a correr, salvo que los del nuevo Código sean
más amplios (art. 818, Cód. Proc. Nac.; art. 833, Cód. Proc. Bs. As.).
4. Prueba: En el orden nacional, si la ofrecida hubiese sido proveída (art. 814),
en la provincia de Buenos Aires, si con anterioridad al 1/2/1969 había comenzado
el período de prueba (art. 829, Cód. Proc. Bs. As.), todo ello en cuanto a la reforma
que significan los arts. 367 y 430, Cód. Proc. Nac. y 365 y 428, Cód. Proc. Bs. As.,
respectivamente.
b) Tipos procesales nuevos: juicios sumario y sumarísimo (art. 830): se aplican
exclusivamente a las demandas promovidas con posterioridad al 1/2/1969.
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§ 181
han de acoger previsiones similares a las que hemos descripto, con relación al
derecho transitorio.
§ 182
A. Pautas básicas
En reiterados pronunciamientos la Corte Suprema Nacional ha declarado que no
hay derecho adquirido a ser juzgado por determinado procedimiento. Las normas
que atañen a éste son de orden público y aplicables a las causas pendientes en
cuanto no afecten actos concluidos ni dejen sin efecto lo actuado conforme a leyes
anteriores (Fallos 200:180; 211:657; 212:334; 215:467; 217:804; 220:30, 353, 719,
727 y 1250; 221:728; 222:206; 223:187; 224:297; 224:390).
De este modo, la facultad de cambiar las leyes procesales es un derecho que
pertenece a la soberanía y no existe derecho adquirido a ser juzgado por un
determinado procedimiento, pues las leyes sobre procedimiento y jurisdicción son
de orden público, lo que resulta compatible con la garantía del art. 18 de la
Constitución Nacional (Corte. Sup., Fallos 320:1878; 321:1865; 330:3565, del
dictamen de la Procuración General, al que remitió la Corte).
Ha señalado, asimismo, que el principio de la irretroactividad de las leyes
establecido por el artículo 3º del Código Civil no constituye una garantía
constitucional (Fallos 214:104; 216:303). El respeto de los derechos adquiridos no
puede llevarse al extremo de consagrar la inalterabilidad absoluta de las
consecuencias jurídicas de un acto futuro y enervar la potestad normativa del
Estado, particularmente cuando recae sobre materias de excepcional significación
dentro de las relaciones económicas (Corte Sup., Der. 2-22).
No es lícita la invocación del respeto a los derechos adquiridos cuando se la
efectúa para consagrar la inalterabilidad absoluta de las consecuencias jurídicas
de un acto futuro (Corte Sup., Fallos 325:11).
La aplicación retroactiva de una ley —en materia civil— no constituye, por sí
misma, cuestión federal alguna, agregando el Alto Tribunal que la excepción
admisible en los supuestos en que la retroactividad acordada vulnere derechos
adquiridos, no rige en materia procesal (Fallos 243:190; 249:538; 249:541;
251:78).
Es que el principio de la irretroactividad de las leyes, en cuanto precepto
constitucional, sólo rige en materia penal, prohibiéndose que las disposiciones
nuevas empeoren las condiciones de los procesados. Es lo que desde muy antigua
data viene sosteniendo la Corte Suprema Nacional (Fallos 10:427; 31:82; 36:177;
108:389; 152:270; 156:48; 161:270; 243:190; 239:172; 247:635).
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En suma, no debe olvidarse que como ocurre en el ámbito del derecho privado
(civil y comercial), el principio según el cual las leyes sólo disponen para lo futuro
(art. 3º, ley 17.711) carece, en lo que atañe a las normas procesales, de jerarquía
constitucional, siendo, por consiguiente, inobjetable su aplicación retroactiva
siempre que no comporte lesión a derechos adquiridos, es decir, definitivamente
incorporados al patrimonio de la persona a la que dichas normas se pretenda
aplicar (Fallos 251:78; 256:537; 302:263 y sus citas).
Así si bien el principio de no retroactividad de las leyes establecidas por el art. 3º
del Código Civil no tiene jerarquía constitucional y por tanto no obliga al legislador,
la facultad de legislar sobre hechos pasados no es ilimitada ya que la ley nueva no
puede modificar o alterar derechos incorporados al patrimonio al amparo de una
legislación anterior sin menoscabar el derecho de propiedad consagrado en el art.
17 de la Constitución Nacional (Corte Sup., Fallos 320:1542).
Advirtiéndose, paralelamente, que la proyección de un nuevo ordenamiento
normativo hacia el pasado no resulta posible si por tal vía se altera el alcance
jurídico de las consecuencias de los actos o hechos realizados en su momento
bajo un determinado régimen legal con grave afectación de los derechos
adquiridos por los recurrentes (Corte Sup., Fallos 330:1026).
No existe afectación de derechos adquiridos cuando la aplicación de la nueva
norma tan sólo afecta los efectos en curso de una relación jurídica, aun nacida
bajo el imperio de la ley antigua; es decir que la ley derogada sólo rige respecto de
los actos o hechos ocurridos durante ese tiempo, y hasta la fecha en que entra en
vigor la nueva ley, lo que descarta la inconstitucionalidad de una norma por su
aplicación inmediata y que, en consecuencia, es necesario en cada caso indagar el
momento o la época en que se cumplió el hecho, acto o relación jurídica que
engendró y sirvió de fundamento a la obligación, ya que esta circunstancia
determinará cuál es la legislación aplicable (Corte Sup., Fallos 327:1205).
Con idéntico criterio, difunde la Casación de Buenos Aires que las leyes de
procedimiento, dictadas durante el curso del proceso, no alteran los actos
cumplidos hasta ese momento, pero, en términos generales y sin perjuicio de
soluciones particulares para casos especiales, se aplican a los actos a cumplirse
en el futuro (Sup. Corte Bs. As., Ac. 26.008, 26/6/1979; Ac. y Sent., 1957, v. 1, p.
88).
§ 183
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SUPUESTOS ESPECIALES
D. Proceso de desalojo
La Corte Suprema Nacional ha resuelto, reiteradamente, por aplicación de los
regímenes de emergencia, que esas normas no pueden desconocer la autoridad
de la cosa juzgada, violando los derechos adquiridos por el locador a
consecuencia de la sentencia. Un criterio distinto contraviene las exigencias de la
seguridad jurídica, que posee jerarquía constitucional. No cabe prescindir de la
cosa juzgada por que ello vulnera la garantía de la propiedad (Fallos 243:465;
250:435; 251:131; véase supra, cap. VII. En el mismo sentido, Sup. Corte Bs. As.,
14/3/1967, entre otros).
En cambio, la ley nueva se aplicará a los procesos que se inicien con
posterioridad a la fecha en que ella entró en vigencia, prescindiendo de la época
en que se concertó el contrato, es decir, en que se constituyó la relación jurídica
invocada como fundamento de la pretensión. Síguese que el principio es que no
existe derecho adquirido alguno a ser juzgado con arreglo a un determinado
procedimiento o por determinados órganos del Poder Judicial (Fallos 181:288;
249:343; y otros). En esta línea de pensamiento, ha juzgado la Suprema Corte de
Buenos Aires, que aunque el juez ante quien se promovió la demanda no fuere
competente, al tiempo de deducírsele, debe seguir entendiendo en el juicio si con
posterioridad y antes de que se desprendiese de los autos si una nueva ley vino a
concederle indudable competencia en el caso (Sup. Corte Bs. As., Ac. y
Sent., 1957-I-180).
Con particular referencia a la especial modalidad atípica del proceso de
desalojo, en lo que hace a la causal de vencimiento de plazo y a las implicancias
del incidente de fijación judicial del nuevo precio, se ha establecido que las
modificaciones introducidas por la ley 16.739 deben actuarse en forma inmediata,
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G. Procesos de ejecución
En los procesos de ejecución rige, respecto a las excepciones oponibles, la ley
vigente al tiempo de la citación para oponerlas (Fallos 231:32).
§ 183 BIS
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Debemos destacar, ahora (a mediados de 2015), que la cuestión de los efectos temporales de la norma procesal cobra inusitada
relevancia.
Es que como lo resaltamos supra § 74, el nuevo ordenamiento (Código Civil y Comercial de la Nación, ley 26.994) contiene multiplicidad de
normas de sustancia formal.
En lo que hace al derecho transitorio, advertimos que el art. 7º del Código Civil y
Comercial de la Nación (ley 26.994) es muy similar al art. 3º del ordenamiento
derogado; el mismo reza: "a partir de su entrada en vigencia, las leyes se aplican a
las consecuencias de las relaciones y situaciones jurídicas existentes. La leyes no
tienen efecto retroactivo, sean o no de orden público, excepto disposición en
contrario. La retroactividad establecida por la ley no puede afectar derechos
amparados por garantías constitucionales. Las nuevas leyes supletorias no son
aplicables a los contratos en curso de ejecución, con excepción de las normas más
favorables al consumidor en las relaciones de consumo".
Así entonces, y ante la equivalencia del nuevo art. 7º respecto del art. 3º del
Código derogado, sabrá el lector capitalizar todo el material anteriormente traído a
colación para utilizarlo, con los pertinentes ajustes, en la solución de los conflictos
intertemporales que pudieran suscitarse ante la vigencia del nuevo ordenamiento.
En particular, y sin agotar el catálogo de situaciones que podrían plantearse,
destacamos que:
— En materia de competencia, el Código Civil y Comercial de la Nación contiene
múltiples normas específicas; su aplicación inmediata a los juicios en trámite
dependerá de que se den, o no, las circunstancias precedentemente aludidas en
cuanto a la radicación de los mismos.
— En materia de astreintes las nuevas disposiciones contenidas en la parte final
del art. 804 serían de aplicación inmediata; con todo, al no haberse modificado los
Códigos procesales (art. 37) los magistrados conservan intactas sus potestades en
este sentido, incluso si se tratara de conminaciones a entes estatales.
— En materia de personería, consideramos que las reglas vinculadas a la
capacidad de ejercicio —y que modifican el estado de cosas existente— serían
también de aplicación inmediata (especialmente arts. 23, 25, 677 a 681).
— En lo que hace a la prueba, la vigencia del nuevo Código generará algunas
situaciones interesantes en materia de derecho transitorio, procesos en trámite y
cuestiones probatorias.
KEMELMAJER DE CARLUCCI, citando a ROUBIER, ha sostenido que las reglas
vinculadas a la administración de la prueba serían de aplicación inmediata, no así
las que se vinculan al derecho de fondo (KEMELMAJER DE CARLUCCI, Aída, La
aplicación del Código Civil y Comercial a las relaciones y situaciones jurídicas
existentes, Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires, 2015, p. 117).
Algunos supuestos que podrían presentarse:
a) Debería ponderarse cómo jugará la aplicación del nuevo art. 711, primer
párrafo, si se estima que el mismo implica una derogación a la limitación de la
admisibilidad de determinados testimonios (art. 427, CPCCN, 425 CPCCBA) en los
procesos de familia. Creemos que la aplicación de la norma ha de ser inmediata, a
todos los procesos en trámite. E, incluso, aunque ya hubiera mediado una decisión
desestimatoria de la oferta testimonial, el principio de amplitud del que nos habla el
art. 710 del mismo cuerpo legal, impondría reverla al entrar en vigencia el nuevo
ordenamiento, en la medida en que —por tal vía— se amplía el caudal probatorio y
se obtienen mayores elementos en procura de la verdad jurídica objetiva.
b) Otro punto interesante es el relativo a la aplicación del reparto de la carga
probatoria contenido en los arts. 710, segundo párrafo (para los procesos de
familia) y 1735 (para los procesos de responsabilidad civil).
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inherentemente procesales sino sustanciales (así, por ej., arts. 544, 744, 2558,
concs., CCyCN) donde la solución a adoptar dependerá de la aplicación del
sistema del art. 7º y de las reglas que del mismo se desprenden para las
cuestiones de fondo.