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6to Domingo del T. O.

Ciclo A, Año Impar (Eclo 15, 15-21; 1Co 2, 6-10; Mt 5, 17-37)

INVOCACION DEL ESPIRITU SANTO

✞ ✞ ✞ Padre, en Tus manos abandono mi vida y todo mi ser, para que me vacíes de todos
los pensamientos, palabras, obras, deseos e imágenes que me separan de Ti.
Calma mi sed y sacia mi hambre, lléname de Ti. Con humildad te entrego mi intención
de consentir tu Presencia y acción en mí, sáname, transfórmame, hazme de nuevo.
Ahora mismo anhelo y te pido a nombre de tu Hijo Jesús que me des al Espíritu Santo;
pues ya dispuesta mi alma, por tu gracia y misericordia; espera la luz que abra mi
mente y mi corazón para escucharte y ahí en mi meditación dejarme encontrar,
sorprender, seducir, tocar, y guiar por Ti.
Dime lo que quieres de mi para hacer Tu voluntad y no la mía. Dame el don de la
contemplación y la gracia para ver, aceptar y perseverar sin apegos, en este camino
hacia la Gloria.

✞ ✞ ✞ Señor Jesús, que tu Espíritu, nos ayude a leer las Sagradas Escrituras en el mismo
modo con el cual Tú la has leído a los discípulos en el camino de Emaús.
Con la luz de la Palabra, escrita en la Biblia, Tú les ayudaste a descubrir la presencia de
Dios en los acontecimientos dolorosos de tu condena y muerte. Así, la cruz, que parecía
ser el final de toda esperanza, apareció para ellos como fuente de vida y resurrección.
Crea en nosotros el silencio para escuchar tu voz en la Creación y en la Escritura, en los
acontecimientos y en las personas, sobre todo en los pobres y en los que sufren.

Tu palabra nos oriente a fin de que también nosotros, como los discípulos de Emaús,
podamos experimentar la fuerza de tu resurrección y testimoniar a los otros que Tú
estás vivo en medio de nosotros como fuente de fraternidad, de justicia y de paz. Te lo
pedimos a Ti, Jesús, Hijo de María, que nos has revelado al Padre y enviado tu Espíritu.
Amén

✞✞✞
Jesús, enséñame a gustar la infinitud del Padre. Háblame, Señor Jesús, acerca del
Padre. Hazme niño para hablarme de él como los padres de la tierra conversan con sus
pequeños; hazme amigo tuyo para hablarme de él como hablabas con Lázaro en la
intimidad de Betania; hazme apóstol de tu palabra para decirme de él lo que
conversabas con Juan; recógeme junto a tu Madre como recogiste junto a ella a los doce
en el Cenáculo..., lleno de esperanza para que el Espíritu que prometiste me hable
todavía de él y me enseñe a hablar de él a mis hermanos con la sencillez de la paloma y
el resplandor de la llama (G. CANOVAI, Suscipe Domine).
“JESÚS: QUE MI VOLUNTAD SEA LO QUE TU ME DICES”
 «Colina de Hattin. Jesús en el Monte, después de las
bienaventuranzas»
 «No penséis que he venido a abolir las enseñanzas de la Ley y los
profetas; no, sino a llevarlas hasta sus últimas consecuencias».
 «Habéis oído: No matar. Yo os digo el que se enfade con su hermano
será llevado a juicio. Habéis oído: No al adulterio. Yo os digo que todo
el que mira con malos deseos a una mujer comete adulterio en su
corazón».
 «Se dijo: El que se separe de su mujer que le dé acta de divorcio. Yo os
digo: el que se casa con una separada comete adulterio. No jurar en
falso: Que vuestra palabra Sea «sí» cuando es Sí, y «No» cuando es
No».

1 RITOS INICIALES
✞ ✞ ✞ Antífona de entrada Cf. Sal 30, 3-4

Sé la roca de mi refugio, oh, Dios, un baluarte donde me salve, Tú que eres mi roca y mi
baluarte; por tu Nombre dirígeme y aliméntame.
Monición de entrada
Hoy la Iglesia entera se reúne en pequeñas asambleas orantes para recibir una palabra
de vida eterna y un alimento para la vida eterna. Es el mismo Señor el que se hace
presente en nuestra reunión, como Palabra y alimento. Palabra que encierra una
sabiduría que no es de este mundo. Alimento celestial que nos da la fuerza de lo alto.
Dejémonos transformar por ambos.

Nos reunimos en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
✞ ✞ ✞ Saludo al altar y pueblo congregado

Misa del Domingo: VI Domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A. 12 de Febrero 2023
La libertad humana. Sir 15, 16-21·Sal 118; l Cor 2,6-10; Mt 5 17-37
Sirácide hace una de las afirmaciones más claras en el Antiguo Testamento sobre la
libertad humana. En contraste con algunos pensadores de su contexto cultural
helenístico, quienes proponían un fatalismo que negaba dicha libertad, Sirácide presenta
a Dios ofreciendo al ser humano alternativas y reconociendo que "tú extenderás la mano
a lo que quieras" (v. 16). Es una libertad que debe guiarse por el Espíritu, como sugiere
Pablo en la segunda lectura, porque el Espíritu "escudriña lo más profundo de Dios" (v.
10) y le ofrece la ayuda de la sabiduría divina. Es una libertad demostrada por Jesús en
el Evangelio respecto a una cuestión de gran importancia en la comunidad de Mateo, a
saber, la vigencia de la Ley de Moisés. En vez de escoger las alternativas típicas -seguir
la Ley o rechazarla Jesús opta por profundizarla.
• «Dichoso el que camina en la ley del Señor». Esta respuesta del salmo responsorial
centra en gran parte la liturgia de este domingo en la que se nos llama a vivir de
acuerdo con los mandamientos de la ley de Dios, que se nos proponen para que los
cumplamos haciendo buen uso de nuestra libertad (1 lect.). En el Evangelio Cristo nos
presenta estos mandamientos para vivirlos en una línea de profundidad interior y de
generosidad: «Habéis oído que se dijo a los antiguos (...) pero yo os digo». Esta es la
nueva sabiduría en la que nos ayuda a penetrar el Espíritu de Dios (2 lect.).
Una reflexión para nuestro tiempo.- Frecuentemente concebimos la libertad humana
bajo la influencia del capitalismo. En este sistema económico, el comportamiento de los
consumadores es entendido como el ejemplo primordial de la libertad, que se concibe
como si fuera la capacidad neutra de escoger entre varias opciones igualmente
aceptables, por ejemplo, entre diferentes marcas de café instantáneo. Pero ésta es una
denigración de uno de los dones más grandes de Dios. Para la fe cristiana, la libertad no
es una capacidad neutra, es más bien nuestra atracción hacia Dios, el Bien supremo, y
nuestro rechazo del mal. Se ejerce cuando, con la fuerza del Espíritu y otros auxilios
divinos, se escoge el bien. En contraste, la libertad no se ejerce, sino que se deforma
cuando elegimos el mal. En vez de igualarse al frío comportamiento de consumadores, la
libertad humana es más bien una forma de amor.
• El Hijo de Dios proclama que nunca fue sí o no; Por eso a través de Cristo es como
decimos Sí a Dios. Que el Espíritu de Jesús esté siempre con nosotros.
• La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo esté
siempre con nosotros.

✞ ✞ ✞ Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

• Ayúdame, Jesús, a despertar de mi siesta espiritual. Concédeme la gracia de la oración


para inflamar mi corazón de amor por Ti
✞ ✞ ✞ Introducción por el Celebrante.

A. Más allá de la Ley


Leyes, ordenamientos, mandamientos, ¿a quién le gustan? ¿No acaban con nuestra
libertad? Más aún cuando la palabra de Dios nos dice: “haz tu elección entre la vida y la
muerte. Vemos cómo Jesús, repetidamente, elige libremente, como en su bautismos, en
las tentaciones, durante su agonía en el Monte de los Olivos. Elige a Dios, elige su
misión, para eso es su vida. Él vive en nosotros; en nosotros y con él nos invita a elegir
la vida y el amor y a seguirle más allá de los mandamientos. De esta manera seremos
realmente libres.
B. Jesús mismo es nuestra Ley
Para muchos cristianos la fe es una serie de mandamientos que hay que obedecer y
practicar para ser fieles. Hoy, el mensaje de Jesús es: nuestra es muchos más que
reglas y normas impuestas desde fuera. Nuestra fe está dentro de nosotros, en nuestros
corazones, y esa fe nos dice qué hacer; el Espíritu nos inspira. Pero recuerda que no
podemos hacer nada sin Jesús. Él es nuestro modelo y nuestra fuerza y estamos unidos
a Él. Le pedimos que en esta eucaristía nos ayude a ver y hacer lo que es correcto.

✞ ✞ ✞ Acto penitencial

Si cuando está llevando tu oferta ante el altar recuerdas que tu vecino tiene algo contra
ti. Vete y reconcíliate primero con tu vecino y entonces vuelve y presenta tu ofrenda.
(Paisa)
Señor Jesús, quieres que respondamos al amor de Dios no sólo a la pura letra de la ley
sino con todo nuestro corazón. Señor, ten piedad
R/Señor, ten piedad
Jesucristo, Tú has hecho del amor el fundamento de todos los mandamientos: Cristo,
ten piedad
R/ Cristo, ten piedad
Señor, Jesús, toda tu vida fue un Si al Padre y a la gente. Haz que nuestro Sí esté unido
al Tuyo. Señor, ten piedad.
R/ Señor, ten piedad
• Señor Jesús, Tú que eres el eterno presente, el hoy, el ahora, y que nos llamas a la
Eucaristía dominical, tiempo de renovación perpetua. Tu que no eres historia, sino, Pan
Vivo bajado del Cielo. Acéptanos indignos, pero prosternados humildemente, y
perdónanos por no aceptar tu cuerpo, tu sangre, tu alma y tu divinidad en muchas de
las misas en las que nos congregamos. O por recibirte aún sin haber perdonado a
nuestros hermanos. O comerte y beberte consciente de que no hemos tenido una
verdadera contrición en nuestro propio corazón, una confesión sincera. ! Dios Padre! en
el nombre de tu Hijo amado, instrúyenos y concédenos por tu infinita gracia Aceptar a
Cristo como nuestro Señor y Salvador, nuestro alimento que da Vida; para morir con Él,
caminar por Él y gozar en Él. Amén.
Señor, perdona nuestros pecados y enséñanos a servirte a Ti y a la gente desde lo
profundo de nuestros corazones. R/ Amen

✞ ✞ ✞ Gloria a Dios.

Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu
inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos
gracias. Señor Dios, rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único,
Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre. Tú que quitas el pecado del
mundo, ten piedad de nosotros; Tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra
súplica. Tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros. Porque
solo Tú eres Santo, solo Tú Señor, solo Tú Altísimo, Jesucristo. Con el Espíritu Santo, en
la gloria de Dios Padre.

✞ ✞ ✞ Oración Colecta:

Oh, Dios, que prometiste permanecer en los rectos y sencillos de corazón, concédenos,
por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes habitar en nosotros. Por nuestro Señor
Jesucristo.
Pidamos para que compartamos en la bondad y fidelidad de Jesús. (Pausa)
Señor Dios, Padre amoroso, En tu Hijo Jesús nos has enseñado cómo deberíamos buscar
y cumplir tu amorosa voluntad. Disponnos a responder a tu amor desde lo profundo de
nuestro corazón, y siendo fieles a Ti en todo lo que hacemos. Haznos respetuosos con
los otros y atentos a las necesidades de la gente, incluso cuando permanecen
indiferentes o sin agradecimiento de manera que ayudemos a expulsar el mal de este
mundo y traer tu amor y misericordia. Te lo pedimos por Jesucristo Nuestro Señor.

2 LITURGIA DE LA PALABRA
✞ ✞ ✞ Primera lectura: Eclesiástico 15, 15-21

Elige entre la Vida y la Muerte. El profeta nos dice hoy: Dios estará cerca de ti
y te iluminará con su luz si estás cerca de los necesitados.
15 Si quieres, guardarás los mandamientos; de ti depende el permanecer fiel.
16 Fuego y agua he puesto ante ti, alarga tu mano a lo que quieras.
17 Ante el hombre están vida y muerte; lo que él quiera se le dará.
18 Porque grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo.
19 Sus ojos miran a los que lo temen, Él conoce las acciones de los hombres.
20 A ninguno obligo a ser impío, a ninguno ha dado permiso para pecar.
PALABRA DE DIOS. R/TE ALABAMOS, SEÑOR
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• El autor escribe en Jerusalén alrededor del año 180 a. de C. Se siente heredero de la
fecunda tradición teológica sapiencial y quiere ofrecer, como testigo, una actualización
de la nueva y compleja situación. Su enseñanza sobre la sabiduría, sobre Dios y sobre el
mundo hunde sus raíces en los surcos de la tradición patriarcal; el profeta se autodefine
como un «rebuscador tras los vendimiadores» (33,16) y al mismo tiempo, se presenta
como un <<conservador iluminado», abierto al desafío que suponen los influjos
procedentes de los nuevos escenarios culturales de estilo helenístico. El presente texto
pertenece a la primera colección del libro, los cc. 1-23. Los vv. 11 y 12 del c. 15 recogen
dos críticas que Ben Sira utiliza para introducir su reflexión sobre la libertad del hombre:
«No digas: "El Señor me incitó a pecar”»; «no digas: “el Señor me ha extraviado"». La
fuerza del mensaje del texto propuesto hoy por la liturgia de la Palabra gira en torno al
tema de los dos caminos, el del pecado y el de la muerte, formulado en Dt 3o,15-2o; Jr
21,8 y, en ámbito sapiencial, Prov 2,8-9,12-2o. Según este sabio maestro, Dios no
puede ser el origen del pecado, puesto que «Él no hace lo que detesta» (v. 11, ni quiere
violentar la libertad del hombre. Solo desde la libertad es como el creyente puede
afianzar su fidelidad a la Ley. Dios manifiesta su omnipotencia y su profunda sabiduría
sin coaccionar la elección que el hombre realiza responsablemente.
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Ver reflexión Evangelio.


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Se desarrolla aquí el tema de la libertad personal para elegir entre el bien ye! mal, la
vida o la muerte. El pecado, así como los antivalores existentes en el mundo, no son
obra de Dios ni corresponden a su designio sobre el mundo. De ahíla invitación aguardar
sus mandatos y cumplir su voluntad.

✞ ✞ ✞ Salmo

Sal 118,1-2.4-5.17-18.33-34
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
V/. Dichoso el que, con vida intachable, camina en la voluntad del Señor; dichoso el que,
guardando sus preceptos, lo busca de todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
V/. Tú promulgas tus mandatos para que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi
camino, para cumplir tus decretos.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
V/. Haz bien a tu siervo: viviré y cumpliré tus palabras; ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu ley.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.
V/. Muéstrame, Señor, el camino de tus decretos, y lo seguiré puntualmente; enséñame
a cumplir tu ley y a guardarla de todo corazón.
R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor.

✞ ✞ ✞ Segunda lectura: 1 Corintios 2, 6-10

Si amamos a Dios, respondemos a sus deseos. Con la ayuda del Espíritu,


llevamos a adelante si plan; Él nos conducirá a la felicidad.
Hermanos:
6 También nosotros tenemos una sabiduría para adultos en la fe, aunque no es una
sabiduría de este mundo, ni de los poderes que gobiernan este mundo y estén abocados
a la destrucción.
7 De lo que hablamos es de una sabiduría divina, misteriosa, escondida; una sabiduría
que Dios destino para nuestra gloria antes de los siglos
8 y que ninguno de los poderosos de este mundo ha conocido, pues, de haberla
conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria.
9 A nosotros, en cambio, como dice la Escritura: lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni al
hombre se le ocurrió pensar que Dios podía tenerlo preparado para los que lo aman,
10 eso es lo que nos ha revelado Dios por medio de su Espíritu. El Espíritu, en efecto, lo
escudriña todo, incluso las profundidades de Dios.
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El segundo capítulo de la primera Carta a los Corintios presenta una reflexión sobre el
tema de la sabiduría articulada en dos panes, ofreciendo antitéticamente un cuadro
doctrinal unitario, Si en la primera sección (vv 1-5) Pablo hablaba de la necedad de la
cruz oponiéndola a la sabiduría autosuficiente del hombre, en la segunda (vv 6-16) traza
los rasgos que caracterizan la verdadera sabiduría cristiana, ya sea por los destinatarios
que están en actitud de acogerla o por el contenido específico que encierra. Así, Pablo
habla de cristianos «perfectos», «adultos en la fe» (cf 14,2o; Flp 3,15; Col 1,28), a
quienes Dios les ha manifestado una sabiduría «misteriosa», «escondida» y eterna,
como Dios que es, destinada «para nuestra gloria antes de los siglos» y distinta de la
sabiduría «de este mundo», descrita por Pablo en un lenguaje de carácter apocalíptico
(v. 7ss).
Por este motivo, frente a aquellos corintios que se tenían por «Espirituales» porque
poseían una gnosis o conocimiento superior los creyentes que han recibido el anuncio
del apóstol no tienen que considerarse inferiores. Al revés, gozan de un don inmenso y
gratuito: haber conocido en Cristo el plan de Dios para la salvación del mundo. Y quien
anuncia esta sabiduría a los «adultos en la fe» no entrega un don obtenido por méritos
propios, sino que hace partícipe a otros de cuanto le ha sido revelado «por medio del
Espíritu» (v. 1o), lo que Dios «tenía preparado para los que lo aman» (v. 9). La puerta
de acceso que conduce a las «profundidades de Dios» (v. 1o) no es un conocimiento—
gnosis fundado en presuntas capacidades humanas, sino en el amor
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Para acercarse al misterio de Dios y describir de alguna forma lo que significa esa
experiencia, Pablo recurre al profeta Isaías: ningún ojo vio, ni oído oyó, ni mente
humana concibió” (Is 64, 3) a lo que él agrega: “lo que Dios preparó para quienes lo
aman’ Así deja de manifiesto a un Dios que sigue saliendo al encuentro del hombre.

✞ ✞ ✞ Aleluya:

Aleluya Cf. Mt 11, 25


R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Bendito seas, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los misterios
del reino a los pequeños.
R. Aleluya, aleluya, aleluya.

✞ ✞ ✞ “Padre, dame tu bendición”: “El Señor esté en tu corazón y en tus labios, para que anuncies
dignamente su Evangelio en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”

✞ ✞ ✞ Lectura del Santo Evangelio según: Mateo 5, 17-37

Jesús nos invita a ir más allá de los mandamientos para buscar la voluntad de
Dios y el bien de los demás. Han oído lo que se dijo a los antiguos; pero yo les
digo ...
17 No penséis que he venido a abolir las enseñanzas de la Ley y los profetas; no he
venido a abolirlas, sino a llevarlas hasta sus últimas consecuencias.
18 Porque os aseguro que, mientras duren el cielo y la tierra, la más pequeña letra de la
Ley estará vigente hasta que todo se cumpla.
19 Por eso, el que descuide uno de estos mandamientos más pequeños y enseñe a hacer
lo mismo a los demás será el más pequeño en el Reino de los Cielos. Pero el que los
cumpla y enseñe será grande en el Reino de los Cielos.
20 Os digo que, si no sois mejores que los maestros de la Ley y los fariseos, no entraréis
en el Reino de los Cielos.
21 Habéis oído que se dijo a nuestros antepasados: No matarás, y el que mate será
llevado a juicio.
22 Pero yo os digo que todo el que se enfade con su hermano será llevado a juicio; el
que le llame estúpido será llevado a juicio ante el sanedrín, y el que le llame impío será
condenado al fuego eterno.
23 Así pues, si en el momento de llevar tú ofrenda al altar recuerdas que tu hermano
tiene algo contra ti,
24 deja allí tu ofrenda delante del altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano;
luego vuelve y presenta tu ofrenda.
25 Trata de ponerte a buenas con tu adversario mientras vas de camino con él, no sea
que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.
26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
27 Habéis oído que se dijo: No cometerás adulterio.
28 Pero yo os digo que todo el que mira con malos deseos a una mujer ya ha cometido
adulterio con ella en su corazón.
29 Por tanto, si tu ojo derecho es ocasión de pecado para ti, arráncatelo y arrójalo lejos
de ti; te conviene más perder uno de tus miembros que ser echado todo entero al fuego
eterno.
30 Y si tu mano derecha es ocasión de pecado para ti, córtatela y arrójala lejos de ti; te
conviene más perder uno de tus miembros que ser arrojado todo entero al fuego eterno.
31 También se dijo: El que se separe de su mujer que le dé un acta de divorcio.
32 Pero yo os digo que todo el que se separa de su mujer salvo en caso de unión
ilegitima, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una separada comete
adulterio.
33 También habéis oído que se dijo a nuestros antepasados «No jurarás en falso, sino
que cumplirás lo que prometiste al Señor con juramento»
34 Pero yo os digo que no juréis en modo alguno; ni por el cielo, que es el trono de
Dios;
35 ni por la tierra, que es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del
gran rey
36 Ni siquiera jures por tu cabeza, porque ni un cabello puedes volver blanco o negro.
37 Que vuestra palabra Sea «sí» cuando es Sí, y «No» cuando es No. Lo que pasa de ahí
viene del maligno.
PALABRA DEL SEÑOR. R/ GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS.

✞ ✞ ✞ “Que por el Evangelio sean perdonados nuestros pecados veniales”

Reflexión por Ignacio Blanco


El amor es la esencia de la moral. El Señor Jesús nos dice en el Evangelio que ha
venido a dar pleno cumplimiento a la Ley y a los Profetas. Vienen luego una serie de
contraposiciones entre lo que decía la Ley —«Han oído ustedes que se dijo a los
antiguos…»— y la enseñanza que ahora Él imparte, a la cual antepone unas palabras
impactantes: «Yo les digo». Las personas que acompañaban a Jesús y escucharon
pronunciar estas palabras como parte del llamado “Sermón de la montaña” deben haber
experimentado una tremenda conmoción. Con ello, este hombre que sus ojos veían y
sus oídos escuchaban reclamaba para sí la autoridad de Dios, fuente de la Ley dada a
Moisés y de las enseñanzas de los profetas. Como nos enseña el Catecismo, «la misma
Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en Él
se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (ver Mt 5,1). Esa palabra no
revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación
definitiva» (n. 581).
¿En qué consiste ese “pleno cumplimiento”, esa “interpretación definitiva” que Jesús
hace? Cristo nos enseña que la integridad de la Ley —hasta la última letra o tilde— es
importante y fue dada para su cumplimiento. También nos enseña que esa Ley fue poco
a poco desprovista de su “corazón”, centrándose la atención en los aspectos más
externos de su cumplimento. Expresión acabada de ese desplazamiento eran los
fariseos, a quienes el Señor denuncia en diversos momentos de su predicación por su
hipocresía y por haberse quedado en una observancia meramente formal y externa de la
Ley de Dios. La novedad absoluta y definitiva del Evangelio de Cristo es, precisamente,
revelarnos el corazón mismo de la Ley de Dios, aquello que le da el sentido definitivo
hasta la última letra y tilde de la Palabra divina.
El Señor Jesús nos revela que Dios es amor y que todo lo que hace por nosotros tiene
como motivo y fin el amor que nos tiene. Nos creó por amor, nos invitó a participar del
amor y, a pesar del rechazo del hombre, nos ofreció un camino de preparación para el
acto de amor más inimaginable: su propia Encarnación, la venida al mundo de su propio
Hijo en el seno de María. Con su vida, hechos y palabras, Jesús nos enseña que el
corazón de la Ley y los Profetas es el amor, y que Él ha venido a darles plenitud no sólo
con su predicación sino con su propia vida entregada por amor en el sacrificio de la Cruz.
Todo, hasta la última tilde y letra, encuentra en Jesús su cumplimiento y su plenitud.
Todo lo que Él nos enseña está informado de amor y nos conduce a vivir el amor.
Jesús nos enseña también que el amor de Dios no tiene límites y que nuestro corazón es
capaz de vivir ese amor. No sólo es capaz de ello sino que es lo que anhelamos con todo
nuestro ser. Y porque el amor no tiene límites y es lo que le da sentido a nuestra vida,
entonces los preceptos que Jesús nos invita a vivir no se quedan en un cumplimiento
formal o exterior sino que van a la raíz del corazón. Así, por ejemplo, nos dice Jesús: Se
les dijo: no matarás, y el que mate será procesado; Yo les digo: Todo el que esté
peleado con su hermano será procesado. Se les dijo: no cometas adulterio; Yo les digo:
El que mira a una mujer y la desea, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. El
cumplimiento de la “norma moral” no desaparece sino que es plenificado por Cristo
quien nos muestra su auténtico sentido y necesidad.
Para el discípulo de Jesús, cumplir los mandamientos no es una imposición necesaria de
observar para no recibir un castigo. Es más bien una manifestación de la vivencia del
amor. A veces concebimos la moral como un conjunto de reglas anacrónicas que poco o
nada tienen que ver con la “vida real” y se nos presenta más bien como una imposición
innecesaria. Si hemos llegado a ese punto tal vez sea porque hemos perdido de vista lo
más importante: el amor. Porque amo a Dios y es verdaderamente el centro de mi vida,
estoy dispuesto a hacer lo que Él me dice, aunque me cueste. Porque quiero ser amigo
de Jesús y su amistad es lo más valioso e importante para mí, y porque lo amo y creo
en Él y en lo que me dice, entonces estoy dispuesto a acoger sus enseñanzas y hacerlas
vida. Entonces se genera un “círculo virtuoso” pues el amor nos permite comprender
que los mandamientos y las enseñanzas de Jesús, lejos de ser normas frías y limitantes,
nos señalan el buen camino y tienen como corazón y esencia al amor. Eso es lo que
Jesús, que ha bajado del Cielo, nos enseña para que podamos subir con Él al Cielo.
Cumplir toda la Ley
Dijo Jesús: “yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano será reo de juicio, el
que le dijere «raca» será reo ante el sanedrín, y el que le dijere «loco» será reo de la
gehenna de fuego.” Repasemos estas palabras de Jesús, que están en el evangelio de
hoy.
Amigo, no te enfades con nadie, y no critiques a nadie, no le insultes y reza por él, y si
algo malo ves que hace, díselo, y si se enfada contigo, pide perdón y aléjate de él,
porque el amigo que se enfada mucho, puede volverse un enemigo. Y no quiero que
peque él, ni que peques tú, quiero que ambos seáis santos, como santo es Dios, al que
todos debéis imitar, haciendo el bien y teniendo paciencia y misericordia con el que hace
mal. Muchas cosas las soluciona Dios con el paso del tiempo. Deja que el tiempo pase, y
no mires la paja que hay en el ojo de tu hermano, piensa que él tiene unas debilidades y
tú otras, pero que ambos debéis mejorar; y buscando la santidad, perdonaos; perdonar
y no juzgar, eso sí, siempre apartarse del mal y de toda ocasión de pecar.
Dios quiere tu santidad.
P. Jesús
«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas»
Pe. Givanildo dos SANTOS Ferreira
Hoy, Jesús nos dice «No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento» (Mt 5,17). ¿Qué es
la Ley? ¿Qué son los Profetas? Por Ley y Profetas, se entienden dos conjuntos diferentes
de libros del Antiguo Testamento. La Ley se refiere a los escritos atribuidos a Moisés; los
Profetas, como el propio nombre lo indica, son los escritos de los profetas y los libros
sapienciales.
En el Evangelio de hoy, Jesús hace referencia a aquello que consideramos el resumen
del código moral del Antiguo Testamento: los mandamientos de la Ley de Dios. Según el
pensamiento de Jesús, la Ley no consiste en principios meramente externos. No. La Ley
no es una imposición venida de fuera. Todo lo contrario. En verdad, la Ley de Dios
corresponde al ideal de perfección que está radicado en el corazón de cada hombre. Esta
es la razón por la cual el cumplidor de los mandamientos no solamente se siente
realizado en sus aspiraciones humanas, sino también alcanza la perfección del
cristianismo, o, en las palabras de Jesús, alcanza la perfección del reino de Dios: «El que
los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos» (Mt 5,19).
«Pues yo os digo» (Mt 5,22). El cumplimiento de la ley no se resume en la letra, visto
que “la letra mata, pero el espíritu vivifica” (2Cor 3,6). Es en este sentido que Jesús
empeña su autoridad para interpretar la Ley según su espíritu más auténtico. En la
interpretación de Jesús, la Ley es ampliada hasta las últimas consecuencias: el respeto
por la vida está unido a la erradicación del odio, de la venganza y de la ofensa; la
castidad del cuerpo pasa por la fidelidad y por la indisolubilidad, la verdad de la palabra
dada pasa por el respeto a los pactos. Al cumplir la Ley, Jesús «manifiesta con plenitud
el hombre al propio hombre, y a la vez le muestra con claridad su altísima vocación»
(Concilio Vaticano II).
El ejemplo de Jesús nos invita a aquella perfección de la vida cristiana que realiza en
acciones lo que se predica con palabras.
Pensamientos para el Evangelio de hoy
«Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión: Dios quiere ser pacificado
con oraciones de paz. La obligación más bella para Dios es nuestra paz, nuestra
concordia» (San Cipriano)
«Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un
acto evangelizador» (Francisco)
«‘Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor’ (Rm 13,8). La comunión de la
Santísima Trinidad es la fuente y el criterio de verdad en toda relación (…)» (Catecismo
de la Iglesia Católica, nº 2.845)

1 Contexto. La palabra se ilumina.


www.sanJeronimo.Brown,Fitzmyer,Murphy

La ética nueva: Sus principios legales básicos y seis hipertésis. La ley y el


evangelio (5,17-48).
En el encuentro inicial del evangelio con el judaísmo, así como en aquellas iglesias
primitivas cuyos miembros procedían total o casi enteramente del ámbito judío, la
actitud de Jesús y de la Iglesia con respecto a la Ley era una cuestión acuciante. La Ley
ostentaba una santidad y un valor salvífico en el judaísmo farisaico que no reflejan
exactamente el puesto que correspondía a la Ley en el Israel preexílico. Se pensaba que
la Ley era el compendio de toda sabiduría humana y divina, la revelación de Dios mismo,
una guía completa y segura de conducta, dotada de una capacidad sacramental para
asegurar unas buenas relaciones con Dios. Jesús no podía aceptar, y no aceptó de
hecho, esta valoración de la Ley; para muchos judíos, la Ley constituía la revelación
definitiva de Dios.
La actitud de los libros del NT con respecto a la Ley no es homogénea. Esto no quiere
decir que sea inconsecuente, sino simplemente que refleja el desarrollo de la manera de
entender la ley judía y sus relaciones con el evangelio por parte de los cristianos. En las
epístolas de Pablo se pueden seguir los difíciles pasos de este desarrollo. Se podría
detectar cierta ambigüedad superficial si se adopta una actitud capciosa, incluso en
5,17-20, y mucho más fácilmente en todo el sermón de la montaña. Pero afirmar que
existe ambigüedad es tanto como ignorar la sutileza y complejidad del problema, así
como las circunstancias históricas en que Jesús proclamó el evangelio. Esta perícopa
introductoria denota un esfuerzo de Mateo por determinar la posición de Jesús con
respecto a la ley en general. Hay que leerla teniendo como trasfondo mental todo el
resto de este evangelio.
La posición que adoptamos aquí es la siguiente:
(a) Dentro del NT hay contradicciones en asuntos no importantes; esto no es
necesariamente una desventaja, puesto que ensancharía la tolerancia cristiana hacia la
variedad dentro de la Iglesia y ayudaría al ecumenismo (cf. E. Kasemann, «The Canon of
The New Testament and the Unity of the Churchn, ENTT 95-107; H. Küng, «The Canon
of the New Testament as an Ecumenical Problema, The Council in Action [Nueva York
19641). (b) Desde una perspectiva histórica, Mateo (y Santiago) se inclinaron a favor
del lado judeocristiano en la polémica de la Iglesia primitiva, aunque Mateo está
claramente abierto a la misión gentil (28,18-20). Más aún, Mateo nunca menciona la
circuncisión, el problema que más dividía a Pablo y Santiago, aunque la presuponga
como deseable, pero no absolutamente necesaria. Además, Mt 5,21-48 no discute los
preceptos rituales de forma detallada, sino que se centra en los aspectos éticos.
Existen dos estrategias exegéticas comunes para evitar el sentido corriente de las
palabras: (a) reinterpretarlas, especialmente mediante el v. 18d; pero cf. 23,23; (b)
negar su autenticidad. Este último enfoque tiene mucho de cierto. Excepto el v. 18, los
demás versículos son probablemente pospascuales y reflejan la perspectiva del
cristianismo judío, que, en cuanto movimiento independiente, fue vencido por el
paulinismo y finalmente desapareció (quizá para renacer de forma diferente como Islam;
cf. H.-J. Schoeps, Jewish Christianity [Filadelfia 19691; J. Daniélou, The Theology of
Jewish Christianity [Londres 19641). Pero negar la autenticidad de los w. 17, 19 y 20 no
significa que Jesús tuviera la misma opinión que Pablo. La ley en Mateo. Jesús,
probablemente, no rompió en principio con la Torá, sino solamente con la halaká farisea.
Sin embargo, era un espíritu libre que afrontaba y resolvía directamente las situaciones
de la vida mediante sus curaciones y parábolas sin preocuparse de citar esmeradamente
los textos bíblicos en los que se fundamentaba. Mateo se mantiene en la misma línea de
fidelidad básica a la Torá, pero centrándose en los valores más importantes (23,23) y
con una preocupación legal para dar un fundamento textual a las innovaciones. Pablo
prefiere más una ética de valores como la fe, la esperanza, el amor y la actuación según
el Espíritu, que una ética legal, pero cita el decálogo como un texto que era aplicable a
los cristianos (Rom 13,8- 1 O), aunque, según su evangelio, las leyes rituales no
obligaban a los gentiles convertidos.
En lo que respecta a los nuevos cristianos, Pablo ganó la batalla y lo siguieron. Pero
Mateo, ejerciendo un poderoso influjo sobre la vida de la Iglesia, ha actuado como una
fuerza moderadora sobre el paulinismo radical, que puede fácilmente degenerar en
libertinaje y anomia. Tanto Mateo como Pablo apreciaban el decálogo y lo concentraron
en el mandamiento del amor.
La justicia superior (5,17-20). Estos versículos presentan los principios legales básicos
del discurso. Son los más polémicos de todo el evangelio, y no se ha logrado un
consenso sobre su interpretación. El intérprete debe intentar establecer el problema con
claridad y ofrecer un juicio histórico honesto, incluso a costa de la pulcritud teológica. El
problema surge porque el sentido corriente de las palabras indica que Jesús afirma la
validez permanente de la Torá; pero esto entra en contradicción con las tesis de Pablo
(p.ej., Gá1 2,1516; Rom 3,2 1-3 1). Además, ninguna Iglesia cristiana importante exige
el cumplimiento de los seiscientos trece preceptos de la ley ética y ritual del AT, sino
solamente los mandamientos éticos tales como el decálogo y los mandamientos de amar
a Dios y al prójimo. Así pues, existe un desajuste entre esta enseñanza y la enseñanza y
la práctica de las Iglesias.
17. no penséis: Esta frase introductoria supone que existe una perspectiva errónea que
debe corregirse.
La ley y los profetas: Una fórmula frecuente en Mateo (7,12; 11,13; 23,40) que se
refiere a toda la revelación de Dios en el AT.
Abolir... cumplir: Este contraste muestra que la actitud básica de Jesús hacia la herencia
judía era fundamentalmente positiva y benévola, aunque incluyera una crítica de
algunos desarrollos que juzgaba perjudiciales (cf. caps. 15 y 23) y el comienzo de una
nueva era. En el trasfondo hay un par de expresiones rabínicas, qwm y btl. Qwm
significa «confirmar» o afirmar » la ley fundamentándola en una buena exégesis (cf.
Rom 3,31); btl significa «vaciar, abolir, suspender, olvidar o cancelar» una ley. Pero, en
su expresión, Mateo cambia «afirmar» por, «cumplir», que va más allá de la pura
discusión legal y la sitúa en una perspectiva cristológica más amplia.
No vine a abolir: No era misión de Jesús anular (abatir, como una tienda de campaña) la
Ley y los Profetas; estos términos designan frecuentemente la colección entera de los
libros del AT, y en este sentido se usan aquí. Su misión es darles «plenitud», dar
plenitud: Este término no puede referirse a una simple observancia literal: los seis
ejemplos siguientes niegan semejante interpretación simplista. «Dar plenitud» significa
llevar la Ley a su perfección, darle por fin aquello que, según creencia de los fariseos, ya
poseía. Jesús afirma indirectamente que la Ley es imperfecta, que no está acabada; él la
perfeccionará y completará. En el mesianismo popular, el Mesías tenía cierta relación
con la Ley, pero esa relación no consistía precisamente en conferir a ésta su perfección.
Jesús afirma la vigencia permanente, eterna incluso, de la Ley tal como la hallamos
afirmada en los escritos rabínicos; pero la Ley que permanece siempre no es la Ley de
Moisés con sus doctrinas orales explanatorias, sino la Ley acabada y perfecta.
18. hasta que pasen el cielo y la tierra: Es el versículo fundamental de la unidad
porque está enraizado en una palabra de Jesús (Q: Lc 16,17). Asegura la permanencia
de la ley mientras dure el universo físico. Mateo presenta el dicho con una solemne
introducción («Amén...») y enmarca su parte central («ni una yod») con dos oraciones
temporales en estricto paralelismo (hasta... hasta), que se refieren exactamente a lo
mismo, es decir, al fin del mundo. Cuando los comentadores encuentran inaceptable
este sentido, interpretan la segunda proposición como una referencia a la crucifixión de
Jesús, pero no hay base para esta propuesta; cf. 24,34s. El significado del versículo es
doble: (1) La totalidad del AT tiene valor religioso para los seguidores de Jesús y se
debería continuar su conservación, oración, estudio y predicación en el movimiento que
él inició. (2) Las prescripciones de la ley vinculan a los inmediatos (judeopalestinenses)
seguidores de Jesús; cf. 1s 40,8.
Yod o tilde: Yod se refiere a la letra yod, la más pequeña del alefato hebreo; la tilde es
una sutil línea que se traza sobre una letra hebrea para distinguirla de otra con una
forma similar.
De veras: Jesús utiliza en esta afirmación el término aseverativo amén, tan frecuente en
los evangelios. Este uso del término no tiene paralelos. Habitualmente expresa que se
está de acuerdo con una afirmación o un deseo, especialmente si se trata de una
plegaria; Jesús lo utiliza como partícula asertiva en relación con sus propias palabras,
jota: La consonante hebrea yod, la más pequeña de las 22 consonantes de la escritura
hebrea tardía o cuadrada, tilde: Lit., «cuernecillo»; no está tan claro lo que significa,
pero probablemente designa el «cuernecillo» decorativo que se añade a muchas
consonantes hebreas en la escritura cuadrada, hasta que ocurra todo: Expresión
deliberadamente oscura; la Ley no pasará hasta que haya sido completada y
perfeccionada por la obra mesiánica de Jesús.
19. quien descuide: Este versículo procede de la polémica judeocristiana contra los
cristianos helenistas, particularmente Pablo y sus seguidores. Enseña que incluso los
aspectos más irrelevantes de la ley tienen su importancia (cf. m'Abot 2, l; 3,18; 4,21;
Mt 23,23). Pero este versículo tiene cuidado en no excluir a los laxistas del reino;
simplemente se les llama «más pequeños». Esto refleja un modo de confrontación
delicado y ecuménico: presenta tu opinión pero no condenes a tu oponente.
Hacer y enseñar: Este orden característico refleja el horror que sentía Mateo ante la
hipocresía, es decir, a enseñar una cosa y hacer otra. Posteriormente, Jesús otorgará a
los dirigentes de la Iglesia la autoridad para atar y desatar (16,9; 18,18).
Jesús acepta la distinción rabínica entre mandamientos «pesados» y «ligeros»; los
rabinos enumeraban 613 preceptos en el Pentateuco y los clasificaban de acuerdo con su
importancia. Las palabras de alabanza o condenación se relacionan con los términos
«grande» y «pequeño». Tampoco esta vez se trata de un programa de observancia
literal farisaica; de hecho, es muy probable que se aluda a los fariseos al hablar de los
que enseñan y practican la no observancia; cf. 15,3-6; 23,16-26. El hecho de que Jesús
no observara las prescripciones tradicionales acerca del sábado y las normas de pureza
levítica fue motivo frecuente de controversias.
Jesús no recomienda aquí lo que él mismo repudiaba en su enseñanza y en su vida
práctica. Por consiguiente, la Ley que los discípulos han de «practicar y enseñar» es de
nuevo la ley perfecta y completa. La observancia de la Ley y de las tradiciones sirve para
asegurar la justicia de los escribas y fariseos, pero esta justicia no vale para alcanzar la
admisión en el reino. La justicia de los discípulos habrá de superar a la de los escribas y
fariseos; se trata de una sumisión a la voluntad de Dios que va más allá de la
observancia de la Ley. En los siguientes seis ejemplos (5,21-48) se ilustra lo que
significa este apartarse de la Ley –No matar, adulterio, divorcio, no jurar en vano,
venganza u ojo por ojo, amar al enemigo-. Pablo habla de una justicia de la Ley que no
es verdadera justicia y que no salva; la verdadera justicia se alcanza mediante la fe en
Jesucristo (Rom 3,20; 10,5; Gal 2,16; 3,21; Flp 3,9). También para Mateo la fe es la
que salva.
20, vuestra justicia: Este versículo, casi con toda certeza, procede de la redacción de
Mateo; sirve de encabezamiento temático para el resto del capítulo, «una
rectitud/justicia más abundante». El sentido de abundancia (peuisseuein) es
característico en todos los estratos del cristianismo primitivo. Para Mateo, la esencia de
lo que Jesús ha traído es una justicia más elevada, una ética superior. Lo suyo es una
piedad moral. Sus grandes adversarios son los rabinos de Yamnia, herederos de los
fariseos. Notemos que no dice explícitamente que los fariseos no entrarán en el reino.
Se trata más bien de una advertencia dirigida a los cristianos.
La ira (5,21-26). Es la primera de las seis hipertésis. Normalmente se le conocen con
el nombre de antítesis, porque los intérpretes estaban impresionados por la autoridad
soberana de Jesús sobre la Torá del AT y por los casos donde su enseñanza parece
entrar en contradicción u oponerse al AT, p.ej., en el asunto del divorcio, que el AT
permite y que Jesús prohíbe (o restringe). En nuestra interpretación ponemos el énfasis,
más bien, en el hecho de que Jesús parece ir más allá de la enseñanza del AT,
profundizándola, radicalizándola y recuperando la voluntad originaria de Dios, pero
nunca se mueve en una dirección de laxitud; de aquí el nombre de hipertésis (P.
Lapide). También hay que tener en cuenta que la fórmula «se dijo... pero yo os digo» es
cercana a una fórmula exegética común en las escuelas rabínicas en la que primero se
citaba un texto de la Biblia y después se decía «pensareis que esto significa... pero yo os
digo...» De hecho, en el discurso, al texto del AT le sigue una falsa interpretación, que
Jesús corrige a continuación; cf. el comentario sobre 5,43. Sin embargo, aunque estas
hipertésis tienen una forma literaria exegética, para Mateo son esencialmente
revelación.
21. habéis oído: Presupone una audiencia que ha sido formada en la ley judía.
Que se dijo: El verbo es un pasivo teológico: Dios dijo (cf. ZBG 3 236).
A los antepasados: Se refiere a la generación del Sinaí que, por primera vez, escuchó
la ley de Moisés.
No matarás: Ex 20,13; Dt 5,17. La ley bíblica se expresa de forma apodíctica y
casuística. La apodíctica toma la forma familiar «no harás...» del decálogo; la casuística
utiliza las expresiones «Si alguno...», «Quienquiera que...», o «En el caso de que...». En
nuestro texto nos encontramos con un mandato apodíctico seguido por una ley
casuística: «Quienquiera que cometa un asesinato será llevado a juicio». Se trata de una
interpretación tradicional del mandamiento.
22. pero yo digo: Jesús considera inadecuada la interpretación tradicional, aunque no
falsa. Desplaza el fundamento desde el acto de asesinato a su preludio emocional, la ira.
De este modo, lleva a cabo una interiorización que se hunde en la raíz de la actividad
moral. Puesto que el asesinato es, relativamente, una tentación poco común, y la ira
una experiencia más común, podemos apreciar una tendencia a situar la ley del
decálogo, cuya responsabilidad recaía en el dirigente del clan, al nivel del israelita
común en su vida cotidiana, es decir, una tendencia a la democratización de la Torá.
(Los fariseos se movían también en esta dirección, pero se diferenciaban por preferir la
complejidad a la simplicidad.) En la actualidad se suscita el problema expuesto por la
psicología moderna, según la cual la ira que se reprime neuróticamente es causa de
muchas enfermedades mentales. Debemos, por consiguiente, tener cuidado en no
pensar que Jesús estaba favoreciendo la represión neurótica. Es necesario que
reconozcamos nuestras emociones, pero hay que evitar que se desborden en furia,
asesinato o cualquier otro tipo de violencia.
Imbécil: raka puede ser la traducción griega del arameo reqa, «cabeza hueca» (EWNT
3.497). ay una gradación en los castigos, desde el pequeño sanedrín al gran sanedrín y
la gehenna (el valle del Hinnón fuera de Jerusalén, que se convirtió en símbolo del fuego
infernal por ser el lugar donde se arrojaban los desechos industriales, se hacían
hogueras y se quemaban los cuerpos de las víctimas de las plagas). Estos tres casos se
expresan de forma casuística. Lo mismo ocurre con el siguiente.
23-24. Este caso presupone la existencia del templo y debe proceder de un tiempo
anterior al año 70 d.C. También presupone que Jesús acepta el templo y el sistema
sacrificial. Tras la crucifixión, algunos cristianos considerarían que el sistema (o el
gobierno) del templo estaba espiritualmente arruinado, como ya lo había declarado la
comunidad de Qumrán, aunque otros seguirían asistiendo a su culto.
Primero... después: Esta prioridad de la ética sobre el culto refleja la enseñanza
profética del AT no puede haber verdadero culto a Dios sin justicia; se trata de una
doctrina que, abreviándola, se denomina monoteísmo ético y que, a menudo, se
considera el centro del AT. Puesto que la justicia perfecta se nos escapa hasta la llegada
del reino, no tenemos más remedio que dar un culto imperfecto, confiando en la
misericordia de Dios.
Reconciliarte: La reconciliación es, en el conjunto del NT, un tema principalmente
paulino. Cf. Mc 11,25.
25-26. Con estos dos versículos se aconseja que se evite llegar hasta el tribunal, lo que,
ciertamente, es un buen consejo.
Hazte amigo: Este versículo utiliza una idea típicamente griega, la eunoia, es decir, ((la
buena intención)), «la buena voluntad», el «afecto». Hay una gradación en los castigos:
juez, guardia, cárcel.
Adulterio
27. Tras una fórmula introductoria más breve se cita Ex 20,14 y Dt 5,18. Por analogía
con el v. 21 podríamos insertar tras la cita la interpretación inadecuada: «Todo el que
cometa adulterio será procesado». Jesús corregirá y profundizará ahora esta
perspectiva.
No cometerás adulterio: Se cita el mandamiento según Ex 20,13; Dt 5,17. Jesús no
presta atención a los castigos prescritos en la Ley contra el adulterio, que normalmente
era un crimen capital (Dt 22,22). Tampoco menciona las relaciones sexuales ilícitas que
no constituyen adulterio, sí bien de ellas se trata también en la Ley.
28. todo el que mira a una mujer deseándola: Jesús se desplaza desde el nivel de la
acción al nivel de la intención lujuriosa. Dado que este versículo ha problematizado
muchas conciencias, en ocasiones de forma patológica, es importante intentar
comprender su significado tan exactamente como sea posible. Puesto que el adulterio es
un asunto grave, que atenta contra la justicia y la castidad, los hechos que lo provocan
son también gravemente injustos, es decir, la alienación del afecto. Las palabras de
Jesús deben interpretarse en estricta relación con el adulterio. No condenan a nadie que
piense en asuntos sexuales, tal y como se realiza en el estudio de la medicina o en
simples veleidades.
Ya ha cometido adulterio con ella en su corazón: Expresa la experiencia certera de que
el mal moral ya está presente en quien ha decidido, con toda seriedad, cometer algo
injusto, aun cuando, posteriormente, sea incrementado por la acción.
Mira con deseo: Como en el caso del asesinato, se toma la suprema ofensa como
punto de partida más allá del cual avanza Jesús. La afirmación es breve; mirar con
deseo lascivo es algo tan culpable como el adulterio. En la literatura rabínica se
menciona con mucha frecuencia la mirada lasciva y se reprueba con tanta energía como
la que encontramos en el pasaje evangélico (Str-B 1, 298-301). La nueva formulación
de la Ley va dirigida contra las raíces del impulso.
29-30. si tu ojo derecho te hace pecar: Estos versículos tienen su paralelo en Mc
9,43-47, pero Lucas los omite, tal vez por la posibilidad de que no fueran correctamente
interpretados dado el modo hiperbólico oriental en el que se expresan. Lo que Jesús
pretende es llamar a una ordenación radical de las prioridades. La lógica de las propias
decisiones y elecciones morales es importante. Es mucho mejor sacrificar una parte de
la propia libertad moral que perderla totalmente.
La explanación de estos versículos aparece también en 18,8-9, en una forma que
demuestra más claramente la dependencia de Mt con respecto a Me 9,43-48. Mt ha
separado la sentencia de su contexto original, a pesar de que la mano tiene menos
importancia que el ojo en relación con el tema tratado. El pasaje está redactado de
nuevo con vistas a este contexto. (En cuanto al escándalo, cf. comentario a 18,6-9).
Divorcio. (5,31-32). Cf. también 19,9; Me 10,11-12; Le 16,18.
31. La unidad contiene sólo dos versículos; es extremadamente breve sobre un asunto
tan delicado y de tanta trascendencia para el ser humano: el matrimonio, la familia y la
separación (véase su desarrollo más completo en Mt 19, 1-12; Mc 10,1l- 12: Lc 16,18).
Puesto que están comprometidos los fundamentos de la sociedad humana, se trata de
un asunto realmente grave: «El divorcio es para la familia lo que la guerra civil para el
estado » (Aristóteles). El intérprete debe averiguar los presupuestos, recuperar la
problemática original y profundizar en las intenciones del texto.
Hay una enorme literatura sobre el asunto, pero las principales posiciones están
representadas por J. Bonsirven, Le divorce dans le Nouveau Testament (París 1948); J.
Dupont, Mariage et divorce dans I'Evangile (Brujas 1959); pero, especialmente, por C.
Marucci, Parole di Gesu sul divorzio (Brescia 1982).
La fórmula introductoria abreviada sugiere una subordinación o, al menos, una estrecha
relación del asunto con la sección precedente sobre el adulterio. Desde el punto de vista
de la crítica de fuentes, nos encontramos con un solapamiento de Mc y Q; esta
atestiguación múltiple primitiva es un fuerte indicio de que se trata de un material
antiguo y auténtico de Jesús; un dato que se encuentra reforzado por un paralelo en 1
Cor 7, 10-16. De hecho, no hay duda de que Jesús mantuvo una elevada doctrina sobre
el matrimonio, p.ej., su indisolubilidad, una posición sin paralelo alguno en el judaísmo
contemporáneo aunque no sin algún precedente profético (Mal 2:13- 16). Formalmente,
esta unidad presenta una breve decisión halákica en forma de un comentario sobre la
cita de un texto bíblico; la versión completa de 19, 1-12 tiene la forma de un clásico
debate de escuela.
31. Se cita de forma sintética Dt 24, 1-4. El texto completo es un fragmento complicado
y extraño de una ley antigua, que trata directamente sólo del caso particular de un
segundo matrimonio con la mujer de la que uno se ha divorciado. Ni este ni ningún otro
texto del AT hebreo declaran explícitamente la licitud del divorcio o lo regulan
jurídicamente. De forma indirecta, Dt 24, 1-4 describe el divorcio, y, por consiguiente, lo
ratifica implícitamente (Eclo 25,26 aconseja la separación de una mujer desobediente).
El profeta Malaquías (2,13-16) denuncia el divorcio fácil en términos conmovedores y
acentúa la relación de alianza del matrimonio. En Qumrán, CD 4,19-5, ll; l3, 15-17; 11
Qtemplo 57,17-19, parece prohibirse la poligamia y el incesto, pero no el divorcio (al
menos explícitamente).
Para comprender a Mateo es importante darse cuenta de que la ley israelita, en
principio, imponía la pena de muerte a una mujer adúltera (Lv 18,20; 20, 10; Dt 22,20-
21; Jn 8, 1-11). El siguiente texto rabínico es bastante relevante: «La escuela de
Shammai dice: Un hombre no puede divorciarse de su mujer a no ser que encuentre en
ella algo indecente... Y la escuela de Hillel dice: Puede divorciarse de ella incluso por
haberle echado a perder un guiso, pues está escrito, «Porque haya encontrado en ella
indecencia en algún asunto». R. Akiba dice: «Incluso si encontrase una más guapa que
ella, pues está escrito: "Si no encuentra gracia a sus ojos". (mGit. 9, 10).
Todo el que repudie a su mujer: La formulación de la Ley es una paráfrasis muy libre
y un resumen de Dt 24,1, omitiendo las expresiones que se refieren a la ocasión del
divorcio: la mujer pierde el favor de su esposo porque éste ha encontrado «algo
vergonzoso» en ella. El sentido de esta oscura frase era ampliamente discutido por los
rabinos. La tradición rabínica nos habla de dos opiniones más importantes en tiempos
del NT: la de Sammay, que permitía el divorcio únicamente en caso de adulterio, y la de
Hillel, que lo permitía por haberse enamorado de otra mujer o por razones tan triviales
como el no cocinar bien (Str-B 1, 312-20). En realidad, el precepto del Dt trata sólo
indirectamente del divorcio; su objeto es prohibir que las partes vuelvan a juntarse
después de haberse divorciado.
32 Resumen sobre la evolución de la institución del matrimonio en Israel. Al principio no
existía contrato, la poligamia era práctica común y el divorcio era fácil e informal.
Después, con la extensión de la escritura, adquirió cierta formalidad jurídica. Se hacía un
contrato matrimonial escrito (ketubba, cf. Tob 7,12- 14) y también, en ocasiones, un
documento escrito de divorcio (get) para confirmar la libertad de la mujer en caso de
nuevas nupcias.
Posteriormente, aparece en los LXX una tendencia hacia la monogamia; su versión de
Gn 2,27 añade el término «dos» a la frase «Y serán una sola carne». También se
desarrolló una reacción profética contra el divorcio fácil. Jesús excluye la posibilidad de
divorcio para el hombre (la mujer no contaba). Finalmente, Mc 10,12 prohibió el divorcio
también para la mujer, una aplicación de la enseñanza de Jesús en un ambiente gentil.
Hay una tendencia hacia el refinamiento y estabilización de los procedimientos y la
protección de las necesidades de ambas partes, pero se inició desde una superioridad
del varón sin el reconocimiento de los derechos de la mujer, con excepción de los que su
propia familia podría exigir. Jesús apunta hacia el ideal, la voluntad paradisíaca de Dios
(cf. 19,8 y la analogía del reinado en 1 Sm 8,7-9), no a una moral de mínimos. Este
trasfondo nos prepara para la propia contribución que hace Mateo en el siguiente
versículo (D. Daube, «Concessions to Sinfulness in Jewish Law», JJS 10 [1959] 1-13).
32. excepto en caso de infidelidad: A diferencia de los paralelos (1 Cor 7, 11; Mc 10,
11; Lc 16,18), encontramos aquí y en 19,9 la famosa cláusula de excepción. Todos los
especialistas aceptan que se trata de una adición redaccional de Mateo o de su propia
tradición. Porneia, que traducimos por ((infidelidad., significa una acción sexual
ilegítima, que podría incluir el adulterio, aunque no es el término técnico que se
empleaba para denominarlo (moicheia).
Se han propuesto tres posibles soluciones al difícil problema de esta oración:
(1) La llamada solución grecoortodoxa, que sostiene que la oración contiene una
auténtica excepción a la absoluta prohibición de divorcio y nuevas nupcias. En este caso,
la posición de Mateo sería la misma que la de los shammaítas y diferente de la de Jesús.
Una dificultad es que, en esta perspectiva, el texto diría moicheia en lugar de porneia.
Este punto de vista ha sido recientemente defendido por Marucci, quien argumenta,
extensamente, que la oración trataba de salvaguardar a los cristianos que eran
ciudadanos romanos de la augusta Lex Iulia de adulteriis coercendis, que obligaba al
marido a denunciar a su mujer adúltera so pena de ser acusado del delito capital de
lenocinium. Pero esta hipótesis no se ha verificado.
(2) La solución clásica «católica» (Dupont) mantiene que la oración no contiene una
excepción real, pues no se refiere al divorcio sino a la separación sin nuevas nupcias en
el caso de que la mujer fuera adúltera (que según la legislación israelita tenía que ser
apedreada). De nuevo, tenemos que decir que el texto no usa el término «adulterio».
(3) En la solución rabínica tampoco la oración contiene una excepción a la prohibición
del divorcio porque el término clave porneia se entiende como traducción del hebreo
Zenut, «prostitución», que se interpreta en el sentido de unión incestuosa debida al
matrimonio entre personas con grados de parentesco prohibidos (Lv 18,6-18). Tal unión
no sería un matrimonio válido y no requeriría el divorcio, sino solamente un decreto de
nulidad o anulación. Porneia, tal y como se utiliza en Hch 15,23-29, está próximo a esta
perspectiva, al igual que ocurre con zenut en los documentos de Qumrán (p.ej., CD
4,20-21). Esta solución es la que mejor se ajusta al texto; representa la sutileza legal de
Mateo y su fidelidad a Jesús (cf. Bonsirven, Le divorce; H. Baltensweiler, Die Ehe im NT
[Zúrich 1977 87-102; J. A. Fitzmyer; TAG 79-1 11).
Dado que el asunto del divorcio es siempre doloroso, es muy útil recordar que la
intención profunda de Jesús no era causar dolor, sino proponer un claro y alto ideal de
relaciones humanas, una visión del matrimonio como alianza de amor personal entre los
esposos que refleja la relación de alianza de Dios y su pueblo. Desgraciadamente, esta
visión no siempre encaja con los caprichos del corazón humano (Jr 17,9).
32. todo el que repudie a su mujer: La sentencia se hallaba en Mc y en Q, y Mt se
sirve de ambas fuentes. La claridad de la sentencia en Mc y Lc es indiscutible; allí Jesús
prohíbe absolutamente el divorcio. La fórmula de Mc refleja el derecho romano, que
permitía a la mujer entablar el divorcio; Mt y Lc aluden a la práctica judía, según la cual
sólo el esposo podía repudiar, excepto en caso de impureza: Esta cláusula exceptuante
se considera universalmente como una amplificación de la fórmula original. Muchos
intérpretes y la Iglesia griega la entienden como una autorización del divorcio por causa
de adulterio. Pero esto es algo tan claramente en desacuerdo con Mc y Lc, que parece
improbable.
Mt es el único evangelio que parece aludir a las disputas rabínicas; la alusión es del todo
clara en 19,3 (cf. comentario). La interpretación de esta frase como una excepción a la
repulsa del divorcio colocaría a Jesús con la escuela de Sammay. Si Mateo quiso
referirse al adulterio, eligió un término menos apto para designarlo; porneia significa
literalmente «prostitución» y designa la conducta impura en general. Moicheia (un
término emparentado con éste aparece en 5,32) significa «adulterio». La diferencia
entre ambos términos no es tan rigurosa como para que porneia no pueda significar aquí
adulterio.
A pesar de todo, si se traduce este versículo «todo el que repudia a su esposa, excepto
en caso de adulterio, la hace cometer adulterio», la expresión resulta extraña, por no
decir otra cosa; la mujer repudiada comete adulterio, si no es que ya ha cometido
adulterio. J. Bonsirven (Le divorce dans le Nouveau Testament [Tournai, 1948]) llamó la
atención sobre el uso del término rabínico zenüt, que se traduciría por el griego porneia,
para designar una unión ilegítima de concubinato. Propuso que era precisamente este
tipo de unión el designado por la cláusula exceptuante. Es más fácil de entender esta
interpretación si se tiene en cuenta que el griego no tiene un nombre específico para
designar a la «esposa». Literalmente, la sentencia diría: «Todo el que despide a su
mujer —excepto en caso de concubinato— la hace cometer adulterio». Esta parece ser la
interpretación más satisfactoria del pasaje y explica la cláusula exceptuante a base del
trasfondo judío que tantas veces se manifiesta en Mt. (Para otra explicación de porneia,
cf. comentario a Mc 10,12). A. Isaksson, Marriage and Ministry in the New Temple
(ASNU 24; Lund, 1965); H. J. Richards, Christ on Divorce: Ser 11 (1959), 22-32.
Juramento
33. de nuevo: Es una indicación de que va a comenzar una nueva sección con la que
llegamos a la mitad del camino. Tras la fórmula introductoria completa, encontramos
una cita formada por la unión de varios textos del AT: Lv, 19,12 (mejor que considerarla
una síntesis de Ex 20,7) y Nm 30,3. Parece darse una tensión lógica entre la primera
parte, «No jurarás)), y la segunda, «Cumplirás lo que prometiste al Señor con
juramento» (lo que implica que se ha hecho un juramento). Es posible que la segunda
parte se comprendiese como una exégesis falsa de la primera parte, que,
posteriormente, Jesús corrige en el v. 34a con su radicalidad escatológica.
No jurarás en falso: La formulación de la Ley no es una cita directa, sino una
paráfrasis de pasajes tales como Ex 20,7; Lv 19,12; Nm 30,3; Dt 23,22. La formulación
en Mt no distingue entre votos y juramentos; prohíbe el perjurio y manda que se
cumplan los votos.
34. no juréis en modo alguno: Se formula como un mandato expresado
negativamente. Los ejemplos que siguen en los w. 34b.35.36 (en los que se cita 1s 66,
1 y Sal 48,2) son fórmulas de juramento, que contienen subterfugios del nombre divino
que el piadoso debía evitar pronunciar. Pero al utilizar subterfugios se introducía un
elemento de falsedad cuya intencionalidad era garantizar la verdad. Jesús da a entender
(v. 36) que no hay nada en la creación que no provenga de Dios y dependa de Él,
reflejando en todo su gloria como creador.
Jesús prohíbe en particular el tipo de subterfugio que consiste en sustituir el nombre
divino por algo que es menos sagrado. Cuando se menciona un objeto sagrado en un
juramento es como si se usara el nombre divino. La identidad de tales objetos con la
divinidad se demuestra a base de citas tomadas de Is 66,1; Sal 47,3 (citado de acuerdo
con los LXX).
36. por vuestra cabeza: Tampoco se debe jurar por sí mismo. Todas las fórmulas
mencionadas en este versículo, excepto «por Jerusalén», están atestiguadas en la
literatura judía bíblica o extrabíblica (Str-B 1, 330-36). Es suficiente la simple afirmación
o negación; todo lo que pasa de ahí procede «del malo».
37. sí, sí, no, no: Es el versículo crucial de la unidad porque presenta un mandato
positivo sobre el carácter del discurso (logos), contrarrestando el mandato negativo del
v. 34, seguido por un lacónico motivo. Los únicos paralelos que hallamos en el NT de
esta unidad son Mt 23,16-22 y Sant 5,12 (que puede reflejar la tradición original de
Jesús con más fidelidad que las formas desarrolladas de Mateo); cf. 2 Cor 1,17-19
(donde se confiesa que Jesús es el permanente sí que Dios ha pronunciado en nuestro
favor). El problema del que tratan todos estos textos es el del lenguaje (cf. los tratados
de la Misná Sebu'ot, Nedarim y Nazir, sobre los votos y los juramentos; Diog. Laertius
8.22; 2 Hen 49, 1; PseudoFocílides 1.16).
Jesús se opone a la hipocresía, la sofistería y la trivialización académica de la vida,
sustituyéndolas por el ideal de un discurso que sea simple y franco. Este ideal no está en
oposición a la poesía o la metáfora (cf. sus parábolas) o a las fórmulas de juramento,
siempre que sean sinceras. (Según bSanh. 36a, sí y no se convierten en juramentos
cuando se repiten, tal como hace Jesús en esta ocasión.) Jesús sigue aquí la línea del
decálogo. El decálogo no dice nada sobre las promesas, los juramentos o los votos, pero
sí dice «no tomarás el nombre de Dios en vano » y «no darás falso testimonio», es
decir, dirás la verdad en las cuestiones importantes. Jesús combina los dos
mandamientos al decir que no juremos por el nombre de Dios o cualquier otro nombre
que lo sustituya, y que digamos simplemente la verdad. La tradición filosófica griega,
desde el oráculo de Delfos y los pitagóricos hasta los estoicos del tiempo de Jesús, se
moverá en la misma dirección (TDNT 5.176-85.457-67).
“Del malo”: La ambigüedad del griego permite traducir esta última expresión por «del
mal» o «del malo»; cf. 5,39. En cualquiera de ambos casos el sentido es el mismo; el
juramento refleja la condición mala del hombre, pues pone de manifiesto su
mendacidad, contra la que se supone que el juramento es una defensa, y su
desconfianza con respecto al prójimo.
En Sant 5,12 hay un eco muy cercano de este pasaje. Al igual que las otras antítesis, la
formulación es paradójica. Se quiere que la prohibición del perjurio sirva para asegurar
la veracidad en aquellas situaciones en que se exige una afirmación o negación
solemnes. En la nueva ética de Jesús, la veracidad ha de quedar asegurada no mediante
un juramento, sino por la integridad interior de la persona. El juramento, dadas sus
implicaciones de mendacidad y falta de confianza, no puede tener lugar en una sociedad
que no acepta el mal como algo que se da por supuesto.
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• El v. 17 introduce un nuevo argumento que será expuesto hasta la conclusión del c. 5.


Tenemos la presentación del tema (vm 17-2o), o la relación de Jesús con la Ley y los
profetas, y seis lógia (vv. 21-48) con el mismo esquema, donde Jesús es el intérprete de
las prescripciones del Antiguo Testamento. Dos afirmaciones negativas abren el pasaje
evangélico (v 17a) y acentúan el contenido del anuncio: Jesús ha venido a dar
cumplimiento, a llevar hasta sus últimas consecuencias la Ley y la profecía bíblica, ya
que nada ha sido abrogado (el verbo “plérosai” indica, aquí, dar cumplimiento a través
de la enseñanza): su misión tiene como objetivo no abolir lo que ya ha sido revelado,
sino promulgar definitivamente la voluntad de Dios.
La nueva justicia no se volverá a medir más en términos «cuantitativos», como
observancia externa de unos preceptos; será valorada en virtud de la adhesión del
corazón a las exigencias del Reino. Jesús enumera seis ejemplos y los presenta de
manera antitética (en este domingo leemos los cuatro primeros, vv. 21-37). Los dichos
comienzan con la fórmula estereotipada «Habéis oído que se dijo [a nuestros
antepasados]», seguidos de una cita del Pentateuco, y concluyen con esta expresión de
Jesús: «Pero yo os digo... ». El procedimiento utilizado, por el estilo, es el de las
escuelas rabínicas, que contraponían las distintas interpretaciones de la Ley.
La primera antítesis (vv. 21-26) se refiere al mandato de «No matar», presente en el
«decálogo» (cf Ex 20,13; Dt 5,17) y reinterpretado por Jesús: también la ira y el insulto
manifiestan un conflicto y un juicio que amenazan y trastornan la vida de la comunidad.
Las penas son presentadas gradualmente - tribunal, sanedrín y Geenna -, pasando de
una perspectiva jurídica a una religioso-escatológica: la autenticidad del culto se
verificara según la capacidad de vivir reconciliados (vv. 23ss).
El adulterio (vv. 26-3o) también es sometido a consideración: la unión con la mujer de
otro hombre, incluso antes de quebrantar el derecho a la propiedad del marido, tiene su
raíz «en el corazón», sede de los sentimientos profundos y de la personalidad moral del
individuo. Quien «desea», en la acepción del verbo hebreo correspondiente (hamad),
quiere adueñarse con violencia de lo que no le pertenece, y, para evitar un destino
mortal, tiene que estar dispuesto a sacrificar una parte de sí mismo (vv. 29ss).
La tercera antítesis es sobre el matrimonio (vv. 31ss) y nos remite al texto de Dt 24,1.
Comete adulterio, según el dicho de Jesús, tanto quien se separa de su mujer como
quien se casa con una separada. La excepción del v. 32, salvo en el caso de “poméia”,
ha sido objeto de una pluralidad de interpretaciones: una solución apropiada es la que
atribuye la cláusula de Mateo a los casos de uniones ilegitimas entre consanguíneos,
algo no infrecuente dentro de su comunidad. La exclusión de cualquier tipo de juramento
(vv 33-37), que volverá a aparecer en 23,16-22, pretende desenmascarar la costumbre
de abusar de la autoridad de Dios: es una llamada a la verdad y a la sinceridad (véase la
sentencia del v. 37) y un rechazo de cualquier forma de hipocresía.
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Se ha dicho, pero yo os digo. Mateo responde en este extenso fragmento a una


pregunta importante para una comunidad formada por personas procedentes del
judaísmo: ¿cómo ser fieles a la Escritura y a la tradición judías? La conclusión planteada
es que verdadero judío es el cristiano, puesto que en Cristo se encuentra el pleno
cumplimiento de la ley antigua. Jesús pide al discípulo eso que el evangelio llama la
«justicia superior», que comporta una calidad de adhesión diferente a los preceptos. El,
en efecto, no introduce novedades externas en la ley, sino que la reconduce a su
autenticidad recuperando su verdadera intención y llevándola a plenitud. El, sobre todo,
tras haber asumido nuestra humanidad y habernos hecho el don de su divinidad, nos
ofrece la energía nueva para vivir el amor autentico, que, por ser divino, supera la
capacidad de la naturaleza humana.
El discurso de Mateo se articula en una serie de seis antítesis que afectan a algunos
puntos de la ley; tres de ellos están relacionados con el comportamiento con el prójimo
(y, por consiguiente, con la caridad), dos con el adulterio y el matrimonio, y otro con el
juramento.
Aparece un modo diferente de leer la Escritura. Jesús puede decir respecto a lo
transmitido: «Pero yo os digo». En el centro de la lectura se encuentra su persona. En el
se encarna, en efecto, la voluntad real de Dios, que tiene como objeto la caridad, y es
precisamente este «amor más grande» el que constituye la verdadera justicia. La
cumbre de la perícopa se encuentra, por tanto, en la afirmación del v. 48: « Vosotros
sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto», para indicar que la perfección
del amor está en el perdón, en ese don de sí mismo en grado superlativo que llega a dar
lo que más ama -a su propio Hijo unigenito- para salvar lo que estaba perdido: el
hombre pecador.
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Mateo 5-7: el Sermón de la Montaña.


El evangelio de Mateo es uno de enseñanza. Comienza el ministerio de Jesús con el
Sermón en el Monte (capítulos 5-7), la primera de cinco importantes secciones de
enseñanza (las otras son 10:5 – 11:1; 13:1-53; 18:1 – 19:1; 24:3 – 26:1). Concluye el
ministerio de Jesús con la Gran Comisión, en la que Jesús les pide a los discípulos que
hagan discípulos (matheteusate—“estudiantes”) de todas las naciones, enseñándoles a
obedecer todo lo que él había mandado (Mateo 28:19-20).
Es casi seguro que el Sermón en el Monte es una colección de enseñanzas en vez de un
sermón predicado en una sola ocasión:
– Es demasiado largo y complejo para que los oyentes lo puedan absorber en una sola
vez. Funciona mejor como una obra escrita que oral.
– Aproximadamente la mitad del sermón de Mateo paralela al de Lucas, una parte en el
sermón de Lucas en el Llano y el resto, esparcido por la obra de Lucas. “Es… mucho más
probable que Mateo reunió la enseñanza de Jesús en una sola obra, que Lucas tomara la
obra, la separara, y la esparciera a lo largo de su Evangelio” (Barclay, 80).
Este sermón es el Discurso Inaugural de Jesús en el que describe su visión de la vida en
el reino del cielo. (Mateo usa “reino de los cielos” en vez de “reino de Dios” en
reverencia al nombre de Dios. Los términos son sinónimos). En este sermón, Jesús
delinea los principios por los cuales el reino se rige. No es una colección de reglas para
tener éxito en esta vida, sino un llamamiento para vivir de acuerdo con las reglas del
reino.
No tenemos que esperar a la eternidad para ver el reino; está entre nosotros. Jesús
proclama, “…. el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3:2; 4:17; 10:7; véase
también 12:28). El reino se refiere a cualquier lugar donde reina el Señor. Los discípulos
de Jesús viven con un pie en este mundo y el otro en el reino. Este mundo premia el
comportamiento egoísta y agresivo, pero Jesús bendice los pobres de espíritu – y los
que lamentan – y los frágiles. ¡No es sorprendente que estemos incómodos!
Mateo 5-7: el sermón en el monte
Mateo 5-7 es el Sermón en el Monte, la más conocida colección de enseñanzas de Jesús.
Mucha de esta materia también aparece en el Evangelio de Lucas, en el Sermón en el
Llano (Lucas 6:17-49) y en otros lugares (Lucas 11:2-4, 9-13, 34-36; 12:22-34, 57-59;
13:24-27; 14:34-35; 16:18).
De importancia particular para esta lección son las declaraciones de Jesús que preceden.
Jesús dijo:
“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas: no he venido para abrogar,
sino a cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una
jota ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas. De manera
que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así
enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos: más
cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.
Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los
Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (vv. 17-20).
Al examinar nuestra lección del Evangelio, necesitamos tener en cuenta estos versículos
para no sentirnos tentados a pensar que Jesús está desestimando la ley. No ha venido a
desestimarla ni abolirla, pero para cumplirla – para destacar su significado verdadero
(Barclay, 126) – para acercar la ley a su propósito intencionado” (Senior, 74).
2 Reflexión. ¿Qué nos dice Dios en el Texto? La palabra me ilumina.
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Mateo 5:17-20: He venido a cumplir la ley.


“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas” (v. 17a). Éste es un
pasaje difícil, porque la enseñanza de Jesús sobre la ley parece estar en conflicto con su
observación de la ley en otros lugares. Aquí, defiende la ley en detalle. En otros lugares,
defendió sus discípulos por segar espigas en el sábado (12:1-6). Sanó gente en el
sábado (12:10-13). Defendió sus discípulos cuando no obedecieron el rito de lavarse las
manos (15:1-9). Aun así, en este pasaje parece que Jesús pide una observación
meticulosa de la ley.
En la época de Jesús, los judíos estaban sujetos no solo a la ley del Tora, sino también
al Mishnah (un comentario del Tora) y el Talmud (un comentario del Mishnah). Estos
comentarios consistían de miles de reglas que delineaban el comportamiento aceptado y
no aceptado por el Tora. Por ejemplo, el significado de lo que constituye el trabajo.
Cargar con un peso era trabajo, pero eso necesitaba clarificación. “Entonces, la Ley de
los Escribas declara que una carga es ‘alimento del mismo peso que un higo seco, vino
suficiente para mezclar algo en una copa, un trago de leche…’ – y así continúa sin fin…
Está claro que Jesús no quería decir que estas reglas desaparecieran” (Barclay, 124-
126).
Pero Jesús respetaba la ley. “Jesús aceptaba los principios del Antiguo Testamento y
daba por hecho que eran revelaciones ligadas para siempre a Dios; pero, estableció que
los mandamientos rituales debían subordinarse al deber moral, se opuso a la creación de
leyes de pureza, y fue más allá de los fariseos en cuestión de relajar las leyes del
sábado para acomodar necesidades humanas” (Johnson, 291).
“no he venido para abrogar, sino a cumplir” (v. 17b). Jesús dijo que no vino a
suprimir la ley y los profetas, sino para cumplirlas. ¿Qué significa eso? Eruditos
contestan la pregunta de varias maneras, pero sus respuestas generalmente
concuerdan:
• Jesús “en verdad vino para destacar el significado verdadero de la Ley.” Su significado
verdadero tiene que ver con respeto y veneración para Dios y su creación, y se expresa
mejor, no por medio de meticulosa observación de las reglas, sino por amor (Barclay,
126-128).
• Jesús vino a “confirmar la ley y los profetas, interpretando Escritura según la voluntad
de Dios” (Hare, 47).
• Jesús no ha venido a declarar inválida la ley y los profetas sino para acercarles a su
propósito designado” (Senior, 74).
• Jesús “encarna y enseña la voluntad de Dios…, así no puede haber conflicto entre
Jesús y el Tora, el cual cumple” (Boring, 186).
• “Con la venida de Cristo, muchos aspectos de la ley llegan a su fruición completa (es
decir, la necesidad del sacrificio – véase Hebreos). En otros casos, ciertos requisitos de
la ley permanecen hasta que Cristo venga de nuevo (por ejemplo, amor por el prójimo y
por Dios)” (Blomberg).
Quizá, una metáfora adecuada sería la de un violinista que visita la orquesta de una
escuela secundaria. Los estudiantes se encuentran aprendiendo las reglas de la música.
Por mucho que aprendan estas reglas, la música que producen aún es de principiantes.
El violinista, por otro lado, hace mucho tiempo que ya incorporó estas reglas a su
talento. Por lo tanto, el violinista es libre para dejarse guiar por el espíritu de la música
en vez de pensar en reglas. La comprensión más madura que tiene de la música le
permite seguirla y producirla con belleza. Al observar al violinista, los estudiantes
aprenden mucho más de música de lo que podrían aprender solo por el estudio de las
reglas.
El pueblo judío se fijaba en la ley, pero su observación de la ley no era perfecta. A
menudo, observaban las reglas sin pensar en su espíritu. Jesús, la encarnación de la
Palabra de Dios, incorporaba la ley perfectamente, cumpliendo con su más profundo
significado. Cuando le observamos, aprendemos mucho de la unión con Dios y de la
voluntad de Dios que nunca podríamos aprender solo a través de la ley. Así es como
Jesús cumple la ley y los profetas.
“Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota
ni un tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas” (v. 18).
“Jesús describe la eternidad de la ley de Dios utilizando una historia popular de maestros
judíos contemporáneos… La letra más pequeña de Jesús (NIV), o jot (KJV), sin duda se
refiere a la letra hebrea yod, que maestros judíos dijeron no desaparecería de la ley.
Dijeron que cuando el nombre de Sarai cambió a Sara, la yod que desapareció de su
nombre clamó de una generación a otra, protestando su expulsión de la Escritura hasta
que al fin, cuando Moisés cambió el nombre de Ósea a Josué, la yod regresó de nuevo a
la Escritura. ‘Por eso,’ decían los maestros, ‘ni siquiera esta pequeña letra puede
desaparecer de la Biblia.’ Jesús dice lo mismo: …hasta los detalles más pequeños de la
ley de Dios son esenciales” (Keener, 111).
“Hasta que todas las cosas sean hechas” (v. 18b). ¿Cuándo será esto? Existen tres
posibilidades:
• Hasta el fin del mundo.
• Hasta que “todo lo que la ley significa se revela en la enseñanza de Jesús y se refleja
en la comunidad de Jesús” (Gardner, 104).
• Hasta que la muerte y resurrección de Jesús hagan llegar una nueva era (Senior, 75).
“De manera que cualquiera que infringiere uno de estos mandamientos muy
pequeños, y así enseñare a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino
de los cielos: más cualquiera que hiciere y enseñare, éste será llamado grande
en el reino de los cielos” (v. 19). Jesús no nos da la opción de luchar solo por un
mandamiento en particular mientras ignoramos otros. “Rehusar su derecho a gobernar
nuestra ética o comportamiento es negar su señorío” (Keener, 112).
“muy pequeño será llamado en el reino de los cielos” (v. 19b). Otros pasajes que
sugieren la existencia de rangos en el cielo son 11:11; 18:1, 4; 20:21.
“Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y de los
Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos” (v. 20). Los escribas están orgullosos de
su capacidad de interpretar la ley correctamente, y los fariseos están orgullosos de
guardar la ley en todo su detalle. Ellos representan el establecimiento religioso de Israel.
Jesús retó su autoridad y se convirtieron en enemigos mortales.
Hay varios problemas con fariseos y escribas. Buscan para ellos mismos la gloria que le
pertenece a Dios (6:2, 5). Honran a Dios con los labios, pero sus corazones están lejos
de él (15:8). Enseñan preceptos humanos como si fueran doctrinas (15:9; 23:16-22).
Fallan en observar los asuntos más importantes de la ley (23:23). Aunque por fuera
sean presentables, por dentro “están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad”
(23:25-28). Jesús les llama hipócritas en varias ocasiones (6:5, 16; 15:7; 22:18;
23:13-29).
Pero no es fácil evitar los pecados de los fariseos. Cuando leemos de ellos, estamos
tentados a rezar, “Dios, te doy gracias, que no soy como los otros hombres” (Lucas
18:11). Cuando esto ocurre, adoptamos su orgullo espiritual.
Versículos 17-20 llevan a la antítesis que prosigue en versículos 21-48, y nos dan un
último indicio de la declaración de Jesús que él cumple con la ley y los profetas. En
versículo 20, Jesús exige que nuestra justicia supere la de los escribas y fariseos,
exigiéndonos mucho más de lo que cualquiera hubiera pedido antes. En versículos 21-
48, Jesús elabora y lleva más allá enseñanzas sobre ira, adulterio, divorcio, promesas,
retaliación y amor. Lo que exigen estas enseñanzas nos parece tan abrumador que
apenas podemos leerlas. Quizá estas enseñanzas son la manera en que Jesús nos hace
reconocer lo mucho que necesitamos la gracia de Dios.
Mateo 5:21-26: No matarás
“Oísteis que fue dicho a los antiguos” (v. 21a). Jesús utiliza alguna variación de esta
fórmula seis veces en este capítulo (vv. 21, 27, 31, 33, 38, 43) – las primeras cuatro
aparecen en nuestra lección del Evangelio. En cada caso, Jesús contrasta lo que han
aprendido del Tora (“fue dicho”) con su propia enseñanza (“Mas yo os digo”).
“No matarás” (v. 21b). Éste es el sexto mandamiento (Éxodo 20:13; Deuteronomio
5:17) – aunque existe más de un sistema de numeración para los mandamientos.
“Más cualquiera que matare, será culpado del juicio” (v. 21c). El Tora distingue
entre el asesinato y otros tipos derrames de sangre, y establece un procedimiento para
determinar si el derrame de sangre constituye un asesinato (Deuteronomio 17:8-13).
Permite y manda la pena de muerte para numerosas ofensas. Permite matar en defensa
propia y en guerras llevadas a cabo según la voluntad de Dios. Difiere entre una
matanza accidental y un asesinato intencional, tratándolos de manera diferente. La pena
por asesinar es la muerte (Éxodo 21:12; Levítico 24:17; Números 35:16-17). “Culpado
del juicio” podría referirse a ambos ser culpado de cargos legales y del juicio eterno.
“Más yo os digo, que cualquiera que se enojare (orgizomenos) locamente con su
hermano, será culpado del juicio; y cualquiera que dijere a su hermano, Raca, será
culpado del concejo (sunedrio); y cualquiera que dijere, Fatuo, será culpado del infierno
del fuego” (v. 22). Jesús amplía el alcance del mandamiento más allá del acto de
asesinar para incluir los pensamientos, sentimientos, y acciones que llevan a la gente a
asesinar. Nos reta a confrontar el problema del mal cuando aún reside en nuestros
corazones en forma de malos pensamientos y malos sentimientos – antes de que se
realice a través de las malas obras de nuestras manos o las malas palabras de nuestras
bocas. Nos pide reconciliar con nuestro hermano o hermana para que sentimientos
buenos – sentimientos de Dios – sobrelleven los malos sentimientos que residen en
nuestros corazones. Una vez que nuestros corazones estén bien, ya no estaremos
tentados a asesinar, en vez, seremos motivados por amor, la reacción apropiada hacia
nuestro prójimo (22:39) y también hacia nuestro enemigo (5:44).
En otro lugar Jesús dijo, “No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que
sale de la boca, esto contamina al hombre” (Mateo 15:11). Cuando sus discípulos
pidieron una explicación, Jesús dijo, “Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto
contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes,
adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias” (Mateo 15:18-19). Este
énfasis en lo que hay detrás del acto – el mal que reside en el corazón y resulta en
malas acciones – es la base de lo que Jesús tiene que decir a lo largo de esta sección del
Sermón en el Monte.
Jesús cita tres sentimientos o comportamientos pecadores: Estar enojado con un
hermano o hermana, insultarle y decirle, “¡Fatuo!” (v. 22).
Barclay anota que había dos palabras griegas para ira: thumos, que se refiere a una ira
fogosa que se incendia y después se apaga – y orge (una ira que arde sin llama), que
una persona nutre y mantiene viva. Aquí, lo que Jesús condena es orge – la ira que a
propósito guardamos en el corazón por mucho tiempo.
Ninguno de estos tres comportamientos (ira, insultar, llamar fatuo a alguien) constituye
un asesinato, pero son comportamientos que preceden comportamiento malhechor – las
cosas que nos hacen caer fuera de control y llevar a cabo matanzas. Colegios privados
han tenido que disciplinar estudiantes que insultan a otros estudiantes, precisamente
porque ese comportamiento es lo que ha inspirado matanzas – en masa – en las
escuelas.
Esos tres comportamientos tienen una característica progresiva. La ira es el primer
paso; el insulto el segundo; y llamar a alguien fatuo es el tercer paso. De la misma
manera, las penas por estos comportamientos también tienen una cualidad progresiva.
• El que está enfadado “será culpado del juicio” (v. 22). Jesús no indica si este es
un juicio humano, de Dios, o los dos. No obstante, “culpado del juicio” es la misma pena
asociada con el asesinato (v. 21) que incluye ambos el juicio del hombre y el de Dios.
Así parece probable que la persona que se enoja quede sometida a ambos. Mientras que
podemos preguntarnos si personas están capacitadas para asesorar la ira que reside en
el corazón de otra persona, las cortes de hoy, reconociendo la amenaza que presenta la
ira para el orden cívico, requieren que personas asistan a clases que les ayuden a
controlar su ira.
• La persona que insulta a su hermano o hermana “será culpado del concejo”
(sunedrio) (v. 22). “Hermano” significa “compañero cristiano.” Esto indica una
preocupación especial por creyentes y acciones que puedan hacer daño a la iglesia. Sin
embargo, no debemos interpretar esto como si no existieran consecuencias por estar
enojado con otros que están fuera de la fe. Después de todo, Jesús nos llama a amar
aún a nuestros enemigos y rezar por los que nos persiguen “para que seáis hijos de
vuestro Padre que está en los cielos” (5:44-45).
Sunedrio puede referirse a cualquier concejo, pero en el Nuevo Testamento
generalmente se refiere al Sanedrín, el grupo regidor más alto de Israel – dirigido por el
sumo sacerdote. Ser juzgado por el Sanedrín sería mucho más serio que ser juzgado por
una corte o concejo local.
• La persona que dice “¡Fatuo!” (Griego: more – de donde viene nuestra palabra
“tonto”) “será culpado del infierno del fuego” (geennan tou puros – Gehenna de fuego).
Gehenna (que literalmente significa “valle de Hinnom”) “era famosa durante la época
monárquica por el sacrificio de niños en el fuego (cf. 2 Reyes 23:10; Jeremías 7:31). En
la época helénica el nombre llegó a utilizarse de manera metafórica para indicar el juicio
final por fuego, y así se convirtió en el nombre para el lugar de eterna tormenta para los
no creyentes en el Nuevo Testamento” (Myers, 406).
En otro contexto, Jesús llama hipócritas y fatuos a los escribas y fariseos (23:15, 17),
dando crédito a la idea que el uso de este lenguaje sin justificación es el problema.
“Por tanto, si trajeres tu presente al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene
algo contra ti, deja allí tu presente delante del altar, y vete, vuelve primero en amistad
con tu hermano, y entonces ven y ofrece tu presente” (vv. 23-24). En versículo 22,
Jesús nos pide tomar la iniciativa cuando estamos enfadados. En versículos 23-24, nos
pide tomar la iniciativa cuando nuestro hermano o hermana está ofendido (tiene algo en
nuestra contra). Entonces, sin importar si tenemos razón o no, hemos de tomar la
iniciativa. Jesús nos hace completamente responsables. No debemos culpar a nuestro
hermano o hermana. No debemos esperar a que él o ella inicien reconciliación. No
debemos requerir que él o ella nos pidan perdón. Hemos de iniciar reconciliación aun
sintiendo que nos han hecho mal – aunque tengamos otros asuntos urgentes a los que
atender – aunque estemos frente al altar de Dios con una oveja en mano.
Dar ofrendas en el templo es un deber solemne. La mayor parte de los sacrificios son
animales vivos. Traer un animal vivo frente al altar del templo y dejarlo ahí para atender
otras cosas llamaría la atención – pero Jesús dice que es más importante cumplir el
deber solemne de reconciliar con hermano o hermana (compañeros cristianos). Esto es
inusual porque la escritura exige darle a Dios la más alta prioridad en casi cada
instancia. Sin embargo, en caso de un desacuerdo, Cristo nos pide que pongamos la
reconciliación como nuestra más alta prioridad. Parece que el desacuerdo hace de
barrera entre nosotros y Dios – que bloquea la reconciliación con Dios que el sistema de
sacrificio pretende efectuar. Por lo tanto, si hemos lograr armonía con Dios, primero
necesitamos lograr armonía con nuestro hermano o hermana – y Jesús nos hace a
nosotros responsables de tomar el primer paso para que eso ocurra.
“Concíliate (eunoon) con tu adversario presto, entre tanto que estás con él en el
camino; porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue
al alguacil, y seas echado en prisión. De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que
pagues el último cuadrante” (kodranten) (vv. 25-26). Este es otro ejemplo de lo que
Jesús espera cuando otra persona nos ofende – cuando otra persona nos acusa.
“Concíliate” (v. 25). Eunoon es, literalmente, “ser de buena cabeza” o “tener buena
cabeza.” “Concíliate” o “haz amigos” o “estate reconciliado” cada uno captura parte de
su significado. Como en los ejemplos anteriores, Jesús nos pide tomar la iniciativa para
reconciliar con el que nos acusa – hacer lo que podamos para remediar la ausencia de
armonía.
“en el camino” (v. 25) – aún hay tiempo – antes de echar el tinte – antes de estar
ante el juez sin más oportunidad para negociar. Este es un buen consejo para cómo
tratar a la gente. Haz lo que puedas para arreglar malos entendimientos y para llegar a
tratos amigables sin ir a la corte. También, es un buen consejo para cristianos que se
encuentran en conflicto uno con otro. Haz lo que puedas para resolver vuestras
diferencias antes de perder control de la situación.
“porque no acontezca que el adversario te entregue al juez, y el juez te entregue
al alguacil, y seas echado en prisión” (v. 25). Por un lado, un juez humano podría rendir
una sentencia no favorable, y podríamos encontrarnos endeudados, en prisión, o ambos.
Por otro lado, el juez y la prisión son metáforas para Dios y el juicio eterno.
“De cierto te digo, que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante”
(kodranten) (v. 26) – hasta que la sentencia esté cumplida por completo, lo cual podría
ser mucho, mucho tiempo.
Un kodranten es una pequeña moneda romana con un valor de 1/64º de un denario
(Blomberg). Un denario es la paga diaria para un obrero (20:2, 13), así, un kodranten
sería la paga de 1/8º de una hora – el equivalente hoy de un dólar o más – no como un
penny que hoy consideramos inútil.
Mateo 5:27-30: No adulterarás
“Oísteis que fue dicho: No adulterarás” (v. 27). Jesús continúa al próximo
mandamiento – la prohibición del adulterio (Éxodo 20:14; Deuteronomio 5:18). La ley
prescribe la pena de muerte para aquéllos culpables de adulterio (Levítico 20:10;
Deuteronomio 22:22). No obstante, un hombre casado no se consideraba culpable de
adulterio cuando se involucraba con una mujer soltera.
“Más yo os digo, que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya
adulteró con ella en su corazón” (v. 28). De nuevo, Jesús amplía el mandamiento para
prohibir la causa del comportamiento – en este caso, mirar a una mujer con codicia. Por
lo tanto, las palabras de Jesús están relacionadas al último mandamiento, “no codiciarás
la mujer de tu prójimo” (Éxodo 20:17).
Jesús no sugiere que cualquiera que mire a una mujer con interés sexual sea culpable de
adulterio. Bajo este estándar, casi todos los hombres serían culpables. En vez, Jesús
pide que no nos enfoquemos en el deseo hacia la mujer del prójimo, no sea que nuestra
codicia nos lleve al acto físico de adulterio.
Hay aquéllos que acusan a Jesús de reprimir nuestros deseos naturales – de robar a
hombres y mujeres de gozos naturales. No obstante, aunque la sexualidad tiene
capacidad creativa y gozo, también tiene capacidad de hacer daño y de destruir
relaciones. El propósito de Jesús es proteger el gozo, desviando a la gente de
comportamientos destructivos.
“Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer” (skandalizei – de
skandalon) (v. 29a). La palabra skandalon a menudo se traduce como “tropiezo”
(16:13; 18:6, etcétera). Puede referirse al cebo de una trampa – o una piedra en el
camino que nos hace tropezar – o un hoyo escondido en que una persona puede caer
(Barclay). La idea es que los sentidos y capacidades que Dios nos ha dado para el bien,
se convierten en instrumentos del mal cuando se utilizan mal – haciéndonos tropezar y
caer. Esta declaración no necesita mucha prueba. Lo vemos todos los días. Las cosas
que pueden hacer bien o traer placer – dinero, sexo, una copa de vino – han llegado a
ser la ruina de más gente que podemos imaginar.
“sácalo, y échalo de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no
que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te fuere ocasión de
caer, córtala, y échala de ti: que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, que no
que todo tu cuerpo sea echado al infierno” (vv. 29b-30 – cf. 18:8-9; Marcos 9:43-48).
Esto es hipérbole (lenguaje exagerado) para enfatizar un punto. El punto de Jesús no es
que debemos sacarnos el ojo o cortarnos la mano. El punto es que el pecado es tan
mortal que lo hemos de tomar mortalmente en serio – erradicarlo de nuestras vidas. No
nos debemos atrever a comprometernos con el mal.
Mateo 5:31-32: Cualquiera que repudiare a su mujer
“Dele carta de divorcio” (v. 31). Deuteronomio 24:1 permite que un hombre divorcie
a su mujer si ella “no le agradare.” El significado exacto de “no le agradare” era cuestión
de debate entre los rabíes. La escuela de Shammai interpretaba esta frase como
adulterio o algún otro comportamiento igual de malo por parte de la mujer. La escuela
de Hillel amplió el significado hasta el punto que el hombre podría divorciar a su mujer si
ella hiciese algo tan simple como quemarle la cena (Morris, 120).
Pero Deuteronomio 24:1 también requiere que el hombre le dé a su mujer un certificado
de divorcio para que ella pueda volver a casarse. En un mundo patriarca donde las
mujeres tenían pocos derechos legales y eran consideradas la propiedad de sus maridos,
requerir un certificado de divorcio concedía a la mujer una pequeña medida de
protección.
“Más yo os digo” (v. 32). De nuevo, Jesús amplía la ley, pero esta vez de manera
diferente. Su enfoque en los versículos anteriores tenía que ver con la condición del
corazón que causaba mal comportamiento. El enfoque aquí está en el comportamiento
mismo – aunque podríamos pensar que Jesús ya se refirió a una de las causas más
serias del divorcio en vv. 27-30.
“Fuera de causa de fornicación” (porneias) (v. 32). Porneias, que a veces se traduce
como “fornicación,” e implica el acto sexual entre personas solteras, es un término más
general que puede referirse a cualquier tipo de inmoralidad sexual. Marcos 10:11-12 y
Lucas 16:18 no incluyen esta excepción para porneias. La prohibición en sus Evangelios
es absoluta.
“Hace que ella adultere” (v. 32). La intención de Dios para el matrimonio es que un
hombre y mujer se casen y permanezcan juntos por vida. Cuando un hombre le da a su
mujer un certificado de divorcio, no le deja mucha opción sino volverse a casar, aunque
solo sea por motivos de supervivencia económica. Aquí, la idea tras las palabras de
Jesús es que el hombre deja a la mujer en una posición en la que ella ha de vivir en
violación del propósito original de Dios para el matrimonio.
“y el que se casare con la repudiada, comete adulterio” (v. 32). El hombre que
divorcia a su mujer también ha violado el propósito original de Dios para el matrimonio.
Este pasaje es difícil para nosotros. El divorcio ha llegado a ser algo tan común que se
considera una opción aceptable. Cuando nuestro hijo era joven, nos preguntó cuándo su
madre y yo nos íbamos a divorciar. La pregunta no fue precipitada por ningún conflicto
en nuestra casa o conversaciones de divorcio. Simplemente se debía a que tantos de sus
amigos tenían padres divorciados que él no podía evitar preguntarse cuando sería que
sus padres – su hogar – su vida – sería afectada. Quedó muy aliviado cuando le
aseguramos que no teníamos ninguna intención de divorciarnos.
Hoy, gente que organiza su boda muchas veces firma un acuerdo prenupcial para
facilitar las negociaciones en caso que decidan divorciarse. Parejas prometen casarse
“hasta que la muerte les separe” pero, en secreto (y a veces no tan en secreto),
guardan el divorcio como su puerta de salida.
Esto presenta un dilema complicado para cualquier pastor que quiere ser fiel a las
escrituras y al mismo tiempo ser pastor de su rebaño. ¿Qué podemos decir o hacer?
• Debemos enseñar que Dios manda que un hombre y una mujer se casen y
permanezcan unidos hasta que la muerte les separe. Debemos mantener esto como la
meta a la que debemos llegar. En vista de la amplitud del problema del divorcio en
nuestra cultura, hemos dirigirnos a este problema, no solo en consejería prenupcial pero
también en nuestros discursos y enseñanzas. Gente debe saber que el divorcio es un
pecado que ha de ser evitado lo más posible.
• A menudo, gente se divorcia porque el matrimonio no cumplió con sus expectativas
irracionales. Hemos de enseñar que el matrimonio no es un viaje sobre una alfombra
mágica donde domina el glamour y el romance. Hemos de avisar que es normal
enamorarse y desenamorarse – y que sobrepasar momentos difíciles requiere
compromiso y fuerza espiritual. Hemos de alentar la construcción de vidas espirituales
durante buenos tiempos para así estar preparados para sobrepasar momentos difíciles.
• Debemos ofrecer retiros de parejas, clases sobre la crianza de los hijos, consejería
matrimonial, y otros programas para que parejas refuercen sus matrimonios y para
dirigirnos a los problemas relacionados con el matrimonio y los hijos. Si nosotros
mismos no podemos hacerlo, debemos dirigirles al lugar en su comunidad donde pueden
encontrar estos recursos.
• Debemos reconocer que hay circunstancias en las que un matrimonio se ha roto.
Aunque Jesús creó una excepción para porneias – inmoralidad sexual – no creó una
excepción para el alcoholismo, la drogadicción, el abuso de pareja, o el abuso de
menores. Sin embargo, muchos de nosotros consideramos que estas cosas justifican el
divorcio – por lo menos en algunos casos. ¿Quién podría culpar a la mujer de Dennis
Rader por pedir el divorcio después de saber que él confesó ser el asesino BTK?
• Cuando gente se divorcia, por buenas o malas razones, debemos reconocer la realidad
del pecado y la esperanza de la gracia. No hay razón por endemoniar el divorcio como
peor que otros pecados. Todos somos culpables de pecado – muchos pecados – y
nuestra única esperanza es la gracia que Cristo pone a nuestra disposición. Su gracia
está disponible tanto para gente divorciada como para gente culpable de otros pecados.
Mateo 5:33-37: No juréis en ninguna manera
Para comprender la preocupación de Jesús aquí, primero debemos comprender la ley
judía en cuanto a juramentos y cómo evolucionó la observación de esta ley. Existen
varias escrituras del Antiguo Testamento que aplican:
• “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente
Jehová al que tomare su nombre en vano” (Éxodo 20:7).
• “Y no juraréis en mi nombre con mentira, ni profanarás el nombre de tu Dios: Yo
Jehová” (Levítico 19:12).
• “Cuando alguno hiciere voto a Jehová, o hiciere juramento ligando su alma con
obligación, no violará su palabra: hará conforme a todo lo que salió de su boca”
(Números 30:2).
• “A Jehová tu Dios temerás, y a Él servirás, y por su nombre jurarás” (Deuteronomio
6:13).
• “Cuando prometieres voto a Jehová tu Dios, no tardarás en pagarlo; porque
ciertamente lo demandará Jehová tu Dios de ti, y habría en ti pecado. Más cuando te
abstuvieres de prometer, no habrá en ti pecado. Guardarás lo que tus labios
pronunciaren; y harás, como prometiste á Jehová tu Dios, lo que de tu voluntad
hablaste por tu boca” (Deuteronomio 23:21-23).
Los estándares éticos prescritos por estas leyes están enraizados en la santidad y la
majestuosidad de Yahweh. La preocupación es honrar el nombre de Dios – no profanarlo
haciendo un juramento con su nombre que después no se cumple. En la cultura judía, el
nombre de la persona es más que una etiqueta – es parte íntegra de la persona. Eso
explica por qué en varias ocasiones Dios renombró a una persona, reconociendo una
transición significante en la vida de esa persona (Jacobo a Isaac – Simón a Pedro,
etcétera). Aunque es importante no deshonrarse al no cumplir una promesa, es mucho
más importante no deshonrar el nombre de Dios.
Pero anote la frase “Mas cuando te abstuvieres de prometer, no habrá en ti pecado”
(Deuteronomio 23:21). Rabíes interpretan esto de manera que cualquiera que haga un
juramento queda absolutamente comprometido a cumplirlo, pero al contrario, una
persona que no hace un juramento no está obligada a hacerlo. Como resultado, una
persona que jura tiene obligación de cumplir el juramento, y otros pueden confiar en
promesas hechas bajo un juramento. No obstante, la persona que promete algo sin jurar
no tiene esta obligación, y otros no pueden confiar en promesas hechas sin un
juramento. La gente espera que cualquiera que haga una promesa de importancia lo
haga jurando, consecuentemente convirtiendo el jurar en un asunto común y trivial.
“Más sea vuestro hablar: Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto, de mal
procede” (v. 37; cf. Santiago 5:12). En esta prohibición contra el jurar, Jesús presenta
a sus discípulos con un nuevo y más alto estándar. Han de mantener su lenguaje simple
y sus acciones honestas. Han de vivir de manera que su estilo de vida no les requiera
jurar. Han de vivir con tal integridad que gente pueda confiar en su simple Sí o No.
Jesús “no prohíbe juramentos hechos en una corte de ley. La ley dice, ‘servirás, y por su
nombre jurarás’ (Deuteronomio 6:13; 10:20), y Jesús mismo respondió cuando el sumo
sacerdote le hizo jurar (26:63-64). Lo que Jesús dice rotundamente es que los que le
siguen han de decir la verdad. Nunca han de adoptar una posición que les obligue a
decir la verdad solamente si están bajo un juramento” (Morris, 123-124).
www.ocarm.org

1. LECTIO
a) Oración inicial
” Habla, Señor, que tu siervo escucha.” ¡Háblanos en este momento, Señor! Queremos
acoger tu Palabra, permitir que esta página del evangelio entre en nuestra vida para que
ilumine y fortalezca nuestro camino, anime y transforme nuestras actitudes. Todos
deseamos madurar en el camino de la escucha de tu Palabra para que nuestro corazón
sea transformado.
En nosotros existe el deseo de leer y comprender esperando de tu bondad y generosidad
ser guiados en la comprensión de tu Palabra. Que tu hablar a nuestro corazón no
encuentre ningún obstáculo o resistencia. Que tu Palabra de vida no recorra en vano el
desierto árido de nuestra vida. Entra en el vacío de nuestro corazón con la fuerza de tu
Palabra; ven a ocupar un lugar en nuestros pensamientos y sentimientos, ven a vivir en
nosotros con la luz de tu Verdad.
b) Lectura del Evangelio: Mateo 5, 17-37
c) Momento de silencio orante
El silencio crea una atmósfera interior de intimidad y, al mismo tiempo, esponja nuestro
espíritu para saborear la Palabra.
2. MEDITATIO
a) Clave de lectura
Mt 5-7: El contexto del “Discurso de la montaña.”
Jesús presenta a las muchedumbres que van a Él para escucharlo, un discurso que
sorprende por la autoridad que lo envuelve: les comunica a ellas con energía las
exigencias de una vida centrada en la realidad de ser hijos de Dios y en la fraternidad
con todos. Su intención es dar pleno sentido al precepto de la ley hebraica.
Al colocar este primer discurso de Jesús en la montaña el evangelista ha querido llevar a
la mente del lector la imagen de Moisés que da la Ley en el monte Sinaí
(Ex 24,9). Esta enseñanza se lleva a cabo estando Jesús sentado, posición que recuerda
la postura del rabino hebraico que interpreta la Escritura a sus discípulos. Es difícil
captar la riqueza de los temas que recorren este largo discurso, tanto que algunos
estudiosos prefieren llamarlo “las palabras evangélicas de Jesús.”
Nuestro texto litúrgico va precedido de un exordio en el que se presentan las
bienaventuranzas como cumplimiento de la Ley (Mt 5,3-16). El mensaje de Jesús en
este principio se centra en la felicidad en sentido bíblico, que pone al hombre en la justa
relación con Dios y, en consecuencia, con la totalidad de la vida: una felicidad en
relación con la misma realidad del reino de los cielos. En una segunda parte se
desarrolla el tema de la “justicia” del reino de los cielos (5,17-7,12). Al fondo de este
último extenso contexto se encuentra la enseñanza de Jesús que escuchamos en la
liturgia de la Palabra de este domingo (5,17-37).
Mt 5,17: Jesús cumplimiento de la Ley y de los Profetas
En estas primeras afirmaciones Jesús se presenta como aquel que “cumple la Ley”: "No
penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar
cumplimiento” (v.17). Jesús declara que él es el cumplimiento de la Ley. El lector
comprende las consecuencias de estas palabras de este modo: sólo a través de él se
puede entrar en el reino de los cielos, incluso el más pequeño de los mandamientos
adquiere sentido a través de su persona. Es como decir que Jesús es la medida para
entrar en el reino de los cielos: cualquiera, pequeño o grande, depende de la elección de
dejarse conducir por aquel que cumple la Ley y los Profetas. De ahora en adelante, la
Ley, la enseñanza de los profetas, la justicia, adquieren su verdadera profundidad
salvífica a partir del vínculo con su persona.
El lector sabe que en el Antiguo Testamento estas realidades se veían como separadas y
diferentes entre sí: la Ley contenía la voluntad de Dios; la justicia expresaba el
compromiso humano por observar los contenidos de la voluntad de Dios presentes en la
Ley; los Profetas, exégetas de la Ley, eran los testimonios del cumplimiento de la
fidelidad de Dios en la historia. En la persona de Jesús estas tres realidades se unifican:
encuentran en él su sentido y valor. Jesús declara abiertamente que ha venido a cumplir
la Ley y los Profetas. ¿Qué quiere decir esta afirmación de Jesús? ¿Qué quiere decir “la
Ley y los Profetas”? No se puede pensar que Jesús cumpla las profecías (en el sentido
literal) de la Ley y de los Profetas, sino, más bien, las enseñanzas de la Ley y de los
Profetas. Pero, de modo particular, ¿qué significa “abolir”, “cumplir” las enseñanzas de la
Ley y de los Profetas? La respuesta se presenta en dos niveles. El primero mira hacia la
enseñanza de Jesús, que no cambia los contenidos de la Ley y de los Profetas cuya
función era didáctico-instructiva; en efecto, Mateo considera a los Profetas como los
testimonios del mandamiento del amor (Os 6,6// Mt 9,13; 12,7). El que Jesús lleve al
cumplimiento de las enseñanzas de la Ley y de los Profetas puede significar que él los
“manifiesta en su significado”, “los lleva a su completa expresión” (U. Luz); y excluye el
significado de “invalidar”, “abolir”, “no observar”, “infringir”.
El segundo nivel implica el actuar de Jesús: ¿cambia o no la misma ley? En este caso
cumplir la Ley podría significar que Jesús con su comportamiento añade algo que falta o
bien lo lleva a cumplimiento, perfecciona las enseñanzas de la Ley. Más concretamente:
Jesús en su vida, con su obediencia al Padre, “cumple” las exigencias que nacen de la
Ley y de los Profetas; en definitiva, observa completamente la Ley. Más plenamente:
por medio de su muerte y resurrección Jesús ha cumplido la Ley. Pensamos que el
énfasis se pone en el comportamiento de Jesús: con la obediencia y la práctica ha
cumplido la Ley y los Profetas.
Mt 5,19: Jesús que enseña la voluntad del Padre es el cumplimiento de la Ley.
No se le evita al lector el uso del verbo “actuar y enseñar”: los preceptos de la Ley para
“quien los observe y enseñe.” Tales aspectos recogen totalmente la imagen global de
Jesús en el pensamiento de Mateo: Jesús que enseña la voluntad de Dios y el
cumplimiento de la Ley es el hijo obediente del Padre (3,13-4,11). Aquí está el modelo
de comportamiento que se pone ante nosotros en esta página del evangelio.
Ciertamente el énfasis está en el cumplimiento de la Ley por medio de la obediencia,
pero esto no excluye un cumplimiento mediante su enseñanza. No hemos de olvidar que
a Mateo le es muy querida la unidad entre la práctica y la enseñanza de Jesús; es
maestro en la obediencia y en la práctica. Sin embargo la prioridad la tiene la praxis
como se deduce de la amonestación de guardarse de los pseudoprofetas en 7,20: “Por
sus frutos los conoceréis.” Es interesante notar que Mateo utiliza este verbo cumplir,
llevar a plenitud, sólo para Jesús: sólo él cumple la Ley, sólo su persona presenta las
características de la plenitud. Aquí radica su autorizada exhortación, que para nosotros
se convierte en un “envío”, una tarea de cumplir en plenitud la Ley: “Yo os digo…”
(vv.18.20).
Mt 5,20: Jesús cumple la justicia.
Este modo de cumplir Jesús la justicia se distingue de los modos como lo entienden y
viven en el judaísmo; en Jesús se presenta un nuevo estilo de justicia: "Porque os digo
que, si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el
Reino de los Cielos” (v.20). Los escribas son los teólogos y los intérpretes oficiales de la
Escritura (5,21-48), los fariseos, en cambio, son los laicos comprometidos de aquel
tiempo, atados excesivamente a las prácticas de piedad (6,1-18). La justicia practicada
por estos dos grupos no es suficiente, no puede servir de modelo: esta impide entrar en
el reino de los cielos. Los destinatarios de esta exhortación son, en el fondo, los
discípulos; es una reflexión para nosotros. Ciertamente la voluntad de Dios está
relacionada con la Ley, pero es Jesús quien encarna un nuevo modo de poner en
práctica la justicia. Jesús quiere una “justicia más grande”, ¿qué quiere decir esto? La de
los escribas y fariseos está en relación con la justicia de los hombres; la justicia que
Jesús predica, en cambio, exige una justicia más consistente, sensiblemente mayor a la
practicada por el judaísmo. En qué consiste este “mayor” nuestro texto no lo esclarece
de modo inmediato. Se hace necesario leer lo que sigue en la enseñanza de Jesús.
Mt 5,20: La radicalidad de la justicia predicada por Jesús.
No se trata de enfatizar de modo radical algunos mandamientos de la Ley; más bien es
primordial que sea el mandamiento del amor el centro de estos mandamientos
particulares. El “mayor” cuantitativo va encaminado a reforzar el aspecto cualitativo
delante de Dios: el mandamiento del amor. La comunidad creyente es llamada a
subordinar al mandamiento del amor, considerado como central, los numerosos
mandamientos de la Ley. No hay tensión entre los preceptos particulares y el
mandamiento del amor. Las instrucciones de Jesús se hacen vinculantes en la línea con
las enseñanzas legales veterotestamentarias. Para Jesús no hay ninguna oposición entre
las prescripciones particulares de la Ley y el mandamiento del amor: se han de
considerar en una relación armoniosa porque en esta relación conjunta nos viene
ofrecida la voluntad de Dios (U. Luz).
Mt 5,23-25: ¿Cómo ha de ser la relación entre los hermanos? Después de las exigencias
radicales que insisten en la invitación a seguirlo, Jesús afronta el argumento de las
relaciones fraternas. No basta circunscribir todo al compromiso del acto externo de no
matar: "Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás…” (v.21). Es
indispensable romper esta normativa tan limitada, aunque también radical: ¡no matarás!
El quinto mandamiento recomendaba el respeto a la vida (Ex 20,13; Dt 5,17). Ahora se
propone una profundización o un horizonte completamente nuevo en el espíritu del
decálogo. Si no se permite matar físicamente a una persona quiere decir que se permite
hacerlo de otros modos: el odio, la ofensa, la maldad, el desprecio, la ira, la injuria. En
la perspectiva, completamente nueva, del Discurso de la Montaña cada falta de amor
hacia el prójimo conlleva la misma culpabilidad del homicidio. De hecho, la cólera, la ira,
el desprecio del otro nace de un corazón desprovisto de amor. Para Jesús no se infringe
la Ley solamente matando, sino también con todas aquellas acciones que pretenden
destruir o “frustrar” al otro.
Jesús no trata la cuestión de quién está equivocado o quién tiene razón sino que quien
“ofende al hermano o lo calumnia públicamente no tiene ya ningún espacio delante de
Dios porque es un homicida.” (Bonhoeffer, Sequela 120). De aquí la severidad que niega
el valor del óbolo, del culto, de la oración y la celebración eucarística. Quien se ha
separado del hermano también se ha separado de la relación con Dios. Necesita
entonces una reconciliación previa con el hermano que tiene algo contra él: contra ti, no
tú contra él. Se da una novedad en esta palabra, aunque no fácil de compartir. A un
hermano mío que tiene “algo contra mí” le respondo yendo hacia él: “ve primero a
reconciliarte”, sin aumentar la distancia. No es sólo cuestión de querer perdonar: es
urgente reconstruir las relaciones fraternas porque el bien del hermano es el bien mío.
Jesús dice: “Ve primero…” En primer lugar, antes de rezar, antes de dar, antes que el
otro del primer paso, está el movimiento de mi corazón, de mi cuerpo hacia el otro. Este
ir hacia el otro tiene la finalidad de recomponer el desgarro; un movimiento que tiende a
la reconciliación.
b) Algunas preguntas
Para orientar la meditación y la actualización
- ¿Estás siempre, en tu vida, abierto a la llamada de Jesús a una justicia más grande?
¿Eres consciente de no estar aún en la justicia plena?
- ¿En la práctica de la justicia te confrontas con el actuar de Dios? ¿No sabes que la
justicia de vivir nuevas relaciones humanas nos es dada? Una confirmación la
encontramos en las palabras del apóstol Pablo: “y ser hallado en él, no con la justicia
mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de
Dios, apoyada en la fe” (Fil 3,9).
- ¿La expresión de Jesús “pero yo os digo” es para nosotros un imperativo o un
mandamiento teórico? ¿Somos conscientes de que la justicia siempre más grande no es
otra que la continua disponibilidad a confrontarse con la existencia de Cristo, el solo
justo (Lc 23,47)?
- ¿Nuestra justicia se compromete a imitar algo de la justicia de Dios, de su gratuidad,
de su creatividad? Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado; una vez
hechos libres ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando una justicia que
no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que, de hecho, crea para los
otros espacios de un posible retorno a una vida auténtica?
3. ORATIO
a) Salmo 119(118), 1-2.4-5.17-18.33-34
El Salmo nos invita a obedecer la ley del Señor con todo el empeño personal. Esta
posibilidad no es sólo una obligación exterior sino un don concedido al hombre que pone
su confianza en Dios. La práctica de la justicia nueva para entrar en el reino de los cielos
no puede nacer sólo de un empeño individualista sino de un diálogo familiar y constante
con la Palabra de Dios.
Dichoso el que, con vida intachable, Camina en la voluntad del Señor. Dichoso el que,
guardando sus preceptos Lo busca con todo el corazón. Tú promulgas tus decretos Para
que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas.
Haz bien a tu siervo: viviré Y cumpliré tus palabras; Ábreme los ojos, y contemplaré las
maravillas de tu voluntad. Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré
puntualmente; Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.
b) Oración final
La Palabra que hemos escuchado y meditado se nos presenta fuerte, Señor y ha puesto
en crisis nuestra actitud: “Ve primero a reconciliarte”. En primer lugar, antes de
presentarnos ante el altar, antes de presentar nuestras cosas y entregarlas con amor,
antes que sea el hermano quien tome la iniciativa, ayuda a nuestro corazón a realizar
aquel movimiento que arregla el conflicto, el desgarro, de este modo, recomponer la
armonía perdida.
4. CONTEMPLATIO
San Juan Crisóstomo nos invita con fuerza y firmeza: “Cuando te resistes a perdonar a
tu enemigo, te ocasionas una injuria a ti no a él. Esto que estás preparando es un
castigo para ti en el día del juicio.” (Discurso 2,6). Déjate transformar por el amor de
Dios, para cambiar la vida, para convertirte, para volver al camino de la vida.
www.santaclaradeestella.es

«Pondré mi Ley en su interior, la escribiré en su corazón» (Jr 31,33), Si escudriñamos


qué esconde la profundidad de nuestro corazón, si nos empleamos a fondo para
descifrar lo escrito por una mano sabia y discreta, descubrimos que «lo que el ojo no
vio», a veces misterioso hasta para nosotros, Dios lo ha preparado, lo ha diseñado,
como un proyecto viable para nuestra vida; un proyecto que nos invita a vivir la única
ley que nos hace libres, la del amor Guiados por el Espíritu vivimos en el mundo
anunciando una «Buena Noticia» que nos anima a vivir como cristianos adultos, a
superar esas faltas de madurez que podrían llevarnos a una fe construida sobre una
obediencia estéril y formal: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, razonaba como
niño; al hacerme hambre, he dejado las cosas de niño» (1 Cor 13,11). Para entrar en el
Reino de los Cielos, Jesús pide una justicia superior a la observancia mecánica y
desencarnada; solicita una adhesión capaz de interiorizar la norma y manifestar las
verdaderas intenciones del corazón.
Esta nueva justicia transforma las dimensiones más profundas y personales de la
relación con Dios en la cualidad de las relaciones que el discípulo establece con los
hermanos. Dios «conoce las acciones de los hombres» y sabe que en una ofensa
también se puede ocultar la voluntad de destruir al otro, que en una mirada, a veces,
está latente el deseo de poseer, incluso con prepotencia, lo que no nos pertenece. Dios,
que lo «ve todo», no acepta que el hombre reemplace con prácticas cultuales la
exigencia de construir caminos de reconciliación, porque la misericordia vale más que los
sacrificios.
Vivir según este estilo de vida nuevo, que Jesús ha inaugurado y que el Espíritu
mantiene vivo, significa comprender la voluntad de Dios inmersos en la lógica del
mundo, una lógica que parece sobrepasar la sabiduría oculta en nuestro interior. Entre el
«si» al camino evangélico y el «no» pronunciado a los «dominadores de este mundo»,
entre la vida y la muerte, pidamos que nuestra elección sea sin titubeos, inclinada al
compromiso y no confusa o tibia.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

Ley nueva. Mt 5, 17-19Tres versículos introducen el cuerpo del discurso, delimitado a


su vez por la gran inclusión de 5, 17, y 7, 12: "La Ley o los profetas". Su interpretación
es difícil, pues las palabras de Jesús parecen haber sido releídas e interpretadas
repetidamente, tanto por las comunidades primitivas como por los distintos redactores
del Evangelio. La dificultad gira alrededor de la siguiente cuestión: ¿Jesús cumplió o más
bien intentó abolir la ley judía? A este respecto, la acusación que se hace a Esteban es
clarificadora (cfr. Act. 6,14). Sus detractores le han reprochado, en efecto, el haber
pretendido que "Jesús el Nazareno destruiría este lugar (el templo) y cambiaría las
normas que Moisés nos había transmitido". Jesús, efectivamente, hizo una crítica de la
Ley, pero su objetivo principal era otro. Su insistencia se centraba más en la conversión
(Mt. 4, 17) que en la interpretación de la Ley.
Para la Iglesia de Mateo, en todo caso, Jesús no había sustituido la ley antigua por una
nueva ley; no había venido al mundo para cumplir, si no, en cierta medida, para
radicalizar. De hecho, al privilegiar al mandamiento del amor, Jesús cumplió la Ley.

"Nuestra capacidad viene de Dios: sólo Él nos hace capaces de ser ministros de la nueva
Alianza". ¡Bendita sea la Iglesia que, en la verdad de su fe, reconoce su acta de
nacimiento! La Iglesia nació al pie de la cruz, cuando el agua y la sangre brotaron del
costado traspasado del Crucificado. En María, que recibía este cuerpo, muerto por haber
amado en demasía, la Iglesia recibe el Cuerpo de su Señor y debe custodiarlo. "No
somos nosotros los que hemos elegido a Dios, es él quien nos elige a nosotros".
"Si estamos ante Dios, no es por una capacidad personal cuyo mérito podamos
atribuirnos". Jesús eligió a sus discípulos como un amo selecciona a sus servidores, con
vistas a su rendimiento. Los envolvió en un soplo de amor y de gratitud, aliento que le
viene del Padre. Ni el miedo ni la esclavitud han engendrado nunca el amor. Fue preciso
que los discípulos conocieran el vacío de la cruz para que pudiesen descubrir por fin el
amor, llevando a cabo la experiencia de que semejante amor no sirve para nada, sino es
para amar simplemente. Este es el orden nuevo: Dios no se muestra ya entre los
truenos del Sinaí, si no en el absurdo de un cuerpo martirizado. El hombre no recibe ya
una ley impuesta, sino que, bajo la acción del Espíritu, oye la palabra que le hace nacer
de nuevo: "Tú, tú eres mi hijo, puesto que en ti he puesto todo mi amor".
¡Bienaventurada la Iglesia que arde en el fuego del amor: no tiene otro testimonio que
aportar que el de anunciar la gracia de la que ha nacido!
Los hombres intentaban desesperadamente alcanzar a Dios. Búsqueda apasionada,
realizada con heroísmo, apoyándose en los sacrificios y en las leyes. El sermón del
monte transforma el orden de la religión: ¡Dios va a la búsqueda del hombre!
Bienaventurada la Iglesia, que no tiene otra religión que la de mantenerse en esta
transformación. Es necesario que Dios deje razonar en nosotros su locura infinita, para
que despertemos a la exaltación de los elegidos: la alegría de haber sido elegidos sin
mérito ni programa, la alegría del renacer. Dios nos ha dado su gracia: ¿cómo no
devolverle gracia por gracia?
No matarás. Mateo 5, 20-26. Una "justicia" nueva... La palabra expresa una actitud,
la "que fundamenta y mantiene una alianza de comunión entre dos partes" (X. León-
Dufour). La Biblia relata que la fe perseverante de Abraham trajo aparejada su
justificación (Gn. 15, 6): Dios lo declaró justo, pues su actitud reforzaba su comunión.
Según Mateo, los discípulos de Cristo deben vivir de forma que su vida sea fiel y
mantenga la alianza con Dios; es la nueva justicia la que se desprende con toda
normalidad del don hecho por Dios a los hombres en la persona de Jesucristo; esta
manera de vivir se hace posible por la interpretación de la Ley hecha por Jesús.
¿Era una interpretación nueva? De hecho, Mateo opone la exégesis de Jesús a la de los
escribas, no ya únicamente porque Jesús haya propuesto una ley nueva, sino porque
renovó y sacó a la luz todos los preceptos contenidos virtualmente en la ley mosaica.
Jesús profundiza hasta la raíz misma de la Ley. Cuando esta ley prohíbe dar muerte, en
realidad enfoca las relaciones inter-humanas. Por eso Jesús condena no solamente lo
que nosotros denominamos "golpes y heridas", sino el origen mismo de estos delitos, a
saber: discordias, querellas, injurias... Con claridad, da a entender que el deterioro de
las relaciones humanas presupone el deterioro de las relaciones con Dios. Así pues, hay
que reconciliarse con el hermano, aunque éste sea culpable, antes de presentar al altar
la ofrenda; en efecto, aquel que, mientras camina hacia el juicio de Dios, se encuentra
en conflicto con su hermano, corre el riesgo de verse condenado por Dios mismo.
"Que vuestra luz brille ante los hombres: entonces, viendo el bien que les hacéis,
glorificarán a vuestro Padre" Este es el resorte de la nueva ley: Cristo no sustituyó una
ley por otra sino que levantó el velo desde los fundamentos mismos de la Ley. "Dios
mismo ha brillado en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de su
gloria que irradia del rostro de Cristo". El comportamiento de los cristianos busca su
fuente en esta profundidad. Hemos reconocido con cuánto amor somos amados y qué
amor ha sido puesto en nuestro corazón. Subversión de los datos: los hombres
intentaban amar a Dios respetando su ley, y descubren admirados que Dios les ha
amado antes. "Os han dicho... pero yo os digo...": Jesús instaura un orden nuevo
basado únicamente en su propio ejemplo. Para todos aquellos cuya inteligencia no se ha
dejado cegar por el espíritu del mundo, Jesús es la imagen misma de Dios, y su
comportamiento es "revelador" (como se habla de "revelador" en fotografía) de la nueva
Alianza. "Os han dicho... pero yo os digo..." La luz que ha brotado del seno de las
tinieblas penetra en los entresijos del corazón y despeja los rincones de sombra nunca
revelados. "Yo os digo: todo hombre que se encoleriza contra su hermano será
merecedor de juicio". Lo que viene a decir que aquel que guarda odio en su corazón ha
"matado" ya, en intención, a aquel a quien odia. El crimen está en potencia en su
corazón. No sólo es criminal el que mata, sino también el que se abandona al rencor, a
la envidia, a los celos, a la maledicencia. Su semejante no ocupa ya el lugar que debiera
en su corazón. Al excomulgar a su hermano de su corazón ha puesto, sin saberlo, a Dios
en la puerta.
"Os han dicho... pero yo os digo..." Jesús irá hasta la cruz. En el Gólgota, las tinieblas,
no pudiendo soportar la luz que denunciaba su poder maléfico, aparecen de nuevo
victoriosas. Se ha desencadenado el odio, ha sido crucificado el Amor; se han levantado
falsos testimonios, la Verdad ha sido reducida al silencio. Pero en la noche que, de
nuevo, se expande por toda la tierra, la voz del Verbo se eleva en su último soplo de
amor: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" Palabras de perdón, palabras
que inauguran un punto de vista nuevo, desconocido, en lugar de encerrarse más y más
en el círculo de la maldición, del rencor, del odio: en el horizonte del Gólgota se levanta
ya la mañana de pascua.
"Habéis oído...pero yo os digo..." Todavía os dejáis prender por el espíritu del mundo,
los pueblos utilizan la violencia armada para resolver sus conflictos, y nosotros nos
dejamos arrastrar por la violencia solapada, por las alusiones calumniosas y por los
dichos maledicentes para rechazar a todo aquel que pudiera atentar contra nuestros
propios intereses. "Yo os digo: ¡bienaventurados los mansos de espíritu!" No los
blandos, los sin carácter, ni los incondicionalmente resignados, sino los tenaces y los
pacientes; aquellos que, en el nudo de los enfrentamientos, tienen aún la pasión de la
paz. La Luz hace brillar en su corazón el amor de Dios que irradia el rostro de Cristo.
Profeta de la dicha. Mateo 5, 27-32. "Del corazón nacen las intenciones malas:
muertes, adulterios, malas conductas..." La ley judía prohibía el adulterio, pero Jesús va
más allá: Jesús condena la mirada que se apropia de la mujer de otro. La integridad de
la pareja es cosa tan sagrada como la obligación de proteger la integridad física de la
mujer propia. Si el ojo o la mano, tan necesarios por otra parte al hombre, son para él
motivo de pecado, más vale que se los arranque. La hipérbole traduce la profunda
seriedad de esta ley; pero esta seriedad ¿no es acaso superada por el hecho de que el
amor conyugal esté hecho a imagen y semejanza del amor de Dios?
Hermanos, no tenemos ninguna otra cosa que decir: ¡Dios es el primero que nos ha
amado! Nos repetimos, pero ¿cómo callarnos? Dios es Amor y, como todos los
enamorados, comete locuras cuando le vienen al corazón palabras de amor.
Pero este tesoro ¿cómo revelarlo, cuando nos aferramos a tantos valores ínfimos? Como
vosotros, preferimos ante todo nuestras seguridades y nuestros hábitos; estamos
convencidos de que la ley del más fuerte es la mejor. En el fondo de nosotros mismos,
no conseguimos determinarnos a arriesgar todo y seguir la palabra de Aquel que ha
dicho: "Esto es lo que os han enseñado, pero yo os digo..." ¿Cómo transmitiros este
tesoro cuando la herencia que tenemos en nuestros espíritus es tan escasa? Sin
embargo, tenemos una certeza: "Donde el pecado abunda, la posibilidad de gracia se
nos da en sobreabundancia... La gracia no puede resultar vana en el interior de nuestros
espíritus".
Sí, llevamos este tesoro en vasos de barro, pero nos atrevemos a deciros con toda la
fuerza de la esperanza que Dios es amor.
Vosotros también, tú también llevas este tesoro en vaso de barro. Tu fe no es sólo tuya;
en medio del mundo, tú eres testimonio vivo de que Dios sigue actuando. Sin duda, las
palabras son balbuceantes cuando tienen que expresar el misterio; pero, transfiguradas
por el Espíritu de Cristo, superan nuestra torpeza y alcanzan de lleno el corazón de Dios.
Nuestro corazón, que ama la justicia y la ternura, está condenado a herirse a sí mismo
al chochar con la opacidad de las palabras y con la inercia del egoísmo, pero ¡que llegue
a nosotros el poder del Espíritu y nuestro corazón participará del impulso mismo de la
vida de Jesús! ¡Nuestro corazón se eleva hasta la promesa de Dios y presiente ya la
llegada del Reino! Evocando las palabras que Jesús nos ha legado, nuestras esperanzas
se transforman en oración y nuestro trabajo consigue ya que se extienda por el mundo
la claridad del Reino. Evidentemente, si hoy nos arriesgamos a hablar, es porque hemos
creído.
De acuerdo. Mateo 5, 33-37. El discípulo de Jesús no debe recurrir al juramento; Su
Palabra debe bastar. Parece que las palabras de Jesús han sido reinterpretadas por la
tradición (Boismard). Una primera adaptación debió de consistir en dar a estas palabras
la estructura de los versículos precedentes de manera que se confrontaran el evangelio
y la ley judía. En efecto, mientras que la ley prohibía el falso testimonio, el evangelio
condena cualquier tipo de juramento. Luego, Mateo debió de añadir los versículos 34b-
36 como reacción contra la manía, heredada de los judíos, de jurar por cualquier motivo
y, sobre todo, "por el cielo y la tierra", sustitutos de la divinidad. El universo pertenece
en efecto a Dios, y el hombre no debe jurar por él; Dios no está a su servicio.
Finalmente, lo que se censura a través de todas estas precisiones es más bien una cierta
forma de hablar: la verdad no casa bien con el exceso de palabras.
"¡Dejaos reconciliar con Dios!" Con estas palabras se nos invita a dejarnos "trabajar" por
el Espíritu que quiere reconciliarnos, ponernos de acuerdo con Dios.
Acuerdo... La palabra es sugerente. Evoca la armonía que se establece entre
instrumentos cuya sonoridad y ritmo obedecen a las mismas leyes y entran en el mismo
movimiento. También evoca al impulso unánime que lleva a los corazones hacia un
mismo fin. La palabra tiene para nosotros el gusto de una búsqueda laboriosa: el
acuerdo sólo se consigue después de un desacuerdo notorio, resuelto sólo a base de la
fuerza y la paciencia que brotan del corazón. Evoca las disonancias dolorosas, pero
también la fuerza segura de la esperanza.
“¡Dejaos poner de acuerdo con Dios!"... Podríamos intentar ocultar las disonancias entre
Dios y nosotros, pero hay que tener el valor necesario para sacarlas a la luz. No se trata
tanto de inventariar y de sopesar lo que llamamos pecados, sino de reconocer la inercia
que nos impide conservar el tono y el ritmo de Dios. Ponernos de acuerdo es reconocer
en primer lugar que no estábamos "concordes"... Cuando, antes de un concierto, los
músicos afinan y ponen en armonía sus instrumentos, se escuchan mutuamente, pero
escuchan primero una nota que llevan dentro de sí, que canta en ellos, para ofrecer y
amplificar un eco fiel de este sonido.
"¡Dejaos reconciliar con Dios!"... Se trata, en nuestro caso, de dejar que se imponga la
nota que da el Espíritu. Oyendo esta nota que ningún ruido podrá deformar, podremos
escucharnos mutuamente y dejar que cada uno de nosotros haga resonar esa "voz"
única según el color de su instrumento. Y se elevará del universo una melodía en la que
todos los armónicos cantarán la victoria de Dios.
www.fraynelson.com

1. Recibir órdenes
1.1 Si preguntamos a casi cualquier persona si le gusta recibir órdenes (o sea,
mandatos, mandamientos), esperamos oír la consabida respuesta: "Soy libre. No me
gusta que manden." O algo parecido.
1.2 Al mismo tiempo, uno ve que la gente sí que sigue instrucciones, a veces muy
detalladas. El comercio les dice cómo vestirse, adónde divertirse, qué música escuchar,
de quién enamorarse.
1.3 Además, recibimos de los médicos, los policías y los profesores multitud de
mandatos, que, en general, no llevan ese nombre, pero que lo son. El médico por
ejemplo me prohíbe ciertos alimentos, o me manda que vuelva a su consultorio en tres
semanas. Y yo obedezco.
2. Las órdenes de Dios
2.1 Queda demostrado entonces que sí recibimos órdenes de muchas personas e
instituciones, de donde es claro que nuestra pretendida libertad y nuestro deseo de no
hacer caso a Dios es un caso aislado: un modo de respuesta que usamos cuando se
trata de religión o de la Iglesia; porque para lo demás sí que somos obedientes.
2.2 Ahora bien, nuestra obediencia en los ejemplos dados tiene una razón de ser:
nuestro placer, provecho o protección. Se entiende entonces que desobedecemos a Dios
porque no encontramos ninguno de esos tres. Y no los encontramos porque conocemos
poco de sus planes y de su voluntad.
2.3 Es quiere decir que cuando va conociendo mejor al Señor va aprendiendo a obedecer
mejor y sobre todo con más amor y fidelidad.
3. Cristo Legislador
3.1 El Sermón del Monte nos presenta a Cristo en claro paralelo con la figura inigualable
de Moisés; pero Cristo no está suprimiendo ni suplantando ni completando a Moisés. La
palabra de Cristo no se apoya en lo que le oyó a Dios sino que se sustenta en sí misma:
"Pero yo os digo..." Este modo de hablar sólo tiene sentido sobre la base de una
afirmación, implícita pero real, de la divinidad de Cristo.
3.2 Cristo no es sólo un mensajero acreditado, como lo fue, y con honores, Moisés.
Cristo es el mensaje mismo; y Cristo es la fuente misma de todo mandato y
mandamiento. Vivir en Cristo y de Cristo es alcanzar lo que la Ley de Moisés no podía
sino desear.
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Conversando con el amor


Señor mío, te suplico una bendición sobre mí y que vengas a traer paz a mi corazón.
Lléname de tu presencia para recorrer este camino en el que me han asaltado las dudas,
angustias y confusiones. No permitas que esas preocupaciones me roben mis ganas de
alcanzar mis sueños. Tu mano poderosa actuará, sé que lo hará en su debido tiempo. Lo
pongo en tus manos. Suelto y confío, abrazo y me apego tu divino amor. Amén.
Evangelio del día. Cumplir y vivir el amor con los mandamientos de Dios.
Reflexión del Papa Francisco.
Sobre el Evangelio de hoy, Jesús no quiere cancelar los mandamientos que el Señor dio
por medio de Moisés, sino que quiere llevarlos a su plenitud. Jesús añade que este
"cumplimiento" de la Ley requiere una justicia superior, una observancia más auténtica.
Y de hecho dice a sus discípulos: "Les aseguro que si la justicia de ustedes no es
superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos"
¿Pero qué significa este "pleno cumplimiento" de la ley y esta justicia superior?: El
mismo Jesús nos responde con algunos ejemplos. Porque Jesús era un hombre práctico,
hablaba siempre con ejemplos para hacerse entender. Comienza desde el quinto
mandamiento del Decálogo: "Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: "No
matarás"; pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano, merece ser
condenado por un tribunal".
Con esto, Jesús nos recuerda que ¡también las palabras pueden matar, ¿eh? Cuando se
dice que una persona tiene la lengua de serpiente, ¿qué quiere decir? Que sus palabras
matan.
Por lo tanto, no sólo no se debe atentar contra la vida de los demás, sino tampoco
derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia.
Ni hablar mal de él porque llegamos a las habladurías: los chismes también pueden
matar, ¡porque matan la reputación de las personas! ¡Es muy feo chismorrear!
Al principio puede incluso parecer una cosa agradable, incluso divertida, como si fuera
un caramelo. Pero al final, nos llena el corazón de amargura, nos envenena también a
nosotros.
Pero les digo la verdad, ¿eh? Estoy convencido de que si cada uno de nosotros hiciera el
propósito de evitar los chismes, ¡con el tiempo se convertiría en un santo! Éste es un
hermoso camino.
¿Queremos llegar a ser santos, sí o no?, ¿Queremos vivir parloteando como de
costumbre, sí o no? Entonces estamos de acuerdo: ¡basta con los chismes! (Reflexión
del Evangelio de hoy. Ángelus, 16 de febrero de 2014)
Oración para el Evangelio de hoy.
Señor mío, habiendo descubierto tus caminos en mi vida, me dispongo a alabarte por
todas las opciones que me condujeron a Ti, porque me has ofrecido una nueva
oportunidad de hacer las cosas mejor.
Quiero amarte como realmente te lo mereces, no porque deba cumplir con los
mandamientos que me has entregado, sino porque lo asumo como un acto de
generosidad de tu parte para conducirme por el camino del bien.
Tus mandamientos son como escaleras de amor para llegar a Ti y al Padre. Ayúdame a
serte fiel en esto, a ser coherente con lo que digo y hago, a sentirme seguro y poder así
avanzar en mi crecimiento espiritual.
Si aspiro ser parte de tu rebaño debo cumplir con esta manera de vivir que Tú me
ofreces, bajo tus lineamientos, bajo tu dirección, bajo la sombra protectora de tu amor.
Ayúdame a ser valiente y seguir tus pasos sin mirar atrás, a distanciarme de aquella
vida de pecado en la que anduve, a alejarme de todo mal que busca romper este vínculo
de amor entre Tú y yo.
Quiero corregir el rumbo mi vida y llevarla en tu dirección. Haz que me sienta liberado
de toda culpa, que mi corazón se abra, lo llenes de buenos deseos, para así transportar
este amor a los demás, sobre todo a mis seres amados.
Creo en tus mandamientos, creo que son una alianza entre tu divinidad y mi humanidad,
quiero vivirlos y sentirlos a plenitud.
Sé que me amas, perdonas mis errores pasados y me das la fuerza para seguir librando
mis batallas y no perderme mientras tránsito por este mundo. Amén
Propósito para hoy.
Cumpliré con mis responsabilidades con alegría y sin quejarme si me asignan algo que
parece injusto
Frase de reflexión.
"Hermanos y hermanas, en los momentos de alejamiento de Dios, nos hará bien
escuchar esta voz en nuestros corazones: "Hijo mío, hija mía, ¿qué estás haciendo? No
te suicides, por favor. Morí por ti". Papa Francisco.
www.evangelizacion.org.mx

Oración en Familia
Sacerdote: Jesús en el evangelio de hoy nos presenta la novedad de la vida cristiana en
lo que toca al cumplimiento de la ley. Respondamos a esta palabra comprometiéndonos
a vivirla:
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Papá: Te pedimos por el santo Padre el Papa Francisco para que sea un instrumento a
través del cual conozcamos y amemos tus mandatos.
Todos: Abre el corazón de quienes lo escuchan para que puedas obrar en sus vidas por
su palabra.
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Mamá: Señor tu ley es una expresión de tu gran amor por nosotros ayúdanos a verlo
así y a vivirla.
Todos: Te pedimos que cada uno de los miembros de nuestra familia comprenda la
importancia de amarnos entre nosotros.
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Hijo(a): Señor conoces nuestra debilidad por ello hoy te pedimos que fortalezcas tu
Espíritu en nosotros para que no seamos arrastrados por el pecado.
Todos: Especialmente te pedimos por nuestros Industriales y quienes proveen de
trabajo a nuestros hermanos para que no se dejen ganar por el egoísmo.
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Hijo(a): Te pedimos por nuestras autoridades para que grabes en el corazón de quienes
dirigen a tu pueblo tu ley que es una ley de amor y respeto.
Todos: Y a nosotros danos un corazón y una voluntad firme que pueda ver en las
normas civiles una expresión de tu amor.
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Hijo(a): En un mundo que parece vivir sin ley te pedimos por nuestros jóvenes que se
encuentran desorientados y que buscan hacer de sus pensamientos su única forma de
conducta.
Todos: Infunde tu Espíritu en ellos y ayúdales a descubrir la necesidad de vivir sujetos
a tu Evangelio y a tu Palaba que son la norma final de conducta.
Todos: Señor ayúdanos a amar y respetar tu ley.
Sacerdote: Escucha Padre Santo todas estas súplicas que te hemos hecho y que hoy
ponemos en las manos de nuestra Madre Santísima para que ella las lleve ante ti y tú
que eres muy bueno nos las concedas. Por Cristo nuestro Señor.
Todos: Amén.
www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini

Vivimos en una sociedad contradictoria, que invita a cada uno a ser ley para sí mismo,
aunque tenga que llorar después los efectos devastadores provocados por un egoísmo
tan exasperado. Las páginas evangélicas proponen al cristiano un mensaje claro e
inmutable que atraviesa la historia de la humanidad como signo de contradicción. Por
una parte están los poderosos, los listos, los ricos según este mundo, que conculcan los
derechos de los otros afirmándose sólo a sí mismos. Por otra parte está el que sigue a
Cristo pobre, humillado, escarnecido, aunque portador de la verdadera novedad de vida.
Una promesa de orden y de paz brilla ante el corazón generoso del que no quiere morir
sofocado en los miasmas de su «yo» tacaño y mezquino. La persona de Jesús nos invita.
Él es nuestra verdadera ley. Jesús es amor, luz; es el Hijo obediente del Padre, que
encuentra su gloria en hacer gozar al Padre haciendo siempre lo que le agrada (cf. Jn
8,29). El que se adhiere a Cristo supera todos los sofismas de un moralismo estrecho;
siguiendo las huellas del Buen Pastor, recibe de él mismo, por gracia, el impulso de
amor necesario para vivir con un corazón dilatado, dispuesto a correr por el camino del
sacrificio hasta la muerte con la certeza de que sólo quien pierde su propia vida por
Cristo y en Cristo, la vuelve a encontrar en él. Hasta los cabellos de nuestra cabeza
están contados por el Padre, que es el origen y la meta de nuestro camino. Él nos invita
a su perfección de amor dándonos a su Hijo como modelo y al Espíritu santificador.
www.catholic
A vosotros os basta decir "sí" o "no". Lo que pasa de ahí viene del maligno. Este
pasaje nos recuerda la radicalidad en el seguimiento de Cristo. Es muy parecido al
momento en que dice: «o eres frío o caliente, porque a los tibios los vomito de mi
boca».
Ésta es una clara invitación a la coherencia de vida. No podemos seguir a dos amos
porque amaremos a uno y odiaremos al otro.
El que sabe decirle sí al Señor, se mantiene en amistad con Dios y cada día va creciendo
en el amor a los demás.
Aquel que dice no, es objeto predilecto de la Misericordia Divina a través de las plegarias
y sacrificios que la iglesia ofrece por la conversión de los pecadores, además de la
conciencia que adquieren de su miseria que les permite mantenerse humillados ante
Dios.
Pero el tibio, que pretende servir a Dios y al diablo, está dividido internamente. No es
capaz de escuchar ninguna voz, no experimente su miseria, por tanto no se siente
necesitado de la Misericordia Divina. Es éste el gran peligro, su alma se encuentra
privada voluntariamente de la gracia de Dios.
Jesús mío, no permitas que me convierta en un alma tibia, sacude mi corazón e inflama
mi alma de amor por Ti para que yo sea capaz de buscarte, servirte y proclamarte como
único Dios y Señor de mi vida.
• «La memoria es muy importante para recordar la gracia recibida, porque si
expulsamos este entusiasmo que viene del recuerdo del primer amor, los cristianos nos
exponemos a un peligro muy grande: la tibieza. Los cristianos "tibios", están ahí, sí, son
cristianos, pero perdieron la memoria del primer amor. Y sí, perdieron el entusiasmo.
También perdieron la paciencia para "tolerar" las dificultades de la vida con el espíritu de
amor de Jesús.» (Homilía de S.S. Francisco, 30 de enero de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con
Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees
que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Meditaré en mi primer encuentro personal con el Señor y buscaré renovar mi primer
amor a través de una buena confesión.
www.BibliaStraubinger

17. San Pablo enseña expresamente que Jesús aceptó la circuncisión para mostrar la
veracidad de Dios confirmando las promesas que Él había hecho a los patriarcas (Rm.
15, 8). Es lo que dice María en Lc. 1, 54 s.
18. La jota (yod) es en el alefato hebreo la letra más pequeña. Este anuncio lo había
hecho ya Moisés a Israel, diciéndole que un día había de cumplir “todos los
mandamientos que hoy te intimo” (Dt. 30, 8). Lo mismo se había prometido en Jr. 31,
33; Ez. 36, 27, etc., y sin embargo Jesús había dicho a los judíos que ninguno de ellos
cumplía la Ley (Jn. 7, 19). El Redentor quiere así enseñarles que tales promesas sólo
llegarán a cumplirse con Él. Cf. Ez. 44, 5 y nota.
22. Se trata aquí de fórmulas abreviadas de maldición. Se pronunciaba una sola
palabra, más el oyente bien sabía lo que era de completar. Tomado por sí solo, racá
significa estúpido y necio en las cosas que se refieren a la religión y al culto de Dios.
Necio es más injurioso que “racá”, porque equivale a impío, inmoral, ateo, en extremo
perverso. El concilio, esto es, el Sanhedrín o supremo tribunal del pueblo judío, constaba
de 71 jueces y era presidido por el Sumo Sacerdote. Representaba la suprema autoridad
doctrinal, judicial y administrativa. Gehenna es nombre del infierno. Trae su origen del
valle Ge Hinnom, al sur de Jerusalén, donde estaba la estatua de Moloc, lugar de
idolatría y abominación (2 R. 23, 10).
24. “La misericordia del Padre es tal, que atiende más a nuestro provecho que al honor
del culto” (S. Crisóstomo).
27. Véase Ex. 20, 14; Dt. 5, 10.
28. Es muy importante distinguir entre la inclinación y la voluntad. No hemos de
sorprendernos de sentir el mal deseo ni tener escrúpulo de él, porque esto es lo normal;
pecado sería consentir en lo que sentimos. Dios saca de él ocasión de mérito grandísimo
cuando lo confesamos con plena desconfianza de nosotros mismos, y entonces nos da la
fuerza para despreciarlo. Por eso Santiago (1, 12) llama bienaventuranza la tentación en
el hombre recto.
29 s. Véase Lc. 24, 19 s. Por ojo derecho y por mano derecha entiende Jesucristo
cualquier cosa que nos sea tan preciosa como los miembros más necesarios de nuestro
cuerpo.
31 s. Véase Dt. 24, 1. Jesús suprime aquí el divorcio que estaba tolerado por Moisés, y
proclama la indisolubilidad del matrimonio. Si no es por causa de fornicación: no quiere
decir que en el caso de adulterio de la mujer, el marido tenga el derecho de casarse con
otra, sino solamente de apartar la adúltera. El vínculo del matrimonio subsiste hasta la
muerte de uno de los dos contrayentes (19, 6; Mc. 10, 11; Lc. 16, 18; Rm. 7, 2; 1 Co.
7, 10 s. y 39).
34 ss. Véase Lv. 19, 12; Nm. 30, 3; Dt. 23, 21 ss. No se prohíbe el juramento, sino el
abuso de este acto solemne y santo.
http://www.ciudadredonda.org

Pero yo os digo...
Manos Unidas: «Frenar la desigualdad está en tus manos»
No suelen resultarnos muy atractivos pasajes evangélicos como el de hoy. Es frecuente
que nos sintamos incómodos con las prohibiciones, las órdenes, las obligaciones...
incluso aunque puedan ser razonables y recomendables o necesarias. Este tiempo de
pandemia nos ha mostrado muchas veces a quienes se «saltaban» las instrucciones de
las autoridades (sanitarias o civiles) como una «limitación» a su santa libertad. Incluso
aunque pusieran en riesgo, no ya su bienestar, sino el de otros.
Dios presentó a Israel los Diez Mandamientos como garantía y como «camino» para que
pudieran conservar la libertad tan duramente conquistada en su peregrinación por el
desierto, y como claves necesarias para evitar conflictos, divisiones y problemas que
rompieran con la unidad y entendimiento como pueblo suyo. Incluidos los tres primeros,
que conviene leerlos en esa clave de no someterse a nada ni a nadie, y reservarse
espacios de encuentro familiar, comunitario, religioso, sin ataduras laborales ni de
ningún otro tipo.
Sin embargo, aquellas leyes de la Alianza del Sinaí eran muy «generales» y
progresivamente se fueron añadiendo otras que las concretaran y aclarasen en distintas
circunstancias: no era lo mismo el tiempo del desierto, que los tiempos prósperos del
rey David, o los destierros que padecieron. Y se fueron «colando» excepciones,
precisiones, prioridades etc que no siempre tuvieron en cuenta la voluntad de Dios, en
asuntos como el «no matarás», o el adulterio y el divorcio, o usar el nombre Dios en
juramentos... etc.
La Ley revelada a Moisés en el Sinaí no era, sin embargo, la palabra definitiva de Dios.
Se la consideraba eterna e irrevocable, era un dogma rabínico, pero en algunos de sus
textos hablan de la futura "Ley del Mesías", que sería como una profunda y definitiva
interpretación de la Ley de Moisés. El Mesías -pensaba el judaísmo- aportaría la luz para
comprender finalmente toda la riqueza de los pensamientos ocultos de la Torah (Ley).
En este sentido podemos leer estas palabras de San Jerónimo:
«Cuando contemplo a Moisés, cuando leo a los profetas es para comprender lo que dicen
de Cristo. El día que haya llegado a entrar en el resplandor de la luz de Cristo y brille en
mis ojos como la luz del sol, ya no seré capaz de mirar la luz de una lámpara. Si alguien
enciende una lámpara en pleno día, la luz de la lámpara se desvanece. Del mismo modo,
cuando uno goza de la presencia de Cristo, la Ley y los Profetas desaparecen. No quito
nada a la gloria de la Ley y de los Profetas; al contrario, los enaltezco como mensajeros
de Cristo.
Sobre el Monte de las bienaventuranzas Jesús ha reconocido su validez pero,
considerándola solamente como una etapa transitoria, y ha indicado una nueva meta, un
horizonte mucho mayor: la perfección del Padre que está en los cielos, su voluntad (el
mandamiento del Amor) como clave de interpretación y profundización. Su punto de
referencia no era la letra pura y dura del precepto, sino el bien de hombre, que a
menudo se había orillado. Y por eso no tuvo inconveniente, por ejemplo, en «violar» la
sagrada ley del Sábado (3er mandamiento) para curar, o el comer con «manos
impuras». No le parecía aceptable la postura descrita en la parábola del fariseo y el
publicano: cumplimiento ante Dios y lejanía y dureza con el pecador. O del hermano
mayor del pródigo: cumplidor... pero con un corazón inmisericorde y lejano al del padre.
Y así, poniéndose a la altura de Moisés, y sin abolir cambiar nada... resalta la intención y
el sentido que están detrás de algunos de esos preceptos, y que forman parte de la
voluntad de Dios. En el Evangelio de hoy encontramos cuatro ejemplos.
+ El primero es «no matar». El hombre no tiene poder sobre la vida de sus semejantes,
es sagrada e intocable, es sólo de Dios. Pero... llegaron los «matices»: si el otro es un
pueblo enemigo, si sorprendemos a alguien en adulterio, si se trata de un pecador, si es
un pagano... Nos ha pasado también a los cristianos: las Cruzadas, la pena de muerte,
el enemigo al que declaramos la guerra... Y yendo a las raíces del mandamiento, afirma
Jesús que hay actitudes y comportamientos que llevan a matar al otro, puede que no
literalmente (menos mal), pero... La cosa empieza por un proceso previo de auto-
convencimiento de que nuestra posible víctima no es persona humana, no tiene
dignidad, no merece respeto: el insulto, el desprecio, el aislamiento, etc... En la historia
de Caín, Dios intenta recordarle varias veces que es su «hermano», pero él lo ha mirado
como el competidor, el objeto de envidia... y acaba matándolo. También el padre del
pródigo insiste y repite al hermano mayor «ese hermano tuyo»... al que juzga y rechaza
por pecador. Jesús insiste aquí por tres veces: «hermano», y va más allá al decir que
sobran las ofrendas en el altar y los rezos y el culto si no estás reconciliado con «tu
hermano». Se trata, pues, de mirar el propio corazón y detectar toda ira, todo juicio,
todo enfrentamiento, toda agresividad que impiden la fraternidad que quiere Dios. Por
eso los que pasan hambre, son también hermanos y nos tiene que preocupar mucho
más allá de alguna generosa limosna. Nos dice Manos unidas: «Frenar la desigualdad
está en tus manos», sobre todo cuando la desigualdad desemboca en la muerte.
+ En cuanto al problema del adulterio, también Jesús «afina» mucho: Hay amistades,
sentimientos, relaciones que son ya adúlteras, aunque no hubiera «hechos»
pecaminosos. La «codicia» o deseo ansioso de poseer a otra persona (mejor que el
«deseo» entendido como atracción sexual), comienza con las miradas (el ojo que
escandaliza), los pensamientos, las fantasías, los roces (la mano que escandaliza)... son
ya un modo de adulterio. Pueden venir bien estas palabras de San Juan Crisóstomo:
«Porque no dijo absolutamente: “El que codicie...” —aun habitando en las montañas se
puede sentir la codicia o concupiscencia—, sino: “El que mire a una mujer para
codiciarla”. Es decir, el que busca excitar su deseo, el que sin necesidad ninguna mete a
esta fiera en su alma, hasta entonces tranquila. Esto ya no es obra de la naturaleza, sino
efecto de la desidia y tibieza. Esto hasta la antigua ley lo reprueba de siempre cuando
dice: “No te detengas a mirar la belleza ajena” (Ecle 9,8). Y no digas: ¿Y qué si me
detengo a mirar y no soy prendido? No. También esa mirada la castiga el Señor, no sea
que fiándote de esa seguridad, vengas a caer en el pecado. Mirando así una, dos y
hasta tres veces, pudiera ser que te contengas; pero, si lo haces continuadamente, y así
enciendes el horno, absolutamente seguro que serás atrapado, pues no estás tú por
encima de la naturaleza humana. Nosotros, si vemos a un niño que juega con una
espada, aun cuando no lo veamos ya herido, lo castigamos y le prohibimos que la vuelva
a tocar más. Así también Dios, aun antes de la obra, nos prohíbe la mirada que pueda
conducirnos a la obra. Porque el que una vez ha encendido el fuego, aun en la ausencia
de la mujer que lascivamente ha mirado, se forja mil imágenes de cosas vergonzosas, y
de la imagen pasa muchas veces a la obra. De ahí que Cristo elimina incluso el abrazo
que se da con solo el corazón».
+ Y refiriéndose al divorcio, también se habían establecido algunas excepciones («el que
se divorcie de su mujer...»). Dios quiso el matrimonio monógamo e indisoluble. Así lo
indican las primeras páginas de la Biblia: "los dos serán una sola carne/persona" (Gn
2,24). Por la dureza del corazón del hombre, sin embargo, había entrado también el
divorcio en Israel. Contra las costumbres, las tradiciones y las interpretaciones de los
rabinos, Jesús devuelve el matrimonio a la pureza de los orígenes y excluye la
posibilidad de separar lo que Dios ha establecido que permanezca unido. Las palabras
claras de Jesús, sin embargo, no dan a ningún discípulo la licencia de juzgar, criticar,
condenar, humillar y marginar a aquellos que han fracasado en su vida matrimonial. Se
trata, en general, de personas que han pasado a través de grandes sufrimientos y vivido
situaciones dramáticas. No han conseguido el ideal planteado por Dios, muy a su pesar.
+ Echar mano de juramentos, poniendo a Dios por testigo es no respetar el Nombre de
Dios. Como dice el Eclesiástico 23,9: "No te acostumbres a pronunciar juramentos, ni
pronuncies a la ligera el Nombre Santo”. Y dice Jesús: “No juréis en absoluto…Que tu
palabra sea sí, sí, no…no. Lo que se añada viene del Maligno”. En la comunidad de los
discípulos de Jesús, el juramento es inconcebible puesto que se trata de una comunidad
constituida por personas de "corazón puro" (Mt 5,8) y guiada por el espíritu de la verdad
(cf. Jn 14,17; 16,13) que ha desterrado de su vida toda mentira, como recomienda
Pablo: "Eliminad la mentira y decíos la verdad unos a otros ya que todos somos
miembros del mismo cuerpo" (Ef 4,25).
Estos son los caminos del Nuevo Mundo del Reino que propone Jesús. Es exigente, claro
que sí, pero hace falta exigencia (y libertad y decisión para asumirlo) de modo que este
mundo sea de otra forma, tal como Dios lo ha querido, y tal como nos haría bien a
todos. Si quieres, guardarás los mandatos del Señor, porque es prudencia cumplir su
voluntad; ante ti están puestos fuego y agua: echa mano a lo que quieras (primera
lectura). ¡Elige!
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Mt 5, 17-19 – El cielo y la tierra pasarán.


El Señor nos hace ver la coherencia que existe en el mensaje de Dios que hemos
recibido a través de los profetas, con el mensaje que el mismo trae. No se trata de algo
nuevo y distinto, sino de la continuación de la misma historia. Jesucristo no pretende
negar todo lo anterior, como a veces por ignorancia creemos. Es la misma sinfonía, pero
otro movimiento. Son otros capítulos de la misma obra. De hecho la Biblia misma queda
dividida en Antiguo Testamento y Nuevo Testamento, pero ambos libros conforman las
Escrituras que contienen la Palabra de Dios. Por esto, ser cristiano jamás podrá significar
desentenderse de la Palabra de Dios contenida en el Antiguo Testamento, porque esta
precede y anuncia la llegada de Cristo, nuestro Salvador. Mucho menos puede
entenderse un cristiano anclado en el Antiguo Testamento, porque sin Cristo, nada de
aquello tendría sentido. Esta es la gran diferencia que mantenemos con los judíos y
otras sextas. Por lo mismo, nos resulta imposible tolerar que se pretenda ignorar la
participación de la Virgen María –Madre de Cristo y Madre de la Iglesia- o San José –
esposo fiel- en esta Historia. Todos cumplimos un papel en ella, incluso nosotros, con
cada una de nuestras obras, por pequeñas e insignificantes que estas nos puedan
parecer. Dios tiene un Plan de Salvación para Su Pueblo, en el que cada uno de nosotros
tiene un lugar, en este Camino al encuentro del Creador, en el Reino de los Cielos,
donde habremos de vivir eternamente.
La Historia es única, es una sola, como es único nuestro destino. Los dos primeros
versículos de los tres que conforman el pasaje de hoy nos confirman que hay una lógica
Divina en esta Historia Única y que por más que a algunos les disguste y por tanto
quisieran cambiarla, no se cambiará ni una sola letra. Jesucristo no ha venido para eso,
sino para dar cumplimiento. Esto debía ser suficiente para que entendamos que es
finalmente Dios quien está escribiendo esta historia, valiéndose de las manos de
profetas y hombres santos, y que por lo tanto, no hay error, ni cambio posible. La
Historia ha sido Bien escrita y no tenemos nada que corregir, porque además no
podemos. ¿O será que alguno de nosotros pretende enmendar la plana a Dios?
¡Imposible! No tenemos la capacidad, ni el poder, ni la sabiduría. Por lo tanto, en vez de
perder nuestro tiempo en ello, enfoquémonos adecuadamente y dispongámonos a hacer
lo que Dios nos manda, que solo así armonizaremos lo que hacemos con Su Voluntad,
porque es solo en esta sintonía que todo fluye con naturalidad. Hacer la contra o hacer
lo opuesto solo nos puede traer daño a nosotros, a los que nos rodean y al mundo, lo
que genera retraso, sufrimiento y dolor, totalmente innecesarios desde la perspectiva
Divina. Es el orgullo, la soberbia o la ambición la que nos lleva por estos caminos, con la
pretensión de señalar una ruta distinta, que al final termina fracasando, porque no
encontraremos armonía, amor, paz y felicidad fuera de Dios.
Examinemos la historia de la humanidad y si somos sinceros y honestos, constataremos
que las mayores desgracias han acontecido cuanto más nos alejamos de Dios. Las
guerras, el terrorismo, el narcotráfico, la pornografía, la prostitución, la corrupción, el
tráfico de armas, el tráfico de personas, las estafas, los chantajes, la violencia, el
aborto, la drogadicción, el abuso y toda decadencia y degradación del hombre y la
sociedad son productos del egoísmo, que constituye la negación del amor y por lo tanto
la negación de Dios. Porque no se puede amar a Dios, si no se ama al prójimo. Y el que
no ama a sus hermanos, no ama al planeta y no tiene el mayor escrúpulo en dañar,
perjudicar y aun matar a quien se opone a sus proyectos egoístas y ya sabemos que
nada bueno se puede obtener de la mentira, la violencia y el mal, porque este nunca
será el camino del Bien. Así que, no es posible justificar un mal para hacer un bien. Esto
constituye uno de los más grandes engaños de nuestro tiempo. La humanidad ha
construido una sociedad aparentemente próspera y armónica en occidente,
concretamente en Europa y Norte América, de espaldas -o tal vez debíamos decir-,
encima de millones de marginados y pobres que jamás alcanzarán salir de su pobreza y
miseria, si occidente no toma conciencia que debe cambiar; que ha sido acosta de esta
pobreza, marginación y maltrato que ha conseguido su bienestar, prosperidad y
comodidad. Que por lo tanto esta historia de los oprimidos, de los violentados y
perseguidos, no le es ajena, y que no tendrá solución mientras occidente mismo no
cambie, desarrollando políticas inclusivas, no en su entorno social, sino a nivel
planetario. Todos tenemos una responsabilidad en propiciar este cambio, porque no
podemos tolerar indiferentes que se ahoguen cientos de refugiados, que se maten
cristianos, que se violen mujeres y se abuse de niños y que millones de nuestros
hermanos vivan sumidos en el dolor y el terror, sin poderse desarrollar como personas.
La pujante Alemania, la poderosa China, la alicaída, pero aun prospera república de
Estados Unidos y los demás países desarrollados del planeta, tienen que asumir su
responsabilidad con los menos afortunados, porque si revisamos la historia, finalmente,
la riqueza de algunos pocos solo se explica por la pobreza y explotación a la que han
sido sometidos secularmente las mayorías. ¿Por qué? Por poner delante el dinero, antes
que a Dios. Por poner los caprichos e interese personales y egoístas antes que el Bien
común y el amor.
Es verdad, estamos haciendo una simplificación, una abstracción de complejos procesos
históricos por los que ha transitado la humanidad, pero si somos honestos y veraces,
descubriremos que la historia es tan simple como Jesucristo nos la plantea. En esta vida
confrontamos una disyuntiva: Dios o el Dinero. No se puede servir a dos Señores.
Tenemos que elegir. Los poderosos, los ricos obviamente han preferido el Dinero y esta
es la raíz del problema que confronta a ricos y pobres, la causa de la violencia, los odios,
las guerras y la muerte. Es verdad, hay pobres con mentalidad de ricos, que son más
egoístas y explotadores que el mayor rico del mundo, pero todo esto es consecuencia de
una mala elección, que aun cuando nos resulte difícil reconocerlo, es la que promueve el
sistema económico, social y cultural en el que nos desenvolvemos. No priman los
criterios cristianos, aun cuando se le coloque la etiqueta de cristiana a la civilización
occidental. No son estos los que gobiernan al mundo, sino el Dinero. Es esta sujeción
egoísta al bienestar material, acumulando propiedades y poder, aun acosta de nuestros
hermanos, la que Cristo nos exige abandonar, si queremos alcanzar la Vida Eterna, que
no puede ser ajena a la prosperidad, bienestar y felicidad de nuestros hermanos. Si
queremos tener vida en abundancia, la única respuesta a la disyuntiva planteada es
Dios, que significa amor y que comienza por amar al prójimo como a uno mismo. Esta
es la respuesta que el Señor nos da hace 2mil años y que seguirá vigente por los siglos
de los siglos, porque ella corresponde al Plan de Dios que encontramos en la Escrituras,
y que ha sido Revelado por Jesucristo.
Oremos: Padre Santo, ayúdanos a discernir Tu Voluntad en nuestras vidas y unirnos a
Tu Plan de Salvación, compartiendo lo que tenemos, buscando la paz, defendiendo la
vida y amando a nuestros hermanos. Danos valor y coherencia para anunciar el
Evangelio con nuestras propias vidas…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo…
Amén.
Mt 5, 20-26 – Si su justicia no es mayor.
El Señor nos hace ver de diversas maneras la exigencia de Su Palabra, que va más allá
de cuanto estamos habituados. No se trata entonces de hacer lo que todos hacen;
nosotros estamos llamados a ir mucho más allá. Nos lo ha dicho de diversas maneras,
así que debemos estar atentos y reflexionar al respecto. Fijémonos en la comparación
que hace. Parece abismal la diferencia, sin embargo es claro que por ningún motivo
podemos considerar como ejemplo o excusa para nuestro comportamiento la forma en
que se comportan los escribas y fariseos, es decir los que detentan el poder, de los que
sabemos que usualmente son hipócritas y practican la ley del embudo, es decir que
siendo ellos los legisladores y los que tiene el deber de velar porque las leyes se
cumplan, las aplican de un modo muy suigéneris, siendo muy permisivos con ellos
mismos y exigiendo al extremo a los demás. Pues Jesús no nos dice tan solo que
debemos ser justos en el sentido que todos esperan, incluso los hipócritas, sino que
debemos ir más allá, al otro extremo. Entre dar la muerte a alguien y encolerizarse
contra un hermano hay una distancia sideral, sin embargo el Señor quiere que
rechacemos a tal extremo esta actitud, que la equipara. Es decir que para cualquiera de
nosotros ha de ser tenido por un crimen el encolerizarnos con nuestros hermanos. A qué
puede llevarnos esto, si no a vivir de tal modo que jamás, JAMÁS acudamos a la
violencia en ningún sentido, ni física, ni verbal y podríamos agregar incluso ni de
pensamiento, porque solo así podremos evitar cualquier manifestación externa de
cólera. ¡Qué difícil! ¡Cuánto autocontrol se nos exige! Y es que el Camino que nos
propone el Señor está muchísimo más allá de cuanto imaginamos o estamos
acostumbrados a considerar. Jesús no quiere que hagamos lo que todos, así que la
excusa aquella de “es normal”, porque “todos lo hacen”, no entra en ninguna de sus
consideraciones. Nosotros hemos de actuar de otro modo, siguiendo el ejemplo de
Jesús.
Si nos detenemos a pensar en lo que estamos reconociendo, nos llega a dar incluso
miedo. ¿Cómo comportarnos así? Estamos acostumbrados a responder cualquier ataque,
incluso cualquier insinuación de ataque. No nos gusta que nos miren mal, que nos hagan
gestos, ni que nos contradigan. No toleramos la mentira, ni la hipocresía, ni el abuso, lo
cual es correcto. No podemos ser indiferentes a todo aquello que causa dolor o
constituye violencia o injusticia contra nuestros hermanos o nosotros mismos, sin
embargo, hemos de meditar mejor nuestras respuestas, porque no pueden ser las
mismas de los escribas y fariseos, es decir las que justifica el mundo, porque nosotros
no buscamos agradar al mundo, sino a Dios. Por lo tanto, si alguien te desaíra no
invitándote a su fiesta o dándote el peor lugar o simplemente no saludándote en público
para ofenderte o hacerte sentir mal, no le devuelvas con la misma moneda, que es lo
que usualmente hacemos. Por el contrario, tú invítalo, dale el mejor lugar y salúdalo
cuando lo encuentres. No lo harás ni por ti, ni por él, sino por el Señor, que como
ejemplo de esta actitud llegó al extremo de dar Su Vida por nosotros. No se trata de un
acto histriónico llevado a la pantalla, sino de un hecho real. Jesús recibió y aguantó tan
brutal castigo, con tal saña, que finalmente –como hombre-, no le quedó nada más que
expirar. Lo soportó todo por nosotros, por nuestra salvación y por cumplir con la Misión
que Dios Padre le había encomendado. Como hombre, pudo reaccionar, llenándolos de
improperios y defendiéndose violentamente. Siendo Dios, cuanto más aún, pudo
desaparecer a los que tanto daño le estaban haciendo. Sin embargo Él sabía que tenía
que aguantarlo para cumplir Su Misión y para darnos ejemplo, diciéndonos con su propia
vida, muerte y resurrección, que todo esto es posible. Que solo tenemos que amar y
creer en Él.
Alguien podrá decir que esto podía haber sido relativamente fácil para Él, porque
después de todo era Dios. Y hasta cierto punto podría tener razón. Sin embargo no
debemos olvidar que Jesús es verdadero Dios y verdadero Hombre, algo que nos resulta
difícil comprender, porque constituye un Misterio Divino Único. Pero son muchas las
cosas que hizo Jesucristo que dan testimonio de esta única y especial condición, que
tenemos que aceptar por más misteriosas que nos parezcan, porque no tienen
explicación nada más que en su Divinidad. Hemos de creer en Él. Sin embargo
inmediatamente surgirá la siguiente objeción. Está bien, aceptemos que esto es posible
para Dios, pero ¿cómo sería posible para nosotros? Y ahí encaja, con la misma lógica, lo
que el Señor nos enseña: que todo es posible para Dios. En otras palabras si estamos
con Él, si confiamos en Él, todo aquello que nos parece imposible, que de hecho nos
resultaría imposible a nosotros, será posible con Dios, porque para Él no hay nada que
no se pueda, nada imposible. Por lo tanto, todo esto que se nos pide aquí, ha de ser lo
que nos propongamos hacer cada día; esta debe ser nuestra actitud para enfrentar toda
situación, pensando tan solo en hacer la Voluntad del Padre. Difícil, cierto, sobre todo
porque tenemos muchos malos hábitos en nuestro comportamiento. No nos gusta
dejarnos “pisar el poncho”, como decimos en Perú. Siempre queremos tener la última
palabra y esta ha de ser una reivindicación o un reconocimiento a nuestro esfuerzo.
Difícilmente nos humillamos, no dejando que la injusticia prevalezca, no, pero
promoviendo la paz, la distensión y la comprensión, sin calificar, ni insultar; sin reclamar
algún trofeo, como el reconocimiento de nuestra inteligencia o de la estupidez o
testarudez de nuestro ocasional adversario. Tener actitudes de promoción y respeto a la
dignidad de la persona humana, como hija de Dios, se torna difícil cuando tenemos en la
punta de la lengua los peores calificativos imaginables, sin embargo este es el esfuerzo
adicional que nos pide el Señor, el cuál no podremos lograr SIN SU PARTICIPACIÓN Y
AYUDA. Por eso es tan importante llevar una vida de oración; para permanecer siempre
en contacto con la Única fuente de Vida Eterna: nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Padre Santo, ayúdanos a perdonar a todo el que nos ofende o agrede, a no
devolver mal por mal, a esforzarnos por construir buenas relaciones incluso con quienes
nos guardan enemistad y antipatía. Refrena nuestra lengua y nuestros pensamientos…Te
lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Mt 5, 27-32 – Córtatela y arrójala de ti.
Nos cuesta cortar con todo aquello que –proviniendo del demonio, del mal espíritu-, nos
hace daño. Queremos mantenernos ahí, cerca, sin cerrar definitivamente la posibilidad
de volver, de repetir. Y hay que decirlo sin tapujos, es fundamentalmente todo lo que
rodea al sexo, a nuestro goce y disfrute personal y egoísta el que nos causa mayores
problemas de conciencia…Por eso los “seudo liberales” pretenden que son las normas
morales de la Iglesia Católica las que les han cohibido y les han hecho daño, insinuando
o declarando abiertamente que debía permitírseles aquello que ellos en su interior
siempre supieron que estaba mal. Por ejemplo el encuentro furtivo con la esposa o la
novia de un amigo, lo que a todas luces constituye una traición, una falta a la confianza,
que luego nos obliga a mentir, porque tenemos que ocultar algo que no debimos hacer.
Que la tentación fue muy grande y que luego no lo pudimos evitar, eso salta a la vista y
nadie lo discute, pero debimos ser capaces de controlarnos, teniendo en claro que hay
valores superiores a la complacencia y al disfrute ocasional, aunque sea mutuo, como la
amistad, la lealtad y la verdad. Que podemos ser perdonados, pues claro que sí, pero a
condición que estemos arrepentidos, pidamos perdón y reparemos el daño causado.
Pero el problema surge cuando nos entra el gusanillo y nos gustó tanto aquello, que
preferimos seguir a ocultas, engañando a nuestro amigo y queremos que Dios no se
meta en nuestros problemas de conciencia y como nos molesta tanto, renegamos de Él,
inventando cualquier excusa tonta, que somos nosotros los primeros en creer. Es decir
que no solo engañamos a los demás, porque seguimos siendo puros, castos e
inmaculados frente a nuestras propias esposas, hijos, familiares y amigos, sino que nos
engañamos a nosotros mismos, conviviendo con el pecado y elaborando intrincadas
teorías para justificarlo, alejándonos del único que ciertamente puede impedirlo, porque
es el único que tiene acceso a la verdad plena. Y así llegamos a negar a Dios. Lo
matamos en nosotros mismos e intentamos matarlo en los demás, alejando a todo el
mundo de él, empezando por la adúltera esposa de nuestro amigo, quien también vivirá
en la mentira frente a sí misma y a los suyos, todo por justificar nuestros actos.
Y esto que decimos sobre este tipo de relaciones ocultas y engañosas que giran en torno
a nuestro incontrolable libido, sin condenar al sexo ni mucho menos al placer, lo
podemos aplicar a muchas otras prácticas oscuras, engañosas y por lo tanto
pecaminosas, que las desarrollamos en solitario o en complicidad con otras personas que
se allanan ya sea por convicción o por dinero. Es precisamente cuando entra en juego la
complicidad comprada, cuando el daño se va haciendo más grave y extendido, por las
múltiples ramificaciones y aspectos que se ven involucrados, por ejemplo, la anuencia a
participar en ayudar a dar rienda suelta al desenfreno del que paga, porque ello
permitirá al que recibe el emolumento, a solventar su alimentación, la de su familia o
cualquier otra cosa, como la droga o el lujo, con lo que cada vez se va ampliando más el
espectro del daño que va causando a la sociedad el capricho o la falta de contención de
un solo sujeto. El efecto es similar a aquel denominado “efecto mariposa” que sostiene
que un hecho aparentemente aislado realizado aquí, puede acarrear consecuencias
inusitadas en otros lugares y situaciones aparentemente tan distantes como el otro lado
del mundo. Lo mismo podemos decir de la droga, de la corrupción en todas sus
acepciones, de la violencia, del sadismo, del vandalismo y todo aquello que lo único que
busca es la satisfacción temporal y egoísta de algunos sujetos, a costa de la utilización
desenfrenada de personas u otros recursos, sin medir las consecuencias y con el único
fin de la auto complacencia y satisfacción personal. Este proceder, contrario al bienestar
social, debe ser erradicado, sin embargo, estas personas, en su afán de engañarse y
engañar a los demás, inventan excusas tan extremas que llegan a conformar ideologías
avaladas por ellos mismos, sus pares y no poca prensa afín, por lo que finalmente
terminan reclutando a los más débiles, por ingenuidad o ignorancia, con lo que el daño
paulatinamente se va haciendo mayor.
Todo, por revelarse contra Dios; por no hacerle caso y pretender coexistir con la mentira
y el engaño. Todo empieza así, como un juego, como un desliz, como una pequeña
mentira piadosa. Por eso aquí el Señor nos da una lección de la radicalidad con la que
debemos combatir este mal cuando empieza, cuando tiene sus primeras
manifestaciones. La única manera de cortar con el mal es extirpándolo de raíz. Es
doloroso, causa incomodidad y molestias, es cierto, pero no podemos coquetear con el
pecado, porque siempre terminará venciéndonos. Si es el vicio del cigarro, de la
mariguana, del licor, de las drogas, de la pornografía, de la prostitución, de las
relaciones ocultas o contranatura, no se trata de salir del closet, sino de extirparlas. No
se trata de hacer que todo el mundo reconozca que finalmente puedes complacer tus
caprichos, sino demostrar valor para combatirlos. Y no nos estamos refiriendo a eliminar
a quienes han caído en estas prácticas, porque no es eso lo que manda el Señor que es
Infinitamente Misericordioso, porque, además, quien esté limpio de culpa, que lance la
primera piedra. No se trata de eliminar a nadie, y mucho menos a los pecadores, sino de
hacer un verdadero acto de contrición, arrepentirse y enmendarse, tomando serias
medidas para no volver a caer en el pecado. Todos los que pecamos –unos más que
otros, seguramente-, somos como alcohólicos, es decir, que nos habituamos a vivir en
este pecado, porque nos gusta, porque nos da satisfacción o sabe Dios por qué, pero
sabemos cuándo caemos o cuando podemos caer. Tenemos que luchar contra todo ello
como lo hace un alcohólico, buscando apoyo en los demás, buscando amor, comprensión
y haciéndole frente valerosamente para evitarlo. ¡No es fácil! ¡Nadie ha dicho que sea
fácil! Pero si no nos proponemos seriamente cortar con él, como quien se corta un brazo
o se saca un ojo, nunca lo haremos. Así, si la pornografía es tu problema, no compres
videos, bota todos los que tienes a la basura y no pagues el cable, ni el internet que te
los trae. Si eres tan débil como un alcohólico que no puede ni oler un trago, pues aléjate
de todo lo que lo fomente o facilite. Si el problema es con la vecina, pues no sigas
haciéndote el tonto y coincidiendo con ella en todo lugar y hora. Huye. Si es posible
múdate de casa. Hazlo por tu esposa tu familia y la de aquella también. No podemos
aquí referirnos a todos los vicios y pecados como el de la masturbación, por ejemplo. En
ningún momento estamos condenando el placer en sí, sino los malos hábitos. Y el
pésimo hábito de la masturbación es el buscar el placer personal y hacernos esclavos de
él, proyectando luego nuestras relaciones de pareja a la obtención de nuestro propio
placer… ¿y qué del de él o ella? ¡Amar es darse! Y el sexo es parte indispensable del
amor conyugal, está allí para permitir la más sublime donación entre los cónyuges. El
sexo ha sido creado para el amor y la procreación, que es el fruto más grande al que
puede aspirar una pareja que se ama. Esta es su razón de ser, por más teorías que se
inventen para sustentar algo distinto.
Pero, ¿cómo puedo luchar contra este “monstruo grande que pisa fuerte”? Felizmente no
estamos solos y hemos de adelantar que quien pretenda enfrentarlo solo, fracasará.
Podemos decir sin lugar a dudas que esta es la batalla más grande por la que ha venido
Jesús a Salvarnos. Solos no podemos. Y como no podemos, lo cual ha sido constatado
por Dios Padre, ha enviado a Su propio Hijo a Salvarnos, a ayudarnos a hacerle frente.
¡Él es la garantía de nuestra victoria! ¡Solo con Él lo venceremos! Todo ha de empezar
entonces por reconocer que el enemigo es grande e implacable. No nos engañemos
inventando excusas ni teorías. El mal está muy cerca de nosotros. Su tentación la
encontramos en nuestra vida cotidiana. La única forma de combatirlo es llenando
nuestra cabeza y nuestros corazones de amor. ¿Cómo se hace esto? Así como todos
nosotros podemos recordar cómo empezó a entrar el pecado en nuestras vidas, porque
todos fuimos niños y puros, del mismo modo, día a día, podemos empezar a combatirlo.
Para eso contamos con todas las herramientas y recursos necesarios. El Señor nos los
ha dejado. El Primero y más grande es el Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, que está en
todo lo que vemos y nos rodea. Pidámosle a Él que nos ilumine, defienda y fortalezca, al
empezar nuestro día. Luego recemos el Padre Nuestro, que Él nos oirá y vendrá en
nuestro auxilio. Leamos y reflexionemos la Palabra de Dios, que Jesucristo sabrá
iluminar nuestro Camino con Su Infinita Sabiduría. No dejemos de participar en la
Eucaristía con la frecuencia que nos sea posible. Recordemos que quien come Su carne y
bebe Su sangre vivirá para siempre. No caerá y si se cae, Él lo levantará. ¡Creamos en
eso! Recemos con toda la frecuencia que podamos el Santo Rosario, que la Virgen María
vendrá en nuestro auxilio y ayuda, e intercederá por nosotros ante su amado Hijo y
nuestro Padre, para protegernos y darnos la fortaleza necesarias. Empecemos hoy,
rompiendo con todo aquello que nos hace caer y nos ata, con todo aquello que
arrastramos y nos lastra. ¡Empecemos hoy! No pensemos en el mañana, que cada día
tiene su afán…El Señor nos da aquí una lección: cortemos en este momento con todo lo
que nos impide seguirlo, cumpliendo con la Misión para la que fuimos creados.
Empecemos cumpliendo con lo que –para mayor Gloria de Dios- nos hemos propuesto
HOY, ahora. La perseverancia, la esperanza, el consuelo, la paz y el amor vendrán por el
esfuerzo que ahora despliegas. Hagamos lo que tenemos que hacer cada hora, sin
pensar en las que siguen, que no sabemos si llegaran, en cambio sí nos mantenemos
firmes y resueltos nuestra fe crecerá y será abundante en frutos que nos llenarán de
gozo, alegrando a nuestro Padre que está en los cielos. Finalmente encontraremos paz
en nuestros corazones.
Oremos: Padre Santo, ayúdanos hoy a vivir en el amor. Que sepamos poner por encima
y antes que todo el amor a Ti, a nuestras esposas y esposos, a nuestros hijos, a
nuestros hermanos, a nuestros padres, a nuestros amigos. Que seamos capaces de
llevar paz, alegría y esperanza. Queseamos pan para los demás, pan para los
hambrientos…Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina contigo en
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos…Amén.
Mateo 5, 33-37 – Lo que pasa de aquí viene del maligno.
El Señor es muy preciso en Sus Palabras. Ya lo hemos dicho varias veces. En sus
mensajes no hay desperdicio. No sobra ni falta nada. Él es nuestro ejemplo, incluso en
eso. Ahora precisamente se refiere a ello, aunque en un sentido mucho más profundo.
Debemos acostumbrarnos a hablar lo necesario. No quiere decir que seamos parcos,
pero hay gente que con tal de hablar, dice lo que sea. Hay que tener cuidado con las
palabras que son como saetas y una vez que salen de nuestra boca, ya no vuelven.
Si hablamos sin ton ni son, por hablar, corremos el riesgo de decir disparates. Y, a
algunos nos gusta chismosear. Esto es hablar por hablar y decir más de la cuenta. Si
tenemos este hábito, muy pronto veremos cómo nos vemos envueltos en líos por
nuestra lengua.
Podemos ser efusivos en nuestras expresiones de cariño. Todo lo que sea positivo,
MIENTRAS SEA VERDAD, está bien. No andemos con zalamerías, pero peor aún, con
MENTIRAS. No andemos inventando cosas para agradar. Pro curemos decir lo justo.
Sea su lenguaje: “Sí, sí”; “no, no”: que lo que pasa de aquí viene del Maligno.
Cuando uno empieza a hablar más de la cuenta, el Demonio -¡que existe!-
inmediatamente nos tienta. Los “boca floja” son sus favoritos. Estos que no pueden
controlar la lengua y que les encanta ir llevando y trayendo secretos y chismes, son
realmente una plaga Maléfica.
Cultivemos la prudencia en el hablar. Es bueno tener palabras de aliento, palabras de
alago, palabras que den tranquilidad y esperanza, pero no abusemos cayendo en la
exageración y la mentira. ¡No digamos mentiras! Ni si quiera las conocidas como
mentiras piadosas. ¡No mintamos nunca!
Acostumbrémonos a decir siempre la verdad y que todo el mundo sepa que jamás
mentimos. Ese es el mejor ejemplo que podemos darles a nuestros hijos. Que sepan que
papá y mamá nunca mienten. Ellos aprenderán a reconocer el valor dela verdad y lo
cultivarán.
Cuando uno dice la verdad su palabra adquiere valor. Si él o ella lo han dicho, así ha de
ser, porque ellos nunca mienten. Oír que nuestros hijos digan eso será la mejor señal
que estamos haciendo las cosas bien. Entonces, jamás será necesario jurar ni agregar
una coma más a lo dicho. Nuestro no, será no y nuestro sí, sí.
Esto es lo que el Señor nos manda y es porque por la mentira entra el Demonio. La
mentira y el engaño es su arma favorita y comienza con las pequeñitas, las inocentes.
“Dile que no estoy” o “Dile que no me has visto” o “Dile que no sabes a qué hora
volveré”. Por ahí se empieza. Luego pasamos a transgresiones mayores.
No es exageración, sino el mismísimo Señor no nos lo diría. Veamos cómo comienzan
todos los engaños, todos los robos, todos los crímenes. Empiezan por haber hecho algo
que sabemos que está mal y que queremos ocultarlo. No queremos que alguien en
especial lo sepa, porque ello nos desacreditaría.
Queremos quedar bien a cualquier precio. Los primero centavos muy pronto se
convierten en miles, luego en millones y finalmente en fortunas que empezamos a
equiparar con algunas vidas. Es entonces que decidimos sacar de en medio a quien
podría “perjudicarnos”: un anciano, un testigo, un bebe, la otra, el otro.
Y cuando todas las evidencias nos señalan y ya no podemos ocultarlo más, empiezan los
engaños y los juramentos. Todas son tretas del Demonio que empezó a ganarse nuestra
alma con la primera mentirilla. Él abrió nuestra cuenta en el banco de la mentira y
empezó a abonar cada mentira y amostrarnos el balance cada vez que necesitábamos
más dinero.
Cada mentira no solo representa un palito más en sus registros, sino un dinero mal
percibido. Él se encargó de empezar a pagarte por cada mentira y mostrarte como cada
una de ellas representa mayores ingresos. Luego, una vez encaminado y acostumbrado,
empezó a mostrarte metas más ambiciosas.
De allí vienen las mentiras piadosas, de compararlas con las que ya mayores
empezamos a usar. Más complejas, más peligrosas. Más gente involucrada, pero
también más dinero y mejores ganancias. No siempre resulta tan evidente la
recompensa económica, pero siempre la hay.
Por ejemplo cuando copiamos un examen. Pasamos de año, permanecimos en el mismo
colegio o alcanzamos un título. ¿A cuánto hubiera ascendido la pérdida si no lo
lográbamos? Pues eso fue lo que ganamos, “abriéndonos las puertas” además, a
mayores ganancias.
¿Qué dimos a cambio? Tal parece que una serie de mentiras cada vez más grandes. Pero
en realidad empezamos a empeñar nuestra alma al Diablo, al Maligno, que es como
pretender caminar en el fango. Mientras más mentimos, más nos hundimos y más difícil
se nos va haciendo salir.
El Maligno existe y cuando le abrimos las puertas, el entra y abre las ventanas y muchos
más vienen a ocupar el lugar que hasta entonces ocupaba Dios. Y cuando sale Dios,
cuando el Demonio nos toma por completo, estamos perdidos. No hay forma de salir.
Solo Dios puede vencer al Demonio.
Jesucristo ha vencido al Demonio, pero tenemos que seguirlo para salir de sus garras.
Para eso debemos seguir siempre la Verdad, caminar en la Luz y el Amor. ¡Siempre! ¿Te
parece imposible? Tienes razón, lo es. Pero para Dios no hay nada imposible. Con su
ayuda, con Él de nuestro lado, TODO es POSIBLE.
Solo tenemos que dar el primer paso. Decirle SÍ a Jesucristo. El resto dejémoslo en Sus
manos.
Oremos: Padre Santo, te pedimos que nos ayudes a Caminar siempre en la Verdad.
Que no caigamos en las tentaciones del Maligno que pretende atraernos con sus mañas
y engaños. ¡Nada se puede ocultar para siempre! Danos Tú Espíritu Santo para que nos
guíe por la Luz y la Verdad, hasta alcanzar la Vida Eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.
http://www.caminando-con-jesus.org

Sabiduría Divina. “Hablamos...una sabiduría divina, misteriosa...” Uno de los grandes


dones que Cristo nos ha traído es esta sabiduría, este conocimiento de Dios y de sus
planes. Es el misterio de Cristo, mantenido en secreto durante siglos, que ahora, en esta
etapa final de la historia, nos ha sido dado a conocer por beneplácito de Dios para
nuestra salvación (Ef 3,4-6; Rom 16,25-26). ¡Cuánta gratitud debería desbordar nuestro
corazón! ¡Cómo deberíamos vivir a tono con este misterio y con esta sabiduría revelada!
Por fin conocemos el sentido de la vida y de la muerte, del sufrimiento y del trabajo...
Por fin sabemos el por qué y el para qué... « ¡Cuántos desearon ver lo que vosotros veis
y no lo vieron y oír lo que vosotros oís y no lo oyeron!» (Mt 13,17).
“Dios nos lo ha revelado por su Espíritu”. Necesitamos invocar continuamente el Espíritu
para que nos dé a conocer a Cristo y al Padre. Sin Él somos ciegos, incapaces de ver y
de entender (Mc 8,17-21). Sin Él no entendemos los planes de Dios, sin Él no
comprendemos las Escrituras. Necesitamos pedir la acción de este Maestro interior para
que nos invada con su luz y Cristo no nos parezca un fantasma, un extraño. Sólo Él, que
sondea lo profundo de Dios, que conoce lo íntimo de Dios, puede dárnoslo a conocer, y
de manera atractiva, de modo que ese conocimiento nos haga amarle hasta dar la vida
por Él.
“Lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó...” Nos equivocamos continuamente al valorar las
cosas de Dios con nuestras capacidades naturales. Lo que Él tiene preparado para
nosotros es infinitamente más grande, más bello, más rico de lo que imaginamos y
pensamos. Y no sólo en el cielo; ya en este mundo Dios quiere colmarnos de manera
insospechada, quiere hacer cosas grandes en nosotros. Por eso necesitamos dejar que el
Espíritu Santo nos dilate la capacidad y el deseo de recibir estos dones.
• Jesús expone su pastura frente a la Ley. Él reconduce los mandamientos a su raíz ya
su objetivo último: el servicio a la vida, a la justicia, al amor ya la verdad. No opone a la
Ley antigua una nueva ley, sino que la transforma y la lleva hacia una radicalidad sin
precedentes, rompiendo todos los moldes y criterios que la asemejan a una legislación
humana.
1. No piensen que vine para abolir la ley o los profetas
Jesús hace una declaración de mucha importancia para todo el cristianismo, en la que
fija su actitud doctrinal frente al judaísmo. Jesucristo proclama que no vino a abolir ni la
Ley ni los Profetas. Por el contrario, Cristo vino a llenar a cumplir y perfeccionar; cumplir
la Ley con las obras, y llevar lo imperfecto a lo perfecto, Jesucristo no viene a destruir la
ley, pero tampoco viene a consagrarla como algo que no se puede tocar, al contrario
viene a darle con su enseñanza y su actitud, una nueva forma, más definitiva, en la cual
ahora se realiza en plenitud aquello hacia donde la ley conducía.
Jesús no vino a anular los valores normativos del Antiguo Testamento, sino que hacer
posible su total efectividad y realización en la novedad del Evangelio. ¿Entonces, qué
sentido conviene aquí al verbo Cumplir o perfeccionar El sentido que aquí le corresponde
es el de “perfeccionar”? El sentido que aquí le corresponde es el de perfeccionar. Se ve
esto porque Jesús cumple con su práctica muchas cosas del Antiguo Testamento, pero
perfecciona ésta con su doctrina al interpretar el sentido recto de muchas cosas del
Antiguo Testamento deformadas por el leguleyismo farisaico y añade otras muchas
como la nueva revelación, lo mismo que por el espíritu evangélico que ha de informarla.
Jesús perfecciona la Ley del Antiguo Testamento, al interpretar el verdadero sentido de
prescripciones deformadas del Antiguo Testamento y al añadir nuevas enseñanzas,
revelaciones y prescripciones. La Ley de Moisés y la evangélica no son opuestas, son
una sola, es la Ley de Dios a los hombres, eso sí, en dos etapas, entonces la segunda es
complemento y perfeccionamiento de la primera.
Jesús dice: Les aseguro que no quedarán ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que
desaparezcan el cielo y la tierra, término con que se expresa el fin de los tiempos y, por
tanto, se expresa también con ello la duración de una cosa o la firmeza de la misma.
Dice Jesús; “El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los
otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos”.
Cabe destacar que Jesús dice El que no cumpla el más pequeño, no habla explícitamente
de preceptos mayores, es algo lógico, porque cuando dice; Les aseguro que no quedarán
ni una y ni una coma de la Ley sin cumplirse, ha de cumplirse.
El que no cumpla, o el que quebrantase o, por el contexto, mejor, descuidase cumplir
uno de estos preceptos pequeños o mínimos y además enseñase así a los hombres, será
el menor en el reino de los cielos, es decir no está excluido de él. Y la contraposición se
hace con los preceptos grandes y su premio correspondiente. En cambio, el que los
cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
Así es, como Jesús nos afirmó que la Ley la deberemos cumplir en todos sus aspectos,
hasta en los más insignificantes preceptos, haciendo estos llegaremos hacer grande en
el Reino de los Cielos. Entonces, la perfección evangélica, consistirá en la observancia de
los Evangelios, un modo de hacerlo, es cumplir hasta en sus más pequeñísimos detalles,
con gran cuidado, con un gran espíritu de amor, con aceptación y entrega a la voluntad
del Padre.
Ahora, nos hacemos una pregunta, ¿somos fieles en el cumplimiento de los que el
Evangelio se nos propone cumplir? o bien, ¿cumplimos todo lo que Jesucristo nos ha
enseñado como norma de vida? También es bueno preguntarse, ¿sino cumplimos,
aparte de no cumplir, estamos enseñando o incentivando a otros a no cumplir?
Ser cristiano, tener fe en Cristo, se resume en ser incondicional a Él, es decir, esforzarte
para ser como Él nos ha enseñado, y trabajar por implementar el Reino de Dios en todo
lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por implementar el Reino de Dios en
todo lugar, y ese Reino, es la justicia, la paz, el amor por los hombres, el ser solidario y
la inclinación natural por hacer el bien.
2. Si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos
Jesús, se atribuye una autoridad superior a la de Moisés, así es como lo dice
explícitamente. Jesús es superior a la misma Ley y tiene además autoridad para
cambiarla.
Jesús, ahora no solo prohíbe el homicidio, también veda la ira, los insultos, las injurias,
es decir, se deben evitar los pecados y faltas externas e internas, como las ofensas, la
rabia, agravios y ultrajes.
Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la
de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.” Se trata, pues, de
fidelidad a la Ley, pero de fidelidad al cumplimiento del espíritu de la Ley, pues en su
cumplimiento material, aquéllos eran maestros insuperables. Ya los profetas habían
urgido la necesidad de poner el espíritu y el corazón en los sacrificios. El rito material no
cuenta. Por el simple cumplimiento del rito cultual, Dios no lo atiende ni retribuye. Esto
es lo que Jesús censura, al tiempo que enseña cómo ha de ser la práctica de la nueva
Ley, de la justicia mesiánica; no hipocresía de un rito sin vida. La justicia del reino
mesiánico es sencillamente la justicia de la autenticidad religiosa. Este versículo, es un
término completivo del tema sobre la relación de Jesús y la Ley vieja, pero es, al mismo
tiempo, un versículo puente para el tema del sermón de la Montaña: el
perfeccionamiento moral de la vieja Ley y el perfeccionamiento del espíritu con que ha
de ser practicada.
Dice Jesús: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata
debe ser llevado ante el tribunal”. Jesús se está refiriendo al quinto precepto del
Decálogo (Diez Mandamientos): No matarás. Refiriéndose al auditorio les dice: Ustedes
han oído que se dijo a los antepasados. Estos antepasados son las generaciones judías
anteriores.
La cita se hace literalmente del Decálogo, pero la segunda parte, No matarás, y el que
mata debe ser llevado ante el tribunal, no se encuentra citada así en la Ley, esta castiga
el homicidio: El que hiere mortalmente a otro será castigado con la muerte (Ex 21:12;
Lev 24:17). Este juicio al que se alude puede ser el juicio jurídico del tribunal (Dt 16:18;
Dan 7:26 en los LXX) que le juzgará y le condenará o puede ser la misma condena.
Esta legislación del Decálogo había sido interpretada materialmente: realización física
del homicidio. Pero Jesús, al contraponer su enseñanza a la interpretación rabínica del
mismo mandamiento, está dando la interpretación del contenido primitivo.
Hay también en ello otro valor. Al contrastar lo que se les había dicho por Moisés a los
antiguos, sin embargo al decir Jesús Pero yo les digo, está implícitamente declarándose
superior a Moisés. Jesús ira luego gradualmente declarándose superior a los reyes,
profetas, sábado y Templo (Mt 16:6). Aquí se presenta ya como el supremo Legislador
de Israel.
Pero yo les digo que todo aquel que se enoja contra su hermano merece ser condenado
por un tribunal. En este precepto no solamente se condena el acto de homicidio real,
sino la injuria al hermano. Este, en la apreciación judía, era el equivalente al prójimo, y
éste era sólo el judío. Aquí también se condena el irritarse contra el hermano
injustamente (Mc 3:5) al llamarlo racá. Es palabra aramaica; se proponen varias
etimologías, como abominable, o loco, pero ésta significa además rebelde contra Dios,
ateo.
Naturalmente, Jesús no pretende establecer este triple y exclusivo código de penas y
castigos. Toma los términos de la jurisprudencia judía como medio de expresión de
valoración moral. El tribunal ante el que Jesús cita no es más que uno: el de Dios.
Luego Jesús, expone en dos pequeñas parábolas la necesidad de la reconciliación con el
prójimo, Él quiere que vivamos en paz los unos con los otros.
Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene
alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y
sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Esta presenta con una semejanza tomada
del sacrificio y la presenta con la urgencia del que está ya a punto de ofrecerle. Que la
deje ante el altar y que vaya primero a reconciliarse con su hermano, si tiene algo
contra ti, por suponerse que el oyente hizo algo injusto contra él. Con ello encarece la
necesidad de la caridad al ponerlo en comparación con el sacrificio. Ya que, siendo éste
representación vicaria del oferente, no es grata a Dios sin el amor al prójimo (Os 6:6).
“Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con
él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo”. Esta
segunda comparación está tomada de la vida civil: más vale componerse los litigantes
de un pleito entre ellos que venir a la sentencia inapelable del juez, aparte de pagar
costas y tener incomodidades y pleito. Se pagará hasta el último centavo. Es una
pequeña parábola, de la que luego se alegorizan algunos elementos, el tiempo que están
en camino probablemente alegoriza el tiempo que se está in vía; el juez y su sentencia
son el tribunal de Dios; el castigo en prisión, de la que no se saldrá hasta que se pague
el último centavo, es decir, hasta que se cumpla estrictamente la justicia, y porque el
tono de esta redacción parabólica sólo habla popular y sapiencialmente del anuncio de
un castigo que corresponde a una culpa contra la caridad, pero sin más precisiones.
Jesús, nos pide siempre que vivamos en paz y armonía con todos nuestros hermanos y,
que tengamos una actitud constante de reconciliación frente a las diferencia que a veces
nos separan. Dios aprecia de sobremanera la unidad fraternal, nos está diciendo que:
deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a
presentar tu ofrenda, es decir el sacrificio no será agradable a Él, sino en cuanto
vivamos en amor y paz con nuestros hermanos.
3. “No cometerás adulterio”.
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio”. La
ley judía condenaba en el Decálogo (Diez Mandamientos) (Ex 20:14) el adulterio. Pero
explícitamente no se legislaba sobre la simple fornicación, entonces la interpretación de
la prohibición del adulterio en el Decálogo era usualmente entendida del acto externo. El
mismo Decálogo daba, aparentemente, pie a ello, pues lo valoraba solamente desde el
punto de vista de la justicia. También se condenaban otros pecados externos como el de
lujuria y seducción, esto se lee en varios fragmentos del Antiguo Testamento, donde se
hace ver el peligro del pecado interno (Job 31:1; Eclo 9:5). El décimo mandamiento del
Decálogo, se prohíbe el deseo de la mujer ajena sólo por ser propiedad del marido (Ex
20:17; Dt 5:21).
Pero ante esta legislación interpretada restrictivamente, Jesús da su interpretación
auténtica: en este precepto está incluido todo mal deseo de adulterio. El corazón es el
verdadero responsable ante la moral.
Dice Jesús: “Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola ya cometió adulterio
con ella en su corazón”. Es verdad que en la literatura rabínica se encuentran textos de
todas las épocas expresando un sentimiento constante que condena la impureza que se
comete con los ojos o el pensamiento. Rabí Simeón dice: No cometerás adulterio, ni
tampoco con los ojos ni con el corazón. Pero la práctica debía de ser muy distinta,
cuando Jesús tiene que tomar esta actitud ante la interpretación del Decálogo.
Declarado el sentido del sexto mandamiento, surge su cumplimiento, haciendo ver la
necesidad de evitar la ocasión del pecado, este se hace con un grafismo hiperbólico,
aumentado y paradójico.
Dice Jesús: “Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo
lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu
cuerpo sea arrojado al infierno”. Si el ojo derecho, por especialmente estimado (1 Sam
11:2), lo mismo que si la mano derecha escandalizan, vale más sacárselo o cortarla que
ir con ambos al infierno.
Naturalmente, esto no se dice en el sentido de una realización material, porque el que
se saque una persona el ojo derecho, no le impide que siga pecando con mismo
izquierdo, por eso es el sentido etimológico de que es tropiezo u ocasión de pecado. Lo
que Jesús destaca es la necesidad de la precaución, de la vigilancia y el heroísmo, para
superar todo escándalo temporal, a fin de no ir por él al infierno.
Luego Jesús agrega: “También se dijo: El que se divorcia de su mujer debe darle una
declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en
caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer
abandonada por su marido comete adulterio”.
En este fragmento, se encuentra una dificultad ya clásica. Parecería que el divorcio fuese
lícito en el caso de fornicación, aquí se trata especialmente del repudio, pero esto, se
aclara mejor cuando leemos a san Mateo 19, 3-9, que se refiere a la indisolubilidad,
sucede cuando los fariseos preguntan a Jesús; ¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer por cualquier motivo?. Pero Jesús afirma categóricamente sobre lo indisoluble del
vínculo matrimonial, revalidando la dignidad del matrimonio, rechazando la teoría del
repudio, y restaura el derecho en su sentido original, sin dejar de recordar que Moisés
les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón, pero al principio no
era así.
Jesús quiere devolver a la ley divina, su primitivo vigor, y dice: Por lo tanto, yo les digo:
“El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer
adulterio”. Sus discípulos le dijeron como respuesta: Si ésta es la situación del hombre
con respecto a su mujer, no conviene casarse.
Es cierto que muchas veces el matrimonio no es algo fácil, en otras palabras tiene su
cruz y en ocasiones muy pesada, más aún si se mira como algo del cuerpo y de sus
instintos, o relacionado con ellos, esto es carnal, pero si al contrario, si lo miramos con
algo más de espíritu, y tomamos conciencia de que es un gran sacramento,
descubriremos la riqueza del matrimonio.
4. No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor.
El mal produce el los hombres palabras de desconfianzas, mentiras y falsedades, se
habla con hipocresía y lo peor, es el abuso de la palabra en juramento con falsas
promesas. Jesús nos encamina y nos orienta a ser hombres sencillos y fieles en todo y
con todos, con una conducta sincera, franca en el trato con los demás.
Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No jurarás
falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor”. El uso de los juramentos había
venido a ser un abuso en Israel. Se juraba por Dios, por el cielo, por el Todopoderoso,
por el templo, por esta morada, sinónimo del mismo; por el altar, por la Alianza, por la
Thorah (la ley), por la Consolación de Israel (Mesías). A veces la fórmula empleada era
negativa, y se decía yo (juro) no querer ver la Consolación de Israel si….hago o sucede
tal cosa; o en forma positiva: Yo juro que quiero ver muertos a mis hijos si…..sucede tal
cosa. Se juraba que comería o que no comería, que comió o que había comido, que
daría o no tal cosa a otro, que se entregaría al sueño o no, etc.
Entonces le dice Jesús; “Pero yo les digo que no juren de ningún modo”. No es que lo
excluya en absoluto, pues El mismo responderá ante la conjuración que por Dios le hace
Caifás, sino que es la forma rotunda de expresión contra la moral relajada.
También dice Jesús; “por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es
el estrado de sus pies”; destacando algunos juramentos, como modelo y más
frecuentes, que se hacían por las criaturas, para hacer ver que en ellos está Dios y que
por eso se utilizaban, y dice ni por el cielo, pues es la morada de Dios; allí está el trono
de Dios (Is 66:1); ni por la tierra, pues también en ella está Dios.
También dice Jesús; “Ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey”, que es Dios,
en la que puso su nombre. Por eso es la Ciudad Santa.
Jesús dice: “No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o
negro uno solo de tus cabellos”. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues aun en este
juramento se incluía a Dios. Se lo incluía al usar la palabra técnica jurar, y porque ella es
la representación del hombre, que está bajo el dominio de Dios. Por eso no puede
cambiar por un acto de su determinación el color de sus cabellos.
Ante esta frivolidad religiosa, Jesús propone Cuando ustedes digan sí, que sea sí, y
cuando digan no, que sea no. pues, además de salvar el honor de Dios, se trata de
revalorizar la dignidad y lealtad del hombre.
Añadiéndose todo lo que pasa de esto, de decir sí o no, procede del mal, Todo lo que se
dice de más, viene del Maligno, en su obra de mal contra el Reino. Además, que el
Maligno al introducir la mentira y el mal en el mundo (Jn 8:44), hizo necesaria, a veces,
la garantía del juramento.
De esta forma de expresarse san Mateo no se sigue que se niegue la legalidad del
juramento en ocasiones. La fórmula rotunda de prohibición no es más que el exceso de
un estilo oratorio y oriental. A lo que era un abuso total se le opone en este estilo una
prohibición total. Pero como contraprueba de su permisión está que Jesús responde a la
conjuración que le hace Caifás, lo mismo que la práctica de San Pablo y el ángel del
Apocalipsis, que jura por el que vive por los siglos (Ap 10:6).
El que sabe expresarse, el que sabe hablar de verdad, no es el que utiliza bellos
términos para impresionar, si el corazón no es sincero, las palabras no se oirán como
verdad, sin embargo, el que habla con el corazón sabe hablar bien y con sencillez, sus
palabras muestran sinceridad y convicción. Al hablar con nuestros hermanos, hagámoslo
con lealtad, sin fingimiento, sin hablar de frente algo y de espalda otra cosa.
3 Para la reflexión personal
– (Haz silencio en tu interior y pregúntate:)
1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?
2.- ¿Cómo ilumina mi vida?
3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?
4.- ¿Qué me falta para ser más como Él?
5.- ¿Estás siempre, en tu vida, abierto a la llamada de Jesús a una justicia más grande?
¿Eres consciente de no estar aún en la justicia plena?
6.- ¿En la práctica de la justicia te confrontas con el actuar de Dios? ¿No sabes que la
justicia de vivir nuevas relaciones humanas nos es dada? Una confirmación la
encontramos en las palabras del apóstol Pablo: “y ser hallado en él, no con la justicia
mía, la que viene de la Ley, sino la que viene por la fe de Cristo, la justicia que viene de
Dios, apoyada en la fe” (Fil 3,9).
7.- ¿La expresión de Jesús “pero yo os digo” es para nosotros un imperativo o un
mandamiento teórico? ¿Somos conscientes de que la justicia siempre más grande no es
otra que la continua disponibilidad a confrontarse con la existencia de Cristo, el solo
justo (Lc 23,47)?
8.- ¿Nuestra justicia se compromete a imitar algo de la justicia de Dios, de su gratuidad,
de su creatividad? Dios nos hace justos, nos libera de la parálisis del pecado; una vez
hechos libres ¿transmitimos recíprocamente esta liberación, practicando una justicia que
no juzga sino que nos hace siempre abiertos a los otros, que, de hecho, crea para los
otros espacios de un posible retorno a una vida auténtica?
4 Oración. ¿Qué le decimos a Dios? La palabra se convierte en Oración.
1 • Tú eres, Señor, nuestro Dios, y sin embargo ¡aún nos llamas tus amigos! Danos el
privilegio de ser capaces de observar tu ley, ya que sólo eso nos mandas: amar cada vez
más.
• Dios de todos los hombres, Padre de la luz, Tú haces resplandecer en nuestras
tinieblas la luz de tu Palabra de amor. Padre de toda ternura, tu Hijo muere por haber
amado en exceso, pero la muerte no ha podido erradicar de nuestro mundo su palabra
de fuego. ¡Bendito seas, Tú, que nos sigues enseñando palabras que brotan del corazón!
Líbranos de los juicios temerarios, aparta de nosotros el mal que deforma nuestros
sentimientos y danos la gracia de seguir a tu Hijo amado hasta ese amor que no pide
recompensa. En el rostro de Cristo brilla tu esplendor, Dios de eterna claridad.
Concédenos el don de contemplarlo de modo que seamos transfigurados. Por esa luz en
la libertad del Espíritu, que se llama amor, alegría y paz.
• Dios de todos los hombres, Padre de la luz, Tú haces resplandecer en nuestras
tinieblas la luz de tu Palabra de amor. Padre de toda ternura, tu Hijo muere por haber
amado en exceso, pero la muerte no ha podido erradicar de nuestro mundo su palabra
de fuego. ¡Bendito seas, Tú, que nos sigues enseñando palabras que brotan del corazón!
Líbranos de los juicios temerarios, aparta de nosotros el mal que deforma nuestros
sentimientos y danos la gracia de seguir a tu Hijo amado hasta ese amor que no pide
recompensa. En el rostro de Cristo brilla tu esplendor, Dios de eterna claridad.
Concédenos el don de contemplarlo de modo que seamos transfigurados. Por esa luz en
la libertad del Espíritu, que se llama amor, alegría y paz.
• Roguemos por los predicadores y los pastores: que sepan oír en el silencio la Palabra
que tienen la misión de anunciar; ¡que vivan de la ternura que tienen la vocación de
suscitar! Roguemos por todos los que enseñan: ¡que sirvan a la verdad! Roguemos por
los poetas y por los pensadores: ¡que revelen a los hombres nuevos caminos! Roguemos
por todas las Iglesias: que continúen, en la pobreza y sin ostentación, impartiendo el
ministerio de la Palabra; que sean reflejo fiel del Evangelio e inspiren la fe de los
hombres.
• Dios y Padre nuestro, ¿qué otra cosa podemos esperar de ti si no es el amor? ¿Y qué
puedes esperar tú de nosotros si no es el amor? ¡Bendito seas! En tu Hijo amado anudas
con nosotros una alianza que nada podrá deshacer. ¡Bendito sea tu nombre! En Jesús te
hemos reconocido y te damos gracias, ya que Él es nuestra bendición para la eternidad.
www.Dioscadadía.Bastin,Pinkers,Teheux

2 Padre, Dios del cielo y de la tierra, te alabamos por el misterio escondido en tu Hijo,
Jesús. Él se ha hecho uno de nosotros, ha compartido nuestra vida, se ha mostrado
atento a nuestras necesidades y ha cargado con nuestros pecados. Dios misericordioso,
quieres que seamos un pueblo libre, libre para aman y por eso -en Cristo- nos entregas
una nueva Ley escrita en el corazón del hombre. Tú lo ves todo, sondeas y conoces
nuestros pensamientos y sabes leer nuestras más secretas intenciones en los gestos que
realizamos. No queremos sentirte como un huésped indeseado que viola nuestra
intimidad, sino como el amigo que nos brinda la mano para llevarnos hasta la vida
eterna con la libertad de los hijos de Dios zarparemos mar adentro y, guiados con tu
Palabra y el Espíritu, marcaremos la ruta de la verdadera paz. www.santaclaradeestella.es
3 Dichoso el que, con vida intachable, Camina en la voluntad del Señor. Dichoso el que,
guardando sus preceptos Lo busca con todo el corazón. Tú promulgas tus decretos Para
que se observen exactamente. Ojalá esté firme mi camino, para cumplir tus consignas.
Haz bien a tu siervo: viviré Y cumpliré tus palabras; Ábreme los ojos, y contemplaré las
maravillas de tu voluntad. Muéstrame, Señor, el camino de tus leyes, y lo seguiré
puntualmente; Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón.
www.ocarm.org

4 ¡Padre bueno! que siempre nos hablas en Cristo Jesús: «Yo les digo…». Que tus
mandamientos sean nuestro Pan de cada día; porque ellos son nuestro Camino, Verdad
y Vida Eterna. Los mandamientos son Tú mismo hijo Jesucristo, tu amor por nosotros, y
son toda misericordia derramada por Ti a toda la humanidad.
Que la presencia del Paráclito la llamémos en cada segundo para no defraudar, que los
Ángeles guardianes siempre sean invocados para no tropezar, y que tu Divina Gracia nos
colme de bendiciones para caminar por la puerta estrecha, difícil pero segura, por
Jesucristo y su Sacratísimo Corazón, Señor mío y Dios mío. Amén. www.dario.res
5 Oh Dios, Padre nuestro, que en Jesús, tu Hijo, nos diste la plenitud y el cumplimiento
de toda ley, haz que, alimentándonos de su cuerpo y de su sangre, y meditando cada
día la divina Palabra, lleguemos a ser partícipes de su mismo amor y capaces de ver en
cada hombre, incluso en el enemigo, un hermano que, como nosotros, ha sido salvado
por Cristo al precio de su sangre. Concédenos un corazón nuevo y haz de nosotros
testigos alegres de la verdadera libertad que tú das a tus hijos, en un mundo opaco y
calculador. www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
5 Contemplación. ¿Cómo interiorizamos la palabra de Dios? La palabra en el
corazón de los Padres.
Por todas partes, pues, resulta que, si Cristo no mantiene la antigua Ley, no es porque
sea mala, sino porque había llegado el momento de preceptos superiores. El hecho de
que sea más imperfecta que la nueva no prueba tampoco que sea del todo mala, pues,
en ese caso, lo mismo habría que decir de la nueva. El conocimiento que ésta nos
procura, comparado con el de la otra vida, es también parcial e imperfecto y, venido el
otro, desaparecerá. Porque «cuando venga lo perfecto -dice el apóstol— desaparecerá lo
imperfecto» (1 Cor 13,1o), lo mismo que sucedió con la antigua Ley al venir la nueva.
Mas no por eso despreciaremos la nueva Ley, aunque también haya de ceder el paso y
retirarse cuando alcancemos el Reino de los Cielos. Porque entonces —dice—
«desaparecerá lo imperfecto». Y sin embargo, decimos que es grande. Ahora bien, como
son mayores los premios que se nos prometen y mayor la gracia del Espíritu Santo,
también se nos exigen combates mayores. Ya no se nos promete una tierra que mana
leche y miel, ni pingue vejez, ni muchedumbre de hijos, ni trigo y vino, ni rebaños
mayores y menores, sino el cielo y los bienes del cielo: la filiación divina y la hermandad
con el Unigénito y tener parte en su herencia y ser juntamente con El glorificados y
reinar a par suyo, y los infinitos galardones que allí nos esperan. Ahora que también
gozamos de mayor ayuda, oye como lo dice Pablo; «Ya no pesa, par tanto, condenación
alguna sobre las que viven en Cristo Jesús. La ley del Espíritu vivificador me ha liberado
por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte» (Rom 8,1ss) (Juan
Crisóstomo, «Homilías sobre el evangelio de san Mateo», 16,5, en Obras de san Juan
Crisóstomo, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1955, 3 19-32o).
www.santaclaradeestella.es

El Señor nos ha enseñado hoy la gran sublimidad de la filosofía celeste, el gran valor de
la milicia cristiana, diciendo: «A quien te abofetea en la mejilla derecha, preséntale
también la otra» (Mt 5,39). Considera difícil esta manera de comportarse quien ignora lo
grandes que son las recompensas de la paciencia. ¿Piensas acaso que puede obtener la
victoria el que quiere conseguir la corona sin recibir ni siquiera una bofetada? ¿Puede
buscar la gloria aquel a quien le parece insoportable una ofensa humana en defensa del
honor divino? Pues para demostrar que no son difíciles las cosas ordenadas, se repite la
misma lista de los mandamientos: «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por
diente. Pero yo os digo que no hagáis frente al que os hace mal...»
Cuando habla así no pretende que nosotros compensemos vicios con vicios, sino que los
superemos con la virtud y apaguemos la ira a las primeras chispas, porque, si llega al
incendio completo del furor, no se aplacará sin derramamiento de sangre. La ira se
vence con la mansedumbre, el furor se apaga con la docilidad, la maldad se ablanda con
la bondad, con la bondad se abate la crueldad; la paciencia castiga a la impaciencia, la
contienda se supera soportando las injusticias, la humildad derriba a la soberbia. Por
tanto, hermanos, el que quiera vencer los vicios que empuñe las armas de la piedad, no
las del furor. Ésta es la cumbre de la bondad, ésta es la cima de la piedad propia de la
filosofía divina, no de la humana: «No os resistáis al mal, antes venced el mal con el
bien» (Rom 12,21).
Pregunto: ¿qué locura puede haber más grande que golpear la mejilla de un hombre
santo, que azotar la cara de un hermano dócil, que recubrir con triste rencor la belleza
de un rostro plácido, que emplear la violencia contra un individuo ocupado en sus
asuntos y considerar con alivio precisamente los sufrimientos ajenos? Por consiguiente,
hermanos, si ante actos como estos sabemos que somos víctimas de una gravísima
locura, obedezcamos a Cristo y soportemos con toda la virtud de la piedad los mordiscos
y los golpes, tanto para liberar a nuestros hermanos de su pena como para obtener el
premio eterno por nuestra paciencia (Pedro Crisologo, «Sermoni», 38, en G. Banterle
[ed.], Opere di san Pietro Crisologo, 1: Sermoni 1-62 his, Biblioteca Ambrosiana - Citta
Nuova, Milan - Roma 1996, 272ss, passim).
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6 Acción. ¿A qué me comprometo con Dios? Para custodiar y vivir la palabra.


Repite con frecuencia y vive hoy la Palabra: «El Señor es el Espíritu, y donde está el
Espíritu del Señor hay libertad» (2 Cor 3,17).
Repite a menudo y vive esta Palabra: «Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto» (Mt 5,48).
7 Para la lectura espiritual. Caminar con la palabra.
Respecto a la totalidad que nos manifiesta la sabiduría, las formas provisionales
necesariamente se encuentran ligadas al principio de la coacción, de la constricción, y la
constricción no es la ley del corazón. Esta condición de la existencia es una condición
dura y hay que vivirla con la esperanza de que un día pasará este mundo, anclado en el
pecado. Tenemos que preparar aquel mundo y, dentro de lo posible, anticiparlo ahora
entre nosotras, sabiendo que se trata de una breve lluvia benéfica, de un fugaz rayo
solar, ya que la verdadera estación está por llegar Debemos, de alguna manera insertar
la levadura futuro dentro del presente. Esta es nuestra tarea, en lo pequeño y en lo
grande. Estas son las nuevas formas propuestas clara y límpidamente, can la
maravillosa y misteriosa música de las palabras evangélicas: «Habéis oído que se dijo,
pero yo os digo».
Nos encontramos en esta oscilación y es muy importante vivirla conscientemente, sin
bandazos, sin fanatismos místicos que destruyen la antinomia de este mundo
provisional, y sin mundanalidad —enorme en numerosos cristianos—, sino integrando las
dos dimensiones y convirtiendo las palabras de la sabiduría en principio normativo de la
saciedad, en regla de vida social.
Ninguna sociedad responderá jamás, hasta que salgamos de este mundo transitorio, a
las esperas y esperanzas que brotan de lo profundo. La respuesta que nos viene del
Espíritu es una respuesta que brilla en el futuro, y sólo llega a nuestros días el reflejo de
la luz (E. Balducci, Gli ulfimi Iempi, Roma 1998, 1 15). www.santaclaradeestella.es
Vamos a empezar enfrentándonos con el primer y desconcertante desafío. Jesús lo
resume en el sermón de la montaña: «vosotros sed perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto» (Mt 5,48). He aquí una petición verdaderamente excesiva. ¿Cómo
es perfecto Dios? El Sermon de la montaña y todo el resto de la enseñanza y de los
actos de Jesús nos dan indicios más que suficientes.
Dios «hace salir el sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos»
(Mt 5,45); Dios recompensa las acciones realizadas en lo secreto; Dios perdona; Dios es
fiel en preocuparse por todas nuestras necesidades; Dios da cosas buenas a los que se
las piden. La mayor alegría de Dios consiste en invitar a coda uno de nosotros a un
banquete y ofrecerle todo lo mejor posible.
El punto crucial es este: Dios es completamente para nosotros, pero de ninguna manera
para sustraernos de nuestras responsabilidades. Al contrario, Dios es para nosotros de
suerte que nosotros podamos ser, de todo corazón, para Dios y para los otros. Dios
comparte tanto la alegría como la responsabilidad. Y Dios nos da siempre más de lo
necesario, para ponernos en condiciones de seguir sus deseos divinos. Las virtudes son,
en todo esto, nuestra manera habitual de ser para los otros en la vida cotidiana. Surgen
de corazones plasmados por Jesucristo, en cuantos huéspedes de nuestra «comunidad
del corazón» y por el deseo de Dios por nosotros y de nosotros por Dios. La abundancia
de Dios significa que la gracia y la energía para ser virtuosos están siempre a nuestra
disposición.
Es inútil pensar en limitarse a vivir una vida suficientemente buena cuando se está
frente a un Dios así. Dios no se conforma con menos que la plena responsabilidad y la
alegría absoluta, y nos ofrece todo lo necesario para ello. Dios nos lo da todo, y cuando
nosotros fallamos, continúa perdonándonos y nos sigue dando (D. F. Ford, Dare forma
alla vita, Qiqajon, Magnano 2003, 97s, passim). www.evangeliodeMateo.GiorgioZevini
*****
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Invocación al Espíritu Santo:


Ven Espíritu Santo, Ven a nuestra vida, a nuestros corazones, a nuestras conciencias.
Mueve nuestra inteligencia y nuestra voluntad para entender lo que el Padre quiere
decirnos a través de su Hijo Jesús, el Cristo. Que tu Palabra llegue a toda nuestra vida y
se haga vida en nosotros. Amén
TEXTO BÍBLICO: Mateo 5, 17-37
1.- LECTURA: ¿Qué dice el texto?
Estudio Bíblico.
En el día de hoy continuamos con la lectura del evangelio de San Mateo, en esta ocasión
la lectura nos presenta a Jesús y su relación con la Ley. Del Mesías se esperaba que
trajera la nueva Torá, su propia Torá. La Torá es el libro que contiene la Ley y la
identidad del pueblo israelita.
Jesús viene a presentar una “nueva” Ley, basada ahora sobre la libertad; ahí radica la
paradoja, una Ley para ser libres. Esa libertad, por tanto, tiene un contenido, una
orientación, y por ello está en contradicción con todo lo que esclaviza. La “Torá del
Mesías” es totalmente nueva, diferente, pero precisamente por eso “da cumplimiento” a
la Torá de Moisés.
No se trata de abolir sino de dar cumplimiento, y este cumplimiento exige algo más y no
algo menos de justicia, como Jesús dice a continuación: “Porque les digo que si el modo
de obrar de ustedes no supera al de los letrados y fariseos, no entrarán en el reino de
los cielos.”
Jesús viene a presentar cuatro grandes temas para ponerlos en cuestión; sobre la
ofensa, el adulterio, el divorcio y respecto a los juramentos.
El A. Testamento dice no matarás, no cometerás adulterio, no jurarás: si caemos en la
cuenta, no todos son asesinos, pero en el interior del hombre hay ira, odio, violencia; no
todos son adúlteros, sin embargo los pensamientos y relaciones de los hombres no
buscan la continuidad y la fidelidad; no todos juran, pero si levantan falsos testimonios y
no van con la verdad por delante.
Jesús comenzando su predicación sobre el homicidio, cita el libro del Éxodo donde se
encuentran escritos los mandamientos, conocidos también como la Ley.
Las penas aquí señaladas guardan relación con la gravedad de la ofensa. El “sanedrín” o
Consejo era el Tribunal Supremo de los judíos; y el “infierno de fuego” o Gehena era un
valle situado al sur de Jerusalén, en el cual los israelitas habían sacrificado antiguamente
víctimas humanas al dios Moloc y por este motivo, simbolizaba el lugar del castigo más
grave.
Jesús presenta algo novedoso para ese momento: la reconciliación. No dijo si tú tienes
algo contra tu hermano, sino si tu hermano tiene algo contra ti, como imponiendo con
más dureza la necesidad de reconciliación. La cuestión del Sanedrín y del infierno del
fuego aparece como advertencias. No nos olvidemos que hablamos de homicidio y luego
de ira, la ira hace perder la objetividad y aún al sabio lo hace necio y no se trata sólo de
no matar sino también de no querer matar, de no querer causar daño. Porque Jesús es
el Intérprete eminente de la ley, quien le da el sentido más profundo.
Siguiendo con la lógica anterior sobre el homicidio, cuando Jesús habla de adulterio no
se trata sólo de no cometer adulterio, sino también de no querer cometerlo. Hay que
tener también un corazón limpio y desinteresado. El ejemplo de Jesús nos habla del
corazón y no de la mirada.
En tiempos de Jesús, las autoridades religiosas daban permisión para divorciarse por
cualquier motivo, no sólo por infidelidad. Ellos se excusaban diciendo que “estaba
contemplado en la ley”, pero ése no era el espíritu de la Ley. Jesús dijo: Pero yo les
digo que quien repudia a su mujer –salvo en caso de concubinato– la induce a adulterio,
y quien se case con una divorciada comete adulterio. Más adelante en el libro de Mateo
leeremos cuando Jesús explica que el divorcio no era parte del plan de Dios, sino que es
consecuencia del pecado del hombre y la dureza del corazón del hombre.
El «cielo, la tierra y Jerusalén» eran fórmulas usadas para evitar jurar por Dios pero se
referían a Él como se aclara en los versículos siguientes. Jesús sintetiza toda esa
legislación en un sí…sí y no…no cuando corresponde, evitando las invectivas farisaicas al
respecto. Es decir, que lleva el corazón de la cuestión de los juramentos, votos y
promesas al lugar central: la credibilidad personal. La mejor manera de gozar de la
credibilidad en el prójimo no es haciendo promesas irresponsables como suelen hacer los
demagogos, sino diciendo la verdad.
Preguntas para recordar el texto bíblico:
¿Cómo inicia el relato? ¿Qué dice Jesús que ha venido a hacer?
¿Cuál será la relación entre en cumplimiento de la Ley y el Reino de los Cielos?
¿Cuáles son los cuatro grandes temas que Jesús presenta en este relato?
¿Qué decía la Ley sobre el homicidio? ¿Qué dice Jesús? ¿Qué ejemplos presenta?
¿Qué decía la Ley sobre el adulterio? ¿Y qué dice Jesús? ¿Qué ejemplos presenta?
¿Qué decía la Ley sobre sobre el juramento? ¿Y Jesús que dice sobre ello? ¿Qué ejemplo
nos presenta?
2.- MEDITACIÓN: ¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Vivo los mandamientos como una norma rígida y pesada con la cual debo cargar, o más
bien como aquello que ordena mi vida y me conduce a la libertad?
¿Me esfuerzo por vivir los mandamientos cada día? ¿Comprendo que la recompensa está
en el Reino de los Cielos?
¿De qué sirve cumplir la Ley si carezco de amor? ¿Comprendo que la plenitud de la Ley
radica en el amor?
¿Qué me dice el mandamiento “no matarás”, siento que me es ajeno? ¿Con que
actitudes, gestos o pensamientos elimino a mis hermanos de mi vida? ¿De qué modo
vivo este llamo a la reconciliación? ¿Soy de los que esperan que el otro tome la
iniciativa? ¿A partir de ahora estoy dispuesto a ser yo quien dé el primer paso?
¿Comprendo que Jesús quiere de nosotros corazones puros y limpios? ¿Qué significa
para mí vivir la pureza? ¿Qué debo cambiar y/u ordenar en mi vida? ¿Entiendo que solo
aquellos que tienen un corazón puro y limpio pueden ver de mejor modo a Dios?
3.- ORACIÓN: ¿Qué le digo o decimos a Dios?
Orar, es responderle al Señor que nos habla primero. Estamos queriendo escuchar su
Palabra Salvadora. Esta Palabra es muy distinta a lo que el mundo nos ofrece y es el
momento de decirle algo al Señor.
Tú conoces mejor que nadie mi debilidad y mi pequeñez, pero también conoces cuánto
quiero responder a tu amor. Te pido que, así como viniste a perfeccionar la Ley judía,
perfecciones la sinceridad, la humildad, la entrega y la pureza de mi corazón. Te pido
que donde esté yo otros puedan verte a Ti. Que donde esté yo otros puedan verte en
mí. Quiero ser transparencia de tu amor. Hazme fuente de tus aguas, Señor. Hazme
cauce de tu vida para todos. Donde esté yo que puedan verte en mí.
Amén
Hacemos un momento de silencio y reflexión para responder al Señor. Hoy damos
gracias por su resurrección y porque nos llena de alegría. Añadimos nuestras intenciones
de oración.
4.- CONTEMPLACIÓN: ¿Cómo interiorizo o interiorizamos la Palabra de Dios?
Para el momento de la contemplación podemos repetir varias veces este versículo del
Evangelio para que vaya entrando a nuestra vida, a nuestro corazón.
«No piensen que llegué para acabar con la Ley de Moisés» (Versículos 17)
Y así, vamos pidiéndole al Señor ser testigos de la resurrección para que otros crean.
5.- ACCION: ¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un
verdadero cristiano.
En lo personal, me comprometo ser un cristiano coherente siempre y en todo lugar. En
estos días buscaré las formas de invitar a otros a orar juntos, viviendo el momento
desde la pequeñez y la humildad.
Con tu grupo, nos comprometemos a ser una comunidad dispuesta a ser luz de Cristo
para los demás. Por eso planeamos una campaña para que los miembros del barrio
puedan aprender a orar, utilizando recursos novedosos y creativos; para que todos
puedan acercarse a Dios y conocer cuánto nos ama.
**********************************************************************

✞ ✞ ✞ Profesión de Fe

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su
único Hijo, nuestro Señor,
Se inclina levemente la cabeza en señal de respeto.

Que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen.
Se finaliza la inclinación de la cabeza.

Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a
los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado
a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y
muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

✞ ✞ ✞ Intenciones (Oracion de los fieles)

Oremos al Señor, nuestro Dios.


- Por la Iglesia, para que en sus instituciones se transparente siempre el mandamiento
nuevo de Cristo. Roguemos al Señor.
- Por los que rigen los destinos de los pueblos, para que gobiernen con rectitud y
justicia. Roguemos al Señor.
- Por todos los que viven al margen de la Iglesia, para que descubran en ella la
presencia de Cristo Salvador y no sufran escándalo por nuestro pecado. Roguemos al
Señor.
- Por nosotros, aquí reunidos, que comemos y bebemos sentados a la mesa del Señor,
para que, esforzándonos en entrar por la puerta estrecha, seamos admitidos en el
banquete del reino glorioso. Roguemos al Señor.
Ábrenos, Señor, la puerta de tu misericordia; atiende a nuestras súplicas. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
• Pidamos a Dios nuestro Padre, cuya ley es la luz de nuestra vida. Digamos: R/Señor,
libera a tu pueblo
- Por la Iglesia, el Pueblo de Dios en marcha, para que sus líderes y miembros se apoyen
los unos a los otros en el espíritu de servicio y la sincera cooperación. Oremos.
- Por los líderes de la nación, para que respeten y promuevan los derechos humanos y
trabajen sin descanso por la justicia y la felicidad de todos. Oremos.
- Por los pobres, los enfermos y todos aquellos que viven los márgenes de la sociedad,
para que la Buena Noticia del amor y la misericordia de Dios llegue a ellos primero.
Oremos.
- Por todos nosotros, para que nunca pongamos la ley por encima de las personas sino
que practiquemos primero el gran mandamiento de amor mutuo. Oremos.
- Por nuestra comunidad cristiana, para que busquemos juntos la voluntad de Dios, nos
aceptemos unos a otros, respetemos la libertad de cada uno y seamos testigos de la
bondad de Dios. Oremos.
Señor, Dios nuestro, escucha nuestras oraciones por nosotros y por toda la humanidad.
Damos el coraje de ser libres y responsables por nosotros y por otros como Jesús hizo,
tu Hijo, que vive contigo para siempre. R/Amen.

3 LITURGIA EUCARISTICA
Sacerdote: Orad hermanos para que este sacrificio, mío y vuestro, sea
agradable a Dios, Padre todopoderoso.
Todos: El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria
de su Nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia. (→ Este es el
Compendio de la Misa)

✞ ✞ ✞ Oración sobre las Ofrendas

*** Se llevan al altar los dones; el pan y el vino. *** Acepta, Señor, nuestro corazón contrito y nuestro
espíritu humilde; que éste sea hoy nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia, Señor, Dios
nuestro. *** Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.

Señor, que esta oblación nos purifique y nos renueve, y sea causa de eterna
recompensa para los que cumplen tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Dios y Padre nuestro nos has mostrado en Jesús lo que significa decirte Sí. Que al
mismo tiempo que nos unimos a Él por este sacrificio, podamos decir Sí y hacer lo que
nos importa, que nuestro Si pueda ser una fiel respuesta a tu amor y a la gente que
nos rodea. Libéranos para servirte con toda nuestra vida por Jesucristo nuestro Señor.
R/Amen

✞ ✞ ✞ Plegaria eucarística (Prefacio)

Introducción a la plegaria eucarística


Centro y el culmen de toda la celebración. Es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El
sentido de esta oración es que toda la congregación de fieles se una con Cristo en el reconocimiento de
las grandezas de Dios y en la ofrenda del sacrificio.

• Con Jesús damos gracias al Padre por escribir su ley de amor en nuestros corazones.
Con Jesús ofrecemos nuestro Sí a Dios.
a) Acción de gracias
El Señor esté con vosotros. R/ Y con tu espíritu. Levantemos el corazón R/ Lo tenemos
levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R/ Es justo y necesario.

Prefacio VI dominical del tiempo ordinario. La prenda de nuestra pascua eterna


En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en
todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
En Ti vivimos, nos movemos y existimos; y, todavía en nuestro cuerpo, no sólo
experimentamos las pruebas cotidianas de tu amor, sino que poseemos ya en prenda la
vida futura; pues esperamos gozar de la Pascua eterna, porque tenemos las primicias
del Espíritu, por el que resucitaste a Jesús de entre los muertos.
• Te doy gracias Jesús por este momento de oración. Te pido que pueda profundizar
cada vez más en las verdades que me muestras para mi felicidad. Obtenme, Señor, la
fortaleza para cooperar activamente con tú gracia, y así seguir, día a día, la guía de tu
Santo Espíritu. Amén.
(Si quieres, puedes pedirle al Señor por tus intenciones).
Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…
Por eso, te alabamos con todos los ángeles, aclamándote llenos de alegría:
b) Santo: con esta aclamación toda la asamblea, uniéndose a las jerarquías celestiales, canta o recita
las alabanzas a Dios.

Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del Universo. Llenos están el cielo y la tierra de tu
gloria. Hosanna en el cielo. Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el
cielo.
c) Epíclesis Se implora el poder divino para que los dones se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes
la reciban.

Santo eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por
Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas
todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin
mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso. Por eso, Padre, te suplicamos que
santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera
que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que
nos mandó celebrar estos misterios.
d) Narración de la institución y consagración. Con las palabras y gestos de Cristo, se
realiza el sacrificio que él mismo instituyó en la última cena. Momento más solemne de la Misa; es la
transubstanciación: pan y vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Cristo. Dios se hace presente ante nosotros con todo su amor. ¡Bendito Jesus en el Santísimo sacramento
del Altar!

Porque Él mismo, la noche en que iba a ser entregado, tomó pan y dando gracias te
bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen y coman todos de él,
porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por ustedes".
Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz, y, dando gracias te bendijo, y lo pasó a
sus discípulos, diciendo: "Tomen y beban todos de él, porque éste es el cáliz de mi
Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por ustedes y por
muchos para el perdón de los pecados. Hagan esto en conmemoración mía".
e) Anámnesis. La Iglesia, al cumplir este encargo que, a través de los Apóstoles, recibió de Cristo
Señor, realiza el memorial del mismo Cristo, su Reactualización, recordando principalmente su
bienaventurada pasión, su gloriosa resurrección y la ascensión al cielo.

Éste es el sacramento de nuestra fe. R/ Anunciamos tu muerte, proclamamos tu


resurrección. ¡Ven, Señor Jesús!
f) Oblación. La asamblea ofrece al Padre la víctima inmaculada, y con ella se ofrece cada uno de los
participantes.

Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su


admirable resurrección y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te
ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia y reconoce en ella la Víctima por cuya
inmolación quisiste devolvemos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espíritu.
Que Él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto
con tus elegidos: con María, la Virgen Madre de Dios, los apóstoles y los mártires, (san
N.: santo del día o patrono) y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener
siempre tu ayuda.
Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al
mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu
servidor, el Papa N., a nuestro Obispo N., al orden episcopal, a los presbíteros y
diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
g) Intercesiones. Con ellas se da a entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la
Iglesia, celeste y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus miembros, vivos y difuntos.

Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, en el
domingo, día en que Cristo ha vencido a la muerte y nos ha hecho partícipes de su vida
inmortal. Reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el
mundo.
A nuestros hermanos difuntos y a cuantos murieron en tu amistad recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo, Señor
nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
Padre eterno, te ofrecemos la Preciosísima Sangre de Jesús, con todas las
Misas celebradas en el mundo en éste día, por las benditas Almas del
Purgatorio. Y Concédeles, Señor, el descanso eterno y brille para ellas la luz
perpetua. Amén.
h) Doxología final. Se expresa la glorificación de Dios y se concluye y confirma con el amen del
pueblo.

Por Cristo, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del
Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria por los siglos de los siglos. Amén
✞ ✞ ✞ Rito de la comunión
Significa "común unión". Al acercarnos a comulgar, además de recibir a Jesús dentro de nosotros y de
abrazarlo con tanto amor y alegría, nos unimos a toda la Iglesia en esa misma alegría y amor.

a) Introducción al Padrenuestro
Con las palabras de Jesús nuestro Señor oremos al Padre de todos para que su reino venga a cada
persona de la tierra.

• Con Jesús oramos al Padre para que hagamos su voluntad en todo.


• Unidos en el amor de Cristo, por el Espíritu Santo que hemos recibido, dirijámonos al
Padre con la oración que el Señor nos enseñó:
R/ Padre nuestro…
b) Rito de la Paz
Los fieles imploran la paz y la unidad para la iglesia y para toda la familia humana y se expresan
mutuamente la caridad antes de participar de un mismo pan.

Líbranos, Señor.
Líbranos Señor de nuestro egoísmo que nos hace caer en el pecado. Enséñanos a amar
tu ley y a vivir de acuerdo con su espíritu de compromiso Contigo y con los demás. Que
te sirvamos sin miedos al tiempo que nos prepararnos con alegría y esperanza a tu
venida definitiva entre nosotros de nuestro Salvador Jesucristo.

R/. Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.


• Señor Jesucristo: tú dijiste a tus apóstoles: “La paz o dejo, mi paz os doy; no se
preocupen de lo que tengan que decir en su defensa; ni un cabello de vuestra cabeza
perecerá”. Ante acontecimientos y adversidades terribles, ayúdanos a no tener pánico, a
mantener nuestra serenidad interior y a encontrar y guardar la paz de tu reino eterno
donde tú vives y reinas por los siglos de los siglos.
Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no
tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. R/.
Amén.
La paz del Señor esté siempre con ustedes. R/. Y con tu espíritu.
Dense fraternalmente la paz.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo. R. Danos la paz.
Invitación a la Comunión
Este es Jesús el Señor, cuyas palabras y acciones fueron un si incondicional al Padre y a
nosotros. Felices si recibimos su pan de vida y fortaleza.
• Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la
cena del Señor.
R. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una Palabra tuya
bastará para sanarme.
c) El gesto de la fracción del pan: Significa que nosotros, que somos muchos, en la comunión
de un solo pan de vida, que es Cristo, nos hacemos un solo cuerpo (1 Co 10,17)

d) Inmixión o mezcla: el celebrante deja caer una parte del pan consagrado en el cáliz.
Antífona de comunión Cf. Sal 77, 29-30
Comieron y se hartaron, así el Señor satisfizo su avidez; no los defraudó según su
deseo.
O bien: Jn 3,16
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en Él
no perezca, sino que tenga vida eterna.

✞ ✞ ✞ Oración después de la Comunión

Alimentados con las delicias del cielo, te pedimos, Señor, que procuremos siempre
aquello que nos asegura la vida verdadera. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Padre nuestro, tu Hijo Jesús ha puesto ante nosotros las exigencias de la Buena Noticia.
En las tensiones y riesgos de la vida; con Él podemos elegirte a Ti y la felicidad más que
el pecado y la muerte. Danos una firme confianza en Ti de manera que siempre
podamos contar Contigo y que tu Espíritu nos guíe para caminar hacia Ti por el camino
de la fidelidad que nos ha mostrado tu querido Hijo. Por Cristo nuestro Señor.
R/Amen

4 RITO DE CONCLUSION
Consta de saludo, bendición sacerdotal, y de la despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que
cada uno vuelva a sus honestos quehaceres alabando y bendiciendo al Señor.

✞ ✞ ✞ Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos
de los siglos. R/ Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! R/ ¡Venga tu Reino!

Consagración a María
Pidámosle a María que nos acompañe siempre:
Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las oraciones que te
dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, ¡oh Virgen
gloriosa y bendita! Amén.

Oracion a San Miguel Arcángel.


San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad
y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde
súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido,
arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén

✞ ✞ ✞ Bendición

Inclinad vuestras cabezas y pidamos la bendición de Dios.


Que el Padre todopoderoso os mantenga en su amor, para que no sólo cumpláis su ley
sino permanezca en vuestros corazones y la améis.
R/Amen
Que sigáis la huellas de su Hijo Jesucristo y seáis fieles, cueste lo que cueste, para ser
libre para decir que Sí.
R/ Amen.
Que el Espíritu Santo os de sabiduría y os dé la perspicacia y la fuerza para dar una
respuesta libre y responsable a Dios
R/ Amen.

Que Dios todopoderoso os bendiga a todos: el Padre, el Hijo ✠ y el Espíritu Santo.

R/ Amen
Podemos ir en paz.
R/ Demos gracias a Dios.

✞ ✞ ✞ Abba Padre, gracias te doy por enseñarme a Cristo histórico. Y ahora, por tu gracia
y Espíritu Santo concédeme fortalecer la fe, para caminar con Cristo, por Cristo y en
Cristo, ya no histórico, sino Pan vivo bajado del cielo.
«Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo» Mt 16, 16

Oración de «Adiós al Altar», antes de salir del templo después de la liturgia


(Tradición siro-maronita)
Queda en paz, oh Altar de Dios.
La oblación que hoy he ofrecido sobre ti, sea para la remisión de las culpas y el perdón
de los pecados y me alcance estar ante el tribunal de Cristo sin condena y sin confusión.
No sé si se me concederá volver a ofrecer sobre ti otro Sacrificio. Protégeme, Señor, y
conserva a tu Santa Iglesia, que es camino de verdad y de salvación. Amén
Papa Francisco
ÁNGELUS, Domingo 12 de febrero de 2017.
¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
La liturgia de hoy nos presenta otra página del Discurso de la montaña, que
encontramos en el Evangelio de Mateo (cf. Mt 5, 17-37). En este pasaje, Jesús quiere
ayudar a quienes le escuchan para realizar una relectura de la ley mosaica. Lo que fue
dicho en la antigua alianza era verdadero, pero no era todo: Jesús vino para dar
cumplimiento y para promulgar de manera definitiva la ley de Dios, hasta la última iota
(cf. Mt 5, 18). Él manifiesta las finalidades originarias y cumple los aspectos auténticos,
y hace todo esto mediante su predicación y más aún al ofrecerse a sí mismo en la cruz.
Así Jesús enseña cómo hacer plenamente la voluntad de Dios y usa esta palabra: con
una "justicia superior" respecto a la de los escribas y fariseos (cf. Mt 5, 20). Una justicia
animada por el amor, por la caridad, por la misericordia, y por lo tanto capaz de realizar
la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo. El formalismo: esto
puedo, esto no puedo; hasta aquí puedo, hasta aquí no puedo… No: más, más. En
particular, en el Evangelio de hoy Jesús examina tres aspectos, tres mandamientos: el
homicidio, el adulterio y el juramento. Respecto al mandamiento "no matarás", Él afirma
que es violado no solo por el homicidio efectivo, sino también por esos comportamientos
que ofenden la dignidad de la persona humana, comprendidas las palabras injuriosas (cf
Mt 5, 22). Claro, estas palabras injuriosas no tienen la misma gravedad y culpabilidad
del asesinato, pero se ponen en la misma línea, porque se dan las premisas y revelan la
misma malevolencia. Jesús nos invita a no establecer una clasificación de las ofensas,
sino a considerarlas todas dañinas, en cuanto son movidas por el intento de hacer el mal
al próximo. Y Jesús pone el ejemplo. Insultar: nosotros estamos acostumbrados a
insultar, es como decir "buenos días". Y eso está en la misma línea del asesinato. Quien
insulta al hermano, mata en su propio corazón a su hermano. Por favor, ¡no insultéis!
No ganamos nada…
Otro cumplimiento es aportado a la ley matrimonial. El adulterio era considerado una
violación del derecho de propiedad del hombre sobre la mujer. Jesús en cambio va a la
raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través de las injurias, las ofensas y los
insultos, se llega al adulterio a través de las intenciones de posesión respecto a una
mujer diversa de la propia mujer. El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los
otros pecados, primero son concebidos en nuestra intimidad y, una vez cumplida en el
corazón la elección equivocada, se ponen en práctica a través de un comportamiento
concreto. Y Jesús dice: quien mira a una mujer que no es la propia con ánimo de
posesión es un adúltero en su corazón, ha iniciado el camino hacia el adulterio.
Pensemos un poco sobre esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea.
Jesús dice además a sus discípulos que no juren, en cuanto el juramento es señal de la
inseguridad y de la doblez con la cual se desarrollan las relaciones humanas. Se
instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantía a nuestras actividades humanas.
Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias y en
nuestras comunidades un clima de limpieza y de confianza recíproca, de manera que
podemos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser
creídos. ¡La desconfianza y las sospechas recíprocas amenazan siempre la serenidad!
Que la Virgen María, que dona la escucha dócil y la obediencia alegre, nos ayude a
acercarnos siempre más al Evangelio, para ser cristianos no "de fachada", ¡sino de
sustancia! Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo
con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios.
ÁNGELUS, Domingo 16 de febrero de 2014
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de este domingo forma parte aún del así llamado "sermón de la montaña",
la primera gran predicación de Jesús. Hoy el tema es la actitud de Jesús respecto a la
Ley judía. Él afirma: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas; no he
venido a abolir, sino a dar plenitud" (Mt 5, 17). Jesús, sin embargo, no quiere cancelar
los mandamientos que dio el Señor por medio de Moisés, sino que quiere darles
plenitud. E inmediatamente después añade que esta "plenitud" de la Ley requiere una
justicia mayor, una observancia más auténtica. Dice, en efecto, a sus discípulos: "Si
vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de
los cielos" (Mt 5, 20).
¿Pero qué significa esta "plenitud" de la Ley? Y esta justicia mayor, ¿en qué consiste?
Jesús mismo nos responde con algunos ejemplos. Jesús era práctico, hablaba siempre
con ejemplos para hacerse entender. Inicia desde el quinto mandamiento: "Habéis oído
que se dijo a los antiguos: "No matarás";... Pero yo os digo: todo el que se deja llevar
de la cólera contra su hermano será procesado" (vv. 21-22). Con esto, Jesús nos
recuerda que incluso las palabras pueden matar. Cuando se dice de una persona que
tiene la lengua de serpiente, ¿qué se quiere decir? Que sus palabras matan. Por lo tanto,
no sólo no hay que atentar contra la vida del prójimo, sino que tampoco hay que
derramar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia. Ni tampoco hablar mal
de él. Llegamos a las habladurías: las habladurías, también, pueden matar, porque
matan la fama de las personas. ¡Es tan feo criticar! Al inicio puede parecer algo
placentero, incluso divertido, como chupar un caramelo. Pero al final, nos llena el
corazón de amargura, y nos envenena también a nosotros. Os digo la verdad, estoy
convencido de que si cada uno de nosotros hiciese el propósito de evitar las críticas, al
final llegaría a ser santo. ¡Es un buen camino! ¿Queremos ser santos? ¿Sí o no? [Plaza:
¡Sí!] ¿Queremos vivir apegados a las habladurías como una costumbre? ¿Sí o no?
[Plaza: ¡No!] Entonces estamos de acuerdo: ¡nada de críticas! Jesús propone a quien le
sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, de ir más
allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a
afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer las
paces con el prójimo. Y dice así: "Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre
el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu
ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano" (vv. 23-24). Por ello
estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra
devoción al Señor en la oración.
De todo esto se comprende que Jesús no da importancia sencillamente a la observancia
disciplinar y a la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo a la
intención y, por lo tanto, al corazón del hombre, donde tienen origen nuestras acciones
buenas y malas. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas
jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría
oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede acoger gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a
través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace
capaces de vivir el amor divino.
A la luz de esta enseñanza, cada precepto revela su pleno significado como exigencia de
amor, y todos se unen en el más grande mandamiento: ama a Dios con todo el corazón
y ama al prójimo como a ti mismo.

Papa Benedicto XVI


ÁNGELUS, Domingo 13 de febrero de 2011
Queridos hermanos y hermanas:
En la Liturgia de este domingo prosigue la lectura del llamado "Sermón de la montaña"
de Jesús, que comprende los capítulos 5, 6 y 7 del Evangelio de Mateo. Después de las
"bienaventuranzas", que son su programa de vida, Jesús proclama la nueva Ley, su
Torá, como la llaman nuestros hermanos judíos. En efecto, el Mesías, con su venida,
debía traer también la revelación definitiva de la Ley, y es precisamente lo que Jesús
declara: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir,
sino a dar plenitud". Y, dirigiéndose a sus discípulos, añade: "Si vuestra justicia no es
mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos" (Mt 5,
17.20). Pero ¿en qué consiste esta "plenitud" de la Ley de Cristo, y esta "mayor" justicia
que él exige?
Jesús lo explica mediante una serie de antítesis entre los mandamientos antiguos y su
modo proponerlos de nuevo. Cada vez comienza diciendo: "Habéis oído que se dijo a los
antiguos...", y luego afirma: "Pero yo os digo...". Por ejemplo: "Habéis oído que se dijo a
los antiguos: "No matarás"; y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: "todo el
que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado"" (Mt 5, 21-22). Y así
seis veces. Este modo de hablar suscitaba gran impresión en la gente, que se asustaba,
porque ese "yo os digo" equivalía a reivindicar para sí la misma autoridad de Dios,
fuente de la Ley. La novedad de Jesús consiste, esencialmente, en el hecho que él
mismo "llena" los mandamientos con el amor de Dios, con la fuerza del Espíritu Santo
que habita en él. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción
del Espíritu Santo, que nos hace capaces de vivir el amor divino. Por eso todo precepto
se convierte en verdadero como exigencia de amor, y todos se reúnen en un único
mandamiento: ama a Dios con todo el corazón y ama al prójimo como a ti mismo. "La
plenitud de la Ley es el amor", escribe san Pablo (Rm 13, 10). Ante esta exigencia, por
ejemplo, el lamentable caso de los cuatro niños gitanos que murieron la semana pasada
en la periferia de esta ciudad, en su chabola quemada, impone que nos preguntemos si
una sociedad más solidaria y fraterna, más coherente en el amor, es decir, más
cristiana, no habría podido evitar ese trágico hecho. Y esta pregunta vale para muchos
otros acontecimientos dolorosos, más o menos conocidos, que acontecen diariamente en
nuestras ciudades y en nuestros países.
Queridos amigos, quizás no es casualidad que la primera gran predicación de Jesús se
llame "Sermón de la montaña". Moisés subió al monte Sinaí para recibir la Ley de Dios y
llevarla al pueblo elegido. Jesús es el Hijo de Dios que descendió del cielo para llevarnos
al cielo, a la altura de Dios, por el camino del amor. Es más, él mismo es este camino: lo
único que debemos hacer es seguirle, para poner en práctica la voluntad de Dios y
entrar en su reino, en la vida eterna. Una sola criatura ha llegado ya a la cima de la
montaña: la Virgen María. Gracias a la unión con Jesús, su justicia fue perfecta: por esto
la invocamos como Speculum iustitiae. Encomendémonos a ella, para que guíe también
nuestros pasos en la fidelidad a la Ley de Cristo.

DIRECTORIO HOMILÉTICO
I. La homilía y el Catecismo de la Iglesia Católica
Ciclo A. Sexto domingo del Tiempo Ordinario.
Jesús y la Ley
577 Al comienzo del Sermón de la montaña, Jesús hace una advertencia solemne
presentando la Ley dada por Dios en el Sinaí con ocasión de la Primera Alianza, a la luz
de la gracia de la Nueva Alianza:
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir sino a dar
cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o un
ápice de la Ley sin que todo se haya cumplido. Por tanto, el que quebrante uno de estos
mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el Reino de los
cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ese será grande en el Reino de los
cielos" (Mt 5, 17-19).
578 Jesús, el Mesías de Israel, por lo tanto el más grande en el Reino de los cielos, se
debía sujetar a la Ley cumpliéndola en su totalidad hasta en sus menores preceptos,
según sus propias palabras. Incluso es el único en poderlo hacer perfectamente (cf. Jn
8, 46). Los judíos, según su propia confesión, jamás han podido cumplir jamás la Ley en
su totalidad, sin violar el menor de sus preceptos (cf. Jn 7, 19; Hch 13, 38-41; Hch 15,
10). Por eso, en cada fiesta anual de la Expiación, los hijos de Israel piden perdón a Dios
por sus transgresiones de la Ley. En efecto, la Ley constituye un todo y, como recuerda
Santiago, "quien observa toda la Ley, pero falta en un solo precepto, se hace reo de
todos" (St 2, 10; cf. Ga 3, 10; Ga 5, 3).
579 Este principio de integridad en la observancia de la Ley, no sólo en su letra sino
también en su espíritu, era apreciado por los fariseos. Al subrayarlo para Israel, muchos
judíos del tiempo de Jesús fueron conducidos a un celo religioso extremo (cf. Rm 10, 2),
el cual, si no quería convertirse en una casuística "hipócrita" (cf. Mt 15, 3-7; Lc 11, 39-
54) no podía más que preparar al pueblo a esta intervención inaudita de Dios que será la
ejecución perfecta de la Ley por el único Justo en lugar de todos los pecadores (cf. Is 53,
11; Hb 9, 15).
580 El cumplimiento perfecto de la Ley no podía ser sino obra del divino Legislador que
nació sometido a la Ley en la persona del Hijo (cf Ga 4, 4). En Jesús la Ley ya no
aparece grabada en tablas de piedra sino "en el fondo del corazón" (Jr 31, 33) del
Siervo, quien, por "aportar fielmente el derecho" (Is 42, 3), se ha convertido en "la
Alianza del pueblo" (Is 42, 6). Jesús cumplió la Ley hasta tomar sobre sí mismo "la
maldición de la Ley" (Ga 3, 13) en la que habían incurrido los que no "practican todos
los preceptos de la Ley" (Ga 3, 10) porque, ha intervenido su muerte para remisión de
las transgresiones de la Primera Alianza" (Hb 9, 15).
581 Jesús fue considerado por los Judíos y sus jefes espirituales como un "rabbi" (cf. Jn
11, 28; Jn 3, 2; Mt 22, 23, Mt 24, 34-36). Con frecuencia argumentó en el marco de la
interpretación rabínica de la Ley (cf. Mt 12, 5; Mt 9, 12; Mc 2, 23-27; Lc 6, 6-9; Jn 7,
22-23). Pero al mismo tiempo, Jesús no podía menos que chocar con los doctores de la
Ley porque no se contentaba con proponer su interpretación entre los suyos, sino que
"enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas" (Mt 7, 28-29). La misma
Palabra de Dios, que resonó en el Sinaí para dar a Moisés la Ley escrita, es la que en él
se hace oír de nuevo en el Monte de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1). Esa palabra no
revoca la Ley sino que la perfecciona aportando de modo divino su interpretación
definitiva: "Habéis oído también que se dijo a los antepasados… pero yo os digo" (Mt 5,
33-34). Con esta misma autoridad divina, desaprueba ciertas "tradiciones humanas" (Mc
7, 8) de los fariseos que "anulan la Palabra de Dios" (Mc 7, 13).
582 Yendo más lejos, Jesús da plenitud a la Ley sobre la pureza de los alimentos, tan
importante en la vida cotidiana judía, manifestando su sentido "pedagógico" (cf. Ga 3,
24) por medio de una interpretación divina: "Todo lo que de fuera entra en el hombre no
puede hacerle impuro… - así declaraba puros todos los alimentos - … Lo que sale del
hombre, eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón de los
hombres, salen las intenciones malas" (Mc 7, 18-21). Jesús, al dar con autoridad divina
la interpretación definitiva de la Ley, se vio enfrentado a algunos doctores de la Ley que
no recibían su interpretación a pesar de estar garantizada por los signos divinos con que
la acompañaba (cf. Jn 5, 36; Jn 10, 25. 37-38; Jn 12, 37). Esto ocurre, en particular,
respecto al problema del sábado: Jesús recuerda, frecuentemente con argumentos
rabínicos (cf. Mt 12, 25-27; Jn 7, 22-24), que el descanso del sábado no se quebranta
por el servicio de Dios (cf. Mt 12, 5; Nm 28, 9) o al prójimo (cf. Lc 13, 15-16; Lc 14, 3-
4) que realizan sus curaciones.
La Ley antigua
1961 Dios, nuestro Creador y Redentor, eligió a Israel como su pueblo y le reveló su
Ley, preparando así la venida de Cristo. La Ley de Moisés contiene muchas verdades
naturalmente accesibles a la razón. Estas están declaradas y autentificadas en el interior
de la Alianza de la salvación.
1962 La Ley antigua es el primer estado de la Ley revelada. Sus prescripciones morales
están resumidas en los Diez mandamientos. Los preceptos del Decálogo establecen los
fundamentos de la vocación del hombre, formado a imagen de Dios. Prohiben lo que es
contrario al amor de Dios y del prójimo, y prescriben lo que le es esencial. El Decálogo
es una luz ofrecida a la conciencia de todo hombre para manifestarle la llamada y los
caminos de Dios, y para protegerle contra el mal:
"Dios escribió en las tablas de la ley lo que los hombres no leían en sus corazones" (S.
Agustín, Sal 57, 1).
1963 Según la tradición cristiana, la Ley santa (cf. Rm 7, 12), espiritual (cf Rm 7, 14) y
buena (cf Rm 7, 16) es todavía imperfecta. Como un pedagogo (cf Ga 3, 24) muestra lo
que es preciso hacer, pero no da de suyo la fuerza, la gracia del Espíritu para cumplirlo.
A causa del pecado, que ella no puede quitar, no deja de ser una ley de servidumbre.
Según S. Pablo tiene por función principal denunciar y manifestar el pecado, que forma
una "ley de concupiscencia" (cf Rm 7) en el corazón del hombre. No obstante, la Ley
constituye la primera etapa en el camino del Reino. Prepara y dispone al pueblo elegido
y a cada cristiano a la conversión y a la fe en el Dios Salvador. Proporciona una
enseñanza que subsiste para siempre, como la Palabra de Dios.
1964 La Ley antigua es una preparación para el Evangelio. "La ley es profecía y
pedagogía de las realidades venideras" (S. Ireneo, haer. 4, 15, 1). Profetiza y presagia
la obra de liberación del pecado que se realizará con Cristo; suministra al Nuevo
Testamento las imágenes, los "tipos", los símbolos para expresar la vida según el
Espíritu. La Ley se completa mediante la enseñanza de los libros sapienciales y de los
profetas, que la orientan hacia la Nueva Alianza y el Reino de los Cielos.
"Hubo… , bajo el régimen de la antigua alianza, gentes que poseían la caridad y la gracia
del Espíritu Santo y aspiraban ante todo a las promesas espirituales y eternas, en lo cual
se adherían a la ley nueva. Y al contrario, existen, en la nueva alianza, hombres
carnales, alejados todavía de la perfección de la ley nueva: para incitarlos a las obras
virtuosas, el temor del castigo y ciertas promesas temporales han sido necesarias,
incluso bajo la nueva alianza. En todo caso, aunque la ley antigua prescribía la caridad,
no daba el Espíritu Santo, por el cual "la caridad es difundida en nuestros corazones"
(Rm 5, 5)" (S. Tomás de Aquino, s. th. 1-2, 107, 1 ad 2).
El Decálogo en la Tradición de la Iglesia
2064 Fiel a la Escritura y siguiendo el ejemplo de Jesús, la Tradición de la Iglesia ha
reconocido en el Decálogo una importancia y una significación primordiales.
2065 Desde S. Agustín, los "diez mandamientos" ocupan un lugar preponderante en la
catequesis de los futuros bautizados y de los fieles. En el siglo quince se tomó la
costumbre de expresar los preceptos del Decálogo en fórmulas rimadas, fáciles de
memorizar, y positivas. Estas fórmulas están todavía en uso hoy. Los catecismos de la
Iglesia han expuesto con frecuencia la moral cristiana siguiendo el orden de los "diez
mandamientos".
2066 La división y numeración de los mandamientos ha variado en el curso de la
historia. El presente catecismo sigue la división de los mandamientos establecida por S.
Agustín y que se hizo tradicional en la Iglesia católica. Es también la de las confesiones
luteranas. Los Padres griegos realizaron una división algo distinta que se encuentra en
las Iglesias ortodoxas y las comunidades reformadas.
2067 Los diez mandamientos enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo.
Los tres primeros se refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del
prójimo.
"Como la caridad comprende dos preceptos en los que el Señor condensa toda la ley y
los profetas…, así los diez preceptos se dividen en dos tablas: tres están escritos en una
tabla y siete en la otra" (S. Agustín, serm. 33, 2, 2).
2068 El Concilio de Trento enseña que los diez mandamientos obligan a los cristianos y
que el hombre justificado está también obligado a observarlos (cf DS 1569-70). Y el
Concilio Vaticano II lo afirma: "Los obispos, como sucesores de los apóstoles, reciben del
Señor… la misión de enseñar a todos los pueblos y de predicar el Evangelio a todo el
mundo para que todos los hombres, por la fe, el bautismo y el cumplimiento de los
mandamientos, consigan la salvación" (LG 24).

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