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Texto de Acevedo

Género, salud y seguridad en el trabajo


Esta autora hace un reconocimiento de que el hecho del género femenino también entra en la
dinámica laboral y que es algo que se desconoce. Siempre se estudia al trabajo como si
estuviese exceptuado de la propia perspectiva de género que hay en torno a las
masculinidades y femineidades en relación a los distintos tipos de trabajo.

Si no se considera que el género forma parte del colectivo de trabajo, esto tiene muchos
riesgos luego de que se desconozcan cuando se hacen estudios de seguridad en el trabajo y de
salud. Por ende, se desconocen las formas de seguridad y salud que hay que afrontar, o que
hay que hacer para que el trabajo sea más seguro, porque no se tiene en cuenta que géneros
tanto femeninos como masculinos entran en juego a la hora de realizar un tipo de actividad,
un trabajo, y eso puede llevar al surgimiento de distintos riesgos laborales.

La autora plantea que en la actualidad la representación social del trabajo es


predominantemente androgénica o androcéntrica (quiere decir más bien masculina). Las
prácticas de seguridad y de salud en el trabajo han sido pensadas para el trabajo
predominantemente masculino y no para el femenino, por ende, las mujeres quedan dejadas
de lado, secundarias.

A la hora de estudiar el género podemos profundizar el factor humano, como el factor humano
juega en el trabajo y reconocer que un trabajo tiene su carácter sexuado, tienen o se expresan
las diferentes necesidades psicobiológicas (no son lo mismo la de las mujeres que la de los
hombres), y por eso se tienen que tener en cuenta también. Y la implicancia que tiene la
consideración de la construcción del género femenino en las dinámicas laborales.

La autora habla del trabajo productivo de las mujeres, que, si bien no se lo nombra porque
siempre se nombra el de los hombres, las mujeres siempre trabajaron también. Habla desde
los modos pre-capitalistas como las actividades agricultoras, después desde la parte industrial
a través de los servicios de salud (como enfermería), de educación, de servicios domésticos. A
su vez habla de la explotación colonial, donde siempre se habla de los esclavos, pero también
había esclavas. Y que a su vez tenían dos responsabilidades, no solo el trabajo en las minas y
en las plantaciones, sino también el trabajo de la reproducción biológica. Entonces tenían
como una doble responsabilidad, que el hombre no la tenía. Las mujeres desde siempre
trabajaron y a la hora de estudiar el género, hay que estudiar el femenino y ver como se
articuló en las dinámicas laborales.

Lo que observa la autora a lo largo de los estudios es que hay un patrón de segregación, hay
como una consistencia en el tipo de trabajos que se le da a la mujer en comparación a la del
hombre. Las características de las tareas es que son más subordinadas, que tienen menos
autonomía, es un trabajo menos riesgoso y que implica menos esfuerzo. Esto también impacta
en la psiquis de las mujeres. ¿Por qué una mujer tiene que tener un trabajo que tengo menos
autonomía que el hombre? ¿Eso quiere decir que la mujer es menos autónoma? Todo esto
impacta en las dinámicas psicosociales y en la psiquis de las mujeres, generando sufrimientos
en el trabajo.

Este sesgo en el trabajo se da porque no se consideran las potencialidades físicas y


emocionales de todos los trabajadores. Con potencialidad se refiere a todo lo que pueden
llegar a hacer. Es decir, que una mujer puede hacer lo mismo que el hombre. Si bien en
cuestiones físicas no es lo mismo, la potencialidad lo es porque alude a todo lo que puede
llegar a hacer, siempre y cuando se le brinden todas las herramientas necesarias para poder
hacerlo. No es que el hombre puede hacer algo que la mujer no, sino que siempre y cuando se
le den las herramientas para poder llevarlo a cabo lo va a poder hacer.

Hay un imaginario colectivo de una virilización del trabajo, en donde en la actualidad aún sigue
habiendo ciertas sectorizaciones. Por ejemplo: el hecho que las enfermeras tengan que ser
mujeres, ciertas carreras que son consideradas masculinas como las ingenieras y otras solo de
mujeres como psicología. Al igual que los pilotos son solo hombres. Sigue habiendo esta
virilizacion de ciertas actividades laborales que para manejar un avión por ejemplo no tienes
que ser hombre o mujer, simplemente tienes que saber como hacerlo. Sucede que no se le dan
las herramientas ni las posibilidades para que las mujeres lo puedan llevar a cabo.

La autora plantea que a que visibilizar y la gente debe tomar consciencia al respecto. Que
existe una dinámica de género en el trabajo, de que el trabajo no está exento a eso. Y que a la
hora de visibilizarlo nosotros podemos dar cuenta de esto y podemos tomar las herramientas
necesarias para cambiar esta situación.

Cuando las mujeres aceptan un trabajo que es “no tradicional”, que es más bien masculino
como por ejemplo en una obra de construcción o como piloto, esto lleva a dos riesgos dice la
autora. Por un lado, un riesgo es el hecho de desvincularse con su lugar femenino, donde por
el simple hecho de tener tareas masculinizadas ellas adoptan esa masculinización y se
despojan de su feminidad. Otro riesgo es que al adoptar esta posición más virilizada que hay
en relación a ciertos trabajos, sufren la humillación de los demás trabajadores varones al
respecto. Porque se supone que las mujeres no tienen que tener trabajos masculinos, sino
femeninos. Cuando una mujer adquiere un puesto que es considerado socialmente masculino
es desprestigiado por parte de los hombres.
Como en el texto de las enfermas que habla de cómo los médicos desprestigian las actividades
de las enfermeras que son más bien masculinas, que implican el desarraigo, el no contacto
emocional con el paciente. Las desprestigian porque dicen que una enferma no tiene que
tener esas actitudes, porque las enfermeras por ser mujeres tienen que tener la capacidad de
escucha, de contención, y si no tienen esas capacidades son como desprestigiadas porque no
están dentro del rol de lo que hace una mujer. El rol de lo que tienen que hacer una mujer no
viene dado, sino que se construye colectivamente.

El objetivo de este texto es visibilizar primero cual es la ubicación de hombres en mujeres en


los trabajos para identificar así la particularidad de cada sexo, y ver los determinados factores
de riesgo a los cuales están expuestos tanto hombres como mujeres de manera particular.
Otro objetivo es dar iguales oportunidades tanto a hombres como a mujeres para que se
puedan entrenar y capacitar en cualquier actividad que quieran y habilidad, como así también
dotar al personal femenino de instrumentos adecuados para poder realizar su trabajo.

El hecho del desconocimiento de que la mujer también trabaja, y que existe una perspectiva
de género a nivel femenino en el trabajo, ese desconocimiento hizo que no se tenga en cuenta
toda la dinámica que hay que tener para la seguridad y la salud de las mujeres. Siempre se
analizó y se tuvo en cuenta bajo una óptica más bien masculina. Dice la autora que también
hay que tener en cuenta que las feminidades entran en juego. Y hay que generar trabajos que
tengan las dinámicas suficientes para que las mujeres también se puedan insertar ahí.

El género en el trabajo si se juega, hay una masculinización y una feminización del trabajo, hay
que estudiar cómo se juegan estas dinamicas en cada trabajo, que implicancias tiene, como se
lleva a cabo, para poder así implementar dispositivos que permitan solventar este riesgo. El
género tanto femenino como masculino se construye en la dinámica laboral, es una
construcción socio cultural y dependiendo de cada trabajo es como se va a ver insertado o
modificado, o se van a ver llevadas a cabo estas distintas estrategias de género. Hay que
tenerlas en cuenta para poder ver cuáles son los posibles riesgos que tienen los trabajadores y
trabajadoras.

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