Está en la página 1de 7

SEGUNDO VIDEO EJE 2: TRANSGENERACIONALIDAD

VIOLENCIA FAMILIAR
Abordada desde un marco conceptual, en la cual explica el fenómeno social.
Para poder pensar esto, es necesario integrar dos miradas o dos visiones. La
primera es la teoría ecosistémica y la segunda, el modelo transgeneracional.

Esta idea de mirar


de esta visión,
pone su énfasis en
la fenomenología
interaccional en las
estructuras y en las
prácticas de la
transmisión
transgeneracional, dentro de la violencia intrafamiliar. Lo primero que les
quiero decir es que si uno piensa desde la mirada sistémica lo primero es
considerar a la familia como un sistema y si pensamos de esa manera, el
enfoque sistémico plantea que la familia es un sistema abierto, por lo cual
está en una dinámica permanente de intercambio entre el mundo y su mundo
interno, es decir entre el contexto social en el cual está inmerso y las presiones
internas dentro del sistema familiar que acompañan y dan significado a los
miembros de esa familia. Al mismo tiempo esta familia está sometida a
presiones internas provocadas propiamente por la evolución de los propios
miembros que integran los subsistemas que componen esa familia y este grupo
primario sufre las relaciones de las modificaciones y los procesos de cambio
que se van desarrollando en el mundo social. Fundamentalmente este sistema
tiene dos funciones importantes: la protección psicosocial de sus miembros y la
otra es la acomodación a la cultura o a la transmisión de la cultura dentro de la
sociedad que participa. Es mirada como un todo compuesto por diferentes
partes que son los miembros que la integran que tiene cada uno un papel que
cumple y constituyen un organismo multi individual que en sí mismo forma
parte de la vida y nos permite crecer.
Lo siguiente es que toda familia tiene una estructura: es decir tiene reglas
generales que rigen su organización y el funcionamiento global de ese todo,
formado por jerarquías. Es decir, hay niveles de autoridad y niveles de
complementariedad en las funciones e interdependencia entre los miembros
que la comparten. Así, por ejemplo, el sistema conyugal, el sistema parental, el
sistema fraterno, el sistema de la familia extensa. Esta organización familiar
necesita reglas para existir y eventualmente demandas de cambio y de
transformaciones constantes a fin de que estas interacciones le permitan un
repertorio de comportamientos. Las personas intentan acomodarse y lograr
reciprocidad entre ellos en sus relaciones humanas y obviamente les permite
desempeñar sus roles en cada uno de los subsistemas de los cuales participa.
Otro aspecto importante es que parte de la estructura de la familia tiene
patrones particulares de funcionamiento, es decir, poseen modos de
resolver los problemas de la vida que conforman un bagaje de posibilidades de
configuraciones que redundan en sus modos de comportamiento a fin de
ahorrar tiempo y energía, que le permite un funcionamiento mucho más ágil en
su comunicación.
Esta familia no es mirada solamente como un sistema aislado sino es un
sistema en un contexto, es decir, cada familia participa de un ambiente
particular que determina modos de prácticas y de costumbres particulares.
Éstos dependen del sistema barrial en la que se encuentra, de la sociedad o de
la comunidad en la que participa, hasta de un desarrollo del país en la cual uno
vive, en la cual se comporta de ciertas maneras y se caracterizan por ciertas
cualidades particulares y únicas que lo determinan, en cada país, en cada
provincia, en cada comunidad.
Por último, tenemos la visión del mundo para mirar esa familia. Hacemos
referencia fuertemente a las pautas culturales que se transmiten. Es decir que
la sociedad y el desarrollo de esa familia está organizado en un sistema cultural
de creencias que le permite y se transmiten a través de los mitos los valores y
las costumbres, adaptarnos socialmente y vivir en un espacio social
determinado. Esta es una mirada desde donde uno piensa el sistema familiar.
El segundo aspecto es poder pensar dentro de eso, cómo vivenciamos la
violencia intrafamiliar desde esta visión. Puede entenderse como un problema
inserto en una forma de organización social y en un sistema de creencias
culturales que van determinando nuestras formas de ser y nuestro estímulo
relacional. La base ideológica cultural y social, encontramos estas creencias en
donde subyace una ideología imperante en cada cultura, sobre todo en los
países occidentales existe un sistema de desigualdad que se reproduce en
todas las instancias sociales, desde las más amplias instituciones educativas,
como también en las instituciones religiosas, en la justicia, y hasta en la misma
familia. Simbólicamente hay una cierta creencia de homologar al interior la
justificación de un sistema social represivo en la cual las estrategias de
mantener cierto orden se traslada tarde o temprano a las niñas y a los niños,
considerados como objetos de protección pero que son imperfectos, e
incompletos y débiles, por lo cual se requiere cierta educación para ser parte
del control y de la regulación a fin garantizar, en muchos momentos, una salud
psicológica que no los lleve a la delincuencia o al crimen. Esta manera rígida
de pensar la niñez supone ciertos roles impuestos en relación a pensar
posturas complementarias de esa relación y comportamientos institucionales
significativos. Si uno mira cómo se asegura lo social y lo biológico, y como esta
relación de poder se transmite podemos ver que hay una legitimación a los
castigos para evitar males mayores, hay un ocultamiento e invisibilización de
que la violencia no forma parte de los derechos humanos, y una resignificación
de que es justificado y es natural, y que nada se puede hacer frente a eso,
siendo los seres humanos parte de este sistema social. Estos son receptores y
productores de fenómenos culturales, transmitidores de esta creencia y se
introducen obviamente en la dinámica de poder que se cristaliza y se adquiere
con intensidad.
Esto y en este contexto entonces, podemos decir que la red más próxima de
las personas la familia el sistema familiar se ha estructurado de manera
jerárquica y discriminatoria. Es en las familias donde se vivencian prácticas
violentas y se puede observar generalmente un modelo que es rígido, en donde
se configuran relaciones abusivas que lo convierten en un espacio donde las
posibilidades de expresión y de crecimiento se hace muy difícil.
Diciendo esto, voy a adherir a Perrone y a Nannini que en 1995 dicen: que
la violencia no se considera un fenómeno individual, sino la manifestación de
un fenómeno interaccional. Es el resultado de un proceso comunicacional
particular entre dos o más personas y esto es fundamental, porque la violencia
intrafamiliar se caracteriza fuertemente por formas de abuso que tienen lugar
entre miembros de una familia, que se denominan como conductas o acciones
tanto omitidas u ocasiones de daños físicos y psicológicos a un miembro de la
familia. Para que esta relación abusiva se produzca, debe ser el modo
considerado como correcto y permanente de resolver las situaciones
problemas. Por lo tanto, es permanente y periódica, se transforma en crónica,
es decir como el modo redundante y modo que organiza el sistema familiar y
plantea el abuso como una forma de comunicación para resolver los estilos de
resolución de conflicto en las relaciones que funcionan dentro del sistema
familiar. Esto hace que el fenómeno de la epidemiología de la violencia que se
observa con mayor frecuencia en la vida intrafamiliar son: los niños y las niñas,
las mujeres, los ancianos y los discapacitados.
La visión anterior podría explicarse de diferentes maneras: desde una visión
individualista en la cual creemos que la violencia es un fenómeno que se
explica desde la psicopatología individual, o desde la pobreza, o desde la
ignorancia de ciertos conocimientos académicos, o de la desvinculación del
problema connotado como violencia doméstica. Estas explicaciones están
sustentadas en teorías que tienen su raíz en una mirada analítica de la
situación y contribuyen obviamente a dar explicaciones a factores individuales
de la psicopatología y fisiología de las personas, o de la química del cerebro, o
trastornos límites de la personalidad que generan conductas agresivas.
Obviamente, este planteo también permite generar y trivializar el fenómeno
social, inhabilitando el mantenimiento de un orden social donde prevalece la
jerarquía y el uso del poder como algo que se transforma en natural. El
testimonio de muchas familias y las historias de muchas familias cuentan este
fenómeno social, familiar y personal como aquel que se constituye como un
maltrato justificado dentro de las relaciones, en donde el abuso del poder entre
quienes lo sustentan y las personas subordinadas (tanto en el ámbito público o
privado) se expresan en esta sociedad en la cual vivimos.
Desde la
perspectiva
sistémica no
estamos de
acuerdo con ese
posicionamiento.
Para nosotros
enmarcar el
concepto de
violencia
intrafamiliar, lo
marcamos con una disfunción social, no individual, que requiere una mirada
multidimensional, conociendo los aportes de relaciones de diversos contextos,
tantos legales, psicológicos, sociales, y culturales. Existen múltiples factores
que aportan la explicación de la violencia intrafamiliar que nos lleva a pensar
que el lugar que ocupa la familia en la sociedad actual a partir de una definición
de una familia del sistema abierto, es una estructura social que influye y es
influida por esos cambios socioeconómicos y culturales.
Vamos a ver cómo se expresa cuando hay violencia intrafamiliar. En relación a
este sistema abierto de intercambio, últimamente la sociedad no muestra
oportunidades igualitarias en el trabajo y en la educación. Las crisis
económicas son permanentes y una carga y recarga de tareas para buscar la
supervivencia se incorpora a ese sistema abierto. Se suman fenómenos
migratorios de destrucciones familiares nucleares, donde empieza a parecer la
carga de responsabilidades en la familia extensa. Estas condiciones
contribuyen fuertemente a una función socializadora primaria que antes tenía
posesión a la familia para ser delegada a las esferas institucionales, en donde
la escuela o los organismos sociales del estado, los apoyos sociales son de
alguna manera los que desplazan la autoridad parental y marital hacia las
instituciones. En un intento de comprender este contexto se recrean formas de
maltratos relacionados que cabrían mirar más ampliamente en procesos y en
situaciones familiares que sustentan conductas y creencias en torno a prácticas
culturales que deben ser tomadas en cuenta en estos factores como válidas o
como posibles. Además existe un contexto sociopolítico que se caracteriza
exclusivamente por los excluidos. Hay divisiones de regiones, divisiones
partidarias, divisiones de clases, divisiones patrimoniales, que negocian gente
de beneficio y gente de privilegio, intereses particulares que sustentan el
sostenimiento y la perpetuación de estructuras de poder dentro del contexto
general. En este contexto, en el ambiente donde las familias reproducen sus
conductas y significados, las cuales a veces entran en contradicción con la
concepción ciudadana moderna hoy en la cual el derecho a la ciudadanía, los
derechos de los sujetos y las obligaciones en el plano social son mirados como
una convivencia donde practican valores con la ética y con respeto a los
cuidados humanos. En esa contradicción están los sistemas abiertos.
En la estructura y en la dinámica aparece un modelo materno y paterno
fundamentalmente desvitalizado, donde en donde debería ser el patrón de la
emoción y el cuidado, encontramos prácticas de abuso y abandono emocional
y físico, y hasta desdubujamiento de la función protectora de la parentalidad. A
eso agregamos el sistema de mitos valores y creencias de la familia, podría
citar, se perpetúan en un matrimonio y la jefatura de la familia es ejercida por el
por el padre, el sostenimiento de los niños y niños en voluntad de los adultos, la
inteligencia superior del varón y el altruismo de las mujeres y las niñas, el
aislamiento de la familia, son situaciones del ámbito privado que generan el
aumento de la posibilidad de la transacción violenta. A eso tenemos que
acordar algo particular que dice que existe en el modelo comunicacional de
estas familias, fuertemente involucración, alianzas y coaliciones entre los
miembros de mayor jerarquía en antagonismo de los de menor
jerarquía ,manifestando fuertemente sufrimiento, sometimiento y generando
personas que parecen ser los ganadores y personas que parecen ser los
perdedores dentro del ámbito familiar. En estas situaciones de violencia
intrafamiliar se observan discursos que ponen de manifiesto propuestas
elitistas vinculadas a valores de alta jerarquía desde el punto de vista
sociocultural, y como tal, se evidencia discriminación ya sea por su forma de
racismo, sexismo, serialismo a través de polarizaciones: gordos y flacos,
blancos y negros.
Lo anterior traduce un aval de inequidad y como tal, en un sistema relacional
organizado a través de la relación de ejercicios de poder como patrón funcional
predominante de este tipo de familias. La comunicación entonces en esta
óptica aparece con situaciones de complementariedad en donde aparecen
relaciones simétricas en la cual ambos compiten por la relación de poder o
situaciones complementarias donde aparece la subordinación. Si miramos a
Cristina Rabazola, ella habla que cuando uno mira la interacción violenta dentro
de la familia uno puede identificar: las personas abusadoras, la persona
abusada, pero también los testigos y el contexto y las categorías donde se
puntúan las relaciones, las ideas, las acciones y las estructuras. Esto habla de
que no es sólo suficiente la condición de los vínculos, sino las categorías
contextuales sociales que se puntuó en ese proceso. Por lo tanto existe acá
una dicotomía entre lo público y lo privado, en donde se requiere cierto grado
de aislamiento de estas familias para que el proceso de violencia se sostenga.
La violencia no puede ser mirada por otros, se mantiene y se perpetúan roles
rígidos, actores agresivos, que resultan como un problema para todos sus
miembros en el aislamiento y en la posibilidad de no visibilización. De esta
manera, la familia es tolerada porque aparte de la privacidad también hay una
tolerancia cultural a la violencia intrafamiliar. Por ejemplo, la aceptación de
ciertos castigos para la crianza de los hijos, metáforas en las cuales responden
que si hay desobediencia o mal criamiento cuando se responden a sus propios
hermanos, cuando cuestionan algunas de las reglas. Se observa testimonios
dentro de la disciplina en virtud de la demanda social que impone el
cumplimiento de ciertas normas que se reproducen en jerarquía y justificación
de prácticas de maltrato. La interacción y los roles violentos crean y regulan
significados dentro de las familias, la reproducción de un marco histórico
familiar y social en este sentido, se crean y se recrean visiones de prácticas de
género justificadas, condenando habitualmente con mayor severidad a la mujer
que no puede escapar del proceso de un hogar violento y que no pudo proteger
a sus hijos, más que al hombre que ha perpetuado el acto de violencia.
Este carácter interactivo del modelo explicativo de la violencia intrafamiliar
desprende que la familia donde se observa, existe una predominancia de
estructuras que son violentas, parámetros dictados por estereotipos culturales y
habitualmente de carácter verticalista.
Esta mirada plantea el primer punto de la mirada sistémica. El segundo punto
explicativo es el modelo intergeneracional, la transmisión
intergeneracional: es la repetición de patrones relacionales maltratantes. Se
puede considerar como un factor de riesgo, no como una factor de causa-
efecto. Es un factor que hace referencia a historias de maltrato de experiencias
infantiles de los padres que pueden ser visto como una modalidad
homeostática destinada a resolver los conflictos de poder entre los adultos
presentes y las contradicciones con lo antepasado asegurando un sentimiento
de pertenencia a la familia.
La violencia intergeneracional es un aprendizaje producido por experiencias
ya sean observadas o vividas propiamente por los sujetos, que involucran
interacciones dentro del núcleo familiar y coetáneo y que se expresan después
en el presente inmediato de las personas. La violencia y el maltrato son
fenómenos estructurados a través del tiempo, pautados por creencias
familiares que construyen a través de sus propias historias sus epigénesis y
sus interacciones particulares. Se puede distinguir que presentan tres niveles
para poder ver esta transmisión intergeneracional. El primer nivel: una
estructura inicial caracterizada por la herencia transgeneracional de violencia.
Es decir, vivieron en familias donde la solución intentaba la memoria y la
recreación de las fantasías similares, usaba como modelo predominante la
transacción violenta. Segundo aspecto: la constitución de un nuevo sistema
familiar, es decir, estos miembros que participaron de esta, vienen y arman su
nuevo sistema. Al iniciar este nuevo momento de la pareja pueden o no,
recrear este patrón. Si es así, aparece el tercer elemento: la inclusión de los
hijos en el conflicto y la estructuración de una dinámica familiar violenta como
medio o modelo de organización de pauta predominante para mantener así, el
sistema evolutivo y el nivel temporal de reditación de la violencia. El sistema
familiar violento es el resultado de una estructura constitutiva primaria de
herencia transgeneracional e intergeneracional que permite al cotidiano de la
vida transformarse como un sistema patológico, que tiende a repetirse de
manera compulsiva. Los que se crían con los hogares violentos a menudo ven
la agresión como la única manera de resolver diferencias con el tiempo. Tienen
más probabilidades a delinquir, criarse en un hogar violento puede aumentar la
probabilidad de que sufran o que cometan actos violentos con otros adultos.
Vemos en abusadores, se observa que se han producido acciones violentas
sobre ellos, sobre sus parejas o ejercen nuevas acciones de violencia. Esta
teoría de la violencia transgeneracional asegura que la violencia es una
conducta aprendida y pasa de generación en generación. El proceso de
aprendizaje de la violencia se ve acrecentado en aquellos hogares donde la
nutrición no es lo principal y donde el marco social se caracteriza por la
desigualdad y la frustración. Este cóctel aumenta las posibilidades de que se
ejerzan nuevamente organizaciones violentas. Por lo tanto, poder pensar y
ayudarlos a comprender desde estos dos enfoques, desde la mirada
ecosistémica compleja e interrelaciónal, nutrida por el modelo
transgeneracional, incorporando la teoría del apego, nos permite decir
fuertemente y asegurar que el modelo transgeneracional transmite modelos de
relación que aseguran identidades familiares disfuncionales. En función de lo
dicho, existen patrones rígidos, autoritarios, coercitivos. Pueden propender a
reproducir violencia como medio de control y resolución de los conflictos, más
aún, como un aspecto que identifica a ese sistema, manteniéndose como tal
leal a la pertenencia y con características referentes al establecimiento
temprano de vínculos afectivos de apego poco saludables me gustaría ya que
sustentó este modelo teórico con fuerza mostrarles evidencias.

También podría gustarte