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Reportaje al Señor de los Milagros

por Abraham Valdelomar

Nos dirigimos a su Iglesia. Un sacristán tuerto y hostil, que mejor


estaría de limpiabotas en el infierno nos recibe.
 ¿Qué deseaba usted, hermano?
- Me extraña el parentesco y respondo:
- Quisiera hablar con el Señor...
 Imposible. Está almorzando.
- ¿Almorzando?
 No pregunta usted por el señor Cura?
- No. Yo deseo hablar al Señor de los Milagros
 Pero ¿está usted loco?
- Concluyamos, señor sacristán. ¿Está aquí el Dios hijo o no está?
 Pues bien. El Señor no está aquí.
- ¿Qué?
 Que no está aquí. El Nuevo Venerado Señor está en la calle.
Ha salido...
- Pero no sea usted bruto, hermano. Está usted haciendo una
afirmación heterodoxa. Su negativa es de gravedad trascendental para la Iglesia. Al decir
que Dios no está aquí está usted desmintiendo a las Sagradas Escrituras, el libro de Job y la
tercera página del Catecismo...
 ¿Por qué?
- Porque Dios está en todas partes, joven sacristán. Y otra vez no vuelva a hacer
afirmaciones que comprometan el dogma.
 Es que hoy es día de procesión. El Señor de los Milagros está ahora por la Encarnación.
Y salí. Me dirijo a la Encarnación (…)

Por fin llego a los pies de la mística y venerada imagen. En ese instante el anda hace una
venia que contesto, y se detiene. Entonces comienzo:

Señor. Yo te amo y soy tu siervo, porque eres humilde y


vienes de humildes; el obispo de Ayacucho tiene coche y
acólitos y sin embargo Tú sabes que no lo visito. Vengo a ti
pues, sincera y desinteresadamente...

El lienzo se mueve ligeramente y una voz dulcísima se


pronuncia:
- Te agradezco mucho. ¿Qué quieres?
- Dos cosas, Señor: ser tu cicerone y que me des un reportaje.
- Habla.
- Pues bien, Señor: ¿No te molestan estos cánticos chillones?
Estas viejas que gritan. Tú, acostumbrado a la música
celestial y a los coros de los Serafines... pero resígnate. Peor
sería que trajeran a “la Chispita” ¡Ay! Eso es de correr...
- Doblemos esa foja...
- Doblada
- ¿Quién eres tú?
- Soy periodista, Señor y billinghurista..
- ¡Unn! ¡Periodista!. Gente nueva. En mi tiempo no había periodistas.
- Por eso te crucificaron sin protesta. Ya hubiera habido en Judea un diario de oposición
para ver las cosas que le dijera San Pedro a Pilatos...

El anda se pone en marcha. Siento un roce de alas y reconozco a Gabriel el arcángel, que
invisible para los demás, besa los pies y las manos al Señor; este le dice en hebreo:

- Oye Gabriel. ¿Sabes que nos hemos equivocado? Esto adonde entramos me parece el
valle de Josafat...
- No Señor -le interrumpo en castellano-. Esto no es el valle de Josafat. Esta es la plaza
del Teatro Nacional.
- ¿Estáis haciendo teatro?
- Todos, Señor-. Y un momento después le digo:
- Señor, Señor. Quiero pedirle un favor grande, grande...
- Ya lo suponía. Por allí debiste comenzar.
- No. No quiero puesto. Tú también estarás haciendo economías. Además, los periodistas
no nos atamos jamás, al yugo de las tareas administrativas. Quiero que me des permiso
para retirarme y que me eches tu bendición, Señor.
- Cuenta con ella, pero no te vayas. Esto está interesante. Conversas muy bien.
- Gracias.
- No hay de qué.
- Te han llegado, Señor, algunas limosnas en billetes?
- No. Las limosnas aquí son de centavos. El único que da fuerte es el provisorio. Da en
oro...
- ¿Y qué opinas de la desmonetización y de la escasez del circulante?
- Que sois todos unos sinvergüenzas...
- Esa es una opinión personal...
- ¡Que no lo cambia ni Dios!...
- Esta bien. Cada uno es libre de pensar...
- Es que los librepensadores no entran en mi reino.
- Pareces gobierno militar, Señor.
- No digas sandeces.
- ¿Y por qué no haces algo para aliviar nuestra situación?
- Porque estoy como cierto famoso rey. Reino pero no gobierno.
- Sí. Pero supongo que eres Tú quien inspira los editoriales de “La Unión”

Cruzamos por la esquina de Baquíjano.

- Dime -inquiere mi amable interlocutor- qué limpio noto esto. ¿Quién es el alcalde?
- El Señor Pedro de Osma y Pardo; yo di mi voto por él.
- Muy bien hecho.
- Pero lo único limpio aquí son las calles. Mejor no escudriñes.
- ¿Qué hay?
- Miseria, falta de sanción, poca vergüenza, deslealtad, doblez, perfidia, ignorancia,
cretinismo, bellaquería, mal olor, cleptomanía, insidia...
- Pues hay que componer esto.
- No, esto no lo compone ni Dios.
- ¡Silencio!
- Así sea.
- ¡No es que así sea, sino que así es! -responde colérico.
- Pues bien así es, pero dame permiso para retirarme...
- ¿Te has molestado?
- Sí. Porque yo no me dejo gritar por nadie. Por eso dejé un puesto en la casa Grace. Con
que...
- En verdad, en verdad te digo, que eres bestia pero no tonto...
- Es favor...
- No. Es justicia.

La divina mano echó sobre mi redonda cabeza de mestizo una bendición generosa y yo me
abrí paso para llegar a la imprenta, lleno de sudor, y el alma envuelta en una inefable
placidez trascendental y mística.
¡La paz del Señor sea con vosotros!

El Conde de Lemos.
(Seudónimo de Abraham Valdelomar)

(La Prensa, 20 de octubre de 1915. Pág. 3)

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