Está en la página 1de 44

<...

uaacrnos ae vra,ncuurgw---
------- ----- --------
J\!Je.x1c,u1a

CÚCARA Y MÁCARA

PERSONAJES
CINCO CURAS
ELÜBISPO
EL CARDENAL
EL FRAILE
EL MINISTRO

El siempre tan sugestivo fru-fru se había convertido en un ru­


giente alarido entre el desesperado ir y venir de las sotanas.
Angustia reprimida, hilaridad reprin1ida, temor reprimido;
decadencia de una institución religiosa que se ve venir por
tierra, reprimida. El lugar es sagrado, más por tratarse de un
teatro, que por tratarse de la sacristía en donde se encuentra.
Hay sencillez en cuanto a los decorados: la infalible cruz, sím-
.,
bolo de sacrificio, tortura y muerte. Hay, además, cientos de
miles de objetos de oro: copones, custodias, coronas, patenas,
candelabros, rosarios, armarios, cajones, paredes, en fin. El
Dorado mismo dentro de una sencilla sacristía en donde se
han preparado homilías y fervorines sobre la pobreza. Todo,
como una diabólica vorágine, gira sobre el caso de la Virge n
de Siquitibum, quien, hacía muchos años, se había aparecido
a dos humildes huerfanitas muertas de hambre llamadas Cú­
cara y Mácara.�

8
SACERDOTE 2: (Al SACERDOTE 3.) Padre, tuve que darle la
noticia a su excelencia el obispo porque lo localicé en una cena
en casa de los Grandesmares y no quería venir sin saber cuál
era exactamente el problema. Tal parece que estaba muy con­
tento y divertido; me dijo que era una impertinencia llamarle
allí. Me exigió que le dijera de qué > exactamente, se trataba; y
finalmente, por obediencia, tuve que hacerlo. Creo que la noti­
cia le ha afectado tanto como a nosotros. No me supo decir en
dónde podríamos encontrar a su excelencia el cardenal.
SACERDOTE 3: ¡Esos malditos votos de obediencia! Per­
dóname Señor, bien pueden costar la vida a un hombre. Es­
pero que le haya dicho usted, padre, que no lo fuera a co­
mentar con nadie, que era un secreto.
SACERDOTE 2: Sí se lo dije, monseñor. Dios me lo per­
done, no quiero levantar ningún falso testimonio, pero noté
a su excelencia un poco pasado de copas; me dijo que yo no
tenía que recomendarle discreción, que quién era yo para
hacerlo, que él era nuestro pastor, que yo sólo era una oveja
del rebaño ... Parece que se violentó un poco; yo creo que
por la noticia y hasta terminó injuriando al cardenal.
SACERDOTE 5: (Entra.) Acaba de hablar el padre prior
por teléfono de la santa basílica y dice que ya llegó la policía;
parece ser que algunos vecinos que escucharon la explosión
reportaron el suceso a las autoridades.
SACERDOTE 1: ¿Está todavía al teléfono?
SACERDOTE 5: Sí.
SACERDOTE 3: Bueno, dígale que los deje entrar, pero
que les aconseje discreción ...
úcara y Mácarn / Ca r ta al Tig re
9
__ j
Cuntit!rnos de D1a11tot11rgia -A1cxicana

SACERDOTE 4: (Al SACERDOTE 3.) ¡Pero monseñor! ¿Ha


perdido el seso? Esta noticia no puede trascender.
SACERDOTE 3: La policía tendrá que saberlo.
SACERDOTE 4: Claro que tendrá que saberlo, pero hasta
que sus ilustrísimas hayan llegado a un acuerdo. (Al SACER­
DOTE 5.) Dígale al padre prior que les diga que no tiene or­
den de abrir el santo recinto mientras no lo hayan ordenado
sus eminencias; pero que les puede informar que no ha ha­
bido desgracias personales. (Sale el SACERDOTE 5.) ¿Dónde
está el padre Arturo?
SACERDOTE 2: Se fue a investigar la procedencia de los
peregrinos que durante el día de hoy subieron al altar para
adorar a nuestra Señora de Siquitibum.
SACERDOTE 3: ¿Qué ganamos con saber la procedencia
de los peregrinos? Sean de donde fueren, no podemos sacar
nada en claro.
SACERDOTE 4: El problema en este momento no es en­
contrar al culpable; ése sería, en todo caso, problema de la
policía; lo que para nosotros, ahora, aparece como grave es
cómo lo vamos a comunicar a los fieles. Comprendan, puede
haber terribles disensiones entre la feligresía ...
SACERDOTE 1: Dios nuestro Señor tendrá que darnos va­
lor para poder soportar con obediencia y resignación todos
sus designios.
SACERDOTE 3: ¡Eso es blasfemia! Jamás hubiera per­
mitido nuestro Señor trato semejante para su amantísima
madre.
SACERDOTE 1: Sin embargo lo pern1itió. Hay que recor-

10
-----------
dar que "la noja del árbol no se mueve si no es por ia volun-
tad de mi padre'�
SACERDOTE 3: ¿Es usted otro de los renovados, padre�
SACERDOTE 1: Sí monseñor.
SACERDOTE 4: ¿ Y qué hace un renovado en una reunión
como ésta?
SACERDOTE 1: El señor sabrá a qué me mandó.
SACERDOTE 2: (Señalando al SACERDOTE 1.) El padre y
yo hemos sido, por muchos años, párrocos de esta iglesia; es­
tamos aquí haciendo una investigación en los archivos sobre
la riqueza de este templo.
SACERDOTE 3: ¿Qué se ganan con saber eso ... ? -
SACERDOTE 5: (Entrando.) Hermanos, ya localizamos al
cardenal, viene en camino. Ahora tenemos el problema de
la policía, parece ser que se está poniendo un poco difícil y
no quiere esperar órdenes que no sean las que ellos traen.
Dicen que tienen la obligación de investigar cualquier acto
de terrorismo.
SACERDOTE 3: ¡Éste no es un acto de terrorismo!, sino de
herejía, de sacrilegio y para eso se ha creado la santa madre
Iglesia.
SACERDOTE 1: Que les den una buena tajada de las li-
mosnas que se recogieron hoy y verán si la policía no espera
para investigar los años que queramos.
SACERDOTE 4: Ésa es una buena idea; que se les dé una
"ayuda" para que aguanten con paciencia el resultado de la
reunión que en unos momentos tendremos con los prelados.
Dígale eso al padre prior por teléfono.
SACERDOTE 5: (Va a salir.) Con pern1iso.

n,írnra v Mácara / Carta al Tigre 11


Cuader11os de l)ran1ol11r..�ia A1e.xicann

(Al SACERDOTE 5.) Padre, de una vez po­


SACERDOTE 2:
dría usted hablar al sen1inario conciliar; suplique que los
muchachos hagan oración para que las determinaciones que
aquí se tomen sean iluminadas por el Señor. Será necesario
que otros seminaristas hagan guardias en la santa basílica.
OBISPO: (Entra, viene con unas copitas, sin estar ebrio;
digamos que viene alegre.) ¿Qué es lo que van a avisar al se­
minario? Alabado sea el Señor, hermanos.
-Alabado sea.
SACERDOTE 5: (Al OBISPO.) Su eminencia, buenas noches.
OBISPO: Malas.
SACERDOTE 3: Queremos informarle ...
OBISPO: Nadie que no lo sepa tiene que saberlo más. ¿No
ha llegado su eminencia el cardenal?
SACERDOTE 2: Está por llegar, excelencia.
OBISPO: Como siempre retrasado en los actos importan­
tes. (Al SACERDOTE 5.) Comuníquese con la madre Expec­
tación, que venga urgentemente, que vengan ella y la madre
Angustias.
SACERDOTE 1: Ninguna de nuestras hermanas lo sabe
todavía.
OBISPO: Yo seré quien determine quién debe saberlo y
. ,
qwen no.
SACERDOTE 3: (Al SACERDOTE 5, casi al oído.) No olvide
hermano lo de las limosnas para la policía. (Sale el SACERDO­
TE 5. Al OBISPO.) ¿Quiere tomar algo, excelencia?
SACERDOTE 5: (Entra.) Su ilustrísima el cardenal ha lle­
gado. (Sale de nuevo.)
1.2
--------------------
Después del anuncio de la llegada del príncipe de la Iglesia, to-
dos los sacerdotes caen de rodillas, el OBISPO sólo hace una re­
verencia. Entra un hombre elegantemente vestido, con su traje
de gala de cardenal. Con modales feminoídes hace señas para
que los sacerdotes se levanten; éstos llegan hasta él y le besan
la mano. Las sedas de su traje son más silenciosas, el perfume
es penetrante; también él viene de una fiesta. El CARDENAL
ll ega hasta la mesa, coloca una mano sobre ella y finge desma­
yar; algunos sacerdotes se apresuran a ayudarle, pero él, como
en un acto de magno estoicismo, levanta majestuosamente la
mano y los detiene.

CARDENAL: Hermanos, hemos caído en un trance muy


doloroso, nuestra santísima madre de Siqui nos ha abando­
nado. ¿Qué castigo nos espera a nosotros pecadores? ¿Qué
será de nuestra grey amada? ¡¿Qué mano asesina e impía
tuvo el atrevimiento de cometer tan sacrílego atentado?!
¡¿Dónde estaba yo cuando se cometió tan nefasto acto?!
SACERDOTE 5: (Quien ha entrado y sólo ha escuchado las
últimas palabras, al ver que los demás sacerdotes no contestan
la pregunta del CARDENAL dice con suma ingenuidad.) Estaba
usted, su eminencia, en otra fiesta, en casa de los Balderrama;
aunque según su secretario usted había ido a visitar enfermos.
En rictus de silencio entra como sobrecogido y empieza a to­
mar la forma de oreja. Nadie sabe qué actitud tomar. El a,n­
biente se vuelve tenso, duro, infranqueable; con10 una gran
prisión oxidada y fría.

CARDENAL: (Al SACERDOTE 5.) ¿Y tú dónde andabas, ca­


beza de piedra?
Ctícora y lvlácara / Curta al Tigre 13 Ósc 1 r I ict\
C11adl·n1os dt' I >ri1nrntro-s1,1 1\,fr.\'ic,111t1

SACERDOTE 5: (Asustado.) ¿Cuándo en1inencia?


CARDENAL: Ahorita qt1e llegué.
SACERDOTE 5: Su ilustrísima, a n1í me tocó localizar a
todos por teléfono, n1antener con1unicación con la santa
basílica, lidiar con la policía, soborna1·los, mandar por un
fraile y finaln1ente hablar por teléfono a la madre Expec­
tación y a la madre Angustias para que vinieran urgente­
mente.
CARDENAL: ¡No quiero mujeres en este recinto por aho­
ra! ¿Quién te dio la orden de que les hablaras, facultoso? Sólo
a una gente sin un verdadero sentido religioso y cristiano se
le ocurre meter mujeres en un caso semejante.
SACERDOTE 5: La madre Expectación es doctora en filo­
sofía y teologia, ella ...
CARDENAL: ¡¿Y tú por qué crees que Cristo, el maestro,
no eligió mujeres por apóstolas?! ¿Por qué? Porque una mu­
jer lo hubiera traicionado.
SACERDOTE 3: Sin embargo, Judas lo traicionó.
CARDENAL: Claro, monseñor, pero Judas tuvo los sufi­
cientes calzones para ahorcarse; y una mujer jamás lo hu­
biera hecho y se hubiera traicionado la fe, la religión; y la
salvación no hubiera llegado hasta nosotros.
OBISPO: ¿Y qué piensa su excelencia sobre Lutero y Cal­
vino?
CARDENAL: Si la otra excelencia, es decir, usted quiere
discutir los procesos erásmicos en la religión, podrá encon­
trar en mi biblioteca particular una n1uy buena bibliografía
para que su ilustrísima se ilustre y luego discuta. (Al SACER-
14
DOTE 3.) Vaya al teléfono, hable con esas monjas y dígales
que no vengan; que es una ord,en mía.
SACERDOTE 3: Sí, eminencia. (Sale.)
SACERDOTE 1: (Como para sí.) ¿Procesos erásmicos?
OBISPO: Fui yo ilustrísima quien dio la orden para que
vinieran nuestras hermanas sabias.
CARDENAL: Pues no quiero faldas en este asunto (reca­
pacita), es decir, no quiero mujeres y punto. Lo que vamos
a tratar no tiene nada que ver con problemas religiosos, ni
teológicos, ni filosóficos ...
OBISPO: Pero sí sociológicos; por eso vendría también la
madre Angustias que es doctora en sociología con especia­
lidad en manejo de grupos. Su ilustrísima sabe que gracias
a los sabios consejos de ella se ha manejado a los grupos so­
ciales de nuestra grey y también gracias a ella hemos podido
ayudar a nuestro gobierno a vetar proyectos de ley en las
cámaras, que podrían ir en detrimento del orden divino con
que el Señor nos ha acomodado en la tierra para servirle.
CARDENAL: Aunque sea sólo un problema de orden so­
ciológico y político...
OBISPO: La madre Angustias en el ministerio de educa-
.,
CIOn ...
CARDENAL: Ya conocemos los cargos de nuestra querida
hermana de Cristo, pero el asunto quiero que quede entre
nosotros, sólo a una gente más quiero aquí.
SACERDOTE 2: ¿A quién desea su ilustrísima?
CARDENAL: (Anota un número en un papel.) Llame us­
ted al ministro de gobierno y dígale de mi parte que venga
-,-,a-y-M-ác-a-ra_/_C_a-rt-a-: r
i-e_l_
al-T-g S - --- - - - Ósc,tr I.iera
Cuadernos de Drama/urgía Mexícana

inmediatamente e inmediatamente lea esta frase clave. (Sale


el SACERDOTE 2.)
SACERDOTE 1: Perdone su ilustrísima que intervenga en
este asunto, pero considero que este problema debe resolver­
se en el seno de la santa madre Iglesia ...
SACERDOTE 3: (Entra.) Nuestras hermanas ya no estaban
en el convento, creo que vienen en camino.
OBISPO: Ruego a su eminencia.
CARDENAL: ¡Usted ruegue a Dios! (Al SACERDOTE l.)
¿Cómo pretende usted que se pueda resolver?
SACERDOTE 1: Si su excelencia me permite, quisiera ex­
poner en breves palabras...
OBISPO: (Al CARDENAL, refiriéndose al SACERDOTE l.)
No sé si su eminencia esté al corriente de las publicaciones
del padre...
CARDENAL: Leí su libro sobre Jeremías y me parece una
apreciación muy importante. Leí La exégesis de Job, La balle­
na de las ciudades... (Al OBISPO.)¿ Y usted los leyó?
OBISPO: Sí, sí, claro, debo haberlos leído. Pero sus
artículos...
CARDENAL: La mentira es un pecado muy feo; en esos
libros yo otorgué el imprímatum, 1 si usted lo hubiera abierto
hubiera visto mi nombre y firma.
OBISPO: Lo que su eminencia tiene que leer son sus artí­
culos que firma con seudónimo.
CARDENAL: Lo que quiero saber es lo que piensa sobre el
problema que estamos padeciendo.
1
El término correcto es itnprimatur.
16
-----�-
SACERDOTE 1: Los nuevos teólogos hablan de que es
bueno perder la fe, porque a través de la búsqueda de ella
es como podemos llegar a adquirir una auténtica y verdade­
ra fe. Ya el padre angélico, Tomás de Aquino, nos habla de la
segunda naturaleza diciendo que: desde que somos niños oí­
mos hablar de Dios y lo adoptamos más por costumbre que
por una verdadera fe, la supuesta fe y todo lo que nos marca
desde la infancia pasa a formar una segunda naturaleza en
nosotros y es por eso que admitimos como connaturales y
evidentes estas ideas.
OBISPO: Pero no olvide, padre, cómo responde airado a
todo esto San Agustín en su maravillosa obra La ciudad de
Dios.
SACERDOTE 1: La ciudad de Dios es una utopía y San
Agustín vivió muchísimo tiempo antes que Santo Tomás.
Con el perdón de sus ilustrísimas quisiera exponer el día que
perdí la fe. (El CARDENAL lo autoriza con un gesto.) Sucedió
cuando apenas era un adolescente, y la perdí como quien
pierde un camino, un ideal, una razón de vida, y me sentí el
hombre más desdichado del mundo. Me sentí vacío, hueco
por dentro, había perdido mis hilos para conectarme con el
Universo, sólo tenía la tierra y mi fin era ser tierra. «No se
puede vivir sin Dios en el corazón': me gritaban mis vísceras.
Me acerqué de nuevo a Dios, empecé a amarlo de verdad, no
por costumbre, por propia convicción; destruí mi segunda
naturaleza y me encontré con la verdadera fe, con una au­
téntica virtud, con una verdad absoluta. ¡ Perdamos la fe to­
dos!, ¡destruyamos la idea de hacer los actos por costun1bre!,
'cara y Mácara / Carta al Tigre 17 ()�car Liera
Cuaderr1os de Dr<1n1aturgia Alcx1cn11a

¡instaurémonos en la amplitud de las virtudes! Dios nues­


tro Señor nos ha puesto esta difícil prueba con respecto a la
imagen de la Virgen de Siqui; nuestro Dios es un Dios muy
celoso y quiere que volvamos a él; el pueblo no se dirige a él
sino a sus intermediarios. Pero, ¿necesitamos intermediarios
para hablar con nuestro Padre? ¡Pregunto! Hablemos con el
pueblo y expliquemos lo sucedido, llevemos a todos los fieles
directamente al Señor, al Espíritu Santo ...
CARDENAL: ¡Qué es lo que propone concretamente en
este caso?
SACERDOTE 1: Eso, que aprovechemos esta ocasión que
nos brin.da la Divina Providencia para que dejemos el culto a
las vírge.nes y nos volvamos hacia el Espíritu Santo. (Suena el
timbre, sale el SACERDOTE l.) Recomencemos con los princi­
pios básicos del monoteísmo de nuestra religión, adoremos
únicamente al Espíritu Santo, y dejemos el culto de las de­
más imágenes comenzando con la oportuna destrucción de
la Virgen de Siqui. (Comienza a crecer un pequeño escándalo.
Entra el SACERDOTE 5.)
SACERDOTE 5: (Al CARDENAL.) La madre Expectación y la
madre Angustias piden permiso a su excelencia para entrar.
CARDENAL: Dije que no quería mujeres en este asunto.
OBISPO: Suplico a su eminencia reconsidere la situación
y acepte que nuestras hermanas participen de este caótico
acontecimiento que está llenando de escándalo a los minis­
tros del Señor.
SACERDOTE 5: ¡Ay del que se escandalice, porque de é]
no será el reino de los cielos!
�------------- --
18
CARDENAL: Las monjas, si quieren, pueden pasar a la ca­
pilla para que nos ayuden con sus oraciones.
OBISPO: ¡Pero si éstas no son rezanderas ...1 (Pausa.)
Creo que su ilustrísima es misógino.
CARDENAL: Y yo creo, por mi parte, que su altísima es
. .
muJer1ego.
OBISPO: (Al CARDENAL.) Suplico a su eminencia me sea
concedido el permiso de retirarme.
CARDENAL: Ruego a su excelencia se abstenga terminan­
temente de abandonar el recinto hasta que yo lo autorice.
SACERDOTE 5: En todo caso, dijo la madre Expectación
que suplicaba a su eminencia le sea permitido hablar con el
señor obispo.
CARDENAL: ¡No, no, no, largo, que se vayan ya!
SACERDOTE 3: Creo que para poder aceptar una pro­
posición tan delicada como la que nos ha expuesto nuestro
hermano tendríamos que pedir autorización a Roma, y la
situación apremia ...
SACERDOTE 4: ¿Qué le vamos a decir a la ge11te cuando
se entere?
SACERDOTE 1: Pido valentía.
SACERDOTE 2: Es un llamado del Señor, es Él quien exige
respuesta.
SACERDOTE 4: Pero la aparición de la Virgen de Siqui a
Cúcara y Mác:ara fue obra divina.
SACERDOTE 1: Eso es aún dudoso.
OBISPO: ¡Esto es teofobia! (Se empieza a generar una dis­
cusión.)
Ctícara y Afrkara / Carta al Tigre 19 Óscar L1cra
< uatleJ'lros de /)1unu.lf 11r,gia tv!cxic,u1a

SACERDOTE 1: Al co11trario, es amor a Dios.


SACERDOTE 3: La santa basílica recauda más lim
osnas
que todas las iglesias juntas.
SACERDOTE 2: Entonces el problema es eco
nómico.
OBISPO: Que venga la madre Francisca, ella es doctor
a
en ...
CARDENAL: Silencio, ¡silencio! ¿Quién de ustedes estuvo
en el lugar de los hechos?
SACERDOTE 5: De nosotros nadie. El único que nos pue­
de informar es un fraile que mandamos traer de la santa ba­
sílica, el hermano Elgarberto, quien está en el bautisterio;
algo nos dijo antes, pero parece ser que quedó un poco sordo
por el estallido de la explosión.
CARDENAL: Que venga inmediatamente.
OBISPO: Si me permite su excele11cia hacer este acto de
humildad yo iré a llamarlo.
CARDENAL: Ya le indicaré yo qué actos de humildad de­
berá hacer; por ahora conserve su soberbia, pero lejos de su
úlcera y de su aliento alcohólico. (Al SACERDOTE 5.) Por fa­
vor vaya usted. (Sale el SACERDOTE 5.) Entonces, el hermano
Elgarberto vio la explosión.
SACERDOTE 4: Sí su eminencia. Él estaba en oración en
el templo; porque a esa hora le toca a él la velación nocturna.
Como usted sabe los frailes siquitibumbianos llevan estas
prácticas de oración, y el hermano pertenece a esta orden ...
Se oye un terrible alarido y aparece el SACERDOTE 5 y un
FRAILE con cara de tonto. Viste un hábito de manta blanca
y trae una especie de rebozo en donde se encuentra la image�
20
de la Virgen de Siquitibum, la cual es como un dibujo naif y
folklórico. El FRAILE corre y se echa a los pies del CARDENAL
mientras llora a gritos.

FRAILE: ¡Su sapientísima, su sapi, nos quedamos solos,


huérfa11os, nos abandonó nuestra santísima madre; nos ha
dejado!
SACERDOTE 3: Cálmate hermano, cálmate. Su excelencia
el cardenal quiere que le cuentes lo que pasó cuando estalló
la bomba.
FRAILE: Su sapi, estamos solos; ya no tenemos en quién
creer, se fue nuestra madre, sólo dejó el polvo de sus pies.
SACERDOTE 1: Se fue ella, pero nos dejó a su hijo ...
SACERDOTE 5: Hay que gritarle porque se quedó sordo.
SACERDOTE 4: (A gritos.) El cardenal quiere que le cuen-
tes lo que pasó en el templo basílica.
El FRAILE empieza a secarse las lágrimas con las mangas de su
hábito, busca una recuperación y, poco a poco, con la creencia
absoluta fija su mirada en el recuerdo y comienza su narración.

FRAILE: Yo estaba, hermanos, sumido en la hora más


profunda de la velación; como nos ha dicho el padre prior
que se debe hacer. Tenía los ojos fijos en los de nuestra seño­
ra de Siqui, hablaba con ella y yo le decía: madre mía, baja
de tu nicho y ven a hablar conmigo. El padre prior nos ha
contado que él ha hablado con nuestra señora de Siqui; y
como ella se le apareció a dos humildes huerfanitas: Cúcara
y Mácara, yo pensaba que también se me podía aparecer a
mí; porque, su sapi, yo aspiro, como todos ustedes, a ser san-
Cúcnn1 y Nfcirara f Carta al Tigre 21 Óscar Liera
C1u,clen1os ,h· J)ra,n"turgio /vfexlcf.lna

to. Eso me dijo mi 1nadre cuando la abandoné para entrar


en el frailerío, me dijo, porque yo era el único hijo varón, me
dijo; nomás somos una hermana y yo, su sapi. Me dijo mi
n1adre: "Muchas penalidades voy a pasar sin ti Elgarberto,
porque no tendré quién vea por mí; ya he trabajado mucho y
yo esperaba que tú trabajaras y me dieras ñetos, muchos ñe­
tos que fuera11 la alegría de mí. ..».
CARDENAL: (Al SACERDOTE 2.) Dígale que vaya al grano.
SACERDOTE 2: (A gritos.) Dice su eminencia que vayas
al grano.
FRAILE: Sí mine11cia, sí voy a ser. . . (suelta el llanto), iba
a ser santo; porque yo sólo me dediqué a la Virgen de Siqui
y ahora tendré que comenzar a idolatrar a otra virgen y a
ver si me alcanza el tiempo; porque nuestra señora de Si­
qui ya se fue. (Con cierta alegría.) Ahorita estaba pensando
que me gustaría servir a nuestra señora de los Remedios,
porque dicen que uno puede llegar a ser dotor.
SACERDOTE 2: (Le grita al oído con fuerza.) ¡Que vayas
al grano!
FRAILE: Pues el grano está en que Cúcara y Mácara ha­
bían podido ver a nuestra señora de Siquitibum, y pues, yo
también quería verla, sólo quería pedirle que me hiciera
santo y que mi her!Jlana, que aunque es un poco retrasada
la pobre, se casara con uno de los Balderrama para que se
hiciera rica y mi madre ya no pidiera limosna en la Cí-;He
porque fíjese su sapi que ya van varios perros que la mean a
la pobre viejita. Pues mire, yo estaba rece y rece, rece y rece
y diciéndole: ¡Madre de Siquí, tu hijo quiere que vengas a
22
verlo! Porque e] padre prior nos ha dicho que todos son1.os
hijos de nuestra madre de Siqui. ..
SACERDOTE 4: (Pierde el control de sí mismo.) ¡Ya cá-
llenlo! ¡ Ya cállenlo, no ven que es tonto! ¡Cállenlo, nos va a
enfermar a todos!
FRAILE: Y yo rece y rece. (Algunos sacerdotes atienden al
SACERDOTE 4.) Y rece y rece, y baja la virgencita, baja bonita,
y vivan Cúcara y Mácara, que viva mi reina, que se case mi
hermana con uno de los Balderrama; y pasa bolita, le decía
al rosario; y baja bonita, le decía a la Virgen; y vivan Cútara
y Mácara, le decía a la Iglesia ...
SACERDOTE 4: (Fuera de sí.) ¡Cállenlo! ¡Cállenlo! (Lo sa­
can el SACERDOTE 1 y el SACERDOTE 2.)
CARDENAL: (Al SACERDOTE 5.) Dígale que se calle. (El
SACERDOTE 5 se acerca al FRAILE.) Sáquelo.
FRAILE: Cuando en esto, minencia, que allá en los
altares se oye un tro11ido muy fuerte y una luz cegadora
aparece donde estaba la Virgen. (El CARDENAL le hace una
señal al SACERDOTE 5 para que lo deje hablar.) Mire, igua­
lito como nos contó el padre prior que les pasó a Cúcara y
Mácara, igualito. Sólo que yo oí un pitido en las orejas y un
pitido, un pitido que no quiera usted saber de dónde venía.
Y como también se descolgaron unos ángeles del techo y
antes de que se estrellaran en el suelo yo los vi pasar vo­
lando, creí que era el fin del mundo, y pensé que la Virgen
venía por mí para salvarme. Así nos dijo el padre prior, que
la Virgen de Siqui vendrá por todos los frailes siquitibt1n1-
bianos, cuando los ángeles aparezcan tocando las trompe

Cúcara y Mácara / Carta al 1'igre 23


CuadcrllOS de Dra,nuturgin A1exica11a

tas para anunciar el fin del mundo. Pero luego que me da


una peste a azufre y vit mucho humo; entonces creí que era
el diablo que se había 1netido en la iglesia y salí corriendo.
(Llora de nuevo. Regresan los SACERDOTES 1 y 2.) Ya no te­
nemos madre, su sapi, estamos huérfanos. (Se oye el timbre;
sale el SACERDOTE S.) De la Virgen sólo quedó el polvito de
los pies porque volvió al cielo, y todos los crucifijos queda­
ron retorcidos. (Llora a gritos. Los SACERDOTES 1 y 2 sacan
al FRAILE mientras repite:) «ya no tenemos madre, su sapi,
)
ya no tenemos madre.)
CARDENAL: Que atiendan a este h.ombre las Hermanas
de la Caridad. Y por favor, quien quiera que sea el padre
prior de los siquitibumbianos que sea excomulgado, encar­
celado, ahorcado, lo que sea pero que ya no vuelva a saber
nada de él.
SACERDOTE 5: (Entra.) El ministro de gobierno pregunta
si puede entrar.
CARDENAL: Que pase. (Va el SACERDOTE 3 a abrirle la
puerta.)
SACERDOTE 5: Y la madre Expectación espera aún en la
puerta su autorización para participar en esta santa discu­
sión. (Entra el MINISTRO y regresan los SACERDOTES 1, 2 y 3.)
CARDENAL: (Fuera de sí.) ¡No puede entrar, no puede;
es un elemento negativo y no está dentro de nuestra con­
gregación!
MINISTRO: (Ha entrado, al oír al CARDENAL da la ,nedia
vuelta y se despide.) Buenas noches señoresJ es decir, curas.
CARDENAL: Señor ministro, no es a usted a quic."n nic
24
refiero, sino a unas monja'-' ··:· · � �: �!l ailá afuera. Tenga la
bondad, por aquí por favor. (Le ofrece asiento.)
MINISTRO: Gracias, por un momento creí que era un
problema que debería ser resuelto en el seno de la Iglesia.
SACERDOTE 1: En efecto, debería.
MINISTRO: Dado el caso...
CARDENAL: Su presencia aquí es valiosísima, tal vez más
que la de algunos de los que aquí estamos. Es en verdad un
problema eclesiástico pero también atañe al Estado. Segura­
mente usted ya conocerá la noticia.
MINISTRO: Las noticias son como los pensamientos;
cada instante, cada instante hay nuevas. El padre que me ha­
bló me comentó algo de una bomba que estalló en la santa
basílica. Yo, como verán, estaba en una fiesta en casa de los
Lopezrubio, tengo tan poco tiempo para los compromisos
sociales. No encuentro qué tan importante sea mi presencia
aquí, tengo informes de que no hubo desgracias personales y
mañana se podrán hacer averiguaciones para evaluar los da­
ños materiales. No sé por qué tanto secreto, tanto misterio.
¿Es así todo lo que los curas hacen?
CARDENAL: Señor ministro, hemos perdido una impor­
tantísima reliquia nacional.
MINISTRO: Vamos, eso no es tan grave como para justifi­
car mi presencia aquí; yo estaba en una fiesta, repito, me pa­
saron la clave de estado de emergencia ... En el país tenemos
cientos de miles de reliquias, si por cada una que se pierde ...
Conservación de Monumentos decidirá si es irreparable o ...
OBISPO: Señor ministro, el tiempo que nos queda par
a
ló una
que amanezca está contando y es valiosísimo. Estal
:__-==============.1-L� ar ..2- ()st�lr l.ie1\\
Cuadernos de J)r<1n1aturg1a Mexicana

bomba y destruyó completamente el rebozo en donde se


apareció nuestra señora de Siqui, quien honrara a Cúcara y
Mácara y quien se dignara distinguir nuestra nación.
MINISTRO: (Totalmente desconcertado.) Es que ... es

que... eso es imposible, imposible. Que alguien queme la


bandera, que se rían de nuestro himno, que fundan el escu­
do para hacer monedas; todo lo toleraría el pueblo, pero la
desaparición de la Virgen de Siqui ¡nunca!
CARDESAL: Por eso lo hemos llamado, por eso el secreto,
por eso la urgencia; tendremos todos que decidir qué es lo
que se hará.
MINISTRO: Lo mejor será comunicar al presidente ahora
mismo lo que ha sucedido, seguramente él ,�endrá ...
SACERDOTE 2: O mandará un representante y para eso
con usted nos basta La Iglesia y el Estado unidos aunque sea
por un momento, el sueño de muchos, la realidad de otros,
y Dios cada vez más lejos. (Al OBISPO.) ¿Siempre no pidió
autorización para que viniera la madre ecónoma?
OBISPO: Está usted burlándose padre.
SACERDOTE 2: ¡Hay tres fiestas esperando la concatena­
ción del aliento alcohólico de tres hijos pródigos que salie­
ron a despilfarrarlo en sacristías donde ...!
CARDENAL: ¡Silencio! Hágame el favor de retirarse pa­
dre, ya hablaremos mañana mismo.
SACERDOTE 2: Con permiso. Te dejo, Señor, en manos
de borrachos. (Sale.)
OBISPO: (Al MINISTRO.) Usted disculpe el nerviosismo de
nuestros hermanos. han resistido solos un golpe n'luy duro.
26
M1N1STR<>: No �e preocupen. yo los entiendo. Sin embar­
go creo que eJ scfior presidente ...
SACERDOTE 2: Ya no podemos esperar ni un minuto
n1ás, e11 caso de que no le hallemos solución al asunto ya ve­
ren10s qué tipo de ayuda nos podría dar el señor presidente.
MINISTRO: Toda. Toda, nuestro presidente es plenipo­
tenciario...
CARDENAL: Ahora sí dennos todos los informes reca­
bados.
SACERDOTE 5: (Lee unas tarjetas.) Tal parece que los he­
chos ocurrieron a las O: 17 horas de esta madrugada. Nadie
recuerda haber visto a algún sospechoso antes. Se cree que la
bomba fue colocada detrás del cuadro de la Virgen, porque
hasta el momento no ha sido encontrado más que un pedazo
del marco, pedazos de cristal y algunos clavos. Hay además
un crucifijo retorcido, cuatro candelabros fundidos y man­
chas de pólvora en el altar. Del rebozo de Cúcara y Mácara
no hay ningún rastro.
MINISTRO: ¡Santo cielo! ¡¿Ni un rastro?! ¿Buscaron bien?
Hay que llamar al ministro de guerra ...
SACERDOTE 3: Todos los siquitibumbianos han rastrea­
do como sabuesos el santo recinto.
MINISTRO: Permítanme, tengo que llamar al presidente,
le molesta mucho ser el últin10 en enterarse; llan1aré tan1-
bién al ministro de guerra y al jefe del departan1ento de i11-
vestigaciones.
OBISPO: Nosotros (al lvlINISTRO), querido hern1ano en
Cristo, hemos decidido que nadie n1ás debe enterarse de este
hecho tan jgnon1 ínioso que llena de vergüenza a nuestra grey,
Cuadernos de. 1Jrnn1a/urgín Nlexicn,w
--------
hasta que hayamos encontrado la solución. Sólo quisiera pe-
dirle a usted que abogara por dos humildes monjas que ...
CARDENAL: (Al OBISPO.) ¡Su excelencia es rebelde y obs-
tinado!
,
OBISPO: (Al CARDENAL.) ¡También su «sapi ,!
MINISTRO: (Al CARDENAL.) Óigame sapi, yo creo...
CARDENAL: ¡Eso de «sapi" es un insulto!
MINISTRO: Discúlpeme eminencia, pero es que ustedes
usan más títulos que. . .
SACERDOTE 3: Cuidado con lo que vaya a decir.
SACERDOTE 1: Hermanos, el problema es grave, la situa­
ción muy conflictiva. Cristo nuestro Señor y el Espíritu San­
to esperan de nosotros una respuesta para continuar con su
reinado en la tierra.
MINISTRO: Tal vez no hayan buscado bien; habrá que ha­
cer una investigación exhaustiva. Yo insistiría a sus eminen­
cias solicitar ayuda a los restauradores con los que cuenta
el Estado. Podríamos tal vez ir juntando pequeños pedazos
hasta llegar a reconstruirlo todo. Los italianos han recons­
truido monumentos que fueron totalmente destr uidos en la
Segunda Guerra Mundial; pedacitos por pedacitos de puen­
tes, esculturas...
CARDE NAL: ¿Cuánto tiempo nos llevaría eso?
MINISTRO: No lo sé habría que preguntárselo a ellos, son
rápidos ...
SACERDOTE 1: Del cuadro no queda nada; lo que es talló
allí f ue una bomba no un cohete navideño. Herma110s, apro­
s inanda el Señor J)nrn
vechemos esta oportunidad qcic no
28
que volvamos a Él. Retiremos las imágenes de lo& templos y
dején1osle un espacio a Él, al Señor ...
OBISPO: ¿ Qué pasaría cuando le diéramos esta noticia a
nuestra grey amada? ¿Qué actitud tomarían nuestras ovejas?
No, no podemos hacerles este daño.
SACERDOTE 1: Tomarían la misma actitud que nosotros.
2 Cuántas iglesias se han caído y se han destruido sus imáge­
nes? Pero Él no está en un solo lugar, está en todas partes: en
iel cielo, en la tierra y en todo lugar.
MINISTRO: Bueno, analicemos con calma las consecuen­
cias que nos acarrearía el descubrir el asunto al pueblo. ¿ Tie­
nen una copita que me puedan ofrecer?
SACERDOTE 5: La traigo al momento, ¿alguien más
quiere?
-Yo.
-Yyo .
-Yo también. (Todos menos el SACERDOTE l.)
CARDENAL: Tráiganos a todos. (Va el SACERDOTE 5.)
OBISPO: Antes de ingerir alimentos, quisiera invitarlos
a que hagamos un acto de contrición y comulguemos todos
para que seamos iluminados por la gracia divina. Yo deseo
humildemente ofrecerles el pan eucarístico.
CARDENAL: (Al OBISPO.) Pero si su eminencia está casi
ebria. (Tocan a la puerta, sale el SACERDOTE 3.)
OBISPO: (Al CARDENAL.) Tan1bién la suya lo está.
SACERDOTE 1: Yo iré al altar y suplicaré la gracia del Es­
píritu Santo. Creo que en las actuales circunstan cias todos
podemos tomar el pan eucarístico. Haren10s antes una ora­
ción. (Se ponen de rodillas todos.)
---
3: (Entra.) Perdón. Dicen la n1adre Expe .
cta-
SACERDOTE
. gu ·
sti as qu e ac ata n co n hu1n ildad la d1s-
c1.6n y l a n1ad1 e An
en ine nc ia el ca rd en al, pe ro qu e les gustar1a
pos1· c1'6 n de su 1
la junta, y que en lo ql1e
estar enteradas de la evolución de
ta, con hu­
hunlilden1 ente puedan ayudar ellas, desde la pl1er
n,ildad, podrán hacern os llegar sus pu11tos de vista. (Se van
levantando poco a poco.)
CARDENAL: ¡ Dios mío! Si Eva, nue stra n1adre, fue tan
terca, entiendo que lo de Adán no fue debilidad, sino impa­
ciencia. Pero todo tiene un límite. Ya 110 resisto más; diga a
esa n1onJa, a las dos, que u11a intromisión más y las suspen­
deré de la orden.
OBISPO: Es una an1enaza vana, su emine11cia no tiene
ni poder ni fundan1entos para hacerlo, no es más que un
terrible odio hacia las mujeres. Su excelencia no es n1ás que
un parapeto, una concesión que se l1izo a nuestro país, para
que nuestro pueblo sintiera que fue distinguido con un prín­
cipe de la Iglesia, para que se vistiera de gala y decorara la
catedral.
CARDENAL: (Al OBISPO.) Le ordeno silencio absoluto so
pena de exco1nunión, y vaya que tengo facultades para ha­
cerlo. (El ÜBISPO se ríe.)
SACERDOTE 1: (Al MINISTRO.) Usted perdone la
intran­
sigencia de nuestros su eriores; ellos son human
p
. os Y noso-
tros no pode1nos Jtizgarlos ...
MINISTRO: No se preocupe, padre·, c osas
. . . peores se oyen
en los m1n1ster1os y en las cán1aras. (E,Jt•·a 1 S
.J ' e ACBRl)(J'/'F ..5
con copas y botellas. Al OBISPO le agarra el hipo.)
30
SACERDOTE 1: (lmprovL,a una oración en latín, n1ientras
algunos beben, luego se ponen de rodillas todos.) Señor, mi­
sericordioso Jesús mío que por obra del Espíritu Santo has
,·enido a salvarnos; ayúdanos en este trance tan doloroso y
no permitas que busque1nos el reino de la tierra para per­
derte para siempre. N0sotros, humildemente, te suplicamos
que nos ayudes a resolver este problema que enfrer1'ta tu grey
amada. ¡Señor, vivimos en la orfandad!, ¡danos tu respuesta!
Mándanos tu consejo y a}rúdanos en esta despiadada lucha
contra el demonio. Ven Espíritu Santo, ven, llénanos con tu
gracia y envíanos tu luz y tu palabra, amén.
Tal hubiera parecido que la palabra 'amén" se había vuelto
nzágica, porque al pronunciarla el SACERDOTE y al respon­
derla todos, desde el techo comenzó a caer una hoja de papel
con la cadencia de las hojas del otoño. E,npezó a balancearse
y balancearse cuando los sacerdotes hubieron levantado los
ojos al cielo para irnplorar la gracia divina. Gran temor entre
todos; expectación y angustia ante la posibilidad del milagro.
Nadie se n1ueve, nadie, nadie. Todos temen recoger el papel.
Una a una las miradas de los allí presentes se van reuniendo
en el rostro del SACERDOTE 1, quien ungido defervor religioso
y muerto de pánico, se dirige hada donde el papel ha caído. Lo
to1na entre sus manos y empieza a temblar. Se encoge de los
hombros y parece orar profundamente con el papel apretado
en el pecho. Se va llenando poco a poco de fuerza, se yergue y
comienza a dar lectura:

SACERDOTE 1: "Nuestra madre no nos ha abandonado,


está entre nosotros; si una imagen de ella fue destruida en

Cúcara )' J\f,icari1 / Carta al Tigre 31 (>. car Lier,,


, llt \ ,\ 11 ,\, ,1u u,po1 l ,. si h , 011 \s h,, 'l' •n • d l •
.. 11.¡u • \nll' u,,tu. rll., •st •u "" •s\1 o or,,1 n.
pi., ':-..:.,, t ,. ""' l ,s 1u1s1n,,s dilncn onc , on
un ,u.u"\' ad •nt,, ,, · '-'lH\ l., i,u.,g�n pinl,,l\. oh,c l. te\,
l tl\l I l > l. l'll l'l "on, 1.•nlo d"· S.u, F1".\ncisc.:n, pe, o e t.
fir'fll.t,l.l I ll ,c.'ll,\l'O ( a.\t'\. t,\. Lo lll.\S !-l'l\�illo st·rn \1orr�1 e '
tir 111.1 ,.. , " l\.'\, ,\1 t'sl"' "u,,d I o (.'tl t·l .,h\u n,ny<.>1 donde ll\tCSl r,
. ,,
l ,\ 11 ·:-.t,\h ,l ....
t� .\RPF.NAl: ¡l)ios n1io!l qut! cosa tan cierta, esto es pro­
, Jc.>t11. a.1L \(.) h� Ytsto e ·e cuadro y e� exacto. Siga leye11do ese
te..·tt)� pJdre, qt1e por el dedo de Dios se escribió.
ACERDOTE 1: (Leyendo.) "Si los enen1igos de la Iglesia
han querido hacernos daño con esto, nosotros deben1os res­
ponder a esta agresión co1110 lo han hecho los santos, nues­
trl e1en1plares maestros. Para que la noticia no sea negati\'a,
e anu11ciará con10 un n1ilagro; estalla una bomba en la san­
ta basílica, destruye crucifijos }' candelabros de metal, pero
\a \;irgen de Siqui queda intacta. Es n1uy in1portante alec­
cionar a Elgarberto y a los demás frailes siquitibumbia110s.
as1 como al padre prior, quien es un santo. Elgarberto con­
tará cómo vio el milagro y tendre1nos un nuevo santo en
nuestro pueblo". Firn1an la 1nadre Expectación y la nladre
Angustias.
CARDENAL: (Tcrribletnente contrariado) ·Qtic' ll1lp()rt,
• 1
Por boca de quién el Ser)or se haya exprcs·\dol E t e
c. • �� () s llll
milagro.
Fue en el justo n1on1cnto en que in, e � •
ACl!RDO'fF. J:

bamos al E piritu Santo cua nd0 este papel, que dc•h,· .gu ,,...
32
darfie como reliquia. apareció en el cielo y entró por alguna
claraboya en forma de paloma.
MrNJSTR0� �fodos los milagro� bu�can �jempre una ex-
p1icación científica, éste, por sucederse en nuestra época, ya
la trae consigo.
CARDENAL: Ese papel no puede guardarse como reli­
quia, porque de alguna manera, si alguien lo encontrara al­
gún día, revelaría...
SACERDOTE 1: ¡Es mío! Nadie se atrevió a recogerlo, yo
también tengo parte en este milagro. Fue durante la oración
que pronuncié; justo cuando dije "¡amén!, ¡amén, an1én,
amén!': ('tocan a la puerta.)
CARDENAi,: (Al SACERDOTE 5.) \'a} a a ver quien es. (Al
SACEltDOTJ: 3.) Usted, monseñor, vaya por e] hern1ano El­
garberto (Salen.)
OBISPO: (Al CAHI)E,VAI,.) Si su excelencia nH! autoriza a
hablar, 1ne gustar1a suplicarle que invitara a pasar a nuestras
hermanas santa que han arrie5gado Ja vida trepando por
Jos muros de esta parroquia para Huminarnos con su gracia
santificante y traernos su luz.
SACERDOTE 5: (Entra.) La madre Angustias y la madre
Expectación, conmovidas, solicitan el permiso para entrar
en e ta sala.
OBISPO: (Al CARDE.\'AL.) ¿Lo ve? Vienen humildemente
a implorar su bendición, vienen a inundarnos de santidad y
de luz.
CARDENAL: (Al SACERDOTE 5.) Dígales a esas monjas
que las recibiré mañana en punto de las doce del medio día
Cúcara) ittúnrn f c:arta al Tigre 33 Osear Lier.9
C1111dí"n1os de l)ran1,1t11,.�,a A!exicana

en mi despacho y que preparen una reseña sobre la obedien­


cia. (Sale el SACERDOTE S. Como para sí mismo.) Ay, esta re­
ligión la entiendo cada vez menos; el Espíritu Santo parece
que prefiere a las mujeres y Cristo prefirió a los hombres.
¡Qué de pleitos habrá allá arriba!
Por todos los rincones empiezan a brotar. como pequeñas
fuentes, los murmullos; son como caballos que vinieran desde
lejos al galope y se fueran acercando. Portazos, gritos, risas y
llantos se aúnan a los murmullos, al galope, a las fuentes que
ya son torrentes. Entran los SACERDOTES 2, 4 y 5 junto con
ELGARBERTO por un lado, y por otro lado el SACERDOTE 3.
El SACERDOTE 1, con10 obsesionado con el papel, ha estado
repitiendo, como para sí 1nisn10: "Milagro, milagro".

SACERDOTE 2: Yo quiero participar del milagro, digan-


n1e cómo fue.
SACERDOTE 4: ¡Un milagro! Yo sabía que la Divi11a Pro­
videncia iba a obrar.
SACERDOTE 3: La madre Expectación insiste en partici­
par de su propio milagro.
OBISPO: (Al CARDENAL. Se quita la sotana.) En este mo­
n1ento somos iguales, la complicidad del milagro me libera
de ti y así, libre de la pinche obediencia pendeja con las que
nos manejan, podré gritarte lo estúpido que eres. Viva la li­
bertad, vivan las mujeres; lo mejor de la creación. ¡Vivan las
milagreras!
SACERDOTE 3: (A ELGARBERTO.) ¡Por qué nos n1entiste?
¿Por qué nos dijiste que nuestra madre había desaparecido?
E.Ha quedó sonriente en el altar entre un jardín de flores.
34
· '"' = Pee ,, · n la ~ .. _
Er
RDO rE 5: anto El_a über t er
gen te eligi ó a ti com o a Cúc ara ·
e DOT E 1: .. ila ro. · · a
P : · i a lo me·o r de la . .
l
rnila gfosa ..
.......... ._.,,._ O,T LE.. e)} nl u
porq ue te lo a a ,,
: la an l

urca ron e) ac1 ll
:( l rl r-

.
l qu VI -
t~. 'I 11 b j y COlll O
11~ 1 1 iJ16 nde t n1or, y
11 lu l u h r u men saje tú huiste
111u rto d I 11 l 1ir n quer ía hablarte. uestra
, al, a.n
R IL : , p ro }'º 'ª le h ice orac ión a nues tra seño ra
de lo R n1edio y mejo r quie ro er doto r y que mi her1nana
e ca con uno de lo Bald erra ma.
A ERD OTE 4: ¡Qui ero aber del n1ilagro!
ACE RDO TE 3,: (Al FRAJ LE.) Pero si ha alca nzad o la gra-
cia divin a, có1110 pide s tan poco , ¡ te conforn1a con r do -
tor pudi ndo r anto ?
0B1s 1>0: (Al ARIJ BNA l... ) Er un n1i ógin a qu r
tí :11ra y Mdc11111 / 5
--�-- C..:uod<'t nos de I)rtln 1att1rg,a A1exicana
eres tan decadente como la Iglesia que representas; fundada
en los mismos vicios de la decadente Roma. Eres como un
emperador romano desquiciado del sexo.
SACERDOTE 1: (Explicando a los SACERDOTES 2
y 4.) Yo
oraba, yo vi la paloma del Espíritu Santo cómo bajaba y ex­
tendía sus alas y cómo poco a poco se iba transformando en
hoja de papel.
SACERDOTES 3 Y 5: (A EL.GARBERTO.) Eres santo, tienes
que ser santo. ¡Eres santo! ¡Eres santo! ¡Eres santo! (Etcétera.)
CARDENAL: (Al SACERDOTE 1.) Deme ese papel, lo exijo
por obediencia.
SACERDOTE 2: (Al FRAILE.) Eres santo. A ver, cuéntanos
cómo que la Virgen bajó hasta ti.
SACERDOTE 4: Yo quiero ver el papel, yo lo quiero ver...
FRAILE: Pues yo estaba ... pasa bolita, pasa bolita, dicién­
dole al rosario que mi hermana se case con uno de los Ba1-
derrama ...
SACERDOTE 3: (Al FRAILE.) Nos acaban de avisar que
tu hermana fue pedida en matrimonio por don Florencio
Balderrama para su hijo Damián. (Tocan a la puerta, sale el
SACERDOTE 5.)
OBISPO: Ya le volaron el novio al carden
al. (Ríe.)
CARDENAL: (Señalando al OBISPO.) Saq
uen a ese hom-
bre, ¡sáquenlo! , los cri. stos se o
FRAILE: Entonces la bomba
est allo, ret rcie-
a la Virgen de Siqui no e pas ó nada , yo la vi cómo me
ron, pero � _
, y 111e mi·raba, pero vo
, saJ1 corr iendo porque el contacto
sonre1a . . , ,
o
· ... porque el contacto con Jo divm ... ¿que mas?
con l o d.1V1no
36
SACERDOTE 3: Porque el contacto con lo divino infunde
temor...
FRAILE: Infunde temor ...
SACERDOTE 5: (Entra.) Dicen la madre Angustias y la
madre Expectación que por lo menos las dejen asomarse por
la puerta para presenciar los efectos del milagro.
MINISTRO: (Que ha venido observando todo con deteni­
miento.) No entiendo por qué la Iglesia y el Estado están se­
parados si son la misma cosas. ¡Qué raro! ¡Qué raro!
SACERDOTE 1: ¡Milagro!, ¡milagro! (Fuera de sí.) ¡Milagro!

Y tal vez todos terminaron grifando "milagron co1no poseídos


hasta que cayeron exhaustos, mientras San Elgarberto lanza­
ba bendiciones a diestra y siniestra y se prestaba a la venera­
ción. Se sabe que el Obispo dejó todas sus prendas de vestir
dentro de aquel recinto porque se le vio caminando desnudo
por las calles y gritando incoherencias sobre la creación. Al día
siguiente apareció la noticia del milagro en todos los periódi­
cos y apareció también el nuevo cuadro del que nunca ningu­
no de los ciudadanos sospechó nada y creyer()n ser felices por
mucho tiempo con un nuevo milagro y un nuevo santo: San
Elgarberto, el siquítibumbiano cuya fiesta debe celebrarse el
día 27 de octubre. A mí me pasa algo terrible cuando veo una
o dos mujeresfuera de cualquier templo: me estremezco y creo
que es la ma, dre Angustias o la madre Expectación que andan
esperando, como los dramaturgos, ver sus obras en escena, ver
sus milagros.
Bueno, se puede correr el telón si es que no se corrió antes.

--
Cúcnrn y Mácarn / Cárta al figre 37
MARCHA PARA LA CANONIZACIÓN DE ELGAltBBR'l'O'

Sa11to,santo,santo
señor Elgarberto,
santo, santo, santo,
la virgen te eligió.
Como a Cúcara y Mácara
. ,
se te aparec10,
bajando de los cielos
a ti te iluminó.
Entre humo, polvo
y fuego artificial,
bajó para entregarte
su imagen celestial.
Y todos tus deseos
la prieta cumplirá,
Santo Elgarberto,
tu pueblo te honrará.
Siquitibum, siquitibum,
la Virgen ya llegó,
siquitibum, sí ...
la Virgen lo eligió.
Siquitibum ...
al fraile enalteció,
siquitibum ...
un santo nos dejó.
(Se repite la primera estrofa.)

2. Esta canción fue escrita por los miembros de Ja co1npañía de teatro


que estrenó la obra luego de que En rique Pineda> director de Infantería 1ea­
---
tral. lc propuso a Licra cerrar la puesta en escena con esta n1archa. (N. de E.J
38
CARTA AL TIGRE 1

M e permito escribirle aun cuando me había jurado a mí


mismo volver el rostro en el momento en que usted
pasara cerca de mí, tal y como lo hice una vez en el restarán
de un hotel en Mazatlán, movido por esa pasión irrefrenable
que es el jurar, pero ha sido más fuerte mi deber como hom­
bre de letras y como un ser sensible y pensante y, por lo tanto,
me he decidido a enviarle estas líneas que, por cierto, señor,
no he sabido cómo armar. No he sabido porque son tantas
las ideas que bullen en mi cabeza, son tantas las imágenes
que me rodean, que me acosan, me azuzan, y tantas, señor,
tantas las quejas que a diario escucho, que es difícil tomar un
hilo firme y seguro que hilvane este mare magnurn que tiene
la forma del caos. Permítame, pues, señor, que empiece por
cualquier parte, el caos , señor, es asible por cualquier lado.
''Tristes armas si no son las palabras, tristes, tristes,'.
Debo informarle, señor, sobre el estado de cosas que qui-
1 La "Carta al Tigre» se publicó originalmente en el periódico
El Noroeste en 1985, posteriormente en la revista Repertorio (núm.
16, diciembre de 1990), de donde se reprodujo en el nún1. 6 de Paso
de Gato (enero-febrero de 2003) y de donde la hemos reton1ado
para publicarla en este cuaderno, con el propósito de que un nuevo
público la conozca.
(.'úaira y Mácarll / Cartn al Tigr<:: 39
Cuader11os de /)ra1nt1furgia A1ex,cana

zá usted, dentro de su palacio de cristal opaco, no vea; no


se entere. He observado, señor, que los vidrios nunca están
limpios y, pues, quizá, así las cosas se vean borrosas, distor­
sionadas y hasta, tal vez, señor, no tengan nada que ver con
la realidad de lo que aquí pasa. De acá, de abajo, las cosas
no sólo se ven, sino que se sienten, ¡imagínese usted si no!:
un trabajador cuando gana el sueldo mínimo gana $1,015
(mil quince pesos diarios), y el kilo de carne cuesta
$1,400 (mil cuatrocientos pesos) en el mercado. ¿Ya sabía
usted que está condenado a no comer carne? Y consideran­
do que este trabajador tenga una esposa, dos o tres hijos, que
tienen que hacer tres comidas diarias y vestirse y calzarse
y pagar casa y luz y agua y médico y medicinas y de vez en
cuando comerse una 1nanzana ... no alcanza. No alcanza, se­
ñor, y qué duro es no alcanzar sobre todo cuando se padece
hambre.
Usted, a1lá arriba, sentado, en esa especie de trono de
águilas y culebras, ordenando con el pensamiento, fulmi­
nando con miradas, tronando los dedos y dando palmadas,
piensa que todos sus deseos se realizan con poderes de varita
mágica, pero no es así. No es así. Recuerda usted, señor, que
en contra de la voluntad de todos los sinaloenses a los cuales
nos faltan hospitales, agua, aulas, alcantarillado, maestros,
sus colaboradores lo convencieron para que usted constru­
yera una carretera que denominó "Costera" y que el pueblo,
dados los fatales resultados, la conoce como "la muertera,,,
¿se acuerda usted, señor? Pues verá: ni la hiciero n por la cos­
ta, ni costó lo que dijeron, no es segura Y no sirve para nada.
40
H�tor seguro que usted lo ignora. señor; pero dese cuenla de
que c1nte� de que la in..tl1guren ha cobrado más víctimas que
el camnino de Sabaiba. "La n1ueirlera", señor, para hablar en el
lenguaje de mis conciudadanos, será un camino seguro para
las arañas; las cuales con su extraña urdimbre decorarán los
cuatro carriles como si fueran los cuatro puntos cardinales
de un planeta desierto y tal vez vayamos un día alJá a pasar
el fin de semana, o a atrapar mariposas al inicio de abril o
de un mayo.
Verá. señor, hicieron un puente en el malecón cuyas ram­
pas bajan sobre las banquetas para los peatones. Un puente
que con la primera avenida del río se ,·ino abajo en buena
parte. La gente, señor, se arremolinaba en las calles riéndose
de sus obras, era eso como el mural de Diego Un do111ingo
en la Alameda, que pintó en el Hotel deJ Prado. Así, toda la
gente abigarrando el día, alborotando con sus risas. nues­
tros conciudadanos, ¡carcajeándose, señor, de lo que aqw se
hace!, ¡se reunían en las esquinas guiñándose los OJOS y mo­
fándose! Incluso, debo confesarle algo: ro creo que todo �e
h17Á) quizá hasta con la anuencia de Posada, usted va sabe lo
satirico y sarcástico que era, porque Yino a mezclarse t"IllrC'
todos eUos, y ocupando siempr� el centro, la cal,1,·crn catrinn
que andaba corno la novia de Culiacnn, pero soltando, co 1110
a\•alanchas de río, estruendosa� carcajadt1s. Y �llos, ,cnor.
nuc tros paisano la acl'ptaban, 1,, veneraban y.e ih. n tod
Juntos a beber ccrvez., y a la botana.
Yo creo, señor, e.JU(' es 1ui dc:;her "'nn10 Cl\h.l,,d.,no inf<11
n1 ric de todo e to pu, que no \ n)� l et qu,: u�ted p. r

1 11 r 11 l
----
ta co.n la idea de que lo que mandó hacer está bien, y por
el contrario, señor, sus colaboradores se han encargado
de que todo se haga mal; ellos, sefior, se han aprovechado de
su cansancio, su edad, señor, es de considerarse. Eso de la
edad lo advertimos todos desde el primer día, ellos también
lo advirtieron y por eso lo apoyaron; lo supieron ) lo saben
y se aprovechan, quizá, de esa debilidad o de otras y hacen
aparte sus negocios nada sanos. Por ejemplo, con «la n1uer­
tera': ellos la trabajaron con su propia maquinaria. Eran sus
fábricas las que producían en silencio los ataúdes de concre­
to y asfalto; recuerdo, señor, con todo esto, el negocio que
hizo el emperador Shih Huang Ti cuando mandó construir
la muralla china, cuando involucró a toda su familia en el
lucrativo proyecto; pero eso, señor, fue en el siglo 111 antes de
nuestra era, antes de que apareciera el feudalismo y antes
de que se encumbrara en palacios la sangre azul europea.
¡Ay señor!, esta carta no estaba pensada para hablar en
ella de sus obras, ni de lo que usted hace; sino justamente de
lo que no hace. Le digo a usted, es todo un gran desorden
de palabras y de frases, confundo los sujetos con los con1-
plementos; con estos cambios de la gramática estructuralista
los modificadores no sólo son los adjetivos y esto in1plica
riesgos y cansancios. De cualquier manera pienso que us­
ted debe estar bien enterado de la sintaxis espafiola dado los
vastos inforn1es que elabora y sobre los cuales, si quiere, un
día hablamos para que 1ne explique por cierto sus propias
reglas para el uso del gerundio y el voluntarioso t.'n1pJ�o deJ
pronombre relativo. r�s un gran peligro, sc11or, t.·I acon1odo
42
dt• f.1s p,1l.1h,,1�; por· «:!-to le dl·cia de n1i dcsordct'\, pc)r eso \e
de�1.1 qut• t•I n1otivo de la carta es otro .
. \l1rcusted, señor: la situación que esta1nos v1v1endo en
el estado de Si11aloa -y es por aquí por donde deb1 haber
en1pezado- es caótica. Estamos viviendo dentro de un gran
desorden en las ciudades que usted gobierna: se roba, se
n1ata) asesina por nada ) se difan1a, se viola, se trafica con
drogas y con arn1as) se explota ) se tortura, se desaparece gen­
te, se niega el subsidio para la educación, se miente, hay la
prevaricación y hay la injusticia y hay el cansancio, mucho
cansancio, señor. Estamos hartos de que esto pase. Vivimos
días angustiantes, no tenemos seguridad en las calles ni aun
dentro de las propias casas. Se ha dado el caso de ladrones
que entran a robar y a matar en los comedores y en las salas.
No hace mucho tiempo, señor, cientos de maestros fueron y
le dejaron a usted, en las escalinatas de su palacio, los 1nis­
mos cientos de velitas encendidas con10 protesta por el ase­
sinato de una compañera asesinada en su propia casa. Pero
como usted no dijo nada, pensé yo que sus colaboradores,
para que usted, señor, no se preocupara, lo introdujeron ese
día por otras escaleras o por algún túnel secreto que está pre­
parado para alguna gran escapada. Pero allí se quedaron las
velitas quemando la sal que traía el viento y que hacía llorar
los ojos y que amargaba la boca, como la rabia contenida,
señor, como la aullante y amarilla rabia.
Todavía hace menos tiempo que unos ho1nbre� arn1a­
doi; entraron en una casa y sacaron a una jo\'encita , se? l.1
JJevaron¡ la n1adrc, señor, pasa los días llorando pot t'tltrr
------Ct J,/t,, � el� l)nrt11at11rgu, Afr.\1,nn,1

ho pitate , juzgados y depósitos de cadáveres. Qué bueno,


· �ñor, que usted tiene a la entrada de su casa tantos polic1as
para que nunca le vaya a pasar nada semejante porque debe
ser horrible, m11y horrible, señor, y eso pasa a diario. Sólo
hay que ason1arse a la prensa para contar los crímenes de la
nocl1e anterior y para imaginar los de la madrugada.
Me gustaría, señor, que usted conviviera una tarde con las
madres con hijos desaparecidos, que tuviera el valor de ver­
les de cerca los ojos y estoy seguro de que quedaría impre­
sionado por los amplios y caprichosos canales que les han
abierto las constantes lágrimas. Juntas son con10 un agua­
fuerte de Goya y de cerca se palpa esa humedad silenciosa
que les ha acomodado el llanto. Pienso que usted, señor, ne­
cesita enfrentarse al dolor humano, porque yo sé que usted
ignora en realidad lo que pasa, pero ya verá que algunos de
sus colaboradores mantienen cárceles clandestinas donde se
tortura hasta lo indecible. ¿Se iJnagina usted, señor? ¡No
se juzga a nadie, se condena por algo que seguramente no
es condenable en el seno de la sociedad, porque se esconden
para hacerlo! Yo estoy seguro, señor, de que usted no está
enterado de esta infamia, porque de serlo así arrebataría a
golpes a esos malos ciudadanos y colaboradores suyos qt1e
son la peor raza de criminales y con un látigo de cuero ct1rti­
do; usted mismo, señor, con sus propias manos, les romper1a
1os huesos de la cara para que ya 110 lo hagan; para qut� no
Jo hagan.
1·ambíén l1ay ce1nenterios clandestinos, scíior. l lny un Ct'­
rro, un cerro que 8C Un1nn el -CfTO d,•I rrull•, t•�f,l l..:t ... i .,oh, • In

44
1 • . s
. tl' haci'·1 la . Ct,\"ra , a
11.\ ,\Z,\ ,\l1 •
'"
:."arrl·tc-r., '-}lll' '\\\ ., 1 sur. hh.: l,\
�lUY Pº�")S k1lo1nctro� de Culi.,cán,
ese cerro. 'i. \o han '.on­
' ·rt id"l t.•n un �l·1ncntcrio de hon1brcs dcsconoc idos, poi q
ue

�on tanto to horrores que les hacen que nunca es posible


identificarlos, y nt1e tra policía sien1pre anda sobre las pistas,
�on1o quien se pone a bailar sobre la pista de baile, co1no
quien se va a paliJ1ar sobre la pista de los aeropuertos.
Dicen que todo esto se veía venir, todo esto lo predijeron
antes. Hay una revista, señor, llamada Proceso, en el nún1e­
ro 365 -coincide curiosan1ente con los días del año-, y
con fecha del 31 de ocu1bre de 1983, vie11e una foto, en esa
revista, suya; la foto es suya, la revista e Proceso. «Codicia
insaciable", dice abajo de su foto, en la portada y le dedican
páginas y páginas y datos, y cifras y palabras. Pues ya Yerá,
señor, que s,1s colaboradores las recogieron todas aquí en
Sinaloa en los aeropuertos para que nadie las leyera. Qu1za
usted n1ismo no la haya visto, quizá ni se haya enterado del
hecho, c1::,; que pudo hablar tranquilo el dta de la libertad de
expresión: "¡Viva México, viva el día de la libertad de prensa,
viva la Constitución Mexicana!':
No quisiera cansarlo con todas estas quejas que a diario
escucho. Me hubiera gustado hacerle una carta n'\ás amena,
más an1ablc y más en confianza. Incluso había pensado tt­
tular esta carta co1no \'Carta al ·rigrc'', porque yo sé, scflor,
que así le dicen a usted; pero como tengo ciertos estudio�
obre la literatura y sé que el tigre, en el bestiario tradi�io
nal. encierra una significación que nada ti<.'n� que.· vc.•r (Oll h,
justicia, ni con la bondad, ni con el beso: es l'l han1\)r ,\tr,.)z

( ' ,,,. , tI lT I ( rt 1 1 1 're


<.11ad, 111 ,,s de /J111t1 1at11rg1<1 \h• iu11111

.,unquc: sea viejo, es la co<llcia insaciable, la necedad feroz., la


turia )'. claro, la soledad, el ten1or a las venganzas, el escurrí•
n1iento y el vivir sien1pre escondiéndose, agazapado en las
son1bras y sin derecho al sol. Quizá otros, algún día, llamen
así a esta carta y la conozcan co11 ese nombre: "Carta al 1·¡.
gre''; pero será seguramente, señor, por la belleza del animal
,
por su piel reluciente, por su dentadura fina.
Viene al caso, señor, decirle que yo soy t1n buen1 jugador.
Me fascina por sobre todas las cosas el juego, por eso hago
teatro. Y quiero decirle que sé apostar en el juego al grado
de ser capaz de jugarme la vida en una carta, y es que, señor,
no le temo a la muerte; le temo a la vida. Le temo a la vida:
a la vida inútil, a la vida que es siempre huida, a la vida infa�
me, a la vida vegetativa, a la vida estéril. A esa vida que deja
una memoria negra, oscura, sombría como la que han deja­
do muchos mandatarios mexicanos y sus secuaces que luego
se dejan pudrir de miedo en los hospitales extranjeros y no se
habla nunca jamás de ellos. Llega el último día de su gobier110
como lleg,a la muerte y luego nadie los recuerda más que para
injuriar y maldecirlos y escupir la memoria de ellos. Ése es el
tipo de vida al que le temo, ése. Sé definitivamente que los hé­
roes y los santos no son de nuestro tiempo, las cosas han cam­
biado sustancialmente y ya no vivimos la edad de los dioses,
ni el tiempo de la edificaci611 de patrias en J1istorias falsas ...
¡¿Qué cree. señor?! l.eyendo la historia de Sinaloa he dcsct1-
bierlo con verdadero ason1bro que la época qu<.' vi,,iJ110� l'fl l.1
ac\ualidad ci. peor (}Ul' la qtu.· �l• vivic'> l'll '-"' t•st.,do ,lu, .uu,· ,•/
caf\e_d\�n,o. P{,,·-.,· ,.,,,e,\ .¡u�• todo lo q1u· /,• fa.· nu•11, i.•n.ulo ,ttl
h:·, J'astth.1 c.·ntoni.:es n1ós aparte el fraude electoral. ¿Se da us­
fcd cuenta?¡ ·o h.ibía dcn1ocracia, señor! Mire usted: Cañedo
... bcrnu 32 años y luego a su
�e 111uerte el gobierno del centro
in1pu o a Diego Redo corno gobernador, porque entonces las
gubernaturas e ganaban por amistad con los presidentes. Pero
rc-ulta gue los alumnos del Colegio Civil Rosales, hoy Uni­
ver.. idad Autónoma de Sinaloa, se opusieron a esta candida­
tura, puesto que ellos apoyaban a Ferrel, quien era el
canclidato del pueblo. En las votaciones ganó Ferre!, pero le
dieron el triunfo a Redo, y Buelna fue expulsado del Colegio.
A propósito de expulsiones y de universidade5 y consi­
derando que usted, señor, nunca ha sido universitario y que
sus consejeros han sido expulsados por antiuniversitarios le
quiero exponer lo siguiente abusando ya de su atención, de
su paciencia y faltando yo a la modestia. Quiero decirle que
yo, señor, he realizado estudios en la UAS, en el INBA y en la
UNAl\i, en la Ciudad de México; en la Sorbona y la Universi­
dad de Vincennes, en Francia; y en la Universidad de Siena,
en Jtalia. He trabajado en la Universidad Veracruzana y en
1a UNAM he sido profesor de asignatura mie11tras h\1cía una
maestría en letras, y que actuaJn1ente trabajo en la Univcr\1
dad Autónoma de Sinaloa. No es n1ucho, pero signifita 1 na�
o 1nenos entre Jos J 7 }' lo5 20 años dc trabaJo o de e!ltudio.
li vívido, eñ,,r,. todo e e tic1npo a] al1rigo d� institu iont:s
educativa de esta naturalc1.a }' le puedo asegurar a uste{l que
110 h y rn yor dicha qu • la de ser univcr it, rio.
J n P r• • an1n1 r 1101 ni r • un ho�quc hlnn o ic• ni , •
Gómo J ru tí r I un<l en uno fotvgrafl 1 <·n l l 111 o
l
,\\\\\\\,\\ (Ol\ \.'l �,brigo y l,1 bufanda y guantes y s61o una l,lz,,
\(' c.,f� ton10 .,linn�nto y run1iar1 ru1niar entre el frío algún
\ l'r�() dl' l�.\udclnin.-. de M.\llurnH: o quebrarse la c:abc:z,1 ,on
,\lgut\,\ i ic., loca de Pascal o tvlart1nc. Encontrarse luego
co11 \os con,pañeros de clase y disponerse a descubrir eJ hiJo
11egro e11 tes fleurs du 11,al. O en Siena, señor, gritonear junto
con los italianos las locuras de Ariosto o de Dante n1 ientras
can1inábamos por las medievales callecitas de la rosama�
rillenta Siena. O en México, en Ciudad Universitaria, bajo el
Ajusco, entre las islas, tomando el café en los prados, hablar
y hablar hasta el cansancio. Estoy seguro de que usted no
se imagina lo maravilloso que es la vida de universitario. Si
usted, señor, quisiera probar, sinceramente, lo invitaría a que
dejara un poco ese palacio de cristales sucios y viniera aquí,
a las aulas a echar chacota y desmadre, a robarle las horas al
sueño estudiando, a leer a los narradores latinoamericanos.
Imagínese, dicen por allí, que hay uno que se llama Gar­
cía Márquez, que ha escrito entre otros libros maravillosos
uno que se llama El otoño del patriarca, ¿lo conoce? Y hay
otro que se llama Cien años de soledad, éste nomás con el
nombre ya inspira miedo. Alguien dijo que le habían dado
e) Premio Nobel al bato ése; al que por cierto vi en el aero­
puerto de la Ciudad de México, cuando veníamos de Nue,�a
York, del Festival Latino de Teatro; venía1nos de participar
con la obra El jinete de la divina providencia. Es�1 ohr.1, ,
ñor, es mía, lo digo con gusto, la hice sobrt"' Sinal<)n, sclbl
Malverde, seflor, sobre ese ladrón que durnnte el nrie fi�n10
robaba a los rico para repartir el dinero c.·nltt• los 1 <;>ln �.
ltl
lh. s 1101. trente ,, :-;u pahu.:io est., ln ern1ila que le han hecho
1 Or<llll' su tu1nb,, t]Ut•dc, b,tJo su palacio. Si n1c permite y ya
n1< '°ion.tdo �on 1.i i<lca de hablarle algo sobre esta obra qui­
si�ra decirle algunos parlan1entos que sé de memoria. Habla
l,,\úed(1, qtlie11 es el gobernador del estado: "Ya todo Culia­
can lú abe (se refiere a t1n crimen que él cometió), siempre
han abido lo que hago pero viven en el miedo y se callan.
Quiero decirte una cosa, estúpido (le dice al mago), si quiero
yo muevo este universo con mis manos». Y el mago le res­
ponde con violencia y abriendo bien los ojos: "Escrito está;
pero no puedes pararlo". Y, en efecto, señor, hay mecanismos
que una vez echados a andar ya no pueden pararse; eso es
en términos dramáticos el desprendimiento del desorden,
como quien arroja una piedra a las aguas tranquilas y no
puede parar los círculos que cada vez se van haciendo más
y más grandes.
Pero nada hay que temer por lo que respecta al pueblo,
"siempre han vivido en el miedo y se callan'� Mis paisanos,
señor, son blandengues, cerveceros y conformistas; otro pue­
blo, señor, no se hubiera echado para atrás cuando el fraude
electoral en Mazatlán> aunque los de la Comisión Electoral
hayan recibido amenazas de muerte. Éste es un pueblo gri­
tón, bravucón en las cantinas. ¿Sabe lo que le falta, señor?
Redaños, muchos redaños.
Yo tenía en verdad n1uchas cosas que quería dccirll� pero,
laf vez, en otra ocasión le escriba otra carta porque ya ""u1
má d«· ocho cuartilla� y no tl·ngo papel; in1,lgín'-'sc, ll' e�h.l)
e cribu:n<lo del r,t\ de la.\ hojas de un libn.•to dt.· t�,ll ro y l'll un
____ _Cu..:_
1 1der1105de Dran,aturgia J\1exkana
_ ��
l1otel·> porq·ue h e estado e1ormando gru

pos de teatro en otras
c 1 udades de la entidad en un proyecto bien universit
ario y
bien interesante.
Eso es todo, ahora el sol cae como fuego en este diciem­
bre mientras la tensión en las ciudades y en el ca mpo cre­
ce, mientras usted tranquilo me lee, se sigue m a tando in­
justamente gente, desapareciéndola. Las madres con hijos
desaparecidos son una constante acusación contra los regí­
menes tiránicos. Del mar se saca el can1arón y se exporta.
A usted le pido, si tiene tiempo, que me conteste esta carta
)� a los sinaloenses conscientes y que quieran que estas cir­
cunstancias cambien, les exijo que levanten las orejas y que
sepan que el partido de sus colaboradores, señor, es el par­
tido de los Díaz Ordaces, y López-Portillos, de los Durazos
y Jos tantos otros miles de cacos qu� nos han conver\ ido en
,
esta ruina que ahora somos los mex icanos, ¡pacatelas.

También podría gustarte