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LA CONFLICTIVA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL (1833-1868)

Durante el reinado de Isabel II se va a consolidar el sistema político liberal en España,


sentando las bases de una monarquía constitucional, una economía capitalista y una
sociedad de clases. Los dos partidos liberales que lucharán por el poder serán los
moderados (representantes de la alta burguesía) y los progresistas (representan más a la
baja burguesía), que se sucederán en el poder; cuando gobiernen cada uno redactará una
Constitución a su medida. Fuera del sistema quedan los absolutistas (carlistas) que
reclaman el trono para Carlos María Isidro y sus sucesores; debido a éstos España se verá
envuelta en tres guerras civiles.
En la evolución del reinado podemos hablar de varias etapas, la primera es la de las
regencias, la reina es menor de edad y en su nombre gobierna primero su madre María
Cristina (1833-1840) y luego Espartero (1840-1843). Proclamada mayor de edad en 1843,
se sucederán los gobiernos moderados, interrumpidos solamente por la revolución de 1854
que inaugura el Bienio Progresista. Tras 1856 retornan los moderados de varias tendencias,
sin posibilidad de gobierno para los progresistas. A partir de 1866 el sistema entra en crisis,
afectando a la misma corona. En septiembre de 1868 una revolución destrona a Isabel II y se
abre una nueva etapa en la Historia de España

I. MINORÍA DE EDAD DE ISABEL II. LAS REGENCIAS (1833-1843)

1. La regencia de María Cristina (1833-1840). La primera Guerra Carlista (1833-1840).


En los últimos años de la vida de Fernando VII, en octubre 1830, nació Isabel de Borbón de
su cuarta esposa, María Cristina de Borbón. Unos meses antes del parto, en previsión de
que el recién nacido no fuera varón, el rey aprobó la Pragmática Sanción por la que se
abolía la Ley Sálica de 1713 que excluía del trono a las mujeres. Carlos Mª Isidro, hermano
del rey y hasta ese momento su sucesor, vio cerrado su camino al trono. Carlos no aceptó los
derechos de su sobrina al trono. Inmediatamente después de conocerse la muerte de
Fernando VII, en septiembre de 1833, se iniciaron levantamientos armados a favor del
pretendiente Carlos. Comenzaba una larga guerra civil que iba a durar siete años. El
conflicto sucesorio escondía un enfrentamiento que dividió política y socialmente al país.
En el bando isabelino se agruparon las altas jerarquías del ejército, la Iglesia y el Estado, y a
ellos se unieron los liberales, que vieron en la defensa de los derechos dinásticos de la niña
Isabel la posibilidad del triunfo de sus ideales. En el bando carlista se agruparon todos los
que se oponían a la revolución liberal: pequeños nobles rurales, parte del bajo clero y muchos
campesinos de determinadas zonas del país, muy influenciados por los sermones de sus
párrocos y para los que el liberalismo venía a suponer simplemente un aumento de
impuestos. Todos estos grupos identificaron sus intereses con la defensa de los derechos al
trono de Carlos y los ideales que el pretendiente defendía, el absolutismo y el inmovilismo.
Ya durante el reinado de Fernando VII, en torno a Carlos se había agrupado los denominados
"apostólicos", núcleo del absolutismo más intransigente.El carlismo tuvo fuerte influencia en
Navarra, País Vasco, zona al norte del Ebro, y el Maestrazgo, en las provincias de
Castellón y Teruel. Esta distribución geográfica debe de contemplarse en el contexto de un
conflicto campo-ciudad. En la zona vasco-navarra, Bilbao, Pamplona o San Sebastián
fueron liberales a lo largo de todo el conflicto.
El programa ideológico-político del carlismo se podía sintetizar en el lema “Dios, Patria,
Fueros, Rey”. Estos son los principales elementos de su programa político:
 Oposición radical a las reformas liberales. Inmovilismo.
 Defensa de la monarquía absoluta.
 Tradicionalismo católico y defensa de los intereses de la Iglesia.
 Defensa de los fueros vasco-navarros, amenazados por las reformas igualitarias y
centralistas de los liberales: Instituciones propias de autogobierno y justicia,
exenciones fiscales, exenciones de quintas.
La guerra en el terreno bélico tuvo dos grandes personajes: el carlista Zumalacárregui,
muerto en el sitio de Bilbao, y el liberal Espartero. Tras unos primeros años de incierto
resultado, a partir de 1837, las derrotas carlistas fueron continuas y Don Carlos terminó
huyendo a Francia.
La guerra concluyó con el denominado Convenio o Abrazo de Vergara (1839). Acuerdo
firmado por Espartero y Maroto, principal líder carlista tras la muerte de Zumalacárregui. En
el acuerdo se reconocieron los grados militares de los que habían luchado en el ejército
carlista y se hizo una ambigua promesa de respeto de los fueros vasco-navarros. En realidad,
se mantuvieron algunos de los privilegios forales y se eliminaron otros.
La guerra carlista aceleró de forma irreversible el proceso de revolución liberal en España ya
que los isabelinos debían apoyarse en los sectores liberales. Al inicio de la regencia se aprobó
la actual división provincial española (1833) de Javier de Burgos. En 1834 la regente
nombró a Martínez de la Rosa, liberal moderado, que promulgó el Estatuto Real. No era una
constitución sino una “carta otorgada” por la corona que reconocía algunos derechos y
libertades sin aceptar la soberanía nacional ni la separación de poderes. Sin embargo las
reformas del Estatuto eran insuficientes para una parte de los grupos sociales que
respaldaban a Isabel II.
La división entre los liberales, moderados y progresistas, se acentuó. La monarquía
apoyará siempre a los moderados, pero debido a las circunstancias de la guerra aceptará
gobernar con los progresistas implantando algunas de sus reformas. Los progresistas
contaban con el apoyo de las clases populares urbanas, la Milicia Nacional y las Juntas
revolucionarias.
En 1835 se producen numerosas revueltas urbanas y se forman juntas revolucionarias. Ante
esta situación María Cristina llama a formar gobierno al progresista Mendizábal, que iniciará
una serie de reformas en dos etapas (de septiembre de 1835 a mayo de 1836, como jefe de
gobierno, y de agosto de 1836 a finales de 1837, como ministro de Hacienda de un nuevo
gobierno).
En febrero de 1836 se aprobó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero
regular (desamortización de Mendizábal). Se disuelven las órdenes religiosas no dedicadas
a la enseñanza o asistencia hospitalaria y el Estado les expropió su patrimonio. Estos bienes
fueron reprivatizados mediante subasta pública a la que podían acceder los particulares. Con
ella se buscaba contar con recursos para la Hacienda, eliminar o disminuir la deuda pública,
hacer frente al carlismo y atraerse a las filas liberales a los compradores de bienes
desamortizados. La fuerte reacción en contra de nobleza y clero provocan su destitución, pero
en el verano de 1836 se produce una nueva revuelta de los sectores progresistas, y el 12 de
agosto de 1836 tiene lugar el motín de los sargentos de La Granja, que obligó a la regente
a restablecer la Constitución de 1812 y a formar un nuevo gobierno progresista.
Las reformas progresistas desmantelan las instituciones del Antiguo Régimen e implantan
un régimen liberal en lo político (constitucional y de monarquía parlamentaria) y en lo
económico. Para consolidar el liberalismo económico era necesario transformar la
propiedad en propiedad privada y asegurar la libre disponibilidad de la misma por sus
propietarios lo que obligaba a: la disolución del régimen señorial (el señor pierde sus
derechos jurisdiccionales pero mantiene la propiedad de la tierra); la desvinculación
(supresión de mayorazgos, …); y la desamortización (tierras y bienes de manos muertas).
Además se adoptaron otras medidas de liberalización económica: abolición de los
privilegios de la Mesta, libertad de arrendamientos, precios y comercio, abolición de los
privilegios gremiales, eliminación de aduanas interiores, abolición del diezmo. Con todo ello se
produjo la implantación del liberalismo económico.
El proceso culminó con la promulgación de la Constitución de 1837, muy breve frente a la
de 1812 (77 artículos y dos adicionales frente a los 384 de Cádiz). El nuevo texto reconocía
la soberanía nacional y los derechos individuales; establecía unas Cortes bicamerales, con
un Congreso de los Diputados elegido por sufragio censitario y un Senado que designaba el
rey a partir de una triple lista elegida en cada provincia. Se refuerza el poder de la corona
(derecho de veto y disolución de las Cortes; poder legislativo compartido Cortes y rey).
Una vez aprobada la Constitución se convocaron elecciones para octubre de 1837 que fueron
ganadas por los moderados. Tras el final de la guerra carlista el gobierno se propuso
aprobar una ley de ayuntamientos donde las diferencias entre progresistas y moderados
eran muy fuertes. Los primeros defendían la elección del alcalde por los votantes, en cambio
los moderados pretendían que fuese designado por el gobierno de entre los concejales
elegidos. Las Cortes aprobaron la polémica ley y los progresistas decidieron movilizarse
contra ella. Espartero manifestó su rechazo a la ley que la regente terminó sancionando. Días
después otra vez volvían a formarse juntas en las principales ciudades del país. La regente
para frenar la insurrección nombró a Espartero jefe de gobierno, pero al no aceptar el
programa del nuevo gobierno la regente presentó su renuncia, marchando a Francia (octubre
de 1840).
2. La regencia de Espartero (1840-1843)
Durante su corta regencia, se aceleró la desamortización de los bienes eclesiásticos y se
recortaron los fueros vasco-navarros.
Los problemas para Espartero vinieron de su forma de gobernar, muy personalista y en
ocasiones autoritaria, apoyándose en sus amigos personales. Además, la firma de un
acuerdo librecambista con Inglaterra engendró grandes protestas en Barcelona (burguesía
y clases populares) que fueron duramente reprimidas. El bombardeo de la ciudad llevó a que
Espartero perdiera toda su popularidad, incluso entre los propios progresistas.
Los moderados protagonizaron una serie de conspiraciones encabezadas por los generales
Narváez y O´Donnell. En 1843 Espartero abandonó la regencia y se exilió a Inglaterra. Para
evitar nombrar un tercer regente, las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la
proclamaron reina a los 13 años.

II. MAYORÍA DE EDAD DE ISABEL II (1844-1868)

1. La Década Moderada (1844-1854)


Las elecciones de 1844 dieron el poder a los moderados, liderados por el general Narváez,
con el total apoyo de la Corona.
El régimen se asentó sobre el predominio social, económico y político de la burguesía
terrateniente (fusión de la antigua nobleza y los nuevos propietarios rurales). Consolidarán
un nuevo orden social que les proteja frente a los carlistas y las clases populares. Es el
liberalismo conservador, que reforma el Estado en interés de las nuevas clases dominantes
y que será apoyado por la corona y gran parte del ejército.
La Constitución de 1845 de corte moderado: soberanía compartida (reina-Cortes) con
predominio del ejecutivo regio, exclusividad de la religión católica, centralista y más restrictiva
en el derecho de voto, Senado por designación real, aunque se mantienen muchos artículos
de libertades y derechos las leyes posteriores los limitarán enormemente, y supresión de la
Milicia Nacional.
Para mejorar sus relaciones con la Iglesia se firmará el Concordato de 1851 (suspensión de
la desamortización, retorno de los no vendidos y financiación pública del culto y el clero). La
jerarquía de la Iglesia católica respaldará a Isabel II.
El liberalismo moderado emprendió la tarea de construir una estructura de Estado liberal en
España bajo los principios de centralismo y uniformización: reforma de Hacienda, Códigos
Penal y Civil, Ley de Administración Local (sólo País Vasco y Navarra conservaron antiguos
derechos forales por temor al rebrote del carlismo), centralización de la educación, sistema
métrico decimal, creación de la Guardia Civil (1844).
La actividad e importancia de las Cortes fueron casi irrelevantes, por lo que la oposición al
régimen era extraparlamentaria. Los levantamientos carlistas se revitalizaron , se produjo la
“guerra dels matiners” en Cataluña, segunda guerra carlista (1846-1849). En 1849 una
escisión del partido progresista dio origen al partido demócrata que evolucionó hacia
posturas más críticas.
La actitud cada vez más conservadora del gobierno provocó un levantamiento de los
progresistas y parte de los propios moderados que desembocó en el pronunciamiento de
Vicálvaro en 1854 (la “Vicalvarada”), dirigido por O’Donnell.
2. El bienio progresista (1854-1856)
Tras el pronunciamiento los sublevados encargaron a Cánovas del Castillo la elaboración
del Manifiesto de Manzanares. El pronunciamiento derivó en revueltas populares, por
primera vez aparecieron lemas e ideas democráticas y republicanas.
La reina llamó a formar gobierno a Espartero y nombró ministro de la guerra a O’Donnell. El
nuevo gobierno intentó restaurar los principios del régimen constitucional de 1837 y preparó
un proyecto de constitución (1856) que no llegó a ser aprobado.
Se reanudaron las desamortizaciones. La Ley de 1855 a cargo del ministro Madoz afectó a
los bienes del Estado, de la Iglesia, de las órdenes militares, y sobre todo de los
ayuntamientos (bienes propios y comunes). El volumen puesto a la venta fue mucho mayor
que en 1837 y se pretendía conseguir recursos para la Hacienda y las inversiones públicas,
especialmente para la construcción del ferrocarril.
Tambień se promovió el desarrollo económico con la construcción del ferrocarril (1855, Ley
General de Ferrocarriles), la aprobación de la Ley Bancaria (1856) y la creación del Banco
de España.
Sin embargo las medidas reformistas del bienio no mejoraron las condiciones de vida de las
clases populares lo que generó un clima de conflictividad social, levantamientos obreros y
campesinos. La situación provocó una grave crisis en el gobierno, Espartero dimitió y la reina
confió el gobierno a O’Donnell, que reprimió duramente las protestas.
3. El bienio moderado y los gobiernos de la Unión Liberal de O’Donnell (1856-1863)
El gobierno de dos años con Narváez se caracterizó por su carácter autoritario y por
desmantelar el régimen anterior. Restableció la constitución de 1845, se aprobó la Ley
Moyano de Instrucción Pública (1857) y finalizaron grandes obras públicas como el canal del
Ebro o el canal de Isabel II.
La Unión Liberal volvió al poder, el llamado “gobierno largo”(1858-1863) presidido por
O’Donnell fue una época de estabilidad. Este periodo estuvo marcado por la elaboración de
leyes importantes para crear una nueva administración, la euforia económica ("boom" de
los ferrocarriles) y por el intervencionismo exterior en busca de prestigio: guerra de
Marruecos (1859-1860), intento fallido de recuperar Santo Domingo, expedición a México,
guerra contra Perú y Chile... Pero esta amplia actividad bélica apenas dio ningún resultado
práctico para el país.
4. El liberalismo en crisis: revolución y fin del reinado (1863-1868)
La vuelta de Narváez al poder en 1863 marca el inicio del período terminal del partido
moderado. La inestabilidad política y la deriva autoritaria de los gobiernos caracterizaron
una etapa en la que la bonanza económica llegó a su fin tras la crisis económica de 1866.
En 1865 y principios de 1866 diversos acontecimientos mostraron la incapacidad del
gobierno para afrontar los problemas: los sucesos de “la noche de San Daniel” que
aumentaron el desprestigio de la Reina, la fracasada sublevación del General Prim, el
pronunciamiento militar en el cuartel de San Gil duramente reprimido (66 fusilados).
En agosto de 1866 se firmó el Pacto de Ostende entre el partido progresista y el demócrata
para desalojar del trono a Isabel II. Poco después se uniría la Unión Liberal.
La crisis económica de 1866 afectó a todos los sectores productivos (textil y siderurgia) y a
las finanzas (bancaria y bursátil). A ello se sumó las crisis de subsistencias que golpeó a las
clases más necesitadas y provocó motines populares.
En septiembre de 1868 el almirante Topete se sublevó en Cádiz, el manifiesto dado a
conocer finalizaba con el grito “¡Viva España con honra!”, símbolo de la revolución conocida
como La Gloriosa. Como consecuencia de estos acontecimientos la reina se vio obligada a
exiliarse, con lo que acabó el reinado de Isabel II.
Como conclusión podemos señalar que el liberalismo que se construye en España durante el
período de las regencias y el reinado de Isabel II se caracterizó por:
- el papel político decisivo que ejercía la monarquía y la influencia de las camarillas en ella;
- un sistema electoral basado en el sufragio censitario masculino, muy restringido;
- la manipulación de las elecciones;
- la división de los liberales españoles (moderados, progresistas y demócratas) y la
inexistencia de un verdadero sistema de partidos ya que realmente eran partidos de notables;
- el protagonismo del ejército en la vida política, a través de los pronunciamientos militares y
del nombramiento de militares como presidentes de gobierno.

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