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República Bolivariana De Venezuela

Ministerio Del Poder Popular Para La Educación Universitaria,


Ciencia Y Tecnología
Universidad Politécnica Territorial De Falcón
“Alonso Gamero”
Programa Nacional De Formación En Administración
Unidad Curricular: Formación Sociocritica III

Informe Tema I: Geografía Económica

Autoras:
T.S.U Yeroskay V. Romero C.I: 17.178.944

Profesor:
Vanessa LaVerde
Sección: Única

Punto Fijo, 4 de Abril de 2022

GEOGRAFÍA ECONÓMICA
Contribuye a la comprensión de una amplia gama de problemas contemporáneos. La
combinación de las influencias ambientales y espaciales en el estudio de la actividad
económica es cualquier cosa excepto una regresión hacia el determinismo geográfico. Por
el contrario, ayuda a revelar en forma más completa la naturaleza no determinista del
proceso económico y las funciones del juicio humano y de la percepción ambiental en las
decisiones que conforman el espacio económico.

POTENCIALIDADES LOCALES, REGIONALES.

El desarrollo local en Venezuela, país latinoamericano, se localiza en la parte más


septentrional de América del sur. Se caracteriza por poseer una sociedad más distributiva
que productiva, cuya base económica principal es la actividad petrolera. Posee estructuras
estadales fuertemente centralizadas en casi todas sus funciones y su configuración
territorial destaca por una excesiva concentración de población y de actividades
económicas en el eje centro norte-costero, mientras que en las regiones de Guayana y Los
Llanos (centro y sur del territorio), donde se localiza la mayor parte de los recursos
naturales, apenas se encuentra habitada.

En Venezuela se han diseñado políticas y estrategias de desarrollo regional y local


que, mediante un conjunto de instrumentos socios territoriales adaptados a la realidad del
país, han pretendido hacer más competitivos los espacios locales. A partir de los años 60, la
política regional se orientó bajo la estrategia de ‘desconcentración concentrada’ basada en
el desarrollo de polos en las regiones periféricas, que pretendía integrar las ventajas
económicas de la concentración con las ventajas sociales de la desconcentración (Delgado,
2002).

En términos generales, perseguía los siguientes objetivos fundamentales:

- Promover un régimen político-institucional que permitiese profundizar el proceso


de democratización nacional, a través de condiciones políticas administrativas
adecuadas, que hiciesen posible una mayor participación de la población en el
proceso de toma de decisiones.
- Contrarrestar los efectos negativos asociados a las tendencias concentradoras de las
actividades y de la población, buscando una mayor eficiencia económica en el uso
de los recursos nacionales. Esta estrategia consistió en:
A. Desconcentrar y descentralizar las actividades económicas desestimulando las
acciones concentradoras y estimulando las acciones de dispersión y fomento del
desarrollo regional.
B. Crear condiciones económicas y sociales favorables en las regiones para
fomentar la iniciativa local y atraer inversiones desde las zonas prósperas
concentradoras.
C. Promover sistemáticamente la descentralización y desconcentración del poder de
decisión político-institucional, regionalizando los organismos de carácter
nacional y creando organismos regionales capaces de dirigir el desarrollo de las
respectivas regiones.

Esta estrategia procura la construcción de una sociedad, cuyas orientaciones


fundamentales sean la democracia participativa, la transformación productiva y la equidad
en la búsqueda de un desarrollo más armónico y sostenido. La visión del desarrollo
territorial que se presenta está dirigida a promover un Desarrollo Humano Sostenible1 ; es
decir, un mejoramiento de la distribución territorial del ingreso, sobre la base del
aprovechamiento de las potencialidades de cada región, que se exprese, espacialmente, en
una ocupación racional, armónica y eficiente del territorio para lograr una distribución
equilibrada de las actividades productivas, las inversiones para las generaciones actual y
futura y un verdadero desarrollo institucional, a fin de avanzar hacia una sociedad
democrática.

Esta estrategia se sustenta en la búsqueda de cinco equilibrios:

- Equilibrio Económico: Se orienta a desarrollar un modelo económico que


permita la producción global de riqueza y la justicia en su disfrute; es decir, la
construcción de una sociedad equitativa, justa y próspera, para lo cual es
necesario establecer una economía humanista, autogestionaria y competitiva.
- Equilibrio Social: Se orienta, no sólo a corregir las enormes diferencias que
afectan a nuestra sociedad con su gran carga de exclusión e injusticia social sino
también, al desarrollo pleno del ciudadano en los aspectos relativos al ejercicio
de la democracia.
- Equilibrio Político Institucional: Se orienta a promover la transformación del
marco institucional dentro del cual los actores políticos, sociales y económicos
hacen sus planes y toman sus decisiones.
- Equilibrio Territorial: Se orienta a desarrollar un modelo de ocupación del
territorio mediante la estrategia de descentralización desconcentrada, a partir del
potencial y las restricciones ambientales y culturales del mismo.
- Equilibrio Internacional: Se orienta a lograr la adecuada inserción de Venezuela
en el ámbito internacional y el impulso a la integración de las naciones
latinoamericanas y caribeñas, en lo económico, lo territorial y lo energético.

En el orden territorial, recurre a la base de las condiciones geográficas, económicas,


culturales y ambientales existentes y se apoya en los siguientes elementos:

- Fachadas de integración: Amazónica, Andina y Caribeña, que permitirán


favorecer tanto el desarrollo de las regiones fronterizas como la comunicación
con los países vecinos, a través de la integración de los grandes ejes fluviales y
del transporte ferroviario, terrestre, aéreo y marítimo.
- Ejes de desconcentración (ejes de desarrollo): Occidental, Orinoco-Apure y
Oriental, que conforman regiones programa cuyos recursos serán dirigidos a la
ejecución de obras de infraestructura y al mejoramiento de los servicios públicos
en los centros poblados ubicados a lo largo de cada uno, a los efectos de generar
condiciones favorables para la inversión privada.
- Dinámica regional: persigue privilegiar las actividades productivas de acuerdo a
la vocación y potencial propios de cada región, tomando en consideración los
sectores definidos como dinamizadores; es decir, pequeña y mediana industria,
agricultura y agroindustria, minería, petróleo y petroquímica, turismo, e
infraestructura y servicios. La estrategia de descentralización desconcentrada en
la dimensión territorial, se basa en la consolidación de ejes de desarrollo y en la
integración del sistema de ciudades, las cuales deben articularse y polarizar el
crecimiento de la población, así como el desarrollo de la infraestructura de
comunicación requerida para la consolidación económica de las regiones y de
los ejes de desarrollo.

Con el objetivo de crear dinámicas territoriales, dentro de cada una de las regiones,
que posibiliten el surgimiento de condiciones económicas y sociales, aprovechando las
potencialidades y fortalezas de áreas con ventajas competitivas frente a otras, se crean las
Zonas Especiales de Desarrollo Sustentable (ZEDES), espacios del territorio con
características físicas, demográficas y económicas capaces de soportar y mantener un
desarrollo económico y social sostenible sin gran des esfuerzos, a partir de la inversión de
recursos financieros por parte de los diferentes niveles de gobierno.

Dentro de las ZEDES se están desarrollando programas y proyectos que buscan


fortalecer ‘Núcleos de Desarrollo Endógeno’. Estos núcleos se crean bajo el enfoque del
desarrollo endógeno y tienen como objetivo incorporar a la población con la premisa
constitucional de la participación protagónica y responsable para la creación de redes
sociales y socio productivas que, junto con los agentes institucionales locales, puedan
aprovechar las potencialidades de recursos naturales y la capacidad organizativa y
productiva de las comunidades para lograr alcanzar y mantener mejores niveles de calidad
de vida. Fortalecimiento del tejido social entre actores. Estos núcleos de desarrollo se
caracterizan por: utilizar mayoritariamente recursos locales; sus protagonistas suelen ser
pequeñas empresas vinculadas al capital local, pertenecientes a las industrias tradicionales,
al sector tecnológico y al sector servicios; suelen disponer de mano de obra abundante y
barata, usualmente con nivel de calificación y adiestramiento de base artesanal y capacidad
de adaptación al trabajo; tienden a estar bajo el control de instancias e instituciones locales,
para garantizar la viabilidad de sus procesos productivos; se apoyan en la concertación
económica y social entre agentes interesados y entre instancias de poder; frecuentemente se
encuentran ubicados entre las iniciativas individuales y el apoyo oficial; les resultan más
útiles las ayudas ‘blandas’ que las ayudas ‘duras’. Esta estrategia viene acompañada, entre
otros programas, por la ‘Agenda Alternativa Bolivariana’, la cual contempla más de 30
iniciativas dirigidas a asumir el modelo endógeno de desarrollo. Entre sus postulados
contempla al Estado como el motor del crecimiento, el que debe dirigir recursos para
incentivar la aparición de nuevos productores que mediante microempresas y cooperativas,
logren abandonar la pobreza. Sostiene que es necesaria la reducción de los costos en
Petróleos de Venezuela (PDVSA) para financiar en parte estas iniciativas; contempla el
control de cambio como un instrumento para alcanzar los objetivos; entre otros.

PROMOCIÓN DE INVERSIÓN LOCAL CON LAS POTENCIALIDADES


REGIONALES.

El desarrollo local surge como nuevo enfoque regional; se asume como el


aprovechamiento de los recursos y potencialidades endógenas, entendidas siempre como
punto de partida y nunca de llegada para un nuevo tipo de desarrollo centrado en lo local.
Se resalta la fuerza del concepto de Desarrollo Endógeno Local y el aprovechamiento del
potencial endógeno en el territorio, que contempla la acción global de movilización de los
actores locales, con el fin de valorizar los recursos humanos y materiales de un territorio
dado, manteniendo una negociación o diálogo con los centros de decisión económicos,
sociales y políticos en donde se integran y de los que depende. Su consecución requiere de
la aplicación de instrumentos o mecanismos innovadores de organización y participación.

Como una estrategia territorial de carácter pluri-dimensional e integrado, el


desarrollo local supone la implantación de un proceso sistemático y sostenible, a largo
plazo, de dinamización del territorio y de la sociedad local, mediante la participación de los
principales actores socioeconómicos y políticos locales. Como objetivo superior el
desarrollo local busca generar dinámicas tendentes a fortalecer a las ciudades como centros
de prácticas productivas, políticas, culturales y sociales.

Los gobiernos locales se convierten en gestores y promotores de este nuevo enfoque


y se plantea la necesidad de diseñar nuevas estrategias y la instrumentación de mecanismos
de gestión acordes a las exigencias y a las realidades locales (véase Rodríguez, 2001,
Alburquerque, 1997; entre otros). El desarrollo local se fundamenta en una nueva
Gobernabilidad basada en relaciones horizontales, en el fortalecimiento del capital social y
de redes de productividad para la generación de empleos.

Todo desarrollo local es endógeno; es decir, tiene la capacidad para transformar el


sistema socio-económico, la habilidad para reaccionar ante los nuevos desafíos externos, el
aprendizaje social, la habilidad para la organización y el control social y la habilidad para
innovar a nivel local. Además, todo desarrollo local es descentralizado porque busca la
configuración del territorio como un sujeto colectivo con capacidad para construir su propio
futuro.

En consecuencia, el desarrollo local se plantea como objetivos fundamentales: la


consolidación de una sociedad democrática y participativa, la cohesión económica y social
del territorio, la creación de un territorio competitivo y la conservación de los recursos
naturales. Para lograr estos objetivos se recurre a tres factores estratégicos de
competitividad: organización institucional, conformación de redes sociales orientadas a
mejorar la productividad y con ello el empleo, y el aprovechamiento del complejo entorno
territorial. Frente a estas nuevas realidades territoriales, tres grandes temas centralizan la
atención de los especialistas y los encargados de las políticas públicas: la tendencia
recurrente a la concentración geográfica de las innovaciones, y particularmente de las
actividades; los procesos de difusión intra e interregional; y por último, las potencialidades
endógenas.

ELIMINACIÓN DE TRÁMITES BUROCRÁTICOS EN LA ADMINISTRACIÓN


DE LOS EXCEDENTES DE LOS ENTES PÚBLICOS PARA LA REALIZACIÓN
DE INVERSIONES SOCIALES.

A pesar que las políticas y programas económicos y sociales tienen objetivos


precisos para fortalecer el desarrollo local, en especial la equidad y la inclusión social, los
resultados no son los esperados. La falta de procesos sistemáticos y rigurosos en la
implementación de éstos, la burocracia y la corrupción obstaculizan la obtención de los
objetivos planteados. En Venezuela, en los últimos años, se han orientado recursos
económicos y esfuerzos a las llamadas ‘Misiones’ y como resultado se han incrementado la
pobreza, el desempleo, disminuido el nivel adquisitivo, aumentado la desnutrición infantil,
la deserción escolar, entre otros.

La estrategia de descentralización desconcentrada territorial propuesta a partir de


1999 presenta algunas coincidencias con las experiencias internacionales, como es la
respuesta de rescatar las áreas periféricas deprimidas y la necesidad de contar con una
política integral regional. Por otra parte, coincide en utilizar los ejes de desarrollo como
instrumentos de integración territorial y como espacios promotores del desarrollo. Sin
embargo, en Venezuela este instrumento se basa en el manejo de las potencialidades
endógenas y se fundamenta en una red de centros urbanos con una débil integración,
además de no contar con políticas de innovación, de información y conocimiento, base para
la consolidación de estos espacios (Barrios, 2000).

Las políticas y los instrumentos como los planes de la nación, las leyes y las
instituciones, han ido demostrando una progresiva ‘concienciación territorial y ambiental’.
Sin embargo, la excesiva concentración y el desarrollo de una política de desarrollo
regional y local no acorde a las realidades propias de cada una de las regiones y
localidades, siguen generando desequilibrios territoriales con problemas políticos,
económicos, sociales y ambientales que debe asumir el país.

A pesar de las tendencias emergentes es preciso seguir avanzando en los cambios


que inciden en la organización territorial. Para ello es necesaria la diversificación del
mercado, la promoción de un control social sobre la organización urbana y la inserción de
políticas de comunicación, información y conocimiento que faciliten la integración de las
ciudades, el acercamiento de los ciudadanos a las infraestructuras y servicios y condiciones
para la inversión privada e internacional.

Los problemas de desarrollo territorial en Venezuela sólo se podrán resolver en el


futuro mediante la colaboración de los diferentes niveles de gobierno y de administración:
relaciones entre las regiones, las regiones con instituciones y con la sociedad civil
organizada. Los proyectos y programas de las regiones y de las localidades se
complementarán mejor si todos los actores orientan sus esfuerzos hacia objetivos de
desarrollo territorial común y el logro de éste dependerá de que se avance en la integración
económica y el correspondiente aumento de la cooperación entre las diversas regiones y
localidades; de la creciente importancia de las autoridades regionales y locales y de sus
funciones respecto al desarrollo territorial y de la integración al contexto mundial, de la
economía y de la tecnología. Todo ello permitirá lograr la cohesión social y económica del
territorio venezolano.
El eje Orinoco-Apure es una alternativa para un desarrollo más equilibrado del
territorio, para la organización espacial, ya que como corredor natural de vinculación entre
las diferentes economías y poblaciones localizadas en la Faja Intermedia, puede integrar los
tres ejes de desarrollo nacional (Andino y Oriental) e integrar el sistema de ciudades a las
diferentes ‘fachadas’ de integración del país: Caribe, Andina y MERCOSUR. Sin embargo,
su desarrollo no depende de una política proteccionista, intervencionista y centralista, sino
de la propia dinámica socio-económica de la realidad de las regiones y localidades. Es
necesario fortalecer la descentralización, avanzar en la redistribución de competencias
político-administrativas y financieras entre los tres niveles de gobierno. Aprovechar
identidades sociedad/territorio, dando prioridad a aquellas históricamente más afianzadas
en cada entidad federal.

CONOCER Y RELACIONAR LAS POTENCIALIDADES ALTERNAS AL


PETRÓLEO (AGRÍCOLA, PECUARIA, AVÍCOLA, PESCA, MINERA, ENTRE
OTRAS), REGIONALES Y LOCALES.

El espacio geográfico de Venezuela está experimentando algunas transformaciones


que nos parece conveniente que examinar, pues este momento que se está viviendo, el cual
se intersecta con una sección del tiempo histórico de nuestra nación. En realidad, todavía
nuestra economía sigue dependiendo de la producción y exportación del petróleo. Es decir,
continúa siendo rentista y no diversificada, a pesar de los esfuerzos que ha emprendido el
Estado venezolano, especialmente a partir del inicio del presente siglo, a través de las
denominadas misiones.

Con el inicio de la explotación petrolera por parte de las compañías transnacionales,


la distribución de la población en Venezuela inició un profundo cambio. La primera mitad
del siglo XX se caracterizó por la coexistencia de la actividad agrícola y petrolera. El
petróleo comenzó a desplazar significativamente a la agricultura por necesitar de mano de
obra para las actividades propias de este sector y por representar ingresos económicos
superiores al agrario.
Motivados por las circunstancias, parte de los trabajadores del campo concentrados
especialmente en la depresión central llanera emigraron hacia los lugares donde se ubicaron
los campos de explotación petrolera; esto originó el surgimiento de ciudades del petróleo,
entre ellas las poblaciones de Anaco, El Tigre y Ciudad Ojeda.

La transformación de los sistemas productivos constituye un eje o fuerza para la


materialización de éstos, pues además de fomentar el incremento y la competitividad de la
producción, el mejoramiento de la calidad de los productos, el aumento de la rentabilidad y
añadir valor agregado a los bienes generados; puede también influir en el mejoramiento de
aspectos de orden social relacionados con el bienestar de la población.

El desarrollo local es un proceso endógeno, orientado a elevar la calidad de vida de


la población de un territorio a partir de acciones enfocadas hacia la utilización eficiente de
los recursos disponibles, la innovación y el desarrollo tecnológico, la reestructuración de la
estructura económica, la capacitación de los recursos humanos y el fortalecimiento
empresarial.

Dentro de este proceso, la transformación de los sistemas productivos locales puede


jugar un papel determinante para elevar la calidad de vida de la población y favorecer la
modernización de la estructura productiva, a través del incremento y la diversificación de la
producción, el aumento de la competitividad, el mejoramiento de los canales de
comercialización, el acceso a nuevos mercados, entre otros aspectos, los cuales conducirán
a materializar el objetivo principal de la política.

El sector petrolero, aún en su estado actual de deterioro extremo, representa cerca


del 95% de nuestras exportaciones. Supongamos que la situación del sector petrolero
empieza a mejorar: en un escenario optimista en el que la producción petrolera se eleva
progresivamente hasta 6 millones b/d en el 2023, asumiendo el nivel de precios promedio
de 2017 y suponiendo que el consumo interno de hidrocarburos por venezolano se mantiene
estable, las exportaciones petroleras per cápita ascenderían hasta unos 2.700 USD anuales.
Esto representaría, dentro de 6 años, cerca del 25% del ingreso actual de exportaciones por
habitante de Trinidad y Tobago. O puesto de otra manera, después de unos 45 años,
alcanzaríamos exportaciones por venezolano apenas superiores a la mitad del máximo
histórico alcanzado por el país hacia finales de los años 70.
El éxito de los programas de desarrollo local depende de la capacidad de los actores
para planificar el proceso, sobre la base de la definición de objetivos estratégicos y metas
prioritarias que expresen la visión compartida del futuro territorial deseado (Alburquerque,
1997). En este contexto, la utilización de los métodos prospectivos constituye un
mecanismo para la aplicación empírica del desarrollo local en los territorios que presentan
limitaciones de orden estructural para emprender el proceso.

El punto es claro: el petróleo, incluso bien manejado, le queda pequeño a una


Venezuela de más de 30 millones de habitantes. El mito de ser ricos porque tenemos
petróleo no solo es incorrecto, sino que también es dañino en la medida en que desvíe
nuestra atención del reto adaptativo fundamental que tenemos como sociedad: superar la
dependencia y el rentismo petrolero.

No podemos aspirar a que el petróleo, por sí solo, nos lleve a un nivel de desarrollo
deseable. Existe una amplia literatura sobre los efectos negativos que la dependencia de
actividades extractivas produce sobre distintas sociedades. Esto concluye que, por distintos
mecanismos económicos e institucionales, la dependencia de actividades extractivas
representa un obstáculo al desarrollo. Por el contrario, la diversificación productiva
conduce a procesos de crecimiento económico más estables, pronunciados y dinámicos, a la
generación de empleo de alta calidad y a la aceleración de la innovación tecnológica. La
necesidad de diversificar se ha hecho cada vez más evidente para países con estructuras
productivas similares a la nuestra, como Arabia Saudita y Trinidad y Tobago, así como
otros países extractivos de Latinoamérica, los cuales se encuentran avanzando agendas
tremendamente ambiciosas de desarrollo productivo.

Si coincidimos con que necesitamos diversificarnos, se hace valioso caracterizar el


proceso de diversificación económica para así entender los obstáculos y oportunidades
potenciales que enfrentaría Venezuela al asumir este proceso.

Las capacidades e insumos productivos necesarios para el desarrollo de una


actividad económica son difíciles de acoplar en lugares donde no está presente. Pensemos,
por ejemplo, en el conocimiento productivo necesario para una actividad: éste no es fácil de
transmitir de manera impersonal a través de códigos. La máxima de que «la práctica hace al
maestro» sugiere que: 1) hay un maestro, 2) hay práctica y 3) el conocimiento se encuentra
tácito en quienes han practicado.

Pero en un pueblo donde no se producen relojes, nadie puede practicar y convertirse


en maestro relojero, y sin maestros relojeros, no se producen relojes. Este ejemplo sencillo
subraya el problema de coordinación entre insumos y productos que previene que sectores
potencialmente competitivos no logren desarrollarse: si no hay demanda por insumos, nadie
los va a ofrecer, pero si nadie los ofrece, los sectores que podrían demandarlos optarán por
ubicarse en otro lugar.

Por esta razón, los agentes que buscan innovar y diversificar no lo hacen de manera
aleatoria. Acoplar las capacidades necesarias para desarrollar una actividad nueva se hace
más fácil si se cuenta de antemano con una parte importante de sus requisitos, y este va
tender a ser el caso si ya se encuentran presentes otros sectores que requieren insumos
similares. Por esta razón, la diversificación tiende a orientarse hacia sectores que comparten
insumos y capacidades productivas con los sectores ya presentes. Partiendo del ejemplo
anterior, esto quiere decir que será más fácil «desarrollar» la capacidad de fabricar relojes
en aquellos pueblos donde haya buena cristalería, procesamiento de cuero, manufactura de
equipos electrónicos u otros sectores de alta «similitud tecnológica» con la relojería.

El concepto de similitud tecnológica es fundamental para el estudio de los procesos


de diversificación productiva. Para mostrar que sectores tienden a utilizar insumos
similares, los economistas han optado por representar el conjunto de actividades
económicas como una red interconectada, donde sectores «similares» tienden a agruparse
en «clusters».

La primera de estas mediciones fue el espacio de productos, el cual muestra


semejanzas entre sectores exportables a partir de su tendencia a ser exportados desde los
mismos países (coexportación). Este enfoque usa una medida de similitud tecnológica
«implícita» entre sectores, ya que se intuye que productos que tienden a exportarse desde
los mismos países deben utilizar capacidades productivas relativamente similares en
comparación a productos de orígenes distintos. Hausmann e Hidalgo (2007) muestran que
los países tienden a diversificarse hacia productos «tecnológicamente cercanos» a los
productos que el país ya exporta de manera competitiva.
Estudios posteriores han buscado medir las proximidades tecnológicas entre
sectores económicos de manera explícita, utilizando datos de diversa índole para medir
cuán similares son distintos sectores en el uso del capital humano, tecnologías productivas
y patentes, similitud de insumos y clientes, similitud en requisitos de instituciones e
infraestructura, etc. (Bahar y Stein, 2017; Neffke, 2013).

En cualquier caso, estos estudios confirman que la probabilidad de que una


economía se diversifique hacia una nueva actividad se asocia positivamente con la cercanía
tecnológica entre esta y su base productiva previa. Es por ello que países con economías
más diversas, y con presencia en áreas «bien conectadas» o «centrales» del espacio de
productos, tienen un mayor potencial de diversificación que países que se especializan en
sectores «periféricos» del espacio de productos. En este sentido, el espacio de productos
nos permite evaluar qué tan difícil sería para distintos países poder diversificarse hacia
nuevos productos y qué tan «bien conectados» están los productos adyacentes a su base
productiva actual.

Dada la actual estructura productiva, los sectores agregados más cercanos y


estratégicos desde esta perspectiva (mejor conectados a los productos que ya producimos)
serían los de materias primas como el gas, carbón y otros minerales, pescado, tabaco, entre
otros. Todos los sectores relativamente cercanos están caracterizados por un muy bajo nivel
de complejidad económica  y una ubicación periférica en el espacio de productos.

En Venezuela también se potencia las exportaciones agroalimentaria, como son los:


el café, el cacao, leche, trigo, entre otros. Este comercio estimula nuevas tecnologías,
aplicación de normas internacionales, generación de empleo, regularidad y equilibrio en la
disponibilidad de alimentos.

El agricultor o ganadero ofrecen el servicio de interpretación de suelos con recomendación


de cultivos y fertilizantes adecuados. Este servicio cuentas con las modalidades:

- Interpretación de suelos para el cultivo de forrajes: pastos y/o leguminosas para


la alimentación animal.
- Interpretación de suelos para el cultivo de cereales, hortalizas, tubérculos, frutas,
etc., para el consumo humano y/o animal.
Es importante tomar en cuenta todas estas potencialidades que posee Venezuela nos
sirven de apoyo para el crecimiento de nuestro país.

La agricultura venezolana, desde la Colonia hasta nuestros días, ha pasado por


etapas bien diferenciadas y significativas, las cuales se corresponden con cambios de orden
político, económicos e institucionales internos. Una primera etapa se caracterizó por la
preeminencia de la agricultura en la economía, ubicable desde “la Conquista” hasta
mediados de la década de los años veinte del siglo pasado. En estos 330 años aproximados,
la agricultura superó varios escollos, entre los cuales es importante mencionar los efectos
devastadores de la guerra de la independencia y el inicio del despegue petrolero. La
agricultura de exportación se inició en la segunda década del siglo veinte y culminó a
mediados de la década de los años cuarenta, coincidiendo con el final de la segunda guerra
mundial.

A partir del 1946 la agricultura pierde el rol protagónico en la economía con la


actividad petrolera y se inicia un proceso de modernización agrícola. El tractor sustituye al
buey, se introducen los fertilizantes, los materiales genéticos y los agroquímicos e
igualmente se van estableciendo sistemas productivos especializados en rubros y regiones
del país acompañados de procesos tecnológicos modernos, los cuales son la base
fundamental de la agrogeografía actual del país. A inicios de los años sesenta, con la
evolución democrática, se inicia la Reforma Agraria afectándose tierras públicas y privadas
distribuidas a trabajadores y campesinos sin tierras, atendidos por entes públicos creados
como consecuencia de este proceso. Paralelo con la Reforma Agraria se desarrolla una
etapa agroindustrial aún vigente, la cual orienta parte importante de la producción agrícola
a la industria procesadora de alimentos y ejerciendo una influencia determinante en la
evolución de rubros como el maíz, el arroz, el sorgo, la caña de azúcar, las oleaginosas de
ciclo corto, la leche, la carne bovina, la avicultura y la porcinocultura. En todas estas etapas
la agricultura ha mostrado un comportamiento dinámico significativo. A pesar de disminuir
su participación en el Producto Interno Bruto, el crecimiento interanual promedio sigue el
ritmo de la economía y en algunos períodos y aún en años recientes, la ha superado; tal
como se observa en el Gráfico 3, constatando el significativo rol de la agricultura en la
economía nacional.
Venezuela dispone de un caudal recursos no aprovechados, los cuales representan el
potencial a desarrollar en los planes de desarrollo sectoriales; en efecto, del Cuadro 3 se
desprende la factibilidad de incorporar al desarrollo vegetal, sin mayores esfuerzos
financieros y en un tiempo relativamente corto, 700.000 ha en barbecho para alcanzar
3.200.000 ha de superficie cosechada. Es posible igualmente, incorporar 6 millones de ha,
para alcanzar el potencial de 9 millones de ha. de agricultura vegetal al Norte del Orinoco.
De esta superficie 2,5 millones de ha. Corresponden a tierras planas con posibilidades de
riego y saneamiento de costos de fundación relativamente bajos, y existe un potencial de 24
millones de ha para uso pecuario que pueden ser utilizadas; tanto para la ampliación de
pastos cultivados, como para el manejo adecuado de sabanas naturales. Se disponen de 58
millones para uso forestal, de las cuales 8 millones pueden ser utilizadas para plantaciones
forestales de alta productividad y disponemos de en 50 millones de bosques naturales
sujetos a un manejo racional y sostenible.

En la última etapa de la agricultura anteriormente indicada (la agroindustrial),


evolucionó un sector de mediana producción, organizado en asociaciones de productores y
especializado en algunos rubros, altamente competitivo. Estas asociaciones son formas de
coordinación vertical organizadas para un grupo de productores en elementos claves del
proceso productivo: Financiamiento, provisión de insumos estratégicos, aplicación de
tecnologías, comercialización y/o procesamiento. Son las formas cooperativas no
convencionales más exitosas que existen en la agricultura y probablemente en el país. Estas
organizaciones establecieron sistemas productivos con variables, administrativas,
tecnológicas y financieras altamente eficientes, algunas de ellas se han integrado
verticalmente y hoy representan un elemento de primera importancia para la implantación
de un nuevo esquema que apuntale el desarrollo agrícola sobre bases sólidas. Estamos
absolutamente convencidos que en Venezuela confluyen un conjunto de elementos y
recursos que le permitirán, con el impulso de este modelo asociativo, abordar la senda del
desarrollo en relativo corto tiempo.

La agroindustria nacional en los últimos diez y nueve años ha padecido las mismas
restricciones económicas que los agricultores y ambos actores (agricultores e industriales)
han acercado posiciones y actúan como eslabones de cadenas agroalimentarias que se
complementan a través de relaciones de intercambio equilibradas. Es significativa la
inversión en plantas industriales de arroz, trigo, azúcar, café, maíz, aceite, tomate, leche,
jugos de fruta, carne de cerdo, aves, pescado y madera.

Buena parte de la agricultura venezolana descansa en sistemas de producción y


mejoras incorporadas a la tierra desarrollados por los agricultores y ganaderos venezolanos
por décadas. Estos sistemas especializados soportan rubros y rebaños con una eficiencia
productiva óptima y permeable a la adopción de nuevas tecnologías. Ejemplos de ello son
los sistemas productivos de arroz, caña de azúcar, ganadería y agricultura en Guárico,
rotaciones de cultivos en llanos occidentales.

El ingreso petrolero y la política de estímulo a las importaciones basada en un


bolívar sobrevaluado le restó competitividad a las exportaciones agrícolas, adicionalmente
cuando la industria petrolera inició su declive, se desestimularon, e incluso prohibieron, con
el propósito de abastecer el mercado interno. El resultado de estas políticas no pudo ser más
negativo, perdimos mercados externos y quedamos muy cortos en cuanto
autoabastecimiento. Venezuela puede concurrir competitivamente al mercado internacional
en un conjunto de rubros sobre los cuales acumuló experiencias positivas: café, arroz,
cacao, cereales procesados, productos del mar envasados, frutas y hortalizas; pero también
puede y debe explorar mercados en otros rubros, aun cuando sean deficitarios. Lo
importante es posesionarse en mercados que nos permitan generar divisas que pudiéramos
usar para importar los déficits de otros rubros y adquirir insumos agrícolas. El objetivo es la
generación de divisas y la búsqueda del equilibrio de la balanza comercial.

Los agricultores venezolanos, impulsados por sus asociaciones, han emprendido


rutas y acciones en rubros no tradicionales con resultados prometedores que ofrecen luces
sobre una agenda a seguir para desarrollar su potencial. La estrategia de desarrollo parte de
un conjunto de premisas que deben constituirse en políticas públicas para modificar la
situación actual y avanzar a una situación objetivo, entre ellas: La Estrategia de Desarrollo
Nacional, deberá reconocer la multifuncionalidad de la agricultura, en especial su rol en la
generación de empleo, ocupación del espacio, generación de valor agregado regional,
ordenación del territorio y sustentabilidad.
Las políticas sectoriales deben compensar la distorsión cambiaria y otorgar la
debida protección de la producción nacional frente a las importaciones. Las estrategias y
acciones para reactivar a la Agricultura deben inscribirse dentro de un Plan
Agroalimentario con horizontes temporales de corto, mediano y largo plazo. La Política
agrícola debe enfocarse integralmente a través del Sistema Agroalimentario Nacional y sus
componentes, las Cadenas Agroalimentarias, y debe formularse con la participación de los
actores claves del Sistema. La estrategia debe considerar con carácter prioritario el
desarrollo de una política de sustitución de importaciones agroalimentarias en alimentos
claves en la aportación de energía y proteínas (maíz blanco, arroz, azúcar, oleaginosas
tropicales para la producción de aceite vegetal, carne bovina, leche, carne de pollo).
Igualmente se debe fomentar las exportaciones de bienes agroalimentarios cuyas cadenas
de producción poseen ventajas comparativas y competitivas, con alto potencial para
aumentar su participación en los mercados internacionales: café, cacao y derivados, pesca y
productos del mar, frutas tropicales y hortalizas.

La mayor parte de las regiones del país, y al menos en 17 Estados, la agricultura es


la actividad económica fundamental y el motor de su desarrollo. No es posible generar
bienestar a la población sin desarrollar la agricultura. Una gran extensión de territorio con
un potencial extraordinario está actualmente al margen del proceso productivo. El Estado
venezolano, no solo está en deuda con la agricultura, sino que sostiene políticas públicas de
marcado impacto negativo para su desarrollo. Paguemos esta deuda y potenciemos a los
agricultores y con ello generemos bienestar a la mayoría de venezolanos que hacen vida en
las regiones del país.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

1. Petróleos de Venezuela. (2011). Balance de la Gestión Social y Ambiental. 2010.


Petróleos de Venezuela. Caracas. Venezuela Stephen P. Robbins (San Diego State
University), Mary Coulter (Missouri State University) Administración. Décima
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