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María Juana Heras Velasco

Por Ignacio Gutiérrez Zaldívar


Revista El Federal – 4 de febrero de 2010

María Juana Heras Velasco


Santa Fe, 1924
Obras suyas se encuentran en colecciones públicas y privadas de nuestro país, como el
Museo Nacional de Bellas Artes, El Museo Municipal “Juan B. Castagnino” de Rosario
y el Museo de Artes Plásticas Eduardo Sívori (Av. Infanta Isabel 555, frente al Rosedal
de Palermo, teléfonos 4774-9452)

Sin duda, María Juana es una de las más grandes escultoras del arte contemporáneo.
Siempre recuerdo mis charlas con el escultor colombiano Edgard Negret en Bogotá, y
su admiración por esta artista argentina que él conocía a través de premios y bienales.
Nacida en Santa Fe, actualmente vive y trabaja en Buenos Aires. Estudió en el famoso
taller Altamira, una academia formada por Gonzalo Losada, en la que trabajaban
Pettoruti, Fontana, Raúl Soldi, Jorge Larco y Jorge Romero Brest enseñaba Historia del
Arte.
Allí fue discípula de Lucio Fontana, quien le hizo saber “que el arte es riesgo, desafío”,
y Emilio Pettoruti, a quien agradece “el respeto por el oficio y el asumir con dignidad
la condición de artista”. Enseñanzas que supo reinterpretar con un lenguaje propio:
“No podríamos decir que la memoria del hombre solamente recoge el verbo del
maestro o el ejemplo del padre. Un hecho fortuito, que se instala en la misma
frecuencia de nuestra cuerda sensible, deja una marca imborrable que tiñe nuestro
quehacer para siempre…” Así María Juana se alimenta de la poesía, la música, la
ciencia y todo aquello que forma parte de su realidad social y cultural: “la problemática
no está en la figuración o no figuración sino en que la obra respire el momento, el
tiempo, en que fue creada…”, expresó.
En 1947 expone por primera vez, en el Salón de Arte de Mar del Plata, y en 1959 realiza
su primera muestra individual integrada por obras abstractas, a las cuales siguieron y
siguen muchas más, tanto en el país como en el exterior. Expresó la artista: “¿Porqué
soy geométrica? Llegué a ello pausadamente al despojar la figuración en busca de
formas esenciales. Todo ello ‘a pesar mío’, inconscientemente pues jamás busco una
forma, si no que se me da, a veces con una fuerte, brutal presencia, otras con
dolorosos pujos. Siempre dibujo, hago bocetos. Luego analizo el resultado…”
En 1971 exhibió su obra “Transposición de una señal”, actualmente propiedad del
Museo Nacional de Bellas Artes, adoptando desde entonces para muchas de sus obras el
nombre de “transposeñas”, haciendo referencia a la transformación en símbolos
estéticos de las señales y signos entre los que se mueve el hombre de las grandes
ciudades.
La simpleza de la línea está presente en sus obras, trabajadas generalmente en metales,
que le valieron ser galardonada con los más importantes premios, como el Nacional de
Escultura (1983), el del Fondo Nacional de las Artes a la trayectoria artística (1998) y el
Premio Konex a la Escultura (1992).
Sus esculturas están integradas por planos, aristas, franjas y planos de color, que
producen cierta tensión. Son objetos rigurosos, cuyo orden y disciplina nos hacen
pensar en la tecnología. Analiza María Juana sobre sus queridas esculturas: “uno está
inmerso en una realidad y son esos elementos los que se presentan imperiosamente y
aparecen en las formas de la obra sin un análisis previo. A posteriori me doy cuenta
que utilizo, por ejemplo, el color de la industria, los materiales, las mismas señales, la
misma iconografía de la ciudad moderna.”
Mujer encantadora, amable, el rigor de sus líneas parece contraponerse a la simpatía y la
bonhomía de la personalidad de esta joven encantadora de 85 años.

“Signo rojo”
Hierro policromado
257 x 50 x 51 cm
Colección particular

“La Catedral”
Hierro Policromado
127 x 32 x 32 cm
1986-1987
Colección particular

“Trasposeña 74”
Hierro policromado
80 x 30 x 16 cm
1974
Colección particular

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