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“Montañoso, abrumado, indescifrable, rojo como la brasa que se apaga, anda fornido y lento

por la vaga soledad de su páramo incansable. El armado testuz levanta. En este antiguo toro de
durmiente ira, veo a los hombres rojos del Oeste y a los perdidos hombres de Altamira. Luego
pienso que ignora el tiempo humano, cuyo espejo espectral es la memoria. El tiempo no lo toca
ni la historia de su decurso, tan variable y vano. Intemporal, innumerable, cero, es el postrer
bisonte y el primero".

Jorge Luis Borges, "El bisonte", La rosa profunda (1970,


Obra Completas III, Barcelona, Emece, 1996

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ALTAMIRA

Facultad de Artes y Diseño UNCuyo


Historia del Arte I – Historia del Antiguo
Prof. Susana Avila

Documento para uso exclusivo de la asignatura

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La cueva de Altamira, descubierta en 1879 por Marcelino Sanz de Sautuola, se
encuentra en el municipio de Santillana del Mar (Cantabria). Su descubrimiento, suscitó
una fuerte polémica entre la comunidad científica por la autenticidad de las pinturas, ya
que no se creía capaz al hombre prehistórico de realizar obras de tal calidad artística.

Está ubicada en la ladera norte del monte Vispieres, a unos cuatro kilómetros de la
actual línea de costa y a una altitud reducida (156 mts s.n.m.).
Hacia el norte el paisaje está conformado por pequeñas sierras litorales, el valle del
río Saja y la llanura litoral, mientras que al sur el relieve se acentúa con montañas que
preceden a los Picos de Europa.

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Vista de los Picos de Europa

Altamira domina visualmente el territorio que sirvió al hombre prehistórico como


área para obtener lo necesario para su subsistencia. En general la cornisa cantábrica
ofreció condiciones altamente favorables para la caza y la recolección, con una
abundancia y diversidad de fauna y flora que garantizaban la provisión de alimentos.

Cercanas a Altamira se encuentran otras cuevas con ocupaciones humanas y arte


rupestre del Paleolítico Superior como La Clotilde, Juyo, Las Brujas, Las Aguas y
Cualventi, entre otras. Las características geológicas de la zona, básicamente calcárea,
favorece la existencia de numerosas cuevas y abrigos.

Entorno de la cueva

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Altamira, entrada

Altamira de planta angulosa, tiene un recorrido casi lineal de 270 metros de longitud,
formado por una sucesión de galerías y salas de altura y anchura variables.
Originariamente se ingresaba por una abertura rectangular de unos 15 metros de ancho
y 2 de altura. Hace unos 13.000 años un desprendimiento taponó definitivamente el
acceso, preservando su contenido.

Los diferentes espacios (que si bien no todos tienen nombre propio consensuado) se
mencionan habitualmente como: Vestíbulo, Sala de los polícromos, Sala de los
tectiformes, Gran sala, Galería, Sala de la hoya y Cola de caballo. También, se los
identifica, por medio de una numeración (I al X) a partir del plano realizado por Breuil y
Obermaier.

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Plano de la cueva de Altamira

La cronología de las manifestaciones rupestres de Altamira ha sido debatida desde


su descubrimiento. Ante la imposibilidad de una datación absoluta, la cronología fue
equiparada a los momentos de ocupación de la cueva. Se consideraba que estuvo
habitada en dos momentos el Solutrense Superior y el Magdaleniense Inferior (Breuil y
Obermaier). Sin embargo a comienzos del siglo XXI se ha constatado un nivel de
ocupación gravetiense y por tanto algunas representaciones parietales corresponden
también a este periodo más antiguo. “Nos referimos especialmente al conjunto de
grandes caballos, manos, cabra y signos, todo ello en rojo, y a los grabados en forma de
choza que constituirían la fase más antigua del gran techo, y a otras manifestaciones
repartidas por el resto de la cueva (quizá los grandes caballos de grabado profundo de
una colada estalagmítica, los signos rojos en un divertículo a mitad de la cueva...)”
Nuevas dataciones de la cueva de Altamira y su implicancia en la cronología de su arte
rupestre paleolítico. Heras Martín, C., Lasheras C. J.A y otros.
En los años noventa del siglo XX, mediante el análisis por Carbono 14, se pudo datar
las fases artísticas más recientes (niveles 1-5) entre el 19.000 y 16.800 años AP. A partir
de estas dataciones y de las características estilísticas (Estilo IV Antiguo de Leroi
Gourhan) José Luis Sanchidrián considera que los bisontes del Gran
Panel corresponden al Magdaleniense Medio.
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Los dos niveles solutrenses (niveles 6-7) se encuentran comprendidos entre 24.000 y
20.500 AP. Mientras que el nivel 8 corresponde al final del Gravetiense y tiene una
antigüedad de entre 26.400 y 26.000 años AP.
En el 2012 la publicación de nuevos estudios, realizados a partir de la aplicación del
método basado en las series del Uranio, sitúa en el Auriñaciense antiguo al signo
claviforme pintado en rojo del centro de la Sala de Polícromos, cuya fecha es de 35.600
años antes del presente; periodo que aún no ha sido localizado en el yacimiento de
ocupación.

Conjunto de cuatro signos de tipo claviforme que aparecen superpuesto en forma paralela.
Sus formas evocan la esquematización de la silueta de un ave en vuelo. Para su
realización se ha utilizado el ocre rojo, machacado y diluido en agua, y aplicado mediante
la técnica de la tinta plana.
El signo superior, al estar recubierto de un precipitado de calcita, ha permitido ser
datado por el método del Uranio, indicando que el motivo fue realizado en el
Auriñaciense.

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En síntesis, las manifestaciones artísticas de Altamira responden a una larga tradición
gráfica que se iniciaría con la plasmación de algunos signos en el periodo Auriñaciense,
para culminar con los bisontes monocromos en negro del techo de los policromos,
durante el Magdaleniense medio.

“Los temas representados en la cueva de Altamira son los comunes al arte paleolítico
cantábrico, si bien el bisonte es el elemento definitorio y distintivo. Las ciervas y ciervos,
caballos y, en menor medida, las cabras completan el repertorio figurativo. Hay otras
representaciones no figurativas, abstractas, los denominados “signos”, cuyo significado
desconocemos pero que, evidentemente, constituyen un sistema de comunicación
codificado que las gentes del Paleolítico serían capaces de descifrar. En Altamira hay
signos grabados, con formas de “chozas” o de “cometas” sobre el lado derecho de la

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Sala de los Polícromos; hay otros pintados en color negro, rectangulares, rellenos con
diversos diseños, localizados en la Cola de Caballo; otros en rojo, “escaleriformes” de
gran tamaño (más de 2,5 mts de longitud) en una de las estrechas galerías transversales
que jalonan la cueva y los conocidos como “claviformes”, situados en el techo de la Sala
de pinturas. Las representaciones humanas son minoritarias dentro del arte paleolítico,
pero en Altamira se encuentran algunas de las más representativas, son los llamados
“antropomorfos”... En el techo de la Sala de pinturas aparecen representados algunos
de ellos.” Las Heras, C y Lasheras, J.A. “Altamira”

Signos en forma de choza. Techo de los Polícromos: superan las sesenta


representaciones. Están conformados por haces de líneas convergentes que asemejan el
perfil de una cabaña cónica. Estos signos aparecen también en sitios como Pincevent en
Francia y en Maltá en Siberia.

Antropomorfos del Techo


de Altamira. Se trata de
figuras grabadas a mitad
camino entre lo humano y
animal. Aparecen erguidas
pero con la cabeza de un
animal (ave?), con los
brazos levantados y en
algunos casos con
indicación de dedos e
itifálicos.

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Detalle de uno de los antropomorfos del Techo de Altamira

Distribución de las manifestaciones artísticas

“La estructura de la cueva de Altamira presenta tres núcleos o zonas. (. . .) En la parte


inicial (A), junto a la entrada, está el techo con los policromos y otra serie de pinturas y
grabados. Donde está el punto de color marrón, hay una serie de "macarrones" o
grabados con el dedo sobre arcilla. En la parte media de la cueva (B), hay unos signos
escaleriformes en la zona marcada de azul; la parte más interesante se encuentra en el
trazo verde, conocido como La Hoya. Después hay una amplia zona sin restos. En la parte
final de la cueva (C), conocida como Cola de Caballo, se encuentran las últimas pinturas
y grabados.” www.lasalle.es/santanderapuntes/arte/prehistoria

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En la zona de la entrada se localiza el vestíbulo, lugar de habitación de finales del
Paleolítico e iluminada por la luz solar, que abre a la Sala de Polícromos. A continuación,
se desarrolla la galería principal (de unos 10 a 15 metros de ancho y 3 a 5 metros de
altura), con varios tramos separados por cambios en su dirección.
Finaliza en un estrecho corredor de difícil acceso (Cola de Caballo), no obstante, también
con pinturas y grabados, como en el resto de la cueva.

Reproducción de la entrada original (Neocueva)

El ingreso a la Sala de los Polícromos se encuentra a unos 20 metros de la boca, sobre


la pared izquierda.
Antes de que se rebajara el suelo original, para comodidad de los visitantes, la altura
del techo era reducida (1,00 a 1,20 mts.), de tal manera que no se podía estar de pie en
ella. La sala se desarrolla perpendicular a la pared del vestíbulo, de tal modo que estaba
a oscuras, aunque mirando hacia la entrada se percibía alguna claridad.

Se hallan representados animales, signos y manos. Es en el único espacio en que


aparecen todas las técnicas empleadas en Altamira. Las imágenes han sido realizadas
en diferentes épocas. “El techo de Altamira es un gran palimpsesto en donde se han
superpuesto a lo largo de siglos, pinturas y grabados hechos por hombres de distintas
tribus del Paleolítico.” Matilde Múzquiz Pérez-Seoane, Pedro A. Saura Ramos “El facsímil
del techo de los bisontes de Altamira”
Una gran fisura natural divide el Techo de la Sala de los Policromos en dos sectores. Esta
“línea divisoria” por algún motivo fue respetada por los artistas de Altamira. Ninguna
representación se coloca encima de ella. La zona derecha presenta una superficie
bastante lisa con grietas poco profundas y suaves protuberancias. Es en este sector
donde se concentran las representaciones más antiguas sobre las que en épocas

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posteriores se superpondrán otras figuras como algunos bisontes del Magdaleniense
que se encuentran muy erosionados.
El sector izquierdo es más accidentado con protuberancias que sobresalen hasta 30 cm
respecto del nivel del techo y es donde se concentra la manada de bisontes.

Dibujo del Techo de los Polícromos


(realizado por Antonio J. Gómez Laguna)

Con posterioridad al signo rojo claviforme (datado en el Auriñaciense) el grupo más


antiguo lo constituyen pinturas monocromáticas, resueltas en color rojo y mayormente
localizadas en la zona sur del techo, como ya se ha señalado. Se atribuían
tradicionalmente al periodo Solutrense, pero hoy se cree que podrían corresponder a
un Gravetiense final. Se trata de varios caballos, una cabra, series de puntos y otras
figuras de difícil identificación. Estas figuras no incorporan los relieves u otras
formaciones naturales del soporte. Además aparecen representaciones de manos tanto
en negativo como en positivo, resueltas en rojo y en negro de manganeso.

Los caballos rojos cubren buena parte del techo (algunos están infrapuestos a los
polícromos). Su tamaño oscila entre los 150 y 180 cm. y presentan características
morfológicas similares: pequeñas cabezas, vientres abultados y extremidades
extendidas indicando movimiento (están al galope o corriendo).
La mayoría están contorneados primeramente con una línea grabada. Además algunos
están resueltos por medio de una línea de color, otros muestran un relleno completo
con tintas planas, mientras que otro grupo presenta sólo un relleno parcial.

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Réplica del Techo de Altamira

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Caballo en movimiento. Techo de los Polícromos
Resuelto solo por el contorno, en actitud de galope o salto, muestra la cabeza levantada
y proyectando sus patas delanteras hacia adelante. La línea de contorno es gruesa y está
conformada en la zona del vientre por la yuxtaposición de gruesos puntos
Datado por el método del Uranio con anterioridad al 22.000 años antes del presente.
Longitud = 182 cm

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Manos en negativo del Techo
Realizadas durante el Gravetiense, con óxido de manganeso mediante uso de aerógrafo.
Estas manos en negativo aparecen superpuestas a un gran caballo en rojo.
En el año 2019 se localizaron dos manos más en el techo (ocho en total hasta el
momento) y una tercera en la Galería Final, a más de 200 metros de la entrada, poco
antes de llegar a un tramo al que sólo se puede acceder de rodillas o agachado y muy
próxima al suelo. Por su tamaño parece tratarse, de la impronta de un niño.

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Caballo rojo, cabra y mano positiva. Techo de los polícromos
Caballo en movimiento del periodo Gravetiense, resuelto con ocre rojo disuelto en agua. Junto a
él aparecen, por debajo la silueta de una cabra y por encima una mano en rojo.
Longitud = 145 cm.

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Caballo rojo. Techo de los polícromos
Figura dinámica, aparece saltando o galopando. Definido por una línea grabada
continúa y posteriormente rellenado enteramente con ocre rojo, a modo de silueta.
Sobre su cabeza se ha grabado y dibujado la cabeza de un bisonte en negro y bajo sus
patas aparece una cierva grabada. Este caballo realizado durante el Solutrense.
Longitud = 165 cm

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Caballos negros del Techo de los Policromos
Se ha atribuido al periodo Solutrense además un conjunto de caballos realizados en
negro, con un lápiz de carbón. Resueltos con una gran economía de elementos, solo se
muestran las líneas principales de los contornos, resaltando las partes anatómicas más
características. Normalmente están incompletos o asociados a grandes signos rojos.

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El resto de la decoración, ubicada fundamentalmente en la zona izquierda (N), dataría
del Magdaleniense (c. 14.500 AP). Hay figuras que corresponden a una primera etapa:
resueltas por medio del grabado siguiendo la convención propia de la región cantábrica,
de trazo múltiple en la zona del cuello para indicar el pelaje.

Luego la manada de bisontes, que miden entre 125 y 170 cm de longitud,


acompañados de dos caballos, la "Gran Cierva” - que es la mayor figura pintada en la
cueva, con 2,25 metros de longitud-, y una serie de signos. En una etapa posterior se
incorporan bisontes monocromos negros de dimensiones menores.

El distintivo de Altamira es sin duda alguna los bisontes polícromos. Los animales no
presentan una orientación común y se caracterizan por diversas actitudes y posturas
individuales (de pie, marchando, corriendo, embistiendo, recostados). Se trata más bien
de figuras yuxtapuestas que encajan, en la mayoría de los casos, en los abultamientos
del techo. Sin embargo se logra una unidad de conjunto precisamente por esa
integración con la superficie rocosa, que actúa como soporte escénico compartido, y por
el tratamiento pictórico homogéneo.

Los llamados polícromos revelan gran complejidad técnica. Los bisontes están
resueltos mediante la combinación de procedimientos propios del dibujo, de la pintura,
y del grabado, a lo que se suma en ocasiones el aprovechamiento de los resaltes o
volúmenes del soporte. En general por medio del grabado se contornean los perfiles de
las figuras y se indican detalles (ojo, cuernos, boca). El negro se emplea para el dibujo
del contorno (coincidiendo con la línea incisa) y se remarcan ciertos detalles anatómicos
(giba, ojo, pezuñas, cuernos). Con el rojo se rellena el cuerpo, con diferentes
intensidades, excepto dos bisontes resueltos con ocre amarillo. A ello se suma el recurso
del lavado o raspado de ciertas zonas, en general para indicar el arranque de las patas o
la separación de las ancas del vientre.

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Se trata en realidad de figuras bicromas, pero al modular el rojo y al hacer intervenir el
color ocre dorado de la roca se da la sensación de policromía. La paleta es muy reducida:
negro (carbón vegetal) y rojo (óxidos de hierro) y ocres, pero aprovechada al máximo.
“Altamira es un ejemplo claro en el que volúmenes y grietas naturales de la roca de un
tamaño determinado de la Gran Sala han sido aprovechados por el autor para construir
los Grandes Policromos; de esta manera incorpora una concepción escultórica al dibujo,
grabado y pintura, técnicas con las que resuelve cada una de las figuras. Los volúmenes
y grietas están cuidadosamente seleccionados, no solamente en aquellos bisontes en los
que se evidencia, sino en aquellos otros en que aparentemente no ha sido así. Hay
bisontes en los que las grietas están tan bien aprovechadas en la construcción de las
figuras, que es necesario un estudio minucioso para percatarse de ello. Está claro que el
hombre que tenía intención de pintar veía a los bisontes y a la vez los buscaba en aquellos
relieves naturales. Después nos los hizo visibles a los demás completando los mismos
primero con grabado, con lo cual acababa de esculpirlos,
después incorporaba el dibujo en negro y finalmente la pintura”.
Matilde Múzquiz Pérez-Seoane “Análisis del proceso artístico del l Arte rupestre

Bisonte recostado con el rabo levantado


Los Bisontes recostados son formas concentradas en sí mismas, que expresan una
energía contenida. Se destaca la potencia y vitalidad de los animales por medio de la
acentuación expresiva de la testuz. Surgen de una explotación expresiva de los
accidentes naturales. En el caso del bisonte recostado con el rabo levantado la figura
se estructura a partir de la línea del lomo que sigue el trayecto de una grieta
preexistente, y su cuerpo, replegado en sí mismo con la cabeza hacia abajo y las patas
flexionadas, se acoge a la protuberancia del techo. Solo los cuernos y la cola sobresalen

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del relieve convexo. El artista maneja con solvencia el contraste cromático entre el rojo
de la masa corporal y el negro del contorno y de las zonas articulares.
Altura = 116,30 cm; Longitud = 185 cm.

El gran bisonte
Aparece a cierta distancia enfrentado a la Gran Cierva. Es el bóvido de mayor tamaño
(2,05 mts) y representa a un ejemplar macho adulto, quizás el líder de la manada. Es la
figura emblemática de Altamira. Sus patas traseras apoyan en un signo rojo. En su
realización se combinaron todos los recursos técnicos conocidos en el Magdaleniense. Se
indican con precisión todos los detalles anatómicos como las pezuñas o la indicación del
sexo. Longitud = 205 cm.

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Bisonte de pie.
El animal aparece claramente caracterizado por medio de la acumulación adiposa del
lomo, la acentuación de la parte delantera del cuerpo y la grupa desnuda. El artista
muestra interés en señalar las diferencias de pelaje en la giba y el pecho mediante cortos
trazos seriados .El cuerpo presenta ricas variaciones de rojo, y el recurso del lavado
permite que las patas se separen del cuerpo y entre sí. La parte frontal de su cabeza se
ha situado sobre una fisura natural. Se superpone a figuras realizadas con anterioridad
y ocupa una posición destacada junto al gran bisonte macho. Longitud = 195 cm.

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Reproducción de la imagen anterior, en el Deutsches Museum de Munich
Bisonte hembra
Representado en época de celo, con la cola y la cabeza levantada, mugiendo revela el
conocimiento que los cazadores recolectores del Paleolítico tenían de la anatomía y
comportamiento de los animales de su entorno.
La imagen ha sido realizada a partir de un saliente rocoso que limita el lomo del animal.,
y sobrepuesta parcialmente a un bóvido rojo. Ha sido rellenado en la zona inferior con
carbón destacando el vientre y los muslos. Longitud = 150 cm

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La Gran cierva, que supera en tamaño a todas las otras figuras, ofrece cierto aislamiento
respecto de los demás animales. Sólo aparece vinculada por proximidad a un pequeño
bisonte monocromo, y a unos signos rojos (claviformes) junto a sus patas. Está situada
mirando hacia la entrada de la sala. La línea de contorno está primeramente grabada y
luego completada con color negro. Internamente el color está modulado, con un rojo
oscuro para el cuerpo y más claro para la cabeza. También se observan zonas lavadas
para acentuar la corporeidad de la figura. El vientre más claro queda resaltado por un
relieve natural.

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Bisonte de pie monocromo
Aparece enfrentado a otra figura similar. Se trata de un animal corpulento, con la cola
levantada como si estuviera a la defensiva o mugiendo. Resuelto en carbón, mediante el
difuminado se destacan ciertas zonas como la giba y el vientre. La datación por mediante
el 14 señala que es posterior a los ejemplares policromos y poco antes del derrumbe
natural que cerró la Cueva hace unos 13000 años. Vinculado a diversos signos en rojo,
tiene una longitud de 112 cm.

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Algo de Interpretaciones

Max Raphael “insiste en que el techo de Altamira es la historia entre el clan del ciervo y
el clan del bisonte, y ve este conflicto repetido en las paredes de otras cuevas.” En Los
pintores de las cavernas. Curtis, G.

Por su parte Leroi-Gourhan considera que: “Los paneles con diversos registros, es
decir los techos o las paredes libres en un espacio suficiente como para acoger muchas
figuras en altura, son particularmente adecuados para que resulte evidente esta
organización compleja. El techo pintado de Altamira puede leerse del siguiente modo:

Aquí hay dos caballos, uno de los cuales en la cima del eje central, está expresado por
una enorme cabeza. La mayor parte de la superficie del techo está cubierta por las

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figuras de 17 bisontes. Esta capa de bisontes (B1) está delimitada por el jabalí (D), los
dos caballos (A), las dos ciervas (C1). Los caballos están en posición marginal, pero
presentes. Puede observarse de paso lo significativa que puede ser la gran cabeza de
caballo, que domina el conjunto del techo y el pequeño bisonte del borde, bajo el cuello
de la cierva. Esta disposición recuerda, en la misma época pero del otro lado de los
Pirineos, los juegos de dimensiones entre el caballo, el bisonte y el íbice de Niaux.”
Leroi- Gourhan. “Los primeros artistas de Europa”.

Asociación de animales en el gran panel según el paradigma de Leroi-Gourhan


El bisonte, principio femenino (ocre amarillo) se complementa con el caballo, principio
masculino (rojo) y son acompañados por animales periféricos, jabalíes y ciervos
(magenta).

Mientras que Leslie Gordon Freeman, quien trabajo en el sitio durante los primeros
años de la década del 80 “sugiere que el conjunto de bisontes polícromos representa una
manada de esa especie en que sus componentes adoptan ciertas actitudes propias de su
comportamiento real en la Naturaleza, como la disposición de los machos más fuertes
en las zonas marginales rodeando a las hembras. En algunos de los bisontes este
investigador identifica posturas propias de la época de celo, que tienen por tanto un
valor estacional, ya que este se produce a finales del verano.” Moure Romanillo, Alfonso.
Altamira.

A fines del siglo XX, desde la Arqueoastronomía, la Dra. Luz Antequera Congregado
plantea la posibilidad de que las representaciones de la Sala de los Policromos expresan
en clave simbólica la bóveda celeste, destacando precisamente la importancia de su
ubicación, en el Techo. En tal sentido señala que “… la sensación que produce la bóveda
de los bisontes, su imponente majestuosidad, las posiciones de las figuras, e incluso sus

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actitudes, es muy semejante a la producida por las constelaciones en una noche
estrellada.”
La Astronomía, afirma, surge en el Paleolítico cuando el astrónomo- artista, ante el
poderoso estimulo que significa el cielo nocturno, traza las primeras constelaciones a
partir de la proyección de figuras que le son culturalmente familiares y significativas.
“Para los hombres del paleolítico los dioses eran los animales, ¿por qué extrañarnos de
que los colocasen, como todas las culturas posteriores, en el cielo, del que -sus más
visibles componentes son las estrellas?”.
Según esta hipótesis los signos en forma de choza, considerados los más antiguos, son
interpretados como estrellas, sobre los que se sobreponen posteriormente las demás
figuraciones. Esta superposición diacrónica de imágenes es explicada en relación a las
nuevas interpretaciones y/o correcciones realizadas por estos primeros astrónomos
entre los periodos Auriñaciense y Magdaleniense.
En el desarrollo la investigadora va vinculando las figuras del Gran Techo con las
diferentes constelaciones. Así el Caballo representaría a Pegasus, el llamado Bisonte
hembra a la Osa Mayor, el Bisonte que vuelve la cabeza a Perseo, la Gran Cierva a
Sagittarius, etc.
Las figuras del Techo, se organizarían alrededor de la cabeza en negro de un bisonte que
coincidiría con el polo norte hace unos 14.000 atrás, fecha probable en que se realizaron
las pinturas.

Superposición de las pinturas del techo de Altamira sobre un planisferio celeste realizado
por la Dra. Luz Antequera. El polo norte estaría representado por una cabeza de bisonte
aislada y los solsticios estarían representados por los dos supuestos jabalíes.

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En los siguientes espacios también hay manifestaciones artísticas, pero las figuras
son de menor tamaño, la técnica se simplifica y la paleta ofrece un solo color, que será
exclusivamente el negro una vez traspasada la galería II.
Sobre el techo de este espacio se destacan grabados digitales realizados sobre la arcilla
que recubre la superficie rocosa, conocidos bajo el término de “macarronis”. Entre los
trazados serpentiformes, formados por el arrastre de los dedos
destaca la cabeza de un uro, cuya testuz mide casi un metro. Este animal ha sido
representado escasamente en toda la cavidad

Galería II: Macarronis

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En las paredes de la galería II destacan signos rojos. Uno de ellos está compuesto por
cuatro óvalos compartimentados en su interior.
Pintado sobre la cara inferior de un voladizo rocoso se encuentra otro signo rojo de gran
tamaño. De unos 3 mts de largo está formado por una sucesión de trazos longitudinales
paralelos cortados por trazos transversales. Para poder contemplarlo es necesario
agacharse.

Gran signo escaleriforme y signos ovales de la Galería II

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Ciervo grabado. Galería III
Los ciervos machos de Altamira son representados levantando a cabeza, con la boca
abierta berreando, próximos a las ciervas, actitudes propias de la época de
apareamiento. (Lasheras Corruchaga).

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Detalle de una cierva grabada entre las galerías III y IV
Resuelta internamente con líneas o trazos estriados, en la zona de la cabeza y del cuello.
Esta solución es similar a las ciervas grabadas en huesos de omóplatos
Encontrados en la misma cueva y característico de una zona limitada de la costa
cantábrica, entre el valle del Nalón y el del Asón. La representación se ajusta además, a
la convención gráfica regional de las orejas en forma de "V“.Longitud = 72 cm

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Dibujo de la cierva grabada entre las Galerías III y IV

Cierva grabada entre las Galerías III y IV


Las ciervas se diferencian de los machos no solo por la ausencia de las cuernas, sino por
su cuello más fino, el hocico apuntado y la forma triangular de la cabeza.

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Omóplato magdaleniense grabado. Altamira

Dibujo del omóplato magdaleniense grabado

Caballo en negro. Galería V

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Junto a la “Galería” se encuentra un espacio más amplio (VI), y a un nivel inferior,
conocida como «Sala de La Hoya» ya que es el espacio más profundo de la cueva. Las
representaciones realizadas en negro, muestran semejanzas estilísticas y han sido
atribuidas al Magdaleniense Inferior. A la entrada aparece una figura de bisonte,
mientras que en el interior, en la pared izquierda, se observa un panel con la
representación de tres cabras, separadas por la cabeza de una cierva. Es importante
destacar los paralelos entre esta cabeza de cierva y la del gran panel, tanto en los
aspectos formales como en el uso de los relieves naturales.

Modelo 3D de la cueva de Altamira, y detalle de la sala de La Hoya, con la localización de las


pinturas.

Bisonte en negro. La Hoya


El artista se sirve sólo de la línea para captar la esencia del bisonte de perfil y erguido.
Longitud = 93 cm

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Cabra de la zona izquierda del panel de la Sala de La Hoya.

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Cabeza de cierva en negro. La Hoya
Separando a las cabras con un trazo simple se ha representado la cabeza y el cuello de
una cierva que tiene como único detalle anatómico la indicación del ojo. Un borde de la
roca se ha aprovechado para dibujar la parte baja del cuello.

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Cabras pintadas de la zona derecha del panel. “La Hoya”
Las dos cabras resueltas linealmente en negro muestran los cuernos hacia atrás. La animación es
intensa sobre todo en la cabra situada en el plano inferior, representada saltando y con el cuerpo en
elongación.

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Galería Cola de Caballo

Además de la Sala de los Polícromos, la otra zona que sobresale en cuanto a la densidad
de imágenes es la Cola de Caballo. Se trata de una galería de unos dos metros y medio
de altura y un metro y medio de ancho en la entrada que se va estrechando
progresivamente hacia su interior.
Este espacio terminal, laberíntico y de difícil topografía tenía una fuerte carga simbólica.
Las técnicas utilizadas aquí se reducen al grabado y a la pintura negra. Aparecen caballos,
cérvidos y bisontes resueltos por incisión. Destacan dos bisontes interactuando (en
actitud de cópula) y las cabezas de ciervas grabadas simétricamente a partir de una
fisura, en el extremo final de la galería.

También se encuentran una serie de signos pintados en negro, situados en una


pequeña entrante de la pared, a ambos lados de una fisura. De forma aproximadamente
rectangular con subdivisiones internas a partir de trazos paralelos. Son conocidos como
tectiformes.

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Detalle de un bisonte grabado en la Cola de Caballo

Caballo Grabado
Esta figura del Magdaleniense Superior, de grandes proporciones, presenta trazos incisos
reiterados para señalar características del pelaje en la cola y las crines. Longitud = 62 cm

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Ciervo grabado en la galería final
Otro ejemplo donde el soporte natural es aprovechado para la ejecución de la figura. El ciervo fue
grabado siguiendo la línea de la protuberancia para establecer el lomo del animal. Longitud = 50 cm

Cierva grabada. Longitud = 12 cm

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Tectiformes de la Cola de Caballo
Llamados así porque responden a un esquema rectangular subdividido en internamente por trazos
paralelos. Para algunos investigadores como Francisco Jordá y Manuel Mallo se tratan de signos
“distintivos relativo a una colectividad humana, expresión plástica de una especie de emblema de un
grupo social”.

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Máscara. Cola de Caballo. Longitud = 17 cm

Otro grupo interesante lo constituyen las máscaras que aprovechan los relieves naturales
de la piedra y que en algunos casos son completadas mediante el añadido de algunos toques
de carbón.
Este es otro ejemplo de interacción entre rasgos físicos de la cueva e imágenes. Las dos
“máscaras” parecen asomarse desde la pared cuando el visitante gira al final del pasaje y
comienza a abandonar la cueva. Es difícil decir si estos son los rostros de animales o de seres
humanos. En cualquier caso, sugieren “presencias” misteriosas en las cuevas que observan
a aquellos que se aventuran en el inframundo” Lewis Williams, D. “La mente en la Caverna”

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Máscara Cola de Caballo
Una arista vertical sugiere el tabique nasal y dos depresiones simulan ojos, algunas grietas conforman
la nariz y la boca. Sugestivamente estas salientes en forma de diedros “miran” hacia el centro de la
sala

Fuentes bibliográficas

ANTEQUERA CONGREGADO, Luz. Altamira. Astronomía, magia y religión en el Paleolítico.,


2000. En: Arqueoastronomía Hispana. Madrid, Editorial Equipo Sirius, 2000.
CURTIS, Gregory. Los pintores de las cavernas. El misterio de los primeros artistas. Turner,
Madrid, 2006
GIDIEON, Sigfred. El presente eterno; los comienzos del arte. Madrid. Alianza- Forma. 1981.
LASHERAS CORRUCHAGA, José Antonio. El Arte Paleolítico de Altamira.
LEWIS-WILLIAMS, David. La mente en la caverna. Madrid, Akal, 2005.
MOURE ROMANILLO, Alfonso. Altamira. Cuadernos Historia 16. Madrid, 1996.
MOULIN, Raoul Jean. Fuentes de la Pintura. Madrid, Aguilar, 1968
http://museodealtamira.mcu.es
http://www.lasalle.es/santanderapuntes/arte/prehistoria

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"Recostados sobre las grandes piedras del suelo, pudimos abarcar mejor, ya que es baja la
bóveda, aquel inmenso fresco de los maestros subterráneos de nuestro Cuaternario pictórico.
Parecía que las rocas bramaban. Allí, en rojo y negro, amontonados, lustrosos por las
filtraciones del agua, estaban los bisontes, enfurecidos o en reposo.
Un temblor milenario estremecía la sala. Era como el primer chiquero español, abarrotado de
reses bravas pugnantes por salir. Ni vaqueros ni mayorales se veían por los muros. Mugían
solos, barbudos y terribles bajo aquella oscuridad de siglos”.
Rafael Alberti, fragmento de “La arboleda perdida", Memorias

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