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El documento resume la obra de Guillermo Bonfil "México Profundo" en la que describe la sociedad mexicana como un enfrentamiento entre dos proyectos de civilización: el "México imaginario" de los grupos dominantes que intentan imponer valores occidentales, y el "México profundo" de los grupos indígenas que mantienen tradiciones mesoamericanas. Estos dos proyectos han tenido una relación conflictiva, con el grupo dominante negando las culturas mesoamericanas e imponiendo su superioridad, mientras los grupos subordinados resisten
El documento resume la obra de Guillermo Bonfil "México Profundo" en la que describe la sociedad mexicana como un enfrentamiento entre dos proyectos de civilización: el "México imaginario" de los grupos dominantes que intentan imponer valores occidentales, y el "México profundo" de los grupos indígenas que mantienen tradiciones mesoamericanas. Estos dos proyectos han tenido una relación conflictiva, con el grupo dominante negando las culturas mesoamericanas e imponiendo su superioridad, mientras los grupos subordinados resisten
El documento resume la obra de Guillermo Bonfil "México Profundo" en la que describe la sociedad mexicana como un enfrentamiento entre dos proyectos de civilización: el "México imaginario" de los grupos dominantes que intentan imponer valores occidentales, y el "México profundo" de los grupos indígenas que mantienen tradiciones mesoamericanas. Estos dos proyectos han tenido una relación conflictiva, con el grupo dominante negando las culturas mesoamericanas e imponiendo su superioridad, mientras los grupos subordinados resisten
Bonfil, G. (1922), México Profundo. Una civilización negada. México, Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes / Grijalbo.
De acuerdo con lo planteado por Guillermo Bonfil, la sociedad mexicana se
caracteriza por el enfrentamiento de dos proyectos de civilización: el México imaginario, representado por lo individuos y grupos dominantes que intentan organizar las relaciones sociales de acuerdo con los valores, normas y aspiraciones de la civilización occidental, y el México profundo, compuesto por aquellas personas y grupos que comparten rasgos culturales que son parte de una civilización mesoamericana única de la que formaron parte los pueblos existentes antes de la conquista y que suelen ser descalificados como remanentes de atraso, ignorancia y superstición
La relación entre estos dos proyectos ha sido conflictiva: el grupo dominante ha
negado y excluido a las culturas mesoamericanas en los proyectos de sociedad que impulsa y afirma su superioridad, mientras los grupos subordinados resisten a los embates y las descalificaciones mediante un conjunto de estrategias diversas como la resistencia, la innovación y la apropiación que les permiten ajustarse a las presiones de dominación que dan cuenta de un proceso activo de creación, recreación y renovación de su identidad. Las formas de organización social, la persistencia de formas indígenas en el lenguaje, el trabajo y las formas comunales de producción, las técnicas agrícolas y las festividades, son algunas de las prácticas que dan cuenta de estos procesos de resistencia y reproducción del México profundo.
Finalmente, hay algunas precisiones importantes que Bonfil hace respecto al
México profundo: 1) Aunque considera que los rasgo culturales asociados a las culturas mesoamericanas presentan cierta trasversalidad entre personas, tanto de origen indígena como de los sectores rurales y populares de las zonas urbanas, no desconoce la diversidad cultural existente en el país en función de las propias particularidades históricas de la comunidades, 2) el grado de integración a las condiciones estructurales y simbólicas del México imaginario conlleva una aceptación diferenciada de la condición de dominación e inferioridad que provoca la negación o autocensura de ciertas prácticas en la vida pública y 3) su identificación no puede realizarse sólo en función de los rasgos culturales externos, tales como la lengua, los rasgos físicos, la indumentaria, las costumbres, las fiestas, etcétera, sino en virtud del sentimiento de pertenencia de un individuo cuando se reconoce a sí mismo como poseedor de una “herencia cultural propia que ha sido forjada y transformada históricamente, por generaciones sucesivas”.