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En la capital se quedó para el resto de su vida, pero lo hizo con otro nombre:
en lugar de Freddy (“un nombre gringo por donde lo miren y yo de gringo no
tengo nada”), usó la denominación de una zona que todavía se encuentra en
los mapas, al interior de Pisagua: Cala, piedra; tambo, posada. Calatambo es
“posada de piedra” en aimara, pero en Santiago fue un personaje.
“Era un pampino que hizo el desplazamiento de una cultura que este país no
conocía. La construcción de chilenidad todavía no dialogaba con el mundo
del Norte Grande. Calatambo hizo un puente entre ese mundo y Santiago y
eso fue un hito”, dice el musicólogo Rodrigo Torres.
“Con su conjunto Los Calicheros de Sierra Pampa, que también eran Braulio
Mamani y Ciriaco Gómez, recorrieron toda la bohemia santiaguina
mostrando los bailes y trajes nuestros, que llamaban mucho la atención.
Para el centralismo de esa época, básicamente ellos eran indios que
mostraban este tipo de expresiones musicales”, explica el académico de la
Universidad Arturo Prat.
En el Bim Bam Bum
Contador de día, cantor de la pampa de noche. Junto a su grupo, Calatambo
Albarracín llegó a actuar incluso en el capitalino Teatro Ópera, sede del Bim
Bam Bum, y le mostró instrumentos como quenas y zampoñas a los
santiaguinos.
“No hay duda -escribe Nano Acevedo en su libro Contra el olvido (2010)- que
esos cachimbos que originalmente tocaban bandas de bronces de
regimientos y sin texto, cobraban singular vida en la voz de este hombre
jovial, moreno y entusiasta que golpeaba riendo y bailando su tambor de
cuero”.