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añade un nártex a los pies y una tripe cabecera hacia el este, con un ábside central donde se ubica el
altar y otros dos espacios semejantes con diversas funciones litúrgicas. El modelo de Nea ejerce una
enorme influencia en toda la arquitectura bizantina del Periodo Medio, y es el sustrato de gran parte
de los edificios erigidos también en provincias como Grecia y otras áreas de influencia cultural,
como Armenia y el Rus de Kiev.
En época comnea aún se mantiene esta tipología en Constantinopla como atestigua la 50
Iglesia de San Teodoro, erigida a inicios del siglo XII. Está realizada en el ladrillo pero con
algunos sillares en piedra blanca intercalados, que producen una elegante bicromía. La cúpula
descansa sobre un tambor poligonal y sobre pechinas que se apoya en columnas ligeras, ya que la
estructura del tipo Nea permite un equilibrado reparto de los pesos hacia los brazos de la cuz griega,
que se cubren de nuevo con bóveda de cañón. También se añade un ábside al este y el nártex a los
pies.
En Grecia aparece una nueva tipología derivada del modelo de Nea y conocida como
octógono cruciforme, lo que genera un espacio octogonal formado por los 8 grandes pilares sobre
los que se apoya la cúpula. Su estructura se caracteriza por la presencia de un cuerpo central
cuadrangular constituido por una cúpula sobre trompas, siendo estas las que le confieren un aspecto
octogonal. 51 El Monasterio de Hosios Lukás en Grecia, dedicada a un monje ermitaño local y no
al evangelista Lucas. Fue erigida a inicios del siglo XI, en época macedónica. De nuevo la planta
está formada por una cruz griega inscrita en un cuadrado, donde los brazos de la cruz griega cuentan
con un número variable de espacios secundarios que rodean al cuerpo central. El exterior de la
iglesia muestra claramente su estructura a través de un escalonamiento de volúmenes que se deja
entrever, la proyección cúbica de las trompas. La cúpula central sobresale en altura y presenta un
tambor horado por ventanas, mientras los muros exteriores delatan la existencia de una tribuna que
divide el edificio en dos plantas. La iglesia de Hosios Lukás presenta además, otros rasgos propios
de la arquitectura griega de este momento, así como el uso de la piedra para la construcción
combinando los grandes sillares con ladrillos; soluciones decorativas al exterior, como son las
ventanas bíforas y tíforas enmarcadas por arcos ciegos y ribeteadas con frisos de “dientes de sierra”,
realizados mediante la disposición oblicua del ladrillo. Los vanos presentan aberturas verticales
acabadas en arcos peraltados de medio punto que se encierran con celosías.
El katholikon del monasterio de Dafni, a las afueras de Atenas, tiene una tipología del
octógono cruciforme como se observa a los inicios del siglo XII. Aquí también encontramos una
cúpula central sobre trompas y 8 pilares, pero en este caso la cabecera es triple y cuenta con un
doble nártex a los pies; esta iglesia no dispone de una tribuna ni de dos alturas. A exterior
observamos un escalonamiento de volúmenes aún más claro, donde los brazos de la cruz y las
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trompas aparecen en un segundo nivel, cubiertos por un tejado a dos aguas. También apreciamos un
uso más abundante de la piedra, al componerse por sillares regulares separados por hileras de
ladrillos. Las ventas son de nuevo dobles y triples enmarcadas por arcos ciegos peraltados que se
decoran con dientes de sierra.
al exterior de forma cúbica, justo en el punto de unión de los brazos de la cruz griega, cubiertas con
una techumbre a dos aguas realizadas por la misma toba volcánica, con placas lisas en lugar de tejas
de barro cocido. El tambor hexagonal se decora con unas cruces muy ornamentadas.
La antigua ciudad de Ani, actualmente en Turquía, cerca de la frontera con Armenia, se
convirtió en capital armenia a finales del siglo X y conserva multitud de edificios de época
macedónica, un espectacular recinto arqueológico con varias decenas de iglesias monumentales,
completamente abandonado y derruido. Un terremoto a inicios del siglo XIV devastó la ciudad y
provocó su abandono, hoy en día la encontramos tal y como se quedó tras el seísmo. 54 La catedral
de Ani, dedicada a la Virgen construida desde 989 hasta 1010, como revela una inscripción, además
de esta misma inscripción conocemos el nombre del arquitecto, Trdat (Tiridate), responsable de un
considerable número de iglesias de esta época. Su gran cúpula central pereció con el terremoto,
conserva sus muros y cubiertas, observándose un juego polícromo en la disposición de sillares en
distintos tonos, formando un dibujo de tablero de ajedrez. La perfección en la labra de estos sillares
y el uso del polvo de toba para rellenar las juntas, lo que acaba aportando una uniformidad en la
superficie lisa de estas paredes. La decoración exterior con nichos cóncavos, arcos de medio punto
ciegos y cenefas geométricas adelanta algunos recursos que veremos después en el arte románico.
55 La iglesia del Redentor en Ani, edificada hacia 1036 y decorada con arcos ciegos y
cenefas geométricas en su exterior. También aquí hemos perdido la cúpula y parte de sus muros, a
pesar de lo cual se aprecia perfectamente su planta centralizada y su alzado en dos cuerpos, siendo
un interior poligonal de 19 caras y el superior completamente cilíndrico.
56 La pequeña iglesia de San Gregorio en Ani, en el año 994, resulta enormemente
representativa de la arquitectura armenia, templete de planta centralizada hexagonal dedicado al
evangelizador de Armenia, que sirvió como capilla privada. El exterior presenta una perfecta sillería
con alternancia tonal y con unos nichos cóncavos característicos en el cuerpo inferior, mientras el
segundo se decora con arquillos ciegos y culmina en un remate cónico.
57 En el sudeste de Turquía encontramos la iglesia de Santa Cruz de Aghtamar, fechada
entre 915 y 921. La estructura del edificio se compone por una planta de cruz griega y remate
cónico, completamente abovedada en el interior. Podemos distinguir algunas peculiaridades
estructurales, como los pequeños espacios que se generan a partir de las trompas y que se proyectan
hacia el exterior con un vértice entre cada brazo de la cruz y un pórtico con linterna cónica situado a
los pies. Lo más destacado de esta iglesia son los asombrosos relieves que recorren gran parte del
exterior del edificio, obteniendo un rico repertorio de temas, que van desde los pasajes de la vida de
Cristo hasta las escenas cortesanas.
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A finales del siglo IX otro Estado empieza a mostrar una gran entidad cultural: La Rus de
Kiev, el primer estado eslavo oriental conformado por la federación de varias tribus. Alcanzaría su
mayor expansión territorial a mediados del siglo XI, la ausencia de una tradición artística arraigada
en esta región llevó a absorber la influencia de la arquitectura bizantina, convirtiéndose en un
Estado aliado en este momento. A finales del siglo X y durante el siglo XI se produce una intensa
actividad constructiva donde se plasma esas influencias bizantinas que conviven con el desarrollo
de una personalidad artística propia. Como la arquitectura local era en madera, se procede al
traslado de arquitectos y artistas bizantinos a Kiev para cometer la construcción de iglesias en
piedra.
El más importante vestigio arquitectónico del Periodo Medio es 58/59 la catedral de Santa
Sofía de Kiev, 1037 y 1050. Esta iglesia presenta hoy un aspecto muy diferente del original debido
a los añadidos y transformaciones posteriores. Fue diseñada con la idea de competir con Santa Sofía
de Constantinopla para remarcar al principado cristiano de Kiev como una nueva Constantinopla.
Inicialmente, el templo contaba con una planta basilical de cinco naves rematadas por otros tantos
ábsides. Este cuerpo se rodea de una galería exterior como un soportal, que ejercía de
deambulatorio y envolvía la iglesia en tres de sus lados, salvo en el este por la presencia de los
ábsides. La estructura interna se crea a partir del modelo de Nea, con una gran cúpula central frente
al altar mayor mientras la cruz griega viene marcada por las bóvedas de cañón, añadiéndose cuatro
cúpulas mucho más pequeñas en los ángulos. Después se crearon más naves, multiplicándose las
cúpulas hasta alcanzar el número de 13, con una grande y 12 pequeñas de evidente simbolismo
apostólico, esta pluralidad de cúpulas al exterior será una característica arquitectónica típicamente
rusa, adquiere una morfología diferente a las bizantinas, ya que tienden a elevarse sobre tambores
más esbeltos y largos, y la cubierta externa sustituye la curvatura regular o semiesféricas por un
aspecto de caparazón de tortuga. Las cúpulas de Santa Sofía de Kiev representan el primer ensayo
para la creación de las cúpulas bulbosas que serán pintadas de dorado.
asimilables por la fe. Se observa una considerable variedad de estilos figurativos en función de los
destinatarios de las obras de arte: con una mayor tendencia hacia e naturalismo y el virtuosismo
técnico en las obras de pequeño formato destinadas a las élites (por ejemplo manuscritos o piezas de
marfil) y una figuración hierática y estereotipada en el arte monumental, orientado al pueblo.
En cuanto a los temas iconográficos, podemos hablar de una continuidad respecto a la etapa
precedente, ya que encontramos los mismos temas [Cristo acompañado de la Virgen y San Juan
Bautista; representación del Trono vacío de Cristo en referencia a su Segunda Aparición al final de
los Tiempos (y todo lo que ello implica, en cuanto a la condena y salvación de la humanidad); y
diversos tipos iconográficos de Virgen de Theotokos (como madre de Dios)], aunque con mayor
variedad en las modalidades de Virgen Theotokos y con una gran tendencia a codificar de manera
precisa los distintos temas iconográficos que deben aparecer en la iglesia, determinando incluso su
lugar de aparición. Se fija también el calendario litúrgico bizantino donde se establecen 12 fiestas
religiosas que se celebran a lo largo del año, corresponden con los acontecimientos religiosos más
importantes como episodios de la vida de Cristo y de la Virgen: La Anunciación, la Natividad de
Cristo, la presentación en el templo, el bautismo de Cristo, la transfiguración, la Resurrección de
Lázaro, la entrada en Jerusalén, la Crucifixión, la muerte y Ascensión, la Pentecostés y la muerte o
Dormición de la Virgen. Estos serán también 12 temas iconográficos fundamentales que aparecen
ubicados en lugares preestablecidos de la iglesia.
En cuanto a la iconografía imperial, además de la Oblatio, encontraremos con frecuencia la
representación del emperador o la pareja imperial coronada directamente por Dios, frecuentemente
representado en dípticos y trípticos de marfil, una idea que sintetiza perfectamente la noción del
soberano como súbdito de Dios en la que sustentó en Cesaropapismo. El Periodo Medio es el
momento álgido del arte figurativo bizantino, por la destrucción de los restos de la etapa
preiconoclasta y por la importancia que recibe la creación de imágenes sacras y la profusión con la
que realizan; es en este momento cuando se fijan las convenciones que determinan todo el arte
bizantino posterior llegando su repercusión en el arte cristiano occidental.
era herético sino, por el contrario, consustancial a la doctrina cristiana. La iglesia Oriental se apoyó
en la idea de la propia encarnación de Jesús (dios hecho hombre) para revindicar su representación
bajo aspecto humano, así como en la creación del ser humano a imagen y semejanza de Dios. En
este contexto, se otorga a la imagen un rango de verdad de profesión de fe, hasta el punto de que se
equipará la aceptación de la representación sagrada con la creencia en Jesús como Mesías, bajo la
máxima de quien reconoce a Cristo reconoce también su imagen. La doctrina invierte mucho
esfuerzo en predicar y poner por escrito que aceptar la imagen sagrada equivalía a aceptar el Nuevo
Testamento.
60 Una famosa miniatura del Salterio de Chuldov refleja perfectamente este ideario y
cómo la restitución de la imagen pasó por convertir a los iconoclasta en verdaderos herejes. En la
parte inferior del folio se representa al patriarca Juan VII con el Gramático (cabeza de los
iconoclastas a inicios del siglo IX) tapando con cal un icono de Cristo, mientras en la parte superior
aparece el momento en que los soldados aplican vinagre al Crucificado en la herida del costado,
haciendo como un símil entre estas dos circunstancias. La relación que se plantea aquí muestra esa
identificación entre la imagen personal representada. La humanidad de Cristo legitimaba el uso de
las imágenes sagradas, por lo que aceptar la imagen implicaba aceptar la Redención traída por
Jesús, que solo había podido consumarse si era un ser humano histórico, el que había muerto en la
Cruz.
Al mismo tiempo, se intentó neutralizar la fascinación mágica que habían despertado
determinados iconos elevando todas las imágenes al mismo rango. En este contexto, la imagen se
convierte en un importante instrumento de poder sobre el pueblo, de ahí que se desarrolle toda una
doctrina de la imagen.
El control sobre la producción figurativa se llevó a cabo componiendo un tratado
denominado Hermeneia, que impuso toda una serie de preceptos para regular el uso de imágenes
sacras. Este código fue redactado en la segunda mitad del siglo IX, y en él se dictaba en qué escenas
y pasajes debía de representarse, de qué manera debía de hacerse y qué posición ocuparían dentro
de la Iglesia para cada una de ellas. La Hermeneia ofrecía un proyecto decorativo común para todas
las iglesias, podemos deducir que su aplicación fue rigurosa, según los restos que conservamos, ya
que no se conserva el tratado original. Bajo las premisas fijadas por la Hermeneia, las iglesias se
convierten en espacios iconográficos, pues la imagen está íntimamente ligada al espacio que ocupa,
y define a su vez, la liturgia que se celebra en cada lugar:
En el templo ortodoxo estaba dividido en tres escenarios litúrgicos:
El nártex: Era un espacio de recitación de oraciones.
El naos: Cuerpo de la iglesia que servía para el desarrollo de la primera parte de la liturgia.
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La bema o el presbiterio: Lugar donde el clero concluía la misa tras cerrar el iconostasio o
una cortina.
En el ábside central, frente al altar mayor, debía de aparecer la Virgen con el Niño; la cúpula
principal estaba destinada a la imagen del Pantócrator, generalmente de medio cuerpo y con el libro
cerrado. En el espacio intermedio entre el ábside y la cúpula central solía existir una cúpula de
menor tamaño donde se ubicaban pasajes de especial valor doctrinal como el Pentecostés. Por
debajo de la cúpula principal, en las trompas o pechinas sobre las que se asienta, se ven imágenes de
temática así como la Natividad, el Bautismo y la Presentación en el Templo. En el nivel inferior y
en el intradós de los arcos se situaban distintas imágenes de santos, obispos, profetas, ángeles,
apóstoles, etc. todos ellos en un mismo plano de importancia con los iconos situados en el
iconostasio.
Iconostasio: Es un elemento de separación formado por tres puertas, generalmente de
madera, que cerraba el área más sagrada del templo, el presbiterio, restringida al clero donde la
gente de a pie no podía acceder que se abrían y cerraban en determinados momentos a lo largo de la
liturgia. Su nombre procede del griego y significa “exposición de iconos”, pues servían como
soporte de imágenes pintadas.
La codificación el arte figurativo dictada por la Hermeneia conduce también a que cada
elemento de la representación tenga una función asignada de manera que las vestiduras de los
personajes indiquen con claridad su identidad o rango, un lenguaje gestual en las figuras. Se
establece un determinado tipo de rostro para categoría de personajes, llegando a ser
intercambiables.
entronizados, equiparados en un mismo plano con falta de volúmenes en las figuras, se aprecia que
se realizan la postura de la Oblatio ofreciéndole a las figuras centrales una bolsa de monedas y un
royo de privilegios. Existía un preciosismo de los detalles, evocándose tanto el poder terrenal como
el celestial a través de la pedrería y el lujo. Asimismo se aprecia una cierta voluntad retratista en el
rostro de Juan II Comneno como en el de su esposa Irene, cuya palidez y cabello rubio trenzado
revela sus orígenes húngaros. En Niño Jesús se muestra aquí con una particular rigidez y
solemnidad, mientras porta el rollo de su Nueva Ley y bendice con la mano. La representación del
Niño con rostro de adulto, semblante sombrío y cejas gruesas, será habitual a partir del Periodo
Medio. Esto es lo que se conoce como el Niño-hombre bizantino, cuyo rostro puede incluso
aparecer definido por sombras y líneas que parecen arrugas, sacrificando la ternura infantil y
cualquier ideal de belleza en beneficio del concepto de autoridad.
Los conjuntos de mosaicos más completos que conservamos se sitúan en provincias
periféricas de la capital y concretamente en Grecia. De época macedónica, el más destacado es el de
Katholikon de Hosios y Lukás, fechado en el primer cuarto del siglo XI. El ábside de la iglesia se
decora con la imagen de la 66 Virgen entronizada con el Niño. En la pequeña cúpula del tramo
que precede al ábside encontramos la escenas del 66 Pentecostés, donde los 12 apóstoles reciben al
Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego que surgen del cielo y aparecen aquí como pequeñas
llamas sobre sus cabezas. Estos tienen un aspectos bastante uniforme, aunque presenta una cierta
variedad de rasgos en cuanto a su peinado y color de pelo, las posturas y su emparejamiento dos a
dos forman parte de un lenguaje completamente estereotipados.
En el nártex se disponen una serie de escenas pertenecientes a la Pasión y a los episodios
posteriores a la muerte de Cristo, como es la famosa 67 representación de la Anástasis, un tema
característico del arte bizantino de esta época. Procede de un evangelio apócrifo que cuenta cómo
Cristo desciende a los infiernos para liberar a los justos del Antiguo Testamento, que no habían
tenido la oportunidad de salvarse por no haber precedido al Mesías, se trata de la redención de los
justos no bautizados. La simplicidad compositiva limita el número de personajes a las figuras de
Adán y Eva ancianos, agarrados por Jesús para salir del Hades (cuyas puertas aparecen a sus pues),
y a los reyes Salomón y David, en el lado izquierdo.
En cuanto a los mosaicos de época Comnena en otro monasterio griego, la iglesia principal
o Katholikon de Dafni, fechado en el año 1100, donde las escenas se disponen en el sitio que les ha
sido asignado de manera preconcebida, conforme a la precisa jerarquización iconográfica e los
espacios establecida por la Hermeneia. 68 Cristo Pantócrator, en la cúpula central, presenta un
aspecto severo y deshumanizado, donde la voluntad de mostrarlo como Señor imponente y Juez
Supremo lleva a una distorsión de su figura de corte expresionista. La sombra bajo sus ojos y las
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duras líneas del rostro parecen querer infundir temor y respeto. El estilo de la cúpula contrasta con
el resto del programa iconográfico, cada espacio se concibe como un registro semántico de distinta
categoría.
En la zona del nártex encontramos mosaicos de alta calidad encontramos el mosaico de 70
La Traición de Judas muestra la evolución estilística del mosaico en época de los comnenos. Una
escena poblada de múltiples personajes con una cierta individualidad entre cada uno de ellos, una
particularidad expresiva y visible en el rostro melancólico de Cristo.
Existe también un tipo de representación recurrente en los marfiles bizantinos de esta época
como son placas conmemorativas especialmente representativas del Cesaropapismo y de la noción
de la soberanía por designio divino. Un buen ejemplo es el 73 papel de Romano III y Eudoxia de
24,6 cm por 15,5 cm y datado del siglo XI, el estilo de piezas es bien distinto al de los otros
ejemplos de marfil, encontramos unas figuras frontales, inmóviles y solemnes, la atención del
tallista se centra en los símbolos, materiales del poder, en la pedrería y las ropas de la ceremonia, el
escabel de Cristo, que además de la plataforma que lo aleja del suelo mundano, constituye una
representación simbólica de la Iglesia sustentada por 12 arcos.
Además, encontramos algunos ejemplos de orfebrería muy refinada, aunque quedan
muchísimos menos de los que realmente existieron. Los metales y las piedras preciosas o
semipreciosas se fundieron y reutilizaron con asiduidad. El ajuar constantinopolitano del Periodo
Medio debió ser de una magnificencia incalculable. La conquista de Constantinopla en 1204
durante la Cuarta Cruzada, implicó el expolio de la capital y sus tesoros. Solo los que tenían un
valor religioso o contenían reliquias fueron preservados en iglesias occidentales, como el 74 Cáliz
del Emperador Romano II, cuya copa es una pieza de ónice horado del siglo IV d.C., a la que se
le añadió un pie de plata recorrido de pequeñas perlas y placas de oro, que rodean los bustos de
Cristo y la Virgen, realizados en esmalte. En el mismo tesoro veneciano encontramos la asombrosa
Pala d’Oro, un retablo de oro y plata del siglo X.
La Reconquista de Constantinopla por los bizantinos se produjo en el 1261. Los cruzados
habían sido capaces de tomar la ciudad, pero no llegaron nunca a establecer un dominio efectivo
sobre el resto del territorio. Tras la recuperación de la capital, Miguel VIII Paleólogo, fue
reconocido emperador, inaugurando una dinastía, la última de Bizancio. El Impero sucumbirá
definitivamente ante los turcos en 1453, tras casi mil años de historia. Pero la herencia cultural
bizantina pervivió mucho más allá. Por esta razón el Imperio Bizantino representa uno de los
fenómenos culturales más poderosos influyentes y duraderos de la Historia del Arte.