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El dualismo de propiedades no hace ninguna defensa de la división entre una sustancia material y
una sustancia inmaterial, pero considera irreducible los fenómenos mentales a fenómenos físicos.
La mejor ilustración de esta postura la encuentro en un libro de relativamente reciente aparición
que se titula “Psicología cartesiana y mentes físicas” (Wilson, 1995). Son dos las aseveraciones
que se hacen en el dualismo de propiedades:
Los dualistas de propiedades prefieren llamarse mentalistas, porque lo mental alude a una
propiedad más que a una sustancia (cosa). Así, Kim (1998) considera que es mejor hablar de
mentalidad que, por ejemplo, hablar de “una mente”, o “tener una mente”. Entonces, al hablar de
mentalidad estamos expresando una propiedad, característica o capacidad que poseen los
humanos y algunos animales superiores, a diferencia, por ejemplo, de lápices o rocas. Si decimos
que X tiene mentalidad se está afirmado que X puede realizar una serie de comportamientos y
funciones como la sensación, la percepción, la memoria, el aprendizaje, la conciencia, la acción,
etcétera (Kim, 1998, p. 5).
El dualismo de propiedades, entonces, es compatible con un materialismo no-reduccionista.
Sería una especie de dualismo metodológico dentro de un materialismo metafísico. Una de las
formas para entender el dualismo de propiedades es la idea de la irreductibilidad del lenguaje que
se emplea para designar eventos mentales.
Por ejemplo, la conciencia no puede ser reducida solo al lenguaje del cerebro porque se estaría
perdiendo una explicación de lo cualitativamente distinto que es el fenómeno de la conciencia
(recuérdese los qualia del capítulo anterior) del funcionamiento cerebral describible en el lengua-
je neurofisiológico.
Thomas Nagel y los murciélagos
Nagel en su famoso artículo “¿Qué se siente ser un Murciélago?” (1997) sugiere que la
cualidad especial de aquello que llamamos “mental” es que haya algo que es, para ese
organismo, qué significa ser ese organismo. Por ejemplo, hay algo que es ser Albert Einstein, o
algo que es ser Alejandro, o Rocío o cualquier persona, hay algo que es ser como cada uno de
ellos, para cada uno de ellos, desde un punto de vista que constituye la perspectiva de la primera
persona. Así como hay algo que es ser un particular murciélago. Esto nos permite ver problemas
que puedan tener concepciones alternativas de la mente.
Para Nagel no se debe nunca abandonar nuestras referencias a la primera persona, la entidad
subjetiva, en nombre de una objetividad que no funcionaría en la psicología, si es que se quiere
mantener una explicación adecuada de la mentalidad humana. Todo intento por abandonar las
propiedades subjetivas nos alejará de la comprensión del ser humano. Dice:
La intuición que quiere Nagel que compartamos es que tanto la física como la fisiología nos
describen y explican perfectamente los movimientos de los cuerpos físicos, y si esto es así,
parece que ni en la física ni en la fisiología habría ningún dato que nos dijera cómo es ser ese
cuerpo particular que somos nosotros. La conclusión es que la mentalidad debe ser algo más que
lo descrito por los procesos físicos y fisiológicos.
Las críticas vienen especialmente de aquellos que quieren ver a la psicología como una
ciencia. Pero ellos mismo cuestionan la concepción de ciencia que Davidson asume como
adecuada.
Como vimos, la concepción que tiene Davidson de las leyes es que éstas son herramientas
imprescindibles para la explicación y la predicción. Esta concepción de explicación está asociada
a la idea que las explicaciones científicas son explicaciones causales. Pero si las explicaciones
científicas son explicaciones causales, y en la psicología no hay leyes entonces, en la ausencia de
leyes, no hay explicación causal y por lo tanto, no hay explicación científica.
Davidson endosa también el llamado análisis humeano de la causalidad, lo que llama el
“carácter nomológico de la causalidad” (1980, p. 215) aunque no encuentro un texto suyo que
argumente a favor de este principio causal. De acuerdo con este principio, los eventos que están
causalmente relacionados, cuando se les describe de una manera, son instancias de una ley. El
punto central es que ciertas descripciones de los eventos podrían no ser instancias de las leyes,
pero eso no significaría que no haya leyes que son instanciadas en una relación causal particular.
Si una relación causal no es nómica, esto es por la descripción escogida. Si se hubiera hecho
bajo una descripción particular, sería una instancia de una ley. Y esa descripción es, para
Davidson, una física:
Cada proposición causal singular verdadera está amparada por una ley estricta que conecta los
eventos de unos tipos a los cuales los eventos mencionados como causa y efecto pertenecen.
Donde hay leyes, por más que estén en borrador, pero leyes homonómicas, hay leyes que
dependen de conceptos del mismo dominio conceptual y de los cuales no hay mejora en el punto
de precisión y comprensividad. Argumentamos…que tales leyes ocurren en las ciencias físicas
(1980, p. 223-224).
La concepción de leyes homonómicas se refiere a la distinción entre leyes homonómicas y
generalizaciones heteronómicas. Las leyes homonómicas son aquellas cuyas generalizaciones
pueden ser mejoradas y hechas más precisas utilizando el mismo vocabulario de la
generalización original. Las generalizaciones heterónomas—y no leyes—son aquellas
generalizaciones que cuando son instanciadas tenemos razón para creer que hay una ley precisa
en acción pero que sólo puede ser citada cambiando a un vocabulario diferente (1980b, p. 219).
Las leyes homonómicas serían patrimonio de las ciencias físicas y la psicología podría aspirar en
el mejor de los casos a generalizaciones heterónomas.
Más adelante añade: “Si un evento causa otro, existe una ley estricta que son instanciados
cuando son apropiadamente descritos” (1980, p. 224).
El problema con esta construcción de las relaciones causales es que vuelve la explicación
causal en términos no-físicos en algo vacío. Si se le aplicara a los eventos mentales resultaría en
eventos que serían inertes en las relaciones causales.
Davidson aceptaría que hay eventos que están causalmente relacionados y que, sin embargo,
no estarían nomológicamente relacionados. Esto es lo que caracterizaría, según él un evento
causal psicológico. Pero eso ocurre porque es un evento que tiene una descripción psicológica.
Recordemos que Davidson cree en la “causación humeana”, que requiere de la subsunción
nomológica para que exista la relación causal. De manera que Davidson tendría que reconciliar
la causación humeana con el anomalismo de lo mental. La única forma de salir de este embrollo,
y ésta es su propuesta, es postular la existencia de otra descripción que puede ser
nomológicamente subsumible. Una descripción física es la que garantiza la causalidad
nomológica:
Pero es posible…conocer la relación causal singular sin conocer la ley o la descripción
relevante….Vemos que es posible saber que un evento mental es idéntico con algún evento
físico sin saber cuál (en el sentido de ser capaz de darle una descripción física única que lo
subsume bajo la ley relevante) (Davidson 1980, p. 224).
La propuesta de Davidson no salva a los eventos mentales de ser causalmente irrelevantes.
Para que postulara la existencia de las leyes en psicología como un desideratum que, por el
carácter de los estados mentales, estamos todavía muy lejos de obtener 1 Pero el que no haya
leyes disponibles en psicología conduciría a una fatal consecuencia. De acuerdo al monismo
anómalo, cada evento mental es una instancia de un evento físico. Y los eventos mentales son
instancias de leyes—aquellas que Davidson cree que son apropiadas para la explicación causal.
Si los eventos físicos son instancias de las leyes eso es porque sus propiedades son causalmente
relevantes. Esto dejaría a las propiedades mentales o bien redundantes o bien inertes.
Paradójicamente, abogando por el no-reduccionismo, Davidson estaría implícitamente
promoviendo el reduccionismo como la única vía alternativa para evitar la inercia causal y
asegurar una explicación causal apropiada.
La visión de la ciencia de Davidson es un ejemplo del modelo ortodoxo de la cobertura legal
que atribuye también una visión ortodoxa de la física como la ciencia paradigmática y que luego
espera que las demás ciencias se adapten a ella. No se requiere mucha argumentación para
demostrar que Davidson comparte una visión de la ciencia que está alejada de la práctica real, y
qué decir de la práctica en otras disciplinas científicas.
1
Recientemente, y quizás como resultado de las críticas, Davidson ha admitido que podría haber
generalizaciones en psicología—incluyendo algunas que relacionarían lo mental con lo físico—que merezcan ser
llamadas leyes. Davidson dice que estas “leyes relacionando lo mental y lo físico no son como las leyes de la
física” (1985, p. 45). Pero esto estaría patentemente en conflicto con la tesis del monismo anómalo que implica
que no hay leyes psicológicas o psicofísicas, ni estrictas ni no-estrictas.
Una posible alternativa a la propuesta acerca de la explicación de Davidson implicaría discutir
lo siguiente: el rol de las leyes en la ciencia, la relación entre la explicación y la causalidad, y la
relación entre la explicación y la predicción.
Finalmente, pocas veces encontramos un énfasis en el papel de las teorías en la explicación.
Davidson rara vez lo menciona, y, sin embargo, pareciera que las teorías pueden cumplir un
papel de notable valor explicativo de los fenómenos. En efecto, contra la crítica que las leyes
pueden ser poco informativas y poco explicativas, las teorías proporcionan conceptos,
presuposiciones metafísicas y tienen rango dentro de la autonomía de las diferentes disciplinas.