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Dualismo de propiedades

El dualismo de propiedades no hace ninguna defensa de la división entre una sustancia material y
una sustancia inmaterial, pero considera irreducible los fenómenos mentales a fenómenos físicos.
La mejor ilustración de esta postura la encuentro en un libro de relativamente reciente aparición
que se titula “Psicología cartesiana y mentes físicas” (Wilson, 1995). Son dos las aseveraciones
que se hacen en el dualismo de propiedades:

1. No hay una sustancia pensante distinta al cuerpo (contra la tesis cartesiana).


2. Las propiedades mentales del cuerpo (el cerebro en el caso humano), no son materiales en
el sentido en que no podemos, en principio, explicarlas solo en términos de propiedades
físicas. Por lo tanto, lo mental requiere una ciencia que no sea reducible a las ciencias
físicas.

Los dualistas de propiedades prefieren llamarse mentalistas, porque lo mental alude a una
propiedad más que a una sustancia (cosa). Así, Kim (1998) considera que es mejor hablar de
mentalidad que, por ejemplo, hablar de “una mente”, o “tener una mente”. Entonces, al hablar de
mentalidad estamos expresando una propiedad, característica o capacidad que poseen los
humanos y algunos animales superiores, a diferencia, por ejemplo, de lápices o rocas. Si decimos
que X tiene mentalidad se está afirmado que X puede realizar una serie de comportamientos y
funciones como la sensación, la percepción, la memoria, el aprendizaje, la conciencia, la acción,
etcétera (Kim, 1998, p. 5).
El dualismo de propiedades, entonces, es compatible con un materialismo no-reduccionista.
Sería una especie de dualismo metodológico dentro de un materialismo metafísico. Una de las
formas para entender el dualismo de propiedades es la idea de la irreductibilidad del lenguaje que
se emplea para designar eventos mentales.
Por ejemplo, la conciencia no puede ser reducida solo al lenguaje del cerebro porque se estaría
perdiendo una explicación de lo cualitativamente distinto que es el fenómeno de la conciencia
(recuérdese los qualia del capítulo anterior) del funcionamiento cerebral describible en el lengua-
je neurofisiológico.
Thomas Nagel y los murciélagos
Nagel en su famoso artículo “¿Qué se siente ser un Murciélago?” (1997) sugiere que la
cualidad especial de aquello que llamamos “mental” es que haya algo que es, para ese
organismo, qué significa ser ese organismo. Por ejemplo, hay algo que es ser Albert Einstein, o
algo que es ser Alejandro, o Rocío o cualquier persona, hay algo que es ser como cada uno de
ellos, para cada uno de ellos, desde un punto de vista que constituye la perspectiva de la primera
persona. Así como hay algo que es ser un particular murciélago. Esto nos permite ver problemas
que puedan tener concepciones alternativas de la mente.
Para Nagel no se debe nunca abandonar nuestras referencias a la primera persona, la entidad
subjetiva, en nombre de una objetividad que no funcionaría en la psicología, si es que se quiere
mantener una explicación adecuada de la mentalidad humana. Todo intento por abandonar las
propiedades subjetivas nos alejará de la comprensión del ser humano. Dice:

Ciertamente, no parece que nos acercaremos a la naturaleza verdadera de la experiencia


humana dejando de lado la particularidad del punto de vista humano y buscando una
descripción en términos accesibles a seres que no pudieran imaginar qué es ser como
nosotros. Si el carácter subjetivo de la experiencia es comprensible totalmente solo
desde un punto de vista, entonces, cualquier cambio hacia una mayor objetividad —
esto es, menor compromiso con un punto de vista específico— no nos lleva más cerca
de la naturaleza real del fenómeno: nos lleva más lejos de él (1997, p. 523).

La intuición que quiere Nagel que compartamos es que tanto la física como la fisiología nos
describen y explican perfectamente los movimientos de los cuerpos físicos, y si esto es así,
parece que ni en la física ni en la fisiología habría ningún dato que nos dijera cómo es ser ese
cuerpo particular que somos nosotros. La conclusión es que la mentalidad debe ser algo más que
lo descrito por los procesos físicos y fisiológicos.

Daniel Dennett y la perspectiva intencional


Para Dennett el dualismo de propiedades tiene sentido, si adoptamos diferentes perspectivas
para estudiar los fenómenos. Para explicar y predecir el comportamiento humano, sostiene
Dennett, debemos invocar a la psicología popular, y nuestro éxito en esta comprensión se basa,
de acuerdo a Dennett en que, de hecho adoptamos “la perspectiva intencional” (“the intentional
stance”).
Las perspectivas son estrategias. Escogemos la estrategia que mejor nos puede servir para
cada caso. Como vimos anteriormente, Dennett cree que hay tres diferentes perspectivas para
comprender y predecir el comportamiento de una persona: la perspectiva física, la perspectiva de
diseño y la perspectiva intencional.
En la perspectiva física nuestras predicciones son basadas en nuestro conocimiento y
determinación de la constitución física del sistema, y las leyes de la naturaleza que gobiernan ese
fenómeno particular. Dennett nos proporciona algunos ejemplos de predicciones desde la
perspectiva física: “‘Si prendes el interruptor, recibirás un shock eléctrico horrible’, y ‘Cuando
viene la nieve, la rama se romperá’” (1978, p. 237). Dennett considera que la perspectiva física
es particularmente fructífera para las instancias de rotura, destrozo, o mal funcionamiento,
“donde la condición que impide la operación normal está generalizada y es fácilmente
localizable, v.g., ‘Nada pasará cuando escribas a máquina la pregunta, porque no está enchufada”
(1978, p. 237).
Algunas veces es útil e indispensable pasar a la siguiente perspectiva, la del diseño. En esta
perspectiva uno ignora los detalles de lo físico y predice basado en el conocimiento del diseño
del sistema. Las predicciones son acertadas en tanto el sistema se comporta como fue diseñado, y
considerando que no haya una falla. Las predicciones de este tipo son del modo “que el sistema
se comportara como ha sido diseñado para comportarse bajo diversas circunstancias” (1990, p.
17). La característica más importante de esta perspectiva es la ausencia de la descripción física
del sistema. Si sabemos lo que un reloj-alarma es capaz de hacer, podemos predecir su
comportamiento independientemente del conocimiento de su estructura física interna (podría ser
alimentado por baterías, o con luz solar, sus partes móviles hechas de bronce, etc.). Es
interesante notar aquí que en la perspectiva de diseño, no solamente se puede hacer predicciones
de artefactos sino también de objetos biológicos.
Cuando estamos frente a sistemas complejos, las perspectivas anteriores son insuficientes y
tenemos que adoptar la perspectiva intencional. Dennett explica cómo funciona:
Primero se decide tratar al objeto cuya conducta se quiere predecir como si fuera un
agente racional; luego, hay que tratar de imaginar qué creencias debiera tener, dado su
lugar en el mundo y su propósito. Luego, se trata de imaginar los deseos que tiene…y
finalmente, se predice la forma en que actuará el agente racional para llevar a cabo sus
objetivos a partir de sus creencias. Un poco de razonamiento práctico a partir de un
conjunto escogido de creencias y deseos, permitirá en la mayoría de los casos—y no en
todos--llegar a una decisión acerca de lo que el agente debe hacer; eso es lo que se
predice que el agente hará (1990, p. 17).

Cualquier objeto cuyo comportamiento es predecible vía la postura intencional es denominado


un “sistema intencional”.
Dennett considera que la tarea de distinguir aquellos sistemas intencionales que realmente
tienen creencias y deseos de aquellos que simplemente se los adscribimos para fines prácticos,
no tiene sentido. Lo que importa es el hecho de que funcione la perspectiva intencional. En
algunos casos es esta estrategia la que proporciona la herramienta predictiva más poderosa
(Dennett, 1990, p. 23).
Por ejemplo, nos encontramos con Dennett (1987), que sostiene que para explicar óptimamen-
te la conducta humana debemos escoger entre tres posibles perspectivas o posturas: la postura
física, la postura de diseño y la postura intencional. La primera hace referencia a la estructura
física, la segunda tiene una connotación más bien teleológica: se analiza el comportamiento de
acuerdo a cómo fue pensado que actuara, independientemente de su realización física.
Sin embargo, para explicar la compleja conducta humana, debemos adoptar la postura
intencional, en la que suponemos que los seres humanos se comportan siguiendo sus deseos y
creencias, bajo una normatividad racional. Por ejemplo, cuando quiero explicar por qué fui a la
refrigeradora, se recurriría a una historia de interacción causal entre mi deseo de tomar cerveza y
mi creencia de que en la refrigeradora están las cervezas. En esta postura no se ha mencionado ni
la configuración física ni el diseño del agente que está actuando.
Como se podrá reconocer, la postura de Dennett no desconoce la fisicalidad de los eventos
mentales, pero atribuye un lenguaje y conexión causal típicos de explicaciones cartesianas. Por
ello, llama a nuestra actividad mental un tipo de “teatro cartesiano” (Dennett, 1991). La vena
fisicalista de Dennett se entiende cuando sugiere que las descripciones que hacemos desde la
postura intencional podrían ser eventualmente reducidas a descripciones de las otras posturas,
pero que por razones metodológicas no es conveniente realizarlas. Precisamente, esta posibilidad
de hacer una reducción ontológica por un lado, pero por razones de conveniencia se prefiere
mantener el lenguaje psicologista en la autonomía de la postura intencional, ha provocado que
Dennett sea considerado un instrumentalista de la psicología popular.

Donald Davidson y el monismo anómalo


Otro dualismo contemporáneo muy influyente es el de Davidson y su doctrina del monismo
anómalo (Davidson, 1980). Como se advierte fácilmente, Davidson rechaza el dualismo
substancial, pero argumenta que la intencionalidad de nuestras descripciones cotidianas y de la
psicología científica no puede ser reducida a descripciones no intencionales. Nuestra interacción
con otros seres humanos requiere que nos veamos como seres racionales que utilizan el aparato
conceptual típico de la psicología popular. Para explicar la conducta humana —y algunas veces
predecirla— atribuimos creencias y deseos a otras personas, utilizando el denominado “principio
de caridad”, que es una presuposición de que los seres humanos son racionales, consistentes y
coherentes con respecto a sus actitudes.
Como se dijo, Davidson es monista, de manera que ontológicamente los seres humanos, en
principio, están hechos de lo mismo que toda la naturaleza física. Sin embargo, no debiéramos
reducir el lenguaje de la psicología —mayormente intencional— a una descripción en un
lenguaje físico, como, por ejemplo, la descripción de los procesos cerebrales. La justificación
para ello es que en el lenguaje de la física no hay lugar para los aspectos normativos de nuestras
descripciones intencionales y, además, la característica de lo mental es tal que evade cualquier
representación vía leyes estrictas como las que encontraríamos en la física. De ahí la
denominación de monismo anómalo.
Las posiciones acerca de la naturaleza de la explicación científica y del estatus de las
diferentes ciencias y de la psicología en particular, dependen de una concepción particular de la
ciencia. Diversos ataques contra la posibilidad de la psicología científica han venido de parte de
filósofos que, tradicionalmente, esperan que cualquier explicación científica se adecue al
llamado modelo de cobertura legal propuesto hace más de cincuenta años por C. Hempel.
Las leyes en psicología
En numerosos artículos muy conocidos Davidson argumenta que no puede haber leyes
psicofísicas o psicológicas que puedan servir como “leyes de cobertura” para ser utilizadas en las
explicaciones psicológicas (Davidson 1980, p. 207-227, y 1980, p. 229-239). En la visión de la
ciencia de Davidson, que claramente señala así: “cualquier cosa como una ciencia completa de lo
mental debiera incluir leyes psicofísicas (Davidson, 1985, p. 249).
El núcleo del argumento de Davidson es que las leyes son las formas apropiadas para
describir las relaciones causales. Y de acuerdo a la doctrina del monismo anómalo, no hay leyes
psicológicas o psicofísicas. De acuerdo a Davidson, el fracaso para descubrir y formular leyes en
psicología se debe a la estructura holística del dominio psicológico, que impide cualquier
conexión nomológica con otros dominios psicológicos o conductuales (Davidson, 1980, p. 217).
Según Davidson, son dos los tipos de leyes que podrían aplicarse a lo mental, de ser posible
su aplicación: leyes que conectan los estados y eventos mentales con los estados y eventos
físicos, las leyes psicofísicas; y las leyes que relacionan los estados y eventos mentales con otros
estados y eventos mentales, las leyes psicológicas. Son estos dos tipos de leyes los que se niegan
cuando se concibe que lo mental es anómalo. La fundamentación de esta negación descansa
sobre las siguientes tres tesis:
Tesis holista: los estados psicológicos no tienen condiciones estables de atribución debido a la
estructura holística del dominio psicológico.
Tesis autónoma: las condiciones de atribución de los estados psicológicos no están abiertas a
la influencia de otros dominios, especialmente el dominio físico, puesto que ningún otro dominio
es una fuente adecuada de evidencia para la atribución de estados psicológicos.
Tesis de la heteronomicidad: podría haber leyes si las posibles generalizaciones psicológicas
pudieran ser estabilizadas—ser más fijas y determinadas.
La imposibilidad de leyes psicofísicas
De acuerdo a Davidson, los eventos mentales tales como percibir, recordar, decidir, y las
acciones se resisten a ser capturadas en una red nomológica de una teoría física (1980). Nos
podríamos preguntar por qué sería tan importante tener leyes psicofísicas y cuál podría ser la
consecuencia de no poder determinarlas. Según algunos, el conocer leyes psicofísicas abriría la
posibilidad de aplicar los conocimientos de la teoría física al campo de lo mental. Esto sería
relevante para el tratamiento de algunas enfermedades mentales, por ejemplo, tratamientos
farmacológicos para la depresión o la esquizofrenia. Por otro lado, de haber esas leyes, se podría
aclarar mejor las relaciones entre lo mental y lo físico.
Las leyes psicofísicas a las que Davidson alude son de dos tipos: Uno, que relaciona los
eventos mentales con los eventos físicos, como cuando un estado mental causa un evento
conductual manifiesto (como en una acción), o en forma inversa, como en el caso de la
percepción. El otro tipo de leyes se refiere a las leyes denominadas “puente”. Una ley puente
identifica las propiedades entre dos teorías. Una ley puente psicofísica identificaría propiedades
mentales tales como “creer que hoy es viernes” con propiedades físicas, probablemente
neurológicas. Me concentraré en el segundo tipo.
La imposibilidad de leyes psicológicas
Las leyes psicológicas serían aquellas que relacionan eventos mentales entre sí. Nuevamente,
el argumento depende de las características holísticas y normativas de lo mental. Dice Davidson:
Es un error comparar una obviedad como “Si un hombre quiere comer una omelette, entonces
lo hará si existe la oportunidad y no hay otro deseo que tenga más importancia” con una ley
que dice cuán rápido cae un cuerpo en el vacío. Es un error, porque en el segundo caso, y no
en el primero, podemos decir por adelantado si se mantiene la condición y podemos saber qué
hacer si no lo hace (1980, p. 217).
Supongamos que queremos construir una ley con el ejemplo propuesto. Para que se cumpla el
antecedente de la condicional alguien debiera querer comerse una omelette. Pero el saber si esa
condición se cumple es parte de una visión del agente como un ser racional. Si resulta o no
comiendo la omelette puede ser un factor para interpretar o no que quiere comérsela. Sin
embargo, el que la haya comido o no, no es determinante en que haya podido querer o no
comerla. El antecedente y consecuente son elementos que se encuentran en la interpretación de
un agente, y por lo tanto, se relacionan entre sí como parte de una red holística. Si se pudiera
especificar todas las creencias y deseos individualmente e independientemente de cada una, se
podría establecer la ley psicológica al modo como Davidson esperaría. Pero el carácter holístico
y normativo lo hace imposible. Según Davidson lo que se necesita en el caso de una acción, si
fuéramos a predecir sobre la base de las creencias y deseos, es un cálculo cuantitativo que reúna
todas las creencias y los deseos. No hay esperanza de refinar el patrón simple de la explicación
sobre la base de las razones en tal cálculo.
La conclusión se sigue de lo anterior: Si la característica esencial de la ciencia es la presencia
de leyes, entonces la imposibilidad de leyes psicofísicas y psicológicas implicaría que la
psicología no puede ser una ciencia en un sentido estricto.

¿Hay “entidades mentales”? Crítica a la concepción de la psicología popular según


Dennett
Un asunto que provoca la tenencia o no del dualismo de propiedades es el problema del
realismo de la psicología popular. Hay quienes defienden la realidad de las entidades mentales—
actitudes proposicionales—y otros que las interpretan como meras ficciones explicativas. Como
complemento de lo visto anteriormente acerca del dualismo de propiedades, discutiremos a
continuación la llamada “posición instrumentalista” de D. Dennett.
Para Dennett, la psicología popular es un importante fenómeno de la naturaleza (1990, p. 47),
y si suponemos que psicología popular es una teoría aproximadamente verdadera, entonces sería
una buena candidata para su inclusión en la ciencia. Sin embargo, la estrategia de la psicología
popular como perspectiva intencional en la concepción de Dennett es peligrosamente
instrumentalista.
Dennett ha sugerido que “la psicología popular puede mejor ser vista como un cálculo
racionalista de interpretación y predicción—una idealización, abstracta, un método
instrumentalista que ha evolucionado porque funciona, y funciona porque ha evolucionado”
(1990, p. 49).
En su concepción, ¿es la psicología popular meramente un cálculo simple y útil? ¿No tiene
algún compromiso realista? Algunos filósofos considera que cualquier forma de
instrumentalismo es un implícito rechazo del realismo científico, la visión que sostiene que el
objetivo de la ciencia es la descripción y explicación de los aspectos observables del mundo
existente (Boyd, p. 218).
El instrumentalismo clásico es la concepción que sostiene que las teorías son meros
instrumentos que nos permiten predecir los fenómenos. Una buena teoría instrumentalista es
aquella que nos permite hacer predicciones confiables, mientras que la mala sería la que no
produce predicciones confiables. Las entidades teoréticas postuladas por la teoría no tienen que
existir realmente para validar la teoría y por lo tanto proporcionar una buena explicación.
Algunos van más lejos y sostienen que aún la teoría misma no tiene porqué ser verdadera, con
tal que haga buenas predicciones.
Consideremos la teoría atómica. El instrumentalista estará interesado en calcular y predecir.
Entonces, no hay necesidad de agobiarse con preguntas como “¿existen verdaderamente los
electrones?” Los electrones son sólo entidades teoréticas que pueden simplemente no existir. Un
instrumentalista no diría que los electrones existen (o no existen) sino que son importantes y
útiles en la predicción de diferentes fenómenos observables. Por lo tanto, el instrumentalista se
rinde ante la perspectiva de la búsqueda de la realidad de los electrones. Los instrumentalistas,
por lo tanto, no perseguirían las explicaciones empíricas de las entidades inobservables. Para el
instrumentalista, una creencia sólo está justificada por la fundamentación de la evidencia
empírica, pero como las entidades teoréticas no observables no pueden satisfacer esa evidencia,
serían descartadas.
Un primer problema con los instrumentalistas radica en que están comprometidos con una
forma de idealismo con respecto a sus teorías. Si algo existe tiene que ser observable. Pero las
entidades teoréticas son, por definición, inobservables. Por lo tanto, las entidades teoréticas no
existen.
Un segundo problema es que las teorías, en tanto proporcionen predicciones buenas son
correctas. Los astrólogos, gurús, e inclusive médiums podrían, en algunos casos conducirnos a
predicciones correctas. De acuerdo con esto, la predicción estaría asociada a la explicación del
fenómeno.
Curiosamente la historia de la ciencia nos proporciona una larga lista de teorías que
funcionan, esto es, hacen predicciones medianamente exactas y sin embargo, estuvieron bajo la
presuposición de entidades no-existentes. Esto es lo que se llama una teoría no-referencial. Entre
las teorías mencionadas por Laudan están las esferas cristalinas de la astronomía, la teoría
efluvial de la electricidad, la teoría del flogisto, la teoría vibratoria del calor, las teorías vitalistas
de la fisiología, la teoría del éter óptico y electromagnético (1991, p. 232).
Dennett, debe ser dicho, no está tratando de crear una de estas teorías, que aunque fuera
exitosa, fuera no-referencial con respecto a muchos de los conceptos explicativos. En la teoría de
Dennett, las creencias y deseos no son pensadas como estados internos del sistema que produce
comportamiento. Dennett compara las creencias y deseos a centros de gravedad y
paralelogramos de fuerzas. Esto es lo que, en su visión, denomina, una perspectiva abstracta de
la psicología popular: “la gente tiene creencias y deseos…de la misma forma como tienen
realmente centros de gravedad y la tierra tiene un ecuador” (Dennett, 1990, p. 53).
Las analogías pueden ser útiles a menudo. En este caso, sin embargo, no parece ayudar a
defender a Dennett de la acusación de instrumentalista. Pensemos, ¿tiene realmente la tierra un
ecuador o es solamente una ficción útil? Tal como sabemos en física, el centro de gravedad es un
punto matemático equivalente a la presuposición de que toda la materia gravita. De manera, que
¿en qué sentido se puede afirmar que existen centros de gravedad?
Dennett explícitamente sostiene que la cuestión acerca de la existencia real de objetos
abstractos tales como centros de gravedad nos llevaría por dos caminos distintos: uno metafísico
y otro científico (1991b). El primero está relacionado con la existencia real de los objetos
abstractos. Sin embargo, argumenta Dennett, eso es de poca importancia para la ciencia. Veamos
el ejemplo de Dennett de un objeto abstracto: “El centro de la media perdida de Dennett: el punto
definido como el centro de la esfera más pequeña que puede ser inscrita alrededor de todas las
medias que haya perdido toda mi vida” (1991b, p. 28). El estatus metafísico del “centro de la
media perdida de Dennett” es el mismo que el de los centros de gravedad. Sin embargo, si
analizamos los “centros de medias perdidas” no vamos a ningún lado. Por el contrario, Dennett
parecería interesado en los centros de gravedad en la medida que puedan ser tomados seriamente,
aprender acerca de ellos, y utilizarlos.

Las críticas al monismo anómalo de Davidson como ataque a la psicología

Las críticas vienen especialmente de aquellos que quieren ver a la psicología como una
ciencia. Pero ellos mismo cuestionan la concepción de ciencia que Davidson asume como
adecuada.
Como vimos, la concepción que tiene Davidson de las leyes es que éstas son herramientas
imprescindibles para la explicación y la predicción. Esta concepción de explicación está asociada
a la idea que las explicaciones científicas son explicaciones causales. Pero si las explicaciones
científicas son explicaciones causales, y en la psicología no hay leyes entonces, en la ausencia de
leyes, no hay explicación causal y por lo tanto, no hay explicación científica.
Davidson endosa también el llamado análisis humeano de la causalidad, lo que llama el
“carácter nomológico de la causalidad” (1980, p. 215) aunque no encuentro un texto suyo que
argumente a favor de este principio causal. De acuerdo con este principio, los eventos que están
causalmente relacionados, cuando se les describe de una manera, son instancias de una ley. El
punto central es que ciertas descripciones de los eventos podrían no ser instancias de las leyes,
pero eso no significaría que no haya leyes que son instanciadas en una relación causal particular.
Si una relación causal no es nómica, esto es por la descripción escogida. Si se hubiera hecho
bajo una descripción particular, sería una instancia de una ley. Y esa descripción es, para
Davidson, una física:
Cada proposición causal singular verdadera está amparada por una ley estricta que conecta los
eventos de unos tipos a los cuales los eventos mencionados como causa y efecto pertenecen.
Donde hay leyes, por más que estén en borrador, pero leyes homonómicas, hay leyes que
dependen de conceptos del mismo dominio conceptual y de los cuales no hay mejora en el punto
de precisión y comprensividad. Argumentamos…que tales leyes ocurren en las ciencias físicas
(1980, p. 223-224).
La concepción de leyes homonómicas se refiere a la distinción entre leyes homonómicas y
generalizaciones heteronómicas. Las leyes homonómicas son aquellas cuyas generalizaciones
pueden ser mejoradas y hechas más precisas utilizando el mismo vocabulario de la
generalización original. Las generalizaciones heterónomas—y no leyes—son aquellas
generalizaciones que cuando son instanciadas tenemos razón para creer que hay una ley precisa
en acción pero que sólo puede ser citada cambiando a un vocabulario diferente (1980b, p. 219).
Las leyes homonómicas serían patrimonio de las ciencias físicas y la psicología podría aspirar en
el mejor de los casos a generalizaciones heterónomas.
Más adelante añade: “Si un evento causa otro, existe una ley estricta que son instanciados
cuando son apropiadamente descritos” (1980, p. 224).
El problema con esta construcción de las relaciones causales es que vuelve la explicación
causal en términos no-físicos en algo vacío. Si se le aplicara a los eventos mentales resultaría en
eventos que serían inertes en las relaciones causales.
Davidson aceptaría que hay eventos que están causalmente relacionados y que, sin embargo,
no estarían nomológicamente relacionados. Esto es lo que caracterizaría, según él un evento
causal psicológico. Pero eso ocurre porque es un evento que tiene una descripción psicológica.
Recordemos que Davidson cree en la “causación humeana”, que requiere de la subsunción
nomológica para que exista la relación causal. De manera que Davidson tendría que reconciliar
la causación humeana con el anomalismo de lo mental. La única forma de salir de este embrollo,
y ésta es su propuesta, es postular la existencia de otra descripción que puede ser
nomológicamente subsumible. Una descripción física es la que garantiza la causalidad
nomológica:
Pero es posible…conocer la relación causal singular sin conocer la ley o la descripción
relevante….Vemos que es posible saber que un evento mental es idéntico con algún evento
físico sin saber cuál (en el sentido de ser capaz de darle una descripción física única que lo
subsume bajo la ley relevante) (Davidson 1980, p. 224).
La propuesta de Davidson no salva a los eventos mentales de ser causalmente irrelevantes.
Para que postulara la existencia de las leyes en psicología como un desideratum que, por el
carácter de los estados mentales, estamos todavía muy lejos de obtener 1 Pero el que no haya
leyes disponibles en psicología conduciría a una fatal consecuencia. De acuerdo al monismo
anómalo, cada evento mental es una instancia de un evento físico. Y los eventos mentales son
instancias de leyes—aquellas que Davidson cree que son apropiadas para la explicación causal.
Si los eventos físicos son instancias de las leyes eso es porque sus propiedades son causalmente
relevantes. Esto dejaría a las propiedades mentales o bien redundantes o bien inertes.
Paradójicamente, abogando por el no-reduccionismo, Davidson estaría implícitamente
promoviendo el reduccionismo como la única vía alternativa para evitar la inercia causal y
asegurar una explicación causal apropiada.
La visión de la ciencia de Davidson es un ejemplo del modelo ortodoxo de la cobertura legal
que atribuye también una visión ortodoxa de la física como la ciencia paradigmática y que luego
espera que las demás ciencias se adapten a ella. No se requiere mucha argumentación para
demostrar que Davidson comparte una visión de la ciencia que está alejada de la práctica real, y
qué decir de la práctica en otras disciplinas científicas.

1
Recientemente, y quizás como resultado de las críticas, Davidson ha admitido que podría haber
generalizaciones en psicología—incluyendo algunas que relacionarían lo mental con lo físico—que merezcan ser
llamadas leyes. Davidson dice que estas “leyes relacionando lo mental y lo físico no son como las leyes de la
física” (1985, p. 45). Pero esto estaría patentemente en conflicto con la tesis del monismo anómalo que implica
que no hay leyes psicológicas o psicofísicas, ni estrictas ni no-estrictas.
Una posible alternativa a la propuesta acerca de la explicación de Davidson implicaría discutir
lo siguiente: el rol de las leyes en la ciencia, la relación entre la explicación y la causalidad, y la
relación entre la explicación y la predicción.
Finalmente, pocas veces encontramos un énfasis en el papel de las teorías en la explicación.
Davidson rara vez lo menciona, y, sin embargo, pareciera que las teorías pueden cumplir un
papel de notable valor explicativo de los fenómenos. En efecto, contra la crítica que las leyes
pueden ser poco informativas y poco explicativas, las teorías proporcionan conceptos,
presuposiciones metafísicas y tienen rango dentro de la autonomía de las diferentes disciplinas.

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