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Son palabras

El umbral del tiempo en la poética de Coral Bracho

Gloria Vergara
Hilda Rocío Leal Viera

H
ablar de los arquetipos del los elementos cósmicos que confor-
tiempo en la poesía, es re- man la imaginación material de la
tomar las huellas que se teoría bachelariana: el dinamismo
manifiestan en la conformación de del tiempo y su aterrizaje arquetí-
las imágenes representadas; como pico en los poemarios La voluntad
afirma Gastón Bachelard, en ellas del ámbar, Ese espacio, ese jardín y
se revela el instante de la ensoña- Cuarto de hotel.
ción poética como un tiempo ver-
tical que irradia en su explosión i. Los arquetipos del tiempo
una eternidad, el germen de un
mundo. Con esta idea clave de la Desde una fenomenología de la ima-
imagen como incendio y origen del ginación creadora, podemos decir
mundo representado en el poema, que la imagen poética abre los vasos
emprenderemos nuestro abordaje a comunicantes entre la intencionali-
la obra de la poeta mexicana Coral dad del poema y la del lector, enten-
Bracho1. diendo el término intencionalidad a
Analizaremos los arquetipos del partir de la perspectiva husserliana,
tiempo en su poesía, con relación a como la dirección de sentido que se
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Coral Bracho nació en 1951, en la ciudad de México. da en el momento de la lectura y que
Es profesora en la unam. En 1981 obtuvo el Premio permite aparecer al mundo represen-
de Poesía Aguascalientes. Ha publicado Peces de piel
fugaz (1977), Tierra de entraña ardiente (1992) y tado. Con la imaginación creadora,
Jardín del mar. Han sido editadas dos recopilaciones Bachelard antepone la conciencia
de sus poemas: Bajo el destello líquido y Huellas de
luz. Ha traducido Rizoma de Gilles Deleuze y Félix imaginante a la racional en el camino
Guattari, y Apuntes angloafricanos de Doris Lessing.
En el año 2000 fue becaria de la Fundación John
de la experiencia estética y nos lleva a
Simon Guggenheim. Por Ese espacio, ese jardín obtu- la reflexión de la interioridad, pues la
vo en 2003 el Premio Xavier Villaurrutia. Pertenece
al Sistema Nacional de Creadores de Arte.
imagen poética dice, ilumina, revela,

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da lugar a la subjetividad y a la enso- dos» (p. 44). Bachelard no habla de
ñación del ser. una conciencia racional, sino de la
Desde este punto de vista, la ima- conciencia imaginativa que origina la
gen poética provoca la conciencia ensoñación y nos pone frente al fenó-
imaginativa del lector. Según Bache- meno; en ese instante percibimos un
lard, «en las horas de los grandes ha- mundo como si estuviera ocurriendo.
llazgos, una imagen poética puede ser En la medida en que esto pasa, la en-
el germen de un mundo, el germen soñación poética se convierte en una
de un universo imaginado» (1998: ensoñación cósmica, pues a partir de
10). Así, la ensoñación que se origina la imaginación creadora, cuyo origen
en ese universo reanima los recuer- se enclava en el poeta, entramos en
dos, ilustra la memoria; el valor de un proceso de contemplación que nos
una imagen se mide por su capa- revela el alma naciente, la memoria
cidad de explosión, por su aureola a primitiva de los pueblos.
partir de la cual «los poetas nos arras- La imaginación material y la ima-
tran hacia cosmos sin cesar renova- ginación formal, pensadas a partir de

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los elementos cósmicos, sirven a Ba- siguiendo los elementos que funcio-
chelard para trazar la idea de la ima- nan en el radio de acción de la ima-
gen poética como un instante que gen generadora, en los tres poemarios
ilumina todo un cosmos representa- mencionados arriba.
do. En este sentido, la imaginación La imaginación material del mun-
material proporciona los matices que do brachiano pone de manifiesto
nos llevan a la ensoñación; es decir, dos grandes arquetipos temporales:
a la epifanía de la experiencia estéti- el camino y el espejo. De éstos se
ca. Las imágenes cósmicas, en tanto desprenden otros elementos que se
instantes, son arquetipos del tiempo, conforman a su vez como imágenes
de un tiempo lleno, explosivo, que se generadoras en el tiempo vertical de
materializa en el agua, el aire, la tie- los poemas. Ambos actúan como bi-
rra y el fuego; son instantes atrapados sagras del tiempo en el que se cons-
en la palabra; están ahí «mantenidos tituye el ser; representan las fuerzas
listos» —diría Roman Ingarden— centrífugas y centrípetas del devenir
para ser actualizados por el lector en en la representación poética.
pequeñas cápsulas que irradian todo El camino es el arquetipo del dina-
el poema. «En todo poema verdadero mismo temporal. A través de sende-
se pueden encontrar elementos de un ros, pasadizos, calles, Bracho muestra
tiempo detenido, de un tiempo que la continuidad del tiempo. El camino
no sigue el compás, de un tiempo al se hace presente también en el muro,
que llamaremos vertical para distin- en «las líneas breves/ que lo centran»
guirlo de un tiempo común que co- (p. 12), en la puerta, en la ventana,
rre horizontalmente con el agua del en el brocal del pozo, en el dintel, en
río y con el viento que pasa» (p. 94). el umbral de la puerta que siempre
En ese tiempo vertical, simultáneo, aparece abierta, como enfatizando el
explosivo es donde surge el arque- inicio, su continuidad. El tiempo se
tipo como un instante atrapado, en mide por el espacio. Por ejemplo, el
el que se han reunido las fuerzas de pasado se asoma en el simbolismo de
uniones instantáneas, como lo diría lo que la puerta deja: «¿De dónde a
Bachelard, en tanto guía natural de la dónde abre esta puerta?/ ¿Qué va de-
comprensión cósmica. jando/ poco/ a poco/ fuera?» (p. 17).
Pero aquí no nos detendremos en El camino se materializa tanto con
la revisión de la teoría bacheleriana imágenes de tierra cuya diversidad
que hace diálogo con la visión de Ro- va del polvo y la arena, a la puerta,
man Ingarden; nos interesa más bien la ventana, la hiedra, como con la
ver la conformación de los arqueti- imaginación material del agua que
pos en la poética de Coral Bracho, corre, tocando las piedras, y que da
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lugar a la voz, al amor y al amanecer. blancura profunda del muro contie-
El camino es el arquetipo del tiempo ne la dureza de la piedra. La sombra
que fluye, que nunca se detiene, del se manifiesta como una dualidad en
tiempo que nos lleva de una puerta a la noche «vasta y desbordada» (p. 12)
otra; de un principio a otro, es un ar- y contenida en la piedra, en los ros-
quetipo de la vida que siempre pasa; tros fantasmagóricos del muro. En
su manifestación nos deja ver al ser Cuarto de hotel, la piedra transfiere
tocado por el tiempo y arrastrado en su simbolismo al cuerpo que cae en
la corriente temporal. el cuarto. Se establece la analogía del
El espejo, a la inversa del cami- cuarto con el pozo y del cuerpo con
no, es el arquetipo que nos lleva a la piedra cuando la poeta enuncia:
la interioridad del ser. En la poética «La piedra/ que va a caer/ cambia el
de Bracho, este arquetipo deja ver pozo/ y el agua/ que inexorablemen-
el cristal como manifestación del te, en su descenso,/ la alteran» (p.
fuego, aunque también con el agua 14). En esa contemplación analógica,
surge «la gota del espejo» y la con- la poeta se pregunta: «¿qué querrán
ciencia que refleja la interioridad. El decir, insinuar esas caras?» (p. 15). La
espejo se conforma con menos ele- transferencia de la imagen poética va
mentos que el camino; sin embargo, del sujeto que percibe a las piedras.
podría definirse como el arqueti- Ellas son rostros, dicen, aun cuando
po de mayor peso con relación a la se vean como «muecas/ grotescas, ar-
conciencia, en tanto deja pasar otros caicas,/ secas» (p. 15). Así, el cuarto
elementos en su acción refractaria es como la cueva; el sujeto que llega
como la sombra, el jardín y el cuerpo. al cuarto es la piedra que cae al pozo,
y las piedras de los muros, que en
1. La sombra otro poema se veían como tótems de
Marca los límites del tiempo, es por- la cueva, son ahora rostros que dicen,
tadora de otros símbolos, como el que incitan, que concitan en el arro-
dintel, el brocal del tiempo. «Desde bamiento del sujeto contemplador.
esta sombra,/ abre su umbral el tiem-
po» (p. 11). El tiempo irradia su fue- 2. El jardín
go, su luz y las sombras muestran las A partir de la voluntad de la tierra
verdaderas formas de los objetos; con que menciona Bachelard en su visión
la penumbra vuelven, sin embargo, fenomenológica, podemos ubicar el
a su habitual ambigüedad. Hay un jardín como un espacio temporal ar-
símbolo de la dureza y de la sombra quetípico en la obra de Coral Bracho.
que persiste en las imágenes de Bra- Los lugares, contenedores del mun-
cho: la piedra. Frente a la sombra, la do, se manifiestan en los símbolos

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del patio, del cuarto, del hotel, que nación poética. Como fuerzas cen-
apuntan a su vez al jardín como ar- trífuga y centrípeta delinean la tras-
quetipo. Los objetos son sostenidos cendencia del ser en el simbolismo
por el tiempo, «como piedras preci- de la piedra, vista como lo duro, lo
sas/ en un jardín. Como lapsos tra- oscuro del ser que cae, pero que, sin
zados/ sobre un templo» (p. 11). El embargo, se busca en la referencia del
jardín es, a la vez, contenedor de la espejo, del camino.
voz lejana y milenaria, equiparada,
en la imagen, con la hiedra, la selva y ii. El dinamismo temporal
la arena. El jardín es como el templo
y como el hotel en ruinas. El jardín El tiempo en la poesía de Coral Bra-
está lleno de piedras precisas, precio- cho siempre fluye. La eternidad no
sas; es el templo de rostros petrifica- es el tiempo vacío del reloj, ésta se
dos. asoma en el objeto inmanente, en la
trascendencia de los objetos repre-
3. El cuerpo sentados. La poeta toma el instante
El cuerpo como honda planicie, como parte de un cosmos. Cuando
como valle que arde se vuelve el ar- habla de eternidad, de vacío, de sen-
quetipo más importante del fuego dero, nos da la idea de un tiempo que
temporal que se complementa con la fluye en la hendidura de los instantes,
sombra y el jardín. En él se manifies- que vuelve a empezar siempre como
ta el amor, el deseo. Y son el amor y si fuera un mensajero que viene de le-
el deseo los que hurgan el tiempo, los jos. Bracho marca lo cíclico del tiem-
que nos adentran en la hendidura, po con imágenes prolongadas como
en la caída del tiempo representado. el torbellino, que es una especie de
Pero el cuerpo no es un arquetipo de- espiral. Pero la eternidad también es
finido del todo, pues se inserta tanto oscura y profunda, contenedora de
en la sombra como en el simbolismo una voz milenaria, como la sibila
de la piedra y de la voz. de Cumas. Los instantes son las som-
Con lo señalado arriba, podemos bras que vuelven de esa profundidad,
ver al camino y al espejo como los la apertura y la vuelta del tiempo,
arquetipos que determinan el di- el germen del ser; porque ser, en el
namismo temporal en la poesía de tiempo arquetípico de Bracho, es co-
Coral Bracho. Ambos comparten las menzar, formar parte de la dialéctica
imágenes generadoras de la sombra, en la idea de que «lo que no es, co-
el jardín y el cuerpo en el punto de mienza a ser» (p. 56) y lo que es ya no
encuentro de la imagen poética, en es, como ocurre en el guiño agustino
la conformación formal de la imagi- de La voluntad del ámbar.

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En las modulaciones del tiempo, dos, «les da volumen, los hace frescos
las imágenes cósmicas de Bracho y generosos», dice la poeta (p. 11).
muestran la explosión del instante Sólo así trascienden la eternidad en
que irradia la continuidad cuando el instante inmovilizado que se reve-
la poeta enuncia que todo comienza la, que arde.
de nuevo. Siempre está el camino de Hay una dialéctica en el ámbito
vuelta, el umbral, el dintel, la volun- fenomenológico de los objetos que
tad, el ensueño del ser. aparecen en el instante como el ágata
En La voluntad del ámbar, des- que «nimba el tiempo» (p. 14), que
de la eternidad se asoma el tiempo lo corona, y el tiempo que delinea
como la luz que irradia su fuerza en a los objetos. Se hacen ver el uno al
los objetos. Bracho ubica esta tempo- otro igual que los cuerpos enamora-
ralidad en la hendidura, como si el dos. Porque el cuerpo es llama, abre
tiempo brotara de las entrañas de la reverberos. El amor hurga, dice Bra-
tierra. Desde allí, dice Bracho, «abre cho. Como si el amor fuera el hace-
su umbral al tiempo» (p. 11). La eter- dor de la hendidura del tiempo. De
nidad necesita de los objetos para ser la misma manera la inmanencia hiere
instante, trascendencia; necesita del a la eternidad y entra en su ritmo.
jardín para manifestarse como arqueti- En este contexto, el flujo de la
po en las piedras precisas. La eternidad eternidad es tocado igual por el amor
es la luz que incide en la otra luz como que por la avispa, por el vuelo de la
tiempo presente, de la que queda sus- mariposa o el instantáneo gesto de
pendido en su caída. Podríamos recu- un árbol. Los objetos se encienden,
rrir a la imagen de Gastón Bachelard toman la fuerza del sol que desciende
cuando habla de la llama de la vela. La hasta el corazón del jardín, en donde
flama azul que aspira en su verticalidad las piedras humean, son tocadas, se
a lo alto podría verse como la eternidad hacen palpables. Entonces el tiempo
y en su caída estaría lo rojo de la fla- es coloreado según la materia cósmi-
ma, lo que se quema en el tiempo, los ca que enciende. El ágata simbóli-
objetos. «Desde esa luz que incide, con camente lo contiene en cuanto a su
delicada/ flama,/ la eternidad» (p. 11). capacidad de iridiscencia, en cuanto
Con esto, Bracho deja una certeza a la aureola que se desprende de su
de la eternidad a través del instante paso por la tierra, pero el tiempo se
situado en el mundo que va de la no- va definiendo con cada uno de los
che desbordada a la inmensa luz, en elementos cósmicos.
donde los objetos dejan de ser som- La imagen del agua, por ejemplo,
bras fragmentadas, porque el tiempo manifiesta la eternidad como el ins-
los sostiene, los hace claros, rotun- tante. El arroyo toca en su paso a las

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piedras, las humedece. Esta imagen ta, ventana, pasillo, laberinto del que
se combina con la lluvia para inter- no se sale jamás. El fuego se convier-
narnos en la memoria primitiva, en la te en la voz, en la sombra milenaria
voz como lo más milenario del tiem- que ocupa la penumbra del cuarto,
po. Así el tiempo es ritmo, cadencia del muro que ocupa la noche como
discontinua en la tempestad que nos habitar la conciencia.
sostiene, pulso ritual sobre el filo del Podemos decir que el tiempo es
agua, bajo el hilo del sol, instante pe- un crisol en la poética de Bracho:
trificado que toca la eternidad en la voz pendular en la voz, en la memoria, en
que gotea, que fluye, que nombra. la piedra que se avienta y se recibe; es
Pero tanto las imágenes del agua, largo en el camino, circular en la ser-
que pueden aterrizar en el chasquido piente, refractario en la conciencia,
de la avispa sobre la corriente o en la simultáneo en la fisura, permanente
gota contenedora del mundo, como en el vacío. En el umbral del ámbar,
las imágenes de fuego, que poco a del jardín, del cuarto de hotel los
poco dan forma y visión a los obje- tiempos se superponen. Hay realida-
tos con el sol que entra, confluyen en des que se mezclan, fases temporales
la voluntad de la piedra. El arroyo se que se enmarañan detrás de la corti-
hace camino, sendero, dintel, puer- na. Una capa tierna separa el tiempo

Fuente: wordfest.com (http://bit.ly/bwmt6n)

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del sujeto, que siempre está siendo escenario, entran los personajes, ac-
llamado por otras voces, por otros túan como si el poema fuera el espa-
tiempos: «Desde el espectro líquido/ cio para acotar una obra dramática
de otro mundo,/ desde otra reali- y en ese pronunciamiento, «bajo ese
dad de sonidos dispersos; desde otro tiempo sin huellas […] lo que es/ ya
tiempo/ enmarañable, me llaman» no es» (p. 56).
(p. 41). Por ello, al mismo tiempo se En Cuarto de hotel, más allá de su
entra y se sale, como si el tiempo fue- vuelta, de la alternancia y de lo si-
ra un juego de brinca soga, de bimba- multáneo, el tiempo es un palimpses-
leche, de rayuela: «Y en esta volcada to. «Pagamos por el cuarto de hotel/
oscuridad,/ sin fondo,/ sin medida pero está ocupado. El huésped nos
para el inicio, sin destello final. ¿A pide que lo ocultemos». Estamos, en
quién/ hacer señas, en el tiempo este sentido, viviendo un tiempo que
de quién, en el instante/ de quién no es el nuestro, sino que es un tiem-
entrar por un momento?/ ¿Con po que dialoga con todos los tiempos,
quién dejar, depositar la prenda es como el entretiempo de la sombra
para volver?» (p. 51). que menciona Lévinas. «En esta dia-
Finalmente, el tiempo se define ria incomodidad,/ el tiempo, más
como lo indefinido a pesar del peso delgado/ y opaco/ nos va enredando»
y de la solidez de los objetos, a pesar (p. 39). En esta indefinición, atrave-
del simbolismo de la piedra y de la sar el espacio es atravesar el tiempo,
voz. El tiempo es un laberinto oscuro ir al otro lado del muro es como ir
del que no se tiene el hilo para salir. al otro lado de la voz. La piedra en-
Es lo que no es, lo incierto: «Esto que tonces es simbolismo de la sedimen-
ves aquí no es./ Alguien te oculta una tación del tiempo. Y este tiempo es
pieza» (p. 55). La visión agustinia- voz, memoria milenaria que guía,
na gana terreno cuando afirma Agus- que ofrece guiarnos en un tiempo
tín que si no le preguntan lo que es hueco que es el ahora eterno, como
el tiempo no hay problema, pero si le el ahora heideggeriano en donde sólo
preguntan no sabe lo que es, porque se asoma la muerte.
el pasado ya no es, el futuro todavía
no es y el presente es tan efímero que
al manifestarse está dejando de ser.
Así, en el poema «Personaje bajo otro Bibliografía
tiempo», Bracho nos pone ante la
disyuntiva del tiempo cuando enun- Bachelard, Gastón, El agua y los sueños,
cia que «Lo que no es comienza a ser fce, México, 1993 (Breviarios, 279)
con vehemencia» (p. 56). Se crea el ____, El aire y los sueños, fce, México,
2006 (Breviarios, 330)

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____, La intuición del instante, fce, México, 2002 (Breviarios, 435)
____, La tierra y los ensueños de la voluntad, fce, México, 1996 (Breviarios, 525)
____, La poética del espacio, 2ª ed., fce, México, 2000 (Breviarios, 183)
____, La poética de la ensoñación, fce, México, 1998 (Breviarios, 330)
Bracho, Coral, Cuarto de hotel, Era/Gobierno del Estado de San Luis Potosí, México,
2007
____, La voluntad del ámbar, Era, México, 1998
____, Ese espacio, ese jardín, Era, México, 2003

Gloria Vergara

Es doctora en letras modernas por la Universidad Iberoamericana. Sus líneas de investi-


gación se enfocan al estudio de la literatura mexicana e hispanoamericana del siglo xx, la
teoría literaria y la hermenéutica y los estudios de oralidad. Es profesora e investigadora
de tiempo completo en la Universidad de Colima, donde imparte materias de teoría
literaria y lírica hispanoamericana. Actualmente es directora de la Facultad de Letras
y Comunicación (Falcom). Ha desarrollado los proyectos de investigación: El universo
poético de Jaime Sabines, Tiempo y verdad en la literatura, Palabra en movimiento. Princi-
pios teóricos para la narrativa oral, Identidad y memoria en las poetas mexicanas del siglo xx
y Visiones de Octavio Paz.

glvergara@ucol.mx

Hilda Rocío Leal Viera


Es maestra en letras hispanoamericanas por la Universidad de Colima. Es coordinadora
de la licenciatura en letras de la Falcom en la Universidad de Colima. Su línea de inves-
tigación es teoría y crítica literaria.

hleal@ucol.mx

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