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Tema 7.

La arqueología de la Muerte en Grecia 2014

BLOQUE TEMÁTICO III.


TEMA 7.
LA ARQUEOLOGÍA DE LA MUERTE EN GRECIA

INTRODUCCIÓN
El análisis del acto mortuorio, su peso en la mentalidad y su reflejo en la cultura material del mundo griego
antiguo constituyen los contenidos fundamentales de este tema, en el que se reconstruye el ritual desde
que se produce el óbito hasta que se pierde la memoria colectiva sobre el individuo.
Otra parte sustancial del tema se centra en analizar la evolución temporal de las estructuras funerarias y la
composición de las ofrendas y ajuares. La restitución del paisaje de las necrópolis constituye un aspecto
básico para comprobar la organización interna de los cementerios y los elementos que lo integraban.

1. EL CONCEPTO DE LA MUERTE ENTRE LOS GRIEGOS Y LAS


FUENTES PARA SU ESTUDIO
La Antropología del mundo antiguo analiza la muerte como un hecho cultural. Se interesa por comprender
el sistema de representaciones y actos que una sociedad antigua elabora para hacer frente a este suceso
que escapa a su comprensión. El estudio de la ideología funeraria se mueve en dos direcciones. Por un lado
se centra en el individuo, la muerte y las opiniones sobre el Más Allá y por otro los actos que surgen en
torno a la muerte que se concretan en tres fórmulas: palabra, imagen y tumba. Aunque solo la tumba es de
carácter material y deja huellas en el registro arqueológico.
Hay dos fuentes fundamentales de información: las referencias de los autores griegos y los datos
obtenidos por vía arqueológica de las estructuras funerarias. Aunque hay que tener en cuenta una serie de
limitaciones al carácter de estas fuentes, pues no siempre hallaremos descripciones tan ricas y minuciosas
como sería de esperar. En las descripciones de las tragedias sí será posible encontrar datos más concretos.
La documentación epigráfica, los epitafios, proporciona información sobre el sentimiento de la muerte.
Aportan datos sobre el nombre del difunto o familiar que realiza la dedicatoria.
La documentación arqueológica es la fuente de conocimientos más fecunda para mostrar la
materialidad de las estructuras funerarias griegas, no obstante la Arqueología ilustra las acciones de los
griegos ante la muerte pero no sus sentimientos hacia ella.
Los estudios sobre los usos funerarios se han polarizado en torno al Ática, región a la que pertenecen la
mayor parte de las necrópolis estudiadas, por tanto escaparían a esta tónica general las regiones más
alejadas del Ática y el mundo colonial.
Es una limitación también la ausencia de reflejo material en el registro arqueológico de todos los actos pre
y post-deposicionales relacionados con las ceremonias funerarias. La causa es la antigüedad de las
excavaciones en estos espacios funerarios.
En el concepto griego del universo, la posición del Hades –lugar donde reposan las almas de los muertos- se
halla en relación de contigüidad con el Ecúmene o espacio habitado por los vivos. Los muertos no
encuentran en el Más Allá ninguna esperanza. La visión del otro lado es desoladora, por ello la actitud de
los vivos respecto al otro lado es la de un cierto desinterés.

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La única preocupación que tienen es la de permanecer insepultos, de ahí la importancia del acto fúnebre y
la construcción de la tumba para asegurar la sepultura.
Hacia finales del siglo VI a.C. en la polis se va abriendo camino la creencia en que la iniciación de los
misterios garantizaba al individuo un destino mejor en el Más Allá que al resto de los mortales.
En la Atenas de fines del siglo V a.C. se enfatiza más la comunidad que el individuo, por lo que el rescate
ante la muerte dependerá de la memoria colectiva. En el siglo IV a.C. se comienza a divinizar al difunto
heroizado. Esto es lo que abre la puerta a la divinización de los reyes helenísticos, con la construcción de
tumbas monumentales.

2. LAS FASES DEL RITUAL FUNERARIO


En las sociedades antiguas la muerte de un individuo provoca desequilibrio y tensión porque abre la puerta
a un mundo desconocido. Para resolver esto, los vivos se sienten obligados a manifestar su dolor y respeto
al difunto. El ritual funerario desempeña la función de asegurar la repetición de unas fórmulas culturales
que la comunidad ha establecido con el tiempo.
Los sacerdotes profesionales no participan en el rito funerario que es estrictamente de ámbito familiar.
Para un griego era importante disponer de una ceremonia digna y para los atenienses en concreto ser
enterrados en su patria.
Este carácter familiar se explica porque el proceso ceremonial fúnebre se inicia con los preparativos para la
muerte y finaliza tiempo después, una vez que se pierde la memoria del difunto y deja de honrarse su
tumba. Esto deriva de su concepto de la muerte, distinto del actual, ya que tras producirse el óbito, la
psyché (espíritu del difunto) no se encuentra ni en el cuerpo ni en el Hades.
Los ritos se inician desde el momento en que el moribundo se enfrenta al final, rodeado de allegados y
sirvientes.
Los diferentes actos y ritos son:
Ritos pre-deposicionales
 Prothesis. Es la exposición del cadáver, que posibilitaba asegurar el fallecimiento real
del individuo, al tiempo que facilitaba la realización del duelo y honrar al difunto en un
momento clave en que su psyché vagaba entre el mundo de los vivos y el de los
muertos. El cadáver era preparado por las mujeres de la familia. Se le bañaba y
ataviaba con una vestimenta de uso funerario (kosmos). Los ojos se le cerraban y
sujetaba la barbilla. Después el cuerpo se depositaba en una especie de catafalco
(kliné) en una sala con los pies orientados hacia la puerta. El agua elemento de
purificación se ofrecía a quienes iban a mostrar sus condolencias en recipientes como
la lebeta y el lutróforo. Se realizaban actos públicos de dolor, como cánticos y
lamentos. Esta ceremonia podía prolongarse entre dos y diecisiete días.
 -kphora. Es el traslado del cadáver al cementerio, en andas o carruaje. Este último
viaje se hacía en la oscuridad de la noche, acompañado de cierta parafernalia musical y
un desfile de acompañantes en el que los hombres precedían a las mujeres.
Ritos deposicionales
No existen apenas datos del ceremonial de deposición del cadáver cualquiera que fuera el rito
funerario y la época. Es posible que se realizaran libaciones sobre el ataúd o la urna. En el caso
de las cremaciones se empleaba vino para reducir la pira, para introducir después las cenizas
en la urna. Además del cadáver se introducía en la urna el ajuar cuya composición tenía
relación con el estatus social, la edad y el sexo, variando según el periodo y el área geográfica
en que nos encontremos.

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Ritos post-deposicionales de carácter inmediato


 En el cementerio. Desde fines del siglo VIII a.C. se realizaban ofrendas en las que se
sacrificaban pequeños animales y se quemaban objetos. No se trataba de un banquete
sino que estos alimentos y objetos eran reducidos por medio del fuego.
 Fuera del cementerio. El banquete funerario (perideipnon) en el que participaban los
vivos. Tenía lugar en la casa familiar, después de regresar del cementerio. El difunto
era el anfitrión representado por el pariente más próximo. Se realizaba tres días
después de la muerte biológica. Treinta días después se depositaba sobre la tumba
parte de la basura de la casa, rito de carácter purificador. Se celebraba un último
banquete que marcaba el final del duelo.
Ritos posteriores al fin del duelo
La memoria del difunto se mantenía viva entre sus allegados con visitas a la tumba que se
prolongaban durante una generación y no más de tres. Se contrasta en las agrupaciones
familiares de tumbas encerradas en un mismo períbolos o recinto delimitado. La piedad hacia
los muertos constituía un valor moral exigible a quienes accedían al desempeño de cargos
públicos.
Se realizaban una serie de actos como era la decoración de flores y cintas de tela en la estela
funeraria y la colocación sobre la tumba de ofrendas no alimenticias (vasos cerámicos,
mechones de cabello, etc.), la realización de libaciones de vino, agua, leche, miel o aceite sobre
la tumba y la rotura sobre esta de los vasos empleados en las libaciones, tras éstas podía
realizarse el sacrificio de animales.
Los ritos descritos solían ser los habituales, aunque sabemos de la celebración de rituales más
excepcionales, como son los juegos atléticos en memoria de los caídos en combate o de
personajes concretos. Los ritos como los sacrificios humanos resultan mucho más infrecuentes.

3. LA EXPRESIÓN ARQUEOLÓGICA DEL RITUAL FUNERARIO.


ESTRUCTURAS Y AJUARES.

3.1 Las estructuras funerarias entre la Edad Oscura


y el Helenismo
Una vez vistas las fases y consistencia del ritual funerario podemos valorar las estructuras
funerarias y los ritos dominantes en cada una de las etapas de la Historia Antigua de Grecia.

3. 1.1 Ritos y estructuras funerarias durante la Edad Oscura

En el paso del II al I milenio a.C. en Grecia se reflejan cambios más o menos profundos que
tienen repercusión dentro del ámbito funerario. Lo más importante es la adopción de la
tumba individual, de tipo cista y el abandono de las sepulturas colectivas del periodo
micénico. La otra gran innovación es el retroceso del rito inhumatorio por el de la
cremación. Este cambio de rito funerario pudo deberse a influjos llegados del área centro-
europea.
Los hallazgos atenienses más importantes en el Protogeométrico (1050-900 a.C.) se hallan
en el cerámico de Atenas donde hay un predominio de la cremación, salvo en niños, a los
que se inhuma en cistas o fosas. La estructura funeraria es una fosa cuadrada o rectangular

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donde en el fondo se realiza un orificio para la urna, rellenándose y rematando el conjunto


con un túmulo de poca entidad. Al final de este periodo el túmulo se señala con una piedra
caliza a modo de estela. Las ánforas como contenedores de cenizas presentan una
especialización formal según el sexo. Para las mujeres se emplean ánforas con las asas en el
hombro y para los hombres predominan las ánforas con las asas en el cuello. Los ajuares no
son ricos, destacar la aparición de armas asociadas a los ajuares masculinos, (puntas de
lanza, espadas). En los femeninos son frecuentes las fíbulas, anillos y las agujas. Las urnas se
cubrían con un vaso de bronce, lajas de piedra o un plato de cerámica.
En el periodo Geométrico (900-700 a.C.) hay una mayor complejidad funeraria, se refleja
una tendencia al distanciamiento de las necrópolis respecto al núcleo habitado. En Atenas
además del Cerámico se encuentran espacios funerarios en la zona del Agora y en el
Areópago. Sigue predominando el rito de cremación secundaria hasta el final del periodo,
momento en que aparece la inhumación. Las cremaciones siguen asociadas a tumbas de
fosa, y se sigue manteniendo la diferencia por sexo en los tipos de urnas. Las inhumaciones
serán en cistas, serán raras las deposiciones en pithoi y los niños seguirán siendo
inhumados en cementerios o en las casas.
Característico de este periodo es la mayor complejidad de túmulos y elementos de
señalización de las tumbas. Las estelas se hacen más grandes y se emplean vasos cerámicos
de grandes dimensiones para señalar la tumba. También en este caso se distinguen según
sea hombre que emplean cráteras o mujer con ánforas. Estos vasos podían tener el fondo
horadado que se relaciona con la realización de libaciones.
En los ajuares se detecta un aumento en la calidad de las joyas, entre las que se encuentran
unas láminas de oro estrechas y alargadas y siguen apareciendo armas.
Fuera de Atenas hay también indicios de ostentación funeraria como son los casos de una
cista de Argos, de fines del siglo VIII a.C. con un completo ajuar y en la necrópolis de
Eleftherna, en Creta, se halló una tumba de cremación primaria con los restos calcinados de
un guerrero y de un acompañante, con los miembros atados, lo que hace pensar en un
sacrificio humano en el momento en que se quemaba el guerrero.

3. 1.2. Ritos y estructuras funerarias durante el


periodo arcaico

A fines del siglo VIII o inicios del VII a.C. se detecta en el Ática un descenso del número de
tumbas y el abandono de algunas necrópolis que junto con nuevos tipos de tumbas y de
cambios en la cultura material desvelan transformaciones en la estructura social.
Se observa una acusada tendencia a desvincular el espacio funerario del territorio de los
vivos, por lo que se elige lugares próximos a los caminos con el fin de facilitar el acceso al
cementerio para la realización de los ritos fúnebres, también para que los monumentos
sean visibles, como expresión del estatus social del difunto.
Conviven los dos ritos el crematorio y la inhumación. En Atenas predomina el primero, pero
ahora se trata de cremaciones primarias, esto es, realizadas en la propia fosa. Las
inhumaciones se realizan en fosas o pozos excavados en la roca, las más frecuentes son
infantiles. En las dos se realizaban túmulos de planta circular o cuadrangular. A comienzos
del siglo VI a.C. los túmulos de tierra se sustituyen por tumbas rectangulares con paredes
verticales de adobe donde se agrupan en calles.
Los grandes vasos dejaran paso a grandes estelas de piedra con decoración relivaria y
escultórica e incluso con estatuas humanas de bulto redondo (kouroi y korai). La
monumentalidad de las tumbas no se refleja en un enriquecimiento ostensible de los
ajuares que suelen consistir en una copa, un vaso y un ungüentario. Las joyas y las armas

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desaparecen. Característico de este periodo es el desarrollo de los depósitos de ofrendas


dispuestos junto a la tumba. Se distinguen entre “lugares de ofrendas” y “zanjas de
ofrendas”. Los primeros son espacios de forma irregular que contienen capas alternas de
tierra quemada y limpia, las zanjas son depósitos más elaborados excavados y forrados con
adobes.

3. 1.3. Ritos y estructuras funerarias durante la época


clásica y el período helenístico.

La etapa clásica supone una cierta uniformidad de ritos y estructuras en toda Grecia. La
nueva fase continúa con los ritos de cremación e inhumación, así como la estructura básica
de tumba individual. Las cremaciones siguen siendo primarias. Las inhumaciones infantiles
siguen empleando recipientes o bañeras y para los adultos aparecen sarcófagos monolíticos
o compuestos de piedras como mármol o caliza.
Se mantienen los monumentos anteriores y aparecen otros nuevos. A fines del siglo V a.C.
aparece un nuevo modelo de enterramiento que consiste en un recinto (períbolos) en cuyo
interior se encontraban varias tumbas señalizadas exteriormente con estelas.
Otro modelo de tumba que tiene su inicio en época clásica posee carácter estatal y fue
erigida por el estado para los caídos en combate, son las “Tumba del pueblo”.
Los ajuares son sobrios, en las tumbas de cremación aparecen vasos cerámicos y en las de
inhumación objetos de oro y vasos de alabastro. Se mantienen los depósitos de ofrenda.
Fuera de Atenas el panorama es distinto, en Grecia del Este encontramos tumbas de una
gran monumentalidad con elementos orientales y griegos. Abundan las tumbas de cámara,
las fachadas con tratamiento arquitectónico y grandes mausoleos. Se desarrolla entre
mitad del siglo VI y todo el siglo V a.C. con monumentos como el de las Arpías (480-470
a.C.) o el de las Nereidas construido un siglo después. El punto álgido está representado por
la tumba de Mausolo de Caria en Halicarnaso, la cual se convirtió en una de las siete
maravillas del mundo.
Otros lugares de la periferia se suman al ambiente de monumentalidad de la arquitectura
funeraria y del lujo imperante en el final del mundo clásico y el arranque del Helenismo.
Podemos destacar una serie de sepulturas hipogeicas cubiertas con bóveda, precedidas por
un dromos y por una antecámara y cubiertas por un túmulo. Se conocen como “Tumbas
Reales” encontradas en el Gran Túmulo de Vergina. El túmulo cubre cuatro tumbas, tres de
cámara y una de cista. Una de ellas la de Filipo II de Macedonia padre de Alejandro Magno.
La tumba de Filipo tiene una fachada dórica con un friso decorado con pinturas de cacería.
La tumba comprende dos sepulturas, en la cámara principal está el rey y en el vestíbulo su
esposa. Sus restos se depositaron en dos larnakes de oro dentro de un sarcófago de piedra,
los objetos se dispusieron en el suelo.
En el nuevo periodo que se abre en el 323 a.C. se multiplican las manifestaciones del
mundo funerario. Se mantienen los dos ritos pero la inhumación en ataúdes de madera,
bañeras y tumbas de teja son más abundantes.
Demetrio de Falero impuso una legislación que acabó con la ostentación monumental y la
producción de estelas. Los ajuares son muy sencillos y los lecitos de fondo blanco son
sustituidos por ungüentarios de factura menos cuidada. Aparece la costumbre de
acompañar al difunto con la moneda para pagar a Caronte el paso de la Laguna Estigia.
En Asia Menor aparecen tumbas con la fachada inspirada en templos o mansiones, el
individuo de alto rango será valorizado y heroizado a través de una tumba imponente.

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En otros lugares incluidos bajo la égida del Helenismo, como Alejandría, encontramos
información sobre lugares y estructuras de enterramiento de las clases menos acomodadas.
Se construyen cámaras hipogeicas dispuestas alrededor de un peristilo provistas de nichos
para ubicar los sarcófagos.

3.2. Los ajuares.


La lógica indica que algunos objetos debieron ser propiedad del difunto y que se seleccionaron
aquellos a los que tenía especial aprecio en vida o los que pudieran tener alguna utilidad para
cubrir sus necesidades en la vida de ultratumba.
Los objetos que componen los ajuares se clasifican en tres categorías:
 Objetos personales del difunto
Se encuentran elementos relacionados con la vestimenta como las fíbulas o las joyas.
Los objetos personales identifican sexualmente a los difuntos, como es el caso de los
espejos y los estrígiles, característicos de mujeres y hombres respectivamente. Es
frecuente que las armas que ilustran la extracción social del individuo por su calidad,
fueran normalmente inutilizadas como para darles “muerte” por su íntima relación con
el difunto.
 Objetos de uso cotidiano con valor funerario
Aparecen vasos cerámicos destinados a contener agua, con el fin de saciar la sed de los
muertos en el Hades, en las tumbas infantiles se hallan biberones usados. Las lucernas
también aparecen con asiduidad, para dar luz a los sepelios que se realizaban de noche
y para alumbrar el viaje del muerto hacia el Hades. En la época helenística se introduce
un óbolo en la tumba para pagar el viaje al Barquero Caronte.
 Objetos específicamente funerarios
Son los realizados ex profeso para acompañar a los muertos en la tumba. Copias en
miniatura de vasos cerámicos, copias en piedra o arcilla de alimentos o animales. Las
barbilleras empleadas para la sujeción de la mandíbula del cadáver en la ceremonia de
exposición. Los vasos cerámicos cuya función era de contenedores de aceites
perfumados de uso fúnebre.

4. EL PAISAJE FUNERARIO.
Uno de los aspectos que interesan a los estudios de la “Arqueología de la Muerte” es el del “paisaje
funerario” entendiendo por tal la apariencia que tuvieron los cementerios, desde el punto de vista de su
organización espacial y los espacios asignados a diferentes usos y rituales desarrollados en las necrópolis.
El aspecto de debió tener la necrópolis de Atenas durante el periodo clásico pudo ser de abigarramiento y
desorden, debido a la multiplicación de tumbas diferentes, de remates y elementos de señalización
verticales variados en un espacio reducido. El reflejo del status social en la estructura funeraria condujo a
una desenfrenada carrera de ostentación y competencia entre las grandes familias.
Los periboloi eran unos recintos que albergaban varias tumbas, pertenecientes a miembros
de una misma familia. Se piensa que este tipo de recinto se realizó para facilitar la
identificación del espacio funerario familiar a la hora de efectuar las visitas periódicas.

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El Demosión Sema o “Tumba del Pueblo” es un espacio vertebrado por un camino


ceremonial a cuyos lados se levantaron las sepulturas de los caídos en combate, según una
costumbre ancestral (patrios nomos), que establecía la necesidad de enterrarlos en Atenas.
Los cenotafios son monumentos conmemorativos destinados a honrar la memoria de
aquellos cuyos restos no pudieron descansar en la tierra de su patria. En su interior no hay
restos humanos.
Las estelas son elementos característicos del paisaje funerario griego. Sus funciones básicas
son señalar la tumba para evitar enterramientos posteriores y facilitar su localización a los
familiares. Será el símbolo del difunto ante el que se celebrarán los ritos periódicos. Los
modelos más difundidos se rematan con un animal real o fantástico, o bien, con relieves de
figuras humanas y escenas de despedida. No faltan los grandes vasos de piedra, sobre todo los
lutróforos, que se ponían sobre las tumbas de los solteros.

5. ASPECTOS SOCIALES DE LA ARQUEOLOGÍA DE LA


MUERTE EN GRECIA.

El estudio de aspectos como el modo de tratar el cuerpo, de disponer los restos y de perpetuar la memoria
mediante la realización de la tumba, permite describir una comunidad en su composición y su jerarquía. El
análisis estructural posibilita reconstruir el sistema según el cual se organiza la necrópolis, permitiendo
entrever datos sobre la estructura social y el sistema de auto-representación de la comunidad.
Parece que las costumbres de enterramiento en el mundo griego fueron un sistema de medida de la
extracción social del individuo, haciendo posible convertir el acto fúnebre en un acontecimiento de
ostentación del poder y riqueza de los grupos sociales más favorecidos.
Otra cuestión de interés es conocer si el enterramiento es un derecho de todos los miembros de la
sociedad o si, por el contrario, hubo grupos sin capacidad de acceder a un enterramiento formal en la
necrópolis. Esto es importante, ya que tradicionalmente el aumento o descenso en el número de
enterramientos por fases de utilización de los cementerios se ha considerado inicio de crecimiento o
descenso demográfico. Morris plantea, que según épocas, se percibe una variación en el derecho a ser
enterrado. No se trata de ascensos o decrecimientos demográficos, sino aumento o descenso en el número
de sepulturas, que obedecen a su propia ley: la del derecho al acceso a una sepultura formal, variable
según las épocas.
Se fundamenta en tres constataciones:
 El número de tumbas en ciertos periodos no es representativo de toda la población, ni la estructura
por edades se acomoda a lo que sería razonable.
 Las leyes demográficas no pueden extraerse de las variaciones del número y tamaño de los
cementerios, ni del número y tamaño de los grupos familiares que se identifican en ellos.
 Si se ordenan en el tiempo las variables funerarias la propia periodización proporciona los datos: a
medida que las tumbas y sus contenidos son más uniformes, menor es el número de personas con
derecho a sepultura.
Esta uniformidad se acompaña de un descenso en la calidad del ajuar, ya que el derecho a ser sepultado se
convierte en un indicador por sí mismo para designar la clase privilegiada a la que corresponden los
enterrados. Por el contrario, la multiplicación de signos de diferencia se corresponde con épocas en las que
el derecho a la sepultura está más extendido, por lo que se requiere símbolos externos de pertenencia a
grupos socialmente más destacados.

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